así fué calvino van halsema

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Page 1: Así fué calvino   van halsema
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Prefacio

Con permiso de

House

T E L L P. O. Box 2348 GRAND RAPIDS, Mich.

El libro "Así fue Calvino'' ha sido escrito con el propósito de dar a conocer la historia de su vida. Trata de presentar a Juan Calvino de una forma real, resumiendo lo más posible interesantes detalles de su fascinante e inspiradora personalidad. No pr-e- tende discutir su teología, pues para esto existen otros trabajos de autores mucho más autorizatlos.

Es sorprendente ver lo mucho que podernos sabe1 sobre Calvino y su vida estudiando sus cartas y escri- tos; los relatos y reportajes de sus días y rriuchos li- bros que se han escrito sobre él. Todos rne han sido de gran utilidad, y de una forina especia1 me ha ayu- dado la temporada que pasé en Estrasburgo y Gine- bra, durante el verano de 1958. La empresa de escri- bir este libro i'ue acometida con gran entusiasmo en nuestro hogar. Mi marido ha colaborado con la apor- tación de materiales, ideas e inspiración para el texto. También se ha encargado del índice. Por todo esto y mucho más, deseo desde aquí expresarle nli gratitud.

Estoy también muy agradecida al Dr. Juan Kromminga presidente y profesor de Historia de la Iglesia en el Seminario de Calvino de Grand Rapids, por su amabilidad en revisar el texto.

Al morir Calvino, su amigo Guillermo Farel ex- clamó: "Cuán fielmente ha corrido la noble carrera. Corramos como el, de acuerdo con la gracia que nos ha sido dada". Mi esperanza es que este hurnilde rela - to sobre la kistoria de Calvino sea de inspiración en la carrera que cada uno de nosotros debe correr.

T. V. H.

F rand Rapids. Michigan 3 de Abril de 1959

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Prólogo A LA PRIMERA EDICION ESPANOLA

A mis Padres

CLARENCE Y TESSIE BOUS\/1,4

que me iniciaron en el estudio de

la personalidad de Calvino.

Una biografia e n relieve puede ser ll(~?r2u~do el libro de la señora T l ~ e a Vun Halsen~a, "AS1 FUE J U A N CAL V I N O ".

E n efecto, otras 7~iografius del celebre rejor-rrtndor suelen ser- z~na clesc?-ipción general o coinenlada (le su vida y de su obra; pero la autora Iiu subi(1,o c:;coycr- de los clocun~entos de la época, sobre lodo (le Las cartu,s del gran reíorn~aclor y d e su personuL observución e n la ciudades europeas que fuer-on escenario de La IZe- fornza, cíeta.lles n~inuciosos, que n o suelen e~ztrorcl~-arse e n otros libros; los cuales, conzbinuclos COTZ ac ln~%~-ut~ le i~abilidad y acierto por la escritora, t ransl~o~-la?t Lite- rulmente al lecto.1- a los tiempos de Calui?~.o y Le /i?cen vivir las escenas que describe. El libro resullu d e cse ?nodo una .1za7-ración lanto mcis apasiona,?zle que L?LCIZ- quier nouelu, con La indudable ventrr. ja, I/ est irnzl Lo puru el lector- a?-r~ante del suber, de que cada rasgo 9 detulle es pura historia, basudu e n docunze~tios.

N i unu línea de la nolable obra que tier~es e n Lus ??Lanos, apreciado leclor, es ?~tera íicción; por- consi- yuienie, cada ?ni7tuto en~pleado e n s z¿ lectura sigai fi- caru unta sóliclcL adqu,isici6n de co?zoci??¿ierttos ÚLilcs, sobre uno de los pei-sonajes más gl-andes I/ 71zd.s dis- cz~tidos de la Historia.

Otra gran cualiclwcl d e este libro es su vi.sió?z cle conjunto de la Refornza. No se t?-ata de ,z~rta si.rr~]~le biogru.fia de Culvino, pues no se li.r?i?ita a refer-irnos Zu vida de este personaje de la Rejo?-nza, sino que ubarca todo el nzovi.17~iento religioso d e l siglo X V I , situando cronológica~~~,ent e cada suceso I~ist ór%co ei-z relación colz. la biogafia clel gran rcfor?nuclor- y iizebl-i-

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ASÍ FUE CALVINO ASÍ FUE CALVINO

no. De esle i12odo el lector vive la epoca de la Rejor- ina, no sólo e n Ginebra, sino e n todo Eur.opa, .y pue- d e obseruur los irrás i7r~portantes acon¿eci?nieritos del s r ~ l o en i~izftita relación. Gracias al condensado ZJ ame- rzo estilo de la escritora, con la simple lecPura de una biogr.u/zu. n o muy extensa puede aprencler, sin cun- soncio ni aow-rimiento, casi lo nzisino que ~nedlante el estudio de zma voluminosa I~istoria d e la Retor?no.

- - -- - En eslos dias e n que el Movimiento Ec?~ménico es-

1d dando una visión T ~ L ~ S amplia y comprensiva a mi- llones d e perbonas acerca de los erro?-es del pasado, piol~ios r/ ajenos, el libro de la Sra. V u n Halseina es czlruorcli?za.r.iurp~ent e oportuno y útil, por- SZL i n d ~ S C Z L -

1zble g muyni f ica ob jetividud. Aquí qztedan clescritus c'on inuno ir~aestra, g sin ~is imularlos e n lo rnás mi- nilno, los errores g clebil idades de los pro-l~ombres de 2u R e l o r ~ ~ ~ a al iyuc~l qite sirs virtudes. Sus fracasos y desulienlos, sus actos de lvulor. Los pecados propios o de sus mcis intirrtos ullegcrdos o farniliu7.e~ salen u. la luz con el mismo relieve que La malicia o pecaCos de strs enemigos. 8 s hisloriu, pz~ra historia, tal como cjuie- r-e conoce/-la el lector inteligente d e la segunda mitad del siglo X X , católico o protestante.

Esla oó jelividud l~ace la presente obra extraordina- ua.n~enle útil, n o tan solantente para el público de alueru sino también pura los pastores, diáconos g ? ~ ~ ~ U L ~ T G S responsabies de las iglesias evangélicas. "Corno una gota de agua se parece a otra, así el coi-a- z6n d e u72 hofmbre se parece a otro" -dijo Salomón; g por 101 ruxón resulta bien cierto qzte "la historia se repite", aún en cil-cunstancius y tiempos diferentes.

-- -

E1 Culvino unrudo y uborrecido, alternativame~zte, por el j~iteblo de aquella ciudad a la cual corzsayrfi s z ~ ziáa, es un ejemplo aleccionador para el pueblo cris- titrno (!e n:tes[ros dias, asi como paulu g c o n s ~ ~ e l o pa-

ru ~nuchos servidores de Dios qite todavia se ven, ?j se cerán, víctimas de las veleidades del corazón humano. jEs tan fácil para las masas dejarse llevar por cuul- quier viento contrario al principio de az~loridad, por ccuánime que sea, o utentatorio a lu buena repi~tación de un líder fiel! jEs tan común la ingratitud 3 la injus- ticia e n un mundo de pecadores!

Lo hermoso en la ?~istor-ia de Calvino iis que terrni- na bien. Los ediles y el pueblo de Ginebra sz~pieron ~econocer y rectificar a tiempo su error, ello sal116 a lu propia ciudad del caos; e hizo mucho (más eficaz la gran labor del notable servidor de Dios para ir~fluen- ciar u1 munrlo entero. Dios bendijo '4 Ginebra dur-ante siglos porque la ciudad del Lago supo hacer justicia, al fin, al afligiclo servidor del Señor.

Aparentemente, quien trató a Calvino con muyor dz~rezu jue Dios mismo. Pero Calvino hab ja Aecl~o bri- llar el olvidado principio de la soberanía de Dius. N-o una cirbitruriedad irracional, como han pretendido al- gunos exayerados seguidores suyos de siglos posterio- .,-es, a los cuales el propio Calvino se adelanta a reju- t a , ~ , según parece, e n los capítulos 11 y V I de S I L larno- S, obra: "lnstil.i~ciones de la Religión Cristiana"; juéa- se Apéndice) pero si, el n.otable principio de que Dios nzfnca se equiroca, y que el nzal es bien cuando su mano soberana lo permite. Que ha de crilrn,plirse al lin Romanos 8; 28 y 2.- Corintios 4 ; 16-18. Con esta le con- fortó Calvino e n su propio t i emj~o y e n años posterio- res a millares de mártires. ¿Tenia que salir é l indemne?

E n su caso, como e n el de injinidacl de fieles hijos de Dios, las cadenas y las llamas j,zteron si~.stitz~idos por tnjernzedades, disgustos, contrariedades y penalidades d,iversas; pero eran y son parte de la mismu prueba, la cual es dada según la medida de la fe de cadu uno, ya que e n su ficlelidad, Dios n o deja a ningztno cle szts i ~ i -

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ASÍ FUE CALVINO

jos ser probado ntás allá de lo que pueda soportar. La f e de Calvino era mug juerte; por consiguiente quiso el Seiior I~acerle un ejemplo a millares que tendrían que honrar a Dios sufriendo pruebas, y ser espec2áculo wleccionador a Los hombres y a los ángeles, de ~ Z L ente- ra confianza. amor y sumisión al Padre ceLestia2.

Por ese motivo ize7nos tenido nzuclza sat islacci0n. g co~zsidera?nos un v e r d a d e ~ o privilegio, el poder po- ner este libro e n manos de los lectores de habla espa- cola erz nueslra propia patria y e n las republicas d e Arnki-ica y Filipinas.

La tarea no I L ~ sido IáciL; pues podríamos necir que la autora n o narra, sino que pinta Las escenas que decribe, y a la fluidez de s u estilo une un léxico abun- danle y escogido. S i algún leclor desea ampliar sus conocimientos de la lengua de Shaltespeare le invitu- rnos u leer el libro e n su versión original y pro7zío que- rixí, e n jusia revanchu {como dijimos jovialmente a la aulora, que estudió español e n su jz~ventud), poner e n sz~s manos, algún buen ejemplar de las obras cer- zlant inas.

Confiadantente esperamos que este Libro, único e n su género, Iza de ser para nzuchos lectores, n o tan so- luntente un ameno elemento de cultura histórica, sino tambiCn un medio cle elevación espiritual, por el magizifico ejemplo IJ estímulo que nos ofrece la rec- ta , t e m z e inquebrantable conducta de tales persona- jes, y particularn~ente la figura gigantesca d e Cal- wno, dentro de las luces g posibiliilades de su siglo.

jQu6 aumirable si algún joven lector se ptopusiera firmemente imitarla dentro de las mayores luces, y ventajus del nuestro! /Quiera Dios que así sea!

Samuel V I L A Tarr asa. España, Febrero de 1965

I N D I C E

I P a r t e

DIOS ME CONDUJO AS1

CAP.

1 II 111 IV v

VI VI1 VI11

IX X

XI XII

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Prefacio Prólogo a la primera edición española . .

. . . . . . . . . . . . . . . El priiner hogar de Calvino . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Un abogado astuto

. . . . . . . . . . . . . . . . . . Roma, Wittemberg, París . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Vida estudiantil

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Cambios políticos . . . . . . . . . . . . Estudiante de Jurisprudencia

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Escritor arruinado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La fuga

. . . . . . . . . . . . . . . . . . Entre nobles y eruditos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Errante y perseguido

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Un Libro y un rey . . . . . . . . . . . . . . . Viajero por Italia y Francia

11 P a r t e

HOMBRE DE DOS CIUDADES

1 Un misionero valiente y atrevido . . . . . . . . . 75

11 La ciudad del Lago . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111 Lucha por la Libertad

8 7 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . IV El reto ... 9 1 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . V Victoria en Lausanile 97

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . VI Un agudo problema 9 9

VI1 Reforma a toda costa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103

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AS^ FUE CALVINO

VITI MLLs dificultades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . IX El exilio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . X Pastor en Estrasburgo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

XI Roda difícil pero ideal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XII En las Dietas de Worms . . . . . . . . . . . . . . . . . .

XIII Un llamamiento de lo Alto . . . . . . . . . . . . . . .

111 P a r t e DE LAS TINIEBLAS A LA LUZ

CAP . 1 El nuevo hogar de Ginebra . . . . . . . . . . . . . . .

11 Las Ordenanzas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111 La peste . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . IV Partida de Idelette . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . V Los Amigos de Calvino . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

VI I-Iumilde en la grandeza . . . . . . . . . . . . . . . . . . VI1 Nuevas luchas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

VI11 Nuevos apiiros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . IX Miguel de Servet . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . X ¿Quién queinó a Servet? . . . . . . . . . . . . . . . . . .

XI Derrota de los Libertinos . . . . . . . . . . . . . . . . . . XII Ginebra, ciudad de Dios . . . . . . . . . . . . . . . . . .

XIII Ginebra. sede cultural y evangelística . . . . . . XIV Si la casa terrestre se deshiciere . . . . . . . . .

Apéndice . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Parte 1

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El primer hogar de Calvino Una mujer y un niíío salían de la sombría cate-

dral a la luz del día que respia.ndecía en la plaza del mercado.

De costumbre, la plaza estaba atestada de gente y de animales. Molineros que habían vendido ya sus sacos de harina preparaban los asnos para regrtsar al campo. Hombres montados a caballo paseaban por encima de los guijarros. Vestidos de negro y marrón, curas y monjas proseguían su camino.

La mujer echó una corta mirada y se interno en 13 multitud. En sus ojos místicos se reflejaba todavía la einoción, del confesionario. Parecía que sus labios no habían cesado todavía en sus oraciones a los santos. La gente la llamaba una mujer piadosa. Era tan pia- dosa como hermosa, y esto significa que era en gran iilanera piadosa. El muchacho, medio escondido en los amplios pliegues del vestido de su madre, escudri- fió la escena con sus pequeños pero penetrantes ojos y se fij6 en cada uno de los detalles.

Siguiendo su camino por la ciudad, ambos Ilega- ron por fin a su hogar. Ehtraron silenciosamente en la casa, que además de hogar era también oficina. Detrás de las grandes vidrieras de cristal verdoso, el cabeza de familia trabajaba sentado en su mesa, arre- glando asuntos de la Iglesia. Gerardo Calvino, era abogado de sacerdotes y canónigos, a más de secreta- rio del Obispo. Los hombres que trabajaban para la Iglesia le visitaban contínuamente. Reñían y se dis- putaban en su presencia. Delante de él planeaban y maquinaban ara ensalzarse a sí mismos. Si se en-

La casa de hoy6n, donde nacid Calvjno

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EL PRIMER H O G A R DE CALVINO

contraban con problemas o apiir-os acudían a él en busca de ayuda. Gerardo Calvlno trabajaba incansa- blemente desde su importante puesto en favor de la iglesia y los clérigos. Era un hombre perspicaz, apre ciado y respetado por todos. Y era también astuto en velar por sus propios intereses.

El abogado de la Iglesia seguía adelante dentro de su pequeño mundo. Había luchado desde el día en qiie abandonó el pueblo y el trabaje de sus padres. ¿Para qué ser un tonelero, fabricando ciihas y barriles, cuando podía tener una pluma en la niano en vez di3 iina sierra y un cepillo? A media hora de camino del hogar de SUS padres, en la a rn~ ra l !~da ciudad france- sa de Noyon, se e~tableció el hijo del tonelero. L,a gen- te Ilarnó afortunado a Gerardo Calvino cuando se cacó con Juanita Lefranc, hermosa hija de un posadero retirado. Su primer hijo fue Carlos. Los dos siguientes murieron y luego vino Jiian, el muchachito de los ojos penetrantes que vino a ser el favorito de si15 nadres. Nació a la 1'26 de la tarde, el 10 de Junjo de 1509. Des- pués de Juan nació otro hijo que se llamó Antonio.

Fue probablemente la pcste que reató a la hermosa .Juana Lefranc de Calvino cuando su hijo Juan con- taba sólo 3 años. Una madrastra entró en el hogar de 10.. tres miirhashos. y añadió a la familia dos niñas. Año7 d e ~ i i 6 s . tiiinclilc raramente mencionó los años de su prirr~era iriventiicl, ,T~lan escribió sobre lana p~queña pere~rinacibn criie hahía Pecho con su pronia madrc. Ambo<: carninarori j i iritos por más de dos ho- ra? Dor el V P ~ ~ P haita la c r m i t ~ de Santa Ana, la abue- 12 terrenal de1 Seña' Gl~iar in por sil piadosa madre, c1 pc:uiieño ,T i lan bpró vrecioqa r ~ l i ~ l u i a del cráneo de carita Ana criie pctaha en iln receptáculo de oro. rodeado de cii ios y flores y de los ro~ t ros adorante5 de ctros peregrinos.

Se decía que estos huesos eran una reliquia rniiy preciosa. Por ello la ermita estaba siempre atestada. En Noyon se encontraban muchas otras reliquias, to- das estimadas con fe corno reales. En aquellos dias la gente era capaz de creerlo todo. Se suponía que ha8ía cabellos de Juan el Bautista, un diente del Seiior, un poco del Maná del Antiguo Testamento, y algunas mi- gas del pan milagroso que Jesús multiplicó para afi- mentar a cinco mil personas, según se nos relata en el Nuevo Testamento.

En la catedral había un fragmento de la corona de espinas. Había también reliquias de menor impor- tancia como los restos de un tal San Eloy. Las monjas de la Abadía y los curas de la Catedral estal~arl con- tínuamente en disputa acerca de donde se hallaban estos huesos, si en Ia Abadía o en la Catedral. Los fu- ribundos argumentos no encontraban nunca final. Ni siquiera el Parlamento francés tuvo éxito en resolver la cuestión.

Por catorce años el pequeño Juan vivió en Noyon, en la provincia francesa de Picardia. Dentro de las viejas murallas liabitabari diez mil personas. Ya en aquel tiempo la ciudad era consideraba como muy an- tigua. Quinientos años después de Cristo, Noyon se convirtió en Sede episcopal. Aquí el gran Carlo Mag- no había sido coronado rey de los francos en el ario 768. Por el 1200 se había levantado piedra a piedra la inmensa mole de la oscura catedral que sobresalía so- bre todo lo demás en la ciudad.

Noyon estaba llena de curas, monjas, canónigos, carjellanes y cualquier otra clase de empleados de la Iglesia. Todos rniraban por sus propios derechos y vsn- tajas. Sobre todos regía el poderoso Obispo, un noble ae la familia de Hangest. La Catedral era el centro de

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la vida ciudadana; eri sus alrededores sc levantaban monasterios, iglesias y capillas en gran abundancia. Todas tenía11 sus campanas, y todas las campanas to- caban muy a rrienudo. Se decía que en Noyon no se podía hablar tres palabras sin ser interrumpido por una carnparia. El taíiir de las campanas retumbaba por todo el valle, es~~ecialmente en los días de fiesta. El repique llegaba a los oídos de los barqueros que con sus barcazas planas se deslizaban río Oise aPajo en dirección al mar. Las campanas hacían eco en las purpureas cumbres de los montes durante la puesta del sol.

En este pequeño y amurallado mundo de ermitas y reliquias, procesiones y fiestas, cirios, campanas e imagenes, creció el segundo hijo del abogado de la Iglesia. Tomó parte en todas las devociones, recor- dando los ojos mísíicos de su madre; pero desde su banqueta, en un rincón de su casa, oyó también las voces que partian del pupitre de su padre. Eran qui- honibres siempre avidos de usurpar cosas; siempre mirando como enriquccerse y coino ser admirados.

En la carna, durante la noche, Juan se arropaba acurrucado y luchaba quizá con sus ideas de rnu- cliacho.. . "

El Seíior -cuya imagen, tan detallada, casi vi- viente, había visto coigada de una cruz en la catedral sangrando, vestido solaincnte con unos trapos y una corona de espinas- no fue rico cuanao vivía sobre la tierra ... ¿y estaría coritento de ver a estos hombres que trabajan para EL en SU Iglesia? ... ¿,Se sentiría complacido de verles usurpando y eligafiando, vistien- do ropas esplendor-osas y ensalzándose a si mismo? ... ¿.Qué pensaría desde allá arriba.. .?

I I

Un Abogado Astuto

Gerardo Calvino se preocupaba en gran niaricra del futuro de sus hijos. Necesitaba dinero para su edu- cación. Por este motivo planeó colocarlos en puestos de la Iglesia. 'Aprovechándose de una costumijre co- múrz en aquellos días, procuró que sus hijos rccibie- ran una paga eclesiástica. En aquellos tlernpos, un muchacho de cualquier edad podía ser inscrito para cualquier cargo eclesiástico, recoger las gariancias, pagar una parte a un sacerdote anciano que hiciera el trabajo y eirlbolsarsc el resto de los beneficios. Sin embargo, estos j)lanes debían estar muy bien estu- diados y realizados por una persona que supiera nia- nejarlos. Eran en coritra de la Ley, pero la costiiii.ihre se había impuesto a la Ley bajo un régimen de vista gorda. Por esta razbii liubo un 12apa, D<~iieilicl« IX, que fue papa a la edad de 12 aíios. Un nrzol)ispo de Reims que tenía sólo 5 arios cuando recibió el cargo, y un obispo dc Mctz que acababa de cuniplir los cua- tro. El niismo Carlos de Hangcst, obispo de Noyon a la eclad de 15 afios, recibió del Papa toda clase de bp- neficios y retribucioncs. La gente no se sorprendía dc! nada en lo referente a cargos de la Iglesia.

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UN ABOGADO ASTUTO

Cerar.ctu Calvirio coriocia eri Noyon a los hariibres clave. Y estuvo alerta ttuscarido oporturiidades para sus hijos. Se las corripuso para que Carlos, su hijo iriayor, fuera hecho capellari de una peqiieria iglesia ciiarido solo tenia edad para cantar eri el coro de la catedr6al. Tres arios mas tarde, eri Mayo de 1521, el Ijeyileno J~iari i.ecibio su primer beneficio. Se le eli- gio 1)ara uria de las capillas de la Gessine, por lo cual r-ecibia cada año tres medidas de grano de una ciudad y la harina de veinte grandes campos por parte de otra. El padre pago a un cura para que hiciera el Ira- bajo de las capillas y guardo el resto de los beneficios para sus hijos. Era un negocio limpio.

A la edad de 12 años Juan firmo solemneriiente los votos de la capellarua. Luego recibio la tonsura, una forma especial de cortarse el cabello que dejaba la cororiilla pelada. El nuevo y pequeno capellan, con sus campos de grano y su cabeza afeitada, se había convertido en un futuro zacerdote. Tenia dinero su- ficiente para estudiar.

i \

Podía cambiar sil capilla por otra que estuviera nicjor retribuída si había oporlunidad. Por esta razón a los 18 años, y mientras estudiaba en París, cambió su primera capellanía por otra, pasando la primera a su hermano menor Antonio. De la misma forma, dos años rnás tarde Iiizo otro cambio, convirtiéndose de? nombre y salario en capellan de Pont Lebec, donde i esidía su abuelo.

I,os IIangest, sobrinos del Obispo, eran buenos arnigos de Juan, el hijo del abogado de la Iglesia les cayó simpático, a pesar de que no pertenecía a su cla- se aristocrática. Juan acostumbraba jugar con ellos en sli mansión. L,e enseñaron a rriontar a caballo. Es-

tudló junto con ellos bajo los auq~icios de ur? tutor privado. Más tarde fue a estudiar al colegio de los Capetos, una pequeña escuela en Noyorl a la que lla- maban así debido a las capas con capucha que vesClan sus alumnos.

Cuando la escuela de las capuchas ya no tuvo ria- da que enseñarles, los Hangest se prepararon para ir a estudiar a París. La peste había vuelto a Jiacer es- tragos en el pueblo de Noyon, y esta era otra buena razón para abandonar la ciudad. ¿Te gustaria venir con nosotros? -le preguntaron a Juan-. Este se en- tusiasinó. Su padre agarró la oportunidad. Los cano- nigos de la catedral se juntaron eri sesión y decidie- ron, aunque un poco de mala gana, que las entradas que a Juan producía su capellanía podían continuar, a pesar de que este abandcnara Noyon.

Fue en el verano de 152.3, cuando los Eangest y el hijo del abogada de la iglesia, con sus corresporidien- tes escoltas, salieron a caballo de la infectada ciudad donde habían nacido. Cabalgaron ávidamente hacia la gran ciudad de París, sesenta millas al sur-oeste. Juan Calvino, de 14 años de edad, cabalgaba hacia un nuevo mundo de personas, lugares e ideas. N~mca vol- vería a Noyon para residir allí.

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Fuera del pequeño mundo de Noyon sucedían niu- chas cosas.

Leon X, vistiendo la triple corona, fue elevado al Trono Papal. Este, miembro de la casa de los h4cdecis fue el mas espléndido de todos los papas y se le atribii- ye esta frase: "La fábula de Cristo me ha reportado grandes beneficios". Tanto si la pronunció corno si no, el caso es que se aprovechó cn gran manera de su al- ta posición. Sus riquezas fueron increíbles, y sus te- soros de arte realmerite sorprendentes.

, Fue la llegada de este monje Tetzel, lo que ii7r.lto a tro rnonje Doctor en Teología, profesor de la LTniver- idad de Wittcmberg, Martín Lutero, quicri recitiió sil

áteclra en aqiiella universidad un aíio antes (le cliie :alvino naciera. En 1517 cuando el rnuchacho de No- ion cumplía los 8, el profesor de Wittemberg clavd us 95 tesis en la puerta de la iglesia del Castillo. E1 jerdon de los pecados no puede coiriprarse con el di- iero de las indulgencias, proclamó Lutero. Es un don ]e Dios, no del Papa o de la Iglesia. El soniclo de la (ampana de los monjes de Wittemherg señalo cl priri- iipio de la Reforma qiie gran parte del p~ieblo csl;tha !sperando. ' En las montañas de Suiza Ulrjco Zuinglic repetía '1 caso de Wittemberg. El rnonjp Sanson de A41lan es- aba vendiendo indiilpencias al piichlo suizo, pero 5uinglio predicó tan conliniclcriteiri~nte en sil c o ~ i l ra [ue Sanson no pudo obtener permiso para entrar vi a c i~dad de Zurich. En su lugar aqiiella ciiidad irivití; L Zuinqlio a convertirse en párroco de la iglesia dc ;rossmurister. Y aquí empezó su obra con una serie

León X estaba miiy interesado en la rápida cons- j c sermones basados en las Sagradas Escritllras, ouc trucción de la gran basílica cle San Pedro en R.oxna. el piieblo había oído mencionar durante siglos.

Pero el dinero no llegaba tan deprisa como é! hlibicse De la misma forma el pueblo holandes, que no ha- querido; por tanto pensó en un nuevo sistema dc cQq- bía podido oir nunca la Palabra dc Dios, se regocijó ~e_guir dinero. Cualquiera que pagara una cantidad en gran manera cuando apareció en 1516, en Uaqilea para el edificio de San Pedro en Itoma recibiría una una traducción del Nuevo Testamento directa del indulgencia o sea un documento certificando que sus griego, publicada por el eran erudito Erasmo de I-tot- pecados estaban perdonados. Del dicho al hecho, así terdam. Un libro perdido hallacio de nuevo, fue lu t r a- 10 puso en vigor el espléndido León X. Tales ind'Jlgen- ducción de la Palabra de Djos para eslc y olrcis cias se sunonían tarnbién válidas para 10s pecndos de ~ueblos. los familiares y amigos retenidos en el Purgatorio. En

'

1513, cuando Juan Calvino acababa de ciiinplir 4 En Francia, con sus quince millones de habjtnritcs años, el monje Tetzel empezó sil gira por Alemania Y "S largas costas abiertas al comercio, estabaii ialii- vendiendo indulgencias. bien sucediendo grandes 'cosas. La R,efornia eni~~ezó

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allf por un anciano y distinguido profesor en la m; grande Universidad de Europa, Jaime Lefevre. EI este profesor de la Sorbona de París, nativo de la pn vincia de Picardia, hombre muy culto, viajero incai sable por Africa y Asia, que había vuelto de sus la gos viajes para ser profesor y escritor en la capital G

A la edad de 70 años este gran hombre, de cubrih las grandes verdades de la Biblia.

En el año 1512, cuando Lutero estaba buscando b davía paz para su alma; cuando Calvino cumplía Ii

tres años y se paseaba con su madre en peregrinacii hacia las ermitas, Leievre publicó su versión latina i un comentario a las epístolas de Pablo. -Es Dii quién salva "y sólo de graciaJ'- escribía el anciao profesor.

Entre los discfpulos de Lefkvre habia un muchach rechondo y de mejillas sonrosadas procedente de u pueblo de montaña. Era estudiante enérgico, sin mi( do a nada, rápido y convincente en la discusión. Esi buscaba también algo sin poder hallar satisfaccion la ansiedad de su alma. "Hijo mío!' le dijo un día E anciano profesor: "es todo de ~ r a i i a " . Casi repenti namente Guillermo Farel descubrió, con los ojos d la fe, lo que su ilustre profesor le estaba diciendo. I partir de aquel momento se llenó de celo en la predi cación, por todas partes, de las verdades que habia des cubierto en la Palabra de Dios. "Dios renovará 1; Cristiandadm -decía el anciano Lefevre a su jovei discípulo Farel- "y tu viviras para verlo".

Otros siguieron el camino del anciano profesor volviendo a la Biblia. En la ciudad de Meaux cerci de París, un obispo llamado Briqonet, abrió el grai LIBRO y encontró la respuesta a lo que venía bus cando. Empezó a reformar todas las congregacione: que re hallaban Pajo N jurisdicción Y predico, r a j

cándolo DEL GRAN LIBRO, algo que nunca se ha- bía oído en las iglesias del Papa. Briqonet era un hom- bre influyente, muy estimado en los círculos palacie- gos, donde también tuvo gran oportunidad de predi- car. La hermana del rey, Margarita, se convirtió y Bri'qonet puso la Biblia en sus manos.

La excitación progresó rápidamente. Yefevre estaba traduciendo el Nuevo Testamento al francés, para que el pueblo común pudiera leerlo por si mismo. Tra- bajó en Meaux en colaboración con Briqonet, ayudán- dolo y fortaleciéndolo. Farel acudió también y se puso a trabajar activamente entre la gente del puzblo. Los cardadores de lana y los tejedores de Meaux, los via- jeros, los labradores y los viñateros de los distritos de alrededor, todos lelan y hablaban de la Biblia: sus iglesias se transformaron, sus vidas cambiaron. En aquellos días se decía de las personas que se habían convertido a la fe de las Escrituras: "Se ha emborra- chado en el pozo de Meaux".

Al esparcirse la nueva fe en Francia, sus enemigos se levantaron para acabar con ella, y los jefes fueron dos hombres de elevada posición: Uno el astuto Noel Beda, rector de la Universidad de la Sorbona; el otro, el codicioso Antonio Duprat, canciller de Francia. Al principio estos hombres y sus ayudantes usaron sólc amenazas y argumentos. Cuando estos fracasaron em- plearon el fuego y la horca.

En medio de esta enconada lucha se encontr6 el rey de Francia, el voluble Francisco 1. Algunas veces escuchaba a su hermana Margarita, quien abrazo de- votamente la nueva fe y estaba intercediendo constan- Lamente por sus seguidores. Muchaa otras se veía pre- sionado por el dúo, Beda y Duprat, que le acusaban de traición a la Santa madre Iglesia y de conseiitir terribles herejias en su reino. Francisco 1 tenia m$s

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ASf FUE CALVINO

poder que la rnayoría de reyes de sus días, más some- tidos a los deseos del Papa. Francia no lo estaba tan- to. Si1 reyes lucharon a menudo con el Papa, e inclu- so algunas veces lo obligaron a aceptar su voluntad.

Pero la presión aumentaba. Lefevre fue expulsado de la Sorbona. En 1525 sus escritos fueron condenados y su Nuevo Testamento quemado públicamente. Sin embargo continuó trabajando en Meaux. Los escritos de Lutero empezaron a hacer su aparición en Fran- cia. Entraron de contrabando, traducidos al idioma del pueblo. Es que habían sido puestos en la lista ne- gra de libros prohibidos de la Sorbona, juntamente con un pequeño volumen escrito por la misma prince- sa Margarita, hermana del rey. Todos estos escritos habían sido condenados por contener lo que la Sorbo- na denominó herejia. Cualqiiiera a quien se encontra- ra en posesión de tales libros podía esperar que pa- qaría caro su atrevimiento. Pero el pueblo los quería de todas maneras. Los impresores los imprimían en se- creto, La capital de Francia se hallaba enteramente convulsionada por el conflicto.

A este París llegó Juan Calvino y sus compafleros de Noyon en el verano de 1523. Juan Calvino siguió su camino a través de calles estrechas hasta la casa de su tío, Ricardo Calvino, que era herrero.

Esto fue en Agosto, el mes-en que el humo de sacrificios humanos empezó a elevarse en la plaza de la Grcve. Un monje agustino convertido fue atado allí a la estaca y quemado por sus "herejías luteranas1'. Fue el primero que murió de esta forma en París. El primero de muchos.

IV Vida Esfudiaí~fil

En el Colegio Superior del Mcrcado de París, liahja un conocido profesor quien prefirió ciar clases a los principiantes, que a los estudiantes avarizados, ciiya enseñanza le había sido asignada. "Prcliero dar a los novcttos tina buena base en latín y francés", dijo Ma- thurin Cordier, un ex-sacerdote, conocido en toda Francia por su excelente enseñanza.

<Juan Calvino fue uno de los afortunados a los qiie Cordier inició en el mundo de Ja buena grarnaticn. 5,nscfió a sus alumnos latín, cvitantlo que pareciera ciiia lengua riiuerta. Les ensefió fraiicés, r e~ca t Briilolo del lenguaje vulgar, que era entonces de una expresión rniiy simple. Cuando Calvino, más tarde escribió en iln latín y francés fluentes y vivos, pudo dar las gracias a Cordier por la buena base que le dio en estas lenguas.

Veinte años más tarde Calvino agradeció a su maestro este favor deriicándole su comentario a la primera epístola a los esalo lo ni cense s. "Es justo qrlo V. R. tenga una parte en mis labores" -dice Calvino en su dedicatoria- ya que cuando mi padre me envió a París, siendo todavía muchacho, la Providencia dis- puso que por un corto tiempo tuviera el privilegio de tenerlo como profesor, para que pudiera enseÍiarme la verdadera forma de aprender".

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AS^ PUB CALVINO

También el chico de 14 años caiisb una grari im- presión a su profesor de 46. Cordier se vio tan atl-aído hacia su discípulo que rnuclios aiios nias tarde, ya an- ciano acudió a Ginebra para ensefiar eii la escuela fundada por Calvino.

En la ribera derecha del río Sena, entre los miichos colegios de París, había uno que era conocido como el más antiguo, el mas lóbrego, y el más sucio. Era el colegio de Montaigu, dedicado al estudio de la Teoio- gla. A él fue trasladado Calvino después de papar lres años agradables estudiando artes en el colegio de la March6.

E1 colegio de Montaigu era famoso, pero no por muy buenas razones. Lo era por sus piojos, su mala comida, por los dolorosos azotes con que castigaban al mal estudiante. Ningún alumno podía hablar una palabra de francés bajo ningún concepto; por los os- curos corredores sólo se ola latín. Calvino se alojnha en la acogedora casa de sil tío Ricardo, pero los po- bres estiiriiantes internos, tenían que levantarse a las 4 de la mañana para empezar las lecciones\íJuan te- nia que madrugar mucho mas, e ir cal~algando hacia el tenebroso lugar, pero había descansado unas pocas horas en unal bianda cama, sin pasar frío.

Cuántos huevos podridos he comido en aquel 1u- bar! -dijo el estudiante Erasmo, refiriéndose al año que pasó en el colegio de Montaigí-. E1 gran escrito2 francés Rabelais, compuso una cliistosa frase para calificar a los piojos que abundaban en las paredes y camas; y a los alumnos vestidos de negro, les llamo 'Zos halcones de Montaigú ".

El director de este colegio era un hombre Ilaniado Temliete. Los estudiantes le motearon en latín con el ~pododd de Le terr&le fEn~fiilief&? (La terrible tempestad).

. - dos primos conversaban

Antes que 151, estuvo el no menos terrible Noel Beda, cazador de herejes y cabeza de la Sorbona. Beda acu- di3 todavja a. ensefiar el arte de la rápida discusión en latin. ¿ ~ u é es lo que -6onduce un cerdo al mercado, ya cuerda que está atada a su cuello o el granjero que tira de la cuerda? Sobre este y aún más pueriles t ó ~ i - ,-os aprendian 10s alumnos a discutir durante cuatro horas.

Calvino prefería entre todos sus estudios el latín clásico, la lógica, y los escritos de los padres de la Iglesia, especialmente San Agustín Y Tomas de A@- no. Tenia 18 aiios cuando termino el curso y recibió su licenciatura. Su estomago le molestaba muy a nie- nudo. Su cabeza le dolía de mi~eria, pero su mente jo- ven triunfó por encima de todo; era aguda Y disclpli- riada; lista para trabajar.

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ASÍ FUE CtILVINO

Afortunadamente, durante estos penosos alios Cal- vino tuvo buenos amigos. AlgUrias veces veía a sus an- tiguos camaradas de Noyon, los Ilangest, sobrinos del obispo. Su primo Roberto, también de Noyon, estaba igualmente en París. Roberto fue convertido a la nue- va fe, y rnás tarde se hizo famoso en el mundo con el nombre de Olivetan, traductor de la Biblia en fran- cés, y misionero en los Alpes franceses. Nadie conoce lo mucho que los primos hablaron y discutieron sobre la Iglesia de Rorna y las verdades de la Biblia, tal co- mo ,Lef,kvre, Lutero y otros las habían descubier~o.

Calvino hizo también nuevas amistades en París. Parece imposible que el muchacho que no llegaba a los veinte, solo, en una gran ciudad, pudiera ser tan conocido par la gente de importancia. El rey tenía un meciico suizo llamado Cop, hombre de gran talento. Calvino era amigo íntimo de sus cuatro hijos, espe- cjalrnente de Nicolás. Muchas veces fue de visita a casa de los Cop, escuchando conversaciones fascinan- tes acerca de nuevas ideas. También fue a inenutlo a casa de Guillermo Budé, el rnás brillante pensador de Francia. E1 hijo de Budé era amigo de Calvino. Tenía también varios otros arnigos, todos gente de alta ca- tegoría, y aparentemente ellos consideraban también a Calvino coino un muchacho nada vulgar.

Cambios Políticos

París atravesó varios moinentos difíciles durante el período que Calvino permaneció eri la escuela. Eri 1525 el débil Francisco 1, perdió una gran batalla con- tra el Emperador Carlos V , jefe del Santo Trnporiu BU- inano, y fue llevado prisionero a Madrid. Estuvo allí humillado durante un año, hasta que pudo conseguir la liberthd dejando a sus dos hijos como rehenes en la capital de Espalia.

Fue una terrible derrota para Francia. Luíra de Caboya, rnadre del Rey, goberlió el país durante el tiempo que este estuvo ausente. La reina Luísa, 110

tenía ninguna consideración con las herejías. La Sor- bona podía contar con ella.

Lefkvre, partió hacia la ciudad alernana de Estras- burgo, en la orilla del Rhin. Farel, a pesar de que ha- bía estado muy ocupado en París, escapó a Basilea. Pero Briconet, el obispo de Meaux, vaciló. Había con- ducido a su pueblo a la verdad, pero carecía de fuer- zas para afrontar la prisión, el fuego, o la horca. Se sometió a Beda y a la Sorbona, reconoció su "error" y ordenó a los predicadores protestantes de su vbis- yado que callaran. De esta forrna, pudo niantener la mitra episcopal que le colocaba entre los 13 honora- bles obispos de Francia.

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Pero la gente común de Meaux se avergonzaron de SU obispo. El pueblo no temía tanto al fuego y la hor- ca. Hubo un hombre, Denis que denost6 al obispo an- tes de ser atado a la pira. Y el joven Pavane, Iiablo tan patéticamente a la multitud entre los haces de leña en que iba a ser quemado, que hizo exclamar a un dmtor de la Sorboiia: "Hubiese deseado que Pava- ne callara. aunque le hubiese costado a la iglesia un mi l l~n en oro". Hubo el llamado ermitaño de Lixry, por cuya creniacion las campanas de Notre Darne La- neron. llamando al pueblo a presenciar el importante espectáculo. Al cardador de lana Lrct+re, que en un arrebato de entusiasmo reformador rompió a peda- zos una imagen de la Virgen María, le fue arrancada la carne poco a poco con unas tenazas puestas al rojo, antes de que las llamas consumieran el resto de su cuerpo (1). LES posible que el joven Calvino hubiese permanecido en París durante este período y no fuese arrastrado con las multitudes a presenciar algunas de tales ejecuciones?

Entretanto en Roma, el Papa tenía también sus problemas. Clemente VI1 que sucedió al espléndido León, fue hecho prisionero y encerrado en una de las torres, de su propia Ciudad Santa de las Siete Coli- nas. Perdió una batalla con el emperador Carlos V. En 1527 las tropas del emperador saquearon la ciu- dad. ,Los soldados se divirtieron cabalgando por las calles vestidos con las ropas y sombreros de los car- denales. Los documentos de la Iglesia se utilizaron para las cuadras de los caballos. Tesoros de arte fue- ron acuchillados. Algunos mercenarios mas osados descendieron hasta la tumba del Papa Julio 11 y le ro- baron el anillo de la mario. (1). Cuenta la historia. que cuando el verdugo aplic6 por primera ver el hierro ardiente, niarcdndole la frente, una voz yrit6 e~ i t re la rtiuehe- dumbrc: ((Viva Jesucristo y sur capitanes)). Era la voz de sli madre que le alentaba al sufrimiento. (Jean Crespin. tomo 1 pBp 211)

Poco después una delegación de Inglaterra llegó a la ciudad sitiada. Su monarca Enrique VIII, ei rey de las muchas esposas, quería librarse de la primera. ¿Le concedería el Papa el divorcio de la reina Calali- na? Clemente VI1 estaba en un verdadero dilema. No deseaba irritar mas al Emperador Carlos V conce- diendo a Enrique VI11 el divorcio de la sobrina de aquél, antes necesitaba aplacar a su vencedor. Así que dijo que no podía concedérselo. Enrique VI11 en- contró otra solución. Fundó un arzobispado de Can- terbury, católico, pero independiente del Papa, el cual declaró inválido el casamiento del rey por razón de parentesco. Al año siguiente Enrique VI11 se hizo a si mismo cabeza de la Iglesia de Inglaterra. Habia terminado para siempre con el Papa.

Inglaterra iba en camino de ser un pals protestan- te. Dios había usado una mujer y un divorcio para cambiar la religión de un Imperio.

No sólo los reyes y los papas se veían en proble- mas. En Noyon Gerardo Calvino tenía tarn~ién los suyos. Por alguna razón se negó a acreditar ciertos documentos y cuentas. Los hombres de la Iglesia se disgustaron con el abogado, y Gerardo Calvino se dis- gusto también con ellos por su avaricia y engreimien- to. Bajo la impresión de este contratiempo perisó en la carrera de su hijo e hizo una nueva decisióii. Qui- so que Juan fuese abogado en vez de clkrigo. "Cuando era todavía muy pequeño" -escribe Calvino- "mi padre me destinó al estudio de la Teología"; pero des- pués pensó que la Jurisprudencia produce más bene- ficios, y esta perspectiva le indujo a cambiar de pro- pósito. Fui arrancado del estudio de la Filosofía y puesto a estudiar Leyes. Martín Lutero. cuando se vio presionado por su padre a estudiar para abogado bus- có el ingreso en un monasterio; pero Juan Calvino

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nunca discutió la decisión de su padre de cambiar su carrera. Obedeció y partió para Orleans, cuya Uni- versidad era famosa por su Facultad de Jurispru- dencia.

En 1528, por la misma época en que Calvino aban- donó París, un español astrosamente vestido traspasó sus puertas. Ignacio de Loyola de 36 afios de edad, ha- bía ido a París a estudiar. Trajo consigo un asno car- gado de libros, una bolsa con unas cuantas piezas de oro y las reglas escritas para la formación de la Corn- pafiía de Jesús. La rnisrna virgen María -dijo Loyo- la- le dicto su famoso libro de Ejercicios Espiritua- les, en una cueva de una ciudad cercana a Barcelo- na (1). El español que entraba en París sería un día honorado en la Iglesia de Roma como fundador de la Orden Rc!ligiosa más estricta y más poderosa, la Com- pañía de Jesús, que comenzó con la pequefia Sociedad Jesuitica iniciada por Ignacio de Loyola.

El otro joven que abandonaba París, sería tam- bién muy conocido, como brillante campeón eri el c'cinipo [)rol c~tai i tc , ticfcn>oiS t l v I i i verdad ~-cdc:.cii - bierta en la Palabra de Di-os.

(1). El padre del t.radiic.t,or de este libro, así corno del editor, direc- tor de Tell. tuvo el privilegio de fundar , después de cuat ro siglos, la pr imera i g l ~ s i a de la Rrforrna en la ciiria del Jesiiitisnio, l a ciudnd d e Manresa, ari el níio 1934. La au to ra tuvo l a oport~iiriiclad de visitar en 1950 t,atlt,o la fRrnosa cueva como la nueva y crecient,e iglesia protes tante en aquel prir.cipal reducto del Catolicismo eii Espafia.

Estudiante de Jurisprudencia

Orleans era un lugar maravilloso, sesenta millas al sur de París, en las orillas del río Loire. Los estu- diantes de la universidad eran libres y alegres. Prac- ticaban el tenis. Navegaban por el río en unos peque- Ilos botes. Organizaban banquetes y excursiones de final dc! ciirso. T,a fama del profesor de Leyes Dr. I'l<l oilc y Flns colegas Iiabia atraído estudiantes rle muchos países.

Pero el estudiante de Noyon no tomaba parte en las fiestas y reveillones. Más que en París, si ello ei-a posible, se ensarzó en el estudio. Elara cenar, c,oniía muy poco o nada, para que su mente estuviera des- pejada para estudiar diirante la noche. Se permitía sólo unas pocas horas dc suefio y se hacia despertar una hora antes por la mailana, a fin de refrescar lo estudiado el día anterior. AsI desarrollo su memoria llenándola dc conociniientos. En un afio Calvino ])a- recia más un maestro en leyes qiie un estudiante. Al- gunas veces daba clases en substitución de los profe- sores ausentes.

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Calvirio estudio algo iiias que leyes. kiabía e11 01.- leals u11 ho~nbre ilairiado Wolniar, aieniaii, de ideas lulriaiias, excelente profesor de griego, a el acudió Iiara recibir lwciories. De boca de LVolriiar apraiidio ci iaioriia del Nuevo TeslariieriLo de tal lorina que pu- do escud1-1nar todos SUS libros eri la leiigua oisigirial. Uevoro tai~~blen otros escritos griegos. Es posible que holinai', al tiempo que le enseiiaba griego le apuiito el sigriiricado de los pasajes del Nuevo Testainento rrias familiares a Lutero y los reformadores.

A su ~rofesor de griego, dedicó Calvino riias tarde wia iiieiiciori eri su comeiitario a la segunda epistola a los Coriritios. "Bajo vuesrra direccion" -escribio Calvino con gratitud- ''pude aiiadir al estudio de la ley, el de la literatura griega, en la cual erais ilu-tre pro1 esor ".

Después de un aiio en Orleans, Calvino se fue a áourges, ciodad destruida por César. reedifieada por Carioinagrrio, y que entoiices estaba bajo la autoridad de la iierinaiia del rey. Margarita de Navaira. Esta habla iiivitado al renombrado profesor de leyes ita- liano, Aliciati, a enseiiar en su universidad. Wolmar. ei profesor de griego, fue invitado también y pensó que sena mucho iiias seguro ser luterano bajo la pro- teceiori de la reina Margarita. Muchos estudiantes querían escuchar a Aliciati. Calvino se unió al grupo que partía Iiacia Bourges. En la casa de Wolmar eri- eontro a un iiiiicliactio ahijado de este. Calvirio tenia 20 aiios. Foco soñaba que aqiielmuchacho de 12 años, Teodoro de Beza, estaría un día con él y sería su su- cesor en una ciudad que ninguno de los dos habían visto todavía.

En 1531 Calvino volvió a París por un corto tiem- po. Alli llegaron noticias de que su padre se encontra- ba seriamente enferino. Por esta razón, el hijo del

bogado de la Iglesia, volvió a su casa en la plaza del mercado. Se notaba una quietud rara tras las grandes ventanas de cristal verdoso. Los eclesiásticos no se pa- raban a preguntar por el estado de salud del abogado. La riña no habia terininado. Por si fuera poco su her- mano Carlos, que se habia hecho sacerdote en aquel distrito, se encontraba también en problemas con cl clero. En medio de estas nubes de dificultad, Gerarclo Calvino murió, en Mayo de 1531. Sus hijos tuvieron que pleitear con los clérigos de la catedral para corise guir que el cuerpo de su padre fuera enterrado en el campo santo y no en una tumba abandonada en un campo sin cultivo.

A los 22 años de edad, permaneció por un ines en Noyon, después de la muerte de su padre. El y su her- mano Carlos volvieron a poner en marcha el bufete de abogado y facilitaron los documentos que su padre habíR rehusado hacer para los clérigos. Juan durante el tiempo que estuvo en su casa tuvo a su cargo un servicio religioso en la pequeña capilla de L'Eveque. de la cual era capellán sblo de nlimbre y sueldo. El capellán escuchó las quejas de su hermano contra la ,.

Iglesia y sus capellanes. Quizá ambos hermanos hicieron chistes sobre el

Obispo de Noyon y su barba. El obispo se había riega2 do a cortarse la barba, a pesar de que existia sobre esto la regla en algunos libros de leyes eclesiásticas. Habla llegado un domingo a la catedral, vestido coñ su ropaje de grandes festividades, vistiendo la mitra y llevando la cruz de oro; pero.10~ candnigos le cerra- ron la puerta en sus narices, y leídijeron-que se-eor7 tara allí .mismo la barba o se. volviera al su ,casa, yr aqf . lo hizo. - - . - - ~ " ? C . c q z - ,, . I l > r i-it7rrcrff

Estos .días dieron*>tarnbi6nc 0portunida&~.aolos~~hei1~ manos a -penSa'r 'y? a ihablar de ..las ideas3rciel r f l r f a ~ a ~ a

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AS^ FUE CALVINO

profesor Lefevre y de los folletos de Lutero, del mali- cioso Beda y de sus compaíieros en la Sorboria, del volubl~3 Francisco 1 y su piadosa hermana; del humo de las hogueras humanas en París y en Meaux.. .

