bate, luis felipe. el proceso de investigación en arqueología

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 EL PROCESO DE INVESTIGACIÓN EN ARQUEOLOGÍA luis felipe bate Tesis de Doctorado en Prehistoria y Arqueología Depto. de Prehistoria y Arqueología. Universidad de Sevilla. España. 1996 Bajo el título: Una posición teórica en Arqueología. Publicado en Editorial Crítica. Barcelona 1998.

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  • EL PROCESO DE INVESTIGACIN

    EN ARQUEOLOGA

    luis felipe bate

    Tesis de Doctorado en Prehistoria y Arqueologa Depto. de Prehistoria y Arqueologa. Universidad de Sevilla. Espaa. 1996 Bajo el ttulo: Una posicin terica en Arqueologa. Publicado en Editorial Crtica. Barcelona 1998.

    USUARIONoteBate, Luis Felipe. 1998El proceso de Investigacin en Arqueologa.Editorial Crtica, Barcelona.

  • Quien teme a que le roben una idea teme, en realidad, a no ser capaz de producir otras nuevas. Principio Evenflo [ l.f.b.]

    "A partir del advenimiento de la civilizacin, el acrecentamiento de la propiedad ha sido tan inmenso, sus formas tan diversificadas, sus empleos tan generalizados y su manejo tan inteligente para el inters de sus dueos, que ha llegado a ser para el pueblo una potencia indomable. La mente humana se siente aturdida en presencia de su propia creacin. Llegar el da, sin embargo, en que el intelecto humano se eleve hasta dominar la propiedad y defina las relaciones del estado con la propiedad que salvaguarda y las obligaciones y limitaciones de derechos de sus dueos. Los intereses de la sociedad son mayores que los de los individuos y debe colocr-selos en una relacin justa y armnica. El destino final de la humanidad no ha de ser una mera carrera hacia la propiedad, si es que el progreso ha de ser la ley del futuro, como lo ha sido del pasado. El tiempo transcurrido desde que se inici la civilizacin no es ms que un fragmento de la duracin pasada de la existencia del hombre y un fragmento de las edades del porvenir. La disolucin social amenaza claramente ser la terminacin de una empresa de la cual la propiedad es el fin y la meta, pues dicha empresa contiene los elementos de su propia destruccin. La democracia en el gobierno, la fra-ternidad en la sociedad, la igualdad de derechos y privilegios y la educacin universal anticipan el prximo plano ms elevado de la sociedad, al cual la experiencia, el intelecto y el saber tienden firmemente. Ser una resurreccin, en forma ms elevada, de la libertad, igualdad y fraternidad de las antiguas gentes."

    Lewis H. Morgan Ancient Society. New York, 1877.

  • T e m a r i o. Prefacio. 1. Antecedentes histricos: breve resea. 2. Fundamentos generales. 1. El concepto de posicin terica. 2. Area valorativa y objetivos cognitivos. 3. Relacin entre teora y mtodo. 4. Generalidad y particularidad. 5. Especificidad de la arqueologa. 3. Estructura general del proceso de investigacin: los problemas ontolgicos. Las instancias ontolgicas. 1. El materialismo histrico. 1.1. De cul marxismo? 1.2. Sociedad concreta. 1.3. Periodizacin. 1.4. La cuestin tnico nacional. 1.5. Un deslinde necesario. 2. Historia de los contextos arqueolgicos. 2.1. Procesos de formacin. 2.2. Procesos de transformacin. 2.3. Presentacin de los contextos. 3. Historia de la produccin de la informacin. 3.1. Contextos de produccin de informacin. 3.2. Produccin sistemtica de informacin. 4. Cadena gentica de la informacin arqueolgica.

  • 4. Estructura general del proceso de investigacin: los problemas metodolgicos. Consideraciones generales. Las instancias metodolgicas. 1. Produccin de la informacin. 2. Identificacin de culturas arqueolgicas. 3. Reconstruccin de las culturas. 4. Inferencia de modos de vida y formaciones sociales. 5. El desarrollo histrico concreto. Lgica y realidad en la investigacin. 1. Estructuras lgicas y pensamiento real. 2. Sobre las formas de exposicin. 5. Contextos y perspectivas. Bibliografa.

  • PREFACIO.-

    Es probable que no en todos los pases latinoamericanos se hayan anticipado con la misma

    claridad y crudeza que en Mxico los efectos socioeconmicos de las polticas neoliberales

    sobre las naciones subdesarrolladas del Sur, aunque muchos como Venezuela, Per, Bolivia

    o Argentina van siguiendo los mismos pasos. No obstante, gracias a la corrupcin

    estructural en que se sustentan slidamente nuestras democracias, la voracidad

    privatizadora sigue avanzando sin contrapeso sobre las escasas empresas estatales

    rentables, sobre los fondos de ahorros obligatorios de pensiones y, desde luego, sobre los

    recursos naturales que haban llegado a constituir el patrimonio de nuestros pueblos.

