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1 b.- EL FIN DE LA GUERRA (Serie Novísima) EL FINAL DE LA GUERRA El final no lo vi, me lo contaron. Pero el fin no era, al fin, más que el principio. ¿”Rey muerto, rey puesto” ? ¡Oh no, amor ! Que “el Rey” siempre ha sido y será siempre el AMOR. ¡Y tú eres y serás siempre “mi Rey” ! 18 de Enero de 2006.- SÓLO UNAS PALABRITAS, a modo de introducción. EL NI NO Y EL NI SÍ, EN UN TRIS, MAS SÍ AL FIN (Experimento monosilábico) A Ti, pues mi buen Dios, doy mi sí, ya que sé, por mi fe, lo que vi de mi Rey: Que él por mí en la Cruz, –yo a sus pies–, por mi bien dio su piel. Haz que yo, con tu luz, dé hoy por él mi gran don. Ten, pues, Dios, por tu prez, ya mi gros: So tu sol, y en mi mar, y por mor de tu Ley, –lo que fue ha de ser–,

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b.- EL FIN DE LA GUERRA

(Serie Novísima)

EL FINAL DE LA GUERRA El final no lo vi, me lo contaron. Pero el fin no era, al fin, más que el principio. ¿”Rey muerto, rey puesto” ? ¡Oh no, amor ! Que “el Rey” siempre ha sido y será siempre el AMOR. ¡Y tú eres y serás siempre “mi Rey” ! 18 de Enero de 2006.- SÓLO UNAS PALABRITAS, a modo de introducción.

EL NI NO Y EL NI SÍ, EN UN TRIS, MAS SÍ AL FIN (Experimento monosilábico) A Ti, pues mi buen Dios, doy mi sí, ya que sé, por mi fe, lo que vi de mi Rey: Que él por mí en la Cruz, –yo a sus pies–, por mi bien dio su piel. Haz que yo, con tu luz, dé hoy por él mi gran don. Ten, pues, Dios, por tu prez, ya mi gros: So tu sol, y en mi mar, y por mor de tu Ley, –lo que fue ha de ser–,

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que yo hoy, y a la faz de tu grey, de mí dé tal cual soy, el gran sí que es mi don, el sin par don de mí. Mi “ya voy, oh mi Dios, a tu lar”. Al que sé que es mi Ser en tu Ser : el YO SOY que, cual miel, por mi hiel me has de dar.

Ahora, ya en esta curiosa introducción, T-Ricardo, me dirijo a ti, como si esta fuera una cariñosa carta con la que respondo a tu escueta postal, la que me enviaste en la Pascua del 67, y que ayer me hiciste encontrar, milagrosamente, en un libro perdido.

No menos curiosamente te digo que el libro en el que se albergaba este tesoro, –oculto a mis narices donde montaban por algún tiempo esas gafas para miopes que ahora me resisto a llevar, pues ya no me sirven–, se titulaba : LA VIDA MAS ALLA DE LA MUERTE, de un tal Swami Abhedananda, de la Editorial KIER. En la portada del mencionado libro, (al menos en la edición que yo tengo) aparecen una especie de mariposas, quizás son palomas mensajeras de la paz, que partiendo de la tierra se disponen a cruzar el océano. Una de ellas ya está comenzando a sobrevolarlo.

Ignoro, amor, cómo fue a parar esa postal tuya del año 67, –del pasado siglo, del pasado milenio–, o a refugiarse como en Arca de Noé, adentro de ese libro, que ha sobrevivido a todos mis traslados y avatares.

Pero ahí estaba, con su preciosa letra, con el maravilloso y tierno escueto aliento de aquél que por lo visto me felicitaba por mi santo, S. José, y no se atrevía a poner más que : “Ti invio tanti Auguri S. Pasqua” (sic) y firmaba con su inconfundible y preciosa recta grafía : “ T. Riccardo”.

Además, naturalmente, escribiste la dirección mía de aquel entonces, a la cual mandabas “tus finos dardos como palomas fúlgidas, que atravesaban el cielo trayéndome puntuales noticias de tu amor”, como reza nuestra aria :

“Tus finos dardos, como palomas fúlgidas,

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el cielo atravesaron, trayendo de tu amor puntual noticia que en ciego corazón no penetraron. O, si lo hicieron, también allí quedaron en hielo sepultados, soñando que algún día tu alma bella volviese con sus llamas a incendiarlos”. Como cabalmente, cariño mío, hiciste ayer con este ermitaño que está a

punto de cruzar los océanos, para entregar allí su alma a todo el que te invoque. ¿Cómo sé que tratabas de felicitarme para mi santo, Fr. Amore ? Pues

porque el matasellos dice escuestamente “22-3-67”, y sospecho que la proximidad de la Pascua no hubiera sido motivo suficiente para escribirme.

A no ser, quizás, que en tu amante y religioso corazón, la Pascua del Señor y mi paso por tu vida, fueran en esencia un mismo evento, una misma cosa.

¡Qué diferente respuesta de tu amor, oh amor querido, amor herido, de aquella otra fría y lacónica que años más tarde recibí de tu cancerbero : “Non c’è qui”.

Y, sin embargo, ¿no son en el fondo, también, una única y misma respuesta evangélica que responde con el anuncio profético del Angel de la Resurrección, a mis preguntas balbucientes sobre tu amor ?

