baudelaire y el arte

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Destaca el influjo en los pintores simbolistas Carlos Schwabe y Odilon Redon, quienes realizaron varias ilustraciones para Las flores del mal. Otro simbolista que se verá influenciado por la obra de Baudelaire es Gustave Moreau.

Gloria y alabanza a ti, Satán. Ilustración para Las flores del mal, de O. Redon

Voluptuosidad. Ilustración para Las flores del mal, de O. Redon

Los simbolistas

El mito de Orfeo Una de las versiones de Salomé

Gustave Moreau

Ilustración para el poema Albatros

Carlos Schwabe

La muerte del sepulturero

Bendición

A mi lado el Demonio sin cesar se revuelve;nada a mi alrededor como un aire impalpable;lo aspiro y lo siento quemando mis pulmonesy los llena de un deseo eterno y culpable.

Toma a veces, pues sabe cuánto me gusta el Arte,la forma de la más seductora mujer,y, con el pretexto de quitarme las penas,acostumbra mis labios a sus filtros infames.

Así me lleva lejos de la vista de Dios,destrozado de fatiga y jadeante, en mediode llanuras de Hastío[1], profundas y desiertas,

y en mis pupilas llenas de confusión arrojamancillados vestidos, heridas palpitantes,y el bullicio sangrante de la Destrucción.

Destrucción, ilustración para Las flores del mal, de Carlos Schwabe

Beldad fuerte prosternada ante la belleza frágil,

Soberbia, ella trasuntaba voluptuosamente

El vino de su triunfo, y se alargaba hacia ella,

Como para recoger un dulce agradecimiento.

Buscaba en la mirada de su pálida víctima

La canción muda que entona el placer,

Y esa gratitud infinita y sublime

Que brota de los párpados cual prolongado suspiro[…]

La áspera esterilidad de vuestro gozo

Altera vuestra sed y enerva vuestra piel,

Y el viento furibundo de la concupiscencia

Hace claquear vuestras carnes como una vieja bandera.

¡Lejos de los pueblos vivientes, errantes, condenadas,

A través de los desiertos, acudid como los lobos;

Cumplid vuestro destino, almas desordenadas,

Y huid del infinito que lleváis en vosotras!

La juventud de Baco, William Adolphe Bouguereau

Es una mujer bella y de espléndido porte,

Que en el vino arrastrar deja su cabellera.

Las garras del amor, los venenos del antro,

Resbalan sin calar en su piel de granito.

Se chancea de la muerte y del Libertinaje:

Los monstruos, cuya mano desgarradora y áspera,

Ha respetado siempre, en sus juegos fatales,

La ruda majestad de ese cuerpo arrogante.

Camina como diosa, posa como sultana;

Una fe mahometana deposita en el goce

y con abiertos brazos que los senos resaltan,

Con la mirada invita a la raza mortal.

Cree o, mejor aún, sabe, esta infecunda virgen,

Necesaria, no obstante, en la marcha del mundo,

Que la hermosura física es un sublime don

Que de toda ignominia sabe obtener clemencia.

Tanto como el Infierno, el Purgatorio ignora,

Y cuando llegue la hora de internarse en la Noche,

Contemplará de frente el rostro de la Muerte,

Como un recién nacido -sin odio ni pesar.

Las mujeres de Argel, de Delacroix

—"Contemplemos complacidos esta caricatura

Y esta sombra de Hamlet imitando su postura,

La mirada indecisa y los cabellos al viento.

¿No inspira gran piedad ver a este buen compañero,

Este vagabundo, este histrión vacante, este bribón,

Porque sabe desempeñar artísticamente su rol,

Empeñarse en atraer con la canción de sus dolores

Las águilas, los grillos, los arroyos y las flores,

Y hasta a nosotros, autores de estos viejos papeles,

Recitarnos aullando sus tiradas públicas?"

Habría podido (mi orgullo alto cual los montes

Domina la nube y el grito de los demonios)

Desviar simplemente mi testa soberana,

Si no hubiera visto entre su tropel, obscena,

¡Crimen que no hizo vacilar al sol!

La reina de mi corazón, la de mirada incomparable,

Que se reía con ellos de mi sombría angustia

Y les hacía, a veces, alguna sucia caricia.

Volaverunt, de Goya

¿Qué isla es ésta, triste y negra? —Es Citerea,

Nos dicen, país celebrado en las canciones,

El dorado banal de todos los galanes en el pasado.

Mirad, después de todo, no es sino un pobre erial.

—¡Isla de los dulces secretos y de los regocijos del corazón!

De la antigua Venus, soberbio fantasma

Sobre tus aguas ciérnese un como aroma,

Que satura los espíritus de amor y languidez.

Bella isla de los mirtos verdes, plena de flores abiertas,

Venerada eternamente por toda nación,

Donde los suspiros de los corazones en adoración

Envuelven como incienso sobre un rosedal

Donde el arrullo eterno de una torcaz

-Citerea no era sino un lugar de los más áridos,

Un desierto rocoso turbado por gritos agrios.

¡Yo, empero, vislumbraba un objeto singular![…] Embarque para Citerea, de Watteau

Cupido está sentado sobre el cráneo

De la Humanidad,

Y sobre este trono el profano,

Con risa desvergonzada,

Sopla alegremente burbujas redondas

Que suben en el aire,

Como para alcanzar los mundos

En el fondo del éter.

El globo luminoso y frágil

Toma un gran impulso,

Estalla y escupe su alma sutil

Como un sueño dorado.

Escucho al cráneo, en cada burbuja

Rogar y gemir:

—"Este juego feroz y ridículo,

¿Cuándo debe concluir?

Porque lo que tu boca cruel

Desparrama en el aire,

Monstruo asesino, es mi cerebro,

¡Mi sangre y mi carne!"Quis evadet, de Goltzius