ayer la lluvia de emilio pérez miguel

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    AYER LA LLUVIA

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    AYER LA LLUVIA

    (edicin digital)

    Emilio Prez Miguel

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    Esta edicin se encuentra disponible bajo la siguiente licencia

    Creative Commons:

    Atribucin-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported

    Para ver una copia de esta licencia, visiten http://creativecommons.org/licenses/by-nc-

    nd/3.0/.

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    Pueden descargar el libro gratis, y compartirlo con todos sus amigos. Lo que no pueden hacer

    es modificarlo de manera alguna, ni obtener una ganancia por su difusin. Esta copia digital la

    descargan gratis, y la tienen que distribuir de igual forma. Y sin efectuarle ninguna alteracin al

    documento.

    Gracias a todos por su tiempo, y por su inters.

    Emilio

    http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/
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    Foto de tapa: Marga Monteverdi

    Foto del autor: Agustn Fagetti Methol

    ISBN: 978-9974-651-43-2

    Rumbo Editorial 094 392 773

    Tel 23360565

    [email protected]

    Montevideo Uruguay

    Para comunicarse con el autor:

    [email protected]

    http://facebook.com/ayerlalluvia

    mailto:[email protected]:[email protected]:[email protected]://facebook.com/ayerlalluvia
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    Para Emiliano Rodrguez

    A known diamond

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    o tena cinco aos, mi madre siempre me

    deca que la felicidad era la clave para la vida.

    Cuando fui a la escuela, me preguntaron qu

    quera ser cuando fuera grande. Respond: feliz .

    Me dijeron que no entenda la pregunta. Yo les

    dije que no entendan la vida .

    John Lennon

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    UN LIBRO SOBRE DIVERSAS FORMAS DE AMOR.

    As es como Emilio Prez Miguel presenta Ayer La Lluvia , el

    tercer libro que publica, y su primera obra en prosa.

    Todas las facetas que puede asumir el amor discurren y se deslan

    a lo largo de once micro-cuentos y una novela corta en la cual hay

    alegra efmera, tristeza que se esconde tarde y una vida que no se resigna a

    esperar.

    El primer texto es Hemisferios . El mismo lidia con el amor

    que conduce a la muerte. El ltimo es o Estabas , una novela

    corta que se enfoca en la muerte que conduce al amor. Y entre esos dos

    extremos, nosotros, los lectores somos testigos de variadas e imaginables

    manifestaciones de afecto.

    Hay fuego que es lluvia por no poder consumirse y lluvia que surge

    de miradas en suspenso Uniformes . Y hay silencios que no siempre

    son piadosos, silencios que caen como sangre en las paredes ( Tu Silencio

    Tambin Habla De Vos ) y silencios que conducen a catedrales de

    amargura Haba Una Fiesta En El Balcn De Al Lado

    Los fantasmas de quienes nunca murieron pululan en historias

    como Sobrecompensaciones y Si lo Dijiste Borracha, lo Pensaste

    Sobria . Y la existencia de quienes han desaparecido logra perfilarse

    como ms cargada de cercanas que la de aquellos que siguen de pie ante

    nosotros ( Asesinos

    A veces, amar a las cosas es ms fcil que amar a las personas.

    e no es mi Piano y Palabras de Mares contemplan dicha

    actitud. Ambos textos analizan el amor por la msica y el amor por la

    literatura. As, el concepto que subyace en ambos casos es el de

    sustitucin: cmo a veces nos aferramos al arte para llenar vacos que

    de otros modos nos impeleran a una desintegracin plena.

    s es quiz el intervalo ms radical del libro. Retoma una

    de las lneas centrales de Ten (libro en ingls publicado por el autor en

    2010): los efectos del odio ya no en quienes lo reciben, sino en quienes lo

    dan, y la sombra que este derrama sobre valores humanos bsicos

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    como la dignidad y el respeto.

    Por el contrario, Andrea es un texto colmado de gracia y

    vulnerabilidad.

    Trata sobre el amor ideal y fue escrito en circunstancias muy

    especiales, justo antes de que Ayer La Lluvia entrara a imprenta.(El

    borrador que Emilio nos dio a todos los que participamos en la

    presentacin de este libro tena una hoja en blanco; era la hoja que

    esperaba al micro-cuento Andrea hoy instalado en ese espacio de la

    obra).

    Espero que un da Emilio cuente la historia, quizs en alguna

    presentacin o entrevista.

    Solo a l le corresponde hablar al respecto.

    Yo ya la s. Todo lo que puedo decir es que es tan

    emocionante como lo sugiere el texto en s mismo.

    Esto es lo que propone la primera parte del libro: son once

    micro- cuentos que Emilio escribi inspirado en diversas personas que

    formaron parte de su vida en aos decisivos.

    Ahora bien, la novela corta plantea un cambio de dinmica.

    o Estabas Ah cuenta la historia de cuatro personas buenas que

    eran incapaces de hacer el bien hasta que se conocieron y se

    complementaron.

    Es un texto esencialmente autobiogrfico que abarca el ltimo ao

    de la carrera de Traductorado Pblico (el mismo perodo cubierto por

    Ten siendo las vivencias de los protagonistas un fiel trasunto de las del

    autor en aquel tiempo.

    Los personajes no son buenos o malos. Los personajes son buenos y

    malos.

    Ellos mismos son sus mayores antagonistas. La incapacidad para

    lidiar con sus propios sentimientos los empuja a situaciones adversas.

    Son cuatro individuos que deben aprender a recorrer la distancia entre

    quienes son y quienes anhelan ser, para finalmente alcanzar la armona.

    Ese es el conflicto que define a esta novela corta. Y ese es el conflicto

    bsico de la obra de Emilio, por la sencilla razn de que es la pugna que

    sign su vida.

    Lo anunciaba en , su primer libro de poemas (2009), con

    sus estructuras simtricas y los dos unos que recorran el libro.

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    Una vez el autor me explic que las personas siempre tienen

    dos facetas: la que es absolutamente privada e ntima y la que ofrecen

    a los dems. Y entonces, subray que muchas veces las complicaciones en

    la vida surgen porque le entregamos a los dems aquello que debemos

    guardar para nosotros, y nos quedamos con aquello que debemos

    compartir. Extraa paradoja existencial que suele acompaarnos.

    Esa es la leccin que han aprendido los personajes al trmino de

    o Estabas

    Quin da algo que debe ser compartido, recibe algo equivalente. Es

    as que surgen las emociones que se alimentan recprocamente, para luego

    crecer en forma independiente hasta que se reencuentran para unirse de

    manera definitiva.

    El amor tiene muchas facetas. La que logramos ver es el

    resultado del lugar que elegimos ocupar.

    En el transcurso de Ayer La Lluvia aparecen casi todas ellas.

    El amor es entrega, y sacrificio.

    Es piedad, y venganza.

    Es un color que no se puede pintar, y todos los matices de la verdad

    juntos.

    Es sueos encadenados, y tiempos libres.

    Es gritar lo que queremos decir, y meditar lo que los dems callan.

    Y es triste.

    El amor es un poco triste.

    Pero por sobre todas las cosas, el amor es real.

    Y en un mundo de mentiras, entre tantas prdidas y angustias, entre

    tantos olvidos y ausencias, es lo nico que nos puede llegar a ofrecer

    la esperanza de una vida mejor.

    Dborah Eguren

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    HEMISFERIOS

    Ella esperaba. Ya no deseba volverse palabras. Deseaba ser desahogo

    y rendicin, pero no un fragmento de ese inicio que solo algunos logran

    aprehender pero que todos transitan y que reconocen como propio, aun

    ms que quienes lo han forjado.

    Por momentos sus dedos jugaban en la baranda. Se movan

    como si quisieran reconstruir algo algo que ellos recordaban, pero que

    su memoria nunca haba llegado a decidir del todo.

    Adriana senta que el cielo la persegua con sus huesos de

    ngeles nuevos, mientras las sirenas de los barcos se perdan en la ausencia

    que deja la tarde cuando la tarde es una eleccin premeditada, esa clase

    de eleccin que empieza en Yo para terminar en Mi . Las sirenas se

    enmudecan conscientemente, pero sin sentir el efecto que ocasionaban.

    Eran como una versin del alma.

    a historia no , se dijo a s misma. i nadie cuenta la

    historia, la historia no existe . Lo repiti para sus adentros, una y otra

    vez. Bus- cando aprobacin. Buscando repudio. Buscando algo, queriendo

    hallar un poco, anhelando perder un poco de algo.

    No sinti la puerta cuando se cerr. Tampoco sinti los pasos ni

    la voz de lvaro, ni su piel lenta. Pero saba que haba vuelto. Y pensaba

    que habra de volver un centenar de veces ms.

    i nadie cuenta la historia, la historia no . Se lo dijo a

    s misma nuevamente. No saba que ya nunca repetira esas palabras

    invariables.

    La lluvia comenz a caer entonces.

    o0o

    No importaba qu tan suave o fuerte se cerrara el zagun, el

    ruido que haca era siempre como un caonazo en un saln de ecos rotos.

    lvaro lo haba empujado apenas cuando sali de la casa de sus

    padres, y el estruendo desparram palomas por el rojo de la tarde, un

    rojo conjurado en la paleta de un Van Gogh que nunca lleg a

    cercenarse. Y entonces todo enmudeci, como si la espiral del mundo

    hubiera pronunciado su sentencia final.

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    lvaro se qued de pie por unos minutos frente al zagun, mirando

    las ventanas huecas en esa calle aosa, en ese barrio que siempre le

    pareci una crcel donde los presos son libres de marcharse, pero no de

    irse.

    Adriana ignoraba que l saba, que supo desde un principio, y que

    siempre iba a saber, que el conocimiento lo encegueca como destellos

    en un mar de navajas, navajas que marcaban su piel con la desgracia

    implacable de ser lo que uno hace.

    Sin dejar de observar las ventanas, lvaro se puso la mano en

    el bolsillo. Y corrobor que todo era cierto. ste sera el nico desenlace

    posible para el vendaval de cordura que lo enfebreca. Y entonces, se

    ech a andar.

    Cuando lleg a su cuadra, vio que Adriana estaba en el

    balcn, esperando. Ella no repar en l. Miraba al cielo sin hacer ningn

    ademn de moverse, con la expresin de alguien que siente nostalgia de

    cosas que nunca tuvo.

    Al verla, lvaro recost su espalda contra la pared. Respiraba

    con dificultad.

    Volvi a poner la mano en su bolsillo. Sinti de nuevo la fra

    empuadura del revlver que haba sacado del escritorio de su padre

    haca un rato.

    Se pas la otra mano por la cara.

    Estaba empapada.

    Todava no empezaba a llover.

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    SOBRECOMPENSACIONES

    Ni siquiera llama antes. Entra a nuestra casa, y camina por ella como

    si estuviera en venta.

    Mi hermano y yo lo admiramos.

    Recorre las habitaciones, y yo lo sigo como el nio que soy,

    escondindome en los rincones que l antes imaginaba con sus

    marionetas, cuando poda atrapar la luz del sol con la mano y

    convertirla en alegra para nosotros.

    Luego se dirige al comedor, donde la familia est reunida.

