biblia nt cartas pablo filipenses /flp 1

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BIBLIA NT CARTAS PABLO FILIPENSES /FLP 1 MATERIA: EL N. T. Y SU MENSAJE:CARTA A LOS FILIPENSES: ·GNILKA- JOACHIM Introducción EL MUNDO DEL PRISIONERO PABLO 1. El apóstol Pablo sentía un afecto especialmente cordial por la comunidad de Filipos, a la que va dirigida nuestra carta. Los motivos pudieron ser varios: en primer lugar, los filipenses se distinguieron desde el principio por su obediencia y fidelidad al Apóstol. Pero que no se interprete mal esta afirmación, como si Pablo hubiera confundido su probidad con su lealtad hacia él. Debe tenerse en cuenta la situación de la comunidad. Llamada a la vida por el Apóstol, se vio muy pronto reducida a sus propios medios, en el seno de un entorno pagano. El Apóstol continuó su viaje, buscando nuevas ciudades y ganando para Cristo nuevos hombres. Se sometía, pues, a los filipenses a una prueba total, a una apuesta muy subida, en la que se trataba de ser o no ser. La palabra sembrada en su suelo ¿sería capaz de echar raíces y permanecer, o acabaría por sucumbir, sofocada por la maleza de las multiformes opiniones religiosas y de los más diversos cuidados? Los filipenses no sólo supieron salir airosos de la prueba, sino que comprendieron además claramente que, después de haber sido ganados a la fe del Evangelio, debían trabajar a su vez en favor de este Evangelio. Una comunidad sólo se salva de la languidez, de la decadencia y de la extinción si es vital y activa. Pero se daba, además, otra característica constante en los filipenses. Ellos constituían la primera comunidad paulina en suelo europeo. De hecho, antes que ellos sólo hubo otra comunidad cristiana en Europa: la de Roma. En su segundo viaje misional, Pablo, acompañado de Silas y Timoteo, pasó de Asia Menor a Macedonia. Hasta entonces, sólo había misionado en Asia (cf. Act 13-14), aunque es muy probable que ya desde el primer momento acariciara el deseo de penetrar en el mundo griego con el mensaje de Cristo. La misión de Filipos se saldó con un fracaso, y Pablo y sus compañeros tuvieron que partir de allí precipitadamente. Las autoridades ciudadanas procedieron contra ellos y los expulsaron de la ciudad (Act 16,11ss; lTes 2,2). Pablo sabía demasiado bien que la nueva comunidad estaba aún necesitada de especiales cuidados. Por eso se sentía tan agradecido al comprobar que su actuación no había sido inútil, sino que había producido copiosos frutos. 2. En toda carta es importante tener una idea aproximada de la situación en que se encuentra el remitente. En efecto, la situación tiñe con su propio colorido las manifestaciones, los proyectos y las esperanzas. Cuando Pablo escribió la carta a los Filipenses, estaba preso. Habla con frecuencia de sus cadenas y se enfrenta con la posibilidad de ser condenado a muerte. Nos hallamos, pues, ante una de las llamadas cartas de la cautividad. En ella se nos abre con una especial intimidad el alma de Pablo, sus anhelos, sus deseos y, sobre todo, su fe. Y esto es lo que hace que esta carta sea tan valiosa para nosotros.

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Page 1: BIBLIA NT CARTAS PABLO FILIPENSES /FLP 1

BIBLIA NT CARTAS PABLO FILIPENSES /FLP 1

MATERIA: EL N. T. Y SU MENSAJE:CARTA A LOS FILIPENSES: ·GNILKA-

JOACHIM

Introducción

EL MUNDO DEL PRISIONERO PABLO

1. El apóstol Pablo sentía un afecto especialmente cordial por la comunidad de Filipos, a

la que va dirigida nuestra carta. Los motivos pudieron ser varios: en primer lugar, los

filipenses se distinguieron desde el principio por su obediencia y fidelidad al Apóstol. Pero

que no se interprete mal esta afirmación, como si Pablo hubiera confundido su probidad

con

su lealtad hacia él. Debe tenerse en cuenta la situación de la comunidad. Llamada a la vida

por el Apóstol, se vio muy pronto reducida a sus propios medios, en el seno de un entorno

pagano. El Apóstol continuó su viaje, buscando nuevas ciudades y ganando para Cristo

nuevos hombres. Se sometía, pues, a los filipenses a una prueba total, a una apuesta muy

subida, en la que se trataba de ser o no ser. La palabra sembrada en su suelo ¿sería capaz

de echar raíces y permanecer, o acabaría por sucumbir, sofocada por la maleza de las

multiformes opiniones religiosas y de los más diversos cuidados? Los filipenses no sólo

supieron salir airosos de la prueba, sino que comprendieron además claramente que,

después de haber sido ganados a la fe del Evangelio, debían trabajar a su vez en favor de

este Evangelio. Una comunidad sólo se salva de la languidez, de la decadencia y de la

extinción si es vital y activa.

Pero se daba, además, otra característica constante en los filipenses. Ellos constituían la

primera comunidad paulina en suelo europeo. De hecho, antes que ellos sólo hubo otra

comunidad cristiana en Europa: la de Roma. En su segundo viaje misional, Pablo,

acompañado de Silas y Timoteo, pasó de Asia Menor a Macedonia. Hasta entonces, sólo

había misionado en Asia (cf. Act 13-14), aunque es muy probable que ya desde el primer

momento acariciara el deseo de penetrar en el mundo griego con el mensaje de Cristo. La

misión de Filipos se saldó con un fracaso, y Pablo y sus compañeros tuvieron que partir de

allí precipitadamente. Las autoridades ciudadanas procedieron contra ellos y los expulsaron

de la ciudad (Act 16,11ss; lTes 2,2). Pablo sabía demasiado bien que la nueva comunidad

estaba aún necesitada de especiales cuidados. Por eso se sentía tan agradecido al

comprobar que su actuación no había sido inútil, sino que había producido copiosos

frutos.

2. En toda carta es importante tener una idea aproximada de la situación en que se

encuentra el remitente. En efecto, la situación tiñe con su propio colorido las

manifestaciones, los proyectos y las esperanzas. Cuando Pablo escribió la carta a los

Filipenses, estaba preso. Habla con frecuencia de sus cadenas y se enfrenta con la

posibilidad de ser condenado a muerte. Nos hallamos, pues, ante una de las llamadas

cartas de la cautividad. En ella se nos abre con una especial intimidad el alma de Pablo,

sus anhelos, sus deseos y, sobre todo, su fe. Y esto es lo que hace que esta carta sea tan

valiosa para nosotros.

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Ha sido calificada como la más personal de todas las cartas paulinas. Al leer estas líneas

nunca debe perderse de vista la lastimosa situación del Apóstol. Las cárceles del mundo

antiguo no eran precisamente demasiado humanitarias, la alimentación era miserable.

Teniendo esto en cuenta, cabría esperar propiamente que en la carta hubiera una serie de

quejas sobre los hombres, sobre la inseguridad del futuro, sobre la falta de libertad de la

situación. Pero no hay nada de esto. El autor de la carta entiende perfectamente su suerte

desde la base de su fe cristiana y no se contenta con superarla, sino que la convierte en un

magnífico testimonio de fe. Se despliega ante nosotros la magnitud del esclavo de Cristo;

pero una magnitud y una grandeza que no está lejos de nosotros, como algo inalcanzable,

sino dentro de un contexto humano, como algo real, comprensible e imitable. Los que

tienen

que sufrir, los que están sometidos a prueba por causa de la fe, encontrarán en el Apóstol

doliente una digna norma de la fe.

Debemos localizar el lugar de prisión de Pablo, desde donde fue escrita esta carta, en

Éfeso, la metrópoli de Asia Menor a orillas del Mar mediterráneo. Sólo ocho días de viaje

separaban esta ciudad y Filipos (1).

3. ¿Qué objetivo se propone la carta? En primer lugar, quiere informar sobre la situación

en que Pablo se encuentra. Pero sus pensamientos se dirigen a la comunidad, de tal suerte

que considera su destino personal desde ella. En esta reflexión comunitaria, que absorbe

su situación personal, se pone de manifiesto la sinceridad y lealtad de su actividad

apostólica, pastoral y misionera. Tiene que contar con la eventualidad de que no volverá a

ver a los filipenses. Por lo mismo, debe preocuparse por su futuro. La edificación de la

comunidad, su puesto en el mundo, su salvación, constituyen la orientación y el interés

pastoral básico de esta carta. Al mantenerse en un plano tan genérico, la carta puede servir

perfectamente de lectura en toda época y para toda comunidad. Pablo también traza planes

para el futuro. Pero están llenos de incertidumbre.

...............

1. La antigua opinión, según la cual Pablo escribió la carta a los Filipenses desde una

cárcel de Roma pierde

crédito de día en día.

...............

SALUTACIÓN

1/01-02

1 Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús, a todos los santos en Cristo Jesús,

que hay en Filipos, juntamente con los obispos y diáconos: 2 gracia a vosotros y

paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

Las cartas del Apóstol están llenas de autoridad y responsabilidad. Pablo se sentía

responsable de sus comunidades. Ante los filipenses se presenta no como apóstol (Cf Rom

1,1; 1Cor 1,1; 2Cor 1,1; Gál 1,1; Ef 1,1; Col 1,1), sino como siervo, como esclavo de

Cristo Jesús (Cf.Rm 1,1;2Co 4,5; Ga 1,10); no recurre a un título honroso que le sitúa por

encima de la comunidad y de sus propios colaboradores, sino que se coloca en la misma

línea que su auxiliar Timoteo. La esclavitud era un fenómeno absolutamente normal y

conocido de todos en aquella época, un hecho sociológico cotidiano. No pocos de los

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destinatarios de la carta pudieron ser esclavos. Todo esclavo tiene un señor. Pablo se sabe

esclavo del Kyrios (Señor) Jesucristo. Y así, el título de esclavo se ve despojado de su

matiz despectivo, de segundo rango. Pero hay algo sorprendente. Pablo se ha entregado

enteramente a Jesucristo como a su Señor, de tal suerte que ahora es su siervo y esclavo.

CR/SANTOS: Lo mismo puede decirse de Timoteo. Y desde aquí se ve claramente que,

a los ojos del Apóstol, el nombre de esclavo es un título de gloria. No todos lo tienen, sino

solo aquellos creyentes que han recibido la tarea y la responsabilidad del trabajo misionero.

Los demás son «santos». También esto resulta sorprendente. Con todo, tal afirmación no

quiere decir que hayan vencido ya total y enteramente los pecados en su propia vida y que

no exista ya el mal entre ellos. La realidad queda bien centrada con la adición de que son

santos en Cristo Jesús. La santidad no les adviene por méritos propios, sino que la ha

realizado Cristo, de tal modo que ahora pueden ser llamados santos. Cristo les ha atraído a

sí. Ahora le pertenecen a él. Por el bautismo y la fe han sido santificados. Y esta

pertenencia a Cristo obliga. Ellos, los santos, están obligados a ser santos. El cristiano se

ve siempre enfrentado a la exigencia a ser mejor, a convertirse en lo que es.

En la comunidad de Filipos hay «obispos y diáconos» (1). Pablo les saluda

expresamente. Seguramente se refiere a aquellos que han tomado sobre sí la

responsabilidad espiritual de los demás. Comienza a estructurarse el oficio ministerial.

Debemos pensar que, mientras vivía y trabajaba, el Apóstol llevaba la responsabilidad

plena de sus propias comunidades. Pero debía preocuparse también por el futuro, cuando

ya no viviera con ellos, y también por los lapsos de tiempo en que, debido a sus viajes

misioneros, estaba ausente y trabajaba en otras partes. El doble nivel jerárquico de

«obispos y diáconos» actúa colegialmente. Son varios, unidos en una perspectiva

fraternal.

De la palabra empleada por Pablo, episkopos, deriva el vocablo moderno obispo (2).

Un saludo litúrgico pone fin al encabezamiento de la carta. Con él saluda Pablo a la

comunidad. Debe escuchar y aceptar sus palabras con la paz y la gracia de Dios y de

Cristo.

...............

1. En las cartas pastorales, los obispos (episkopoi) y diáconos aparecen como una

institución que ya se ha

impuesto: 1Tim 3,2; Tit 1,7; 1Tim 3,8ss; junto a ellos se desarrolla en las comunidades el

estado de los

presbíteros: 1Tim 5,17ss; Tit 1,5. Cf. Act 20,17 y 28, donde se emplean indistintamente los

nombres de

obispos y presbíteros .

2. Cf. el artículo Obispo en H . HAAG, Diccionario de la Biblia, Herder, Barcelona 4,

1967. Nota del traductor.

...............

Parte primera

PABLO Y LA COMUNIDAD

1,3-26

1. ACCIÓN DE GRACIAS POR LOS FILIPENSES

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(1/03-08).

3 Doy gracias a mi Dios cada vez que me acuerdo de vosotros, 4 y siempre,

cuando hago la oración, todas mis súplicas por todos vosotros son hechas con

gozo, 5 por vuestra contribución a la causa del Evangelio, desde el primer día

hasta ahora, 6 teniendo esta confianza: que el que empezó en vosotros la obra

buena, la llevará a su término hasta el día de Cristo Jesús. 7 En efecto, justo es

que yo tenga estos sentimientos con respecto a todos vosotros, porque os tengo

en mi corazón, partícipes como sois todos vosotros de mi gracia, tanto en mis

cadenas como en la defensa y consolidación del Evangelio. 8 Pues Dios me es

testigo de cuántos deseos tengo, en las entrañas de Cristo Jesús, de estar con

todos vosotros.

ORA/PRESBITERO: Pablo se presenta ante la comunidad en actitud orante. Su corazón

está lleno de gratitud cuando recuerda a los filipenses. Sabía a la comunidad puesta bajo la

custodia divina, pero los sigue recomendando aún a este Dios protector. La cura de almas

es también asunto de oración: más aún, es primeramente un asunto de oración y falla con

toda seguridad cuando no está fundamentada en la oración del pastor. Esta actitud

describe la breve palabra «siempre». La oración incesante no puede ser entendida en

modo alguno de un modo estrictamente literal, sino como un actitud de oración orientada a

Dios, que debe determinar y definir la vida del cristiano. La actitud de Pablo frente a Dios

está concebida de manera personal, habla de «mi Dios». Pero no se aprovecha de esta

relación personal con Dios que ha conseguido, ni hace mal uso de ella, sino que, por el

contrario, toma de aquí ocasión y posibilidad para expresar su agradecimiento. Quien sabe

dar gracias, quien siente la gratitud como lo necesario y lo primero, merece ser llamado

grande. ¡El prisionero Pablo da gracias!

Junto a la gratitud aparece el gozo (1). Este gozo del hombre privado de libertad no

puede beberse en fuentes naturaleza. Brota de Dios y llega hasta Pablo cuando piensa en

los filipenses, en todos ellos. A nadie se excluye. La distancia espacial, el recuerdo vivido y

la nostalgia de la separación hacen brotar del corazón del Apóstol la conciencia de estar

obligado a cada uno de ellos. Los conoce a todos personalmente y de todos conserva el

recuerdo. Y así, por todos y cada uno puede orar. La comunidad no debería ser demasiado

numerosa. El cuño personal de la oración se extiende a los componentes de la comunidad.

Pablo los coloca a todos, renovadamente, delante de su Dios.

