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Azapa, Fiesta para los muertos César Borie Andrés Fortunato _erardo Mora Juan Solar Mi papá, mi abuelo, mi bisabuelo, me dijeron "cuando yo me muera tú, hijo mío, y mis nietos, no vayan a llorar a mi tumba, que no sea un lugar de melancolía, vayan a festejarme, a disfrutar, que no lloren, que rían, que bailen". En San Miguel de Azapa, cada 1º de noviembre los deudos acuden al cementerio a compartir con sus difuntos. El pueblo está ubicado al interior del valle de Azapa, en la I a región. El fondo del valle es fértil, y se verdor contrasta con los áridos cerros que lo encajonan. El cementerio está ubicado en el costado norte del poblado, a los pies del lomaje, encumbrándose en éste. Familias enteras viajan hasta allí desde el interior de Tarapacá o desde lejanas ciudades especialmente para celebrar ese día para los muertos. Ellos se presentan con sus mejores ropas, con su mejor actitud, gastan en comida y bebida para ofrecerla a la gente en favor de su finado, arreglan y adornan tumbas y nichos con flores de psicodélicos colores y convocan a bandas para satisfacer las necesidades musicales de aquellos que ya fallecieron. Nosotros, un grupo de estudiantes de antropología, arqueología y sonido, escuchamos de esta fiesta realizada en un cementerio que alberga muertos desde hace dos mil quinientos años y es municipal hace apenas veinte, una fiesta única y contrastante, una fiesta desbordante en despilfarro, una manera distinta de relacionarse con la muerte. Viajamos con la intención de investigar dicha celebración y la gente nos invitó a participar en ella. Aún estamos a mitad de ambos caminos. Para algunos participantes la fiesta comienza el día antes con una serie de rituales, para otros comienza meses antes con el ahorro de dinero para afrontar los costos que esta implica. Para algunos participantes esta celebración es la manifestación de antiguas prácticas y creencias traspasadas de generación en generación, otros han optado por ser parte de ella al sentirse atraídos por esta forma particular de vivir este día. El cementerio abre sus puertas pasadas las ocho de la mañana, pero como sólo tiene pandereta por un costado varios deudos -sobre todo comerciantes- aprovechan de entrar a saludar a sus finados al amanecer. Así comienza un

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Azapa, Fiesta para los muertos

César Borie Andrés Fortunato

_erardo Mora Juan Solar

Mi papá, mi abuelo, mi bisabuelo, me dijeron "cuando yo me muera tú, hijo mío, y mis nietos, no vayan a llorar a mi tumba, que no sea un lugar de melancolía, vayan a festejarme, a disfrutar, que no lloren, que rían, que bailen". En San Miguel de Azapa, cada 1º de noviembre los deudos acuden al cementerio a compartir con sus difuntos. El pueblo está ubicado al interior del valle de Azapa, en la Ia región. El fondo del valle es fértil, y se verdor contrasta con los áridos cerros que lo encajonan. El cementerio está ubicado en el costado norte del poblado, a los pies del lomaje, encumbrándose en éste. Familias enteras viajan hasta allí desde el interior de Tarapacá o desde lejanas ciudades especialmente para celebrar ese día para los muertos. Ellos se presentan con sus mejores ropas, con su mejor actitud, gastan en comida y bebida para ofrecerla a la gente en favor de su finado, arreglan y adornan tumbas y nichos con flores de psicodélicos colores y convocan a bandas para satisfacer las necesidades musicales de aquellos que ya fallecieron. Nosotros, un grupo de estudiantes de antropología, arqueología y sonido, escuchamos de esta fiesta realizada en un cementerio que alberga muertos desde hace dos mil quinientos años y es municipal hace apenas veinte, una fiesta única y contrastante, una fiesta desbordante en despilfarro, una manera distinta de relacionarse con la muerte. Viajamos con la intención de investigar dicha celebración y la gente nos invitó a participar en ella. Aún estamos a mitad de ambos caminos.

