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POETICAS Y POEMAS Blanca Andreu POETICA Los asesinos acechan en los cruces de calles y en las plazas desiertas hombres recortados en sable y gris como el cuervo tricentenario de Sha- kespeare engendran su negra prosperidad. El lobo de la noche sobre la tierra ronda mientras los fieros corderos amasados en la humanidad husmean entre sus hermanos para sorprender a aquel que esconde en su interior el perme rebelde, imprecatorio, inútil e implorante de la víctima. Otras noches, bo la amistad de las estrellas, he pretendido dominar las palabras que designan las rmas del mundo, he domes- ticado huestes inventadas y he creído apro- piarme de secretos que me eran enos impul- sada por una belicosa ambición cuyo origen acaso no sea más que simple y desviada volun- tad de poder. Sin embargo esta noche en que las estrellas suzgadas abaten sus derechos, esta hora llena de pasadizos y espacios vacíos, este instante contrario al deseo de recuperar aquello que extraño en demasía, propaga el silencio y debela mis armas. El silencio, terrateniente del tímido, tirano interior, heresiarca de la melan- colía, entabla el pleito exponiendo argumentos de orden cívico, estimando incorrecta e impú- dica la exhibición ya de una especulación lla- mada espíritu, ya de una víscera que al decir de los médicos puede ser substituida sin incurrir en cambios substanciales e incluso llegar a admitir en su mecanismo de bomba dudosos arreglos perpetrados con válvulas animales y tuercas de goma. Entre tanto ¿Quién es el que se atreve a cantar los despojos? Un oro que no es bate metales en aleación bastarda para intentar dis- azar las pretensiones de derechos inapelables, las torceduras de tributos y ahora me pregunto si a alguien le ha sido dado poseer la poesía por medio tan ilegítimo o acaso me pregunto si el poema no es ni debe ser más que la huella de una soledad, el rastro impreciso que deja tras de sí un cazador solitario que persigue un lugar «para degollar en la alta noche a las gacelas». También me pregunto cuál es la ganancia y la pérdida de semante empresa, si en verdad los poetas, arquitectos de nada, artífices de lo gi- tivo, privados de reposo por sus propios sueños, pretendidos demiurgos de sí mismos, nobles o sórdidos constructores de espos, alcanzan a 5,8 averiguarse, conquistan una cierta sabiduría y vencen al Narciso interior, cuyo espejo era un cuenco donde el agua se moría. Quizás elevado por su propia sed es en la sed donde el poeta debe sostenerse, emboscado en el silencio y esquivando otros enemigos mientras el caballo de la poesía rapta novicios y se burla de sus fie- les justo en el centro del corazón del tiempo. Por último me pregunto quién hundirá la espuela, quién de entre los nuestros galopará hasta trescientos años, quién se adueñará de la presa y será amo y señor de aquello que, repa- rad, aunque está por encima de nosotros, sin nosotros permanece cautivo. Quién dominará bravamente la doble naturaleza de la poesía y sobrevivirá ardiendo en ese ego y velando en su noche, la ceniza. POEMAS AMOR mío, amor mío, mira mi boca de vitriolo y mi garganta de cicuta jónica, mira la perdiz de ala rota que carece de casa y [muere por los desiertos de tomillo de Rimbaud, mira los árboles como nervios crispados del día llorando agua de guadaña. Esto es lo que yo veo en la hora lisa de abril, también en la capilla del espo esto veo, y no puedo pensar en las palomas que habitan la [palabra Alejandría, ni escribir cartas para Rilke el poeta. e una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall, 1981) * * * ME queda la mar media en el triun del agua, en el advenimiento de los espos y de las alea- [ciones, me queda la mar media y sus ahogados, cantiga [y quemadura, ebrios de agua pronda y prondo dolor. Pero había un mar de la sangre más blanca y del dolor apagado, . mar de la caza y muerte en montería, vino metal [dormido y ba luna. Mar de los ventanales empapados para el amor [más duro con quien la soledad se atreve y canta, con cri- [nes antorchadas y dibujada hoguera, mar del amor más duro que decae como decae [tu nombre: el nombre que en mí tiembla y tu nombre pri- [mero. áculo de Babel, 1983) El estado de las poesías

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POETICAS Y POEMAS

Blanca Andreu

POETICA

Los asesinos acechan en los cruces de calles y en las plazas desiertas hombres recortados en sable y gris como el cuervo tricentenario de Sha­kespeare engendran su negra prosperidad. El lobo de la noche sobre la tierra ronda mientras los fieros corderos amasados en la humanidad husmean entre sus hermanos para sorprender a aquel que esconde en su interior el perfume rebelde, imprecatorio, inútil e implorante de la víctima. Otras noches, bajo la amistad de las estrellas, he pretendido dominar las palabras que designan las formas del mundo, he domes­ticado huestes inventadas y he creído apro­piarme de secretos que me eran ajenos impul­sada por una belicosa ambición cuyo origen acaso no sea más que simple y desviada volun­tad de poder. Sin embargo esta noche en que las estrellas sojuzgadas abaten sus derechos, esta hora llena de pasadizos y espacios vacíos, este instante contrario al deseo de recuperar aquello que extraño en demasía, propaga el silencio y debela mis armas. El silencio, terrateniente del tímido, tirano interior, heresiarca de la melan­colía, entabla el pleito exponiendo argumentos de orden cívico, estimando incorrecta e impú­dica la exhibición ya de una especulación lla­mada espíritu, ya de una víscera que al decir de los médicos puede ser substituida sin incurrir en cambios substanciales e incluso llegar a admitir en su mecanismo de bomba dudosos arreglos perpetrados con válvulas animales y tuercas de goma. Entre tanto ¿Quién es el que se atreve a cantar los despojos? Un oro que no es bate metales en aleación bastarda para intentar dis­frazar las pretensiones de derechos inapelables, las torceduras de tributos y ahora me pregunto si a alguien le ha sido dado poseer la poesía por medio tan ilegítimo o acaso me pregunto si el poema no es ni debe ser más que la huella de una soledad, el rastro impreciso que deja tras de sí un cazador solitario que persigue un lugar «para degollar en la alta noche a las gacelas». También me pregunto cuál es la ganancia y la pérdida de semejante empresa, si en verdad los poetas, arquitectos de nada, artífices de lo fugi­tivo, privados de reposo por sus propios sueños, pretendidos demiurgos de sí mismos, nobles o sórdidos constructores de espejos, alcanzan a