    Mi hermano cierra su libro de qumica, el libro que este hombre

    le regal, y lo mira expectante. Piensa que el centro de la Tierra est

    muy lejos todava.

    Mi padre recuerda cmo lo haba querido, y su boca se queda ciega.

    Mi madre quisiera echarlo.

    Camina como siguiendo una lnea invisible hasta la ventana de

    la esquina. Sus manos ahora son diferentes. Se parecen a la felicidad

    de la misma manera que la razn se parece a la perseverancia. Aparta las

    cortinas con ellas, cierra los ojos dos veces y habla sin ambages.

    Cristo muri por nosotros, y Dios muri hace mucho tiempo

    ms, antes que las personas supieran lo que es estar solas sin estar solas.

    Es un cientfico poltico. Cada vez que alguien en un lugar

    del mundo dice gracias , l responde de nada

    Que no escuchen lo que dice le resulta indiferente. Lo

    importante es decirlo. Esa es toda la garanta que necesita.

    Mi madre se sienta en uno de los sillones, y abandona la habitacin.

    Mi padre recuerda cmo lo haba querido.

    Mi hermano sigue leyendo su libro. Ahora, demora mucho ms en

    pasar las hojas.

    Es un cientfico poltico.

    Cuando sea grande, yo tambin quiero ser uno.

    Y cuando sea uno, ya no s qu voy a querer.

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    UNIFORMES

    Las desvesta el luto de la misma noche, pero eran tan

    distintas. Poda reinventarlas en mis huellas, pero cuando hablaban solo

    lograba es- cuchar parte de lo que pensaban. Poda privarlas de las

    mejores personas, y de cualquier manera su mundo callaba de formas que

    ni siquiera llegaban a molestarme.

    El abandono siempre habra de ser distinto. La lluvia vaca que

    se detena entre nosotros era preciosa para ellas, y ms preciosa aun para

    m. Porque era lo nico que poda robarles. Y al poco tiempo lo

    olvidbamos, y esperbamos con recogimiento que el cielo volviera a

    morir a nuestros pies sin que nadie ms lo notara.

    Entenda sus culpas de la forma ms inocentemente cruel. Ninguna

    de las dos menta. Yo tampoco. Pero en un punto, dej de hacerlo. Dej de

    entenderlas.

    Ese era el punto que deba alcanzar.

    Vos ests leyendo esto ahora. Te pregunts si ellas existen. Te

    pregunts si vos sos ellas, si de tanto separar lo que hacas bien y lo

    que siempre vas a hacer mal yo termin creando dos personas distintas en

    vos.

    Nunca vas a entender.

    Nunca vas a saber lo que fue vivir con miedo.

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    ESTE NO ES MI PIANO

    El velvetn rojo del cortinado revela una ciudad para dos.

    Surge lentamente, como despierta la dulzura despus del arrepentimiento.

    Cuan- do queda totalmente expuesta, las luces de escena rezuman en

    todos. Son como estrellas brillando en un cielo prestado que solo

    debiera existir para volverse propio.

    Al comenzar la obra, medio Jernimo est de pie en el centro

    del escenario. Y yo siempre soy uno ms en el abrazo mudo del pblico.

    A pesar de que la obra no me resulta particularmente entretenida,

    la veo noche tras noche. Me hace pensar que todas las veces que te ment lo

    hice porque no entenda lo que era tu calor. O simplemente, no me

    interesaba. Solo me importaba el perfume de tu luz.

    Y solo esta ficcin puede recordarme esa realidad que de otro

    modo ya no me alcanza.

    Pero algo sucede cuando la obra est por terminar. Medio

    Jernimo dice que la verdad solo corre cuando est descalza.

    Y al or esas palabras, recuerdo algo ms. Recuerdo que alguien que

    no quiero no me quiere, ni me quiso nunca.

    Cuando esto ocurre, me levanto y me voy. Me voy justo antes de la

    escena final. Sin dar el menor indicio, me pongo de pie y me

    marcho, como si fuera invisible.

    Pero me consta que todos me miran.

    Salgo a travs de una puerta que nunca puedo volver a cerrar

    completamente. Y afuera, nada brilla como aquel escenario.

    El trayecto a casa se me antoja el derrotero ms pblico de

    todos. Lo recorro siempre al mismo ritmo; los mismos lugares me

    detienen, las mismas omisiones me hacen cimbrar. Si contara los pasos,

    seguro que el nmero de ese idioma sera idntico cada noche.

    Siempre hago lo mismo al regresar. Es parte de una

    estratagema que invent un da para evitar hacer siempre lo mismo. Me

    dejo caer sobre mi cama, dejo que me embista lo que sobra entre tanta

    indiferencia.

    Y en mi cama, vuelvo a tener el mismo sueo.

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    Tengo veintisis aos. Estoy con Vernica, mi profesora de

    piano. Me est dando una clase en el segundo piso de la casa que

    comparte con su abuela, con sus miosotas y con todo lo que ayer la

    lluvia no supo ser.

    Soy consciente de que afuera la msica de alguien ya corre

    descalza, que ya derrama sus notas como jardines en el horizonte. Por

    eso todo este esfuerzo. Quiero que mi msica tambin pueda conocer

    tamaa libertad.

    Pero este piano es distinto al que tengo en casa. Es distinto a

    todos los pianos que he visto. Las teclas son ora gigantescas, ora

    diminutas. No guardan proporcin alguna. Por ms que quiero, por

    ms que lo intento, no puedo tocarlo. Mis manos terminan

    extravindose, una y otra vez. Y cuando pienso qu es lo que puedo

    hacer para que otros escuchen mi cancin, el sueo concluye.

    Despierto. Me siento en la cama. Miro rpidamente alrededor, como

    la hara un animal en peligro. Veo las bibliotecas, los discos, el piano.

    Est todo en su lugar.

    Pero estos - estos - no son mis discos.

    Y este no es mi piano.

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    TEMPORALES

    Aquella tarde, el timbr son como el prlogo de algo que ya

    haba comenzado.

    En mis recuerdos, vos eras una estatua a la cual rezarle con las

    manos separadas.

    Pero cuando abr la puerta de casa, me encontr con alguien muy

    distinta. Eras como un final donde podan caber todas las posibilidades, y

    como una calma que poda contener el principio de todos los temporales.

    Mi cuarto estaba ordenado como si nadie nunca hubiera entrado

    en l.

    Ocupaste la silla a un lado de la puerta, y tu mirada se estaba ms

    bien quieta, como si temiera quedarse por siempre desarraigada.

    Preferiste no tomar nada.

    solo que con una meloda improvisada.

    Pero luego hablabas mucho, y repetas la ltima palabra de cada

    frase que te deca.

    Dijiste que estabas emocionada.

    Que habas olvidado tu pelo en la pista de baile vaca.

    Que la sombra que antes te peda amor ya no era tuya.

    Que ahora estabas bien. Y por eso, tu cuerpo no poda parar de

    llorar.

    Ese da vi que eras una mejor persona.

    Pero yo recordaba que te gustaba ms cantar cuando estabas

    aprendiendo a cantar. Despus ya todo fue distinto.

    Y tu sonrisa me volvi triste.

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    SI LO DIJISTE BORRACHA, LO PENSASTE SOBRIA

    Tu memoria se desborda como un ro de sepulcros cuando el

    cielo hace llover tus manos.

    Ese ro se transforma en lo nico que pods ver.

    De un lado est ella. Del otro tambin, con su azul ms

    insomne que las celdas de la libertad, y sus flores de botella.

    Primero te import mucho. Despus te import la mitad.

    Despus te import la mitad de la mitad.

    Pero igual te segua importando. Y tenas que verla todas las tardes,

    y sentir el fro mucho antes de que la noche se congelara como un

    desierto en vano.

    Vos le podas decir lo que fuera. Y ella te dira que no lo dijiste vos,

    con sus dientes de botella.

    Hubo algo musical en el comienzo, como instrumentos que

    buscaron sonar por cuenta propia. Todo fue tan ntimo.

    Pero la msica y ese ruido de botellas ya no se prometen nada.

    Y ese ro sigue ah.

    De un lado est ella. Del otro ests vos.

    Entends lo que tens que decir.

    Y ests dispuesto a hacerlo.

    Y ese ro sigue ah.

    De un lado est ella.

    Del otro no.

    Solo sus flores de botella.

  • 22

    ASESINOS

    Vctor paseaba su mano por la pared que los separaba una vez

    por ao. Estaba del lado ms cercano a la superficie. Miguel, del lado en el

    cual las decisiones ms valiosas son aquellas que se toman por

    segunda vez. Dorma desde haca tiempo. Soaba que haba desaparecido

    detrs del so- nido de unas puertas que un da se abriran tanto que ya la

    conciencia de nadie lograra pasar a travs de ellas.

    Vctor no lo saba, pero cada vez que el apagarse de su mano

    se detena en esa pared, Miguel se despertaba. Vctor no tena idea. Miguel

    se despertaba como si su mano al tocar esa pared tan baja, casi

    inexistente, estuviera tocndolo a l.

    Cuando despertaba, Miguel senta el dolor de no tener ms huesos.

    Era un dolor extrao. Era un error extrao. Nada de esto debera haberle

    ocurrido. Pero le haba ocurrido. Y nadie debera estar despertndolo.

    Vctor estaba del lado ms cercano a la superficie. Sus ojos eran esa

    superficie. Su mano elega esa pared. De no haber existido, l hubiera

    podido crearla. Tambin ignoraba eso.

    Pensaba, si aquel momento llegara por primera v

    Esperaba.

    Nada ocurra.

    En el anuncio de una soledad cada, l decidi hacer un mundo

    con nuestras Y eso marc toda la diferencia.

    Dicho esto, desapareca. Se converta en una diferencia ms.

    Miguel se quedaba sintiendo ese dolor extrao.

    Le costaba mucho volver a dormir.

  • 23

    HABA UNA FIESTA EN EL BALCN DE AL LADO

    Era un charco enorme. Poda ver casi la totalidad de su cuerpo

    reflejado en l, mientras esperaba que el semforo cambiara de color. El

    pan- taln vaquero desgastado, la camisa bord mal planchada sobre esa

    campera negra exageradamente calurosa. Los labios como asomados al

    filo de un laberinto que despertaba cada vez en un lugar ms angosto, los

    ojos como estudiando una lpida donde naci la vida.

    Ese hombre sostena su mirada a ultranza.

    La luz ya haba cambiado a verde cuando volvi a fijarse. Camin

    a travs del charco. No se molest en rodearlo.

    No le import qu imagen nutra a cul.

    El centro de la ciudad estaba desierto en aquel verano en ciernes,

    en aquella soledad que se engrosaba no por carencias sino por faltas.

    Y su edificio luca igual de vaco.

    Pero haba una fiesta en el balcn de al lado.

    Lo asalt una cierta premura cuando busc las llaves y abri la puerta.

    Prcticamente corra cuando subi las escaleras. Era como si algo lo

    estuviera persiguiendo.

    O como si l estuviera persiguiendo algo.

    La puerta en el quinto piso se cerr sordamente.

    Al fin estaba en casa.