    En el momento de las grandes promesas del nuevo modelo, coincidente con el triunfo

    de la libertad y la democracia Occidental frente al ex-bloque socialista, se nos anunciaba la

    inminencia de pasar al Primer Mundo gracias al libre mercado mundial. Se impuso

    entonces un concepto de "excelencia acadmica" que dej de mirar hacia las tradiciones

    cientficas y culturales europeas, para centrarse en el ejemplo de algunas facultades de

    economa y decenas de institutos comerciales de los Estados Unidos de Norteamrica,

    ignorando el amplio espectro de nuevas corrientes que se desarrollan en las ciencias

    sociales, incluyendo a la arqueologa, en esa nacin. Fuimos as sometidos a una especie de

    taylorismo acadmico individualista, en que las instituciones oficiales y privadas definen

  • los parmetros de la competencia y pueden efectuar una efectiva seleccin por la va de los

    "estmulos", financiamientos o desapoyos a los investigadores.

    El "efecto tequila" en nuestras ciencias sociales es una especie de resaca de la que no

    se logran reponer, por falta de recursos y de expectativas. Y, en la arqueologa, da la

    impresin de que la mirada, algo aturdida, no se quisiera desprender de las imgenes de

    antes de la desilusin. El hecho es que, con todo, el mundo afuera ha seguido movindose

    gilmente, siendo la arqueologa una de las disciplinas que registra gran variedad de nuevas

    propuestas e interesantes debates. Mientras, en nuestro medio, se acusa una

    desactualizacin provinciana notable.

    Todava se conserva el retrato de hace unos pocos aos, cuando predominaba la moda

    del "irracionalismo crtico", de acuerdo con el cual podamos considerar que no hay

    argumentos "mejores" o "peores" para defender cualquier posicin terica. Estbamos muy

    agradecidos porque, si era una postura consecuente, significaba que mantener una posicin

    histrico materialista tambin deba ser considerado vlido, cuando -una vez ms- muchos

    la consideraban un perro muerto. Sobre todo, cuando algunos prceres de Cambridge, como

    Ian Hodder, haban descubierto que el discurso de "La Arqueologa" -parecera superfluo

    anotar que se trata de la "arqueologa-en-ingls"- es colonialista. Y, en un arranque que all

    debe sonar altamente progresista y democrtico, sumado a un paternalismo conmovedor, se

    aseguraba que haba que "permitir" que se expresaran los discursos de los diversos

    colectivos tradicionalmente sojuzgados o subordinados. De modo que eran bien vistos los

    discursos arqueolgicos que dieran voz a los subdesarrollados, colonizados, negros, indios,

    gitanos y minoras tnicas y nacionales en general, a las mujeres y homosexuales, a los

    ecologistas y otros grupos discriminados.

    Nosotros, por lo menos, calificamos como tercermundistas subdesarrollados. Por lo

    que, dicho sea de paso, habamos tenido la oportunidad de tomar conciencia de que buena

    parte de la "arqueologa-en-ingls" -no toda, desde luego- posee un discurso imperialista y

    colonialista. Pero pertenecemos a una corriente que viene conformando una propuesta

    desde hace varios aos y debemos confesar que nunca pensamos en que debamos esperar

    la generosa autorizacin de nadie para expresarnos.

  • No obstante, ha sido una buena oportunidad para abrir ms puertas al dilogo. Claro

    est que la buena voluntad debera expresarse en reciprocidad. As, por nuestra parte, la

    mayora de los subdesarrollados hemos tenido que aprender, bien o mal, a leer ingls para

    mantenernos medianamente al da. Y ya hay unos pocos colegas anglfonos que nos leen

    en espaol, no solo para obtener la informacin emprica necesaria a sus personales

    investigaciones concretas sobre nuestras exticas regiones.

    Pensamos que habra argumentos ms que abundantes para seguir sosteniendo

    razonablemente una posicin materialista. No slo en filosofa, sino desde las ciencias

    sociales, partiendo de la suposicin de que la elevada complejidad de la realidad social y la

    diversidad de sus manifestaciones concretas de todo orden encuentran nexos estructurales y

    causales de peso en su base material de existencia.

    Nos parece que resultara poco convincente pretender calificar a Sartre de "marxista

    ortodoxo" o de ingenuo desubicado. No obstante, en su Crtica de la razn dialctica se

    atrevi a afirmar que el marxismo, como concepcin de la realidad, surgi en determinadas

    condiciones histricas: las del capitalismo. Y que, mientras tales condiciones histricas

    persistieran, la concepcin marxista constituira el horizonte cognitivo de la poca. Si esto

    es as, cabe anotar que tambin es claro que hoy asistimos a un ms evidente despliegue de

    la contradiccin esencial del capitalismo: la contradiccin entre propietarios de capital y

    trabajadores. Tal vez no sobre recordar, aunque las circunstancias sean considerablemente

    diferentes, que el marxismo naci como alternativa a la primera gran anunciacin del "fin

    de la historia", vocacin que no tiene que perder necesariamente, si sabe responder a los

    grandes cambios.

    Nos parece que sigue habiendo tambin motivos para sostener posiciones polticas de

    rechazo a los atropellos del sistema social que, como es a todas luces evidente, no se han

    acabado ni mucho menos. Entendemos que entre la ciencia y la poltica hay una relacin

    tica y reivindicamos el derecho a mantener una posicin vital coherente. Esto, a pesar del

    xito hegemnico que alcanza el sistema imperante, ante el retroceso y derrota de las

    izquierdas esclerosadas y burocrticas. El que no slo se debe al recurso apabullante del

    control de los medios de comunicacin. Tambin a la manipulacin de las posibilidades de

  • acceso y sobrevivencia en el nuevo sistema de mercado de directo control privado, que

    amenaza convincentemente de exclusin a la pequea burguesa, siempre

    desesperadamente arribista y de un oportunismo tan poco decoroso como apresurado.

