balada en jazz

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La desventura del Inspector Sablich

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Balada en JazzLa desventura del Inspector Sablich

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Balada en JazzLa desventura del Inspector Sablich

Pablo Aguiar Cáu

Ilustraciones deVerónica Andrea Mammana

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Prohibida la reproducción total o parcial del material contenido en esta publica-ción por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tra-tamiento informático, sin permiso expreso del editor.

Ilustraciones Tapa e Interior: Verónica Andrea MammanaEdición: Matías Teruel

©2013 Intravenosa EdicionesCoronel Dávila 236 P.A. - C.P. 4600 - S. S. de Jujuy - Jujuy - ArgentinaTel: 0388 - 4231355 / 0388-154330794e-mail: [email protected]

2013 1ra edición

Queda hecho el depósito que previene la Ley 11.723Impreso en Argentina - Printed in Argentina

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A Riqui Pagani, partícipe necesario de esta historia. Al resto de mis amigos

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Prólogo

Contar historias –con imágenes, con palabras, con gestos– es uno de los juegos más antiguos de la humanidad.

Implica exponer un modo de estar en el mundo. Un modo de disfrutarlo, de padecerlo, de experimentarlo.

Pablo Aguiar y Verónica Mammana nos invitan a una historia que homenajea y parodia el policial negro norteamericano desde el paisaje de Córdoba. El tabaco, el alcohol, el jazz y el imaginario de Ho-llywood se mezclan con la peatonal, el N3, la plaza España y los puen-tes de la ciudad.

Contar una historia es, también, un modo de estar presente. Quienes conocemos a Pablo y a Verónica sabemos que ese andar ale-gremente dispuestos al encuentro no es algo que sólo ejercen en el pa-pel.

Eugenia Almeida

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Apenas sintió los pasos por el corredor el inspector Sa-blich sabía lo que vendría.

-Años de experiencia - se dijo para sí.Sabía que golpearían la puerta.Tanteó el bulto en su sobaquera y abrió la ventana hacia

una terraza contigua.El frío de la noche le golpeó la cara. Prendió un Particu-

lares.El picaporte se movió despacio.- Buenas tardes - dijo una voz empujando despacio la

puerta.- Podría haberle disparado; ¿Por qué no esperó que aten-

diera? ¿Qué es lo que quiere? ¿Quién es usted? – dijo Sablich aún apuntando.

- Tranquilo, necesito de sus servicios. Me dijeron que us-ted era la persona indicada. Soy Ruiz, mucho gusto.

- Le dijeron bien, siéntese.

1.Jumpin´ At the Woodside

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El inspector le convidó un Particulares. Ruiz se sentó y apoyó una carpeta con papeles sobre el escritorio.

- Son nombres, conexiones, repertorios y datos de bandas de jazz. Están desapareciendo muchos músicos y posiblemente usted pueda ayudar a desentrañar toda esta madeja – dijo Ruiz

- Déjeme unos días y veo que se puede conseguir – res-pondió el inspector levantándose de su sillón como indicando que la cita concluía.

- No le quito más tiempo, usted puede ubicarme en el pub – dijo Ruiz jugando nervioso con su encendedor a bencina.

Sablich apagó la luz de la oficina y esperó sentir los pasos de Ruiz en dirección opuesta. Tomó su abrigo y bajó las escaleras con precisión milimétrica.

Al llegar al pallier de salida, saltó para el lado del bosque y buscó el rumbo hacia el microcentro.

Caminó por Alvear hasta 25 de mayo y entró al Bar Unión. No había nadie, sólo Mary detrás del mostrador.

- Sírvame una ginebra y ponga un disco de Count Basie por favor.

La lectura de los papeles le llevaría un buen rato.Sonaba “Jumpin´ At the Woodside”, cuando afuera co-

menzaba a lloviznar.

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Puta llovizna.Se acomodó la solapa del gabán y salió rumbo a la Caña-

da. No era hora para un taxi. Usó el plan b. Caminar por la peatonal casi desierta, sólo habitada por

los empleados de Cliba haciendo lo imposible por limpiar la mu-gre de las lajas.

Se frenó instintivamente en el semáforo de General Paz que titilaba en amarillo. Aprovechó la pausa para prender otro Particulares, sabía que desde ahí hasta su oficina le alcanzaría, que tiraría la colilla en el cantero de ingreso al edificio, como siempre, y que el portero lo putearía de arriba a abajo por esa manía de arruinarle los malvones. Ya casi nadie fuma Particula-res, pensó.

Cruzó la calle en actitud cinematográfica, hasta se imagi-nó de fondo a Herbie Hancock interpretando Watermelon Man.

Eran casi las 6 de la mañana y el vientito helado venía des-de el Suquía.

2. Watermelon Man

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Durmió hasta las 4:30 de la tarde; el radio reloj se prendió 5 minutos antes del gol de Dertycia, cuando Brizuela insistía con el rendimiento superlativo de la gloria y el clásico "se ve venir el gol".

Supo que no había tiempo para fútbol ese sábado y apagó la radio. La oficina/vivienda era un caos y uno de esos días iba a tener que ordenar algo. Este no era el momento propicio. Puso la pava en el anafe para preparar unos mates y se sintió ridículo.

Buscó sobre el escritorio el teléfono y discó a las apuradas.Del otro lado del tubo una voz lo reconoció al instante:-Sablich, ¿Que hace llamando a esta hora? Lo hacía en el

estadio.- Buenas tardes, comandante - dijo mientras trataba de

apagar el fuego que insistía en hacer hervir el agua del mate - Hoy no estoy para fútbol, me trajeron unos papeles con datos de bandas de jazz, músicos, repertorios, conexiones para averiguar el porqué de la desaparición de tantos músicos.

3. Autumn leaves

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- ¡¡Epa!! Véngase a casa, pero trate de que no lo sigan. Me-jor tómese el N3, me trae esos papeles y me cuenta en persona, lo espero con unos mates.

- Está bien (y agregó ) a mi se me acaba de hervir el agua.Será mejor que me pegue una ducha y riegue un poco ese

potus que tiene muchas hojas muertas.

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El recorrido del N3 es una reverenda cagada. No se si me dijo que me tomara ese para tomarme el pelo o para marear a los que pudieran estar siguiéndome.

Arriba del bondi no éramos más de 10 y todos, el chofer incluído, mirábamos a la rubia parecida a Kim Basinger que ha-bía subido en la misma parada que yo.

Estaba sentada en uno de los asientos individuales a mi izquierda, con una calza roja, un buzo blanco con vivos rojos y unas topper tenis blancas. Un bombón.

Seguramente se estaría cagando de frío y yo no estaba para hacerme el Bruce Willis. De vez en cuando la mina me re-lojeaba y yo trataba de hacerme el interesante, lo había visto en varias películas. En mi cabeza sonaba Stanley Jordan cuando lle-gó el momento de bajarme.

No me sorprendió que la chica hiciera lo mismo.Por las dudas, me metí en El Roble a comprar 1/4 de pan

criollo, por si me estaban siguiendo y para no caer en lo del co-mandante con las manos vacías.

4.Blind Date

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Adentro de la panadería se acercó la rubia del bondi. Mi-rándome a los ojos y sin decir palabra alguna me entregó un pe-dazo de papel tissue con un nº de teléfono, su nombre y la pala-bra “llamame” escrita con lapiz labial rojo.

