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CARTA PASTORAL A LOS HERMANOS ASOCIADOS AL DIOS DE LA VIDA Nuestra vida de oración Hermano Álvaro Rodríguez Echeverría, FSC Superior General 25 de diciembre de 2002

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CARTA PASTORAL A LOS HERMANOS

ASOCIADOS AL DIOS DE LA VIDA

Nuestra vida de oración

Hermano Álvaro Rodríguez Echeverría, FSCSuperior General

25 de diciembre de 2002

25 de diciembre de 2002Natividad del Señor

Queridos Hermanos:

“Doy gracias a mi Dios cada vez que me acuerdo deustedes, y siempre que rezo por todos lo hago conalegría… En cualquier circunstancia recurran a laoración y a la súplica, junto a la acción de gracias,para presentar sus peticiones a Dios. Entonces lapaz de Dios que es mucho mayor de lo que se puedeimaginar, les guardará su corazón y sus pensamien-tos en Cristo Jesús” (Fil. 1,3-4; 4,6-7).

En estos días navideños, que despiertan en nosotrosel deseo de compartir con las personas que amamoslo mejor de nosotros mismos, como el Padre lo hizoal enviar a su Hijo al mundo, no puedo encontrar otrodon mejor para compartir con ustedes, misHermanos, que esa paz de Dios que es mucho mayorde lo que se puede imaginar.

Pero la paz, según San Pablo y como lo podemos veren la primera parte de este texto, es consecuencia y

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fruto de una vida centrada en Dios a través de unaoración continua, de súplica, acción de gracias, peti-ción, que permita que nuestros corazones y pensa-mientos encuentren su plenitud en el Señor Jesús. Nocabe duda, por consiguiente, que estamos asociadosal Dios de la vida, al Dios que en Jesucristo vino adarnos vida y vida en abundancia (Jn 10,10), como legustaba recordar al Fundador (Meditaciones 45,1;112,3; 196,3; 201,3). Éste será el tema de la presen-te Carta Pastoral.

Ante el año que termina.

El final de un año es un tiempo favorable, un verda-dero “kairós” para mirar hacia adelante. Ciertamentedebemos mirar hacia el pasado, con agradecimientopor la acción de Dios en nuestras vidas y en la vidadel Instituto. En este sentido compartiré ahora conustedes algunas de las experiencias que a nivel per-sonal más me han impactado, pero invitándolossobre todo a mirar con confianza el futuro. Como ex-presaba muy bien Karl Rahner al hablar delAdviento: “Con demasiada frecuencia y sobrada li-gereza nos sumergimos en lo que denominamos elpresente… Pero si no miramos hacia el futuro, enrigor no sabemos cuál es el significado y el objetodel quehacer presente. Adviento nos convoca a quemiremos el futuro y planifiquemos algo para pasadomañana, con la plena convicción, de que si nuestroproyecto para el próximo futuro debe tal vez fraca-

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sar, sin embargo, hemos sobrevivido al futuro inme-diato con valentía, frente a la resignación miope yhemos demostrado que tenemos fe en el eterno futu-ro de Dios”.

Viaje Pastoral a África.

Durante casi tres meses y en tres diferentes etapas hevisitado con el Hermano Yemanu, ConsejeroGeneral, todos los distritos, subdistritos y delegacio-nes de la RELAF a excepción de Madagascar, debi-do a la situación política del momento. Han sido 12países en los que los Hermanos y colaboradores rea-lizan un bien enorme en favor de los niños y jóvenes.África nos hace tomar conciencia de que somos unInstituto internacional, pluriétnico y pluricultural.Estas diferencias enriquecen nuestro carisma que nopuede ser leído a partir de una sola cultura.

África representa para nosotros una gran esperanza.Junto con América Latina es la Región que cuenta conmás Hermanos jóvenes y formandos. Naturalmente,hay también muchos desafíos, provenientes muchosde ellos de la etapa de crecimiento y consolidaciónque se vive. Quiero agradecer a los Hermanos venidosde otros países que han hecho posible con su espíritumisionero y su entrega generosa el desarrollo que hoyvivimos. No me gusta el término expatriados con elque muchas veces se les califica, porque indica lo quedejaron. Me gustaría más bien un término, no sé cuál,

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que expresara lo que han encontrado y ha marcadoprofundamente sus vidas.

Y a los Hermanos africanos quisiera decirles con laRegla, que deben sentirse como los primeros respon-sables de la inculturación en su propio medio de vida(R. 18b). El esfuerzo mayor, me parece, lo debemoscentrar en un adecuado discernimiento vocacional,en dar una prioridad efectiva a la formación inicial ya la formación de formadores nativos, una respuestacreativa a las ingentes pobrezas del continente a tra-vés de nuestro carisma de educación cristiana.Espero que la situación en Costa de Marfil que hansufrido directamente los Hermanos de nuestra comu-nidad de Daloa encuentre una pronta solución y noafecte a nuestro Escolasticado ni al CELAF.

Encuentros con Jóvenes Lasallistas.

He tenido la gracia de encontrarme en dos momentoscon grupos internacionales lasallistas. En el mes dediciembre pasado participé, en Sidney, Australia, enel Sexto Encuentro de Jóvenes Lasalianos organiza-do por la PARC (Asia, Pacífico). Había 180 jóvenesprovenientes de países de muy diversa cultura y reli-gión como Japón, Tailandia, Sri Lanka, Filipinas,Singapur, Australia, Papua Nueva Guinea y NuevaZelanda. Particularmente dos cosas me impresiona-ron en este Congreso. Primero, el ver cómo jóvenesde tantos países, culturas y hasta religiones diversas

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se encuentran identificados con los valores lasalianosde fe, fraternidad y servicio, en los que encuentranun sentido para sus vidas, y, en segundo lugar, ysobre todo al final del encuentro, el deseo de todos dehacer algo por los demás y la pregunta muchas vecesrepetida: ¿Qué podemos hacer?

Una experiencia parecida viví más recientemente enQuebec, Canadá, durante el Simposio Internacionalde jóvenes lasalianos. Este encuentro realizado del12 al 17 de julio, tenía una doble finalidad. Por unaparte, ver la posibilidad de crear un Movimiento in-ternacional de Jóvenes Lasallistas, y por otra, com-partir experiencias de fe, fraternidad y servicio vivi-das en las distintas regiones del Instituto.Participaron unos 145 jóvenes y acompañantes pro-venientes de más de 20 países. De nuevo, la expe-riencia de fraternidad, así como el deseo de haceralgo significativo por los más pobres y necesitadosfue evidente.

Actualmente, con la coordinación del HermanoWilliam Mann, Vicario General, se están dando lospasos para la constitución de un Comité Internacionalde Jóvenes Lasalianos. Quisiera añadir el impacto tanpositivo que tuve al conocer personalmente a algunosjóvenes voluntarios norteamericanos en mi recientevisita a Nueva York. Tengo una profunda admiraciónpor ellos y por lo que hacen, particularmente en laAsociación de las Escuelas San Miguel.