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averiguarse, conquistan una cierta sabiduría y vencen al Narciso interior, cuyo espejo era un cuenco donde el agua se moría. Quizás elevado por su propia sed es en la sed donde el poeta debe sostenerse, emboscado en el silencio y esquivando otros enemigos mientras el caballo de la poesía rapta novicios y se burla de sus fie­les justo en el centro del corazón del tiempo.

Por último me pregunto quién hundirá la espuela, quién de entre los nuestros galopará hasta trescientos años, quién se adueñará de la presa y será amo y señor de aquello que, repa­rad, aunque está por encima de nosotros, sin nosotros permanece cautivo. Quién dominará bravamente la doble naturaleza de la poesía y sobrevivirá ardiendo en ese fuego y velando en su noche, la ceniza.

POEMAS

AMOR mío, amor mío, mira mi boca de vitriolo y mi garganta de cicuta jónica, mira la perdiz de ala rota que carece de casa y

[muere por los desiertos de tomillo de Rimbaud, mira los árboles como nervios crispados del día llorando agua de guadaña.

Esto es lo que yo veo en la hora lisa de abril, también en la capilla del espejo esto veo, y no puedo pensar en las palomas que habitan la

[palabra Alejandría, ni escribir cartas para Rilke el poeta.

(De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall, 1981)

* * *

ME queda la mar media en el triunfo del agua, en el advenimiento de los espejos y de las alea­

[ciones, me queda la mar media y sus ahogados, cantiga

[y quemadura, ebrios de agua profunda y profundo dolor.

Pero había un mar de la sangre más blanca y del dolor apagado,

. mar de la caza y muerte en montería, vino metal [dormido y baja luna.

Mar de los ventanales empapados para el amor [más duro

con quien la soledad se atreve y canta, con cri­[nes antorchadas y dibujada hoguera,

mar del amor más duro que decae como decae [tu nombre:

el nombre que en mí tiembla y tu nombre pri­[mero.

(Báculo de Babel, 1983)

El estado de las poesías

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EN las cuadras del mar duermen términos blan­[cos,

la espuma que crepita, la droga hecha de liquen [que

mueve a olvidar: en los establos del mar reina la urraca, la intriga

[y ia discordia, nueva versión del agua y del bajo oleaje, nueva versión del agua derramada desde todas

[las tierras y las tapias del mundo.

Entre los muros del mar callan los abedules que [poseen los símbolos del mirlo,

la última voz del bosque, calla la yedra bárbara que envenenaba ciervos

[leves como navajas, el roble boreal, arrendajos dormidos como libros celestes,

[incendios y lechuzas de la grava marina.

En las caballerizas del mar, el mar se ahora con [su métrica ardiente,

concilio de castaños en vilo verdeherido, y alguien desde muy lejos abdicando, andando

[desde lejos a morir entre lejanas ramas [empapadas:

alguien desde muy lejos esperando la flora, las [ ojivas y las bocas del mar.

Entre noviembre y cascos y corolas el ángel de los remos camina ensangrentado con

[olor a madera. con pupila de pájaro el otoño gravita, acecha el ángel de los cables y las oscuras verjas,

[los reductos malignos, y el ángel de la arcilla, matriz de zarza, polen y estela de placenta que en otoño florece

[en muerte.

En las caballerizas del mar el mar se ahoga con [su métrica ardiente.

Entre los muros del mar callan los abedules que poseen los símbolos del mirlo avisador. En las cuadras del mar, como en la muerte, duermen términos blancos.

(Báculo de Babel, 1983)

* * *

MUERDO tu mano y desaparece. Muerdo su evidente ausencia mientras la luz caza el arco encendido de un hexámetro, el éxodo de un sueño con lobos, con delicados predadores, fór­mulas de tormenta.

-Muerdo tu mano colmada por las olas tar­días, por las últimas aguas, orillas fermentadas, costa entristecida y tan fuerte.

En una doma de abedul hinchado y negro muerdo tu mano limpia y ligera y río mi salvación.

Nueva poesía castellana

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Mis propósitos huyen: Qué voz degollará la primavera, qué frío estilo dragará abril. Mi intención se ha consumido. Mi idioma busca un siglo salvaje, una ausencia de signos, un pensa­miento infecundo. Qué lengua impondrá el milagro, quién no cantará.

-El día al costado de un brasero de opio, deuna sensación sin conciencia, de un objeto que es mentira. Un lecho dramático, entre yámbicos y orgullosas palomas. Febril y libre, quién no cantará.

(Báculo de Babel, 1983)

Juan Manuel Bonet

TRABAJO Y ENSUEÑO

«Trabajo y Ensueño», así resumía Gustavo de Maeztu, un pintor que me interesa mucho, el sentido de su obra. Hago mía la fórmula.

No soy excesivamente amigo de las declara­ciones de principios, ni de grandes teorías sobre qué cosa sea un poema o sobre qué relación pueda mantener la poesía con la filosofía, ni de ninguno de estos asuntos.

Por ello, me limitaré a precisar extremos con­cretos, relativos a la génesis de mis poemas.

Mi primer poema publicado lo fue, creo, en 1977, en una revista que se llamaba Arte/jacto, y de la que yo era redactor junto a otros dos escri­tores, y a un pintor. Eran versos aquellos en los que me proponía evocar una atmósfera marina, parecida a la que impregna los Ocean Parks de Richard Diebenkern. Por ello, junto al poema aparecía reproducida una de esas obras. En aquella época tenía medio terminado un libro que afortunadamente nunca publiqué, un libro muy abstracto, esquinado, con fugaces aparicio­nes de lo real, y que se iba a titular con un título que hoy me suena a vanguardismo: Través.