Este mes les dio tiempo para pensar. El abogado de la Iglesia en Noyon había muerto. Ahora Juan, el hijo mediano que siempre habfa acatado sin objetar las decisiones de su padre estaba libre para obrar se- gún le pareciese. Pensó que no le convenía la Iglesia, con su ambición y sus rígidas formas de pensar; tam- poco le convenían las leyes; se volvió hacia la espe- cialidad de las letras. La vida de estudiante le encan- taba. Profundizar más en el griego y latín; leer la li- ter2tura que en estas lenguas existía, investigar en los clásicos, escribir sobre ellos, encerrarse en un despa- cho lleno de libros, ¿qué más podía desear, excepto conseguir un poco de venta para sus escritos que le permitiera aIquiIar una habitación quieta, comprar una escasa comida y la suficiente tinta y papel para trazar sus propias ideas, ¿,Y dónde mejor que en Pa- rís para llevar esta vida? Recientemente e1 rey Fran- cisco habfa convertido París en un lugar atractivo pa- ra los eruditos. Bajo la presión de Biidé, había orga- nizado un nuevo Colegio de "pensadores reales1' con- tra la voluntad de la Sorbona. Esto fue producto del interés de Francisco 1 por la nueva ideología ccnoci- da como Humanismo, que estaba alboreando en Europa.

Por doquier la gente comenzaba a pensar por si misma, en lugar de dejar a la Iglesia que les mastica- ra todas las ideas. Los que eran capaces de ello, lefan la ciencia de los primeros siglos en latín y griego, for- mando asi m propio pensamiento. Este nuevo huma- pismo no era cristiano, pero tenía un gran valor. Ani- m6 al pueblo a buscar su propia forma de pensar en

vez de aceptar ciegamente todo lo que la Iglesia les enseñaba. Las personas que empezaron a estudior las Escrituras por si rnismas descubrieron muchas cosas que la Iglesia tenia escondidas e ignoradas. Dios liso esta nueva ideología del siglo para enseñar a muclios a pensar y ayudarles a volver a Su verdad.

Habiendo decidido ser erudito, Calvirio partió an- dando las 60 millas entre Noyon y París. Cuando llegó, iin amigo le ofreció hospedaje; pero el prefirió alqui- lar una pequefia habitación en el dormitorio del Cole - gir Fortet. Estaba mas cerca de los colegios donde teririr ia clases. El cuarto estaba sj tuado al final de una tortuosa escalera, en 'un corredor de habitaciones,

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AS^ FUE CALVINO

donde alumnos y profesores vivían y estudiaban en común. Calvino se sumergió muy pronto en el estudio del latin y el griego. A1 mismo tiempo estudiaba he- breo. Durante el día asistía a las clases, de noche la luz de una bujía brillaba es su celda. Estudiaba, leía, aprendía; Calvino se relacionó de nueva con su cír- culo de amistades poco comunes. Los eruditos le apre- ciaban. De nuevo entró en contacto con la familia de Cop, el médico real. Tomaba parte activa en las char- las en casa de Budé. Esta era la clase de vida que él soñaba.

Mientras Calvino se inclinaba sobre los libros en París, Ulrico Zuinglio, el reformador de Zurich, mu- rió en el campo de batalla. Había salido como capelIan con las tropas protestantes de su ciudad para repeler un ataque de las tropas suizas fieles a la IgIesia de Roma. Al pararse Zuinglio y arrodillarse para con- fortar a un caído, fue alcanzado por los enemigos y muerto por una estocada de lanza. Vengativamente su cuerpo fue descuartizado y quemado. Esto ocurría el 11 de Octubre de 1531.

Si el estudiante de París, oyó noticias de la batalla, no les prestó mucha atención. Estaba enfrascado en los libros antiguos y escribiendo otros. No podía imagi- narse que un día en la tierra de Zuinglio que habrfa adoptado, serfa conocido como reformador mucho mayor que el notable hombre de 48 años que había sido asesinado bajo u n peral cerca de la carretera.

VII Escritor Arruinado

El libro estaba por fin terminado. Le había costado siete u ocho meses de rudo trabajo, a más de las ho- ras empleadas en el estudio y las clases. Con el orgu- llo propio de un joven erudito, Calvino tomó el ma- nuscrito y se dirigió al taller del impresor. Había ven- dido algunos de sus escasos enseres para pagar parte del costo de la impresión. El resto del dinero lo había pedido prestado.

El libro estaba dedicado a su amigo de la infancia Claudio de Hangest, sobrino del obispo de Noyon. Claudio era entonces abad del Monasterio de San Eloy, en Noyon. "Acepta este mi primer fruto -es- cribió Calvino- de derecho te pertenece, y a tu her- mano, pues a ambos os debo lo que soy y tengo, por las atenciones que recibí en mi niñez en vuestra casa".

El libro de Calvino salió de la imprenta, en Abril de 1532. Se trataba de un ensayo sobre el filósofo ro- mano Séneca, que vivió en los tiempos del a ~ ~ ó s t o l Pablo. Era cosa muy popular entre los estudiantes leer libros antiguos famosos y escribir sobre ellos. Por ser el primer libro de un autor de 22 años de edad el "Comentario" de Calvino sobre Séneca era un traba- jo sorprendente.

Estaba escrito en un latín excelente. Calvino había consultado 56 libros latinos, 22 griegos, y siete Padres de la Iglesia, a más de los escritores de sus días. Sólo había tres insignificantes referencias a pasajes de la Biblia.

Pero el libro no tuvo venta. Pasó inadvertido. Cal- - -.

vino presionó a sus amigos a comprarlo, a recorwn- darlo a otros; pidió a los profesores que lo adoptaran. Envió una copia al erudito Erasmo de Basilea. Pero

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el libro no se vendía en forma alguna. Si malo era ser ignorado como escritor novel era peor todavía la deu- da que había contraído con el impresor.

¿Estaba seguro de que esta vida de estudiar y es- cribir era la que más le convenía? ¿No hubiera sido rnejor terminar la carrera de leyes que había inte- 1.rilmpido al ocurrir la muerte de su padre? Empaque- tó sus enseres y sus libros y los envió a Orléans. El si- guió el mismo camino andando.

Respetuosamente los estudiantes de la provincia de Picardia, le eligieron secretario de su club, con sueldo. Quedaron empero decepcionados y resentidos interiormente cuando en vez de obsequiarles con una fiesta para celebrar su elección dio el dinero que ha- bía de gastar en ella, a la biblioteca de Universiaad para la adquisición de nuevos libros. Pero todos res- petaron su decisión.

Calvino permaneció de nuevo en Orléans cerca de un año. En el verano siguiente se vio obligado a ir a Noyon, llamado por su hermano Carlos, cuyos proble- mas con la Iglesia habían ido en aumento. La carre- ra de Juan estaba ya terminada, pero no iba a recibir su diploma de doctor; sucesos inesperados lo impidie- ron. De regreso a casa, en la plaza del mercado, pre- senció las manifestaciones contra los herejes llamados luteranos. Estuvo en una sesión con los clérigos del tribunal a los cuales oficialmente pertenecfa. Como se las arregló para ayudar a su hermano Carlos, acusado de herejía en aquella sesión, no se sabe.

En Septiembre de 1533 Calvino volvió a Parfs y se alojó con un vendedor de ropas, Etienne de la Forge, que vivía en casa de Pelicano.

Tres meses después huía para salvar su vida.

La Fuga

La gente estaba excitada en París, Nicolas Cop, el joven rector de la Universidad de París había teriido su plática anual correspondiente al Día de todos los Santos en la Universidad. En vez de hablar sobre los santos de la Iglesia nuestro hombre habló sobre el te:{- Lo: "Bienaventurados los pobres en Espíritu" y siguió predicandc el evangelio de Dios y la salvación por gracia. I-fabló en contra de la persecución que se hal~írt desencadenado contra los que habían vuelto a la Bi- blia. Citó a Erasmo, ciiyas obras estaban prohiliidas por la Sorbona. Cop dijo, tniiclias otras co,qas pai-cci- das a las ideas de L,utero, aiinque sin citar la pro- cedencia.

Los profesores de la Sorbona estaban fiiriocos. 130s monjes irrumpieron en el Parlamento y demanrlaron que el rector fuera arrestado. No piidieron prc~ionnr al rey porque el débil Francisco estaba en Marsella haciendo arreglos para casar a su segundo hijo con una sobrina de1 Papa que había acudido por barco pa- ra entrevistarse con el rey.

Ocurría también otra sosa relacionada con el dis- curso del rector. Se murmuraba que lo había prepara- do con la ayuda de un joven estudiante llarnado .Tliar-i Calvino. Ciertamente, Nicolás Cop había sido amigo cie Calvino por mas de 10 años. A menudo se encon- traban y trabajaban juntos. ¿Qué les ocurriría ahora, cor! todo el poder de la Sorbona en contra?

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ASÍ FUE CALVINO

A finales de Noviembre de 1533, casi un mes des- piiés de su discurso, Nicolás Cop salió en procesión académica hacia el palacio; vestido con su indumen- taria de rector. Con los ujiers que le precedían lle- vando las mazas doradas de su oficio, iba al Parlamen- to para contestar a un sumario en 3u contra. De re- pente, un mensajero fue a su encuentro trayénUole aviso de iin diputado amigo: -"Escapa por tu vidav- le dijo el mensajero. La Sorbona ha persuadido al Par- lamento para que no te absuelvan. E1 rey esta fuera de París y nada puede salvarte.

Nicolas Cop se esciirrió por una callejuela; arrojó su capa y vestiduras oficiales y desapareció entre una multitud de estudiantes dispuestos a ayudarle. Al ca- bc de una hora cruzaba disfrazado la puerta de San Martín de la muralla de París. Huyó tan deprisa que se llevó el sello de la Universidad consigo.

Irritado por esta huída el jefe de policía, envió a siis aguaciles con orden de que detuvieran a Juan Calvino a toda costa. Pero los estudiantes eran más listos que las autoridades. Mientras varios entretenían a los aguaciles al pie de la escalera, otros ayudaron a Calvino a huir por la ventana posterior, haciendo una cuerda con la ropa de las cama.\. En casa de un amigo propietario de una viña, Calvino se vistió de viñatero. Abandonó la ciudad con un hazador sobre su espalda, caminando al Norte, hacia Noyon. Los aguaciles cogieron sus libros y sus papeles pero no pudieron prenderle a él,

¿,Qué le habla ociirrida a Calvino para convertirse en una pieza de caza? Hasta entonces se habfa dado a eonocer como excelente estudiante, joven escritor, y futuro sacerdote. Las ideas que esparció junto con Ni- colás Cop, que tan furiosos pusieron a los hombres de la Sorbona, ¿dónde las había aprendido? ¿Cuándo ha- bían entrado en su corazón?

Calvino,. venía conociéndolas durante muchos años por los escritos de Lefevre y más tarde de Lutero y Zuinglio. Las habla escuchado también de boca de su primo Olivetan, que - había) . discutido muchas horas con él cuando ambos eran estudíantes; y también de su profesor de griego, Wolmar, . del cual conservaba hondos recuerdos. Finalmente las habia escuchado con amargura de corazón de su hermano Carlos, ex- comulgado de la Iglesia por sus herejías. Pero sobre todo Calvino habia encoritrado personalmente el fun- damento de estaas ideas, cuando estudió hebreo y grie- go y pudo leer la Biblia en sus lenguas vernaculas. fte- cientemente había visto las ideas en acción con el fue- go de los martirios, y en casa del píadoso posadero de la Forge, cuyo hogar era refugio secreto para todos los creyentes de cualquiera procedencia.

Durante mucho tiempo el corazón de Calvino no había estado maduro para asimilar la verdad. "$1 climax de mis aspiraciones" -dijo refiriéndose a aque- llos días- era ser un literato, ganando con mis escri- tos lo suficiente para llevar una vida libre y honora- ble". "Pero a pesar de que tuve períodos de quietud, estaba lejos de la verdadera paz de conciencia, y cuan- to más me examinaba a mi mismo, más se me clava- ban espinas en la conciencia, de forma que mi único solaz era sumergirme en el cansancio y el olvido,.. "Cuando yo estaba siguiendo el curso de vida que ha- bía elegido, se levantó aquella doctrina diferente, que no nos separaba de la fe cristiana, sino que nos traía de nuevo a su verdadera fuente a l limpiarla de impu- rezas, restaurándola a su pureza original.

Escandalizado, cerré mis oídos, y confieso que al principio resistí apasionadamente. Mi mayor dificul- tad era confesar que toda mi vida había estada en un error. Pero mi mente estaba lista para prestar seria stención y a la larga percibí como si la luz brillara

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ASf FUE CALVINO

sobre mi, dentro de la oscura prisión de error en que me hallaba sumergido. Con gran temor y temblor an- te la miseria espiritual en que había caído y temiendo la muerte eterna, no pude hacer otra cosa que seguir "el Cwnzino", condenando toda mi vida pasada, no si11 geri~idos y lagrimas".

Esto es lo que Calvino escribió a un cardenal, seis uiios despues de que Cop pronunciara su discurso. Calvino pone estas palabras en boca de un personaje iniaginario convertido al Protestantismo, pero son fra- ses de su propia experiencia. Pinta en su escrito la figura de un hombre que estaba en la Iglesia buscan- do la paz de su alma febrilrnente, por todos los carni-

nos, estudiando, escribiendo, llegando a ser un erudi- to humanista. Finalnierite, con gran dolor y estupor, Dios misrno lo sitúa en el verdadero camino.

"Dios subyugó mi corazón. .. con una conversión repentina -dice Calvino de si rnisrno en su comenta- rio a los Salmos-. Inmediatamente me sentí inflama- do por uri deseo intenso dc progresar en ~ i i i nueva le, y a pesar de que no pude abandonar los otros estu- dios me dedique a ellos con menos ardori).

Parece que esta repentina "transformación1' debió tener lugar algún tiempo después de escrita su obrá sobre Séneca, en la cual escasamente menciona la Biblia. Fue rnás bien durante los últimos meses de sus estudios en Orléans. Quizá la luz irrumpió en Calvino cuando vivía en la casa del Pelicano con el devoto Forge.

Fuese cuando fuese que ocurriera, una cosa es cier- ta. Juan Calvino, el futuro sacerdote, abogado y eru- dito secular, había muerto; en su lugar se levantaba el "Juan Calvino, siervo de Jesucristo".

En fre Nobles y Er udifos

Desde el rnes de Noviembre en que abandonó Pa- rís con SU disfraz de viiíatero, Calvino llevó una vida nómada. Se dirigió en primer lugar a Noyon, donde estuvo unos días. Pero Margarjta, la hermana del Rey, se había enterado de que iba a ser' capturado. Persuadió al Rey, quien había regresado ya a París, a que tuviera compasión de Calvino, y la "pieza de caza1' regresó a Paris donde se entrevistó con Margarita. Probablemente se detuvo para visital- a "de la Forgel' y abandonó de nuevo la ciudad.

Entonces se dirigió a Angoulcmc, a casa de un ami- go y antiguo compañero de clase, Luis du TilleL, canó- nigo de la catedral, quien simpatizaba con las ideas de 1,efivre. Vivía en una casa grancic y si~iltiiosa y había Iic>l*cda clo tic su liadrt! cle :; ii 4 rii i l II~IJ-os, iriiiir*ii:i:i i ~ i - blioteca en aquellos dias, teniendo en cuenta que el ar- te de la imprenta se hallaba en niaritillas.

Calvino fue bienvenido en casa de Tillct y perrria- neció allí durante varios meses bajo un nonibre su- puesto. Usó nueve noinbr'es distintos en distiritos luga- res. En casa de Du Tillet, sc hacía llaniar Carlos dc Espcdille.

La biblioteca de Dii Tlllet ci'a i l r i lugar idcal para el joven estudiarite. Calvjno se ensarzó con ardor P r i cl estudio durante dí? y noche examiliarido y forta1ccicr1- dose en la nueva fe a la cual había abierto los ojos. Fe- liz con lo que iba descubriendo, czcribió a su amigo Da- niel, en Orleans:

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ASÍ FUE CALVINO

"Ile aprendido de la propia experiencia que no PO- dernos predecir el futuro. Cuando empecé a estudiar me promctia a iiií niismo una vida facil y placentera, y lo tenia todo a mano para conseguirlo. De pronto, me di cuenta de que mi situación pudiera no concordar con inis deseos, y que se iiie estaba preparando una inoi-ada quleta iriás allá de todo lo que yo podía espe- rar, y esto son los designios del Señor, quien tendra buen cuidado de nosotros, si a El nos sometemos hu- rnildemente".

quedó Pero e1 hornbre con nombre supuesto, no so solo en su placido nido. Eruditos y letrados que visita- ban a Du Tillet, le buscaron para conversar con el, y Dios le saco de su estudio para conducirlo al c ~ m p o de trabajo entre gentes sencillas. El joven delgado, vestido con una bata negra, iba y venía por todas partes. Man- tuvo reuniones secretas en casas particulares. Junto a SUS ávidos oyentes en una pequeña gruta junto al río, y la gente acudía, juganciose Ia propia vida, para oir las palabras de este hombre al que se intentaba cazar.

En Abril de 1534 Calvino fue a visitar al anciano profesor Lefevre, a quien no habia visto nunca. Lefe- vre estaba de regreso en su tierra natal, Nerac, una ciudad bajo la protección de Margarita, reina de Na- varra. Lefevre contaba casi cien años de edad. La pri- mera edición de la Biblia en francés acababa de salir de la imprenta. A él se presentó este joven, que no lle- gaba a los 25 y era conocido ya como un lider entre los que volvían a la verdad de las Escrituras. Tanto el an- ciano como el joven amaban a su querida Francia. Arn- bos habían nacido en la provincia de Picardia, famosa

La gente común discut ía sobre La Biblia

por la valentía de sus habitantes para mantener una fe mas de acuerdo con las Escrituras. El anciano habia sido el primer lider de la Reforma francesa. Ha- bía intentado realizarla de una forma pacífica, pei'ma- neciendo en la Iglesia de Roma y pro~noviendo la fe evangélica desde el interior. Algunos dicen que en sus últimos años el anciano profesor lamwitaba esto, y que el experimentado catedrático, viejo y ciego, declaro al joven lider la imposibilidad de oponerse a la Sorbona, la Iglesia y la Corte. Cuán inútil era tratar de levantar de su decadencia y superstición a la Iglesia de Roma como tal, y volverla a la Palabra de Dios. Pero dijo a Calvino: "Tú serás el instrumento para establecer el reino de Dios en Francia". ¿Presintió que su manto de caudillo caería sobre el joven que habia ido a vi- sitarle?

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A S Í FUE CALVINO

Nadie sabe lo que comentaron, el anciano líder, a las puertas de la rnuerte, y el ardiente devoto de la nue- va fe recien hallada. Con la entrevista fresca eri su niente Calvino partió para Noyon: había hecho la de- cisión. El cariñc; del viejo profesor que liabía en vano esperado cambiar la Iglesia desde dentro, no era para él. Para una nueva Fe se necesitaba una nueva Iglesia (aunque ni la fe ni la iglesia eran nuevas; la Fe era an- tigua, tan antigua como la cruz del Señor) pero la Igle- sia había perdido esa fe antigua que algunos habían re-descubierto en la Palabra de Dios. Por esto la Igle- sia debía nacer de nuevo, como la primitiva Iglesia de Pentecostés: una iglesia de Cristo conforme a su Palabra.

Dos meses después de cumplir los 25, Juan Calvino se puso de pie ante todos los clérigos de Noyon, en la. catedral bajo cuya sombra había crecido. Contó a es- tos hombres de la Iglesia, quienes en su mayoría no le habían visto desde su niííez, que no estaba dispuesto a continuar siendo un sacerdote de la curia romana y que abandonaba sus beneficios con todo su salario de trigo en grano.

El 21 de Mayo de 1554, el más famoso hijo dp Noyon traspasó sus puertas por última vez, siguiendo la mis- ma ruta que había tomado cuando de muchacho se di- rigió a París. Ya no pisaría mas aquel camino, ni en- taría de nuevo en la casa hogareña junto al mercado.

Prosiguió su propio camino, sin hogar y sin iglesia.

Errante y Perseguido

Fue un aiio de vagabundear huyendo de la perse- cución.

Iban tras la pista de Calvino como de un hereje ap- to para ser quemado. Pero también era objeto de otra caza muy diferente, por gente hambrienta de la verdad a quienes él enseñaba y predicaba. "Dios me trajo por diferentes revueltas y continuos cambios, de modo que riunca me permitió reposar en ningún lugar.. ." Escri- bió Calvino recordando aquellos meses.

Fue primero a París, después que dejó Noyon por la últirna vez. No podía estar lejos de los creyentes que se hallaban en la capital. Conocía sus contraserias y sus lugares secretos de reunión. Eritró de riuevo en la casa De la F'orge, quien se sintió asustado por la osadía de Calvino. Secretamente fue llevado de uno a Ctro entre los hogares de los fieles, enseflando, aniniándoles y confortándoles.

Calvino habló en muchas reuniones secretas, a ve- ces interrumpidas por los gendarrnes. El sabía como escurrirse por un pasillo, saltar por una ventana, con- fundirse con otras personas en la oscuridad y escapar de los tiros de mosquetón. En aquellos días Calvino so- lía decir al final de sus mensajes, levantando sus ma- nos al cielo. "Si Dios es por nosotros ¿quién será contra nosotros". Los que no pudieron escapar a la gendarme- ría, cuyos lugares estaba11 vacíos en las reuniones se- cretas porque se encontraban en la cárcel esperando turno para ser quemados, hicieron honor a la verdad de estas palabras. .

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ERRANTE Y PERSEGUIDO

De la Forje presiorio de nuevo a Calvino para que abandoriara Par~s. Vuestra vida no esta segura aquí. o i a c a os necesita. Los protestantes no tiene11 otro lidei y todo1 depende de vos. Idos, antes de que sea demasiado tarde.

Calvino todavía espero. La gente de París le nece- sitaba también. Tenía tairibien una cita que había cori- certado coi1 iin joven español llaniado Servet. Este, dos a i~os mas joven que Calvino, nego la tririida d de Dio4 proclaniando que el solo poseía la verdad. Había veni- do a París después de tratar de encontiaar seguidores de sus ideas en los estados germanos. Ahora esperaba eorivencer al francés con quieri tenia que entrevistarse.

Caivino mantuvo la cita. Disirazado acudió a la ca- sa que se liabía concertado. Inlpacientemeiitc esl>eró al espai1ol. Pero Servet no acudió. Dieciriueve años despii6s apareció Scrvet eri una ciudad helvetica y se encaro con el lioiiibre a quien Iiabía proinetido eiicoii- trar eri París.

Desde París, Calvino fue a otras ciudades, en pri- iiier lugar a las llanuras, cerca de Poitiers, donde teriía arnjgos. Alli hablo y enseiio, prirnero en uii bosque, y después en una cueva secieta, a la luz de antorchas. Alh Fe dice que Calvino celebro la Cena del Señor poi. ~ r i m e r a vez, usando una roca llana coino mesa. Lo hizo de una iorma simple, citarido las palabras de Cristo, sin el aparato pagiino de la Iglesia Ca tolica. Desde Poi- tiers Calviiio envio sus prinreros misioneros a predicar y enseñar a todos los lugares donde la gente estuviera dispuesta a escuchar.

Pero Iti gciidarrneria estaba estrecharido el cerco, informados sobre uii honibre vestido de negro que se liospedaba eii la ciudad. Calvino se escapó a Angoúle- ine, a casa de su coiilpañero Du TilIet. De nuevo la gente fue a su encueritro y le pidieron que les enseiiara. "Mi escoridite eran las escuelas publicas", dijo el hom-

bre que se llamaba a si mismo miedoso y modesto. Luego fue a Orleans donde había estudiado leyes.

Alli terminó la primera publicación de sus escritos des- pués de su conversión. Se trataba de un pequeño libro en latín con el título imponente de "Psychopannychia7). En él, Calvino escribió contra los que creían que el al- ma duerme después de la muerte Iiasta el día del juicio.

El alma se conserva viva y despierta después de ha- ber abandonado e1 cuerpo -clamó Calvino-. En Or- leans escribió también dos prefacios a la versión frun- cesa de la Biblia ya completada por su primo Olivetan. Este intenso escribir sobre tenlas cristianos fue la obra del nuevo Calvino. i Cuan diferente de sus antiguos es- critos, como erudito, sobre Séneca!

En aquellos días llegaron secretamente a París y a otras ciudades francesas gran cantidad de carteles, es- critos en francés, que protestaban contra la misa ca- tólica. En la mañana del 18 de Octubre de 1534, los car- teles aparecieron misteriosamente en muchos luqares públicos. Se encontró uno incluso en el dormitorio del rey, en el arca donde guardaba su ropa. Corrjó el ru- mor de que el rubio y rechondo reformador Farel los había escrito en Suiza, donde se encontraba trabajan- do. La redacción era fuerte y atrevida.

EL rey Francisco, a quien se mencionaba en los mis- mos carteles juró venganza. La Iglesia de Roma, llena de furia le empujaba. La "affair des placards", como lo llamaban, llenó todas las prisiones. El humo de los sa- crificios humanos se levantó con más intensidad que nunca. Se inventó un nuevo sistema de tortura. Una especie de palanca arreglada de modo que se pudiera meter y sacar a la víctima del fuego a fin de qiie se tostase lentamente, prolongando lo más posible el ho- rrible martirio, en lugar de quemarle y quitarle la vi- da de una vez. En ningún lugar de Francia había i i r i -- --. solo protestante a salvo.

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ERRANTE Y PERSEGUIDO AS^ FUE CALVINO

Calvino, tratando de encontrar un lugar seguro pa- ra estudiar y escribir, cabalgo liacia la frontera germa- na del Rhin. Jinete a su lado, y acompañado de dos sirvientes, iba Luis du Tillet quien había decidido abandonar su trabajo y su valiosa biblioteca para se- guir a su amigo.

Los dos cabalgaron hacia el Este en dirección a Metz, distante doscientas millas de París. Era invierno; el frío les atería y el viento les azotaba silbando con- tra su rostro. En cada parada donde tuvieron que pa- sar la nache los viajeros temían que alguien pudiera descubrirles y denunciarles como herejes. Calvino via- jó constantemente con dolor de cabeza y el esfórnago trastornado. Por si esto fuera poco los dos amigos se levantaron cierta mañana para descubrir con sorpresa que uno de los sirvientes había huído con la bolsa1 del dinero.

El ladrón se había escapado con su caballo, dejando a sus dueños sin un solo céntimo. No podían pedir 8- nero sin darse a conocer. El otro criado, un poco mas considerado, les prestó la suma suficiente para poder llegar a Estrasburgo donde Calvino tenia amigos en- tre los pastores protestantes. El pastor Martín Bucero se encontraba allí ayudando a los refugiados franceses que huían de la ola de persecución que se había desen- cadenado en su país. Calvino le había escrito con aiite- rioridad recomendándole a uno de los refugiados.

Quizás por no encontrar la ciudad de Estrasburgo suficientemente tranquila, Calvino y Du Tillet prosi- guieron más hacia el sur. Existe una leyenda que ase- gura que Calvino se detuvo durante el camino para vi- sitar al erudito holandés Erasmo de Rotterdam. Eras- mo fue el hombre que devolvió al mundo e1 Nuevo Tes- tamento con una nueva traducción, directa del idioma griego; pero este gran erudito "que facilitó el camino para la Reforma" descubrió que de su huevo había sa-

lido un pájaro totalmente diferente de lo que ~iiponía, en el gran movimiento religioso de Liitero y Zuinglio. Cuando se dio cuenta dc lo lejos que iba la Reforma y la oposición que levantaba, Erasmo sc retractó de las verdades que l i ~ b í a desciibierto cn el Nuevo Testameri- to e hizo las paces con el Papa, quien le ofreció el bi- rrete cardenalicio en premio a sil cambio de aclitud. Serfa conocido por la hi~toria como un erudito hiirna- nista adherido a la Iqlesia de R,oma. Ciianclo Calvino se detuvo para visitarle, Erasmo era ya viejo. 40 aitlos más viejo que Calvino y a sólo unos pocos anos de sii muerte. ¿Recibió friamente al lider francés qiie se de- tuvo para verle?

A principios del año 1535 los dos amiyos l le~arnn a caballo a la ciudad de Rasilea, el ccntro suizo de la l i - teratura y las artes gráficas. Alli, por niás dc un aiio, cesaron sus deventuras. Calvino había encontrado poi- fin un poco de descanso.

En una casa de los siiburbios alquiló una habitación a la señora Catalina Klein; cerró sil puerta v FP ??ilsv a trabajar. Adoptó el nombre de Martinus L I I C ~ ~ ~ I ~ S , muy parecido al propio nombre de Lutero; no hahia más que un cambio de letra en la forrna latina de a m - ambos.

S610 un reducido número de nersonas cabía qilii! era en realidad Lucaniiis. Uno de los qiie conocían Sir

verdadero nombre era Nicolás Cop, el a n t i ~ u o rector de la Universidad, quien se encontraba en Basilea. Nrt había visto a Calvino desde el día en que tiivo que e?- caparse, cuando iba en procesiór! honorífica hacia na- lacio, y Calvino se deslizó con una cuerda hecha de S,?-

banas, escapando por la ventana de su habitación. 1,~- jos de París compartieron las noticias que ambos tcnian sobre la fiera persecución en su propia tierra.

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AS^ FUE CALVINO

Tales noticias no eran buenas. Algíin prisionero tí- niido, para salvar su vida del fuego, había revelado las casas de los que asislían a las reuniones secretas. El fu- ror real cayó sobre ellos, a pesar de que estas personas no habían colocado los carteles provocativos. De la Forje, aquel hoinbre pío y generoso, cuya casa era el refugio (le los creyentes, había muerto en la hoguera. Sil mujer estaba en la prisión. Calvino no podía pensar en La Casa del Pelicano sin estos queridos amigos. El zapatero paralítico, Milon, fue también arrojado al ca- rromato que le condujo a la muerte por fuego lento. Du Bourg, un rico mercader que había asistido a las reuniones, fue muerto también, y a Apolille, albañil, le cosieron la lengua al paladar con una pinza de hie- rro porque al ser atado a la estaca no quiso cesar de hablar de su Salvador. Había muclios lugares vacíos en las reuniones secretas de París. E1 rey Francisco no vacilaba yla más respecto a su actitud con 10s grotes- Ce[ebj-ando la comunibn en cuevas de Francia

tantes. Las súplicas de Margarita, no le movían a coin- prisidn erari sólo una casta perversa de rebeldes Y re- ~ a s i ó n . pero fue 10 suciente clemente para librar de la volucionarios, un grupo de Anaba~tistas que qucrian Prisión a tres de SUS propios ministros y enviarlos a un separar la Iglesia del Estado. monasterio. Allí, dos de ellos se arrepintieron de sus ¿Eran rebeldes y revolucionarios, el generoso De la convicciones Protestantes y volvieron a la Iglesia de Forpe, el paralítico Milon, Y tantos otros a quienes

cal-

Roma. El tercero, Corault. era casi ciego, pero a pesar Vino y como a hermanos en Se- de esto, escapó Y Se refugió en Basilea. ~ l l í encontró a fiar? Nadie en Francia podía hablar sobre los que eran Calvino y tuvo ocasión de explicarle 10 que estaba su- arrojadoc al fuego. Nadie, dentro del país podía decir cedierido en París. la verdad sobre la fe de los mártires. pero un francei

Al Rey Francisco, le pareció necesario esparcir una en el exilio, podía hablar. gran de mentira acerca de sus persecuciones. Era ~1 francés hospedado en casa de Madanle Kleiny ni 10 suficiente inteligente para ver que otros paises, espe- Basilea, se sentó en la mesa Y mojo SU pluma en e] tin- cialmente 10s Estados Protestantes de Alcrnania, no es- tero. Trabajó febrilmente para terminar pronto la '¿irían de acuerdo con SUS crueldades. Necesitaba a es- obra que había Era a fines del verano cuan- tos países como aliados contra el emperador Carlos de do la página dedicatoria añadida a 10s seis E;5pafia7 que le habían derrotado en ~ a v i a . por esta pítulos ya terminados. Calvino fue a visitar a su ami-

escribió a 10s príncipes de Alemania explicándo- go Thomas platter, el impresor cuya tienda ostentaba les que 10s horribres que mandaba a la hoguera y a la el signo del 0~0-i''egro.

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I N S T I T V T I O C H R I - f t i a n ~ religionis, in libros qua- taor nane primhtn digeitn, certifqite diftinctn capitibus, a& aptirrimam metliodum: aricta etiam tum magn acccfiione 1% propemodum opus nounm haben pofit.

I O H A N N E C A L V I N O A V T I I O R E .

Oliua Roberti Stephani.

U n Libro y un Rey

El hombre a quien Calvino dedicó su libro, nunca leyó la página veintiuno, dirigida "A su más Cristiana Majestad, Francisco, Rey de los Franceses, de su súb- dito Juan Calvino, deseándole la paz y la salvación que es en Cristo". Este hombre estaba deinasiado ocupado con sus bailes de cortesanas y sus proyectos de alian- zas contra sus enemjgos. Aunque hubiese leído el libro con su dedicatoria antes de entregarlo al fuego, lo que sin duda haría, nadie podía haberle dicho que cuatro- cientos años después el pequeño volumen sería corita- do entre los libros que han cambiado la fortna de peri- sar del mundo.

El rey Francisco no podía syponer que la dedicato- ria a 61 dirigida sería apreciada por siglos como urla obra maestra de vehemente elocuencia, leída por rrii- llones de personas en rnuchos idiomas.

La INSTITUCION DE L A RELIGTON CRTSTIA- NA, por Juan Calvino de Noyori, no vio la luz tan sólo como una súplica al rey de Francia, sino como tina ayuda espiritual a los nuevos Protestantes que necesi- taban se les mostrasen las verdades de la Biblia. Nadie de parte de la Reforma había definido dichas verdn- des de una forma ordenada. La mas grande contribu- ción de Lutero fue la traducción de la Biblia al alemán, y sus escritos eran sobre temas diversos. La Iglesia de Roma tenía una gran . organización, para definir la

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Verdad. Los seguidores de la Reforma poseían La Pa- labra, pero ¿quien debía coriducirles de una forma cui- dadosa a tina coinprension completa de las verdades escriturales? ¿Quién les iba a mostrar lo que la Biblia dice sobre el Señor Jesucristo; el Espíritu Santo; los Sacramentos y la Iglesia; la Fe y la Oración; la Ley de Dios, la libertad, y las obligaciones de la vida cristiana?

--- . Sobre todos estos importantes temas estaba el fran-

cés escribierido en Uasilea cuando le llegaron las iioti- cias de la violenta muerte de sus amigos. Luego tuvo noticias sobre los embustes del Rey Francisco. Conio si un rayo hubiese iluminado so mente, Calvino vis- 1uiiibi.ó la forma en que podía defender la verdadera fe y a los calumniados en su Patria. Quizas pensó tam- bién en la posibilidad de mover el propio corazón del débil rey. El libro se convirtió en algo más que una guía para el estudio, vino a ser una obra maestra co- mo Confesión de Fe, la fe que era sellada con la carne abrasada de tantos mártires en Fraiicia.

A iniciar mi trabajo, seiioi*" -dice Calvino a sil rey-, "nada estaba mas lejos de mi mente que el pen- sar en presentar mi Iiurnilde obra a vuestra serenisima Majestad. Mi intención era tan sólo establecer algunos principios fundamentales por los cuales los indagado- res ... pudieran ser instruidos en la naturaleza de la verdadera piedad. Y dicha labor la inicié mayormente para inis compatriotas, los franceses, entre los cuales sé que hay multitudes hambrientas y sedientas de Cris- Lo, pero muy pocos poseen un conocimiento real de EI.. . Pero cuando vi que la furia de hombres malvados en vuestro Reino habia llegado a tal extremo que ya no habia lugar en vuestros doniinios para la sana doctri- ha, pensé que mi obra estaría mejor empleada si al tiempo de dar instrucción a ellos, presentaba mi con- fesión a Vos, para que pudiérais conocer la nhituraleza

de la Doctrina que es objeto de tanto furor por parte de estos locos que están perturbando vuestro país oori el fuego y la espada.. ."

"Por dicha razón, suplico a Vos, señor ( y la humil- de petición me parece del todo razonable) que toinkis personalmente conocimiento de la causa, que Iiasla ahora ha sido solventada de uria forma confusa y poco cuidadosa, sin ninguna clase de ley y con nias pasión y criieldad que gravedad ji:dicial. No creáis que estoy arguyendo en mi propia defensa para procurarine u n regreso seguro a mi tierra nativa, pues, a pesar de que siento todo el afecto que cualquier hombre sentiría por ella, todavía, bajo las circunstancias especiales en que se encuentra no deploro el haber partido. Suplico en favor de la religión divina, y consecueiitemente en nombre del propio Cristo ... En vuestra mario esta, se- ñor, el no hacer oídos sordos a tan justa defensa.. . Es- te asunto que bien merece vuestra atención. .. es digno de vuestro trono.. ."

"¿Qué más puedo decir? Analizad, señor, todas las razones de nuestra causa, y consideradnos los más in- fames de los hombres si no descubrís clarameiite que tanto nuestra labor como nuestros sufrimientos y vilu- perios tienen su único fundamento en el Dios Viviente. Somos perseguidos tan solo porque creemos que "es vida eterna conocer a l solo Dios verdadero y a Jesucris- . - -.- to, a l cual ha enviado".

"Por esta sola esperanza, algunos de nosotros somos atados con cadenas, lacerados con azotes, paseados co- mo objetos de burla, crueliriente torturados, y otros so- mos obligados a escapar huyendo.. ."

Con la mente sagaz de un abogado, procede a enu- merar y arguir sobre cada uno de los cargos de que se acusaba a los Protestantes. Cita abundantemente la Escritura. Apela a los padres de la iglesia. En algunas

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ASÍ FUE CALVINO UN LIBRO Y UN REY

ocasiones su lenguaje se hace duro e incisivo. Está su- plicando al Rey, pero al mismo tiempo luchando por la verdad, y no rehuye usar un lenguaje fuerte.

"Somos pacifistas y honestos" -dice de si mismo y de los que en Francia son acusados de revolucionarios. "Aún ahora, en nuestro exilio, no cesamos de orar por vuestra .prosperidad y la de vuestro Reino. Hernos aprendido por la gracia divina, a ser pacientes, humil- des y modestos. Si alguno de nosotros usara el Evan- gelio como pretexto para la agitación, leyes tiene Vues- tra Majestad por las cuales castigarnos. Pero no sea culpado el Evangelio de Dios".

"SeÍior. .. no desconfiamos de obtener vuestro favor si tan sólo leyerais una sola vez con serenidad.. . esta nuestra confesión, que intentamos sea nuestra defensa ante vuestra Majestad. Pero, si por el contrario, vues- tros oídos están tan imbuidos por las murmuraciones de los impíos como para no dar ocasión a los acusados de defenderse a sí mismos, y si la pasión cruel continúa persiguiéndonos con vuestra aquiescencia, con prisio- nes, azotes, torturas, confiscaciones y llamas, seremos de cierto, como ovejas de matadero, reducidos a las mayores estrecheces. Entonces con paciencia poseere- rnos nuestiXas almas, y esperaremos la poderosa mano del Seiior, que sin duda aparecerá y se mostrara pode- rosa para librar a los pobres de su aflicción y castigar a los que le desprecian, aunque ahora se regocijen en sil absoluta seguridad. Que el Seiior, Rey de reyes, se digne establecer vuestro trono con justicia y vuestro reino con equidad".

Estas son algunas de las elocuentes frases que Fran- cisco 1 nunca llegó a leer. En los años que siguieron, el libro llamado "Instituciones de la Religión Cristiana", creció como el árbol que brota de una semilla. En cua-

tro ediciones sucesivas Calvino lo aniplió desde seis capítulos a ochenta, completando cuatro grandes to- mos. Sin embargo, no había nada en los ochenta capí- tulos que nolhubiera sido tratado en los priineros seis. El anciano enfermo que 50 años más tarde se esforzaba para completar la edición final, interpretaba la Biblia de una forma totalmente idéntica al joveti de 25 afios refugiado en Basilea.

En la última edición, del aiio 1559, "La Institución" fue redactada siguiendo el orden del Credo Apostólico, al tratar de las verdades de la religión cristiana.

Tres de las cuatro ediciones se publicaron en un la- tín académico. La cuarta lo fue en un vívido y ameno francés. Hoy en día "Instituciones de la Religión Cris- tiana" es un libro que puede leerse por lo menos en diez idiomas.

De esta forma aparecieron los poderosos escritos que juntados en una sola obra, siempre basand~se en la Palabra de Dios, forman un Sistema completo de Doctrina.

Las "Instituciones1' empiezan hablando de Dios y terminan tratando sobre Dios; el Dios Trjno y tres ve- ces santo. Calvino escribió de una forma clara, con la lógica de un abogado. En un estilo elocuente, como au- tor que maneja sus palabras y sus ideas cos destreza. Su mente extraordinaria abarcaba y comprendía las verdades de Dios en la forma más completa que al hombre le es dado hacer. Escribió apasionadamente, con un corazón entregado por entero a su Señor. Es- cribió humildemente, porque cornprendia que su alma había sido librada del lodo del pecado únicamente pcr la gracia de Dios.

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AS^ FUE CALVINO

Nadie habia escrito antes de una forma así. Nadie había discurrido con la magnificencia con que Calvino lo hizo sobre las "Verdades de la Religión Cristiana".

Pero Juan Calvino de Noyon ignoraba su éxito. 13re- fjrio, en los días de la prirriera edición, perriiaiiecer oculto tras una puerta cerrada y bajo un ncmbre supuesto.

"Que ini objetivo no era el ganar fama se demos- tró en el hecho de que inmediatamente después de sa- lir a luz la obra abandone Basilea y nadie en la ciudad conocía que yo era el autor" -dice posteriorinente, cuando ya su obra empezaba a ser famosa.

El huésped de Mme. Klein, Martin Lucanius había pasado muchas horas en la tienda que ostentaba la insignia del Oso Negro, leyendo las pruebas finales del libro cuya portada decía en latín "Juan Calvino de No- yon". Era en Febrero de 1536 cuando termirió la co- rrección de pruebas y poco después de entrar en el mes de Marzo el libro fue repartido para su venta en las librerías públicas, cuando Lucanius y su compaiíero Du Tillet habían abandonado ya la ciudad. Unos kiló- metros al sur de Basilea Lucanius cambio su nombre por el de Carlos Espeville, que significa "Ciudad de Esperanza". Du Tillet se hizo llamar Louis du Elaut- mont o sea "Monte Alto".

¿Por que lo hicieron? E1 señor "Ciudad de Esperanw" y el seiior "Monle Alto", proseguían su camino Iiacia Italia, tierra del Papa; sede de la Iglesia de Ronia, y su vida corría el inayor peligro si eran reconocidos.

XII

Viajero por Italia y Francia

En un castillo, del norte de Italia, vivía una joven mujer que hubiera sido reina de Francia si la ley no dispusiera que el trono debía ser Únicamente para los varones. Rija del rey Luis XII , la princesa René habia estado prometida con el emperador Carlos V de Espa- Tía, y posteriormente coi1 Enrique VI11 de Inglaterra. En ambos casos por razones políticas. Y por las mis- mas razones de Estado casó al fin con un italiano, el duque Hércules de Ferrara, quien, se hallaba intirna- iiienie vinculado con la Iglesia de Roma, por ser nieto de un Papa.

El duque trajo a su duquesa francesa a Italia con una pomposa procesión de pajes vestidos de escarlata y clarines de oro. A pesar de que su enorme castillo en Ferrara estaba enmohecido y amenazaba ruina, la vida en su corte era alegre y extravagante, y sus bailes, ban- quetes y diversiones no conocían fin. Los enanos, los monos y los loros acababan de dar colorido a las fiestas,

Pero la duquesa René trajo consigo de Frarcia una fe que no agradó al duque. Fe que había aprendido del anciano profesor Lefkvre, de su prima Margarita y otros nobles evangélicos. Al principio el duque lo tole- ró, y no se opuso a la presencia de protestantes fran- ceses en ni corte. Pero la Iglesia de Roma muy pronto le asigno su deber. Estos frenceses eran enemigos del Papa, servidores de la herejía, su lugar no estaba en el castillo de Hércules, nieto de un Papa.

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Fue cuando el duque de Hércules empezaba a apre- tar los tornillos a los amigos de su mujer, cuanclo los viajeros de Basilea se acercaron a los muros de Ferra- ra. Llegaron disfrazados de monjes, y se dice que la du- quesa René les recibió solícitamente. Quizá su secreta- ria Clerrientina Marot la habla informado sobre el jo- ven lider de los protestantes franceses. Clementina ha- bía sido la núrnero seis en la lista de sospechosos du- rante la "Affair de los pasquinesw en París y había es- capado a Basilea.

Al llegar Calvino, la duquesa tenía que protegerle contra la inquisición que ya había empezado a interro- gar a varios de sus amigos. La historia dice, que Cal- vino se encontró por primera vez con la duquesa y sus dainas de compañia, secre tarnente en' una pequeña ca- pilla, cerca de la habi~acion que se le había asignado. Quizás Calvino había llevado consigu algunas hojas de sus "Instituciones", y con prudencia y sigilo probable- mente pudo hablar con otros personajes de la Corte.

Cuando Calvino llegó a Ferrara la duquesa canta- ba tan sólo 24 arios de edad. Grandes calamidades la aguardaban. Sería presionada a volver a la "verdade- ra" iglesia de Elorna. Al rehusar hacerlo llegó a ser en- carcelada y separada de sus hijos para que estos pu- dieran ser educados en la fe Católica. Mas tarde apa- rentaría ser obediente a la Iglesia,para poder volver a su iamilia. Pero después de morir el duque de Hércules regresó a su castillo en Francia para convertirlo en iin llospital-oasis para los cristianos perseguidos en aquel país. En las guerras religiosas francesas, su propio yer- no conduciría tropas contra los protestantes, pero ella se mantendría firme en su fe.

Calvino en I talia a los veintisiete a"0S

En medio de todas sus futuras penalidades, el mas riel consejero de la duquesa sería el joven vestidc de negro que ahora se encontraba en la corte de Fcrrara. animándola a seguir adelante. La duquesa nunca vol- vería a ver a Juan Calvino, pero sería su princillal ayii-

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da para rriariterierse firme en su fe. Por iiiedio de car- tas eiitradas de conirabarido al castillo, y hasta en su pi'ision, la duquesa podría oir a so consejero espiritual. 28 aiios nias tarde, en sil leclio de inuerte, Calvino dic- taba su iiltiiria carta a la (luqiiesa llené, que en aquel eritorices v i ~ ~ ~ a en su castillo de Montargi, en Fraiicla. Teiriía que los protestaiites se avei-goiizaran de ella por ser la suegra de un hombre que luchaba eri su con- 11.a. "No, Madam", -dictaba con toda seguridad- a pesar de que su voz casi no alcanzaba a ser oída por el amanuense- "ellos OS aman y aprecian y saben que este parentesco no os priva de iiianteiier una pura con- fesión y profesión de la fe cristiana, y que lo probais, no solo de palabra, sino con heclios notables.. . pues yo misnio admiro en gran inanera vuestras virtudes'..

Pero todo esto estaba aun cubierto con el velo del futuro en aquel año 15:1G, cuando Calvino hablaba per- sonaliiieiite con la duquesa. Deseaba porler testilicar del puro Evangelio a otibas personas de la alta sociedad italiana, pero era lo suficiente prudente para darse cuenta de los peligrosos sacerdotes y cardenales que lc rodeaban y trató de no traspasarse. Sil plan había sido el de ir a Ferrara para confortar y fortalecer a la du- quesa, que era francesa y protestante. Esl~eraba que ella ~ o d r í a usar su iní'luencia entre los que la rodea- ban. Había esperado poder hablar y predicar. Pero eii vano. Eri el castillo. gobernado por el duque Hércules, la cuña de la oposición se había introducido va.

Durante las seis u ocho semanas que pcrriianecio en Felarara, Calvino envió varias cartas. Una de ellas lue a Gerai-do Rousell, ex predicador de la princcsa Maiagai*j ia, al cual Calvino habia conocido y respetado. Ei :ay Fi.ancisco le había sacado de la prisión y puesto en un Monasterio, junto con otros dos predicadores de

SLI hermana Margarita. Corault, que era casi c' es-

capó a Basilea, pero Rousell abjurd de su "herejía" y regresó a la Iglesia de Roma. Por t.ste hecho el Papa le ofreció la mitra episcopal y Rousell la aceptó. Calvi- no no pudo contenerse en escribirle:

"De Juan Calvino a un ex-amigo, actualinerits un prelado" decía la carta al nuevo obispo. "¿Que le ocu- rre a1 que como tu se convierte en desertor de su capi- tan, se pasa al enemigo y ayuda a destruir la tierra pa- ra cuya defensa estaba dispuesto antes a dar la vida.. . ? Es duro -como sé por propia experiencia- el abarido- nar la casa propia y convertirse en un peregrino pero el Señor transforma este destino, que a los ojos de los hombres parece tan agrio, en un gozo inefable..."

Los peregrinos de Ferrara partieron repenlinarnen- te. El duque de Hércules estaba arrojando a los herejes de sil corte, y la sospecha había caído sobre Carlos de Espeville y Louis de Hautmount. Ambos escaparon por las puertas de la ciudad. Algunos dicen que el del- gado joven vestido de negro predicaba en las villas que encontraba a su paso en el norte de los Alpes, y que era bienvenido en unas y arrojado de otras Louis de Hautmount. Nada se sabe de cierto sobre lo que ciu- rrio en este viaje. Probablemente los viajeros p a s - ron por el gran San Bernardo. Las cumbres de las montañas, rebosantes de la nieve que se derretía, saltaban retumbando sobre sus lechos de roca.

;Y aué sucedió entonces? L, - -L

Llegaron noticias de que el rey Francisco, esperan-

do convertir algunos herejes protestantes, habia ofre- cido seis meses de tregua en su persecución, para que los protestantes en el exilio pudieran regresar a sus ho- gaics y a la Iglesia de Roma. Calvino aprovechó la oportunidad. Cruz6 Francia y entró en París. Recor- dando, seguramente, a los amigos que ya no podría sa-

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ASÍ FUE CALVINO VIAJPRO POR ITALIA Y FRANCIA

ludar, entr6 tristemente en la ciudad. Tomó la habita- ción en un hotel, pues la casa de Pelicano pertenecía a otros.