    Se detuvo por un momento en el centro de aquel cuarto

    donde todo permaneca quieto. Su sombra caa como un accidente

    perfecto en las paredes azules.

    Se dirigi a su habitacin, y se sent en la nica silla que en

    ese momento poda ser igual a todas las dems.

    Comenz a mirar las fotos en su celular, moviendo los dedos

    como tteres sobre el teclado. Ella estaba en todas.

    Sus pechos tan grandes eran imperceptibles. Qu era esa blusa

    negra que se haba puesto? Ese conjunto no la favoreca en absoluto. Por

    qu se haba puesto una cosa as?

  • 24

    Risas en el balcn de al lado. Gritos. Aplausos. Mucha

    algaraba. Ms de la necesaria. Alguien nombr a una tal Paula y a un tal

    Martn entre carcajadas estentreas. Y agreg enseguida:

    Bueno! Bueno! Bueno! Qu est pasando!?

    Yo estoy pasando habl sin apartar la mirada del celular. Las

    palabras reconocieron sus labios y retumbaron por toda la habitacin

    como pesadillas que buscaban escapar hacia la noche.

    Y sigui estudiando esa foto, sin alterar su postura en lo ms

    mnimo. Sigui estudiando esa foto en busca de algo distinto, a pesar de

    que cada rasgo y atributo estaba perfectamente definido, como grabado en

    piedra.

    Sus pechos. Sus pechos no eran as.

    Pero sonrea. Sus hoyuelos se dibujaban regios en sus mejillas.

    Era lo ms hermoso que poda existir, la clase de belleza por la cual

    quedarse ciego. Y esa sonrisa tena que ser para l. No poda ser para

    ningn otro. La comisura de su boca no poda estar as de viva por nadie

    ms.

    Al fin estaba en casa.

    No le import qu imagen nutra a cul.

    La msica y las risas en el balcn de al lado siguieron toda la noche.

  • 25

    ANDREA

    Te conoc en aquel abril, cuando las puertas eran rituales, y la lluvia

    peda respuestas. Yo no poda hablar porque ya no tena voz, y (en

    cualquier caso) alguien se haba llevado las palabras.

    Y vos me la devolviste, como quien le da vida a una memoria

    en una comunin de silencios.

    Andrea. As te llamabas. Me enseaste a soar con esa palabra,

    a pensar en ella cada vez que el da no llegaba. Y poda perderme en los

    ojos de otra espera, o en las manos de otra vida. Y al final, tu nombre

    siempre me permita acertar el camino.

    En su momento, te quise lo suficiente. Pero no supe quererte

    demasiado. No tuve el valor para poder creer en la importancia de las

    cosas que se alimentan recprocamente, para luego crecer por separado

    hasta que se vuelven a juntar para siempre.

    Dicen que la nostalgia es algo curioso. Dicen que nos hace

    desear cosas que realmente no queremos tener.

    Es mentira. Recuerdo nuestros viajes juntos a La Pedrera, y dara lo

    que fuera por tenerlos una vez ms. Por verte al lado de ese mar abierto,

    y sentir que el mundo cobraba impulso.

    Los dos primeros libros que publiqu eran para vos. Omit las

    dedicatorias. Despus me sent como si hubiera tratado de tapar el sol

    con la mano. No lo haba logrado. Lo nico que haba hecho era

    restringir mi visin.

    Siempre escrib historias sobre vos, y sobre m. Pero nunca us tu

    nombre. Y yo directamente no figuraba en ellas.

    No te dije que te quera a tiempo.

    Pero ahora te lo digo para siempre.

    Quiero creer que ambas cosas se compensan.

    Pero s que no.

  • 26

    Muchas veces, las personas no tenemos lo que queremos.

    Simplemente, tenemos lo que nos merecemos.

    Y yo me merezco esto.

    Tenerte, y no tenerte.

    Voy a buscarte la prxima vez que vaya a La Pedrera.

    S que hay lugares donde qued la marca de tu sonrisa.

    Quiz pueda abrazar tu voz una vez ms.

    Quiz vea tu sueo reflejado en el mar, como si fuera una

    ventana que da al maana.

    Una parte de m quiere creerlo, aun cuando s perfectamente

    bien cul es la verdad.

    Voy a tenerte, y no tenerte.

    Esa parte de m que te tenga, va a ser la ms feliz del mundo,

    aunque sea solo por el instante que dure tu recuerdo.

    Y esa parte que no te tenga, podr ser la ms importante de la

    historia de otra persona, de alguien que sepa sonrer con su mirada,

    que se sorprenda y me sorprenda cada vez que le diga que nunca es

    tarde para querernos como si fuera la primera vez.

  • 27

    LOCOS

    Ese hombre con calaveras en sus ojos bailaba desde nosotros.

    Respiraba el mismo hielo que respirbamos. Atravesaba las mismas

    imgenes que nos baaban como un adis perdido en un tiempo

    posterior a todo. Gesticulaba como la muerte misma, transpiraba la cruz

    de una sangre que cambiaba el olvido.

    Lo vitorebamos para que se golpeara la cabeza contra todos

    nuestros esquemas, y su crneo pareca poder romperse indefinidamente.

    Caa al piso y se levantaba con lo que le quedaba del alma

    hecha una cinaga de odio. Y gritaba, y gritaba y gritaba hasta que sus

    lgrimas eran un aullido tan grande que nadie podra imaginarse

    cundo ni cmo terminara ese desdn.

    Entonces nos carcajebamos, y le escupamos mujeres rotas. Y

    seguamos dndole nimos para que bailara de forma cada vez ms

    endemoniada, cada vez ms igual a nosotros.

    Cada vez ms.

    Cada vez.

    ramos todos culpables. Pero algunos ramos ms culpables

    que otros. Ahora todos lo sabemos. Pero solo yo nac con esto.

    Eso dnde los deja a ustedes?

    Eso dnde lo deja a l?

    No s.

    l ya no habla.

  • 28

    TU SILENCIO TAMBIN HABLA DE VOS

    Tendra que haberlo hecho. Escribir una triloga. Seguro que Julio,

    Catalina, Tuco y Marita se hubieran henchido de orgullo. Hubiera

    sido fantstico, un tomo unitario dedicado a ellos dos. Pero estaba

    ocupado marcando el tiempo con las uas en el cristal de la botella,

    mientras vos con tu vestido largo de terciopelo y tus zapatos en punta

    practicabas nuevas formas de caer de pie. Te subas a la cmoda, con

    tu vestido corto entramado y tus sandalias de cuero, y saltabas. Ya

    llevabas un buen rato hacindolo. Y mientras escuchaba ese sonido, yo

    pensaba en cmo existen palabras que solo pueden transmitir

    emociones, as como existen ruidos que solo pueden transmitir

    conceptos.

    Me hubiera encantado que al caer te golpearas la cabeza, y te

    queda- ras llorando lgrimas sucias en el piso, sujetndote el vientre.

    Hubiera ido a socorrerte, raudo como cualquiera de los recuerdos que

    ahora tengo de nuestro tiempo juntos.

    Y es lo que hubiera pasado. Si tan solo hubieras seguido hacindolo

    por quince minutos ms, eso hubiera ocurrido.

    Pero ese da cambiaba la hora. Y te tuve que acompaar a esa

    luna de plegarias donde naufragaban las mentiras en que todas mis

    historias eran ciertas.

    Caminbamos perfectamente uno al lado del otro, como dos

    renglones donde escribir un beso de sentidos. Nuestras manos no se

    tocaban. Y deberan haberlo hecho. Deberan haber estado enhebradas

    como perlas en un collar infinito.

    Nos despedimos en la parada de mnibus que estaba ms lejos

    de casa, a una cuadra del zoolgico. Solo haba tres personas ms en ese

    lugar. Eran una madre con su hija. La nia corra por todos lados,

    farfullando cosas sin sentido. Estaba vestida como vos, con un vaquero

    claro, y una remera igual de oscura. Y championes All Star tricolores.

    Sus trenzas eran una ms larga que la otra. La madre era una mujer obesa,

    con piel aceitunada, y manos en las que podran clavarse agujas.

    Sus dientes temblaban.

  • 29

    Me estaba yendo cuando el ruido me forz a darme vuelta, y

    que- darme como una veleta tambaleante contra el prpura del cielo. La

    nia se haba subido al asiento de la parada, y haba comenzado a

    saltar. Caa, volva a escalar el asiento, y se precipitaba nuevamente.

    Rea con los ojos abiertos.

    As que yo no cerr los mos mientras estaba volviendo a casa.

    No los cerr tampoco cuando llegu. Y los abr an ms cuando me

    volv a sentar en la mesa.

    Coloqu la botella de lado. Echndome para adelante, empec

    a hacerla girar, con ademanes cada vez ms exagerados, como un director

    de orquesta obsesionado por una belleza que solo l entiende.

    Comenz a alejarse, y cuando ya estaba por escaparse de mi alcance me

    recost violentamente sobre la mesa y le di un manotazo. Sali

    volando, y se destroz contra una de las bibliotecas vacas en aquel

    cuarto lleno de libros.

    Sin despegar el cuerpo de la mesa, volv la mirada a la cmoda.

    Alguien iba a tener que saltar de ah.

    Y se iba a tener que romper la cabeza.

    Tendido como estaba, me puse a darle golpes a la mesa con la

    palma de mi mano.

    Despus de aquel da, ya nunca pude volver a marcar el

    tiempo muy bien.

  • 30

    DOS MUNDOS

    Hay palabras en el viento que te aman. Y no pods evitar

    orlas cuando corren hacia vos, como si fueran lo que necesits para

    que tu destino siempre tenga un final abierto, y que tu msica se

    transforme en un perdn capaz de dar frutos en pleno invierno.

    Y ahora, este adis acelerado es como una metfora de todo

    lo que fuimos.

    Me sorprende que esto me sorprenda. Somos dos idealistas

    realistas, lo supimos desde un pr que le

    escribamos al sol era como un sueo del que estbamos a punto de

    despertar.

    Te llamara ahora mismo, pero no cambiara mucho.

    No vas a responder.

    Te ira a buscar ahora mismo, pero cambiara demasiado.

    No vas a estar ah.

    As que escribo esto, mientras el fro pronuncia la soledad y

    las preguntas que los dos callbamos empiezan a tener respuestas en

    este papel arrugado.

    Intuyo cmo sigue todo.

    Vos a ver nieve sobre avenidas que no esperan a nadie, rejas

    que se abren como aos annimos y ojos que te miran como

    reclamos ignorantes.

    Yo voy a ver luces blancas que me pueden robar la intensidad

    que me diste, estaciones arrancadas en un nunca jams y todas las

    flores que como rondas de colores le dieron sentimiento a tu imagen.

    Vamos a ver dos mundos distintos, vamos a ver estrellas

    diferentes cada noche, recordndonos que ya no vamos a poder

    cubrirnos y descubrirnos el uno al otro.

    Pero la misma luna estar sobre nosotros, cobijndonos. Solo

    tenemos que verla. No s si quieras hacerlo.

    Y yo no s si pueda.

    No s si mis ojos an sepan cmo llegar al cielo.

  • 31

    PALABRAS DE MARES

    Como no pods vivir tu vida, entonces vas a vivir tu muerte?