    Pareciera que el cupo es limitado y, entre los intelectuales, nadie quiere ser el ltimo en

    corear la obsolescencia y nueva muerte inminente del marxismo, para hacer notoria su

    adhesin al lado conveniente.

    Concordamos con la afirmacin lakatosiana de que las posiciones tericas no caen

    solas, ni an por falta de apoyo emprico, sino slo cuando son substituidas por otras que

    demuestren mayor potencialidad explicativa -esto es, completud y compatibilidad- frente a

    los viejos problemas y capacidad de abrir y ofrecer respuestas a nuevas interrogantes.

    Pensamos que, partiendo de las premisas de la dialctica materialista, como ncleo

    terico del materialismo histrico, se dispone de una posicin terica consistente en los

    campos de la epistemologa, la ontologa y la lgica. Que sta posee un elevado poder

    heurstico para enfrentar las necesarias tareas de desechar errores hoy evidentes, replantear

    crticamente diversas cuestiones y ampliar el desarrollo de temticas importantes pero

    insuficientemente tratadas o hasta ahora ausentes de su espectro de intereses. Claro est que

    eso implica un trabajo disciplinado y creativo, sin grandes expectativas de xito en el

    mercado.

    Aunque asistimos al vergonzante desfile de modas presentado por ex-izquierdistas y

    ex-marxistas msticos que ya estn de regreso de un lugar al que nunca fueron y que dan

    por descontado que el marxismo est demode, lo cierto es que no se aprecia con demasiada

    claridad el surgimiento de nuevas propuestas alternativas capaces de dar respuestas

    integrales y coherentes a la complejidad de los problemas sociales actuales, o del pasado.

    Esto es notable, al menos, en el mbito de la arqueologa latinoamericana en el cual

    desarrollamos nuestro trabajo. Advirtiendo que sto no significa excusar desinformacin de

    lo que ocurre en otras reas del planeta.

    Finalmente, la ola posmodernista en sus diversas vertientes ha cumplido su saludable

    papel crtico y, en tanto no constituye una propuesta general coherente para la arqueologa,

    tambin ha pasado de moda. Y sto no ha sucedido, como es comn, slo porque el medio

  • ha sido encandilado por nuevas modas y, en su distraccin, lo ha ido olvidando sino, ms

    bien, porque ha sido objeto de slidas crticas. Y, entre las opciones tericas donde

    buscan inspiracin las variadas y abundantes propuestas y temticas en discusin, el

    materialismo histrico constituye actualmente una referencia abierta y reiterada

    .

    Este trabajo es sobreviviente y heredero de muchos abandonos. Lo comenc a escribir

    con la intencin de hacer un artculo conciso, en 1985, en Ecuador. Su redaccin se fu

    extendiendo, discutiendo y rehaciendo -como una crnica- a lo largo de varios aos, sin

    prisas por llegar a su publicacin. Hasta que, bajo la direccin de los colegas Oswaldo

    Arteaga y Francisco Nocete, se convirti en el material bsico para la elaboracin de esta

    tesis.

    Un primer esbozo de este planteamiento fue apuntado en la reunin sobre Indicadores

    Arqueolgicos, organizado en 1984 por la Sociedad Venezolana de Arquelogos (SOVAR).

    Versiones ms formalizadas fueron expuestas en la Escuela de Arqueologa y Antropologa

    de Guayaquil y en un ciclo de conferencias auspiciado por el ILDIS en Quito, en 1985. Una

    sntesis ms desarrollada se present en la reunin de trabajo del Grupo Oaxtepec, en

    Oaxtepec en 1986. En 1989 llevamos un resumen general a la reunin sobre Enfoques

    Alternativos en Arqueologa organizado por la Wenner Gren Foundation en Cascais,

    Portugal, bajo la forma de un breve artculo (traducido al ingls por Manuel Gndara), el

    que responda a la idea con que habamos iniciado stas lneas, si bien slo destaca las

    propuestas ontolgicas. Entre tanto, las principales vctimas han sido nuestros alumnos de

    la ENAH en Mxico

    Por el camino, fueron distribuidas mltiples fotocopias de lo que se llevaba redactado,

    entre los colegas amigos. Incluso, el texto sin concluir fue dado a los estudiantes como

    material de lectura por los colegas de la ctedra de Teora Arqueolgica. De ah que, ante la

    observacin amable de algunos amigos sobre el hecho de que tal promiscuidad en la vida

    del texto podra prestarse a que alguien se "robara las ideas", en una de las amenas

    conversaciones del Grupo Evenflo acuamos la frase con que introducimos este trabajo.

    Por lo dicho, existen diversas referencias escrupulosas a los antecesores de este escrito -

  • citado bajo diversos ttulos, todava provisorios, o como comunicacin personal- en

    artculos y libros que ya han sido publicados. Aclaro que, del mismo modo por mi parte,

    cuando he tomado sugerencias an inditas de otros colegas, hago siempre la referencia

    como comunicacin personal.

