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A los 14 años de edad, siendo todavía un niño que corría por las empedradas calles de Burgui, mis padres me embar- caron hacia Chile. Así fue como, de repente, tuve que aban- donar el pueblo que me vio nacer y en el que transcurrieron los años felices de mi infancia. Mi padre era Pedro Angel Glaría Aisa, de casa Zarrajero, y mi madre Josefa Mainz Marracos, de casa Juan Babil. Y en casa éramos ochos hermanos: Santiago, Félix, Antonia, Encarca, Isidro, Policarpo, Pilar y, servidor, Benito. Benito Glaría Mainz, nacido en Burgui un 12 de enero del año 1908. Mi tío materno, José María, ya había emigrado unos años antes a Chile, donde se casó con Tomasa Amiama, natural de Oñate. Una vez jubilados regresaron a Burgui y se construye- ron una casita, a la que bautizaron como “Gure Txoko”, en la que disfrutar del merecido descanso. Fue en uno de los viajes que hicieron a Chile para gestionar rentas pendientes cuando yo viajé con ellos, siendo el año 1922. Aunque ellos vivían en San- tiago de Chile yo me instalé en la ciudad de Concepción, donde empecé a trabajar como empleado de un tal Don Pablo Pablo. Dicen que uno es de donde pace, no de donde nace. Pero yo siempre tuve a mi Burgui querido tanto en el pensamiento como en el corazón. Y no fue hasta 1935, transcurridos ya 13 años, cuando regresé por primera vez a Burgui avisado del grave estado de salud de mi padre. Contaba ya con 27 años de edad y a pesar de la larga travesía en barco llegué a tiempo de despedirme del padre en sus últimos momentos de la vida. Fue entonces cuando conocí a Manuela. Manuela había nacido en Bariloche, Ar- gentina, un 17 de junio de 1915 pues sus padres León Bronte -de casa Ganare- y Mª Francisca Mainz -natural de Urzain- qui- habían emigrado a Argentina desde Burgui. Tras quedar viuda, madre e hija regresaron a Burgui, contando Manuela con tan solo año y medio de edad. Mª Francisca -que venía en cinta de su segunda hija- se casó con su cuñado Angel y tuvieron otros cinco hijos más en Burgui. Manuela y yo nos conocimos por primera vez en 1935, ella tenía 20 años y yo 27. Ese mismo año nos casamos en Bur- gui y emprendimos viaje de vuelta hacia Chile. Mis hermanos Isidro y Policarpo también estaban allá, yo les había hecho llamar unos años antes. Isidro en un viaje a Burgui conoció a Carmen, hija de Pedro Baines, se casaron y viajaron a Chile. Poli sin embargo se casó en Concepción con Milagros Ben- goechea, natural de Lekeitio. La Kukula BOLETIN DE DIFUSIÓN HISTÓRICA Y CULTURAL DE LA VILLA DE BURGUI MARZO 2019 Nº 52 Me voy pa’ Chile… caminando caminando Familia Glaría Mainz hacia 1918. De izquierda a derecha: Benito, Isidro, Josefa con Encarna en brazos, Santiago y delante Policarpo, Pedro Angel con Félix entre sus rodillas y Antonia.

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Page 1: BOLETIN DE DIFUSIÓN HISTÓRICA Y CULTURAL DE LA VILLA DE … · 2019-03-27 · hermanos Isidro y Policarpo. Mientras tanto, poco a poco, fui montando unas máquinas para tejer en

A los 14 años de edad, siendo todavía un niño que corría por las empedradas calles de Burgui, mis padres me embar-caron hacia Chile. Así fue como, de repente, tuve que aban-donar el pueblo que me vio nacer y en el que transcurrieron los años felices de mi infancia.

Mi padre era Pedro Angel Glaría Aisa, de casa Zarrajero, y mi madre Josefa Mainz Marracos, de casa Juan Babil. Y en casa éramos ochos hermanos: Santiago, Félix, Antonia, Encarca, Isidro, Policarpo, Pilar y, servidor, Benito. Benito Glaría Mainz, nacido en Burgui un 12 de enero del año 1908.

Mi tío materno, José María, ya había emigrado unos años antes a Chile, donde se casó con Tomasa Amiama, natural de Oñate. Una vez jubilados regresaron a Burgui y se construye-ron una casita, a la que bautizaron como “Gure Txoko”, en la que disfrutar del merecido descanso. Fue en uno de los viajes que hicieron a Chile para gestionar rentas pendientes cuando yo viajé con ellos, siendo el año 1922. Aunque ellos vivían en San-tiago de Chile yo me instalé en la ciudad de Concepción, donde empecé a trabajar como empleado de un tal Don Pablo Pablo.