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Personalmente, estoy convencido de que los jóvenesrepresentan hoy para el Instituto una gran fuerza yque si queremos asegurar el futuro de nuestro caris-ma, debemos tener la capacidad de atraerlos a vivirnuestra vocación o a formar parte de nuestra asocia-ción en sus diversas posibilidades.

Un aniversario para recordar.

El 13 de febrero de este año hemos recordado el 20ºaniversario del martirio del Hermano SantiagoMiller. Habiéndolo conocido durante el tiempo quetrabajó y murió en Guatemala, su recuerdo tiene paramí una connotación muy especial. El HermanoSantiago, como los otros mártires del Instituto, nosrecuerdan que los niños y jóvenes que Dios nos haconfiado nos deben llegar tan profundamente al almaque debemos estar dispuestos, como nos dice elFundador, a dar la vida por ellos.

En una de sus últimas cartas, en la que presentaba susvotos para el nuevo año 1982 a una familia amiga,les decía: “Dios sabe por qué sigue llamándome aGuatemala, cuando algunos amigos y parientes meaniman a dejar este trabajo en aras de mi comodi-dad y seguridad. He sido Hermano de La Salle porcerca de veinte años y el compromiso de mi vocaciónse ha fortalecido en el contexto del trabajo enCentroamérica. Pido a Dios su gracia y su fuerzapara servirlo fielmente con mi presencia entre los

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pobres y oprimidos de Guatemala. Confío en su pro-videncia y pongo mi vida en sus manos”. Que estaspalabras animen nuestra propia entrega y en particu-lar la de aquellos Hermanos que están viviendo si-tuaciones políticas difíciles.

Gabriel Drolin y nuestra presencia en Italia

Otro importante aniversario ha sido el tricentenariode la llegada del Hermano Gabriel Drolin a Roma.Los Hermanos y la Familia Lasaliana de Italia lo hancelebrado con especial relieve. Y posiblemente elacto más significativo fue el encuentro de la FamiliaLasaliana Italiana con el Papa, el día de su cumplea-ños. El Aula Paulo VI con más de 7.000 lasalianosfue el marco de este inolvidable encuentro.

El Papa en su alocución, entre otras cosas nos dijo:“Los veintiséis años pasados en Roma por elHermano Gabriel, como único exponente delInstituto, constituyen una lección de su fidelidadtotal a su vocación religiosa y educativa. Son unejemplo de profundo espíritu religioso y de sano re-alismo en afrontar los imprevistos y fatigas de cadadía. Por eso el Hermano Gabriel es un modelo al quedebemos mirar hoy con admiración, porque la fide-lidad al carisma y a la misión lasaliana exigen siem-pre coraje y ánimo intrépido y a toda prueba. Lasobras educativas lasalianas siguen siendo un recur-so providencial para el bien de la juventud, de la

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Iglesia y de toda la sociedad. Por esto, la fidelidadal carisma necesita más que nunca de nueva inspi-ración y creatividad, para poder responder, de modoadecuado, a las necesidades del mundo de hoy”.

Las innovaciones educativas

El Papa al afirmar que las obras educativas lasalianassiguen siendo un recurso providencial, nos invita avivir nuestro carisma con “nueva inspiración y crea-tividad”, y éste es precisamente el tema de la cam-paña para este año, tal como aparece en nuestraCircular 448: Hacia el año 2007, página 29.

Sabemos muy bien que muchas veces el sistema edu-cativo, se ha inclinado más por la tradición que porla innovación. Hoy, debemos superar esta tendencia,dando más fuerza a nuestra capacidad de inventar, decrear, de innovar, porque lo que está en juego es elfuturo del ser humano y su supervivencia. Es impor-tante, no conformarnos con la tendencia innata de re-producir estructuras, sino más bien el buscar cómomodificarlas y mejorarlas, principalmente aquellasestructuras que aseguren un mundo más justo, unasociedad más participativa y una vivencia más radi-cal de los valores cristianos.

A lo largo de nuestra historia, las necesidades de losjóvenes han despertado siempre la capacidad creati-va de las respuestas lasalianas. Por eso, la primera

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condición para innovar es conocer y amar la realidaden la que vivimos con sus luces y sombras, sus másy sus menos. Este contacto con la realidad nos debellevar en segundo lugar a transmitir un conocimientoque no se contenta con los contenidos, sino que daprioridad a la capacidad de búsqueda, conscientes deque es más importante ayudar a los jóvenes a encon-trar un sentido a sus vidas, que llenar sus cabezas deideas; a tener la capacidad de seguir aprendiendo,que saber mucho. Y finalmente, debemos tener el in-genio de hacer que nuestros alumnos se comprome-tan en la construcción de un mundo mejor, a partir deun profundo espíritu de solidaridad.

La educación lasaliana, por consiguiente, debe estarmuy atenta a las situaciones que hoy vivimos, y espe-cialmente a la defensa de los Derechos del Niño, quedebe ser una característica de la Familia Lasaliana ensu conjunto; al fenómeno de la globalización, que nosdebe hacer muy sensibles a aquellos que van quedan-do excluidos y a las nuevas pobrezas; a la transmisiónde la fe en base a una sólida antropología cristiana,abiertos a un diálogo ecuménico e interreligioso, mar-cado por el respeto y la tolerancia.

Pastoral Vocacional

En los primeros días de noviembre tuve la oportuni-dad de participar en Madrid en un Encuentro dePastoral Vocacional organizado por la ARLEP. Este

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encuentro ha sido preparatorio al que se tendrá anivel europeo en noviembre del 2003. Esto me daocasión de recordar lo que se aprobó en nuestro 43ºCapítulo General: “Que cada Región del Institutopor su cuenta o en unión con otras, organice y reali-ce un Encuentro Lasaliano de Pastoral Vocacionalen el año 2003...” (Propuesta 26).

Creo que todos somos conscientes de que el tema delas vocaciones es un tema vital para nosotros. Perocreo que lo principal no es la supervivencia, el nomorir. Lo fundamental es responder a las necesida-des crecientes de los pobres y de los jóvenes, res-ponder con fidelidad a sus llamadas. Ellos son nues-tra razón de ser. Por eso, estoy seguro de que todaslas Regiones tomarán muy en serio la preparación yrealización de este importante Encuentro. Sabemos,por ejemplo, que las Regiones de RELAL, USA-Toronto y Canadá francófono están ya preparando larealización conjunta del mismo.

El Congreso europeo de las Vocaciones celebrado en1997 recogía la invitación del Papa a dar un saltocualitativo en la Pastoral Vocacional. Y en este senti-do nos decía: “Es tiempo de que se pase decidida-mente de la “patología del cansancio” y de la resig-nación, que se justifica atribuyendo a la actual ge-neración juvenil la causa única de la crisis vocacio-nal, al valor de hacerse los interrogantes oportunosy ver los eventuales errores y fallos a fin de llegar a

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un ardiente nuevo impulso creativo de testimonio”(Nuevas vocaciones para una nueva Europa, 13).