En Paris, el 2 de Junio de 1536, dos notarios escri- bieron la: siguientes frases: "...Juan Calvino, licencia- do en Derecho, ante nuestra presencia y en sus plenas facultades, declara nombrar a su hermano Antonio, re- sidente en París, su representante y administrador, con- cediéndole plenos poderes", ¡ Juan Calvino, licenciado en Leyes! (,De qué otra forma podría presentarse ante los notarios? ¿Cómo un errabundo, predicador hereje y escritor protestante? De ningún modo. Juan Calvino, "licenciado en Derechoi', hacía a su hermano represen- tante suyo para actuar en su nombre sobre todas las propiedades de la familia en Noyon.

Calvino trató también el asunto con su Iiermanastra María. Su otra hermanastra, fiel a la Iglesia de Roma, se había casado y establecido en Noyon. Carlos había muerto excomulgado por la iglesia, y había sido ente- rrado durante la noche en una tumba desconocida, en un cruce de caminos lejos de la ciudad.

La familia de Gerardo Calvino quedaba reducida a la nada, decían los habitantes de Noyon. ¡Una fami- lia tan respetada! ¡Tan fiel a la Santa Madre Iglesia! La piadosa hija del posadero había muerto demasiado joven para poder conducir a sus hijos por la senda rcc- ta de la Iglesia -insinuaban los católicos fanáticos-. El abogado hacía chocado con la ciiria y sus negocios. Y asf habia muerto, sin hacer las paces con la Iglesia, afirmaban otros.

Su hijo Carlos, sacerdote, era-decían-de un ca- rácter ingobernable. Una vez, discutiendo con su padre cuando jovencito, le habia arrojado una maza, y por si esto fuera poco más tarde había abandonado

el sacerdocio y vueltose a la herejía luterana. En su le- cho de muerte, se había negado a tomar los sacramen- tos. Enterrado lejos del campo santo, su alma no Iue bendecida por la Iglesia. El otro hijo, Juan, hiieno en sus estudios, y que iba a ser consagrado cuTa, estaba volviéndose el peor de todos. Escribía y ensefiaba, y la gente le escuchaba atenta y compkdcida. Enseñaba eiri- pero la herejía. Trataba de comenzar otra iglesia cti contra de la antigua Madre Iglesia y en contra del Pa- pa. Algún día sería quemado por sus maldades, si no en las hogueras de Francia en los fuegos del infierno. Lo que trataba de hacer era algo horrible.

Juan el hereje, estaba ahora tratando de cambiar ia mente de su hermano Antonio, el dependiente que vivía en París y de su hermanastra María. <Iban estos a cometer la locura de seguir a Juan dónde este qui- siera llevarles? Esto decía la otra hermanastra, la h i ja fiel, de Roma, i la única que no se había vucllo a la maldad.. . !

Las mujeres piadosas de Noyon se persignaban cuan- do pasaban en frente de la casa de Calvino, jiiiito a la plaza del mercado. iA qué bajeza había Ilegado la familia! !

Juan, "el peor de todos1' viajaba de nuevo por Fran- cia. Los seis meses de tregua del rey terminarían pron- to. Si no apostataba de su fe, y de esto no tenía deseo alguno, pronto no habría ningan lugar en su tierra na- tiva donde pudiera enconderse de una forma segura, ni siquiera bajo puerta cerrada y con nombre supues- to, como pudo hacer en Basjlea. Y E l necesitaba un lu- gar así para volver a estudiar y a escribir. Esta .cría su mayor aportación a la nueva fe protestnte, escritos y libros con los cuales los hombres pudieran alimentar sus almas. Quizás Estrasburgo fuera un buen lugar, o

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AS^ FUE CALVINO,

puede que estuviera mejor en Basilea. Estrasburgo caía mas hacia el este, pero para ir en esta direccion tenia que atravesar por un territorio en guerra. El rey Francisco sostenía su tercera gran guerra con el empe- rador Carlos. Estaban luchando en toda el área del ca- mino hacia Estrasburgo. Los cañones, carros y todo el equipo militar llenaban los caminos. Por la tanto Cal- vino, dio un rodeo, pasó por Lyon, conocido por su centenar de impresores y se acercó a Estrasburgc por el Sur. Esperaba llegar hasta Lausanne; pero por ser demasiado tarde, decidió pasar la noche en Ginebra, al oeste del lago Leman.

Cansado y polvoriento llegb a la vieja puerta de Cornavin, guardada por un centinela con armadura. Caivino dio al centinela su nombre, recibió un papel de recomendación para los propietarios de las posadas de Ginebra, y cruzó el puente levadizo de la ciudad. Estaba dolorido, mal vestido, y cansado. Pero pensó que después de un poco de comida y un largo sueño podría continuar su viaje hacia el norte al romper el alba. Encontró una posada y pidió alojamiento por una noche.

HOMBRE

DE DOS CIUDADES

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Las forres de 1. catedral de S a n Pedro e n Ginebra

Un Misionero Valiente y Atrevido

La gente más bravía de Europa moraba en los va- lles y las montañas de Suiza. Durante el tiempo de la Refornia no se llamaba Suiza. Era un grupo de 13 es- tados llamados cantones, que habían conquislado sir libertad de duques, reyes y emperadores que regían eri otros lugares de Europa. Cada cantón estaba goberna- do por un Consejo de ciudadanos. En ningún otro lu- gar de Europa se regía el pueblo de una forma tan de- mocrática como estos poco educados, pero bravos ciu- dadanos, que no querían ser siervos de ningún seiíor.

Poco después del aÍio 1500 los cantones de Siiiza se encontrarori con un gran dilema. ¿Cuál sería su acti- tud ante la Reforma? El movimiento estaba invadiendo los estados alemanes, y había empezado ya en sus pro- pios cantones. Hacia al norte, UlrSico Ziiinglio estaba predicando poderosclmente en la Iglesia de Grossmuns- ter, en Ziirich. Había lanzado su primer serrnon refor- rriador el día de año nuevo de 1519, catorce meses des- pués de que Lutero clavara sus tesis. Desde aquel mo- mento la Reforina en Suiza se esparció por todas las ciudades y pueblos. En el norte y en el este los cantones de habla alemana, estaban debatiendo si permanecer con Roma o hacerse protestantes. Algunos se declara- ron fieles a Romq. Otros se volvieron a la fe predicada

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~ s f FUE CALVINO UN MISIONERO VALIENTE: Y ATREVIDO

nes llegaba a un grado febril de excltaci6n. atacando, Por Zuinglio Y LuteI-O. A causa de que en aquellos días reprendiendo, exhortando Y gimiendo. Con un lengua- la Iglesia estaba completamente ligada al Estado 10s je fuerte, lanzaba sus flechas a 10s corazones del Pue- cantones Se llacian u oficialmente protestantes o cató- blo poco instruído que le estaba escuchando Era tan lico rananos. En el norte, el cantón protestante más poco refinado como sus oyentes, Y Por est0 podian poderoso era Berna. Berna tenía como escudo un oso a la perfección su l e n ~ a l e . Hablaba en Y todos 10s demás cantones sabían que cuando el oso contra de Roma, reclamaba el retorno a las verdades de Berna gruñía, 10 más sabio era obedecer. d2 la Biblia con tan elocuente sinceridad que la gente

Los protestantes de Berna empezaron a iniciar el teda que decidirse entre creer de Una vez, o a atacar

traoafo misionero en las ciudades bajo su control. Esto fur losamente al misionero de Berna- no era fácil, Pues la Iglesia de Roma estaba dispuesta para una lucha a muerte en los territorios donde to- davfa dominaba. Los habitantes de Berna eran de ha- bla germana. Necesitaban alguien que les hiciera de misi~r~ero en 10s territorios de habla francesa del sur- este. Por 10 tanto envieron a un francés, rechoncho y decidido llamado Guillermo Farel. Farel se había con- vertido Por medio del anciano profesor Lefevre y había escapado de Francia después de actuar poderosamen- te en Meaux, cerca de Parfs.

Gujllermo Farel era de lo más osado corno misio- nero, pues introducia la Palabra en todos los lugares. No se detenía por nada. "Nunca he visto un' hombre tan intrépidov dijo Erasmo del rechoncho francés; el cual en respuesta llamd a Erasmo un Balaam.

Cierta vez, cuando se estaba celebrando una prote- sidn religiosa, Farel arrebató algunas reliauias de las manos de un sacerdote y las echd al rfo. otras veces entraba en una iglesia romana, escalaba el púlpito y arrojaba de allí al sacerdote que estaba celebrando la misa, denunciando al pueblo que tal ceremonia era un acto de idolatría. Doquiera que fuese daba la impresión de una tormenta. En una ciudad después de otra, eri el mercado, en las casas y en los teatros, anunciaba e1 mensaje de la salvación de Dios. Durante sus reunio-

La gente t e n f a que dccidtrse entre creer o atacarla

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AS^ FUE CALVINO

Azotado y arrojado de algunas ciudades, Farel fue amenazado con pistolas, espadas y otras armas. Una vez fue azotado tan fieramente que un ciudadano de Berna que presenció el castigo refirió que la cara y el cuerpo del misionero quedaron como si un centenar de gatos salvajes le hubieran clavado sus uiías. Pero Fa- re1 no se detuvo nunca. Ni tampoco se preocupaba mu- cho de permanecer en el territorio de Berna. Si un campo aparecía listo para el Evangelio, el se dirigía allí, tanto si Berna podía protegerle como si no.

Farel juntó para ayudarle a un puiíado de hombres intrépidos que no temían la horca, el frío, ni la muer- te. Si no se les arrojaba permanecían suficiente tiempo en una ciudad para convertir a algunas personas a la Reforma. Entonces enviaban un comunicado a Berria cuyo Consejo escribía al de la ciudad vecina pidiendo un debate público entre los protestantes y los católico- romanos. Berna enviaba a aigunos ministros para ha- cerse cargo del debate, y al concluir el pueblo votaba libremente entre el Protestantismo o Roma. Muchas ciudades y pueblos se declaraban por la Reforma. A tales lugares, Berna enviaba instrucciones sobre los sacramentos y el sistema de culto. La misa era aboilda L,as estatuas y los altares eran quitados de las Iglesias; si no habían sido derribados ya por el pueblo entu- siasta.

Fue en un día de Otoño de 1532, exactamente un año después de la muerte de Zuinglio, que Farel y uno de sus acompañantes cruzaron el puente levadizo de Ginebra por primera vez.

Juan Calvino se encontraba entonces en Orlcans, Francia, terminando su curso de leyes, después de la pobre venta de su libro sobre Séneca.

La Ciudad del Lago

Pocas ciudades teriíari un emplazarrlicnto tan bonito como Ginebra. Edificada sobre una roca a la orilla de un lago azul, estaba rodeada de un círculo de monta- Íias; una alfombra de verde hierba a sus pies, y a lo lejos altos picos nevados acariciados por las nubes. El lago azul recoge las aguas que afluyen de las montañas y las junta en un poderoso río, el Ródano que cruza Francia bullicioso para precipitar~e en el Mediterru. neo. Ginebra era critonces, y es todavía, un cruce de caminos de toda Europa. Rutas importantes atravesa- ban sus puertas. LF ciudad estaba en lo mas sur-este de los cantones suizos, dominando todos los territorios Que la rodeaban.

Julio César en sus famosas marchas por Europa había descubierto Ginebra, 50 anos antes de CriLto, y habfa edifidado allí unas murallas de defensa. Urios 40C años después Ginebra dejó de ser una aldea fortificada para convertirse en ciudad. Más tarde el Cristianismo entró en ella y en los sitios donde se alzaban ternplos paganos se edificaron iglesias. A principios del siglo X se edificó, toda de piedra, la iinpresionante catedral de San Pedro, cuyo campanario es el punto más alto de la ciudad. Fue construída en forma de cruz y la esbcl- tez de ,sus torres se destaca sobre el fondo negro de las montañas.

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AS^ FUE CALVINO LA CIUDAD D E L LAGO

Ginebra estaba aún luchando por su libertad cuan- do F'arel realizó su primera, visita. No pertenecia a nin- gun cantón y estaba luchando desesperadamente para qiiedar como ciudad independiente. Por 150 anos sus ciudadanos iuerori obteniendo mas poder, defendiéndo- se de las garras de un duque y un obispo que procura- ban regirla. Pero fue una lucha sangrienta.

El duque era Carlos 111 de Saboya, que gobernaba las tierras alrededor de Ginebra. Los castillos en toda el area, eran sus fortalezas. Iricluso llegó a capLurar un castillo que habia en una isla del rio, entre las dos partes de la ciudad. El obispo regia a los ciudadsnos corno cabeza de la Iglesia a la cual todos perteneciari. Fue un poderoso enemigo de las libertades del pueblo dentro de la ciudad, hasta que decidió trasladarse a un palacio más corlfortable en las montañas. El obispo por su influencia religiosa era el enemigo de dentro, el duque el de fuera.

Los patriotas de Ginebra lucharon fieramente en contra del duque. Finalmente, en 1825, el duque Car- los asaltó la ciudad con un gran ejército. Los patriotas liuyeron a la desbandada, y los que permanecieron en la ciudad tuvieron que jurar obediencia al duque. ~Qi i é otra cosa podían hacer si los soldados del duque tenían sus hachas sobre sus cabezas'? Pero los patriotas vol- vieron sigilosamente. Se juntaron en consejo y sacudie- ron el yugo del duque. Sorprendido por la repentina oposición huyó inesperadamente de Ginebra y nunca más pudo poner los pies en la ciudad.

Entonces Ginebra hizo alianza con los poderosos cantones de Berna y Friburgo. Para mantenerse libre del poder del duque la alianza del año 1526 fue un fac- tor decisivo. Pero Berna era Protestante, mientras que E'riburgo seguia a Roma.

Farel, en Ginebra, en 1532, alquiló una habitación en el hostal de la Tour Percé y quietarnente dio a cono- cer su llegada. Al día siguiente habló a un grupo de personas que se habían juntado en la posada para es- cucharle. Al otro día predicó a una multitud. A ero en tonces los 900 sacerdotes de Ginebra ya habían entrado en acción. Sabían lo suficiente el daño que el osado misionero había causado a la Iglesia de Roma en otros lugares.

El Consejo de la ciudad no pudo arrojar a F'arel porque llevaba certificados y cartas de recomendación del Consejo de Berna, su aliada. Por lo tanto, evitando la acción oficial, formaron un grupo de gentuza que seguía a Farel y su compañero por todos los sitio: don- de iban, gritando, alborotando y echando piearas. Los atacantes habrían asesinado a los misioneros si no hu- biera llegado oportunamente una patrulla de soldados de la ciudad que dispersaron a los alborotadores y escoltaron a Farel y a su compañero hasta la posada. Un soldado estuvo de guardia ante su puerta toda la noche. Temprano, a la mañana siguiente, algunos ami- gos tomaron a Farel y a su ayudante en un bote y cru- zando el lago los llevaron a lugar seguro.

Pero Guillermo Farel estaba acostumbrado a estas recepciones; y concibió un nuevo plan para evangeli- zar Ginebra. Pocas semanas después se colocaron unos pasquines por todas partes de la ciudad. La gente leyó con interés "Un joven recién llegado a esta ciudad dará clases para aprender a leer y escribir el idioma francés a quienes lo deseen, a pequeños y grandes, hombres Y mujeres, aún a los que nunca han ido a la escuela. Si dentro de un mes no pueden hablar y escribir francés no cobrará ningún dinero por su trabajo. Se le puede encontrar en el gran Boytel Hall, cerca de la plaza de

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L.4 CIUDAD DEL LAGO

Molart, donde está colgada una cruz de oro. El foras- tero cura también muchas enfermedades, completa- rnerlte gratis".

Muy pronto la habitación alquilada junto a la cruz de oro se vio llena de alumnos. El maestro, un joven de 21 años, era Antonio Froment, uno de los ayudantes de Farel. Enseñó francés tal como había prometido, pero en las lecciones, mezclaba sermones y pequeños comentarios de la Biblia.

La habitación se vio repleta, la gente estaba ansio- sa de escuchar a l joveri maestro. El día de Año Nuevo de 1533, la multitud se hizo tan numerosa que Froment tuvo que salir a la plaza Molart, donde acostumbraban juntarse los ciudadanos. Allí, de pie sobre una caja de pescado, predicó al pueblo sobre el texto "Guardaos de los falsos profetas1'. Estaba todavía predicando cuan- do un tumultuoso grupo, guiado por sacerdotes arma- dos, descendió a la plaza Molart. Froment escapó refu- giándose en la casa de un farmacéutico cuyas venta- nas pronto fueron hechas pedazos para poder dar caza al maestro. Al igual que Farel, Froment tuvo que abari- donar Ginebra precipitadamente, protegido por la os- curidad de la noche; pero la semilla que los dos fran- ceses habían sembrado, echó raíces y creció.

Entonces empezó la lucha sobre religión. Berna, Protestante, inicjó la batalla con una carta dirigida al Consejo de Ginebra, "Permitid, excelencias -decia la carta- libre curso a la verdad". Dentro de la ciudad el pueblo estaba dividido.

Bajo la luz de antorchas 700 sacerdotes, canónigos y otros seguidores de Roma se juntaron y juraron ase- sinar a todo protestante que hubiera en Ginebra. Al día siguiente se juntaron en frente del altar mayor de S. Pedro. El canónigo Wernli iba al frente, vestido con

armadura. Cuando la gran campana "Clemerice" eril- pez6 a tañir, el ejército de los 700 salió de la catedral con banderas, cruces, espadas, hachas, lanzas, y qayro- tes. Cruzündo las calles se dirigieron a la plaza Molart, creciendc la comitiva a medida que iba pasando. Se juntaron también mujeres con los delaritales llenos de piedras. Aún adolescentes se unieron a la tropa. To- dos se pusieron en actitud de batalla, esperando que empezara la lucha.

Los protestantes, por su parte, jiintarori sus fuerzas en una casa grande propiedad de uno de ellos y salie- ron a la calle para encontrarse con los conciudadanos de su barrio. Con las armas preparadas, ambos ban- dos se alinearon a los dos lados de la plaza. Pero enton- ces sucedió algo inesperado. Siete visitantes, mercade- res de Friburgo, detuvieron la lucha antes de empezar. Se pusieron en medio de las dos partes y les convencie- ron de hacer las paces, en vez de lanzarse vecino coritra vecino. Los sacerdotes fueron duros de convencer, pero al final la turba armada se disolvió dirigiéndo~e cada cual a su casa. Por cuatro o cinco semanas l-iiibo una paz precaria.

Por segunda vez, a l declinar una tarde de Mayo de 1533, el canónigo Wernli se despojó de sus ropas y vis- tió su armadura. Seguido por algunos sacerdotes ar- mados llegó, al oscurecer, a la plaza Molart. Las nuevas se esparcieron por todos los callejones. La alarnia cun- dió. Tanto los protestantes como los seguidores de Roma se lanzaron a la calle para luchar. En las tinieblas cle la noche el canónigo Wernli deserivainó su espada y agitándola a derecha e izquierda se dirigió hacia la multitud. Hubo una pequeña lucha, varios hombres ca- yeron heridos, y el resto volvió a sus casas. Regresaron todos; menos el canónigo Wernli, cuyo cuerpo fue des- cubierto a la maiíaria siguiente; yacía en tierra, her-i-

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AS^ FUE CALVINO

do profundamente por una juntura de su armadura. Este hecho creó más problemas. El canónigo Wernli

era hijo de una noble familia católica de Friburgo la cual demandó el castigo de los que habian luchado contra él. Dadles muerte, dijeron en Friburgo, o rom- peremos la alianza con vuestra ciudad. Pero el Oso de Berna se interpuso. Ella tambibn estaba en la alianza tripartita.

Estamos muy resentidos por el trato que se da a los protestantes ,?L vuesrra ciudad, dijo Berna a su peque- ña aliada Ginebra. Habéis arrojado de ella a "nuestro siervo Guillermo Farel". Habéis maltratado a nuestro siervo Froment, habéis invitado a vuestra catedral a un profesor de la Sorbona de París, el cual "os predicó sólo mentiras, errores y blasfemias contra Dios, contra la fe, y contra nosotros mismos; hiriendo nuestro ho- nor, llamándonos judíos, turcos y perros". No estamos dispuestos a seguir así, Hemos enviado una delegación a Ginebra para que se entreviste con el Consejo de la ciudad y organice un debate público al que todo el pue- blo pueda asistirw.

Y acto seguido el Consejo de Berna envió de nuevo a su rechoncho misionera Farel para que predicara y tomara parte en el requerido debate. Reaparecio en Ginebra durante Diciembre de 1533, llevando consigo su púlpito transportable, que le permitía predicar en cualquier lugar. Froment, el maestro, regresó también de nuevo. Llegó también un tercer predicador, suizo nativo, Pedro Viret. Hombre reposado y muy culto, respetado por doquiera que iba. En su espalda llevaba la cicatriz de una herida de lanza hecha por un sacerdote.

El Consejo de Ginebra, se encontraba en un verda- dero dilema. Si rehusaban el debate público, la delega-

Juraron ... con lar manos levantadas, que,(vivjrían segun las :leyes del Pvdnpelio (PhL! 90)

ción de Berna les amenazaba con romper el pacto de alianza con su ciudad. Si permitían el debate, ello ayu- daría en gran manera a instaurar la reforma en Ginebra.

Entretanto el número de protestantes aumentaba. Por mucho tiempo Farel predicó en una casa grande con capacidad para 400 personas. Luego los protestari- tes marcharon en multitud para tomar posesión del convento de la Rive, con capacidad para 5.000 perso- nas. Entretanto, Viret bautizaba los nuevos converti- dos y predicaba c ~ n t r a la orden clerical de que todas las copias de la Biblia fueran quemadas.

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AS^ FUE CALVINO

Finalmente, los Consejeros consintieron que se ce- lebrase el debate público en la catedral de S. Pedro. Duró una sernana y fue una gran victoria para I'os protestantes. Pero antes de que la causa, pudiera ser puesta al voto de los ciudadanos, el duque de Saboya reapareció frente a la ciudad. Había hecho un pacto con el obispo. Friburgo había roto su alianza con Gi- nebra, y Berna retrocedía, temiendo verse envuelta en una guerra con el duque, quien estaba protegido por el Emperador Carlos V y por el Papa. Ginebra se haIlaba en verdadero peligro.

El duque tenía todos los castillos circundantes a Gi- nebra llenos de hombres armados. Envió un ultimatum al Consejo de la ciudad diciendo: "Arrojad a los tres predicadores, aceptad de nuevo al obispo, volviendo a ser nuevamente obedientes a la Iglesia de Roma y no enviaré mis ejércitos para destruiros".

Berna les aconsejó que era mejor someterse al du- que que ser aplastados. Todos los cantones de Suiza recomendaron lo misrno al Cantón de Ginebra: Some- teos decían. No podéis luchar contra el duque, el obis- po, el Papa y el Emperador. El pueblo de Ginebra sa- bia claramente lo que el utimatum del duque signifi- caba. No era sólo un problema de religión; era escoger entre la libertad y, la escIavitud política y social. Era vivir bajo la tiranía feudal del duque que se había alia- do con el obispo y con Roma. ¿Podía Ginebra someter- se, después de haber estado luchando durante tanto tjempo por su libertad?

Los consejeros de Ginebra prepararon su respuesta haciéndose eco de la opinión del pueblo. NO NOS SO- METEREMOS, dijo Ginebra al duque y sus aliados; antes moriremos enterrados entre montones de ruinas, que perderemos nuestra libertad.

111

Lucha por la Libertad

Fue en Agosto de 1534 cuando los ciudadanos de Ginebra decidieron derribar los cuatro suburbios de la cjudad emplazados fuera de sus murallas. No queriari que los ejércitos del duque tuvieran un lugar para guarecerse al aproxiriiarse a ellos. Eslo sigriilicaba sacrificar media ciudad para salvar la otra inedia, pues 6.000 personas vivían en los suburbios. Dia tras otro el pueblo fue derruyendo las casas iglesias y monasterios. Usaron las mismas piedras para reforzar las murallas. Las campanas de las Iglesias derrumbadas fueron fun- didas y convertidas en balas de cafión. Dejando una amplia franja de destrucción a su alrededor; los ciuda- danos de Ginebra se juntaron dentro de las murallas dc la media ciudad que había quedado. Durante todo el invierno trabajaron para hacer sus defensas rnás se- guras. Los hombres trabajaban con las piedras y ina- teriales que las mujeres transportaban. Farel y Viret estaban en las almenas y las niurallas junto al pueblo, animándolo, haciendo guardias de rioclie y ayudando en el trabajo de día.

En Abril de 1535 alguien trat6 de envenenar a los predicadores. Viret cayó gravemente enfermo. La sir- vienta de la casa en que vivían confesó que había pues- to veneno en la sopa de espinacas. A Farel le llamaron repentinamente antes de que comiera la sopa. La sir- vienta fue interrogada y condenada a muerte por los consejeros. Se acusó a los sacerdotes de sobornar a la sirvienta, y en la abarrotada ciudad hubo una fuerte reacción en favor de- los predicadores.

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AS^ FUE CALVINO LUCHA POR LA LIBERTAD

Entretanto el duque iba estrechandc el cerco. Empe- zó a cortar los suministros de la ciudad. Capturd a los ciudadacos que se aventuraron a traspasar las niura- llas y los llevo a los calabozos de sus castillos para tor- turarlos o darles muerte. Pero todavía no envió el pleno de su ejército.

En Junio empezó el segundo debate público en San Pedro. Duró cuatro semanas. El pueblo se concentrQ y abarrotó la catedral para oir a los predicadores de- fender la fe protestante frente a dos monjes que habla- ban en favor de la Iglesia de Roma. Los monjes eran un adversario débil para los predicadores y el pueblo se volvió por la causa protesante. El domingo 8' de Agosto de 1535 Farel, con gran aparato, fue llevado por la multitud por las calles hasta el interior de la catedral de San Pedro. El pueblo permaneció de pie en masa dentro y fuera de la catedral, mientras Farel pretiicó sil primer sernión protestante desde el púlpito de la basílica.

El día siguiente Farel fue llamado por los Conseje- cie la ciudad, a los cuales pidió reconocimiento oiicial de la fe protestante. Gozosamento, yo y mi compañe- ro, nos sometemos a morir en vuestras manos -dijo- si se puede probar que predicamos algo contrario a las santas Escrituras. Luego se arrodilló y oró frente a los Consejeros. Cuando se levantó de nuevo la sala es- taba en completo silencio. Los Consejeros invitaron también a representantes de la Iglesia Católica, sacer- dotes y monjes, a que hablaran en favor de su fe. Pero estos personajes se retrasaron. Cuando aparecier~n al fin parecían desanimados y sin entusiasmo. Uno dijo, Irancamente, que se consideraban a si mismos perso- nas poco ilustradas, enseñando simplemente lo que ha- bían aprendido de sus padres. Ante semejantes decla- taciones los Consejeros de Ginebra hicieron una de- cisión capital.

Por el edicto del 27 de Agosto de 1535 la religión Ca- tólica Romana dejó de ser la religión de Ginebra. La misa ya no se celebraría más. Las estatuas y altares que no habían sido destruidos, serían quitados de las iglesia. Un monasterio se convir~t?~ en escuela elemen- tal de niños. Esta escuela fue la primera de su clase en Europa. Otro monasterio fue convertido en hospital.

A los sacerdotes, monjes y monjas se les dio la opor- tunidad de permanecer en la ciudad o de abandonarla. hluchos escogieron salir. Las monjas del convento de Santa Clara temían que les forzarian a casarse si per- manecían en Ginebra; por lo tanto abandonaron la ciudad. Algunas no habían salido del convento en 30 años, y tuvieron un viaje terrorífico entre las monta- ñas, pensando que cada oveja, o cada buey, era un león hambriento dispuesto a devorarlas.

Así llegó la Reforma a Ginebra, mano a mano con la libertad, por la que todos los habitantes de la ciudad estaban dispuestos a dar la vida.

El duque había influído en esta rápida decisión; pues al permanecer al lado del obispo y del Papa to- dos los que amaban la libertad se pusieron al lado de los predicadores protestantes.

El duque envió al final todo su ejército y bloquean- do el lago con barcos puso cerco a la ciudad. Apiñados dentro de las murallas de Ginebra el pueblo veía corno el hampre se iba acercando. Con tod6, un mensajero pudo traspasar el bloqueo del duque y llevar una carta de súplica a Berna. Mientras el Consejo de Berna es- taba discutiendo el asunto, les llegaron noticias de que soldados del duque habían saqueado algunos distritos pertenecientes a Berna en las cercanías de GineFra.

A fin de proteger sus propios derechos, Berna entró en acción y declaró'la guerra al duque, marchando ha-

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AS^ FUE CALVINO

cia Giiiebra con un ejército de 6.000 soldados suizos. E1 rey Francisco de Francia se metió en la contienda, apro- vecliando la ocasión para su política contra el duque y le declaró la guerra. Francisco capturo la capital del duque y dos de sus provincias inas ricas, mientras este se hallaba frente a Ginebra.

En Febrero de 1536 las tropas de Berna llegaron a las puertas de Ginebra. La ciudad junto a la orilla del lago se había salvado.

Farel comeiizo a enseíiar una nueva forma de cul- lo y a predicar nuevas reglas en la joven ciudad pro- testante. Los Consejos Ilainaron al pueblo de Ginebra a la capital de San Pedro. Todos perriiaiiecierori con las manos levantadas al cielo jurando que vivirían se- g ú n las leyes del Evangelio, renunciando a las eirse- fianzas de Roma. Era el doiningo 21 de Mayo del ano 1536.

En el aíío 1536 el eruaito holandés Erasmo inurió en Basilea, habiendo ensefiado el camino de la Escritu- ra y vuelto atrás de él. En la ciudad francesa de Nerac murió el anciano profesor Lefevre, la "Estrella de la maiiana de la Reformai7, quien Iiabía vivido por mas de un siglo en un mundo angustiado que se translornia- ba paulatinamente. Fue el año que, en Inglaterra, Ana Bolena, segunda esposa de h r i q u e VIII, perdio su ca- beza en un calabozo de la Torre de Londres. Fue tam- bién el año en que un joven viajero tuvo que hacer, en su camino de París a Estrasburgo, una parada en Ginebra, que todavía se estaba recobrando de su lucha contra el duque.

El viajero se detuvo por una noche. Había planeado dejar la ciudad, pasando desapercibido, pero Dios ha- bía dispuesto otra cosa.

1v El Reto

Dos hombres estaban discutiendo. El de más edad, regordete y corto de estatura, era el que inas hablaba. Se levantaba, se sentaba, se paseaba por la liabitacióii, movía los brazos y daba guñelazos contra la niesa. Las palabras salían de su boca conio un torrenlc, y hablaba con voz ronca.

Sentado en una silla, se encoritraba el otro honibre, mas joven, delgado y palidc, con ojos penetrantes que sobresalían de su rostro barbudo; movía la cabeza y levantaba las manos para interrumpir. Cuando eiicon- tró un hueco en el torrente de palabras del otro, el jo- ven protestó diciendo que no podía hacerlo. "No es para mi -dijo- soy tímido y vergonzoso. Odio el ineterine en problemas. Por otra parte caigo enfermo iiiuy a me- nudo. Mi lugar está en los estudios. Soy hombre de li bros y escritos. ¿Cómo puedo atarme a una iglesia, S&

quiero servirlas a todas? No puede pedir esto de mf. En el nombre del Señor tenga piedad de mi y déjenle ser- vir a Dios de otra forma".

La candela encima de la mesa se consumía lenta- mente. Ambos personajes seguían discutiendo. Final- mente el mas anciano, señalando con el dedo al cielo. rugió con voz de trueno: "Te digo, en nombre del Dios todopoderoso, que si solaniente te ocupas de tus csti i- dios, y no nos ayudas a llevar a cabo la obra de Dios. El te maldecirá, porque estaras buscando tu propia gloria y no la de Cristo".

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EL RETO

El hombre de ojos penetrantes inclinó la cabeza. El silencio invadió la habitación. El argumento había he- cho su efecto. "Sentí ... como si Dios hubiera puesto sobre mí su poderosa rriano para detenerme ... estaba tan lleno de terror que desistí del viaje que había co- menzado.. . Guillermo Farel me detuvo en Ginebra". Juan Calvino, pues tal era el viajero, determinó per- manecer en la ciudad. ¿Qué es lo que el fiero y osado Farel deseaba de un hombre débil con solo 26 aiios de edad? Farel, que estaba acostumbrado a ir por las ciu. dades como un torbellino, ¿que pensaba hacer de este joven tímido? Nadie podía conquistar una ciudad Iicr el Evangelio como lo hacía Guillermo Farel; pero una vez conquistada la ciudad, el trabajo había tan sólo comenzado. Ahora venía el preparar planes cuidado- sos, y levantar el edificio espiritual con mano firme. f para este trabajo Farel no era el hombre indicado. Era magnífico plantando batalla, pero se veía perdido cuan- do tenía que continuar alentando y guiando al pueblo dia tras día. No podía asumir la conducción firme que tina ciudad turbulenta como Ginebra necesitaba.

La Reforma en Ginebra se vela ya envuelta en pro- blernas. El pueblo que lo había sacrificado iodo para no someterse al duque, estaba volviendo a su vida nor- mal. Muchos habíari vuelto a la ruda y monót~na vida que caracterizaba aquella ciudad y pronto olvidarían la fe protestante, que había llegado junto con la liber- tad política. Mientras el duque había estado a las puer- tas de la ciudad, todos se habían unido en una causa común. Ahora los diferentes grupos se estaban movien- do de nuevo, luchando los unos contra los otros y es- tudiando la manera de captarse a los Consejeros. Eran protestantes neófitos, recién seguidores de Roma. Y se llamaban a sí rnismos patriotas. Como tales no estaban niuy de acuerdo con importar predicadores franceses para regir la nueva iglesia protestante.

E h medio de estos sentimientos Farel y sus ayudan- tes creían disminuída su autoridad. La gente no aca- taría las leyes evangélicas sobre la forma de compor- tarse. Todos habfan entrado de repente a ser miembros de la Iglesia protestantc, pero ¿cuántos de ellos tenían un coraz6n renovado por el Espíritu Santo? Y ¿que ocurriría a este nuevo pueblo protestante, si alguien no tornara las riendas para convertir esta ciudad rebelde en una ciudad de Dios?

Dios t e maldecirb , , . por&e estarás buscatido t u propia gloria y no la de Cris to . (Pdg. 91)

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AS^ FUE CALVINO

Fue Du Tillet, e1 amigo de Calvino, quien notificó a Farel que el joven profesor se había detenido para pasar la noche en Ginebra. Repentinamente Farel vio la solución a todos sus problemas. Aquí estaba el Iider de la Reforma. Un joven de brillante cultura, doctor en leyes, apto pzr2 tratar con los Con~ejeros, como con el pueblo. Allí estaba un teólogo profundo, que com- prer-idía corno ninguna otra persona de su época lo que la fiiblia demanda a los creyentes. E~trt hombre podría enseñar la Palabra a otros. Con la ayuila del Espíritu Santo podría cambiar las vidas de los habitantes de Ginebra. Calvino era la respuesta de Dios a, las nece- sidades de la ciudad. Sobre esto Farel no tuvo ninguna duda. A todo correr se lanzó por las calles de la ciudad hacia la posada donde Calvino estaba hospedado.

X por fin Calvino había aceptado permanecer allí. Lleclaró que debía antes ir a Basilea pára traer a un familiar y recoger algunas cosas de su propiedaa. Se detendría para visitar algunas iglesias en el camino, y en unas pocas semanas estaría de nuevo en Ginebra para residir alli.

Calvino cumplió su promesa. Pero, "tan pronto co- rno regresé a Ginebra" -escribió a un amigo suyo en Francia- "me atacó un violento resfriado". . .

Esta enfermedad no fue una entrada muy gloriosa en Ginebra. Calvino se levantó del lecho y empezó su trabajo con unas clases diarias en la catedral de San Pedro El título que le daban era bastante digno: se le llamaba profesor de Letras Sagradas. Pero era profe- sor sin paga. En Septiembre de 1536 Farel pidió al Con- ~ e j o que empleara a Calvino como profesor de las Es- critilras y le pagara por su trabajo. El Consejo lo em- pleó, pero retardó hasta Febrero del ario siguiente dar-

le ningún salario. Entretarito Calvino era nombrado en las minutas del Coriscjo simplemente como "cl fran- cés"; no se sabe si porque era iin desconocido, o por- que el escribier~te no conocía su nombre.

Cada tarde Calvino ascendía los peldaños de una ~'equeiia calle que coriducia a la catedral. Allí etiscíia- ha, en la enoriiie nave que habla sido desl~ojada de iniagenes y altares. Un pequeño griipo acudía para oir lo que decía sobre las eliístolas de IJablo. Aparte dc sus e:,tudios y c~rresponclcncia, trabajaba en una e(iiCio~1 francesa de "Las insliticcio~zesJ' Calvino se fue llenan- do de una tristeza que .rayaba cn enojo. A su alrctiedor,

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AS^ FUE CALVINO

el pueblo de Ginebra, volvía a la vida que habían aban- donado cuando combatían contra el duque. Las taBer- nas de nuevo se veían llenas; gentes borrachas inva- dían otra vez las calles. Los dados volvfan a requetear en las apuestas de juego. Las cartas nunca estaban quietas. Los hombres hablaban sin recato de sus que- ridas o de sus aventuras con prostitutas. Se prepa- raron tablados en las plazas para una gran fiesta de baile. A Calvino el vestido de la gente le parecía in- modesto y vanidoso. Los hombres llevaban calzonci- llos cortos en vez de pantalones, las mujeres menea- ban faldones de sedas y joyas costosas.

Y todo esto en una ciudad que se había declarado formalmente por el Protestantismo. Muchas de estas personas habían levantado sus manos solemnemente en la catedral de S. Pedro jurando vivir para Dios y su Palabra, y todas ellas pertenecían a la Iglesia de Ginebra. ¿Cómo podía un refugiado francés, extranje- ro entre ellos, intentar enseñarles la fe que descono- cían? ¿Cómo podía llevarles a una vida de consagra- ción, tan diferente de su diaria pravedad?

Quizá el texto favorito de Calvino durante sus días de clandestinidad en Francia vino a su mente para confortarle durante estos meses: "Si Dios es por noso- tros, quién será contra nosotros?" Ciertamente, iquikn?

Victoria en Lausanne

En la última parte del mes de Septiembre de i536 Calvino y Farel hicieron un viaje al Oeste, alrededor del lago de Lausanne. En esta última ciudad encontra- ron a Viret que había sido nombrado pastor en ella. Berna estaba apoyando un gran debate público en Lausanne cuyo objeto era definir el asunto de religión en los territorios circundantes que Berna había con- quistado del Duque. Más de 300 sacerdotes de estos te- rritorios habían sido invitados. De los 174 que vinieron, sólo cuatro se levantaron para hablar en el debate. Fa- re1 y Viret eran los oradores por el lado Protestante. Calvino asistió, pero no esperaba tomar parte.

El pueblo del territorio, dejando sus granjas y villas acudieron, abarrotando las posadas de Laussane. Esta- ba en su mano el votar su religión, y no querian perder la oportunidad de escuchar los argumentos de ambos la dos.

El día primero de Octubre el redoble de tambores anunció el comienzo del debate. Farel lo abrió con su sermón dominical. El lunes, a las 7 de la manana, se inició la batalla. La gente se estrujaba en la catedral para poder ver y oir. Los adversarios se situaron en el centro de la Iglesia. Para hacer el debate mas oficial, acudieron también cinco diputados de Berna vistiendo sayales negros, medias rojas, y sombreros de largas alas adornados con plumas. Los secretarios estaban llstos para copiar la discusión, palabra por palabra.

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ASÍ PUC CALVINO

Farel presentó diez tesis a debatir, y los arguineii- tos duraroii una semana. En estos dias, un orador la- vorable a Roma estaba hablando sobre la presencio. rcal de Cristo en la Eucaristia. Acuso a los Protestan- tes de ignorar la tradición de los primeros padres de la Jglcsia sobi-c este punto. Si conocierais lo que los pa- dres dijeron, -afirmo- veríais que vuestra posicion es falsa y condenada.

Esto fue deinasiado para Calvino. Las hoi-as que había pasado estudiando a los prirneros padres de la Iglesia, cuando era estudiante de Paris, le fueron de gran ayuda. Se levantó y empezó a refutar al ~ r a d o r católico. Con asombrosa nieinoria empezó a citar a Ci- priano, Tertuliano, Crisóstomo, Aguslín y muclioz otros. Y no se limitaba a mencionar el autor, sino que Calvino identificada y citaba el libro y el capitulo eii el cual el Padre de la Iglesia habia escrito sobre tal te- ma. Arguiiientaba de una forma intachable. Cuando termino, la multitud estaba grandemente excitada. E1 pueblo se apretujaba y aclamaba con entusiasmo al joven orador desconocido.

Un inonje franciscano alzo la voz diciendo que esta era la verdadera doctrina. Pidio a Dios que le perdo- nara sus pecados por haber estado enseñando y si- guiendo los falsos dogmas de Roma durante tantos aiios. hTuciios otros e~tuvieron de acuerdo con el. a pesar de que no se expresaron en forma tan efusiva. En los meses que siguieron, 120 sacerdotes y 80 inonjcs de los dirtiitos circuridant~.~ a Lausanne se convirtie- ron a la fe protestante, que Lzbía pasado a ser la re- ljgión oficial eri tales territorios.

Un Agudo Problema

Todavia en pleno tratarriicntc. de su resfriado, al cual no ~yudaban mucli3 los frios vientos de Octubre, Calvino salió a caballo en dirección a Berna. La cues- tión a tratar en Berna era la unificación doctrinal en todas las parroquias de los territorios dependientes qur seguían la fe de la Reforma, en lugar dejarles divagar en libres interpretaciones particulares.

Calvino era más y más popular cada día. El pueblo veía en e1 un líder. La gente de Ginebra, para el cual cra antes un descoriocido, acudía en grandes masas pa- ra oirle hablar en la catedral dc la ciudad, a la cual el llarnaba ya su hogar.

En uri pequeño edificio junto a la catedral de Gine- bra, sentado eii SU mesa de trabajo, Calvirio iiiojo 1;1 pluma y comenzó a escribir.

El primer resultado fue una Confesion de Fe de 21 articulos, por medio de la cual Calvino trataba de po- ner en claro ante el pueblo de Ginebra lo que habían prometido a l hacer juramento y pública confesión de fe evangélica. En Noviembre de 1536 la "Confesion" fue entregada a los Consejeros de la ciudad, los cuales la recibieron para su estudio. Los predicadores pidieron que el pueblci debia jurar vivir según las reglas de esta Confesión. Algunos Consejeros arguyeron, diciendo que no se debia forzar al pueblo a jurar algo que iiu ?in- tiera. Pero al final, el proyecto fue aprobado.

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UN AGUDO PROBLEMA

En todos los distritos de la ciudad, calle por calle y casa por casa, los alcaldes de distrito juntaron al pue- blo y niarcharon hacia la catedral de San Pedro. Acu- ctiari por taridas y permanecían de pie frente al Secre- tario del Consejo de la ciudad, quien, sentado eii el ~~ulpito, tornaba nota de los nombres de todos los que prestaban juramerito. Día tras día el pueblo fue acu- dierido para jurar ser fiel a las verdades de la .'Cunfe- sión de Fe".

Pero rio todos acudieron. Los rebeldes decían: ¿Es que luchamos riosotros en contra del obispo y del duque que es~aban iuera de nuestras nlurallas para conver- tirnos en esclavos de unos predicadores que están den- tro? ¿Quién les dio a estos franceses potestad sobre riosotros? Los pocos seguidores de Roina que estaban aún en la ciudad, instigaban al pueblo en el mismo sentido. Los amantes de la buena vida, llamados "li- bertirios", se quejaban de que los predicadores inten- taran hacerles vivir según las estrictas reglas mora- les de la religión. Los patriotas no estaban de acuerdo eri que iuios extranjeros coritrolaran la ciudad.

Entretanto, de la pluma de Calvino había salido otro docuinento. Vestidos con su negro ropaje Calvino y Farel lo trajeron a la casa del Ayuntamiento. Guar- dando la puerta del Consejo se hallaba un heraldo 9en- tado encima de un león de madera, teniendo en su ma- no una vara o maza con un ornamento plateado en su extremo; símbolo de autoridad. El heraldo anunció so- lei~ineinerite la llegada de los predicadores a la reunión del Pequeño Consejo, que era el principal de los Con- sejos que gobernaban Ginebra. Presidían el Pequeño Consejo, formado por 25 hombres, los cuatro Sindicos, que eran los oficiales más importantes de la ciudad clcgicioc; directamente por el pueblo. Después venía el

Consejo de los Doscientos, cuyos miembros eran elegi- dos por el Pequeño Consejo, y estos elegían a su vez poco a poco a los miembros del Pequeño Consejo que era necesario substituir; excepto a los cuatro Sindicos y al tesorero de la ciudad, elegidos en sufragio uriiver- sal. El tercer Consejo era el Pleno, formado por todos los ciudadanas varones de Ginebra. Esta gran asamblea sólo se reunía para tratar asuntos de suma impor- tancia.

I.os ho7nbres d e l conse jo g r i t a ~ o , n : ciiQue quiere?r los p r e d i c a d o r e s ahora:'))

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AS^ FUE CALVINO

Los predicadores, vestidos de negro, presentaron el dccumento escrito de su mano. En él pedían cuatro reíormas para la Iglesia de Ginebra. "No es posible llevar las cosas a buen orden en un sirnple momen- to" -decía el escrito- "pues la ignorancia del pue- blo no permite hacerlo así. .. pero ahora que ha gla- cid0 al Señor establecer su Reino aquí de una forma un poco mejor, nos ha parecido bien que tratemos juntos sobre estos asuntos ... rogando en nombre de Dios.. . que.. . si vuestras mercedes comprenden que nuestra advertencia es conforme a la Palabra del Evangelio, tomen buen cuidado de que estas reco- mendaciones sean recibidas y obedecidas en la ciudad.. . "

Lo estudiaremos dijo el presidente del Consejo. Es- to fue a mediados de Enero de 1537. El pueblo estaba todavía juntándose en la catedral de San Pedro en tan- das para prestar juramento a la confesion de Fe Evari- gélica escrita en Ginebra y aprobada por Berna. Y al delgado joven francés a quién Farel había conmina- do a permanecer en la ciudad, todavfa no se le había pagado ni 'un solo cbntimo por sus importantes ser- vicios.

Reforma a toda costa

Bien, ¿qué quieren los predicadores ahora? preyiinló el Pequerío Consejo tomando de la rriesa el cloculnc-rito que decía : "Muy honorables seiiores.. . "

"Los muy honorables señores no tuvieron qut? es- cuchar largo rato para encontrar diriarriita en el'docil- mento. "La verdad es que la Iglesia no puede estar bien ordenada ... a menos de que la Santa Cena del Sciíor sea celebrada de un modo cfigrio . de rrianera que por medio de una estricta vigilaricia ~iiriguiio pretc~iicla ; ~ ~ i i -

dir a. tomarla si no es con verdadera piedad y gcnuina. reverencia. Por tal razón, y a fin de mantener la inl c- gridad de la Iglesia, es necesaria la disciplina".

EXCOMUNION. - Esto, pen,saron, es dar a la Iqlc- sia la poderosa arma que el Papa ha estado blnndicrido de un modo terrible contra puel~los y princípes. Los pastores proponían quc por ~nedio de hombres ficlc~s que vigilaran en cada barriada de la ciudad, se rcci- biera información sobre aqilellos que no vivían la vida de Cristo. En tales casos la Iglesia debería toniar las medidas que el Seiíor señala en el capítulo 13 de S a n Matco; terminando con la excomiinión de los rebcldcs. Esta decisión de la Iglesia ~ e r l a apoyada por el Consejo de la ciudad, ya que en aquellos tiempos el Estado y la iglesia estaban estrechamente unidos. La " lisciplina

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REFORMA A TODA COSTA

de la excomunión "es necesaria" -declan los predica- dores- a fin de alejar a los indignos de la Sagrada Me- sa del Señor.". Pero esto de conceder a la Iglesia el po- der de excomunión, era dinamita para los malos, y pa- ra los buenos, falsa doctrina.

~IIemos de tener a un nuevo Papa dentro de nuec- tros muros? -decían-. Somos nosotros, la autorlBad civil, quienes tenemos que juzgar y castigar. los delitos dé los ciudadanos, -gritaron muchos de los miembros del Consejo Municipal-. Es nuestra facultad. Tenembs libros de leyes para reconocer y castigar a los malos. Que los predicadores prediquen y enseñen, pero que dejen las vidas de los ciudadanos en manos de los Con- sejeros que han sido nombrados para gobernar la ciudad.

Calvino, no sólo requirió que la Iglesia pudiera de- cidir quienes eran dignos de participar de la Comunión, sino que creia también que la Cena del Señor debía ser celebrada con más frecuencia. "Estaría bien rcque- rir que la comunión de la Santa Cena de Jesucristo se celebrara como regla cada domingo.. . no fue instituida por Jesucristo para que se celebrara dos o tres veces al año, sino para un frecuente ejercicio de nuestra fe. Esta fue además constantemente la práctica de la Igle- sia Primitiva., . -recalcaba el documento- pero ya que la fragilidad del pueblo es todavía tan grande, po- drfa haber peligro de que este sagrado misterio fuera incomprendido, o practicado rutinariamente, si se ce- lebraba tan a menudo, así que conviene celebrarlo por lo menos una vez al mes".

Las otras tres reformas no levantaron tanta tem- pestad en los Consejos. Calvino pidió que las leyes so- bre el matrimonio fueran estudiadas y redactadas de nuevo según la Palabra, "ya que el Papa las ha con-

fundido de tal modo, dictando decretos a su antojo". En este punto del documento había un espacio blanco en el lugar que correspondía al nombre del Papa. Cal- vino no quería honrar al Papa ni siquiera escribiefldo su nombre.

El tercer articulo se referfa a la instrucción de los niños, los cuales deberian hacer una confesión de fe en la Iglesia. Debe ensefiárseles el catecismo y esto es mas necesario ahora que nunca, en vista del olvid? dc la Palabra de Dios que vemos en la mayoría del pueblo y la desidia de los padres en instruir a sus hijos en los caminos de Dios". Por tal razón tiene que escribirse un catecismo y los padres deben enseñarlo a sus hijos. "En ciertas ocasiones del aíío "los niños deberían compare- cer ante los pastores, quienes les harían preguntas para ver como entienden las verdades espirituales, y expli- cárselas a continuación. "Tened a bien ordenar a los padres que pongan todo su esfuerzo y diligenciá para que sus hijos aprendan este sumario de doctrina", -ro- gaba Calvino-.