Pero no se trata sólo de que ellos estén unidos al Apóstol. Se trata de que estén unidos

al Evangelio. Este Evangelio es una fuerza viva. Todavía no ha cristalizado en un libro,

sino que es la palabra vivificante de la predicación. La Escritura que admitimos y

confesamos debe ser constantemente suscitada, convertida en lenguaje mediante la

palabra. Ya antes de la codificación escrita del Evangelio ha estructurado el Apóstol su

Evangelio, ha fundado y edificado con su fuerza varias comunidades. También los

filipenses deben a esta palabra su existencia como creyentes. Pero su participación en el

Evangelio va más lejos. Deben empeñarse en la predicación de la fe. No eran sólo hombres

abiertos y receptivos, eran también dispensadores. Y esto era así desde el principio. Su

apertura, por la que Pablo da gracias a Dios, consistía en que habían comprendido la

conexión íntima que se apoya en la fuerza espiritual de la palabra, según la cual ésta debe

ser de nuevo transmitida, y que justamente en esta transmisión demuestra toda su

eficacia.

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Una mirada retropectiva, que equivale a un balance de cuentas, infunde al Apóstol

confianza. Una confianza que surge como resultado de la oración y que está orientada a

Dios. Pablo ha empeñado siempre toda su energía, su tiempo y toda su persona en la

predicación del Evangelio y en la edificación de las comunidades. Su actividad y agilidad

podrían crear la impresión, vistas desde fuera, de que se había propuesto hacer muchas

cosas y, más aún, hacerlas todas por sí mismo. La realidad es completamente distinta. Su

incansable actividad procedía del convencimiento de que es Dios quien empieza y acaba.

Pablo llama al trabajo de la predicación, a la edificación de la comunidad, una obra. Pero

no

la considera como suya, sino como la obra de Dios y de Cristo (Cf. Rm 14,20; 1Co

3,13ss; 9,1; 16,10; Flp 2,30). Lo que él hace es un trabajo auxiliar, bajo la acción de otro

más alto. De aquí deriva su confianza, aun en el caso de que se viera precisado a

interrumpir imprevista y súbitamente su tarea.

Toda obra humana deja tras sí, normalmente, la impresión de cosa fragmentaria e

inacabada, sobre todo cuando quedan sin realizar muchos planes, cuando muchos

proyectos apenas si han sido esbozados, sin que fuera posible llevarlos a cumplimiento. Es

Dios quien marca los límites y señala los caminos. Pablo confía en que Dios lo completará.

Y lo que se comenzó en Filipos, fue hecho por Dios.

Pablo se atiene, ante todo, a esta suprema idea. Habla a los filipenses como un padre a

sus hijos. Como un padre lleva en el corazón a sus hijos, así Pablo a sus amadas

comunidades. Pero, finalmente, tiene que decir una palabra sobre su cautiverio, del que no

se había preocupado hasta ahora, pues su persona y sus intereses personales quedaban

muy en segundo plano frente a los intereses de la comunidad. Y si ahora menciona como

en un inciso sus cadenas, lo hace refiriéndolas significativamente tanto a la comunidad

como al Evangelio. Las cadenas, que indican su cautividad, no son vergüenza, irritación,

carga o intranquilidad. Son gracia. Le parecen a Pablo casi como una cosa santa. Y como

tales deben ser aceptadas por los filipenses.

Pero ya lo han hecho así. Ya han dado a entender que han comprendido el sentido

íntimo y propio de su prisión y de su aparente vergüenza. Por eso son partícipes de su

gracia. El destino del Apóstol está encadenado al Evangelio. El que tropieza en el uno,

tropieza en el otro. Con el Apóstol está también en cadenas el Evangelio y con su defensa

se defiende también y se fortalece el Evangelio. No se trata de su persona. Como en un

diálogo con Dios, les protesta su amor, una vez más a todos ellos. La sinceridad de sus

relaciones con cada uno de ellos debe quedar bien patente y asegurada ante Dios. Entra

aquí un pastor de almas en áspero juicio consigo mismo, pero Pablo tiene una conciencia

clara y limpia. Amor era el único afecto que le dominaba cuando pensaba en ellos.

Habría que intentar imaginarse bien los elementos concretos de que se componía la

comunidad de Filipos: ricos y pobres, viejos y jóvenes, sanos y enfermos, hombres, en fin,

como nosotros, con todas las debilidades y miserias humanas. Pudiera parecer exagerado

y hasta humanamente imposible que Pablo creyera profesar a todos ellos idéntico afecto.

De hecho, ésta era la realidad. En el Apóstol habla y obra otro, el mismo Cristo Jesús. A

través de él obra y ama, quiere amar y obrar, Cristo Jesús. En este pasaje se da a conocer

el punto nuclear de la existencia cristiana, incomprensible, antinatural e irritante para la

razón pura, pero punto central del sentido de la vida para el creyente.

...............

1. El gozo o alegría debe enumerarse como una de las características de la carta: 1,18.25;

2,2.17s.28s; 3,1;

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4,1.4.10.

...............

2. PABLO ORA POR LOS FILIPENSES

(1/09-11).

9 Y ésta es mi oración: que vuestro amor todavía abunde más y más en

conocimiento perfecto y en toda sensibilidad, 10 hasta que lleguéis a discernir los

valores de las cosas, para que así seáis puros e irreprochables para el día de

Cristo, 11 llenos del fruto de justicia que se obtiene por medio de Cristo, para

gloria y alabanza de Dios.

A/EGOISMO EGOISMO/A: A la acción de gracias sigue la intercesión. Esta es la recta

continuación en las posturas que el hombre debe adoptar en su oración ante Dios. Lo que

Pablo pide para la comunidad es el amor. Un amor que debe crecer, porque siempre es

capaz de crecimiento. La comunidad cristiana debe ser una comunión en la que todos están

unidos entre sí por el amor. Pero también hacia fuera debe ser este amor activo.

Ciertamente se puede hablar del amor y del afecto en un sentido muy diverso y aun poco

amable. Puede asaltarle a uno, en momentos aislados, un dichoso sentimiento feliz de

abrazar a toda la humanidad, a millones de hombres, pero ¿qué prueba esto? El amor

puede degenerar en disimulado y adornado egoísmo a dos, a cuatro o a unas decenas de

personas. Se ha menester una inspección crítica que destruya toda ilusión. El amor debe

ser clarividente. No es, pues, el amor un torbellino que pasa sino, para los cristianos, una

postura que debe mantenerse constante y en la que él mismo debe persistir. El amor se

conserva y se acredita en las minucias en las cosas cotidianas, en los encuentros, doquiera

se puede chocar con otro. Y por eso debe ir asociado a la sensibilidad, a la finura y

delicadeza de sentimientos.

La oración de Pablo se convierte en exhortación, en paraclesis. No se dan instrucciones

concretas, sino que se expone un principio que lo abarca todo: «Ama y haz lo que quieras»,

dirá más tarde el doctor de la Iglesia, Agustín. Si se quisiera equiparar la opinión del

Apóstol

a esta sentencia, se podría resumir: Ama y haz lo que juzgues oportuno. Este

discernimiento se aplica a los hechos concretos, pues cada cosa va ligada a su momento, y

dejar escapar una oportunidad puede constituir una falta.

Toda exigencia moral de Pablo tiene algo de acuciante, pues se orienta hacia el

día-de-Cristo (1). Las comunidades paulinas vivían en la conciencia de que el final del

tiempo y de la historia estaba para irrumpir, y se preparaban para este punto final del

tiempo. La panorámica del mundo ha cambiado desde entonces, pero esta urgencia

temporal, puesta, dentro de ciertos límites, a nuestra disposición, no ha perdido su eficacia,

sino que permanece y más bien se acrecienta frente a las crisis mundiales. El día de Cristo

significa liberación, salvación, siempre y definitivamente. Y todas estas cosas siguen

faltando. Somos conscientes de ello. No nos las podemos dar por nosotros mismos y el

decurso de los siglos que ya han desfilado o que se inicia ahora nos las escatima. Y así, la

comunidad cristiana actual, no menos que la de aquel tiempo, está en camino y pendiente

hacia el «día».

Hay una hora de prueba en la presencia de Dios, una hora que nos quiere ver puros e

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irreprochables. Pero, una vez más, es decisivo no dejarla pasar en vano, porque el fruto de

justicia, que debemos llevar con nosotros, debe ser el que nos justifique. No lo

conseguimos por nosotros mismos; ni siquiera el impulso procede de nuestra propia

cosecha; el fruto viene por Jesucristo. Pero debemos prestarnos a su impulso. Pues en

Cristo nos hemos hecho dignos de alabar y glorificar a Dios. El día por el que anhelamos lo

pondrá de manifiesto.

...............

1. El día del Señor (ICor 5,5; ITes 5,2), de nuestro Señor Jesucristo (ICor 1,8), de nuestro

Señor Jesús (2Cor

1,14), de Cristo (Flp 1,10; 2,16) o simplemente «el día» (ICor 3,13), ocupa un puesto

importante en la

paraklesis paulina.

.....................................

3. LA SITUACIÓN DEL EVANGELIO

(1/12-18a)

12 Quiero que sepáis, hermanos, que mi situación ha redundado más bien en

progreso del Evangelio, 13 hasta tal punto, que en todo el pretorio y entre los

demás se han manifestado mis cadenas en Cristo, 14 y la mayor parte de los

hermanos, cobrando confianza en el Señor a causa de mis cadenas, han

redoblado su audacia para predicar sin miedo la palabra de Dios. 15 Algunos, es

cierto, proclaman a Cristo por envidia y rivalidad; pero otros, con buenos

sentimientos. 16 Éstos lo hacen por amor, sabiendo que estoy puesto para

defensa del Evangelio; 17 los de la rebeldía, anuncian a Cristo, no noblemente,

creyendo que suscitan tribulación a mis cadenas. 18a Pero ¿qué importa? En

todo caso, como quiera que sea, por hipocresía o por sinceridad, Cristo es

anunciado, y de esto me alegro.

Pablo escribe desde la cárcel. Los filipenses lo sabían. Debemos tenerlo bien en cuenta.

El Apóstol se refiere ahora a sí mismo, o más exactamente: al referirse a sí mismo, se

refiere al Evangelio. Su situación pudo causar la siguiente impresión externa: su actividad

misionera en el espacio de Asia Menor, con su centro de gravedad en Éfeso, fue

súbitamente interrumpida con su encarcelamiento. Y al parecer, sin esperanza. La causa

del Evangelio parecía haber experimentado una catástrofe. Surgió la pregunta en la

comunidad. ¿Cómo continuar -si es que se continúa- adelante? De aquí la respuesta

consoladora desde la prisión: contra toda esperanza, el Evangelio progresó, dentro y fuera,

en el círculo del Apóstol y en la comunidad de la ciudad donde estaba encarcelado, en

Éfeso.

Esta noticia tiene muchos puntos oscuros para nosotros. Desconocemos la situación.

Pablo la interpreta a la luz de la fe. Así, habla de una manifestación de sus cadenas. Éstas

santificadas, se ha convertido en objeto de una revelación. También como prisionero tiene

el Apóstol de Cristo una tarea sumamente importante que cumplir. Se halla siempre

apremiado por encargo de su misión, aunque sus manos estén atadas. Hay siempre un

espacio para actuar, una ocasión de dar testimonio. Ya lo hizo así, con grandioso estilo, en

una época anterior, y probablemente alude ahora a una discusión pública ante el tribunal,

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en el pretorio (1). No sabemos cuál fue, respecto de su persona, el resultado de su

actuación ante las autoridades de la ciudad. No lo juzga tan importante como para

consignarlo por escrito o bien pudo ocurrir que encomendara al portador de la carta que se

lo comunicara de viva voz. Lo único importante es que Cristo se manifestó por sus

cadenas, sus cadenas en Cristo. Y este hecho lleva ya su propia dinámica. Pablo lo sabe.

La palabra que pronunció allí ante sus jueces y ante todo el auditorio se extenderá y

dilatará más, superando las limitaciones de tiempo y de espacio en que fue pronunciada.

Pero la actuación del Apóstol tuvo también consecuencias hacia fuera. La comunidad

local debió sentir en sí misma el encarcelamiento del Apóstol. Con este acontecimiento, la

predicación se había convertido en un asunto peligroso. Acaso lo advirtieron entonces por

primera vez de manera tan palpable. Las consecuencias fueron abatimiento, miedo, tristeza,

desánimo. Pero la valerosa conducta de Pablo en el pretorio, que no les pudo pasar

inadvertida, y de cuyas noticias debían estar pendientes, provocó un cambio radical. El

valor se reafirma, una confesión provoca la otra. La mayor parte de los hermanos se sintió

alentada y estimulada por su testimonio y se atrevieron a reanudar de nuevo la predicación,

con todos sus riesgos.

Ahora bien, el Apóstol no se manifiesta satisfecho de todos los predicadores. Hay quien

predica por motivos nobles y aun rastreros. Pablo no es una especie de frío político realista,

para quien sólo cuentan los resultados. Tampoco se avergüenza de llamar a las cosas por

su nombre. Lo vergonzoso para una comunidad y para la Iglesia es que se corra un velo

sobre sus nocivas circunstancias o que incluso se ignoren totalmente. Cuanto menos

combatido, con mayor seguridad puede propagarse el mal. La envidia y las rivalidades han

destruido la armonía que era exigible a los predicadores en Éfeso. Cristo es predicado con

falsas intenciones segundas. Las características están bien señaladas, aunque se echa de

menos una motivación. Sólo prosiguiendo la lectura se llega a saber que Pablo se halla

situado en medio de la refriega. En su persona, en sus cadenas se dividen los espíritus. Su

prisión ha puesto al descubierto la rectitud o la discutibilidad de las intenciones.

FE/PERSECUCIÓN: La existencia cristiana necesita la hora de la amenaza y del peligro

para conocerse a sí misma. Una cristiandad a cubierto puede languidecer rápidamente. La

paz no debe convertirse en perezosa holganza. La autenticidad se muestra cuando se dice

sí al sufrimiento, a las desventajas, a las pérdidas, en virtud de la más alta mirada de la fe,

cuando se sabe dar sentido a todo ello. Tras los sufrimientos de Pablo se esconde un

designio divino. Dios le ha destinado a la defensa del Evangelio. Así ve él las cosas y con

él una parte de la comunidad de Éfeso. Pero hay otros que niegan este sentido interior a

sus cadenas. Quieren hacer de ellas algo intolerable para un Apóstol.

Ésta es la tentación de Pablo. Es, sin duda, grande, pero está también a la altura de la

grandeza del Apóstol. No es el tener que padecer, pasar hambre, aguantar, tener frío o

sufrir insultos lo que le inquieta. Sabe su destino. Lo que le llega hasta lo vivo a un creyente

-a un creyente como él- es que se le discuta por su destino. Lo hicieron por pusilanimidad.

Alejándose del encarcelado se creían más a seguro. Enfrentarse con el sentido, sometido a

discusión, de una situación calamitosa, ésta es la tentación de las cadenas. Pero la alegría

que irrumpe al final de las reflexiones, testifica que Pablo no se ha dejado engañar en modo

alguno. Lo que a los ojos de algunos es escándalo y necedad, lo valora Pablo como un

medio de revelarse Cristo, dispuesto así por Dios.

Pero incluso estos contradictores son expresamente incorporados a la alegría del

Apóstol, pues, a pesar de todo, predican a Cristo. La magnanimidad que aquí aflora no

debe ser calificada de tolerancia. No se trata de gentes que hayan difundido un error (2).

