boletÍn 7 los padres ante la falta de tiempo

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LOS PADRES ANTE LA FALTA DE TIEMPO “SOLO FALTA TIEMPO A QUIEN NO SABE APROVECHARLO” (JOVELLANOS) Es importante hacer comprender a nuestros hijos que nuestras ocupaciones, el trabajo en casa y fuera de ella, no nos permiten dedicarles tantas horas al día como ellos quisieran. El niño debe darse cuenta de que él también pasa mucho tiempo fuera de la casa, que se vuelca más en el colegio, con los amigos y en actividades que realiza fuera del hogar y que, por lo tanto, lo importante no es la cantidad de tiempo que se pase juntos, sino la calidad del mismo. UNA JUSTA COMPENSACIÓN Si el tiempo que dedicamos a nuestros hijos conlleva respeto, consideración, diálogo y comprensión, estarán, sin duda, recibiendo una buena educación, a pesar de que sea más bien escaso el tiempo que podamos dedicarles. La buena calidad en las relaciones con los hijos en esta etapa de la vida incluye los siguientes ingredientes: Respeto y consideración a pesar de sus modales bruscos, a veces irrespetuosos y hasta desafiantes. Están reafirmándose y necesitan vernos serenos ante sus salidas de tono y desplantes. Si los padres adoptamos el mismo tono que ellos, no habrá cabida para la comprensión. Es necesario que se den cuenta de que ser adulto no significa tener mal genio o emplear palabras malsonantes. Diálogo y mutua comprensión, dejar que el otro diga lo que siente y tratar de ponernos en su lugar para comprenderle, para entender su comportamiento. Es determinante para la buena educación de nuestros hijos encontrar en sus padres el vivo ejemplo, día a día, de actitudes dialogantes. Nada peor que el imponerse “porque sí”; que el exigir obediencia incondicional sin ofrecer razones convenientes. No tenemos que olvidarnos a nosotros mismos. Pero debemos tener en cuenta que los padres también tienen sus preocupaciones, sus días malos. Por eso también es necesario que este diálogo se mantenga en una doble dirección, para que no sólo sean los padres quienes se esfuercen en comprender a sus hijos sino para que también estos pongan de su parte y comprendan lo que les está pasando a sus padres. El esfuerzo de los padres siempre será mayor, pues son los verdaderos educadores en este proceso. El preadolescente necesita que la disciplina, las sugerencias y las exigencias vayan acompañadas de argumentos. Su mente tiene ya una gran capacidad para comprender, abstraer y profundizar en el por qué de las cosas, y es absurdo exigirles algo apoyándonos únicamente en nuestro deseo de voluntad o capricho. Es en esta edad cuando, al ver que sólo utilizamos métodos autoritarios y de fuerza, nuestros hijos, nos llegan a decir “papá, mamá, vences pero no me convences”. PREDICAR CON EL EJEMPLO Si nosotros les hacemos partícipes de nuestras vivencias, es bastante probable que, antes o después, sean ellos quienes se sientan tentados a hacernos partícipes de las suyas.

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Page 1: BoletÍn 7 Los Padres Ante La Falta de Tiempo

LOS PADRES ANTE LA FALTA DE TIEMPO

“SOLO FALTA TIEMPO A QUIEN NO SABE APROVECHARLO” (JOVELLANOS)

Es importante hacer comprender a nuestros hijos que nuestras

ocupaciones, el trabajo en casa y fuera de ella, no nos permiten dedicarles tantas horas al día como ellos quisieran. El niño debe darse cuenta de que él también pasa mucho tiempo fuera de la casa, que se vuelca más en el colegio, con los amigos y en actividades que realiza fuera del hogar y que, por lo tanto, lo importante no es la cantidad de tiempo que se pase juntos, sino la calidad del mismo.

UNA JUSTA COMPENSACIÓN

Si el tiempo que dedicamos a nuestros hijos conlleva respeto, consideración, diálogo y comprensión, estarán, sin duda, recibiendo una buena educación, a pesar de que sea más bien escaso el tiempo que podamos dedicarles.

La buena calidad en las relaciones con los hijos en esta etapa de la vida incluye los siguientes ingredientes:

Respeto y consideración a pesar de sus modales bruscos, a veces irrespetuosos y hasta desafiantes. Están reafirmándose y necesitan vernos serenos ante sus salidas de tono y desplantes. Si los padres adoptamos el mismo tono que ellos, no habrá cabida para la comprensión. Es necesario que se den cuenta de que ser adulto no significa tener mal genio o emplear palabras malsonantes.