Para algunos participantes la fiesta comienza el día antes con una serie de rituales, para otros comienza meses antes con el ahorro de dinero para afrontar los costos que esta implica. Para algunos participantes esta celebración es la manifestación de antiguas prácticas y creencias traspasadas de generación en generación, otros han optado por ser parte de ella al sentirse atraídos por esta forma particular de vivir este día. El cementerio abre sus puertas pasadas las ocho de la mañana, pero como sólo tiene pandereta por un costado varios deudos -sobre todo comerciantes- aprovechan de entrar a saludar a sus finados al amanecer. Así comienza un

Revista Chilena de Antroplogía Visual
Revista Chilena de Antropología Visual - número 5 - Santiago, julio 2005 - 152/179 pp.- ISSN 0718-876x. Rev. chil. antroplo. vis.
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flujo denso, incesante y variado de gente que acude a participar de esta fiesta, que es una porque sucede en un lugar y un tiempo determinado y a la vez es muchas porque se realiza para cada finado en particular. Esta etnografía se centra espacialmente en el cementerio y en sus entorno inmediato, y temporalmente en el día 1° y los días previos. En ese marco serán tratados los aspectos culinarios, musicales, formas de entierro y espacio ritual. Estas tres áreas son consideradas relevantes, pues permiten dar una visión amplia que, aunque no alcance la profundidad necesaria para entregar un estudio acabado del fenómeno, permite intuir su complejidad. Este trabajo busca resaltar la voz de los participantes en torno a esos temas y el registro visual realizado de las prácticas y la materialidad.

Ellos festejan la felicidad, la vida. Este es un cementerio, el día primero de noviembre, 2004, no es tristeza, no es melancolía, es felicidad. Nuestros viejos disfrutaron de la vida, ellos eran felices, ellos vivían en un paraíso, ellos hasta hoy comen el chuño, la papa chuño, lo más natural que hay en el mundo. Te está hablando el nieto de una vieja que duró 120 años, y cuando falleció, falleció en el pueblo de Socoroma, y falleció sin dolor, senta', sin ninguna cana. Entorno culinario Al cuerpo del visitante-participante esta celebración entra principalmente gracias a la comida, la música y las flores. La música espera en el interior, afuera, las flores naturales y de papeles -papel de volantín y papel metálico- fabricadas desde el invierno por sus vendedoras con la ayuda de sus familias llenan de colorido las calles y son compradas con la intención de agasajar al difunto. De igual modo las cocinerías y otros improvisados locales intentan embrujar a los transeúntes. El humo hace perder el horizonte, los olores asfixian las intenciones, el borboteo del aceite hirviendo es inquietante, voces femeninas buscan atraer a los comensales, se hace difícil avanzar. Un festín de grandes sopaipillas, apetitosas

polladas, tentadoras empanadas, sospechosos anticuchos, coloridos helados, jugos naturales, a buen precio y preparado a la vista del público daba sabor a las calles atestadas de gente, todo esto terminaba por atrapar incluso a aquellos carentes de apetito y monedas.

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Este entorno culinario permite los participantes y visitantes alimentarse, entendiendo la alimentación como una necesidad y no como una ofrenda, eso queda para el interior del cementerio. Aquí se vive en un tiempo pagano, de comida como negocio, de comida para los vivos, adentro se vive un tiempo sagrado, donde el despilfarro transforma la comida en ofrenda, la convierte en alimento para los muertos.