Hoy, cariño mío, mi conciencia ampliada de lo que significa la Vida, la Unidad y Cristicidad del Universo, y nuestra identificación con Jesús, así lo creo : “Non c’è qui”. No está aquí. O bien, no es éste a quien buscáis en carne, porque su Espíritu trasciende todas las fronteras y sus limitaciones humanas.

“No quieras enviarme de hoy más ya mensajero que no saben decirme lo que quiero”. ¿Y por qué te firmabas “T. Riccardo” ? Seguro que tú me podrías jurar, Fr. Amore, que esa “T” era una “F”

especial, que absolutamente parece una “T”. Para mí, hermano, tanto si es una “T” de Teresa o Teresita, o la Tau con que firmaba Francisco, como si es una “F” de “Fr.”, o del propio San “Francisco”, es igualmente un milagro más de la

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“racha de milagros”, como escribí al amigo que, a partir de ahora se va a hacer cargo de nuestros escritos, allende los océanos.

En otra carta, mi bien, quizás me atreveré a preguntarte si tú, en tu vida de Riccardo, sabías o intuías algo más acerca de tus pasadas identidades.

Por ahora me conformaré con dar gracias a Dios porque todo estaba y sigue estando en su infinita Sabiduría, maravillosamente conjuntado y sincronizado por el AMOR.

¿Que fotografía iluminaba el dorso (en realidad el anvés, pero para mí el

dorso, puesto que lo importante de la postal está en su revés que he descrito) ?

Sencillamente una fotografía preciosa de aquel palomarcico, incluido el “puente de los suspiros”, donde se gestó nuestra historia de amor, el Colegio internacional de nuestra Orden, profusamente adornado de un millón de flores.

“Me visitaste en color y perfumes, vestido de mil flores : cada una era un retazo de tu alma, cuando yo componía tus loores” ¡Oh amor, Amor, AMOR ! Seguro que los lectores de este escrito

titulado EL FIN DE LA GUERRA, de la Serie Novísima, no van a poder entender gran cosa de esta introducción !

¡Seguro que no van a ver su papel emborronado a causa de mis incesantes lágrimas mientras esto escribo !

Pero me basta, Lecheimiel, con que hoy lo hayas entendido tú. HACIA EL CIELO VUELAN MIS LÁGRIMAS Un día más, mi amor, en este valle, un día menos que falta a nuestro encuentro. Mas ¡ay, que pienso, envuelto entre las sombras, que allá en la luz ya no diré “te quiero”, pues no cabrán, de gozo, las palabras cuando el amor traspase al pensamiento. Penetrarás entonces el misterio de mis lágrimas, –esas que inevitablemente empañan tu recuerdo–, que seguirán aún filtrando tus sonrisas, –esas que a duras penas tan sólo aquí entreveo…–

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Allí haremos, pues, intercambio de recursos para que iguale lo triste a lo más bello. …Que me dirás : Bien mío, ¿por qué lloras ? y entonces, tú también romperás en llanto nuevo. Y cuando así te vea, oh amor, como soy visto, sabrás por experiencia, mi Rey, cuánto te quiero.

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Domingo, 22 de Enero de 2006. El porqué del curioso (y prosaico) título de este libro No es que me guste demasiado, oh amor Lecheimiel. Sólo nombrar la

guerra me pone enfermo, “Dejar tanta hermosura en tanta guerra...” Así recompuso un poeta español anónimo un versículo del Himno del Sol, o

Cántico de las Criaturas, de San Francisco. No es que yo pensara para nada el otro día, amor, en el versillo que acabo

de escribir..., sino más bien, estaba pensando en el “insuceso”, de la discusión que se armó en el Foro del Zaguán de los Poetas, con el que ahora es mi amigo de allende los océanos, donde los ángeles, como aquéllos de la Escalera de Jacob, nos hicieron pelearnos y reconciliarnos, para que luego se transmutase nuestra potencial enemistad en bello amor y confianza mutuas.

Por eso, sí, por eso, en la portada del libro donde me hiciste el grandísimo regalo de tu postal del año 67 (del siglo, del milenio y de la era pasados), –me hiciste encontrar, digo, tu inestimable dardo, tal vez el último, de amor que me enviaste desde Roma en aquel año, y del cual di cuenta en la introducción–, unas bellísimas palomas mensajeras a punto de emprender el vuelo transoceánico.

Ellas son las que simbolizan el final de toda guerra, y, por tanto, el principio de la prometida y ansiada paz.

Ahora, hermano mío amantísimo y amadísimo, quiero aún redundar en algún comentario sobre tu escueta y breve misiva... Y es precisamente acerca del año : “67” que figura en el matasellos.

Concretamente de la fecha “22-3-67”, lo cual me ha sacado de un error que yo arrastraba en mi frágil y humana memoria, acerca del cómputo y recuerdo de los años...

Quiero decir, que me he estado (quizás debiera decir “nos hemos estado”) equivocando, y por tanto engañando a los lectores de nuestros escritos, acerca del valor de toda la simbología numérica que hemos insinuado aquí y allá.

Aunque, por otra parte me hace mucho más feliz el pensar que “no eras “el cervatillo de 22 años” que yo creí primero, cuando aún no había recibido tu testamento ológrafo, ni “el más maduro de 24”, como dijimos en EL ALELUYA DE LECHEIMIEL, sino un intermedio de 23, puesto que ahora veo que yo hice el curso 65-66, y no el de 66-67, como siempre pensaba. También me alegro sobremanera de quitarme a mí mismo un año, que me aproxima a mi

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adolescencia, más que a mi madurez : yo tenía, entonces, sólo 25 cuando te conocí.

