baldomero villegas, crítico «esotérico» del quijote (1897-1899,1903)

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Baldomero Villegas, crítico «esotérico» del Quijote ( 18 97- 18 99, 19°3) * CARLOS ROMERO MUÑoz Universidad de Venecia 1.0. UN CORONEL DE ARTILLERÍA CON PUJOS REGENERACIONISTAS E N VANO SE BUSCARÁN trabajos monográficos dedicados a ilustrar, con un mínimo de satisfacción para el lector, la vida y la obra de un coronel de artillería, característico repre- sentante, por una parte, de la literatura regeneracionista de finales del ochocientos y principios del novecientos y, por otro, de la no escasa -y, casi siempre, disparatada- crítica cer- vantina de orientación esotérica l. * En mi comunicación hablé también de la <<interpretación esotérica» deJas Novelas ejemplares que Villegas publicó en '910. Motivos de espacio me inducen a eliminar ahora esa parte, si bien se piensa puramente apendicular, a la que tal vez dedique un día una breve nota. 1 Ni una sola entrada sobre él se encontrará en el Índice biográfico de España, Portugal e Iheroamér¡ca, editado y dirigido por Víctor Herrero Mediavilla (München - New Providence - London - Paris, I995: 2." ed.). La Enciclopedia Espasa dedica a nuestro autor un artículo, redactado, con toda evidencia, únicamente a base de los datos recuperables en sus pro- pios libros: «VILLEGAS [falta incluso el segundo apellido: y DE H(wos], Baldome- ro. Militar y escritor español contemporáneo. Perteneció al arma de Artille- ría, en la que tuvo empleo de coronel, y se dedicó al estudio de Cervantes. Publicó: Un hecho [Burgos, 1876: reimpreso en La causa de nuestos males (v. inf.), con el título de «A mis compañeros», pp. 145 - 15 5],

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Page 1: Baldomero Villegas, crítico «esotérico» del Quijote (1897-1899,1903)

Baldomero Villegas, crítico «esotérico» del Quijote

(1897- 1899, 19°3) *

CARLOS ROMERO MUÑoz Universidad de Venecia

1.0. UN CORONEL DE ARTILLERÍA CON PUJOS REGENERACIONISTAS

E N VANO SE BUSCARÁN trabajos monográficos dedicados a ilustrar, con un mínimo de satisfacción para el lector, la

vida y la obra de un coronel de artillería, característico repre­sentante, por una parte, de la literatura regeneracionista de finales del ochocientos y principios del novecientos y, por otro, de la no escasa -y, casi siempre, disparatada- crítica cer­vantina de orientación esotérica l.

* En mi comunicación hablé también de la <<interpretación esotérica» deJas Novelas ejemplares que Villegas publicó en '910. Motivos de espacio me inducen a eliminar ahora esa parte, si bien se piensa puramente apendicular, a la que tal vez dedique un día una breve nota.

1 Ni una sola entrada sobre él se encontrará en el Índice biográfico de España, Portugal e Iheroamér¡ca, editado y dirigido por Víctor Herrero Mediavilla (München - New Providence - London - Paris, I995: 2." ed.).

La Enciclopedia Espasa dedica a nuestro autor un artículo, redactado, con toda evidencia, únicamente a base de los datos recuperables en sus pro­pios libros:

«VILLEGAS [falta incluso el segundo apellido: y DE H(wos], Baldome­ro. Militar y escritor español contemporáneo. Perteneció al arma de Artille­ría, en la que tuvo empleo de coronel, y se dedicó al estudio de Cervantes. Publicó:

Un hecho [Burgos, 1876: reimpreso en La causa de nuestos males (v. inf.), con el título de «A mis compañeros», pp. 145 -1 5 5],

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444 CARLOS ROMERO M UÑOZ

El propio Villegas dice en el Libro patriótico 2: «En cuan­to a mí, aunque, más afortunado que Cervantes, tuve guíen hiciera mi retrato (Crónica biográfica de España, dirigida por

La magiay el espiritismo. Madrid, 1872. [No está presente en la Bibliote­ca Nacional de Madrid (~BNM). No he tenido ocasión de conocerlo],

San/oña ([ Madrid, Impr. de M. Romero], 1880), [46 pp. BNM: V - Cª 2784-35],

Estudio tropológico sobre el Don Quijote de la Mancha [del sin par Cervan­tes] (Burgos, [Impr. de El Correo de Burgos], 1897 [fecha de la composición tipográfica de! vol. propiamente dicho ]-1899 [fecha de la publicación efecti­va, con el añadido de otra portada y de un prólogo], 341 pp. BNM: Cervan­tes - 2692),

El sistema que ofrece el sin par Cervantes para corregir los males que sufre nues­tra sociedad y regenerarla. Conferencias en e! Ateneo de Madrid, '9IS. [No están presentes en su totalidad en la BNM; sí, en cambio, Cervantes, lUZ del mundo. "'nseñanzas cert'an/Íanas crítieo-apologético-metafísicas. Discurso leído en e! A. de M. el 12 de abril de 1915.3." conferencia. En lo militar. Imprenta de Fortanet, '915,48 pp. BNM: v.' -c. a 1936-18],

La revolución española. Estudio en que se descubre cuál y cómo fue el verdadero ingenio de D. Quijote [y el pensamiento del simpar -sic- Cervantes] (Madrid, lImprenta de Fortanet], 1903, [623 pp. BNM: Cervantes - 2894]),

Libro patriótico. h"studlO psicológico de las Novelas ejemplares del sin par Cen'antes (Valladolid, Tip. Colegio Santiago, '9'0, 26¡ pp.) BNM: Cervan­tes - 2066,

MI!)' poca cosa (Madrid, '9"). [No está presente en la BNM], Catecismo de la doctrina eervantiana. Homenaje al genio (Madrid, Imprenta

de Fortanet, 1916, [nI pp., más XXIV, «copia del folleto que publi[ó] en '904 [v. inf: La cuestión social ... ]y repart[ió] al Sr. Menéndez Pelayo y a los demás académicos», con otra carta a don Marcelino como nuevo encabeza­miento»]. BNM: Cerv.-Sedó - 3893).

A las precedentes indicaciones bibliográficas añadiré, por mi cuenta: Nuevo sistema para utilizar la fuerza que produce el desnivel de las aguas.

Demostración científica. (Reimpreso en en La causa de nuestros males -v. inf.-, pp. '57-,64),

La cuestion social en el «Quijote». Reto, en tres cartas abiertas, a D. Mareelino Menindezy Pelayo (Madrid, Imprenta Moderna, '9°4, [15 pp. BNM: Cervan­tes - c.' 14, n. 2]),

Estudio critico sobre la última guerra civil [cit. en la última pág. de La cues­tión de las cuestiones- v. inf.-, dos tomos, s. d. tipo ]'\!O está presente en la BNM],

La cuestión de ¡as cuestiones. Discurso leído en el Ateneo de Valladolid en el aniversario de la muerte de Cervantes (Valladolid, Tip. Colegio Santiago, 1909 [31 pp. BNM: Cervantes - 2066],

La causa de nuestros males y el remedio (Madrid, Gráf. Ambos Mundos, '921 [164 pp. BNM: 2 - 75.874].

2 P. 24 7 (en un Apéndice impreso meses después, al menos a mediados de marzo de '9")'

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José F. Dodero), pero no he alcanzado autoridad suficiente para ser atendido, y sé por experiencia que no soy escucha­do ... » l. Y añade que, cuando José María Asensio, en su dis­curso de ingreso en la Real Academia Española, «ponderó, aunque tímidamente, la [interpretación del Quijote por él propuesta en el Estudio y en La revolución española] 4, le dio el sabio Menéndez y Pelayo un solemne varapalo» 5. Punto menos que indudable, aunque de difícil averiguación (y más -como en mi caso- desde fuera de España) es también que ecos, siquiera poco numerosos, de las principales publicacio­nes del autor queden registrados en la prensa de la época, tanto de la Corte como de provincias, y en alguno de los libros y/o folletos publicados por «críticos» de la misma cuerda que nuestro autor 6. Por supuesto, de una antipatía

Cfr. El Municipio y la Provincia. Crónica biográfica de España (Por varios distinguidos escritores. Dirigido por José F. Dodero Vázquez. Madrid, ,892-19'5), fascículo correspondiente a 1903, pp. 10 b-u b, donde no falta una fotografía del coronel. El motivo de la atención a éste por parte de la modestísma revista no es otro que la reciente aparición de La revolución española. Pero el autor del artículo declara <mo p[oder 1 ni deb[ er] hacer ahora un estudio de la obra» (que, por otra parte, lo ha impresionado profunda­mente, si afirma: « ... es todavía de mayor relieve y originalidad el hecho de que este escritor por afición, poniéndose a rebuscar en un libro donde habían cosechado los más notables literatos por espacio de tres siglos, haya recogido mayores y más importantes frutos de los que ellos hallarom» y se limita a darnos algunos curiosos datos de su actividad, casi todos tomados de la Revolución ... , aunque no falten otros -claro está que «pasados» por el propio Villegas- relativos a sus años de formación y a sus continuos cho­ques cOn las instituciones, tanto militares como políticas.