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Ofrenda culinaria No todos los participantes comparten una misma visión de la muerte, de la fiesta. La celebración se vive de distintas maneras, entre sus elementos comunes está el derroche alimenticio, que va desde un par de latas de cervezas challadas -vertidas en la tierra- en favor del deudo hasta un despliegue escénico lleno de mesas, parrillas con anticuchos, gran cantidad de frutas, cereales, panes dulces, vino y cerveza. En este tiempo sagrado los muertos reciben las dádivas de aquellos que aún viven en esta tierra, estas ofrendas son condensadas simbólicamente en ciertos alimentos, en su preparación, en su presentación, en su ofrecimiento y en su consumo. Ante la diversidad de manifestaciones culinarias presentes y frente a la atracción del exotismo de algunas prácticas, es difícil abarcar toda la situación culinaria, a continuación se entregan algunos testimonios que apuntan a ello. Para algunas familias la celebración implica la preparación casera de comidas especiales, así lo comentó el día previo a la celebración el nieto de un viejo de Camiña.

Mira, mañana nosotros a los doce del día esperamos las almas se llama, esperamos nosotros a la almita, se prepara una comida especial que es la calapurca, puede ser con un pollito asado, que sé yo. Nosotros a los doce del día nos sentamos a la mesa y hacemos una mesa también donde se ponen las flores, se pone un platito con fruta, unas pastillas, dulces, al lado un platito de coca, todas esas cositas se arreglan, se hace una mesita aparte. Se sirve el platito de comida también, eso es aparte. Y nosotros colocamos la mesa larga y nos sentamos todos a comer. Eso, justo a las doce, justo a las doce nos sentamos todos y hacemos un brindis, y ahí celebramos con las almas, las almas llegan a esa hora. Mañana llegamos al cementerio, traemos unas bebidas, unos traguitos, y ahí los familiares van llegando y nosotros le vamos dando su cervecita, bebida a los niños. También hacemos lulos, unos pancitos dulces con forma de palomita, otros con forma de hojita y así poh. Todo eso se hace hoy día a la tarde, nosotros mismos lo hacemos en la casa.

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Al respecto una mujer de Arica dijo: Ahí a todas las personas que llegan a visitarlo, nosotros les hacemos las invitaciones, les atendemos ya sea con picante, con asado, les damos a participar, y a las personas que van haciendo su oración se les da una ofrenda. ¿Qué es una ofrenda?, es una bolsa de los contenidos que van masas lo que uno realmente haya preparado para darles a las personas que lo han ido a visitar. En cuanto a alimentos consumidos, la cerveza en lata

es la protagonista. Cajas llenas de displays de cerveza aguardan junto a la tumba mientras la banda toca, cuando terminan varias latas son repartidas. Músicos, familiares e invitados challan -chorrean con líquido- la tumba y saludan al finado. La individualidad del formato lata permite que varias personas challen al mismo tiempo, esto realza la ofrenda. A lo largo del día miles de latas saludan a los muertos. El despilfarro festivo lleva al derramamiento de latas completas, con respeto por el difunto, este derroche es para alegría de los muertos, no de los vivos.

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A quienes visitan el cementerio por curiosidad, turismo o etnografía se les invita a participar de la ofrenda. Se espera de ellos que challen la cerveza saludando al difunto. Ante estas muestras de prodigalidad muchas tumbas se ven rodeadas de una muchedumbre, la abundancia de comidas, bebidas, músicas y gente ensalza la libación. Aunque algunas personas no entienden la dinámica y acumulan para sí mismos los alimentos entregados. Entre las prácticas culinarias más llamativas está la instalación de una parrilla junto a la tumba, en ellas se preparan suculentos anticuchos rebosantes de carne y papas. Las papas habían sido previamente cocidas en casa, ensartadas al final del anticucho preparado con una sabrosa carne y adobado con un preparado de ajo, sal, pimienta y cerveza esparcido con una mata de perejil.