Con el fin de ayudar a la preparación y reflexiónsobre este tema, enviaré en los próximos meses untexto personal en base al que presenté en elEncuentro de la ARLEP.

Declaración del Consejo General

En el mes de septiembre, al inicio de nuestro terceraño de servicio, los Hermanos del Consejo Generalrealizamos una reflexión sobre el ministerio de ani-mación llevado a cabo e hicimos una declaraciónque ya ha comenzado a ser compartida a nivel detodo el Instituto y que lo seguirá siendo en los pró-ximos meses.

Es un acto de fe en la vida ante la invitación del Diosde Israel: Escoge la vida, para que vivas tú y tu des-cendencia (Dt 30,19). Y por eso reafirmamos nuestrafirme convicción acerca de la relevancia en el mundode hoy de la Misión lasaliana de educación humanay cristiana, de animar iniciativas innovadoras enfavor de los jóvenes en situación de riesgo y las ne-cesidades urgentes de los pobres, de la importancia yla gran necesidad en el mundo de hoy de las comu-nidades de Hermanos, de comunidades educativaslasalianas, de comunidades de Asociados, de comu-nidades de Hermanos y Asociados que vivan juntos,

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que ofrezcan signos de comunión gozosa y espaciossagrados de acogida y disponibilidad.

Esperamos que estas convicciones puedan ser com-partidas en primer lugar, por ustedes, Hermanos ypor todos los que participan del carisma lasaliano,conscientes de que juntos y utilizando la fuerza, la fey la vitalidad de cada uno es como podremos realizarla misión que Dios nos ha confiado.

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ASOCIADOS AL DIOS DE LA VIDA

Nuestra oración hoy

La vida de oración del Hermano hoy.

Nuestra vocación de Hermanos nos asocia al Dios dela vida, manifestado en Jesucristo, para continuar suobra salvadora. Es aquí donde debemos situar nues-tra oración. Como nos dice el Fundador: “Ustedesejercen un empleo que los pone en la obligación demover los corazones; y no pueden conseguirlo sinopor el Espíritu de Dios. Pídanle que les conceda hoyla misma gracia que otorgó a sus apóstoles, y quedespués de haberlos colmado de su Espíritu parasantificarlos, se lo comunique también para procu-rar la salvación de los demás” (Meditación 43,3).

Del 17 al 22 de junio de este año, los jesuitas tuvieronun encuentro sobre la renovación litúrgica en nuestraCasa Generalicia. Al final del mismo, los participan-tes pidieron al Padre Kolvenbach que escribiera unacarta sobre la liturgia en la que insistiera en la necesi-dad de dar una mejor formación en este campo a losjóvenes jesuitas. El Prepósito General, con el finohumor que lo caracteriza, respondió a dicha demandamanifestando su sorpresa y diciendo: Me encanta verque hay todavía jesuitas que creen en la eficacia de

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una Carta del General. (Cf. National CatholicReporter, 5 Julio 2002, pág. 7). Con la misma espe-ranza, Hermanos, les escribo esta Carta con la certe-za de que todos estamos convencidos de la importan-cia de la oración en nuestras vidas y para dar vida.

1. Nuestro mundo y la oración.

Nadie duda que estamos viviendo en un mundo enmutación. No pretendo hacer una descripción de loscambios que estamos viviendo y de los cuales somosprotagonistas o receptores. Me fijaré simplemente enalgunas características de nuestra realidad hoy, por-que me parece que al hablar de la oración debemospartir de los signos de los tiempos, siempre ambi-guos, pero que nos manifiestan los caminos insonda-bles de Dios.

Vivimos hoy en un mundo que nos seduce no tantopor los grandes relatos que nos presenta, sino por lassensaciones que cotidianamente nos ofrece. Todosconocemos las posibilidades de la tecnología moder-na a través de las imágenes y sonidos. Al mismotiempo, no debemos olvidar que cuando Dios se hizocarne en Jesús, la máxima expresión de su presencia,se nos comunicó a través de los sentidos: “Lo quehemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, loque hemos contemplado y han palpado nuestrasmanos... se lo comunicamos...” (1 Jn. 1,1-2).

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La contemplación nos permite, a su vez, por un lado,tomar distancia de esas sensaciones, purificarlas y si-tuarlas en su verdadero valor y por otro, entrar enellas para descubrir la presencia misteriosa de Diospor medio de los ojos de la fe como nos invita repe-tidamente el Fundador. Además, podemos ver en estarealidad una llamada a redescubrir el lenguaje narra-tivo de una fe que nace de unos acontecimientos sal-víficos. Ante los excesos de un lenguaje discursivo,que a lo mejor, ha sido, también, el de nuestra ora-ción, ¿no será esto una llamada a una sensibilidadcontemplativa que parte de la vida, se deja interpelarpor los sentidos y descubre a Dios en lo cotidiano?

Vivimos en un mundo en el que la vida se ha acele-rado y en donde la eficacia es prioritaria. Podemoscomunicarnos casi al instante con todo el mundo, lasrelaciones se multiplican, el trabajo nos exige ritmosfrenéticos, las comidas son rápidas, los compromisosmúltiples, los movimientos en las “bolsas” se reali-zan en segundos, viajar de un continente a otro escuestión de horas, los inventos y las modas se suce-den… Esto facilita, ciertamente, la solución de mu-chos problemas pero nos puede llevar a responder alo urgente olvidando lo importante. La oración esuna llamada de atención que nos ayuda a sintonizarel tiempo de Dios, que es el tiempo de lo esencial, delamor, de la escucha, de la relación personal tranqui-la, de la hondura espiritual, de la gratuidad.

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Como nos dice el jesuita Benjamín GonzálezBuelta: “El valor de la eficacia como dimensiónfundamental, se puede trasladar a otras dimensio-nes de la vida, incluida la dimensión apostólica.Puede privarnos de la dimensión de la gratuidad,que, sin negar la necesidad de buscar la eficaciaen todos nuestros trabajos, nos puede despojar dealgo que va mucho más allá y toca las profundida-des más hondas del ser humano. El amor, la amis-tad, el sacrificio por otras personas sin asegurarnada a cambio con ningún contrato, son decisivospara la relación con Dios y con los demás. No exis-te una vida verdaderamente humana sin gratui-dad” (Orar hoy, Diakonía, enero-marzo 2002,págs. 52-53).