    Aunque el texto bsico se excedi en extensin para ser un artculo, intentamos

    conservar cierta brevedad puntual de la redaccin para mantener la forma inicial. Adems,

    una de las intenciones de mis directores ha sido la de promover, en la presentacin de las

    tesis, el mayor desarrollo de los contenidos terico metodolgicos, frente a una pesada

    tradicin en que los directores y tesistas se sienten obligados a presentar descomunales

    mamotretos que, por lo general, se llenan con interminables y meticulosas descripciones

    empricas. Donde la parte "terica" suele ser una decena de pginas con conclusiones del

    tenor de "debe haber sido un personaje muy importante, como lo atestiguan las

    innumerables ofrendas prolijamente descritas". Por lo dems, si se trata de mostrar oficio en

    ese sentido, puedo acreditar con publicaciones previas mi capacidad de martirizar a algn

    lector con el manejo de las referencias empricas. Pero debo confesar que, aunque sea una

    perversin, tambin lo disfruto.

    Los contenidos y la forma de exposicin -que sera demasiado pomposo llamar

    "estilo"- responden a lo que hemos considerado una necesidad en el contexto de la

    arqueologa que se desarrolla en nuestro subdesarrollado mundo latinoamericano. Tal

    necesidad era la de dar una visin general de nuestra concepcin de la arqueologa, en la

    cual encontraran una unidad orgnica los diversos trabajos sobre tpicos muy dismiles que,

    a partir del materialismo histrico, hemos venido realizando varios colegas del

    subcontinente y que presentan una temtica altamente heterognea. Y nos interesa que

    pueda ser utilizado, a la vez, como un texto que ofrezca esa concepcin general, sin

    perderse en el detalle de las discusiones y argumentaciones que permitira el desarrollo de

    cada tema.

    He tratado esta vez, hasta donde me ha sido posible, de escribir con un lenguaje

    accesible. Sobre todo porque, de alguna manera, intento tender puentes entre tradiciones

  • acadmicas diferentes y, al tomar ideas de discursos pertenecientes a mbitos distintos,

    ocurre que las terminologas habituales para unos no lo son necesariamente para otros, o

    tienen sentidos contextualmente precisos, cuya interpretacin o traduccin puede resultar

    errnea. Desde luego, no puedo asegurar que mi intento al respecto haya resultado muy

    exitoso.

    En suma, por los motivos expuestos y, aunque no es la usanza tradicional en la

    redaccin de una tesis, he hecho lo posible por conseguir una redaccin breve, concisa y de

    lectura accesible.

    Y no estar dems insistir en la advertencia sobre lo que no es el objetivo de ste

    trabajo, para evitar expectativas que, de antemano, no se cumplirn: no se intenta extender

    el desarrollo de los conceptos tericos ni se encontrar ac un recetario de procedimientos

    tcnicos ni metodolgicos. Se trata, centralmente, de mostrar los nexos y problemas que

    presenta la articulacin de los diversos aspectos epistemolgicos, tericos, metodolgicos y

    valorativos de la investigacin arqueolgica en un cuerpo general de formulaciones

    integradas de manera coherente. En otras palabras, de su constitucin en una posicin

    terica.

    Pretendamos y pretendemos que nuestra posicin terica es capaz de presentar una

    alternativa comprensiva, general y coherente para la arqueologa. En sta no slo se busca

    mostrar la pertinencia y ubicacin de los trabajos producidos bajo una concepcin histrico

    materialista (a veces, slo declarativa), sino tambin sealar qu lugar e importancia

    asignamos a la produccin de los colegas que participan de otras posiciones, de las cuales

    podemos disentir sin desconocer su valor.

    Son muchas las personas a las que debo agradecer distintas contribuciones y apoyos

    que hicieron posible que este trabajo se llevara a cabo. Y adelanto excusas porque, como es

    usual, varias quedarn injusta e inintencionadamente en el tintero.

    En los grupos Oaxtepec y Evenflo, que mencionaremos ms adelante, hubo

    interesantes debates sobre varios de los temas tratados y he recibido importantes

  • comentarios de colegas como Jess Mora, Luis G. Lumbreras, Oscar Fonseca, Manuel

    Gndara, Michael Muse, Iraida Vargas o Francisco Nocete, slo para mencionar a algunos

    de aquellos a los que debo agradecer sus opiniones sobre el texto, en sus distintas fases de

    elaboracin. Estoy igualmente en deuda con Almudena Hernando, por haberme iniciado en

    la lectura y abierto oportunidades de intercambiar ideas con lo mejor de la actual

    generacin de arquelogos espaoles. Muchos de ellos, por su intermedio, tuvieron la

    extraordinaria y cordial gentileza de hacerme llegar sus trabajos. O de invitarme a dar

    charlas o aparticipar en eventos que fueron la ocasin para intercambiar opiniones, como

    los compaeros de la Universidad Autnoma de Barcelona, Francisco Burillo en Teruel,

    Arturo Ruiz en Jan, Gonzalo Ruiz en la Complutentse, Juan Vicent en el CSIC, Francisco

    Nocete en Huelva y otros.

    Tratndose de un tema relativo a los intereses de nuestro gremio, quiero reconocer

    el apoyo moral implcito o explcito recibido, durante esta larga ausencia, por parte de los

    amigos de la Sociedad Chilena de Arqueologa, los compaeros del Grupo de Estudios de

    Tierras Altas, los estudiantes de la Carrera de Antropologa de la Universidad de Chile

    [1992] o los colegas de las Terceras Jornadas Internacionales de Arqueologa de la

    Patagonia celebradas en Trelew.