Otra cosa nueva era: "Hay salmos que deseamos s e ~ n cantados en la Iglesia. Si se adopta la Reforma, la gente tendrá que cantar en las Iglesias. No han canta- do durante siglos. Ni siquiera han entendido el latín cantado por los sacerdotes. Ahora, en vez de ser mudos espectadores, tendrán una parte en el culto. Con ello adorarán a Dios, cantando sus alabanzas, y darán gra- cias a Dios de común acuerdo. Pero ¿cómo aprenderá la gente a cantar los salmos? Que sean enseñados a los niños, que tienen más tiempo para ensayarlos, y que canten fuerte, con voz distinta, y el pueblo esciiche con atención, hasta que aprendan a cantar en comunidad. Los niños formando un coro conducirán eI cántico, tra-

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ASÍ FUE CALVINO RBFORhfA A TODA COSTA

yendo nuevas melodías a los act,os de culto. No habrA órgano, ni diversas voces, sino taxi sólo cantos masivos a1 unísono".

Este era el plan de cuatro puntos para empezar a levantar la iglesia de Ginebra. Era u n plan que e1 con- sideraba sacado de la Palabra de Dios; modelado segúri las costunibres de la Iglesia primitiva. Era por consi- guiente un plan que los concejales debían aprobar.

Los Consejos se movieron Icritanicnte; no sc decla- raron contra el canto de los salnios, la ensefianza del catecismo a los niños, ni las leyes sobre el matri~nonir, de acuerdo con las Escrituras. Podían poner estas re- formas en los libros de leyes de la ciudad, juntamente con centenares de otras reglas existentes, pero que la gente no era obligpda a cumplir. Esto satisfaría un poco a los tenaces predicadores.

Pero el asunto de la excomunión de la Mesa del Se- fior era otra cosa. Contra esto hubo muchos aryurncn- tos furibiindos, y la mayoría de los Consejeros se decla- raron contra cualquier cambio. Que la celebracjón de los sacramentos tenga lugar como hasta ahora, cuatro veces al año, en vez de cada semana o mes, y que toda idea de excomunión sea descartada. Después de todo, ninguna otra iglesia reformada tenía tal poder en Srii- ze. El pueblo de Ginebra, amante de su libertad, nc, podía ceder en este punto, y mucho menos para satis- f acer a un extranjero.

Los predicadores hicieron lo que pudieron ante esta reacción. Calvino escribio un catecismo para los rillios, a fin de enseñarles las verdades de la Palabra de Dios; al p r ~ p i o tiempo que su voz vibrante, clara y metálica, resonaba por cada rincón de las iglesias cuyos púll~i!os ccupó.

También Calvino se daba mucho a conocer por las calles y por las plazas. Tanto él como Farel, con sus gorras negras y llanas, iban llamando de puerta en puerta. Algunas veces el anciano y casi ciego predica- dor Corault les acompaííaba, andando algo más despa- cio, apoyando su bastón en las aceras.. .

Doquiera que iban, los pecados del ~)ucblo sc prc- sentaban delante de sus ojos. Pesados dados y sucioo paquetes de cartas estaban siempre en acción. En ias ruidosas tabernas los hombres levantaban copa tras copa, salían a la calle completamente borrachos y pa- saban la noche entera b las fe~~ando y maldicicndn. Las prostitutas flirteaban cautelosamente a plena luz del día, siendo reinas absolutas durante la noche.

Y todo ese pueblo, cada uno de los que frecuentaban las tabernas, pertenecían a la iglesia de Ginebra. Eran miembros, porque la ciudad se había declarado Pro- testante. (Qué podía hacer un predicador ante esta congregación de mas de 12.000 personas?

¿Cómo podia Calvino traer a este pílblico rcbelcle, a la fe y la vida piadosa sobre la cual había escrito tan brillantemente en sus "Instituciones"?

De momento, podia predicar la Palabra de Dios. Y asf lo hizo. Examinando con la mirada el mar de ros- tros que se divisaban desde el alto púlpito de la catedral de San Pedro, se esforzaba en gran manera para hacer entrar en el corazón de las personas la responsabilidad de sus pecados. No media sus palabras, ni tampoco las medía Farel cuando hablaba al pueblo qiie se reunía en la Iglesia de San Gervasio, en la otra parte de la ciudad. Corault, ocupaba el púlpito de otra Iglesia, predicando fogosamente a u n público que sus ojos no podían ver.

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Y los predicadores podían también acudir a los Con- sejeros de la ciudad para que obligaran al pueblo a cumplir las leyes ya existentes. Solicitaron audiencia al Consejo y pidieron que los mejores leyes que estaban escritas en los libros fueran puestas en vigor. Habia cientos de tales leyes. Todas las ciudades de aquellos días tenían una gran cantidad de leyes detalladas so- bre la vida privada de sus ciudadanos.

Había leyes para todo. Incluso leyes que dictamina- ban a que hora las personas debían ir a la cama. La clase de vestido de novia que las jóvenes tenían que lle- var. Cuantos músicos debía tener una orquesta; las obras que podía ejecutar. Algunos de los castigos eran severos, cárcel, destierro y aún muerte. Un buen nú- mero de estas leyes habían sido puestas en el código de Ginebra antes de la Reforma. Farel les persuadió de añadir algunas mas, a principios del año 1536, durante el primer entusjasmo por el Protestantismo.

Pero tales leyes no eran de ninguna utilidad. Como las leyes dictadas en muchas otras ciudades, no eran apenas practicadas, hasta que los predicadores llama- ron a la puerta del Consejo y pidieron su ejecución. Demandaban acción en contra, de cualquier transgre- sor, tanto rico como pobre.

Mas Dificultades Entre tanto, dos holandeses entraron en la ciudad

y añadieron problemas y complicacior,es a los pasto- res de Ginebra. Eran Anabaptistas y pedían un debate público con los predicadores.

Los Anabaptistas creían, entre muchas otras cosas, ~ r a en- que todos los cristianos que salían de Roma p?

trar en la fe Protestante debían ser bautizados de nue- vo. Durante la Reforma, tenían fama de ser los ultra- derechistas entre los Protestantes, y Lutero se les opu- so vigorosamente. A menudo predicaban la revolución soclal y la violer-cia. En Ginebra tales tópicos eran es- plosivos. Durante los dos días que duró el debate ante el Consejo de los Doscientos, los predicadores recha- zaron vigorosamente a los Anabaptistas, y el Consejo ordenó a los holandeses que abandonaran la ciudad. Pero habían permanecido lo suficiente en ella para ha- blar al pueblo, y añadir combustible al fuego de los descontentos, que estaba aumentando en Ginebra.

Por si esto fuera poco, el próximo que aparecio fue Caroli, con su grave acusación de que Calvino y los predicadores de Ginebra no creían que Jesús era Dios. Caroli era en aquel entonces pastor en Lausan~ie, ciu- aad situada al este de Ginebra siguiendo la orilla del lago. Se había convertido al Protestantismo proccden- te de la Iglesia de Roma; pero se estaba desviando de nuevo hacia Roma; enseñando a orar por los muerzos y predicando otras doctrinas semejantes. IIabía tam- bién un problema de vida ligera, por el cual Farel y

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Viret le habían denunciado en Ginebra en 1534. Pero en Lausanne, con su usual facilidad de palabra, había corivencido al Consejo de la ciudad, que, puesto que 61 poseía el grado dc doctor debían hacerle pastor prin- cipal, por encima del veterano reformador Viret, quien había estado en Lausanne rnucho antes que él. Al llegar a Ginebra Caroli comenzó su ataque a los predicadores.

E1 que se le acusara de no creer en la Trinidad en- cendió los ánimos dc Calvino. Se trataba de un cargo absurdo, como podía verse fácilmente leyendo sus "lns- ¿ilzr,czones" o su "Co~zjesión de Fe". Nunca he visto nada tan ultrajante" -escribió Calvino a su amigo Megander. Enfurecido se dirigió a Lausanne para de- fenderse a si mismo y a sus amigos ante el Sinodo 1,os ministros de Ginebra replicaron a Caroli de una forma muy fuerte. Calvino habló ardorosamente. Cuando ter- minó su discurso estaba exhausto, tosiendo y sin aliento.

El Sínodo se decidió en favor de los pastores de Gine- bra. Más tarde el Sínodo iie Berna destituyó a Caroli del ministerio protestante a causa de su inmoral~dad. Este regresó a Francia y más tarde a la Iglesia de Ro- ma; pero sus palabras permanecieron como focos de infección entre las iglesias suizas.

El pueblo escuchaba y se sorpreridía de ver lo que estaba ocurriendo entre los ministros de las nuevas jglesias protestantes. Con gran sentimiento Calvino urgió la celebración de un nuevo Sínodo en Berna para redactar una común Confesión de Fe. "Los legos están objetando -escribió-- que deberíamos los pastores po- nernos de acuerdo entre nosotros, antes de inculcar nuestra fe en la mente de los dernás ... No podemos per- der tiempo sino apresurarnos a organizar un SínoGo "donde se decidan todas estas controversias".

Caroli había hecho daiio. Farel estaba totalmente traslornado, aunque generalmente era honibre capaz de afrontar cualquier terripestad. Calvino escribió a VI- ret en Lausanne rogándole volviese a Gincbr'a para ayudarles. "Considero que vuestra restitución a csta obra es indispensable", -escribió- "a menos que no os irnporte perder a Farcl quien se halla totalriltrrite cxhauslo, con una ansiedad que nurica rne lo hubiera flgurado dado su ternplc de hierro".

En la misma carta latina a Viret, Calvino escribía: ''El Sr. de Iiautrnont se propone regresar a Fraricia . . . ¿querréis enviar la capa y tal libro que es suyo'.'

Estas palabras significan que Calvino taiiibién per- día otro amigo en medio de su tribulación. El Sr. de Hautmorit era Luis dc Tillet, su fiel compafiero de via- je, que había dejado su gran librería y su trabajo eri Angouleme para acompafiar a Calvino fuera de Fran- cla, a Base1 y a Italia. Fue e1 quicn refirió a Farel que Calvino pernoctaba cri Ginebra. Dii Tiliet se quedó en Ginebra con Calvino y había presenciado las tormentas levantadas en torno a su amigo. Había visto a C'alvjno enfermo y malliurnorado. Estas tribulaciones no erari gratas para Du Tillet, liorribre de clisposicion palil ica. Empezó a pensar si sería la verdadera iglesia de Cris- to aquella que su amigo trataba de forrnar en la rebClde y salvaje vida de Ginebra, o 610 era la Iglesia Madrc tic Roma? Perplejo ante este dilema, Du Tillet crnpezo a hablar de volver a Francia.

Pero cuando lo hizo fue secretamente, yéndose a i3s- tiasburgo, la ciudad del Rhin. Allí ingreso de nuevo en la iglesia Católica-Romana. Antes de cruzar otra vez la frontera de Francia escribió cartas por medio de un mensajero a Ginebra contando a su amigo Calvino lo que había hecho. ¿Estáis vos convencido en vuestro

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corazón -escribió Du Tillet a Calvino- que sóis ver- daderamente llamado de Dios para ser ministro de una iglesia protestante? ¿Estáis seguro de que es ésta la verdadera iglesia de Cristo?

Antes de la llegada del mensajero, Calvino ya ha- bía oído rumores sobre lo que su amigo h b í a hecho. Después de leer las cartas tomó su pluma para contes- tar. Escribió sin ira, con respeto, amor y tristeza. Pero al mismo tiempo con firmeza. "En el hecho de haberos perdido, lo que más me atorrrienta, -escribió Calvi- no - es el temor de qiie vuestra decisión haya sido mo- tivada por haberos tratado con dureza y poca caridad algunas veces. Quizás sea yo el que os haya ofendido y ello os haya inducido a esta decisión. Pero estoy más que seguro que mi rudeza no ha sido la verdadera cau- sa de vuestro cambio de corazón".

"Me ha sorprendido mucho el oir vuestra inten- ción -continúa Calvino-. Este cambio tan súbito me ha parecido muy extraño, conociendo la constancia y firmeza mostrada antes por Vos. No puedo comparlir vuestros argumentos y no disputaré largamente; per- iriitidme agradeceros todo lo que por mí habéis hecho, corrlpartiendo conmigo todo lo vuestro. Quisiera Dios que pudiera recornpensároslo como es debido. .. Tened u n especial recuerdo de nosotros en vuestras oracio- hes, ya que las dificultades que estarnos atravesando ahora son peores que nunca. Pido a Dios que os proteja y os dirija en esta senda resbaladiza por la que estáis andando". Pero todo esto rebotó en el caparazón que su amigo se había ya formado. Du Titllet se había apartado no sólo en kilómetros, sino también en con- ceptos e ideas de la fe evangélica.

El pueblo de Ginebra, en sus elecciones de Febrero de 1538, había introducido en el Consejo tres sindicos que eran enemigos de Calvino y de los reformadores. E1 Consejo de los Doscientos había ordenado a los pre-

dicadores no excluir a nadie de la Cena del Sefior; y el Pequeño Consejo, con un futil pretexto, había saca- do del Consejo de los Doscientos algunos de sus mieni- bros que eran favorables a Calvino. Cuando los pre- dicadores fueron a la Cámara del Consejo a protestar, se les ordenó regresar a sus casas. Ocupaos de vuestra predicación y no os inmiscuyáis en los problemas polí- ticos de la ciudad. No os admitiremos más en el Consejo.

Después vino una petición del Canton de Berna, cuya influencia tanto política como religiosa era rnuy poderosa en todos los distritos de Ginebra, demandan- do a los Consejeros de la ciudad que adoptaran ciertos ritos para las iglesias de su dependencia. (Farel había abandonado estas y otras prácticas cuando llegó por primera vez a Ginebra, pues no deseaba realizar cosas que pudieran parecerse a las prácticas de la Iglesia de Roma). Os pedimos que uséis de nuevo en vuestras iglesias las pilas bautismales, -dijo Berna- y asimis- mo el pan sin levadura en forma de hostias para cele- brar la Cena del SeÍior. Debéis guardar el día de Navi- dad, Pascua, Ascensión y Pentecostés, corno días cle fiesta. Es bueno que todas las iglesias sigan una regla uniforme en estas cosas". Lo que Berna no dijo es que pedía estas cosas mayormente, para someter a Girie- bla bajo su influencia política.

"De acuerdo", dijo el Consejo de los Doscientos a Berna. Los ritos de la Iglesia de Berna fueron adopta- dos en Ginebra sin consultar a los predicadores de las iglesias que debían usar dichos ritos.

Un sábado por la mañana el ciego predicador Co- rault, subió a su púlpito para el sermón de las seis. La semana anterior se le había ordenado que no predica- ra ya más por haber hablado duramente en contra de la ciudad por decidir este problema de Iglesia. Pero él subió de nuevo, denunciando al Consejo por su mala

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AS^ FUE CALVINO

actuación. "Mis señores, gobernantes son la imagen de Daniel, con pies de barro" -grito- son como rato- nes roedores...". Antes de que pudiera terminal, los soldados del Consejo le arrestaron y le llevaron a la prisión. Era la víspera de Pascua.

Calvino y Farel atravesaron empujando la multi- tud que les silbaba y les escupía. Subieron rápidamen- te los escalones de la casa del Consejo y cruzaron la puerta de la cámara guardada por el heraldo. "Habéis hecho muy mal en detener a un siervo de Dios -dije- ron-. Hablaba la verdad cuando predicaba que no tenéis derecho a inmiscuiros en el culto de la Iglesia".

Al Consejo no le sentó muy bien la ira de los pre- dicadores. Trataron de hacer un arreglo. No instaura- remos en la Iglesia los ritos y prácticas de Berna si vosotros consentís en que Corault sea destituido del cargo de predicador". "Nunca consentiremos esto, -replicaron los dos hombres vestidos de negro- ni tampoco introduciremos en la Iglesia las ceremonias de Berna, pues ningún Consejo de una ciudad tiene derecho para imponerse sobre la Iglesia".

En las afueras la multitud estaba aguardando la salida de los predicadores. "Al Rodano, al Ródano, gri- taban algunos mostrando pancartas en las que apare- cían los predicadores hundiéndose en las heladas co- rrientes. Otros escribían nombres sucios a las espaldas de los monigotes que representaban a Calvino y Farel. Unos silbaban, otros escupían. Algunos, armados de palos apaleaban a monigotes de trapo, simulando apa- lear a los pastores. Al llegar la noche aumentaron los puntapiés a la puerta de la casa de Calvino; los dispa- ros de armas de fuego rebotaban en sus ventanas. Se cantaban más himnos sucios, incluso alguno se atrevió a correr por las calles burlándose de la Cena del Señor con una cai~tinela obscena, mieiitias que los especta- dores reían alocadamente.

Sus ojos penetrantes examinaban a una furiosa n t r l t i t ~ ! r i

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ASÍ FUE CALVINO M A S DIFICULTADES

Fue una noche de pesadilla para el joven francés que permaneció sentado en su mesa de trabajo alum- brddo por la &bil llama de una candela. Saltaba cada vez que ola un disparo, o a cada puntapié que daban a su puerta. El Señor la había puesto al cargo de una iglesia, en lugar de darle un lugar quieto para estu- diar. Pero iqué iglesia! y i qué ciudad! ¿Cuánto tienipo debería estar eri aquel lugar luchando contra tal tempestad?

SABADO POR LA NOCHE. - El pueblo se apar- taba en las calles para dejar paso al heraldo del Consejo que llevaba sil bastón con cabecera de plata. Alumbrado por una linterna, el heraldo se dirigió a la ventana de los predicadores para preguntarles por orden de los sindicos si estaban conformes en usar los ritos de Berna. Si no lo estaban sc prohibía, por orden de los sindicos de la ciudad, a los pastores Calvino y Farel, subir a sus púlpitos el día siguiente para pre- dicar. Ya se encontrarían otros predicadores para hacerse cargo de los sermones de Pascua y de la sa- grada Coiilunión.

DOMINGO POR LA MANANA. - Domingo de Pascua. Las iglesias estaban llenas a más no poder; un río de personas llenaba tanto la Iglesia como la calle frente a la catedral de San Pedro, para ver lo que sucedería. Al otro lado del río donde le tocaba a Farel predicar, la Iglesia de San Gervasio estaba también a rebosar. ¿Se atreverían los predicadores z subir 31 púlpito? Si, Calvino y Farel decidicron predicar. Después de una noche de insomni~ enipren- dieron el camino a sus respectivas iglesias. Farel ha- cia el otro lado del río; Calvino, cruzando una estre- cha calle, hacia la catedral de San Pedro.

Calvino estaba de pie en el pítlpito; sus finos dedos acariciaban la madera tallada; sus ojos penetrantes

examinaban a una furiosa multitud de varios miles de personas. Pero iqub sermón predicó aquel domin- go por la mañana! Claro, franco, y con firmeza ha- bló al pueblo. ¿Cómo podían ellos tender sus manos para recibir el pan y el vino de la Santa Comunióri si habían pecado de una forma tan osada contra el Cristo crucificado'? ¿Podía la sagrada Cena del Señor celebrarse en medio de risotadas y peleas? No, Dios lo prohibe.

El día de Pascua, por la mañana, no se celebró la comunión en San Pedro; ni tampoco en San Gerva- sio. Completamente ilesos los pr edica dores pudieron atravesar la multitud y llegar a sus casar.

En los servicios del Domingo por la tarde, los pre- dicadores fueron a las iglesias de nuevo. A Calvino le tocaba el turno en la Iglesia de la Rivera, junto a la orilla del lago. La audiencia aguardó en un silericio absoluto; pero cuando Calvino con sli franqueza ha- bitual comenzó a hablar sobre los problemas de Gi- nebra, una multitud de hombres se levantaron blan- diendo en sus manos espadas y puñales. Amenazari- tes y a grandes gritos comenzaron a avanzar hacia el púlpito. Los amigos de Calvino, dándose cuenta de la situación hicieron una barrera humana ante su cuerpo. "Por milagro", decían los testigos visuales, "110 hubo un derramamiento de sangre". La barrera humana escoltó al predicador hasta la puerta de su habitacion.

Dentro de la casa, Calvino y Farel esperaban la próxima actuación da los consejeros. El lunes se jun- tó el Consejo de los Doscientos para tomar una cieci- sión: Esta fue: "Damos tres días de tiempo a los pas- tores Calvino, Corault y Farel, para abandonar la ciudad".

El hcraldo con el bastón de plata comunicó la sen- tencia. Al oirla, Calvino replicó, "Bien, si hubiksemos

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El Exilio

Tres pastores franceses, cabalgando sobre caóallos alquilados, cruzaron el puente

servido a huriibres sería desesperante -Jer su ingrati- tud; pero licnios servido a nuestro Maestro, y El nos ~'eco~npensar a".

rres pastores franceses, cabalgarldo sobre caballos alquilados, cruzaron el puente, dejando atrás el cen- Iinelü, vestido de armadura que prestaba guardia a la salida de la ciudad. Abandonaban Ginebra. El más anciano, casi ciego, que acababa de salir de la pri- sión; el rechoncho de cara coloreada, que ya estaba acostumbrado a esta clase de tempestades; y el más joven, delgado y de ojos penetrantes, que había estado en la ciudad veinte meses en lugar de la noche sola (jue habla planeado.

Era el 25 de Abril de 1538.

No es fácil para un pastor soportar el dolor mcral cuando es injustamente echado fuera de su Iglesia; y no lo fue para Calvino. Dejando al débil y ciego Corault en una ciudad donde tenía amigos, E'arel y Calvino siguieron su viaje.

Cabalgaron con el fresco aire de la primavera, Cal- vino y Farel tuvieron tiempo de sobra para meditar. El ruído de los tumultos habfa cesado por completo. Las cosas parecían ahora un poco diferentes. ¿,No se- ría que se habían exaltado demasiado pronto por problemas sin importancia? Desde luego no) tenía11 ninguna duda acerca de la fe que habían predicado: ni tampoco sobre el orden y disciplina que deben exis- tir en una iglesia para todos sus miembros. Pero ¿ha- bían seguido el carnino más apropiado para conseguir este orden y disciplina?

Ante el sínodo de Zurich Calvino y Farel afirma- ron que podían aceptar los ritos propuestos por Ber- na; pero dijeron que continuarían sosteniendo que el Consejo de una ciudad no tiene derecho a decidir so- bre los asuntos y disciplina interna de las iglesias. Explicaron sus co~iviccioncs respecto a la discipiina eclesiástica.

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EL EXILIO

La Iglesia Suiza quería paz en sus parroquias. E1 Sínodo esperaba que sus prominentes pastores fueran reiristalados. Por tal rnotivo pidió a la ciudad de 13er- na que enviara una delegación a Ginebra para sol- venlar el asunto. Pero los Consejos de Ginebra no ha- blan cairit~iado de Ijarecer. Enviaron a uri mensajero tras de Calvirio y E'arel (que hablan empezado su via- je de regreso a Ginebra para estar dispuestos si la paz era lograda por la delegaciórr de Berna) con una carta ordenándoles quedarse cerca de Ginebra, si11 eritrar en la ciudad.

Una vez más Calvino y Farel tuvieron que hacer dar la vuelta a sus caballos cuando ya divisaban Ias torres de San Pedro. ¿Qué otra cosa podían hacer'? No iiabia habido acuerdo. Esta vez fijaron su residencia en Basilea, la ciudad que había sido el refugio tranquilo de Calvino cuando escribió su primera edición de "Las Instituciones". Era un viaje de más de 200 kilómetros. Los predicadores llegaron a esta ciudad, a las orillas del Ithin, a fines de Mayo de 1538.

El viaje no habia sido fácil. Calvino escribió a su amigo Viret en Balsane: "Por fin hemos llegado a Ba- silea, pero empapados de lluvia, desechos y cansados; y nuestro viaje no ha estado exento de peligros, pues uno de nosotros casi fue arrastrado por la corriente al atravesar un río; sin embargo podemos decir que los torbellinos del río nos han tratado con menos im- petuosidad que nuestros feligreses.. . " Los dos predi- cadores solteros acordaron vivir juntos. Sin embargo pronto Farel fue invitado con urgencia a ir a Ncuch3- tel, iina ciudad que había aceptado la Reforrna. Cal- vino tenía cartas de Estrasburgo diciéndole que fuese allá. En Julio fue a, visitar a los pastores de Estras- burgo, quienes le rogaron que aceptara el pastorado

de los franceses refugiados de las persecuciones en Francia. Pero Calvino no deseaba ser pastor de otra iglesia. Escribió desde Estrasburgo a un amigo que habia dejado diciéndole: "Me quedaré retirado en vuestra ciudad para esperar la voluntad del Señor acerca de mí".

Pero Calvino tuvo que esperar solo en Basilea, pues Farel, su mejor amigo, aceptó el ruego de Neu- chatel para ser pastor allá. Pronto Calvino le escri- biói la primera de las muchas cartas que se cruzaron durante este tiempo. Le contaba acerca de las dificul- tades que habia oído se levantaban en Ginebra para el nombramiento de nuevos predicadores, y aiiade: "Sin embargo seamos humildes, no pretendamos lu- char con Dios cuando él trata de humillarnos. Espe- remos, entretanto, pacientemente en el Señor". Dos semanas después Calvino envió otra carta a Farel ex- plicándole como había arriesgado su vida para ayu- dar al sobrino de su amigo, que estuvo en peligro de muerte. "El sábado pasado vuestro sobrino fue afec- tado por la plaga -escribió Calvino a Farel-. Sil compañero el joyero que dio testimonio del Evange- lio en Lyon, me avisó inmediatainente. Como yo ha- bía tomado algunas pastillas para aliviarme- de mi terrible dolor de cabeza no pude ir yoemisrno ... Pedí a una mujer que fuera a cuidarle.. . Ella bgró que su yerno fuera con ella para ayudarle. Visité a vuestro sobrino tan pronto como pude y mi salud me lo per- mitió. Cuando aparecieron las señales de una muerte próxima procuré darle medicinas para el alma, mas bien que para el cuerpo. Desvarió un poco, sin em- bargo estuvo bastante consciente para llamarme de nuevo a su cuarto.. . Oré con él. .. Esta mañana a las cinco partió para estar con el Señor. Este buen hom-

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ASÍ FUE CALVINO EL EXILIO

bre el joyero, despues de saber estado en contacto con el infectado de la peste fue despedido de su em- pleo. Yo le he enviado a Estrasburgo con mi recomen- dación para que pudiera trabajar allí ... Referente al mobiliario, ajuar y otros útiles de vuestro sobrino, aquí están. Queda una espada y una camisa en casa del Sr. Wolf, (el dueño de la casa donde vivía). Tengo por cierto que no poseía dinero cuando muriói1.

El mismo Calvino tuvo que proveer el dinero nece- sario para el cuidado del sobrino y para su entierro; a pesar de que había tenido que vender parte de su biblioteca para poder vivir. Vemos también que no rehusó atender al hombre afectado de la plaga, a pe- sar de que el joyero fue despedido por esta causa. Tan mortal era el contagio de esta epidemia. Sentía que valía la pena sacrificar dinero y arriesgar su propia vida, para ayudar al sobrino de un amigo.

Inesperadamente Calvino fue llamado a Estrasbur- gol a priricipios de Septiembre del 1538. Unos cinco meses después de haber dejado Ginebra, llegó allí desde Basilea. Antes había rehusado los argumentos del pastor Martín Bucero y, sus compañeros, pero Bu- cero sabía como imitar a Farel. Cuando los ruegos no trajeron resultado, amenazó: "Dios sabrá como en- contrar al sic-,/o rebelde, como encontró a Jonás", le escribió Bucero. Calvino convencido tomó un bote y navegó 160 kilómetros por el Rhin hasta Estrasburgo. "Mi partida de Basilea fue apresurada y desordenada", escribió a Farel. La mano de arriba le había tomado de nuevo. Otra vez no le permitía quedar quieto es- tudiando.

Pero los tres años en Estrasburgo fueron como un sueño agradable, comparado con las dificultades de Ginebra. Estrasburgo era una ciudad pacífica. Su

famoso alcalde Jacob Sturm estaba en favor de la He- forma y había fundado riiuchas escuelas para iliños. Las iglesias protestantes estaban en paz, propo~cio- nando a sus miembros un progrania ordenado de pre- dicación, ensefiariza catequistica, y sacrairienlos. Tenían un sistema bien organizado de visitas pasto- rales y disciplina, aunque el poder de la excomunión estaba en manos del Consejo de la Ciudad.

El 8 de Septiembre de 1538, pocos días después tie su llegada a Estrasburgo, Calvino subió otra vez al púlpito para predicar. El co~itraste con su ultimo cul- to turbulento de Ginebra no podía ser mayor. Estaba en la pequeria iglesia de San Nicolás, cerca de la mu- ralla al sur de la ciudad, y los carnpos y prados que se extendían más allá. Ante él se hallaban congrega- dos algunos de los ~efugiados franceses que habían encontrado asilo en Estrasburgo. Su fe era su inayor tesoro para aquellos que lodo lo había11 perc-lirio. Ante la ~nuerte que les aguardaba en su tierra nativa, Fran- cia, los refugiados habían huído para ser leales a sus creencias. Revereriterriente, ansiosamente, escuchaban al predicador que había venido a hablarles en su propia lengua. Un mes mris tarde Calvirio escribió a Farel: ' Por vez pri11ier.a he admiriistradcr el sacramento cle la Santa Cena en nuestra pequelia iglesia, siguiendo la costumbre de aquí, 10 que nos proponenios repetir cada mes".

No rnas alborotos y liiclias; no más gritos y disparos cerca de su ventana; no rriás gente rebelde presentán- dose en la Iglesia para tornar los santos sacramentos a la fuerza. Calvino podia pasear por las calles en paz y atrave.%r los puentes y pasarelas que unían las dos k)artes de la ciudad atravesada por el r'o 111, en cuya

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nsi mi-: CALVINO

pacífica corriente podía ver reflejados los árboles y edi- ficios de alrededor.

A un lado del río, por encinia de los tejados, se al- zaba la magnífica catedral católica; una obra de arte gótico de piedra roja con su puntiaguda torre eleván- dose en el aire a la altiira de 140 rnetros. En la fachada sur de la catedral estaba el gigantesco reloj astrono- mico, famoso en toda Europa, ya que señala la posi- ción de los planetas, así como las horas. Cada vez que da la hora aparece una figura dorada, que representa uno de los doce apóstoles, dando golpes de martillo a una campana. Cuando sale Pedro hay un pequefio ga- llo que canta. El reloj todavía funciona hoy día.

No lejos de la catedral estaba la pequefia iglesia de Santo Tomás, de la cual el Dr. Ivfartín Bucero era pas- tor. Esta Iglesia era de piedra gris, con una torre cua- drada. De su interior habían sido quitadas todas las imágenes y altares para hacerla un lugar adecuado al culto protestante.

Calvino vivió por algún tiempo en el hogar de Bu- cero, cerca de la Iglesia. No era la única persona que moraba allí, pues la casa de Bucero era conocida como el Mesón de la Justicia. Muchos refugiados y viajeros se habían calentado en su hogar y comido el pan de su mesa. Al lado de la corriente de viajeros, eran hués- pedes fijos seis hijos vivarachos de Bucero y su espo- sa Elisabet, tan hospitalaria como él.

Calvino era ahora pastor en la libre ciudad ale- mana de Estrasburgo, llamada la Antiaquía de la Reforma. Que nombre tendría que darse a Ginebra. ¿El de Sodoma?

Pastor en Estrasburgo

Juan Calvino, el joven pastor de 20 años de la Igle-

sia de refugiados franceses, no solamente había per- mutado una Sodoma por una Antioquía sino que el mismo había cambiado; estaba menos inclinado a 111- char y más dispuesto a escuchar y aprender. Su es- tancia en Ginebra aparentemente no había tenido ningún éxito en favor del Evangelio. "Voluntariamen- te debemos reconocer delante de Dios que nuestra in- eptitud.. . merecía ser castigada", escribió a Farel desde Estrasburgo, recordando lo que había sucedido en la ciudad suiza al pie del lago Leman.

En Estrasburgo, quería celebrar la Cena del Señor "Según la costumbre del lugar". Aunque él no quería que los niños fueran bautizados por las comadronas, considerándolo contrario a la Escritura, no levantó su voz contra estas cosas que no eran básicas. Respec- to a ceremonias triviales -advirtió a Farel- "procu- ra evitar que los hermanos disputen sobre tales puntos".

Aunque no permitía a sus estudiantes traer sus espadas a la clase, no levantó su voz contra sus ves- tiduras que consideraba inmodestas, y dijo compren- sivamente: "No debe llevarse tan lejos la disciplina hasta el punto que no se les permita decir chistes, alguna vez".

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AS^ FUE CALVINO

En Iugar del fiero Farel calvino tenía ahora a Bu- cero como colaborador. Bucero era casi de la misma edad que Farel pero mucho más amante de la paz Y la comprensión. En Estrasburgo Calvino no tuvo que abrirse paso a, empujones hasta el Consejo de la ciu- dad. Allí era solamente un pastor, maestro y escritor muy ocupado.

Calvino halló mucho placer en su pequeña congre- gación de refugiados franceses. Su predicación a trajo gentes que hablaban frances de todos los contornos. Cuidadosamente él fue más allá en las ceremonias del culto que lo que había ido Bucero. Este procedía de las costumbres luteranas, en las cuaIes Calvino halló muchas cosas buenas. ¡Cuánto se deleitó en ver que 10s refugiados franceses habían estado cantando sal- mos en francés por más de dos arios iCon qué entu- siasmo cantaban! Era emocionante escucharles.

En 1539 Calvino publicó un himnario con 18 sal- inos y el Credo apostólico con música. Alquno de los textos era escrito por Calvino. Los restantes eran obra de Clemente Marot, el poeta a quien Calvino encon- tró en e1 año 1536 en la corte del castillo de Ferrara, en Italia.

Poco a poco Calvino fiie poniendo en práctica las cosas que había deseado hacer en Ginebra. En la Pri- mavera de 1.5.19 su conqregación francesa votó un sistema dc di~cíplína. como el de Jas otras iglesias de Estrasburgo. La conqrc.qacjón e~taba contenta de sil pastor. Est,c entraba y salía de sus hoqares fielmente, les cuidaba, enseñaba, predjcaba y les daba los sa- cramentos.

-Además, Calvino f i ~ e nombrado conferenciante de Sagrada Escritura en el Gjn?nasium de Estrasburgo, una escuela superior que vino a ser famosa por toda

La catedral d e Estrasbr~rgo

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ASÍ FUE CALVINO PASTOR EN ESTRABURGO

Europa. Su rector era el erudito Juan Sturm, anti- guo amigo de Calvino en París. Además de enseñar en esta escuela Calvino aceptó dar conferencias pú- blicas sobre la Biblia, como habia hecho en Ginebra. "Predico o doy conferencias diariamente" -refirió a Farel-. También escribía. Al impresor que tenia su taller en un antiguo convento de monjas, le trajo la segunda edición de sus -'instituciones", rnuclio más ampliada que la primera. Esta edición la tradujc tam- bien al francés; un francés tan hermoso y pulido, que Calvino ha venido a ser conocido posteriormente co- mo padre del francés moderno, del mismo modo que Lutero por su traducción de la Biblia ha sido llamado padre del alemán moderno.

En Octubre de 1539 apareció iinpreso su libro de llEstudios sobre la carta a los Romanos". Este fue el primero y uno de los más valiosos de sus muchos co- mentarios sobre la Biblia. También escribió Calvino un pequeño libro de liturgia, en el cual explicó lo que creía ser el mejor orden de culto según la antigua Ig!csia Cristiana, incluyendo formularios para la ,ce- lebración de la Cena del Señor y para el Matrimonio.

Poco después publicó su "Peqrieño Tratado sobre la Cena de Nuestro Señor", que no era por cierto muy pequeño; contenía 60 breves capitulas y estaba escri- to en franchs, no en latín. Calvino querfa que el pue- blo vulgar lo leyera porque en aquellos dias no había otra doctrina más disputada que la de la Santa Cena. Sobre esta doctrina disputaban los seguidores de Lu- tero, de Zuinglio y del Papa; y Calvino no estaba ple- namente de acuerdo con ninguno de ellos.

Lo raro del caso es que el pastor de los refugiados franceses era también un miembro del gremio de sas- tres. Es que nadie podía ser ciudadano en Estrasbur-

go sin pertenecer a algún gremio artesano: de joye- ros, carniceros, carpinteros, cerrajeros, tejedores o de cualquier otro oficio. Queriendo tener ciudadanf a en la población, Calvino ahorró el precio de M) florines de su escaso salario y se hizo miembro del club do los sastres, que estaba cercano a la sala donde daba sus conferencias. Si Calvino tenía alguna habilidad como sastre, o escogió este gremio porque su club estaba cerca de su sala de conferencias, nadie lo sabe; sea como fuere Calvino tuvo derechos de ciudadanía, por primera vez desde que dejó su tierra nativa de Francia.

Pero ese ocupado ciudadano en la pacífica Estras- burgo, tuvo también sus tristezas y apuros. Era des- esperadamente pobre. Como en Ginebra, el Consejo de la ciudad acordb pagar a Calvino su salario; pero olvidó hacerlo. Cuando por fin se acordaron, 6 meses despues, le asignaron un florín por semana, escasa- mente suficiente para sostenerle. A Farel le escribió: -"iProcurarás que Balliot envíe el dinero para pa- gar al impresor Wendelin? En este momento yo no puedo distraer ni un céntimow- y más adelante de- cía: "Cualquier cosa que quede a pagar lo haré cuan- do pueda, pues mi condición es tal, al presente, que no puedo aportar ni un solo céntimo de mis propios recursos.

Calvino y Farel todavía debían a la persona que les hospedó en Basilea. El hombre envió una factura, que incluía el precio del vino, pero Calvino dudaba de si el vino no habia sido pagado por un amigo que estaba con ellos. Sin embargo el hospedero lo había cargado y Calvino esribió a Farel reclamando su parte en el gasto. "Tu has estado -dice- siete sema- nas y dos días allí, yo estuve dos meses y 12 dfas ...

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AS^ FUE CALVINO PASTOR EN BSTRABURGO

así que lo reparto de este modo. Yo pagaré cinco co- 1-onas y tu paga cuatro . . . Todavía te debo una corona y media que te pagaré tan pronto como me sea posi- ble.. . yo tengo ahora solamente 20 chelines de Basilea". Calvirio tenía que contar cada centavo i y no le que- daba nada para malgastar!

Una oferta de dinero vino en este tiempo al pobre predicador. Du Tillet le escribió desde Francia". Es posible que te encuentres mal de dinero, sin el cual no puedes vivir del modo que corresponde a tu sa- lud, pero no te preocupes acerca de esto, si quieres yo silpliré, D. M. todo lo que necesites". En la misma carta Du Tillet le sugería a Calvino volver a Francia, ocultando su propósito de que Calvino volviera a la lglesia de Roma. Pero este replicó que estaba seguro ae que el Seííor le había traído a Estrasburgo para trabajar entre las iglesias protestantes. No queriendo ucritjrse obligado en ningún sentido con su antiguo amigo le dijo políticamente: ",Usted me ha hecho una oferta que no puedo agradecer suficientemente.. . sin en,bargo quiero abstenerme de serle carga ya, que en

- ~!asatlos ticrnpos gastó Vd. tanto dinero en mi favor". No mucho tiempo después de euto un timador vino

a ver a Calvirio. El hombre le habló en tales términos de la caridad cristiana que convenció al pobre pastor a presfarle 20 batzcn, o sea unos 18 francos. Quizá Calvino tuvo que tomar prestada esta misma canti- dad para favorecer al viajero necesitado. El timador le dejó en prenda w? baúl con sus enseres, como prue- ha de que volvería a pagarle la deuda. "Ciiando vol- vió pocos meses más tarde -escribía Calvino- me ~ ~ i d i ó ~onriendo, o inás bien burlonamente, si no querría prestarle unas pocas coronas mas. Yo le reu- 1:ondí que estaba muy necesitado de que me devolvie- ra 1s suma que ya le había prestado tiempo atrás.. . "

El timador desapareció sin pagar la deuda. Un ano y medio después Calvino decidió abrir el baúl pen- sando resacirse con las cosas que contuviera. Llam6 a su amigo Sturm, director de la escuela, y a unos ami- gos como testigos. Juntas levantaron la tapa para ver su precioso contenido, eran algunas ciruelas podri- das, alguna ropa apolillada, unos libros viejos, y cartas que el hombre había robado de otros. No pudirrlos dejar de reirnos mucho cuando virnos estas cosas -di- jo Calvino- viendo el engaíío en que yo había caído".

Después cle vivir por algún tiempo en la c3sa de Bucero, Calvino alquiló una casa y tomó como real- quilado~ algunos esludiant es. Pero no siempre las co- sas fueron bien, tampoco allí. A veces los estudiantes se olvidaban de pagar el alquiler; otras veces la sir- vienta, una mujer de lengua viperina causaba pro- blemas entre ellos. Otras veces el mismo Calvino, ator- mentado por un dolor de cabeza o de estómago, se sa- lía de casillas, perdiendo el control de sus nervios. Una vez Calvino explicó a Farel que había perdido total- mente su control disputando con Caroli, el ex-predi- cador de Lausanne que acusó a los predicadores de Ginebra de no creer en la Trinidad. Caroli había de- jado de nuevo la Iglesia de Roma y convertfduse por segunda vez al Protestantismo, trasladándose desde Francia a Estrasburgo.

Calvino y Farel decidieron olvidar su apostasia y recibir a Caroli con amor, si su vuelta era sincera; pero Caroli estaba pronto a resucitar pasados renco- res. En Estrasburgo trató de levantar recelos contra Calvino por parte de Bucero y otros ministros. Estos y Caroli escribieron una declaración de doctrina cris- tiana, firmándola, y la enviaron a Calvino una noche ya muy tarde exigiéndole su firma. En su deseo de complacerle, los minigros habían accedido a al.gunos

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PASTOR EN ESTRABURGO ASI FUE CALVINO

puntos de Caroli con los cuales Calvino no podía es- tar conforme.

Si firmaba la declaración Calvino sería desleal a sus convicciones; si rehusaba firmar, Caroli le acu- saría de disparidad de criterio y disidencia con sus amigos. Preocupado Calvino pidió una reunión de los pastores, los cuales se jiiritaron para una cena fraternal en la casa de uno de ellos, y allí "ya peque gravemente" -escribió Calvino a FarelH- no siendo capaz de contener mis nervios. Estaba tan enojado que lancé palabras amargas por todos los lados. Cier- tamente que había motivo para la indignación, pero yo tenía que observar moderación al expresar mis sentimientos.. . Declaré que mi resolucion era antes rnorlr que firmar aqueiio.. . Por fin me sali indigria do del comedor, Bucero vino tras de mí y trató de apla- carme, volviéndome con los demás.. . Cuando volví a casa me sentía en tal paroxismo que no encontraba oti o alivio sino en suspirar y llorar". He aquí el siervo de Jesucristo, un siervo humano, luchando con el pe- cado que nos rodea y llorando amargamente su falta de control y humildad.

Había más motivos para llorar en Estrasburgo 1á- grin~as de tristeza, que de remordimiento. Un mes des- pués de su llegada a dicha ciudad, cuando todavía es- taba en la casa de Bucero, le llegaron nuevas de la muerte de su compañero ciego, Corault. Se extendió el rumor de que Corault había sido envenenado en la pequeña ciudad de Orbe, donde había ido a ser pas- tor. "La muerte de Corault me ha trastornado de tal modo que no pueao contener mi dolor", -escribió Calvino a FareI-. Ninguna de mis ocupaciones dia- rias puede11 distraer mi me1 ite. La desolación y el do- lor durante el día son sólo una preparac ón para los pensamientos más penosos y agudos que me mantie-

nen desvelado por la noche. No es solamente la falta de sueño a la cuaI ya estoy acostumbrado, sino estos pensamientos melancólicos que me tienen perturbado y exhausto toda la noche. Este acto criminal enfurece mi mente, si la sospecha es fundada ... Los sobrevi- vientes, a quienes el Señor ha dejado por un tiempo más, perseveraremos en la misma senda por la cual anduvo nuestro hermano fallecido hasta que acabe- mos nuestra carrera.. . "

No tan solamente Corault habia partido de la tie- rra: En Italia, en la corte de la duquesa Ferrara, ha- bía muerto Olivetan a la edad de sólo 30 años. Tam- bién sobre su muerte corrió la sospecha del veneno. Primero un predicador camarada y luego su primo, de quien había recibido en París las verdades de la Re- forma, habían muerto. Un pariente a quien se senlía unido, tanto por la fe como por la sangre, y para el cual había escrita un prefacio a su nuevo Testamen- to francés.

Afortunadamente Calvino no estaba solo en Es- trasburgo. Tenia muchos amigos en las iglesias y es- cuelas. También estaba con él su hermanastra María y su hermano Antonio. Algunos años antes ambos ha- bían dejada Noyon, su hogar de nacimiento, para ir con su famoso hermano. Vivieron por un tiempo en Basilea, probablemente habían estado en Ginebra du- rante veinte meses tumultuosos y ahora se hallaba en Estrasburgo. Calvino estaba contento de tenerles con él.

Sin embargo ciertas palabras de un amigo tan fiel como Bucero resonaban en su mente: "Usted debe tener una esposa, Calvino" -es lo que Bucero le ha- bía dicho.

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Boda dificil pero ideal

"Esperamos que la novia estará aquí poco despuCs de Pascua" -así escribió Calvirio a Farel en Febrero del año 1539- " ~ ~ e r o si usted me asegura que vendrá, la ceremonia del matrimonio será aplazada hasta su llegada. Le ruego.. . me me asegure que ustcd va a venir.. . Quiero más tener a usted que a cualquier otra persona en mi boda".

Este casamiento que Farcl debía solemnizar pi- diendo la bendición divina, nunca tuvo lugar. No liay otra mención del rnismo, ni tampoco de la scfiorita que era esperada deLspiles de Pascua.

Instado por sus amigos de Esirasburgo, Calvino pensaba otra vez casarse en Mayo cilariclo escribió a Pare1 pidiéndole una csposa y descril.;iendoIe la clase de mujer que pretendía. "Pero ter1 en cuenta sirriipr-c lo que yo deseo encontrar en ella; pues no soy uno tlv estos locos amantes qiic! abrazan tanto las virtudc,.: como los vicios de las personas a qilicnes aman, ciiari- do son flechadas a la primera vista de una linda figiira. No es sólo la belleza lo que me cautiva sino si es casta; no demasiado exigente o fastidiosa, si es econóriiica, si es paciente, si es probable que se interesará por rr i i

salud". Llegó el Febrero de 1540 y todavia el predicador es-

taba sin casar, pero esperando. "En medis de tales conmociones como estas -escribe a Farel- todavía rne siento con ánimos y audacia para tomar una esposa. Me han propuesto cierta danla de noble rango y con iina fortuna superior a mi corirlicióri, pero dos consitlcl- raciones me han detenido dc este enlace: qiie ella rio habla mi lengua nativa, y que podría ella estar derna-

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AS^ FUE CALVINO BODA DIF~CII. PERO IDEAL

siado orgullosa dc su familia y educación. Su herma- no, una persona muy piadosa, me ha recomendado el enlace.. . y asimismo su esposa.. . Cuando yo repliqué que no quería comprometerme a menos que la se- ñorita quisiera.. . aplicarse al estudio de nuestra len- gua, esta pidió tiempo para deliberar".

Parece que el titubeo de la señorita en aprender francés persuadió a Calvino de abandonar el asunto. "Por consiguiente -continúa- envi6 a mi herma- no, con otro caballero respetable, a investigar sobre otra, la cual, si corresponde a su reputación, me trae- rá una dote muy grande sin ningíln dinero. Lo cierto es que todos los que la conocen la recomiendan en- carecidamente".

La elegida tenía en efecto una dote de virtudes, rnás que de dinero. "Si las cosas van como esperamos, la ceremonia del matrimonio no será diferida más allá del 10 de Mayo. Deseo que usted pueda estar pre- sente para bendecir nuestra unión; sin ernbargc como ya le he molestado más de lo que debía en el año pa- sado, no me atrevo a insistir en ello ... Sería para mi muy ri&culo si ocurriera como las otras veces, cue mis esperanzas quedan fallidas".

Una vez mAs la esperanza salió fallida. Calvino no quiso contraer este enlace, El 29 de Marzo escribíó a Farel. "Todavía estamos en suspenso respecto al ma- trimonio, y, esto me fastidia mucho". La señorita es- taba preparándose para la bcda, pero Calvino oyó ciertas cosas que le llevaron a escribir: "A menos que el Señor me quitara la razón, yo no me casaré con ella ... Pero a causa de lo desagradable que resiilta rehusar recomendaciones y consejos, especialmente en el caso de personas que me abruman con -ws bon- dades, deseo ardientemente ser librado de esta difi- cultad".

Calvino estaba atado ¿cómo despedirse cortesmen-

te de una mujer con la que no se querfa casar? Su hermano Antonio que había ayudado a preparar el romance recibió el encargo de terminarlo. Extrema- damente confuso, Calvino recolvió pensar cuidadosa- mente las cosas antes de caer otra vez en una dificul- tad como esta. Llegó el mes de Junio y todavía estaua diciendo: "No he hallado todavía una esposa, y con frecuencia me pregunto si aebo tratar de buscarla".

Llegó el mcs de Agosto de 1540 y Calvino se caso. Farel vino de Neuchatel para celebrar la ceremonia. Caivino halló una novia en su propia congregación de refugiados. Una vez hallada no quiso esperar a ca- sarse. La novia era una viuda con dos hijos. .4demas de todas las cualidades que Calvino había dptallado en su carta a Farel, era también bastante bonita.

Idelette de Bure había venido de lo que hoy es la provincia holandesa de Gelderland. Su primer espo- so, un negociante llamado Juan Stordeur, había sido convertido de sus ideas Anabaptistas por la predica- ción de Calvino en la congregación de refugiados de Estrasburgo. Poco después Juan Stordeur murió de la peste.

Calvino no podía haber buscado mejor esposa. Des- de el principio de su matrimonio con el predicador francés jamás la buena mujer tuvo su esposo entcra- mente para ella. No era fácil entrar en la casa de huéspedes estudia~tes y soportar la desatada lengua de la ama de llaves. Sin embargo Idelette de Bure nunca se quejó de su sirvienta. No s610 fue paciente, sino pronta a servir a su marido, sintiéndose feliz de compartir con él cualquier cosa que el Señor les en- comendara en su obra. Ella misma iba a visitar a los enfermos, confortar a los tristes y compartir su fe con todo el mundo.