Fui necesitando escribir otras cosas, en las que se abrían paso inspiraciones más mías, y en las que me apoyaba más que antes en la tradi­ción. El primer paso fueron unos versos, tam­bién publicados en Arte/jacto, en los que quise condensar la nostalgia de Sevilla, reavivada por un viaje de invierno. Juan Ramón Jiménez - el Juan Ramón simbolista- y los arabigo-andalu­ces de García Gómez eran entonces dos refe­rencias inevitables para mí. En esa misma direc­ción se inscribe una serie de seis poemas, publi­cados primero en la revista Diwan, y luego, bajo

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el título Ilusión, en una edición de bibliófilo con puntas secas de Manolo Quejido.

Después de estas «ilusiones», y ya olvidado del todo Través, fue tomando cuerpo un nuevo libro.

En un primer momento, ocupaban sus páginas las calles y las sombras de Lisboa, una Lisboa a la que volví repetidas veces y que siempre se me apa­recía como un lugar de exilio simbólico, el Extremo Occidente, la última Europa. Durante un tiempo, el libro se llamó así, Ultima Europa.

Luego sin embargo, y aunque conservé varios de esos poemas, el libro fue desplazándose hacia otros territorios. Cobraban intensidad el roman­ticismo del Norte, las vidas sombrías, la leyenda carlista, las pequeñas ciudades, los cafés. Sur­gían, con toda evidencia, Lugo o Pamplona como ámbitos sobre los que necesitaba escribir. La propia ciudad donde vivo, Madrid, volvía una y otra vez a proponerme poemas: una pared de ladrillo al atardecer, los vencejos girando en el aire, la nostalgia del Sur, las tardes leyendo.

Con todo esto fue componiéndose, sin plan previo, el libro. Al final estaba claro que no tenía ningún sentido titularlo Ultima Europa. En el poema sobre Pamplona, encontré lo de La patria oscura, y ese acabó siendo el título. Y elegí como cubierta un cuadro, realizado por un pintor de la corte carlista de Estella, en el que unos personajes del siglo pasado caminan bajo los soportales de la Plaza Mayor de Vitoria.

Después de publicado el libro, he estado dos años o más sin escribir un verso. Esto es algo que no me preocupa ni poco ni mucho.

Durante estos dos años, he ido acumulando experiencias, viajes, motivos. Motivos que tarde o temprano, lo sabía, iban a acabar encontrandosu forma poética.

Me parece importante subrayar ese tiempo durante el cual el poema no está escrito, pero ya está ahí. Una conversación en una casa, por la noche, en verano, con las ventanas abiertas. Crees que echa a llover, y lo comentas. No llueve, son los árboles que se agitan al viento. Prosigue la charla. al cabo de un rato, sí, llueve de verdad, torrencialmente. En ese mismo momento empieza a abrirse paso el poema. El poema, como una súbita claridad, un instante preciso, una «iluminación en la sombra». Durante un tiempo, esa claridad o convenci­miento del poema estará ahí, rondando. En un momento dado, lo escribirás. Será importante, entonces, será fundamental conservar fresco el motivo, la claridad hecha alrededor de un ins­tante, de una cosa, de un rostro, de una ciudad, de un tiempo pasado o lejano, propio o ajeno, de un libro, de un olor ...

No escribo sino los poemas que se me impo­nen, que la memoria me impone. Es ocasiones, no es un único instante, no es una única fuente, sino un articularse de motivos varios, recurren-

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tes. Algo como un motivo musical, sobre el que tejer. El oro. El viejo oro de ciertos objetos. La visión de una colección completa del Ye/low Book, la gran revista de los nineties ingleses, en una librería de viejo de Londres, cerca del Bri­tish Museum. Un atardecer, contemplado desde la ventana de un hotel en Budapest, en un Budapest cuyas paredes, iluminadas por el último sol, conservan en su podredumbre azu­lada, gris, verdosa, todos los colores, todas las heri­das del siglo. Otro atardecer, en Madrid, con para­guas negros, con el pavimento lluvioso de Rosales completamente dorado por el crepúsculo que avanza a través de formaciones de nubes oscuras. Con todo esto, escribir un poema.

«Impresionismo» es una palabra que oigo emplear a veces, despectivamente. La asumo. Del simbolismo, movimiento que me es próximo por encima de todos, esa esencia es lo que me inte­resa; no la voluta art nouveau; no la pedrería. Hacer, con impresiones pasajeras, un poema. Un poema cuya forma, precisa e imprecisa a un tiempo, esté al servicio de la impresión fugitiva, del tiempo que huyó. Lo diré con dos nombres que me son caros: Erik Satie, Paul-Jean Toulet.

Sin embargo, en lo que escribo no tiene exce­sivo papel la ironía. Ironía que sí hay en Toulet, en Satie, en Manuel Machado, en Laforgue. En ellos la aprecio, y cómo no. Pero es casi por completo ajena a lo que yo hago. Debe ser cues­tión de carácter.

Con estos poemas nuevos, de este verano, estoy componiendo un nuevo libro. No sé· cuándo lo terminaré. Una parte, la de inspira­ción más viajera, aparecerá próximamente, bajo el título, ahora sí, de Ultima Europa, en una edi­ción de bibliófilo ilustrada por Dis Berlin, un pintor que también trabaja a partir de motivos que se le imponen, que van creciendo en él hasta condensarse en el cuadro: ciudades de la vieja Europa, caminantes por un muelle, espías, aeropuertos en la noche, playas soñadas, cancio­nes a lo lejos en un parque, en verano ... Trabajo, y ensueño, decíamos.

POEMAS

GABINETE DE LECTURA

¿ Qué buscas en los libros?