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Pablo puede emitir este juicio porque distingue cuidadosamente entre sus circunstancias

personales, o las cosas que podrían ser consideradas como concernientes a su persona y

que fueron tenidas como tales por sus enemigos, y aquella otra cosa que únicamente le

interesaba. Nunca se insistirá bastante en la mesura de esta delimitación. Es de una

objetividad suprema, pero no desapasionada, sino acompañada de sentimiento. Desde la

base de este sentimiento mana la alegría, no, naturalmente, por lo malo, sino por lo bueno

que este sentimiento es capaz de descubrir, incluso en una actuación pervertida y hostil.

...............

1. También en los relatos de la pasión de los Evangelios se menciona un pretorio, y tanto

en ellos como en

nuestra carta se refiere a la residencia del gobernador romano de la provincia (Mt 27,27;

Mc 15,16; Jn

18,28.33; 19,9). No hay, por tanto, razón alguna para afirmar que la mención del pretorio

en el que se

encuentra Pablo deba aludir necesariamente a Roma.

2. Contra los errores y los que los enseñan se pronuncia Pablo con toda energía. Cf. Flp

3,2ss.

.............................

4. EN VIDA O EN MUERTE

(1/18b-24).

18b Y me seguiré alegrando. 19 Pues yo sé que esto redundará en salvación

mía, por causa de vuestra oración y por la asistencia del Espíritu de Jesucristo,

20 según mi ávida expectación y mi esperanza de que en nada seré defraudado,

sino que, con toda valentía, ahora como siempre, Cristo será públicamente

magnificado en mi cuerpo, ya sea mediante la vida, ya sea mediante la muerte.

21 Pues para mí, el vivir es Cristo, y el morir, una ganancia. 22 Pero si el vivir en

carne esto me supone una actividad fructuosa, yo no sé qué escoger. 23 Me

encuentro en esta alternativa: por una parte, aspiro a irme y estar con Cristo, lo

que sin duda sería lo mejor; 24 pero, por otra parte, creo que permanecer en la

carne es más necesario para vuestro bien.

El tenor de la alegría ofrece la transición. Como ahora, también en el futuro esta alegría

será la fuerza oculta determinante. Respecto de su futuro personal, del que comienza a

hablar ahora el Apóstol, no siente ningún temor. Cree en su salvación. Viste esta seguridad

con las palabras de Job: «Esto redundará en liberación mía» (1).

De hecho, el Apóstol tiene un buen motivo para compararse con el paciente Job. Pero su

tesitura frente al futuro se percibe con mayor claridad cuando se sabe qué entiende por

salvación. Podría creerse fácilmente que se refiere a la liberación de su vida de la prisión y

del hacha del verdugo. Pero no es esto lo que piensa Pablo, como lo dan a entender

inequívocamente las frases que siguen. Aquí salvación equivale a salvación definitiva (2).

Y

de ésta no duda. También un Apóstol está sometido a tentación. Sí, pero puesto a prueba,

confía en dos cosas: en la oración de la comunidad y en la ayuda del Espíritu del Señor. La

comunidad debe orar por sus pastores. Esto es mucho mejor que criticarlos. La auténtica

unidad entre ellos es causada por la acción del Espíritu.

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La actividad total, la vida, las luchas y sufrimientos de Pablo estaban y están orientados a

Cristo. Ha puesto toda su existencia, su ser somático y corporal al servicio del Señor, de tal

suerte que su mismo cuerpo podía ser lugar de la epifanía de Cristo al mundo. Y así ha de

seguir siendo en todo tiempo y en cualquier oportunidad que el futuro ponga a su

disposición. Hasta dónde se extienda y en qué consistirá es algo que no puede predecir,

pero el campo de tensión de las esperanzas viene determinado por la alternativa: en vida o

en muerte. En ambos casos, debe darse lo que se dio siempre, que la glorificación de

Cristo se haga visible en el Apóstol. Si se le ha destinado a vivir, esta glorificación seguirá

dándose, como hasta ahora, en las obras del Apóstol, en las que trabaja, vence y sufre. Si

debe morir, entonces se asemejará enteramente a su Señor, y tendrá ocasión de hacer

visible al mundo la pasión de Cristo. Ésta es la disposición de Pablo a seguir a Cristo hasta

el final. Pero es Cristo mismo quien debe llevarle. Y no le faltará, no le dejará frustrado.

J/V: Las posibilidades de vida y muerte ponen ante los ojos del Apóstol las preguntas

fundamentales de la existencia humana: ¿qué es la vida? ¿qué es la muerte? Frente a la

muerte, nos ofrece una respuesta que da testimonio de la magnitud de su fe cristiana y de

su amor a Cristo. La vida es Cristo. No se sabe quién es el sujeto de esta frase y quién es

el objeto, si se ha de decir que Cristo es la vida o que la vida es Cristo. Tanta es la

conexión entre Cristo y vida. Y se trata de una conexión excluyente y definitiva: sólo donde

está Cristo está la vida. De aquí se sigue como consecuencia que el morir es ganancia. En

qué consista esta ganancia no lo dice Pablo hasta las líneas siguientes, pero ya ahora es

claro que la palabra vida sobrepasa aquí las dimensiones terrenas. La posesión de la vida

en que se piensa no está ligada a la tierra, de tal modo que sólo muriendo se llega a la

posesión auténtica.

¿Es Pablo un iluso, un exaltado? ¿Se arroja en brazos de la muerte? ¿Quiere huir de la

vida terrena porque le resulta insoportable? De ninguna manera. Tenía ante los ojos, como

alternativa equivalente, en orden a la glorificación de Cristo, que tenía encomendada, la

vida y la muerte. Una vez más se declara expresamente partidario de la vida «en carne». Si

se le reserva para este destino de vida, lo acepta obedientemente. Su obra no ha concluido

aún. Si se le reserva para seguir viviendo, tiene así una oportunidad, bien recibida, para

llevar adelante la obra encomendada de producir frutos para Cristo. Se le coloca así

ante una decisión personal. La elección es difícil. Y por eso la rehuye. Pero ¿es realmente

cosa suya decidir el sendero por el que debe caminar? En espíritu de oración Pablo

traspasa la situación exterior humana y se sitúa ante Dios, ante cuya presencia quisiera

decidir. Los jueces romanos, revestidos de poder y dignidad, son marionetas en manos de

aquel a quien Pablo llama su Dios.

Tener una visión clara de sí mismo ante Dios no es fácil tarea. El deseo personal se

enfrenta con la necesidad objetiva. Ambas cosas le importan. Su inquietud interior rompe

las líneas. La muerte es ganancia, acabamos de oír. Y encarece la afirmación: es, sin

duda, lo mejor romper las ataduras y emprender el gran viaje (3). Pablo sabe su meta: la

comunión con Cristo, estar con Cristo. Concebía la existencia cristiana y la realizaba

como existencia en Cristo. La comunión con Cristo es, en su predicación, la raíz de la vida

creyente en este tiempo del mundo.

MU/RS: En las fronteras de la muerte medita sobre la muerte. Sólo raras veces toca este

tema. Frente a la esperanza del día de la parusía, las sentencias sobre la muerte ocupan

un segundo plano. Lo cual no significa que, frente a la brevedad del tiempo, haya querido

pasar por encima de ella, o que no la haya tenido en cuenta. La muerte no diluirá la

existencia humana en un ser en sombras en el mundo subterráneo, como ocurría en la

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expectativa veterotestamentaria (4). Los muertos no deben esperar hasta el último día para

ser llamados a la vida. La comunión con Cristo, que adquirió en su vida por la fe, no será

rota al pasar por las ondas de la muerte. sino que experimentará una dichosa

intensificación. Pablo rehuye todo género de concreción de la frase. Deja el ser de más allá

de las fronteras de la vida terrena en lo inefable y se contenta con prometer que será un ser

con Cristo. Y. con todo, ya nos dice bastante. En la fe resuelve el problema de la muerte y

da así la única respuesta auténtica posible.

Si, por un lado, ha liberado de este modo su nostalgia interna y nos ha permitido

contemplar su amor a Cristo, le toca ahora adoptar la resolución definitiva: dado que la

comunidad todavía le necesita, debe quedarse. No es que, al hablar así, se creyera

insustituible. Podría creerse semejante cosa de él si hubiera fundado su afirmación de

querer permanecer en sus cualidades personales. Pero no juzga las cosas desde sí mismo,

sino en la presencia de Dios. Cree que al decidir quedarse ha reconocido la disposición

divina.

...............

1. Pablo cita a Job 13,16 según el texto de la biblia griega.

2. La palabra griega aquí empleada (soteria) designa siempre en Pablo la salvación final:

Rom 1,16; 10,1.10;

11,11; 13,11; 2Cor 1,6; 6,2; 7,10; Flp 1,28; 2,12; 1Tes 5,8s.

3. Ya en la antigua Grecia estaba muy extendida la idea de comparar el morir con el

emprender un viaje. Pero

Pablo da a la idea un significado eminentemente cristiano, en cuanto que, en la fe, todo está

orientado hacia

Cristo.

4. El Antiguo Testamento habla del sheol, que se creía ubicado en las entrañas de la

tierra.

...............

5. CONFIANZA

(1/25-26).

25 Y confiado precisamente en esto, sé que me quedaré y que estaré con todos

vosotros, para vuestro progreso y gozo en la fe; 26 para que, por mi nueva

presencia entre vosotros, tengáis en mi persona un abundante motivo de

gloriaros en Cristo Jesús.

De la visión clara brota la confianza. Si es enviado a ellos, es enviado a todos ellos.

Quiere servir a su progreso, pero también a su gozo. Si vuelve a ellos, esto les será

ocasión de gloria. Pablo ha hablado muchas veces en sus cartas de la gloria y del gloriarse

(Cf.Rm 2,17.23; 3,27; 5.2s.11; 1Co 1,29.31; 3,21; 4,7; 2Co 5,12). Sabe bien, y ha tenido

ocasión de comprobar en sus discusiones con el judaísmo, así como por la experiencia de

su propio pasado, que se da una falsa gloria. Ésta confía en su propia capacidad, en las

acciones propias, en los propios privilegios, en la sarx (carne). Semejante gloria es

engañosa y falsa. Para nada sirve, sino para vergüenza. Pero hay otra gloria salvífica y

necesaria. No se apoya en lo propio, sino en la gracia de Dios. Es un gloriarse en Cristo

Jesús. Cuando uno se gloría así reconoce y alaba la obra que el mismo Dios ha puesto, el

camino que ha trazado. En esta relación de gloria deben situarse las comunidades y el

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Apóstol, es decir, de modo que los unos se gloríen en los otros. La calumnia, la crítica

exagerada envenenan el ambiente. Reconocer en el otro la acción de Cristo -en este caso

concreto en la próxima llegada del Apóstol- engendra gozo en la fe y unión auténtica.

Parte segunda

EXHORTACIóN A LA COMUNIDAD

1,27-2,18

Por regla general, las cartas del Apóstol se articulan en dos grandes secciones, de las

que la primera suele retener un carácter más doctrinal, mientras que la segunda ofrece

rasgos parenéticos, promesas, exhortaciones y orientaciones. En nuestra carta se ha

invertido el orden normal, en cuanto que la primera parte está llena de noticias personales,

aunque, desde luego, como vimos, despersonificadas mediante su vinculación al Evangelio.

En la segunda parte, el autor de la carta vuelve al orden acostumbrado y habla

directamente a la comunidad.

1. LUCHAD A UNA POR LA FE

(1/27-30).

27 Solamente, llevad una vida digna del Evangelio de Cristo, para que, ya sea

que vaya a veros, ya sea que esté ausente, oiga yo decir de vosotros que estáis

firmes en un solo Espíritu, luchando a una por la fe del Evangelio, 28 sin dejaros

amedrentar en nada por los adversarios, lo cual es para ellos indicio cierto de

perdición; pero para vosotros de salvación. Y esto procede de Dios; 29 porque a

vosotros os ha sido concedido ser para Cristo, no sólo creyendo en él, sino

también sufriendo por él, 30 librando el mismo combate que visteis en mí y que

ahora oís decir de mí.

Después de haber expresado su confianza en la posibilidad de una pronta visita a los

filipenses, se coloca ahora en espíritu en medio de ellos. Un Apóstol habla a su comunidad.

Una vez más les recuerda el Evangelio. Lo que se ha establecido entre ellos se ha

convertido en norma de su vida cristiana y así debe seguir siempre. La comunidad, pues,

no se había quedado sin palabra. Es necesario para la perseverancia de una comunidad

que la palabra permanezca viva en medio de ella y que se proclame siempre entre sus

miembros. Esta preocupación debe ser común. Lo que confiere a esta exhortación

apostólica su carácter peculiar es que habla a todos y a cada uno de su responsabilidad

comunitaria. La vida cristiana no se deja realizar en un rincón obscuro, en la enclaustración

y el aislamiento. Está siempre orientada a los demás, solicitando, cuidando, sirviendo.

INDIVIDUO/C C/INDIVIDUO: En todo caso, Pablo volverá a entrar en contacto con ellos,

aunque no sea más que por el hecho de que recibe noticias suyas. Como comunidad

reciente y, con toda seguridad, numéricamente pequeña, habían tenido que sobreponerse

al mundo exterior. La cohesión, siempre exigida, era para ellos cuestión de vida o muerte.

Ya habían aprendido -y era necesario que lo aprendieran- que la vida en la fe era una

lucha, pero una lucha tal que en ella cada combatiente aislado es, siempre, débil y está

destinado a ser vencido sin remedio. Sólo la comunidad unida puede resistir y

Page 13: BIBLIA NT CARTAS PABLO FILIPENSES /FLP 1

permanecer.

Oímos hablar de adversarios. La comunidad cristiana puede parecer a muchos algo

extraño. Su destino, desde el principio, es provocar escándalo y, por tanto, hostilidad. Ésta

es su función. Debe contar con ello. Si no diera escándalos, si aceptara compromisos

aburguesados, si retirara sus pretensiones o se refugiara en sí misma, dejaría de ser lo que

es. Se la percibe en su unidad cuando sus miembros aparecen codo a codo, cuando se dan

la mano, cuando se ayudan. Pablo eleva esta unidad, que debe ser su signo, a la categoría

de señal en un doble sentido: ella garantiza a la comunidad su salvación y presagia la

derrota de sus adversarios. Había que preocuparse por esta unidad antes incluso de que

se produjeran escisiones. En efecto, es un principio básico de toda vida comunitaria y

colectiva que el antagonismo es el germen de la destrucción. La comunidad no debe

dejarse corroer desde fuera, pues entonces los adversarios conseguirían corromper su

unanimidad y el daño no sería ya meramente exterior. Sólo la unidad produce salvación,

salvación eterna.

Los creyentes tienen una vocación que Pablo describe casi a modo de slogan: «para

Cristo» (ser para Cristo, completamos en nuestra traducción).

El fundamento de pareja orientación de la vida es justamente la fe. Pero fe no es nunca

para el Apóstol una cuestión teórica, un juego intelectual, sino que abarca el ser total del

hombre. Y el hombre consigue rastrear la universalidad de las exigencias de la fe cuando,

convencido de esta fe, debe sufrir por ella. De aquí que Pablo haya mencionado la fe antes

que el sufrimiento. En efecto, tener que sufrir, sin poder creer, es algo razonablemente

imposible.

Pero lo notable es que Pablo eleve hasta sí mismo las adversidades que los ciudadanos

de su propia ciudad debieron sin duda causar a los filipenses (1) y que en ningún caso

podían compararse con los sufrimientos del Apóstol. Les da así a entender que no sólo

deben limitarse a aceptar las privaciones por amor a Cristo, como el mismo Apóstol, sino

que deben saber además que tales privaciones son gracia. Ya han experimentado la gracia.