Cuando levanté la vista del papel la chica ya no estaba.Caminé las 3 cuadras hasta lo del comandante y por fin

toqué el timbre.

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- El timbre no funciona - me dijo el comandante.- Y ni los perros ladraron - dije como en un reproche.- ¿Cómo te van a ladrar si a vos te conocen?. Decí que salí

a la puerta a fumarme un pucho que sino te quedabas esperando acá todo el día.

Entraron. El patio pedía a gritos una máquina de cortar el cesped.

- Traje criollos - dijo el inspector, apoyando la bolsa de El Roble sobre el desayunador.

El Comandante tenía el termo listo. Los perros hicieron un amague de entrar a la casa y una mirada del comandante sir-vió para que recularan. Afuera quería aparecer una resolana ilu-minando los pinos. Pusieron un disco de Metheny & Hyden, en vivo en el Montreaux Festival del 99.

- Buena performance la de esa noche, casi similar a la de Peruggia del año anterior ¿recuerda?

- ¿Cómo? El 98 fue un gran año. Ganamos el clásico en el

5.One O'Clock Jump

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apertura y en el clausura. Ese Festival de Peruggia lo ví en el ca-nal de la RAI apenas volví del estadio, imposible olvidarlo.

El mate estaba un poco tapado. Yerba berreta seguramente.

Sablich sacó por fin los papeles que había conseguido y se los alcanzó al comandante.

- Están interesantes estos papeles ¿No? - Eso creo.- Déjeme unos días para buscar conexiones.El comandante dejó a un costado el termo y se levantó ha-

cia el rincón de los vinos. Destapó un Malbec cosecha 86. Un buen vino pero demasiado caro al pedo.

Arrimó 2 copas, un pedazo de queso reggianito, unas ro-dajas de bondiola, unas morcillas vascas. Gran picada gran, con buen vino y con jazz de banda de sonido.

- Ahora vaya que a la una en punto se corta el servicio de transporte. Espere un par de días hasta ver si encuentro algún punto de contacto entre los músicos desaparecidos.

Salió despacio por la calle de tierra. Sonriendo. No tenía ni idea de cómo iba a continuar la historia y, lo que era peor, no sabía cómo había terminado el partido.

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El viaje en el N3 es aún peor a la vuelta. La Martinolli de-sierta, sobre Gauss algunos autos estacionados en la puerta de Galileo, poca gente con este tiempo de mierda.

Fui dormitando contra el vidrio de la ventanilla del penúl-timo asiento. El chiflete que entraba por los huecos de la puerta me daba justo en los tobillos.

Y los de Coniferal no se dignan a comprar un puto burlete de goma.

El bondi siguió su ruta despacio,enfermantemente despa-cio.

Me bajé en Colón y Fragueiro y me paré en un kiosco.Compré los Particulares de siempre y manotié unos cho-

colatines Jack. Unos muñequitos pedorros, Bart Simpson o algo por el estilo. Me puse a hablar como un chico, solo, pensando en los viejos muñequitos de los Jack.

No suelo comprar chocolatines, ya no vienen como antes. Pero esta vez los Jack estaban al alcance de mi mano y los rocé

6.Speak Like a Child

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cuando recibía los puchos. Uno cayó del exhibidor hacia los ca-ramelos y me tenté.

- Lo llevo – le dije al del kiosco.- Son 2 mangos.Un afano, pensé y lo dije. El kiosquero levantó los hom-

bros como diciendo que él no tenía la culpa y que me fuera a quejar a Felfort.

Caminé sin apuro comiendo el chocolatín de a pedacitos.Llegué a la Cañada.

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Guardé los Particulares en el bolsillo del gabán y encontré el papel escrito con rouge por la rubia del bondi. Gabriela, lindo nombre.

No sé si es hora prudente para llamar, si vive sola o con una tía solterona, si se habrá arrepentido de darme su número telefónico, si será una broma o qué sé yo.

Aproveché los 25 centavos del vuelto de los puchos y los chocolatines para hacer la llamada desde un teléfono en Colón y Cañada.

No llamó mucho, apenas 2 tonos y se levantó el tubo del otro lado de la línea.

- ¿Hola? - se escuchó una voz medio entrecortada, tal vez por el sueño.

- ¿Gabriela? Acá tengo un papel que dice “llamame”. Dis-culpá la hora - dije en forma automática - vos dirás...

- (Largo silencio)- ¿Estás ahí?

7.Hot House

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- Perdón, estaba medio dormida y no me gusta hablar por teléfono.. ¿Por qué no te venís?

- Si supiera la dirección.- Brasil esquina Ituzaingó, 1ºA, el edificio de ladrillo visto,

te espero.No me dió tiempo a decir nada, simplemente cortó.Miré la hora, una y cuarto de la matina. Buen horario.Paré un taxi y doblamos por la Cañada rumbo a Nueva

Córdoba. Ahí la movida nocturna era otra cosa, bares, boliches, pubs todos repletos de gente.

Llegué a la dirección indicada y toqué el portero eléctrico, no me respondieron nada, solamente sonó la chicharra de la ce-rradura y empujé la puerta. Subí la escalera despacio, como ha-ciéndome el que no quería llegar de una buena vez.

La rubia estaba en el cancel de la puerta con un camisón de algodón con un dibujo de winnie the pooh y soquetes blan-cos. Estúpidamente extendí mi mano abierta como si fuese a sa-ludar al ministro de cultura.

- Yo esperaba un beso - dijo sin inmutarse. A esta altura dominaba la situación como Bochini frente a la defensa de Talle-res en el Nacional 77.

Le di un beso con ruido en la mejilla y ella me atrajo para sí apoyando su mano derecha en mi nuca.

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No estoy para romances, nena, y menos si el que decide no soy yo, pensé. Pero no me dejó abrir la boca, o mejor dicho me la abrió de un gran y prolongado beso. Rodamos por el fu-tón, por el alfombrado, por el cerámico de la cocina. Nos entre-gamos a un sexo desenfrenado pocas veces visto o leído en la li-teratura de género policial.

El sol quería asomar por entre los edificios del frente cuando caímos rendidos.

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Me despertó el olor a café y tostadas recién preparadas. Hacía tiempo que no dormía entre las piernas de una mujer y sentía un dolor agudo en las costillas. Tenía clavado el control remoto del televisor.

Me trajeron desayuno a la cama como nunca. En bandeja, con servilleta de tela y todo.

- ¿A qué se debe tanta atención?- No te hagás el pelotudo, yo desayuno así y no creas que

esto es muy común. La próxima te levantás y ponés la pava vos, por lo menos.

Volvía a querer tener ella el control de la situación, algo que, en principio, no estaba dispuesto a permitir.

- ¿Perdón? ¿He pedido acaso el desayuno en estas condi-ciones? ¿He sugerido algo? Conmigo estás confundida mocosa, a mi no me engrupís con discos de Cassandra Wilson- dije sos-pechando algo inesperado.

- ¿A dónde querés llegar? ¿En qué te estás metiendo? Me

8.Don't Be That Way

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parece que no tenés ni idea- , dijo poniendo cara de superada, prendiendo un faso, uno de esos ordinarios de 1,80 la etiqueta.

