autoridad del atp
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Autoridad del ATP
Por Armando Jesús Cauich Muñoz
Autor y autoridad están estrechamente relacionados sin embargo no muchas veces las
relacionamos, un autor es la persona que crea algo por lo tanto tiene una autoridad sobre
lo que crea.
Una de las cosas que el autor tiene que hacer es que tiene que escribir con “autoridad”,
esto quiere decir con conocimiento profundo de lo que escribe y dice.
Es difícil ser ATP (asesor técnico pedagógico) porque la investidura proporciona
autoridad y la gente se revela a la autoridad, entonces muchas veces se les respeta por
temor y no por aprecio.
En la función del ATP, a veces ordena, dice sin tomar en cuenta el contexto o sin entender
realmente la problemática, entonces aunque tiene autoridad no está hablando con
“autoridad”, es decir aunque es autoridad desconoce el tema a tratar y plantea soluciones
superfluas que no ayudan, ya sea porque desconoce a profundidad sobre lo que dice y en
ese caso no está hablando con “autoridad”. Por lo tanto es preciso olvidarnos como ATP
que somos autoridad sino lo imprescindible es ser “autoridad” en lo que decimos,
hacemos y conocemos, o sea, es necesario que sepamos de nuestra labor, de nuestra
función y no solo andar con la envestidura de la autoridad de ATP sin tener los
conocimientos necesarios para desempeñarse como tal,
Es común ejercer la autoridad de ATP sin tener una verdadera “autoridad” en el caso, ya
que solo se llega a mandar, a ordenar a demostrar debilidades sin embargo no hay
propuestas para mejorar, no se plantean las cosas objetivas para iniciar una
transformación o mejora en la educación y en la práctica educativa. Por lo tanto hablar
con “autoridad” es hablar con conocimiento de causa y ser congruente con las
orientaciones que se propone, ya que la “autoridad” ejercida recae en la humanidad y en
el liderazgo moral, porque es parte de la autoridad ser un ejemplo y modelo para no
perder respeto.
En la autoridad hay respeto genuino es decir, no solamente te respetan por ser autoridad,
por tener el cargo de autoridad.
Perder la “autoridad” conduce a ser una persona que la gente califica como autoridad
que le gusta “besar las nalgas”, “barbero”, ”brown nose”, etc, es decir conducirse con
servilismo ante otras autoridades. Pero como autoridad no es lo que realmente se desea
aunque muchas veces por conformismo, por conveniencia, etc., muchas personas que
son envestidas de autoridad, caen en esta situación, entonces han perdido la presencia
mental del motivo por lo cual se ocupa el cargo, es decir, se pierde la conciencia del
porque se está en ese puesto.
Para ser autoridad se necesita no perder el sentido de “autoridad”, el sentido de ser un
verdadero ejemplo como persona que representa un apoyo, que brinda seguridad y que
actúa con congruencia entre lo dicho y el hecho.
Como ATP adquirimos una autoridad civil y por medio de esta ejercemos una autoridad
moral, la autoridad moral es permanente, es construida a través de la vida y se enriquece
con el conocimiento que va adquiriendo en el transcurso de la vida, este tipo de “autoridad
moral” no debe cambiar con el transcurso del tiempo, la persona debe permanecer
congruente con la vida, con el desempeño, con lo que se dice y con lo que hace.
En las comunidades se encuentra gente que sin ser profesionales tienen una “autoridad”
muy respetada que incluso muchas personas acuden directamente a ellos para tratar
asuntos correspondientes a la comunidad, sin embargo cuando llegan a equivocarse y no
tienen la suficiente “autoridad”, la gente no lo perdona, porque la “autoridad” en realidad
se lo crea el sujeto y es brindada por las personas con quienes convive. El representante
de la comunidad como autoridad toma en cuenta los intereses colectivos de la gente, en
este sentido si el ATP llega en una escuela y ofrece un curso, un taller, u otro tema de
formación, podría ser escuchado por ser autoridad ATP, pero eso no garantiza que se le
haga caso si no tiene una verdadera “autoridad”, esa “autoridad moral” que ha perdido por
no ser congruente consigo mismo o porque simplemente nunca la tuvo, o sea esa
“autoridad moral” que es necesario para desempeñarse.