Pues bien, por causa de esta gracia se les ha enviado el sufrimiento. Dios hace

regalos propios de él. Y acaso necesite uno tiempo para pasar de la adversidad o del

distanciamiento a la intuición de que lo que le ha sobrevenido es gracia.

Pablo asegura que es esta misma lucha la que les une con él de manera especial. A

pesar de la carga desigualmente pesada que él tiene ahora, los acoge en su destino, pues

están unidos no sólo en virtud de la igual orientación de su lucha, sino que también deben

hacer suya la de Pablo, gracias a la postura espiritual con que aceptan el sufrimiento. Pablo

se presenta ante ellos como ejemplo y les recuerda que no es la primera vez que han oído

hablar de las tribulaciones que ahora se les presentan. También cuando estaba con ellos

en Filipos tuvo que luchar (2). Fue difícil. Ellos lo saben. En él deben ellos edificarse, en el

recuerdo del pasado, en vistas a su situación actual.

...............

1. También en Tesalónica, ciudad cercana a Filipos, tuvo que sufrir la comunidad a causa

de la persecución de

sus conciudadanos: 1Ts 2,14.

2. Hch 16,19ss conserva un recuerdo de estos hechos.

(_MENSAJE/11.Págs. 5-36)

BIBLIA NT CARTAS PABLO FILIPENSES /FLP 2

Page 14: BIBLIA NT CARTAS PABLO FILIPENSES /FLP 1

MATERIA: EL N. T. Y SU MENSAJE:CARTA A LOS FILIPENSES: ·GNILKA-

JOACHIM

2. TENED EL MISMO SENTIR

(2/01-04).

1 Si hay, pues, en Cristo alguna exhortación, si algún aliento de amor, alguna

comunicación de Espíritu, algo de entrañable ternura y compasión, 2 colmad mi

alegría siendo del mismo sentir, teniendo el mismo amor, una sola alma, idénticos

sentimientos. 3 Nada hagáis por rivalidad ni por vanagloria, sino más bien con

humildad, teniéndoos recíprocamente unos a otros por superiores; 4 no

atendiendo cada uno solamente a lo suyo, sino también a lo de los otros.

Formar frente cerrado de cara al exterior sólo es autentico y seguro cuando todo está

ordenado en el interior. En este pasaje aparece una palabra que es decisiva para la

exhortación paulina: paraklesis (Cf. Rm 12,8; 1Co 14,3; 2Co 8,17;1Ts 2,3). Cuando se

traduce por exhortación, se restringe su significado. Su sentido es más amplio. Desborda lo

que es aliento o consuelo, para ser animación, exaltación, exhortación viva, abarcando así

la

total amplitud, el calor y la viveza de la palabra de que un pastor de almas es y debe ser

capaz ante su comunidad. Que no desciende a la trivialidad queda garantizado por su

peculiaridad de ser paraklesis en Cristo. Ésta debe ser por igual henchida de amor y

llevada por el Espíritu que los une a todos entre sí. El dedo índice elevado en tono

moralizador repele. Sólo desde una auténtica vinculación es posible la exhortación

auténtica.

Dado que la relación del Apóstol con la comunidad es como la de un padre con sus hijos,

se alegra de su bienestar espiritual, garantizado por el amor que mutuamente se profesan.

Amor es armonía, ser una sola cosa, tener un mismo sentir y un mismo espíritu. Se ha

destacado muchas veces y con suficiente energía la exigencia de este amor (ágape) para

la comunidad y la existencia cristiana, pero casi con idéntica frecuencia se aprecia en poco

y se pasa por alto. Se quita importancia a los casos de falta de amor. Se necesitan cosas al

parecer más sólidas para conmoverse. La confusión de letra y espíritu amenazaba siempre

a las comunidades. Y las sigue amenazando hasta el día de hoy.

En la comunidad de Filipos se dieron casos de falta de amor. Pablo ha oído hablar de

ellos. La falta de amor se evidencia en la rivalidad y en la vanagloria. El amor es humilde.

Tiene en más a los otros que a sí mismo. La humildad era algo con lo que el hombre

pagano no sabía hacer demasiadas cosas. Ya la palabra misma tenia en el ámbito griego

un matiz peyorativo. Equivalía a mentalidad servil, servilismo, adulación. Semejante

conducta era ajena al hombre libre, que la despreciaba. Pero la humildad cristiana no es

una humildad perruna. El cristiano es ante todo humilde delante de Dios, porque sabe que

de Dios lo ha recibido y lo recibe todo. Y por el camino de Dios alcanza la humildad

auténtica ante los otros hombres, ante sus hermanos, en cuanto reconoce en ellos el

resplandor de Dios.

Esta apreciación tiene consecuencias prácticas. Por amor a sí mismo busca uno su

propio bienestar. Por el amor se preocupa del bienestar de los otros, es decir, alcanza tanto

como el amor a sí mismo. Las bellas palabras sobre el amor de nada sirven. Sólo los

Page 15: BIBLIA NT CARTAS PABLO FILIPENSES /FLP 1

hechos convencen.

...............................

3. EL CAMINO DE JESÚS

(2/05-11)

5 Tened entre vosotros estos mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús:

6 el cual, siendo de condición divina,

no retuvo como una presa el ser igual a Dios,

7 sino que se despojó a sí mismo,

tomando condición de esclavo,

haciéndose semejante a los hombres.

Y presentándose en el porte exterior como hombre

8 se humilló a sí mismo,

haciéndose obediente hasta la muerte,

y muerte de cruz.

9 Por lo cual Dios, a su vez, lo exaltó

y le concedió el nombre que está sobre todo nombre,

10 para que, en el nombre de Jesús,

toda rodilla se doble

en el cielo, en la tierra y en el abismo,

11 y toda lengua confiese

que Jesucristo es Señor,

para gloria de Dios Padre.

En este pasaje deja fluir Pablo, dentro del texto de la carta, un himno a Cristo (1). Que

no habla con palabras suyas, sino con palabras recibidas de otros, puede comprobarse con

diversos criterios: son extraños a Pablo el vocabulario, las ideas, la estructura de las

estrofas, etc. Pero el Apóstol hace suyo el himno. No se limita a citarlo; expresa a través de

él su propio pensamiento, aduce sus personales reflexiones, lo reviste con adiciones y lo

inserta en su contexto.

Este contexto le permite recurrir al himno que se cantaba en las asambleas litúrgicas de

la comunidad. Acaba de hablar de lo necesaria que es la humildad: que se asistan

mutuamente y encuentren en el amor. Ahora sigue adelante con la exhortación de que

todos deben tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús. Esta frase está

especialmente necesitada de aclaración. Se podría creer que aquí se alude sencillamente

al ejemplo de Cristo, de modo que se tuvieran los mismos sentimientos que él. Pero la línea

de pensamiento de Pablo es otra, y más profunda. No se cansa en sus cartas de recordar y

poner bien en claro a las comunidades que, cuando aceptaron la fe y se bautizaron,

entraron en un nuevo círculo de relaciones con Cristo y, por tanto, con Dios. Les dice que

ahora están en Cristo, bajo la salvífica reclamación de dominio del Kyrios Cristo. Bajo esta

reclamación de dominio vige una ley nueva, la ley que Cristo reveló. A ésta deben atender

en cuanto cristianos. En efecto, el estar en Cristo es la más esencial determinación de que

se es cristiano. A este núcleo de lo cristiano quiere referirse Pablo. Y lo hace recurriendo al

himno.

El himno tiene dos estrofas que describen con grandioso trazado el camino de Cristo.

Este camino llevaba desde el ser en Dios, anterior al mundo, hasta el mundo humano, y

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desde éste, nuevamente, al dominio en Dios.

El himno intenta, al principio, expresar lo inefable. Había uno en el mundo de Dios que

era, además, de condición divina. Esta expresión no debe entenderse en un sentido

atenuado; no indica ningún otro Dios existente, sino, nada menos y nada más, que este de

quien se está hablando es Dios. Pero este modo místico del lenguaje no se orienta a

describir el ser de Dios o la relación con Dios de este ser igual a Dios, sino que se centra

en la actuación que ahora inicia su marcha desde Dios.

Esta actuación tiene una motivación: la libertad. No se vio obligado, empujado a ella. La

emprendió por libre decisión. Se despojó a sí mismo. Renunció a si mismo. Aunque esta

acción es algo simplemente inconcebible, está acorde con la expresión usual de que él no

creyó que debería retener su ser como una presa, como un botín. Esto era, realmente, lo

que cabía esperar. Pero ocurre lo inesperado, lo incomprensible, lo indecible: se despojó;

se despojó a sí mismo.

En lugar de la condición divina aparece la condición de esclavo. Justamente porque así

lo quiso. La contraposición Dios-esclavo implica unos términos de oposición tan

distanciados, tan tensos, tan insalvables que ya no puede pensarse otra mayor. Se trata

ahora de presentarla a la inteligencia en toda su confusión. Con todo, esta contraposición

Dios-esclavo sigue siendo misteriosa, porque el contrapunto natural de Dios es el hombre.

De hecho, el himno quiere reconocer, con solemne alabanza, aquel acontecer único de

que Dios se hizo hombre. Las frases repetidas tienden a esta meta única, que desarrollan

paso a paso. Se hizo verdadero hombre, no mera apariencia al modo docetista. Se insertó

dentro del grupo de los hombres, tomó su forma, su forma esencial, y su apariencia exterior

ofreció pruebas irrefutables de que es un hombre y, como hombre, un esclavo.

La condición de esclavo, mencionada como el primer paso del despojarse a sí mismo,

necesita una aclaración. Se trata de una forma relativa, referida a la forma divina, y en este

sentido despeja el abismo que sólo este Dios único puede salvar. Pero dice algo más. Ser

hombre es concebido como ser esclavo, como esclavitud. En la esfera de lo mitológico hay

potestades supraterrenas cósmicas, que dominan a la humanidad y la someten a su yugo.

Desmitologizando, la vida se presenta como algo sometido al ciego azar. ¿Dónde está su

sentido, su centro? Para el mito de las potestades aparecía como un juego cruel en manos

de potencias esclavizadoras. El miedo, la inseguridad es la expresión de esta conciencia. Y

en este mundo es donde entra el Unico, el libre.

Revela obediencia. La obediencia es la ley de que acabamos de hablar, y que debe

acuñar y marcar el ser del cristiano en un sentido determinante. La obediencia de este

Unico es, ciertamente, inimitable en toda su grandeza. Esto es así porque él viene del

mundo de Dios, del que nadie ha venido como él. La obediencia que practica y vive

aparece ante el mundo, ante los hombres, como algo que descansa en sí mismo. No se da

un punto de referencia, que sólo puede ser Dios. La libertad de esta obediencia es más

poderosa que cualquier otra obediencia que el hombre puede ejercitar libremente.

Del despojarse a sí mismo se sigue la humillación de sí mismo, una humillación que se

hace obediente hasta la muerte. La muerte es el punto de destino de un camino

emprendido en libertad. Para él, y sólo para él, es también la muerte un acto libre. Pero, por

otra parte, es esta muerte la que demuestra que él se ha hecho realmente uno de los

nuestros. La muerte es, en efecto, el destino que une a todos los hombres, de cualquier

procedencia o raza, de cualquier origen y filosofía. No que en la muerte todos sean iguales,

sino que en la muerte todos confluyen. Allí dan todos los caminos, altos o bajos, que

discurren por este mundo. El que muere, es hombre. Sólo aquel que conoce la prehistoria

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de este Único sabe de libertad de morir.

Nada puede imaginarse tan alejado de Dios como la muerte. No habría, de sí, necesidad

de añadir más palabras para recalcar más a fondo este camino. Pero se insiste: se

menciona la muerte en cruz. En este pasaje se descubre la mano de Pablo, que introdujo

esta adición. La cruz ocupa el punto central de su mensaje, que concibe la muerte de

Cristo como muerte salvífica. «Realmente, la palabra de la cruz es una necedad para los

que están en vías de perdición; mas para los que están en vías de salvación, para

nosotros, es poder de Dios» (ICor 1,18). Ésta es la única causa válida que el Apóstol

admite para gloriarse (Gál 6,14). Si recuerda y proclama la muerte de Cristo y añade la

explicación de muerte en cruz, no intenta encarecer su matiz espantoso y cruel, sino que

quiere indicar que en ella está encerrada la salvación (2).

En la segunda parte del himno entra Dios en el plan. Dios es ahora el protagonista de la

acción. Por la senda del despojamiento de sí y de la humillación era el otro el que actuaba

en solitario. Pero si ya en el obediente como revelación había que pensar en Dios como

punto de referencia, ahora se dice claramente que Dios entra en el juego y toma la

iniciativa, una iniciativa que se orienta al obediente. Una de las primeras experiencias de la

religiosidad bíblica es que Dios humilla y ensalza al justo. Como para confirmar su valía,

se le envía a la escuela de la humillación para que, si da buena prueba de sí, sea

reconocido por Dios.

Esta regla, según la cual a la humillación sigue la exaltación, se continúa en nuestra vida,

pero ha sufrido una modificación peculiar. Aquí ya no se trata de una prueba y

conformación de tipo ético en el sentido de que Dios ha humillado, sino de la revelación de

la obediencia, de una revelación que sólo este Único podía llevar a cabo por ser libre. A la

singularidad del camino que el Único había elegido al humillarse, responde una singular

reacción de Dios.

Exaltó a aquel que se había despojado en la muerte. Estamos acostumbrados a oír el

mensaje pascual con otras palabras: que fue resucitado al tercer día (3), que resucitó (4),

que se apareció a Cefas (5), etc. Nada de esto oímos aquí, sino tan sólo que vive de

nuevo, gracias a una acción de Dios. Pero la afirmación se orienta -yendo más allá de la

vida nuevamente conseguida- al puesto que ahora, en el cosmos, en el universo, se confía

al obediente. Y esto se explica con la concesión de un nombre. El nombre no es algo

accidental, sin importancia, sino que descubre la esencia. Cada uno es lo que su nombre

indica. Así lo entendía el hombre bíblico. En este pasaje no se dice, con todo, qué nombre

se le da a Jesús. Pero el puesto excepcional del ser unido a este nombre concuerda con

que Dios le exaltó tan alto que está más allá de toda medida.

En un cuadro mítico oímos hablar ahora de una aclamación que se le tributa al

ensalzado. Pero ¿quién aclama? Fácilmente se advierte que en el himno se ha insertado

una frase del profeta Isaías: «Ante mí se doblará toda rodilla y toda lengua jurará» (Is

45,23b). En el profeta son los pueblos que habían hostilizado y amenazado duramente al

pueblo de Dios, Israel, los que, al final, y para salvación suya, reconocerán y se someterán

al Dios único. En vez de los pueblos, en nuestro himno entran el cielo, la tierra y los

abismos. Se abre una ancha perspectiva cósmica. Pero no se habla de hombres, sino de

potestades. Se trata de aquellas potestades que hasta ahora esclavizaban el destino de

los hombres y reducían la humanidad a esclavitud. Si doblan la rodilla ante Cristo, esto

significa no sólo que le reconocen como más poderoso, sino también que el antiguo poder

de ellos ha sido quebrantado. Se ha producido en el cosmos un cambio de dominio. El

Jesús obediente y ahora exaltado sobre toda medida ha ocupado el puesto de Señor del

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universo.