    No obtuvo respuesta alguna del joven. Guardaban la clase de

    silencio que es un juicio irremediable ante una verdad que cae por su

    propio peso, con la fuerza de una idea que puede asesinar una mente.

    Casi de inmediato, el viejo se dio cuenta de que no hubo

    respuesta porque en realidad no existi pregunta.

    Aquella tarde de otoo ya estaba finalizando para ellos. Y ningn

    otro otoo podra volver a encontrarlos juntos. El viejo procuraba que sus

    pensamientos no transmigraran en ese vaco. El joven an tena demasiado

    por delante como para ponerse a pensar en eso. Todava tena

    demasiadas cosas que perder para entender lo que era la realidad de

    quedarse solo en un mundo repleto de voces sobre la tierra y sobre el

    cielo.

    Pero ahora mismo, estaban sentados en aquella plaza que conocan

    tan bien, esperando que el otro dijera algo que pudiera convertir la

    sombra de lo obvio en un ltimo olvido.

    Deban poder hacerlo. Ambos eran escritores. La susceptibilidad de

    las palabras no le era ajena a ninguno de ellos. Saban combinarlas, decuplicar

    sus significados, pluralizar lo que debieran decir. Y se encontraban en

    esta instancia en la cual ya ninguna revesta utilidad. Todas llegaban a sus

    mentes como grises malgastados alcanzando vidas descoloridas.

    Nadie deca nada. El reloj de la plaza dio las cuatro cuando el

    viejo comenzaba a sentir la angustia que acompaa a todo lo incierto

    que no puede ser soslayado. l haba provocado esto? O lo haba

    provocado su hermano el da que desapareci de sus vidas, dejando al

    muchacho con apenas seis aos de edad a su cuidado? Con su esposa le

    haban dado todo. Lo quisieron como al hijo que haban perdido y que

    ya nunca recuperaran. Ella le ense la importancia de creer en la

    belleza de sus propios sueos. l le ense que el lugar donde esa

    belleza no solo existe sino que deviene fuerza es en la literatura.

    Pero todo eso pareca tan distante ahora. Lo que se haba

    inculcado con amor no era ms que un recuerdo sitiando lo ms

    inmarcesible de sus corazones.

  • 32

    El joven se pas la mano por la frente, apartando el pelo que

    ensombreca la mitad de su rostro. El otro repar en su ojo derecho,

    que an estaba levemente hinchado. Lo miraba con esa clase de

    expresin de quienes contemplan algo por ltima vez, con conciencia

    de que el final nunca puede ser digno del principio. Todo era tan obvio

    que se senta una infamia, pero... era necesario haber llegado a esto?

    El joven se cruz de brazos. Tena el pasaje en la mano izquierda.

    Se aferraba a l como quien sujeta el primer logro en una vida que

    debiera estar signada por ellos.

    Sabs que en casa siempre vas a ser bienvenido la voz del

    viejo pareci salir de afuera hacia adentro.

    Gracias.

    No lo saba, pero esa sera la ltima palabra que le oira decir.

    Esa palabra habra de resumir los catorce aos que pas con ellos. En este

    ltimo da, en esta tarde de todas las tardes que acababa de forma

    anticipada todas las palabras habran de desembocar all.

    El joven se levant, y comenz a moverse sin mirar atrs ni una sola

    vez. Se desplazaba como un suspiro que el da ms inadvertido sera

    un viento capaz de barrer hasta consigo mismo.

    El viejo lo miraba con ojos horadados por sesenta y nueve aos

    de una felicidad siempre posible pero rara vez aprehendida. Vea como se

    alejaba de todo y de todos. En un momento entreabri sus labios, pero

    no alcanz a decir nada. Los cerr con la resignacin de quien cierra las

    tapas de un libro antes de arrojarlo a una hoguera, al mismo tiempo que

    bajaba la vista.

    Cuando la levant, el joven ya haba desaparecido. Dej su

    mirada depositada donde lo haba visto por ltima vez. Algo le deca

    que esa no era la ltima tristeza que le causara. No saba por qu, pero

    comenzaba a sentirse encadenado por lo ajeno de esa conviccin. Luego,

    volvi a mirar al frente. Un grupo de nios jugaba ante la mirada dispar

    de sus madres.

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    CUANDO ESTABAS AH

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    n knows no frontiers

    And I ve seen heaven in your eyes

    Jimmy McCarthy

    (El cielo no conoce fronteras

    Y he visto el cielo en tus ojos)

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  • 38

    I

    Bright Smile

    La traduccin ms idnea para transportista . Sabe la

    respuesta o no, Urrutia? la voz del profesor sonaba cada vez ms

    gruesa. Se haba levantado de su mesa con fastidio, y ahora paseaba la

    mirada por todo el saln. La atmsfera crepuscular se estrellaba contra los

    ventanales que daban al norte, a un Montevideo donde las convicciones

    se refugiaban como pjaros en las tardanzas de los deseos.

    No. Agustn Urrutia no saba la respuesta. Agustn Urrutia no tena

    la ms vaga idea. No poda resultarle ms ajena. Y no lograra adivinarla

    ni en tres reencarnaciones consecutivas.

    Ninguno de los presentes la saba. Ni el tipo que se sentaba

    siempre solo en un rincn, ni Julio, ni Catalina, ni M

    Para colmo de males, Tuco segua agregndole detalles a la caricatura

    del profesor en su cuaderno. Estaba sentado a la derecha de Agustn, y

    cada vez que le aada algo a su nueva obra maestra cambiaba la

    orientacin de la hoja para que Agustn viera los enseres de su

    genialidad con lujo de detalles.

    Primero haba dibujado al profesor, con una versin muy libre del

    len de San Jernimo mordindole la pantorrilla. Luego, haba

    agregado el cachilo destartalado a un costado. Era una versin infame del

    auto que el profesor dejaba siempre estacionado detrs de la Facultad,

    frente a la plaza de deportes del IAVA. En la caricatura de Tuco, inclua

    un pegotn en el parabrisas con la leyenda A CHETA,

    MUCHA CHITA, MUCHA CHOTA y el smbolo de Batman en las

    puertas delanteras. Y ahora acababa de agregar tres buitres regordetes

    sobrevolando al anciano catedrtico.

    pedazo de hijo de puta, qu pedazo de hijo de puta. No

    poda dejar de repetrselo mientras miraba la caricatura con el rabillo

    del ojo. i tuviramos el diez por ciento del talento para estudiar que

    este hijo de puta tiene para dibujar pelotudeces, salvbamos todo

    cuarto ao sin tocar un apunte. Qu reverendo hijo de puta .

    Agustn se haba empezado a morder la lengua para evitar que le

    ganara la risa. Mir su reloj. Esto no poda extenderse mucho ms.

  • 39

    Sus pisadas comenzaran a sonar escaleras abajo. Su contorno se

    dibujara del otro lado de la puerta. Ella tena que aparecer.

    As era siempre. Todos los martes y jueves la compaera nueva

    llegaba un poco ms tarde, y la situacin ya se estaba convirtiendo

    en emblemtica de esta clase de Prctica Profesional II.

    El hecho es que era imposible no reparar en ella. Primero, la

    escuchaban subir corriendo la escalera a un ritmo de vrtigo, como si

    con ese solo exceso de velocidad pudiera derogar todo el tiempo

    perimido del mundo. Luego se detena abruptamente afuera de la

    puerta, y recoga su cabello castao claro. Pareca estar dando saltitos

    en el lugar. Todas las miradas en el saln se concentraban en su figura,

    que no se estaba quieta del otro lado de esos cristales grises. Ya nadie

    hablaba desde que la primera pisada se haba dejado sentir escaleras abajo.

    El profesor tambin fijaba su mirada en la puerta. Abril llegaba

    siempre cuando el repaso de la terminologa adquirida en la clase

    anterior era como un pndulo entre con- fines de ignorancia que se

    ensanchaban con cada movimiento.

    Aquel da, Julio haba hecho un sinfn de recados antes de ir a

    la Facultad. Haba llegado sobre la hora, y ms cargado que nunca. El

    nmero de asientos libres en el saln ese jueves era menor al habitual.

    Uno de los grupos de arte que funcionaba en los niveles inferiores se

    haba apropiado de ellos. Y Julio haba acaparado los nicos dos que

    quedaban disponibles en la primera fila, del lado izquierdo del

    semicrculo que se formaba en torno a la mesa del catedrtico. l haba

    ocupado uno, y colocado todas sus bolsas en el otro.

    Abril le dio un ligero golpe a la puerta, que contrast por completo

    con el bro de su voz cuando exclam n permiso! y prorrumpi

    en el saln.

    Disclpeme, profesor, es la ltima vez que no tuviera casi aliento

    no era bice para que hablara a toda velocidad.

    El viejo catedrtico le dio una mirada que transmita ms curiosidad

    que otra cosa. No le dijo nada. Abril no acababa de dar un par de pasos

    cuando le dirigi la palabra.

    La clase del martes traducimos varios conocimientos de

    embarque. Recuerda usted el equivalente ms natural que manejamos

    para transportista

    Abril se detuvo, asumi la postura de alguien que est dispuesto

    a quedarse de pie por mucho tiempo, y respondi de forma pausada:

    Shipper , profesor.

  • 40

    Y la traduccin de adecuacin al fin

    Fitness for purpose , profesor.

    Y el verbo que se emplea para la entrega de la mercadera una

    vez que el buque llega al puerto? Es el verbo give ? Es el verbo d

    over

    Abril iba a responderle. Pero vacil justo cuando estaba a punto de

    hablar. Se tom unos segundos, y dijo al tiempo que esbozaba una

    sonrisa.

    No es ninguno de ellos, profesor. El verbo en ese caso es

    sur-

    El profesor asinti. Abril comenz a dirigirse al asiento que Julio

    tena ocupado con sus bolsas y paquetes, porque era el ms cercano.

    Claramente no quera causar ms distracciones.

    Y cmo se denomina en ingls a la clusula de colisin con

    culpabilidad de ambas partes?

    Abril volvi a detenerse. Pas un minuto que bien poda

    haber durado mucho ms por la expectativa que gener en todos.

    Pronunci la respuesta cuando ya pareca que el profesor

    haba triunfado al jugar esa ltima carta.

    -to-blame collision

    Good el profesor sonri, y asinti una vez ms.

    Abril recorri la distancia que la separaba del banco que Julio

    tena ocupado. Faltando unos pasos, comenz a desabotonarse la

    chaqueta.

    Julio la mir. No pudo evitar hacerlo. El vaquero que vesta le

    marcaba demasiado la cintura, y la remera rosada que llevaba la

    favoreca mucho.

    Me puedo sentar ac? dijo en un tono casi confidencial. Julio se

    vio sorprendido por la pregunta, si bien era enteramente obvio que se

    la iba a formular. Se sinti muy incmodo. Ella tena que haberse

    percatado de cmo la haba mirado.

    Ah, s, s, claro le respondi, y comenz a despejar el banco.

    Pero se precipit tanto al hacerlo que todo se vino abajo estrepitosamente.