Quedan desde aquí, sí, dados por corregidos y subsanados todos los errores e imprecisiones, pero me queda como el sabor amargo de haberme equivocado y tal vez inducir a la gente a ser engañada en nombre del Ángel al que canalizo y que tú eres, amor, porque desde ahora pensarán que no somos infalibles...

– Por supuesto, amor, mi fratellino ermitaño, que no somos infalibles. ¿Qué te extraña, si ni el Papa, según tu libro del ASALTO A LAS MORADAS INTERIORES, lo es ?

¡Alégrate, y celebra, mi amor, el que hayamos caído, por fin, en nuestra propia trampa, de la que ahora felizmente podemos escapar !

“Quedó enredada mi alma como un pájaro en la trampa del cazador. ¡La trampa se rompió y escapamos !” ¿No reza más o menos así uno de los salmos que solís rezar en el coro los monjes, sin que tampoco sea ésta una cita textual o infalible ?

Pues sepas, cariño, que la canalización no te exime de caer en errores, pero jamás te equivocas en lo substancial, ni engañas a nadie, cuando hablas de la sinceridad de tu corazón.

– Sí. Como decía mi madre cuando de pequeños nos peleábamos y nos decíamos : “Eso es mentira”, o “¡mentiroso !”. Mi madre siempre nos corregía : “No digáis ‘eso es mentira’. Todo lo más, ‘eso no es cierto’, o ‘eso no es verdad’, pues mentir es decir lo contrario de lo que se piensa” y no debéis presumir que el otro está mintiendo, pues lo que dice piensa que es la verdad, aunque esté equivocado”.

– Tu madre era verdaderamente “Bendita”, Y tú bendito de tener tal madre. El haber descubierto tu error (si quieres “nuestro error”), acerca de los años, cariño, me otorga a mí un año más de sacerdocio activo, antes de entrar en “el corredor de la muerte”, desde donde preparé para ti, heredero de mi alma, mi ológrafo testamento. ¿No te alegras también de eso ?

– ¡Oh amor de mis amores ! Mi alma está derretida de alegría, desde el momento en que empiezan a brotar las lágrimas de mis ojos, como las aguas del más dulce de los ríos que fluyen hacia el Océano de la Gran Verdad. Ya has conseguido tocar mi alma con la varita mágica de tu dulce pastoreo, como Moisés tocó la dura roca para hacer brotar el agua milagrosa para su Pueblo.

Pero quiero hacerte, –como te anuncié el otro día en la introducción de este librito–, mi dulce F. (o quizá “T.”) Riccardo, una pregunta más acerca de esa hermosa aunque ambigua letra que precede tu nombre : “¿Acaso sabías ya,

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durante tu juventud, y en el momento en que me escribiste la postal, sobre tus pasadas encarnaciones o identidades ?

– Te responderé, amor mío, como te respondí una vez, (si quieres puedes buscarlo en alguno de tus escritos), cuando me preguntaste si fui consciente de haberte visitado en tu primera infancia, cuando al poco de nacer yo, me viste cabalgando contigo en aquel carrito miniatura tirado por dos animalitos, (tal vez caballitos que parecían cabras), ¿Recuerdas qué te dije ? :

– Sí, amor. Me dijiste : “No fui yo (mi mente consciente de recién nacido) el que hice tal proeza. Mi Ser Superior, mi alma lo hizo”. Así me dijiste más o menos.

– Pues lo mismo te digo ahora, mi ermitaño viador y no te llamo ya “sufriente”, porque tus lágrimas son mayormente de gozo, después de haber superado ya las aguas pantanosas de tus dudas :

Nuestras almas que permanecen en el Cielo, mientras envían una parte de sí a reencarnarse aquí abajo, creando nuevas personalidades con las cuales seguir navegando y aprendiendo y subsanando errores del pasado que fueron aportados por personalidades ya fenecidas, aunque integradas ahora en el acervo del Alma, son las que disponen nuestra vida encarnada, siempre que nosotros, los que vivimos en carne, sepamos obedecerlas y honrarlas. Honrarnos a nosotros mismos, en definitiva.

Muchos de nuestros actos semiconscientes, provienen de esta raíz, de la obediencia a nuestras almas, más que de recuerdos explícitos que están obumbrados por el velo de nuestra dualidad..., ¡como debe ser !

Explícate ahora, mi Rey, lo que escribiste sobre mí, acerca de lo que la simple intuición te dictaba en UN PASO DE GIGANTE :

“¡No. No he dicho adiós a la Vida, sino que la llamo “Madre mía y Señora

mía” ! ¡Madre de mi alma, la que conocí en mis tiernos años y de la que conservo

suaves recuerdos transcurridos no sé si en este cuerpo o en otro que brumosamente se me presenta entre sombras prenatales, de fantasmagorías de otros tiempos y lugares !

Soy y me siento como un monje que deambula con la cabeza cubierta por un chal a través del cual apenas percibo los misterios de la vida.

La Vida que me llama con voces extrañas y parece conducirme a lejanos desiertos deshabitados, donde alguien invisible parece seguir mis pasos y reclamar mi cuerpo como suyo…

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¿Quién es, quién podrá ser, aquel que me llama, desde el otro lado del velo que cubre mi rostro ?