Fernando Fortún

Lector de vieJas historias, lqué buscas en los libros? Tal vez una tropa perdida hacia Morella, con banderas de otro siglo. Una provincia oscura. La niñez y sus sueños. Una señal de que fue grande la patria. La ilusión

El estado de las poesías

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y el misterio. La penumbra naciendo al término del día, cuando el ángelus en la paz de la tarde. Tu voz en otras voces, que han de morir contigo.

(La patria oscura, 1983)

PAMPLONA

Me basta esta ciudad para decir el viento por los árboles, las horas de ilusorios relojes, la niebla que cubre sus alturas. Me basta la tristeza de esos arcos, la luz de una farola ciega, las murallas protegiendo la antigua fortaleza. Qué sueño este paisaje: nostalgia pirenaica y rumor de guerreros carlistas ya sin vida, cabalgando hacia la patria oscura de sus amos, conspiradores, curas, generales.

(La patria oscura, 1983)

RECUERDO DE TOULET

Mira esa pared: por ella las sombras van y vienen fugaces, dibujando pasajeros perfiles. Me acuerdo, viéndola, de aquello, en esta tarde, que se escapa: «sombra más fugitiva que la sombra».

(La patria oscura, 1983)

CASI NADA

No es casi nada este verso escrito para decir que todo en este día me aburre. Tampoco es casi nada la niebla que por el fondo de tus ojos cruza, y me arrastra otra vez.

(La patria oscura, 1983)

COMME LE TEMPS PASSE

Nunca ha de volver nada. Un farol, en esta calle ya negra, violentamente me empuja hacia trenes que me llevan lejos. Borradores, espejos, cuartos, desayunos ... Nunca ha de volver la juventud, y por ella la gente llora también en este otoño.

(La patria oscura, 1983)

Nueva poesía castellana

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Julia Castillo

UNA POETICA

El poeta tiene conciencia de que, si sabe lo quees poesía, es el poema quien se lo ha enseñado, y que decirlo equivale a utilizar ese conocimiento fuera del poema. En todo poema late el instinto del poeta para lo que es poesía. Cuando construye un poema, esa labor que consiste en desdeñar, en pulir, o en dejar de hacerlo; ese movimiento del alma, oscuro, para precisar la emoción, para des­cubrírsela a sí mismo; esa deliberación sutil por la que no consiente una palabra, no duda frente a otra, se pregunta y decide como por fuerza, es, al mismo tiempo, la forma en que se revela el poema ante sus ojos, y la forma indistinta en que concibe su poesía en ese momento. La poesía no es que se defina en el poema, sino que ningún poema se escribiría sin dar lugar a que el poeta averigüe, a lo largo de su creación de aquél, lo que es su poesía y lo que no lo es. La poética se hace, como el pro­pio poema, al mismo tiempo que éste, y ambos resultan indisolubles.

Aún en los cambios de estilo de un libro mío a otro, reconozco los lugares en que he dado exterioridad a ese instinto hacedor del poema, y salvo algunos de esos lugares, que son secretos hasta para mí, otros son versos que, aislados, podrían servirme ahora de poética. Es curioso que, en medio de esa obra calculada y oscura de instantes en palabras, en sílabas y en sonidos, la irrupción de la conciencia esté cerca del habla común, o corresponda enteramente a ésta:

pero si mi Infierno es un Paraíso

difícilmente creo que soy yo

la opinión de la luz

no lo he de olvidar

hay otras tardes, ya lo sé

no me detengo en describir el aire: el aire contribuye a lo que digo pero no está

el cielo entre paréntesis

lo breve es recordado muchas veces

T. S. Eliot prevenía en uno de sus ensayos contra el verso libre que lo que hace es enmas-

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carar una prosa bajo la forma de un poema. Para mí la poesía se debe a sus imágenes. Decir que un valle inverso es la montaña, o un muro ente­rrado en el aire la muralla hace siglos destruida de Cartago, o pausa geométrica en el aire el vuelo de una abeja, no me parece gratuito, sino que obedece a la observación, y a la observación de la realidad.

Amo la poesía en que a pensamiento (lírico, que decía Juan Ramón) y emoción se unen un sentir y una experiencia que no son sólo poéti­cas (J. E. Cirlot, Emilio Prados).

Acaso nunca he definido deliberadamente la naturaleza del poema, pero acaso también no he podido ni querido prescindir de mi propia con­cepción de la poesía al escribir sobre la obra de otro poeta; tal vez mi poética se halle cifrada en las páginas que escribí como prólogo a la obra de un poeta del siglo XV.

POEMAS

A UNAS AVES QUE CANTABAN OCULTAS A SUS OJOS

Un millar de pájaros remueven con la azada de invisibilidad las frías y extranjeras regiones insuaves de la imaginación.

Sobre el río que esconden altísimos cañales vuelven sobre sus picos las alas a posar y batir en el sueño.

Y muy lejos y fuera de esta algarabía el aire ha padecido, y gobierna el silencio.

En sus vuelos tan bajos extienden hasta mí las muestras concertantes de su amor de

[ diciembre.

El alma en peregrino, en alto estado y grave y raro, desconoce la cárcel a que exceden las ramas y encarecen los tallos más crecidos.

(Poemas de la imaginación barroca, 1980)

TRIUNFO DEL AMOR CORRESPONDIDO

Cuantas veces suple un paisaje a la naturaleza muerta, el pasado previene a la memoria.

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Soledad no escasa representa a la imaginación barroca el término en que la libertad e intimidad coinciden, y crece la perfección con que se cierran sobre el tiempo presente los sentidos.

Amor impone pausa al desengaño, a la sabiduría iguala o rinde.

(Poemas de la imaginación barroca, 1980)

***

NATURALEZA, iescucha! iEl río es nube, lluvia inversa! iUn valle inverso es la montaña! Muros: justa conciencia. Arco: memoria del alcance. iHabla, pintura! Capitel del dolor. Columna de la suavidad.