J/SEÑOR: Esto es expresamente reconocido por aquellas potestades al confesar que

Jesucristo es Señor. El acento de esta fórmula de confesión está en Señor, con lo que

sabemos ya también cuál es el nombre que Dios le concedió. El reconocimiento de que

Jesús es el Señor, el Kyrios, es la más antigua confesión de fe cristiana. «Si confiesas con

tus labios que Jesús es Señor, y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los

muertos, serás salvo» (/Rm/10/09). Es curioso observar que los que profieren la confesión

en el himno son los poderes supraterrenos, y no los hombres, no la comunidad. Pero no

cabe duda que la comunidad, de cuya liturgia -como se ha dicho- nació este himno, no se

mantenía aparte, sino que proclamaba de esta manera su fe en el dominio de Jesús.

Es preciso, pues, investigar el sentido teológico y supratemporal de esta afirmación sobre

la pérdida de poder de las potestades. Si tales potestades son expresión de la angustia

existencial del hombre, que se ve arrojado en brazos de un destino ciego, entonces el

destronamiento de aquéllas simboliza el retorno del mundo a Dios. El sentido del mundo

no es ya la insensatez, la ceguera, el azar, sino Jesucristo. Él es la respuesta a las

preguntas que turban a los hombres. En él recobra el mundo su sentido.

El dominio que él trae es paz y salvación. La denominación «Señor», que ha sido tomada

aquí de una cita del Antiguo Testamento, responde al nombre de Dios. Y este Jesucristo

es, desde ahora, la apertura de Dios al mundo, el acceso, el intermedio, el camino. Su

dominio no quiere esclavizar, ni oprimir, sino liberar y llevar a casa.

Volver a casa, liberar, son cosas posibles en Cristo Jesús, que reveló la obediencia como

acción liberadora. Quien está en Cristo Jesús, quien es cristiano, se halla bajo las

exigencias de la obediencia y debe dejarse guiar por ésta.

El acontecer salvífico finaliza en la gloria de Dios Padre. Con esta mención de Dios

Padre se hace presente en el himno la comunidad, ya que las potestades podrían hablar de

Dios, pero nunca del Padre. La comunidad, en cambio, sabe del Padre de su Señor

Jesucristo y que, a través de este mismo Señor, les ha sido dado el Dios Padre: «Vosotros

no recibisteis un espíritu que os haga esclavos y que os lleve de nuevo al temor, sino que

recibisteis un Espíritu que os hace hijos adoptivos, en virtud del cual clamamos: «Abba!,

¡Padre!» (Rom 8,15).

...............

1. También en otros contextos neotestamentarios se encuentran himnos a Cristo acuñados

con anterioridad:

Col 1,15-20; 1Tm 3,16; Jn 1,1-16.

2. Dado que la salvación está encerrada en una cruz, es esta cruz motivo de escándalo: Gá

5,11. Para la pre-

dicación de la cruz, cf. también 1Co 1,23; 2,2.8; 2Co 13,4; Gá 3,1.

3. 1Co 15,4; Mt 16,21; 17,23; 20,19; Lc 9,22.

4. Mt 17,9; Mc 8,31; 9,9; 10,34; Lc 18 33; 24,46; 1Ts 4,14.

5. 1Co 15,5; Cf.Lc 24,34.

...............

4. CELO POR LA SALVACIÓN

(2/12-13).

12 Así pues, amados míos, ya que siempre obedecisteis, no solamente en

presencia mía, sino mucho más ahora en mi ausencia, trabajad con temor y

Page 19: BIBLIA NT CARTAS PABLO FILIPENSES /FLP 1

temblor en la obra de vuestra salvación. 13 Pues Dios es el que obra en vosotros

tanto el querer como el obrar según su beneplácito.

La palabra obediencia se ha convertido en una especie de consigna, tomada del himno a

Cristo. Se testifica la obediencia de los filipenses en el pasado y se espera que la

mantengan también en el futuro. El que exige obediencia es el Apóstol. Pablo tiene el

derecho, la autoridad y la obligación de pedir a sus comunidades que le obedezcan y en

algunas ocasiones ha impuesto con energía su autoridad entre ellas. Recuerda su estancia

entre los filipenses, cuando les anunció por primera vez el Evangelio. Acoger el mensaje es

una obediencia a la fe (1). La practicaron en aquella ocasión. Ahora deben permanecer

conscientes de su común responsabilidad para salvarse.

Pablo habla de la salvación de ellos. La comunidad es una estructura orgánica, una

pluralidad de hombres ordenados y referidos unos a otros. Deben edificarse mutuamente,

pero también pueden mutuamente destruirse. En su celo comunitario radica su fortaleza.

Debe advertirse, por consiguiente, que no se dice que cada cual pueda, por separado,

procurarse su propia salvación. Una afirmación semejante sería incluso acristiana, si con

ella se pretendiera excluir el celo por la salvación de los demás. Comunitariamente deben

realizar su salvación.

Se destaca, pues, nítidamente, la responsabilidad humana y social. Se diría casi que

todo depende de ella. Pero aparece ahora una frase que parece afirmar exactamente lo

contrario de lo que acaba de decir: Dios es el que obra tanto el querer como el obrar según

su beneplácito. ¿Quiere Pablo desdecirse de su afirmación anterior? De ningún modo. La

paradoja debe seguir en pie. Todo depende de Dios y todo depende del hombre. Dios es el

iniciador, la base, el fundamento, el que termina la obra. No puede recurrirse a la idea de

desligar el hacer divino del humano, de querer seccionarlos, como si Dios continuara

obrando allí donde el hombre no llega, como si el hombre debiera declararse impotente

para que Dios le ayude y eleve. Dios abarca la existencia cristiana, la existencia de la

comunidad. Él mismo suscita el difícil e inadvertido querer que inicia la obra e impulsa a

ella. Y lo que comienza, no lo abandona, pues Dios es fiel. Lo que le mueve e impulsa es su

beneplácito, su benevolencia (2). Su amor tiene una grandeza incalculable.

...............

1. Cf. Rm 1,5; 15,18; 16,19.26; 2Co 10,5s.

2. Cf Lc 2,14; Ef 1,5,9.

...............

5. LA COMUNIDAD EN EL MUNDO

(2/14-18).

14 Hacedlo todo sin murmuraciones y sin discusiones, 15 para que lleguéis a

ser irreprochables y sencillos, hijos de Dios sin tacha en medio de una

generación desviada y pervertida, en cuyo seno brilláis como antorchas en el

mundo, 16 llevando levantada en alto la palabra de vida: lo cual será para gloria

mía en el día de Cristo, ya que no habré corrido en vano, ni en vano habré

trabajado. 17 Y si, además, soy derramado en libación sobre el sacrificio y el

ministerio sagrado de vuestra fe, me alegro y me congratulo con todos vosotros.

18 De igual modo, alegraos también vosotros y congratulaos conmigo.

Page 20: BIBLIA NT CARTAS PABLO FILIPENSES /FLP 1

MURMURACIÓN: Pablo recurre con gusto a imágenes, tipos y modelos del Antiguo

Testamento, para hacer que la comunidad comprenda su situación (1). El pueblo de Dios

de la alianza antigua encierra un significado típico: ha sido rechazado en su incredulidad y

a causa de su obstinación frente al mensaje de Cristo, pero su destino, su camino y su

extravío puede y debe servir de enseñanza a la comunidad. La generación del desierto

contemporánea de Moisés, el pueblo de Dios que peregrina durante cuarenta años hacia la

tierra prometida, es, de manera especial, tipo del nuevo pueblo. La murmuración contra los

hombres de Dios en el desierto provocó la cólera de Yahveh. Desde entonces, la

murmuración es la conducta pecaminosa característica frente a Dios (2). Es algo más que

descontento ante una situación, más que impaciencia, porque tras esta conducta se

esconde la desobediencia y, por tanto, rezuma la incredulidad. De aquí que la exhortación:

«¡No murmuréis!», sea otro aspecto equivalente de la exigencia a ser obedientes.

La comunidad está separada del mundo. Los «santos» están así separados porque

ahora pertenecen a Dios. Pero no han sido sacados fuera del mundo: no pueden ni deben

serlo. En esta simultánea pertenencia a Dios y al mundo radica la tensión y la garantía

del ser cristiano. Pablo marca agudamente, con sentencia del Deuteronomio (35,2) los

límites entre comunidad y «mundo». Allí, los hijos de Dios, aquí la generación desviada y

pervertida. Esta sentencia pudo responder al sentimiento vital de las primeras

comunidades, pues no eran más que un puñado insignificante en el seno de las populosas

ciudades en las que el Apóstol concentraba su actividad. Con todo, semejante postura de

diáspora no debe convertirse en conciencia de elección satisfecha de si misma, en

conventículos. La gracia auténtica no engendra soberbia, sino humildad, y hace temblar

ante la obligación contraída. Ésta es nada menos que hacer que la comunidad sea la luz

del mundo. Si es Cristo el centro del sentido del mundo, entonces los creyentes en Cristo

tienen la función de ofrecer al mundo su sentido.

Nunca podrían cumplir ellos tal función por sí mismos, aun admitiendo su transformación.

La fuerza luminosa irradia desde la palabra de vida, desde el Evangelio que ha sido

confiado a la comunidad. No pueden hacer otra cosa sino atenerse a esta palabra,

afirmarse en ella, confesarla y reconocerla (3).

FE/FIDELIDAD: Hay que conservar y mantener la fe, que vive hacia un fin. A veces la fe

le parece a uno cosa fácil, en los momentos supremos de la experiencia comunitaria, en las

reuniones fraternales, acaso en los comienzos de la nueva conversión, en las horas del

entusiasmo. Estos momentos tienen mucho que dar, pero no son los decisivos. Lo decisivo

es la realización de la fe en el quehacer diario, la perseverancia, la fidelidad.

El apóstol, el pastor de almas, lleva sobre sí la responsabilidad de la comunidad hasta el

fin, hasta el tribunal de Dios. Y allí serán su gloria. Pero no toda fatiga merece recompensa.

Se dan carreras en el vacío. Esto no es resignación, sino expresión de una preocupación.

Pablo declara de modo inequívoco hasta qué punto está dispuesto y deseoso de correr un

riesgo. Está preparado hasta el límite extremo, hasta la entrega de la vida. Nuevamente le

gana la idea de la muerte (4). No sabe aún si se le abrirán las puertas de la cárcel. Pero

esta vez contempla su muerte en relación con la comunidad. En su fe y su oración la

comunidad es como el gran atrio de Dios, en el que se ofrece a la divinidad el debido

homenaje. La vitalidad de su fe y de su servicio lítúrgico es la alegría de Pablo en esta

hora. Nadie puede robarle este gozo, cuando se le exige la vida, cuando se ve precisado a

derramar su sangre como una ofrenda de libación. Un cuádruple acorde de alegría pone fin

a la parte parenética. Es como si, en su gozo, quisiera encender a la comunidad. Alegría

con ellos es lo que les asegura y promete. Alegría con él desea de ellos.

Page 21: BIBLIA NT CARTAS PABLO FILIPENSES /FLP 1

Es posible que los filipenses se sintieran muy preocupados por su Pablo, cuando oyeron

que estaba encarcelado. ¿Cómo podrían recibir en su preocupación la carta con alegría?

¿Extrañados, espantados, desorientados? ¿Consolados, tranquilizados, contentos?

Responden a la intención del Apóstol si se dejan contagiar por su convicción de fe.

...............

1. Cf. Rm 4; 1Co 10,1-11; Gá 4,21-31.

2. Cf. 1Co 10,10; Jn 6,41.43.61. La figura del pueblo de Dios peregrinante domina la

teología de la carta a los

Hebreos.

3. Si Flp 2,15c es un reflejo de Mt 5,14, Pablo ha modificado la frase de una manera

significativa.

4. Cf.Flp 1, 18b-24.

...............

Parte tercera

MISION DE TIMOTEO Y EPAFRODITO

2,19-3,1a

En sus escritos, Pablo acostumbra a dar noticias a las comunidades también acerca de

los planes que proyecta para el futuro. Así lo hace ahora. Pero, por el momento, le ha sido

arrebatada la libertad, de modo que está muy limitado en la elaboración de proyectos. Por

consiguiente, se ve precisado a comisionar a otros que hagan sus veces en las

comunidades. Aparecen ahora en el primer plano dos hombres pertenecientes a su círculo,

Timoteo y Epafrodito. La carta vuelve a cobrar un colorido enteramente personal.

1.TIMOTEO

(2/19-24).

19 Espero en el Señor Jesús enviaros lo más pronto posible a Timoteo, para

que yo también respire tranquilo al saber noticias vuestras. 20 A nadie tengo que

participe como él de mi disposición de alma, para ocuparse sinceramente de

vuestras cosas; 21 pues todos buscan sus propios intereses, no los de Cristo

Jesús. 22 Pero ya sabéis las pruebas que él ha dado; porque, como hijo al lado

de su padre, ha estado contigo al servicio del Evangelio. 23 A éste, pues, espero

enviarlo tan pronto como vea yo mi situación despejada, 24 y aun confío en el

Señor que yo mismo iré también lo más pronto posible.

Timoteo (1) debe emprender el viaje desde Éfeso a Filipos, lo cual no es posible en el

momento presente. Por eso habla Pablo de una esperanza. E incluso se coloca este plan

bajo una referencia religiosa. La esperanza existe en el Señor Jesús. Timoteo debe

cerciorarse de cómo les han ido las cosas a los filipenses mientras tanto, para informar al

Apóstol. El anuncio del viaje del colaborador contiene una oculta sugerencia, que habla en

favor del excelente y cordial estado de sus relaciones precisamente con esta comunidad.

Quiere mostrarse optimista con respecto a ellos, de quienes no espera saber otra cosa sino

noticias que le alegren.

Page 22: BIBLIA NT CARTAS PABLO FILIPENSES /FLP 1

Por una vez se percibe una queja. Pablo dirige la mirada en torno a sus colaboradores y

se siente autorizado a pronunciar un severo juicio. Se refiere a aquellos que están ahora a

su disposición o que pudieran estarlo. No es necesario que fueran muchos. Acaso había

ocurrido algo -que pasa en silencio- relacionado con su encarcelamiento. ¿Se ha visto

aislado? A la angustia exterior se añade también la interior.

El juicio que pronuncia debe evaluarse de acuerdo con los sentimientos que juzga. Es

preciso tener esto en cuenta, pues así es como manifiesta ser un auténtico juicio cristiano.

A los colaboradores apostólicos les atañe tomar a su cuidado los intereses de la

comunidad, que coinciden con los intereses de Cristo. Quien, en vez de esto, piensa en sí

mismo, trastrueca las cosas. A Pablo no le interesa seguramente poner al descubierto o

recriminar a algunos de los de su círculo. No acusa a nadie en concreto. Pero, una vez

más, no teme llamar a las cosas por su nombre. El trabajo junto al Apóstol no puede ser

nada fácil. Pero poseía una norma válida de acuerdo con la cual se podía medir: el ejemplo

de Pablo y su palabra crítica y cortante, que el Apóstol no ocultaba ni disimulaba.

En todo caso, prefiere, con mucho, hablar de alabanzas. Esto se aplica a Timoteo. El

testimonio que se da aquí de este colaborador no tiene paralelo en todo el Nuevo

Testamento. Sobrepasa a todos, una vez más en razón de sus sentimientos. Ahora se

comprende perfectamente que, en el preámbulo de la carta, Pablo le haya asociado a su

persona. Timoteo es esclavo de Cristo, como él. Como él, servía al Evangelio. La diferencia

de edad entre ambos es notable, de suerte que el Apóstol puede llamarle hijo. Lo cual no

quita nada al reconocimiento que le tributa ante la comunidad. No es un desconocido para

los filipenses. Son testigos de vista de la genuinidad de su espíritu. Cuando fue misionada

su ciudad pudieron conocer a fondo su autenticidad (2).