- ¿Vos a dónde querés llegar? Decime, porque esta invi-tación así porque sí, a mí, mucho no me cierra... no soy Alain Delon...

- ¡¡Calláte!! No seas así... y andáte por favor antes de que me arrepienta... no hagás boludeces, yo sé lo que te digo.

Me vestí despacio y en silencio, tomé el café parado al cos-tado de la puerta y salí.

Mierda que estaba caliente. Y sin azúcar.

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Salí del departamento de "La Rubia" sin muchas certe-zas. ¿Me habían levantado como a una sirvienta correntina? ¿La mina esperaba alguna otra cosa y como no lo logró ahora me echaba flí? Revisé la billetera para ver si no me había afanado. Nada, todo igual, el mismo billete con la cara de Roca, incólume.

Ahora tenía otro cabo suelto en mi vida.Caminé de un modo silencioso como si quisiera escon-

derme de alguien. Doblé por Ambrosio Olmos y fui directo a Plaza España. El sol solo alumbraba, de calentar ni hablemos.

9In a silent way

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Puedo ver tu casa desde aquí. Me siento al repedo en Pla-za España y trato de armar un pequeño rompecabezas. ¿Esta mina tendrá algo que ver con las desapariciones de músicos de jazz?

Algo sabe o algo esconde. No sé en qué mierda ocupé el tiempo en el resto del día,

tal vez la ducha fue prolongada, alguna siesta, vi un video de Chick Corea, ya no recuerdo, pero se hizo de noche.

Era hora de ir a ver a Ruiz al Pub y, de paso cañazo, dis-frutar de un poco de jazz.

El pianista era discreto, dibujaba bien sobre el teclado los standars, nada del otro mundo. El baterista, uno del montón, prolijito, se entendía bien con el repertorio.

El capo era el bajista. Con un Fender Jazz Bass hacía ma-ravillas, pasaba de una base "waking" a unos solos haciendo la melodía principal del tema. Se notaba a la legua que era el lider del trío.

10.I can see your house from here

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Yo esperaba que apareciera Ruiz detrás de la barra cuan-do se sintió el primer disparo. Pegó justo en el clavijero del bajo. Hubo un desbande y desde la puerta continuaron disparando.

Le pegaron en la frente al baterista justo cuando yo, desde atrás de una mesa, respondía los balazos. Alcancé a uno en el muslo y otro logró escapar antes de que llegara el móvil de la 4ª.

Necesitaba que la policía me dejara hacer un par de pre-guntas al herido. Lo arrastré hasta el baño y le pegué una patada en el muslo lastimado; el tipo se quejó largo y hasta me parecía que lloraba.

- ¿Quién los mandó hijo de puta? ¡¡ Contestame!! - le dije mientras hacía presión con la punta del zapato en el orificio que le había hecho con mi balazo.

- Fue el Dr. Maguna – dijo y se desmayó.El oficial informaba por la radio del móvil: "... los cacos

ganaron la calle y se dieron a la fuga - ... afirmativo... al parecer iban de infante... no pudimos precisar pero unos hacen referen-cia a un Renault Fuego color rojo"

El escenario había quedado destrozado, un delincuente prófugo, otro herido, un baterista muerto, un bajista que lloraba sobre el diapasón arruinado de su Fender Jazz Bass.

Cuando apareció Ruiz detrás de la barra me acerqué y me dijo:

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- Ya no sabemos qué vamos a hacer. Es la tercera vez en menos de 1 mes que nos ocurre lo mismo, nadie quiere venir a tocar jazz. A estos los habíamos convencido y les dimos chalecos antibala. Pagamos un fangote de guita en seguro y ya nadie quie-re hacernos una póliza. Vamos mal, Sablich, vamos muy mal. Es-pero que encuentre conexiones entre los papeles que le di.

Le convidé un Particulares.Un agente del orden salía del pub con un Paiste bajo el

brazo. Elemento de prueba para el sumario, dicen que dijo.

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- ¿Bonardi? Necesito una gauchada- Nooooo, todo se factura, nada de gauchadas, decime, te

escucho - y se sintió como si el tubo se le cayera de las manos.- No te pongás nervioso, no tenés que laburar. Necesito

ubicar al Dr. Maguna, estoy seguro de que podes darme datos.- ¡¡Uhh! ¿En qué te estás metiendo Sablich? Tené cuidado.

¿Tenés para anotar?Anoté los datos que me dió Bonardi y me vinieron de pe-

rillas. Pero, ¿Que carajos tenía que ver Maguna con los enfermos que balean los boliches jazzeros? ¿Son los mismos que comenza-ron secuestrando a los músicos? Y ¿Quién era Maguna después de todo?

Fui a verlo al lugar que me indicó Bonardi. Una oficina sencilla sobre avenida Colón al 1100. Como era de esperarse, una secretaria hacía de filtro para las visitas al doctor.

Me tomó algunos datos, anotó en una agenda y le avisó a su jefe por el intercomunicador que tenía un cliente.

11.Some day my prince will come

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Luego de unos minutos de espera me hicieron pasar.- Buenas tardes, soy el Dr. Maguna, ¿Usted es…?- Heredia, buenas tardes.- Dígame. ¿En qué puedo ayudarlo? - dijo mientras se re-

clinaba sobre el escritorio de aglomerado, seguramente compra-do en una oferta del Carrefour.

Yo no había pensado ninguna supuesta causa judicial para mentirle y comencé con rodeos. Recorría rápidamente los rin-cones del despacho para ver si encontraba algo que me ayudara a mentir cuando ví un platillo Paiste apoyado sobre una repisa.

- Vengo por una usucapión- mentí.- Uhmmm, tramiterío al pedo, poca guita, no creo poder

ayudarlo, búsquese un abogado jóven, que recién comience, yo ya no me dedico a eso - me contestó con una franqueza admira-ble.

- ¿Usted es baterista? Digo, por ese platillo - dije con mi mayor cara de pelotudo.

- No, que va. Eso es un recuerdo de una noche memora-ble, digamos un souvenir.

- Bueno, no le quito mas su tiempo, buenas tardes.- Hasta luego y hágame caso... búsquese uno joven, caga-

do de hambre, que conozca el 785 del Código de Procedimiento

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y se saca rápido ese asunto de la usucapión, un gusto, che - me despidió levantándose de su sillón.

Salí a la calle y me pareció ver un Renault Fuego rojo esta-cionado en la vereda del frente.

Otra vez me había quedado sin puchos.

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- Anoche se lo llevaron a Suárez - dijo la voz por teléfono.- ¿A cuál de ellos? - preguntó Sablich.- Al del saxo. Al de la trompeta ya se lo habían llevado

hace mas o menos 15 días.Busqué información en la oficina, dentro de mis catálogos

de músicos de jazz. Ahí estaba Suárez con foto y todo. Buen sa-xofonista, ¿Pero para qué mierda lo secuestran?

- No sé si nos vamos entendiendo, Suárez, toque lo de la partitura - dijo el hombre gordo.

- Usted está en pedo, para esa cagada no hace falta ningu-na partitura - dijo Suárez con aire sobrador.

- Disculpe, no está en una posición como para hacerse el gallito, si no necesita partitura mejor para usted, pero tiene que tocar eso que está escrito y ponerse esta ropa.

El gordo le alcanzó una camisa floreada y un pantalón de gabardina color salmón.