***

LA gota, cargada de la piedra

(Selva, 1983)

que ha disuelto, se consagra a la roca. La gruta se anticipa. Onda adorada. Cresta. Surco. Sima, arista, cadena, cono, asiento, declive, se evaporan. Cavidades: clamores. Suspiros: galerías. iHasta la gruta deja de existir! Retrocede y se guarda la estación. Los misterios del pozo.

(Selva, 1983)

José Lupiáñez

NOTAS PARA UNA POETICA

Nada más difícil que reflexionar sobre la obra propia con la pretensión de entresacar algunas constantes, algunas afirmaciones, algunos temas obsesivos que pudieran aclarar a unos supuestos lectores la verdadera pretensión que oculta, su más interno significado. Nada más difícil que esto cuando se piensa, como yo creo, que el len­guaje de la poesía y el lenguaje de la crítica lite­raria son expresión de dos formas de conoci­miento esencialmente distintas.

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Si abordamos la crítica, la reflexión o el comentario de una obra poética, nos impone­mos hacer transparente, reconvertir lógica­mente, traducir, explicar de forma discursiva lo que es una intuición estética. Y este proyecto es batalla perdida, porque si consiguiéramos desve­lar totalmente lo que es intuición esencial, la habríamos aniquilado; la intuición como tal desaparecería.

Además, la dificultad se incrementa cuando es el propio autor, precisamente el propio autor, quien se aventura al comentario de su obra. El autor que es, quizás, el menos idóneo, por cuanto que su obra se le aparece como nebulosa. Más aún: para el creador todavía es más contun­dente esa aseveración que defiende al poema como objeto que significa a partir de su forma. Y o no estoy seguro de nada que pueda afirmar sobre mi obra. E incluso me temo que todo aquello que lograra decir, podría resultar mero tanteo, pura especulación desvirtuadora de cuanto quise· buscar con el poema. Que mi poesía pretende ser meditación sobre la existen­cia, que mis poemas tratan de expresar la suges-

. tión de un mundo sentido desde la incertidumbre, que mis versos quisieran afirmar el misterio, o al menos ser reflejo -como quería Malraux- de ese «eterno universo que nos lleva en una deriva de astros y según un ritmo misterioso» ... lEs todo esto desvelar? lEs todo esto acercar mi escritura al auditorio? lNo es más bien una manera de contribuir a la ambigüedad?

Hace algún tiempo escribí una Poética para intentar aclarar mi verdadera posición con res­pecto al poema, a mi propia poesía, y observo que aún sigue vigente el descrédito de todo lo que no sea lectura simple y llana de los versos, invitación a ese obscuro campo de referencias del propio texto del poema como única salida posible. Todavía me parecen válidas algunas de las observaciones que en aquella Poética se tras­lucen y que reproduzco con algún retoque:

«Cada vez pienso con mayor encono que escribir poéticas es iniciar un despegue ver­tiginoso de las proposiciones a las que éstas nos debieran ceñir. Intento decir que nos alejamos por todos los medios a nuestro alcance, que nos apartamos bajo cualquier concepto, que nos deleitamos en distrac­ciones suculentas o en artificios de disqui­sición. Por ello, esos mil y un caminos, esas numerosas mentiras, esa imparable bravu­conería en el manejo de nombres, de acti­tudes o de conceptos, acaban siendo las componendas que nutren y decoran la más­cara de una pretendida y presumible confe­sión estética. Acaso no exista nada que confesar, acaso, como siempre se dijo, la mejor poética está condensada o desarro-

Nueva poesía castellana

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llada a través de los versos o de los libros que integran una obra. Pero esto es lugar común. Cada vez me apercibo más clara­mente, y no sin cierto goce, de que toda poética tiende a defender proposiciones que constituyen de por sí gigantescos luga­res comunes, naipes que se intercambian, como el de la necesidad intuitiva, el de la convicción intuitiva del poeta, como el de la virtualidad ritual y mágica de su pro­puesta, como el sentido oferente de la escritura, su entidad de asunto a compartir, o como, sobre todo, su finalidad totali­zante; una finalidad dual: la de conocer através de la fabulación, y la de celebrar. Pormás vértigos y estupideces que escriba,siempre alentaré la idea (así lo deseo hoypor lo menos) de que el artista celebra elmundo, celebra lo que le circunda, lo quele rodea, y en ello se empeña, y para elloagiliza todos los resortes de sus propias fan­tasmagorías. Que esto constituya amenaza,como propuso Mallarmé, puede ser, perotambién es búsqueda y aventura, tambiénes necesidad de orden, y perpetuación delas raíces contradictorias que nos asisten:toda una deliciosa abstracción que perfilaren el Arte nuevo y futuro de hacer poéti­cas (]).

Acaso escribir -si no es celebrar- no sea en definitiva otra cosa que un medio de defenderse del absurdo de combatir lo inexplicable. Pero a veces, cuando sobreviene esa convicción tor­mentosa del sentido mediúmico del escritor, hasta creo que sería capaz de dar la vida por un sólo verso, por un hermoso y único verso. Quizá espero escribir ese verso algún día, aún a sabien­das de que todo lo demás puede ser jadeo, oque­dad y vacío.

(1) Cfr. Elena de Jongh Rossel, Flori!egium. Poesíaúltima española, Espasa Calpe, S. A., Madrid, 1982, pp. 111 y 112.

POEMAS

ARTE POETICA

Los versos son los ríos que a la vida convocan y son oscuras sierpes que ocultas amenazan, los versos como espadas, las que siempre se

[alzan, son también los abismos que a morir nos provo­

[ can.

Un verso y dar la vida, un verso y entregarse, un verso como un beso, sin avisar: un verso.

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Un verso en aquel filo de imposible reverso donde la irremisible voluntad va a estragarse.

Trazadlo sin amparo, zahorí con su péndola, buscad su humor oculto que es veneno o reme-

[ dio, despeñados sin rumbo de palabras en medio, con el miedo amarillo de la hermosa oropén­

[dola.

