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OTRA VEZ LA HISTORIA POLITICA El conservadorismo bonaerense en los años treinta» Marta Dolores Béjar * I. introducción. El tratamiento de nuestra historia política revela fuertes limita- ciones, derivadas en gran parte de concepciones que al desdeñar la especificidad de lo político y simplificar su dinámica, al mismo tiempo que restringen el campo de análisis, obstaculizan la com- prensión de la realidad. En la consideración del tema ha prevalecido una visión en la que lo político aparece fuertemente subordinado a los factores y al desenvolvimiento socioeconómico. Esta perspectiva se ha traducido, tanto en interpretaciones deterministas y esquemas maniqueos, como en la elaboración de hipótesis más ricas y matizadas, todas las cuales, no obstante, han soslayado la singula- ridad del proceso político. Los trabajos más tradicionales sobre historia política, en cambio, se han limitado a la mera narración de acontecimientos y a la descripción de sus protagonistas: grupos, partidos, individualida- des, en términos de conductas orientadas por motivaciones deter- minadas a priori como: la defensa de la libertad, la democracia o en caso inverso, el autoritarismo, el fraude, ambiguamente vinculadas con otras circunstancias históricas. Al respecto ia aprehensión y comprensión del proceso político * IEHS/UNCPBA 199

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Béjar, María Dolores - Otra vez la historia políticaIEHS -TANDIL - ANUARIO I

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OTRA VEZ LA HISTORIA POLITICA

El conservadorismo bonaerense en los años t reinta»

Marta Dolores Béjar *

I. in t roducción.

El t r a t a m i e n t o de nuestra historia política revela fue r t e s l imi ta-ciones, derivadas en gran pa r t e de concepciones que al desdeñar la especif ic idad de lo polít ico y s impli f icar su dinámica, al mismo t iempo que res t r ingen el campo de análisis, obstacul izan la com-prensión de la real idad.

En la consideración del t ema ha prevalecido una visión en la que lo político apa rece f u e r t e m e n t e subordinado a los f ac to re s y al desenvolvimiento socioeconómico. Esta perspect iva se ha traducido, t an to en in te rpre tac iones de te rmin i s tas y esquemas maniqueos, como en la elaboración de hipótesis más ricas y mat izadas , todas las cuales, no obstante , han soslayado la singula-ridad del proceso político.

Los t raba jos más t radicionales sobre historia polít ica, en cambio, se han l imitado a la mera narración de acontec imien tos y a la descripción de sus protagonistas: grupos, partidos, individualida-des, en términos de conductas or ientadas por mot ivaciones d e t e r -minadas a priori como: la defensa de la l ibertad, la democracia o en caso inverso, el autor i tar ismo, el f raude, ambiguamente vinculadas con o t ras c i rcuns tanc ias históricas.

Al respec to ia aprehensión y comprensión del proceso polí t ico

* IEHS/UNCPBA

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const i tuyen requisi tos indispensables a fin de pene t ra r en una realidad que se opaca y resis te . En e s t e sentido, la forma en que se relacionan ios ac to res políticos y se conforma el e scena-rio en que éstos se desenvuelven, si bien por una par te , respon-den a la lógica de la es fe ra socioeconómica, por otra,,, asumen sus rasgos pecul iares a t ravés de las p rác t i cas que se concre tan a lo largo de un proceso histórico singular.

Desde es ta perspect iva consideramos que ias relaciones cons t i tu-tivas de la t r ama social, los confl ic tos que en ella se dirimen, la especí f ica forma en que se resuelven y las representac iones en las que los sujetos sociales fundan sus conductas, const i tuyen un núcleo c o m p a c t a m e n t e art iculado. En es te ar t ículo nos in t e re -sa entonces, des tacar la especif icidad de lo político a t ravés del análisis de la na tura leza y la t rayec tor ia que distinguen a uno *de sus protagonistas , el conservadorismo bonaerense. Reconocemos en e s t e sentido el papel decisivo que han asumido los part idos políticos en el proceso de conformación de la socie-dad, como ac to res condicionados y condicionantes, al mismo t iempoj de dicho proceso»

A par t i r de es ta investigación sobre el Par t ido Conservador bonaerense y su accionar como gobierno durante la década del t re in ta , se in ten ta reconstruir los rasgos más significativos de la vida política de dicho período» Período singular en el que se clausuraron c ie r t a s a l te rna t ivas mientras se inauguraban ot ras , no sólo en ei plano económico-social , sino también en cuanto a las exper iencias y a las concepciones con las que los viejos y nuevos suje tos sociales encararán sus relaciones en t r e sí y respec to al escenario político en el que habrán de desenvolverse.

Dicha reconstrucción se funda en dos presupuestos cent ra les : l 9 ) Que las tensiones y conf l ic tos políticos no se reducen a re f le ja r mecán icamente las contradicciones sociales, de modo que quienes aparecen compit iendo y luchando en la escena polí-tica no agotan su identidad como representan tes de las clases sociales»

29) Que si bien existe una ínt ima ar t iculación en t re los- proce-sos socioeconómicos y los políticos, es tos ültimos t ienen una especificidad y gravi tación cuya reconstrucción ha de ayudar no sólo a entender los mejor en sí mismos, sino a percibir más c la ramente la na tura leza de dicha vinculación.

Aquí nos c i rcunscr ibiremos a la exposición de aquellas experien-cias vinculadas con ia natura leza y dinámica del conservado-rismo bonaerense, las que por su c a r á c t e r r ecur ren te , repercu-

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sióri en el escenar io nacional y sus derivaciones en el ámbito institucional resultan re levantes a los fines de ir definiendo la t r ama de lo político.

Cen t ra remos la atención sobre dos problemas: l 6 ) La si tuación interna del Par t ido Conservador y su conducta en relación con ot ras fuerzas políticas; 2 e) Las t ransformaciones concre tadas por el gobierno conservador de la Provincia sobre el apara to es ta ta l , en relación con los mecanismos f raudulentos .

Respec to de la primer cuestión se des taca la f u e r t e gravi tación de las pugnas y en f ren tamien tos en t r e f racc iones par t idar ias , las que desplegándose en todas sus instancias organizat ivas , se reprodujeron al mismo t iempo en el seno del gobierno, der i -vando en re i t e radas crisis inst i tucionales que lo aislaron y debili-taron. Es t r echamen te relacionado con es te desenvolvimiento se distinguen los rotundos f racasos en que concluyeron los in ten-tos por const rui r un par t ido de c a r á c t e r conservador y a lcance nacional, capaz de aglutinar al conjunto de las fuerzas polít icas de "derecha". Estos f racasos se hallan ín t imamente vinculados con las l imitaciones del conservadorismo bonaerense, puestas de mani f ies to a t ravés de la e r r á t i ca conducta desplegada duran-te la densa coyuntura política que signif icó ei gobierno provisio-nal de Uriburuo

En cuanto a la segunda cuestión, la rees t ruc turac ión es ta ta l estuvo vinculada con la necesidad de garan t izar un control más es t r i c to de los organismos gubernamenta les por par te del equipo gobernante . Esta derivó en un r e fo rzamien to del Poder Ejecut i -vo en desmedro de los otros poderes. Fue especia lmente decisiva la pérdida de independencia del Poder Judicial, en virtud de su gravitación en la implementación y el control del mecanismo e lec tora l .

II. Oscilaciones y f ragmentac ión de las fue rzas polí t icas de derecha

Después del der rocamiento de Yrigoyen el conservadorismo bonae-rense debió resolver t res cues t iones e s t r echamen te vinculadas en t re sí: la reorganización de sus fue rzas internas, su a r t icu la -ción con las fuerzas polít icas ant i-yrigoyenistas y la relación con el gobierno de fac to .

La rees t ruc turac ión encarada en oc tubre de 1930 fue la pr imera de una serie de reorganizaciones e inauguró un período confl ic-

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Civo en el seno del part ido. A lo largo de es te proceso el part ido, in tensamente a f e c t a d o por las modif icaciones en las re laciones de f u e r z a dent ro del más amplio escenar io polít ico nacional, dejó t raslucir sus ambigüedades e incoherencias, al t i empo que se desgastó en pugnas internas, sec ta r izó su conducta y recurr ió a la coerción como base de sustentación de su predominio.

En es te pr imer e s fue rzo se produjeron dos si tuaciones s ignif ica-tivas. En primer lugar, la delegación de la dirección y de las t a r eas dest inadas a obtener su cohesionamiento interno, a una Junta Reorganizadora integrada por los grandes t e r r a t en i en t e s de la pampa bonaerense (1). Al respecto A. Santamarina , presiden-te de la Junta de Gobierno en ejercicio, al delegar sus funciones destacaba como virtud de estos hombres el hecho de que se mantuvieran "... a jenos en cuanto fuera posible a la lucha en los dis t r i tos y que of rec ie ran por sus cal idades y sus vínculos con la Provincia las garant ías por todos rec lamadas" (2).

S e ' p r o d u c í a así un verdadero t ras tocamien to en la relación en t re represen tan tes y representados: los dir igentes políticos abandona-ban su papel de mediadores y lo delegaban en las fue rzas socia-les que ellos debían organizar e in te rpre ta r . En es te reacomoda-miento se conjugaron dos fac tores : el profundo temor de los grandes propietar ios, doblemente tensionados por el impacto de la crisis económica y por las t ransformaciones que se habían plasmado en las formas y contenidos de la actividad política durante el úl t imo período radical y por o t ra par te , la propia situación del Par t ido Conservador, a tal punto envuel to en la t rama voraz de la "polit iquería" que aparecía para aquellos sec to-res como una fue rza escasamente confiable.

