bleichmar estatuto de lo historico en psicoanalisis

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1 Estatuto de lo histórico en psicoanálisis Silvia Bleichmar El “genetismo salvaje” con el que se pretende subsumir nuevamente todo accionar humano en una “naturaleza humana” prefijada e inmutable, constituye, en el plano de la psicología, la cuestión central que deberemos someter a debate en los próximos tiempos. Y ello en razón de que tanto el estructuralismo formalista como el innatismo psicoanalíticos se ven impotentes para enfrentarlo, en razón de que los paradigmas que los sostienen responden, en última instancia, a modelos convergentes. Que el ser humano nazca con un “destino”, fijado este por los genes, la pulsión de muerte o la estructura edípica en la cual se inserta, no son sino variantes de una misma cuestión: la existencia de un preformado que pone límite a todo accionar transformador posible, proponiendo el sometimiento a las condiciones de partida o, a lo sumo, un mejor manejo de las mismas bajo los modos resignados de lo insuperable. De ahí la debilidad de gran parte del psicoanálisis de cuño instintivista para discutir seriamente con aquellos que hoy propician una teoría genética de la enfermedad mental. La tolerancia ante el imperialismo neurobiológico no es sino el efecto de un letargo que se preserva a cualquier costo: se trata más de algo cercano a lo que Massimo Cacciari definiera como una tolerancia senil, una tolerancia defensiva propia de las personas y organismos que han perdido toda fe en sí mismos, y que no pueden sino vivir en paz, porque el conflicto los destruiría. Y, agreguemos, es patrimonio también de los estamentos científicos o políticos que se han debilitado: plenos de aporías y contradicciones, no dejan de hacer alianzas espurias tendientes a conservar el poco poder que les queda, sabiendo de antemano que en esas alianzas está la raíz de su propia aniquilación. La concepción de la subjetividad como producida, y no como naturaleza humana es, por el contrario, la vertiente más fecunda del freudismo… su fuerza no sólo reside en la racionalidad de sus enunciados, sino en su capacidad clínica transformadora. Si la producción de sujetos psíquicos es una empresa siempre social, el psicoanálisis ha tenido la enorme virtud de plantear la materialidad misma que constituye la premisa de esta producción, de aislar las variables que la componen; el carácter social de la transformación de la cría humana en sujeto psíquico, no diluyéndose en la sociedad en su conjunto, no confundiéndose con la producción general de mercancías o de objetos, sino especificándose bajo los modos concretos que le dan origen. Desde esta perspectiva de una subjetividad producida, es que la historia encuentra un punto de enclave mayor en la teoría y la práctica psicoanalíticas. Desplegar sus aspectos centrales obligan a un esfuerzo si no de formalización al menos de ordenamiento. Es en razón de ello que el modo de exposición elegido para los párrafos que siguen será el de una serie de tesis que desplegaremos engarzándolas en sus nexos de articulación con problemas nodales del psicoanálisis -algunos de los cuales podrán ser explicitados con mayor amplitud en otra ocasión. 1.- La historia -que inevitablemente se liga a lo temporal- no es patrimonio, como tal, del inconciente. Definido brevemente: el hecho de que el inconciente sea residual, singular e histórico, no implica que la historia: secuencial, temporal, se encuentre en el como tal. Esta afirmación que colocamos como punto de partida, nos obliga a diferenciar la cuestión del estatuto de lo histórico en psicoanálisis en sus múltiples aspectos. 2.- Lo histórico, en tanto constituyente del aparato psíquico -en una temporalidad no lineal, no genética, sino azarosa en el marco de la necesariedad y, fundamentalmente, destinada al après-coup- aparece en psicoanálisis en una basculación tanto con el

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    Estatuto de lo histrico en psicoanlisis Silvia Bleichmar