Los versos para el mundo con su extraño miste-[rio,

los versos para el tiempo y el olvido y la duda, los versos como pájaros que vuelan en tu ayuda o como flechas mudas lanzadas sin criterio.

Alcanzadme ese verso que es la fruta madura, dadme el frescor que calme la sed de mi gar-

[ganta, o de su pulpa ignota la fuerza que agigantael alivio que quiero para mi mordedura.

(inédito)

EL TRANSITO

Di qué jardín, qué anémona, qué arista hiere la compostura de la umbría. Di qué jardín, qué anémona te asiste, cuando se van posando pájaros en tu hombro y aprietas esa rama entre los dientes para libar lo amargo.

Calla cerca la fuente, calla mientras sucumben los últimos acordes, las infinitas bridas del frenesí, las criptas invisibles. Es ahora el tiempo en que se ve combarse el himno desbocado de las antiguas danzas. y un sinvivir asoma en la pupila.

No difiere mi aliento de la flor que entrecierra sus pétalos ahora que ya la edad compone bajo el palio unos

[versos, bajo las onerosas pérgolas donde se hundió la

[dicha. Sueltas todas mis naves, bello lugar es éste donde pulsar las cuerdas de

[un laúd, que así la voz, la música y la sombra se conste­

[lan para nombrar la inerme tiniebla de las cosas.

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AZUL

R.D.

La mirada se impregna del azul,llo creéis? Desde el caer de la tarde he visto naves incen­

[diadas, pájaros voladores, semillas que danzaban, corolas de Laoscor, y hasta las mallas que

[cubrían las barcas. Pero los ojos deliraban de azul, húmedos como

[el mar, como ese rito adusto de las aguas que observan. Pasaron cazadores persiguiendo la caza, y arqueros con sus arcos, ángeles con avisos; llegaron las doncellas para tenderse al sol. Por el aire cundían los peces en su vuelo, y los pajes detuvieron su rumbo y pulsaron vio-

[las. Pero el mar impregnaba con su requiebro azul. Vi descender los tensos estandartes, y que una fiesta urdía por el pinar su gloria. Vi los haces de leña y el manjar en las mesas, y hasta vide la sombra de la frágile sombra. Se avecinaban vasos y orfebres y canciones, se allegaban racimos, cuerpos sonoros, chanzas; pasaron cazadores persiguiendo la caza, y arqueros con su ángeles y avisos con sus arcos. Rodaban las coronas con perlas y amenazas, giraban las casacas, los sables, las magnolias, giraban las miradas, los dardos, el destino, y el goce era una espina, y la pluma un amor.

Andrés Sánchez Robayna

POETICA

I

Aun a riesgo de obviar explicaciones, opto por una seca formulación: el poema es, en mi tra­bajo, un espacio del lenguaje hacia el metalen­guaje, espacio en que tiene lugar el diálogo entre la imaginación fonológica y la indagación metafísica. Me apresuro a precisar este último término con palabras de Max Bense: «Impónese señalar que los posibles y múltiples pasos que unen la filosofía y la poesía se deben a una con­tinuidad real del lenguaje. La metafísica es, pues, un fenómeno esencialmente lingüístico».

El estado de las poesías

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1 En mi trabajo, el conocimiento está contenido

1 en la imaginación; la imaginación es -o quiere ser- un conjunto superior al conocimiento.

En alguna ocasion el lingüista Román Jakob­son hizo referencia a la necesidad de una Histo­ria estructural de la poesía. En la historia moderna, veo la obra de Mallarmé como un momento decisivo de la caída al lenguaje. Algu­nos poetas de nuestro tiempo -desde Giuseppe Ungaretti a Haroldo de Campos, desde el Jorge Guillén de Cántico a Wallace Stevens- han sido fieles a esa herencia. Intento descubrir ese proyecto de lenguaje en otros poetas a los que regreso siempre: Dante, Góngora. Todos ellos han gravitado y gravitan en mi trabajo de escri­tura. Idéntica coordenada -el texto como un diseño de lenguaje- me interesa en la prosa, de Gracián a Joyce.

[1980]

11

Desde los primeros poemas hasta los más recientes me vi interrogando el espacio insular, me vi, por así decir, en esa respiración. Hay en esos poemas, en efecto, una «lectura» de la tierra, en la vía de la «explicación órfica» de que hablaba Mallarmé. Una vía que conduce desde lo físico hasta lo metafísico. Entre el texto y el mundo, distancia que sentí como problema, como dificultad de lenguaje, hallé la metáfora histórica del mundo como texto, cuyo apasio­nante recorrido en la historia me ha hecho reconquistar un espacio lingüístico, el espacio de la tradición poética. Esa metáfora recubre la escritura toda. Los «elementos quebrados» -el mar, el aire, la luz- no son sino las páginas de un texto, un texto-paisaje, finalmente encerrado en el misterio y en la materia de la luz.

[1983]

El enigma está en el centro mismo de la escri­tura. El poema va en busca de un sentido y el lenguaje halla otro, impensado. Quiere fijar un vértigo, según la bella expresión de Rimbaud, y crea otro vértigo más hondo. Y el sentido bus­cado se disuelve en sentidos oblicuos o se asoma a la nada de la más sorda ausencia de sentido.

La epifanía del poema guarda una misteriosa relación con aquello que la suscita. Además de la idea de una teleología de lo insular debida a José Lezama Lima, quiero citar otras palabras suyas que, más que definir esa idea, la vuelven una imagen: «Lo epifánico -escribe Lezama­parece estar en el madreporario de las islas, que han de ser redescubiertas por una exigencia de la imagen».

El poema se me ha ofrecido bajo el enigmá-

Nueva poesía castellana

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tico signo de la respirac1on insular, según el modo antiguo de una concepción de la poesía como variación mítica, el platónico 'hacer mito' (Fedón, 61, B). Tal sería, en efecto, la forma última o esencial no sólo de esta formulación de la insularidad sino de la poesía misma.