La segunda cuestión significativa fue la de las res is tencias que generó el proceso de reorganización en aquellos dir igentes que veían cuest ionados sus iiderazgos a par t i r de la fusión con el Part ido Provincialista» Este se había consti tuido en 1922 alrededor de algunos dir igentes conservadores, acusados de haber asumido una conducta exces ivamente complaciente con el radicalismo. La nueva agrupación encabezada por A. Barceló, caudillo de Avellaneda, contó en t r e sus miembros a dir igentes capaces de movilizar a un numeroso sector del e lec torado: Sebast ián Bracco (Tres Arroyos), Felipe Cas t ro (Lomas de Zamora), Manuel Huisi (Quilmes), Juan Kaiser (Lujan), García Alberdi (San Nicolás), Ti to Rocha y Pedro Groppo. La disolución del Par t ido Províncial is-ta después de la revolución de se t iembre y la incorporación de sus miembros al conservadorismo, provocó la pro tes ta de los dir igentes de los dis t r i tos de Avellaneda y Lomas de Zamora quienes in f ruc tuosamente , intentaron así de ev i t a r su subordina-ción a las más e f i c a c e s es t ruc tu ras de sus ex cont r incantes .

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En enero de 1931 la Junta Reorganizadora dio por f inal izada su gestión, después de la real ización de los comicios de los que surgieron las nuevas autoridades. Los mismos no estuvieron exentos de denuncias concre tadas por caudillos locales sobre la real ización de maniobras discr iminator ias y f raudulen tas por par te de la Junta Reorganizadora. Gran par te de sus miembros se incorporaron luego como vocales de la Junta de Gobierno elegida por los delegados de los comi tés de dis t r i to .

La fragil idad de la nueva es t ruc tura par t idar ia se puso de mani-f iesto con el f racaso sufrido en los comicios gubernativos que se real izaron en la Provincia en el mes de abril, y cuya concre-ción requirió una manif ies ta subordinación del conservadorismo a los proyectos polít icos del grupo ur iburis ta .

Este rea l ineamiento de los conservadores desencadenó la cr is js de la Federación Nacional Democrá t ica . La Federación se const i -tuyó pocos días después del golpe a t ravés del accionar de una serie de dir igentes que, aunque habían apoyado ac t ivamen te la dest i tución del presidente Yrigoyen, pretendían mantener la vigencia del s is tema liberal pa r lamenta r io del cual fo rma-ban par te . Intervinieron en dicho nucleamiento los d i fe ren tes conservadorismos provinciales, en t re ellos el de Buenos Aires, los radicales ant ipersonal is tas y los social is tas independientes. Los di r igentes políticos que se colocaron al f r en t e de! mismo pretendieron uti l izarlo como inst rumento de presión a fin de que el gobierno concre tase ráp idamente las e lecciones dest inadas a legalizar la si tuación.

F ren te al c r ec i en te d is tanciamiento en t r e la Federación y el pres idente Uriburu, a raíz de las divergencias respecto al a lcan-ce de la r e fo rma const i tucional y la manera en que se e f ec t iv i -zaría el proceso e lec tora l , los conservadores optaron por colocar-se junto al gobierno. Con e s t e objet ivo abndonaron la Federación e impulsaron la formación del Par t ido Nacional que había pro-puesto Uriburu. A fines de enero de 1931, Rodolfo Moreno, uno de los principales dir igentes del conservadorismo y que además había intervenido ac t ivamente en la creación de la Federación, declaraba que: "No es entonces admisible para los conservadores !a duplicidad polít ica que significaría acep ta r por una pa r t e su posición de par t ido gobernante y colocarse por o t ra e n f r e n t e del gobierno, secundando las f inalidades de los grupos federados que creen en la conveniencia o en la necesi-dad de la oposición. Esa divergencia de fondo es la que (.„) ha de te rminado a los hombres de Buenos Aires a expresar el deseo y el propósito de formar una fue rza homogénea, solidaria y disciplinada". (3)

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Mientras eí res to de los part idos rechazó la propuesta del conser-vadorismo y la Federación, privada de uno de sus principales soportes, se disolvía; en el seno del part ido bonaerense algunos de sus dir igentes manifes taron su disconformidad con la nueva línea de acción. Entre ellos se encontraban Ezequiel Bustillo, J. M. Pérez Bustos y Alf redo Rodríguez. Por el momento, sin embargo, el par t ido se abocó a la preparación de los comicios gubernat ivos f r e n t e a los que demostró una conf ianza absoluta y la seguridad de que controlar ían el gobierno provincial. Esta seguridad no respondía a un mero es tado de ánimo exi t i s ta ; por el contrar io , se fundaba en la evolución seguida por el e lec torado bonaerense durante los años de gobierno radical . Los conservado-res habían demost rado una notable capacidad tan to para preser -var su predominio durante los pr imeros comicios, poster iores a la Ley Sáenz Peña, como para recuperar , a par t i r de 1929, las posiciones que perdiera después de intervención de la Provin-cia por el gobierno radical , en abril de 1917.

En las e lecciones que se concre ta ron en t r e 1912 y dicha in terven-ción y a pesar de las f r a c tu r a s que se produjeron en su seno, el conservadorismo obtuvo el mayor caudal de votos. En las e lecciones legislat ivas nacionales de 1914, las pr imeras en las que se presentó el radical ismo desde la aplicación de la Ley Sáenz Peña (en las t r e s anter iores: legislativas nacionales de 1912 y gubernat ivas provinciales a principios de 191.3 y diciembre de ese año, los radicales mantuvieron su posición abstencionista) , es te par t ido obtuvo ("el 41,9% de los votos y los conservadores, el 47,4%. En las presidenciales de 1916, con una más act iva part icipación del e lec torado (los 132.964 vo tan tes de 1914 ascen-dieron a 188.046) ambos part idos demostraron su capacidad para ampliar su base de sustentación. Mientras el radical ismo incorpo-ró 29.000 votantes , con lo que se representac ión ascendió al 44,7% del e lec torado, el conservadorismo con 26.000 nuevos e lec tores , preservó su representa t iv idad, 47,6% (4).

En ambas ocasiones el radical ismo fue apoyado por la agrupación Provincial, desprendimiento del Par t ido Conservador que tenía en Juan José Atencio, d i rec tor del diario El Día de La Pla ta a uno de sus principales impulsores. El nucleamiento, cuyas pro-puestas fueron ampl iamente difundidas por el periódico provincial, insistía en la necesidad de que la Provincia fuese gobernada por sus propios hombres y en e s t e sentido hostigaba al régimen ugar t i s ta al que denunciaba como "gobierno ambulante" con sus principales dir igentes residiendo en la Capital Federal (+).

(+) Resulta significativo el hecho de que una vez concretada la interven-

ción , en el seno del radicalismo se produjeran fricciones en términos

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Sobre es tos t r iunfos conservadores, sin embargo, resulta necesa-rio des tacar algunas cuest iones que re la t iv izan en pa r t e su signi-ficación y permiten además, precisar algunas de las condiciones que los hicieron posibles. En primer lugar el hecho de que el radicalismo demost ró una capacidad mayor para cap ta r a los vo tan tes que ingresaban al cuerpo e lectoral a par t i r de la nueva legislación. Por o t ra par te , el des tacado y e f i caz papel que desempeñaron los organismos gubernamentales , controlados por ios conservadores, para dirimir en su favor , las cont iendas e lec-torales . Al respec to en su edi torial del 29 de se t iembre de 1915, El Día denunciaba: "El oficial ismo de Buenos Aires (...) continúa sin desmayo la campaña emprendida con el propósito ilusorio de t r iunfa r en la próxima contienda e lec tora l . (...) Com-plementa es te plan de f raude e lectoral liso y llano el acapara-miento de Libre tas Cívicas Las l ibre tas de los soldados del Ejérc i to provincial, que suman millares (...); las l ibretas de los peones municipales (...); las l ibretas de los en fe rmos que se asisten en ios hospitales. . ." (5).

Pero, a principios de 1931, la conf ianza de los conservadores se nutría fundamen ta lmen te de su c r ec i en t e gravi tación en el ámbito bonaerense, a part ir de la brusca oscilación que se produjo en el e lec torado después de la elección presidencial de 1928. Es te v i ra je decisivo se concre tó en un clima de ac t iva part icipación; y la pérdida de consenso por pa r t e del part ido gobernante no se t radujo en apat ía y la consiguiente abstención, sino en la revigorización del conservadorismo. Mientras en 1928, con una masa de votan tes que duplicó holgadamente la de 1926, el radical ismo reunió el 59,2% de los votos y el Par t ido Conservador el 19,9%; en las legislaturas nacionales de 1930 con un número similar de votantes , ios radicales sólo obtuvieron el 47,1% de los votos y el conservadorismo t repó al 42,3% (6). En su momento, estos resultados generaron en algunos miem-bros del part ido una visión opt imista sobre las posibilidades que o f rec ía la competencia política como camino para llegar a! poder. En tal sentido Pablo González Escarrá, ín t imo amigo y colaborador de Moreno, le escribía a és te : "El balance de es te elección nos es a l t amente favorable. Pienso que si no aban-donamos las posiciones conquistadas que si seguimos t rabajando

semejantes. A partir de la gestión de Cantilo se configuró un grupo

radical que exigió el traslado del Comité bonaerense desde la Capital

Federal a La Plata» al mismo tiempo que criticaba la conducta de

interventor tanto por su complacencia con los herederos del ugar-

tismo, a quienes mantenía en posiciones claves dentro de la esfera

gubernamental» cacao por su estrecha vinculación con el radicalismo

metropolitano en desmedro de los dirigentes provinciales.

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ahincadamente , el fu turo nos ha de deparar grandes sa t i s facc io -nes, sin necesidad, tal vez de apelar a remedios ex t remos" (7).

Estas perspect ivas no impidieron que ei par t ido adoptase aquella línea de conducta que a par t i r de la revolución de se t iembre y esnec ia lmente de su re torno al gobierno bonaerense, sería la más decidida y def in idamente aplicada, t an to para resolver los conf l ic -tos con los adversarios, como para dirimir las d i ferencias in ter -nas: la eliminación del o t ro a t ravés de la coerción, una coerción que adoptó diversas formas y no se agotó en las p rác t icas f raudu-lentas.