4 Cfr. (<Interpretaciones del Quijote», en Discursos leídos ante la Real Academia Española en la recepción pública del Excmo. Sr. D. José M.· Asemio] Toledo, el dfa 29 de mayo de 1904 (Madrid, Imprenta Alemana, '904), pp. 14-16. Decir que la ponderación fue «tímida» es pura tergiversación: en realidad, Asensio toma, en términos corteses pero decididos, todas las distancias ima­ginables de las interpretaciones de su «buen amigo D. Baldomero Villegas».

5 Cfr., en la op. cit., pp. 23-4I. En su Discurso de contestación, don Marcelino se muestra, como era de esperar, adverso al tipo de «crítiCa» prac­ticado por Villegas, pero de ninguna manera da (<un solemne varapalo» a Asensio por la atención prestada a unos comentaristas de Cervantes a los que ni siquiera alude de manera explícita. Nuestro autor vuelve a referirse al «incidente» en La cuestión social (p. 4).

6 Cfr. Libro patriótico, p. vii. Cfr. también, como botón de muestra, la p. 36 de unO de los opúsculos

más absurdos que conozco: la Exteriorización de la doctrina esotérica del «Quijo­t.,>, recogida en dos conferencias pronunciadas en el Centro del Ejército y

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CARLOS ROMERO MlJNOZ

radical rebosan -según confesión de la «víctima»-los sendos «informes» que el mentado Menéndez y Pela yo y Emilio Cotare lo y Mori escribieron (no me consta que hayan sido nunca publicados y, en este momento, me resulta imposible intentar localizarlos) con ocasión, el primero, del escrito diri­gido en 1902 por el autor del Estudio al Ministro de Instruc­ción Pública, solicitando que «lo recomendase a las Bibliote­cas y Centros de Cultura» 7 y, el segundo, ya en 1915 o 1916, pidiendo que el mismo Estudio fuese declarado nada menos que «de lectura obligatoria» en las escuelas del Reino R. No es improbable que algunas referencias al mismo puedan apare­cer, por ejemplo, en las Obras Completas (verdaderamente Completas) de Juan Valera 9, y entre los papeles de Mariano Pardo de Figueroa (el un tiempo tan famoso Dr. Thebussem) 10.

El resto -si lo hay- yacerá en los archivos particulares de algunos escritores y políticos españoles, incluso muy impor­tantes, de finales del siglo XIX y comienzos del xx) ".

De todos modos, urge decir que, durante toda su vida, Villegas se sintió no sólo un incomprendido, enteramente «fuera del circuito» de quienes «cuentan», sino un persegui­do, objeto de una odiosa «conjuración», de alcance mucho más vasto que el puramente «literario» e «ideológico» 12. Ya «en nuestros días», el único cervantista -si no me equivoco­que lo cita, aunque tan sólo de pasada, en una breve nota a pie de página, es Anthony Close '3.

de la Armada por el también coronel-retirado- D. Ubaldo Romero Quiño­nes (Madrid, Impr. Militar de Cleto Vallinas, '9°9, 36 pp.). En la conclusión de la segunda no falta una inevitable alusión a los más conocidos represen­tantes de la «segunda generaciófi)' de reveladores del «secreto cervantianm, y, entre ellos, por supuesto, al <<ilustre exégeta D. Baldomero VilIegas».

7 Cfr. Libro patriótico (p. vii: donde VilIegas revela que el sabio san­tanderino trató a su libro «despiadadamente») y Catecismo (p. 9).

8 Cfr. La caHsa de nHes/ros males ... , pp. 82-87. 9 Cfr. p. 469 de este arto y nota 79·

10 Cfr. La revolución española (pp. ;-4, nota 1), pero algo más podría haberse conservado.

II P. ej., Castclar y Canalejas. Cfr. Libro patriótico (p. vii) y Catecismo (p.8).

a Cfr., p. ej., La revolución española (pp. 576- 584 Y 600- 610), La cuestión social (pp. z y 28-29), Libro patriótíw (pp. vi-viii) y Catecismo (p. 8).

1; Cfr. The Romanc/ic Approach to « Don Quixo/e», Cambridge, Cam­bridge University Press, '978, p. 89 (nota 2).

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Mi ignorancia de la biografia del coronel -punto menos que total- resulta, pues, compartida, desde hace no poco tiempo, por los interesados en los grandes temas cervantinos (don Baldomero, como tantos otros de su época, prefería decir «cervantianos»), incluso en sus laderas más amenazadas por lo gratuito y arbitrario. Debo, en fin, añadir que si lo poco que de él sé no va más allá de lo registrado en sus pro­pias obras, ya sé algo -y aun algos ... - más que el desconoci­do redactor del arto de la Espasa e incluso el del «retrato» de la Crónica biográfica, puesto que nuestro autor tiende, de una manera muy española, a insertarse, con satisfacciones -pocas- y amarguras -numerosísimas- en la materia misma de sus elucubraciones. En cierto sentido, a la manera de Miguel de Unamuno, persona -y personaje- no recordado aquí por capricho, como se tendrá ocasión de comprobar.

Hoy por hoy, puedo decir, al menos, que Villegas nació en 1844, en Cóbreces, aldea de la montaña cántabra 14; que fue militar, hijo de militar y «tuv[o] seis de [sus] ocho hijos [varones] militares también» 15; que llegó a coronel de Arti­llería (no dejó de haber problemas en torno a cierto destino por él solicitado y misteriosamente denegado) 16; que alar­deó siempre (al parecer, con toda razón) de ser el verdadero ideador del plan de campaña adoptado por los generales que concluyeron la última guerra carlista '7 y que, tras una dis­cutida -y, en el fondo, de veras discutible- elección, obtuvo un acta de diputado liberal, en contra de los prohombres de su propio partido, conservando el escaño durante dos legis­laturas 18. Desconozco la fecha exacta de su muerte; de todos modos, hubo de ser posterior a 1921, que es la de la última de las publicaciones por mí conocida, donde declara tener ya 77 años '9.

14 Cfr., p. ej. Catecismo, p. '3. 15 Cfr. Libro patriótico, p. 164. 16 Cfr. Libro patriótico, pp. 251-25 \. '7 Cfr. Un becho (enteramente dedicado al tema), Estudio tropológico

(pp. 117, nota r, y 337), La revolu(ión española (pp. j 77 5 SI) Y Libro patriótico (p. 248). Cfr. también la «semblanza» de la Cróni(a bioj!,ráfica.

r8 Cfr. La revolHción española (pp. 86 Y 600-610), Libro patriótico (pp. xii Y 248-2\0) Y Catecismo de la doctrina cervantiana (p. 17). Cfr. también la «sem­blanza» de la Crónica biogrdjica.

19 Cfr. La causa de nuestros males, p. í.

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No valdría la pena ir repasando en los escasos minutos / páginas a mi disposición los seis libros y folletos dedicados a Cervantes por nuestro autor. Todo sumado y ponderado, se trata de una visión en el fondo nada complicada, que, para colmo, ha sido reiterada hasta la saciedad en sucesivas oca­siones. Pienso que lo más eficaz -y leal- será dejar hablar cuanto sea posible al propio Villegas, sin cambiar una sola de sus palabras. A la ilustración de mis oyentes / lectores dejo la puntual corrección de errores de detalle -a fin de cuentas, de cultura- en que nuestro autor incurre en muchas -demasia­das- ocasiones. En la nota de que he hablado más arriba, Clase establece una relación de causa y efecto entre Nicolás Díaz de Benjumea y Villegas. Convendra añadir que es sin duda correcta, pero que a éste último sólo 10 cita en una de sus obras, para colmo de manera -por así decir- reticente 20,

mientras que, por el contrario, declara paladinamente que el suscitador de su interés por la «crítica esotérica aplicada a Cervantes» fue sin duda Benigno Pallol, conocido, en su momento, con el pseudónimo de Polinous 21.

2.0. EL QUIJOTF DE 1605

Veamos ahora cuál es el reiterado «mensaje» de Cervan­tes según Villegas, a partir de la primera «gran publicación» de éste, que es, al mismo tiempo, el fruto más considerable de su ingenio. (En efecto, cuanto escribe a continuación, en el arco de casi veinte años, no supera, en modo alguno, lo dicho a sus cincuenta y cuatro, en el Estudio tropológico sobre el Don Quijote de la Mancha del sin par Cervantes).