Vivimos hoy la globalización, un mundo sin fronte-ras, abierto al intercambio cultural y al diálogo inte-rreligioso, en el que los rostros se hacen cercanos yhay más tolerancia, pero en el que paradójicamentelas guerras se multiplican, la lucha contra el terroris-mo es prioritaria y las políticas migratorias se endu-recen. Vale la pena preguntarnos qué puede significaresto para nuestra oración. Creo que es una invitacióna ampliar sus horizontes, a no dejar a nadie fuera, acontemplar con respeto las diferencias que nos com-plementan y enriquecen, a sensibilizarnos con elquerer de un Dios, que como nos recuerda elFundador, quiere que todos se salven.

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Vivimos en un mundo que favorece el individualis-mo y el intimismo. Por un lado, estamos pasandosegún varios autores del homo faber al homo ludens,de Prometeo a Narciso, del hombre económico alhombre festivo para el cual lo principal no es traba-jar sino disfrutar. Basta echar una mirada a ciertaspsicologías modernas para descubrir que el centrodebe ser el yo. Freud nos habla de la satisfacción delos deseos, Maslow, de la autorrealización mediantela satisfacción de las necesidades primarias, Adler dela afirmación del propio papel y superioridad en laconfrontación con los otros.

No cabe duda que uno de los grandes méritos delmundo de hoy es la importancia dada al yo personal.Pero sabemos que se trata de un valor relativo, por-que según el Evangelio “el que busca su vida la pier-de y el que la pierde la encuentra” (Mt. 16,25). Eldesafío permanente es descentrarnos de nosotrosmismos para centrarnos en Dios y en su plan de sal-vación en favor de la humanidad. Paradójicamente,sabemos que éste es el camino de una plena realiza-ción. Siempre me ha llamado mucho la atención estepensamiento del Fundador, en una Carta escritapocos meses antes de su muerte, invitándonos a se-guir este itinerario: Me parece que lo único que debopedir a Dios en la oración es que me descubra lo queÉl exige de mí y me ponga en la disposición que mequiere (Carta 5).

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Al mismo tiempo, esta búsqueda del propio yo quecaracteriza nuestro mundo, puede ayudarnos a recor-dar el papel central que en la oración debe tener lapersona, el cara a cara con Dios en la intimidad denuestro ser único e irrepetible. Nuestra tradición la-saliana ha dado mucha importancia, y con razón, alaspecto comunitario de la oración, pero esto no debehacernos olvidar que la oración tiene una dimensiónpersonal, que me parece, no siempre hemos desarro-llado adecuadamente. Lo expresaba de una maneramuy hermosa el 42º Capítulo General: “Creemos quenuestra relación con el Dios de Jesucristo no se dejaprogramar; que nuestras historias y nuestros cami-nos espirituales son variados y que la conversión y elprogreso espiritual dependen del misterio entre Diosy la persona de cada uno de nosotros” (Circular 435,pág. 52).

2. La oración en el pasado reciente delInstituto.

En el Instituto tenemos una larga tradición en rela-ción con nuestra vida de oración. La historia de san-tidad de tantos de nuestros Hermanos y las invitacio-nes hechas durante más de trescientos años porCapítulos Generales, Circulares, Cartas Pastorales yeventos especiales así lo manifiestan. Quiero fijarmeúnicamente, y no de manera exhaustiva, en lo quehemos vivido en este campo a partir del CapítuloGeneral de 1966-67.

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En 1971 el Hermano Charles Henry enviaba una cir-cular a cada Hermano sobre Nuestra vida de oración,solicitada por la reunión intercapitular de Visi-tadores. Se trataba de una interpretación y un co-mentario al capítulo X de la Regla y al hacer la pre-sentación del mismo, nos decía: “Como el Fundadordebemos considerar siempre la oración como unavida. Vida que pretende que Jesús viva en nuestro co-razón para llevar su mensaje liberador a los jóvenesde hoy. Esta vida debe alimentarse. Esta vida debecomunicarse. Esta vida tiene necesidad de desarro-llarse. Y esto, tanto comunitariamente como perso-nalmente” (Circular 395, pág. 5).

En la Circular sobre Nuestra vida comunitaria de1979, el Hermano José Pablo Basterrechea y suConsejo dedicaban un Capítulo a La Vida de Oracióndel Hermano. Como las Circulares de esta década,era un comentario a las proposiciones aprobadas porel 40º Capítulo General. En la parte dedicada a laoración se hacía una invitación a vivir con coheren-cia nuestra vocación de Hermano y afirmaba: “No sedecide uno a rezar a raíz de un discurso convincen-te: se reza como se ama, cuando uno abre los ojossobre Dios, sobre los jóvenes que se nos confían,sobre nuestros Hermanos, sobre el mundo que hayque salvar… Hay que salir de sí y caminar como losdiscípulos de Emaús” (Circular 410, pág. 66). Y ensu Carta Pastoral de 1984 nos invitaba a tomar a Diosen serio: “En los proyectos personales como en el

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proyecto comunitario, no siempre se ve claramenteque Dios sea el centro y objetivo focal, que la obraen que nos vemos empeñados sea vista como suya yque de Él dependa el éxito real y el sentido exacto decuanto emprendemos” (pág. 13).

El Hermano John Johnston dedicó su Carta Pastoralde 1990 al tema de la Identidad y la Oración como ele-mentos inseparables en la vida del Hermano. Se defineal Hermano en la segunda parte de esta Carta comohombre de oración. Oración que debe ser “acrecenta-miento de la conciencia de la presencia amorosa delSeñor y de nuestra presencia ante Él” (pág. 24). Peroal mismo tiempo el Hno. John nos hace ver cómo laenseñanza del Fundador sobre la oración insiste en suvinculación con la vida: “La Salle instó a losHermanos a ver la relación entre su oración y su ser-vicio diario a los jóvenes. Debían presentar sus expe-riencias al Señor y les mandó interceder por aquellos“confiados a su cuidado” (pág. 31).

Me parece que el mensaje de nuestros tres últimosSuperiores Generales es muy claro. Cada vez nuestraOración es considerada en la perspectiva de nuestravida y nuestra realidad, como elemento integrador delas tres dimensiones que nos constituyen comoHermanos: nuestra consagración a Dios, nuestra mi-sión apostólica, nuestra vida comunitaria.

Tres acontecimientos vividos en estas últimas déca-

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das me parecen muy significativos en lo relativo anuestra vida de Oración. Me refiero al Simposio dela Oración de 1980 con ocasión del Tricentenario delInstituto, al Año dedicado a la Oración en 1995 res-pondiendo a una propuesta del 42º Capítulo Generaly a la publicación del Cahier Lasallien 50 en 1989.Tuve la gracia de participar activamente en los dosprimeros, como miembro del Simposio y en la ela-boración del material de apoyo por el ConsejoGeneral para el Año dedicado a la Oración.