El t r iunfo radical de abril de 1931 significó un profundo impacto que se t radujo en acelerados vira jes t an to en el par t ido como en el propio Gobierno Provisional. El pr imero buscó recomponer su imagen para lo cual revisó c r í t i c amen te su es t recha colabora-ción con la experiencia uriburista y declaró e n f á t i c a m e n t e una vocación democrá t ica que no llegaría a conc re t a r en prác t icas e fec t ivas . En tal sentido, la asamblea par t idar ia que se reunió a f ines de abril aprobó una declaración en la que sostenía que: "La solidaridad de ideales de los revolucionarios que fue el lazo de unión e n t r e ei actual gobierno y el part ido, no significó en manera alguna compar t i r el punto de vista r e f e r e n t e a la modif i -cación sustancial del s is tema democrá t i co de la ley e lec to ra l . Para los conservadores dicha ley (no) admite r e fo rmas (...) en cuan to a su fondo, universalidad, obligatoriedad y sec re to del voto, a la representac ión de las minorías y exac t i tud de los escrutinios" (8).

El cambio de rumbo derivó en otra reorganización del par t ido y en la concreción de una nueva alianza política que vinculó a los conservadores bonaerenses con el res to de los conservado-rismos provinciales formando el Par t ido Demócra ta Nacional (PDN) (octubre de 1931), ahora ni estuvieron presentes ni los radicales ant ipersonalis tas , ni los social is tas independientes.

La nueva reorganización inauguró un largo y confl ic t ivo proceso signado por los en f r en t amien tos en t r e los grupos que pugnaban por controlar la dirección del part ido. Por el momento, J. M. Bustillo propuso y logró que se adoptara una nueva e s t ruc tu ra organizat iva tendiente a el iminar, al menos t eó r i camen te , la concentración del poder en la figura del pres idente del partido; mient ras que R. Moreno intentó res is t i r sin éxi to es tas innova-ciones que derivaron, momen táneamen te , en su desplazamiento a un segundo plano. El proceso que así se iniciaba desembocar ía en la crisis insti tucional de 1935.

En cuanto al gobierno, é s te se vio obligado a abandonar sus

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ambiciosos proyectos políticos y a conc re t a r la real ización de las e lecciones a nivel nacional, r e i t e r adamen te rec lamadas por el conjunto de las fue rzas políticas. Lo haría sin embargo, con la clara determinación de evi tar que se repi t iese la experiencia bonaerense.

En es te nuevo contexto, menos exi t is ta y más rea l i s ta , f r en t e a la nueva contienda e lec tora l a rea l izarse en noviembre, nueva-mente la derecha política se reveló impoten te para concre ta r en el plano nacional un vínculo mínimo. A pesar de las presiones ejercidas t an to por el gobierno como por destacados represen tan-tes de los grandes propietar ios y las gest iones real izadas por algunos dir igentes del Par t ido Demócra ta Nacional, el Par t ido Socialista Independiente y la Unión Cívica Radical Antipersonalis-ta, las divergencias y los recelos que distanciaban espec ia lmente al radicalismo antipersonalista y al conservadorismo, impidieron la consti tución de una fórmula presidencial uni tar ia .

Resulta s ignif icat ivo que dicho acuerdo f racasase teniendo en cuenta la gravitación de quienes se pronunciaron a favor de la conveniencia y de la necesidad de aunar voluntades. Por una par te el gobierno, que subordinó la convocator ia a las e lec-ciones presidenciales a la concreción de una alianza en t re las " fuerzas cívicas". Por o t ra , f iguras represen ta t ivas de la é l i te económica quienes, asumiéndose como represen tan tes de las fuerzas vivas, exhortaron a los partidos a "que en homenaje a la Nación, en holocausto al bienestar y felicidad de todos los hab i t an tes del suelo argentino, hagan un al to y en abs t rac-ción de sus a fecc iones part idistas, sin egoísmos procuran la conciliación y tranquilidad de los espíritus, proclamando una fórmula presidencial que garant ice así la calidad de sus compo-nentes, el res tablec imiento del orden político, social y econó-mico" (9), Su objetivo iba más allá de una coalición ant i r radical en tanto los autores del manif ies to pretendían que no habiera "vencedores ni vencidos". Firmaban la declaración, Enrique Santa-marina, Ernesto Padilla, Juan Mignaquy, Manuel Pór te la , Guiller-mo Padilla, Horacio Calderón, Pedro Lacau, F. Mart ínez de Hoz, Tomás Cullen, Eliseo Ortiz, Angel Sastre, José Poggio, Gilberto Elizalde, Horacio Beccar Vareia, Antonio Robirosa y Angel Sánchez Elía; a continuación lo suscribían más de mil personas y numerosas empresas productoras, industriales y comer -ciales.

También desde La Prensa se observaba con inquietud el curso que asumía el proceso político. En sus edi tor ia les se des tacaba la conveniencia de la concordancia y la necesidad de adoptar conductas flexibles, al mismo t iempo que se impugnaban las candicaturas inconciliables. "Objetamos (...) como fundamento

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de combinaciones par t idar ias , el propósito ya declarado de hacer f r acasa r de te rminadas candidaturas porque en tonces los móviles principistas se debil i tan has ta el ex t r emo de dar asidero a la suspicacia v se cor re el riesgo de incurrir en un personalismo al revés o negat ivo" (10).

Mientras ios part idos de derecha seguían conductas cada vez más sec ta r ias y profundizaban sus d i ferencias en función de un intenso afán de poder, a l imentado por las posibilidades y los espacios abier tos a par t i r del der rocamiento del gobierno yrigoye-nista, el gobierno de f a c t o y la Iglesia catól ica se es forzaban por garan t iza r su "victoria". El primero lo hizo a t ravés de una serie de decre tos dest inados a desalojar al radicalismo del e sce -nario político. La proscripción fue groseramente encubier ta a t ravés del ve to a la fórmula Alvear-Güemes y la anulación de los comicios bonaerenses, que derivaron en la abstención del radicalismo.

La jerarquía ca tó l ica por su par te , en la pastoral Sobre laicis-mo moderno y los deberes ac tua les de los ca tól icos instruyó c l a r amen te a sus f ieles a fin de que e je rc i tasen c r i s t i anamen te sus deberes y derechos como ciudadanos. En tal sent ido señaló que "la abstención se conver t i r ía en complicidad y en responsabili-dad an te Dios"; que se debía votar "por los que en conciencia parezcan más aptos para procurar el mayor bien de la religión y de la pa t r ia , aunque no per tenezcan al par t ido propio" y que "Ningún ca tó l ico puede af i l iarse a part idos o votar a candidatos que inscriban en sus programas los principios siguientes: la separa -ción de la Iglesia y el Estado (...) el laicismo escolar , el divorcio legal" (11).

El marco "legal" impuesto por el gobierno y el apoyo moral de la jerarquía ca tó l ica fueron re forzados con la ins t rumentac ión del f raude por pa r t e del par t ido. Debe señalarse sin embargo, que el f raude y la violencia alcanzaron una gravitación desigual en el ámbito bonaerense.

La comparación en t r e los resultados de los comicios gubernat ivos provinciales de abril y los de noviembre indica que las modi f ica-ciones operadas en la relación de fue rzas en t re el conservado-rismo y la oposición (los votos de la UCR más los deL PS para abril y los votos en blanco para noviembre) se debieron fundamen-t a lmen te a la disminución en el nivel de part icipación del e l e c t o -rado. Si bien el PDN bonaerense apa rece en todas las secciones detentando un porcen ta j e de votos superior al que logró en abril, en algunas de ellas, e s te incremento se deriva de la s ignif icat iva reducción en el número de vo tan tes . Por e jemplo, en la sección 5ta. reunió el 63,1% de los votos f r e n t e al 46,3% que obtuviera

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en abril, a pesar de haber mermado su caudal de votos. Los mecanismos f raudulentos dest inados a aumen ta r ei número de los votos conservadóres revelan en esta ocasión una gravi tación y efect iv idad disímil, des tacándose pronunciadas d i fe renc ias en t re las dis t intas secciones» En la sección 4ta. , conocida en la época como el bastión radical, el conservadorismo alcanzó el 66,4% de los votos (36,3% en abril) no sólo a par t i r de la reducción en la masa de votantes sino "incorporando" a 14.603 e lec tores , mient ras que en la sección 3ra, la única en la que los conservadores lograron imponerse a los radicales en abril, en los comicios de noviembre, ca rac te r i zados aquí por una act iva part icipación, los votos en blanco superaron a los del conservadorismo (49,1% f r en t e a 44,2%).

En es te tr iunfo, por lo tanto, las disposiciones que condujeron a la abstención radical, demostraron una e f icac ia decisiva mien-t ras que ei f raude, dest inado a fundar el predominio conserva-dor, aparece e s t r e c h a m e n t e relacionado con las condiciones polí t icas que enmarcaban el accionar del par t ido en cada zona.

Así como para la e fec t iv izac ión de los comicios, el gobierno se encargó de sancionar las normas que permit ieron la exclusión del radicalismo, también para la concreción exitosa del f raude fue decisiva su ingerencia ac t iva . En es te caso, su gravitación se hizo sent ir sobre el Congreso al que declaró const i tuido por decre to , sin que fuese necesario que és te juzgase la validez de los diplomas de sus miembros. Este c r i te r io fue aprobado por los propios legisladores a pesar de las objeciones planteadas por los socialistas independientes, demócra tas progresistas, ant i -personalistas de Entre Ríos y socialistas; las que por sus propias incoherencias y ambigüedades fueron fác i lmente desechadas por los demócra tas nacionales y el resto de los ant ipersonal is tas .

