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El espejo

19

Poesas de Len BenarsTextos bajados de:http://www.benaros.com.ar/

HYPERLINK \l "_Toc39001868" El desvalido2HYPERLINK \l "_Toc39001869" El espejo3HYPERLINK \l "_Toc39001870" El rostro inmarcesible4HYPERLINK \l "_Toc39001871" En las estrellas del cielo7HYPERLINK \l "_Toc39001872" La despedida10HYPERLINK \l "_Toc39001873" Los rboles13HYPERLINK \l "_Toc39001874" Naturaleza de la cebolla14HYPERLINK \l "_Toc39001875" Quevedo15HYPERLINK \l "_Toc39001876" Ruidos nocturnos18HYPERLINK \l "_Toc39001877" Tierra19

Len Benars (Argentina, 1915- )

Poeta argentino nacido en Villa Mercedes, Provincia de San Luis. Su obra potica incluye: El rostro inmarcesible (1944), Romances de la tierra (1950), Romancero argentino (1959), Dcimas encadenadas (1962), El ro de los aos (1965). Obtuvo el Premio Municipal de Poesa, y Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores.

El desvalido

Pareca increble - cuando se lo llevaron.Nunca estuvo ms fuerte - ni ms desamparado.Apenas extenda - los fugitivos brazos,ya denso de neblinas - y en claridad flotando.Le soltaron palabras - tendidas como lazos.El dijo adis a todos - y pens en cielos altos.

Cmo le pesaran - los recuerdos callados!Qu lucha, desasirse - para subir, liviano!Cuando volvi los ojos - se cay su retrato.El reloj de pared - ya detenido, exacto.Al entreabrir la boca - quiso decirme algo.Y no era ya presente; - s futuro y pasado.Lo alcanzarn las hojas - de verdor intocado.Una sabia violenta - refrescar sus labios.Ay, su desasosiego - de morir en verano,l, que hubiera querido - dormir bajo los pltanos!Nadie tenga vigilia - como la suya. Amargo,de las races ltimas - ser el reverenciado.Ir inventando trigos, - improvisando cardoscuando le d la tierra - costumbre de su estado.Volveremos a verlo - cuando lo cubra el pasto.Su corazn, rosal; - amapolas sus manos.

El espejoAntologa potica hispanoamericana, Fondo Editorial Bonaerense, 1978.

S del espejo en donde el da mueredesfalleciendo en luz caritativa.Hacia perdidos rostros se derivasu condoler sin fin, su miserere.

Los constelados cielos que prefierolos conozco. La amarga perspectivade sus biseles, su costumbre viva,la imagen que a mis cosas se refiere

en el descansan. ntimo y perdidorescato aqu su mundo compartido.Sus serenadas lgrimas son estas.

Nadie pregunte por la voz ausente.Mece en un mar de azogue la corrientesus reflejadas muertes superpuestas.

El rostro inmarcesibleEl rostro inmarcesible, 1944.

Poema inspirado en su esposa Emma Felce

Como a un pas de eterna lumbrellegu a su rostro inmarcesible.Su claridad resplandecasin horizontes y sin lmites.Inabatible, como un rbolde profundsimas races.

Nunca sent la voz crecidacomo en su fiel correspondencia. Era un nombrar las cosas vivaspor su razn y por su esencia;el equilibrio serensimodel corazn y la cabeza.

Para su gracia no rodabanlas estaciones y los das.Hasta las mrgenes del tiempoen l limaban sus aristas.Sus riberas eran tan dulcescomo curvadas sus orillas.

Honda y radiante era su estrella,de la pureza ms legtima.A su perfil resplandecienteninguna sombra obscureca.De las fontanas ms preclarasbrotaba -excelsa- su sonrisa.

Cuando lleg, las nubes altasse parecan a su rostro.Memoria de ngeles traaen lo sereno y armonioso.Un aire grcil y levsimole dibujaba los contornos.

De su tendencia a lo celeste-angelical- se alimentaba.Estaba en hermandad de cielo,como los pjaros y el alba.Daba estatura al claro cantoy esclareca la palabra.

Fundaba el alba en lo ms hondo,en prodigioso ordenamiento.Se manejaba entre las cosascon sus seales y misterios.Para invocarlas, eleganombres desnudos y perfectos.