    Para poder tomar los cursos del Tercer Ciclo, en el Departamento de Prehistoria y

    Arqueologa, recib el apoyo de Gloria Artis como Directora de la Escuela Nacional de

    Antropologa e Historia de Mxico -institucin en la que trabajo desde hace veintitrs aos-

    en la gestin del ao sabtico que me permiti cursar el primer ao. Para completar los

    cursos, me acog al Programa de Capacitacin y Becas para el personal acadmico del

    Instituto Nacional de Antropologa e Historia, al cual pertenece la Escuela. Agradezco a los

    colegas Enrique Nalda y Hctor Tejera, quienes estuvieron en la posicin de resolver el

    otorgamiento de tales beneficios y lo hicieron cordialmente.

    A Vctor Hurtado debo la invitacin que me trajo por primera vez a la Universidad

    de Sevilla. A mis maestros, el estmulo y las facilidades para cumplir con los requisitos del

    Tercer Ciclo. A Mara Jos, la eficiencia y amabilidad para tratar de mis papeles. A los

    estudiantes, colegas y maestros del Departamento con que he compartido gratos

  • momentos. A Ana y Anna-Maria, por su cordial hospitalidad. A mis directores, Francisco

    Nocete y Oswaldo Arteaga, por su generoso apoyo en todos los sentidos y, ms que nada,

    por su amistad.

  • 1. ANTECEDENTES HISTORICOS, BREVE RESEA.

    Son varias las circunstancias, de diverso orden, que han confluido en la conformacin de una

    alternativa para el desarrollo de las investigaciones arqueolgicas desde una perspectiva

    materialista histrica en Amrica Latina, donde se encuentran los antecedentes que explican

    este trabajo. Entre ellas deben considerarse los procesos sociopolticos que han afectado al

    continente en las ltimas dcadas, as como sus repercusiones ideolgicas e institucionales en

    los mbitos acadmicos, tanto como en las lneas de discusin y temticas que en stos han

    tenido incidencias en cuanto a las problemticas especficas de la disciplina.

    En lo que se refiere a la historia social y poltica, el hito mayor est marcado por el

    triunfo de la Revolucin Cubana que, en la dcada de los sesenta, abri expectativas a las

    vanguardias de izquierda en la bsqueda de vas insurreccionales. Con la derrota de Che

    Guevara en Bolivia, tal alternativa pareci cancelarse. No obstante, ello no detuvo el auge de

    las esperanzas populares que, en los setenta, abrieron espacios democrticos a travs de

    polticas de masas; su carencia de adecuada conduccin poltica, llev a desastrosas derrotas y

    a la instalacin de dictaduras militares en casi toda el rea meridional. La sntesis y

    superacin de dichas experiencias fue realizada por el F.S.L.N. de Nicaragua, logrando

  • derrocar a Somoza; lo cual cre una situacin crtica en Centroamrica, de la que -entre otras

    cosas- se sirvieron las posiciones mas reaccionarias de Norteamrica para afirmarse en el

    poder [Bermdez, 1987]. Desde ste, han desarrollado una poltica exterior altamente

    represiva y antidemocrtica en lo social y de desmesurada expoliacin en lo econmico.

    Como consecuencia de ello nos encontramos, desde la dcada pasada, con una situacin de

    aparente democracia debido a la sustitucin dse la mayora de las dictaduras militares, de

    aguda crisis econmica que amenaza y condiciona a las instituciones estatales de

    investigaciones sociales y sin partidos ni movimientos de izquierda capaces de ofrecer

    alternativas polticas a las clases populares, al menos en la medida en que lo exigiran las

    circunstancias actuales. Situacin que slo se agudiz con el desmembramiento del ex-bloque

    socialista.

    Refiero lo anterior, de sobra sabido, nada ms que para indicar el ambiente social que,

    en distintos momentos, comprometi en una prctica poltica militante y a la adopcin de una

    posicin marxista a la mayora de los arquelogos que hoy trabajamos en la formalizacin de

    proposiciones para el quehacer cientfico desde la perspectiva del materialismo histrico. Y

    para dar cuenta del hecho de que las generaciones que llegaron al compromiso con el

    marxismo en los ochenta, lo hicieron principalmente como corriente aprendida en la

    academia, mbito en que, en pases como Mxico, se refugi el movimiento de izquierda

    derrotado en la calle en 1968.

    En lo que respecta al medio acadmico, la dcada de los sesenta fue la de la formacin

    profesional de los mayores. En ella incidieron, por una parte, la adquisicin de un slido

    oficio "tradicional" de arquelogos bajo la influencia de autores como J. Ford, B. Meggers o

    G. Willey y Ph. Phillips; y, por otra, el conocimiento de la obra de V. G. Childe, incitando a

    la necesidad de abrir alternativas de interpretacin terica de los procesos precolombinos.

    La Prehistoria de Cuba de Tabo y Rey [1966], obra en cierto sentido precursora, tuvo

    bastante difusin pero no lleg a conformarse en un modelo de interpretacin. La obra de

    Binford y el posterior desarrollo de la "New Archaeology" norteamericana fue casi

    desconocida hasta mediados de los setenta y sus repercusiones, escasas, no tienen gran relieve

  • .