12.Nobody Knows You When You're Down and Out

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- Mídase, no vaya a ser que tengamos que subirle el ruedo o tomar un poco la cintura - le dijo mientras le alcanzaba la ropa en una bolsa de papel madera.

La risa de Suárez retumbó en los techos de chapa de la hu-milde vivienda de Barrio Mafekin.

El gordo le dio vuelta la cara de un sopapo y Suárez voló al piso golpeando su rostro contra el borde de un aparador.

- Ahora no solo que va a tener que usar la ropa así como está, sino que va a tener que usar maquillaje para disimular ese hematoma.

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Tenía que hacer un par de llamadas y visitas para orien-tarme y sacar algunas conclusiones.

Me detuve en la esquina de Colón y Urquiza, un teléfono público que funciona con monedas.

- ¿Bonardi?- El mismo... ¿Cómo andas? ¿Fuiste a ver a Maguna? –

respondió el gordo de extraño buen humor.- Sí.. de eso quería hablarte. ¿Me querés explicar a que se

dedica este abogado? – pregunté.- Vos vivís en un taper, disculpame; el tipo es empresario

de la música. Maneja unos cuantos grupos y tiene la explotación de un par de boliches. Un verdadero peso pesado de la música popular.

Seguí escuchando atentamente algunos logros del tipo, pegadas con “Los Bumba Bumba” y otros grupos que no tengo el gusto de conocer.

13. I Can't Stand the Rain

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Tenía así el panorama un poco más claro; con esos datos fui a lo seguro, lo que estaba a mi alcance. Recurrir a la tecnolo-gía para averiguar algunas cosas.

El Ingeniero Moyano estaba en su taller haciendo un re-trofitting de un calibre. Lo habitual.

- En qué quilombo estas metido - me dijo sin mirarme, mientras en su mano derecha empuñaba una llave alem de 16 mm como si fuera una Magnum 44.

- En lo de siempre, vos sabés cómo es esto.- Alcanzame una combinada de 1/2 que debe estar por

ahí.- ¿Qué puta es una combinada de 1/2? Hablame en caste-

llano - le dije.Me enseñó lo que era una combinada, una fija y una es-

triada. Todo muy didáctico.- Escuchame, necesito armar un aparato para decodificar

voces.- Uhmmm, sale caro eso... dame mas precisiones, ¿A dón-

de iría enchufado? ¿A un micrófono?- Nooo, tiene que estar oculto en algún lugar y que deco-

difique los mensajes subliminales que larga un tipo X - retruqué sin dar mayores datos.

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- Habría que conseguir una plaqueta RX625, programar, instalar un micro tipo shure SM58 o superior, una pantalla de cristal de cuarzo, un analizador de espectro y otro de onda sinu-zoidal, no es sencillo; ahora decime que querés controlarlo con PLC a la distancia y terminás de encarajinar todo - Su voz sonó lacónica, suficiente.

- Obvio, si lo quisiera sencillo voy directamente y les pre-gunto qué mierda es lo que dicen - retruqué para que entendiera de una buena vez.

- Bueno, dame unos días…¿A nombre de quien hago la factura? ¿Consumidor final? - preguntó haciéndose el legal.

- ¡¡Andate al carajo!! ¡¡Esto en negro y que no salga de acá!! - concluí.

Me despedí con un abrazo y un beso.Demasiadas mariconadas en un solo día.

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- Limpialo - Se escuchó por el auricular del teléfono.- Pero...Clac. No le dieron tiempo ni de pedir explicaciones. Llo-

viznaba y Gabriela miraba por el balcón sin saber qué hacer.Preparó sus cosas y salió.En la esquina de Brasil y Chacabuco un Renault Fue-

go rojo la esperaba. Se subió en el asiento de atrás, del lado del acompañante. El gordo que manejaba le miró las piernas por el espejo retrovisor y prendió el stereo. La voz del Negro Videla re-sonaba dentro del habitáculo:

"Pónles agua fresca en un jarrón..."El auto bajó velozmente por el Boulevar Chacabuco, se

notaba que estaba preparado en los talleres de Berta.El tráfico estaba congestionado en la intersección con Ol-

mos. Otra vez un accidente de tránsito.Llegó hasta Sarmiento y dobló a la izquierda.- ¿Vamos hasta la Cañada o paramos antes? ¿Subís vos o

hacemos el trabajito nosotros? - dijo el gordo que manejaba.

14.Alone Together

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- Paren sobre Humberto Primo, yo camino esa media cua-dra y me encargo, esperenmé acá - dijo la rubia y abrió la puerta con el auto aún en movimiento.

La Cañada bajaba turbia, cargada. Las tipas, añosas, ya no aguantan más lluvia.

Gabriela franqueó la puerta del edificio con profesionalis-mo. La clásica hebilla del pelo.

Subió a la oficina de Sablich por la escalera. Desde el pa-lier del 3º piso se sentía el inconfundible piano de Petruciani en versión trío. Un standar, más que seguro.

El inspector atendió y no demostró mucha sorpresa.- Sabía que en algún momento aparecerías. ¿Te mandó

Maguna? - Largó de golpe Sablich mientras le alcanzaba un mate como si no pasara nada.

- Callate por favor, no hay mucho tiempo. ¿Tenés otra sa-lida? tengo que boletearte pero me caíste simpático, así que será mejor que rajes. En 5 minutos suben los otros. Vos sabés dónde ubicarme, así que ahora rajá. - concluyó la rubia y pegó media vuelta encarando hacia la salida.

- Gracias - se escuchó apenas, mientras el inspector salía por la ventana rumbo a los techos de las casas de calle Jujuy.

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No quedaba más alternativa que hablar con Bonardi.- ¿Otra vez vos? ¡¡Estás rompebolas eh!! ¿Qué querés aho-

ra? - respondió siempre servicial.- Necesito un bulín para quedarme un par de días. Tengo

que desaparecer del mapa, no puedo explicarte mucho.- Está bien, yo te aguanto en el depto de Juniors, no me

tomés el whisky.- ¿Podés conseguirme un camión con un transformador

o un grupo electrógeno? - le pregunté como para sacar el mayor provecho a la moneda de 25 centavos.

- ¡¡Mierda!! Y de guita ni hablar ¿no? ¿Vos te pensas que ese mangueo a Segura me va a salir gratis? ¡¡Que te parió!!

- Arreglalo vos, acá guita no hay - dije absolutamente con-vencido.

- Bueno, nos encontramos a las 6 en punto en Arenales y Posadas y vemos que se puede hacer.

15.Morning Air

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Lo mejor era salir del centro lo más rápido posible; fal-taban 2 horas para las 6. Crucé el puente del trabajo hacia el Parque Las Heras. Pasé por la zona roja en un horario absoluta-mente inofensivo. Llegué a Bº Juniors a las 5 menos cuarto. Para hacer un poco de tiempo me metí en la cancha a ver el entre-namiento de "el albo". Práctica distendida de fútbol. El Nº 5 te-nía estampa y buena pegada. Estuve ahí un buen rato como para darme cuenta que con ese equipo no llegarían muy lejos en el torneo argentino.

Bonardi resultó puntual en esta ocasión. 6 en punto. Me cagó.