He dado el título, pero no «descrito» la portada 22. Sería grave no recordar un detalle de la misma, muy indicativo de

20 Cfr. Estudio tropológico, pp. '4- 1 5. 21 Interpretación del «Quijote)). Primera parle. Madrid, Impr. de Dioni­

sio de los Ríos, 1893. Cfr., en este mismo vol., la comunicación de Manuel Ferrer Chivite, dedicada precisamente a PoJinous. No deben traer a engaño, al menos a este respecto, las palabras de Villegas sobre PaJinaus en las cits. pp. '4- 1 5 del Estudio tropoJój!,ico. La inequívoca -aunque algo más tardía­declaración de la deuda del uno para con el otro Se hallará en las primeras líneas del prólogo del Libro patriótico (pp. v-vi)

22 Tanto la de la ed., casi integral, de 1897, como la de su repetición en 1899.

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la inquebrantable seguridad de nuestro autor en la verdad de cuanto se dispone a decir o -si se prefiere- a revelar. En la parte inferior de la página aparece, a la izquierda, la frase «Alegoría que se puso en la 4.ª ed., año 1605» y, debajo, la reproducción del emblema tantas veces usado por Juan de la Cuesta y tantas veces entendido malamente, por creerlo un signo -y de notable relevancia- no ya del tipógrafo sino del mismísimo Cervantes 2~. A la derecha se lee «Alegoría que se pone en esta edición de ahora» 24, donde el consabido halcón con caperuza, sostenido por un brazo enguantado y, en torno, la leyenda Post tenebras spero lucem, ha sido sustituido por un majestuoso león, sobre el que un sol luciente esparce sus rayos, con el mote Después de las tinieblas veo la luZ 25.

Abre el libro un Discurso preliminar de ... 24 líneas, en rea­lidad más que suficientes para preparar al lector. En la pri­mera de las dos advertencias que lo siguen (titulada «Para exponer en una pieza el contenido de este libro») leemos que en España, por desgracia, sobre las ideas tolerantes del sabio San Isidoro, han prevalecido las intolerantes de su hermano

23 Precisamente la 4.', porque -dice Villegas, en las pp. 20-21, equi­vocándose clamorosamente, como le indicó en 1901 el ,<Dr. Thebussem»: cfr. la RevolNdón española, p. 3, nota- la princeps no lleva escudo alguno. Y -sigue diciendo, esta vez con razón- que lo mismo ocurre a las dos lisboetas del mismo 160j. Según él, el escudo aparece por primera vez en la 2.' madri­leña de Juan de la Cuesta.

Acerca del mote de este último (por otra parte no privativo suyo: fue usado por otros desde mucho tiempo atrás), cfr., p. ej., Richard W. Clement, «J- de la C-, the Spanish Book Trade and the New lssue of the First Edition of Cervantes's Perúles y SigísmNnda» (en JONrnal o/ Hispanic Phil%gy, XVI [1991-19921), pp. 23-41 (esp. 30).

No debe olvidarse, de todos modos, que el propio Cervantes pone estas palabras (procedentes del Libro deJob, XVII, 12) en boca de su héroe en Quijote, n, 68. Pero la situación no se presta, ni mucho menos, a interpretar­las precisamente en el sentido que los críticos esotéricos suelen atribuir a las del emblema usado por el impresor.

24 En la primera impresión: «Alegoría que se pone en esta edición, año 1897».

25 Algo, sin duda, no poco arrogante, pero más o menos equivalen­te a la portada de la Vida de Don QNijote.y Sancho, según Miguel de Cervantes, comentada por Miguel de Unamuno (Madrid, Fernando Fe, 19°5)' Con el adita­mento de numerosas frases directamente despectivas para el primer Miguel. Quien parece que escribió su obra maestra tan sólo para que la comentara el segundo, como éste -muy en su estilo- no deja de decir en más de una ocasión.

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San Leandro 26. Es evidente que el país decayó, acabó entor­peciéndose, fanatizándose.

Así 10 entendió Cervantes., cuando todavía la luz de las ciencias y los bienes que aportan la civilización y el progreso no lo habían dado a conocer; y, queriéndolo evi­tar, opuso a los sentimientos que formuló el P. Rivade­neyra 27 y los que después, pero con sus enseñanzas y aspi­raciones, educaron a los Reyes y formaron el espíritu del pueblo, el criterio y los ideales que campean en este libro ... 28

Lo que Cervantes, en una palabra, desea decir en su Quijote -de la manera en que le es posible hacerlo, por supuesto- es,

respecto de lo primero [las relaciones entre Religión y Poder político]: Que la Iglesia, en contacto con el Estado, no debe de ser un centro de donde dimanen sujetos e impuestos los Poderes civiles, sino un manantial de donde fluyan libremente la virtud y la sabiduría para vivificados.

[ ... ] y dice respecto a lo segundo, esto es, en cuanto a los

detalles o accidentes del mecanismo social que pretende fundar:

1. º Que los sacerdotes necesitan tener siempre sus aspiraciones y miras en la virtud y las enseñanzas del Ciclo, no en el dominio yen la sensualidad terrestre [ ... ] y resultar por eso en todas las cosas de la vida los represen­tantes de la VIRTlJD DE LA PRUDENCIA.

2.. º Que el Ejército no es una fuerza bruta al servicio del poder imperante, sino una fuerza consciente, cuyo fin es mantener entre los hombres la paz, [ ... ] por lo que es necesario tenerlo educado e influido en la VIRTUD DE LA

FORTALEZA, para que no se dispare mal.

26 P. ¡v. El tema recurrirá una y otra vez (con el frecuente añadido de la figura -todo sumado y ponderado, bien poco ejemplar- de San Hermene­gildo) a lo largo de la producción de Villegas. Cfr., p. ej., La cuestión social (P.25), Estudio tropológico (pp. 123-124), La revolución española (pp. 31 Y 67), Libro patriótico (p. 39), Cateásmo (p. 33) Y La causa ... (pp. 57 Y 142 ),

27 Villegas dedica una larga nota a mostrar la gran fortuna e influen­cia de! Tratado de la religión y virtudes que debe tener el Príncipe cristiano para gober­nar sus Estados (1 5 95), que e! jesuita dedicara al futuro Fe!ipe IlI.

28 Pp. vii-viii.

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3. Q Que la ley humana no es la ordenación de una voluntad que se impone, sino una fórmula en que se orde­nan y determinan, por la observación y por la ciencia, las relaciones o modo de ser de las cosas, [ ... ] por cuyos moti­vos [los Tribunales] deben de tener por característica la VIRTUD DE LA JUSTICIA.

Y 4.º. En fin, la Monarquía, en sus distintas formas, no es un poder delegado de Dios para imponer su volun­tad ni aun en aquello que le parezca a ella verdadero, sino un elemento de armonía constituido por los hombres, [ ... ] por cuya razón es preciso que tenga por característica la VIRTUD DE LA TEMPLANZA 29.

[ ... ] Todo eso tan hermoso y tan magnífico es lo que ense­

ña Cervantes en el QUIJOTE, que, si hasta ahora se ha leído riendo, es necesario leerlo en adelante con recogimiento y como un evangelio, de rodillas y pidiendo inspiraciones al Cielo JO.

En la segunda advertencia (<<Para exponer cuántos bene­ficios puede producir a nuestra patria este libro») habla de la necesidad de regeneración del país JI y no deja de recor­dar los obstáculos objetivos que a ello se oponen: pecisa­mente ese clero, ese ejército, esa justicia y esa monarquía antes aludidas. ¿Cómo llevar a cabo, entonces, tan inaplaza­ble plan de reforma?

Afortunadamente, tenemos ya realizada esta labor por Cervantes, uno de los hombres más grandes de la huma­nidad J2; el cual, viéndose, a principios del siglo XVII, en una sociedad que se desmoronaba, herida por los mismos vicios fundamentales que la nuestra, acometió el pensa­miento de reformarla por el único medio que podía hacer­lo. Por medio de la alegoría y el simbolismo, para dar con

29 P. IX-XI.

30 P. XIII. Exactamente como hará Unamuno, bien pocos años más tarde.

1 I Pp. XXIX-XXX.

32 La admiración de Villegas por «su auto o> no tiene límites. Cfr., p. ej., La revolución espa1iola (p. II), Libro patriótico (p. 247), Cervantes, luZ del mundo (pp. 5-6: « ... es, más que un literato y más que un filósofo, un reden­tor») y Catecismo (p. 106: «es luz del mundo y el hombre más grande que ha existido en la humanidad, como guía de ella»).

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su maravilloso ingenio dos representaciones en este libro que por eso llamó ingenioso y que, en la necesidad de poner a cubierto, embelleció con tan primoroso estilo, tan grandes donaires y tan profundas observaciones, que la mente humana lo ha creído por esto solo una maravilla, y se ha limitado a admirado en este sentido, embelesada por las bellezas externas, pero sin penetrar ni lo admirable­mente ingenioso que es, en sus tropos y simbolismos ll, ni la sabiduría y la utilidad de las enseñanzas que encierra anagógicamente J4 en ellos.