No lo sé. No puedo saberlo a ciencia cierta. No quiero especular con saberlo. Ni siquiera estoy seguro de si es hombre o mujer.

¿Y qué más da, después de todo, si es alguien que me necesita y que me quiere ?”

Y más adelante : “Ahora ya sé quien es. Sé que es la Vida.” Ahora, soy yo, hermanito amado de mi corazón humano, más humano que

nunca, el que te pregunto : ¿He levantado un poquito más el tenue velo que aún aparentemente nos distancia y nos separa ?

– Y yo te responderé, amor, con aquellos versillos de nuestra aria : “A tu santuario, en Roma consagrado, tu luz te llevaría. Mas sólo en lo profundo de la noche la “Tau” de tu destino brillaría.” – Y yo, cariño, pongo mi sello : AMÉN, AMÉN, ALELUYA, que canto

contigo en lo íntimo de tu corazón, donde ya sólo reina la PAZ.

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1 2 de Marzo de 2006 ¡Mamá, a este juguete le sobran piezas ! Así dije, amor, Ricardo del Bambino Gesù, pelotita del Niño Jesús, a mi

madre Bendita el día en que, -yo era muy pequeño-, reparé, es decir, arreglé un juguete, creo que era un mecano, que seguramente yo mismo había estropeado previamente, y cuando de nuevo lo hice funcionar, efectivamente dejé de lado dos o tres piezas que creo estaban de sobra.

Esta misma experiencia la tuve muchos años más tarde, cuando comprobé que una máquina de escribir eléctrica, de una reconocida marca alemana, tenía una pieza de funcionamiento inútil que sólo servía, al parecer, para hacer ruido innecesario, y, todo lo más, para hacer que la cinta escritora se gastase más irregularmente... Definitivamente suprimí la pieza en cuestión y a partir de entonces me libré de aquel excesivo e inútil ruido...

Pero en aquella primera ocasión, cuando me dirigí orgullosamente a mi madre, recibí también su aprobación : “alabo tu ingenio”, –me dijo–. En la ocasión del “arreglo” de la máquina de escribir, cuando mayor, no se lo dije a nadie. Nadie alabó mi ingenio.

Creo, amor, que algunos, tanto homófilos como homófobos, es decir, homosexuales y lesbianas, como heterosexuales a ultranza, creen igualmente que a la Humanidad le sobran piezas.

Creo que todos ellos se equivocan en alguna medida, cada uno a su modo. No se trata solamente de tolerancia o intolerancia. Se trata de admitir,

de celebrar, de alabar la diversidad y a través de ella, reconciliarse con la Unidad.

Alabar el ingenio del Creador, el que, por cierto, si parece también haber creado algunas piezas inútiles, será por algún motivo de utilidad futura, cuando pongamos nuestra “máquina” físico-psíquico-espiritual a pleno rendimiento.

Lo que ahora no sabemos usar ni de lo cual, en consecuencia, dar gracias, aquel día futuro se revelará precioso y necesario.

Recobrará a nuestros ojos su más alto sentido y será la revelación de que todo nuestro futuro desarrollo estaba inscrito en nuestros genes y se había ido desplegando providencial y paulatinamente en nuestra historia.

Ese día, hermano Lecheimiel, todos nos sabremos únicos e imprescindibles, Necesarios. ¿No tenemos por ahí un librito titulado : “TAN LIBRES COMO NECESARIOS” ?

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– Sí, sí, sí, cariño mío, mi dulce hermano divino. Así es como hoy te lo he dictado en tu corazón, en esta mañana en que se aproxima de la celebración de tu onomástico, y a pocas fechas de la efemérides de tu cumpleaños, cuando no me diste ocasión de felicitarte por tus 66, ya que estabas de nuevo ocupado en reparar otros juguetes de la Creación, en la nueva racha de trabajador manual a la que has sido llamado, para tu limpieza interior y tu purificación.

¿Crees que hay algo casual en tu vida, hermano ? También yo te digo hoy, que ni un solo minuto de tu propia vida, te ha sido

dado en balde. Pero, alabando, al igual que tu madre Bendita te alabó en su día, el ingenio

y el amor insuperable del Creador, Padre-Madre de tu preciosa vida, te digo, además, que si crees que has desperdiciado muchos momentos preciosos de los que te fueron concedidos y predestinados por tu propia alma, no debes por eso lamentarte ni estar triste, pues también el fracaso subjetivamente percibido como tal de tus pérdidas, ha sido planificado por tu alma.

Si no, cuando menos advierte, hermano, que tu preciosa alma es muy capaz de transmutar toda pérdida en ganancia, por la alquimia de tu propia confianza. Como tantas veces te he dicho, amor mío, el llegar a traspasar la frontera salvadora de la CONFIANZA, que es la victoria de tu FE, es tu principal Obra sobre la Tierra.

¡ES LA OBRA DEL MAGO DIVINO EN TU BARRO ! Regálame, cariño, mi dulce ermitaño, dos poesías, que si bien no son

nuevas, (como tampoco eran nuevos tus juguetes de niño, sino tomados del tesoro común familiar de tus hermanos) cada vez que las reproduces aquí, o en cualquier otro sitio y ocasión, te revelarán, en primer lugar a ti y en segundo lugar a tus lectores, nuevos y misteriosos significados.

