asunción de maría 2015

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ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA -15 de agosto 2015- En una de las lecturas de la solemnidad de la Asunción de María, se nos narra que apareció una figura portentosa en el cielo: una mujer vestida del sol, coronada de estrellas y la luna bajo los pies, a punto de dar a luz un varón, y frente a ella un enorme dragón rojo, dispuesto a comerse al niño en cuanto naciera; al no conseguirlo, el dragón intentará perseguir a la mujer, pero ella escapará al desierto. “Entonces despechado contra la Mujer, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos” (Ap 12, 17). Este versículo no se lee en la proclamación de hoy, pero lo he recordado a propósito de la situación o circunstancias en que actualmente se celebra esta fiesta en muchos lugares (sobre todo de España). A lo largo de la geografía española son miles los pueblos y ciudades donde el 15 de agosto es la fiesta patronal, bajo diversas advocaciones marianas. Si el día de la Asunción es, para María y para la Iglesia, la celebración de su triunfo definitivo sobre la muerte y el Maligno, para millones de personas que festejan “fiestas populares” son días en que, desgraciadamente, lo que se manifiesta es su dependencia y sumisión al Dragón del modo más rotundo, alocado y desvergonzado. Detrás del desenfreno y libertinaje con que dicen divertirse “en honor” a la patrona, no hay duda de que está, aun sin ellos tal vez darse cuenta, el influjo, la guerra, el despecho y la venganza, del Maligno. Si a lo largo de la historia del cristianismo, a medida que muchos pueblos iban siendo evangelizados, fiestas y fechas paganas dejaban de celebrarse o se llenaban de un contenido nuevo, evangélico, cristiano, hoy asistimos al proceso inverso: las celebraciones cristianas, desde la Navidad hasta la Semana Santa, pasando por las fiestas patronales, están perdiendo su contenido originario y van quedando reducidas a fiestas no ya sólo civiles, profanas, laicas (o como queramos llamarlas), sino marcadamente paganas y siniestras. Ante esta triste realidad, podríamos pensar que nada podemos hacer, que las cosas son así y ya. Sin embargo, sí que podemos hacer. Es urgente actuar. Es urgente testimoniar otro modo de hacer fiesta. El Papa Francisco ha hablado recientemente sobre la fiesta en la familia . Ha recordado que “es importante hacer fiesta. Son momentos de familiaridad en el engranaje de la máquina productiva: ¡nos hace bien!” Pero también advierte que “la fiesta no es la pereza de estar en el sofá, o la emoción de una tonta evasión. La ideología del beneficio y del consumo quiere comerse también la fiesta: a veces es reducida a un “negocio”, a una forma

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Page 1: Asunción de María 2015

ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA -15 de agosto 2015-

En una de las lecturas de la solemnidad de la Asunción de María, se nos narra que apareció una figura portentosa en el cielo: una mujer vestida del sol, coronada de estrellas y la luna bajo los pies, a punto de dar a luz un varón, y frente a ella un enorme dragón rojo, dispuesto a comerse al niño en cuanto naciera; al no conseguirlo, el dragón intentará perseguir a la mujer, pero ella escapará al desierto. “Entonces despechado contra la Mujer, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos” (Ap 12, 17). Este versículo no se lee en la proclamación de hoy, pero lo he recordado a propósito de la situación o circunstancias en que actualmente se celebra esta fiesta en muchos lugares (sobre todo de España).

A lo largo de la geografía española son miles los pueblos y ciudades donde el 15 de agosto es la fiesta patronal, bajo diversas advocaciones marianas. Si el día de la Asunción es, para María y para la Iglesia, la celebración de su triunfo definitivo sobre la muerte y el Maligno, para millones de personas que festejan “fiestas populares” son días en que, desgraciadamente, lo que se manifiesta es su dependencia y sumisión al Dragón del modo más rotundo, alocado y desvergonzado. Detrás del desenfreno y libertinaje con que dicen divertirse “en honor” a la patrona, no hay duda de que está, aun sin ellos tal vez darse cuenta, el influjo, la guerra, el despecho y la venganza, del Maligno.

Si a lo largo de la historia del cristianismo, a medida que muchos pueblos iban siendo evangelizados, fiestas y fechas paganas dejaban de celebrarse o se llenaban de un contenido nuevo, evangélico, cristiano, hoy asistimos al proceso inverso: las celebraciones cristianas, desde la Navidad hasta la Semana Santa, pasando por las fiestas patronales, están perdiendo su contenido originario y van quedando reducidas a fiestas no ya sólo civiles, profanas, laicas (o como queramos llamarlas), sino marcadamente paganas y siniestras. Ante esta triste realidad, podríamos pensar que nada podemos hacer, que las cosas son así y ya. Sin embargo, sí que podemos hacer. Es urgente actuar. Es urgente testimoniar otro modo de hacer fiesta.

El Papa Francisco ha hablado recientemente sobre la fiesta en la familia. Ha recordado que “es importante hacer fiesta. Son momentos de familiaridad en el engranaje de la máquina productiva: ¡nos hace bien!” Pero también advierte que “la fiesta no es la pereza de estar en el sofá, o la emoción de una tonta evasión. La ideología del beneficio y del consumo quiere comerse también la fiesta: a veces es reducida a un “negocio”, a una forma para hacer dinero y para gastarlo. La codicia del consumir, que implica desperdicio, es un virus malo que, entre otras cosas, nos hace estar más cansados al final que antes. Perjudica el verdadero trabajo y consume la vida. Los ritmos desregulados de la fiesta causan víctimas, a menudo jóvenes” (11/08/15).