    En el piso se desparramaron los libros, las crayolas, las acuarelas, y las

    fotocopias de las clases de ingls que tendra que dar el fin de semana. Y

    tambin el disco que acababa de comprar en el CD Warehouse que estaba

    a pasos de la Facultad.

    La interrupcin hubiera sido nefasta en cualquier clase, pero en

    la de este profesor era especialmente catastrfica.

    Both-to-blame collision! la voz rasposa, inconfundible de Tuco se

    dej sentir desde el fondo del saln, provocando risotadas en todos, menos

  • 41

    en Julio y Abril que se haban convertido en el centro de atencin

    involuntario de aquel grupo. Agustn dej salir todas las carcajadas

    que vena acumulando, y termin atorndose.

    Silencio! Esto es una clase! Silencio! el profesor no poda sonar

    ms contrariado. Que le trastocaran as su clase era la mxima afrenta

    imaginable.

    Julio estaba recogiendo todo con la mayor celeridad posible. Abril

    se haba arrodillado para levantar el disco que se sali de su caja al caer.

    Era el segundo lbum de Sordromo, Salvando La Distancia . Todos

    los hombres de la clase la contemplaban encantados.

    Lo tom y lo puso en su caja luego de mirarlo a la luz para

    asegurarse de que no estuviera rayado. Se sent rpido, mientras Julio

    terminaba de recoger todo lo dems y lo colocaba en el suelo, a un

    costado de su banco. Recin cuando termin Abril le alcanz el disco.

    Es el que tiene s Cosas Del Querer Abril se lo dijo en

    un susurro, mientras le guiaba un ojo y le obsequiaba una sonrisa

    radiante. Julio tom el disco y lo guard en su mochila de forma

    presurosa, como si le estuviera quemando la mano. Volvi a mirarla

    despus de hacerlo, como lo hara alguien que en un estado de vigilia

    ha visto algo impropio del mismo, y necesita confirmar que sus ojos no

    le han mentido.

    Abril segua sonrindole con la misma intensidad.

    Julio enseguida mir para adelante, mientras senta cmo el corazn

    empezaba a latirle de forma extraa. No rpido. Tampoco lento.

    De forma extraa.

    Muy, muy extraa.

    Catalina estaba del lado opuesto del semicrculo, frente a l. Haba

    contemplado la escena. De principio a fin. No se le haba escapado ni

    el ms mnimo detalle. Y ahora mismo lo estaba fulminando con la

    mirada.

    Julio y Catalina.

    o0o

    La clase de Prctica Profesional II prosigui sin ningn otro

    sobresalto. Pero Julio not que todas las veces que Abril intervino,

    Catalina siempre tuvo que acotar algo. Y luego de hacerlo, la observaba

    largamente,

  • 42

    casi como si estuviera azotndola con sus ojos. Esas miradas no

    parecan tener injerencia alguna en Abril. Pero

    Cuando la clase terminara, lo mejor sera no intercambiar palabra

    con la compaera nueva, para no darle resquicios a Catalina.

    Result que Abril no esper ni un segundo para retirarse cuando

    lleg la hora. Si bien mir a Julio y le volvi a sonrer al incorporarse

    y ponerse la chaqueta, fue solo un instante. Y se march del saln

    sin decir nada.

    Esa era otra constante en ella. Se iba siempre con la misma

    prisa con la que llegaba, como si tuviera algn compromiso irrestaable en

    algn otro lugar. Y era mejor as. Julio no se hubiera sentido cmodo

    hablndole con la mirada de Catalina cernindose sobre l.

    Y Julio tampoco demor mucho en irse. No quera escuchar lo que

    Catalina seguro tena para decirle. Ni la forma intempestiva en que se

    lo dira. As que ni bien not que alguien le haba pedido unos

    apuntes, aprovech esa leve distraccin para escabullirse.

    Avanzaba por el pasillo, deslindose de todo. Por fin este da

    tan largo estaba quedando detrs. Y sorprendentemente, todo indicaba

    que tendra una conclusin apacible, que la cuota bsica de tranquilidad

    que l siempre necesitaba se vera solventada.

    Mujeriego! el grito de Tuco lo alcanz cuando estaba a pasos de

    la escalera. Y el grito no fue lo nico que lo alcanz. Apenas lo sinti,

    Julio mir hacia el punto del que provino. Fue un acto reflejo. Al hacerlo, el

    mini- diccionario que el jugador de rugby le haba tirado le peg de lleno en

    la sien. Julio trastabill, y todo lo que tena en las bolsas se le vino abajo

    de nuevo.

    Tuco y Agustn se descostillaban de la risa. La voz de Marita

    que siempre era tan comedida se dej sentir muy fuerte.

    Tarados! Mi diccionario! Devulvanmelo!

    Tuco y Agustn ni repararon en ella. Seguan rindose. Julio se esta-

    ba sujetando la cabeza, como si le hubieran dado un martillazo.

    Cuando vio que Marita se acercaba, se inclin y levant ese diccionario

    Larousse de bolsillo que tanto adoraba. Ella le cambiaba la cubierta

    todos los aos, pero siempre era el mismo diseo: Guernica , de

    Picasso.

    Julio se lo extendi. Ella lo mir con sorna, se lo sac de la

    mano, y lo inspeccion. Cuando vio que no haba sufrido ningn

    dao, contempl a Julio de pies a cabeza, y le dio la espalda con un

    regao. Se encamin de vuelta al saln, con la cabeza muy alta. Pero

    yo qu culpa , pens l.

  • 43

    Los dos jugadores de rugby se le aproximaron. Tuco ostentaba

    una sonrisa soberbia, Agustn tena lgrimas en los ojos de tanto rer.

    Ambos lo miraron irnicos.

    Y? Y? Qu me conts de la compaerita nueva? comenz

    el pelirrojo, mientras le pasaba el brazo por encima del hombro Est

    fitness for purpose , eh? Le vas a pedir que te haga un surrender ,

    tigre?

    Le vas a pedir que te entregue la mercadera? Eh? Eh?!

    Bueno, ya fue Tuco, cortala... dijo Julio, con una voz apenas

    audible.

    Mir, mir! Se pone nervioso! Agustn siempre secundaba todos

    los desparpajos de Tuco. Y cuando lo haca, era comn que cambiara

    su registro a uno ms jurdico. Ya ni se daba cuenta. Lo tena

    incorporado. No en vano haba estudiado casi tres aos de Derecho

    antes de cambiarse de carrera.

    Es un despropsito! exclam Agustn, con mucha pompa y

    entendimiento . Ya posee a Catalina, ahora tambin quiere usufructuar a

    la nueva!

    Qu te pasa, nene? Me quers decir algo? La voz de Catalina

    se dej sentir a un par de pasos, y retumb por todo el pasillo,

    estremeciendo el aire. Dej caer la mochila al suelo, y camin directo

    hacia ellos. Los tres la miraron. Tuco le sac el brazo del hombro a Julio.

    Avanz lo suficiente como para interponerse entre ella y Agustn.

    Par, flaca, estbamos jodiendo. Ya fue. No te pongs bardera le

    dijo, como adivinndole la voz.

    Sus rostros estaban a centmetros de distancia. Se miraban como

    lo haran dos estatuas sin rasgos. Podran contemplarse durante horas,

    podran perderse en el cansancio del mundo y nunca existira una

    aquiescencia o una negativa por parte de ninguno de los dos.

    Agustn no saba si decir algo o estarse callado. Lo poco lgico de

    la situacin lo dejaba exento de mecanismos de respuesta. Y Julio no

    miraba. No quera mirar. Ya no poda disimular el disgusto que senta por

    incidentes como este. Segua recogiendo todo lo que se le haba cado

    cuando Tuco lo golpeara con el diccionario. Mantena su cabeza

    obstinadamente abajo.

    Me acompaan a la parada? Marita haba vuelto a salir al pasillo.

    Nadie la vio aparecer, fue como si hubiera surgido del suelo. Ahora

    ya llevaba su mochila rosada al hombro, y un libro bajo el brazo. Y

    habl en su tono caracterstico. Una voz carente de emociones era lo que se

    necesitaba para disipar una situacin como sta.

  • 44

    S, vamos los tres juntos dijo Julio mientras guardaba los

    ltimos papeles que se haban desperdigado, y comenzaba a caminar hacia

    Marita. Catalina y Tuco empezaron a separarse muy gradualmente. No

    dejaron de mirarse a los ojos hasta que Julio la jal del brazo al pasar,

    y Agustn se acerc e hizo lo mismo con su amigo.

    Tuco y Agustn desaparecieron por la escalera. A Julio le pareci

    or algo que terminaba en resiva de mierda , pero no hubiera

    podido asegurarlo. Fuera lo que fuera, Catalina por suerte no lo escuch.

    Marita le estaba dando su mochila. Se la calz rudamente, y dijo

    V . Ms que una pregunta, son como un grito de guerra.

    Marita asinti con un movimiento de la cabeza que fue casi imaginario.

    Julio empez a descender hasta el rellano de las escaleras, marchando

    varios pasos por delante.

    Catalina tom del brazo a Marita con ese arrebato que caracterizaba

    todo lo que haca, y se la llev consigo.

    De haber sido un poco ms liviana, la hubiese arrastrado por el aire.

    Exista una caricatura de Tuco al respecto. Existan caricaturas de Tuco

    para todo lo que tuviera que ver con los alumnos de aquel grupo de

    Traductorado Pblico que estaban cursando el ltimo ao de su carrera.

    o0o

    Catalina y Julio caminaban solos, de regreso a casa. Vivan en

    una de las cuadras ms pintorescas del Parque Rod, donde el cielo del

    da era siempre una transparencia, y el canto de los tambores poda

    conquistar la nostalgia de la noche ms pensada.

    Ella le tomaba el brazo. Lo haca con bastante tranquilidad. Dejaba

    que l la llevara. E iba muy callada, tambin. Su temperamento era

    muy distinto cuando estaba as con l, cuando la mirada del mundo se

    atenuaba y entenda que sus emociones no tenan que estallar para ser

    asimilables.

    l la conoca. A Julio no tena que probarle nada. Pero a todos

    los dems tena un laberinto de verdades que validar y demostrarles.

    No haban hablado desde que salieron de la Facultad. Acompaaron

    a Marita a tomar el mnibus en la parada que estaba en Guayabo y Eduardo

    Acevedo. Luego, hicieron su trayecto habitual. Primero al este por

    Rivera y luego por Paullier, rumbo al sur.

    Julio se preguntaba si este silencio en realidad no era ms

    contaminante que esas palabras que Catalina posiblemente quera descargar,

    cuando not que ella lo estaba observando. Julio sostuvo su mirada.

  • 45

    Dejaron de mirarse exactamente al mismo tiempo.

    Ella no dijo nada. Pero le sujet el brazo con un poco ms de

    ahnco.

    Pronto llegaron a la cuadra que los haba visto crecer, y donde

    an seguan viviendo. El barrio entero estaba en la calle. Reinaba un

    clima de algaraba. Un grupo de vecinos haca un asado. Haba nios

    jugando a la escondida y muchachos enfrascados en un partido que ya

    pareca llevar un buen rato de comenzado. Todos los saludaron.