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Esta dilapidación festiva concluye al anochecer, las últimas latas son derramadas sobre la tierra o ahogadas en las gargantas de los vivos, nada queda de la comida y la bebida. A pesar de ello no hay incidentes provocados por el alcohol, caída la noche la gente

comienza a retirarse. Los participantes, los visitantes, los deudos, los muertos y la tierra lo han consumido todo. La gente vuelve a casa sabiendo-sintiendo que compartió una comida-bebida ritual con su difunto, a pesar de las heridas en el presupuesto doméstico la satisfacción del desprendimiento en favor de los seres queridos amilana cualquier malestar o indigestión, tal como se aprecia en este testimonio recogido al final de la celebración. Sabís esta alegría en Santiago jamás la viví, vine a ver a mi señora, la mataron con un martillo en la cabeza, a mi esposa la mataron y aquí estoy yo poh, con un vino bacán poh chuchetumare' y me siento feliz el Día de todos los muertos. En Santiago nadie la hace, nadie la hace, porque es una alegría celebrar toda la vida, se me enciende el corazón, la verdad me encanta. Ahí está mi señora, la vine a verla, salí de prisión. Me tomo un vino bacán chuchetumare', pero con respeto a todos los muertos, ¡salud!. Sonidos para los muertos El día de la fiesta, las bandas se juntan fuera del cementerio, a un costado de la entrada, esperando que el último de los miembros llegue, afinando los últimos detalles. Entran en formación, marchando, tocando el tema más llamativo, con ganas, es su carta de presentación, tienen que llamar la atención por sobre todas las bandas. Los conjuntos que tienen un vínculo más cercano con el cementerio, dedican su primera actuación a los suyos, a su finado más reciente, en su tumba entregaban los mejores y más sentidos temas. Apenas terminado el primer tema, mientras se reza y challa sobre la tumba, llegan los primeros clientes.

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Cualquier año que venimos nosotros acá poh. Somos de acá, venimos a venerar a los santos aquí, a los difuntos caídos. Venimos todos los años, es una tradición que nosotros tenemos... claro. Nosotros somos diez integrantes, diez integrantes y venimos a... cómo se llama, a tocarle las músicas, lo que a los finaos les gustaba en ese tiempo, la misma gente dice "mire, toque pa'l finao un temita que le gustaba a él" ¿no?, y altiro los tocamos. Esto es hereditario, o sea, de los papás, de los abuelos, de ahí viene uno aprendiendo la música y a tocar esto, folklórico, de todo tipo de música. Mi abuelo también tocaba, acá casi la mayoría de los amigos viene de tradición, viene de generación en generación. Los Aces del Folklore Las tarifas son variadas, desde dos mil pesos por tema hasta tres temas por la misma cantidad. Incluso hay bandas que tocan gratis,

como una batucada que vino desde Arica a tocar para su profesora difunta. En ocasiones, antes de tocar el primer tema, las bandas recitan una oración en nombre del difunto, y siempre, al despedirse, el campanilla, si no toda la banda, se despedían respetuosamente del anfitrión. Nooo, barato, dos pesos por temita de acuerdo a lo que pida el cliente: folklore, tropical, salsa, bolero, música rock, lo que sea, lo que pida el cliente, normalmente folklore, la saya, la morenada, la cumbia, y las marchas fúnebres, eso es lo que más sale acá poh. La saya es un ritmo afro-boliviano, la morenada también es un ritmo boliviano, es que acá hay mucho descendiente boliviano poh, entonces ellos son los que han originado este sistema de los finados, o sea, de hacerles su música. Juventud del Folklore

La percusión, en la mayoría de las bandas, se compone de un bombo, una caja o tambor y unos platillos. El ritmo privilegiado para el bombo es el trecillo de blancas, marcando fuerte el primer tiempo y suprimiendo el último. En las bandas de bronces y las de lakitas, una campanilla en las manos de uno de los instrumentistas melódicos se encarga de la dirección, ordenando los tiempos de inicio y marcando los finales de cada canción.

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El repertorio, tanto de las bandas de zampoña como de las bandas de bronce, se compone principalmente de temas instrumentales, sayas y otros ritmos andinos, así como de adaptaciones de varios temas populares. Además se pueden encontrar en el cementerio otros formatos instrumentales, que incluyen en su timbrística instrumentos como el acordeón, el arpa y el violín, e incorporando el canto, abarcan diversos estilos de lejana procedencia tales como la ranchera, la batucada, etc.