Las anudaba en sus orgenes,en sus regresos y sus fuentes.Su impar alquimia combinabalos escarlatas y los verdes.Rosas de eterna lozanaamanecan en su frente.

Sent poblarme de cancionescomo el almendro en primavera.Hasta los aires daban floresde encantamiento y de inocencia.El viento estaba de aleluyascomo las plantas de hojas nuevas.

Slo por l, por su hermosura,mi corazn tae sus cuerdas.En alabanza de ese rostromi inspiracin se manifiesta.La luz que alumbra mi palabrade su mirada se sustenta.

En las estrellas del cieloDcimas encadenadas, 1962.

Salid sin duelo, lgrimas, corriendo.Garcilaso

En las estrellas del cieloslo tengo mi alegra,las noches se me hacen aos,siglos se me hacen los das.

IDe lo dulce despedido,de lo querido alejado,de lo triste frecuentado,de lo pasado dolido,buscando alivio y olvidoen las aves y su vueloo procurando consueloen la bveda estrelladahallo una dicha calladaen las estrellas del cielo.

IIAll la Cruz del Sur vi,plida y bella. All el laurorojiclaro del Centaurocon delicia conoc.De Antares establecsu total soberana.Sirio me mostr la frapalidez de su fulgor.En ellas y en su clarorslo tengo mi alegra.

IIIQu dulce fidelidadla de sus luces durables!Qu blsamos admirableslos de tanta claridad!Cuando por adversidadse tornan cielos huraosy en nubarrones tamaoslas duras tinieblas crecen,las horas se me obscurecen,las noches se me hacen aos.

IVA mudanzas y desvossus fieles luces opongo.Su persistencia propongoa cambios y desvaros.Como solitarios rosde luz, algunas, ya fras,de su sustento vacas,an su lumbre hacen llegar.Para medir su alumbrarsiglos se me hacen los das.

La despedidaAntologa potica, 1998.

Poema sinfnico con msica del maestro Carlos Guastavino

Pampa toda donosurajageles mos, aguadas,lomitas aquerenciadasy de pareja lindura:Cundo, madrugada pura,me vers de vuelta? Cundo?Trbol de olor, pasto blando,aromita del bib,pagos donde yo nac:adis, que me voy llorando...

Qu cielito para cielo!Qu brillador estrellaje!Qu dadivoso el paisajede su verde terciopelo!Como galopando en peloel viento del sur vena.La pamperada suba,azotando el totoral.Me voy, para bien o mal.Hasta verte, tierra ma!

Tu viento hace estremecerde gozo las hierbas finas,y vuelan tus becasinas,como anunciando el llover.Todo es callar y aprenderla leccin que me ests dando.Tu alma es un vivir lerdeandoentre frescor de rocos.Adiosito, pagos mos!Adis, que me voy llorando.

Aromoso biznagal,flamenquero rosado,plumerito empenachadode cortadera, juncal;estanciero cabal,laguna, que es un espejo:con mi tristura me alejo.Ah, das de un tiempo hermoso!Arroyito alabancioso:me voy llorando y te dejo...

Lindo tiempo en que mis dasverdeaban, como los pastos.Eran oros... Para bastos,hoy bastan las penas mas...Adis, madrugadas fras,campitos de pasto ralo.A su primor me resbaloy me recuesto en su amor.Esos das como florse daban del mismo palo...

Bsquenmele comparanciaa semejante hermosura.Encuntrenle coyuntaraa las costumbres de estancia.Los das y su constancia,su sereno transitar.Los trigales: el linar,cielo que se toca y ve.Tierra a la que me amigu:nunquita te he de olvidar!

Los rbolesEl ro de los aos, 1964.

Dioses callados, huspedes dichosos,trofeos, enterrados homenajes,desde sus das altos y salvajesal sol se orientan, de su beso ansiosos.

Ramos les dan los das misteriososy una embriaguez total, en verde encaje,les cuelga de los vvidos ramajesflores de perfeccin, frutos hermosos.

Felices ellos, pues que su porfade crcel vertical, en las serenastardes es fiel al rito de su da.

Pero yo, extrao de hbitos y penas,qu luz he de poder decir que es ma,inmvil de presagios y cadenas?

Naturaleza de la cebollaEl bello mundo, 1981.