    Julio y Catalina.

    No solo vivan en la misma cuadra, sino que lo hacan en casas

    tan contiguas y parecidas que podan perfectamente ser la misma. Ambas

    eran casas amplias, de dos pisos. Con claraboyas de colores y balcones a

    idntica altura, con cuartos que alternaban pisos de mrmol y de madera,

    y puertas dotadas de relieves y detalles totalmente abolidos por la esttica

    moderna.

    Se despidieron en la entrada de la casa de Catalina. Ella le toc

    la punta de los dedos con los suyos despus de que la bes en la mejilla,

    antes de que comenzara a dar los pocos pasos que lo separaban de su

    puerta.

    Era una distancia tan pequea.

    Esa es precisamente la distancia ms difcil de salvar.

    o0o

    Julio poda sentir la mirada de su amiga depositada sobre l

    cuando entr a su casa. No era algo que lo hiciera sentir cmodo. Pero a

    esta altura ya no lo afectaba tanto. Era algo que haba aprendido a

    sobrellevar.

    La escalera de mrmol que conduca al patio interior le dio la

    bienvenida. El toldo estaba recogido, y las luces que se filtraban por la claraboya

    regaban todo el tramo superior de la escalera de manera casi cinematogrfica.

    Una vez arriba, se sac su eterna campera vaquera y la colg en el respaldo

    de una de las sillas antiguas que flanqueaban el patio junto con varias

    macetas, algunas ya sin plantas. Despus se dirigi al comedor, donde

    su padre terminaba de ayudar a su hermana ms pequea a hacer los

    deberes.

    No terminaba de poner un pie en el cuarto y de decirles

    Hola cuando Luca ya estaba fuera de la cocina. Llevaba puesto un

    delantal que le quedaba al menos dos talles ms grandes.

    Hermanito! Me conseguiste el libro?!Me lo conseguiste? Si?

    S, s. Par, ya te lo doy... mir entonces a su otra hermana, y

    le dijo:

  • 46

    Tambin tengo lo que queras, princesa.

    Virginia se levant sonriendo de la mesa, y se acerc tmidamente a

    su hermano. Ella siempre haca todo con una gran docilidad. Tom

    las acuarelas y las crayolas que le extendi Julio. Se qued mirndolas con

    una expresin que transmita alegra e incertidumbre en igual medida.

    Qu bueno! Qu divino! exclam Luca al tiempo que le

    tomaba la mano a su hermana, y se la meca enrgicamente.

    No le das las gracias a tu hermano? le pregunt su padre.

    S! replic ella. Recin ahora se mostraba ms expansiva. Julio

    se hinc para que le diera un beso y un abrazo. Luego volvi a la mesa,

    dando pequeos brincos. Una vez que haba vuelto a ocupar su lugar le

    mostraba todo a su padre y a su oso panda de peluche, que tena una silla

    para l solo. Se llamaba Panpn, y era enorme. Era casi del mismo

    tamao que ella. Virginia haba cumplido siete aos el mes pasado.

    Por su parte, Luca ojeaba el libro de Derecho Privado que Julio

    le haba trado con un inters maysculo. Ni bien se lo dio empez a ir

    de atrs para adelante, como haca siempre con cualquier libro que caa en

    sus manos. Era una de sus actitudes tpicas. Si fuera cualquier otro libro,

    Julio hubiera estado seguro de que no persistira en su lectura por ms de

    dos o tres das. Pero ste era distinto.

    El ao siguiente, Luca cursara sexto de Derecho. Su mayor

    aspiracin era ser abogada, como lo haba sido su madre.

    Luca tena diecisiete aos, aunque su forma aniada de comportarse

    (y sobre todo de hablar) hacan que aparentara mucho menos edad.

    En ocasiones no pareca poder controlar el volumen de su voz, ni la

    intensidad con la que canalizaba determinadas emociones como la

    felicidad o el enojo. Le costaba concentrarse en lo que haca. No se

    quedaba quieta ni por un instante. Era peripattica en el sentido ms

    tajante de la expresin. En otras personas todo eso junto sera

    desquiciante, pero de algn modo a ella la haca ms simptica. Y por

    supuesto que todo eso determinaba que formara una dupla explosiva con

    Catalina. Estaban hechas a medida, aunque se poda especular en qu punto

    Catalina haba determinado (y prefijado) alguno de sus patrones de

    conducta.

    Cmo estuvo la Facultad, hijo? Rogelio le habl con ese

    tono mesurado que lo caracterizaba, y que poda infundirle tranquilidad a

    quien fuera. Esa era la nota distintiva de su padre. En cualquier situacin

    compleja era capaz de traer serenidad con las palabras exactas, expresadas en

    la medida justa. Como si las aplicara con un cuentagotas.

  • 47

    Bien... el primer parcial de la Prctica es en dos semanas. Es

    sobre conocimientos de embarque, y certificados de avera.

    Qu es eso? Virginia pregunt mientras jugaba con las

    crayolas que haba sacado de su caja.

    Son cosas de barcos.

    Aaahhh exclam Virginia asombrada. Empez a dibujar un

    barquito en el cuaderno que tena abierto.

    A Catalina cmo le est yendo?

    S! Cmo le va a Cata! exclam Luca, que ya se haba

    desplazado a un costado de Virginia a ver qu estaba dibujando tan

    rpidamente que los dems ni siquiera lo haban notado.

    Bien, ella es excelente, no va a tener problemas para... Julio

    se detuvo, y olfate el aire con una expresin adusta Qu se quema?

    Todas las miradas se centraron en Luca, con ese delantal que

    le quedaba tan grande.

    o0o

    Luego de que Rogelio remediara la situacin preparando arroz con

    atn para toda la familia, la cena pudo desarrollarse con total

    tranquilidad.

    Lleg la hora de acostar a Virginia. Julio la llev en brazos a

    su cuarto, mientras Luca marchaba detrs de ellos llevando a Panpn.

    Una vez que Virginia y su oso estaban en la cama, Julio se qued

    en la habitacin para leerle un cuento. Luca volvi a la cocina para

    ayudar a su padre.

    No importaba qu tan cansado u ocupado estuviera, siempre le lea

    algunas pginas de un libro titulado s de Hadas y Fbulas

    Contemporneas que estaba en su mesa de luz. Era un libro que le

    haba pertenecido a l, y despus a Luca.

    Esa noche le ley una parte de Pulgarcito . Como era

    costumbre, haca pausas en puntos cruciales y la miraba directo a los

    ojos antes de continuar. Su hermanita se quedaba expectante. Cuando

    Julio finalmente segua adelante, lo haca con un gran dramatismo. Virginia

    se diverta mucho con ello.

    Cuando termin, cerr la tapa del libro con un golpecito.

    Bueno, por esta noche ya est. Tens que dormir, que maana

    vas al colegio.

  • 48

    S...

    Julio deposit el libro en la mesa de luz. Luego, se quedaron

    mirando un instante.

    Extrao a mami.

    Yo tambin.

    La quiero ver.

    Haban tenido esa conversacin todas las noches durante los ltimos

    seis meses.

    Mam est en el cielo. Mam ahora es una estrella ah arriba.

    Ella nos ve todo el tiempo. Tambin de da. Aunque nosotros no

    veamos las estrellas en el cielo, ella nos est viendo. Ella nos cuida a

    todos desde ah arriba. Entends, princesa?

    S... Pero yo quiero ver a mami. Quiero un abrazo de mami.

    Julio se inclin y le dio un beso en la frente. Era la nica

    respuesta

    que poda darle a eso.

    Ahora te voy a tapar. A ver, recostate.

    Despedite de Panpn, tambin!

    Le dio un beso en la cabeza a Panpn. , Panpn. Cuid

    a Virginia . Luego los tap a los dos, con la clase de amor de quienes

    conocen la permanencia de las prdidas ms injustas. Apag la luz al

    salir, y dej la puerta entornada.

    Cuando volvi al comedor se encontr a Luca sentada en el suelo,

    enfrente del televisor. Cambiaba de canal aproximadamente cada dos

    minutos. Su padre estaba limpiando la coleccin de vinilos que le

    haba pertenecido a su esposa. Los levantaba a la luz para ver exactamente

    en qu estado se encontraban, les pasaba una franela, los volva a

    revisar y los guardaba con mucho cuidado.

    Voy al balcn un rato. Y vos agreg mirando a Luca , no te

    acosts despus de las once.

    Luca le dijo que s, cmo quien le dice adis a alguien que le dijo

    Julio sali al balcn. Todava quedaba gente en la calle. Era lgico.

    El invierno an no verta las cenizas de su soledad sobre el mundo,

    pero amenazaba con hacerlo Y lo hara perentoriamente. Mas no hoy. La

    noche era perfecta.

    No necesit mirar a su costado para saber que Catalina

    tambin estaba asomada a su balcn, fumando. Julio dio unos pasos en su

    direccin, y se detuvo justo enfrente a la ventana de su cuarto.

  • 49

    Ella se recostaba con los brazos cruzados sobre la baranda. l

    se sent en el alfizar de su ventana. Los dos miraban hacia la calle desde

    sus balcones, observaban todo como quien mira al futuro desde las

    orillas del recuerdo, preguntndose qu hay verdaderamente del otro

    lado. Y no se dieron cuenta cundo fue que ocurri, y quiz ni un

    observador atento hubiera podido determinarlo. Pero en un

    momento, los dos estaban contemplando el cielo.

    Ella, con ojos que desde haca mucho tiempo desconocan el

    color de las lgrimas. Con una sonrisa daada. Con algo que probarle a

    todos constantemente, por no poder probrselo a s misma.

    l, buscando la manera de explicarle a su hermana porqu mam

    ya no estaba ah con ellos.

    Crea lo que le haba dicho a Virginia. En la estrella que ms

    brillaba en el cielo la sonrisa de su madre acariciaba la noche, y cuidaba

    todos los sueos que de algn modo an guiaran sus vidas.

    Pero no saba cmo ensearle esa luz a su hermana.

    Julio y Catalina.

    Tenan veintids aos cuando empezaba aquel invierno.

  • 50

    II

    Kathleen

    Seguro que fue un da de la segunda quincena de febrero,

    porque acababan de celebrar el primer cumpleaos de Luca. Su madre

    los haba llevado a conocer a los nuevos vecinos. Julio tena siete aos, y

    estaba vestido muy formal, con una camisa de manga corta y un

    pantaln blanco de gabardina. Se paraba tan firmemente que pareca

    estar petrificado. A todas luces era una estatua de esas que solo se ven en

    los libros de arte, algo tan quimricamente impoluto que no puede tener

    existencia real.

    Son una seora y su hija le dijo su madre en el instante en

    que Rogelio llamaba a la puerta . Son dos damas, as que comportate

    como el caballero que s muy bien que sos.

    Julio asinti, y se acomod esos lentes enormes que usaba ya

    desde pequeo y que le resultaban extremadamente molestos. Hecho esto,

    coloc ambas manos bien adentro de sus bolsillos, y se qued an ms

    tieso que antes.

