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Avatar, dos nociones de colonialismo LEÓN VALENCIA | PUBLICADO EL 25 DE ENERO DE 2010 Uno puede sentarse en la butaca del teatro y dejar que los sonidos penetren por los oídos y por los poros y se instalen en el cuerpo y lo estremezcan segundo a segundo. Puede abrir bien los ojos y explorar esa racha de colores que deambula en pantalla, esa mezcla indescifrable de tonos, de rojos, amarillos, azules, lilas, grises que puedes ver y quizás tocar si aguzas un poco la imaginación y estiras la mano sobre las imágenes. O puedes concentrar la atención en los objetos y examinar con asombro o repulsión esas máquinas grotescas que sirven de cobijo y de arma a los terrícolas y que contrastan de manera tan abrupta con el paisaje indómito del planeta invadido. Naves gigantescas que saturan la pantalla y te revelan la asociación indisoluble entre lo feo y lo destructivo, el ingenio del hombre para aunar lo desagradable y lo mortífero. O hacer un viaje por las montañas y los ríos, por las piedras gigantescas y los árboles fantásticos, por animales que exceden todos los tamaños de nuestro planeta y responden con generosidad infinita a los deseos de los Navi, pobladores del lugar imaginario que pone en escena James Cameron. Puedes también dedicarte a mirar a los seres humanos que viajan de la tierra y a sus congéneres de Pandora. A descubrir que por más grande que sea el esfuerzo para inventar nuevos seres, el hombre está preso de su propia imagen y sólo puede dar a luz réplicas cercanas o lejanas de su cuerpo, de su rostro, de sus ojos, de sus manos. Que le queda muy difícil, si no imposible, inventar otra tristeza, otro dolor, otra alegría, otra manera de amar y de entregarse, otra ambición, otra forma de odiar, de atacar, de resistir, de crear y destruir. O poner cuidado al argumento y entonces dejarse llevar por la película hacia las metáforas recurrentes de la épica de siempre. En especial aquella desigual batalla entre David y Goliat representada acá entre un invasor pleno de tecnologías y de armas y unos nativos apegados a mitos y territorios, defendiéndose con los recursos que la naturaleza y los dioses les brindan. O metáforas nuevas. Las que colocan en el lugar central del hombre de hoy la defensa del ambiente. Una épica ecológica que descubre una conexión absoluta entre todas las manifestaciones de vida y las expresiones de la materia. La que señala que el hombre y su ambición

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Avatar, dos nociones de colonialismoLEN VALENCIA | PUBLICADO EL 25 DE ENERO DE 2010Uno puede sentarse en la butaca del teatro y dejar que los sonidos penetren por los odos y por los poros y se instalen en el cuerpo y lo estremezcan segundo a segundo. Puede abrir bien los ojos y explorar esa racha de colores que deambula en pantalla, esa mezcla indescifrable de tonos, de rojos, amarillos, azules, lilas, grises que puedes ver y quizs tocar si aguzas un poco la imaginacin y estiras la mano sobre las imgenes.

O puedes concentrar la atencin en los objetos y examinar con asombro o repulsin esas mquinas grotescas que sirven de cobijo y de arma a los terrcolas y que contrastan de manera tan abrupta con el paisaje indmito del planeta invadido. Naves gigantescas que saturan la pantalla y te revelan la asociacin indisoluble entre lo feo y lo destructivo, el ingenio del hombre para aunar lo desagradable y lo mortfero.

O hacer un viaje por las montaas y los ros, por las piedras gigantescas y los rboles fantsticos, por animales que exceden todos los tamaos de nuestro planeta y responden con generosidad infinita a los deseos de los Navi, pobladores del lugar imaginario que pone en escena James Cameron.

Puedes tambin dedicarte a mirar a los seres humanos que viajan de la tierra y a sus congneres de Pandora. A descubrir que por ms grande que sea el esfuerzo para inventar nuevos seres, el hombre est preso de su propia imagen y slo puede dar a luz rplicas cercanas o lejanas de su cuerpo, de su rostro, de sus ojos, de sus manos. Que le queda muy difcil, si no imposible, inventar otra tristeza, otro dolor, otra alegra, otra manera de amar y de entregarse, otra ambicin, otra forma de odiar, de atacar, de resistir, de crear y destruir.

O poner cuidado al argumento y entonces dejarse llevar por la pelcula hacia las metforas recurrentes de la pica de siempre. En especial aquella desigual batalla entre David y Goliat representada ac entre un invasor pleno de tecnologas y de armas y unos nativos apegados a mitos y territorios, defendindose con los recursos que la naturaleza y los dioses les brindan.

O metforas nuevas. Las que colocan en el lugar central del hombre de hoy la defensa del ambiente. Una pica ecolgica que descubre una conexin absoluta entre todas las manifestaciones de vida y las expresiones de la materia. La que seala que el hombre y su ambicin estn destruyendo su propia casa y sucumbir bajo un derrumbe que ha provocado sistemticamente sin que pueda detenerlo la compasin o el deseo de supervivencia.

En esa trama los invasores llevan en sus filas a los depredadores que se abalanzan sobre los nativos y su planeta para destruirlo y llevan tambin al hroe -Sam Whorthington- un invlido que se transformar en nativo y liderar la resistencia de los Navi.

Y aqu el mensaje se torna contradictorio. Un pas que todos los espectadores asocian con Estados Unidos viene a despojar de un material precioso a Pandora y para ello se dispone a destruir los lugares emblemticos de ese planeta y a esclavizar a sus habitantes.

Pero un pequeo grupo de los forneos se rebela y une sus fuerzas a los nativos cambiando con ello la correlacin de fuerzas. La trama termina dndole un papel decisivo a una parte de los invasores en la victoria de los Navi. La pelcula es el escenario donde se debaten un colonialismo arrasador y uno generoso. Uno que destruye y otro que, movido por el amor y la justicia, termina enarbolando la bandera de los dbiles. Todas estas sensaciones se viven a la vez en esta pelcula prdiga en imgenes y mensajes que utiliza la tecnologa para volver sobre el imaginario del mundo contemporneo cada vez ms informado y consciente del desastre y cada da ms indolente y egosta para detenerlo y fundar un planeta ms amable.