Después de esta introducción, que bien puede calificarse de solemne, se reafirma el

plan: «A éste, pues, espero enviarlo ... » (3).

Existe, en consecuencia, motivo suficiente para recibirle con honor. Pero sólo le enviará

después que sea sentenciado su caso ante el tribunal. Evidentemente, no puede tardar

mucho. Puede esperarse una decisión judicial para una fecha próxima. Se abre la

esperanza de un cercano «hasta pronto». La confianza en el Señor es firme.

...............

1. Timoteo es mencionado en el Nuevo Testamento no menos de 24 veces. Debe admitirse

que fue el primer

colaborador del Apóstol.

2. Timoteo fue, junto con Silas, el acompañante de Pablo en el segundo viaje misional: Hch

15,40; 16,1-4.

3. Pablo encargó con frecuencia a Timoteo parecidas delegaciones: 1Co 4,17; 16,10; 1Ts

3,2.6; Hch 19,22.

...........................

2. EPAFRODITO

(2/25-03/1a).

25 También he creído necesario enviaros a Epafrodito, mi hermano,

colaborador y compañero de armas, a quien vosotros delegasteis para atenderme

en mi indigencia; 26 pues él ya sentía gran añoranza de todos vosotros, y andaba

preocupado, porque habíais tenido noticias de su enfermedad. 27 Y, en efecto,

enfermó a punto de muerte. Pero Dios tuvo misericordia de él; no sólo de él, sino

Page 23: BIBLIA NT CARTAS PABLO FILIPENSES /FLP 1

también de mí, para que no tuviese yo tristeza sobre tristeza. 28 Así pues, os lo

envío con la mayor premura, para que, viéndolo a él de nuevo, os alegréis y yo

mismo quede con menos preocupación 29 Recibidlo, pues, en el Señor, con toda

alegría, y tened en estima a hombres como éste; 30 porque por la obra de Cristo

estuvo a punto de muerte, poniendo a riesgo su vida para completar lo que

faltaba en vuestro servicio hacia mí.

3,1a En fin, hermanos míos, adiós y gozaos en el Señor.

El segundo hombre que se encuentra en compañía de Pablo es Epafrodito. No se trata

de un colaborador de sus actividades misionales, sino de un miembro, acaso de uno de los

dirigentes, de la comunidad de Filipos (1). Los filipenses lo habían enviado al prisionero

Pablo para que le llevara los donativos y también probablemente con el encargo de

permanecer a su lado. Querían estar seguros de que hubiera alguien junto a él que le

tuviera afecto y estuviera a su disposición, si necesitaba ayuda. Es preciso reconocer este

sentido, en favor de los filipenses. Sabían y sentían que un donativo meramente material o

financiero no basta y hasta incluso puede herir, si no va apoyado y garantizado por una

inclinación personal afectuosa, por la lealtad, por la veneración.

La misión de Epafrodito no era nada fácil. Se necesitaba valor para visitar a un

encarcelado, y más a uno cuyo «delito» debía parecer altamente confuso. No es extraño

que Pablo tenga para este hombre un profundo reconocimiento.

Pero ahora lo devuelve a ellos antes de lo previsto. La razón es una enfermedad que

contrajo Epafrodito y de la que, mientras tanto, pudo reponerse. A la enfermedad se añade

la nostalgia, pues ambas cosas van unidas. No hay motivo alguno para echárselo en cara.

Parece que algunos filipenses ya lo habían hecho. El Apóstol sale absoluta y

decididamente en defensa de su auxiliar. La enfermedad mortal que le había amenazado

significaba comprensiblemente una grave preocupación adicional para Pablo. También esto

contaba. Se agradece a la divina misericordia que Epafrodito escapara al peligro de muerte.

Para Pablo no está Dios en la lejanía, no está distanciado de la vida y de la miseria de los

hombres. Ve más bien a Dios disponiendo, enviando, ayudando, sanando y juzgando. Y así

se sabe también ayudado por él en la curación de Epafrodito. También esto es motivo de

alegría.

Epafrodito es devuelto a la comunidad como un hermoso modelo del servicio de

Cristo. Aceptar y soportar responsabilidades es algo que distingue y que pide

reconocimiento. Esto es justo y el Apóstol quiere estar seguro de que así se hace en sus

comunidades. Son ciertamente pocos los que pueden y quieren aceptar una función

especial. El éxito externo de una misión no es en modo alguno un aspecto decisivo. Una

misión puede fracasar por circunstancias externas, como la de Epafrodito que, propiamente

hablando, no era esperado todavía en Filipos. Y, sin embargo, todos los filipenses están

obligados a él. Asombra y conmueve ver cómo Pablo acierta a poner cada cosa en su sitio

(2). Epafrodito ha puesto corazón a la ofrenda de la comunidad. Sin él hubiera faltado algo

al donativo. En este asunto ha expuesto nada menos que su propia vida.

Al resonar de nuevo la invitación a la alegría, se vuelve otra vez al acorde fundamental de

la carta.

...............

1. Epafrodito es mencionado únicamente en la carta a los filipenses, y en conexión con el

donativo de la comunidad de Filipos. No puede confundírsele con el Épafras de Col 1,7;

4,12.

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2. La sección de Flp 2,25-30 referente a Epafrodito tiene algunas semejanzas con la carta a

Filemón. También en esta se trata de justificar a un hombre ante los hermanos cristianos y

en ella demuestra el Apóstol un tacto y una sensibilidad extraordinarios.

(_MENSAJE/11.Págs. 36-56)

BIBLIA NT CARTAS PABLO FILIPENSES /FLP 3 y 4

MATERIA: EL N. T. Y SU MENSAJE: CARTA A LOS FILIPENSES: ·GNILKA-

JOACHIM

Parte cuarta

FRENTE A LOS FALSOS MAESTROS

3,1b-4,1

En este pasaje de la carta comienza algo nuevo. Oímos hablar de falsos maestros, de

perturbadores de la alegría, de adversarios, que se han introducido en la comunidad desde

fuera. La unidad y la fe de la cristiandad de Filipos están amenazadas. Con acerada pluma

sale el Apóstol al paso de estas gentes, acerca de los cuales resulta difícil determinar su

procedencia, sus intenciones y metas verdaderas. Parece que el resorte de su actividad era

un rebosante entusiasmo de perfección. Se vanagloriaban sin duda de poseer la perfección,

o cuando menos de estar en el camino seguro hacia ella, de modo que se sentían como

poseídos por la idea de que ya nada les podía ocurrir. Pero la salvación no es nunca algo

disponible. Pablo lo pone en evidencia con absoluta claridad.

Dado que la situación de la comunidad de Filipos aquí presupuesta parece ser diferente

de la de los capítulos 1 y 2 de nuestra carta, algunos comentaristas admiten que el capítulo

3 presenta una carta nueva e independiente del Apóstol a los filipenses, que Pablo les

habría remitido en una fecha posterior y que, a finales del siglo I, habría sido unida a la

primera en una sola redacción. No es necesario discutir aquí este problema. Basta con que

tengamos en cuenta el carácter de unidad cerrada en sí de esta sección.

1. NO OS DEJÉIS ENGAÑAR

(3/01b-06).

1b Escribiros siempre las mismas cosas, para mí no resulta enojoso, y a

vosotros os dará seguridad. 2 ¡Guardaos de los perros: guardaos de los malos

obreros; guardaos de la falsa circuncisión! 3 Pues nosotros somos la

circuncisión, los que practicamos el culto según el Espíritu de Dios y nos

gloriamos en Cristo Jesús, y no ponemos nuestra confianza en la carne, 4

aunque yo pudiera poner confianza también en la carne. Si algún otro cree tener

razones para confiar en la carne, yo mucho más. 5 Circuncidado al octavo día,

del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo, hijo de hebreos; en cuanto a

la ley, fariseo; 6 en cuanto a celo, perseguidor de la Iglesia; en cuanto a la

justicia que hay en la ley, tenido por irreprensible.

Ya desde muy pronto el Apóstol se había visto precisado, en casi todas sus

Page 25: BIBLIA NT CARTAS PABLO FILIPENSES /FLP 1

comunidades, en Corinto, en Galacia y ahora también en Filipos, a luchar contra gentes,

contra falsos misioneros, que le seguían los pasos y anunciaban un Evangelio diferente del

suyo. Para las comunidades esto significaba peligro e inseguridad, y para Pablo, una

amenaza contra la obra de su vida. Hace todo cuanto está en su mano para mantener la

recta fe en Cristo, el recto Evangelio. Es difícil determinar si lo consiguió enteramente en el

decurso de su vida. Probablemente no. Pero, si a pesar de todo, en una época posterior la

autoridad del Apóstol logró imponerse y con ella su Evangelio, queda confirmada la

experiencia vigente desde entonces en la Iglesia de que las conmociones, crisis y luchas,

convulsiones febriles son necesarias para que el Evangelio se imponga en su forma

auténtica, se consolide y se extienda. El paso del Evangelio desde el mundo judío

siropalestinense al mundo griego ponía en contacto dos espacios vitales diferentes. Los

conflictos eran inevitables.

Raras veces es Pablo sarcástico. Llama a ciertas gentes perros, malos obreros, falsos

circuncidados. Entonces, como hoy, «perro» era un epíteto injurioso. En el ámbito judío se

aplicaba muchas veces al renegado, al hereje, al infiel. También aquí se le da este sentido.

Su postura, sus esfuerzos, sus trabajos misionales son baldíos, nocivos, destructivos. Con

la circuncisión, Pablo sólo puede aludir a prerrogativas judías, de las que estos tales se

gloriaban, y que propagaban, o defendían al menos, como señal de salvación.

Para Pablo, el pueblo de Dios de la antigua alianza ha sido rechazado. Ha nacido un

nuevo pueblo. Si se pregunta dónde se ha quedado el orden antiguo, si se busca al

heredero que ocupa el puesto del pueblo del pasado, el Apóstol responde: «Nosotros

somos la circuncisión» (1). El factor decisivo y determinante es, ahora, el Espíritu, que se

hace eficaz y activo por Jesucristo. El Espíritu ha hecho posible un servicio nuevo,

realizado en la fe en Cristo. El Espíritu es el reverso de la carne. Ésta se refiere al mundo y

concretamente al mundo como autoseguridad, a la tentativa de alcanzar en él autonomía y

salvación. Pero de este modo el hombre se ve arrojado a sí mismo y remitido a la

precariedad de su propia confianza. Confianza y gloria son cosas íntimamente unidas. Dan

seguridad o intentan, al menos, persuadir a ello. Hay una confianza y una gloria falsa y otra

auténtica; sólo en Cristo alcanzan ambas su justificación.

Pablo comienza a medirse con sus adversarios. Los frentes quedan claramente

delimitados. La intención, con todo, de esta controversia no se centra en modo alguno en

demostrar que el Apóstol goza de más altas prerrogativas que aquéllos. Más bien los

filipenses deben aprender, también en la ocasión presente, de su Apóstol, a tomar la

decisión exacta frente al peligro. Pues aquello que sus enemigos alaban como

prerrogativas, también lo tiene Pablo. Deben comenzar por reconocer este hecho. La

mirada se hunde en el pasado, que, para el Apóstol, es un pasado judío. Ha crecido dentro

de una familia y en una casa paterna judía ortodoxa que -de acuerdo con el mandamiento

de la ley- hizo circuncidar al niño al octavo día (2). Su patria está en la diáspora, en Tarso

de Cilicia (3). Con todo, no es algo evidente de por sí mismo que los judíos vivieran fieles a

la fe y a las costumbres recibidas de sus mayores. El nombre hebreo que tiene Pablo y que

tienen sus padres testifica que se mantuvieron leales al judaísmo. De hecho, en la diáspora

el nombre hebreo era un distintivo preciado para aquellos judíos que practicaban en su vida

diaria las costumbres palestinojudías de la patria y que cultivaban la lengua hebrea

materna. De la tribu de Benjamín fue también el rey Saúl, nombre que impusieron al

Apóstol

sus padres.

Todo aquello que los padres procuraron despertar y fomentar en el niño fue llevado

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adelante, intensificado y radicalizado por el Pablo adolescente y adulto. Se hizo fariseo, y

se adhirió a un partido religioso judío que se atenía rigurosamente a la ley (4). Fue

apasionado perseguidor de la Iglesia (5). Conoció con toda agudeza la esencia de lo

cristiano, como una fuerza que encerraba en su seno la derrota de los valores judíos, y por

eso se opuso enérgicamente a su desarrollo, todavía dentro del judaísmo. Sólo a desgana

habla el futuro Apóstol de esta etapa de su vida que, a buen seguro, se le había echado en

cara más de una vez en la comunidad. Pero precisamente así aparece indiscutible y clara la

pureza y la genuinidad de su judaísmo anterior y puede pronunciar unas palabras

documentadas y nada sospechosas sobre las relaciones y los límites entre judaísmo y

cristianismo, tal como hace ahora.

...............

1. La espiritualización de la circuncisión que sirve de base a este pasaje se encuentra

también en Rm 2,25-29;

Col 2,11.

2. Cf. Gén 17,12; «A los ocho días sera circuncidado entre vosotros todo varón de

generación en generación,

tanto el nacido en casa como el comprado por dinero a cualquier extraño que no sea de tu

raza.» Lo mismo

en Lev 12,3.

3. Cf. Act 21,39; 22,3.

4. Cf. Act 23,6.

5. Cf. 1Co 15,9; Ga 1,13.23.

...............

2. EL CAMBIO EN LA VIDA DEL APÓSTOL

(3/07-11).

7 Pero todas estas cosas, que eran para mí ganancias, las he estimado como

pérdidas a causa del Cristo. 8 Pero aún más: incluso todas las demás cosas las

considero como pérdida a causa de la excelencia del conocimiento de Cristo

Jesús, mi Señor, por quien me dejé despojar de todo, y todo lo tengo por basura,

a fin de ganar a Cristo, 9 y ser hallado en él, no reteniendo una justicia mía -la

que proviene de la ley-, sino la justicia por la fe en Cristo, la que proviene de

Dios a base de la fe: 10 para conocer a él, la fuerza de su resurrección y la

comunión con sus padecimientos, hasta configurarme con su muerte, 11 por si

de alguna manera consigo llegar a la resurrección de entre los muertos.

Su vida anterior en el judaísmo fue sincera. Sobre esto nadie puede abrigar dudas. Pero

ahora esta vida está orientada en otro sentido. El cambio está marcado por una frase: a

causa de Cristo. Es una frase importante. La esperanza del judaísmo se orientaba al

Mesías futuro. En él se cumpliría la promesa de liberación total de Israel. Ésta era también

la esperanza del judío Pablo. Pero reconoció que la promesa se había hecho ya realidad en

Jesús, a quien confesaba la comunidad cristiana por él perseguida. El término «Cristo»

retiene aquí todavía su sentido pleno y no se ha fijado aún como nombre personal.

Ciertamente, la realidad parecía ser distinta de la esperanza. Israel quedaba excluido de la

fe en el Cristo, la mayoría de ellos rechazaron el evangelio. El nuevo pueblo de Dios estaba

formado por gentiles. El antiguo judío Pablo sentía un dolor sincero ante esta senda de

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Israel: «Digo la verdad en Cristo, no miento... siento gran tristeza y profundo dolor

incesante

en mi corazón. Hasta desearía yo mismo ser anatema, ser separado de Cristo en bien de

mis hermanos, los de mi raza según la carne. Ellos son israelitas...» (Rom 1,9-14).