Calvino, reconfortado por ese amor, fue más feliz que lo que él mismo había creído ser posible. Bucero

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ASÍ FUE CALVINO

liabia tenido razón cuando le dijo "Es bueno tener una esposa; una buena esposa". También Farel se lo había recomendado, a pesar de que pasados los 50 todavía era soltero este famoso predicador.

Una nube apareció sobre el ciclo de este matrimo- nio, la enfermedad. "Como si estuviese ordenado.. . que nuestro matrimonio nc fuera demasiado feliz, el Señor frustro, nuestro gozo, moderándolo" -escribió Caivino a Farel-. Antes de un mes después de la boda cayó sobre la familia de Calvino la primera de la lar- ga lis-ta de enfermedades que tuvieron que soportar.

Al mismo tiempo hubo una querella con la ama de llaves. Cierto lunes esta habló ásperamente "como acostumbra hacerlo a menudo a mi hermano Antonio, quien salió sin decir palabra y, juró solemnemente que no volvería en tanto que esta mujer- continuara en mi casa". La misma sirvienta, dejó su empleo "cuando me vio tan triste a causa de la partida de mi herma-. no"; pero su hijo quedó allí. A la hora de la cena Cal- vino comió demasiado. "Yo no puedo . . . cuando he te- iiido un disgusto o estoy alterado por algima ansiedad, comer con exceso. .. y así me hallaba aquella noche. A causa de esto el martes estuve atormentado desde la mañana con una severa indigestión". Ordinaria- mente no comía nada en tales casos, pero esta vez sin- tió que el hijo del ama de llaves "podría interpretar mi abstinencia como un medio indirecto de echarle fuerav. Por esta razón comió como de costu~nbre, por delicadeza hacia un joven hijo de la propia causante del disgusto, y sufrió las consecuencias.

Ambos eran enfermizos. Por nueve años el matri- monio llevó la carga de frecuentes enfermedades sin quejarse. Tenían bastante felicidad con estar el uno al lado del otro, y contentos con cualqiiier cosa qiie Dios tuviera a bien enviarles en sil vida en comiin.

las dietas Worms

"La obra del Señor no puede esperar detrás de mi salud11. Aún en medio de la fiebre Calvino había esta- do deliberando con Capito y Bucero igual como si hubiese estado sano y fuerte.

Había cosas importantes para discutir. El empera- dor Carlos de España, jefe del gran Sacro Imperio Romano, estaba procurando la union entre las igle- sias protestantes y la de Roma. Necesitaba esta unión, si podía conseguirla, a causa de que los fieros ejérci- tos de los turcos, presionaban contra el Imperio desde el Este. Ante tal amenaza el Emperador comprendía que tendría mejor defensa si podía unir en religión a 10s Protestantes alemanes con los Católicos Rornanos para que lucharan codo a codo por el Imperio.

Por tal motivo el Emperador Carlos decidió cele- brar algunas conferencias. Fueron convocadas las Dietas, como llamaban a tales reuniones políticas, Y cuatro de ellas se celebraron en los años 1539 al 1541. Los estados alemanes y las ciudades libres enviaban delegados a tales asambleas. El Príncipe de cada es- tado asistía, ya que era la cabeza oficial de la Iglesia en su distrito. Hubo largos debates y negociaciones. Los representantes del Papa y los oradores protestan- tes, se enfrentaban día tras día.

Calvino, como ciudadano de Estrasburgo, fue re- querido para representar esta ciudad alemana en la Nieta. En tales asambleas no tomó una parte conspi- cua. Después de todo no era mas que un francés en- tre alemanec: pero va 'era un honor q11e SU ciudad

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ASÍ FUE CALVINO EN LAS DIETAS DE WORMS

alemana le hubiese escogido. Además tenía ;)oca es- peranza en el éxito de las dietas. ¿Cómo podrian la Iglesia de Roma y el Protestantismo ir juntos mano a mano? "Por mi parte espero poco de todo esto" -es- cribió a un amigo.

Pero con su ojo de águila, Calvino observó todo lo que ocurría. Analizó cuidadosamente a cada persona prominente y cada debate importante. Sus largas car- tas a Farel están llenas de detalles de tales reuniones. Era como un periodista refiriendo los sucesos de su tiempo. Todos los asuntos de actualidad eran discuti- dos cri las dietas; si no en los debates principales en las conversaciones privada s.

En las Dietas Calvino encontró a los príncipes y teólogos alemanes. El jefe de estos era Felipe Melanch- ton, la mano diestra de Lutero, a quien Calvino había conocido en Frankfurt en el verano de 1539. Una rá- pida amistad se desarrolló entre ambos y perduró por 24 años, hasta la muerte de Melanchton. Este, doce años más viejo que Calvino, era hombre de gran cul- tura, muy versado en lenguas. A los 21 años había sido nombrado profesor de griego de la universidad de Witteinberg. Melanchton era amable y pacífico. A ve- ces demasiado pacífico y se inclinb a compromisos en asuntos sobre los cuales debería haber mostrado ma- yor firmeza. Todo en su carácter contrastaba con el de su maestro Lutero.

Felipe Melanchton debió pensar i:iiando encontró a Calvino: He aquí un joven que conoce los antiguos padres de la Iglesia mejor que ninguna otra persona en el mundo. jQué mente debe haber detrás de estos ojos penetrantes! Podemos adivinar'o porqiie Me- lanchton dio a su nuevo amigo francés cierto apodo en una de las dietas. Desde cierto día en que Calvino derrotó rotundamente en debate a un notable teólogo

catdlico-romano, Melanchton le llamó "el te61ogoW. Viniendo de Melanchton este apodo era un verdadero títiilo.

Por su parte Calvino llamh a Melanchton: "hom- bre de incomparable sabiduría, piedad y otras virtu- des". Un hombre digno de la admiración de t ~ d o s los siglos". Más tarde le escribió: ''Yo sé que estoy muy por debajo de usted". Por esto Calvino llamaba a su amigo con su primer nombre. No se retardaba en si- searle, con voz moderada que su amigo pudiera oir sin llamar la atención pública, "¡Felipe!", cuando le veía demasiado dispuesto a comprometerse con los Romanistas. Asimismo le expresaba sin amba jes su opinión, cuando le veía poco dispuesto a actuar con respecto a la floja disciplina existente en las iglesias alemanas. "Acerca de esto ultimo, yo se lo he dicho claramente a Felipe en su cara ..." -escribió a Farel.

Por un lado Calvino quedó firme como una roca en aquello que creía que la Biblia enseñaba. Por el otro lado, nunca cesó de trabajar para acercar las iglesias protestantes entre sí. Siempre estaba dispues- to a pasar por alto las diferencias entre las iglesias in~ civadas por los hombres, con tal que las tales no fueran concernientes a doctrinas basicas. Hablando acerca de Bucero escribió a Farel: "Nuestro amigo no puede soportar que estemos separados de Lutero a causa de estos detalles de poca monta; ni yo tampoco considero que sean causa suficiente para la disención".

Pero en asuntos de doctrina enseñados por la Pala- bra de Dios, Calvino no hacía concesiones; sino que empleaba mucho tiempo y esfuerzo para traer a otros a la fe que él tenía. "He tenido muchas conversacio- nes con Felipe acerca de muchas cosas -dijo Calvino refiriéndose a su estancia en Frankfurt -después de haberle escrito de antemano sobre los asuntos en que convinimos".

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AS^ FUE CALVINO

n

EN LAS DlErAS DE \IroRA1S

Uno de los principales asuntos sobre el cual discu- tían los franceses y los aleinaries era el de la Cena del Señor. (Cómo está presente el cuerpo de Cristo en la Santa Cena? No, el pan no se convierte o transforma en el cuerpo de Cristo, como pretenden los seguidores de Roma. En esto Calvino y hlelanchton se ponían ra- pidamente de acuerdo; pero jesta el cuerpo do Cristo con el pan? dentro debajo y encima del mismo como afirmaba Lutero? No; decía Calvino citando la Escri- tura. El cuerpo y la sangre de Cristo no están física- rnente con el pan y el vino. El cuerpo y la slngre de Cristo están allí presentes espiritualn~xnte.

Después de las conversaciones en Franiifurt, Cal- vino escribió contento a Farel respecto a Melanchton: "En cuanto a él, no debes dudar que tiene enteramen- te la misma opinión que nosotros". ¿Era esto un pe- queño principio de acuerdo entre los Luteranos y Cal- vino? Habiendo ganado a l amable Melanchton ¿PO- dría ser también ganado el maestro de Melanchton y los príncipes alemanes?

Al otro lado del grupo protestante estaban los se- guidores de Zuinglio el reformador Suizo. También los Zuinglianos tenían sus convicciones acerca del cuerpo del Señor en la Santa Cena. Siguiendo a su lider asesinado, sostenían que la Cena del Señor era tan sólo una memoria de la muerte de Cristo. Por esto le daban menos importancia que Calvino. Y este estuvo sobre este asunto en mitad de camino entre los Luteranos y los Zuinglianos. ¡Cuanto acaricio la es- peranza de que pudiera dar la mano a cada lzdo y juntar los dos grupos!

Calvino abrigaba esta esperanza cuando escribió su Pequeño tratado sobre lu Santa Cena de Nuesl io Señor. Queria con ello poner la base para una discu- sión fructuosa entre los grupos protestantes. El len-

guaje de su libro es firme, pero cuidadoso. No usó las palabras fuertes que a veces ponía en sus otros es- critos.

Una copia de este pequeño libro, traducido del francés al latín, llegó a riianos de Martin Lutero en 1535, en una librería alemaria. Después de leerlo dijo: "Yo podía haber conliado el asunto de toda esta con- controversia a e1 (Calvino) deside el principio. Si mis oponentes hubiesen hecho lo mismo, ya estariaiiios de acuerdo".

Martin Lutero nunca se encontró con Juan Cal- vino. De él escribió a Bucero, que era urio de sus ami- gos: "Saludad de mi parte reverentemente a Sturni y a Calvino, cuyos libros he leído con especial deleite". Lutero había dicho mas acerca de Calvino, lo cm1 IvJelanchton repitió a este, y Calvino escribió a E'arel: "Felipe me escribió esto: Lutero y Pomerano han que- rido saluaar a Calvino. Calvino ha adquirido mucho favor ante sus ojos". Más tarde Calvino refería a Fa- rel: "Felipe me ha informadu (le qrie cierlar perso- nas, a fin de irritar a Lutero, le han inostrado un pn- saje de mis escritos en el cual él y sus amigos iiaii sido criticados por rni plurna, y que despues de exaiiiinado el pasaje Lutero ha dicho: "Espero que Calvirio peii- sará un día rnejor de riosotros; pero de todos modos creo que es bueno que él tenga una p1ueba de riues- tros buenos sentimientos hacia él". Sí, yo no fuera irn- presionado por csta prueba de moderacióii de L,iitci'c -añade Calvino- es que sería de piedra. Por rrii par- te estoy profuridarncnte impresionado por estas palabras".

Pocos aÍíos después, ciiando Liltero ernpezó a "tro- nar con más vehemencia sobre el asunto de la Ceria del Señor", Calvino lo defeiidió ante el líder de los Zuinglianos. "~ccue rda cuan grande hombre cs Llitc-

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A S Í I:LIP CALVINO

ro" -escribió-. Y después de enumerar sus hechos más iiriportantes concluye. "Aunque él me llamase diablo, yo le honraría y le llamaría un ilustre siervo de Dios".

Calvino escribió también una carta a Lutero en los últimos a ñ ~ s de su vida, cuando el reformador alemán tenía menos huinor y se enfadaba más fácil- mente. Calvino envió esta carta a Melanchton, quien nunca la enseñó a su maestro. "Yo no he mostrado es- ta carta al Doctor Martín -explico Melanchton a Cal- vino- porque él es muy rxeloso y no le gusta que sus respuestas a preguntas como las que le habéis he- cho sean traidas por mano de otra persona". Con la carta no entregada le había enviado alguno de sus escritos, pidiéndole su comentario, y terminaba di- ciendo: iOjalá que pudiera volar hacia vos y gozar por unas pocas horas de vuestra compañía. .. ! ; pero puesto que esto no nos es concedido en la tierra, es- pero que pronto nos veremos en el Reino de Dios. Adiós, renombrado señor, distinguido ministro de Cristo y padre espiritual, siempre digno de ser hon- rado, de mi parte ..."

LQuién puede decir lo que hubiera sucedido a la iglesia protestante si Dios hubiese tenido a bien traer a estos gigantes de la Reforma a una fe única en las verdades básicas de *la Palabra? Si este día no llegó, por lo menos sabemos que aquellos grandes hombres, Calvino, Lutero y, Melanchton se conocieron personal- mente o por carta. Y aunque nunca llegaron al enten- dimiento y unidad que Calvino soñaba, hablaron el uno del otro con palabras de amistad y estimación. A pesar de sus diferencias se consideraron el uno al otro hermanos en Cristo.

¡Qué podamos aprender nosotros, hoy día, esta lec- ción de los grandes reformadores!

Un llamamiento de lo alto

Calvino ahogó los soll.ozos en su garganta para evitar que se oyeran, y cubrió su rostro con las manos.

Ante el hombre que lloraba se encontraba una carta. Varios hombres habían viajado centenares de millas a caballo para entregarla. Habían ido pri~nero a Estrasbiirgo, esperando encontrar allí al predicador francés. "El pastor Calvino esitá en Worms", -habían dicho a los mensajeros en el Ayuntamiento de Estras- burgo. Está representando a nuestra ciudad en la 'i'er- cera Dieta Imperial que se celebra allí.

Los mensajeros cabalgaron de nuevo y ciitraron por la puerta de Worrns. Apresurando con cuidado el paso de sus caballos por las calles repletas de gente, habían inquirido hasta encontrar al hombre a quien su carta iba dirigida. Ceremoniosamente se la en- tregaron.

"Al Dr. Cal~)ino, ntinistro del EuangelioJ'. Es- tas eran las palabras en el exterior de la car- ta. Dentro continuaba el mismo tono afec- tuoso :

"Señor; nuestro buen hermano y especial amigo: Nos encomendamos afectuosamente a vos porque nos hemos informado cuidadosa- mente de que Vuestra Reverencia no tiene otro deseo que el crecimiento y adelanto de la honra y gloria de Dios y de su Sagrada y San- ta Palabra; por tanto, de parte del Pequeño

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ASÍ FUE CALVINO

Consejo, del Grande Consejo y de la Asam- blea General de Ginebra.. . os rogamos ardien- temente que querráis trasladaros a nosotros y volver a vuestro antiguo puesto y ministe- rio, pues esperamos con la ayuda de Dios que ello será un gran beneficio, muy fructuoso para el adelanto del Santo Evangelio, en vista de que nuestro pueblo grandemente desea te- neros entre nosotros. Y nosotros nos condu- ciremos con Vos de tal manera que tengáis ocasidn de quedar plenamente satisfecho.

Vuestros buenos amigos. 22 de Octubre de 1540"

Habla el sello oficial de la ciudad en lacre a l prin- cipio de la carta, y en el sobre grabadas las palabras POST TENEBRAS SPERO LUCEN. "Después de las tinieblas, esperamos la Luz". Por esto el hombre in- vitado con tanta urgencia a voIver a Ginebra estaba sentado, llorando sobre esta carta. Los mensajeros se habían ido añadiendo de palabra su recomendación a l mensaje escrito. Alrededor de Calvino se hallaban sentados los hombres de Estrasburgo que habfan ve- nido con él a Worms para la Dieta Imperial. Les Ila- m6 para pedirles su parecer. Por dos veces, mientras les hablaba, Calvino tuvo que dejar la habitación pa- r a ahogar. las lágrima S que interrumpian sus palabras.

" i Ayudadme! -rogó Calvino a sus compañeros- decidme 10 que debo hacer. No tengáis en cuenta mis propios sentimientos, pensad s61o en lo mejor para el adelanto del Evangelio y la gloria de Dios. Yo estoy en una diaria agonía. Vosotros sabéis que he estado luchando con esta decisión y no sé que responder. A yridadme, amigos qiirridos, confío en vosotros".

Los hombres de Estrasburgo respondieron: "Buen hermano, vos sabéis como nuestra ciudad desea rete- neros. Cuando los mensajeros de Ginebra fueron a Estrasburgo el Consejo de la ciudad envió a un Ilom- bre con un caballo más ligero para advertiros que no prometiéseis nada a Ginebra. Cuando considerarnos lo que parece rnejor para la gloria de Cristo en xaues- tra ciudad querernos reteneros eri Estrasburgo; pero si la voluntad de Dios es otra ¿cómo podemos iritcr- ponernos en vuestro caniino? Sin embargo esperad has- ta que la Dieta haya terminado y entonces consido- rad lo que el Señor quiere que hagáis".

Calvino esperó en la misma ciudad donde vcintc: zrios antes Martin Lutero había dado su valerosa res- puesta al Emperador. "Aquí estoy, no puedo l~acer otra cosa, que Dios me ayude". Estas habían sido las inmortales palabras de Lutero. Y anoia Calvino esta- ba en la misma ciudad amurallada, lejos de su hogar !, de su recién hallada esposa, rodeado de inuchos otros delegados en el amplio dormitorio comúti de !iri;i fonda. Todavía débil de una fiebre terciaria cjile le h a - bía atacado en septiembre. Mientras esperaba pasó algún tiempo con Melanchton deba tiendo privada- mente asuntos de fe. Allí en Worms obtuvo de hlc- lanchton el apodo de "El teólogo".

Cada día los centenares de delegados estaban mas inquietos. Prestos estaban todos y no había señal cle que la Dieta empezara. El duque de Granvelle nombra- do para presidirla, todavía no había llegado. Final- mente apareció en Worms casi iin ines más tarde. En- tonces se sucedieron semanas de discusión para f r i r -

zar el esquema y orden de las discusiones. Por ílltirno estas empezaron, el 14 de Enero de 1451. Calvino ha- bía estado ya en Worms desde el 1 de Noviembre dcl año anterior.

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ASÍ FIJE CALVINO UN LLAMAMIENTO DE LO ALTO

En estos dos meses y medio había estado luchando sobre el problema de Ginebra. No era un nuevo pro- blema. La carta entregada en Worms no había sido enteramente una sorpresa. Era solamente una nueva carga al peso que ya le abrumaba. Nunca había esta- do totalmente libre de este peso, aun cuando ha3ía dejado la ciudad rebelde y era un ciudadano de la pacífica Estrasburgo.

Cinco meses de,spues de haber dejado Ginebra Cal- vino había escrito una carta a la Iglesia de aquella ciudad. Nueve meses después les había escrito de nue- vo aconsejando a los miembros la paz y el amor fra- ternal. En Septiembre de 1539 había empleado seis días escribiendo una carta de 15.000 palabras, res- pondiendo a la enviada por el Cardenal, quien trata- ba de persuadir a la ciudad de Ginebra a que volviese a la Iglesia de Roma! Y que réplica fue aquella! El Cardenal no se atrevió a abrir su boca de nuevo, a pesar de su docta elocuencia.

El sabio cardenal Sadolet habíi escrito una carta aduladora, persuasiva, a Ginebra, en Abril de 1539, en la cual alababa a la ciudad y a su gente con im len- guaje extravagante. ¡Qué triste es que estos alborcr- tadores protestantes hayan creado un disturbio en vuestra fiel iglesia Católica-Romana -decía Sadolet. Ahora que vosotros, ginebrinos, habéis triunfado arro- jando a estos ministros turbulentos fuera de la ciu- dad, queremos invitaros, con amor: ¿No querréis vol- ver a los brazos de la Santa Madre Iglesia, la eterna Iglesia de Roma?

Nadie en Ginebra había sido capaz de re.sponder a la impresionante carta de Sadolet. Alg~inos amigos de Calvino le enviaron una copia, siigiriéridolt: contes- tar a la seductora invitación. ¿Podría rehusarlo? No solamente para nalvar a Ginebra de caer de nuevo

en los brazos de Roma, si110 porque el mismo se seri- tía una parte en el problema, Calvino respondi0 al cardenal: "Cuando Dios rne dio el encargo de esta Iglesia me pidió ser fiel para siempre a mi deber, así que cuando veo a las peores trampas puestas ante estas personas que el SeÍior puso a mi cuidado ... ¿quién podría persuadirme de esperar el fesultado, indiferente y en silenci~? Con esta convicción Calvi- no escribió sus 15.000 palabras al Cardenal. Y el que quedó en silencio fue Sadolet.

En Estrasburgo, Calvino continuó oyendo noticias de lo que ocurría en Ginebra. Los cuatro nuevos pas- tores de la Iglesia de Ginebra eran hombres débiles, dispuestos a seguir a la multitud. Dos de ellos eran mercenarios de Berna. La vida profana iba en au-- mento en la ciudad. Algunas personas llegaron a pre- sentarse en público completamente desnudas, bailan- do al son de flauta y tambor.

Poco a poco se operó la reacción. Los Corisejeros promulgaron leyes mSs severas; aunque nadie pare- cía tener fuerza para hacerlas cumplir. Los cuatro síndicos que se opusieron a Calvino ya no goberna- ban. Uno fue ahorcado por el delito de traición-, fue declarado culpable de un complot para devolver la ciudad bajo el gobierno de Berna. Otro sindico acu- sado del mismo crimen, saltó desde la ventana de una casa sobre el muro y se rompió la cabeza. Los otros sindicos escaparon apresuradamente. Asimismo los dos pastores que eran espías de Berna escaparon.

En todos estos tumultos creció el sentimiento de que Ginebra no podía sobrevivir sin la mano firme del maestro Calvino. Ya tan temprano como en Mar- zo de 1540, menos de un año después de su expulsión, ciertos arnigos le escribieron que esperaban que e1 tendría que volver. En aquel tiempo Calvino escribi6

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AsÍ FUE CALVINO ,,

UN LLAAlAMIENTO DE LO ALTO

a Farel: "Antes me dejaría crucifica^ cien veces que volver a aceptar esta cruz en ,la que uno es criicifica- do rnil veces cada día. Te comunico esta noticia para que en el caso de que resulte cierta te opongas de m- das las maneras a aquellos que se esfuercen en vol- vcrmc alli".

El amable Pedro Viret, pastor en Lausanne, había oído también este rumor y. habia escrito a Calvino animándole a considerar que Ginebra tiene un buen clima, que podía ayudar mucho a su salud. Con arnar- ga ironía Calvino respondió en Mayo de 1540. "He leí- do este pasaje de vuestra carta, ciertamente con una sonrisa. No comprendo porque os sentís tan preocu- pado por mi salud y me recomendáis volver a Gine- bra sobre esta base.., Es muy preferible perecer aqui de enfermedad que volver a ser atormentado de nuevo en aquel antro de tortura. Por lo tanto, mi querido Viret, si me queréis bien no volváis a mencionar se- me jarite proposición".

En Otoiío de 1540 los Consejos de Ginebra actua- ron. El 21 de Septiembre el Pequefío Consejo pidió a uno de sus hombres influyentes el Sr. Ami Perrin, pro- curar hallar manera de hacer regresar al maestro Calvino. El 13 de Octubre fue decidido escribir una carta "A Monsieur Calvino para que quiera ayudar- nos". En Octubre 19, el Concilio dt los Doscientos re- solvió: "A fin de promover el honor y gloria de Dios.. . asegurar que el maestro Calvino vuelva a ser nues- tro predicador". El 20 de Octubre el pueblo de C~ine- bra fue reunido en Concilio general: "Debernos tener c? Calvino, gritó de todo corazón la inmensa mayoría dc la multitud. En consecuencia fue decidido enviar una misión a Estrasburgo, "para traer de todas ma- lieras al tan sabio maestro Juan Calvino, para ser ~r-iinistro en esta ciudad".

De este modo las cartas y los mensajeros especia- les empezaron a llegar a Calvino. Ginebra pidió tam- bién a los Cantones protestantes de Berna y de Zii- rich aconsejaran al de Estrasburgo ceder a su promi- nente ciudadano. Zurich aceptó la sugerencia; pero Berna mostró frialdad por el asunto, ya que no ria- bian podido obtener la autoridad que d e ~ a b d n sobre Ginebra.

Muchas personas escribieron cartas privadas ro- gándole lo mismo, "Es el triunfo de Dios". Venga pron- to hermano, venga, venga, para que podariios ale- grarnos en Dios nuestro Redentor" -le escribib uno. Uno de los pastores que había tenido que abandonar la ciudad le rogó por carta: "No diga usted que no, resistiria al Espíritu Santo; no a los hombres. Etecuer- de los frutos que esperan ser cosechados en Francia. La iglesia de Ginebra es importante. Ningún horrlbre mortal es capaz de dirigirla con tanta energia, tan sabiamente y con tanta habilidad como vos. Uno de los dos pastores que quedaron, el cual había antes hablado contra Calvino, le escribió ahora: "Venid, honorable padre en Cristo, vos pertenecéis a nosotros. El Señor mismo nos ha dado vuestra persona; todos suspiramos por vos".

Viret, que habia consentido en ir a Ginebra por seis meses como predicador temporal, escribió a su amigo: "No te entretengas, ven a edificar y alegrar la Iglesia que yace en miseria, dolor y tristeza1'.

Y Farel, tan pronto como pudo encontrar un men- sajero envió otra bomba en forma de carta al mismo hombre que tiempo atrás habia ordenado quedar en Ginebra. Calvino luchando todavía con la decisión replicó a una de las cartas de Farel: "Las bombas que estáis arrojándome, no sé porqué razón, me han llenado del mayor terror. Sabéis que siempre he tcmi-

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AS^ FUE CALVJNO UN LLAhlAhIlENTO DE LO ALTO

do vuestras advertencias; pero no he sido sor60 a ellas. ¿Por quk, pues me atacáis con tal violencia hasta casi romper nuestra amistad?"

Calvino contestó con atenta cortesía desde Estras- burgo el 24 de Octubre del 1540. . .

A los 7nagníficos y I~cmorwl>les sefiores sLn- dicos consejel-OS de Ginebra: "Puedo testifi- car ante Dios que tengo a vuestra Iglesia en tal consideración que nunca dejaría de hacer cualquier cosa por ella para ayudarla en tiempos de necesidad ... Por el otro lado, no puedo ligeramente dejar el cargo al cual el Sefior me ha llamado en Estrasburgo sin ser suslituído de un modo fiel y moral ..., fue dis- puesto por el Consejo de Estrasburgo que yo iría con algunos de los hermanos a la Asaril- blea de Worms, no a servir a una sola iglesia, sino por el común interés de todos, entre los cuales vosotros estáis incluídos. ,. Yo os pro- meto que nada puedo negaros de mi parte en todo lo que me sea posible; por tanto haré todo lo que esté a mi alcance para serviros según Dios lo permita".

Desde Worms Calvino escribió a los señores de Gi- nebra, desl~ués que su última delegación vino a él: "Puede ser necesario para mí asistir a otra Dieta Im- perial, pero "por el rnomento estaré libre de este car- go extraordinario". Por tanto os prometo hacer todo lo que pueda para venir. a ayudaros si la Iglesia y el Concilio de Estrasburgo me lo permite.

A Farel escribió Calvino en Octubre de 1540: "Cuando considero que yo no soy dueño de mi mismo ofreíxo mi corazón como una víctima consagrada para el sacrificjo sobre el altar del Señor. Yo entrego mi alma encadenada a la obediencia de Dios". Este

era el único camino para Calvino. EJ único, aunque condujera a Ginebra, la ciudad de la cual había es- crito a Viret: "No hay otro lugar bajo el cielo que me cause mas temor1'.

Pero el lado humano de Calvino luchaba contra ;a idea de volver a la ciudad en la orilla del lagc. "Se- ría morir mil veces cada día" escribió a los pastores de Zurich que habían enviado una carta urgiéridole su regreso a Ginebra: "Si tuviera que dar oído a mis propios sentimientos, más bien iría al otro lado del mar, que volver allí".

A medida que pasaron los meses, la decisión se hi- zo mas clara. "De alguna manera que no puedo ex- plicar, empiezo a sentir más inclinación a liarme la manta en la cabeza y entrar allí, -Calvino escribió a Viret-. La decisión no fue grata; pero era clara. "La Iglesia de Estrasburgo consintió en dejarinc jr, aunque Bucero insistió en que debía ser por poco tieni- po, hasta que la situación en Ginebra quedara arregla- da". Además, "mantendremos sil ciudadanía y paga- remos su salaiio como profesor todo el tiempo que tenga que estar alli", fue el ofrecimiento del ayurita- miento de Estrasburgo. Calvino aceptó el honor dc la ciudadanía, pero rehusó el salario.

La dieta de LVorms había fracasado. Después de tres días de debates formales, el Ernpcracior dio orden de aplazarla, que era el recurso usual cuando no se veía ningún progreso. La Cuarta Dieta fue seiialada para el mes de Marzo en la ciudad alemana de Ratis- bona. Calvino y sus compañeros volvieron de VJorins el 23 de Enero de 1541. Habían estado ausentes de Es- trasburgo casi tres meses. Después de un mes, otra vez se hallaron de camino, galopando dentro de i i r i

carruaje forrado interiormente con sábanas y mantas para protegerles del frío glacial.

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Era largo el viaje a Ratisbona, una ciudad en el corazón del Sacro Imperio. El hielo sobre el Denubio había adquirido tal espesor que permitió a los hom- bres de Estrasburgo viajar siete dias por encima, co- mo si fuera una larga carretera. El carruaje y los ca- ballos se deslizaban sobre el Iiielo con los libros y pa- peles, equipo de cocina, mantas y vestidos. "Yo soy arrastrado de mala gana a Ratisbona -escribió Cal- vino a Farel- presiento que el viaje sera muy peno- so.. . me temo que se prolongará, pues a veces intere- sa a la politica alargar las dietas hasta 10 meses ... pe- ro iré donde Dios me guie, El sabe mejor porque ha puesto este deber sobre mí".

En Ratisbona Calvino y sus compañeros oyeron el rumor de que se había desatado la peste en Estrasbur- go. Todo el mundo que puede huye por su vida. Ide- lette había ido con su hermano. Sus curiados Antonio y María habían, escapado a una pequeña ciudad cer- cana. Claudio Ferey, un maestro francés refugiado, uno de los amigos más queridos de Calvino murió; asimismo un pupilo de la casa de Calvino; muchacho clel cual estaba mlux prendado. En una interesante carta escrita desde Ratisbona, Calvino expresó su simpatía al padre del joven fallecido. A Farel escri- bió: "Día y noche mi esposa esta en mis pensamien- tos, recordando que esta sola, sin sostén y sin consue- lo". Aburridos y apenados, los hombres de Estrasbur- gr, tuvieron que quedar quietos en Ratisbona e-, a ~ e r a n - do que empezara la mas larga de las cuatro dietas.

Marzo, Abril, Mayo y los debates continuaban. Hubo algún acuerdo bastante ertraordinario hasta que llegó el asunto de la Santa Cena que resultó como siempre la barrera impasible. Calvino continuó escri- biendo largos informes a Farcl diciéndole: "Felipe y Uucero han trazado fórmulas ambiguas y poco since-

ras acerca de la transubstanciación, tratando de sa- tisfacer el partido opuesto sin ceder nada. Yo rio piie- do estar de acuerdo con esto. Aunque ambos son bue- nos y están procedierido con las mejores intenciones, teniendo como único objeto proinover el Reino de Cristo".

Nada puede resultar de todo esto -dijo Calvino mismo a Buccro- pidiéndole le pcrrriiliera volver a Estrasburgo- Bucero lo consintió de mala garla y Calvino hizo el largo viaje de vuelta; llegando el 25 de Junio.

Excepto por el gozo de ver viva a Ideiette, fue un triste regreso. En su propio hogar y en los de mucllos otros lierrnanos había lugares vacíos por motivo de la plaga. Calvino hizo visitas co~ifortando a las farili- lias doloridas, predicó a su congregación de refugia- aos otra vez. Miro a la gente y lugares conocidos de Estrasburgo pesarosamente, como quien tiene quc! decir adlós a todos. Mas carlas venia11 de Ginebra y de otros lugares de Suiza. Había llecho una proincsa delante de Dios. ¿Podría retrasar rnás su vuelta a Ginebra?"

"¿Estás esperando que las piedras clarnen!" Ha- bía tronado con vehemencia Farel eri su últirila carta. "Si hubieses sido tan lento cuando se nos ordenó llar- tir corno lo eres en volver, las cosas no liabr.íari llega- do al presente estado".

Los Consejos de Ginebra enviaron un licraltlo ofi- cial a buscar a Calvino y escoltarle en su viaje. El Ayiintamiento de Estrasburgo de buen grado por arnor a sus ilcrrnanos dc Ginebra, pero pesaroso de perder a su pastor, enviaron una carta a Giriebra clicierido: ''Finalmente viene este incornparablc y raro instru- mento del Señor. Nuestro siglo no conoce otro como él, si es que existe otro"

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AS^ PUii CALVINO

En la priinera quincena de 1541, escoltado por el heraldo, Calvino salió para Ginebra. Prudentemente había acorclado con Idelette que esta se quedaría has- ta que la enviara a buscar.

Con ojos baiíados en lágrirnas Calvino salió de la pacífica ciudad donde había pasado tres años fructí- feros. El Señor lo estaba enviando de nuevo a las tempestades de Ginebra. Nadie, y rnuclio menos Cal- vino, sospechaban que dentro de ocho años su Iglesia de refugiados franceses sería obligada a abandonar la pacífica ciudad de Estrasbu~*go por un edicto del Emperador, y que Bucero se vería forzado a ser uri desterrado en Inglaterra. Ni tarnpoco nadie, y rriucho menos Calvino, soñaban que la tempestuosa ciudad a la cual se dirigía habría venido a ser, durante siglos, la Ciudad de la Reforma para el mundo entero.

El rnaries, 13 de Septiembre de 1541, dos jinetes se acercarori a la antigua puerta de Cornaviri, desde rnuy cerca coronada por las torres de San Pedro.

El centinela de guardia miro a través de su casco y vio los dos jinetes acercarse. El primero llevaba el traje de un heraldo ginebrino y la bandera de la ciu- dad. ¿Quién era el segundo envuelto en una capa ne- gra? E1 centinela esperó unos instantes, volvió a rni- rar y lo reconoció:

111 Parte

DE LAS TINIEBLAS A LA LUZ

k:ra el hcmbre que toda la ciudad de Ginebra es- taba esperando.

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The hay k i n g rcceiued a ic f lc r

B ! n iño r e y de I t tglaterra recibió urzn carta d e C n l z ~ i ~ ~ o . / V e n s e pciy 194)

El nuevo hogar de Ginebra

Ginebra tenía a Calvino otra vez. Estaba de pie en la conocida cámara del Consejo vestido con su traje negro y veinticinco rostros vueltos hacia él. Los hombres del Pequeño Consejo le miraron intensamen- te. Era más viejo y más respetable que cuando Ic or- denaron salir de la ciudad. También parecía más cor- tés y afable que en aquellos tiempos. Sabían también que era más famoso, pues se hablaba de él en toda Europa.

Los miembros del Consejo se sentían aliviados de tener otra vez a Calvino. Ginebra no podía pasar sin él. Tenían algunos obsequios preparados para la bien- venida. Un vestido de pana negra adornado con pir- les, y una casa en la calle del Caíión; una calle estre- cha y corta, cercana a la catedral. En la parte tra- sera de Ia casa, había un jardín con vistas al lago azul En la iglesia de San Pedro, le esperaba un nuc- vo púlpito, muy coquetón, de madera labrada, sujeto a uno de los amplios pilares de piedra.

Los Consejeros envieron pronto a un heraldo y un coche con dos caballos para traer de Estrasburgo a la sefiora Calvino y a su hija Judith.

El escribiente anotó la decisión de los 25 consejc- ros: "Hemos resuelto mantener aquí a Calvino para ?iernpre9'.

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Ginebra tenía otra vez a Calvino, y Calvino tenía a Ginebra. No lo había buscado, como tampoco aque- lla noche en que se detuvo como v:ajero para pasar. allí la velada. Del mismo modo que en la ciudad de Estrasburgo no había pedido los importantes cargos que Ic ofrecieron. Pero él no era dueño de si niisnio. Su corazón "como una víctima para el holocausto", qiiería ser ofrecido al Señor. Estaba listo I\ara ir a donde su Maestro le enviara. Sin embargo ¿no era humano vo1ver.e un poco atrás recordando los salva- jes motines y la incalificable maldad de Gir-iebr-a? Calvino escribió a Farel una nota un poco receloya diciéndole: "Tal como usted quería estoy radicado aquí. ¡Quiera el Señor que sea para bien!

Sin perder tiempo Calvino propuso sus planes. "Inmediatamente despi~és que hube ofrecido rnis ser- vicios al Consejo -escribió a Farel- les declaré que la Iglesia no podía mantenerse uniua a menos de or- ganizar un gobierno de la misma, según nos es pres- crito en la Palabra de Dios, y que esto era la práctica de la antigua Iglesia. Entonces les señalé cariñosa- mente ciertos piintos.. ." Cariñosamente, pero con fir- nieza, este era el secreto. Concentrado en las grandes cosas, disimular las pequeñas que irritan y molestan; no guardar odio a ninguna persona; perdonar el pa- sado, y a toda costa no dar lugar a la ira. Hacer esto a pesar del dolor de cabeza y de estómago, del asma y otras enfermedades; hacer esto a pesar de tantos enemigos y de la oposición ocultándose bajo la capa de una cordial bienvenida; hacerlo en una ciudad donde la iglesia de Cristo había caído en el caos y la Reforma significaba cambiar las costumbres de toda la ciudad, porque toda ella pertenecía a la Iglesia ... no era tarea fácil.

160 En la catedral de San Pedro le esperaba un nuevo púlplto

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AS^ FUB CALVINO EL NUEVO I l O G A R DE GTNEBRA

Dios y sus ángeles, que nos circundan, miraban al hombre sobrecargado de alma en la casa de la calle del CaÍíón y le verían a menudo sobre sus rodillas orando; con su Biblia abierta ante él. Estaba pidien- do fuerzas para si mismo, así como para la Iglesia y la ciudad a la cual había sido llamado.

Un día o dos después de su vuelta, la gran campa- na Clementina, de S. Pedro, llamó al pueblo para un culto especial. Los consejeros asistieron en corpora- ción vestidos con trajes negros y grises, caracierísti- cos de la ciudad. Calvino, desde el nuevo púlpito, hablo solemnemente sobre los terribles acontecimientos en el mundo. Los turcos conquistando Hungría, la pe~ te devastando las ciudades y pueblos de Alemania. En Francia las ardientes hogueras de la persecución. Hu- millémonos ante el Señor, dijo la voz clara desde el nuevo púlpito. "Oremos por el mundo y por nuestros hermanos; y que el Señor Dios Todppoderoso tome nuestra ciudad bajo su protección. Amén".

El primer domingo Juan Calvino estaba en el púl- pito otra vez. La gente esperaba que hablaría acerca de las razones para su destierro y regreso, pero no habló ni una palabra de queja o reproche. Tenía la costumbre de predicar sobre un libro de la Biblia ca- pítulo por capítulo y versículo por versículo. Así que empezó a predicar en el mismo versículo donde había terminado años atrás.

El primer mes de mi nuevo mini: sterio tenía tan- to que atender, tantos asuntos y problemas, que es- taba casi exhausto ... "Sin embargo esto consuelct. y alienta, cuando no trabajamos en vano, sin ver fru- to"; - e s t o escribía Calvino a un amigo de Basilea. m- zo venir a Viret a Ginebra para ayudarlo y escribió a Farel: "No permitiré que de ninguna manera, ni por ninguna razón, me sea arrebatado de mi lado".

A Bucero, el paternal pastor quc dejó en Estras- burgo, le escribió un més después cle estar en Ginebra. "Hasta donde dependa de mí no daré motivo de ofcn- sa a nadie. .. Basta ... no puedo emprender nada mAs hasta dentro de ... por tanto no necesita usted prcqiin- tarme acerca del fiel cumplirnicnto de lo que le he prometido. Y si de algún modo no re.qondo a siis de- seos, usted sabe que estoy bajo su poder y sujeto a su autoridad. Amonésteme, castígiieme, y ejerza totlos los poderes de un padre sobre sri hijo. Perdone si le escribo con tanta prisa ... me hallo comprometido con tantos trabajos que casi estoy fuera dc mí".

Entretanto Idelette estaba dc~cmpaqiictando y arreglando las cosas en la casa n "1 de la calla del Cañón. Era un cambio muy favorable co~npar~iritlola con la casa de huéspedes de Estrasburqo. Los Con~e- jeros ya habían puesto alrjún mcbiliario cn la cala. Eran muebles que prestaban a los pastores de Gine- bra. Dos camas de noeal y iina de cedro para cada uno de los pequeños dormitorio? del piso. Para Ixs otras habitaciones de los bajos sala de estar, dc~naclio y cocina, había en conjunto un3 mesa de nopal y iui banco de haya, un bufete de noval, dos baíiles dc no- gal con cierres de hierro; cuatro mesas lareas de ni- no, dos mesas más de nogal, una docena de sillas y ta- buretes de madera y un escritorio. Había en el escri- torio dos bancos, uno para Calvino y otro para los visitantes. Asimismo un armario nara libros y una pequeña escalera para alcanzarlor de los últimos es- tantes. Idelette hizo la casa r n á ~ atractiva con las pe- queñas cosas que trajo de Estra,~biirgo.

Al principio de la corta y estrecha calle, habfa una fuente donde las mujeres lavaban ,m ropa y sacaban a.gua para sus hogares. También los caballos se dete- nfan en ella para apagar su sed.

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Eri el jardiri, detras de la casa, Idelette hizo crecer liortalizas. Podía llevar la casa bastante bien en Gine- bra con el salario de su marido. llecibían 6110 florines al ano y adeiiiks dos niedidns de ccreales y dos toricles de virio. Esto era suficiente para ariiasar y cocer 1.200 panes rtl año, nias de una veintena por sciiiaiia, y un par de botellas (le vino diarbia.s. El salario de C;il- vi110 era i i ~ i poco mas alto que el de los otros pastores, porque, -decían los Conse jeros- el ~ilaestro Calvino tendrB que niaritener a muclia poite qiie pasa por la ciudad. A vcces los huéspedes no solo pasaban, sino que permanecían varios días en la pequeña casa de la calle del Cañón, e Idelette tenia que extender a ellos su pan y su vino.

María, la Iieriiiaiiastra de Calvino, casó con uri gi- ncbrino llamado Constancio, y vivió en su propia ca- sa. S L ~ lieriiiano Antonio se casó el año despiiiis de la vuelta de Calvino a Ginebra y coinpró una casa de canipo fuera de los inuros de la ciudad; pero tanto él coirio su familia vivíari la mayor parte del ano en la casa de la calle del Cañón.

Calvino, Idelett e, su hija Judith, Antonio, su espo- sa Ana y sus cuatro liijos, todos vivíari en la casa de Calvino. Adeinas de la afluencia de visitantes y iiien- sajeros qiie entraban y salían de su puerta.

No era un retiro quieto. Sin embargo, en rnedio de todo este rnovimicnto, Calvino Iiacía sermones, yre- paraba conferencias, escribía cartas y sus largos li- bros y escritos.

II

Las ordenanzas

Calvino einpezo su segunda estancia en Ginebra escribiendo mi docuincrito. $3 pequeño Concilio Lin- bia accedido a establecer uria "forma de Gobierno" para la Iglesia, y dos semanas, tan sólo, después de su vuelta, ya tenía Calvino preparado el iriforine: Las "01-cienan.zus E~lesiást icas d e la Iglesiu (1s Ginebi-u" fueron sometidas al Consejo dc la ciudad para su aprobación. En el documcnio Iiabía niuclias ideas que Liabíail crecido y iiiadurado en la mente de Calvino durante sus ailos de paz en Estraslburgo.

El pequeño consejo debatió e introdujo algunos cambios en "Las Ordenanzas". El Parlamento de los Doscientos hizo lo inismo. Ambos orgaiiisinos estaban seguros de su poder sobre la Iglesia. Necesitaban te- ner a Calvino en Ginebra, pero no abrigaban la in- tención de permitirle a él ~i a la Iglesia avasallar su autoridad. Sin mostrar la copia reiormada a los pas- tores estos cuerpos goberriantes convocaron a los ciii- dadanos. El pueblo se junto bajo las altas bóvedas de la catedral de S. Pedro el 20 de Novienibre de 1541 para presenciar la aprobación de "Las Ordenu~~zas" por el Parlamento de la ciudad.

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ASÍ FUE CALVINO LAS ORDENtINZAS

Las Ordenanzas se referían a muchas cosas. Ernpezaban eskableciendo cuatro oficios en la Igle-

sia : Pastores, rnaestros, ancianos y diacorios. Este era el plan ideado por Calvino para la Iglesia de Ginebra, trazado segiin el rnodelo de las iglesias del Nuevo Tes- ta~nerito. Con todo cuidado sefialó las cualidades y deberes de cada uno de estos sagrados oficios.

IIabía también uri plan cornpleto de actividades para la Iglesia "Cada domingo debera haber serino- ries eri las iglesias de S. Pedro y S. Gervüsio, al rorn- per el alba y a la hora acosturribrada (las 9 de la ma- nana) ... Al mediodía habria catecismo, o sea irist1.u~- cióri para los niños eIi las tres iglesias. .. A las 3 , se- gundo sernión.. . Además en los dlas laborables habría sermón en la iglesia de S. Pedro tres vcces a la scnia- ria, luries, niiércoles y viernes.

El puchlo de Ginebra tendría una gran oportiiiii- dad para oir la Palabra cle Dios, si eran fielcs en asis- tir a la iglesia.

E1 bautismo tendría lugar en las iglesias, no por las casas, en una fuente bautismal cercana al piilpi- to; no en el atrio. Para la Cena del Señor, las rrieaas estarían al lado del púlpito y la gente vericiría en grri- pos a tonlar su lugar en ellas.

Nadie podría estar enfermo tres días sin cornuni- carlo al pastor . . . El sábado, después cie comer, sería el tiernpo selialada para visjtar a los prisioneros, "in- cluyendo a los que se hallen encadenados por tales rnoiivos quc nadie quisiera verles libres", y así por el estilo.

El problerr~a espinoso Pra acerca de quien tendría el poder de cxcorilunión. Calvino lo trató de nuevo,

aunque con rnas táctica; Declaro que por ciertos pe- cados persistentes, después de tres ariionestaciories el delincuente sería advertido por la Iglesia a que se abstuviera de la Santa Cena hasta qiic pudiera verse un cambio en su vida. "Pero aun en la rebelde ciudad de Ginebra escribía Calvino con surno tacto: "Toclo esto debe ser hecho con moderación pues las correc- ciones son tan sólo medicinas para atraer a los peca- dores de nuevo a nuestro Señor". No se trataba de apartar o castigar sino de ganar. ¿Iialiía ~iiriguria Clu- reza en esto?

Calvino escribió Lus Ordenan,zc~s para la iglesia de Ginebra; pero muchísi~nas iglesias, por todas par- tes del mundo, han hecho uso de este farnoso docu- mento. Es el fundamento del gobierno eclesiástico en todas las iglesias Reformadas y Presbiterianas, aun- que se han hecho algunos carnbios para adaptarlas a su propio tieinpo y lugar. Por ejeinylo: Calvirio tu- vo que aceptar "en la presente condición de la Jgle- sia" que los ancianos fueran noinhrados por los Con- sejeros de la ciudad, ya que en este tierripo la íglasia y el Gobicrno se hallaban estrechamente unidos. No era lo que q~lería Calvino. En sus "I~z.stilz~cioncs" pu- :o en claro la necesidad que tiene la Iglesia de estar libre del control del Gobicrno. Pero lo rnás irnporlan- te es que Calvino restableció los oficjos de anciano y diácono en las iglesias según el rnocielo del Nuevo Tes- tamento. No había ancianos ni diácono8 laicos cri aquellos tiempos en la iglesia de Roma. Calvino res- tableció a l micrnbro laico a un luqar de aiitoridacl y reiponsabilidad en la Iglesia de Cristo.

Lus ordenw?zzu.s, discutidas y revisadas en los Con- sejos, todavía rnaritiencn las ideas b&sicas rlc Calvino que debían influenciar a las iglesias durante siglos en muchos países.

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ASÍ FUE CALVINO

Como prefacio al clocuiriento los ediles escribierori citas palabras: iEn el noinbre de Dios Todopoderoso, nosotros, los Síridicos del Peqiiefio y del Grande Con- sejo, cori riuestro pueblo reiuiido al son de troiii1)eta J de la grande campana, scguri riucstras antiguas cus- t u . . . hc~nos mandado y cstabiccido la sigiiicrite Corist it~icion Eclcsiastica, para que sea observada en iiiiestra ciudad y teiaritorio, cn vista (ic qiie 21a sido loirlada del Evangelio de Jesucristo".

Terier Las Orilciann?(~<lr ngrot~aclas sobre el papel era iiri gran acorilec~rriierito: pero porrer el duc~irricri- tu en 1~ráctica en las vidas dé1 pueblo era otra cosa 111uc2io I I ~ ~ S difícll.

Costó dos meses la aprobación de Las 0 1 - t l e ~ z n n ~ a s . Se neccsitarori ca torcc aiios tui.bulentos para logiBar ponerlas en práctica.

Antes de i i c se oycraii los l)ibirneros roinores de dcscoiilenlo otibo terror distrajo la atericion de Ginebra.

"La plaga viene galo11ai:do liacja 1iíiioti.0~ -escri- bió Calvino a Bucero- sj iios ha pcrdoiiado este 111- vierno, ciifícilmeritc csca~arcnios en la prinnavera".

111

La pesfe

Las calles de Crinebra estaban desjertas. Las escue- las y tiendas sc hallaban cerradas. Las pocas per,w>- iias que acudían a las iglesias el domingo, S- ponían lejos unas de otras, niirándose inutuaniente con rece- lo. El único sonido que se oía en las calles vacías era el tintineo de las carripanas del coche furierario. Den- tro del misrrio había amontonados cadaveres, unos so:?re otros, los cuales no podían tener uri entierro cle- corite porque aquellos cuerpos llevabari los terribles gkrmeries de la muerte. En las afueras de la ciudad, más allá de las niur-allac, el hospital llaniado "casa de la peste", estaba atestado de enfermos y mo- ribundos.