[ ... ] Creo por esto un deber inexcusable este trabajo mío,

en que se descubre el verdadero sentido del libro de Cer­vantes lj.

A partir de este momento, Villegas se referirá a la socie­dad española de la Restauración y a sus males, para volver a insistir en la urgencia de poner en acción las escondidas -y ya aclaradas- enseñanzas delQu#/ote 36. Ni tiene el menor empa­cho en declarar:

Yen este momento 37 aparece [mi contribución], que, ayudándose con las observaciones de los que me prece­dieron, descubre la ley a que obedecen todos los hechos y precisa el sistema completo y ordenado que encierra el

33 El Diccionario de la Real Academia ¡ispañola defrne de este modo tro­pológico: «1. 'figurado, expresado en tropos'; 2. 'doctrina moral que se refiere a la refoma de las costumbres'».

34 En una «Nota importante», puesta al final de La revoltlción española (pp. 622-623), Villegas habla de anagogía y anagógico, critica la definición del diccionario académico ('sentido místico de la Sagrada Escritura, encamina­do a dar idea de la bienaventuranza eterna') y añade que este término (mo significa eso, sino toda enseñanza que educa e instruye, de tal manera que, desde el grado de perfección o progreso adquirido, se empieza a elevar a otra perfección ° progreso mayor y, una vez logrado, conduce así, sucesivamen­te, de lo desconocido a lo conocido, por el camino del progreso indefinido y de la perfección absoluta. Y así lo aprendí a usar en un escritor distinguido del siglo xv».

35 Pp. XXIV-XXVI.

36 Cfr., p. ej., pp. XIX-XXII, 16, 30, 36-n, 280. El tema vuelve, con mayor insistencia, en La revoltlción española (p. ej., en las pp. 27-28,67,73-87, 149, 239-242, 368-370,420-421, 426-427, 453-45 j, 470-474, 554-11 8, 564-622), y Libro patriótico (pp. ix-xü, xv-xxi, 12-] 5, 38-39,91-94, 245-247).

37 Tras la aparición de los libros de Díaz de Benjumea y Po/inotls.

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libro, en todos los sucesos y en todos los capítulos, como consecuencia de un plan que no tiene desperdicio, y con un solo criterio constantemente seguido, constituyendo una obra de absoluta unidad ... ;8

·El Estudio está dedicado tan sólo al Qui¡ote de 1605. Cabe preguntarse: ¿por qué no extender la intepretación esotérica también al de 1615? Varias son las causas expuestas por Villc­gas para justificar su decisión:

Las unas, porque tanto el pensamiento tropológico y anagógico de Cervantes como la acción de la epopeya en que se desenvuelve están completamente terminados en el tomo 1, publicado en 1605, sin necesitar para nada del II; el cual, según demostraremos oportunamente, no es otra cosa que una repetición de esa doctrina tropológica, para restablecer el sentido oculto apologético del libro que, por ignorancia o por mala fe, desconoció en el suyo Ave­llaneda en 1614, desorientando de este modo a las gentes sobre la significación principal l 9.

Las otras, porque esta transcendental interpretación, como toda obra humana, ha de salir seguramente, a pesar de mis cuidados y buenos deseos, con algunos defectos que debo quedarme en condiciones de poder corregir.

Las otras, en fin, porque las grandes dificultades con que va a tropezar esta teoría [oo.] me hacen ser cauto y juz­gar acertado quedarme con reservas y medios de contes­tar satisfactoriamente y de devolver sus dardos a los que pretenden herirme con ellos ... 4°

Sería inútil seguir paso por paso esas especulaciones de don Baldomero acerca de todos y cada uno de los episodios del primer Quijote. Aquí me limitaré a aludir a los más impor­tantes, considerados a partir de los «cuatro pilares» en que todo su comentario se basa. Es decir, en lo que éste piensa acerca del papel del cristianismo español, del ejército, de la justicia y de la monarquía.

38 P. 1j. La misma satisfacción reaparece, p. ej., en las pp. 328-P9, donde resume el alcance del Estudio.

39 Cfr. también La revolución española, pp. 92-94. 40 Pp. 333-334.

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2.I. LA IGLESIA y EL CRISTIANISMO ESPAÑOL

A partir de su concepción «isidoriana» y «antileandria­na» de lo que debe ser el cristianismo, Villegas afirma que

los mercaderes de Toledo [c. IV] son representación del alto clero, reflejo exacto de lo que indudablemente suce­dería con la Inquisición, en cuanto fuera percibido el objeto del libro, contra la amalgama formada por el trono y el clero de aquel tiempo 4 1 •

Tras de lo cual, fácil es imaginar la aCClOn del mismo clero: el escrutinio y la quema de libros 4 2 • Pero «la epopeya comienza, a no dudar, en el c. VIII» 43.

Considera Cervantes al espíritu redentor ante su época y al ver, en la aventura de los molinos de viento, su impotencia, se recoge a meditar y saca por consecuen­cia que, para modificar el defectuoso modo de ser de la sociedad de su tiempo, es en primer término necesario chocar y vencer a los frailes y a los jesuitas (aventura del vizcaíno), con lo que ha hecho un capítulo que podremos llamar CAPíTl:LO 1 44.

La señora y y el vizcaíno significan los jesuitas y sus idea­les 41. Concluido el encuentro, Sancho, la parte más baja, torpe y liviana del espíritu reformista, se aprovecha de las ventajas,

mas la parte elevada y noble, lo grande, lo sabio y lo per­fecto, el verdadero ideal reformador, no debe consentirlo en ninguna manera, sino que debe buscar el remedio en lo que se representa aquí por la semejanza del bálsamo de Fierabrás 46.

4 1 Pp. 62-63. 42 pp. 64-7°' 43 P.73-44 P·74. 45 P. 82. Más adelante (p. 87) Cervantes «profetiza" que, en esta lucha

del progreso contra el fanatismo, <dos frailes cederán más pronto y que los jesuitas resistirán con más brío». Según Villegas (pp. 95 -96), en el Coloquio de los perros, contra lo que se suele decir, no elogia a estos últimos, sino que los ataca, del único modo que le es posible, por supuesto.

46 P. 90. Cf" también, en el mismo Estudio, las pp. 134-13 5 (donde se afirma que el tal bálsamo "es un símbolo de la pureza del cristianismO)') y

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Con sus tomas de posición -claro está que secretas, disi­muladas-, el novelista resulta ser un opositor de las institu­ciones, pero, en el campo concreto del cristianismo, no lo que se puede llamar un protestante:

¡[Q]ué absurdo! Cervantes no ataca ni quita obedien­cia a la Iglesia; es, por el contrario, a manera de San Fran­cisco de Asís y de Savonarola, quienes, ante el yugo polí­tico del feudalismo cristiano, quisieron abrir a las almas una esperanza religiosa más consoladora, un criterio social más elevado; y pretende, como ellos, renovar las ideas religioso-sociales con ese fin 47.

Introducida por el discurso de la edad de oro (que, para Ville­gas, como ya antes la aventura de los molinos de viento, «sería ridículo si no fuera simbólico») 48, la historia de Gri­sóstomo y Marcela puede considerarse una de las más carac­terísticas expresiones del «método crítico» animador del Estudio tropológico. El cual consiste ante todo y sobre todo en un «contenidismo» tan desaforado que la forma resulta ni más ni menos que «descuidada», e incluso «eludida», como una especie de fastidioso «velo» que complica la actividad del especialista detector de significados recónditos.

Así, las cabras son «animales celestes», porque, al ali­mentarse de ramas, miran al cielo 49; Marcela (de ... mar celi ="mar del cielo, espejo del cielo") jO, la joven, educada por su tío el beneficiado, encarna a

Catecismo (pp. 52- 53: donde se vuelve a repetir que todos sus ingredientes son, sin la menor duda, simbólicos).

47 P. 93· En e! Libro patriótico (p. 224) nos dirá que ,da Reforma es un progreso, pero no una solucióm). Cervantes, más que un reformista, era «un redentor, que venía a cambiar sustancialmente e! modo de ser socia),).

48 P. 100. Sobre estos distanciamientos de! Quijote en cuanto gran obra literaria, cfr., p. ej., las sorprendentes afirmaciones recogidas en las pp. 78-79 (a popósito de la aventura de los molinos) y, en el Catecismo, las pp. 50

(discurso de Marcela) y 95 (e! elogio de la alcahuetería no pasaría de ser un «repugnante diparate» si no se juzga desde determinada perspectiva ... ).

49 P·99· 50 P. 104. Y lo mismo seguirá diciendo en el Catecismo (p. 49). Para el significado esotérico de los nombres, cfr, las pp. 39-43, ocupa­

das por una especie de diccionario de los mismos: "Los términos para el sim­bolismm). No estará de más dar aquí algunos ejemplos:

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la Iglesia cristiana en sus primeros tiempos, que no tuvo padre ni madre, y fue dirigida por los concilios (el clero) y que, por su bondad y su virtud, extendió su fama no sólo entre el pueblo judío, sino por toda la redondez de la tierra 1 ¡.