S igni f ica t ivamente en 1936, luego de las violencias y el f raude que enmarcaron los comicios legislativos nacionales en la provin-cia de Buenos Aires, la mayoría de la Concordancia^(PDN, UCRA v pgD coincidió en proponer ia incorporación d i rec ta de los legisladores, sin que se debat iese la validez de las e lecciones de las que emanaban sus diplomas. En ambas ocasiones es te c r i te r io logró imponerse revelando así, más allá de las .pronuncia-das di ferencias en el nivel de resis tencia que presentó la oposi-ción, reforzada en 1936 por la presencia de los radicales y la decisiva gravi tación de su número, la debilidad e incapacidad política de los part idos enf ren tados al régimen para rever t i r los condicionamientos impuestos por és te .

A lo largo de e s t e proceso prevalecieron en tonces las conduc-tas dest inadas a dominar en lugar de dirigir, a imponer en lugar

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de conci l iar . ¿Estaba de terminado e s t e curso polít ico por las res t r icc iones que le imponían a la coalición gobernante las con-ductas y las exigencias de la oposición?. Ningün da to de la rea l i -dad permi te fundamenta r es ta posible explicación. Ni por su accionar , ni por el contenido de sus propuestas las fuerzad polí t i -cas y sociales más a f ec t adas por la res tauración del régimen conservador representaron una severa amenaza para el nuevo orden político. En ese sentido, algunas conductas re f le jan c l a ra -mente la fragil idad y el c a r á c t e r inorgánico de dichas fuerzas .

El Par t ido Socialista impulsado por su fé r rea oposición al rad ica-lismo, a la semana del golpe, daba a conocer una declaración de tono marcadamen te complaciente con el mismo "Los d i rec to-res de ese part ido (el radical) han vivido en las inst i tuciones para prost i tuir las , han invocado la Constitución para violarla, han proclamado el imperio de la ley para consumar toda clase de i legalidades (...) Los anhelos civiles de rec t i f icac ión polít ica impostergables encont raron en la fuerza armada de la Nación, formada en su total idad por ciudadanos y en su gran mayoría por (...) la clase t rabajadora , la cooperación e f i c i en te que ha terminado con un estado social cuya prolongación debemos decirlo era imposible" (12). Meses después, cuando se anulaban los comi-cios bonaerenses, la Alianza se negó a declarar la abstención en forma conjunta con el radicalismo, más aún, ut i l izó el descono-c imiento de dicha anulación por par te de los candidatos al iancis-tas, como recurso propagandíst ico para cap ta r el apoyo de los e lec to res bonaerenses.

En el seno de la UCR y a pesar de los levantamientos armados del pr imer quinquenio, nunca dejó de exist ir una cor r ien te procli-ve al acuerdo y la concil iación con el goierno de t umo . En la rica y densa coyuntura de 1935-36, el radicalismo reveló c la ra -mente sus l imitaciones. Su negativa a in tegrar el f r e n t e propuesto por los comunis tas en alianza con las fuerzas de cen t ro izquierda y espec ia lmente la forma en que resolvió el conf l ic to que se suscitó en t r e la Cámara de Diputados y el Poder Ejecut ivo a nivel nacional, a raiza de los f raudulentos comicios de 1936, lo descal i f icaron como fuerza política a l ternat iva y superadora de las p rác t icas implementadas por el régimen conservador.

Desde otro ángulo la conducta asumida por la CGT a par t i r del golpe tampoco implicó una amenaza real ; por el con t ra r io reveló la debilidad de una clase obrera f u e r t e m e n t e golpeada por la desocupación y la concepción conciliadora de su conduc-ción. En e s t e sentido I. Cheresky des taca el c a r á c t e r de la declaración püblica que la Mesa Directiva de dicha Confede ra -ción, emi t ió en dic iembre de 1930 con el fin de sol ici tar la conmutación de la pena de muer te de t res mil i tantes anarquis tas

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"Convencida esta Confederación de que ei Gobierno Provisional no mant iene en vigencia la ley marcial sino para asegurar la tranquilidad pública y para hacer respe tar el prest igio y la autoridad del gobierno (...) promueve es ta gestión».." (13).

III. Conf l ic tos internos y crisis inst i tucionales

La reorganización del Par t ido Conservador después de la der ro ta de abril de 1931 tuvo dos objetivos: rep lan tear la posición polí-tica del part ido, a fin de d i ferenciar las de los proyectos corpora -t ivis tas del gobierno de Uriburu y desplazar a los dir igentes , como e ra el caso de Moreno, que has ta ese momento habían desempeñado un papel decisivo en su conducción y en la f i jación de su línea de acción. La gravitación de Moreno se remontaba a 1917 cuando encabezó la f racción asambleís ta la que. an t e el debi l i tamiento de la maquinaria ugar t i s ta a par t i r de la in te r -vención radical en la Provincia, tomó el control del par t ido y encaró su rees t ruc turac ión sobre la base de un nuevo grupo de gente joven. Lo acompañaron en aquellas jornadas: A. Espil, Luis Grisolía, Benito de Miguel, Pablo González Escarrá , Alber to Medüs y Aurelio Amoedo.

A mediados de 1931, jaqueado por el f r acaso de la línea adop-tada en enero, el exper imentado dir igente in tentó reinvindicar sin éxi to su derecho a la dirección. Según su cr i te r io , és ta debía seguir concentrada en un hombre f u e r t e "un par t ido donde no hay más un hombre que pueda ser encargado de la dirección, es un par t ido muer to y sin más destino que el de ser sepul ta-do" (14). En es ta ocasión lograron imponerse sus adversarios y en la ca r t a orgánica, aprobada a f ines de 1931, se adoptó un s is tema de gobierno colegiado con la consiguiente supresión del cargo de presidente . Relegado en la e s t ruc tu ra par t idar ia y excluido de ia lista de candidatos a diputados, abandonó provi-sor iamente la actividad polí t ica.

En el grupo más def in idamente cr í t ico de la exper iencia con el uriburismo e interesado en el reacomodamiento de la e s t ruc -tura par t idar ia se des taca el peso de los caudillos pla tenses . Estos lograron la inclusión de dos de sus represen tan tes , Vicente Centurión y Uberto Vignart, en el seno de la nueva Comisión Direct iva , colocando así a dicho dis t r i to al mismo nivel que las secciones e lec tora les (hasta las r e f o r m a s de la legislación e lec tora l en 1934, la Provincia estuvo dividida en seis secciones, es tando el dis t r i to de La Plata incluido en la sección te rce ra ) . Obtuvieron además la designación de Raúl Díaz como candida to

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a la Vicegobernación, pero debieron ceder el ca rgo de gobernador ya que, más allá de los real ineamientos concre tados en el seno del part ido, en el más amplio escenar io de la polí t ica provincial y nacional se impuso una relación más equilibrada en t r e las f racc iones en pugna. Los reacomodamientos que se concre ta ron a nivel gubernat ivo pusieron de manif ies to el in te rés del grupo uriburista, -cuyo represen tan te más decidido en el par t ido era el ex ministro del inter ior , Matías Sánchez Sorondo- por man te -ner su control sobre la si tuación provincial.

A principios de octubre , al mismo t iempo que la Convención par t idar ia aprobaba la ca r ta orgánica, se concre tó el desplaza-miento de Manuel Alvarado como interventor en la Provincia, ocupando su puesto Raimundo Meabe. La breve gestión de Alvara-do, iniciada después que los sucesos de abril provocaron la renun-cia de Carlos Meyer Pellegrini, se distinguió por su c a r á c t e r más político. Durante la misma, los dir igentes más e s t r e c h a m e n t e vinculados con el control de la maquinaria par t idar ia ocuparon los principales puestos de gobierno. Manuel Fresco al f r e n t e de la Dirección General de Higiene, Juan Vilgré La Madrid de la de Escuelas, Luis María Berro fue oficial mayor del Ministerio de Hacienda, Raül Díaz comisionado municipal en La Plata y el gabinete quedó integrado por Aurelio Amoedo en Gobierno, Edgardo Míguez en Hacienda y Alberto Medús en Obras Públicas. El es t i lo de gobierno adoptado por el nuevo equipo dif ir ió sus tan-c ia lmente del que había ca rac te r i zado la administración de Meyer Pellegrini. La Casa de Gobierno se llenó de vis i tantes y los gas-tos c rec ie ron ace le radamen te a fin de s a t i s f ace r los rec lamos de una dirigencia polít ica severamente l imitada en su accionar por la conducción aus tera del i interventor sa l iente . En es te sen t i -do se anularon las disposiciones que l imitaban el acceso a la jubilación y se suprimió el descuento del 10% que a f ec t aba a los sueldos de los empleados públicos, al mismo tiempo que se disponía la incorporación de nuevo personal a la administración pública.

Alvarado, político salteño, miembro del part ido "Unión Provincial" junto con los Patrón Costas, y que luego se desempeñaría como ministro de Obras Públicas en el gobierno de Justo, se inclinó a favor de Míguez para fu turo gobernador provincial. La gestión de su sec re ta r io era , sin embargo, c r i t icada por quienes, como La Prensa, veían en su política de derroche la causa de los al tos impuestos que a f ec t aban a los propietar ios rurales.