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Doña Juana baila con su nieto, sobre la tumba de su padre, al son de las canciones de los Payachata, la joven Modestia hace lo mismo cerca de la parrilla, mientras se asan sus anticuchos, el resto de la familia y los invitados comen y toman alrededor. Cada vez que termina un tema, el nieto sirve una ronda de cerveza, se hace un brindis, se challa y se toma para que el finado reciba la oración y empezar todo de nuevo. En otras familias, el entusiasmo de algunos motiva a otros a ofrecer un baile a los difuntos. Esos muchachos se van, se van, para no volver jamás, jamás, palomita. Para que vuelvan algún día, tendrá que haber más cerveza, palomita. Payachata

Después de unas cuantas horas tocando, y compartiendo unos tragos con los difuntos y sus clientes entre tema y tema, no es difícil encontrar bandas con algunos músicos menos o con músicos parche, con una interpretación no tan acabada como antes. Aún así eran solicitados, quedando de manifiesto lo informal y familiar de la fiesta. Cerca de las siete de la tarde, el panorama sonoro que se percibe desde el túmulo central es tan llamativo como lo visualmente observado. La gran cantidad de timbres, colores, dinámicas y ritmos crea una masa musical densa, homogénea y persistente. Bandas de zampoñas, bandas de bronces, charros mejicanos y batucadas, generan una multifonía incesante, proveniente de todas direcciones, que en contraposición con una audición más cercana, es lo más parecido al

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silencio dentro del cementerio. Panteonero, déjame pasar, hacia la tumba de mi madre, quisiera verla y conversarla y contarla, todas mis penas. Sólo te traigo una corona, una corona de margaritas, mis canciones y cantarte y contarte, todas mis penas Amadores del Arpa

Túmulos, tumbas y nichos Los túmulos, que le han válido al cementerio de San Miguel el título de sitio arqueológico, son montículos construidos por los grupos humanos que cultivaron el fértil valle de Azapa hace más de dos mil años. En ellos depositaron a sus muertos, ya limpios de carne, cubriéndolos con capas alternadas de tierra y fibras vegetales, entre las cuales se incluían restos de plantas cultivadas como ají, poroto, maíz, calabaza y yuca, productos marinos, fragmentos de cestería, cerámica y artefactos de molienda, además de gorros y bolsas tejidos en lana y más alimentos como ofrendas. Actualmente un sector con túmulos se haya sin uso en un costado del cementerio, el más notorio de todos está cubierto en su base por tumbas y en su cima por un mirador con techo, bancas y una imagen de Jesús en una vitrina.

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Chano: Esa parte de allá nosotros no la podemos tocar poh, ese peladero que hay ahí -señalando el costado norponiente del cementerio-, porque ahí dicen que hay momias. Ahí están estudiando todavía pero... pero no han venido a estudiar hace tiempo poh -riendo-, yo desde que estoy acá trabajando que no han estudiado, llevo como tres años mas o menos. Por eso que no podemos sepultar allá poh, toda esa planicie. Y sí ah, sale paja, ¿cómo se llama esa cuestión?... ésta supuestamente es paja de un túmulo -tomando con la mano fibras vegetales que se salían por debajo de una tumba-, porque antes los indígenas cuando enterraban al finao le ponían capas de paja, y después le chantaban una corrida de tierra, y así sucesivamente. Y por eso se cree que aquí hay momias poh... ¿Así se formó esta loma?