¿ y Grisóstomo? ¿Y los demas pastores? El primero representa al elocuente San Juan Boca de Oro 52, mientras que Pedro, «que no se distinguia por su saber, sino por su voluntad», es una figura de «los Pontífices Romanos, que realizaron al fin, después de Carlo-Magno, los deseos de San Juan Grisóstomo>, 53, como Ambrosio lo es de la del gran obispo de Milán, su contemporáneo,

que cambió la tribuna por la cátedra episcopal y enlazó como el patriarca constantinopolitano en un afecto las ideas de la Iglesia y del Estado 54.

Don Quijote, en cuanto encarnación del criterio liberal y progresista, en sentido noble [ ... ] , «es alguna vez la misma persona de Cervantes». (Menos «persucde» que su nombre -como se nos dice en la p. 4~ venga de la exclamación «¡Qué hijote!»);

Dulcinea es «el ideal de perfecciófi». Su nombre está compuesto de dulce y nueva, para poder regenerar a la patria sin revoluciones ni guerras» (p. jI). En cuanto a Aldonza Lorenzo, su nombre «es, en el aljamiado, corrupción de 'Alfonso'» y Lorenzo viene de Jaurentius, 'laurel'. Juntos, nombre y apellido indican a una labradora tÍpica de nuestra patria, país esencialmente agrícola. (En el Catecismo -p. 40-, Aldonza es España y Lorenzo equivale a 'laureado').

El cura y el barbero representan «el compradrazgo de los intereses cre­ados, en el orden espiritual y en el orden materia!». (En el Catecismo -p. 41-, se nos dirá que Pero Pérez es «doblemente Pedro» y que, por tanto, repre­senta al Pontífice Romano).

Maritornes «es imagen de la Iglesia tal como estaba en el siglo XV!». Su nombre quiere decir 'María te tornes' (pp. 128-129)' Su nariz roma y su mira­da al suelo representan a la Iglesia romana en el período de la decadencia. (Cfr. también Catecismo, p. jI).

Luscinda equivale a 'luz inda', 'luz de oriente', y es símbolo de la cien-cia, burlada por la monarquía (pp. 21 j - H 6).

Don Fernando personifica a la Monarquía (pp. 216-217 Y 257). Dorotea es el símbolo de las fuerzas vivas del pueblo (pp. 216, 257 Y 287). La falda de tres colas, que forman ángulos equiláteros, de la condesa

Trifaldi es un «emblema de la Trinidad» (Catecismo, p. 8r). Etc. 51 P. 104. 52 Pp. r04-105 53 P.IOj. 54 Pp.loj-T06.

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En una palabra,

el esqueleto y vestido de la alegoría, o su traza y artificio, es así: Marcela [",] estima en tanto esa libertad e indepen­diencia [en que vive] que, en cuanto descubre en cual­quiera intención de sujetarla, aunque sea tan santa y justa como la del matrimonio, lo arroja de sí. ... j j

Éste es el motivo de la muerte de Grisóstomo, quien deja explícita, en la Canción desesperada, «su doctrina»:

Son unos versos donde se mantiene el principio de la unión entre la Iglesia y el Estado para bien y engrandeci­miento de la religión. Para que se vea que no es esto una afirmación ilusoria o gratuita mía, voy a copiar algunos ... 56

La «demostración» es enteramente arbitraria, pero de ningún modo impide a Villegas concluir, tras el comentario a las palabras de Marcela:

Tal es el maravilloso discurso de polémica metafísico­crítico-apologética, cuyo sentido ninguno de los comen­taristas del Quijote ha podido descubrir hasta ahora, iper­dóneseme la inmodestia! Y esto, tan lógico, tan oportuno, tan sublime, es lo que a Clemencín le ha parecido imperti­nente, afectado y hasta ridículo, en boca de una pastora criada con recato, iY por eso digno de censura! ¡Qué absurdo! iPor no haber penetrado el sentido simbólico del libro! 57

[". ] [Se] puede afirmar de manera categórica que, en efec­

to, Cervantes ha querido mostrar con este [episodio] que la única manera de que la santa y bienhechora doctrina de Jesucristo haga la unidad religiosa en todos los ámbitos del mundo y funde en un solo sentimiento cristiano las enemistades y las desgracias que tienen divididos a los hombres y a los pueblos, a causa de las intransigencias de las religiones, y de modo que la religión se mantenga más pura y más elevada, consiste en que viva la Iglesia como Marcela, libre e independiente de todo poder civil, sin

55 P.106. 56 Pp·109-1I1. 51 Pp. 116- 1I7·

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esquivar el trato de las ciencias, sin temor a la naturaleza, sin codiciar intereses ni dignidades ni categorías que la distraigan de los fines espirituales del cielo 58.

Si dejamos de lado la retirada de don Quijote a Sierra Morena (una especie de «retirada al desierto» para el caballe­ro redentor) 59, no nos queda más que alcanzar la venta, donde se concluirá la «gran epopeya». Desde la «perspectiva religiosa» adoptada por Villegas, interesa la lectura en alta voz, hecha por el cura, de la Novela del curioso impertinente, objeto de una interpretación no poco pintoresca:

En Florencia, esto es, donde florecían las cosas, Ansel­mo, que es el nombre de uno de los Santos Padres, ei cual es inclinado a pasatiempos amorosos, y que representa aquí el espíritu de la ortodoxia cristiana, con el matiz de supeditar sus especulaciones de la razón a las verdades del dogma, y Lotario, al cual llevaban tras sí los ejercicios de la caza, que representa aquí esa ortodoxia con el matiz de la investiga­ción, con la tendencia de alcanzar o perseguir un fin racio­nal, como sus aficiones y la semejanza de su nombre con Lutero indican. Los cuales son tan amigos y viven en tan completa armonía que formaban una sola entidad [ ... ], que es como lo que sucedía a la Iglesia en los primeros tiempos de su Apostolado. Mas llegó un día en que determinó sus afectos en una mujer, es decir, que la tendencia del senti­miento, en vez de afirmarse en el orden moral del cristia­nismo, lo hizo en el ideal de las formas de la naturaleza humana. Este ideal en que se fijó Anselmo se llama Cami­la, nombre que se diferencia poco de Camela, malogro, y tiene una servidora consigo, con la que se ha criado desde niña, a la que queda mucho, que es casi como si fuera ella y que se llama Leonela, nombre que semeja al de los Leones, los nombres que más lisonjean y envanecen al Pontífice Romano, bajo la forma que se planteó al usurpar el trono a Chilperico, y como se constituyó por la iniciativa y la habi­lidad de León III, en el pacto llamado de Carla-Magno 60,

[ ... ] Mas sucedió que, cuando estaban más satisfechos

todos, surgió un conflicto por los vicios de Leonela: fide-

j 8 Pp. 121-122..

j 9 Pp. 2°7- 208. 60 Pp. 239-24°.

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lísima imagen de lo acontecido en e! catolicismo, donde e! sentido especulativo de la razón se había acomodado a un idealismo plástico que debilitó la virtud y la fuerza natural de! primitivo cristianismo 6,.

Las cosas se precipitan y llevan a la catástrofe que todos conocemos.

[LJa enseñanza está clara. No quiero ni debo detener­me a desentrañarla, puesto que cada uno ha de percibirla según sus especiales conocimientos en la anagógica pro­fundidad con que Cervantes la trata.

La cuestión es muy dificil y, por eso mismo de que es esencialmente anagógica, y limitándome yo al estado de los conocimientos y de las necesidades actuales, debo decir que Cervantes no atribuye, ni presiente, los males que padezca el mundo en e! orden religioso a los princi­pios que informan y constituyen la Iglesia Cristiana, sino al principio de la teocracia que germinó en ella, como en todas las religiones de! universo, enamoró a la razón y se impuso a los gobiernos y a las conciencias, en perjuicio de la paz, de la virtud y de! progreso humano 6 ••

Es inútil seguir paso a paso las manifestaciones de la idea de religión que, según Villegas, anima todo el Quijote de 1605. Me limitaré, pues, a reproducir una parte de las que dedica a la aventura de Leandra, Eugenio y Vicente de la Roca (c. LI):

Ahora bien, si es cierto [ ... ] que las mujeres son siem­pre representación de ideales, no puede desconocerse que el nombre de T ,eandra puede haber sido usado aquí como ideal, o tendencia, de San Leandro, sustentador del crite­rio en que se manifiesta e! modo del cristianismo de Occi­dente; que con Anselmo (del famoso arzobispo de Can­torbery) y con Eugenio (del primer arzobispo de Toledo) ha querido representarse el orden de las cosas que han mantenido estas dos entidades, y con Vicente de la Roca (de Vice-ente, Vice-Dios de la Peña, Piedra) que, en sus tres vestidos de diferentes colores, aparece trajeado con los tres aspectos que adornan la tiara; que, con sus ligas y

61 P.243. 62 Pp. 249-25°.

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SUS medias, únicas prendas del traje que menciona, resul­ta alusión a las Ligas que pactaba el Pontificado con los Reyes y los provechos que tenían a medias; que las haza­ñas que desde la piedra o poyo contaba y las conquistas que hacía en toda la tierra, ofrecen conexión con la milicia religiosa; finalmente, que por tener su persona en tanto o más que el Rey, y por ser su linaje y paternidad en sí mismo, puede semejar al Papa, ha hecho una semblanza sobre el modo de ser social del Pontificado Romano 63.