En es te sent ido la designación de Ramimundo Meabe signif icó un cambio de or ientación, t a n t o en el rumbo político como en el f inanciero. Meabe, oriundo de Corr ientes , e ra miembro del Par t ido Liberal de aquella Provincia y es taba e s t r e c h a m e n t e

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vinculado con los grupos nacionalistas» con quienes reaparece r í a en el ámbito bonaerense al calor de la crisis de principios de 1935» El fue el encargado, según el tes t imonio del dir igente conservador R, Lobos, de /convencer a los dir igentes del PDN bonaerense de no buscar "un hombre polít ico activo, sino más bien una f igura de tendencia conservadora, independiente y que tuviera un nombre que fuera apoyado, no sólo por los polí-t icos mi l i tan tes sino también por la opinión independiente". La propuesta fue aceptada "un poco a regañadientes (,,,) puesto que si no se hubiese aceptado no se habría obtenido el apoyo que se quería obtener del gobierno nacional" (15), De es ta mane-ra se impuso la candidatura de Feder ico Mart ínez de Hoz, en la que se conjugan los dos rasgos que se han revelado como una cons tan te a lo largo del período: la subordinación al gobier-no nacional y la presencia act iva de los miembros de la clase dominante en el desenvolvimiento del par t ido y como candidatos del mismo. También en abril de 1931 se designó como Vicegober-nador a uno de ellos, Celedonio Pereda , que había concre tado su af i l iación sólo después del golpe de se t i embre .

Una vez concluidos los procesos e l ec to ra l e s y es tablecidas las nuevas autor idades, las tensiones generadas por la r ees t ruc tu ra -ción del par t ido se expresaron ab i e r t amen te . En su desenvolvi-miento se combinaron explosivamente, por una pa r t e el accionar de la f racc ión que reconocía el l iderazgo de Moreno y por otra los e n f r e n t a m i e n t o s que se produjeron en algunos distr i tos. Aque-lla, a par t i r de una decidida oposición y un marco polí t ico favorable a sus designios, logró reconquis tar las posiciones perdi-das en el seno del par t ido y avanzó ráp idamente sobre el apa ra -to gubernamenta l . Las disputas locales, por su par te , expresaton las tensiones en t r e f racc iones que compet ían por el control de los comi té s par t idar ios y los gobiernos municipales, objetivos e s t r e c h a m e n t e vinculados en t re sí. Estos úl t imos conf l ic tos no siempre se relacionaron con el anter ior , pero sí fueron intensa-mente vigorizados por el mismo=

Las a l t e rna t ivas por las que a t ravesaron estos en f ren tamien tos y la forma en que se modif icaron las relaciones de fue rza en t re las f r acc iones en pugan estuvieron í n t imamen te vinculadas con las or ientaciones polít icas que asumiera el gobierno nació-na, encabezando ahora por Justo y por las cont radic tor ias re la-ciones e s t r e é s te y el PDN, Es te part ido, que era miembro de la Concordancia , y más espec ia lmente su sección bonaerense, observaron con rece lo la conducta del Pres idente Justo, a quien ca l i f icaban de exces ivamente volcado a los ant ipersonal is tas , sobre todo a par t i r del sesgo que le imprimiera a su gobierno el minis t ro de inter ior y miembro de la Unión Cívica Radical Ant ipersonal is ta , Leopoldo Meló,

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A mediados de 1932» los hombres que respondían a Rodolfo More-no, mani fes ta ron su disconformidad con la marcha del proceso reorganizador que debía culminar con la elección de las au tor ida-des par t idar ias , demoradas a raíz de las d i f icul tades pra e laborar los padrones (es te t r á m i t e se a r ras t raba desde principios de ese año). En tal sent ido el grupo encabezado por Vicente Solano Lima, diputado nacional y dir igente de San Nicolás y Antonio Bergez, el hombre f u e r t e de Mercedes, solicitó a la Junta E jecu t i -va provisoria la suspensión de dichos comicios y la convocator ia a una asamblea general encargada de def inir c l a ramen te la postu-ra democrá t ica del partido; adoptar las medidas para r e f o r m a r la ca r t a orgánica, a fin de res tab lecer la división de poderes en t r e un organismo e jecut ivo y ot ro deliberativo; aprobar la publicación de un órgano periodístico par t idar io y const i tu i r un comi té in te rpar lamenta r io .

A par t i r de ese momento, los impulsores de la iniciativa desplega-ron una act iva campaña concre tada en ac tos públicos en los que profundizaron su cr í t ica a la conducción oficial , A f ines de se t i embre en un ac to en Mercedes, Solano Lima puso ei acen-to en los e f ec to s perniciosos que tenía para el part ido su e s t r e -cha vinculación con el gobierno de la Provincia y r emarcó la necesidad de fo r t a l ece r las p rác t icas democrá t icas a par t i r de una definida posición a favor de la Ley Sáenz Peña. Denunció la campaña e f e c t u a d a cont ra el Pa r l amento y el suf ragio univer-sal la que, ins t rumentada en nombre del pueblo, sólo pre tendía a r r eba ta r l e su derecho a opinar a t r avés del voto. La reacción que el mismo produjo en la dirigencia del conservadorismo, desem-bocó en las renuncias de Lima y Héctor Espil a sus bancas como diputados nacionales y en la const i tución del nuevo Par t ido Demó-c ra t a Nacional bonaerense de Avenida de Mayo por iniciativa de la f racción morenis ta que in tentaba recomponer sus fue rzas .

La nueva agrupación tenía sus apoyos más impor tan tes en los dis t r i tos de San Pedro, Mercedes, San Nicolás y Ramallo e inme-d ia t amen te buscó vincularse con aquellos comi tés disidentes que por dis t intas razones se hallasen en conf l ic to con la conducción, a fin de ampliar su base de sustentación. Sin embargo, como demostraron los comicios municipales de noviembre de 1932, el nuevo par t ido carec ía de una sólida inserción en el seno de la Provincia. Si bien en dichos comicios, el PDN se presen tó dividido en t r e in ta distr i tos , en la mayoría de los casos, las f r a c tu r a s respondían a s i tuaciones locales. La presencia del grupo se e f ec t i v i zó en un conjunto de diez distr i tos: Ramallo, San Pedro, Bar to lomé Mitre, Maipú, Patagones , Pehuajó, Quilmes, San Nicolás, Alber t i y Mercedes que fue su más f i rme vastión a t ravés de la ya consolidada Unión Comunal, encabezada por Bergez, Triunfaron en San Nicolás y Mercedes, en Pehuajó obtu-

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vieron el segundo lugar a escasa distancia del PDN, en Ramal lo y en San Pedro fueron cómodamente superados por el radicalis-mo y en el res to por el PDN„

Aunque los disidentes no contaban con las fue rzas necesar ias para e s t ruc tu ra r un par t ido sólido, su presencia adquirió especial gravitación en función de la vinculación e n t r e el tono cr í t i co y las propuestas de su discurso y el con tex to político en el que és te resonaba. Esta conjunción le permi t ió a lcanzar una signif icat iva t rascendencia fuera del ámbi to provincial y consoli-dar, aunque e f ímeramen te , su posición en el par t ido y en el gobierno provincial. Fue es te con tex to el que les permi t ió adqui-rir una considerable capacidad de presión, a pesar de su débil vinculación con los caudillos locales y su escaso control sobre la maquinaria e lec tora l .

En el momento en que los disidentes planteaban sus reclamos, se aprobó la ley 4095 que modif icaba !a legislación e lec tora l vigente y por la cual se imponía el padrón provincial. Este se confeccionar ía , ahora, cada cua t ro años a t ravés de la inscrip-ción d i rec ta a cargo de comisiones empadronadoras nombradas por las municipalidades respect ivas o por los jueces de paz mediante el s i s tema de sor teo. El p royec to se convir t ió rápida-mente en ley, aprobado por una Legislatura controlada por los demócra tas . Sin embargo, en pleno deba te en t r e "liberales" y of ic ia l i s tas en el seno del partido, los diputados demócra tas Garayo y Ormaechea presentaban un nuevo proyecto en el que solici taban la anulación de dicha ley. La propuesta enervó a la mayoría de los legisladores, espec ia lmente a los senadores, quienes insinuaron la posible aplicación de medidas disciplinarias. En reuniones de c a r á c t e r reservado, sin embargo, logró imponer-se un c r i t e r io conciliador y se resolvió encargar a una comisión in te rpar lamentar ia la elaboración de un código e lec tora l acabado, mientras se mantenía t rans i to r iamente la ley aprobada.

Si bien se dejaban tendidos los puentes para una posible reconci -liación, ia que se concre tó a mediados de 1933, en lo inmediato cada grupo buscó consolidar su posición. Los disidentes desplega-ron sus energías en giras que les permit ieron incorporar nuevas fuerzas y espec ia lmente cult ivaron su relación con el Pres idente de la Nación. El sec tor oficial , por su par te , prosiguió con la reorganización que concluyó en marzo del año siguiente (1933) con la elección de Antonio Barceló como sec re ta r io ge-neral.

A pesar de la escisión del grupo liberal, e s t e proceso fue lento y dificultoso, t an to por las f r icciones que se produjeron en las e lecciones en los distritos, como por la pareja relación

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de fue rzas en t r e ios dos candidatos al ca rgo de sec re t a r io gene-ral, A. Barceló y Manuel Fresco . En el d is t r i to de La P la ta , por ejemplo, la lista única impuesta por el C o m i t é Cent ra l del part ido en dicha localidad, fue ampl iamente resist ida a t r avés del inef icaz , pero único mecanismo posible: la borrat ina y la inclusión de nuevos candidatos . Con es te mecanismo se ponía de manif ies to t an to la escasa representa t iv idad de algunos candi-datos como la gravi tación de c ie r tos j e fes zonales que man i f e s t a -ban así su autoridad y el grado de disciplina con que le respon-dían quienes reconocían su liderazgo. De nueve secciones, la lista fue objeto de t ransgresiones en la Ira. , 2da., 3ra*, 4 ta . , 5ta., y 9na. En la sección 5ta. , por e jemplo sólo 27 de los 514 suf ragan tes avalaron a los candidatos propuestos por el Comi té Centra l , mient ras que el res to se pronunciaba a favor de la no of ic ia l izada que incluía a Cristóbal Mastay. En la sección 4ta. José Volponi era reemplazado por Manuel Güimil y en la 3ra» Juan de Dios Balvidares desplazaba a Romay.