Una de las que te pido hoy, mi dulce “amorito”, (como llamas tantas veces a tu gatito Richi), es aquella que yo Teresa te dicté en su día como CLONACIÓN

SAGRADA, y la otra, una que dedicaste a otro hermano en su cumpleaños, titulada LA RUEDA DE LA VIDA.

Búscalas, por favor, José, y dedícatelas a ti mismo en este mes de tus celebraciones, el de los Piscis, el de tus gozos y sufrimientos, en el mes de los dolores de parto de tu madre Bendita que está conmigo aquí en el Cielo gozándose de cuanto escribes, conjuntamente con mi inspiración y la de tu Alma.

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Busca y escribe, por favor, y con esto te despido por hoy, hasta que vuelva a llamarte a esta capilla sagrada de tu ordenador. Adiós, te quiero y te bendigo con el beso de mi boca.

CLONACIÓN SAGRADA Cuevas de bandidos irredentos, antros de mujeres maltratadas, cúbranse de cal vuestras fachadas, vístanse de Historia vuestros cuentos. Llénese de afrenta el Creador, de rodillas enmiende su plana, ante gente tan lista y ufana, que encontró sustituto al amor. En Belén comenzó vuestra historia paralela de ritos secretos, que a los cultos reserva su gloria : Exhibir, campeones discretos de virtud, consagrada victoria : ¡CRISTO VIVO CLONADO en los guetos ! LA RUEDA DE LA VIDA Tal vez creas que el pasado escrito estaba en el barro, pues que en viniendo a este marro has crecido y prosperado. Pues, aunque escribas en tierra, no por eso es menos cierto que cabe yerro o acierto : ¡Sólo el que ama no yerra ! “La rueda de la fortuna ha comenzado a girar. Lo cierto es que la muy tuna a mí nunca me la da”. “Rueda loca, rueda loca…” Así cantaban su suerte los que temían la muerte que a todo mortal le toca. Tú, buen Richi, que has probado darle la vuelta a la rueda

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que nunca quieta se queda, Vida Eterna has degustado. Que sólo el cambio es letal al que le pesan los años, creciendo indemne de daños el que se sabe inmortal. Mas ¿podrá la carne acaso saberse inmortal si el alma de sus cuitas no la calma ? Hoy nos lo muestra tu caso : ¡Que el cambiar no es un fracaso ni el crecer una desdicha, pues sabemos que esta chicha nos fue entregada de paso ! Consagrados al amor se alumbra nuestro destino, que de la carne es el sino ser el Templo del Señor.

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18 de marzo de 2006 LA SINCRONICIDAD DE MI BESO Bien, cariño. Aquí estamos hoy, –siempre es el hoy eterno–, de nuevo

porque, a pesar del día gris, en que no han cargado tus baterías, has sentido mi llamada a sentarte en el sagrado altar de tu ordenador.

Gracias, amor mío, por escuchar mi susurro en tu corazón. Acabas de ver una película sobre “El Túnel de la Muerte”. Sí. Eso sucedió

en la fontera de mi amada Italia con otro país, no menos querido por mí, hace algunos años.

Hoy, también, (antes, por la mañana), te he hecho reencontrarte con un escrito nuestro anterior, denominado EL REINO DE DIOS ES EL AMOR.

Poco antes, tú habías hablado con tus corresponsales del correo electrónico, sobre dicho REINO, que se halla en realidad dentro de nosotros.

Y he aquí, amado hermano, que todos los términos de tus eventos diarios en el día de hoy, te llevan a hablar de túneles y pasadizos al interior de ti mismo, de ese túnel que suelen ver los moribundos y del que hablan los que luego regresan.

Que es el mismo túnel –que no debe ser llamado de la muerte, sino del pasadizo a la Vida–, por el que se sondean a sí mismos los que meditan en la quietud y en la confianza de su corazón.

Por el que tú mismo, en este día lóbrego pero pacífico, que precede al día de tu Santo, San José, te has acercado a tus propias profundidades y me has visto entre brumas interiores.

Sí, soy yo, Riccardo del Bambino Gesù, el italiano que tanto amaste, y que dio su vida por ti, en noche sosegada. Soy yo el que te he llamado, como te digo en el archivo del REINO, no para decirte palabra alguna que debas memorizar, sino para renovar mi beso. Aquel que te di en sueños, y aquel en el que tantas veces sueñas con nostalgia y con dolor.

Aquel que sella nuestra boda espiritual de Caná. Felicidades, José, y en felicitación no encuentro otra poesía mejor que la

que compusimos con ese título y luego reprodujimos en el mismo archivo que hoy te he hecho encontrar. Ponla aquí, amor mío, de mi parte, y de parte de Jesús y de su Madre María, los cuales a una conmigo te felicitan.

Te queremos, frailecico humilde, como se quiere a un hijo, como se quiere a un hermano, como se quiere a un amigo. Adiós, hasta siempre, hasta pronto.