Chano: Si poh, así yo creo que se tiene que haber formado, si todo está completo de eso -paja-, tú te poní a hacer un hoyo, acá mira -golpeando con un palo de escoba el piso y produciendo un ruido hueco y profundo-, retumba mira. La otra vez estábamos haciendo hoyos ahí, y vino un caballero de la universidad y nos dijo que no hiciéramos hoyos, dijo que estaba prohibido. Las tumbas modernas, regadas entre senderos, piletas de agua y unos pocos árboles, van desde simples cruces y bajos cercos de madera asomados sobre pequeños montones de tierra seca, hasta construcciones de cemento pintadas de llamativos colores o cubiertos de coléricos azulejos, estas últimas su interior resguardan con rejas metálicas y techos pizarreño, verdes pastos y lápidas con pequeñas bóvedas envidradas llenas de recuerdos del finado. En torno a ellas, y sobre el reducido césped, tiene lugar la Fiesta de los muertos. Ya dos días antes el ajetreo de construcción dentro del cementerio es intenso, con la pintura y arreglo de tumbas, cruces y cercas, la instalación de techos, pastos y adornos florales, y el recubrimiento con azulejos, labores realizadas por la misma familia -incluyendo la participación de viejos y niños- o por algún amigo cercano al difunto.

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El mismo día 1° de noviembre, temprano por la mañana, las familias comienzan poco a poco a llenar el cementerio llevando a sus tumbas -ya arregladas- sillas, mesas, baldes y neveras con cerveza, más flores y coronas. La primera banda empieza a tocar a eso de la diez en torno a la tumba de los Mamani, la guitarra, el charango y el acordeón suenan en el brillante calor de la mañana mientras los encargados del bombo y la quena, que llegan poco más tarde, se ponen al día con la cerveza y el picante de gallina.

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¿Y quien de su familia les enseñó esta tradición? ¿Por quien empezó? Juana: Eh mis abuelos, después bueno vienen los otros abuelos, mis bisabuelos. O sea son creencias de aquí del norte, de los aymaras, de los quechuas, entonces es una tradición que a uno le van enseñando. Y uno lo sigue porque ellos, ellos mismos en vida nos dicen; "pucha cuando me muera quiero que me lleven esto, me hagan esto y me hagan esto". Entonces nosotros tratamos de cumplirlo, y a lo mejor nosotros mismos le vamos a decir a nuestros hijos lo mismo. Y así y el que tiene fe y confianza en ello, cree y lo hace, y lo hace con fe.

Bueno en realidad como mi padre falleció el 15 de enero del año 2003, entonces nosotros por trayectoria, por nuestros bisabuelos, abuelos, nos han ido indicando que efectivamente se tiene que hacer una ceremonia por tres años como mínimo, y eso empieza el 31 de octubre ¿ya?, el 31 de octubre cuando nosotros le hacemos una mesa, ¿qué significa una mesa?, una mesa donde, donde recibimos a todas las personas, y se supone que él viene también a participar con nosotros, y llega el día 31... es una mesa donde se hacen varios tipos de masitas, se hacen cruces, palomas... pero de masa ¿ya?, se preparan se amasan, galletas

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todo, y se le ponen ahí y con la foto de él donde se hacen sus oraciones, sus velaciones durante toda la noche. En las familias numerosas, una persona se encarga de repartir cerveza entre los músicos e invitados, otra de hacer los tratos con las bandas. Los brindis y challas acompañan las palabras dirigidas al finado por quien destaca como el anfitrión del festejo y, entre el movimiento de músicos, familiares e invitados, se encuentra en actitud solemne junto a la tumba el deudo más cercano -generalmente la viuda- contrastando con su silencio y tristeza ante el fervor que lo envuelve.