El Simposio fue para mí una experiencia inolvidableque me ayudó a descubrir mejor la riqueza de nues-tra oración lasaliana vista desde distintas culturas ysensibilidades. Me parece que el Credo que entonceselaboramos sintetiza muy bien la riqueza descubier-ta. Es un acto de fe en la oración como don y arte;una invitación a re-examinar la calidad de la presen-cia de Dios y del pueblo al que servimos en nuestrasvidas; una llamada a compartir nuestra oración a par-tir de nuestra propia pobreza; es reconocer la oracióncomo imperativo existencial personal sin olvidar sudimensión comunitaria; es iluminar nuestra vida conla Palabra de Dios; es descubrir que nuestro ministe-rio nos impulsa a la relación directa y permanentecon ese Dios por quien trabajamos y que da sentidoa nuestra actividad apostólica.

El 42º Capítulo General había propuesto 1995 comoun año dedicado específicamente a la vida de oración

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del Hermano y el Consejo General preparó un ricomaterial para ser utilizado a lo largo del año. En lapresentación del mismo se expresaba lo siguiente,que me parece resume la finalidad que se buscaba:“Hablar de oración es descubrir que cuando elEspíritu dice en mí, Padre, me hace hijo amado y va-lioso. La oración es creer en mí mismo. Es descubrirque no puedo decir Padre, si no soy fraterno y soli-dario. Orar es tener capacidad de donación y entre-ga. Es potenciar mi ser de Hermano. Pero honesta-mente, sabemos que no siempre es así. No siempre te-nemos presente a Dios. Experimentamos, a menudo,la tensión entre nuestro trabajo y la oración; entreciertos valores negativos que el mundo nos presentay nuestras estructuras de fe. No siempre la oración espara nosotros una convicción profundamente motiva-dora, como tampoco, algunas veces, encontramos elapoyo comunitario tan necesario en nuestra búsque-da del Señor”. Siete años después me parece que estetexto tiene plena vigencia para nosotros.

Finalmente, quisiera terminar este recorrido históricoparcial recordando la nueva versión de laExplicación del Método de Oración con notas y co-mentarios de los Hermanos Michel Sauvage yMiguel Campos, publicada como Cahiers Lasalliens50 en 1987 y traducida al inglés y al español. Siguesiendo una referencia obligada no sólo durante elNoviciado, sino también a lo largo de nuestra vida,como alimento y guía de nuestra manera lasaliana de

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buscar a Dios, el Dios de Jesucristo que quiere “quetodos tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn.10,10). Conscientes de que nuestra oración “ocupa-ción interior y aplicación del alma a Dios” (EMO 1)es inseparable de nuestro compromiso histórico conla persona humana.

Nuestro Método de Oración.

Una de nuestras mayores riquezas espirituales es elMétodo de Oración que nos dejó el Fundador, notanto por la estructura que nos ofrece sino por lasgrandes intuiciones que encierra y que pueden ilumi-nar nuestro itinerario espiritual a condición de quelas hagamos nuestras.

Penetrarnos de la Presencia de Dios.

Para el Fundador no hay oración que no parta de unaPresencia. “Lo primero, pues, que debe hacerse en laoración es penetrarse interiormente de la presenciade Dios” (EMO 3). Pienso que ésta es la primera ymás importante de las intuiciones lasalianas de la ora-ción y la que más ha enriquecido mi propia oración.

Si tomamos distancia de las actividades y relacioneshabituales no es para encerrarnos en nosotros mis-mos en una introspección narcisista sino para ir al“fondo”, al “corazón” para el encuentro con Dios, yel encuentro con nosotros mismos por encima de los

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personajes; esto nos permitirá, desde la fe, ver mejorlo que hacemos, purificar las motivaciones ambi-guas, renovarnos en una entrega más desinteresada ygratuita como la de Dios. Si Paulo Freire nos invita atomar distancia de vez en cuando del quehacer peda-gógico para poder volver a él renovados, gracias a laprofundidad de una reflexión personal, ¿no será estotambién, normal en nuestro ministerio?

Lo que pretenden los nueve actos de la Primera Partees prolongar el diálogo con Dios. El profundizar larelación entre un Dios siempre presente que toma lainiciativa y se revela como Dios salvador y miseri-cordioso, y entre un hombre que reconoce su peque-ñez y sus limitaciones y que en Cristo Jesús aceptaser amado y salvado. En este sentido decía GabrielMarcel que orar es aceptar ser amado.

La oración es diálogo y no podría ser de otro modo.Diálogo de amor con Dios en el que Él tiene la ini-ciativa. El Fundador nos invita a una presencia siem-pre viva, a penetrarnos de un Dios siempre presente.De hecho, a medida que crece el amor, la oración seconvierte en la simple atención amorosa al Dios pre-sente. Es la presencia cálida de los que se aman y secomunican a un nivel de interioridad sin necesidadde palabras y gestos. Ponerse en la presencia de Diosno es recordar una teoría, es reconocer el paso deDios en nuestra historia. No se trata de una evasión ode un aislamiento individualista, porque el Dios

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Viviente me alcanza a mí, en mi historia personal yme invita a colaborar en su “obra”, lo que significaen primer lugar, ser testigo e instrumento, sacramen-to de su amor.

Al igual que el Fundador, debemos considerar aDios, más que como trascendencia, como transpa-rencia, que se revela en el mundo, en los aconteci-mientos, en nuestra historia, en el hermano o herma-na, en el pobre. El encuentro con Dios en la personade Jesús: “Nadie va al Padre sino por mí” (Jn. 14,6),es inseparable del encuentro de Jesús en la personadel hermano: “Cuanto hicisteis a uno de estos her-manos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt.25,40). Dios presente en la creación, nos invita acontinuarla; Dios presente en nuestro yo más íntimoy en nuestros hermanos y hermanas, nos invita acreer en la dignidad humana y a crear comunidad;Dios presente en la Iglesia nos invita a construirla,presente en la Eucaristía, a continuar su entrega.

Contemplar el misterio de Jesús.

En la segunda parte del Método de Oración, lo quepodemos llamar el cuerpo de la oración, el Fundadorquiere que contemplemos a Jesucristo en elEvangelio, para que el ejemplo de su vida y sus en-señanzas nos ayuden a transformarnos en Él. Es unainvitación a contemplar a Jesús como nuestroCamino, Verdad y Vida.

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En el fondo, la persona, actitudes, palabras, accio-nes de Jesucristo son el tema único de la oracióndel Hermano. Por eso el Evangelio es nuestro pri-mero y principal libro de oración. En definitiva, setrata de tomar en serio la humanidad de Jesús cen-trándonos en los acontecimientos de su vida y pro-longándolos en la nuestra. Esto es lo que elFundador entiende por “espíritu del misterio”: lacontemplación de Jesucristo, que por su espírituvive y crece en la relación del Hermano con susdiscípulos, con sus Hermanos, con las personas conlas que se relaciona. La Palabra de Dios, el miste-rio de Jesús contemplado en la oración, debe trans-formarse en palabra vivida y actualizada. El Jesúsante los ojos y en el corazón, de la escuela sulpi-ciana, sólo tendrá autenticidad si termina siendoJesús en las manos.