La cebolla es un templo.

Desde un orden concntrico de alabastros desnudos,las naves de una clara catedral se levantan,destinadas a un culto de salud perdurable.

Ella inclina a un costado la pesada cabezareboza con un velo su interior de magnolia,fomenta francamente sus jugos categricos,que hacen tersa la piel lunar de las mujeres,y es Ilamada a su sino de feria y malecones,a su honda vocacin que la inclina al gento,buscando el maridaje del pan y del aceite.

QuevedoEl ro de los aos, 1964.

Ay, qu sabor de amarga certidumbre!Qu tendido y unnime sosiego,de duradera paz te da costumbre!

Cmo pudiste, inabatible fuego,sol eminente de la lumbre hispana,al estado mortal rendirte luego?

Prncipe de la lengua castellana,tu voz admonitoria se nutrade otra soberana ms arcana.

Donde el nima tuya debatacon Dios sus fuertes dudas y pavores,tu lengua el eco inmenso repeta.

Temor de cautos prevaricadores,burla de quien codicia hizo cautivo,de mentidos hidalgos y seores.

Oh, gran seor de verbo corrosivo,cuya palabra es lcida sentenciaque llaga y matadura deja al vivo!

T mismo te dictaste penitenciacuando de la nacin de tus mayoresmostrar quisiste carie y decadencia.

Quin, mordido por lvidos rencores,en crcel de inundable monasteriote colm de penurias y dolores?

All, sin acallar tu ministerio,por tu mano, a las llagas que sufraspusiste, sin temblor, hondo cauterio.

Al trmino llegaste de tus dasy ya, como pavesa temblorosa,la hora final a que el descanso fas

arribada tambin, quiz dichosapara quien gloria y esplendor trocaraen condicin tan dura y ominosa.

Una estrella del cielo se borrara.Tronaran nubes de tormenta fiera.El sol, avergonzado, se ocultara.

Pues alma de grandeza tanta, no erapara soltarse sin clamar a voces,as de abandonada y extranjera.

(Espaa, Espaa! Acaso no conocesque tu mayor testigo deja el mundo,segado ya por implacables hoces?).

Apenas viste el sol. Si moribundola sombra te dej, no a los metalesde tu alta voz, la de rgano profundo.

Contra la flaqueza y condicin mortales,nadar habrs sabido el agua frade la obscuras ondas eternales.

Si altsima pasin te consuma,oponer pecho firme y animosofcil a tanta sombra te sera.

Oh, por sobre la muerte memorioso,infinito amador desmesuradoque ni al polvo del polvo dio reposo!

A tu secreto dilogo entregado,ya te ser la tierra confidentede cuanto ardor te desgarr el costado.

Ms que la luna plida tu frente.Y ms que el sol, deslumbrador, tu nombrecrecer con el tiempo y su corriente.

Se medir por tu estatura el Hombre.

Ruidos nocturnosEl ro de los aos, 1964.

Tristes maderas, vidrios o sufrientes herrajes,anillos, foscas piedras, caracoles marinos,lamentan en la noche sus contrarios destinosy buscan sus orgenes, extraos y salvajes.

Entonces suben himnos ocultos, homenajesdonde los mares lloran. Y sollozan los pinospor humilladas mesas y estantes anodinos,cruelmente separados de troncos y ramajes.

Y un motn de murmullos eleva sus clamoresde sospechosos y altos, graves aparadores,y de crujientes cmodas y muebles taciturnos.

Y con el alba tmida, sbitamente callany de nuevo en las sombras, en su lamento estallan,y la palabra inician con los ruidos nocturnos.

TierraEl ro de los aos, 1964.

Ella es bastante para darnosa todos la sustancia eterna.Juan Ramn Jimnez

Ella nos dice la palabra viva,nos gua por un rumbo iluminadoy nos muestra el camino sealadopara la perfeccin definitiva.

Para su mundo de laurel y oliva,para su pobre mundo ensangrentadova, puro y redimido de pecado,el triste corazn, a la deriva.

Ella nos amortaja con su veste.Su obscuro reino de milagro y cienoabarca Norte, Sur, Este y Oeste.

Nos da la clave de lo ultraterreno,el signo impar, el nmero celestepara que regresemos a su seno.