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El departamento era sencillo, pero bien puesto. No le fal-taba nada. Una vista espectacular a la costanera, el río, el hombre urbano y todo el campo de juego de Juniors. El entrenamiento estaba terminando y los jugadores elongaban. Nada más aburri-do que ese laburo regenerador.

El atardecer llenaba de luz casi todo el living, una luz roji-za ideal.

- ¿Podrías explicarme qué hace Maguna? ¿En donde se mueve? – pregunté.

- Ya te dije, maneja grupos de música, junta un par de me-lenudos, les moja el pelo y arma una banda. Así de simple. Des-pués les saca fotos, graban discos y los hace tocar en alguno de los boliches que el tiene por la periferia. Si andan más o menos bien los lleva al Súper Deportivo que es de él.

- Eso quiere decir que él es el responsable de la desapari-ción de músicos de jazz – afirmé.

- No sé. Vas a tener que probar eso, el tipo es abogado y

16.The Call of the Freaks

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tiene muchas artimañas. Andá con cuidado – me dijo Bonardi entregándome las llaves del departamento.

Cuando se fue supe que con la máquina de Moyano y las conexiones que seguramente encontraría el Comandante se po-día probar que Maguna era el responsable de las desapariciones de músicos y los atentados a los reductos jazzeros.

Debía hablar por teléfono. No, el del departamento no puedo usarlo; si los otros están pinchados lo comprometo a Bo-nardi que me hizo el aguante.

Bajé las escaleras y busqué un locutorio.- ¿Comandante? – pregunté ni bien sentí el hola desde el

otro lado de la línea.- ¿Que hacés? Acá vinieron unos tipos con una mina, me

cagaron a palos y se llevaron los papeles – contó sin mayores preámbulos – Yo me abro, no hay necesidad de tanto riesgo.

No me dijo ni chau. Estaba cagado en las patas más que yo. Lo llamé a Moyano y tuve noticias un poco mejores: el apara-to decodificador de voces estaba listo.

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Suárez, medio grogui, maquillado y empilchado era subi-do al colectivo junto con los otros músicos. El cantante, de pelo largo y húmedo, venía rodeado de algunas chicas de dudosa re-putación. La banda llegaba al Super Deportivo para otra noche de baile.

La gente, increíblemente, les entregaba el cuerpo y el alma.

17.Body and Soul

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Sonó el teléfono y me desperté sobresaltado. Había esta-do soñando con la rubia, casi seguro. Instintivamente levanté el tubo como si se tratara de mi casa.

- Pelotudo; ¿Porque atendés? - era la voz de Bonardi desde el otro lado.

- Porque sonaba, qué sé yo, ¿Si no querías que atendiera para qué llamaste? - protesté mientras me incorporaba un poco en la cama.

- llamé para ver si estaba todo bien, si no te habías man-dado ninguna cagada y para avisarte que mañana está el trans-formador que me presta Segura, un favor que me hace.

- Bien - dije a secas - El camión lo ponemos en Juan B. Justo 1500, ¿me entendiste?

- ¡¡Perá un cachito, perá un cachito!! Te doy alojamiento, te consigo algunas cosas ¿y pretendés que también te lleve el ca-mión? - protestó Bonardi subiendo el tono de su voz.

- Te tengo agarrado de las bolas, hermano, si yo cuento al-

18.Struttin' With Some Barbecue

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gunas cosas estás frito, sé de tus memorias y microprocesadores de oscura procedencia - retruqué sacando el siete de oro.

- ¿Querés que hable con Maguna? Mirá que yo puedo de-cir cualquier cosa ¿eh? - dijo mostrando su ancho de bastos.

- Hablá tranquilo, yo cuento de tus andanzas por la Gale-ría Norte - sonreí con mi ancho de espadas apoyado en la frente.

- ¿A qué hora querés el camión? ¿A las 7 de la tarde está bien? - se escuchó del otro lado de la línea.

- Si, a las 7, en punto.Charla productiva. Ahora tenía que pedirle a Moyano que

trajera el equipo. Eso no era complicado. Lo terrible era conse-guir la autorización de la esposa para ausentarse toda una noche.

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Era hora de partir para organizar algunas cosas. Ya no te-nía los papeles y el asunto de probar toda la jugada requería ha-bilidad, apoyo logístico y mucha pero mucha suerte.

Apoyo logístico. Decidí llamar a la Rubia.Demoró en responder el llamado.- ¿Gabriela? ¿Como estás?- No muy bien, para mí que se dieron cuenta de que te

dejé ir - contestó entre algo parecido a sollozos.- Necesito tu ayuda para desenmascarar a la organización

- dije sin indagar más en su estado de ánimo. No son tiempos para hacerse el romántico.

- No puedo ayudarte más de lo que ya hice, esta gente pa-rece boluda pero no lo es - me dijo con voz quebrada.

- Es una estupidez, garantizar la entrada de un periodista con grabador - mentí.

19Baby Won't You Please Come Home

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- Que se llegue a la puerta sobre las vías a las 21:30 hs, ahí voy a estar.

- Ok, gracias nuevamente - respondí mientras marcaba un nuevo pulso en la comunicación. 26 centavos regalados al pedo.

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Son las 10 de la mañana y pienso que las cosas se van aco-modando de a poco. Se me ocurre llamar a la periodista que iba a hacer parte del trabajo, no podía fallarme. Celeste Guolmar, bellísima, inteligente, con aire de ingenua: perfecta para la oca-sión.

La llamé, le iba a gustar la idea.Sonaba y sonaba el teléfono. Demoraba en atender. Cuan-

do ya casi me daba por vencido se escuchó el:- ¿Hola? – con voz sensual- ¿Celeste? – pregunté al pedo porque reconocí al instante

su voz.- ¿Qué hacés? – me respondió al escuchar mi respiración

entrecortada.- Necesito tu ayuda esta noche. ¿Podés estar a las 19 con

un grabador de periodista en Juan B. Justo 1500? Me vas a ver ahí parado – dije rápidamente para evitar que los pulsos siguie-ran corriendo.

20.If I Could Be with You

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- Me intriga, pero ahí estaré. No te preocupes. ¿Para pasar desapercibida o producida? ¿Va a haber cámaras de tv? ¿Fotó-grafos? – preguntó tomándose su tiempo.

- Vení como te sientas cómoda. No falles. Chau – corté bruscamente, antes de que pasaran otros pulsos.

Luego hablé con Moyano y coordiné todo. Sólo era cues-tión de esperar que el tiempo pasara. Compré puchos, un Acti-via, la Voz y me volví al departamento.

Debía tomar una ducha.

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Son las 17,15 hs y decido partir. No pienso gastar en taxi, así que tomaré el 600. ¿Por dónde mierda pasa el 600 en este ba-rrio? Pregunto. Me responden que por Patria y 24 de septiembre. La loma del carajo. En fin. Camino, fumo y pienso. ¿Podremos desenmascarar la organización que atenta contra los clubes de jazz y sus bandas? Anoche reventaron otro club en Alta Córdoba y se llevaron al de la trompeta. De alguna manera debía conse-guir las pruebas para incriminar a Maguna.

Me subí al 600 y a las 15 cuadras ya me había arrepentido. Uno es boludo cuando menos hace falta. Estaba yendo para el otro lado. Tocar el timbre, bajar, putear por lo bajo y hacer señas a un taxi. Hasta Juan B. Justo mínimo 12 mangos. Eso no sé si entraría como viáticos.