Por eso podemos decir que la oración lasaliana tienecomo coordenadas la Realidad y la Palabra de Dios.Se trata de leer la realidad a la luz de la Palabra. LaRegla nos dice que debemos encontrar en la SagradaEscritura, la fuente primordial de nuestra oración,que cada día debemos leer y meditar la Palabra deDios: “Cada día leen y meditan la Palabra de Dios”(R. 67). En este sentido Karl Barth decía que los dosprincipales libros de oración del hombre de hoydeben ser la Biblia y el periódico, y en AméricaLatina se ha hecho popular el decir que debemosrezar con un oído en el Evangelio y el otro en el pue-

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blo. Esto que nos parece tan actual es ya parte denuestra rica herencia lasaliana.

La Palabra de Dios debe ser “la ración de cada día”(Ex. 16,4), que nos nutre, nos permite conocer mejora Dios y su Voluntad, y nos permite integrar mejornuestra propia identidad. La oración inspirada en laPalabra que la Liturgia nos presenta cada día es unelemento unificador de nuestra espiritualidad. Por lamañana nos dejamos penetrar por la Palabra como elcampo se deja penetrar por la lluvia; reactualizamoscomo María el misterio de la Encarnación, el Verbose hace carne en nosotros y después como María enla Visitación lo llevamos a los demás. La Palabra me-ditada debe convertirse en Palabra compartida.

La Iglesia nos invita hoy a compartir no sólo connuestros Hermanos sino también con otros miembrosdel Pueblo de Dios la lectura orante de la Escritura:“La meditación comunitaria de la Biblia tiene ungran valor. Hecha según las posibilidades y las cir-cunstancias de la vida de la comunidad, lleva al gozode compartir la riqueza descubierta en la Palabra deDios, gracias a la cual los hermanos y las hermanascrecen juntos y se ayudan a progresar en la vida es-piritual. Conviene incluso que se proponga estapráctica también a los otros miembros del Pueblo deDios, sacerdotes y laicos, promoviendo del modomás acorde al propio carisma escuelas de oración,de espiritualidad y de lectura orante de la Escritura,

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en la que Dios “habla a los hombres como amigos,trata con ellos para invitarlos y recibirlos en su com-pañía” (V.C. 94). Ésta sería otra forma muy concre-ta de compartir nuestro carisma.

La realidad se nos presenta bajo una doble forma: na-turaleza e historia. El Fundador casi no toca en susescritos el tema de la naturaleza. Pero al invitarnos amirarlo todo con los ojos de la fe, implícitamente,nos invita a descubrir a Dios en sus criaturas.Debemos estar muy abiertos a las maravillas de Diosen la naturaleza y a las gestas de Dios en la historia.Como nos dice el Hermano Noé Zevallos: “Mirartodo a la luz de la fe es mirar la economía, la políti-ca, la sociología, los problemas mundiales, lo leídoen los periódicos… todo a la luz de la fe. Mirar todoes encontrar en todo la presencia de Dios también através de su ausencia. Por lo tanto para ser testigosdel Señor en este mundo que lo abandonó, que no lonecesita, debemos presentarnos en medio de loshombres como si hubiésemos visto al Invisible”(Vayan y Evangelicen, pág. 17).

Encarnar en la vida lo contemplado en laoración.

El Dios descubierto en el fondo del corazón es elDios de la historia de la salvación, el Dios deJesucristo. En su presencia hemos confrontado nues-tra propia existencia con las exigencias de su miste-

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rio, manifestado en Jesús. Ahora se trata de volver ala existencia, ya que la oración pretende desembocaren la vida y esto de una manera muy concreta: conresoluciones “presentes, particulares y eficaces”(EMO 75).

Lo importante es proseguir la oración en el corazónde la vida, para lo cual el Fundador nos da tambiénmedios muy concretos como el recuerdo de laPresencia de Dios a lo largo de la jornada, para rea-vivar el fuego encendido en el fondo del corazóncada mañana; o el uso frecuente de jaculatorias: “dehecho, en ciertos momentos puede surgir espontáne-amente de los labios del hombre y en el corazónmismo de un acontecimiento que está viviendo ungrito hacia Dios, grito de gozo, grito de angustia,grito de confianza, grito de fidelidad. Esta “flecha”hacia Dios brota del “fondo” de una relación deamor” (Campos, Sauvage, Explicación del Métodode Oración, pág. 434), haciendo de la Palabra deDios, el principio dinámico e inspirador de todanuestra existencia.

Así, la oración puede culminar en un acto de ofreci-miento, no sólo de las resoluciones sino de toda laexistencia: “Ofrézcome también a mí mismo a Vos,¡oh, Dios mío!, con todas mis acciones y toda miconducta durante el día” (EMO 121). Es nuestra li-turgia del corazón, el culto agradable a Dios, nuestramisa cósmica, prolongada en la historia de cada día,

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con el único deseo de cumplir la voluntad de Dios ysu proyecto salvador. “Dignaos aceptar, os suplicoDios mío, el deseo que tengo de agradaros a Vossólo, y de glorificaros perfectamente, cumpliendo in-cesantemente vuestra santísima voluntad” (EMO121). De esta manera, nuestra oración se identificacon el dinamismo interior del Padre nuestro, la ora-ción cristiana por excelencia: Padre, venga tu Reino.

No quisiera terminar esta parte de la Carta sin haceruna alusión muy sentida a nuestros Hermanos mayo-res. Muchos de nosotros aprendimos a orar gracias aellos, y para muchos Hermanos siguen siendo testi-monio vivo de la importancia de la oración en la vidade cada día. Creo que hoy siguen teniendo un papelmuy importante que desempeñar gracias a su fideli-dad, a su experiencia y a la sabiduría que dan losaños. Los invito a que sigan ayudándonos a vivir conmayor autenticidad nuestro encuentro con Cristo; aque sigan acompañando a muchos jóvenes en susbúsquedas espirituales y de sentido, a que prolon-guen su vida apostólica siendo “maestros de ora-ción” y a que sean intercesores en favor de nuestroInstituto, de las vocaciones y de las necesidades denuestro mundo.

Les recuerdo también lo que nos dice el Fundador,en los Deberes del Cristiano, al presentarnos lasdistintas formas de orar a Dios de corazón: por si-lencio, por pensamientos, por afectos, por accio-

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nes…, para terminar diciéndonos, “pero uno de losmejores modos de orar a Dios de corazón es orarpor sufrimientos, y esto se hace cuando se soportancon paciencia las penas que Dios envía, con inten-ción de honrarle o de procurarse algún provecho,sea espiritual, sea temporal” (Cahier Lasallien 20,págs. 473-474).

Nuestra vida litúrgica.

La Eucaristía.