A nivel provincial se impuso Barceló como sec re ta r io gracias al apoyo de los delegados de La Pla ta y de la sección 3ra., mientras que Fresco recibía el de los represen tan tes de la I ra . y 6 ta . y los de la 2da. y 5ta. se presentaban divididos. Una vez const i tu idas las autoridades se intensif icaron las gest iones tendientes a superar las d i fe renc ias con el sector disidente. En gran medida es te interés fue ac ica teado por la proximidad de los comicios legislativos a concre ta r se a fines de marzo en las secciones 5ta. y 6 ta .

El programa al que los disidentes subordinaron la concreción de dicha reunif icación incluía las siguientes cuest iones:

a) Reforma de la Consti tución b) Reforma electoral c) Reforma de la car ta orgánica del partido dest inada a dividir

la Junta Ejecut iva en dos organismos, uno e jecut ivo y ot ro deliberativo, al mismo t iempo que se res tablecía el ca rgo de presidente .

d) Publicación de un órgano periodíst ico par t idar io . e) Transformación progresiva del impuesto inmobiliario de la Pro-

vincia. f) Reducción de los impuestos al consumo. g) Realización de asambleas de in tendentes y conceja les del

par t ido a fin de coordinar un programa destinado a impulsar la formación de usinas e l éc t r i cas populares. Reducción de los presupuestos municipales y real ización de un pian de t raba jos públicos para combat i r la desocupación.

h) Creación de la policía judiciaria dependiente de la Suprema Cor t e de Jus t ic ia .

i) Considerar p r e f e r e n t e m e n t e la cuestión agrar ia .

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j) Destinar una mayor proporción del presupuesto a la instruc-ción primaria (16),

En ¡a prác t ica el deba te se cen t ró en la r e fo rma de la c a r t a orgánica y aün en e s t e punto las modif icaciones estuvieron muy lejos de signif icar una "autént ica democra t izac ioñ del pa r t i -do". Los propósitos y objet ivos que había esgrimido el grupo liberal revelaron su inconsistencia a lo largo de las negocia-ciones tendientes a la reunif icación y en la posterior conducta de los disidentes. Al respec to en la discusión sobre la nueva ca r t a orgánica se rechazó la propuesta de Solano Lima sobre la autor ización para que exis t iese más de un c o m i t é por locali-dad a fin de re f l e j a r las d i fe ren tes tendencias que se g e s t a s e n en el seno del par t ido.

Las modif icaciones introducidas en la e s t ruc tu ra organizat iva derivaron en el fo r t a lec imien to de los organismos e jecut ivos con un reducido número de miembros f r e n t e a los an te r io res cuerpos colegiados, mient ras que la pretendida ampliación de las facu l tades de las asambleas de delegados fue más formal que e fec t iva . Respec to de la elección de los candidatos que representar ían al par t ido en las elecciones nacionales y provincia-les, el nuevo e s t a t u t o res t r ingió las posibilidades de los af i l iados al es tab lecer que se considerarían e lec tos los candidatos "que hubiesen obtenido la total idad de los sufragios o que no tuvie-sen con ese total una di ferencia mayor del 50% de los votos emitidos y en el orden de colocación que ocupaban en las lis-tas" (17). Esta disposición representaba un re t roceso respec to al c r i te r io adoptado en 1931, que es tablec ía la inscripción en las listas "por el orden que corresponda desde el que obtuvo mayoría de sufragios has ta integrar el número de bancas obje to de la convocator ia" (18).

Las dos c a r t a s reconocieron a los delegados de los comi tés de dis t r i to un voto, más tantos votos como conce ja les demócra -tas integrasen los Consejos Del iberantes respect ivos . La gravi ta -ción política de los organismos par t idar ios de base quedaba así supeditada a su inserción en el apara to de gobierno.

Al concluirse la nueva reorganización de las demandas del grupo liberal a favor de una r e f o r m a a fondo de la e s t ruc tu ra par t ida-ria, quedaba como saldo, por una parte , la huella de un est i lo político más impac tan te por sus ce r t e r a s c r í t i cas que por su e f icac ia renovadora y por o t ra , el fo r t a l ec imien to del grupo morenista, el que ahora, avanzó decididamente sobre el par t ido y el gobierno teniendo como objetivo imponer sus candidatos en las e lecciones gubernat ivas provinciales de 1935. La reunif ica-ción, por lo tanto, no signif icó conciliación; por el contrar io ,

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las nuevas pugnas internas, concre tadas en el desplazamiento momentáneo de Barceló, fueron acompañadas por las r ecu r ren te s rees t ruc turac iones del gabinete que se concre ta ron e n t r e f ines de 1933 y principios de 1935,

No anal izaremos aquí es te proceso pero nos interesa des tacar como re levantes del mismo; la re i te rada recurrenc ia a las medi-das coerc i t ivas y la manipulación de las normas jurídicas bajo la burda máscara de la legalidad a fin de dirimir conf l ic tos internos; éstos tuvieron como móvil centra l consolidar posiciones en los puestos revestidos de poder para acceder al control absolu-to del apara to e s t a t a l .

En el ámbito bonaerense se produjeron entonces una variada gama de conf l ic tos de fue r t e intensidad y variada na tura leza ; algunos de ellos estuvieron más vinculados con la si tuación del partido: f rac tu rac ión de ios comités de dis t r i to en numerosas localidades, división del part ido a nivel provincial (1932-33) y otros en cambio, con la e s fe ra gubernamental : in tervenciones a ios municipios, rees t ruc turac iones minister iales (1933-35) y la dest i tución del gobernador (1935) pr imero por la fue rza y luego a t ravés del juicio político. Todos ellos sin embargo, se art iculan en una t rama común expresando las tensiones no resuel-tas en el seno del partido» las que en c ie r ta medida operaron como est ímulo para conc re t a r la anulación del mecanismo e lec -toral, bloqueándose así la posibilidad de regular los e n f r e n t a -mientos que generaba la lucha por el poder, Pero al mismo t i em-po la eliminación de es ta instancia le confir ió al partido, especia l -mente al grupo que lo controlara , el papel de gran e lec tor , exacerbando de esta manera las pugnas internas.

La dif icul tad para acep ta r los procedimientos elect ivos como método de selección del personal político» no sólo se man i fes tó f r en te al adversario sino que además const i tuyó uno de los ras-gos que definieron su desenvolvimiento Interno, En es te sentido, las re i te radas declaraciones a favor de la democrat izac ión del partido y de un protagonismo más act ivo de los afi l iados fueron desvir tuadas por una prác t ica que las redujo a meras expresiones de deseo. Ni en 1934, ni en 1936» por ejemplo» las listas de candidatos a diputados nacionales fueron consagradas por e leccio-nes internas previas, a pesar de las expresas disposiciones de la ca r t a orgánica.

Las causas y na tura leza de e s t a s tensiones const i tuyen uno de los aspectos que requieren un análisis más exhaust ivo y e laborada ref lexión. Sin negar la importancia y la necesidad de ahondar la exploración en torno a las complejas y sinuosas ar t iculac iones ent re lo social y lo político, por el momento nos interesa des ta -

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ca r algunos rasgos vinculados con la conformación polít ica del conservadorismo. En e s t e sent ido reconocemos en la e s t ruc tu ra del par t ido uno de ios f a c t o r e s que incide dec is ivamente en la prol i feración de los conf l ic tos . Este concep to tomado en sentido amplio incluye las formas de inserción del mismo en el seno de la sociedad, los mecanismos uti l izados para seleccio-nar el personal político, las acciones que definen su conducta y las concepciones que sustenta , lo que supone una determinada visión de la sociedad y una jerarquía de valores, y no meramen-te un programa de gobierno. Todos estos aspectos es tán es t re -chamen te vinculados con las p rác t icas polí t icas del pasado y el presente , en base a las cuales, al mismo t iempo que el par t i -do conformaba su perfil , se definía el escenar io polít ico en el que inscribían su accionar el conjunto de las fue rzas polít icas y se desplegaban determinadas a l te rna t ivas .

En es te sentido la gravitación de ios caudillos (aquellos jefes políticos que fundaban su poder en el control de la polícía local, el gobierno municipal y el comi té part idario, con las posibilida-des coerc i t ivas y los liderazgos pa te rna l i s tas que estos ins t rumen-tos les brindaban) se reveló como un fac to r de e f e c t o s cont rad ic-torios sobre el desenvolvimiento del partido. Las posibilidades y en algunos casos, la capacidad de éstos para cont ro lar y disci-plinar al e lec torado, es t imuladas a su vez por las concepciones predominantes en el partido y por las propias a l te rna t ivas políti-cas (resulta s ignif icat ivo que en abril, con el radical ismo como adversario, no se recurr iera al f raude y sí en noviembre, des-pués del f r acaso anterior) , les conf i r ieron un papel y un peso re levan te para garan t izar la dominación del conservadorismo. Pero al mismo t iempo, a t ravés de su conducta a l imentaron e intensif icaron los resquebra jamientos internos en la medida que la consecución de sus objetivos requirió de conductas dest ina-das a lograr la exclusión de todo tipo de oposición, t an to la de los adversarios políticos como la que se ges ta ra en el seno del propio part ido.

Se e s t ruc tu ró así una t rama de poder dentro de la cual ei comi-té de distr i to en la es fe ra par t idar ia y el municipio en la guber-nativa, por otra par te in terdependientes , const i tuían los últimos eslabones de una cadena de lea l tades y controles sobre los que se fundaban las instancias superiores, al mismo que eran sosteni-dos por éstas . Sobre la misma resul ta muy g rá f i co e tes t imonio del diputado provincial R» Lobos: "Dejaba la polít ica local (la del municipio de Magdalena) en manos de Jasac . Siempre mantu-ve una muy buena relación (...) porque era un hombre respe-tuoso (...) y que lo único que quería hacer él eran las cosas de la localidad, que no tenía más aspiraciones y que jus t amen te deseaba que yo colaborara con él en todo lo que significara

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la acción del gobierno provincial en La Pla ta ; e s t a r en con t ac to con las repar t ic iones públicas cuando él necesi taba apoyo para caminos que no eran resor te de las comunas, t ener alguien que le gest ionara el pronto despacho de sus expedientes" (19).

