austin - cómo hacer cosas con palabras resumen
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Resumen básico para comprender el texto de John Austin Cómo hacer cosas con palabrasTRANSCRIPT
Austin. Cómo hacer cosas con palabras.
Diferenciación de enunciados constatativos de los enunciados realizativos.
Condiciones para que los enunciados realizativos se lleven a cabo.
Resumen Ceci
El libro Cómo hacer cosas con palabras es una recopilación de las conferencias
pronunciadas por Austin en la Universidad de Harvard en 1955. Fueron publicadas
después de su muerte, con lo que la organización de la obra no es totalmente orgánica
ya que la publicación no reproduce exactamente las notas de Austin.
El aporte que hace el autor es desde la filosofía, reflexionando sobre el significado, la
referencia y sobre el uso de las significaciones lingüísticas.
Su tesis tiene en cuenta al lenguaje en uso, no al lenguaje como una abstracción sino
teniendo en cuenta la dimensión social que este manifiesta, la conducta que el hombre
comporta a partir de la expresión de sus palabras.
Su intención principal es pensar en qué sentido hacemos cosas cuando utilizamos
palabras, cuando hablamos y considera que el lenguaje permite crear cosas. Es decir, el
lenguaje puede describir simplemente, pero también puede crear, hacer. Por este motivo
Austin distingue a los enunciados constatativos, ligados a la descripción por ejemplo,
como aquellos de los que puede decirse que son verdaderos o falsos.
Por el contrario, las expresiones realizativas u operativas, son aquellas que no
consisten meramente en decir algo, sino en hacer algo. No describen ni registran nada;
tampoco son verdaderas o falsas. Fundamentalmente, al emitir la oración se está
realizando una acción o parte de ella (ejemplos: verbos jurar, bautizar, legar, apostar).
Para considerar que la acción se ha llevado acabo, son necesarias esas palabras, más
ciertas circunstancias específicas. Es decir, tener en cuenta el contexto es fundamental
para la teoría de Austin. Si estas circunstancias no se cumplen, la acción no ha sido
llevada a cabo. En estos casos no hablamos de falsedad de la expresión, sino de que la
expresión lingüística ha sido desafortunada.
Para ampliar un poco lo anteriormente dicho, remarcamos entonces que las
expresiones realizativas no son falsas. Si las circunstancias no son las adecuadas (no se
sigue el procedimiento convencional que corresponde, la expresión no es efectuada por
la persona adecuada, no se realizan los pasos del procedimiento en forma correcta)
hablamos de infortunios. Si, en cambio, la acción es llevada a cabo pero de forma
incorrecta (con pensamientos y sentimientos que no corresponden, si quienes emiten la
expresión no se comportan adecuadamente) hablamos de abusos.
Los casos de infortunio pueden producirse porque no había un procedimiento o no
había un procedimiento aceptado, se había recurrido al procedimiento en circunstancias
inapropiadas o el procedimiento había sido realizado defectuosamente o en forma
incompleta.
Por otro lado debemos considerar a los abusos. Dentro de esta clasificación
encontramos aquellos casos en los que podemos hablar de actos insinceros y otros a los
que podemos distinguir como incumplimientos.
Cuando hablamos de actos insinceros estamos distinguiendo aquellos actos en que
los pensamientos, sentimientos y propósitos de quienes pronuncian determinadas
expresiones deben ser las adecuadas, acompañando lo que se dice. Si se felicita, pero en
realidad no estoy complacido con el logro del otro, si aconsejo algo a alguien, pero en
realidad sé que esa acción que le estoy recomendando no le redundará en ningún
beneficio, si mis intenciones no acompañan a mis palabras, entonces podemos decir que
estoy realizando actos insinceros.
De los enunciados realizativos, como anteriormente dijimos, no puede decirse que
sean verdaderos o falsos, sin embargo es menester que algunas expresiones y
circunstancias contextuales sí sean verdaderas para que el realizativo sea afortunado.