Dicen que uno es de donde pace, no de donde nace. Pero yo siempre tuve a mi Burgui querido tanto en el pensamiento

como en el corazón. Y no fue hasta 1935, transcurridos ya 13 años, cuando regresé por primera vez a Burgui avisado del grave estado de salud de mi padre.

Contaba ya con 27 años de edad y a pesar de la larga travesía en barco llegué a tiempo de despedirme del padre en sus últimos momentos de la vida. Fue entonces cuando conocí a Manuela. Manuela había nacido en Bariloche, Ar-gentina, un 17 de junio de 1915 pues sus padres León Bronte -de casa Ganare- y Mª Francisca Mainz -natural de Urzain-qui- habían emigrado a Argentina desde Burgui. Tras quedar viuda, madre e hija regresaron a Burgui, contando Manuela con tan solo año y medio de edad. Mª Francisca -que venía en cinta de su segunda hija- se casó con su cuñado Angel y tuvieron otros cinco hijos más en Burgui.

Manuela y yo nos conocimos por primera vez en 1935, ella tenía 20 años y yo 27. Ese mismo año nos casamos en Bur-gui y emprendimos viaje de vuelta hacia Chile. Mis hermanos Isidro y Policarpo también estaban allá, yo les había hecho llamar unos años antes. Isidro en un viaje a Burgui conoció a Carmen, hija de Pedro Baines, se casaron y viajaron a Chile. Poli sin embargo se casó en Concepción con Milagros Ben-goechea, natural de Lekeitio.

La KukulaBOLETIN DE DIFUSIÓN HISTÓRICA Y CULTURAL DE LA VILLA DE BURGUI MARZO 2019 Nº 52

Me voy pa’ Chile… caminando caminando

Familia Glaría Mainz hacia 1918. De izquierda a derecha: Benito, Isidro, Josefa con Encarna en brazos, Santiago y delante Policarpo, Pedro Angel con Félix entre sus rodillas y Antonia.

Page 2: BOLETIN DE DIFUSIÓN HISTÓRICA Y CULTURAL DE LA VILLA DE … · 2019-03-27 · hermanos Isidro y Policarpo. Mientras tanto, poco a poco, fui montando unas máquinas para tejer en

En mi matrimonio con Ma-nuela tuvimos cinco hijos: José Angel (que falleció a los 18 años), Tomás, Marianela, Benito y Amaya.

Mi talante emprendedor y aventurero siempre me mantuvo ocupado -y algo preocupado- pero con iniciativa, riesgo y decisión em-prendí diversos proyectos y negocios a lo largo de mi vida. Primeramente, junto con mis hermanos Isidro y Poli-carpo, fundé un negocio textil para la ven- ta de telas a modistas en la ciudad de Concepción al que llamamos “La Puerta del Sol”, en clara alusión a nuestro país de origen del que tanta distancia nos separaba.

En el año 1939 tuvo lugar un fuerte terremoto en Concep-

ción, pero no supuso daños materiales ni personales a nues-tra familia puesto que residíamos en Chiguayante, a unos 15 kilómetros, por ser el clima más benigno para la delicada salud de José Angel.

Abandoné al tiempo el negocio familiar y nos traslada-mos a Santiago de Chile donde abrí una nueva tienda para venta de telas, “La Navarra”. El recuerdo de mi tierra era constante y una forma de tenerla más cerca era recordarla continuamente con el nombre de la tienda. El negocio pros-peró y pronto acabó convertido en una fábrica de sedas a las afueras de la ciudad.

Sin embargo, en el año 1948 decidimos venir toda la fami-lia a España -con los hijos ya entre los 8 y los 10 años- y nos asentamos en Pamplona. Intenté crear varios negocios pero debido al gran capital necesario y a la difícil situación de la postguerra decidí regresar a Chile, donde descubrí el engaño

de mi apoderado de confianza al que había dejado al cargo de la gestión de las rentas del negocio.

Vuelta a empezar de nuevo, esta vez como empleado en el negocio “La Puerta del Sol” que seguían regentando mis hermanos Isidro y Policarpo. Mientras tanto, poco a poco, fui montando unas máquinas para tejer en el propio garaje de mi vivienda y en el año 1951 toda la familia se trasladó de nuevo de vuelta desde Pamplona hasta Concepción.