Aunque la Regla afirma que la Eucaristía debe ani-mar la vida toda de los Hermanos (R. 70) muy a me-nudo, me parece y he oído comentar a otrosHermanos, la hemos convertido en un ejercicio depiedad más. Sin embargo, la Eucaristía es una cele-bración que expresa y alimenta cada día, (expresióntípicamente lasaliana para señalar qué es lo más im-portante) los valores de nuestra vida consagrada. Esuna invitación a revivir sacramentalmente los lazosde nuestra fraternidad; a escuchar la Palabra de Diosy dejarnos interpelar por ella; a sintonizar con la ac-titud sacrificial de Cristo; a renovar el compromisode servicio y misión que el Señor nos ha confiado.

En primer lugar la Eucaristía construye nuestra co-munidad. Hay una relación muy estrecha entreEucaristía y fraternidad. San Pablo decía a los cris-tianos de Corinto: “Aún siendo muchos formamos un

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solo cuerpo porque comemos un mismo pan” (1Cor.10,17). Claro que la fraternidad debe existir ya antesde la celebración, al menos, una actitud inicial de fra-ternidad, con todas sus limitaciones y ambigüedades.Pero el celebrar la Eucaristía en común da a esa vo-luntad un estímulo y un alimento. Vivir en comuni-dad no es fácil. La fraternidad religiosa es un caminomás que un punto de partida, es algo que se “cons-truye” (R. 49). La comunidad es siempre imperfec-ta, pero consta de personas que aprenden cada día,comulgando con Cristo a ser más Hermanos.

En la Eucaristía la Palabra nos educa a diario, porquecomo nos dice el Fundador “no se aprende a hablara Dios sino escuchándole” (Med. 64,2). LaEucaristía es lugar de la escucha de una Palabra quenos permite mirarnos en el espejo de Cristo, que nosconvierte de nuestras actitudes no evangélicas, quenos invita a identificar nuestra voluntad con la deDios. “Como enseña la tradición espiritual, de lameditación de la Palabra de Dios, y de los misteriosde Cristo en particular, nace la intensidad de la con-templación y el ardor de la actividad apostólica”(V.C. 94).

El carácter sacramental de la Palabra, hace a Diospresente, no sólo de una manera personal e íntimasino como una presencia que nos asigna un lugar enla historia de la salvación. La Palabra de cada día enla Eucaristía nos convierte en parte de la gran histo-

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ria de la salvación. Nuestras pequeñas historias sonintegradas en la historia salvífica de Dios.

La Eucaristía no sólo es signo eficaz de la entrega deCristo en la cruz, de su muerte redentora, es tambiénun signo, un sacramento de nuestra propia entre-ga. “En ella cada consagrado está llamado a vivirel misterio pascual de Cristo, uniéndose a Él en elofrecimiento de la propia vida al Padre mediante elEspíritu” (V.C. 95). Nuestra vida diaria con sus mo-mentos de felicidad y de dolor, se hace sacramentoen la Eucaristía. A medida que entramos en comu-nión con Cristo Siervo, nos hacemos nosotros tam-bién servidores. En la Plegaria Eucarística III sepide que lo que celebramos nos vaya convirtiendoen “ofrenda permanente”. Ésta es también la visióndel Fundador al pedir a cada Hermano, en el mo-mento del Ofertorio: “unirse con el sacerdote y conJesucristo mismo, para ofrecerle, como una víctimaque le sea enteramente consagrada, su cuerpo y sussentidos, sus inclinaciones y sus pasiones...”(Colección de varios Trataditos, Cahier Lasallien15, pág. 72).

Estamos llamados, finalmente, a prolongar el miste-rio eucarístico, de entrega y donación, para la vidadel mundo. “El pan que yo les voy a dar, es mi carnepor la vida del mundo” (Jn. 6,51). En la Eucaristía,nos dice la Declaración, los Hermanos renuevan “ladisponibilidad constante para servir a los jóvenes a

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quienes son enviados” (D. 20,10). No debemos olvi-dar que la fe cristiana nos invita a salir del templo, asalir de nosotros mismos para encontrarnos con elhombre herido a la orilla del camino. El Hermanodebe encontrar a Dios en la Eucaristía, pero tambiénen los niños y jóvenes, especialmente los pobres,bajo la fragilidad de humildes signos como los delpan y el vino.

La Eucaristía debe tener para nosotros una proyec-ción apostólica fundamental. “La comunidad reuni-da para celebrar la Eucaristía recobra vigor y con-solida su unidad por el don del Espíritu. Está llama-da a experimentar en la vida cotidiana y a reforzarpor la práctica, la fuerza de curación, de reconcilia-ción, de soporte mutuo, de puesta en común de lasenergías con vistas al crecimiento del Reino”(Campos, Sauvage, Explicación del Método deOración p. 119).

El final de la Eucaristía no es la Comunión, sino laMisión. Podemos decir, como nos invita HenriNouwen en varios de sus escritos, que la dinámicaque brota de la Eucaristía va de la comunión a la co-munidad, y de ésta al ministerio. Nuestra experien-cia de comunión –como a los discípulos de Emaús–nos envía primero a nuestros Hermanos para com-partir con ellos nuestras historias y construir conellos un cuerpo de amor. Luego como comunidadpodemos salir en todas las direcciones y llegar a

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toda la gente con el corazón en ascuas y con los ojosy oídos bien abiertos.

La Liturgia de las Horas

Otro momento privilegiado de nuestra oración li-túrgica es la celebración de las Horas, a la que nosinvita la Regla: “Los Hermanos se congregan almenos por la mañana y por la tarde para celebrarla Liturgia de las Horas, unidos a la alabanza y ala intercesión permanente de la Iglesia. Puedentambién organizar otras formas de oración que ex-presan la vida de la comunidad” (R. 71). Esta ora-ción debe ser para nosotros alimento de nuestra fey espiritualidad, e impulso para nuestra entregaapostólica.

Por una parte, la Liturgia de las Horas nos permiteexperimentar la presencia del Señor resucitado aquien nos unimos con toda la Iglesia para presentarnuestra oración al Padre; por otra, nos va educandoen una actitud de admiración y meditación gozosa desus obras y, al mismo tiempo, con su ritmo de luz yobscuridad, mañana y tarde y la oración sálmica querecoge los sentimientos y experiencias que marcan laaventura humana, introduce nuestra historia personaly comunitaria en el plan salvífico de Dios.

Las Laudes, al iniciar nuestro día, nos recuerdanque al término de la noche con su obscuridad, la

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historia continúa y la vida nos abre a una nuevaaventura. Es una invitación a comenzar de nuevo ypor eso dirigimos nuestro primer pensamiento aDios, cantándole nuestra alabanza con el optimismodel primer amanecer de la creación: “y vio Dios quelas cosas eran buenas” (Gén. 1,18). Pero tenemostodavía otro motivo mayor para comenzar nuestrajornada con la oración. En la aurora del domingo dePascua, Jesús resucitó y desde entonces la presenciaentre nosotros de Jesús siempre joven, simbolizadapor la luz de la mañana, es un acto de fe que ilumi-na, da sentido a nuestra historia y nos invita a vivircomo hijos de la luz desarrollando las cosas buenasque hay en el mundo.