Estuve temprano, 18:45, tal vez 18:46. Me acodé en el pos-te con los indicadores de la calle cuando la ví venir.

Infartante. Un pantalón negro ajustado pero no mucho, una blusa blanca con vivos negros y unas botitas con tacos como de 10 centímetros. Esta mina revolucionaría todo el baile.

21.Peg O' My Heart

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Bonardi y Moyano llegaron justo a interrumpir mi cha-muyo con la periodista. Le estaba explicando el caso, lo que ne-cesitaba de ella y algunos pormenores. En ningún momento le dije “que linda que estás” (aunque lo pensaba). Mi comentario estúpido fue decirle que estaba más alta con esos tacos. Ella sólo sonrió. Estaba más linda que la rubia, no cabía dudas.

- ¡¡Che!! ¡¡Con este camión no pasamos desapercibidos ni en pedo!! – gritó Bonardi.

Tenía razón. Un semiremolque llamaba mucho la aten-ción.

- ¿A cuantas cuadras podemos ponerlo? – pregunté para ver qué hacíamos.

- Dejame calcular algunas cosas – dijo Moyano. No espe-raba menos de él.

- Si todo anda bien, la energía estabilizada, la onda si-nusoidal y la frecuencia FM del micrófono, desde acá no ten-dríamos que tener ningún problema – contestó con suficiencia técnica.

22.Gee Baby, Ain't I Good to You

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No me había equivocado al elegirlo.

Preparamos todo para unas pruebas de rigor. En eso Mo-yano era inflexible, había que probar el Plan A, sino recurriría-mos a uno B o C. Yo estaba bastante tranquilo y seguía mirando a la periodista. Le adosamos un micro Shure SM 58 al grabador Sony de Celeste y nos fuimos caminando las 8 cuadras regla-mentarias para probar el dispositivo. Llegamos hasta el estadio de Instituto más o menos. Ella encendió el grabador y me hizo un par de preguntas a modo de prueba. Era una profesional. Yo contestaba vaguedades y no podía mirarla a los ojos. Luego de 10 minutos emprendimos el regreso. Desde lejos Moyano me le-vantó el pulgar en una clara señal de éxito.

- Vos te querés levantar esa mina. La máquina funcionó de 10 – me dijo. Yo no contesté nada y prendí un faso.

Bonardi, en la cabina del camión preparaba una picada de salame y queso de Las Varillas. Con un Santa Ana tinto, bastante pedorro.

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- No tengo tetas grandes - me dijo la periodista. Yo ni me había fijado en eso. Me limitaba a acompañarla a

que tomara el taxi y a darle las últimas instrucciones.No aparentaba estar nerviosa, o tal vez esa risa era indu-

dablemente de nervios.Subió al auto de alquiler y se fue haciendo así con la

mano. Tomé el número del auto y comprobé en mi sobaquera la Bersa Thunder 9 mm.

¿No habría sido mejor idea cargar la Browning 7,65? Quién lo sabría.

Eran las 21:17 y ya no había tiempo para lamentos.

Gabriela estaba en la puerta tal lo prometido y Celeste in-gresó como cronista de la revista “Furia Tropical”. Sus miradas se cruzaron. Ellas sabían que la otra sabía y las 2 disimulaban el conocimiento de la otra y entraron en un juego perverso difícil de comprender.

23.You're Lookin' At Me

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Le franqueó la entrada, la llevó por lugares inaccesibles al público, camarines, el escenario, el lugar donde preparan los choripanes.

- ¿Los baños? ¿Quedan por acá? – preguntó la periodista.- ¿Sos de la municipalidad vos? ¿Querés ver los matafue-

gos? ¿El certificado de desinfección? ¿Carnet sanitario? No me tomes el pelo, los baños están sin pintar, si querés clausurar, ha-célo de una vez y sin rodeos.

- Solo quería hacer pis, bajá un cambio.El clima era tenso, si hubiese habido un poco de barro se

trenzaban en lucha ahí mismo. Pero ambas sabían que debían seguir con sus respectivos trabajos.

- ¿A la oficina de producción no se puede ir? – preguntó Celeste, mientras encendía un Philips Morris sin haber insinua-do convidar y mucho menos preguntar si se podía fumar en el lugar.

- ¿Para qué queres ir ahí? No hay nada interesante, solo papeles, algún afiche viejo – respondió la Rubia.

- Quisiera una nota con el productor ¿no se puede? – pre-guntó la periodista largando una bocanada de humo

- Esperame un cachito, voy a preguntar – La rubia ingresó por una puerta que tenía un cartel de Privado. Celeste prendió el grabador y la señal llegó clara al decodificador de voces.

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- Che Moyano, sos un capo. ¿Cómo mierda funciona esto? – preguntó Bonardi.

- Es muy simple, el micrófono capta la onda sinusoidal y la transforma en bytes. El complemento XR26 aplica en el factor x, únicamente de las frecuencias de 1,56 Hz el proceso de swirly vocodies y el gerson shelves. Con eso tenemos en el gráfico de esta pantalla la señal filtrada. Lo que realmente están diciendo entre líneas o subliminal. Sencillo. Después es solo normalizar, subir todo a 0 db y listo. El único inconveniente es que queda monoaural – explicó Moyano pensando que alguien entendería su explicación.

- ¡¡Andá a cagar!! Mejor alcanzame esa botella de tinto.

Mientras hablaban al pedo prendí un faso.- ¡¡Apagá eso boludo!! ¿Querés que Bassetti me haga

mierda si le devuelvo el Iveco con olor a humo?- ¿A cuanta gente metiste en esto? – pregunté.

24.Five Pennies

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- Vos me decís conseguime y yo te consigo, agradecé que esto no hay que garparlo al menos.

- Dejen de boludear que no estamos escuchando nada – intervino Moyano.

El aparato siguió captando la señal pero algo no me gusta-ba. No se escuchaba la voz de Celeste.

- Y si nos movemos? – preguntéMoyano me dijo que podía llegar medio confusa la señal. - Me importa un pito la señal, acá pasa algo raro – dije in-

tuyendo que podía estar saliendo algo mal.Bonardi arrancó rumbo al Súper Deportivo.

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No hacía falta ser muy despierto, con haber leído alguna historia policial alcanzaba y sobraba. O Celeste había sido atra-pada o era parte de la organización. Le pedí que fuéramos por Bulnes hasta Patria, más o menos desde ahí algo podríamos di-visar.

En la esquina una barra comía choripanes y tomaba tetra tinto con Pritty.

- Llegamos a boxes – dijo riéndose Bonardi – Acá lo míni-mo que nos hacen es sacarnos las ruedas.

- Quedate tranquilo – le dije mostrándole mi sobaquera.En ese momento sonó el primer disparo sobre el espejo

retrovisor del conductor. No había alternativas, era contestar o nos boleteaban a los 3. Del cagazo, Bonardi arrancó y comenzó a bajar por Patria, rumbo a Juniors.

- ¿Que hacés boludazo? ¿A dónde vas?- Le grité.- Adonde no nos maten – contestó también a los gritos.Moyano mudo. El Renault Fuego rojo nos seguía y por la

25.Sound of Water

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ventanilla nos disparaban a mansalva. Traté de apuntarle a los faros, pero con el movimiento, la velocidad y el estado de las ca-lles resultaba imposible. No es cuestión de disparar al pedo, pen-sé.