Genera lmente el mecanismo no operaba en condiciones t a n idíli-cas; o bien el polít ico local tenía o t ras aspiraciones e in tentaba romper un vínculo que lo subordinaba con ese caudillo que, ya en la Capital , perdía con tac to d i rec to con su c l ien te la polít ica, o más comúnmente las osci lantes re laciones de fuerza en el seno del gobierno provincial derivaban en la rees t ruc turac ión de los elencos políticos comunales.

Esta t r ama de dominación se apoyaba en tonces en la posibilidad de e j e rce r el poder, para lo cual se requer ía el control absoluto de la principal fuen te generadora del mismo, el Estado. Es te control , al conc re ta r se en forma exclusivista, hizo perder al Es ta -do legit imidad f r e n t e a la sociedad y además e f i cac ia , por el hecho de que dicho Estado se convir t ió en una presa re la t iva -mente fácil de obtener , ca ren te de resguardos f r e n t e a aspi rantes amparados por la total impunidad de que gozaban sus acciones, aún las más arb i t ra r ias , dent ro del c írculo par t idar io .

IV Procesos fraudulentos y reestructuración del aparato estatal

En es te con tex to el f raude, comúnmente visualizado como una serie de acciones dest inadas a repr imir la act ividad polí t ica de las fue rzas oposi toras y a construir un resul tado e lec to ra l f avora -ble al gobierno, se revela como el emergen t e más evidente de un vasto conjunto de prác t icas polí t icas. Estas a f ec t a ron t an to a las relaciones del conservadorismo con el res to de las fue rzas polí t icas como a la forma en que és te procesó y dirimió sus confl ic tos . La coerción no se l imitó a la imposición de r e s t r i c -ciones f r en t e al más impor tan te par t ido opositor, la UCR, sino que además se erigió en un ins t rumento esencial para dirimir los conf l ic tos en el seno del par t ido y aún para regular las re la-ciones en t r e las e s f e r a s gubernamenta les . Si bien permi t ió m a n t e -ner el control del poder, el hecho de que se impusiera como a l ternat iva f r en t e al f r acaso en la ins t rumentación de una pro-puesta consensúa 1 re f le ja las profundas debilidades de una clase dir igente que cada vez dirigía menos y dominaba más.

Esta desvirtuación del mecanismo e lec tora l generó f u e r t e s t ens io-nes en el seno del apa ra to es ta ta l . En e s t e sent ido se des tacan los conf l ic tos en t r e el Poder judicial y el Ejecut ivo provincial

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a raíz de las elecciones de noviembre de 1935 y marzo de ¡936.

Las res is tencias opuestas al accionar del partido desde el mismo aparato es ta ta l impulsaron a és te a concre ta r una serie de t ransformaciones destinadas a e f ec t iv i za r un control más es t r i c to por par te del grupo gobernante sobre el conjunto de los organis-mos gubernamentales , a t ravés del r e fo rzamien to del Ejecut ivo en desmedro de los otros poderes. En es te sentido fue especial -mente decisiva la pérdida de independencia del Poder Judicial en virtud de su gravitación en el proceso electoral . Su subordina-ción al Ejecutivo fue lograda t an to a t ravés de la presión di rec-ta, excluyendo a los funcionarios que intentaron o f r ece r resisten-cia, como mediante la aprobación de una legislación (leyes elec-torales, r e fo rmas en la organización del Poder Judicial) dest ina-da a encubrir e s te violentamiento de las normas vigentes. Por lo tanto, mient ras el par t ido se descomponía en en f r en tamien tos internos y el gobierno sufr ía cons tan tes crisis, en el seno del Estado se obstruía el accionar de ios organismos vinculados con la regulación transaccional de los conf l ic tos políticos v se re forzaban los d i r ec tamen te vinculados con la represión.

Un rasgo s ignif icat ivo de es te proceso es que así como se frus-traron las t en ta t ivas de las fue rzas de derecha tendientes a const i tuir el "part ido orgánico", los part idos de la oposición también se revelaron incapaces de generar una política coheren-te como a l te rna t iva viable f r en te a la crisis política que corroía el s i s tema. Sus l imitaciones quedaron d ramá t i camen te re f le ja -das en el t ranscurso de la significativa coyuntura de 1935-36, de la que emergieron debili tados y subordinados a las res t r iccio-nes impuestas por el régimen. Signif ica t ivamente , en se t iembre de 1936 el f r en t e conformado por radicales, demócra tas progre-sistas y social istas aceptaba postergar el debate sobre las frau-dulentas elecciones bonaerenses en el Congreso Nacional, y a! mes siguiente, la Legislatura provincial Iniciaba juicio polí-tico al juez Casaux Alsina, miembro de la Junta Escrutadora Nacional que había denunciado ené rg icamen te dicho f raude.

La inst rumentación de los mecanismos fraudulentos y su grado de e f icac ia dependieron de la exitosa combinación en t r e una coerción cada vez más intensa y la rees t ruc turac ión del marco legal que a f e c t ó t an to a la legislación e lec tora l como al Poder Judicial. De es te modo la c rec ien te concentración de poder en el Ejecutivo, t an ta s veces señalada respecto a su act ividad en el ámbi to económico, fue de c a r á c t e r más amplio y com-plejo. La ingerencia sobre la composición y organización del Poder Judicial estuvo vinculada con el afán por controlar la jun ta Escrutadora . Esta j un t a poseía una serie de atr ibuciones

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que le confer ían un peso decisivo en la regulación de los ac tos e lec tora les : const i tución de las mesas recep toras de votos, f i j a -ción de las condiciones en que se concre ta r ían los comicios, real ización del escrut inio y elaboración del d ic tamen respec to a la validez del proceso e lec tora l .

La reaparición del radical ismo en el escenario e lec tora l const i tuyó un fac to r clave en la profundización de es te avance sobre el Poder Judicial y en el agravamiento de las tensiones en t r e po-deres.

A fines de 1935 se inició en la Legislatura un accidentado deba te en torno a de terminadas r e fo rmas en la organización del Poder Judicial. En diciembre los senadores recibieron un proyecto del Poder Ejecut ivo destinado a modif icar la composición de la C á m a -ra Tercera de Apelaciones del fuero criminal . En el Senado, los demócra tas nacionales propusieron que los presidentes de las C á m a r a s de Apelaciones fuesen designados por el Poder Ejecu-tivo, anulando el s is tema vigente según el cual, el cargo de presidente se cubría mediante la uti l ización de un mecanismo au tomát ico basado en la rotación anual en t re todos los miembros de dichos cuerpos. Propusieron además que los miembros del Ministerio Público durasen cua t ro años en su cargo, pudiendo ser removidos por el Poder Ejecut ivo. Dicha iniciativa desvir tuaba el c r i te r io establecido durante ei debate de la r e fo rma cons t i tu -cional (1934) en ei que se había aceptado la conveniencia de la inamovilidad de estos funcionarios. El proyecto de los senado-res conver t ía al Ministerio Público en una dependencia del Poder Ejecutivo y abría la puerta para que és te controlase la composi-ción de la Junta Escrutadora integrada jus tamente por ios presi-dentes de las Cámaras de Apelaciones, el presidente de la Supre-ma Cor te y el presidente del Tribunal de Cuentas .

Si bien en esta ocasión la iniciativa no logró concre ta r se debido a su rechazo en la Cámara de Diputados, en julio de 1936, el c r i te r io de los Senadores respec to a la forma de designar a los presidentes de las Cámaras de Apelaciones era el que se imponía en la ley 4394 (art. 9).

S imul táneamente , durante los comicios gubernativos provinciaies de noviembre de 1935, la conducta que asumirían algunos de los jueces federa les desembocaría en un conf l ic to en t r e el gobier-no provincial y dichos jueces. En es te sentido las medidas dispues-tas por los jueces R. Medina de La Pla ta y J. N. Ast igueta de Mercedes cont ras tan con la act i tud complaciente que asumiera la j u n t a Electora l de la Provincia.. A f ines de oc tubre el juez Medina secundado por fue rzas de la subpre fec tu ra conc re tó una serie de espec tacu la res procedimientos: allanó la casa del diri-

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gente conservador M. Huisi, donde se encont raron numerosas l ibretas de enrolamiento, inspeccionó el local de la comisaría y el de! Regis t ro Civil de Almirante Brown y el domicilio par t i -cular del comisar io R. Frías. Es tas acciones provocaron la inme-diata reacción del J e f e de ia Policía, Dr. Elias Casas Pe ra l t a y del Poder Ejecut ivo quienes, sin discutir la competencia del juez, denunciaron la forma en que las había e jecutado, sin haber recurr ido al gobierno provincial. La Cor te Suprema de Just icia rechazó la protes ta que le e levara el Poder Ejecut ivo provincial entendiendo que no poseía jurisdicción sobre el caso y dispuso su pase a ia Cámara de Apelaciones de La P la ta . El fal lo de és ta no fue uniforme; mien t ras los jueces Zervino y Lascano sostuvieron que no exist ían motivos para sancionar al Juez Medina, el Dr. Benci consideró que correspondía e f e c -tuarle un l lamado de atención en virtud de que debió recurr i r al auxilio de las fue rzas policiales de la Provincia an tes de ut i l izar las de la P r e f e c t u r a .

El alud de denuncias precisas y la contundencia de evidencias que ya no podían ser ocul tadas, aunque no impidieron que la Junta provincial aprobase la elección, provocaron f r a c t u r a s en su seno. Mientras Argañaraz y Ríos se pronunciaron por la anulación de los comicios, Villalobos, Alegre y Flores los aprobaron aunque és te últ imo invalidó los resul tados de algunos distr i tos.