    La primera mitad de los setenta fue de encuentros, intercambio gil de opiniones y

    materializacin de los primeros intentos. El Congreso Internacional de Americanistas en

    Lima (1970), el VI Congreso de Arqueologa Chilena (1971), el Primer Congreso

    Internacional del Hombre Andino en el norte de Chile (1973), el XLI Congreso Internacional

    de Americanistas en Mxico (1974) o la Reunin de Teotihuacn (1975), entre otros eventos,

    fueron ocasiones para el intercambio de ideas y la afirmacin de la necesidad de proponer

    alternativas para la arqueologa. Los libros de Luis G. Lumbreras La arqueologa como

    ciencia social y de Mario Sanoja e Iraida Vargas Antiguas formaciones y modos de

    produccin venezolanos, publicados en 1974, fueron los primeros intentos serios, a los que

    siguieron otras obras diversas.

    "La arqueologa como ciencia social", ttulo de un conocido artculo de Childe,

    encabez diversos trabajos . Con ello se conform una corriente de pensamiento e

    investigacin que, con amplitud y prudencia, fue llamada la "Arqueologa Social",

    denominacin que an hoy la identifica en algunos pases latinoamericanos. Designacin

    amplia, ya que inclua a diversos investigadores que, en su momento, merecieron el

    calificativo de "progresistas", pero que no se comprometieron con una posicin materialista

    histrica ni llegaron a realizar proposiciones que les llevaran a superar su vieja formacin

    positivista. Trminos prudentes, por cuanto, entre los investigadores que se comprometieron

    con el marxismo y han mantenido una actitud autocrtica y de profundizacin en el

    conocimiento del materialismo histrico, esta concepcin era todava muy poco precisa,

    debido a las contingencias de una formacin autodidctica adquirida -tal vez,

    afortunadamente- al margen de la academia. En el mbito de la docencia universitaria, los

    setenta fueron aos de amplia acogida a los manifiestos y proclamas acerca del superior

    carcter "cientfico, crtico y revolucionario" del enfoque marxista, como paradigma de

    amplias posibilidades para el desarrollo de la arqueologa y, en general, de las ciencias

    sociales. Esto, desde luego, slo en pases no sometidos a dictaduras militares. Sin embargo,

    an dadas las amplias facilidades de lectura y discusin del marxismo y el prestigio

    consensual adscrito a tal posicin, no fueron muchos los investigadores que realmente

  • aprovecharon las circunstancias para darse una formacin slida y menos an los que se

    esforzaron en ensayar creativamente proposiciones cientficas. Era, tal vez, mas fcil

    declararse cientfico marxista "comprometido" con la realidad social y esperar que otros

    fundamentaran una tal proposicin proporcionando las recetas cmodas para saber qu hacer

    en la investigacin. Lo cual, creemos, gener no pocas "decepciones" y virajes "crticos",

    sobre todo cuando las condiciones polticas y laborales comenzaron a ser adversas.

    Tal vez la produccin cientfica de aquella dcada no respondi a las expectativas

    generadas verbalmente. No obstante, se produjo. Y las propuestas fueron muy variadas en

    cuanto a las orientaciones conceptuales, la temtica y la calidad. Con todo, las obras mas

    importantes de interpretacin y sntesis de la arqueologa latinoamericana de ese perodo, se

    deben a autores inscritos en la corriente de "arqueologa social".

    Desde los ochenta, hemos asistido a cambios importantes: la amplia libertad acadmica

    se ha reducido notablemente, por la va de la manipulacin presupuestal. Las polticas

    gubernamentales se han hecho mucho mas eficientemente selectivas y discriminativas en

    cuanto a las temticas y posiciones que apoyan o, simplemente, dejan morir de inanicin, para

    que no se las juzgue de antidemocrticas. La alegre fogosidad declarativa de muchos

    "marxistas" ya no se da y la crtica al marxismo se plantea abiertamente, an cuando no hay

    proposiciones alternativas slidas, sino mas bien amasijos eclcticos no menos oportunistas

    que las viejas proclamas panfletarias de izquierda. El panorama latinoamericano, como se

    puede apreciar, contrasta bastante con lo que ocurre en la arqueologa de los Estados Unidos

    de Nortamrica y del Viejo Mundo, donde el inters en el materialismo histrico muestra un

    auge notable.

    Consideramos, no obstante, que sta ha sido, de algn modo, una circunstancia

    favorable: ante la relativa heterogeneidad y dispersin de las propuestas para una arqueologa

    materialista histrica, la posibilidad de competencia y afirmacin de esta posicin, en los

    medios acadmicos en que puede realizarse la investigacin, se ve exigida de formalizar con

    rigor y coherencia cientfica sus planteamientos. Esto es vlido tanto para sus formulaciones

    terico metodolgicas como para sus desarrollos interpretativos y su vinculacin con la

  • empiria a travs de tcnicas de campo y laboratorio que garanticen solidez de oficio de

    arquelogos y posibilidades de corroboracin fctica de las propuestas generales.

    Tambin permiti que aquellos que aprecian mas la comodidad de las modas y la

    cercana de las fuentes de financiamiento que la consecuencia intelectual o tico-poltica,

    adoptaran actitudes mas "realistas", abandonando el barco en busca de rumbos mas atractivos

    a sus intereses.