2.2. EL EJÉRCITO

Dejo ahora de lado las otras alusiones al tema 64, para dedicar algún espacio a la interpretación que el autor del Estudio da a la aventura del capitán cautivo y a la sucesiva lle­gada del oidor, su hermano (ce. XXXIX-XLIII):

La condición del padre, tan en armonía con el carácter español; la importancia que e! reino de León tuvo al for­marse la nación española, juntamente con que Viedma, Bizma, es un confortante compuesto de una base con tres elementos, el aguardiente (sustancia de vigor y fuerzas), e! incienso y la mirra (que se emplean en las Iglesias) y otros elementos menudos del comercio, en analogía a lo que ha dicho que sucedía en España, en que la familia, como elemento conformante del país, no tenía más que esas tres salidas: las armas, la Iglesia y el comercio menudo con América, nos dan a conocer lo que son estos térmi­nos con que va a hacer su alegoría.

Ahora bien, de! que marchó a América, tan sólo dice el texto que fue quien hizo mayor cantidad de dineros y que socorría a su padre, pero que no venía por España y fue, por tanto, hombre completamente perdido para la patria; del que quiso seguir la Iglesia, nos le presenta con una aparente contradicción, pues aparece magistrado, pero es el fin de ella que resulta padre de Doña Clara (la ley), la cual, como veremos después, decide sobre las aspi­raciones de D. Luis (D. Luz, e! derecho) y, así, esta apa­rente contradicción es un giro que sirve para decir que el

63 Pp. 320-32J. 64 Es decir, la aventura de los rebaños Ce. XVIII) yel discurso de las

armas y las letras Ce. XXXVII).

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clero era en realidad el dueño de las leyes del país, y del que se hizo milítar, como másfuertey de más altos pensamien­tos, se manifiesta que combatió en Italia, en Flandes, y, en fin, contra los turcos, y cómo al fin fue a parar al Africa contra su voluntad, y cómo trajo de allí una mujer hija de un moro rico y principal, de cuyas inmensas riquezas ella tenía la llave, esto es, un ideal de los moros, venida a la tie­rra por mi gusto Y para mi remedio 65.

Para Villegas, resulta claro que, con el Capitán, Cervan­tes está aludiendo al de~tino africano de nuestra nación, «que es conforme al testamento de los Reyes Católicos» 66.

Que esto no es ilusión de mi mente encariñada con ese fin, sino expresión fiel del pensamiento de Cervantes, se prueba sin más que descifrar «;1 simbolismo del texto. En efecto, no entra el militar en Africa con arrogancias, sino vencido y prisionero; no es el militar favorecido entre todos los otros que allí estaban ni por su belleza, ni por su distinción, ni por su saber, ni por su religiosidad, sino por­que ninguno me ha parecido caballero como ttÍ; no fueron causa de este favor ni fantasías de la imaginación ni espíritu pasional, sino el convencimiento de la superioridad de Lela Marién, esto es, del ideal cristiano 67.

Nada resulta más oportuno, a mi parecer, para ilustrar lo que acerca de la Justicia lee Villegas en el Quijote de 1605 que la reproducción de las siguientes frases, motivadas por el epi­sodio de la liberación de los galeotes y, más concretamente, por la figura del alcahuete (c. XXII):

[Cervantes] discurre que, entre los presos, venía un hombre honrado de venerable rostro, con una barba blanca que le pasaba del pecho, el cual comenzó a llorar y no pronunciaba pala­bra alguna, [ ... ] porque se avergonzaba de la opinión en que estaba su oficio. Este hombre, en lo físico, semejante a las imágenes que vemos en los altares para representar al

65 Pp. 262-263. 66 P.264. 67 Pp. 265-266.

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Eterno, y, en lo moral, tan bueno que nunca pensó que hacía mal al tomar ese oficio,y que toda mi intención era que todo el mundo se holgase y viviesen en pazy sin pendencias ni penas; [ ... 1 este hombre, que inspira el respeto y la consi­deración de Sancho, hasta el punto de darle dinero, que sacó de su seno, y que mueve a decir a Don Quijote que o/eree un oficio de discretos, neeesarÍJimo en las repúblicas bien ordenadas y que no se debía ejercer más que por gente bien nacida y bien examinada; [ ... ] a este hombrele elige Cervantes para simbolizar la justicia tal como él la comprende: y por eso hace tan simpático y venerable su retrato, que lo compara a Dios, y por eso las lágrimas que derrama por la opinión en que le tienen, y por eso hay que buscar en lo que él es y lo que él hace el símbolo de lo que, en opinión de Cervan­tes, debe ser la Justicia.

y como ese hombre es alcahuete, debemos deducir que Cervantes define la Justicia llamándola ALCAHUETE­

RÍA DEL BIEN Y que el fin a que Cervantes cree que debe encaminar la justicia sus acciones es A QUE TODO EL MUNDO

SE HUELGUE Y VIVA EN PAZ, SIN PENDENCIAS NI PENAS 68.

Un segundo -y último- pasaje nos acabará de ilustrar el mecanismo del paso, según Villegas, de lo exotérico a lo eso­térico. En la venta de Palomeque, el Zurdo, se detiene la carroza del oídor, con sus acompañantes Ce. XLII):

Llega de noche y viene en carruaje, esto es, oculto a la vista y a la luz [ ... ] La hija se llama doña Clara [ ... ] y el que le sigue se llama don Luis.

[ ... ] El cuadro sale perfecto: el magistrado es padre de la

ley, que debe ser Clara; y D. Luis, D. Luz, que es el Dere­cho, va detrás de ellos disfrazado de mozo de mulas, que es un buen emblema de cómo andaba entonces el Derecho.

Pero la exposición es todavía más completa en el texto. He aquí cómo los hechos se desenvuelven: de todos los ideales que están representados en la venta, es Doro­tea, las fuerzas vivas del país, quien más se interesa e iden­tifica con doña Clara, la ley, y quien la llama la atención para que escuche al derecho 69.

[ ... ]

68 Pp. ZOl-ZOZ. Como he dicho más arriba (nota 48), a la «alcahuete­ría del bien» vuelve Villegas en el Catechmo, p. 95.

69 P. z85-,87.

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Tales son los hechos, y el pensamiento resulta tan transparente, que intercaló Cervantes varios incidentes para oscurecerlo; pero en cuanto se apartan aparece tan claro, que no necesito hacer comentarios para esclarecer­lo: la Justicia era cual ya la conocemos (pp. I9l a 198), mas, para que sea lo que ha dicho Cervantes que debe ser, dice que el derecho quería juntar con la ley y la seguía por todas partes, a pesar del que la engendró; pero que, por una parte, el sentido común y la Iglesia hacían uso del agujero por donde se percibía la luz, esto es, del entendimiento, y de las cosas del pueblo, que retenían en la oscuridad de la ignorancia, aprisionados, los ideales ... 7°

2.4. LA MONARQUÍA

La conocida discusión en torno a la bacía del barbero­sangrador de cierto lugar que, a causa de la lluvia, se ha pues­to en la cabeza y en la que don Quijote reconoce, sin la menor duda, el yelmo de Mambrino, frente al insuperable escepti­cismo de Sancho (e. XXI), con su natural secuela, la riña enta­blada por el mismo barbero y el mismo escudero en la venta de Palomeque (ce. XLIV-XLV), ahora complicada por la inte­resada dístinción entre jaez / albarda y concluida con una burlona intervención de don Fernando, ayudado por Pero Pérez y maese Nicolás, resulta glosada por Villegas en estos términos:

1. º El asunto que toma aquí Cervantes en estudio es la monarquía personal y autoritaria.

2.º y presenta una discusión entre dos opiniones con­trarias que, a fin, convienen en que esa monarquía sólo sirve para sangrar y hacer la barba al pueblo.

[oo .J 3.º Y afirma por boca de don Quijote que puede ser

buena esa monarquía y autoritaria, si se inspira en sus ideales: mas, por boca de Sancho, dice que no será así mientras no cambie el modo de ser del ejército y del clero, y concluye por consignar la esperanza de que se logrará eso, al fin, por la superioridad del cristianismo, aunque

70 P.292.

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reconoce que, hasta entonces, la monarquía cristiana no había hecho más que el mu/afio capparum 71 .