    El genetismo salvaje con el que se pretende subsumir nuevamente todo accionar humano en una naturaleza humana prefijada e inmutable, constituye, en el plano de la psicologa, la cuestin central que deberemos someter a debate en los prximos tiempos. Y ello en razn de que tanto el estructuralismo formalista como el innatismo psicoanalticos se ven impotentes para enfrentarlo, en razn de que los paradigmas que los sostienen responden, en ltima instancia, a modelos convergentes. Que el ser humano nazca con un destino, fijado este por los genes, la pulsin de muerte o la estructura edpica en la cual se inserta, no son sino variantes de una misma cuestin: la existencia de un preformado que pone lmite a todo accionar transformador posible, proponiendo el sometimiento a las condiciones de partida o, a lo sumo, un mejor manejo de las mismas bajo los modos resignados de lo insuperable. De ah la debilidad de gran parte del psicoanlisis de cuo instintivista para discutir seriamente con aquellos que hoy propician una teora gentica de la enfermedad mental. La tolerancia ante el imperialismo neurobiolgico no es sino el efecto de un letargo que se preserva a cualquier costo: se trata ms de algo cercano a lo que Massimo Cacciari definiera como una tolerancia senil, una tolerancia defensiva propia de las personas y organismos que han perdido toda fe en s mismos, y que no pueden sino vivir en paz, porque el conflicto los destruira. Y, agreguemos, es patrimonio tambin de los estamentos cientficos o polticos que se han debilitado: plenos de aporas y contradicciones, no dejan de hacer alianzas espurias tendientes a conservar el poco poder que les queda, sabiendo de antemano que en esas alianzas est la raz de su propia aniquilacin. La concepcin de la subjetividad como producida, y no como naturaleza humana es, por el contrario, la vertiente ms fecunda del freudismo su fuerza no slo reside en la racionalidad de sus enunciados, sino en su capacidad clnica transformadora. Si la produccin de sujetos psquicos es una empresa siempre social, el psicoanlisis ha tenido la enorme virtud de plantear la materialidad misma que constituye la premisa de esta produccin, de aislar las variables que la componen; el carcter social de la transformacin de la cra humana en sujeto psquico, no diluyndose en la sociedad en su conjunto, no confundindose con la produccin general de mercancas o de objetos, sino especificndose bajo los modos concretos que le dan origen. Desde esta perspectiva de una subjetividad producida, es que la historia encuentra un punto de enclave mayor en la teora y la prctica psicoanalticas. Desplegar sus aspectos centrales obligan a un esfuerzo si no de formalizacin al menos de ordenamiento. Es en razn de ello que el modo de exposicin elegido para los prrafos que siguen ser el de una serie de tesis que desplegaremos engarzndolas en sus nexos de articulacin con problemas nodales del psicoanlisis -algunos de los cuales podrn ser explicitados con mayor amplitud en otra ocasin. 1.- La historia -que inevitablemente se liga a lo temporal- no es patrimonio, como tal, del inconciente. Definido brevemente: el hecho de que el inconciente sea residual, singular e histrico, no implica que la historia: secuencial, temporal, se encuentre en el como tal. Esta afirmacin que colocamos como punto de partida, nos obliga a diferenciar la cuestin del estatuto de lo histrico en psicoanlisis en sus mltiples aspectos. 2.- Lo histrico, en tanto constituyente del aparato psquico -en una temporalidad no lineal, no gentica, sino azarosa en el marco de la necesariedad y, fundamentalmente, destinada al aprs-coup- aparece en psicoanlisis en una basculacin tanto con el