Diálogo y mutua comprensión, dejar que el otro diga lo que siente y tratar de ponernos en su lugar para comprenderle, para entender su comportamiento. Es determinante para la buena educación de nuestros hijos encontrar en sus padres el vivo ejemplo, día a día, de actitudes dialogantes. Nada peor que el imponerse “porque sí”; que el exigir obediencia incondicional sin ofrecer razones convenientes. No tenemos que olvidarnos a nosotros mismos. Pero debemos tener en cuenta que los padres también tienen sus preocupaciones, sus días malos. Por eso también es necesario que este diálogo se mantenga en una doble dirección, para que no sólo sean los padres quienes se esfuercen en comprender a sus hijos sino para que también estos pongan de su parte y comprendan lo que les

está pasando a sus padres. El esfuerzo de los padres siempre será mayor, pues son los verdaderos educadores en este proceso.

El preadolescente necesita que la disciplina, las sugerencias y las exigencias vayan acompañadas de argumentos. Su mente tiene ya una gran capacidad para comprender, abstraer y profundizar en el por qué de las cosas, y es absurdo exigirles algo apoyándonos únicamente en nuestro deseo de voluntad o capricho. Es en esta edad cuando, al ver que sólo utilizamos métodos autoritarios y de fuerza, nuestros hijos, nos llegan a decir “papá, mamá, vences pero no me convences”.

PREDICAR CON EL EJEMPLO

Si nosotros les hacemos partícipes de nuestras vivencias, es bastante probable que, antes o después, sean ellos quienes se sientan tentados a hacernos partícipes de las suyas.

A partir de la adolescencia, los chicos tienden a apartarse bastante del mundo de los adultos para entregarse más al grupo, la pandilla y los amigos del colegio. Esta actitud es consecuencia de la imperiosa necesidad que tienen de sentirse a sí mismos, de reafirmarse, sentir y usar la libertad. Se muestran más introvertidos y menos interesados en contar sus cosas, sus experiencias, la vida escolar o lo referente a sus amistades. Esto no significa que los padres no debamos intentar que el preadolescente se sienta tentado a contarnos cosas, precisamente en este aspecto los padres tenemos que ser los primeros en hablar con nuestros hijos de algunas cosas interesantes que nos ocurrieron durante la semana. No importa si se trata de charlar sobre el trabajo, los amigos, o si son simples comentarios sobre programas de televisión y radio, noticias de los periódicos, etc. Será necesario que los padres nos mostremos muy relajados , confidenciales, comunicativos y nada reservados, para que ellos sientan deseos de hacernos partícipes de sus experiencias, vivencias, sentimientos, dificultades y problemas que tuvieron lugar durante la semana o en el mismo día. Hay que procurar que sean ellos quienes decidan hacernos confidencias, contarnos con quiénes se divierten, si tienen algún problema, inquietud o duda, y es entonces cuando los padres debemos mostrar interés humano para que sepan contar con nosotros, todo ello con delicadeza y sinceridad, procurando que no lleguen a pensar que pretendemos fiscalizarlos, controlarlos o inmiscuirnos en sus cosas de forma descarada.

Page 2: BoletÍn 7 Los Padres Ante La Falta de Tiempo

TODOS SOMOS VULNERABLES

Si nuestros hijos aciertan a vernos en nuestro pasado como seres vulnerables, limitados y humanos, no tendremos grandes dificultades en que se acepten y nos acepten con todas las limitaciones.

En el deseo de saber suplir la falta de tiempo por una comunicación padres – hijos de mayor calidad, es particularmente provechoso describir cómo fueron nuestros años cuando teníamos su misma edad, las dificultades escolares, los problemas con nuestros padres, nuestras inquietudes. Ese volver a un pasado no demasiado lejano y transmitir a nuestros hijos que deseamos ponernos en su lugar y comprenderles desde su edad, desde la vida que les ha tocado vivir, creará unos canales de entendimiento, de sensación confiada y positiva. Pocas actitudes más absurdas que las de aquellos padres que pretenden ponerse como ejemplos inimitables, como personas maravillosas ante sus hijos, contando cuán excepcionales eran durante sus años jóvenes. “Yo a tu edad era capaz de esto y aquello...”, esta es una frase típica de padres que no saben cómo hacer de sus hijos seres responsables. Y la respuesta que obtienen de parte del muchacho no es otra que pensar que, si su padre era tan perfecto, es muy difícil imitarle y parecerse a él. Lo que conlleva una infravaloración, una imagen negativa y, por supuesto, un futuro adulto que vivirá toda su vida con la sensación de ser un perdedor.

Los seres humanos necesitamos que nuestros padres y educadores se muestren asequibles, capaces de equivocarse, limitados, imperfectos, porque sólo así es posible suscitarnos el deseo de mejorar, sabiendo que es normal tener defectos y que no se trata de ser los mejores en esto o aquello, sino de ser, sencillamente, nosotros mismos y aceptarnos tal y como somos, con nuestras dificultades y limitaciones.

(FUENTE: Educar hoy)

OrientaciónColegio Adventista – Los Ángeles

BOLETÍN INFORMATIVO N° 7

2008