barco en la tormenta
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INAUGURACIÓN DEL AULA “CONCHA CABALLERO”
Elías Hacha. 27/04/2014
Concha vino a nosotros tras un gesto de integridad que la impulsó a abandonar una brillante
carrera política. Hace apenas cuatro meses se marchó de las aulas y dos meses después lo
hizo para siempre. Sólo seis años hemos podido disfrutar de su calidad humana e intelectual,
de su elegancia, de su clarividencia.
Sólo seis años que han sido suficientes para que todos los que formamos parte del Rodrigo
Caro la guardemos ya para siempre como nuestra. Nos sentimos orgullosos de haber
compartido con ella el empeño por conocer, el amor a la verdad, la búsqueda de la justicia y
de la igualdad en este oficio porfiado que no admite pausa ni desfallecimiento, en este oficio
ilimitado de enseñar y de aprender día tras día. No volverán su presencia y su figura, pero su
magisterio permanece.
En este rincón del patio que tantas veces fue su aula y que a partir de hoy será portador de su
memoria, es obligado que suene ahora el magisterio de su palabra. Permitid que, con ese fin,
me atreva a prestar mi voz para revivir algunos breves fragmentos de los artículos que nos
dejó escritos en nuestra revista del claustro y que son un logrado reflejo de su sentir como
profesora, de su sensibilidad creativa y, sobre todo, de la anchura de su humanidad
apuntando pertinaz hacia un futuro de esperanza.
BARCO EN LA TORMENTA (nº 4) Así nos dice Concha:
(….) Los alumnos de la mañana son como un mar embravecido, cuyas olas inundan pasillos
y escaleras, y su sonido es un bramido intermitente que te acompaña hasta el comienzo de la
clase. Pisan fuerte, en territorio propio. Ocupan todo el espacio disponible, se llaman a voces
desde lejos y componen verdaderas barricadas con las mochilas cargadas de libros, que
transportan como soldados enviados a una alegre guerra.
En contraposición, los alumnos de la tarde hablan en voz baja. Deambulan solitarios entre
clase y clase. (…). Son jóvenes todavía, pero hay, en casi todos, un aire de seriedad que les
atraviesa.
En cuatro o cinco años, estos jóvenes han vivido el éxito, la capacidad de consumo, la
confianza en su destino para pasar, de forma brusca, al desconcierto, el descenso laboral o el
paro. No cuentan nada de su experiencia vital. Es posible que se sientan derrotados, o al
menos eso parecen decir con la mirada, pero creo que hace falta mucho valor, mucha
determinación para volver donde empezaron; retomar los libros, cuando se ha perdido la
vieja costumbre de estudiar y aceptar con modestia la incomodidad de este nuevo
aprendizaje con sus jerarquías de tiempos, de liturgias y de exámenes
Tienen, en su mayoría, veintitantos años y un cierto aire de derrota, pero suponen una
pequeña esperanza de futuro. Los veo redactar seriamente las preguntas del examen. Es de
noche y la lluvia azota los cristales del aula. Por un momento me ha parecido estar en un
barco que atraviesa heroicamente una tormenta.
NO ESTÁS SOLO (nº 6) Así nos dice Concha:
Cuando acaba la ceremonia religiosa y comienza el desfile interminable del pésame, los
estudiantes se apresuran a formar un grupo compacto y avanzan decididos hacia su
compañero. Lo rodean y, como si fuesen un cuerpo compacto, una ameba gigantesca, se lo
llevan al exterior. No sé dónde han aprendido el arte del consuelo, pero lo hacen con
maestría.
Les pregunto dónde se dirigen y me contestan que al instituto. A charlar un rato, a estar
juntos, a distraerlo un poco. Desde ese momento, no lo han abandonado ni un solo instante.
El compañerismo, la lealtad, la sabiduría, se escribe con la letra de adolescentes de 15 años.
Todo esto sucede en el pueblo sevillano de Coria del Río que es como era Andalucía hace 20
años (…). Un lugar donde la vida en común tiene aún sentido, donde los problemas y las
alegrías ajenas forman parte de tu vida.
Ahora que ha fracasado el modelo de la codicia, que no sabemos a qué clavo agarrarnos, qué
salvavidas abordar, quizá nuestra vieja cultura contenga algunas respuestas. Si nos
desembarazamos de nuestras viejas enfermedades, el conformismo y el fatalismo, nos queda
un caudal de cooperación, de autoorganización social, de trabajo en red y de creatividad para
diseñar tiempos realmente mejores.
Todos convendremos en que estas pocas palabras son una prueba incontestable–una de
tantas- de que Concha sigue ejerciendo de maestra entre nosotros.
Para terminar, en representación de nuestra comunidad escolar, quiero agradecer a todos los
presentes su participación en este acto. De manera muy especial a su compañero Antonio que
ha querido tener con nosotros el gesto de acompañarnos y cuyas palabras cerrarán este
pequeño homenaje.