[ ... ] De todo lo cual se deduce que Cervantes no juzga

conveniente la teoría del derecho divino de los reyes, sino aquella en que el ente moral llamado potestad real no es poder legítimo, ni como ser, ni como motor, ni como fin, más que cuando satisface una necesidad que demande la razón y que, desatendida, sería perjudical a la existencia social 7'.

3.0. EL QUIJOTE DE 1615

El comentario a la segunda parte apareció en 19°3 7). En él se reiteran las fuertes reservas que, acerca del valor pura­mente literario del Quijote, sigue nutriendo Villegas 74. A propósito del bachiller Sansón Carrasco escribe nuestro son­deador de misterios:

Es [ ... ] por su nombre, representación de fuerzas colosales; por su apellido, semejante a las carrascas con que se encendían y atizaban las hogueras de la Inquisi­ción; por su título, superior a las clases que constituyen el vulgo; por su color enfermizo, reflejo de la sociedad deca­dente de aquel tiempo y, en fin, por su estilo, encarnación del disimulo y la malicia y, por su muy buen entendimien­to, por su nariz roma, boca grande y vestido del hábito de San Pedro, expresión del espíritu que presidía y domina­ba por entonces en nuestra patria 7).

[ ... ]

71 P. 18 5. 72 P. 189. 73 La revolución española. Cfr. nota 1 de este arto 74 Cfr. pp. 256, 265, 270 (el disparate literal constituido por el relato

de lo sucedido en la Cueva de Montesinos), 400 (el magnífico capítulo de la siesta, donde la duquesa sonsaca a Sancho cuanto sabe, es nada menos que «un inconcebible erron>, si no fuera ... ), 455 -45 7 (caída de Sancho en la sima, de pie, cosa inverosímil) y 5 H (todo el libro resulta, literalmente, una pura extravangancia, si no fuera por el significado esotérico). En realidad, a un explícito -y ¿convencido?- reconocimiento de los dos niveles, exotérico y esotérico, cada uno lleno de bellezas, no se llega hasta 1916: cfr. Catecismo, p. 41.

75 Pp. 112-113.

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[p]oniendo al bachiller en escena después de haber convenido con el cura y el barbero y obrando por delega­ción de ellos, resultan perfectamente dibujadas dos enti­dades: del bien y del mal, progresiva y retardatriz, que constituyen esta Epopeya, y se ve que ya no será el com­padrazgo de los intereses bajo la forma escueta de Pero Pérez y del maese albéitar, esto es, de lo espiritual y lo material, lo que combatirá contra D. Quijote, sino que será en representación de ellos otro modo que, bajo el nombre de Caballero de los Espejos y de Caballero de la Blanca Luna (objetos, según todos sabemos, que no tie­nen luz propia y que reflejan la de los demás) y que viene delegado por esos intereses ... 76

Innecesario parece decir que, para Villegas, el famoso «Con la Iglesia hemos dado, amigo Sancho» tiene el valor de triste constatación de encontrarse ante una temible fuerza 77.

Pero pasemos sin más a su interpretación del hoy tan discuti­do don Diego de Miranda.

y he aquí que nos encontramos ya en el caso con que argüía el insigne literato D. Juan Valera cuando, para combatir a los defensores del sentido exotérico [¡sic!] del Quijote, ponía este límite a lo que él llama nuestras fanta­sías, y nos lanzó un reto diciendo: «a nadie, que yo sepa, se le ha ocurrido, con todo, buscar la realidad del Caballero del Verde Gabán».

Veamos si acierro a determinar bien esa personalidad y logro mostrar al Sr. Valera y a los que como él piensan que el Caballero del Verde Gabán es, como todos los per­sonajes y sujetos del Quijote, una representación de la vida real y colectiva; y que éste, como todos los sucesos de la novela, son elementos preparados con unidad de pensa­miento para desarrollar una acción épica 78 .

La circunstancia de que viene este caballero detrás de Don Quijote, y por el mismo camino y con la misma

76 Pp. 127-128. 77 Pp. IJ 6-1 3 8. 78 A las frases de Valera alude Vi llegas en otras ocasiones. Cfr. la pro­

pia Revolución española (pp. 160 Y 176), el Libro patriótico (p. 61, nota 1: donde se recuerda un 'elogio oral' de don Juan a la solución encontrada por nues­tro crítico, pero también su rotunda negativa a hacer público ese mismo elo­gio ... ) y Catecismo (p. 10).

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dirección de él, indica que es un hombre de buenos pro­pósitos y fines regeneradores; su traje todo, hasta su mon­tera verde, esto es, su exterior del color de la esperanza, y jironeado de terciopelo leonado, es decir, con el sello de la nación, sus espuelas verdes, esperanza también ( ... ); sus armas, el alfanje morisco, suspendido de un tahalí verde, como era nuestro saber de origen arábigo y una esperanza del mundo, y hasta la poderosa cabalgadura, que es blan­ca, esto es, del color de la de nuestro patrón Santiago y, por añadidura, hembra, símbolo de la fecundidad, forman en concepto mío un conjunto de cualidades y circunstan­cias que, por lo características y armónicas, parecen repre­sentar a primera vista un caballero que va por el camino de la redención y del bien de D. Quijote, y lleno de espe­ranzas, y con las circunstancias y condiciones con que se podía representar a la España del siglo XVI.

Por otra parte, su nombre, D. Diego de Miranda, por el don, tipo de hidalguía, cual era entonces nuestra raza; por el apelativo, equivalente a Santiago, tutelar de Espa­ña y, por el apellido, reflejo del estado de reposo en que nos había sumido entonces la intransigencia de nuestro país ... 79

A la vista tenemos un ejemplo de lo mejor que la socie­dad española de la época podía producir 80. Pero ...

Tal es, pues, la situación: que están en el terreno real de la vida dos tendencias encaminadas al bien. La una, de un ideal perfecto, noble y generoso que no repara en sacri­ficios y todo entero se consagra al bien de la humanidad; la otra, de otro ideal bueno también y perfecto en lo que puede dar de sí aquella sociedad, pero que cree que el bien está ya hecho, y se acomoda a él, esto es, más práctico y acomodado a las exigencias de la vida real 81.

En conclusión, don Diego de Miranda es, en más de un sentido, la expresión de una teocracia moderada «y, la réplica de Cervantes, la de la democracia» 82. El autor del Quijote indica claramente, según Villegas, que

79 Pp. ,60-162. 80 P. ,63. Sr P.,6j. 82 P. 166.

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se necesita cambiar el modo de educar a la juventud; que, en vez de estudiar e! latín y e! griego, y e! conocimiento de los clásicos, se aprenda en el estudio de todos los fenóme­nos de la naturaleza, en la lengua propia, libremente, según la afición de cada uno.

[ ... ] Tal es este capítulo, que, como no podía Cervantes

escribir a las claras antes poderosos y poderes del clero y de! trono, tuvo que escribir en alegorías 83.

Veamos ahora, de la manera más sucinta posible, cuanto Villegas nos dice acerca de la aventura de la Cueva de Mon­tesinos. Tras haber contado puntualmente cuanto don Qui­jote dice haber visto en la tal cueva, el intérprete vuelve a afirmar que, si se tiene en cuenta la pura letra, todo resulta un absurdo, pero, si lo examinamos con otras finalidades, con otros métodos, el resultado es sorprendente, maravilloso 84.

[L]a palabra Cueva es lo mismo que cavidad o seno oculto a la vista, y Montesinos tiene las mismas letras, menos una, que Monte-Sión, que es la ciudad de Dios para los judíos y para los cristianos; [ ... ] de modo que pre­tender entrar en las profundidades de la Cueva de Monte­sinos resulta una imagen muy exacta de querer penetrar en los profundos senos de! Cristianismo 85.

[ ... j Los tres días que creyó D. Quijote que había estado

durante la excursión es imagen de lo que duró la bajada de! Salvador para redimir a los que esperaban su santo advenimiento.