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– Gracias, Gracia. Gracias, Fray Amore. Gracias en ti a todos los que te

habitan y son UNO contigo y conmigo. – ¡AMÉN, ALELUYA ! EL BESO DEL CORAZÓN Lo que ya nunca sabremos de las Bodas de Caná es el nombre de los novios…, ¡que a nadie le importa ya ! Hubo boda y hubo luna de mieles de Galilea y hubo vida y tal vez hijos y otros que la luz no vieran. Y hubo rasero que arrasa otoños y primaveras. Y hubo muerte y hubo olvido y ruinas de historia entera. Si constaron sus registros en sinagoga o aldea, hace tiempo sus papiros fenecieron en la hoguera. Sólo queda la leyenda de un beso que no envejece, pues florece entre rosales que renacen cuando mueren, multiplicando sus mieles para todo aquél que cree : todo aquél que hasta sus labios se allega cuando sed tiene. Agua en vino, vino en sangre, sangre que en amor se vierte. ¡Es el beso de la Vida que nos acoge en la muerte ! Es el vino que embriaga y que atrae con su canción…, que se derrite en los labios cuando sueña el corazón.

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1 de Abril de 2006 EL DUELO ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE Hermano divino, hermano amado, Lecheimiel del corazón herido, contigo

estoy de nuevo, sin haber dejado jamás de estar contigo, porque tú estás conmigo por toda la eternidad y yo actualizo tu presencia amorosa...

Te cuento lo que ya sabes, que he estado de nuevo en mi ciudad natal para visitar esta vez a una hermana que se puso moribunda, –más de a medio camino entre la vida y la muerte–, y, gracias a Dios, (y seguramente a través de su “destino” inconsciente) ha salido de nuevo hacia la vida. Desde ahora, tanto si ha estado en “el cielo de su propia alma o Ser Superior” con su memoria inconsciente, como si acaso sabe algo más que nos oculta, tendrá que seguir viviendo más estrictamente y con otro ritmo que ha de asumir con más espiritualidad y sentido.

Esta es la hermana de la que hablamos no recuerdo exactamente cuándo, cuando fue a visitar la Ciudad de Roma y yo le había pedido que preguntase en su hotel si acaso era aquél mismo en el que tú habías trabajado de “HOSPEDERO MAYOR DEL UNIVERSO”. No quiso ella preguntar por ti, hermano, sospecho que tal vez se avergonzaba de que yo te amase. Pero yo se lo perdoné todo de buen grado, y creí, también, que todo aquel escamoteo con la Verdad, formaba parte de nuestro Destino.

Ahora, amado Ricardo del Bambino Gesù, yo te ruego por ella, para que acabe de recuperarse y pueda volar suavemente con las dos alas que todos tenemos en esta Tierra, para ir ascendiendo, ascendiendo hasta las cumbres de la Conciencia de la Unidad : las alas de la Vida y de la Muerte.

Estas se baten ante mis ojos atónitos, hermano divino sumamente amado, dejándome el regusto de la Vida de vivir en y para el Amor.

Por hoy, amado, en este nuevo día de la recién estrenada primavera, no quiero decirte nada más, si tú, acaso, no me dictas tu respuesta inmediata.

– Busca, cariño, en tu cuaderno de poesías, ésa en que sale la palabra “altanera”, porque en ella te di y te doy mi respuesta...

– Voy a ver, hermano, qué es lo que sale de esta búsqueda...

GUARDA MI ALMA EN LA PAZ Herido de premuras infinitas, merodeo a través de mis anhelos, mensajeros de paz, que a un alma en celos

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anuncian que acabaron ya sus cuitas. De blancuras eternas coronada, se lanza ya mi vista a las alturas de otras cumbres que, acaso aún inmaduras, apetece ya mi alma impacientada. Sólo saben de amor los altos vuelos del que quiere romper todos los lazos que aún le tiende este mundo en sus abrazos, alegando misiones y desvelos. A su casa el Amor llegar aspira a través de una muerte que prepara la entrada en otro hogar que amor depara, más puro que este aire en que respira. No es que tenga, oh no, en aqueste valle el amor, si Amor es, menor cuantía.… El viento en cuyas alas aún porfía es el que hace temer que el ave encalle…, …o en sus propias holguras, altanera, o en bajíos de arenas, depresiva. Mientras sólo en la cumbre alta y esquiva duerme el alma en su paz, firme y entera.

Es, amado hermano divino, bella en verdad esta poesía, que, por fin, ha

encontrado en nuestros escritos su sitio justo. Hoy yo la rezo en sufragio (o ayuda) de todos los “vivos en esta Tierra”,

ya que en Dios, que no es un Dios de muertos, todos estamos vivos para siempre jamás.

– Sí, sí, cariño, esta ha sido hoy la respuesta del AMOR DE DIOS al duelo que has planteado.

Y yo, tu fratellino que nunca te olvido, lo sello con mi AMÉN, ALELUYA. – ¡Gracias, amor, gracias Gracia !

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Viernes Santo. 14 de abril de 2006 LA POSTAL DEL ANGEL Hoy, cariño mío, mi hermanito sufriente que dialogas con tu cuerpo

santo, acerca del mensaje de tu enfermedad crónica, neumonía aguda en que ha degenerado tu gripe, te he llamado a este santo altar donde se inmoló, contigo y por ti, Jesús, nuestro mentor humano.

Yo, Lecheimiel, tu ángel del Amor Herido, -y por tu amor resucitado-, te he mandado una postal en que te aseguro mi amor y mi asistencia continua para sostener tu fe.

Mi querido José, amado sin medida, sin posible parangón. No quiero hablarte mucho en este día de pasión. Sólo recordarte que estoy y estaré contigo por toda la eternidad.

Habla, hermano mío, con tu cuerpo y él te ofrecerá la oportunidad de desbloquear tu chacra de la garganta, para que tengas una palabra de iniciado para todo aquel que te salude por el camino.