Ante esta situación, tenemos un motivo especial para celebrar las fiestas religiosas con una particular intensidad, centrándonos en lo esencial, no reduciendo la celebración religiosa al mínimo: la Misa y poco más. No se trata de oponer actos religiosos a otros meramente profanos, pero sí de actuar con coherencia e incluso con creatividad celebrativa, evangelizadora y festiva. Vuelven a ser actuales las exhortaciones de los santos padres, a los cristianos de los primeros siglos, a no participar en espectáculos paganos. ¡No participemos e incluso protestemos por espectáculos chabacanos e incluso ofensivos que se realizan pagados con el dinero de todos!

Hoy has sido elevada por encima de los ángeles y con Cristo triunfas para siempre (antífona de entrada)

Dicho esto, vamos a reflexionar un poco sobre el contenido y significado de la fiesta –solemnidad- de la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo. La primera lectura de la Misa vespertina de la vigilia narra el traslado del arca de la alianza hasta la tienda que David había preparado. Y la de la Misa del día empieza con estas palabras: “se abrieron las puertas del templo celeste de Dios y dentro de él se vio el arca de la

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alianza”. En el contexto litúrgico de hoy, el arca de la alianza llevada o introducida en el templo de Dios evoca a María, arca de la nueva alianza, como la llamamos en las letanías, asunta al cielo.

María ha sido introducida en el cielo, en la comunión e intimidad plena de la Trinidad, en cuerpo y alma , en la totalidad de su ser, con su cuerpo ya glorificado, resucitado, a semejanza del cuerpo glorioso de Jesucristo. “Con razón no quisiste, Señor –dice el prefacio-, que conociera la corrupción del sepulcro la mujer que, por obra del Espíritu, concibió en su seno al autor de la vida”. Si el Poderoso hizo obras grandes por ella desde el comienzo de su existencia, ahora ha completado su obra. María ha alcanzado su madurez, su felicidad, su plenitud, su triunfo.

Para hacernos una idea de esta realidad no contamos con instrumentos técnicos ni análisis clínicos o psicológicos, ni mucho menos con reportajes o documentos mediáticos, sino únicamente con la luz de la fe. Es necesario proyectar potentemente la luz de la fe para atisbar la grandeza de María asunta al cielo. Las comparaciones con la madurez, la felicidad, la plenitud o los triunfos de esta vida resultan totalmente inadecuados. Respecto a María asunta al cielo, madurez es santidad y capacidad inmensa, plena, de amar, felicidad es comunión divina, conocimiento y goce saciativos de la verdad y del bien, plenitud es integridad y totalidad sin puntos de referencia terrenos, belleza física y espiritual, triunfo es gloria a semejanza de Cristo resucitado, señorío y realeza, participación singular en el poder salvador del Señor. Pero ¿qué puede significar todo esto si no se tiene fe o es muy débil? Apenas nada.

Consuelo y esperanza de tu pueblo, todavía peregrino en la tierra (prefacio)

Cuando escucho o leo que alguien ha conseguido algún éxito, un equipo de fútbol, un atleta, un artista, un político…, la noticia me afecta más o menos positivamente en la medida que el protagonista me es más o menos cercano (si es mi equipo, si es compatriota, si me cae bien…) o me produce cierto rechazo si me parece un triunfo banal e incluso podría suscitar cierta ira y tristeza (envidia). El triunfo de María podría dejarte indiferente, lo cual sería una señal de que ella cuenta poco en tu vida o de que no sabes realmente de qué se trata; incluso provocar envidia, al pensar que ella es ahora tan feliz y tú sigues aquí, en este valle de lágrimas, pasándolas canutas (estrechas). Pero, sepámoslo o no, querámoslo o no, Ella es alguien muy cercano a nosotros y su triunfo nos afecta.

“Ella es figura y primicia de la Iglesia que un día será glorificada”, cantamos en el prefacio. Podemos alegrarnos por el triunfo de María porque ella es nuestra madre. Podemos alegrarnos porque su triunfo será el de la Iglesia y el de cada uno de sus miembros. Lo que ella ya ha alcanzado puede ser objeto de nuestra esperanza. Las aspiraciones que todo hombre tiene al conocimiento y goce de la verdad, a alcanzar y gozar del bien y de la felicidad, a la salud total, física, corporal, y psicológica, en plenitud, a un amor fiel, pleno y sin fin, a la madurez personal…, se han realizado ya en María y se nos han prometido también a los demás discípulos de su Hijo. Su asunción es, para nosotros, todavía peregrinos en la tierra, consuelo y esperanza.

El filósofo existencialista ateo francés J.P. Sartre decía: “el hombre es una pasión inútil” y “los otros: he ahí el infierno”. La vida será una pasión inútil para quienes esperan su plenitud y felicidad de y en este mundo. Desde luego, san Pablo ya había afirmado: “Si solamente para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, ¡somos los más dignos de compasión de todos los hombres!” y, si no va a haber resurrección, “comamos y bebamos, que mañana moriremos”. “¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron” (1 Cor 15, 19. 32. 20). La solemnidad de la Asunción de María es un canto de esperanza, un canto al futuro de la humanidad que, poniendo su esperanza en Cristo, se lanza a buscar los bienes de allá arriba. María es, para nosotros, motivo de consuelo, de ayuda, y de firme esperanza.