El negocio de las tejedoras funcionaba, y después de comprar un par de máquinas de tejer inglesa y suiza y al-quilar un local para la producción, empezamos a comer-cializar prendas por todo Chile contando ya con varios dis-tribuidores. Principalmente se confeccionaban jerseys y chombas, chaquetas. Además de toda la familia, llegamos a tener unos 50 empleados. A este nuevo negocio le llamé “Tejidos Iruña” y su escudo era el mismo que el de Osasu-na pero con mis propias iniciales, B – G – M . La familia al completo atendía el negocio en las tareas de fábrica, tienda, descarga de lana, máquinas tejedoras y ojaladoras. Un pe-queño gran imperio.

El recuerdo de mi pueblo, Burgui, siempre estuvo presen-te en mi casa, en mi familia y en mi corazón. Tal es así que, a partir de una fotografía con la imagen de su bello puen-te, encargué a un reconocido pintor de Chile un óleo con dicha vista que decoraba el salón de nuestra casa. El cuadro regresará a Espa-ña en mi último viaje,

Benito Glaría y Manuela Bronte, año 1935

Familia Glaría Bronte en Concepción, Chile, en 1955. Detrás, Tomás, Marianela, Amaya y Benito. Delante, José

Angel, Manuela y Benito.

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resultando algo dañado por el agua del barco.

En el fatídico año de 1960 tuvo lugar en Concepción el ma-yor terremoto registrado por los sismógrafos en la historia causan-do más de 3.000 muertos y desapa-recidos, así como cuantiosos daños materiales en viviendas e in-fraestructuras. Fueron en realidad una sucesión de tres seísmos que ocurrieron entre el 21 y el 22 de mayo en la zona centro-sur de Chile. Nuestra familia, a Dios gracias, no tuvo que soportar pérdidas humanas ni materiales.

Al año siguiente mi hijo Benito acudió a Suiza a formarse en el funcionamiento de maquinaria textil y al pasar por Espa-ña para saludar a la familia decidió asentarse aquí, animándo-nos al resto de la familia a regresar desde Chile. Acudí al poco tiempo a comprar unas máquinas de tejer en Barcelona y decidí mandarlas a Pamplona, adquiriendo para ello un local situado en el Paseo de Sarasate que posteriormente será el inicio de un nuevo negocio, “Confecciones Chile”. Regresé de nuevo a Chile y, poco a poco, toda la familia empezó su regreso a España.

En el año 1962 vino Tomás; en mayo de 1963 regresaron Marianela y Amaya; y en octubre de ese mismo año volvimos Manuela y yo. Un poco antes había venido también mi tía To-masa Amiama, con setenta y pico años y ya viuda de José María Mainz, que vivía con nosotros y a quienes mis hijos le llamaban cariñosamente abuelita por haberse criado con ella. Así pues, toda la familia nos encontramos ya reunida y asentada en Pamplona, con visitas ocasionales a nuestra

casa oriunda en Burgui, casa Zarrajero, donde visitábamos a nuestros familiares. Con el tiempo nos hicimos una casa familiar en el pueblo, la que se conoció como casa de “Los chilenos”.

El negocio del Paseo de Sarasate, Confecciones Chile, se encontraba funcionando como tienda a pleno rendimiento y se construyó un pabellón en Cizur Mayor para fábrica de jer-seys. Con el paso del tiempo debido a la mayor rentabilidad que aportaba comprar género ya confeccionado se decidió cerrar la fábrica y centrar todo el esfuerzo en la venta di-recta en tienda y en mercados. Se amplió la tienda con otro local contiguo y comenzó un proceso de expansión abriendo nuevos locales en la calle Mercaderes, en Martín Azpilicueta y en Burlada. Incluso, durante un breve periodo de tiempo, llegamos a tener dos tiendas en Barcelona.

Muchos recordaréis el eslogan publicitario de las tiendas con el famoso estribillo de la canción de Albert Hammond, “Me voy pa’ Chile, caminando, caminando”.