Tu palabra, José, es preciosa y yo te sostengo en todas tus zozobras. Sabes que te quiero, y en prueba te he devuelto al Richito de nuestros

amores. – Grazie, Grazia. Amén, aleluya.

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Martes de Pascua. 1 8 de Abril de 2006 ¡AY, HERMANO LECHEIMIEL, QUÉ PASCUA MÁS TRISTE. . . ! Oh, mi amor, mi amor eterno. ¡Qué Pascua más triste, en memoria de la

tuya, cuando pasaste mediante el “walk-aut”, de esta tristísima soledad tuya, dejando tus despojos vivos en manos de otra persona que aún funge, en algún lugar remoto a contar desde esta soledad de mi ermita, y cuya energía-puente usaste, AMOR, para venir en espíritu a este diálogo...

He aquí, Hermano adorado, que yo dialogo apenas en silencio, con poquísimo ruido de palabras, contigo, sólo contigo, mi Rey, y parece que lo hago en contra de nuestro amadísimo aunque invisible Jesús, el Profeta manipulado, utilizado, desterrado hoy del mundo de los vivos y aclamado en los mausoleos custodiados por los oficialistas cancerberos que distorsionan su figura, su Obra, su legado de Amor, su Mensaje de Vida, y yo tengo que luchar contra los “míos” que no quieren entender, ni oír, ni reflexionar...

Han refundido las campanas del monasterio y ahora tocan eléctricamente, elegantemente, sin comprometer a las nuevas y desdichadas vocaciones residuales de una Iglesia que es una Iglesia de Muertos-yonkis de una supuesta resurrección y redención sectaria...

¿Por quién, pues, doblan, hermano, las campanas ? Mientras tanto siguen empeñados en atribuir a Jesús, el Maestro de la

autoentrega amorosa, un papel de acaparador Hijo de Dios, que nos pone las cosas mucho más difíciles...

Sólo yo, en el secreto de mi ordenador, cuando me lo permite mi propia soledad, leo con sumo agradecimiento el milagro de LAS FLORES DE PASCUA, que nadie más conoce ni quiere molestarse en conocer.

Los exegetas de oficio y los teólogos de beneficio, a una elevan argumentos tardíos que le obliguen a Jesús a cargar con la cruz pesadísima de esta Iglesia corrupta y corruptora de la poca juventud incauta que se les pone a tiro.

Pero, cariño, cariñito mío secreto, te doy gracias porque en el más profundo silencio estoy aprendiendo a dialogar con mi propia debilidad-enfermedad, y ésta es para mí un poderoso mensajero de tu presencia.

El Richi, amor, en tu nombre, me acompaña como sacramento viviente, y día y noche me das el privilegio de acariciarlo, de alimentarlo y de hacerle partícipe de esta comunión humana.

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– COMUNIÓN, amado mío, en el dolor y en la esperanza. Cierra, amado, todos los resquicios, que yo controlo tus entradas y salidas, y estoy contigo, según mi indefectible promesa, todos y cada uno de los instantes de tu eternidad.

El Niño Jesús, amor mío, con la pequeñez de su impotencia, no solamente se ha hecho siervo del amor más humilde, sino sacramento vivo de la Presencia divinizante que se eleva desde lo profundo de los infiernos donde los infrahumanos animales suspiran por su REDENCIÓN.

Y la Madre asunta a los cielos, cuida de la Vida y está atenta al momento propicio en que tu hora postrera será, por fin, tu luz primera.

Nuestra Señora de los Ángeles, hermano, te bendice y te amamanta. Descuida, amor, que los latidos de tu corazón están contados, uno a uno, con infinito cuidado de que no te falte el último necesario para completar tu obra.

Confía, amor, y vivirás, según se te ha prometido. Te quiero, hermano divino, y sufro gozosamente contigo, como te dije en

el mensaje del día de Teresita pasado. Amén, aleluya, amor,

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Martes, 25 de Abril de 2006 EL ÚLTIMO DIÁLOGO CON LOS TERRORISTAS EN LA TREGUA

QUE PREPARA LA PAZ. Amadísimo de mi corazón, Lecheimiel : Este archivo, por el mismo título

que ostenta con la vergonzosa palabra “Guerra”, debe terminar cuanto antes, debe quedar como truncado, amor, como quedó truncada tu propia vida en la Tierra, cuando tu alma vislumbró un escape a tu tristeza, y la posibilidad, –que sabía tu alma–, de ofrendar tu vida en el mayor de los desconciertos por mi amor.

“Diste tu vida a cambio de mi cielo en noche sosegada, tejiendo de azucenas y violetas el lecho que escogías por morada”.