Austin se preocupa también por establecer ciertos criterios gramaticales o
lexicográficos –o una combinación de ambos- para determinar cuándo se está utilizando
una expresión realizativa y cuándo una constatativa. Sin embargo, esta tarea no es
sencilla. En primer lugar, se inclina a pensar que la persona (1°), el tiempo (presente) y
el modo (indicativo) son recursos válidos para distinguir un tipo de expresiones de
otras. Sin embargo, hay demasiadas excepciones y ambigüedades a esta regla que le
parece al autor, a priori, sensata. Para continuar con esta posible comprobación, Austin
vuelve a distinguir entre dos tipos de realizativos: los realizativos explícitos y los
realizativos primarios o implícitos. Los primeros son el resultado de la evolución
natural de los segundos. El autor comienza a hacer variados test para poder distinguir
unos de otros e indicar casos en que la ambigüedad es imposible de sondear, pero sí
puede decirse que el realizativo explícito se desarrolla a partir del realizativo primario.
Austin realiza este desarrollo entre realizativos explícitos y realizativos primarios a
partir de un tipo de realizativo que él llama realizativo comportativo, un tipo de
realizativo que se refiere a acciones y a comportamientos hacia los demás y que están
dirigidos a exhibir actitudes y sentimientos.
Por otro lado, Austin distingue aquellas expresiones que no realizativas como por
ejemplo frases de cortesía o casos en que se une la acción a la palabra.
Otro tipo de realizativos son los realizativos expositivos que son aquellos que
aparecen al comienzo de enunciados no realizativos, pero que al acompañarlos, le dan
un carácter nuevo a toda la expresión. Estos son, por ejemplo, las expresiones: sostener,
concluir, declarar, contestar, predecir, admitir, pronosticar, etc. Existen también frases
ambiguas en las que no podemos tener seguridad de que la expresión es una acción en
sí. Verbos como soponer, estar de acuerdo, pedir disculpas, puede o no ser un
realizativo explícito según las circunstancias.
Podemos decir, entonces, que Austin intenta someter a las expresiones a pruebas
muy rigurosas para poder definirlas dentro del grupo de los realizativos y constatativos,
sin embargo se percata de que existen zonas grises en las que no es fácil determinar en
qué grupo ubicar a determinada expresión.
Por este motivo Austin desarrolla el aporte central a la lingüística que es su teoría de
los actos de habla. Todo acto lingüístico está compuesto por tres actos o fuerzas: el acto
locutivo/ locucionario, el acto ilocutivo/ ilocucionario y el acto perlocutivo/
perlocucionario.
El primer acto, el acto locucionario es aquel en que se dan cuenta de la emisión de
las palabras en un cierto orden, con un cierto sentido y referencia. Para Austin el acto
locucionario es la gramática de una lengua.
Por otro lado, el segundo acto, el acto ilocucionario es una fuerza intencional.
Cuando se emite una expresión se está haciendo algo. Esa fuerza ilocucionaria es la que
imprime en la expresión aquello que hacemos (jurar, informar, prometer, persuadir,
demandar, advertir, etc.) Esta fuerza está estrechamente ligada al contexto de situación
en la que se da la expresión y está vinculada a la actitud del hablante frente a lo que se
dice. Podríamos decir, entonces, que el acto ilocucionario tiene en cuanta a la gramática
y a la modalidad.
Finalmente, Austin distingue al acto perlocutivo que está constituido por las
consecuencias que produce el acto ilocucionario: logró advertir, logró juzgar, logró
promover. El este acto la acción lingüística tiene un fin. Es importante aclarar que el
acto perlocutivo siempre se produce aunque la consecuencia que se obtenga no sea la
deseada con anterioridad.
Podemos decir entonces que con su teoría Austin logra vincular aspectos lingüísticos
y de la praxis, logrando una “pragmática lingüística”, teniendo en cuenta no solamente
los elementos gramaticales presentes en la expresión, sino también aquello vinculado
con el uso social, el contexto de situación en que se da esa expresión. Este salto
cualitativo le ha otorgado un lugar importantísimo dentro de los estudios de la
lingüística a partir de la década del ’60.