La plaga había llegado a Ginebra. Era la prima- vera del ario 1542. Se dice que algunos soldados sui- zos que habian pasado por la ciudad habían llevado la epidemia n~ortal. En las estreclras calles, faltas de todo elcniento sanitario, la peste se extendió como un fuego.

~ Q i i e pastor iría al pie de la cama de los heridos por la plaga para consolarlos y preparar sus corazo- nes para la muerte?

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ASÍ FUE CALVINO

El pastor refugiado francés Pedro Blanchet se prestó voluntariai~iente. "Su ofrecirnicnto fue accl~ta- do, dice el acta del Consejo de la ciudad. Entró en el lrospital de la peste, fuera de las rriurallas, y visitó fielniente a los cnlermos de caballa en cabaila, hasta que 61 nrisino enferrnó y murió1'.

Calvino se había ofrecido, a pesar de su poca sa- lud y su preocupación por Idelette que estaba espe- rando su primer hijo. Las actas del Consejo diceri que el olrecirriiento de Calvino para ,servir en el hospi- tal rle la peste fue rehusado "a causa de la gran ne- cesidad que la iglesia tiene de sus servicios".

La plaga estaba devastando muchas ciudades. Ata- có tanibiéri Estrasburgo. Allí Bucero p!?rdió a su ama- da esposa Elisabeth, quien por 20 años había cuidado a e1 y a todos los refugiados que hallaron asilo en su hogar. Cuatro de los 6 hijos de Bucero murieron tüm- biéri. Y Capito el co-pastor de Bucero y capacitado ministro fue muerto también por la plaga y enterrado el día antes de que muriera la esposa de su compañe- ro eri el ministerio.

En Ginebra la plaga iba y venía. Parecía haberse relirado en 1545. Otro joven ministro se ofreció para servir coino pastor en el hospital apestado y murió también allí. El pueblo, histérico de miedo, creía que había en aquello un horrible maleficio. Pensaban que algunos hombres y mujeres, de acuerdo con los sir- vientes del hospital, hacían unguento que contenia materia infectada de los pacientes. Dicen las actas que se olía el hedor de tal unguento, lrecho con los excrementos de pacientes, en algiinas cerraduras de la ciudad, "con el objeto de esparcir la plaga y apode- rarse de las posesiones de los que morían". Calvino creyó también que dicha operación criminal tenía lu- gar. Quizá era verdad. No sabemos. A un amigo de Ha-

silea le escribió Calvino: "El Señor está prohandonos amargamente en este lugar, pues se ha descubierto iina conspil-acióri de hornbres y mujeres (lile han es- tado por espacio de tres a io s esparciendo la plaga en la poblacióii.. . 15 mujeres liaii sido quemadas, algu- nos honibres han sido castigados niás sevcrarrierite. Algunos se han suicidado en la cárcel y 25 están arres- tados. Los conspiradores no cesan sin embargo de en- suciar las cerraduras de las casas habitadas con est,e unguento ponzoííoso. Pucdcs ver en medio de que pc- ligros nos hallamos inetidos. El Scíior ha preservado nuestro hogar hasta aquí, aunque rnás de una vez se Ira atentado contra nosotros".

Aunq~ie el Seííor preservó de la plaga la casa de la calle del Cañón, permitió tairibién aflicciones en ella. En Julio de 1542 Calvino escribió a su alniyo Viret que acababa de volver a su iglesia de Laussane. "Con gran ansiedad le escribo. Mi esposa lia dado a luz pre- maturamente, no sin gran peligro. Que el Seííor ten- ga cuidado de nosotros1'.

Calvirio bautizó a su hijito Jaime. El niño estiivo luchando dos sernanas entre la vida y la muerte y por fin rnurió. Idelettc no recobró rápidamentc sus fuer- zas. En Agosto, escribierido otra vez a Virct, Calvino decía: "Saluda a tu esposa a quien la infa deviielvc las gracias por su gran amistad y piadoso consuelo. Ella no puede responder sirlo por rnedio cle un sccre- tario y le seria dificil aún dictar una carta. E1 Seííor nos ha infligido, ciertaniente, una seria y honda heri- da con la muerte de nuestro hijito; pero E1 rnismo conoce rncjor lo que conviene a sus hijos".

Veinte arios después, el pastor de Ginebra rcjrlica- ba a un enemigo: "Ealfuirio me zahiere porque no tengo liijos. .. Dios me ha dado un hijo y Dios se lo llevó.. . pero tengo millares de hijos por todo el mun-

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i,A PESTE

do cristiano". Estos serían en verdad los hijos de Cal- vino, inuchos hijos espirituales cluc seguirian sus en- se i~dr iz~s y e jernplo.

Tres anos después de la inuerte del peclueÍio Jai- me, nació una hija, la cual rriririó tarnbien. Dos arios mas tarde Calvlno escribe a un amigo acerca del bau- tlsrrlo del tercer lli jo que la familla Calvino estaba esperando; pero tal bautisrilo nunca tuvo lugar, el liebc rnurio al nacer. Idelette continuó con una salud inuy débil, haciendo rnuy lentainente su trabajo por la casa y cl jardín. En su debilidad era molestada por su tos, una tos permanente que la rendia y por fin terminó con su vida.

A pesar dc su pobre salud era Idelctle quien ponía paz y ort1t.n e11 la casa de la calle del Caiíoi?. C~ar ido estaba bien, ella iiiisma recibía e! río de viiitctrites que llarnabari a la pur.rgta. A ~nuclios alinicritó y lios- pedó. Aúri durante su larga enfermedad la casa de Calvirio estaba abierta a los liuespedes. Vuestra hos- ~~italidaci en el noiiibre de Cristo es conocida por toda Europa". -Blgiiien escribió dos aiios antes que Ide- lelle rniiri era-.

Nadie sabe cuan a nieriudo la reposada simpatja y aiilaiite culdado de Iclelelte trajo paz ai Iiorribre in- terlsailierite ocupado que era su esposo. Calvino tra- bajó (le uria forma que liabriz dejado eshnusto a cual- quier ho~iibre lleno de salud. Se levantaba a las 5 de la ~naiiaria y empezdba su I r . Si estaba enferiiio trabajaba eri la cania, con los libros esparcidos I>or encinia de su cobertor. Los domingos ~~reclicaba dos o tres veces en la catedral de S. Pedro. Los dias labol- riihles predicaba eri semanas alternas los lunes y vier- nes. Cada sernana daba confel.ei~cias públicas los mar- tes, jueves y sábados Los jueves presidía t;iinhiCn las reuniones del Consistorio, en las cuales todos los rrii- nistios y ancianos de las diversas iglesias se jiintaban

para estudiar las Escrituras. Calvino tomaba parte en las visitas a los enferinosl y prisioneros. Regular- mente visitaba las familias de su parroquia y decía en sus Or-denanxus que los pastores debían hacerlo a sí.

Estos eran Lw~ deberes ordinarios, pero erari sólo una parte. Calvirio estaba siempre escribiendo cür- tas. A su puerta llegaban galopando cor.reos de toda Europa, entregando cartas y esperando respuestas. Cualquiera en la ciudad que necesitara enviar iina carta a cualquier lugar de Europa podía fácilmente hallar un mensajero que se encargara de ello acudieri- cio a la calle del Cañón. Pr.ácticaniente la casa de Cal- vino era casi iina central de Correos, muchos años antes de que se constituyera dicho servicio.

Al lado de las cartas de advertencia y ayuda, Calvi- no estaba escribiendo constantemente folletos, trata- dos y libros. Editaba. sus "Comenlarios", que eran sus conferencias públicas escritas por secretarios. Consis- tían en estudios exegéticos sobre los libros de la Biblia, tratando con detalle versículo tras versículo.

Los Consejeros de Ginebra se aprovechabari bieri del hombre que habían i-ieclio volver. A su petición Calvino editó y compiló las leyes de la ciudad. Cori el secretario del Pequeiío Consejo Claudio Roset, Calvino trabajó hora tras hora dictando en forrria más com- prensiva y concreta el confuso lil~ro de leyes de la ciu- dad. Primeramente lo clasificó, desl~iiés pidió algiirios cambios.

¿Podía algún hombre estar m á ~ ocupado? Y todavía más: Aún en las actas de rnatl.imonio y baiitisnio rea- lizados en aqiaella época en Ginebra aparece la peque- ña y angulos letra de Calvino.

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Si al-guna persona necesitada llarnaba a su puerta salía con ima nota escrita de sil puiío y letra corno la que encontramos, que dice así: "Este pobre hombre esta tan desfigurado que da lástima ... sírvase ver si puede ayudarle. Es un ciudadano de Ginebra; si fiiese un extranjero yo niismo habría provisto para él de alguna manera".

Lo peor de todo eran los enemiqos con los cuales Calvino tenía que luchar. No era nada nuevo ser ata- cado por personas de Ginebra o de otros liigarcs que desaprobaban sus doctrinas, y cada batalla era agota- dora. El hornbre qiie ansiaba paz y vida privada tenia que poner aparte sir natural rnansedurnhre y mostrar osadfa y coraje defendi~ndo lo qile creía estar de aciier- do con la Escritura. Algunas veces, en tales batallas, tenfa por fuer7a que mostrarse exccsivamentc duro en las palabras que usaba y los castieos que recorneridaba. Sin embargo, en estos primeros aiios de su estancia en Ginebra, Calvino a b í a poner coto a sil ira. Qiiizá la diilzura de Idelette tuvo tina parte en este fenómeno. Sin notoriedad en Ginebra, y desconocida en la histo- ria, ella supo mantenerse en e1 trasfondo, arnahle, pa- ciente, sensible; sirviendo al personaje famoso con quien se había unido.

Partida de Idclefte

"La muerte entró por nuestras ventanas e invadió niiestros palacios", dice el profeta Jcrernías con rcfe- rencia a su época. Estas misrnas ~ialabras filcrori una realidad eri Europa por cinco años, desde el 1544 al 1543.

En 1546, en el palacio de Inglaterra murió Enrique VIII, el rey de las muchas esposas. Dejó su trono al nirio rey Eduardo VI de 10 afios de edad, hijo de su tercera esposa Juana Seyniour. El ario próxirrio la muerte devastó. el palacio de Francia; el inconstante rey Francisco 1 dejo la corona terrenal que había Ile- vado por 32 años. Años llenos de ahorcarnientos, dcca- pitamientos y liogueras de muchos protestantes. Sil hi- jo Enrique 11 empezó a persegiiir a cstos cristjanos inás fieramente aún que lo que su padre liabía licclio.

Dos años después de la niuerte de Francisco 1, fa- lleció en París la hermana del rey, Margarita, reina dc Navarra, quien había arnado a su herrriano Frari- cisco muy profundamente, pero había protcgido y da- do asilo a muchos hombres a los ciiales su hermano habría perseguido y matado por arnor a la Iglesia (le Roma.

Clemente Marot no era rey, pcro dejó un inmenso tesoro al mundo cuando niurió en Turíri, Italia, en 1.544. Este poeta francés tradujo algunos salnios en poe- sía. Los primeros salmos que preparó fueron cantatlos

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ASÍ FUE CALVINO

cori melodías po~~ula res y se hicieron canciories favori- tas, especialmente en Francia. Aún al rey Francisco le gustaba cantar cuando iba [le caza: "Corno el ciervo brama por las coi-rientes de las aguas". Calvino uso los salnlos de Marot en los hirl~narios que editó en Es-. trasburgo y Ginebra. Conoció ai poeta francés en 1536, en la corte de Ferrara, a donde Marot había hui- do desde París (1). Eri 1543 Marot paró algiinos meses en Ginebra y Calvino persuadió a los ediles de la ciu- dad a que lo contrataran para traducirs 50 salmos más, los cuales fiieron usados en el famoso Salterio de Gi- nebra del año 1562. De Ginebra Marot fue a Turín, dondc murió.

Los papas qiic vivían en palacios, aunqiie preten- dían hablar y obrar como Vicarios o repr.ec;eritantes de Dios sobre la tierra, no teriían poder sobre la iriucr- te. En 1549 el papa reinante Pablo 111 murió Si1 norn- bre sería recordado como el papa que excoinulgck a En- riqiie VIII, aprobó la orden de los jesuitas y noinbró al gran artista IMigirel Angel arquitecto principal para la construcción del Vaticano y la catedral de S. Pedro en Roma. E1 cuerpo del papa Pablo se halla allí, ex- puesto en iiria siintiiosa tiiniba, y sus pies que salen de un ataúd de bronce son besados por las multitudes de fieles que acuden a rendirle homenaje.

De todas las r~iiiertes ociirr.idas en estos cinco afios, fue la de Martín Liitero la qiie trajo mayor tristeza a los protestantes. En Enero de 1546 Lutero Iiabia ido de su casa de Witembcrg a Eisleben, el pueblo de su na- cimiento. Hizo el viaje en un frío invicr~io dentro de una .tartana. El domingo predicó en la iglesia dondc había sido haiitizado. R,cpent inarnente, la noche ante- rior a sil viaje de regreso, se puso enfermo y murjó. Martín Lutero fue enterrado a la edad de 62 años con solemne pompa y ceremonia en la iqlesia del castillo

de Witemberg, en cuyas puertas había fijado las 95 tesis. A su lado, enterrado tanibiéri bajo el ~av imento de piedra, ace el cuerpo del príncipe Federico, protec- tor de Lutero. Ivíelanchton estuvo llorando en el entie- rro de su alnado dir-ector. Lloró también por las difi- cultades que habían invadido los estados luteranos en los últimos años de la vida de Lutero, y estas tenian que empeorar después de su muerte. En Alemania no había ninguna mano fuerte para suceder al hombre que fue llamado "padre de la Reforma".

Este fuerte caudillo existía empero; residía en la casa de la calle del Cañón en Ginebra. Lo que Liitero empezó con su valor heroico, Calvino lo continilaría y completaría con su mente brillante y su pluma jamás en reposo. Lutero había arrancado la Iglesia Protes- tante fuera de la de Roma, trayendo la Reforma; Cal- vino la establecería y aplicaría. Pondría por escrito las grandes verdades de la Refornia, y las expondría, a fin de que tales verdades, sacadas de la Palabra de Dios, fueran aplicadas a la vida del cristiano en todos siis aspectos.

El reformador de Ginebra no podía darse ciienta de la tremenda importancia de su labor cuando se senlil- ba en su escritorio, o hacía sil camino familiar sobre las losas de piedra desde la Iglesia de San Pedro al Ayun- tamiento. Estaba en inedic de grandes luchas cuando murió Martín Lutero. Predicando dando clases bí- blicas; recibiendo visitantes y redactando cartas; es- cribiendo libros y folletos. Enfermo o sano, trabajaba día tras día, sin ceder.

Nadie veía en sus ojos penetrantes y en su firme boca que un nuevo dolor atenazaba el corazón de Calvino. Ideletto estaba enferma. El Dr. Textor se hallaba con frecuencia al lado de sii cama, pero no

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AS^ FUE CALVINO

podía ayudarla con los recursos clíriicos de aqiiellos tiei~ipos. En Agosto de 1548 Calr7ino escribió a Virct: "Mi esposa se encomienda a vuestras oraciones. Está postrada en su enfermedad de tal iiiodo que apenas puede sostenerse. A menudo parece hallarse mejor, pero pronto recae". S u flaqueza y sus accesos de tos ¿eran signos de tuberculosis, enfermedad desconocida por los médicos dc aquellos días?

A principios de Marzo de 1549 Idzlctte se puso tan aébil que tenían que ayudarla para levantarse de la carna. Su marido se hallaba abrumado con incesantes problemas y trabajo. Los refugiados estaban entran- do constantemente en la abarrotada ciudad, tanto desde Francia corno desde Italia. Necesitaban casas y trabajo.

Los Libertinos, amantes de una vida disipada, ha- cían todo lo posible para irritar a Calvino y levantar los ánimos de la ciudad en contra de él.

Al propio tiempo estaba editando su Corneritario a los Hebreos, dedicado a Segismundo Augusto, rey de Polonia.

En medio de todos estos trabajos buscaba algún momento para sentarse al la,do de la cama de la en- feriria, hasta que el próximo deber urgente lo airan- caba de allí.

Idelette esperaba pacientcrnentc su muerte. N ~ m c a se había quejado en vida, y no iba a quejarse ahora. Tres días antes de su fallecimiento había un grupo cle personas en su cuarto orando con ella. Uno de los Pastores "en nornbrc de los demás la exhortó a la fe y la paciencia. Ella testificó brevemente (pues se hz- llaba grandeniente fatigada) acerca de la esperanza que había en su corazón". Calvino le aseguró que cui- darfa cle sus hijos, el joven que se hallaba cn Estras-

burgo y la pequeíía Jiitiith que Iialjitaba con ellos cri la casa de la calle del Caiión. Icielcttr: respor-irlió cori un susurro "ya los he encoinendado al Seiior". Calvi- no respondió que de todos nod dos haría todo !o qiie pudiera por ellos, y la enferma rcsporldió f atigoca- mente: "ya se que no descuidarás a quienes tu sabes que han sido encomendarios a1 Señor".

El 29 de hlIarzo, (lía dc su muerte, Idelctte escuchó con atención las palabras del 1:astor. qiie vino a coli- fortarla. Ella "habló en voz alta de modo qirc t o d r ~ s vieron que su corazón estaba por cii(-irna tlc las co - r i s d~ la tierra". Sus palabras fiicr.ori: ''i(3li 2lnrio.sa r?c.*i- rrección! , iOh Dios de i\ lj;-;tl!airi :: dc todos niie:if r-(,s padres, en Tí han ccnfiadí, los fielcs en las edadcc: j l x -

sacias y ninguno ha corifiatlo c i i vano. 'Jo tarnhitíri PS-

peraré.. . ! " Esta última frarc apcnas m1d0 ~ r r dici 1 7 1 -

mida. "Yo tenía que salir a las 6 dc la tarde, -cqrr.ibr, Calvino a Farel en una carta llcria d c curioqo? dc: .L-

llcs-. A las 7 la cacaron a otvo cuarto c inmecii~tamcri- te empezó a declinar. Cliarirjo ~ i r ; i i « clue sil VOS le f ? l - taba, repentinamente, dijo' ''Or.?!~ios, OI'CII?OS, ~ r ; l d todos por mi". En esto yo va llj1hí2 vi:~lto - s i y i ~e Cal- vino- ella ya no jlodía Ilahlai y u rncntc ~,nrccía turbada. Después de sucvrrarle a i Crí~ln unas pa labra P

acerca del amor dc Cristo, dc la c spc ran~a dc la vitfa eterna y de niiestra vicia n-irilrimoriial y su partida, empecé a orar. Ella parccíx oir la oracióri alcintnrn~n- te; pero antes de las R había fallncidc), COTI tanta cnl - ma que los que se hallabari ~,r.ecenfe', apenas puc1ic- ron di~tinguir si estaba viva n iniierta '.

El acongojado hoinbrc dc la ('ara de la calle cicl CaÍion, había quedado rolo. "De ierdatl mi tlolor rio es ordinariow -escribió a Vi!.ct una sernaria dcspiié~-- "he sido separado tle.la mejor corngafiera de rni vicia"

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AS1 FUE CA1,VINO

y a Farel le decia: "Hago todo lo que puedo para evi- tar ser abrumado completamente por el dolor. Mis amigos también no dejan nada por hacer para traer consuelo a mi sufrimiento mental.. . Que cl Sefior Je- sús me sostenga bajo esta pesada aflicción, la cual ciertamente me vencerfa si Aquel que levanta al pos- trado y conforta al débil, no extendiera su mano des- de el Cielo en mi favor".

En las ÚItimas semanas de la vida de Idelette, Cal- vino no faltó a ningún sermón, estudio bíblico, o reu- nión del Consejo de la ciudad. Nadie vio la angustia de su corazón detrás de sus facciones de mármol. En su estudio, con la puerta cerrada, el hombre luchó con su dolor. En las calles y en el púlpito lo disimuló haciendo como antes.

Viret, que había sido totalmente desolado con la muerte de su primera esposa tres años antes, escri- bió a Calvino; "Es maravilloso e increible lo que me han informado.. . que tú, con un corazón tan quebran- tado, has asistido a todos los cultos y cumplido tus deberes aún mejor que hasta aquí ... Prosigue como has empezado ... pido a Dios muy ardientemente que puedas recibir cada día mayor consuelo y fortaleza".

La vida en la casa de la calle del Cañón, continub con su diaria rutina. Su hermano Antonic y su fanii- lia estaban alli de ordinario, auí como Judith la hija de Idelette, hasta que se casó.

Calvino tenía un criado jorobado, llamado Pedro que administraba la casa; pero jciián diferente era aquel hogar sin la paz y serenidad de Idclette! Aíul desde su cama esparcía paz y calma a su alrededor.

"Mi esposa, mujer de raras cualidades, murió ha- ce año y media- escribió Calvino en 1550, y yo he es- cogido ahora voluntariamente llevar una vida solitaria.

Los amigos de Calvino

"rl'u sabes, o por lo inenos debes conocer rni carác- ter; que contra viento y marea soy una persona a qiiien la Ley de riii celestial Sefior es lan querida que r-iingili~a causa huniana irle inducirá a doblegarnie para dejar de niantenerla con uiia pura conciencia".

El hombre que escribía estas enfáticas palabras quería sigiiificar lo que decia. Se le había pedido vol- ver a Ginebra. Ahora estaba trabajando para hacer de Ginebra una ciudad en la cual la Ley de su Seííor celestial fuese suprema. Esto significaba una batalla, mejor dicho toda una serie de uatallas. Los catorce turbuleritos años desde el 1541 al 1555 estuvieron Ile- 110s de estas refriegas. Calvino coritendió también con su yliinia cuarido escribió contra la lierejla y las ~~ersecucianes fuera de Ginebra.

El liombre que peleó tales batallas era ya famoso en su propio tiempo. Era taxi iinportaiite y energico, que la gente que Ir rodeaba, o le re.guia ardicnteineri- te o le aborrecia intensamerite. En su ciudad nativa, de Noyon, los cari6nlgDs de la catedral, organizaron una procesión pública para celebrar ni niuerte cunn- do se propagó alli el falso rumor de ella, en 1651. Poco después la casa natal de Calvino, en la esquina del mercado, fue incendiada como un acto de veriganza.

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AIilagrosarnente había escapado al fuego que dcstru- y6 anteriorrnc~ite la mayor parte del centro de Noyon, en 1542, y sus cnemigos no pudieron tolerar semejan- te excepción para la casa del hereje. En la ciudad francesa de Lyon la rnuerte de Calvino fue anuncia- da "rnSs de diez veces"; tan ansiosos estaban sus ene- migos de quitárselo de en medio. La Iglesia de 1i.oma lo consideraba su enernigo principal.

¿Era en verdad Calvino un guerrero por antono- ~iiasia? Pdíuchos sabían que no. Les constaba que era el amigo de millares por amor de Cristo. Veían corno había escogido vivir humildemente, casi en la pobreza.

Sabía11 también que en rncdio de la tribulación po- día deleitarse en las bellezas del mcndo de Dios. Cal- vino sabía reir y jugar. Aún cuando tenía sus dlas abrumados con los trabajos de Ginebra, sus ojos se extendían a todo el rriurldo, procurando influenciar. el orbc critcro por amor a su Maestro. Lejos de delei- tarse cn luchas, se esforzó toda su vida para traer paz y seguridad a las nuevas iglesias protestantes. Para juzgar a Calvino honestamente es necesario co- nocer este lado de su vida y no solarncnte aquel otro en cl cual fue obligado a luchar fieras batallas para hacer la Iglesia de Jesiicristo pura y leal a la Palabra de Dios.

Juan Calvino era iin amigo honrado, generoso, sincero. Toda su vJda tuvo íritiinos amigos personales. Adernás era amigo de nluclios hcrmanos en Cristo a los cuales nunca había visto, pero les enviaba cartas de conmelo e inspiracióri.

Farel y Viret fiicron sus mas íntirnos amigos en los últimos 28 aíios dc Su vida. Farel, el rn&s viejo, Q1.a impetuoso, dinámico, intrépido y osado. En cambio Viret, dos anos más joven qiie Cáls/ino, era sensato,

Calvl?bo c o n sus a ~ r t i g o s : Farel , Deza y V i r e t I

arnable y inuy culto. "No crco quc haya habido en ia vida ordinaria un círculo de ain igos tan siricerarnente ligados el uno al otro coiiio nosotros lo licinos sido en nuestro ii1inisterio". Así escribía Calvino en su dedi- catoria del Comentario sobre Tito.

Calvino dedicó cslc comentario a "Los dos ei~iiiicri- tes siervos de Cristo William Farel y Pedro Viret, iiiis amados hcrmanos y colcgas en la obra nuestro Scfior". Quiso dedicarles el Cotiieiitario sobre Tito porque: Como a Tito lc fue dada la larca tle poner la úlliina mano en cl cdilicio qiie Pablo había empezado en Creta; así, en la Iglc'ia de Ginchra, yo ocii1)o casi la rnisina posición con respecto a vosotros". Lo que Fa- re1 y Viret habían eiiipczado a edificar en Gjiicbra "con grande riesgo" pero también con tanlo Oxito". Calvino lo estaba ahora completando.

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ASI FUE CALVINO LOS AMIGOS DE CALVINO

En cuanto a la estreclia amistad entre ellos Calvi- no continúa: "Yo he sido pastor, y colaborador con ambos de vosotros aquí, y esta tan lejos la envidia entre nosotros que vosotros y yo parecemos ser una sola cosa". Calvino escribió esta dedicatoria ocho ine- ses después de la inucrte de Iclelette, cuando siis aiiii- gos signifcabali iriuclio para. el. Los tres aniigos rio sicnll>i.c cstiil )ni1 tle :\cII(.I><~o. V ~ I ~ C L. e1 1116 S l> i i~ i f i c~ , no 1112gó a tlisl,iitai- con él; pcro ' 1 y Cülviiiu no t i~viero~i reparo cti ilccirsc iiiutoniii(iile cosas (l~iras; sin erill)argo. dehajo la iral-ktlueza (Ir su lrliigiiajc qiic- dalia un firiiie fuiidameiil~o tic ai~ii~l,a(l y (le eoiiiiitii6ri fraternal coino ministros de Cristo.

Calvino era también solicito en ayudar a sus airii- gos, por inuy ocupado que estuviese. Cuando vio qiie F'areI necesitaba un nuevo inayordomo en su casa se lo buscO. Y coando necesital~a una nueva aina de lla- ves le buscó una mujer piadosa, recta, cuidadosa y avanzada eri años". Por lo que parece Calvino tuvo por conveniente que la mujer fuese "avanzada en aíios" para ser ama de llaves de un viejo solteron. Por csto el más serio disgusiq qiie Calvino tuvo con su amigo iue ciiando cr' 1560 Pare1 contrajo matri- rnoiiin coi1 una joven, hija de iinn de siis silavienta:;. . .

Bi cuanto a Virct, cuando su priincra esposa niu- rió, en 1546 y la vida 10 parecia "liada mas que una cargaJ', Calviiio le invito con insistencia a que fuera a Ginebra para descans~ir y recot~i~arse. "Apresurate.. . y vente con nosot~'os --ezeribió a esle n~riigo-. 1.a geri- le de Lu piieblo t l i c ~ r i que pareces uii nioribtindo". En olia ocasión circuló el iSiiin«r de que Viiel estalla miiy enferino de eiivenenartiientfi A la orSdeii de Calvino el Dr. Textor, corrió a Lausanne "sobrVe caballos li- geros'?; pero vino la L~~ierla noticia de que el iwumor del envonena~nierito no era cierto.

Y liubo también el asunto de hallar una segunda esposa para Viret. Lo interesante es que Viret empe- zó a preocuparse de ello sólo tres meses después de la muerte de su esposa. Calvino tratando de ayudarle escribió a un amigo de otra ciudad. "Tu sabes que nuestro herniano Viret, quiere volver a casarse; estoy en gran ansiedad respecto de él sobre csto. Tenemos niuclias 1iiiijci.c.s :rqui, pcro niriguna me parece satis- factoria ... Si conocc:; alpuiia de tus conocidas quc sea.. . y coriveriienle para él.. . Iiázrnelo saber1'.

Viiet hallo su segunda esposa. Calviiio celebró la bendicioii i~ul~cial , y eri los aiíos siguientes enviaba sa- ludos a las "tres peqiieíias hijas" nacidas en el hogar de Viret.

F'arel y Viiet eran los mas íntimos amigos de Cal- vino en sus años maduros como pastor; pero sus com- paiíeros de infancia, y sus amistades de cuando era estudiante en París y Orlearis. continuaron siendo amigos suyos también. IhZuchos de ellos vinieron a Gi- ~iebra , o escribieron cartas a Calvino. Uno de los hi- jos de Hangest con los cuales Calvino se habia criado ,,ti Noyon, le escribía que quería por encima de todo ii- a vivir en Ginebra.

Fraricisco Daniel, su nias intimo amigo ciiando era estudian te de derecho en Or leans, el liombre que nun- ca rornpió con la Iglesia de Roiiia a pesar de sus in- clinacioiies al Protestantitimo y las insistentes arno- nesl.aciones de Calvino, recibió tina carta de éste 22 aíios desyuks de aquel tieinlio en que estudiaban ]un- tos. El hijo de Daniel había venido a Ginebra. Calvi- no le ayudá y esmibib al padre del niuchacho; "Por el ainor que te profeso,.. estoy totalmente a vuestro servicio". Juntamente con la carta iban algunas m e nedas de oro para las hijas de Daniel como obsequio de Año nuevo, y como muestra de gratitud por lo que

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ASÍ FPJj CALVINO

Francisco Daniel había hecho por e1 muchos aiios an tcs.

Otro ainigo de sus aiíos esludiaiitiles vino a vivir la lado de la casa dc Calvino eri la calle del Cañon. Era Miguel Cop, lierinano de Nicolas, rector de la Uriivcrsidad de Paris cuando Calviiio fue obligado a liuir de aquella ciudad. Miguel Cop vino a ser un e~ ié rg~co y notorio pastor en Ginebra.

La familia de Guillermo Budé, el mas grande peii- sador de Fraricia, vino tainbiéri a Ginebra. El iriisnio Uudc Iiabía inuerto en 1540, pero su esposa con &u hija y tres hijos, vinieron a vivir a la ciudad de Cal- vino. Juan, uno de ios hijos, llego a ser uno d i lcs ifias íntiinos amigos de Calvino y fue un ixiiembro ini- portante del Consejo de Ginebra.

Uii ines después de la inuerte de Idclette, "ocho ca- balleros franceses entraron en Ginebra y pidieroii yer- iniso para quedar alü. Uno de ellos era Teodoro de Lleza, quien cuando niño de 1 2 años había vivido eii la casa de Wolmar, el profesor de griego en la ciudad francesa de Bourpes. Calvino le había conocido dc iriuchacho allí.

Tcodoro de Beza protegido por dos tíos ricos y sol- teros había llegado a ser un gran erudito. El tarnbicii había vivido solitario. Como Calvino, Beza esturlib lejres, pero al misino tiempo tuvo algunos beneficios eclesiasticos que uno de sus tíos le procuro.

Después de una crítica enfcrmedacl, Beza intentó pensar scriainentc en los asuntos e~pirituales; se in- clinó a la fe protestante y decjdio ir a Ginebra. El m~cliaclio de lal casa de Wollliar se había convertido en U h apto instruinento para la Causa de Cristo. Al principio no pzrccia que él tenia que trabajar coi1 Caivino. La Academia de Lausanne llamo a Beza pa- r a si- profe~or de griego y aceptó este cargo. Antes de

Cr

LOS AMIGOS DE CALVINO

salir para Lausanne, Beza se casó con una muchaclia francesa en la Iglesia de San IJedro, oficiando Juan Calvino en la boda. Los griiiieros aíios dc su renovada amistad con Calvino, Beza escribió a otro pastor: "He coriseguido ser amigo de Calvino, Viret, etc ... Cuando pienso que estos son ainigos míos, lejos de sentir los inconvenientes del destierro he de repetir coi1 Temis- tocles "Estaría desterrado si no estuviera en el destierro".

El desterrado Beza volvió a Ginebra en 1549. Vol- vi6 allí como pastor y rector de la Universidad funda- da por Calviiio y se convirtió en la mano derecha de Calvino. Fue Beza quien escribió una biografía de Calvirio; el que coleccionó sus cartas y quien conti- nuaba siendo cabeza de la iglesia de Ginebra 40 aiíos después de su muerte.

Entre los airiigos dc Calvirio Iiabía unos crisliatios con quienes él iiurica 1lc.gÓ a estar pleiia~nente de acuerdo en doctrina. Por ejemplo Liucero de Estras- burgo, quien forzado por el deslierro vino a ser pro- fesor en la Uiiivesidad inglesa de Cambridge. Biicero se scnlia descorazonado y solitario en Inglaterra. Su clii~ia inas frío le ponía con frecuencia cnferino. "Qiii- hiera Dios que yo pudicra cn alguna niedida aligerar los sufriinientos de vucslro corazori y los cuidados con los cuales os veo torturado" -escribía Calvino a este amigo que habia sido ~01~10 su padre en Estras- burgo. Buccro ci-a en niuchos ~iuntos u11 Luterano. Babia sido uno dc los coiiipañeros de Lutero en la fa- rriova Dieta de Worms.

Enrique Biillinqer , el erudi lo sucesor de Zuinglio, n iniichas en Zurich, fue también ainigo de Calvino. C dc siis cartas hablaban sobre la iglesja de Cristo, sus doctrinas y sus proi~leiiias. Hablaban firinC Y iuerte- meiile el uno al otro ciiando no esluvieroii de aciiei--

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do, pero el lazo de amistad entre ellos fue muy solido. Y el suave Melancliton, que en sus últimos aiios

fue tan entristecido por las Iiichas entre los Liitera- nos, fue también amigo de Calvino. Algunas veces Calvino le reprendió severainente por su indecisióii en tomar una gosición firine entre los Luteranos. Cal- vino lo rogó que se declarase en favor del punto de vista Refor.niado en cuanto a la Cena del Señor. Me- laiiclitori siempre rdiuso liacerlo. Hubiera traído las iglesias Iteforrnada y Luteranas inuclio m&s juntas si lo hubiese lieclio. A pesar de todo eslo, Calvirio liablo de él con gran aprecio. En Abril de 1560 cuando tenia 60 años y 63 dias murió Melanchtori y fue enterrado en Wittenberg, al lado de Lutero, bajo el pavitiiento de la iglesia del Castillo. Hasta el fin habia permane- cido unido sobre aquellas cosas que Calvino le reco- mendaba. El gran Reforrnaclor de Ginebra hablando acerca de sus constantes esfuerzos para juntar los Luteranos y los Ileforinados escribió: i01i Felipe Me- lariclitaii, hete aqiii como ini testigo. Tu ya vives en la presencia de Dios y nos esperas a nosotros para compartir tu bendito y bienaventurado reposo. Fati- gado y abruinado de muchos cuidados, cien veces ex- presaste tu deseo de vivir y morir coninigo. Yo tam- bién he deseado inil veces que pudiéramos vivir jun- tos. Seguramente así habríamos sido mas fuertes para Delear la buena batalla"... Tanto como Calvino an- sió la unidad entre las iglesias prolestanirs anió tairi- bien al hombre cuyo silencio habla Iiealio esta unidad menofi posible.

No todos los ninigos de Calvino IiieiBoil grandes per- sonalidnder; En todas partes cloiide fue, a Ferrara, a Estiasbuipo, o a otras ciudades suizas, hizo amigo3 A donde no fue personalinente envió sus mensajes por carta. Nadie conme cuantos "arnigoc en Cristo'.

recibieron mensajes de su gran amigo de Ginebra. Una y otra vez el pastor de Ginebra estuvo al lado de los cristianos sencillos de las gentes p e r ~ m i d a s en Francia, según vemos en muchas cartas que fueron entregadas a ellos en la prisión. Muchos cristianos fueron a la estaca fortalecidos por las palabras de un gran hombre de Dios a quien nunca habían conocido.

Los refugiados que fueron a Ginebra a razón de un millar por ano, hallaron en Calvino su mejor ami- go. Calvino les procuró casa, persuadió a los Conseje- ros a que levantaran fabricas para darles trabajo. Estableció cultos en diferentes lenguas, ingles, ita- -

lizno, español y flamenco. . -

Nunca estuvo demasiado ocupado o enfermo pam deiar de buscar una casa, una esposa o un criado, pa- ra" alguna otra persona.

Tal era el amigo de todo el mundo que vivía en la calle del Cañón en Ginebra. Un famoso guerrero de Cristo; pero también un amigo fiel por amor de Cristo.

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Humilde en la grandeza

--. El cardenal quedó asombrado al ver que C a l v f ~ i o en persona saiin n

abrirle la puerta

"Ni la ines\en que comeinos, ni la cama cn que nos accstamos cs nuestra'' ... ¿De dónde vienen pues estos rumores? Mis conocidos ia saben bien.. . Yo no poseo ni un palnic: de terreno. Nunca hc tenido dirrc- ro suficiente para comprar una l1ect&rean. Sin ernbar- $O SUS eneInlgos ec~parcieron el rumor de qiit' ~:alvirio había pagado rniIiares de coronas por una finca.

Aún el papa de Rorna sabia que Calvino era pobre y que quería ser pobre. Pío I V que sucedió a Pablo I J I dijo cuando murió Calvino: "La fuerza de este hereje venía del hecho de que el dinero era nada para el". En la Iglesia de Roma tal actitud era inaudible.

Un día -refiere la historia- el cardenal Sadolct, paso de incógnito por Ginebra. Era el cardenal que había tratado de volver a Ginebra a la Iglesia de Ro- ma cuando Calvino se hallaba desterrado de la ciudad. E~doIet quiso tener una eritrcvista con el farnoso pro- testante que había escrito la elocrxente respiiesta dc Gi- nebra que en aquella ocasión recibió. Quedó asombra- do al detenerse frente a la sencilla casa de Ia calle del Cañón. ¿Era cierto que el famoso Calvino vivía en este pequeño lugar? Llamó y el rnismo Calvino, vestido con una senciIla ropa negra, abrió la puerta. Sadolct quedó inundo cle asombro. ¿Dónde estaban los crjados, inayordomos y porteros que era de eFperar custodiaran y obedecieran las ordenes de hombre tan famoso? Los obispos dc Roma vivían cn mansiones suntuosas rodeados de sirvie~ites; los ar.zohisy)«s 31 car-

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Asf FUE! CALVINO 1-IUMII.L)E EN l.,? GRRNDEZA

denales, en palacios, como reyes. Y allí estaba el hom- bre mAs lariioso de toda la Iglesia Protestante, en una pequeña casa oscura, abriendo 61 misino la puerta a los visitantes.

'',Yo soy verdaderamente rico" -dijo Calvino- porque estoy abundantemente satisfecho con mis es- casos recursos". Escasos recursos que no siempre cu- brian el coste de su manutención, pago de medicinas y ayuda a la gente necesitada que llamaba a su puerta. Sin embargo Calvino no aceptaba la ayuda de los Con- sejeros sin restituir sus deudas. "En 1546, Calvino ''no tenía recursos y los Consejeros le enviaron u n prBs- tamo de 10 coronas. Después de su restablecimiento -leemos en las actas- dio el dinero a los Consejeros, quienes no esperaban la devolución". Para obligarle a recibir el donativo acordaron emplear la misma cantidad en alimentos, pero Calvino tuvo la última palabra: "Entregó 10 coronas de su salario para ayu- da de los ministros más pobres". Sin embargo aquel mismo año volvía a estar en deuda, a causa de la en- fermedad de su segunda hija, que por fin murió. El año prbximo el pequeño Consejo adoptó esta moción: "Resolvemos regalar a Calvino todo el mobiliario de su casa que pertenece a la ciudad". Así Calvino pudo comer sobre su propia mesa yi dormir sobre cama propia.

Un año más tarde Calvino, para sufragar los gas- tos de su enfermedad, pidió prestadas 25 coronas. Cuando iba a devolverlas, los Consejeros rehusaron aceptar el dinero. El les amenazó que no volvería a subir al púlpito si no le permitlan pagar su deuda y rehusó parte de su salario para amortizarla.

Otra vez, cuando los pastores pidieron a Calvino que intercediera con los Consejeros para que les su- biesen el sueldo, propuso al Consejo de la ciudad:

a11 el ahorro con que redujeran su salario y repartitr los otros pastores.

Sus enemigos buscando como criticarle, esparcie- ron falsos rumores de que Caivirio era rico. I3n su lxe- facio al comentario de los Saliiios, les respondió: "Si hay alguien a quien no puedo persuadir en vida de que yo no soy rico, ni tengo dinero, mi muerte se lo demostrará". Así fue. Todg lo que Calvino poseía a su fallecimiento no llegaba a un valor equivalente a 225 dólares. Si hubiese vivido inas habría sido todavia mas pobre, ya que rehuso aceptar el salario corres- pondiente a l último trimestre de su vida. No lo lie ganado -dijo- ¿por que he de recibirlo?

"Satisfecho con mi humilde condicián siempre rrie he deleitado en una vida de pobreza". En esto Juan Calvino siguió el ejemplo de su Maestro. Sin embargo se gozaba con las riquezas que el dinero no puede comprar: "La belleza que Dios ha puesto en este mundo", "Los pequeños pájaros cantores entonan !as alabanzas de Dios; las bestias claman a El, los eleincn- tos le temen; las montañas proclainan su nombre; las olas y las fuentes se mecen en su regazo; la hierba y las flores le sonrien".

Estas son las riquezas de las cuales habla Caliirio en su "Prefacio al Nuevo Testamento", escrito para Olivetan, en 1535.

Calvino tenia un sentido del humor.. Sabía hacer buenas bromas, podía reir con sus amigos. A veces, antes de que su enfermedad lo impidiera, se tomaba algún recreo, paseaba por el jardín, con vistas al la- go Leman. Cabalgaba por la campiña con sus coiilpa- fieros pastores, o iba a la casa de campo de su her- mano Antonio. De vez en cuanto hallaba tiempo para algún juego. Jugaba a l disco. Existía en sus tiempos un juego de discos de mesa; el jugador que conseguía llevar su disco al lado opuesto de la mesa, mas cerca

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ASÍ FUE CALVINO

del borde sin que cayera al suelo, era el ganador. Pero por lo regular Calvino no hallaba tiempo pa-

ra recreo. Como el capitán de una nave en mar em- bravecido, estaba demasiado ocupado en llevar la na- ve a puerto.

Esta nave era toda la Iglesia Protestante; no sólo la Iglesia de Ginebra. La de Ginebra tenía bastantes problemas para abrumar a u n pastor, pero Calvino vigilaba también el resto del mundo. Los nuevos go- biernos y las batallas. Los tratados y las intrigas in- ternacionales, las conocía en detalle. Le eran impor- tantes; no por razones políticas, sino porque afecta- ban a la iglesia de Cristo, y a la libertad de sus ama- dos herrnanos en el mundo.

Para edificar la iglesia del Señor, Calvino escribía cartas a reyes y príncipes. A los gobernantes que mos- traban simpatía para la Reforma dedicaba comenta- rios. E1 comentario a los hebreos, al Rey de Polonia; el de los Hechos a los reyes de Dinamarca y Suecia. Cuatro epístolas a un duque alemán. Escribió un Ca- tecismo para los Protestantes de Austria. Envió una larga lista de reformas necesarias al emperador Car- los V cuando estaba celebrando otra Dieta Imperial en Spira.

Calvino escribía sobre todo a Inglaterra durante los siete años que reino el rey niíio, Eduardo VI, quien murió a la edad de 16 años. E1 Duque de Somerset, tío del joven rey, era el Lord protector que gobernaba ~iracticainente el país. Tomas Crammer, arzobispo de Canterbury, era otro de los regentes. Había ayudado a Enrique VI11 a cambiar la religión de Inglaterra cuando el Papa no quiso conceder el divorcio a este caprichoso rey. Ahora Crammer, verdaderamente convertido a la fe evangélica, se sentía con mayor li- bertad para estar al frente de la gran Reforma que venía operándose en Inglaterra.

Calvino se sentía alborozado de ver a otro gran país ingresar en el grupo protestante. Hizo con su plu- rna todo lo que pudo para confortar la Iglesia inqlesa. En 1548 dedicó su Comentario de Sari Mateo al duque de Somerset. Juntamente con el manuscritr, envió una larga carta sugiriendo reforrrias convenientes a la Iglesia de Inglaterra; "Que el Scfior llaga cle Vos un reconstructor de su teiiiplo" -cscrihió Calviiio- y que vuestro sobrino pueda scr comparado al rey Josias del Antiguo Tcstainerito". El duque agradeció los escritos de Calvino. La duquesa erlvió un arii!lo al célebre reformador.

Dos años y medio dcsl~ués, Calvjno envió un riieri- sajero especial al joveii rey de 14 arios. Fue un pastor quién trajo copia de los dos últinios corilentarios cle Calvino sobre Isaías y las epístolas de Saritiago, Pe- dro, Juan y Judas, dedicados "A Su serena Alteza. Eduardo VI, rey de Inglaterra, un verdadero TJrínci- pe cristiano".

Un año antes de la rniierte de Eduardo VI Calvirio le envio otro obsequio literario. Fue un ~~eqiiefio libro titulado: "Cuatro sermones del ~riaestro Juan Calvi- no". En la carta que acompariaba al libro, Calvino escribe con elocuencia: "Es por cjerto una gran cosa ser rey, y sobre tal país, pero no diido que viiestra Al- teza considera mucho más honor ser un cristisrio. Es- te es un privilcgio incomparable que Dios os ha con- cedido, señor: ser un rey verdaderarnentc cristiano".

A 103 reyes de Francia Calvino no 1)odía hablar de este modo. Bajo Francisco 1 y Enrique 11 continuaron las persecuciones. En los 44 afios de gobierno de cstos dos reyes 50.000 protestantes fueron muertos; milla- res salieron desterrados. En Meaux donde se hsbia orjginado la ~ e f o r m a francesa con rniicho írn1)ctii :Ir) afios atrás, fueron quemados 14 hornbrcs atados en

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ASÍ FUE CALVINO HUhiILDE EN I,rl GRANDEZA

iiri círculo de horcas alrededor de la plaza del merca- do. Suspendidos pero no por el cuello para evitar cruelmente su prematura muerte, se encendieron ho- gueras debajo de sus pies, hasta que fueran abrasa- dos lentamente. En París un profesor fue puesto en un esti-echo agujero en el cual no podía estar ni sentado ni acostado. Como no consiguieron doblegar su fe con tal prolongado martirio, por fin fue quemado vivo.

El laborioso y piadoso piieblo Valdense que vi- vla en los valles de las niontafias del sur-oeste de Francia frieron Iiorriblemente asesinados. Un carde- rial iiiforino calurnriiosainente a los reyes acerca de ellos. En 1545, 3.000 Iiombres, mujeres y niños fueron muertos. Cuarenta mujeres se escondieron en un pa- jar. Los soldados le pegaron fuego y cuando las mu- jeres trataron de huir de las llamas eran enzarzadas en sus bayonetas y devueltas a la inmensa pira. Los pacíficos pueblos y granjas valdenses fueron destruí- dos. Algunos vagaron Iiainbrientos por los bosques; otros escaparori a Suiza para contar las horribles nuevas.

Estas persecuciones conmovieron profundamente a Calvino. Escribió muclias cartas a gente influyente e hizo viajes a otras iglesias suizas para reunir fondos en favor de los refugiados, y para persuadir a las igle- sias y Cantones que escribieron fuertes protestas a l rey de Francia.

En medio de la persecución en Francia, y las dis- putas eclesiásticas en Alemania, Calvino trabajó para traer unidad a las iglesias; por lo menos entre los se- guidores de Zuinglio y los suyos propios. Había con- Dado en llegar a un arreglo con los Luteranos, pero esto era cada vez menos posible a causa del temperat-

(1). Vease uEl Crist~anisnro Evangelico a travks de los siglos)) por S. Vila.

me?ito de Lutero, y después por la falta de decisión de Melanchton, y la influencia de líderes radicales en los estados Luteranos, después de la muerte de Lutero. Por esto Calvino actuó con más confianza cerca de los líderes Zuinglianos.

La piedra de tropiezo para la unión era la inter- pretación acerca de la Cena del Señor. Eri 1548 Cal- vino escribió a Bullinger, el lider de los Zuinglianos: "Yo puedo sostener que Cristo está presente en la Mesa del Señor de un modo más completo que vos, pero, -sigue diciendo Calvino- no por esto dejarnos de tener al mismo Cristo y ser unos en El". Después envio 24 artículos sobre la Santa Cena para que fue- ran usados corno base de discusión.

Seis sernanas después de la muerte de Idelette fue un consuelo para Calvino ir con Farel a Zurich para hablar con Bullinger y los otros ministros. La unidad parecía cerca. Calvino habia recibido una carta de Rullinger a la cual replicó: "Nunca habia recibido algo tan agradable de vos ... estoy más gozoso de esto que de cualquier otra cosa en el: mundo.. . si algo nos impide la unión no será por mi culpa ya que todos unánimemente profesamos la misrna fe en Cristo".

La evidencia de esta unidad fue el Consensz~s de Zurich del año 1549, escrito mayormente, sino entera- mente, por Calvino. En los dos alios siguientes todas las iglesias de Suiza pusieron sus firmas al Consen,sz~s. Por lo menos en su país de adopción Calvirio podía sentirse satisfecho por haber conseguido alguna uni- dad entre las iglesias Dos años después de la muerte de Calvino fue completada la unión de las iglesia: sui- ras en la famosa Confesion Helvetica del año 1566, tal como el pastor de Ginebra había siempre deseado y esperado que se haría.

En Inglaterra el arzobispo Crammer tenía espe- ranzas de conseguir una completa unión. Muchos de

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AS^ FUE CALVINO

los líderes ingleses durante el reinado de Eduardo VI simpatimban con las enseñanzas de Calvino. Bucero estaba entonces en Inglaterra y tuvo mucha iníluen- cia hasta su muerte. Crammer quiso convocar un Sí- nodo para discutir las diferencias de doctrina mtre los Protestantes. Escribió a Calvino, así corno a Bu- llinger el lider de los Zuinglianos, y a Melanchton, que era a la sazón la cabeza de los Luteranos: "Os ruego que deliberéis entre vosotros acerca de la forma co- ino este Sínodo puede ser reunido del modo más con- veniente". En aquel entonces la Iglesia de Roma es- taba celebrando su Concilio de Trento, "¿,Descuidare- mos nosotros juntar un Sínodo santo. .. para restau- rar y propagar la Verdad?" -preguntaba a Crammer en 1552.