La espera o la escucha de la palabra ocurre durante la noche. Es una noche literal, ya sea ante la ventana desde la que se ve el cielo estre­llado o desde el mediodía furioso sobre el mar de verano. Allí está la palabra como iluminación oscura, al fin; como luz negra.

[1984]

III

El mundo como texto cubre la realidad toda, pero especialmente el mundo natural, esa Natu­raleza que, desde Goethe, aparece en nuestra cultura cada vez más desmitificada. Intento vol­ver a la Naturaleza como espacio o texto sagrado, como mito. «Leer» en ella no significa saber exactamente el sentido último de lo leído; el mito debe actuar como tal en su raíz de des­conocimiento. El texto de la Naturaleza, entre el volcán y la página, es a un tiempo ambas cosas, y sería tal vez, esencialmente, un enigma, que nos invita no a un desvelamiento, sino a vivir en un interior, esto es, a cumplirse verdaderamente como mito.

Epifanía: un nacimiento en la palabra. Una formulación que tiene en Mallarmé, me parece, su más radical exponente moderno: el des.tino órfico de la palabra poética. En cuanto a mf pro­pia posición, sólo puedo decir que trabajo en esa vía, de nuevo entre el volcán y la página, entre el cuerpo y la escritura estelar o para decirlo con palabras de Mallarmé, entre la noche antigua y la ramilla sutil.

[1985]

No hace mucho hallé en Ezra Pound una reflexión cuyo sentido no sólo comparto entera­mente sino que, en rigor, yo mismo me había hecho casi en idénticos términos; la validez de esa reflexión, deseable para todo lenguaje poé­tico, define y resume en cierto modo la vía o tra­dición de la que he hablado aquí, como define ( o por la que quiere aparecer definido) mi pro­pio trabajo en la poesía. Tal vez no sea ociosorecordar esa reflexión -atomizada, monadoló­gica síntesis de una concepción de la palabrapoética- precisamente en el centenario del naci­miento de su autor: «Lo esencial de un poeta esque él nos construya su mundo» (The essentialthing in a poet is that he builds us his world).

[1985]

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POEMAS

ESCENA

I

En el mar visible, divisible, el intenso ramaje que corta la luz en delgados sentidos; allí, brillante y negro, cae mi ropaje. En lo alto, el toque de hojas en el vacío del aire suena sobre el silencio. Al fondo marino, negro · artesonado, movimientos negros.

II

Soy el actor, el difusor, y oigo los golpes del ramaje. Cada ola bate en mis párpados. Si el sol, en este punto, pudiera hacia sí alzar el mar más verde, éste sería mi trono de Ludovisi.

III

Las olas son la superficie. En el centro del flujo del mar, el incendaje. Golpes, golpes intensos dan en el mar. Y no caen. Aquí rompen contra ventiscas, raíces vueltas, helechos. Diciendo mi papel, me extiendo y danzo.

IV

Las olas son la superficie, y ahora baten. Soy el actor. Este mi caramillo, éste mi trono.

(Clima, 1978)

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VOCES ATRAVESADAS ...

voces atravesadas por la luz caídas en el centro de lentas simetrías al fondo sólo esta luz que acuña fijos perfiles sólo filos tejidos de luz roca viva en el fondo de voces fijas como rocas la luz saltaba la luz de sal y roca viva talladas por las voces diáfanas voces de nuevo atravesadas ego dormio un bañista saltó entre rocas de lenti­tud sonora sonaba el mediodía y el fondo marino vislumbrado tejió la luz el ojo sobre rocas de perfiles filosos los pasos eran voces los ojos eran voces al remontar el agua de luz tasa­jeada ego dormio sobre la luz en la lava cordada de la costa voces también cordadas los contor­nos los bordes desbordados en el vaso alto ego dormio animal respirado por la luz que es voz cuando al fondo marino la luz alcanza rocas corales dibujados por la voz et cor meum y así et cor meum montañas recorridas por las voces C?!dadas montañas recorridas por la luz agua diafana salta sobre la breve avenida de losetas de sol que irradia altas voces que cortan el agua atrás corvas montañas de pesantez de luz el bañis!a se para en!re rocas animal acezante ego dorm10 ego dorm10 et cor meum vigilat

(Tinta, 1981)

LA VENTANA: ESTRELLAS

los árboles mojados: gotas de luz

sobre las hojas brilla otra luz:

el jardín de la luna gris sobre

las nubes de noviembre: gris bajo blanco

hilos de luz gris sobre las hojas

El estado de las poesías

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negro de noche bajo las nubes

luz de estrellas: el brillo de

gotas

alcánzame

alcánzame

luz negra

Andrés Trapiello

(La roca, 1984)

(HOJAS PARA SER LEIDAS EN LA CASONA DE VERINES, ASTURIAS

lLa poesía, el arte? Sin duda los siento como un viaje de la sensibilidad hacia la naturaleza. De la pasión y de la emoción, es decir, de la inteligencia sensible, hacia cuanto es más que nosotros mismos, más o diferente y diverso, que es lo mismo. No he creído nunca que pudiera ser otra cosa. A menudo, y más en este siglo, la sensibilidad se ha echado a andar por caminos extraños, pintorescos tal vez, pero cuyo último tramo no desemboca sino en un vago país de niebla, frío y noche, contrario a aquella senda solitaria y clara, excelente y varia.

A un poeta, como a ningún otro hombre, parece estarle destinada la visión de su época. Un prado florecido, en Berceo, los tocados de antaño para Manrique, el misterioso lirio de San Juan o aquel O campo, o monte, o río de fray Luis, llegaron a convertirse en los más acabados símbolos, no sólo de la poesía de entonces, como de un tiempo que no podríamos entender sin ellos.