    Luego de una espera sospechosa, una mujer alta y con extremidades

    muy delgadas abri la puerta de esa casa que antes ocup una pareja

    que haba emigrado a Australia. Era sorprendentemente joven. Llevaba un

    saco bord arremangado, pantalones deportivos azules, y su cabello

    negro le caa desordenadamente sobre los costados, como buscando sus

    hombros a tientas sin lograr encontrarlos nunca.

    La madre de Julio habl. Le explic que eran la familia

    Bernrdez, que eran sus vecinos, que estaban exactamente en la casa

    de al lado. Le present a Luca. A su hijo, Julio. A su marido, Rogelio. Y al

    final se present ella: Graciela.

    Por unos segundos, la mujer pareci completamente desconcertada.

    Pero enseguida exclam ! Usted es la abogada. No, seora? Y usted

    es el escribano, . Su voz sonaba como si se correspondiera con

    gestos que no estaba haciendo. No obstante, su inters pareca genuino.

    Tuteame. Decime Graciela. Y a mi esposo, Rogelio Rogelio sonri

    cuando su mujer dijo esas palabras.

    A todo esto, Julio se esconda parcialmente detrs de su madre. La

    nueva vecina le causaba extraeza. Y su hija (que estaba sentada en el

    descanso

  • 51

    de la escalera) todava ms. Era la primera vez que vea una nena con

    una pelota de ftbol en vez de una mueca.

    Ella lo miraba como resintiendo su presencia.

    o0o

    Todos se sentaron en el comedor de esa casa a la cual Julio

    entraba por primera vez. Le maravillaba la similitud con la suya. Era como

    si hubiera atravesado un espejo. La disposicin de los cuartos era

    idntica. Hasta el mobiliario era similar.

    Pero haba algo distinto.

    El fro.

    Esta casa era ms fra.

    Y ola como a ropa recin tendida.

    Graciela y la madre de Catalina ya llevaban un buen rato

    conversando. Hablaban con una naturalidad que creca minuto a minuto,

    aunque la nueva vecina por momentos mostraba una clara dificultad

    para concatenar pensamientos bsicos. Y a veces tambin entrecerraba los

    ojos, como si un cristal oscuro se hubiera antepuesto entre ella y todo lo

    dems. Rogelio asenta espordicamente, y haca alguna acotacin que

    siempre era bien recibida.

    Julio estaba sentado en el extremo del silln que ocupaban sus

    padres. Catalina estaba a su derecha, en una silla de madera que pareca

    un trono por su altura y su nivel de detalle. Lo ms llamativo era el

    tapizado que la engalanaba y sus posabrazos, que acababan en cabezas

    de leones a medio rugir.

    Catalina no intervena en la conversacin. Ni siquiera miraba a nadie

    con esos ojos celosamente azules que tena. Era como si estuviera en

    un espacio-tiempo distinto.

    Julio quera decirle algo, pero no saba ni por donde empezar.

    Y entonces, record que llevaba un bombn en el bolsillo de su camisa.

    Quiz podra utilizarlo para demostrarle a su nueva vecina que le caa

    bien. Que ella no tena que mirarlo como lo haba mirado haca un

    rato, cuando su padre haba llamado a la puerta.

    Tom le dijo. Catalina se qued observndolo. Luego lo

    acept, con total indiferencia. Lo coloc speramente en el posabrazos de

    su silla. Y no le prest ms atencin que antes. Ni a l, ni a nadie.

  • 52

    Nos dice Mara Carmen que te gusta el ftbol Rogelio hizo

    el comentario en un tono muy respetuoso, como se le hablara a un

    adulto.

    A Cata le encanta jugar al ftbol! Y tambin hacer Taekwondo!

    agreg su madre con una emocin abrumadora, y en un tono por dems

    aleccionador.

    Qu bien! Sos toda una deportista coment Graciela de manera

    ms mesurada. Y entonces aadi: Sos buena?

    Catalina ahora los mir a todos. Contempl a ese nio de

    su misma edad que pareca tan frgil, y que la observaba detrs de esos

    lentes ridculos, que lo hacan parecer un bho. Ese nio, sentado al lado

    de esa mujer que cargaba con un beb, y al lado de ese hombre que

    infunda tranquilidad.

    Ese nio. Esa mujer. Ese hombre.

    Por qu todos los dems tenan un pap y una mam, y ella no?

    Soy la mejor. Toda mi vida voy a ser la mejor. Voy a ser mejor

    que todos ustedes juntos.

    Habl con una voz tremendamente fuerte para una nia de su edad.

    Quedaron todos en silencio. No era solo lo que haba dicho, sino cmo

    lo haba dicho y articulado. Cmo los mir, y cmo los segua mirando.

    Sus ojos parecan capaces de anclar todo el odio del mundo.

    Luca llor en el preciso instante en el cual alguien tendra

    que retomar la conversacin de alguna u otra forma.

    Tu hija tiene hambre?

    S. Muchas gracias por recibirnos, ya nos vamos. Fue un placer

    conocerlas a las dos.

    Catalina se levant rudamente, y se dirigi a su cuarto. Al

    hacerlo, el bombn que le haba dado Julio cay al piso. A ella ni le

    import. Puede que ni siquiera lo notara.

    Julio s que lo not.

    Y tambin repar en la ubicacin del cuarto de Catalina, en una

    de las esquinas de la casa. Estaba exactamente pegado al suyo.

    Mara Carmen los acompa escaleras abajo. Les agradeci a

    todos por darles la bienvenida al barrio. Dijo que era un gesto que

    no olvidara.

    Si necesits cualquier cosa, nos aviss. Y si tu hija necesita algo

    continu tras una breve pausa en que la mir firmemente a los ojos

    no duds en pedrmelo tampoco.

    La madre de Catalina volvi a darles las gracias.

  • 53

    Eran palabras sinceras en ambos casos.

    Ya de vuelta en casa, Julio not que sus padres casi no hablaban. No

    hacan ningn tipo de comentario.

    Rogelio sali. Faltaba hacer algunas compras para la cena. Y Julio se

    sorprendi porque cuando volvi tambin le trajo uno de esos libros

    de superhroes para colorear que tanto le gustaban. Lo comn era que se

    los regalaran una vez por mes, como recompensa por las notas en el

    colegio. Seguramente era porque se haba comportado muy bien con

    las nuevas vecinas. Seguramente.

    Rogelio le dijo que se quedara jugando en su cuarto. l y su

    esposa fueron a hablar a su dormitorio. Cerraron la puerta.

    Tuvieron una larga conversacin.

    Julio estaba sentado en el piso, feliz con su libro y sus lpices.

    En un momento, le surgi la duda de cmo colorear exactamente la

    armadura de Iron Man. Se incorpor para fijarse en alguna historieta de

    las muchas que tena en las repisas de su cuarto.

    Al acercarse a la pared, escuch claramente a alguien que lloraba

    del otro lado.

    o0o

    Al da siguiente, Julio iba al almacn de la esquina con su

    padre. Catalina estaba pateando su pelota contra una pared. Si bien la

    calle estaba repleta de nios, nadie la haba invitado a jugar. Y Catalina

    no le haba preguntado a nadie si poda jugar con ellos.

    Ests jugando al ftbol? le pregunt Rogelio cuando pasaron

    a su lado.

    S la respuesta fue acompaada por una patada descomunal. Julio

    se estremeci cuando la pelota impact contra la pared.

    Cuando volvan del almacn, Catalina segua en el mismo

    lugar. Pateaba la pelota con una ira cada vez mayor. Estaba jugando al

    ftbol.

    A Cata le encanta jugar al ftbol.

    o0o

  • 54

    Catalina Arjona. Julio Bernrdez.

    Esa mujer con voz melanclica que sera su maestra pronunci

    sus nombres, y les indic los pupitres que ocuparan. En ese colegio

    siempre se determinaba la disposicin de los alumnos alfabticamente.

    As que Julio y Catalina ocuparon sus lugares, uno al lado del

    otro.

    l se senta cohibido por su vecina. No saba bien cmo actuar ni

    qu decir en su presencia. Ella tampoco le deca nada, por lo que

    probablemente no le simpatizaba. No haban interactuado

    prcticamente nada desde que se mudara al barrio en el verano.

    En realidad, ella era la que mantena a todos a raya. Despus

    de haberla invitado a jugar con ellos en un par de ocasiones solo para

    recibir una spera negativa, el resto de los nios del barrio comenz a

    guardar su distancia.

    As que sentado a su lado el primer da de clases, Julio se limit

    a sacar su cuaderno y colocarlo sobre la mesa. Luego hizo lo mismo con

    su cartuchera, que tena una ilustracin de Iron Man y Thor

    combatiendo a Loki.

    De haber mirado al costado, se hubiera dado cuenta de la curiosidad

    enorme con que Catalina observ esa cartuchera ni bien la haba

    dejado sobre la mesa.

    o0o

    Fue el sbado ms glido de aquel invierno. Julio haba ido con

    su madre al supermercado. Estaban frente a la gndola que tena los

    productos lcteos cuando se encontraron cara a cara con la madre de

    Catalina. Mara Carmen se mova lento, sus pies parecan no poder

    tocar la tierra. Los salud con una voz que sonaba como preparada para

    juntar la negligencia de sus silencios ms contradictorios, y convertirlos

    en todo lo que siempre haba sabido. Graciela le pregunt qu haba

    pasado.

    Mi esposo llam.

    Qu pas? dijo Graciela mientras la tomaba del brazo y se la

    llevaba a un costado. Julio igual lleg a escuchar la conversacin.

    Catalina atendi. Le saqu el telfono. Pero hablaron.

    Y ahora dnde est? La dejaste sola?

  • 55

    Estaba durmiendo.

    Pero no la dejs sola! Te dijimos qu si vas a salir la pods

    dejar con nosotros. Cundo tiene sesin de nuevo con el psiclogo?

    El lunes.

    Y vos cundo vas a que te vean la medicacin?

    El jueves... O el viernes?

    Ahora su madre apart an ms a Mara Carmen. Julio ya no

    se enter de lo que estaban diciendo.

    Todo lo que supo fue que su madre se vea realmente preocupada

    cuando volvi a su lado. Se vea hasta molesta. Eso no era comn.

    Volvieron los tres juntos del supermercado.

    Catalina no estaba durmiendo. Estaba afuera, con su pelota.

    Patendola. Cada golpe sonaba ms crudo, ms implacable que el

    anterior, como si un enajenado estuviera golpeando la puerta de un

    calabozo.

    La lluvia empez a caer en ese preciso instante.

    Cata! Entr! Te vas a resfriar! Entr!

    Catalina no se inmut ante el llamado de su madre.

    Mir a la pelota, a la pared, y de nuevo a la pelota. Entonces le

    dio una patada bestial, que hizo que terminara de destrozarse por

    completo. Lo que qued de ella cay como una roca a los pies de la pared.

    Catalina se acerc, y lo pate violentamente a un costado. Al

    hacerlo perdi el equilibrio, y se qued sobre una rodilla, con ambas

    manos en el piso. Pareca un perro que alguien ech a la calle. Y entonces,

    sobrevino un diluvio. El agua comenz a desplomarse con una saa

    que amenazaba con abrir el pavimento.

    Catalina se reincorpor con dificultad, y camin de vuelta a su casa.