Pero el año siguiente murió el muchacho rey de Inglaterra y el Sínodo Universal Protestante nunca se reunió. El mismo Crammer murió en la hoguera du- rante el próximo reinado de María la sanguinaria.

Por parte de Calvino, para quien la unidad de las iglesias protestantes era su sueño más querido, había respondido a la propuesta del arzobispo de celebrar un Sínodo: "En lo que a mi respecta, si puedo prestar en é1 algún servicio no rehusaría atravesar di, oz rna- res, si necesario fuese ... ojalá que pudiera ser tan grande mi utilidad en esta asamblea coino es grande mi voluiilad de celebrarla".

Calvino, el fiel amigo y confortador, el hombre hu- milde para quien el dinero era nada, el pastor de le- jana visión que velaba por las iglesias de Cristo en todas partes y trabajaba por su unidad; era también un guerrero incansable para establecer el reinado de su Maestro y hacer que la Iglesia de su Señor fuera santa y pura. No nació un lucliador como Lutero y F'arel. Le repugnaban las luchas; pero ciiando la obra del Señor pedfa liichar, Calvino estaba prcqto

VII

Nuevas luclzas Un enemigo tras otro aparecieron en Ginebra pa-

ra pelear con Calvino. Primero e inesperadamente fue el profesor de 26

años a quien el inismo Cnlviiio liabia nombrado direc- tor de la escuela superior.

Este hombre llamado Scbastian Castellio hacía una traducción del Nuevo Testamento. Qiii m liaccr una traducción qiie fuera popiilar por toda Francia. y pidid a Calvino la recoiiiendara para ser publicac1:r. A Calvino le pareció la traducción algo cruda y en al- gunos puntos inexacta, pero no tenía tiernpo en su vi- da tari ocupada para discutir con Castellio horas y horas sobre cada frase inaceptable. Castellio com- prendió que Calvino no recomendaría la tradiiccion con el calor que él pretendía.

Algunos de los pcnsamieiitos v doctrinas de Cas- tellio, Calvino no las podia rccoiilcridar. El joven rec- tor pretendía que el Caiitar :;e los Cantares de Salo- mon no era un libro insp;rado, sinó solamente una descripción humana de una de las aventiiras aiiioro- sas del rey Salo~rion. No aceptaba las palabras "des- cendió a los infiernos" eri cl Credo Apostólico; ni tampoco la doctrina de la elección, o sea que Dios, antes de que el mundo fuese, escogió en su gracia a los creyentes.

Todo esto le había sido tolerado, hasta que Carte- - - - -

llio presentó una instancia para ser uno de los pasto- res de Ginebra. Su salario de profesor 4 e c f a - era demasiado exi-guo' y necesitaba completarlo con un pastorado. El Pequefio Consejo aprob6 la instancia;

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ASÍ FUE CALVINO

pero la decisión final para la aceptación de pastores pertenecía al Consistorio de las Iglesias. A petición de Caltrino el Consistorio rehusó la instancia a causa de los puntos de doctrina objetables, del pretendiente. En lugar del pastorado, el Consistorio ofreció pedir al Consejo de la ciudad aumentase el salario del profesor.

Resentido de este repudio a su entrada en el mi- nisterio, Castellio dimitió del rcctorado de la Escuela. Calvino ofreció ayudar a Castellio enviando cartas de recomendación a Viret en Lausanne. "Siento mucho lo que ha ocurrido con este hombre -escribió Calvi- n o - ayúdale hasta el máximo que puedasv.

Pero Castellio no encontró ningún cargo adecuado de profesor en Lau,anne y volvió a Ginebra. Una tar- de del año 1544 apareció en una reunión de entre se- mana de pastores y laicos responsables. Sesenta de estos estaban escuchando a Calvino explicar las pa- labras de S. Pablo "Téngannos los hombres por minis- tros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios". . .

"Vosotros, ministros de Ginebra, no sois como Pa- blo -irriiinpió Castellio con sarcasmo, levantándose en medio de la asamblea-. Vosotros obedecéis a vues- tros caprichos, os enojais rápidamente, inalgastáis vuestro tiempo jugando y bebiendo; vuestras vidas son extravagantes y desordenadas. A quien menos os parecéis es a San Pablo" -declaró burlonamente. Cal- vino no replicó. Controlándose a si mismo cerró la Biblia y abandonó la sala.

El pequeño Conscjo tomó cartas en el asunto con- tra Castellio por insulto público a los pastores de Gi- nebra y le ordenó abandonar la ciudad. Este salió con cartas de CaIvino y los pastores recomendándole como maestro, aún cuando no podian aprobar su admisión al ministerio.

Pero Castellio llevaba consiqo un odio amargo a Calvino; odio que expresó algunos años mas tarde cuando publicó un libro denunciando el proceso de Servet y su muerte en, la hoguera.

El próximo encrnigo de Calvino fue Pedro A~ricaux, cuya esposa era una de las libertinas más notables de Ginebra. Se hizo tan "liberal" que vivía en anior li- bre con varios hombres. Parece que Calvino aconsejó la separación de1 matrimonio, pero el Pequeiío Cori- sejo fue lento en aprobar el divorcio formal de Pedro con su infiel esposa. Por último Fe concedió el divor- cio a Pedro, y la mujer fue condenada a 6 rncses c)e prisión. Pero Pedro Ameaux estaba disgustado por la lentitud del proceso de divorcio que duró año y medio, lo cual atribuía injustamente a Calvino. Tenia adc- más otra razón de disgusto. Era impresor de cartas de juego y desde la vuelta de Calvino, a causa de las leyes contra el juego, la venta de cartas había dccrc- cid0 notablemente.

Una noche Ameaux invitó a cuatro amigos a una cena. Alegre por el vino se hizo elocuente contra el predicador francés dc la calle del Cañón. "Habló ex- tensamente y con voz fuerte, y sus amigos aplaudic- ron su perorata". Pero dos de aquellos amigos trai- cionaron a Ameaux, transmitiendo su discurso al Consejo del ciial Ameaux era un miembro. Amcaux fue arrestado. Calvino pidió que la sentencia no fuera severa, pero que fuera publica para que el pueblo re- cibiera una lección. En vez de esto, el Pequeiío Con- sejo decidió que Ameaux pidiera excusas por lo dicho en una reunión cerrada.

Esta decisión irritó a Calvino. Toda la ciudad co- nocía el incidente de Ameaux. Otros delitos eran cas- tigados con humillación pública en las calles, y ahora este hombre que había insultado graverneritc a los

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NUEVAS LUCHAS

~ ~ a s t o r e s obtenía Iiacer su retractación a puerta cerra- da. Apoyado por otros pastores, Calvino pidió un cas- tigo publico para el hombre que todo el mundo sabía qiie Iiabía denunciado las doctrinas de la iglesia, y ca- lumniado a uno de sus ministros.

Los eneinigos de Calvino vieron en este asunto una oportunidad para mover ruido. Pronto las murmura- ciones y amenazas crecieron. Los ciudadanos engra- saban siis iiiosquetes para la batalla que preveían re- gocijadamente. Los desórdenes eran más notables al otro lado del río, en el distrito de San Gervasio, don- de vivía Aineaux. Para apaciguar al piiebio, el P e q ~ e - ño Consejo marchó en procesión por sobre el puente hacia iiii tablado levantado en la plaza de San Ger- vasio. Desde el tablado el Consejo ~.ectificó su veredic- to declarando: "Pedro Anieaux, por haber hablado contra Dios, contra el Consejo, y contra el maestro Ctilvino, tiene que andar por la ciudad con la cabeza desc~ibierta y una antorcha de cera en su mano. Ten- drá que ai.i.odillarse en frente de la casa del Ayunta- inierito, donde estará el Consejo sentado como tribu- nal, y dirá y confesará en voz alta y ciara: Contra Ilios, la Verdad y el Dere~ho, zjo declaré que e2 maes- tro Jzmn Culvir~o ha p~oclamado jalsa rloilrina. Des- piiés será llevado por las calles de la ciudad a las tres principales plazas piiblicas... y en cada una de ellas 1iai.á una confesión siiriilar, de rodillas, con la antor- clin en la mano, para servir a otros de ejemplo".

E1 5 de abril de 1546, Pedro Ameaux cumplió esta sentencia. Ea multitud curiosa se reunió para ver y recorclar.

El pueblo comprendió que Calvino exigía del Con- sit jo que ac c~inipliera la ley en cualquier persona. Fue algo de consiielo para los pobres saber que el dinero y la posición no valían, y que aun el hecho de ser mieinbi-o del Consejo no eximia a nadie de su sanción.

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Pero esto no fue ningún consuelo para los ciudadanos de posición, pertenecientes al partido Libertino. Estos aborrecfan a Calvino por la disciplina que estaba pro- curando traer a su distinguida ciudad. Le aborrecían porque era un extranjero; le combatían privadamen- te y en público, y se unían a cada nuevo enemigo qiie por cualquier motivo aparecía en su contra. Por 14 años duró esta enemistad del partido Libertino.

Una familia de dicho partido odiaba especialn~cnte a Calvino. Era la de Favré, una antigua y rica familia, muy amante de los placeres. Francisco, el padre, coi>- victo dos o tres veces de adulterio había dicho que de- seaba ser u n síndico de la ciudad para reabrir las ca- sas de prostitución de Ginebra. Gaspar, uno de suc hijos, había estado en la prisión por inmoralidad. Cuando fue libertado se vengó juntando algunos aini- gos gamberros y jugando con ellos un juego ruidoso a la puerta de la iglesia donde Calvino estaba predi- cando. Juan, otro hijo de esta familia, se burló de Cal- vino moviendo la cabeza solamente en el acto de su boda, en vez de decir en voz alta "si quiero", como era regla hacer.

Pero Francisca la hija de Favré era la peor de to- dos. j Qué mujerona era aquella! Su lenguaje sucio y agresivo se desataba contra toda autoridad. Sin em- bargo Francisca se había casado con Ami Perrin, un miembro del Consejo y capitán de las milicias de Ginebra.

En Marzo de 1546, poco antes de que Ameaux fuera condenado a retractarse. Francisca y su marido Pe- rrin bailaron en una fiesta de boda con un síndico llamado Corna y otros invitados. Años antes cie que Calvino viniera a Ginebra, la ciudad había hecho le- yes contra la danza, que muchos no guardaban; pero ahora, por recom'cridación del Consistorio de pasto-

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ASÍ FUE CALVINO NUEVAS LUCIIAS

res, aquellas leyes se habían hecho obligatorias. El Síndico Corna expresó sinceramente su pesar

cuando fue traído ante el Consejo; pero Francisca se burló y enfureció. Cerdos, cobardes embusteros, fueron las mejores palabras que tuvo contra Calvino y los ministros del Consejo. Los ujieres tuvieron que venir y arrastrarla fuera de la sala. Su marido Ami Perrin, prudentemente hizo un viaje a Lyon, y así escapo del incidente. Francisca estuvo en la cárcel un poco de tiempo; pero la carcelera la dejó marchar. i Cómo odia- ba esta inujer a Calvino! Dijo que tuviera cuidado "el pastor forastero, de otro modo levantaría un fuego en la ciudad que le pondría definitivamente fuera",

Calvino trato varias veces de hacer las paces con la familia de Favré, especialmente con Ami Perrin, que era uno de los mensajeros enviados a Estras- burgo para traerle a Ginebra. A Perrin le gustaba la buena vida, pero si la monstruosa furia que tenía como esposa no le hubiese incitado, era un hombre capaz de entrar en razón. En una carta firme, pero llena de buenos argumentos, que Calvino dirigió a Perrin, lc decía que no hiciese caso de las amenazas de Francisca. "No no vine a Ginebra por gusto ni por ganancia -escribió- ni me perjudicaría ser obligado a salir. El bien de la Iglesia y del Estado es lo que me decidió a volver.. . y solamente podré dejar mi devoto afecto a este lugar cuando exhale mi pos- trer aliento". Exhortando a Pe r -n a comprender que las leyes debían ser guardadas honradamente, Calvi- no decía: "El Señor le haga comprender que las he- ridas de un amigo sincero son muy preferibles a los engañosos halagos de otras personas".

Pero el odio de Ami Perrin y de la familia de su esposa continuaba encendido. Dos otras personas se destacaron como lideres libertinos con Perrin. Uno fue Filiberto Berthelier. Su padre había sido un pa-

triota famoso que murió luchando por la libertad de Ginebra. Filiberto no era tan gran hombre como su padre, pero tenía el crédito de aquel. Era ligero y du- ro de cabeza.

El otro miembro del trío de libertinos era el ele- gante Pedro Vandel. A Vandel le gustaba aparecer en público rodeado de sirvientes y admiradores, con sus dedos llenos de anillos de oro y su pecho de collares preciosos. Varias veces había estado en la cárcel por su hablar insolerite a los otros miembros del Con- sistorio.

Estos tres, Perrin, Berthelier y Vandel, capitanea- ron la oposición del pueblo contra el orden y la pureza que Calvino estaba procurarido establecer, aprove- chando toda oporturiidad para oponérsele.

En 547 fue el asunto de los calzones cortos. Para el desfile anual y torneo de tiro al blanco, Ami Perrin quería tener sus soldados urliforruados con calzones cortos, abrochados por el lado con lazos de seda. Pidió al Consejo de los Doscientos que decidieran acerca de los nuevos uniformes. Perrin esperaba tener más apo- yo del Consejo de los Doscientos que del Pequelio Con- sejo ejecutivo. Calvino habló en la reunión: Dijo que no se oponía a dar a los soldados un nuevo uniforme, pero señaló la mala impre96n que tal vestir in~no- aesto y lujoso produciría a las gentes sencillas de la ciudad. El Consejo de los Duscieritos votó contra los calzones.

,?mi Perrin llamó a Calvino "nuescro cómico Cé- sar" y rápidamente preparó un viaje para evitar es- tar presente en el desfile en el cual sus soldados rnar- charian sin sus nuevos calzones.

Había perdido la' batalla de los unifor~nes, pero 61 y sus ayudantes no habian terminado con Calvirio.

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VIII

Nuevos apuros El descontento se extendió, esperando romper en

llamas. El Consistorio de Pastores trabajó fielmente. Cada

uno de los doce ancianos vigilaba cuidadosamente las costumbres de su distrito. Los jueves por la manana las personas acusadas por el Consistorio de quebrari- tar- las leyes de la ciudad, eran traídos ante el Peyueno Consejo para recibir sentencia. Allí estaba el honiur-e que se quedó en casa jugando a cartas durante cl Fer- món del domingo; los muchacl-los que se rieron eri la Iglesia, el ciudadano que oyendo brai~iar-iliri burro, dijo sarcásticamente: "está cantarido un buen salmo". Este fue sentenciado a destierro por' 3 meses de la ciu- dad. Además había la serie inacabable de borrachos, rateros, pendencieros, adiilteros, y otros ofenrores.

La ciudad, famosa por sus vicios y maldades, tenía todavía un gran trecho para llegar a ser la congrega- ción del pueblo de Dios. A menudo los Consejeros se hallaban indecisos. Siempre eran Calvino y sus com- pañeros de ministerio quienes reprendían, denuncia- ban, y recomendaban la disciplina para mantener la ciudad y la iglesia según los preceptos de la Palabra de Dios.

Por algún tiempo quedaron cerradas las tabernas. En su lugar se establecieron restaurantes llamados abbayes en los cuales había siempre una biblia abier- ta sobre una mesa central. A ningún cliente se le ser- via comida si no había dado gracias a Dios. Los abba- yes se cerraban a las 9 de la noche.

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AS^ FUE CALVINO h

NUEVOS APUROS

Pero la reforma de Ginebra era una batalla larga. En Julio de 1547 Francisca Perrin tuvo otro choque

con el Consistorio. Llamada por los pastores y ancia- nos para explicar su mal cornportainiento desató su escogido lenguaje contra el ministro Abel Poupin. Después, para escapar a la previsible sentencia del Pequeño Consejo, Francisca, decidió ausentarse por un tiempo de la ciudad.

Dirigiéndose a la puerta de las murallas apercibió al pastor Poupin que andaba por una estrecha calle. Aguijoneando su caballo trató de derribarlo. Al fa- llarle este truco, pues el pastor se apartó rápidamen- te, le arrojó algunas palabras insultante3 y escapó a galope hacia fuera.

Al día siguiente apareció misteriosamente una carta anónima en el púlpito de San Pedro. Estaba es- crita en una clase de dialecto que poca gente de Gi- nebra podía hablar o escrjbir. "Grandísimo vientre de olla -empezaba, refiriéndose al pastor Poupin- vos y vuestros compañeros haríais mejor en detener vues- tras lenguas . . . si vais demasiado lejos nadie podrá protegeros ... y maldeciréis la hora en que dejjsteis de ser monjes.. . Cuando se va demasiado lejos tiene que sufrirse la venganza.. . no queremos tener tantos arnos. Parad atención a mis palabras".

Uno de los pocos que podían escribir y hablar el dialecto de Saboya usado en la carta, era Jairno Gruet, un ex canónigo sobre quien había sospechas de haber iniciado el complot de envenenamiento con- t ra Viret y Farel antes de que Calvino viniera a Ginebra.

Gruet vivía solo y era conocido por su vida inmo- ral. Cuando los Consejeros hicieron registrar la casa hallaron algunas cartas y escritos en los cuales Gruet $e burlaba de la Iglesia y del Zstado. Parece que ha-

bía escrito también algunas cosas que fueron consi- deradas como un conato de traición. Bajo la lortiira, común en aquellos días, Gruet corifeso haber escrito la carta anónima del púlpito. Ailnque no por unani- midad, la mayoría del Consejo le conderió a ser deca- pitado; que su cuerpo fuera ataclo a una horca y su cabeza colgada encima en un gancho.

Según las leyes de aquellos dias, Jairne Gruet ha- bía recibido una sentencia justa. Tres años después de su ejecución, se halló en un hueco de una pared de su casa un escrito de veinticuatro páginas contcnicncio soeces in,wltos contra Cristo, la Virgen María y los apóstoles. Cristo era llamado entre otras cosas "u11 demente incapaz de nada bueno"; la Virgen Mat'ja "una meretriz", y los apóstoles "unos imbéciles de mala raleav.

Calvino tenía poco que ver con el asunto de Grliet, pero el pueblo fue enardecido por tal causa. Sil eje-- cución fue asociada con la reforma de Calvino. Más y más gente se inclinaron por los Libertinos.

Un dí?J de diciembre de 1547, el Consejo de los Dos- cientos tenía que reunirse. A1 llegar Calvino para di- rigirles la palabra, oyó alboroto y ruído de lucha en el patio de la Casa de la Ciudad. Apresurándose a en- trar lialló a los Consejeros chocando sus espadas e insultándose mutuamente. La f r á ~ i l figura de1 pastor vestido con ropas negras, se halló en un instante cil rnedio del tumulto, gritando: "Si tenkis que dcrrainnr sangre, empezad por la mfa". "Varjos amigos -dice- me cogieron y arrastraron clc rin liiyar a otro del 11:itjc para evitarme golpes de espada". Asombrados y 1111 ]>o- co avergonzados, los enojados Consejeros entraron por fin silenciosos en l a sala del Consejo. Allí Calvino les habló largamente y con gran ardor.

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NUEVOS APUROS

Pero no se engañó pensando que su discurso tu- viera iiii gran efecto. Fue "como contar una historia a u11 sordo" dijo después. Desalentado escrilbió a Vi- ret: "SU i~ialdad ha llegado a tal extrenio que deses- pero de poder coiitiriuar sosteniendo esta iglesia". "Crécme, estoy desfallecido y quebi.antado, a nienos que Dios extienda su mano para fortalecerine", y a Farel dijo: "Que el Señor oiga vuestras incesantes oraciones a nuestro favori'.

Perrin y sus carnaradas se frotaban con gusro las manos. Era la primavera de 1549 y las elecciones ha- bían traído más Libertinos a los Consejou. En el de los Doscientos habían sobrepasado a los sostenedores de Calvino. Aunque no era totalmente así en e1 Peque- ño Consejo Ejecutivo, también allí resultaron con ma- yor influencia que antes. Perrin fue elegido nada me- nos que síndico. Estaba ufanoso con la victoria.

Los Libertinos se hicieron más atrevidos. Calvino andaba por las calles rodeado de insultos. Aún los ni- iios se burlaban de él quitando la letra v a su nombre: "Calvin", para llamarle "Caín". Alguna gente ponía su nombi-e a los perros a fin de tener el gusto de gri- tar "pasa de aquí Calvino". . . o "anda allá". . . ! Un dia un grupo de gamberros trató de empujar al odiado predicador fuera del puente que cruzaba el helado Kódano. Todo era corno en los días de 1530 cuando tuvo que salir de la ciudad.

Fue en aquella primavera en que Idelette yacía moribunda en la casa de la calle del Cañón, cuando el odio de los Libertinos contra Calvino alcanzó su más alto grado.

Atacado por todos lados, solitario por la muerte de su esposa. no es extraño que escribiera a amigo: "Créeme, estoy deseclio y quebrantado, a menos que el Sefior extienda su mano sobre mí".

Dos nuevos enemigos, ambos ex-monjes, sc levan- taron para atacar la teología de Calvino. Los Liberti- nos les dieron la bierivenida. Priniero, en 1551, apare- ció Genónirrio Bolsec "Quien habiendo arrojado su hábito de monje se convirtió en uno de los médicos más capacitados". Bolsec apareció lambién corrlo iiri

teólogo experto. Criticó la teología de Calvino hablan- do con otros, aunque no se atreyió a enfrentarse con el mismo. Un viernes, el pastor de un pueblecito cer- cano tenía un estudio bíblico con un período de pre- guntas. En el coloquio, después del sermón, Bolsec se levantó para denunciar la doctrina de la elección. "Es una estupidez -dijo- una locura; hacéis de Dios un tirano, pues si Dios ha decidido todas las cosas desde un principio es responsable por el pecado mismo. Este Calvino que os enseña estas cosas es un impostor, sois locos de seguir su ensefianza". (1)

Calvino había llegado a la Iglesia, durante el pe- riodo de discusión sin ser notado. Quieto, desde un rincón, escuchó el ataque de Bolsec. De repente, con gran sorpresa para el ex-monje, que no le creía pre- sente, Calvino se levantó y se puso al frente para re- futarle, defendiendo la doctrina de la elección divina. Con su extraordinaria memoria citó fácilrnente tex- tos de la Biblia, de los padres de la Iglesia, como Agustín. En argumentos escriturales ¿,quién podía es- ta r frente a Calvino? El pequefio Consejo decidió por fin desterrar a Bolsec.

En su vejez, Bolsec aprovechándose de su ligera re- lación con Calvino escribió un libro sobre la vida del reformador ginebrino. De todos los libros escritos con- tra Calvino, este fue, el más vil y malicioso. Lleno de

l imaginaciones y calumnias. De nuevo, en 1552, el pequeño Consejo se reunió

para oir debates acerca de la elcció11 divina. Esta vez el acusador era un nativo de Ginebra, un rnorije que

I

(1). Vkase el ApBndlce para comprobar l a fitlsedad de titles acu- saciones

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NUEVOS APUROS

se había hecho ermitaiio, Serafin Troillet, quien se u~i ió a los Libertinos y decidió probar que Calvino en sus Inslifuciones hacía a Dios autor del pecado, y por tanto ensefiaba falsa doctrina a la Iglesia de Ginebra.

Fue un proceso largo. Farel y Viret vinieron a Gi- nebra para apoy;ar a Calvino. El secretario del Ayun- tamiento, poco versado en teología, expresó su can- sancio escribiendo en las actas: "Habiendo oído sus respuestas repetidas una y otra vez ..." El Pequefio Consejo dio un veredicto para satisfacer a todos: De- claro que "las Ins¿iluciones eran santas y bien he- chas; y que la doctrina de Calvino era la doctrina de Dios; pero también declaró quc Troillet era un buen hombre y un buen ciudadano. Así terminó el asunto, pero no quedó solucionado.

Los enemigos se hallaban tanto en las calles como en los Consejos de Ginebra, prod~ciendo tumultos. El pastor de la calle del Cañón luchaba cuando su cuer- po necesitaba descanso y paz. A veces su asma le pro- ducía ataques de pleuresía. El que hablaba con tanta facilidad en el púlpito, en el Consejo y por las casas, tenía ahora que medir las palabras y pronunciarlas con esfuerzo porque su respiración no era fácil. A me- nudo Calvinc no podía sentarse o moverse con facili- dad a causa de sus almorranas, o porque los agudos dolores del rnal de piedra le atormentaban. Si sus he- rnorroides se lo permitían, tomaba su caballo y galo- paba tan fuerte como podía, esperando con ello hacer bajar las piedras de su hígado. Aunque el piVocedi- miento era doloroso no había otro mejor en aquel ticinpo, cuando se desconocía la operación quiriirgi- ca. No siempre estaba libre de dolor de cabeza. Algu- nas veces los dolores le mantenían despierto toda la noche. Con frecuencia Calvino no podía comer rnas que una comida al día; calambres, indigestiones y fiebres eran problenias bastante comunes.

Durante estos aiíos de amenazas, insultos y tribu- laciones, el enfermo rodeado de encmjgos, no podía vislumbrar la victoria. Sin embargo, poco a poco la predicación, la enseñanza y la disciplina hicieron sil obra en los corazones de muchos ginebririos. Aquellas, gentes no hacían tanto ruido coriio los Libertinos que combatían a l Reforlnador pero cnipezaron a ver que el camino de Calvino era el dc la Palabra de Dios, y que a pesar de la severidad cori que este creía y prac- ticaba la vida santa, era mejor que la vida disipada y altanera de gente como Per r i~ i y su iracunda esposa Francisca.

Aún en los Conscjos, donde los libertirios tenían mucha fuerza, hubo una ligera mayoría que compren- día que Calvino debía permanecer en Ginebra por amor de la inisma ciudad. Estos hombres podían a veces oponerse al extenuado predicador rehusando lo que pedía; pero otras veces le ayudaban a orillar los obstáculos. A veces le hacían enojar, pero sabían que debían retenerlo. Había algo en su manifiesta l-ionra- dez, su firme carácter, su mente brillante y sobre todc en su absoluta consagración al Maestro y a Su santa Palabra, que sobrecogía a todos. No había otro corno él en Ginebra ni en ninguna otra parte del mundo. No importa cuanta oposición los Libertinos pudieran levantar, el Consejo nunca pediría otra vez a Juan Calvino que abandonara la ciudad.

A pesar de estos aespuntes de victoria la mayor batalla se hallaba a la vista.

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B Qar iout 3 c8up f0n c6ilrrour r/$Ortup e'cmbrr ftro a ne (uucjlt ttrrnr/ poíe (cnttrt; a cornbicii (orit b c u r t u ~ Qeuy qiii en luy onr confiance fcrlnc.

éertte pfufieiiro i tn voy Qur Qonc 31(an? bc moy : PAgina del Salterio de Ginebra del año 1562. Vease pAgina 238.

7 16

Miguel de Servet

Eln una colina, en las afueras de Ginebra, un hom- bre era quemado en la hoguera.

Lo raro es que esta era la segunda vez que tal hombre era quemado por el delito de herejía.

Cuatro meses antes había sufrido la misma sen- tencia de parte de la Iglesia de Roma; pero los segui- dores del Papa no fueron bastante listos. El hereje se escapó de la prisión en que le tenían. Tan enfureci- dos y frustrados quedaron que decidieron quemar un muñeco de paja en su lugar, juntamente con cinco fardos de escritos suyps. Fue dejado a la ciudad pro- testante de Ginebra el triste honor de quemar al hom- bre en persona.

El español Miguel Servet, quemado dos veces por hereje, tuvo una historia bastante semejante a Cal- vino. También él fue hijo de un notario, hermano de un cura, estudiante de abogado y seguidor del Papa. Como Calvino, empezó a estudiar la Biblia en sus len- guas originales cuando todavía era un estudiante de Leyes. A la edad de 18 años Servet aceptó la creencia que le costó la vida casi 25 años después.

Dios no es un ser con tres personas -dijo Servet- esto le hace un monstruo de tres cabezas; no se en- cuent.ra en toda la Biblia una palabra acerca de la trinidad o de las tres personas divinas, Jesús es un hombre y no el eterno Hijo de Dios. "El Espiritu San- to no es un espíritu diferente de Dios, sino que es el Espiritu de Dios manifestado en el mundo. A la edad

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AS^ FUE CALVTNO

de 20 aiios Miguel Servet publicó su primer libro con estas revolucionarias ideas. Desde entonces fue un hombre puesto en la lista negra en la Cristiandad de sus tiempos.

En Estrasburgo donde se imprimió su libro, en 1541; y cn Basilea los Consejos Municipales persiguie- ifaii el libro y proliibieron su venta. Los líderes protes- tantes de estas ciudades lo consideraron blasfeino y erróneo. Lutero, Melanchton, Bucero, Bullingcr y

Zuinglio, que aún vivía en aquel tiempo, Iiablaron en contra de él.

Servet sabía asimisino lo que la Iglesia de Roma diría respecto a su libro. Cuando a travcs de los mon- tes llegaron las noticias a España e1 Supremo Conse- j~ de la Santa Inquisición, ordenó que el autor fuese detenido en cualquier parte de Europa donde pidie- ra hallarse, y traído a Espaiía, sin reparar en medios. "Prométansele favores, miéntesele, ordénesele; haga- se cualquier cosa para traer a Servet a algún lugar donde pueda echarsele mano" -decía la orden inqui- sitorial-. A ú n su propio hermano sacerdote fue usado para persuadirle a volver a Es~a i ia .

A

¿Qué haría Servet? Los protestantes le rechazaban a él y a su libro. La iglesia de Roma le llevaría dere- cho a la hoguera. Servet concibió la idea de eiiiigrai a América. Por fin decidió cambiar su nombre por el 6c Miguel de Villanueva, nombre de su pueblo natal, y así pasó 20 años sin ser descubierto.

Servet tenía 22 aiíos cuando contrajo un cita en París con Juan Calvino recientemente convertido. Por aiguna razón Servet nunca vino al lugar concertado, donde Calvino le esperó con riesgo de su vida.

En los próxiinos años, el incansable jr bien dotado Servet hizo muchas: cosas. Editó una geografía niiin- dial que se publicó cn Lyon. Estudio medicina en Pa-

rís, y fue probablemente el primer hombre que descii- brió la circulación de la sangre. Dio conferencias so- bre Geografía y Astrología. Predijo un eclipse [le Mar- te con la Luna. Incluso se aventuró a predecir lo qiie ocurriría a los Iiornbres y a las naciones, segun los signos estelares. Por esto, y por haber tiablado iiiso- lentemente a un profesor, Servet fue llevado a juicio ante el Parlamento Iraricés. Se defendió tan bien que escapó con una repriiiiienda y la coiidcna de sus escri- tos sobre Astrología. Nadie sospeclió que fuese el lic- reje Servet, negador de la doctrina de la Trinidad.

Por 12 años Servet vivió pacificarnente e11 la ciu- dad francesa de Viena, cerca de Lyon. Allí cditó libros y practicó la medicina; era u11 católico modelo y gran amigo del Arzobispo, quien nunca sospcclió que el piadoso Villanueva fuese aquel Servet que habia es- crito que el Papa era "la más vil de las bestias" y la Iglesia de Roma "la más depravada de las raiiieras". Siguiendo esta existencia de dos caras, Servet estaba muy ocupado escribiendo otro libro. Calvino había llamado a su obra maestra: "Instilucioncs del Cris- tianisirio". Scrvet llamó al libro suyo: '1t2estituciones1', pretendiendo que 61 iba a restaurar la verdad de la religión cristiana en su forma mds pura.

En los aííos 1546 y 1547, cuando tenia 35 afios, Ser- vet estuvo en correspondencia con Calviiio, quicri le contestó cortésinente enviandole una copia de sus "Instituciones". Dicha copia fue devuelta a Calvino llena de comentarios insultantes. Servet envió mas cartas a Calvino, unas 30 eritre todas, en las cuales le iiablaba a veces con respeto y otras con gran dureza. Tainbicn le envio un maniiscrito de su futuro libro "Restitu~ioncs'~ pero Calvino sintió quc cra mi mal- gasto de su precioso tiempo el continuar dispirtaiido con el obstinado autor.

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ASÍ FUE CI~LVXNO MIGUEL DE SERVET

En una carta escrita a Farel dijo: "Servet acaba de enviarme, juntamente con su carta, un extenso vo- lumen de sus locuras. Si se lo consicrlto vendrá aquí; no diré una palabra para que venga, pero si lo hi- ciera, niientras tenga aquí alguna autoridad, no per- mitiré que salga con vida".

Sin embargo Calvino, sabiendo donde estaba Ser- vet, no him ningún paso para denurlciarlo a las auto- ridades católicas de Viena.

Seis años más tarde, el libro "Restituciones" fue impreso clandestiriamente en las afueras de la ciudad de Viena. Los impresores que hicíeron este trabajo eran dos cuiiados suyos que habían vivido eri Ginebra. El uno era un antiguo Libertino, el otro simpatizaba con las ideas de Calvino. Este parece que no se dio cuenta de lo que su cuñado se había comprometido a imprimir. En lugar de su nombre, Servet sólo puso las iniciales M. S. V. (Miguel Servet Villanueva). Al final del libro, corno aptilidice, incluyó las 30 carta, escritas a Calvino.

En aquel tiempo, en la próxima ciudad de Lyon, cinco pastores protestantes estaban encerrados espe- rando la sentencia de muerte. Acababan de terminar sus estudios en Suiza y volvían como misioneros a su nativa Francia. A las tres horas de haber cruzado la frontera fueron descubiertos y aprisionados. Todo el mundo protestante estaba conmovido y excitado res- pecto a su suerte. Cartas y mensajeros de protesta vi- nieron como un río de todas las iglesias y ciudades suizas. Calvino escribió también hermosas cartas de consuelo y ánimo a 10s cinco jóvenes predicadores que se hallaban en la cárcel, antes de que, encadenados juntos, fueran quemados en una sola hoguera en el rnes de Mayo de 1553.

Mientras los cinco predicadores se hallaban pre- sos, poco después de la publicación del libro de Ser-

vet, un protestante de Ginebra escribió a su primo ca- tólico- romano que vivía en Lyon con quien entró en disputa acerca de los cinco pastores. El primo cató- lico de Lyon se había mofado de la falta de orden y disciplina en Ginebra. Ahora su primo protestante tenía algo muy especial que decir como réplica.

"Querido prirno: -escribió el de Ginebra- NO te quejes de nuestra falta de disciplina, pues en vuestra propia vecindad reside un hereje que blasfema de la Trinidad, y acaba de escribir un libro lleno de here- jías. Sin embargo este hombre vive con todos 10s h0- riores entre vosotros, en las narices del Cardenal Y riel Arzobispo, mientras que vuestras prisiones están llenas de gente inocente. Este hereje es Servet, el es- pafiol conocido entre vosotros como Miguel 4e Villa- nuva, quien practica la medicina. Para probarte lo que digo te envío las cuatro primeras páginas de su libro". ( 1 ).

El primo católico de Lyon fue directamente a las autoridades de la Iglesia con esta noticia. Estas llama- ron a Servet, quien juró por todos los santos que él era solamente Miguel de Villanueva, un fidelisimo se- guidor de Roma, y nada tenía que ver con el hereje Servet, ni con el libro que llevaba las iniciales M. S. V. Las autoridades eclesiásticas necesitaban más prue- bas y pidieron al primo católico que escribiera a Gi- nebra para conseguirlas.

El primo protestante replicó. "No suponia que el asunto fuera tan lejos, sin embargo puesto que tu has descubierto 10 que yp quería decirte a ti solo, quiera Dios que esto sirva para expurgar al' Cristianismo de tan mortal pestilencia y herejía". Entonces le explicó

(1). Conviene tener en mente que se t ra ta del libro impreso, CUYOS ejemplares empezaban a correr de mano en mano; P O del origirlal mil- nuscrito que Gervet envi? a Cr~.lvino, del ciial ecte nn hizo iitnciin USO.

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ASÍ FUE CALVINO MIGUEL DE SERVET

que para tener esta prueba supleincntaria había acu- dido a Calvino, quien tenía algunas de aquellas car- tas escritas de puiio y mano de Servet. "Pero tengo que decirte que no me ha costado poco trabajo el que Calvino iiie entregara las cartas originales que te 2djunto".

¿Conocía Calvino que estas cartas serían entre- gadas a las autoridades católicas para ser utilizadas como prueba contra Servet? El mismo Calvino decla- ró más tarde que no habría hecho ningún paso para entregar a Servet a la Iglesia de Roma, y no tenemos ninguna razón para dudar de su palabra. Sea como fuere, esas cartas autógrafas resultaron una eviden- cia tan innegable contra Servet que fue arrestado. En vano lloro, aduló, a sus jueces y mintió para justifi- carse. Era a l principio de Abril del año 1573.

La prisión tenia un patio o terraza que daba a la calle, el cual estaba siempre cerrado; pero a los pri- sioneros distinguidos se les permitía jr allí, ya que la prisión no tenía un excusado en el interior. El tercer día que Servet estaba en la cárcel se levantó a las 4 de la mañana, se vistió y se puso encima el pijama y gorra de dorinir. Vestido de este modo pidió al guarda la llave del patio. Sin sospechar su intento este se la dio. Servet se quitó el pijama y la gorra de dormir y los dejó bajo un árbol al cual subió y de alli al tejado de una casa próxima. Siendo tan de maiíana sola- mente una mujer que pasaba le vio por la callo diri- girse apresuradamente liacia la puerta de la ciudad, de donde salió coino uno de los trabajadores tem- praneros.

Hubo una búsqueda frenética del prominente pri- sionero. Al no ser hallado, el tribunal de Viena pro- nunció la sentencia de que fuera quemado en efigie. Esta fue la primera quema de Servet, hecha con gran solemnidad, con un monigote de paja como victiina.

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Cuatro meses más tarde Servet en persona llecó a Ginebra y se hospedó en la fonda de la Rosa Uoratla, donde pidió al dueño preparase un bote para llevarle a través del lago en dirección a Zurich.

Era doiningo, todo el rnuiido fuc. a la iglesia. Ser- vet fue también. Algiiien le reconocí6 y lo dijo a Cal- vino, quien inmediatamente pidió a los Consejeros la orden de arresto. E1 secretario de Calvino fue a la cár- cel juntamente con Servet, a causa de la regla esta- blecida, de que el acusador tenía que entrar en la cárcel juntamente con el acusado hasta que fueran probados los cargos. El secretario se ofreció a ir en lugar de Calvino para que este no fuera iritcrrurnpido en sus importantes trabajos.

"E1 13 de Agosto de 1553" -<iicen las actas dcl Consistorio de la Tglesia de Ginebra- "n7jguel Scrvet fue reconocido por algunos hermanos, y pareció bien aprisionarle a fin de que no pudicra infectar al iiiuii- do con sus herejías y blasfemias, ya que era conocido como incorregible ".

¿Qué movió a Servet a venir a Ginebra? Iba de camino a NápoIes, Italia, para ejercer la

medicina -dijo en su juicio- pero la carretera de Viena a Nápoles no pasa por Ginebra ni Zurich. ¿Por qué fue a Ginebra después de haber escapado a l fue- eo de la Iglesia de Roma? ¿Oyó Servct de parte de1 ...- Libertino que imprimió su "Res t ituciones" que Cal- vino tenía dificultades en Ginchra? ¿Sabia que los enemigos de Calvino eFpcraban derribarle a 61 y a su obra? Si, probablemente había oído estas cosas. /,Con- taba con qué estos enemisos le apoyarían? (,Esperaba esparcir su doctrina cn Ginebra; o solamciitc naszba por curiosidad? Nadie lo sabe.

Calvino escribió un documento de 39 acusacioncs contra Servet. El juicio ernpezó y continuó por dos r v p c p ~ 1 v ~ n ~ d i o . Una r r i r t~ del prnccm conqi~tió ~ r i PT-

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AS1 FUE CALVINO

critos en latín entre Calvino y Servet; otras veces fueron discusiones orales frente a frente.

Los Libertinos estuvieron con gozo al lado de este nuevo enemigo de Calvino. Arrii Perrin presidió el Pequeño Concilio. Berthelier, otro Libertino, ofició en los procedimientos. Por consiguiente el propio Ser- vet en lugar de llorar y adular a sus enerr-iigos, como habla hecho en el tribunal de Viena, gallardeó y des- deñó a Calvino. Parecía totalmente seceguro de si mismo.

No escatimó epitetos burlones contra Calvino, co- mo si este fuera el acusado. Le llamó criminal, asesi- no, perverso, mentiroso, mono ridíciilo ... ¿Te crees capaz de ensordecer los oídos de los jueces con tus la- dridos de perro?" Tal fue su lenguaje.

Calvino continuó probando una por una sus 39 acusaciones. Los dos hombres discutieron con vehe- mencia, por escrito y en persona. Aunque Sr-rvet fue más desdelloso e insultante, Calvino también habió con ira. Sus palabras eran cortantes como cuchillos. Calvino estaba doininado por una fuerte ira contra este hombre que osadamente negaba que Cristo fuera Dios eterno. Asimismo afirmó con arrogancia que las personas nacen inocentes, que los nifio's no deben ser bautizados, y que los hombres, no Dios son quienes deciden su propia salvación. ¿Podía tal hereje blasfe- mo salir sin castigo, mientras millares de fieles pro- testantes eran quemados por todas partes? A s í ra- zonó el Pequeño Consejo.

Servet debía ser castigado. ¿Con qué castigo? Las leyes de la época lo decían claramente. El Código de Justiniano era la ley civil que todavía estaba en uso en el territorio del llamado Sacro Imperio Romano. "Por el crimen de negar la Trinidad, -decía este có- digo- la pena es de niuerteJ1.

¿Quien quemo a Servet? Pero el poder de sentenciar. a Servet no estaba en

las manos de Calvino. Se hallaba completamente en manos del Pequeño

Consejo de Ginebra, y nunca Calvino habia tenido tan poca influencia sobre este Consejo como en aque- llos meses cuando Servet estuvo en prisión.

Eran los meses de lucha a muerte con los Liberti- nos sobre el asunto de la ex-comunión. Berthelier, el Libertino, habia sido declarado por el Consistorio de pastores indigno de acercarse a la Mesa del Señor, porque borracho, en una noche de juerga, él con otros juerguistas compafieros suyos habia hostigado a uno de los predicadores haciéndole correr hasta las puer- tas de su casa. Pero el Pequeíio Consejo se atribuyó el poder eclesiástico de restablecer en la comunión a Berthelier. Los Libertinos estaban en pleno poder y se atrevieron a desafiar a Calvino y, al Consistorio de pastores en este importante asunto que tenía que ver de un modo directo con el gobierno de la Iglesia.

Calvino protestó fuertemente. El Pequeño Consejo presidido por Ami Perrier, desestimó su protesta. El día antes de la Cena del Señor correspondiente al mes de Septiembre, Calvino se puso en frente de los 25 miembros del pequeño Consejo. Temblando de emoción les dijo: "Os juro que antes moriré que per- mitir que la Mesa del Señor sea coritaminada. .. Cien veces moriría antes que cometer tan terrible burla contra Cristo".

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ASÍ FUE CALVINO

La maííana siguiente CaIvino subió al púlpilo de San Pedro, ignorando que después que él salió de la cámara del Consejo una mayoría de sus miembros había deciciido que Berthelier no fuera a la iglesia el día siguiente, para evitar escándalo.

Fue uno de los momentos mas dramáticos en la vída de Calvino. "Yo lie pedido a Dios que nie diera firmela y mi suplica ha sido contestada -dijo a la silenciosa congregación ante la mesa del Selior--. Por tanto sé que, ocurra lo que ocurra esta mañana, yo obraré conforme a l mandato claramente revelado de mi Maestro. Si alguien durante la Cena del Señor que vamos a celebrar, se acerca a ella a pecar de haberle sido negado este privilegio por los ancianos, turnaré la actitud que el caso requiere como pastor de esta Iglesia".

El frágil hombre vestido de negro bajó por la pe- queña escala circular del púlpito, se puso ante las rne- sas de comunión y levantó sus manos para bendecir el pan y e1 vino. La gente empezó a venir adelante para tomar su lugar, en turnos, frente a las mesas. Calvino les vigilaba con ojos penetrantes, esl~erando de un momento a otro ver acercarse la figura de Uer- thelicr, pero no fue así.

Calvino no conocía la razón de la ausencia de Ber- thelier. Solamente sabia que él, como pastor, se había opuesto abiertamente a la decisión del Peqiieíio Con- sejo y solamente podía esperar el juicio de este en su contra. Al llegar a su casa de la calle del Cañón, se preparó para el sermon de la tarde. Sería su sern~rín de despedida; sus ultimas palabras en la catedral de San Pedro antes de que el Consejo le ordenara salir de la ciudad. Los Libertinos habían ganado la victo- rja. ¿Qué otra cosa podía pensar? Estos libertarían a Servet y le dejarían esparcir sus malvadas doctrinas

C'n l i )~ t~o les vtgilaba c o n ojos penetrantes, c?petnrlr?n t l ~ 71?1 nzo!r l f~ t l ln otro ver acercarse l a pgiira dr B c ~ t l ~ ~ l l i r ~

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en la ciudad, de la que Calvino quedaría desterrado. Esto sería el fin, y sólo Dios sabía porqué.

La Escritura para el sermón de la noche fue la des- pedida de Pablo a los ancianos de Efeso, la cual pare- cía escrita exprofeso para la despedida de Calvino de Ginebra. .. "Vosotros sabéis. .. de que manera he esta- do con vosotros durante estos años sirviendo al Se- ñor. .. con muchas lágrimas" -la voz que venía del púlpito tembló; las crispadas manos del predicador se movían acariciando la madera tallada del púlpi- to. ..- "y ahora. .. yo sé que ninguno de vosotros vera niás mi rostro. Por tanto mirad por vosotros y por todo el rebaño.. . pues yo sé que después de mi parti- da saldrán lobos rapaces de entre vosotros ... Y ahora, hermanos, os encornieiida a Dios y a la Palabra de SU Gracia ..."

Pero pasaron uno y dos días y el heraldo con la vara de punta plateada no aparecio por la calle del Cañón con la orden de destierro.

Sorprendido por la tregua de parte del pequeño Consejo, Calvino prosiguió sus deberes de costumbre y con ellos el juicio de Servet.

Servet por lo común estaba de buen talante. El poco espacio y el hedor de la prisión le molestaban mucho; pero las noticias de parte del carcelero, un Libertino, eran buenas. Servet esperaba que los ene- migas de Calvino ganarían y él sería libertado. Fue tan osado que llego a escribir e! Pequeño Corisejo: "Por tanto, señores míos, pido que mi falso acusador sea castigado.. . que su propiedad me sea entregada como recom1)ensa por las molestias causadas, y que sea mantenido en prisión hasta que el juicio decida su muerte o la mía, o algún otro castigo". Es intere- sante notar que el mismo Servet suponía qLie el vere- ,

dicto del juicio pudiera ser de muerte, pero no espe- raba que fuese él quien tuviese que morir.

Los dos hombres discutieron con vehemencia

Contra la voluntad de Calvino el Pequeño Conse- jo decidió consultar las opiniones de las iglesias y consejos municipales de cuatro ciudades suizas. Ya esta pregunta había sido hecha antes, recibiéndose respuestas suaves. De acuerdo con ellas el Pequei?~ Consejo podía haber libertado a Servet.

Pero esta vez las respuestas de Zurich, Berna, Ra- silea y Schaffhausen fueron una sorpresa y un gran golpe para los Libertinos. No eran nada suaves. Un consejo municipal, y, una iglesia tras otra denuncia- Ton a Servet diciendo que sus blasfemias debían ser reprimidas antes de que pudiera hacer mayor daiio a la Iglesia de Cristo. "En nuestra ciudad respondió el Consejo de Berna- la pena sería de muerte en la hoguera".

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La ultima de las respuestas vino a Ginebra el 18 de Octubre. Arni Perrin hizo algunas rápidas manio- bras. Primero pretendió estar enfermo para demoral. la decisión, después pidió que el asunto fuera trans- ferido al Consejo de los Doscientos, donde los Liber- tinos tenían mayor fuerza; pero el Pequeño Consejo cstaba celoso de ,ws atribuciones y no quiso trasla- dar el caso. Estaba dispuesto a sentenciar. "Por el cri~nen de negar la Trinidad y el de oyoncros al bau- tismo de niños, y porque habéis obstinadamente tra- tarlo de infectar a l inundo con vuestro veneno her6- tico, nosotros os damos sentencia final por escrito y os condenamos a vos, Miguel Servet a ser atado y llevado a Champel; y ligado a tina estaca ser quEma- do juntamente con vuestros libros, hasta que todo sea reducido a cenizas".

Este fue el veredicto del Pequeño Consejo. Y fiie unánime porque aún los Libertinos vieron que no podían desestimar las opiniones de cuatro ciudades influyentes. Cuando Calvino oyó la sentencia rogó enseguida al Pcqueíío Consejo que sustituyera la ho- guera por la espada, pues la decapitación era más misericordiosa que el ser quemado vivo; pero el Pe- qucíío Consejo rehusó rál~idamente esta peticion.

Servet oyo el veredicto en la sucia celda de sil pri- sión y quedó tan estupefacto que gritó durante horas. Después se calmó haciéndose humilde; pero firme cn sus creencias. Calvino fue a verle. Servet le pidió per- dón. Calvirio replicó: Creedme que nunca he tenido la intención de perseguiros por ofensa alguna contra mí. Recordad como con peligro para mi vida os es- peré en París, hace 19 afios a fin de ganaros para nuestro Seííor. Y después cuando erais un fugitivo jno procuré mostraros el camino recto por rnedio de cartas hasta que empezásteis a odiarme porque os sentísteis ofendido por mi firmeza?. Pedid perdón,

uues, al Dios eterno a quien habéis blasfemado. Re- conciliaos con el Hijo de Dios, el Salvador".

Farel vino a Ginebra. También rogó a Servet; pc- ro este aunque fue a la hoguera con temor y no col1 el gozo de muchos mártires protestantes, mantuvo sus convicciones. Farel anduvo a su lado hasta el lu- gar de su muerte. Antcrioriliente Farel había censii- rado a Calvirlo por haber pedido su muerte por la es- pada en vez del fuego. Parece que Pare1 podía sopor-- lar mejor que Calvino el ser testigo de ,sus u1ti111os momentos.

Con su libro atado a su mano, y su cuerpo cnca- denado a la estaca, Servet murió en las llamas en la colina llamada .de Charnpel, a la edad de 42 aííos. Era el 27 de Octubre de 1543.