    Por su parte, los arquelogos que se mantuvieron trabajando consistentemente dentro de

    una lnea materialista histrica, se encuentran en buen pi para enfrentar esta situacin. Los

    mayores, en trminos generacionales, han consolidado una amplia y detallada formacin en el

    conocimiento de la informacin y problemticas de la arqueologa del continente y de las

    discusiones tericas desarrolladas en el campo del marxismo. Los mas jvenes poseen, por su

    parte, una formacin acadmica mas rigurosa y, algunos de ellos, un mejor conocimiento de

    las discusiones y temticas planteadas entre las diversas escuelas o lneas de investigacin

    actuales.

    Se presentaba as la necesidad de estructurar una concepcin general de la especificidad

    del proceso de la investigacin en arqueologa, precisar el contenido conceptual otorgado a

    los diversos trminos tericos, explicitar las diferencias en el uso que a ellos haba dado cada

    investigador, en fin, buscar la coherencia necesaria como para convertir las distintas

    proposiciones realizadas y an algo dispersas, en una posicin cientfica definida, que

    constituyera realmente una opcin frente al quehacer investigativo.

    Respondiendo a esa necesidad se generaron algunas instancias de intercambio de

    opiniones, en dos de las cuales hemos tenido oportunidad de participar y a cuyos avances ser

    a lo que nos referiremos en las pginas siguientes. Por una parte, el grupo de trabajo reunido

    en Oaxtepec (1983), Cuzco (1984), Caracas (1985) y Oaxtepec (1986), se ha ocupado

    principalmente de los problemas conceptuales y tericos implicados en las categoras de

    formacin econmico social, modo de vida y cultura, as como de la caracterizacin de las

    diversas formaciones sociohistricas y los procesos de desarrollo y cambio de las mismas;

    igualmente se ha discutido sobre la categora de etnia y los problemas involucrados en las

  • situaciones tnico-nacionales. Es decir, se ha centrado en las cuestiones de la teora sustantiva

    de la historia. Por otro lado, hace algunos aos, se constituy un equipo informal de trabajo

    integrado por profesores de la especialidad de Arqueologa de la Escuela Nacional de

    Antropologa e Historia de Mxico, participando tambin algunos egresados y estudiantes de

    esa especialidad. Este grupo dedic principalmente su atencin a los problemas relacionados

    con las teoras "observacionales", las caractersticas especficas de la informacin

    arqueolgica y las particularidades de los procedimientos inferenciales en la disciplina . Sobre

    stos ltimos temas, tambin han sido importantes las discusiones promovidas por la

    Sociedad Venezolana de Arquelogos, como la Reunin sobre Indicadores Arqueolgicos

    (1984).

    Hay un punto que, por su relevancia, creemos que merece ser destacado. Y es el hecho

    de que, entre los colegas que integraron esos grupos de trabajo, se haba aprendido una

    leccin importante de la historia poltica y acadmica en el continente: el sectarismo poltico

    y el dogmatismo terico-ideolgico slo nos haban conducido a derrotas sociales e

    incapacidad propositiva en la ciencia. Por ello es que nos parece altamente significativo el

    hecho de que la participacin de investigadores con diversas posiciones militantes en la

    izquierda, con distintas orientaciones tericas en cuanto a la interpretacin del marxismo y

    con variados campos de formacin profesional, haya conducido a la conformacin de una

    posicin unificada frente a la arqueologa y a un consenso en cuanto al contenido terico de

    las categoras fundamentales del materialismo histrico. Y, como ello no se ha logrado por la

    va del eclecticismo, sino de la argumentacin detallada en debates tan acalorados como

    fraternales, tal unificacin signific que cada uno de los participantes comprometidos en la

    tarea modificara o replanteara proposiciones expuestas o publicadas con anterioridad. Lo cual

    muestra la amplitud y la flexibilidad con que se enfrent el problema y no significa que no se

    mantengan algunas diferencias, o no se hayan generado otras nuevas, en torno a cuestiones

    particulares.

    Sealo estos antecedentes con el propsito de explicar que la participacin en estos

    grupos acadmicos han motivado el que me haya dado a la tarea de intentar una sntesis

    coherente sobre cmo estamos concibiendo la especificidad de la arqueologa, entendida

  • como disciplina de la ciencia social, en cuanto a la estructura general y las diversas

    problemticas que plantea el proceso investigativo.

    He pensado que se ha hecho necesario y, de alguna manera, posible formular una

    concepcin global explcita del mismo, en cuyo contexto se puedan situar adecuadamente las

    diversas proposiciones particulares desarrolladas por los colegas y que hemos venido

    discutiendo, de manera que podamos buscar su articulacin lgica coherente y poner en

    evidencia los vacos o deficiencias que es necesario cubrir. Slo de sta manera podramos

    mostrar que el materialismo histrico representa realmente una posicin terica y

    metodolgica consistente que, a estas alturas de las polmicas "interparadigmticas", merece

    y puede ofrecer una formalizacin que la presente como una opcin de mayor desarrollo

    cientfico para la arqueologa.