Y así transcurrió la vida de Benito, de Burgui a Chile, de Chile a Burgui, hasta un 5 de agosto del año 1999 en el que falleció a los 91 años de edad en Pamplona después de una vida de esfuerzos, contratiempos, aventuras y desventuras, y que ahora desde La Kukula hemos querido rescatar del o l v i d o , al menos un poquito, en homenaje y

reconocimiento a su persona. Nues-tro agradecimiento a sus familiares, especialmente a Tomás, Marianela, Benito y Amaya, por su inestimable colaboración y cariñosa acogida.Marianela con traje roncalés, posando en Chile

en 1957 con óleo de Burgui

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Nuestro boletín de La Kukula se asemeja a Condearena, un personaje al que las últimas generaciones no hemos co-nocido, pero que llegaba a Burgui más o menos cada tres meses, y siempre con novedades. Condearena vendía ropa. Tenía su establecimiento en la calle Mercaderes de Pam-plona; y periódicamente se montaba en el autobús con dos maletones repletos de ropa e iba por los pueblos vendiendo, pensando siempre en aquellas personas a las que no les era fácil bajar a la ciudad. Fiaba siempre –“ya me pagará usted en el siguiente viaje, y sino en el siguiente”, y en consecuen-cia era de fiar. Hoy, décadas después, basta con pronunciar la palabra Condearena en cualquier pueblo del Pirineo nava-rro para que la gente mayor esboce una sonrisa recordando que, pese a su tamaño, aquel vendedor ambulante era una gran persona.

“¡Eh… mis maletas!” grita Condearena al conductor de La Roncalesa al escuchar dos acelerones del motor. Al descen-der en Burgui del autobús de la línea Pamplona-Uztárroz, el pasajero ha temido quedarse sin sus dos compañeras de viaje, compañeras de toda una vida. “¡Tranquilo José! Que no te vamos a dejar sin ellas….” Le contesta el conductor sonriendo y asomando su cabeza por la ventanilla. “¿Harás todo el valle, como siempre?” le pregunta Anto-nio, el cobrador, mientras le ayuda a sacarlas. “Si claro, como siempre… ¡y ya van treinta y cuatro años..!” contesta él ya más tranquilo. Con fuerte ruido y humo negro por el tubo de escape, el viejo autobús con-tinúa su ruta al tiempo que nuestro protagonista empieza la suya. Por la empinada calle el cuerpo menudo pero fuerte del viajante textil José Condearena se esfuerza en llevar sus dos voluminosas maletas llenas del muestrario de pren-das, telas y algún complemento de la nueva temporada. Bajo la eterna txapela es su voz potente la que anuncia su presencia a los vecinos de Burgui que desde el balcón le ruegan “que suba”. Muy pocas personas “de fuera” pue-den presumir de haberlo conseguido, cruzar la puerta de la casa roncalesa, atravesar la entrada y subir a la cocina. Pero él sí, son ya más de treinta años de visitas y de haber-se ganado la confianza y el cariño de los montañeses. “Toma asiento José, ¿un café con leche? Está recién or-deñada y unas pasticas también tenemos….” José se sienta agradecido en la silla que le ofrece la fami-lia al lado de la oscura cocina “económica” de leña de haya,

con gayato y depósito de agua caliente. Y al calor y crepitar de la leña hablan con voz suave del usín del invierno, de los bosques, del recuerdo de las almadías, de la parición de las vacas, de los achaques del abuelo, de las viejas historias de la cañada, de la última riada del Ezka, de lo “mutilón” que se está poniendo el nieto mayor… El les escucha atento, sonriente y respetuoso. “¡Qué bién se está aquí en el valle! En la capital se vive a lo loco…” les asegura José. Ha madrugado mucho y el sueño le vence durante unos minutos dando varias “cabezadicas” en la cocina.“¡José, que se te hace tarde!” le despierta la abuela., mientras la madre le dice que esta vez no le van a “coger” nada, que a la próxima será.Y Condearena vuelve a pisar ese empedrado tan conocido por él, esas calles, esas plazas y callejas, ese subir y bajar desde el paseo hasta la Kukula. Sabe que ya le queda poco como vendedor ambulante, que la edad y los nuevos tiempos no perdonan, pero antes de volver a la posada de Larequi vuelve a anunciar otra vez su mercancía: “¡Condearena, camisas de cuadros, calcetines de trabajo, pantalones azul-Bergara y de vestir, pañuelos de diario y de domingo, vestidos, batas de cocina y de paseo.. Condearena!” El no lo sabe pero cuando sube por última vez a La Ronca-lesa y su imagen se diluye en la memoria, su voz se queda allí para siempre.

Colaboración: Iñaki De Miguel Layana

Edita: Asociación Cultural La KukulaDepósito Legal: NA2358-2015www.lakukula.com [email protected]

Boletín impreso con la colaboración de:

“¡CONDEARENA!,¡TEJIDOS Y NOVEDADES!”