El cambio del Apóstol fue debido a su experiencia de Damasco. Es absolutamente

indudable que en este pasaje se refiere a aquel acontecimiento. Fue una gracia; fue

vencido por Cristo (1). Con todo, aquí habla como si se hubiera tratado de una decisión

personal, que reviste incluso de las categorías comerciales de pérdida y ganancia, como si

hubiera hecho un cálculo. Frente a la amenaza que se cierne sobre los filipenses, le

interesa señalar a la comunidad con su ejemplo la decisión y el camino únicos que pueden

llevar a Cristo. Rebajas, compromisos, aunque fueran en lo suplementario, quedan

descartados. Serían una traición.

Si comenzar a caminar por la senda del cristianismo fue en Pablo gracia absoluta, no por

eso se excluía ya la decisión, la determinación, la acción, la respuesta personal. La gracia

quiere actuar, prolongarse en el interior de la vida humana. Para ello necesita la

colaboración. El principio ya puesto debe ser mantenido, continuado, realizado. Pablo dio

una respuesta afirmativa y la pronunciaba cada vez con mayor firmeza. Lo que consideraba

como pérdida, sigue siendo pérdida también ahora, y más aún: basura, excremento,

inmundicia.

Hay pasajes en sus cartas que nos resultan decididamente enigmáticos. ¿Cómo es

posible que alguien pueda juzgar con tales palabras su propio pasado, todo cuanto antes

significaba algo para él, ganancia, tradición gloriosa, santa tradición de los pobres? Pablo

no está dispuesto a ningún compromiso. Ha sonado la hora de la separación entre lo

cristiano y lo judío. Ha sido preciso este rigor, para tener una visión clara de los límites.

Sólo una cosa cuenta ahora: la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús. Para la

sensibilidad bíblica el conocimiento no es en modo alguno puramente teórico, un proceso

intelectual, un asentimiento de la razón. Abraza y alcanza siempre todas las fuerzas del

hombre, es personal. Por eso puede hablar Pablo del conocimiento de su Señor. Este

conocimiento personal, total, existencial, le fue concedido en Damasco.

El Apóstol sacó las consecuencias: renunció a todo, a todo cuanto significaba algo para

él, y está poseído desde entonces por el deseo de ganar a Cristo. El cumplimiento de este

deseo mantiene la tensión de la espera hasta el día futuro. Pues sólo entonces se

manifestará si uno se halla en verdad en Cristo, si es cristiano, si lo ha sido o no.

LEY/FE FE/LEY: Al rechazar y contraponerse a lo judío, desempeña en los escritos del

Apóstol un papel eminente la antinomia entre ley y fe. ¿Es la ley la que lleva a la salvación,

o la fe? Teológicamente formulada la alternativa equivale a preguntar: ¿soy justificado ante

Dios por la ley o por la fe? La problemática, aquí solamente insinuada, se desarrolla con

mayor amplitud en las cartas a los Romanos y a los Gálatas (2). Pero Pablo no renuncia a

mencionarla de pasada también en su polémica con la herejía filipense.

Ley y observación de la ley conducen a la justificación por las propias obras, que

permite al hombre adoptar una postura reclamatoria ante Dios y referirse a su «propia»

justificación. Y aquí ve el Apóstol el pecado radical del hombre, en que éste se desligue de

Dios, se apoye en sí mismo, estribe en sí y crea poder justificarse y acreditarse. Se

reconoce así el papel de la ley en toda su penosidad y ambivalencia, pero también con una

meta y una finalidad querida por Dios. Pablo arranca con energía de la mano del hombre la

ley como medio de afirmación de sí mismo ante Dios, al aludir a que sólo procede de Dios

aquella justificación que viene por la fe en Cristo. La otra es egoísta, es justificación propia.

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La justificación, la acción salvadora, sólo puede provenir de Dios, es, en sentido absoluto,

gracia (3). La voluntad de afirmarse a sí mismo que tiene el hombre debe destruirse. Aquel

que se considera totalmente referido a la gracia, este tal es capaz de la fe.

El conocimiento de Cristo como conocimiento personal se centra en primer término en su

resurrección y muerte, en su pasión. Incluye la disposición a renunciar a sí mismo, la

disposición al sufrimiento, a la vergüenza, sobre todo cuando advienen por causa de la fe,

en el seguimiento de Cristo. Entonces se asemeja el cristiano a su Cristo. A esto le ha

orientado el bautismo. «¿O es que ignoráis que cuantos fuimos sumergidos por el bautismo

en Cristo Jesús, fue en su muerte donde fuimos sumergidos?» (Rom 6,3). La configuración

con Cristo, como proceso continuamente en marcha, la asimilación a Cristo es la ley vital

del creyente. En esta tarea puede experimentar la fuerza vital del Señor resucitado como un

poder transformador: perdón de los pecados, donación de gracia, liberación de la angustia

de la muerte.

Los adversarios parecen tener otra opinión sobre este punto. La figura doliente del

Apóstol era para ellos un escándalo. Se negaban a la comunión de sufrimientos, pero

afirmaban el poder de la resurrección. Se creían vanamente a seguro en su visión

unilateral. Para ellos no sólo se había iniciado ya el futuro de la nueva vida -en lo que Pablo

estaba de acuerdo-, sino que se hallaba ya presente y perfectamente cumplido.

...............

1. Cf. Ga 1,12 17.

2. Rm 1-8; Gá 2,15-5,26.

3. Sobre la «justicia de Dios» como principio estructural de la doctrina paulina de la

justificación, cf. Rm 3,21-

26; 1,17; 10,3; 2Co 5,21

...............

3. NO SE HA LLEGADO AUN AL TÉRMINO

(3/12-16).

12 No digo que ya tenga conseguido mi objetivo o que ya haya llegado al

término, sino que sigo corriendo por si logro apoderarme de él, por cuanto Cristo

Jesús también se apoderó de mí. 13 Yo, hermanos, todavía no me hago a mí

mismo la cuenta de haberlo conseguido ya; sino que sólo busco una cosa:

olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante,

14 corro hacia la meta para ganar el premio al que Dios nos llama arriba en

Cristo Jesús. 15 Así pues, todos los que somos ya maduros, debemos tener

estas aspiraciones, y si en algo experimentáis otros sentimientos, esto también

os lo aclarará Dios. 16 En todo caso, partiendo del punto adonde hayamos

llegado, sigamos caminando en la misma línea.

Pablo se aparta con toda claridad de aquella concepción errónea. Él no ha llegado al

término, no ha conseguido su objetivo. Pero se sabe en un camino en el que puede

desplegar todas sus energías para acercarse al fin. Apenas si es posible imaginarse un

cristiano que se haya empeñado en su tarea con más actividad, más decisión y más

sacrificio que Pablo. También él tiene que trabajar consigo mismo, negarse, ser paciente,

aprender. Pero lo que, considerado desde el exterior, pudiera parecer una actividad de tipo

ético, brotaba internamente de muy distintos hontanares. Cristo se había apoderado de él y

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le había puesto en camino. Aquel a quien Pablo quiere alcanzar era el mismo por quien

había sido él alcanzado.

Creer que ya se le ha alcanzado es una opinión necia. La sensación de perfección

entrañaba el peligro de adormecer la voluntad moral. La imagen de los atletas de las

carreras, tan populares en su tiempo, deben ayudar a esclarecer la situación (Cf. 1Co

9,24-27). Se trata de un premio, que se debe ganar, pero que también se puede perder.

Cuando se corre en el estadio, no se piensa en el trayecto ya recorrido, y mucho menos se

le ocurre a nadie la idea de abandonarse -por lo ya logrado- a un engañoso delirio de

victoria. De este modo, se estaría muy cerca de la derrota. Primero hay que conseguir el

laurel. Así es la llamada de Dios al reino celestial. Porque la existencia cristiana surge en

virtud de una llamada de Dios, hecha posible por Cristo Jesús. Aquel a quien se habla y

tiene voluntad de oír, se convierte en un llamado. Se le coloca bajo la ley de la

confirmación. Si se confirma, si da buenas muestras de sí, entonces puede percibir la

llamada definitiva divina, con la que Dios llama hacia sí.

Aquellos que se imaginan ser perfectos, deberían meditar este texto. El carácter de

peregrinación de la existencia cristiana es, de hecho, una cosa para meditar. Como

peregrino (homo viator), condena el cristiano toda suerte de mentira que predica una

perfección intramundana, un progreso del espíritu hasta alcanzar el eskhaton. Su tarea no

es fácil, ya que es impopular, porque recuerda a los hombres la fragilidad del mundo.

Posiblemente las revelaciones y los éxtasis desempeñaron también entre sus adversarios

un papel no pequeño. Pablo alude a ello en tono irónico. Allí donde lo religioso se aparta de

la verdad, pasan a ocupar el primer plano las cosas raras, los sucesos pseudorreligiosos.

El Apóstol es lo bastante sobrio para conocer lo que es necesario. Y esto quiere decir: no

volver atrás, no descender de la altura de lo ya conseguido, continuar la carrera por el

camino trazado.

...........................

4. EL ULTIMO DÍA TRAERÁ LA PERFECCIÓN

(3/17-/04/1).

17 Hermanos, seguid todos mi ejemplo y fijaos en los que así caminan, según

el modelo que tenéis en nosotros. 18 Pues hay muchos que caminan, de los

cuales os hablé muchas veces, y ahora lo digo llorando, como enemigos de la

cruz de Cristo; 19 su término es la perdición, su Dios es el vientre y su gloria se

funda en sus vergüenzas: son los que ponen sus sentidos en lo terreno. 20 Pero

nuestra patria está en los cielos, de la cual aguardamos que venga como

salvador el Señor Jesucristo, 21 que transfigurará el cuerpo de esta humilde

condición nuestra, conformándolo al cuerpo de su condición gloriosa, según la

eficacia de su poder para someter a su dominio todas las cosas. 4,1 Así pues,

hermanos míos queridos y añorados, gozo y corona mía, permaneced así firmes

en el Señor, queridos.

Las advertencias del Apóstol necesitan aún una regulación positiva, una regla sólida que

las empuje camino adelante. La solución que se ofrece es a la par fácil y difícil. El Apóstol

se presenta a sí mismo como ejemplo. La idea de la Imitatio Pauli aflora repetidamente en

sus cartas; fue, ya al principio del capítulo, el pensamiento rector, cuando se dijo a los

filipenses que debían aprender del pasado de Pablo a tomar sus propias decisiones y

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determinaciones.

Pero la imitación del Apóstol tiene una doble prolongación. En primer lugar, Pablo no es

ejemplo en razón de sí mismo, sino que más bien es sólo un transmisor del ejemplo de

Cristo. Debe completarse la exposición en el sentido de 1Co 11,1: «Imitadme a mi, como

yo

imito a Cristo». De esta manera se pone en claro el puesto de intermediario que adopta el

Apóstol, el pastor de almas, entre Cristo y la comunidad. El ejemplo ofrecido debe formar

parte necesariamente de la palabra predicada. Ambas, la palabra y la persona, se fecundan

mutuamente. Ambas pueden ser recibidas sólo en la fe. También para percibir el ejemplo

privado de palabra se requiere un corazón abierto.

El otro aspecto de la prolongación alcanza a sus colaboradores y a las comunidades.

Todos cuantos se han decidido a entrar dentro de la predicación de Cristo y del ejemplo del

Apóstol están, por su parte, llamados a servir de modelo a los demás. Y esto quiere decir

mutua edificación, que trae y produce seguridad. Los creyentes están ordenados unos a

otros de forma decisiva.

Junto al ejemplo que edifica se da también el ejemplo que destruye. De éste sólo con

lágrimas puede hablar Pablo. Los enemigos de la cruz de Cristo no deben buscarse tan

sólo entre los infieles, entre aquellos que se niegan a aceptar el Evangelio. Se han abierto

paso también entre las propias filas y están empeñados en difundir su propaganda. Los

falsos maestros de Filipos se cuentan entre éstos. Y ahora llegamos a conocer también la

raíz del error: el escándalo de la cruz. Niegan la cruz lo mismo que rechazan el

sufrimiento y la renuncia en su vida propia. Ambas cosas forman una unidad. Se atienen al

Cristo glorioso y se envician de perfección.

Ahora bien, el que deja de lado la cruz, pasa también de largo ante el meollo de la

predicación paulina y se hace apóstata. A este tal el Apóstol sólo puede anunciarle el juicio,

la perdición. Con palabras nacidas de una encendida polémica generalizada, describe la

naturaleza de sus adversarios. Lo que estiman gloria, es vergüenza, su sentir es totalmente

terreno.

La comunidad cristiana tiene su patria «en el cielo». Esta orientación no quiere

desligarlos de sus responsabilidades terrenas, sino sólo hacerles conscientes de que aquí

son peregrinos, de que no se pueden mezclar el cielo y la tierra, como pretenden hacer los

adversarios. El paso a la perfección está aún por dar. Sólo cuando el Señor Jesucristo

aparezca desde el cielo, se alcanzará la perfección. En este contexto se encuentra la

palabra soter, salvador, redentor (1).

Sabemos que en el mundo grecorromano se hablaba mucho de salvadores. Pero aquí no

se hace referencia a ningún culto salvador, como el imperial por ejemplo. La función

salvadora del Kyrios se concentra en el final, en la última acción, con la que quiere llevar la

salvación a su plenitud.

En esta vida, nuestro «pobre cuerpo» nos recuerda de vez en cuando, y acaso siempre,

que la expansión de nuestras posibilidades vitales es limitada, que la salvación es algo

todavía pendiente. La existencia terrena es corpórea. Esto no quiere decir que lo somático,

lo corporal, deba ser disuelto de una vez y por siempre en algo psíquico, espiritual, es decir,

incorpóreo. Pablo no discurre según las categorías de la antropología helenística

cuerpo-espíritu. Y aunque las conociera, hay otra perspectiva más importante para él: la

configuración con Cristo, garantizada por la fe. Alcanzará su cumplimiento con la nueva

configuración de nuestra existencia total, corpórea y unitaria. El pobre cuerpo debe ser

transformado, de acuerdo con el modelo de su cuerpo glorificado. La imagen de Cristo

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alcanzará su acuñación completa cuando el hombre se haga partícipe de la gloria de su

resurrección.

Esta esperanza tiene la fe, que se orienta al poder, a la omnipotencia concedida al

Kyrios, Se trata de un poder de salvación. No debemos temblar ante él, sino asirnos y

apoyarnos en él. Y así, la vida cristiana está tendida hacia la liberación. Está en tensión

entre liberación y liberación, entre la que ya se nos dio en la señal de la cruz -que nos

mantiene bajo su ley a lo largo de nuestra senda terrenal- y aquella otra que deberá

hacernos perfectos. Ambas están unidas con el nombre de Jesucristo.

En el tiempo intermedio, la tarea consiste en mantenerse firmes en el Señor. Los

ataques, las vacilaciones, son muchas. Los filipenses, que son la alegría del Apóstol, serán

también su corona de gloria en el día de Cristo. La comunidad y su Apóstol permanecen

unidos más allá de las fronteras de los tiempos.

Parte quinta

EXHORTACIONES Y DISPOSICIONES FINALES

4,2-20

En la parte final de esta carta se ha reunido toda una serie de cuestiones particulares:

instrucciones a un dirigente de la comunidad para que tome su cuidado a dos mujeres:

exhortaciones, dirigidas una vez más a toda la comunidad, y, finalmente, la gratitud del

Apóstol por la ayuda, expresada con palabras excepcionalmente bellas.