    Muy lentamente, como si cada paso que daba ms que acercarla a su

    hogar la estuviera conduciendo al punto en que todo estaba ms

    lejos de todo. Cabizbaja. Con su pelo negro azabache aplastado por la

    lluvia.

    No mir ni a su madre, ni a la madre de Julio. Pero s lo mir a

    l. Fue una fraccin de segundo. Pero Julio nunca lo olvidara.

    l nunca vera tanto dolor en una sola mirada, tanta vergenza.

    Tanta vulnerabilidad.

    o0o

  • 56

    Una hora despus, la lluvia ya se haba detenido. Julio estaba sentado

    sobre su cama tendida. De la casa de al lado no se escuchaba nada.

    En una de sus repisas tena una pelota de ftbol que su padre

    le haba regalado para el da del nio, haca ya un par de aos.

    Estaba completamente empolvada. No la haba usado ms de dos o tres

    veces.

    No lo pens mucho.

    La tom con ambas manos. La limpi envolvindola con su

    buzo. La hizo picar una vez contra el piso. Y otra. Todo pareca estar

    en orden.

    Entonces, con la pelota en brazos sali corriendo de su cuarto,

    baj la escalera, abri la puerta de su casa, deposit la pelota en la puerta

    de sus vecinas, llam con todas sus fuerzas dos veces, y corri dentro de

    su casa otra vez a una velocidad endemoniada.

    No escuch nada por varias horas.

    Eran las seis y media cuando un golpe repentino en la ventana de

    su cuarto casi le dio un susto de muerte.

    Era Catalina. Haba pasado de un balcn a otro. S que era temeraria

    para hacer algo as. Estaban pegados, y casi a la misma altura. Era

    cierto. Pero an estaban resbaladizos por la lluvia. Julio nunca hubiera

    pensado siquiera en hacer algo semejante.

    Pero Catalina s, y ah estaba. Lo miraba fijamente a travs del cristal.

    Levant algo, y se lo mostr por un segundo. Julio no lleg a ver bien

    que era. Solo not que era algo colorido. Catalina lo dej afuera de la

    ventana, y se march tan raudamente como haba llegado.

    Julio se qued anonadado por lo que acababa de ocurrir. Todo haba

    acontecido tan rpido que ni siquiera haba atinado a ponerse de pie. Recin

    ahora se levantaba y se diriga a la ventana, a ver qu haba del otro lado.

    Iron Man.

    Era una historieta de Iron Man.

    Y adentro, una hoja de papel doblada con mucho cuidado que deca

  • 57

    III

    California

    Volvan los dos juntos del colegio, como era costumbre ahora. Julio

    iba un par de pasos rezagado, limpindose las lgrimas con el puo de

    la camisa. Sin detenerse, ella miraba hacia atrs y le deca con un

    mpetu colrico:

    No llors ms! Cortala! No tens que llorar, tens que ser fuerte!

    Cuando seamos grandes y seamos novios vos me tens que cuidar a m,

    yo no te tengo que andar cuidando a vos!

    Ahora tenan diez aos. Pasaban la mayor parte del tiempo juntos.

    Todos los mediodas Catalina lo esperaba puntual en la puerta de su casa,

    y partan al colegio. Seguan siendo compaeros de banco. Y

    merendaban siempre en la casa de Julio cuando volvan por la tarde.

    Aquel da, l lloraba porque un grupo de nios de sexto ao

    lo haba estado molestando mientras esperaba que Catalina saliera de su

    clase de taekwondo. Se burlaban de sus lentes, de su peinado y de su

    mochila. Le decan que era de nene chico. Se la haban quitado, y se la estaban

    pasando por encima de su cabeza. l no hubiera podido ni con uno

    solo de ellos. Catalina apareci de la nada, aventando al que los lideraba

    contra un portn de una patada voladora en la espalda. La dureza del

    golpe y la forma en la que cay fue tal que los otros huyeron

    despavoridos, arrojando la mochila a un costado.

    Catalina levant al que haba pateado, y lo empuj hacia el

    cordn de la vereda. a prxima te mato , le dijo mientras lo vea

    incorporarse y darse a la fuga a los tumbos. Ni se lo grit. No haca

    falta. No necesitaba levantar su voz para transmitir peligro.

    Julio segua varado en el punto exacto que haba ocupado

    desde que lo empezaran a molestar. No se haba movido un pice, ni

    siquiera en el instante en que ella haba irrumpido en escena. Trataba de

    encontrar la fuerza para levantar la mirada entre los sollozos que lo

    embargaban.

    Antes de que se diera cuenta, tena a Catalina parada frente a

    l. Haba recogido su mochila, y ahora le daba con ella contra el pecho.

    Julio apenas atin a tomarla en sus brazos. Sigui exactamente donde

    estaba, ahora con lgrimas que le rodaban por las mejillas.

  • 58

    Catalina ya se encontraba casi a media cuadra de distancia

    cuando la busc con la mirada.

    Corri detrs de ella. Pronto la alcanz.

    Le hubiera resultado imposible imaginarse que un da ella iba a ser

    quien corriera detrs de l.

    o0o

    Nadie podra adivinar que Catalina tena tan solo trece aos. Si ella

    quera, su cuerpo curvilneo y su altura le permitan acusar mucha

    ms edad. El cabello ahora le regaba la espalda en ondas oscuras que se

    detenan justo sobre su cadera. Y por delante, se desplegaba sobre su frente

    como un cortinado que dejaba solo el azul de su ojo derecho visible.

    Lo que se haba mantenido incambiado era su trato con los dems.

    Estaba tan lejos de todos como lo haba estado siempre. Al resto de la

    clase le caa francamente mal. Sus antipatas hacia sus compaeras eran

    innmeras. Y la violencia siempre latente en su proceder lograba

    amedrentar hasta a los varones. Ninguno de ellos se le acercaba. Que

    fuera tan bonita no compensaba el carcter que tena, y las situaciones

    que podan surgir por el mero hecho de interactuar con ella.

    Y Catalina ni siquiera se juntaba con las personas conflictivas

    del grupo, aun cuando eran las nicas que compartan sus gustos

    musicales. Era reacia a interactuar con quien fuera.

    De no ser por Julio, estara efectivamente sola. Porque su madre no

    estaba realmente ah para ella.

    Pero ese tema no se tocaba, por ms que era una verdad avasallante.

    No le gustaba hablar sobre ello. Y Julio no le haca preguntas. Ella asuma

    que todo silencio equivala a una ausencia de juicio. Siempre lo hara.

    Y en lo que respectaba a Julio, tampoco se lo podra definir

    como alguien popular. De hecho, distaba mucho de serlo. Era

    enormemente aplicado, no faltaba nunca, jams molestaba en clase y sus

    notas eran de las mejores. Esto de por s ya alcanzara para condenarlo

    a un ostracismo indisoluble. Pero su apariencia no ayudaba en

    absoluto, con unos lentes tan grandes como siempre y un peinado con una

    raya al costado que minaba cualquier semblanza de modernidad. Y por

    supuesto, ser el nico amigo de Catalina difcilmente era visto como algo

    encomiable por los dems.

  • 59

    As que lo nico que tenan era el uno al otro. Y les alcanzaba

    con eso, les bastaba con que sus soledades se protegieran

    recprocamente, con vivir sin vivir a travs de ojos en los que mirarse

    como si no hubiera otras verdades en las cuales reflejar sus das, y de

    sonrisas que compartir como si fueran las nicas oraciones que pudieran

    rezarse en un mundo de falsos silencios.

    o0o

    Ocurri dos semanas despus que Catalina cumpliera quince aos.

    No tuvo fiesta. No le interesaba en lo ms mnimo. Con quin iba a

    celebrar algo, para empezar? Pero s recibi un equipo de msica con

    bandeja para CDs como regalo de cumpleaos. Y Julio fue quien le

    obsequi su primer disco compacto, el celebrrimo de

    Nirvana.

    Ya lo tena en casette, pero la calidad de reproduccin de este

    nuevo soporte poda crear un nuevo lbum hasta en la obra ms consabida.

    Catalina lo estaba escuchando a toda hora, con una intensidad que no daba

    el menor indicio de lo interiorizado que ya lo tena. Porque

    Nevermin era la pieza ms preciada de su coleccin, la cual tena

    como puntos cardinales tanto al grunge como a casi todas las bandas de

    metal de la dcada anterior, especialmente Poison y Motley Crew.

    Ese era precisamente el disco que escuchaban aquel domingo.

    Estaban los dos sentados en su cama. Julio lea una revista inglesa de

    computacin que haba logrado encontrar en una librera de Tristn Narvaja,

    a un precio asequible. Estaba desarrollando una verdadera afinidad por

    esa lengua gracias a su pasin por la informtica. Catalina estudiaba

    los fragmentos de las letras de Kurt, impresos en el librillo que vena

    con el disco. Cada uno estaba en su mundo. O eso pareca.

    Mi pap est en Estados Unidos Catalina pronunci esas palabras

    de un modo tan inesperado como contundente. Probablemente no se detuvo

    a pensar en el peso que acarreaban.

    Julio se qued inmvil, como lo haca cada vez que una

    situacin lo superaba. Su vista segua detenida en la revista que tena entre

    sus manos, pero ya no miraba ni lea nada en particular.

    Est en California. Lleg una tarjeta por mi cumpleaos. Mam

    la escondi, pero yo igual la vi Julio la mir, sin saber bien qu

    decir. Baj la vista, y pas un par de hojas. Fingi concentrarse en un

    artculo

  • 60

    sobre programacin cuyo ttulo ni siquiera entenda del todo. Ella prosigui,

    con la vista detenida en algn lugar ms all de la ventana. La

    msica concluy en ese preciso instante.

    Voy a aprender ingls. Mucho ingls. Ms ingls que nadie

    ahora lo miraba fijamente . Y cuando sea grande, lo voy a ir a conocer.

    Julio se apremi de un terror cuya magnitud le resultaba totalmente

    ajena. Era la primera noticia que escuchaba que lo conmocionaba as,

    la primera noticia que poda confundir los lmites de lo que (para l) era

    una existencia claramente definida.

    Lo asaltaba la angustia de que su vida y la de su mejor amiga

    se dirigiran por rumbos totalmente irreconciliables. Y senta que nada de

    lo que dijera podra alterar ese destino que comenzaba a escribirse en ese

    mismo instante, con letras tan tristes como su entendimiento de la

    realidad.

    Las escasas aptitudes que tena para lidiar con situaciones incmodas

    se estrechaban ms y ms a cada segundo. Estaba pensando en una

    forma medianamente aceptable para ausentarse de la habitacin y volver a

    su casa cuando ella lo abraz.

    Vos me tens que ayudar . Se lo dijo al odo. Recin entonces

    l tambin la abraz, dejando caer la revista sobre la cama. Se quedaron

    as unos minutos, abandonados a un sentimiento que habitaban y que

    los habitaba. Ella fue la que comenz a separar su cuerpo del suyo.

    Lo bes en los labios cuando lo estaba haciendo. s mi sueo.

    Vos me tens que . Hizo una pausa, como si esta vez s

    estuviera midiendo el impacto de lo que dira. Quiero una famili