Las Vísperas, al caer de la tarde, despiertan en noso-tros una serie de sentimientos que presentamos alSeñor. La satisfacción por la jornada que termina,que se transforma en acción de gracias y alabanza,con María, porque el Señor ha estado con nosotros yha hecho en y a través de nosotros cosas grandes. Almismo tiempo podemos experimentar un sentimien-to de inquietud y de arrepentimiento, porque nosiempre hemos respondido al proyecto salvador deDios y reconocemos nuestras incoherencias y debili-dades. El día que termina, nos dispone, también, auna visión sapiencial de la vida, recordándonos sucaducidad pero invitándonos a poner nuestra con-fianza en Cristo, luz que no conoce ocaso.

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CONCLUSIÓN

Personalmente pienso que una de las característicasmás ricas de nuestra oración lasaliana es su carácterapostólico. Nuestra espiritualidad es una espirituali-dad unificadora porque es el mismo Espíritu el quenos consagra como Hermanos y el que mueve el co-razón de los jóvenes a los que educamos. Por eso nopodemos separar la Explicación del Método deOración de las Meditaciones para el tiempo deRetiro. El Fundador tiene numerosos textos en susmeditaciones que nos invitan a vivir una tensión vitaly dinámica entre oración y misión. Quisiera señalarsolamente el siguiente: “Así, cuando os suceda en-contrar alguna dificultad en la dirección de vuestrosdiscípulos –pues habrá algunos que no aprovechenvuestras instrucciones y en quienes notéis cierto es-píritu de libertinaje– , recurrid sin titubear a Dios, ypedid insistentemente a Jesucristo que os anime consu Espíritu, puesto que os ha escogido para realizarsu obra” (Med. 196,1).

No podemos, por consiguiente, separar en nuestrasvidas estas dos dimensiones. De lo contrario nos con-vertiríamos en una sociedad filantrópica, que sinduda haría mucho bien, pero que sería incapaz dehacer visible el Evangelio de Jesús que da sentido anuestras vidas. Es triste escuchar a veces que los dostemas que acaparan hoy el mayor interés y preocu-pación de los religiosos son el dinero y el envejeci-

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miento. Nada más opuesto a un auténtico celo apos-tólico que el pensar que debemos dejar de lado laoración para tener más tiempo para nuestro servicioa los demás. Es éste precisamente el que debe des-pertar en nosotros la necesidad de la oración. Es más,nuestra oración nunca debe tener una finalidad ex-clusivamente privada, siempre tiene que estar abier-ta a las necesidades del mundo. Me parece muy sig-nificativo, al respecto, lo que nuestro Fundador nosdice en otra de sus Meditaciones: “Pues tenéis ejer-cicios que se han establecido para vuestra propiasantificación; con todo, si sentís celo ardiente de lasalvación de los que estáis encargados de instruir, nodejaréis de hacerlos sino que los encaminaréis a estaintención” (Med. 205,2).

Quisiera añadir una palabra sobre la dimensión perso-nal y la dimensión comunitaria de la oración. Piensoque aquí se trata también de una tensión dinámica quedebe tener en cuenta e integrar ambas formas de ora-ción. Hemos dicho que nuestra oración personal esúnica e irrepetible porque brota de una persona con unnombre propio, pero a la vez tenemos un apellidocomún pues hemos unido libremente nuestras vidas auna comunidad que se inspira en la espiritualidad y enlos valores lasallistas. Debemos crecer en ambos senti-dos. La Regla nos pide que la comunidad favorezca elambiente y las condiciones necesarias para la oraciónpersonal de sus miembros, y, al mismo tiempo, organi-ce de la mejor manera la oración comunitaria.

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Me parece que el problema se da cuando reducimos laoración comunitaria a una serie de ejercicios que hayque cumplir. En este caso la oración personal, al noestar programada y brotar únicamente del corazón ydel encuentro gratuito con Dios, fácilmente desapare-ce del horizonte de nuestros intereses y la oración co-munitaria se convierte en una carga que debemos lle-var. Y sin embargo, como dice el Hermano LarrySchatz: “La forma de nuestra oración no es tan im-portante cuanto el hecho de que los Hermanos nosreunimos para orar. Rezar juntos es un apoyo esencialen nuestra vida de Hermanos… Deseo ansiosamenteel tiempo de la oración comunitaria, por el gran sen-tido de apoyo y paz que me da el saber que, juntos, es-tamos centrados en Dios” (Brothers, pág. 20).

La Regla prevé que podamos abrir nuestra oracióncomunitaria a otras personas. Pienso que esto haríamás visible a los demás esta dimensión de nuestrasvidas, que a veces pasa oculta, pero además sería unaocasión de compartir nuestra espiritualidad y de en-riquecernos con la espiritualidad de los demás.Quedé muy impresionado, en una visita que hice aLyón antes del Capítulo General de 1993, por unaviso que estaba en una de las puertas de la capilla delos Hermanos que da al patio de los alumnos en laMontée des Carmes y que decía: Los Hermanos nosreunimos para orar a tales y tales horas, si deseas par-ticipar con nosotros estaremos muy contentos deacogerte.

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El Fundador nos invita a terminar cada día nues-tra oración acudiendo a María, poniendo bajo suprotección lo que hemos hecho, concebido y re-suelto (EMO 122). En una palabra, se trata demirar a María para continuar con ella la obra sal-vífica. Por eso en una de sus meditaciones maria-nas más hermosas nos pide dejarnos penetrar,como María, por la Palabra de Dios y comunicar-la a los otros de manera que nos “convirtamospor su intercesión en tabernáculos del Verbo deDios” (Med. 191,3). Esto, Hermanos, es lo quepido al Señor, por intercesión de María al termi-nar esta Carta.

Si la Eucaristía, como hemos visto, no es un ejerci-cio de piedad sino una vida, nuestra relación conMaría no debe ser una mera devoción sino una ma-nera concreta de vivir el Evangelio como ella lo hizo,desde la sensibilidad femenina de acogida, profundoamor, entrega, desinterés y gratuidad. Como nos dicePaulo VI: “Ante todo, la Virgen María ha sido pro-puesta siempre por la Iglesia a la imitación de losfieles no precisamente por el tipo de vida que Ellallevó y, tanto menos, por el ambiente socioculturalen que se desarrolló, hoy día superado casi en todaspartes, sino porque en sus condiciones concretas devida, Ella se adhirió total y responsablemente a lavoluntad de Dios; porque acogió la palabra y lapuso en práctica; porque su acción estuvo animadapor la caridad y por el espíritu de servicio; porque,

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es decir, fue la primera y la más perfecta discípula deCristo: lo cual tiene valor universal y permanente”(Marialis Cultus, 35).

Fraternalmente en de La Salle

Hermano Álvaro Rodríguez EcheverríaSuperior General

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