- ¿Para que mierda tenés esa pistola? ¡¡Dispará!!, ¡¡Dispa-rá!! – gritaba Bonardi mientras doblaba por Sarmiento.

Un semáforo en la puerta del Hospital Córdoba detuvo a la Fuego que nos perseguía y pudimos ganar unas cuadras de ventaja, los perdíamos.

Teníamos suerte, hasta el momento solo se había roto el espejo retrovisor.

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“Los callejones son siempre tentadores y traicioneros, como las rubias”, pensé.

Sin embargo no dije nada cuando entramos en el callejón oscuro.

- Zafamos – dijo Bonardi suspirando.- No zafamos ni mierda, estoy herido – contestó Moyano

mostrando la sangre en su hombro. No era mucha pero le había roto la camisa.

- ¿Y ahora que le voy a decir a Silvia me querés decir?- Dejate de joder y quedate quieto que vas a manchar el

tapizado y Bassetti ya me va a putear por lo del espejo retrovisor.- Tengo que ir a un médico, el Córdoba está cerca.- Estás en pedo, ¿y qué les decimos? ¿Que te agarró una

bala perdida? – planteé con firmeza mientras tanteaba en el bol-sillo el paquete de Particulares.

- ¿No tenés ningún médico amigo?

26.All The Things You Are

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- Vamos a lo de Celli, arrancá – le dije a Bonardi con un tono que sonó a órden.

- Yo de acá no me muevo, vayan en un taxi – contestó y sacó la llave del contacto.

Lo ayudé a Moyano a bajar y paramos un taxi sobre Roma.

- A Soldado Ruiz al 1000 – indiqué.La noche estaba calma, las calles vacías y el taxi avanza-

ba rápido. El chofer intentaba una charla y Moyano lo frenó en seco:

- Estamos apurados, no nos subimos a conversar, maneje y concéntrese en las calles.

Llegamos y el aparatito acusó 17,30. Putamadre.Celli estaba en la vereda paseando a su perra.- ¿Que hacés a esta hora, loco de mierda? – pregunté a

modo de saludo.- La Kalú tiene que mear y cagar y recién llego de ver “El

Efecto” – contestó antes de que nos diéramos un abrazo.Contó que el pendejo andaba bastante bien y ya no canta-

ba como el Pato Fontanet.Nos hizo entrar y no hizo falta que le dijéramos nada. Ha-

bía visto la sangre, la había olido. Es un buen médico, pensé.

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La música rebotaba en las chapas del tinglado y en el pri-vado solo se sentía una reverberancia. El Dr. Maguna tomaba un fernet . Con poco hielo.

Celeste abrió la puerta despacio, como si alguien estuvie-ra durmiendo.

- Llegaste tarde, ¿Que es esa boludez de “Furia Tropical”? – preguntó Maguna.

- Alguna revista tenía que inventar – dijo Celeste, mien-tras se sentaba en el sillón de pana turquesa.

- ¿Dónde quedó Sablich?- Está en Juan B. Justo, pero no es ningún boludo, algo va

a sospechar, y, si sospecha, no se va a quedar ahí.- Vos encargate de Gabriela, yo ya vengo – dijo y se per-

dió detrás de otra puerta.Hubo una pausa, una pequeña duda y salió al corredor.

La música le golpeó el cuerpo, por una puerta lateral vio salir a Gabriela hacia las vías y la siguió.

27.What Do You Want ?

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- Pará turra... ¿A dónde te estás yendo? – le gritó cuando la Rubia apuraba el paso.

Gabriela se detuvo y se agachó para recoger algo que se le había caído.

Una Browning.

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Son las 4:36 AM. Dejé a Moyano con Celli y volví a buscar a Bonardi.

- Llevate el auto, me había dicho Celli mientras me revo-leaba las llaves.

Yo no me negué. No era cuestión de pagar otros 17,30.Estacioné el Gol detrás del Iveco, pensé en encontrar a

Bonardi cagado en las patas. Error. Estaba picando los restos del salame y tomando la borra de la botella de vino.

- Volviste – me dijo masticando.- Sí. No me gusta dejar las cosas por la mitad y me dejé un

cargador en la guantera.Tenía que ir a pata, no arriesgaría otro vehículo ajeno.

Apuré el paso, prendí un cigarrillo y lo tiré a las 2 pitadas.La madrugada estaba fresca y desde las vías se escuchaba

la música del Súper Deportivo. Debía apurarme.Vi a las 2 mujeres enfrentadas a 12 pasos cuando sentí el

disparo. Uno solo.

28.Last Fair Deal Gone Down

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Celeste cayó herida sobre los durmientes y Gabriela apun-tó para rematarla. Le pegué un grito, me miró y corrió guardan-do el arma.

Me acerqué rápido. La periodista tenía un balazo en la pierna derecha, no se iba a morir.

Las mujeres con tacos no pueden correr entre los dur-mientes de las vías.

Alcancé a Gabriela y la agarré del brazo cuando sonó otro disparo. La empujé detrás de unos tarros de 200 de aceite YPF normal 40.

Esta vez no había excusas para no disparar.

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Comenzaba a lloviznar. Parapetado detrás del tacho disparaba sin saber a quién

pero lo intuía. La Rubia se tapaba la cabeza sin atinar a nada.- ¡¡Por Dios!! ¡¡Dispará!! Nos van a cagar a balazos!! – le

grité para que reaccionara.- ¡¡Yo no sé de estas cosas y no me grites!! – me contestó al

borde de un ataque de nervios.- Me importa un carajo. Hacé lo mismo que acabás de ha-

cer. Apretás el gatillo apuntando para el lado de donde salen los fogonazos.

No teníamos muchas alternativas. Vaya a saber cuántos eran ellos y nosotros no teníamos muchas balas. Dejé de dispa-rar un momento para pensar. Prendí un cigarrillo.

- Lindo momento para fumar, además vamos a volar a la mierda. ¿No ves que ese es el depósito de combustibles de la es-tación? Desde acá se ve el surtidor- dijo la Rubia sin darse cuen-ta de que aportaba ideas.

29.What a Difference a Day Make

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- Vos cubrime. ¿Te quedan balas?- Qué sé yo. Disparé 3 veces.- Bueno, hay 5 balas disponibles. Escuchame bien. Cuan-

do te diga ya vos disparás una vez y me das tiempo a correr hasta el surtidor ¿entendiste? – le dije en tono paternal.

- Entendí – respondió empuñando fuertemente la Brow-ning.

Le di la órden, disparó y salí corriendo esos 5 metros con el faso en la mano. Los balazos seguían.

Saqué la manguera del surtidor y apunté hacia los tachos en donde estaban escondidos los que nos disparaban. Prendí el encendedor.

El chorro de fuego salió fuerte y dio de lleno en los tam-bores de 200. Lo último que ví fue a un gordo que volaba por el aire envuelto en llamas y a Maguna huyendo en la Fuego por Bedoya.

Dicen que la explosión se sintió muy fuerte en Bº Pueyrre-dón.

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Se acodó en la barra y pidió una ginebra. Bols, con hielo.- Dejame la botella - le dijo al barman.