¿Y desde cuando que tienen preparado todo esto? Quispe: es una tradición del norte, nosotros somos de acá del interior de Arica y... preparamos unos dos días antes, entonces... todos los años. Tenimos dos, tenimo a mi mamita abajo y a mi hermana... entonces son tradiciones de nuestra gente, y ahora van a venir todos los familiares de nosotros a vernos y eso es todo lo que hacimos así bebida, todo lo que hay, hasta copete, trago también -risas-, van a traer música, así poh otros familiares van a traerse música pa acá todo eso, pero esto es ya de años que llevamos esta tradición de este tipo, eso es lo que nosotros hacemos aquí todos los años. Nosotros somos hartos así que aquí va a llegar harta gente, van a juntarse. Nosotros somos los primeros, hay otros que llegan a comer, nosotros venimos a servirnos bebidas, eso sería. ¿Y cómo se reparten los gastos? Quispe: Aquí cada uno financiamos una cuota cada uno, por ejemplo esta aquí es mi hermana entonces somos seis, entonces cada uno una cantidad nos dividimos tanto gasto vamos a gastar y eso se divide y cada uno -gesto con la mano de poner-, y nosotros nos encargamos de comprar las cosas, todo está bien programado. Son tres años por tradiciones

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que nosotros llevamos, ya ahí termina, este es el primero, nos quedan dos años más y ahí, así es no más. Los nichos, curiosamente marcados en el plano del cementerio como nichos tipo túmulo, son una innovación reciente del cementerio destinada a albergar a la cada vez más numerosa clientela en dos bloques de seis niveles, uno a cada lado del portón de entrada. En ellos dominan también las pequeñas vitrinas con adornos, enredaderas plásticas y floreros que se van llenando a medida que se acerca el día de la fiesta. Frente a los nichos, se entremezclan las distintas familias, unas mejor aperadas que otras con toldos, mesas y sillas.

Para quienes no pueden pagar anualmente se ha acondicionado especialmente un foso común en una esquina del recinto. Chano: Aquí están todos los cuerpos de los que no cancelan la mensualidad, o sea la cuota de los años... aquí habrán sus quinientos difuntos más o menos, todos apiñados ahí, y los cuerpos están bien conservados porque la sal los momifica, la sal los mantiene. A las dos de la tarde ya está todo listo para recibir al finado de la familia Mamani; las flores, las coronas y las cruces de papel. La mesa ya está tendida con los platos favoritos del difunto, y se sirve cerveza y anticuchos a los invitados. Pronto llega la otra parte de la familia que trae de la casa las figurillas de pan que completan la mesa.

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La banda toca más fuerte -pero más desafinado- que antes frente a la tumba, donde Juana y su sobrino bailan tomados de la mano dando pasitos cortos. El padre, el abuelo, el hermano está con ellos, no se puede perder su fiesta. Juana: Entonces para nosotros mi padre no está muerto, está vivo ¿ya? y con mayor razón hoy día primero que es de todos los santos se hace una ceremonia donde participa él con nosotros que es una alegría, es una alegría, siempre yo he dicho que aquí en la tierra somos los que realmente estamos en un momento de sufrimiento, pero después cuando mueres como que vamos a descansar. Entonces él en este momento está con nosotros y él está participando, entonces el baile que se hizo endenante aquí se bailó, es porque a él le gustaba la fiesta, y el decía; "no, yo quiero que efectivamente me bailen”, y esa yo creo que es trayectoria de cada uno, por ejemplo cuando yo me muera yo quiero lo mismo, yo no quiero que nadie llore sino que quiero que estén alegres porque yo voy a ir a descansar. De eso se tratan las cosas que se hacen aquí en el norte, por eso que usted va a ver aquí todo el cementerio más tarde aquí va estar todo florecido, todo alegría ¿ya?, las músicas, las orquestas, las zampoñas, que son algo típico de aquí de la zona, y que en realidad es lo que ellos querían que nosotros le hiciéramos, le estamos cumpliendo lo que él pidió. Este día lo dedico a mi padre, a lo mejor no lo he dedicado en vida, ¡salud!.

A pesar de que no todas las personas comparten las mismas prácticas -ya sea por diferencias en los bolsillos o en las creencias- y aunque observar formas similares no implica estar ante motivaciones asociables, es posible apreciar en todos ellos una unidad en torno a una vivencia. La experiencia del Día de Todos los Muertos en Azapa atrae a los vivos para que celebren festivamente a sus difuntos. ¡Salud!.