El Montesinos vestido de ropa talar y con e! color de los obispos, y con la beca de colegial como las que fundó Carlo-Magno, y con la gorra de Milán, capital y cabeza de su imperio, y con el rosario en la mano, emblema de aquel monarca, a quien atribuye la leyenda el carácter de apóstol armado y que se consideraba él mismo investido del gobierno de la sociedad cristiana, [ ... ] es evidentemente una alegoría, que, junto a que estaba allí encantada tam­bién Belerma, la dama de los pensamientos, o ideal de esos caballeros cristianos de Carlo-Magno, resulta una acerta-

83 Pp.Y7\-T7(,· 84 Pp. 26\-266. 85 P.246.

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dísima imagen representativa de que lo primero que halló Cervantes como causa de los males que padecía la socie­dad de su tiempo, al penetrar en las entrañas del Cristia­nismo, fue que estaba petrificado el Cristianismo desde el tiempo de Carla-Magno y guardado por sus caballeros, que estaban encantados no por el diablo, sino por quien puede más que el diablo. R6

[ ... ] La incomprensible invención o fingimiento de la dueña

Ruidera y del escudero Guadiana [ ... ] es otra profundísima alegoría, que se percibe perfectamente teniendo en cuenta: I.º, lo que hemos dicho de Ruidera -Rivadeira- Rivade­neyra, y que Rivadeneyra, consejero y director de San Ignacio en Roma, relator de su vida, formulador de su doc­trina en el Tratado de la edllcación del príncipe, fue a modo de mentor o preceptor de Felipe 111, Y pudo ser, por todo esto, y en este libro en que los ideales están representados por mujeres, calificado de dueña; 2. º, que fueron siete los hijos de la Compañía que la fundaron en Mont-Martre, y otros pocos, no tan resueltos, que unos dicen tres, otros cinco, y Cervantes pudo creer dos, por la parte que éstos tomaron en ella al principio, v. g., San Francísco Javier; 3'º; [ ... ] que decir escudero de Montesinos equivale en esta urdim­bre a decir representación de la parte material del cristianis­mo, y que esta parte estética, o Cristianismo del siglo XVI,

estuvo principalmente alimentada y servida por los jesui­tas; [ ... ] y 4. Q, teniendo en cuenta, en fin, que la sociedad que formaron al principio los jesuitas para ir a Jerusalén ocultó su curso como el río Guadiana, y que, cuando vol­vió a aparecer más potente, con nuevos medios, dio por resultado esos defensores burdos y desabridos del poder temporal ... 87.

A bandonando no pocas curiosidades de detalle 88, den­tro de la extensísima glosa que Villegas hace a esta aventura, y pasando por encima de las del retablo de maese Pedro (ce. xxv-xxv), el barco encantado (XXIX) y las sucedidas en los

86 Pp. 266-z68. 87 Pp. 268-269' 88 P. ej.: los seis reales destinados por don Quijote a la caridad, que

terminan siendo entregados a una de las acompañantes de la encantada Dul­cinea, significan -con toda evidencia, por supuesto ... -Ia venta de las indul­gencias por dinero (pp. 273-274).

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primeros días de estancia en el castillo de los dugues (XXXI­XLVI), convendrá detenerse un momento en uno de los aspectos del gobierno de Sancho en la «Ínsula Barataria». 0, más concretamente, en la «signiticativa» alimentación del ex escudero. Responsable de la misma es, claro está, el médi­co Pedro Recio de Agüero, «natural de Tirteafuera», de guien se nos dice gue

resulta ser uno de los más perfectos símiles del libro, por­que, del nombre, es clero; del apellido, fuerte y supers­tición; por naturaleza, se tira o echa fuera, como los de su condición, que son más romanos que españoles, y, por su encargo, una imagen perfecta y acabada de lo que hacía la Iglesia, que no dejaba enseñar en las escuelas más que lo que le parecía bueno, y que quitaba de ellas lo que imaginaba malo ... 89

[oo .] y lo primero que quiere comer Sancho es la fruta,

cosa en sentido literal desusada, pero en sentido esotérico natural, porque es alusión al Jardín del Paraíso, fruta de la ciencia del bien y del mal. Mas, en cuanto el médico lo ve, toca el plato con su varilla mágica y se lo quitan con gran­dísima celeridad, descorriéndose así el velo de la alegoría a los modos de la Iglesia.

[ ... ] y lo único que le consiente comer el doctor, lo que yo sé

que ha de comer ahora el Señor Gobernador para conservarle la salud y corroborarle J es un ciento de cañutillos y de suplicaciones y unas tajadicas sutiles de carne de menbrillo, con lo que se desemboza completamente la alegoría, pues, dado que eran los cañutillos y las suplicaciones obleas, hostias rolla­das, y que la carne de membrillo es alimento que elaboran las monjas, resulta la alusión tan transparente que no hay vista, por corta que sea, que no la pueda ver 9°.

89 P.442 .

9° Pp. 443-445.

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4.0. ALGUNAS CONCLUSIONES SOBRE EL «CERVANTISMO ESO­

TÉRICO» DE BALDOMERO VILLEGAS -y NO SÓLO

Cabe ahora aventurar algunas conclusiones sobre el método, las ambiciones y los resultados de nuestro coronel.

El discreto oyente -o lector- habrá notado que la inter­pretación del Quijote por él llevada a cabo resulta de carácter no ya seriamente teológico Ca pesar de su interés por la religión, sobre todo por la cristiana), ni histórico Ca pesar de sus reitera­das incursiones por la española y aun, tout court, la occidental), ni filológico (en la más alta de las acepciones del término), ni siquiera literaria (Villegas -lo he dicho en más de una oca­sión- resalta con una casi complacida malignidad las imper­fecciones «artísticas» de la obra que comenta, en curiosa con­tradicción con lo que suele hacer cualquier glosador de un producto unánimemente considerado "clásico", o ejemplar, también -casi siempre, sobre todo- en la forma), sino sólo-y obsesionantemente- presentista o, si se prefiere, regeneracionis­tao En último análisis, se trata, sin más, de una especulación cargada de un claro -clarísimo- mensaje social, incluso mesiánico, no muy lejano, siquiera en algunas de las propues­tas, a la que poco más tarde habría de llevar a cabo Unamuno, en un libro interesantísimo para entender su propia persona­lidad, pero de veras déroutant para quien desea comprender ante todo una novela conocida con el nombre de el Quijote.

Llevado por el afán de hacer manifiesto y creíble lo que casi nunca lo es, Villegas no sólo fuerza casi de continuo la letra cervantina sino que, en no pocas ocasiones, la tergiver­sa y hasta ... la ignora. Para colmo de desgracia, dice todo en un muy pobre estilo, que no sirve para disimular, y sí para dejar más a la vista, la cultura -fluida e insuperablemente provinciana- que rezuma cada una de sus páginas.

¿Por qué me he detenido, pues, a examinar una figura hoy punto menos que desconocida, incluso para los especialistas? Ante todo, por su calidad de indudable loco ameno, aunque sea para el lector, que el coronel se tomaba, bien claro está, ml!)' en serio. Pero no sólo por ello: a la elección de mi tema también ha contribuido la constatación de que el «método» de nuestro Villegas, sin duda atrevido para 1899-19°3 (a pesar de los pre­cedentes experimentos de Benjumea y Polinous), no nos lo parece tanto hoy, cuando una nueva oleada del algo impro-

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piamente llamado esoterismo ha marcado y aun definido buena parte de la actividad crítica, no sólo en el campo del cervan­tismo. Esoterismo, desde luego, mucho mejor articulado y fundamentado e incomparablemente más brillante y atracti­vo, pero, a fin de cuentas, esoterismo puro y crudo, que, si bien ha producido resultados hasta cierto punto persuasivos cuando se trata de ínclitos ingenios (entre los que no dudo en contar, como precursores, a Joaquin Casalduero y al último América Castro, por no decir nada de algunos de los -admi­rables y admirados- colegas y amigos que me escuchan), ha acabado por convertirse en un fatigoso y demasiado a menu­do gratuito ejercicio de la fantasía, no pocas veces arbitrario y, en ocasiones, sin posible apelación, «aberrante».

Todo tiene un límite y, por supuesto, la libertad de inte­lección y comentario no constituye excepción a la regla. Ante los excesos aludidos, puede ser útil recordar, como posible-y sólo parcial- excusa de los muchos desafueros en las últimas décadas cometidos, cierta memorable definición dada por Borges en un breve texto titulado precisamente «Sobre los clásicos» 9 ' : «Clásico es aquel libro que una nación o un grupo de naciones o el largo tiempo han decidido leer como si en sus páginas todo fuera deliberado, fatal, profundo como el cos­mos y capaz de interpretaciones sin término [ ... ] Clásico no es un libro (lo repito) que necesariamente posee tales o cuales méritos; es un libro que las generaciones de los hombres, urgidas por diversas razones, leen con previo fervor y con una misteriosa lealtad».

A ese previo fervor, a esa lealtad y, sobre todo, a esas (<urgentes razones» podrían deberse no pocos de los «bien urdidos disparates» que constato y -sólo hasta cierto punto­lamento (¡también el humor tiene sus derechos!). Pasarán los años y a los cervantistas del momento les tocará reírse a su costa con motivo de un nuevo (¿el VIII? ¿el x?) Coloquio inter­nacional dedicado al examen (serio o no tan serio, pero, en todo caso, con apiraciones al monografismo) de otros locos -más o menos- amenos.

91 Cfr. Sur, nn. 298-2.99l '966), pp. 3-4.