    Como veremos en el captulo siguiente, entendemos como criterios de "cientificidad",

    precisamente a la consistencia, compatibilidad y completud de la concepcin general de la

    realidad y la investigacin; a la potencialidad explicativa de las formulaciones tericas y,

    consecuentemente, a su capacidad de amplitud y precisin heurstica; a la posibilidad de rigor

    formal y alternatividad de los procedimientos metodolgicos, etc.. Recalcando que la

    posibilidad de la formalizacin -en una concepcin dialctica de la lgica- no implica, ni

    mucho menos, limitacin o esclerosamiento de la capacidad crtica o creatividad cientfica.

    Significa precisar el marco general que seale los problemas que requieren soluciones y que

    permita evaluar la pertinencia de las diversas propuestas, poseyendo un sistema claro y

    explcito de formulaciones al cual referir la crtica, incluyendo replanteamientos o apertura de

    alternativas. Por lo dems, slo as podremos hacer evaluable la pretendida consistencia

    cientfica de esta posicin.

    Si insistimos en la necesidad de explicitar la concepcin general del proceso de

    investigacin en arqueologa, es porque gran parte de las crticas a que se han expuesto las

    propuestas planteadas desde una posicin materialista histrica no tienen tanto que ver con su

    incorreccin lgica, falta de capacidad explicativa o correspondencia con la realidad, como

    con su incorrecta ubicacin en dicho proceso. Es lo que sucede cuando se exponen como

  • resultados de investigaciones particulares lo que, en realidad, son buenas hiptesis generales

    para la investigacin de historias particulares; cuando se plantean como criterios

    metodolgicos a las proposiciones ontolgicas que permitiran la derivacin de buenos

    criterios de ordenacin o inferencias; o cuando se consideran como indicadores empricos

    observables a propiedades reales que se conocen a travs de inferencias. Lo cual ha llevado a

    restar el crdito que pudieran merecer tales contribuciones.

    Adicionalmente, es bastante difcil reconstruir coherentemente los planteamientos de

    esta posicin a partir, exclusivamente, de la publicaciones de los autores que adscriben a ella.

    En primer lugar, porque cada autor ha ido desarrollando y replanteando, a veces muy

    rpidamente, los diversos conceptos, generalmente sobre diferentes parcelas de la

    problemtica general. Con la complicacin de que las fechas de las publicaciones, por

    diversas razones, guardan escasa correspondencia con los momentos en que los conceptos y

    propuestas estaban siendo desarrollados y discutidos. Por ello, creemos que una

    reconstruccin a posteriori, aunque partiendo del "todo mas desarrollado", por alguien que

    conoce personalmente la historia de su desarrollo, puede representar algunas ventajas. De

    cualquier modo, es claro que se trata de una interpretacin personal.

    Ac nos limitaremos a esbozar un punteo de los problemas planteados, reseando

    escuetamente algunos de sus desarrollos e intentando, sobre todo, mostrar su articulacin en

    el contexto de una proposicin global. Muchos de los temas problemticos que se

    mencionarn han recibido un tratamiento particular por diversos colegas, en ciertos casos en

    trabajos ya publicados a los que remitiremos al lector. Algunos de los temas importantes en la

    investigacin arqueolgica han sido sealados -y abordados desde sus puntos de vista- por

    investigadores que asumen posiciones diferentes al materialismo histrico, o con cuya

    interpretacin del mismo no concordamos necesariamente. Las alusiones a nuestras

    diferencias con aquellos colegas sern pocas y breves, pues deseamos mas bien redondear

    suscintamente una propuesta general, que pueda tambin servir de referencia para abrir

    mayores debates.

    En el ltimo captulo apuntaremos algunos comentarios generales sobre el amplio,

  • interesante y heterogneo desarrollo de las influencias del marxismo en la arqueologa

    realizada fuera de Amrica Latina en el contexto de las corrientes mas generales desarrolladas

    en las ltimas dcadas. Sobre ste tema, en particular en la "arqueologa publicada en ingls",

    hay importantes trabajos, como los de Trigger [1989], Gilman [l989] y McGuire [1992]. Este

    ltimo se refiere especialmente a la arqueologa marxista latinoamericana, cubriendo lo que

    consideramos un pequeo vaco en la gran obra de Trigger, que es el que tambin ac

    intentamos comenzar a llenar. Sin olvidar que la "arqueologa publicada en espaol" tambin

    se est escribiendo y, hoy, tal vez la ms importante, en Espaa.

    Nuestro inters, con este trabajo, ms que hacer resaltar lo ya hecho o lo que se est

    haciendo desde el materialismo histrico en Amrica Latina, desde el punto de vista de un

    grupo mas o menos reducido, es la de abrir estas propuestas a la discusin y a nuevos

    desarrollos. Tratamos de tender puentes hacia la comunidad acadmica espaola, donde este

    enfoque cuenta entre sus adeptos a los profesionales ms destacados. De abrir puertas hacia

    los muchos colegas que exploran esta alternativa en Europa y en Norteamrica. De tender

    manos tambin a las nuevas generaciones de latinoamericanos, para saltar el pantano de la

    incomunicacin y el localismo mediocre a que estamos sometidos por las restricciones

    econmicas y el bombardeo ideolgico del neoliberalismo econmico.

    4. ESTRUCTURA GENERAL DEL PROCESO DE INVESTIGACIN:LOS PROBLEMAS METODOLOGICOS.