Las luces bajas apenas iluminaban tenuemente el escena-rio.

El comandante llegó y se arrimó una banqueta al lado de Sablich. Pidió un vaso.

- ¡¡Salú!! Ahora cuente - dijo mientras hacía sonar los vi-drios y encendía un cigarrillo. La llama le iluminó medio perfil.

- ¿Desde el principio? - preguntó el inspector.- Al pedo. Desde el capítulo 16 en el que me cagaron a pa-

los a mí y me borré - dijo el comandante dando un sorbo de gi-nebra. Se sirvió otro vaso.

- La cosa es más o menos sencilla, fui atando cabos y todo encajaba como en un tetris. Bonardi me hizo el aguante en su bulín, Moyano me armó el decodificador de voces.

- No se vaya en detalles, sintetice - lo frenó en seco el co-mandante.

30.Last train home

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O'Malley comenzaba a probar el sonido.- Estos no tienen mucha pinta de jazz que digamos - dijo

el comandante.- No hacen jazz pero pegan en el palo. Escúchelos, estos

pibes prometen. Hasta que habituemos a los grupos de jazz a que todo se calmó, para empezar están bien.

- Bonardi me rescató antes de que las llamas llegaran has-ta donde yo estaba. Llegó antes que la policía y desaparecimos del lugar. Estuvimos durmiendo en el Iveco hasta media maña-na.

- ¿Que pasó con Maguna?- Después de que nos encontráramos en las vías huyó a

Santiago del Estero. Ahora gerencia a Quimsa.- ¿Y con Moyano que pasó?- Lo hirieron, al Córdoba no lo pude llevar así que se lo

dejé al Dr. Celli para que lo curara. - ¿Eso fue todo?- ¡¡Nooo!! Espere, no se adelante - dijo Sablich mientras

miraba insistentemente hacia la puerta del pub. El comandante pidió algo para picar. Les trajeron unos

tacos.- ¿Qué mierda tenemos que estar comiendo esta cagada?

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¿Acaso los mejicanos comen locro? - protestó el Comandante.El inspector hizo caso omiso al reclamo y probó un boca-

do.- Necesitaba alguien para entrar al Súper Deportivo así

que hablé con una periodista. Mala elección. Era de la organiza-ción.

- ¿Y la rubia que vino a cagarme a palos a mi casa? - pre-guntó con impaciencia el comandante.

- Aunque no le crea era una infiltrada en la organización. Una verdadera amante del jazz y con su ayuda desenmascara-mos a la periodista.

- ¿Que pasó con la periodista?- Ligó un balazo en la pierna. La Rubia quería matarla

pero era al pedo cargar con un muerto. La frené a tiempo. Supe que se mudó y que anda arrepentida de lo que hizo. Ahora tra-baja haciendo planos en autocad y nunca mas el periodismo.

- ¿Y usted? – preguntó el comandante.Se hizo un silencio, una pausa para prender un Particula-

res, servirse otro vaso de ginebra y pensar.

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Yo salgo hecho. Con los viáticos y un poco de honorarios. Mas que nada lo hice por amor al jazz. Pero eso ¿Cómo explicar-lo? ¿Valía la pena responder?

La banda comenzó a tocar un tema que me sonó a Santa-na cuando la puerta del pub se abrió.

Era la Rubia que entraba.

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Sobre el autorPablo Aguiar Cáu

Nací en el 69, cuando el hombre llegaba a la luna. Desde niño me gustó escribir.

En los orígenes alguna que otra poesía de mal gusto y con rima rebuscada. Eso cuando estudiaba en la escuela Monteagudo. En el Co-legio Nacional arranqué con los cuentos y luego de algunos intentos algunos me salieron más o menos de mi agrado.

En 1986 me radiqué en Córdoba y seguí escribiendo: a mano, en máquina de escribir portátil y luego en pecé.

En el 2000 edite “De lapachos florecidos” una nouvelle, que es como un cuento largo.

Comencé a escribir en blogs y a generar contenido a algunas webs ya desaparecidas. Una de esas webs fue “Centroalaoya-no todo es fobal”, la que dio origen a un libro de cuentos (“Merengues” del año 2006) y a esta historia que usted tiene en sus manos.

En el 2012 la editorial Cuadernos del Duende reeditó aquella nouvelle del 2000 agregándole el pretencioso subtítulo: El éxodo, la única y verdadera historia.

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Entonces tenemos que tengo 3 libros editados aunque 2 de ellos son igualitos pero con una tapa diferente. Y ahora va este.

Que me gusta la música de Spinetta, que soy hincha de Zapla y que extraño Jujuy son datos irrelevantes para el lector. Si quieren mas me lo piden por mail: [email protected]

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Sobre la ilustradoraVerónica Andrea Mammama

Nací en Córdoba capital en 1980. Dibujanta desde pequeña, hacía dibujos permanentemente y por encargo durante las clases en la primaria ante el constante pedido de atención de los maestros. En al-gún momento inconsciente y estúpidamente debo haberle otorgado un sentido lúdico e infantil a la tarea no acorde al mundo adulto que se avecinaba, y me perdí, sencillamente, para reencontrarme con los pin-celes (y mi niña) 15 años después. Sin formación en las artes plásticas, ni familia de artistas, chusmeando en algún taller de pintura de dura-ción efímera y adolescente (como todo taller o curso que inicié) incur-sioné en Cine y TV y egresé finalmente de la Escuela de Ciencias de la Información, Universidad Nacional de Córdoba. Mientras estudia-ba, participando con compañeros en el Centro Cultural de Villa Rivera Indarte, espacio donde organizábamos actividades y talleres artísticos gratuitos para niños y jóvenes, la amistad con compañeros ventanas, artistas de pie a cabeza, me acercaron a las culturas, historias, colores y formas, al sentido político del arte.

En el 2010, aparece el primer CD del músico cordobés Lucas Heredia, y con él, mi primer trabajo de ilustración en el arte de tapa.

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A partir de allí se abre el abanico: proyectos que se materializan y otros en construcción, con amigos escritores, poetas, diseñadores gráficos. Realicé la ilustración de tapa para publicación “Comunicación y educa-ción; debates actuales desde un campo estratégico” del equipo de inves-tigación del Centro de Estudios Avanzados (CEA-UNC, 2011); ilustré la plaqueta de poesía “Pesos” del poeta Pablo Carrizo (Grupo Pan Co-mido Poesía, 2012); colaboré con mis dibujos en el libro “Devuelvan la pelota. Cuentos desde el fútbol” de Sebastián Ramia (La Tía Ediciones, 2012); colaboré ilustrando el mes de octubre en la agenda 2013 “Es-tampas de la terraza” (Ediciones de la Terraza). Desde Luz Verde Pro-ducciones, mi tarea es el diseño gráfico en la difusión de los eventos, y puede verse mi segundo trabajo de arte y el diseño en el reciente disco de Lucas Heredia, “Luz de Cerca” (2012). “Balada en jazz. La desventu-ra del inspector Sablich”, es mi primer libro ilustrado.

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Balada en Jazz - La desventura del Inspector Sablich de Pablo Aguiar Cáu

se terminó de imprimir en el mes de Julio de 2013en los talleres gráficos de la Universidad Nacional de Jujuy.

Av. Bolivia 1685San Salvador de Jujuy -Argentina.