A pesar de que el PDN concre tó su objet ivo inmediato, la impo-sición de sus candidatos, la negativa repercusión del f raude puso de relieve las peligrosas consecuencias que se derivaban de dicha polí t ica. Los edi tor ia les de La Prensa const i tuyen en es te sent ido una fiel expresión de quienes consubstanciados con el orden económico social in tentaban preservar la legalidad de un s is tema político que perdía sus bases consensúales. "Desde la r e fo rma e lec tora l del año 1912 en ningún momento se ha encont rado la Provincia en condiciones tan deplorables como las ac tua les para el e jerc ic io del sufragio por los ciudadanos (.,.). Nuestro juicio prescinde en absoluto de las quejas de los part idos oposi tores y se apoya en los excesos que han documen-tado los poderes públicos bonaerenses, en las comprobaciones de la justicia federal y en los tes t imonios de los r edac to res de es te diario que (...) se han encont rado con la evidencia del prosel i t ismo real izado con los recursos of ic ia les y de la prepara-ción del f raude por todos los recursos imaginables (...).

Ningún par t ido > ningún régimen perdurarán mucho t iempo si la opinión pública les vuelve la espalda. Si no se enmiendan puede pronost icarse su desaparición sin t emor de e r ra r" (20). Al mismo t iempo dicho periódico des tacaba la "razonable posi-

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ción" del radicalismo, expresada en los discursos que p ronunc ia ron durante la campaña dir igentes como Alvear y Pueyrredón.

Con motivo de las e lecciones legislativas nacionales en 1936, volvió a p lantearse una situación conf l ic t iva , ahora en t re los miembros de la Junta Escrutadora Nacional, los jueces Luis Zervi-no, Ismael Casaux Alsina y Rodolfo Medina y el gobierno provin-cial.

Durante el período pree lec tora l la Junta adoptó una serie de disposiciones tendientes a garan t izar un e f ec t i vo control del f raude: resolvió encomendar la custodia de las urnas a las f u e r z a s del e j é r c i t o para lo cual encarar ía las gest iones correspondientes ante el Poder Ejecut ivo Nacional; dispuso que sus miembros f i rma-sen las urnas antes de ser distribuidas para evi tar su susti tución; avaló que los f iscales de los partidos f i rmasen los sobres en el momento del comicio y decidió designar a los pres identes de mesa sobre la base de las propuestas elevadas por los part idos políticos de modo que éstos obtuviesen una representac ión equ i ta -tiva y proporcional.

Respecto a la acción f iscal izadora del e j é rc i to és ta ya había sido implementado en los comicios legislativos de 1934 en Tucu-mán y Santa Fe. En es ta ocasión la Junta no llegó a e f ec t iv i za r el pedido ante el ministro de Interior en virtud de que és te rechazó las solici tudes concre tadas por las Juntas de Santa Fe, Corr ien tes y Tucumán.

Por su par te , los jueces federa les Medina y Ast igueta sol ic i ta-ron a las j e f a tu ra s policiales de la Provincia que durante la efec t iv izac ión de los comicios complementar ios (15 de marzo) se colocasen bajo sus órdenes d i rec tas a fin de superar las dif icul-tades que habían t rabado su actuación para resolver las denuncias sobre violaciones e lec tora les durante la jornada del 1 - de marzo. En forma inmediata el Poder Ejecut ivo provincial denunció la conducta de los jueces señalando que violaban el "equilibrio y armonía de poderes" y ordenó a los funcionarios policiales que sólo aca tasen las disposiciones de los jueces de paz y que en los es tab lec imientos bajo su dependencia no se permi t iese la intromisión de empleados ajenos a la repar t ic ión.

Al concluir ambas jornadas la Junta elaboró el d ic tamen que presentar ía a la Cámara de Diputados. En él mani fes tó su convic-ción de que las e lecciones se habían desarrol lado dentro de un marco de violencia y de f raude y le recordó a la Cámara que era a ella a quien correspondía decir la ül t ima palabra "por lo que es t a Junta , f r e n t e a ios hechos i r regulares que ha compro-bado, sin a t r icuciones para anularlos, en cada caso hizo el pronun-

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c iamiento respect ivo para que esa Honorable Cámara y la Just i -cia Federa! apliquen las sanciones que la opinión publica espe-ra" (21).

A fines de marzo la Junta de Gobierno del PDN bonaerense aprobó una serie de resoluciones dest inadas a e sca rmen ta r a los jueces que se habían permit ido cuest ionar su accionar . El partido resolvió promover juicio político a los jueces Medina y Ast igueta y encomendar a los legisladores el estudio de la conducta del Pres idente de la Suprema Cor te provincial» Casaux Alsina, a fin de de te rminar en qué medida su actuación había a f ec t ado la autonomía de 1a Provincia»

A principios de octubre , en la Cámara de Diputados, la comisión investigadora aconsejó la real ización del juicio polít ico a dicho juez en virtud de que había transgredido la ley de residencia. Este fue aprobado por los diputados demócra tas a pesar de la fé r rea oposición de los radicales, los social is tas y la act iva campaña desarrollada por El Día denunciando el significado político de la medida.

A t ravés de es ta visión todavía f r agmenta r i a hemos intentado des tacar el c a r ác t e r complejo y la diversidad de mat ices con que se presen tan los conf l ic tos y las relaciones que en t r e t e j en la t r ama polít ica. Desde esta perspectiva, la tan difundida ver-sión que explica la conducta de los conservadores como mera expresión de las l imitaciones que constr iñen a la c lase domi-nante, debil i tada por ¡a crisis y jaqueada por la amenaza del radicalismo, revela un fue r t e sesgo determinis ta . A par t i r de es-tas ref lexiones no pretendemos oponer f r en te a las in t e rp re ta -ciones que buscan en lo social, en sus múltiples y con t rad ic to -rias ar t iculaciones , las causas que den cuenta de esa dinámica política, una imagen en la que, en la e s fe ra de lo político, todo es posible y que su lógica se agota en el reconocimiento de los e r rores y los ac ier tos de sus protagonistas . Pero sí sos te-nemos la necesidad de profundizar el análisis de lo político f r en t e a una realidad que requiere ser abordada desde múltiples perspectivas» a fin de comprender una dinámica que no se agota en esquemas causales.

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NOTAS

{1) Miembros de la Junta Reorganizadora creada el 29/10/30

Juan Carballido

Alfredo' Echagüe

Ezequiel Ramos Mejía

José Arce

Horacio Sánchez Elía

Benito de Miguel

José María Bustillo

Dionisio Schoo Lastra

Manuel J. Guiraldez

Nicolás A. Avellaneda

Vicente Solano Lima

Horacio Bruzzone

Francisco Llobet

Agustín J. Carus

Raúl Chevalier

Edgardo J. Míguez

José Naveira

Juan Vilgré La Madrid

Raúl Ziirtmerman

Daniel Videla Dorna

Pedro A. Lacau

Roberto Dowdal

Adrián Escobar

Julián Frers

Matías Pinedo 01 iver

Luis 0'Farrell

Ramón Olaciregui

Marcelo Ugarte

Alberto Udaondo

Silvio E. Parodi

Juan' J. Sore

Ernesto Hueyo

Cesar González Guerrico

Juan J. Etcheverry

Julio Genoud

Lino Landajo

José Marra Perez Bustos

Roberto Lobos

Fermín Moyano

Oscar Milberg

Cosme Massini Ezcurra

Gustavo Pueyrredon

Oscar Sanset

Cesar Ameghino

Gustavo Fredérking

Rodolfo Funke

Carlos Germán Frers

Juan B. Ibarra

Manuel Mujica Farías

Jacinto Ruiz Guiñazu

Carlos Luro

José A. Güiraldez

- Fuente: EL DIA, 30/10/1930, pag. 3

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(2) EL DIA: 4/1/1930, p. 3

(3) EL DIA: 21/1/1931, p. 3

(4) Cantón, D.: MATERIALES PARA EL ESTUDIO DE LA SOCIOLOGIA POLITICA EN

ARGENTINA, instituto Torcuato Di Telia, Bs„ As», 1968, T„I„,

pp. 83-86.

(5) Cantón, D.: ELECCIONES Y PARTIDOS POLITICOS EN LA ARGENTINA, Siglo

XXI, Bs. As., 1973, p. 134

(6) Cantón, D.: MATERIALES..., pp. 101-106

(7) Correspondencia personal de Pablo Gonzáles Escarrá a Rodolfo Moreno,

carta del 1/3/1930

(8) EL DIA: 21/4/1931, p. 3

(9) EL DIA: 24/6/1931, p. 3

(10) LA PRENSA: 13/8/1931, p. 9

(11) LA NACION: 6/11/1931, p. 7

(12) LA VANGUARDIA: 12/9/1930, p. 1

(13) Cheresky, I.: SINDICATOS Y FUERZAS POLITICAS EN LA ARGENTINA PERONISTA

(1930-1943), Boletín de Estudios Latinoamericanos y del Caribe, N9

31, Amsterdain, dic. 1982, p. 11

(14) EL DIA: 17/8/1931, p. 3

(15) Entrevista a Roberto Lobos, Proyecto Historia Oral, Instituto Torcuato

Di Telia, p. 19

(16) EL DIA: 15/3/1933, p. 4

(17) PDN, distrito de la Provincia de Buenos Aires: CARTA ORGANICA, 1933,

art. 62

(18) PDN, distrito de la Provincia de Buenos Aires: CARTA ORGANICA, 1931,

art. 61

(19) Roberto Lobos, Proyecto Historia Oral, Instituto Torcuato Di Telia,

p. 21

(20) LA PRENSA: 1/11/1935, p. 6

(21) CAMARA DE DIPUTADOS DE LA NACION, 1936, T.I., p. 975

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