Así murió el hombre cuyo nombre quedaría unido para siempre al de Calvino. Unido con oprobio, a cau- sa de su muerte en la hoguera. Sin embargo Calvirio fue la única persona que luchó contra semejante muerte. La decisión de matar a Scrvet no fue de Cal- vino; ni fue movida por su fuerte influencia, fue el veredicto del Pequeño Consejo de Ginebra por reco- mendación de las otras ciudades suizas. Estos hechos a menudo parecen ser olvidados.

Pero Calvino tuvo, indudablemente, una partici- pación en la muerte de Servet. Pidió a los Consejeros su arresto; fue quien redactó los cargos contra él; en- tro en debate con él ante el Peqncño Consejo para probar que sus herejías arnenabazan la Iglesia de Cristo, y aunque Calvino no tuvo una parte efectiva en el veredicto de matar a Servet lo aprobó, si bien no quería que fuese por fuego. Calvino lo llanió "el hereje que se condenó a si misrno". Iricliiso esci-it~irj un pequeño libro defendiendo la sentencia de miierte contra él.

Otros líderes protestantes también aprobaron la

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ASÍ FUE CALVINO

sentencia. El manso Melanchton, siempre dispuesto a la paz y al compromiso, escribió a Calvino: "La Igle- sia de Cristo tiene que agradeceros esto . . . vuestro gobierno ha procedido conforme a todas las leyes al ordenar la muerte de este blasfemo". Era una égocn de hogueras. Una edad en que los hombres todavía creían que tenían el deber de juzgar las creencias de otros hombres respecto a Dios.

Hoy dia hay u n monumento en el lugar donde mu- rió Servet, puesto niucho tiempo después por los se- guidores de Calvino. Es una piedra con esta iri.xrip- ción en francés

HIJOS REVERENTES Y AGRADECIDOS

DE CALVINO NUESTRO GRXlJ REFOR,MADOR PERO REPUDIANDO UN ERROR

QUE FUE EL DE SU SIGLO AMANTES DE LA LIBERTAD 3 E CONCIENCIA

DE ACUERDO CON LOS VERDADEROS PRINCIPIOS DE LA REFORMA Y »EL EVANGELIO

ERIGIMOS ESTE MONUMENTO E,YPIATORIO

EL 27 DE OCTUBRE DE 1903. Mirando el asunto desde este siglo XX es triste

ver que Calvino en su trato con Servet actuó como otros hoiiibres de su día. Es lamentable, porque en sus escritos, y en muchas cosas que hizo, Calvino se adelantó a su tiempo, señalando el camino de la tole- rancia y la libertad; la separación de la Iglesia y el Estado; y el derecho de cada hombre a creer en Dios se~.ún los dictados de la conciencia.

El milagro es que Dios usó a un siervo pecador, y expuesto a errar como Juan Calvino, tan poderosa- mente como lo hizo, para edificar su Iglesia e in- fluenciar e1 mundo de un modo decisivo.

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Derrota de los libertinos

La amarga batalla de Ginebra estaba llegando a su término. Habla todavia alguna rebeldía pero era como la convulsión de un animal moribundo. Los Li- bertinos iban de capa caída. Habían perdido la bata- lla de Servet, así como la de BerLLielier en el asunto de la Cena del Señor. Sobre todo, habían perdido completamente el apoyo del pueblo. Las elecciones de Febrero del año 1555 elevaron a cuatro síndicos que favoreclan los planes de Calvino para la Iglesia y la ciudad. Ginebra, la Sodoma en la que entró Calvino, estaba transformándose en una ciudad de Dios.

Los Libertinos hicieron un último intento. Toma- ron como motivo de batalla el asuiito de los relugia- dos franceses que se instalaban en Ginebra. A trivés de los años habfan llegado millares, convirtiéndose inmediatamente en ciudadanos de la ciudad.

¡Abajo con los extranjeros que algún día nos trai- cionaran y nos entregaran a Francia! -gritaban los Libertinos-. ¡Ginebra es de los ginebrinos! Incapa- ces de levantar al pueblo decente. Los libertinos en-

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rolaroii en SUS filas a canalla, ganapanes, buhoneros, esca cado res, a pendencieros de toda laña y clientes de las tabcrnuk. Berthelier y Ami Perrin, llenaron de vino y de banquetes a sus mesnadas, antes de darles sus brdenes. El plan era que en una noche señalada, despiiés de las nueve cuando se retirara la última guardia, estos asalariados matarían a todos los fran- ceses que pudieran encontrar en las calles, preten- diendo q ~ i c los franceses les habían atacado priincro.

Pero cuando llegó la noche del ataque, la gente que debía levantar el motín estaba confusa. No es extra- íio, ya que habian estado comiendo y bebiendo desde el mediodía, y a aquella hora sus cabezas daban vuel- tas. Incapaces de ninguna hazaña, sólc supieron ha- cer ruído vagando tumultuosamente por las calles. Aún aquellos que estaban bastante sobrios para ma- nejar sus espadas no hallaron víctimas a quienes ZLacar, pues, según refirió Calvino: "el Señor mis- mo. .. guardó a estos refugiados y puso en ellos un profundo sueño . . . Ninguno salió de su casa".

Los Consejeros tuvieron bastante con semejante asonada. Los jefes Libertinos fueron traído^ a juicio. Eerthelier, Vandel, y Perrin con su imposible Fran- cisca, hiiyeron a Berna para escapar de las senten- cias de muerte que temían, como principales respon- sables. Pero otros siete pagaron con sus vidas.

Gineb~a, ciudad de Dios

Después de iliuclios años teinpcntiiosos linbia lle- gado la paz a Ginebra. Mientras los pueblos y paises de alrededor estaban enzarzados en guerras y revc- luciones, la ciudad del Lago avanzaba firineinente a su posición de ciudad de la Refortiia en el iiiuiido A causa del frágil hombre que vivía cn la casa de la ca- lle del Cañón, era Ginebra el cuartel general de la fe E'rotestante para todo el mundo de su epoca.

Es de esta ciudad que Juan Knox, el gran refor- mador de Escocia, dijo: "Aquí existe la más perfecta escuela de Cristo quc ha habido sobre la tierra desde los tieinpos de los apóstoles". Juan Knox vivió tres aiíos en Ginebra y fue ciudaclaiio de ella. PrcditO a los refugiados ingleses en el l~cquciío auditorio pro- ximo a la catedral de San Pedro; la sala donde Cal- { n 1559 vino daba estudios bíblicos entre semana. L Knox volvió a Escocia y convirtió a su patria en la cuna de la Iglesia Presbiteriana, la cual sigue las doc- trinas y gobierno eclcsiastico establecido por Calvino.

Farel fue otra persona que podía dar su juicio accr- ca de Ginebra. La visitó a menudo. "Es iiiejor ser el Último ciudadano de Ginebra, que el priincro en cual- quier otro sitio", -dijo ese rubicundo Reiormadur, después de referirse a los días cuando todo era tan diferente.

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GINEBRA, CIUDAD DE DIOS

Las leyes eran estrictas en la ciudad de la Refor- ina, la cual pasó de la extrema pravedad a la más ex- tremada piedad. Todo o nada. Ninguna otra cosa era adiriitida allí. Había leyes para proteger al pueblo y para castigarle. Calvino influenció a los Consejeros para que promulgar.an leyes de sanidad y seguridad pública, algunas de las cuales fueron las primeras en Europa.

No podían arrojarse basuras ni desechos de comi- da en las calles; ni construir hogares sin chimenea. Debían ponerse barandillas en los Lctlcones para que los niños no pudieran caerse; las nodrizas no debían acostarse con los bebés que tenían a su cuidado, sino tenerles en camitas aparte. Los propietaiaios no po- dían alquilar habitaciones sin permiso de Ias autori- dades. Los vigilantes nocturnos deberían cumplir exactamente sus turnos de servicio. Los comerciantes tenían que hacer negocios honrados y no sobrecargar sus mercaderías. Ningún ciudadano de Ginebra po- día alistarse para servir como merceriario a algún otro rey o país.

Estas eran algunas de las nuevas leyes. Cuando llegaba el tiempo de elecciones, el predicador de la Catedral de San Pedro, pronunciaba excelentes ser- mones acerca del deber de los ciudadanos de elegir hombres santos, y del deber de los elegidos de gober- nar según Dios y para El.

El predicador de San Pedro, era también abogado, diplomático y especialista en todas las cosas. Los Con- sejeros se dirigían más y más a él para tener corisejo experto en cualquier asunto. Se le tenía informado de todas las cosas. ¿Y por qué no ¿No había declara- do en las "Instituciones de la Religión CristianaJJ que todo lo del niundo debe ser declarado y usado para la gloria de Dios?

Cuando el primer dentista trató de establecerse en la ciudad fue enviado a Calvino, y este usó su pro- pia boca como pieza de prueba, antes de recomendar se le concediese licencia para curar a otros. Cuando alguien pintó un cuadro conmemorativo del tratado con Berna, se pidió a Calvino que tomara el papel de crítico en arte, para aprobarlo. Un hornbre inveiito un sistema de calefacción. Enseguida pidieron a Calvino que diera su consejo. Cuando tenia que renovarse el importante tratado comercial con Berna, aún cuando aquella ciudad vecina tenía una antipatía es~ecial a Calvino, fue este diplomático nombrado por Gine- bra. Era una tarea difícil, porque Berna había trata- do siempre de imponer su mano sobre los asuntos de Ginebra. Sin embargo, ahora por primera vez, fue fir- mado y sellado un tratado en la cual Berna reconoció a la ciudad del Lago como igual a ella.

¿Cómo es posible que el hombre que hacía todas estas cosas no fuera siquiera ciudadano de aquella población? Podía haberlo sido; pero nunca lo solicito, para que nadie pensara que quería granjearse un poder civil que le era dado por los gobernantes, sin pedirlo. A millares de refugiados se les había conce- djdo la ciudadanía tan pronto la solicitaron, pero Calvino, conocido por toda Europa como "El hombre de Ginebra", era todavía extraño en la ciudad que é! hizo famosa.

En los años finales de la vida de Calvino, conti- nuaron saliendo libros suyos de las imprentas. Dejó en el rnundo 96 libros originales. Los Comentarios a la Biblia eran sus estudios bíblicos anotados por se- cretarios según los dio, y revisados por el mismo Cal- vino. Dichos Comentarios abarcaron todos los libros de la Biblia excepto nueve del Antiguo Testamento: y del Nuevo tan sólo el Apocalipsis no llegó a comen- tar. Su pluma nunca estaba quieta. Mantenía varios

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secretarios ocupados a la vez. Cartas y más cartas. .. Tenemos 35 gruesos volúmenes de las cartas que han sido conservadas; y no son todas. Gracias a Ics fieles secretarios que e~cribían cuando Calvino predicaba, poseemos más de 2.000, sermones suyos.

La Iglesia de Ginebra conocía ahora la paz y el progreso. El número de pastores llegó a 18. El Con- sistorio Eclesiástico tenía verdadero poder sobre to- dos los asuntos de la Iglesia, incluso e1 de la ex- comunión. ¿,Y qué diremos de la ~núsica en la Iglesia Ginebri-

lla? Era emocionante oir al pueblo de Ginebra, mun- dialmente conocido como cantador de Salmos. Por 17 años tuvieron a un famoso profesor de canto: Louis nourgeois. El hombre que escribió la música de

"Cantad alegres al Sefíor Mortales todos por doquier; Servidle siempre con amor Obedecedle con placer".

Bourgeois enseñó tanto a los niños como a los adultos a cantar salinos. Fue el primero que inventó la idea de poner el número de los salmos que debe can- tar la congregación en un tablero a l lado del púlpito. E'n 1562 se piihlicó el Salterio de Ginebra, con muchas nielodías escritas por Bourgeois. La letra era de Cle- mente Marot y Teodoro de Bezo; pero la mano guia- dora era la de Calvino. Con el Salterio Ginebrino del ario 15G2, se dio al mundo cristiano itn nuevo tesoro.

Ginebra, sede cultural y evangelistica

Pero la mayor gloria de sus anos finales fue la Academia de Ginebra. La priiriera universidatl Pro- testante levantada en el murido. Por muchos aiíus ha- bía sido el sueño de CslClino. Tenía la gran convicción de que Dios quiere que sus siervos sean bien cdilca- dos, personas de rnente superior. Especial rnen te los pastores; pero también los oficiales del go\)icrno, los médicos, los abogados y todos los que debían ejercer cargos públicos.

¿Podía Ginebra tener iina Universidad para iris- truir a tales siervos de Dios y del pueblo? La ciudad del Lago no contaba con ningún príncipe o cardenal riquísimo que pudiera dar su nombre y fortuna a una escuela. Había crecido de doce mil a veinte mil habi- tantes; pero una tercera parte de ellos eran refugia- dos que habían llegado sin un céntimo. Para adrnjra- ción del resto de Europa, Ginebra levantó su Lrriiver- sidad. Cada uno (le siis habitantes sacrificó una parte de lo que tenía. Una pobre esposa de un panadero pu- do dar solamente 50 centavos, pero un impresor pu- diente dio a la nueva escuela la rnayor parte de sti fortuna, y así con todos sus ciudaclanos. Los notarios cuando extendían testamentos, pedían a los inorii~iin- dos que recordaran la Universidad en sus legaclos.

Poco a poco la escuela fue edificada en uria pcq i ie - ña colina. "Aireada por los vientos del sur y del este". No lejos de la catedral de San Pecirc. Calvino rnismo muchas veces subió a ver el adelanto del edificio. ITa- bía estado enferrrio por varios meses con una esgccic

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de malaria contagiada por los mosquitos de los terre- nos t anta nos os que rodeaban la ciudad. Nunca se re- cobró enteramente de esta fiebre, que le molestó con todas sus con?-cuencias. Sin embargo tuvo el gozo de ver el adelanto del edificio: Su sueiio se convertía en realidad,

Quizás fue suya la idea de que en los arcos del pór- tico, sostenido por columnas de granito, se pusieran textos bíblicos en tres lenguas: "El principio de la sabidz~ría es el temor del SeñorJJ, dice el texto en i¿eb~-eo, la lengua del Antiguo Testamento. "Ciis20 nos Ila sido hecl~o sabi(lr~riw de DiosJJ dice el texto en griego, la lengua del Niievo Testamento. Y en latin, la lengua de los eruditos, hay otro texto que dice: "La sabidz~riu de lo Alto es ~ Z L T U , pacífica U tknc de buenas obrasJ'.

Podéis ir a Ginebra hoy día y encontr.areis una gran parte de este mismo edificio, ensanchado con alas modernas por ambos lados, y usado todavía como Escuela superior. La parte central es mayormente co- rno Calvino la conoció; donde él anduvo y dio confe- rencias a los muchachos que se sentaban frente a él.

Debajo del pórtico central, hay una aula oscura que todavía los muchachos actuales lo llaman "el ca- labozo" porque es allí donde dan su examen final.

Pero ¿qué sería una Universidad sin Facultad? y ¿una Facultad qué sería si no fuera formada por los hombres más cultos? Calvino escribió a París y a otros lugares invitando a los principales eruditos Pro- testantes a que vinieran a enseñar en su nueva escue- la. Precisamente en este tiempo, la conocida Facul- tad de Lausanne tenía una larga disputa cori Berna, que controlaba este centra. A causa de ella Beza, Vi- ret y algunos otros colegas decidieron abandonar la

Universidad de Lausanne para no sacrificar sus con- vicciones. Pronto obtuvieron cargos, juntamente con otros profesores, en la nueva Universidad de Ginebra. Beza fue nombrado rector. Calvino fue uno de los profesores. La Facultad quedo constituida antes de que el edificio quedase terminado.

Un gran sanido de trompetas, al par que la cam- pana Clementina, llamaron al pueblo a la catedral de San Pedro el 5 de Junio de 1559 para el culto de inauguración de la Academia de Ginebra. El secreta- rio del Pequeño Gonsejo leyó el reglamento de la Es- cuela escrito por Calvino. Los profesores fueron ins- talados en sus puestos respectivos. Los estudiantes juraron la Confesión de fe Reformada. Beza, el rec- tor de 41 años, pronunció un hermoso discurso en la- tín y Calvino, el hombre que veía realizado su sueño, habló en francés. Habló brevemente, "como era su c.ostumbre", y terminó la reunión con oración. De- bió ser u n día maravilloso para él.

Con admiración para el resto de Europa la escuela fue un éxito desde el principio. Pronto hubo nove- cientos jóvenes estudiantes: lo que era formidable pa- ra aquellos tiempos. Vinieron de toda Europa; muchos de ellos de Francia. Después de terminar una especie de bachillerato algunos se quedaban para estudiar Teología, Medicina y/Leyes.

Los estudiantes' salían de la Academia perfecta- mente instruídos. "Los muchachos de la Academia de Ginebra pueden hablar como doctores de la Sor- bona" -tal era su reputación. Pero más que eruditos, eran eruditos cristianos, graduados de la primera TJniversidad Protestante del mundo. En los próxirilos años, muchos hombres célebres fueron alumnos de la Academia de Ginebra. Entre ellos, se cuenta Gaspar Olevianus, co-autor del famoso Catecisino de

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Velrian m u c h a c l ~ o s de t oda Europa

Heidelberg.

Ginebra se había convertido en el cuartel general de la fe Relormada. Tenía un lider mundialmente fa- moso, una iglesia fiel a la Palabra de Dios y bieii go- bcrriada. Una ciudad enteramente consagrada a la Reforma e11 su vida practica, y ahora contaba con la primera Universidad Protestante para educar a Iíde-' res cristianos.

Desde este cuartel general predicadores y mi~io- neros evar~gélicos fueron por toda Europa. Iban a la puerta de Calvino rogando ser enviados. Muchos dc ellos eran franceses que suplicaban ser mandados a su tierra nativa. "Asedian mi puerta" -escribió Cal- ~iino a un amigo-. Luchan entre ellos para obtener

nombramientos.. . a veces ti ato de rcterierlos.. . lcs re- cuerdo que eri mas de vciritc ciudactes los inisiorivros han sido muertos por el puel?lo; pero riada puede de- tenerles. Nada, ni siquiera el IZey de Francia. que en- vió un mensajero oficial advjrtiendo a Ginebra y que- jándose de que todos los prec'licatlorcs herejes venían de cste Cuartel General Protestarite.

E1 año 1559 fue uri aiio glorioso. En Mayo la Iglesia clandestina Reformada dc

F'rancia pudo celebrar su primer Síiiodo nacioriai e11 París. Mientras sus miembros sufrían torturas y muerte por causa de su fe, la Iglesia era organizada y adoptaba el sistema eclesiástico de gobierno que Cal- vino había trazado. Calvino estaba en cste Sínodo por su espíritu y por cartas. Aquella era la iglesia de su Patria; la amaba y la guiaba. Desde un centro le- jano era su más devoto conductor.

En el mes de Junio, la Academia de Ginebra fue abierta oficialmente y vino a ser un modelo para niu- ellas otras universidades protestantes en' arios próximos.

En Jz~lio, Calvino celebró su 5O.c aniversario. 11 pesar de su enfermedad podía mirar alrededor de sí y dar gracias a Dios por lo que había sido cumplido en Ginebra. Estaba agradecido también por haber si- do preservado de la rnuerle en la fiel~re malaria su- frida el aíío anterior. Durante estos rilescs de grave enfermedad había estado esforziindose para termi- nar una última edición de sus "Institucione.~". Era una edición mucho más extensa que las anteriorcs. Algunos días desconfiaba de vivir para verla salir de la imprenta.

E1 Scrior le había preservado. Ahora, cri iiyl).<lo clt. 1553, esta edición final salió dc 1)rerisa. 1Tiri.n 80 calií-

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AS^ FUE CALVINO

tulos en cuatro gruesos volúmenes. El Señor habia sido muy bueno para con 61. No io merecía, según sus propias palabras. Ignoraba Calvino que habia sido preservado por Dios para terminar la obra maes- tra del Protestantismo que hablaría al mundo duran- te siglos.

En Noviembre de 1559, uno de los miembros del Consejo sugirió que un pastor viniera a cada reunion del Consejo para leer una porción de la Biblia y orar pidiendo la bendición divina sobre los asuntos de la ciudad, Esto vino a ser la costumbre practicada por los tres Consejos de Ginebra. La Palabra de Dios pre- dicada desde el púlpito y enseñaba en la Academia, tenía también su lugar en el Gobierno de la ciudad.

Y en Didie,mbre, el día de Navidad, hubo un últi- mo acontecimiento feliz. Los mjembros del Pequeño Consejo, contra toda costumbre, invitaron a Calvino a hacerse ciudadano de Ginebra. El quedó tan conmo- vido por esta honrosa invitación que difícilmente ha- lló palabras con que agradecerla.

Pero el año tuvo un final no tan grato. El mismo día de Navidad en que Calvino fue hecho ciudadano honrado de Ginebra tuvo un violento ataque de tos con uri pequeño vómito de sangre. "Es la rotura de una arteria" -dijo el doctor de Calvino- no recono- ciendo, en la ignorancia de aquellos tiempos, que se trataba de una señal segura de tuberculosis avanzada.

El gran hombre de la calle del Cañón tenia sola- mente 4 aiios y medio de vida,

Si la casa terrestre se deshíciere...

El hombre vestido de negro andando sobre las 10- zas de piedra parecía más muerto que vivo, excepto por sus ojos que brillaban tan fulgurantes como siern- pre. El cuerpo estaba medio muerto, encorvado, co- mo protestando y rehusando jugar su parte; pero el indomable espíritu que lo animaba quería que este cuerpo hiciera sus deberes diarios. Y la mente detrás de aquellos ojos penetrantes, no había perdido nada de su vivacidad.

Calvino subía aún al púlpito de San Pedro. Daba estudios bíblicos en el pequeño auditorio al otro lado de la iglesia; subía jadeante los peldaños de las salas de clase de la Academia, y al final de cada día labo- rioso, cuando se acostaba, los secretarios rodeaban su cama y escribían las palabras que salían forzadanien- te, entre suspiros de fatiga. Las cartas iban, especial- mente a Francia, donde la guerra civil amenazaba romper entre Protestantes y Católicos. Un nuevo Co- mentario era dedicado a alguien; misioneros eran enviados; iglesias recíbian consejo; saiían libros de las imprentas, y así la obra se iba realizando día tras día.

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ASÍ FUE CALVTNO

"Por cornpañía S, por escuadrones y en pcqucfios ataques la horda de encrnigos rne han invadicio", -escribió Calvino a algunos doctores de Montpelier que habían sido consultados sobre su enferrnedatl- hace veinte ailos que no he estado completamente 1i- bre del dolor de cabeza". La artritis y la gota sujeta- ban las junturas de sus piernas y manos; piedras en el hígado demasiado grandes para ser evacuadas le causaban dolor como cortantes cuchillos. En ,su pe- cho sentía como si tuviera u n gran peso y cada res- piración le costaba un esfuerw. Pero no había queja algum por parte del hombre atacado por este ejército de enfermedades. Con brillante buen humor escribía a Beza, que estaba de viaje fuera de la ciudad: "Vos me escribís después de medianoche, mientras que yo voy a la cama a las siete cada dia. Es todo lo que u n viejo gotoso puede hacer".

Un día de 1562 Calvino todavía tuvo fuerzas para salir de la ciudad. Por segunda vez, la tragedia del adulterio había conmovido e.1 círculo de su propia farnilia. No podía soportar el quedar en la casa de la calle del Cañón, tan avergonzado y afectado se Iza- llaba. Una primera vez, en 1557 había sido Ana la es- posa de su hermano Antonio, la que había sido cogi- da en adulterio con Pedro el criado jorobado de Cal- vino. Adernás Pedro había estado robando a su anio por dos años. Ana fue desterrada de la ciudad. Arito- nio recibió el divorcio y más tarde se casó o1,r.a vez. La casa de la calle del ,Cañón ya no cra la misma,.

Y ahora, en 1562, era Judith, la hija de Idelette, la joven que todo el mundo respetaba como virtuosa y piadosa. Seis años antes se había casado con toda felicidad, y ahora tenía que ir ante el Consistorio a confesar el adulterio del cual había sido acusada Turbado y avergonzado Calvino salió a la campiña a ocultarse por algunos días en la casa de carnpo de su

Fue lleuaclo por ?iEtima vez a l a Cosa d e la C i u d a d

hermano. Después volvió a la calle del Cafión; otra vez al trabajo. Cuando sus amigos le pedían qilr re- posara, que parara, meneaba sii cabeza y rcsporidia. ¿Que? ;Queréis que el Seííor nic encuentre ocioso cuando venga?

El dorningo 6 de Febrero de 1564 Calvillo estuvo por ÚItima vez en su acostumbrado púlpito clc San Pedro. Estaba predicarido acerca de la aririonia de los Evangelios cuando la tos Ic cogió; esta vez no piicio pararla. La sangre que afluyó a su boca lc aiiogatin. Lentamente, y a desgana bajó la escalera circular, sin acabar su serrnón. En ansio~o silencio la corigrcgacióii le miraba.

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SI L.4 CASA TERRESTRE SE DESITICIERH

El miércoles anterior, Calvino habia predicado s ~ i último serm6n sobre el libro de los Reyes, y el mismo día eu la Academia, por la tarde, dio su última con- ferencia sobre Ezequiel.

Era tiempo de despedidas. Primero del Municipio donde había ido tan a me-

nudo, en días de' derrota o de victoria; invitado o sin invitación. Allí fue, mejor dicho fue llevado, cerca del fin de Marzo. Quería presentar al peqiieño Consejo un nuevo rector para la Acaderriia. Beza sería susti- tuído en la Academia a fin de ser el sucesor de Calvi- no en el púlpito y en su obra general.

No habia escalones que subir hasta el tercer piso donde se hallaba la sala del Consejo. Para hacer mas fácil el ascenso a Calvino los Consejeros habían he- cho reemplazar los escalones por una rampa pavi- mentada con guijarros que rodeaba todo el patio. Cal- vino subió allí por última vez sosteriido por un amigo a cada lado. Todo era tan familiar; desde la amplia sala de espera hasta la primera puerta de la cámara de la sala del Pequeño Consejo. Allí estaba sentado el "heraldo" sobre su león de madera con su vara de punta plateada, signo de la autoridad. Desde un lado del pasillo una escalen de caracol iba abajo hasta uno de los calabozos, donde aguardaban los presos que debían ser traídos a juicio. Después una segunda puerta, y al otro lado la sala del Pequeño Consejo. En ella cuatro ventanas, pupitres tallados, y en un rin- cón una estufa pentagonal, para calentar la estancia.

El nuevo rector fue introducido y nombrado. En- tonces Calvino quitándose su casquete, que mantuvo en la mano, habló brevemente al Pequeño Consejo. Les dio gracias por la gran bondad mostrada durarite su dolencia. Dos días antes me sentía mejor, -dijo-

pero ahora parece que "la naturaleza no puede re- sistir más',. El secretario mojó su pluma en el tintero de cuerno y escribió que Calvino hablaba con gran dificultad entre respiraciones fatigosas, pero con una amabilidad que trajo lágrimas a los ojos de los Con- sejeros. Esta fue la última vez que visitó la sala del Consejo".

Sobre la puerta. que atravesó al dejar el Munici- pio, estaba el escudo de Ginebra con el lema: "POd tenebl-as Lm" . Mas que ningún otro hombre Caivirio había hecho que este lema fuese una realidad en la ciudad del Lago.

La próxima visita fue a la Catedral de San Pedro. Era el domingo de Pascua dos de Abril. Algunos

hombres llevaron a Calvino en su silla de brazos des- de la calle del Cañón hasta cerca del púlpito donde había predicado centenares de sermones. Ahora era Beza quien predicaba. Se celebró la Cena del Señor. Calvino recibió el pan y el vino de las manos de Be- za. ¿Recordó, sentado allí por última vez, aquel do- mingo de Pascua antes de su primer destierro cuando habia rehusado heroicamente celebrar la Cena del Señor a causa de la maldad del pueblo?

La congregación se puso en pie para cantar el him- no final. Un imponente unfsono llenó las bóvedas. Calvino cantó también, con su rostro iluminado por el gozo celestial, las palabras: "Ahora Señor despide a tu siervo en paz, conforme a tu palabra".

Desde su cama fue escrita su carta final en fran- cés ,dirigida a la duquesa de Ferrara, animándola y exhortAndola a ganar a su sobrina para la fe refor- mada. La carta final en latín fue dirigida a Bullinger, el reformador de Zurich con las Últimas noticias de Francia y Alemania. Aún en su lecho de muerte Cal- vino mantenía puestos sus ojos penetrantes en el mm-

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AS^ FUE CALVJNO

do entero. En ninguna de estas cartas se hace men- ción do su próxima muerte. La muerte no era impor- tante, sjno que el progre30 de la Iglesia continuara ininterrumpido.

Un notario vino a hacer el testamento de Calvino. No había mucho sobre que testar. El más grande le- gado de Calvino no era cotizable en dinero.

Habló primero de si mismo: "Ante todo -dictó al notario- doy gracias a Dios porque me sacó del abis- mo ... a la luz de Su Evangelio . . . El ha extendido su misericordia hacia mi, hasta cl punto de usarmc en su obra ... para anunciar la verdad de su Evangelio, mostrándose a Si mismo como Padre de tan misera- ble pecador".

Los pocos bienes terrenos fueron facilm?nte cjis- tribuidos: "A mi bien amado hermano Antonio una copa de plata", que Calvino había recibido de un ami- go. Esto fue una expresión de amor, a fin de que el dinero pudiera ser dejado a los hijos de Antonio. "A la Academia diez coronas, y diez para el fondo de los extranjeros necesitados. A mi sobrina Juanita -hija de su hermanastra-, 10 coronas. A los hijos de An- tonio, 40 coronas a cada uno; a las hijas 30, excepto el sobrino David, que solamente recibirá 25 coronas porque ha sido atolondrado y travieso". Y si quedaba algo más de la venta de sus cosas que estos pocos ccn- tenares de coronas, "sean divididas también entre los sobrinos y sobrinaq no excluyendo a David si Dios le concede gracia para ser más moderado y prudente". - Seis pastores y un profesor firmaron corno testiyos. después que el notario hubo leído el tcstatnento cn voz alta para que todos lo oyeran.

Todavía hubo un poco de tiempo para mensajes finales a los que tenían que llevar la obra en la Jgle- sia y en la ciudad.

Par t ló para e s t a r c o n Dios el 27 d e rnayo

El 30 de Abril el Peqiicfio Consejo, vestido con sus uniformes y en procesión, llegó a la calle cie la casa

a vino. del Caiíón y se juntó slredecior del lec110 de Cc 1 De nuevo Calvino les dio gracias por su bondad. Lcs pidió que le perdonaran por sus explosiolres de ira y por sus otros pecados durante los años qiic les linbia servido. Les aconsejó, amonestó y animó. "Itccordad siempre, los dijo, que cs Dios sólo quien da fortaleza a los Estados y ciudades. Fervorosainentr oró por los Consejeros y por la ciiidad. A cada ilno dio su inniio diestra corno despedida. Los liombres ixtli~ron del dor- mitorio llorando "corno si hubiesen dado e1 últiriio adiós a su propio*padrel'.

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AS^ PUB CALVINO SI LA CASA TERRESTRE SE DESHICIERE

El día siguiente vinieron los pastores. De alguna manera Calvino halló aún fuerzas para hablarles por

. largo rato. Les recordó aquellos tiempos pasados cuan- do sentía los perros azuzados por sus feligreses mor- diendo ni capa y piernas; cuando oy6 40 6 50 moLsque- tes haciendo fuego bajo su ventana, antes de su sali- da para el destierro. Y la escena en el patio del Con- sistorio cuando los Doscientos iban a luchar y e1 se lo impidió. "Vosotros tendréis tribulaciones tam- bién, cuando Dios me haya llamado a su presencia, --advirtió a los pastores- pero tened buen ánimo, pues Dios usara esta Iglesia y la mantendrá, y os pro- mete que la protegerá".

('Mis pecados siempre me han disgustado.. . os ruego que perdonéis mis pecados y si hubo alguna co- sa buena en mi, tomad de ello ejemplo". En cuanto a mi doctrina "yo he enseñado fielmente Su verdad y Dios me ha dado gracia para escribir también tan fielmente como me fue posible" en esta doctrina he vivido y quiero morir.. . perseverad todos vosotros en ella. Aniaos unos a otros; soportaos los unos a los otros; que no haya envidia entre vosotros".

Otra vez un apretón de manos a cada uno. v de nuevo la lfnea de hombres llorosos bajando a la Calle del Cañón.

Hubo un mensaje más, muy especial: ¿A quién si- nó a Farel el amigo de tantos años? Farel ofreció ve- nir. Calvino pensó en su ancianidad y quiso ahorrar- le el viaje desde Neuchatel. "Adios mi mejor y más querido hermano -escribió usando a su propio her- mano Antonio como amanuense- y puesto que Dios ha querido que tu me sobrevivas, recuerda nuestra amistad, que ha sido tan útil a la Iglesia de Dios; cu- yos frutos nos esperan en el Cielo. No te fatigues con venir a verme. Estoy, ya respirando con dificultad y

espero de un momento a otro que mi aliento cesara totalmente. Es bastante que yo viva y muera en Cris- to, que es el mejor galardón para los suyos en vida y en muerte. Os encomiendo a Dios, a ti y a los herma. nos que están contigo. Devotamente tuyo, Juan Calv inoJJ.

Pero Farel vino, de todos modos, y se sentó a la cabecera de la cama de aquel hombre que él había ordenado permanecer en Ginebra 28 años atrás. Los dos aniigos hablaron. Después, el anciano Farel de 75 años volvió a su hogar, andando como había venido, para vivir un año más antes de juntarse con su amigo.

Calvino estuvo entre la vida y la muerte hasta el 27 de Mayo. Oraba contínuamente, en voz alta o en silencio moviendo solamente los labios. En los ataques de dolor a menudo clamaba: "¿hasta cuando Señor?" joh Señor! me quebrantas; pero basta saber que es Tu mano! "

Murió apaciblemente, como si quedara dormido. Fue la noche del sábado, a la caída del día y al final de la semana, que su vida tuvo fin. Un gran servidor había sido llamado a la casa de su Señor.

Al oir la noticia, el pueblo de Ginebra se juntó en silencio fuera de la casa de la calle del Cañón. El Pe- queño Consejo se reunió en sesión especial. El secre- tario tratando de consignar los sentimientos de los Consejeros escribió con su pluma de ganso. "Dios le dotó de un carácter de tal majestad y de tan elevados sentimientos". En las actas del Consistorio, al lado del nombre de Calvino que fue marcado con una cruz

, hay estas palabras: "Partió para estar con Dios el 27 de Mayo del presente año, entre las 8 y las 9 de la noche".

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AS^ FUE CALVINO

El domingo, a las 2 de la tarde, la procesión del pueblo fue desde la ciudad al cementerio de Plain Pa- lais, fuera de las murallas. Profesores, pastores, miern- bros del Consejo y ciudadanos formaban la gran co- mitiva que siguió el ataúd de pino. Sólo el sonido de millares de pies rompían el silencio del domingo.

Calvino había pedido en su testamento: "Que rni cuerpo sea enterrado de la manera más sencilla para esperar el día de la bendita resurrección"; de modo que no se puso ninguna seiíab cn su turnba, ni siquiera una piedra que marque el lugar. Pronto nadie supo donde se hallaba el cuerpo de Calvino. La tumba per- trianece desccnocicla hoy día.

Pero algo más grande, algo vivo ha quedado. A tra- vés de los siglos, las ideas y escritos del hombre de Ginebra han sido poderosamente vivas; sacadas de la !'alabra viva de Dios hdn alcanzado e influenciado a todo el rnundo cristiano. Por medio de ellas el predi- cador de San Pedro en Ginebra h a estado enseñando y moldeando la Iglesia de Cristo. Ha estado hablando al mundo por las vidas de innumerables hombres y aún de naciones.

Este fue Juan Calvino, poderoso servidor de Jesu- cristo. Este fue el hombre humilde que vivió bajo el lema: "Soli Dei GloriaJ'. Esto anhelaba el hombre de la calle del Cañón: La gloria solamente para Dios.

F I N

A p e n d i c e

{Fárrajos selectos d e las obras cle JLLQ~L Calui~zo que se oponen a una i?zLerprelación cxagcracla tic lu doclrinr~

d e la Precleslinución y la Sobera,?ziu Divina.

COMO DIOS OBRA EN LOS REPItOIBOS

Se dice también que Dios obra en los reprobos, cu- yas obras son condenadas o reprobadas. Presentada así la cuestión es difíc~l y cornpIicada. ¿Por ventura será Dios el autor del pecado?; ¿se le imputará a Dios la maldad?, ¿podremos acusar de injusticia a su ope- ración? Expliquémoclo viendo en el misino acto la obra del hombre perverso p de Dios justisimo. En cl hombre réprobo debernos ver la raíz del mal quc en si tiene metida, y por ello de sí 77zi~7r~o pien:ia e1 I ~ ~ c L L , Lo quiere vo11~n1~1-ia?nente, y se esjuerxa en ponerlo cn prúctica. Por taí'tto, ul 1~077~01 e (lebe ser i?rtpulutlo Lodo l o que en la obru l ~ a y de ~ r r r r l 11 cLe culp«, porque con el pe~tsa?nienLo, con la volirntad y con la C I ~ I - U se esfuer- za conlru Dio:;. Pero en Dios debemos ver la volulitatl decidida y el designio claro de mover al hombre, bien reprimiendo y mcderando, bien dandole éxitos y fuerzas.

Pero todo esto es justo gor parte de Dios. Así Fa - x'aón, Nabucodonosor y Senaquerib peleaban contra al Dios Viviente, se rnofaban de su potencia soberana, perseguían al pueblo inocente, penetraban uiolerila c injustamente en las ajenas posesiones. Dios, parccc que a todos ellos Ics incitaba ( E x . 9, Jer. 5), para que perpetraran todas estas maldades; pero es porque sus voluntades ya eran malas y tarrit~ién sus ~)ei?sarrije~~l c)?,

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de tal suerte que Dios utilizó esa mala voluntad y ese designio perverso contra Israel; bien para castigar la irril~iedad de su pueblo, bien para hacer más magnífica la libertad que quería darle. De igual modo la aflicción de Job era obra de Dios y del diablo; y sin embargo, hemos rle distinguir la injusticia del diablo de la jilsti- cia de Dios. Aquél quería perder a Job, Dios, empero, probarle (Job 1 y 3). De la misma rnanera Azur era vara del furor del Señor; Senaquerib el hacha de su mano (Isa. 10, 5).

Todos estos fueron llamados por Dios, suscitados, por El; fueron, en una palabra, ministros suyos. ¿Por qué? En tanto que satisfacían ellos su desenfrenada concupiscencia, servlan inconscientemente a la justicia de Dios (Jer. 27, 1, 8) . Ved ahí a Dios y a los hombres siendo autores de una misma obra; pero en una mis- ma obra resplandece la justicia de Dios y la iniquidad de los hombres,

Elección y predestinación No podemos comprender, en verdad, la incompren-

sible sabiduría de Dios, ni está en nosotros el discutir sobre ella, para llegar a saber quiénes hayan sido ele- gidos por su eterno consejo y quiénes reprobados (Rom. 11). Pero no es esto necesario a nuestra fe, la cual puede estar superabundantemente segura con la siguiente promesa: Que Dios recibirá como hijos a los que hayan recibido a su Hijo Unigénito (Juan 1, 12) . ¿Quién podrá ser de tan desordenada codicia que, no contento con ser hijo de Dios, ambicione aún otra cosa?

Y asf, cuando encontramos en Cristo Jesús la bue- na voluntad del Padre para con nosotros, la vida, la sahid, y e1 mismo reino de los cielos, nos debe bastar ese bien tan grande y tan supremo. Debemos pensar

esto: que no nos faltará nada absolutamente de aque- llo que pueda conducir a nuestra salvacióri y a nues- tro bien si Cristo es nuestro; q ciertamente se7.ú El nz~esh-o y nuestras todas sus cosus, si nos ~ I I O ~ , K L ? I L ~ S

en El con fe cierta, si en El descansamos, si en El ~rris- ,no pone~nos la salz~d, la vida, todas nuestras cosas, en fin; si esperamos con toda seguridad que jamás suce- derá el que El nos abandone. Pues El misrno parece co- mo que se nos viene a las.manos para que recibamos tantos bienes mediante la fe.

Aquéllos, empero, que no contentos con Cristo, se esfuerzan en penetrar más alto, provocan contra sí la ira de Dios, y al querer entrar en el abismo de la rna- jestad de Dios, son oprimidos por su gloria (Prov. 25-2-6). Como sea Cristo Señor nuestro, aquel e r ~ el cual el Padre ha elegido desde la eternidad a aquellos que quiso fueran suyos y los contó entre la grey de su Iglesia, tenemos un testirnonio suficientemente claro de que nosotros estamos elegidos por Dios y pertenece- mos a su Iglesia, si es que comunica7nos con Cristo.

De otra manera sería cosa inútil y de ningún fruto que creyésemos que existía la Iglesia Universal si cada cual no creyera que es miembro de la misma.

Por 1~ demás y respecto de los otros, no está en nuestro poder el juzgar si son o no de la Iglesia, si son réprobos o elegidos. Pues ésta es una prerrogativa sin- gularísima de Dios el saber quienes son de El, como lo atestigua Pablo ( 2 . T i m . 2-19). Y para que la temeri- dad del hombre no vaya demasiado allá, los aconteci- mientos de cada día nos enseñan en cuánto superan los juicios de Dios a nuestra comprensión. Pues algu- nos que aparecían perdidos completamente y como a

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tales se les lloraba, volvicron al buen camino por la bondad divina, al contrario, algunos que parecía esta- ban sobre los derliás, cayeron ccn frccilencia. Sólo los ojos de Dios puede11 ver quiénes l?erseverarán hasta el fín (Mat. 34-13), lo cual es, en últirrio término, el prin- cipio de la salud (Mat. 16).

&Ias, aunque no podemos saber con certeza de fe, quiénes son los elegidos; sin embargo, cuando la Es- critura nos da ciertas notas, corno hernos dicho antes, por las cuales podamos distinguir a los que son elegi- dos e hijo2 de Dios de los que son réprobos y exfrafios a El, e? cuanto que El quiere sean por nosotros corio- cidos. Con cierto juicio de caridad deben ser con,sitie- rndos 71 Lenidos como elegidos de Dios I / ~niembi-os de la Iglesia a lodos aquellos que confiesan, como nos- ~ t r o s , a l mismo Dios y al mismo Cristo con la confesión de la misrna fe, con el ejemplo de la vida y con la par- ticipación de los sacramentos. Y aunque haya en sus vidas el residuo de alguna imperfección (ya que nadie aquí puede ser perfecto), con tal que no se gioríen y se complazcan demasiado en sus vicios y esperen bien de ellos, es de esperar que mediante el impulso benéfi- co de Dios, aprovecharán cada día en lo mejor hasta que, despojados de toda imperfección, lleguen a la eterna bienaventuranza de los elegidos. La Escritura nos define con estas notas a los elegidos de Dios, a los iiijos de Dios, al pueblo de Dios, a la Ig le~ia de dio^, a fin de que por nosotros puedan ser conocidos. Aquellos, empero, que no están conformes con nosotros en la m i ~ m a fc, o que aún cuando la confiesen con los la- bios, sin cmbargo, niegan con las obras al Dios que con los labios confiesen, (como suele suceder con tantos que vemos en la vida completarncnte perdidos, ebrios cn la voluntad de pecar, y corno adormecidos y des-

cansando tranquilos en sus malclades), todos Cstos eri sí dan las sellales de no pertenecer 3 la Iglesia o ser rnierlibros dc ella (1).

Obediencia libre y esponta~ica

"Corno quiera que no sc encuentra riingiíri liornbre, bárbaro o salvaje quc no sra afectado por algiina opí- nión religiosa, se desprende de ello que todos hernos sido creados para estc fin: que coriozcarrios la rnajes- tad de nuestro Creador, y habiéridola conocido le ten- gamos cn la niayor e s t i ~ ~ ~ a , y le honrcrrlos cori todo te- mor, amor y reverencia"

"Pues nosotros no sabemos ui agradar& a Dios lia- ccrlcs misericordia y traerles al carriin~ dc la salva- ción. Más bien debemos esperarlo, puesto que totlos son creados a la iinag'en dc Dios. Y pucuto que nues- tra salvacióri no procede sino de la pura bondad gra- tuita de nuestro Dios, ¿por qué no liaría El lo rriikrrio con aquellos que se hallan a l presente en el camino de perdición corno nosotros estuvimos? (2).

La segunda coFa en que consiste la libertad cristia- !la, y que depende de la aritcrior, es que las coricierlcias obedezcan a la ley, no conlo obliyadas por la nccesiclad de la ley, sino que, lihres ya del yugo cie la ley, de sí mismas obedezcan a la voluntad de Dios. Puesto que han de estar en continuos terrores, en tanto cluc cstkn bajo el domjnio de la ley, jamás podrán dar. a Dios aquella pronta y alegre obedicncia, si antes no son adornadas o enriquecidas con semejante libertad. Lo que qucremos decir, lo explicaremos mejor y rriás cla-

( 1 ) . INSTTTUCION DE L A RELTG1C)N CR.TSTTANA. nr !a prirncra edición latitia esr,rita. por .J!inn Calvino rn el afio IFi.?fi, ' ~ r i ~ i l i r < ' ( : i t i i i r7p

.I Ternn, L a s cit:~!: bíblicas fueron añadidas eii las ult.iiiias rclicioiirs p ib l i cadas por (Jalviiio a niecliadns del siglo XVT.

( 2 ) . Serni611 sobre J a 1,"pistola a Tiiiioleo. ( C a l v . O l i TJIIT cap. 13.5).

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A S Y FUE CALVINO

rarnente con un ejernplo. Es un precepto de la ley, el que arnernos a Dios con todo nuestro corazón, con toda rluestra alma y con toda nuestras fuerzas. Para que es- to pueda ser liecho, precisa que el alma esté antes li- bre y vacía de todo otro pensarriiento y seritirnierito; que el corazón esté limpio de todos los deseos, y que l :~s fuerzas estén todas ellas empleadas en esto.

Ved ahí cómo todas nuestras obras están sujetas a la maldición dé la ley, si es que queremos hacerlas al modo de la ley. ¿Pues, de qué manera entonces se dis- 1,ondrAn las: irifelices alinas para obrar correctamen- te, y para que puedan confiar no estar sujetas a la maltiición en todo lo que hacen?

Si nuevamente libradas de las exigencias de la ley, o rrlejor de todo el rigor de ella, oyen que son llama- das por Dios con paternal suavidad, responderán con- lentas y alegres al cliie les llama, y le seguirán a don- dequiera clue los quiera llevar. En suma, los que gi- men bajo el yugo de la ley, son semejantes a los escla- vos, a los cuales es necesario que cada día les estén mandando sus amos en cada cosa que han de hacer. Porque éstos ninguna cosa piensan haber hecho; ni se atreven a aparecer delante de sus amos, sin que por entero hayan primero hecho la tasa que sus amos les habían puesto. Pero los hijos, que son tratados por los padres más liberal y dulcemente, no dudan en ofrecer- les obras empezadas o hechas a medias, y aún teniendo algc de irnperfccto o vicioso; los hijos están confiados en que su obediencia y prontitud de Animo serán acep- tadas, aunqm les ofrezcan las cosas rnenos exactamen- te hechas de lo que desearían. Así a nosotros, nos con- viene ser, que confiemos con toda seguridad en que riuestr.os obsequios serán ciertamente recibidos y apro- tiados por nuestro indulge~itísimo Padre, cualesquiera

que ellos sean y por imperfectos y rudos que sean. Y, en verdad, que esta confianza no nos es poco necesa- ria; pues, sin ella, en vano nos esforzamos. Pues cier- tamente Dios no se creerá honrado con ninguna de nuestras obras sino con aquellas que con toda sin- ceridad hagamos para honrarle. Pero ¿quién podrá hacer tal cosa con semejantes terrores dudando de si Dios será agradado u ofendido con nuestra obra?

Cuando, pues, Pablo exhortó a los fíeles a no per- mitir que el pecado reinase en su cuerpo mortal, y a que no presentasen sus miembros al pecado por ins- trumentos de iniquidad; mas que se ofreciesen a Dios como resucitados de los muertos, y sus miembros a Dios como instrumentos de justicia; ellos, por el con- trario, podrían objetarle que llevaban todavía una carne llena de concupiscencias, y que habitaba todavía en ellos el pecado. El, empero, añade esta consolación, que estaban libres de la ley, como si dijera: Aún cuan- do no sientan completamente que el pecado ha sidcj de1 todo extinguido en ellos, y aunque la justicia no vive del todo en sus almas; no hay, sin embargo, por- qué tener miedo o decaer de ánimo, como si perpetua- mente tuvieran a Dios ofendido por las reliquias del pecado, cuando por la gracia han sido libertados, pa- ra que sus obras no sean examinadas por tal regla, es, a saber, la de la ley. Pero los que infieren de aquí que podernos pecar, puesto que no estamos bajo la ley, en- tiendan los tales que esta libertad en nada tiene que ver con tal pretensión, ya que el fin de ella es animar- nos más y más al bien (1).

(1). Instrucción y confesión de Fe. (Cal . 011. XXII cap. 33).

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La Sra.

Thea Van

Halserna

es una escritora bien capacitada para escribir una biografía de Calvino, ya que ha ectado sieriipre en íntimo contacto con las iglesias que siguen las enseñanzas de este gran Reformador.

Nac ida y educada sn el hogar d e un profesor d e Semi- nario de la lqlesia Cristiana Reformada, el Dr. Clarence Bouma; casó con un pastor de la misma iglesia, el Rev. Dick Van Halsenia, cuyo padre y abuelo fueron pastores también.

Se graduó en la Escuela Cristiana Superior de Grand Rapids, y en el Colegio de Calvino d e la inisina cii idad. Tuvo una beca en la Wesi-ern Reserve University, !lepart.jment.o de O b r a Social, de Cleveland (Ohio) y por cuatro años t i cJa ió coino consejera de las fainilias, ayudando a resolver con su habi l idad caracfei-ística, bendecida por el S ~ ñ o r , niuchcs pro- blemas de adultos y jóvenes.

La autora es amplianiente conocida p c r s arf;culos para la juventud en el seinanario THE BANNER SJ interés par2 escribir esta biografía, fué despertado a l ser nombicdci iiiie~ritsro del Comité para el Ceritenaiio de Calvino, en 1957