balzac y dandismo
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BALZAC Y DANDISMO
Lo he de reconocer, lo confieso, soy un dandi de provincias, pero Balzac me inhabilita
formalmente (“Quedan fuera de la vida elegante los tenderos, los hombres de negocios y
los profesores de humanidades”). Sin embargo no puedo dejar de pensar en el Bello
Brummel, en Jules Barbey d’Aurevilly, en Charles Baudelaire, en Nodier, en Balzac,
no puedo dejar de mirar el espejo como oráculo de lo que debería ser una sociedad, una
persona o un simple detalle en mi indumentaria. Desde Nietzsche, aquel que no se siente
como dandy está condenado a la cruel mediocridad, a la contemplación reactiva de los otros
o a la envidia generalizada a todo acto creador. Ah, pero darle unidad a ese acto de
proyectar en el futuro el pasado, no está al alcance de todos, sólo los dotados con la
elegancia natural o los lectores furibundos de la Comedia Humana de Honoré de Balzac
pueden aspirar a ejercer de dandies, aunque no todos lo consigan, y yo, estigmatizado como
profesor de humanidades, estoy entre estos últimos.
METAFÍSICA DE LAS APARIENCIAS
La lectura de una obra capital en el dandismo com el Tratado de la Vida Elegante nos ubica
en un tiempo que podría ser el nuestro, pues los dandies actuan como profetas de lo que
debería haber sido la contemporaneidad. Su apuesta decidida por la corporalidad, por la
materialidad, por la estética y por las apariencias les sitúa como los primeros
contemporáneos. Són conscientes de lo que verdaderamente son las personas, de sus
potencialidades y recursos frente al paso del tiempo, frente a la decadencia programada.
Són decadents porque saben cual és nuestro futuro pero no se resignan a una decadencia
vácua, inutil, irrelevante, su decadencia muestra su capacidad para darle sentido a la clase
de mundo que nos ha tocado vivir, sin engaño pero sin resignación y mansedumbre. Son
conscientes que la única metafísica que se puede pensar es la que trata sobre las
apariencias, pues son las apariencias las que nos brindan las únicas cosas importantes y
trascendentales de la vida, y la unión entre imaginación y apariencias es el único camino
hacia la redención que nos está permitido transitar. Y ese es nuestro destino y nuestra
suerte.
INDUMENTARIA E INTELIGENCIA
Por todo ello, es necesario iniciar una revolución mental en las personas, lo dice Balzac, el
nivel de elegancia de una nación demuestra su nivel de desarrollo. Es decir, no hay mejor
índice de desarrollo humano, que la cantidad de dandis que es capaz de albergar una
sociedad. Por eso se ha de cultivar la indumentaria pues es la mejor manera de expresar lo
que somos, la mejor manera de mostrar nuestra alma. Es necesaria una ciencia de la
indumentaria, una elegantología, una disciplina que marque los canones de la belleza
externa que es la expresión de la belleza universal y eterna, por lo que el lugar que se
destine a los elegantólogos en una sociedad ha de ser de acuerdo a su importancia, es decir,
el máximo reconocimiento como los verdaderos faros del progreso social y humano. Pero
esa necesidad de expresarnos mediante nuestra indumentaria no nos puede llevar al ridículo
pues de la combinación dialéctica entre notoriedad y naturalidad nace la verdadera
elegancia. ¿Cuál es la herramienta que puede unir aspectos a priori contrarios del
comportamiento humano? Sin duda alguna la inteligencia, porque el dandi o es inteligente o
no será. Con ello, aunque el dandi es consciente que vivimos en un mundo especular (muy
cercano a los presupuestos defendidos por Guy Debord en su libro La sociedad del
espectáculo) nunca se convertirá en un exhibicionista sin más objetivo que la propia
exhibición a los ojos de los voyeurs que pueblan la sociedad (a semejanza de la hipertrofia
de la imbecilidad de los mass-media que domina nuestra contemporaneidad).
APOLOGÍA DEL DANDI
Por todo ello, el dandi (hombre o mujer) es la figura del futuro inteligente, de un futuro que
reconoce las limitaciones humanas pero las sabe explotar como potencialidades y
capacidades que nos hacen elevarnos sobre la misma humanidad (a la manera de
Nietzsche) o sentirnos dominados pero a la vez conductores de una voluntad de vida (a la
manera de Schopenhauer) o simplemente sabernos elementos de una muestra única de los
que es la naturaleza (a la manera de Spinoza). El dandi seria el ideal de una sociedad
conocedora de la fuerza del ver, de la representación, del mostrar, del saber generar poesía
en cada uno de los elementos que pueblan nuestra cotidianeidad, pero un ideal
determinador de las virtudes y potencialidades de esa capacidad humana de enseñar nuestra
alma con un chaleco, un bastón o unos guantes. El dandi no se deja llevar por las
apariencias, las domina, no se muestra como un animal vestido sino que se acerca a la
capacidad de expresar lo que son los humanos simplemente con una pose o un gesto. El
dandi no hace nada en vano, se sabe contemplado en cada uno de sus mínimos detalles y
ello le lleva a la sublimación de lo vulgar mediante el sentido y la unidad que la inteligencia
es capaz de dotar a cada uno de nuestros actos, desde el más sublime al más mínimo.
Bienvenido sea el dandi a este imbécil siglo XXI, todos nuestras esperanzas de vencer al
idiota zeitgeist que nos invade pasan por su triunfo, y si no es así siempre nos quedara la
lectura de las perlas que nos regala Balzac en su Tratado.
LAS PERLAS
Muchas son las que podrían aparecer, pero esta selección subjetiva incluye aquellas que
después de leer el Tratado siguen resonando en mi mente:
“No te hagas pasar por un príncipe –dijo antes que nosotros Solón- si no has aprendido
antes a serlo”
“El principio de la vida elegante es un alto pensamiento de orden y armonía, destinado a
dotar de poesía a las cosas”
“La elegancia dramatiza la vida…”
“¡Nada se parece menos a un hombre que el hombre!”
“El hombre de gusto juega como un artista con una nadería”
“Es necesario que cada cosa parezca lo que es”
“El bárbaro se abriga, el rico y tonto se adornan, el dandi se viste”