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Exegesis feminista de la viuda de Sarepta, como analisis de un modelo de mujer relacionada con Dios

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  • Virginia Raquel Azcuy

    Cmo te llames, mujer, que amasas el pande la maana y crees al mensajero que el

    hijo est vivo?Meditacin a partir de 1Re 17:

    La viuda de Sarepta

    Teloga, Argentina

    http://www.sjsocial.org/crt/como.html

    Promesa para los que ya no tienen nadaQu hacer cuando faltan el roco y la lluvia? (Re. 17,1) Cmo suavizar

    la dureza de la tierra y mitigar la agona de lo creado? Gimen lossembrados. Se agrietan los caminos acaso, sobre todo, los del alma.Sequa y hambre injustos que padecen los pueblos, los de abajo, delreverso. Quin se queda con el agua que bendice la historia? Quin selleva los frutos prometidos en la aurora? Es amargo vivir a la intemperie: sinlugar, sin techo, sin abrigo. Soledad y desarraigo, porque lo tuyo ya no estuyo. Y te quedaste sin casa, sin amores...

    En algn lado, escondido, habr un torrente (17,3ss). Vamos abuscarlo! Qu no apague la sed nuestra esperanza! En medio del desiertohay una fuente, un hueco de reposo y de refresco. Es verdad que nosabemos cmo, que slo se encuentra al partir y dejar todo. Pero no siempreelegimos los caminos: la fidelidad est, ms bien, en saber seguirlos. Porqu ser que los mejores son aquellos no previstos? Lluvias en torrentes,que como pan en migajas, sacian la confianza que nos mueve hastaatravesar las arideces. Rocos del da y de la noche, que invitan alencuentro... (17,6).

  • Pan del trabajo, obsequio del corazn pobreLa historia de la viuda de Sarepta (1Re. 17,7-24) es una historia que

    ilustra la paradoja de la vocacin cristiana de dar de lo que no se tiene, serfecundo desde la propia esterilidad, y todava ms: dar amorosa acogida apartir del propio desamparo. Se dice que es una mujer viuda que recogalea (17,10). Sus manos no se escapan del trabajo, no interesa la asperezade la lea. Son las mismas que amasan en la mesa, las que saben del rigorde los inviernos1. Ella deja su casa, est sola para luchar la subsistencia. Nosabemos su nombre ni con quien ha dejado al pequeo. Su labor la vienedefiniendo: Calentar el hogar y aplacar la crudeza de la ausencia. Y si llorael amor que se le ha ido, su nostalgia es canto y es memoria, en sus manosque buscan lea vieja. Ay mujer, si pudiera saber tu nombre, tus vivenciasocultas que se duermen en lo cotidiano del trabajo. Contars recuerdos atu nio por las noches? Sabr l de los mundos conocidos por tus manos,cuando le ofreces el pan de la maana?... Cmo sern las manos de tantasmujeres solas viudas o abandonadas que trabajan para sostener de pielas paredes de su casa? Cuntas de sus lgrimas no sern primicias derocos y lluvias nuevas que alientan la esperanza? Seor, t que ves en losecreto de los corazones, multiplica el fruto de todos los que trabajan ybuscan cada da el sustento que los hace dignos y sencillos.

    Qu ms sabemos? Que esta mujer viuda y trabajadora es llamada adar de beber y de comer al que est sin sustento (17,10b-11). La escenanos evoca el pasaje del Evangelio en el cual Jess dice a sus discpulos: tuvehambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, eraextranjero y me acogieron... Mt. 25,35). En Sarepta se anticipa estaenseanza; en Elas, en el indigente, es Dios quien golpea a la puerta delcorazn. Un Dios mendigo, que pide pan y trabajo2. Este Dios vestido depobre para enriquecernos con su pobreza (2Cor. 8,9). Que clama desde elcorazn de los sin techo, sin tierra, sin trabajo, para que los ricos repartansus bienes y los pobres den, tambin, desde su pobreza.

    En el pasaje del libro de Los Reyes, a diferencia del Evangelio, el temase presenta ms concretizado en las personas y las acciones de Elas y de laviuda. La peticin de Elas me recuerda el encuentro de Jess con laSamaritana, en el que tambin se pide agua a una mujer (cf. Jn. 4,7). Loimportante parece ser la invitacin hecha a la mujer de Sarepta: extendersu cuidado femenino al de otra familia y de otra tierra, a quien ahora estdesprotegido, sin casa ni comida. Ella que ya se est quedando sin harina(1Re. 17,12) se encuentra con un desconocido que le suplica un poco deagua y de pan. Claro que no es mucho, pero hay que tenerlo y son muchos,muchsimos, los que estn privados de este mnimo alimento parasobrevivir. La viuda, sola con su dolor y su miseria, se dispone a preparar elpan que se le pide: se obsequia trabajando, amasa con la harina de supropio corazn, que no se acaba (17,16). Porque slo el amor no se acaba(1Cor. 13,8). Lo dado es fruto del amor, decisin por la vida del otro, liturgiade la vida: fraccin del pan y mesa compartida... As le gusta a los mspobres, as lo encarnan muchas mujeres que habitan las tierras de laAmrica surea: con manos laboriosas cumplen los ritos de la luchacotidiana, mientras sus rodillas conocen los rezos secretos en los templos.Unas callan, pero dan vigor al grito de los hijos. Otras son ms bien el rostrodel coraje: se atreven, no aflojan, resisten los golpes y sostienen la palabra.

  • La vida del hijo es un motivo para seguiresperando

    Por ltimo, la historia de Sarepta nos hace volver la mirada sobre el hijode la duea que muere y es resucitado (1Re. 17,17ss). Segn parece estehijo es todo lo que tiene esta pobre viuda y es fcil imaginar que su muertesignifica para ella una soledad absoluta, un despojo de lo ms suyo. En estesentido, su cuestionamiento a Elas asume un fuerte tono de lamentacin:Es que has venido a m para hacer morir a mi hijo?... (17,18b). En lamuerte del hijo estn representados otros clamores que sufren las mujeresde nuestros pueblos; pienso en las madres solteras que deben dar sus hijosen adopcin por no tener como alimentarlos, o en aquellas que no tienen losrecursos para proteger la salud de sus hijos y familiares enfermos. Porquetambin, muchas veces, el amor que no se acaba tiene que soportar que alacabarse el pan se acabe tambin la vida.

    Pero la resurreccin tiene la ltima palabra y sta tiene que ver con unmodo solidario de entender la vida: el profeta que ha recibido el sustentodel pan de manos de la viuda, ahora se dispone a actuar y a pedir laintervencin de Dios (17,19ss). Quien se ha sabido hospedado en la casa yen el corazn de otro est llamado a velar por la vida de quien lo harecibido. Porque ya ha dejado de ser un extrao para pasar a ser unhusped, en cierto modo alguien que forma parte de la casa. Hospitalidad,solidaridad y custodia de la vida, son los nuevos nombres de una Iglesia quequiere caminar con todos los excluidos y darles acogida. Como la mujer deSarepta, estamos invitados a recibir y alimentar a Cristo en los msnecesitados. Como Elas, hombre de Dios, estamos llamados a proclamarante tantas situaciones de muerte, particularmente las sufridas por lasmujeres: Mira, tu hijo vive! (17,23).

    1No se necesita, no se necesita dice Mara tener las manos blandas para sermujer, canta el Rock Nacional Argentino en la voz de Len Gieco.

    2Lo mismo que pide una multitud de peregrinos en el Santuario de San Cayetano,en los bordes de la Capital de la ciudad de Buenos Aires.