1 EVODIA Y SINTIQUE

(4/02-03).

2 Tanto a Evodia como a Síntique las exhorto a que tengan el mismo sentir en

el Señor. 3 Y a ti te ruego, mi sincero Sízigo, que las ayudes, ya que ellas me

asistieron en la lucha por el Evangelio, junto con Clemente y los demás

colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida.

La palabra de Pablo se hace ahora totalmente concreta. Hay en Filipos dos mujeres -así

se lo han contado- que se han peleado entre sí. Dado que ambas desempeñaron en la vida

comunitaria un papel destacado, su disputa produce gran daño a la comunidad. Al

hacérseles esta llamada para que vuelvan a la armonía y unidad de sentimientos, esta

exhortación debe verse en conexión con la paraclesis del comienzo del capítulo segundo.

No es muy frecuente que las cartas de Pablo nos permitan una ojeada tan inmediata sobre

la vida de la comunidad. El Apóstol ha conocido personalmente a estas dos mujeres,

Evodia y Síntique. No se puede mantener la idea de que las comunidades primitivas

hayan sido congregaciones de hombres ideales. El pecado las amenazaba como a

cualquiera otra comunidad de hombres. En la corrección fraterna y en la disposición a

aceptarla se encuentra el medio para restablecer el orden en la comunidad.

A un cierto Sízigo (nombre que significa «compañero»), que había demostrado ser

verdaderamente «compañero» del Apóstol (2) y ahora desempeñaba probablemente una

función rectora en Filipos, se le ruega que zanje el asunto de estas dos mujeres. Vemos

que en los comienzos de la fundación de la comunidad ellas estuvieron presentes y

prestaron ayuda a los misioneros. Entre los cristianos de la primera época de Filipos se

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encuentra también un Clemente y algunos otros. Dios los había escogido. Conocía sus

nombres desde el principio (3).

2. GOZO Y PAZ

(4/04-09).

4 Gozaos siempre en el Señor; os lo repito: gozaos. 5 Que vuestro mesurado

comportamiento sea conocido de todos los hombres. El Señor está cerca. 6 No

os afanéis por nada, sino que, en toda ocasión, en la oración y súplica, con

acción de gracias, vuestras peticiones sean públicamente presentadas a Dios. 7

Y la paz de Dios, que está por encima de todo juicio, custodiará vuestros

corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. 8 En fin, hermanos, todo lo

que hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, si

hay alguna virtud o algo digno de alabanza: tenedlo en cuenta. 9 Y las cosas que

aprendisteis, recibisteis, oísteis y visteis en mí, llevadlas a la práctica; y el Dios

de paz estará con vosotros.

De nuevo la marcha del pensamiento retorna al verdadero gozo. Aquí se ve con entera

claridad que este gozo está más allá de la experiencia natural y también que debe ser uno

de los sentimientos fundamentales del vivir de los cristianos, pues éstos deben estar

siempre gozosos. La disposición interior, el sentimiento vital irrumpe en lo exterior. A la

alegría y gozo en el Señor responde la bondad, la mansedumbre, que la comunidad debe

irradiar en su mundo circundante: un punto de luz en el universo.

Cuanta más falta de comprensión, odio y vulgaridad existe, tanto más cuesta afrontarlo

con amor, comprensión y amistad. Como lugar del amor mutuo, la comunidad cristiana

puede ejercer su fuerza de atracción, puede ser punto de orientación. La falta de amor la

convierte en una lámpara de luz mortecina. Uno de los hontanares de la alegría es la

proximidad del Señor. La primitiva oración cristiana concluía con el grito de llamada:

Maranatha!, ¡ven, Señor! (Cf. 1Co 16,22; Ap 22,20). También nosotros podemos hablar

así, aunque ya no estamos poseídos del sentimiento de la espera próxima del final de todas

las cosas. Pero sí nos es posible, conveniente y oportuno fijar la mirada en el Señor que

llega, porque tenemos un futuro y nuestro futuro es él.

Con una bendición se invoca la paz de Dios sobre la comunidad. Paz es salvación.

Viene de Dios y supera todas las humanas dimensiones y toda capacidad de compresión.

Los riesgos de la fe son siempre agudos. También la incredulidad intenta anidar en el

creyente. Suben del corazón pensamientos zozobrantes, preguntas que hacen cavilar,

especialmente cuando la existencia terrena se ve amenazada, y más aún en la hora del

peirasmos, de la tentación. Hace falta la protección divina, que tiene el poder de hacer

perseverar y que está garantizada en el ámbito de Cristo Jesús.

También en el ámbito extracristiano existen virtudes indiscutibles, honestidad, amor,

heroísmo. Sería temerario y falso limitar tales virtudes a la esfera cristiana. El Apóstol sabe

que hay bondad en el mundo. No se avergüenza de recurrir para las instrucciones que da a

sus comunidades a los códigos éticos, a los conceptos morales y a los catálogos de

virtudes del mundo circundante, de los vecinos paganos. Existían en aquella época no

pocos filósofos ambulantes, de ideología estoico-cínica, que enseñaban normas de vida.

Pablo no cierra el oído a sus palabras. Cuando incita a la veracidad, a la honradez, a la

justicia, a la probidad, etc., todo esto podía haberlo dicho también un estoico.

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De aquí se deduce al menos que la comunidad cristiana no debe, en modo alguno,

quedarse rezagada respecto de sus vecinos en cuanto a la autenticidad de la vida, ya que

en este caso demostraría ser un mal testimonio. Pero, con todo, lo que la distingue de sus

vecinos es la norma de la fe, que le fue transmitida por el Apóstol, una vez más en su

palabra y en su ejemplo. Mientras tanto, han frecuentado la escuela cristiana y han

estudiado su fe. Comienzan a crecer las tradiciones, que deben, a su vez, ser trasmitidas

(Cf. 1Co 11,23; 15,3; 1Ts 4,1s; 2Ts 2,15; 3,6).

Así, la comunidad sigue siendo, en la diáspora, un recinto, cuyos límites y separación

sólo pueden ser percibidos con el sentido de la fe. Los hombres que están en su interior,

apenas se distinguen de los que se encuentran en el exterior. Se da la virtud en ambos

lados. Pero la fe está de su parte. Resiste. Tienen la promesa de la paz divina.

3. GRATITUD DEL APÓSTOL

(4/10-20).

10 Me he alegrado sobremanera en el Señor, de que ya por fin haya florecido

vuestro interés por mí; porque teníais estas aspiraciones; pero os faltaba

oportunidad. 11 Y no es que yo hable a impulsos de mi escasez; pues yo aprendí

ya a bastarme a mí mismo en cualquier situación. 12 Sé vivir en pobreza, y sé

vivir en abundancia. En todas y cada una de las circunstancias estoy entrenado:

en tener hartura y en pasar hambre, en tener de sobra y en padecer escasez. 13

Todo lo puedo en aquel que me da fuerzas. 14 Sin embargo, hicisteis bien en

tomar parte en mi tribulación. 15 Y también sabéis vosotros, filipenses, que en

los comienzos del Evangelio, cuando salí de Macedonia, ninguna Iglesia abrió

conmigo cuentas de gastos e ingresos, sino vosotros solos; 16 pues incluso a

Tesalónica me enviasteis una y otra vez lo que me era necesario. 17 Y no es que

yo busque donativos; sino lo que busco es el rédito que aumente vuestra cuenta.

18 De todo acuso recibo, y estoy en abundancia; lleno estoy, después de haber

recibido de manos de Epafrodito lo que me habéis mandado: olor de suavidad,

sacrificio acepto, agradable a Dios. 19 En correspondencia, mi Dios colmará

todas vuestras necesidades según su riqueza, en la gloria, en Cristo Jesús. 20 A

Dios, nuestro Padre, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

De nuevo Pablo se hace personal. Ahora expresa su gratitud por el donativo que los

filipenses le hicieron llegar por medio de Epafrodito. A decir verdad, se habría esperado

esta gratitud ya en un momento anterior, pero la urgente situación del Apóstol y de la

comunidad misma ocupaban el primer plano. No escribe una carta privada, sino que escribe

en el desempeño de su misión apostólica. De ahí la manera de agradecer que ha elegido y

que pudiera desconcertar.

La primera impresión que podría obtenerse es que Pablo se muestra impaciente porque

la ayuda de parte de los filipenses se retrasó demasiado. Que finalmente hayan podido

volver a desplegar sus cuidados es motivo de gozo. Pero Pablo prescinde totalmente de su

persona. Apenas le interesa la cosa en sí. Se pone en la situación de ellos, juzga

enteramente desde esta situación y participa así de su alegría, que consiste en que desde

hacía tiempo venían buscando una ocasión de ayudarle y, finalmente, la han encontrado.

Por eso les defiende. Les reconoce su buena voluntad, existente ya de antes.

Debe excluirse toda mala inteligencia. Sus palabras no están dictadas por la necesidad.

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Que la sufre -prisionero en la cárcel- está fuera de duda. Pero en su profesión apostólica

ha hecho un duro aprendizaje, cuya escala de sufrimientos enumera en otro pasaje. Incluye

desde azotes, peligros de ladrones, hambre y sed, hasta lapidaciones y naufragios en alta

mar (Cf. 2Co 11,23-33; 6,3-10). Con todo esto sabe habérselas Pablo.

El dominio de la vida se extiende en dos direcciones: la pobreza y la abundancia.

Ciertamente, el dominio de la pobreza, de la indigencia, es el más difícil. Pablo exagera un

poco cuando habla de abundancia refiriéndose a sí mismo. El infatigable peregrino no tuvo

ninguna oportunidad de acumular ganancias. Sólo quiere dar a entender que sabe también

de la tentación de la abundancia y que también ha aprendido a superarla.

¿Es Pablo un asceta? ¿Tiene tan magistral dominio de sí mismo? Ciertamente, era un

hombre muy impulsivo, lleno de vitalidad y fuerza de carácter. Pero él saca de otra parte su

auténtica fuerza. Otro le hace fuerte, Cristo. Sabe bien que la debilidad del Apóstol es el

medio de que se sirve Cristo para manifestar su fuerza (Cf. 2Co 12,9s).

Desde el principio existían excelentes relaciones de confianza con los filipenses. Ya a las

pocas semanas después de su partida de la ciudad habían comenzado a subvenir a sus

necesidades económicas (4). Y siguieron haciéndolo también en adelante. Pablo aceptó

con agrado este servicio, lo que significaba una distinción en favor de ellos, porque eran

escasas las comunidades de las que aceptaba subvenciones. A este propósito, sabe que el

trabajador merece su salario, que el misionero y el pastor de almas tienen derecho a ser

mantenidos por la comunidad, pero no hace uso alguno de tal derecho, para que el

Evangelio no pierda su fuerza ni se le pueda hacer a él mismo reproche alguno (Cf. 1Co

9,13-23). Filipos es la gran excepción. Pueden sentirse orgullosos de ella.

A Pablo no le interesa la ganancia material, sino el beneficio espiritual. Valora el donativo

como demostración de sus buenos sentimientos, de su sentido de sacrificio y, por tanto,

como señal de sus progresos en el ejercicio de la existencia cristiana. Hacer participar a los

otros en los propios bienes por causa del Evangelio exige de parte de los que dan y de los

que reciben una recta postura frente a la palabra. Aunque el Apóstol les extiende acuse de

recibo, como un comerciante que firma una cuenta, para él la acción tiene un fondo

esencial. Se servía a un hombre, pero con el servicio humano se alcanza a Dios. Llama la

atención ver que Pablo pueda describir el donativo de los filipenses como un sacrificio

hecho a Dios. «Sacrificio acepto, agradable a Dios» son expresiones conocidas por

nosotros a través de la teología cultual vetero-testamentaria (Ex 29,18; Ez 20,41). Los

verdaderos sacrificios son espirituales. Ante Dios no cuenta la sangre de machos cabríos y

de novillos, sino el amor que se manifiesta en el servicio a los hombres y que brota de la

fe.

Dios premia los buenos donativos. La alusión a Dios en estos contextos puede sonar

fácilmente como increíble. Pero Dios y su riqueza no son pensados como una especie de

tapaagujeros que deba saltar a la brecha en defensa de la pobreza humana. En Dios se

remedia toda humana necesidad, la de Pablo y la de los filipenses. Considerada desde

Dios, la vida humana es necesariamente algo relativo, referido a otra cosa.

Los creyentes están llamados a participar en la plenitud de la gloria divina. Esta llamada

está tendida hacia el futuro del tiempo final. Dios se da a sí mismo, deja que se participe de

lo que le es propio, sobre todo por parte de aquellos que están dispuestos a dar a su vez lo

suyo.

Al final hay una pequeña alabanza. El Apóstol cierra la carta del mismo modo que la

comenzó: orando.

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Conclusión

SALUDO Y BENDICIÓN

4/21-23

21 Saludad a todos los santos en Cristo Jesús. Os saludan los hermanos que

están conmigo. 22 Os saludan todos los santos, principalmente los de la casa del

César. 23 La gracia del Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu.

Usualmente las cartas acaban con saludos. La costumbre sigue en vigor en nuestros

días. Pero, una vez más, puede verse en este pasaje que las cartas del Apóstol tienen un

sello peculiar, son expresión de su cargo apostólico, aunque también del sentido fraterno

que unía indisolublemente a las comunidades entre sí. Los santos de Éfeso saludan a los

santos de Filipos. Se tienen mutuo afecto, no porque les unan los vínculos de la sangre, la

amistad o la inclinación personal, sino la fe común, que crea la conciencia solidaria, el

querer de unos a otros y con otros.

Hay un grupo en la comunidad efesina que merece una mención especial: los de la casa

del César (5). Se trata de los esclavos imperiales que desempeñaban acaso sus trabajos

en el pretorio, en los lugares en que se administraba justicia, de suerte que Pablo pudo

tener posibilidad de verles y hablarles. Algunos de ellos eran cristianos.

Tanto la comunidad efesina como la filipense son fundaciones del Apóstol. Por eso las

une también la persona misma de Pablo. A los saludos de los santos antepone los saludos

de los hermanos, de los colaboradores que están en contacto con él, y los suyos propios.

Saluda a todos ellos, a «todos los santos en Cristo Jesús». Se ponen de manifiesto, por

última vez, las excelentes relaciones entre el Apóstol y los filipenses.

Lo último que ha de darles es el saludo de bendición. Es indudable que las cartas se

solían leer en las asambleas de la comunidad. La bendición los abarca a todos en el

espíritu. Un mismo espíritu anima a toda la comunidad. Y esto es expresión, garantía,

manifestación visible del Espíritu divino, que creó e hizo posible la existencia y la

comunidad cristianas.

...............

1. El predicado soter se encuentra, en el corpus paulino, preferente- mente en las cartas

pastorales; fuera de

ellas, sólo en Ef 5,23. El soter Jesucristo es característico de la 2P.

2. Se hace un juego de palabras con el nombre de Sizigo.

3. La idea del libro de la vida aparece ya en el Antiguo Testamento: cf. Éx 32,32s; Sal

69,29; Dan 12,1.

4. Tesalónica, donde los filipenses enviaron su primer socorro, fue, después de Filipos, la

segunda estación en

el segundo viaje misionero: 1Ts 2,2; Hch 17,1ss.

5. Sólo en este pasaje se menciona al César en Pablo. Cf. también Mc 12,13-17 par; Lc 2,1;

3,1, 23,2; Act

25,8-12.

(_MENSAJE/11.Págs. 57-80)