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    estructuralismo formalista como con el genetismo endogenista. 3.- Lo histrico encuentra su lugar en los tiempos reales -no mticos-, de constitucin del aparato; tiempos destinados a una historizacin posterior y cuya modalidad no puede ser sino tematizada por el sujeto que se encadena a su propia identificacin. Esto nos lleva a rehusar la idea de que el sentido del anlisis sea la "construccin de una historia". Por el contrario, el anlisis se dedica a la desconstruccin de lo fijado, de la "historia oficial" del sujeto, abstenindose de ofrecer totalidades que reensamblen el todo. 4.- En el encaminamiento de la cura los procesos de historizacin son siempre parciales: se trata de otorgar un ensamblaje a esos elementos que han quedado a la deriva, y de propiciar su religazn mediante la desconstruccin de los que haban sido soldados en las autoelaboraciones espontneas que daban origen a los sntomas. Si las instancias del aparato psquico, ellas mismas, son efecto residual de procesos histricos de diverso orden: inscripciones, identificaciones, recomposiciones, la ilusin de construir una historia que abarcara la totalidad de lo vivido por el sujeto no seria sino el retorno de un ideal de superacin del conflicto psquico mediante la subsumisin, de lo residual inscripto, en el relato. La historia siempre "la escriben los vencedores" (en este caso el yo). Paradoja del descentramiento que el anlisis inaugura y de los recentramientos necesarios que el sujeto espontneamente propicia en sus movimientos auto-teorizantes, auto-simbolizantes, auto-historizantes -(siguiendo a Laplanche). 5.- Lo histrico considerado como movimiento en el cual el aparato se despliega aun constituido. Abierto siempre al aprs-coup, descapturado de un determinismo lineal que tendra solo en cuenta la accin del pasado sobre el presente y no las recomposiciones que el presente inaugura sobre el pasado. 6.- Desde esta perspectiva, el proceso de la cura puede ser concebido como espacio privilegiado de la resimbolizacin. Lugar de re-engendramiento a partir de que lo traumtico no es lo vivido en general sino aquello que no pudo encontrar, en el momento de su inscripcin y fijacin, de su cada en el aparato, posibilidades metablicas de simbolizacin productiva. No se trata aqu de un "retorno al pasado" para agregar lo que falta ni para quitar lo que sobra, sino de una recomposicin "disipativa" en un proceso irreversible. A partir de ello, lo que insiste como idntico, una vez retranscripto, no deja intacta la totalidad en la cual se despliega. 7.- Desde esta perspectiva, la repeticin (correlativamente, la transferencia) es el modo privilegiado mediante el cual lo histricamente inscripto se manifiesta a travs de la a-historicidad radical del inconciente. Las representaciones que en el aparato psquico "se depositan" estn destinadas a reensamblarse por aprs-coup, es decir Nachtraglichkheit -a posteriori-. Si este aparato esta abierto siempre a la posibilidad de nuevas inscripciones, de recibir elementos de lo real exterior -elementos "traumticos", capaces de producir aflujos energticos que deben ser domeados o expulsados para mantener su constancia-, las representaciones previamente existentes, aun cuando permanezcan como tales en su singularidad, se entrelazan de manera diferente en la totalidad resultante. Las consecuencias de una recuperacin de lo histrico en psicoanlisis son mayores; asumir esta formalicen produce mutaciones en toda nuestra concepcin de la teora de las neurosis y del proceso de la cura. Las dos formulaciones alternativas freudianas: hacer conciente lo inconciente -por un lado- y llenar las lagunas mnmicas por otro- se unifican. Al recuperar la historicidad fundacional del sujeto psquico y considerar al inconciente como residuo metablico de

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    inscripciones exgenas, la atemporalidad del inconciente hace a su indestructibilidad pero no a la posibilidad de reensamblaje de sus representaciones. Se trata de un movimiento en el cual en el proceso de reconocimiento de la insistencia repetitiva del inconciente, se organizan continuidades bajo el modo de lo discontinuo. Se trata, como ha sido propuesto por algunos historiadores, de una "historia problema", no de una "historia relato". El relato es, en todo caso, el modo mediante el cual el sujeto tematiza y significa la historia problema. Pero en la especificidad del funcionamiento psquico y de las leyes de su funcionamiento, precisemos ms bien que la historia problema debe ser considerada como historia conflicto, siendo este ltimo no una circunstancia particular del devenir sino el modo mismo en el cual ste se constituye. 8.- Historizar es entonces estructurar de modo significante los efectos de lo acontecial-traumtico, inscripto a partir de una descomposicin y una recomposicin que liga de un modo diverso las representaciones vigentes (investidas o plausibles de serlo).Lo histrico encuentra aqu su espesor propio, diferenciando la historia como narracin, novela familiar, intento de temporalizacin y espacializacin del yo, de lo acontecial-traumtico inscripto como metablico residual de las vicisitudes libidinales del psiquismo. 9.- El anlisis no puede entonces tender nunca al cierre, al fin de la historia del sujeto, en razn de que los modos de tematizacin que el yo establece es el resultado de las batallas parciales con las cuales se apropia -temporariamente- de aquellos fragmentos vivenciales que lo constituyen, con vistas a significar su propia existencia y la de los objetos que lo constituyen.