Uno de mis libros, que recogía poesía escrita durante unos años que ahora se me hacen leja­nos, lleva por título Las tradiciones. Hoy son

Nueva poesía castellana

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bastantes los que empiezan a volver los ojos, cansados tal vez de éste, a otro siglo anterior y a otra poesía, fatigados de sus propias maneras. Pero entonces eran pocos todavía a los que no sólo no fatigaba este presente nuestro, sino a los que producía un punzante dolor, más allá de la literatura, comprobar que el presente sólo podía ser vivido elegíacamente. Y era entonces un pensamiento doloroso porque significaba que abrían con su misma mano la puerta de un mundo apartado, intransitado, polvoriento. Ser inactual a veces puede verse como cierta expre­sión de la melancolía, pero sabemos que serlo es, sobre todo, otra manera de estar muertos.

lNo lo están hoy, de algún modo, un ramo amarillo de mimosas, el atrio de una vieja igle­sia, el chillido de unas cuantas cornejas? Esa es la razón por la que creo que éstos, como otros muchos temas de parecida índole, resultan diga­mos que inmortales, de todos los tiempos. Por­que nunca han dejado de ser unas naturalezas muertas.

Así como la firme certidumbre de Dios es para algunos escogidos cierta clase de sabiduría y bondad, sabemos que la emoción supone el germen de la poesía y aún su medio natural de expresión. La vida fácil es el título que puse al frente de mi último libro. La naturaleza aún se llena de enigmas y misterios, como un bosque, durante una tormenta se carga de esa electrici­dad que no siempre se resume en un rayo. Cuando la emoción y la sensibilidad se aproxi­man lo bastante a ella, parecen contagiarse de su mismo mágico temblor. iEntonces cómo los ver­sos de Quevedo o de Beaudelaire, de Pimentel o Francis Jammes se nos aparecen como estrofas de un mismo y único poema! La vida fácil que hay en ellos, su expresión natural, no forzada, nos atrae más que otro reclamo que estalle a nuestro lado mismo, más que cualquier fósforo del momento. Ciertamente para todo poeta su tiempo, su vida, ha de resultarle oscura y dolo­rosa. De ahí su obligación por ser claro, feliz, sencillo, en la expresión material de su poesía.

lCuál es, pues, la visión de este momento nuestro? Nunca he hecho lo que se conoce por poética, resumen de intenciones o cualquier otra clase de programa más o menos alejado de la realidad. Hace algunos años, en esa euforia que da la juventud, uno habría aventurado el paso firme, la idea audaz. Hoy, donde vemos tene­broso el pasado inmediato, el presente y un futuro que nos es ajeno, todo ha de ser un retiro sombrío, o, para expresarlo más justamente, un retiro claro y sosegado. Nuestra actualidad, por tanto, será la de no ser actuales. Nuestro pasado, el de haberlo perdido tras una vuelta del camino, como esos oscuros personajes que en las canciones de Schubert, lamentándose del mundo, de sí mismos se lamentan, errantes y a

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merced de la vida. Esa es una biografía que yo envidio. Por eso desearía terminarla, en estas hojas, para ese vago lector lejano, como la resu­mió un poeta: me gusta pasear y leer libros.

POEMAS

BEGUINADO

En honor de tu nombre el huerto es la costumbre,

A. T.)

invierno y tordo en una misma rama. El Universo es nada, sobre la tierra negra unos montones de estiércol entre coles azuladas. Cuando sube la niebla de esa haza, una luz relumbrada se demora en el tronco violeta de unos cuantos manzanos. Así queda. iCómo el corazón encuentra entonces aquello que no sólo es mortal! Al fondo puede verse, en un celaje frío, la iglesia, la pizarra malva brillar como la mica, un sol humilde en los vitrales. Santa luz de plomo. Espéra,me, Señor. Entre las sombras que allí se inclinan sobre un surco, sujetas a este mundo en amorosa renuncia, encuéntrame algún día. Cuando poca importancia al fin tengan los días.

(Las tradiciones, 1982)

E. D.

Mírame aún. Creció musgo en mis labios y en los inviernos crudos me visita la nieve. Siéntate, viajero, a mi lado. Cuando la lluvia arranca plateadas coronas de la piedra y silenciosa en el ciprés muere la tarde, sólo de ti me acuerdo. Pero tú estás lejos. Pasa tu mano por mi nombre y quita las hojas amarillas que lo cubren, y los pétalos secos de esas flores antiguas. Llámame después y dime si el viento de esos campos lo ha borrado o si tiembla en el aire todavíacomo el romero verde.

(Las tradiciones, 1982)

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LAS MANZANAS

Recuerdo aquellas tardes de septiembre, noga-[les

con el sol en las ramas subido como un gallo y una paz de humo azul en cada chimenea de la aldea. Eran las privilegiadas horas que teñían el campo de un temblor de oros violetas y amarillos. Recuerdo venir mansos al establo los bueyes pacientes y paganos. En las calles del pueblo se mezclaban entonces esa clase de olores que habrán de recordarse toda la vida: a estiércol, a cocina de leña y guisos de pimentón, al viento sutilísimo que trae de alguna parte avisos del invierno o al frescor de los olmos que duermen en la era.Así se iba haciendo de noche, cada vezmás deprisa. Recuerdo, frente a casa, medrosarecortarse la iglesia con un nido en la torrecomo el color morado destaca contra el negro.Y en el corral, las cajas. Las manzanas reinetasen cajas con papeles debajo que eran hojasde cantorales góticos, de libros heredadosde un tío cura muerto. Manzanas de septiembreque aguardaban la noche para afrutar su aroma.Recuerdo aquellas tardes otoñales, las sombrasde aquel tibio perfume que subían quejosas,gregorianas y tristes como una melodía.Aquel sentir lejano que llegaría un día,desvanecido todo, en que yo recordase.Recuerdo que pensaba: cómo seré yo entoncessin suponer siquiera que el entonces seríanunas manzanas ásperas que mis manos de niñoapenas abarcaban.

(Inédito)

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