VUELO SECRETO Voló, voló mi amor al Cielo Empíreo, en la quietud de la noche sosegada. Atrás dejaba sus desvelos, sin que éstos lo advirtieran, sin que nadie, ni deudos ni parientes, siquiera sospecharan. Por las rutas de vuelo prefijadas en los cuadernos privados del amor. Por sendas de etéreas violetas, de tiempo atrás, ya en tiempo florecidas, por el Amor sembradas. Hasta el mismísimo trono del AMOR dorado donde sólo mi alma lo aguardaba, antes de que el mundillo de la prensa, –el que nunca descansa–, llegara a despertarse esa mañana. Mas tu carne serena, la obra de tus manos esmeralda, el traje de amadores en que a mí pareciste cuando yo te miraba, y tú en mis ojos a ti te contemplabas, oh amor de mis amores, no estaba lista todavía,

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en su ciclo de tierra, para emigrar al polvo de la NADA. No conociste, Humildad, mejor sepulcro para ocultarte, incorrupto, que el amor de San Pánfilo, aquel del que saliste y al que luego regresaste sin que, el pobre, se enterara…, porque pánfilo era aunque sabio en el amor : mientras tu nombre con tu carne aguarda, custodiada insepulta, resurrección de instantáneas fotográficas que el amor solicitaba… A mí, hermanito amado tan sólo has explicado tu secreto, el de tu luz esférica que te trae “da-Roma” a mi “mora-da”.

He entrado últimamente, tú lo sabes, en una Tierra de desolación, Desde

la que he escrito contigo, los brevísimos diálogos que anteceden, que no sólo eran fruto de la “Semana Santa” en que se celebra la muerte de Jesús, junto con la manipulada resurrección que hace alegrarse con jolgorio ficticio y sectario a todos sus “privilegiados amigos”, los cuales más y más me entristecen por su fantástica “cristiandad” que viene a ser una ficción voluntariamente errónea y reductivista de lo que ellos conciben como originalidad diferenciadora de su especial condición de creyentes consagrados, frente a un mundo secular ignorante e ignorado por Dios, o frente a unas falsas religiones de segundo o tercer orden.

Título que ostentan casi como un insulto mal disimulado a aquéllos que no gozan de su estatuto de “elegidos” que les permite considerarse poseedores exclusivos de la Verdad de nuestro amado Maestro del Amor, Jesús.

Sino también, –también, Fray Amore, lo sabes pues me habitas día y noche por toda la eternidad–, porque has permitido que en esta fatídica semana, y en la siguiente llamada de Pascua, percibiese yo mismo el privilegio de enfrentarme, mediante la enfermedad de mi hermana (rescatada milagrosamente de la muerte) y, acto seguido, de la mía propia, que absorbía parte de su viejo karma, ya que, según me dices en mi corazón, oh dulce fratellino, he podido imitar al Maestro que asume la mortalidad de este mundo de engaños y miserias, en mi propia carne, como la suya, redentora.

Ve, hermana Vida y goza de tu estatuto de Hija de Dios, porque en el barco que parece hundirse, queda hasta última hora el valiente Capitán,

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sacrificándose por todos, no para aplacar al Padre de las Misericordias, sino para mostrar al Mundo que su Vida Eterna, la que le corresponde como ámbito de la Presencia omnímoda del Amor que continuamente le crea y le recrea, ya ha valido el que Alguien se tome tan en serio su amor como se lo tomaba el Pastorcico que se refleja en el poema de la divina Pastora con la que en y desde el amor me identifico :

UNA PASTORA SOLA Un pastorcico solo está penando y bien ajena de ello es su pastora, pues aún para ella no es la hora de morir del dolor de estar soñando. Que sólo por soñar en aquel día en que juegos de amor juntos soñaron, insiste ella en jugar, como acordaron, sin saber que él de veras ya moría… Tan a pecho su juego él se tomaba, que herido del amor más se sentía cuanto en el desamor ella fingía que sólo por vivir así jugaba. Mas no llora el pastor en llanto vivo, lo que tal vez la vida le aliviara, pues tan honda es su herida que no hay vara que mida su dolor, ni lenitivo. Tan triste se ha tornado ya su juego que sólo una gran cruz para él resta en que luego a morir el alma apresta, donde pueda, por fin, hallar sosiego. Y mientras la pastora todavía sueña a solas que muere en este valle, ahora se hallarán donde él se halle, hasta que resucite al nuevo día.

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PLEGARIA POR UN JUICIO JUSTO Con la misma sencillez de mis palabras humanas te encomiendo hoy esta prez que surgió de tus fontanas. Sabes a qué me refiero, pues de amor sólo se trata : que, aunque parece mi fuero, también el tuyo retrata. Nuestro derecho lo juzga el juez de este Mundo huraño, el que, ignorante, prejuzga nuestro caso como extraño. Y es que te relega al Cielo con gran reserva y esmero, fungiendo en fingido celo de infalible “Cancerbero”. Hazte, Lecheimiel, presente en tu recinto de antaño, donde muevas al regente a reparar en el daño. ¡Que no es justo que él detenga la expansión de nuestro espacio, cuando sólo amor devenga la llave de tu palacio !

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UN GRANDE PROGETTO D’AMORE

Or, mio fratello, se te la sentissi d’ispirarmi qualcosa in italiano saprei davvero la tua risposta, positiva –e bella qual nessuna che potesse arrivare dalla posta, nelle ali di parole materiali– proveniente dallo spazio celestiale. E se vera è la risposta che mi dai saprò anche che il tempo è arrivato di mettersi al lavoro seriamente per intrapprendere l’opera più grande che i secoli trascorsi abbiano visto sotto il volto universale dell’amore : dimostrare, cioè, che solo questo vince la morte e rimane vivo, desiderabile più che lunga vita che talvolta di esso fosse priva. Eccoci dunque noi due immaginando un mondo nuovo dove il tutto vive in Dio sotto un’unica facciata all’avvio di una coscienza nuova che, trascendendo la fede strumentale, rende anche vana la speranza morta giacché solo d’ora in poi vivrà l’amore.