art_tejera_r_cultura política poder y racionalidad
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7/25/2019 Art_Tejera_R_Cultura Poltica Poder y Racionalidad
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Alteridades
ISSN: 0188-7017
Universidad Autnoma Metropolitana Unidad
Iztapalapa
Mxico
Tejera Gaona, Hctor
Cultura poltica, poder y racionalidad
Alteridades, vol. 8, nm. 16, julio-diciembre, 1998, pp. 145-157
Universidad Autnoma Metropolitana Unidad Iztapalapa
Distrito Federal, Mxico
Available in: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=74781615
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Cultura poltica, poder y racionalidad
HCTOR TEJERA GAONA*
* Departamento de Antropologa, Universidad Autnoma Metropolitana-Iztapalapa.1 Gilberto Gimnez nos recuerda que con excepcin de las definiciones normativas, inapropiadas para la tarea cientf
todas las dems formas de definicin pueden ser utilizadas y de hecho han sido utilizadas para circunscribir el mbitolos llamados fenmenos culturales. Y no hay inconveniente en ello, con tal de que cumplan con su funcin de identificlaramente el tipo de fenmenos al que se refieren (Gimnez, 1994: 35).
2 En este sentido, comparto parcialmente la preocupacin de Roberto Varela cuando afirma: No veo que se haya estableccomo concepto analtico el concepto mismo de cultura poltica: a lo ms, es un cmodo concepto descriptivo que puservirnos en forma limitada para circunscribir provisionalmente un fenmeno (Varela, 1993: 109).
En este artculo me propongo presentar algunos pro-blemas derivados del estudio de la cultura poltica,especialmente en lo que se refiere a su definicin comotal y a los aspectos que considero ms relevantes paraabordarla, al tiempo que realizar la crtica de algunasestrategias planteadas recientemente, en las cualesdicho estudio se considera accesorio o incluso irrele-
vante para comprender el comportamiento poltico delos mexicanos.
Desde sus inicios, el ncleo fundamental de la re-flexin antropolgica ha girado alrededor de la cultura
y su conceptualizacin y muestra de ello son las diver-sas definiciones de cultura elaboradas por antrop-logos, y es sumamente probable adems de desea-
ble que se continen construyendo muchas ms.
stas tendrn mayor o menor xito dependiendo desus posibilidades de explicar los fenmenos que seestudian y de dar cuenta de sus relaciones.1Coincidocon Gimnez en que estudiar la cultura significa:
POLITICAL CULTURE, POWER AND RATIONALITY. The purpose of the author is to introduce some problederived from the study of political culture -specially concerning its definition-, the most outstanding aspectsapproach it as well as an analysis of some of the strategies recently set forth in which the mentioned studyconsidered as extrinsic or even irrelevant in order to understand the political behaviour of Mexican people
...elaborar un discurso controlado y refutable sobr
misma. Lo de controlado se refiere a la necesidad
someter a controles especficos el lxico, los paradigm
y los modelos que generan ese discurso. Lo refutab
quiere decir que el discurso en cuestin tiene que def
y prever los criterios especficos de su propia validac
segn parmetros compartidos por la comunidad cient
(Gimnez, 1994: 33).
Se requiere, por tanto, no solamente garantizarconsistencia de la definicin en trminos de un padigma especfico sino tambin su puesta a pruebael terreno de la investigacin. Este es uno de los defos que enfrentarn muchas de las diversas deficiones de cultura poltica que se han propuesto en
ltimas dcadas.2Sin embargo, no se trata solamede que existaunconcepto analtico. En realidad, puedexistir diversos, dependiendo de las perspectivas tricas a partir de las cuales se elaboren, siempr
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cuando muestren su eficacia hermenutica en cuantoa los fenmenos culturales relacionados con la di-mensin poltica.
No obstante la importancia del anlisis cultural enla antropologa, los estudiosos de esta disciplina hantenido que reconocer no sin cierta desazn quefueron los socilogos anglosajones quienes aplicaronpor vez primera el concepto de cultura ms espec-ficamente el de cultura poltica para analizar la re-lacin entre el sistema social y el poltico, basndosepara ello en la entonces influyente escuela de cultura
y personalidad, tan importante en la antropologanorteamericana durante las dcadas de los cuarenta
y los cincuenta.Como se sabe, Gabriel Almond propuso en 1956
que los sistemas polticos podan ser estudiados conbase en un enfoque que investigara las manifestacionesculturales de una sociedad y su relacin con la exis-tencia de ciertos regmenes polticos. Es en el estudioque l realiz en conjunto con Sydney Verba (1963)
donde se presentan entre otros pases los resulta-dos para el caso mexicano. Ambos analizan las orien-taciones polticas con respecto al sistema poltico (Al-mond y Verba, 1963: 10) basndose en elementos cog-noscitivos, evaluativos y afectivos, y a partir de ellosconsideran que la cultura poltica puede clasificarseen tres formas:
la parroquial, propia de sociedades poco drenciadas donde las funciones polticas se cuentran insertas en otras instituciones socia
la de subordinacin, pasiva y asociada a la extencia de regmenes autoritarios y, la de participacin, idealmente aquella que
vorece la existencia de regmenes democrtidebido a los deseos de los individuos por ejersus derechos y obligaciones.3
En el contexto de la teora sociolgica de las dcadde los cincuenta y los sesenta, sustentada en la flexin dicotmica entre sociedad tradicional y socdad moderna, y de las condiciones para la transicde la primera a la segunda, la premisa que subyacla visin general de la sociologa de la cultura polt
influida por Almond y Verba es que existe una estrecrelacin entre cambio cultural y transformacin socLa modernizacin social causa una transformaccultural que, a su vez, propicia el cambio hacia usociedad democrtica (moderna).
Quiz uno de los aspectos ms criticados de propuestas de Almond y Verba haya sido precisamte el nfasis en la estrecha relacin entre autoritaris
y cultura sbdito, y entre democracia y cultura partpativa. No obstante, Gabriel Almond ha modificadesquema inicial en favor de una propuesta que, si bcontina poniendo el nfasis en los aspectos normati
y por ende integrativosde la cultura, es menos mecnque las concepciones iniciales. As, en cuanto a la recin entre sistema poltico y contexto cultural afirm
la relacin entre estructura poltica y culturas es inter
tiva; no pueden explicarse las propensiones cultura
sin hacer referencia a la experiencia histrica y las li
taciones y oportunidades estructurales contemporne
y ello, por su lado, establece un conjunto de patrones
titudinales que tienden a persistir en alguna form
grado y por un significativo periodo de tiempo, a pesa
los esfuerzos por transfomarlos (Almond, 1983: 127 c
do en Booth y Seligson, 1984: 118. Traduccin nuest
Esta propuesta mantiene, sin embargo, una pepectiva que no toma en consideracin los procesosteractivos y comunicativos propios de las sociedadcontemporneas y, en consecuencia, persiste en ela premisa de que la cultura significa un obstcpara las transformaciones sociopolticas. Por ello, m
3 Uno de los postulados principales de los estudios de Almond y Verba fue que exista una correlacin entre los sistempolticos y el tipo de cultura poltica de una sociedad. De esta forma, se afirmaba que cada tipo de cultura poltica combinacin de sus elementos componentes prefiguraba un cierto tipo de rgimen poltico.
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all de los intentos de Almond por superar la relacinconcomitante entre cultura poltica y sistema pol-tico, dicha relacin se mantiene como tendencia. Sin
embargo, existe una serie de problemas que debenresolverse en cuanto a dicha relacin. Por ejemplo,cmo explicar la discrepancia entre los valores de losmexicanos y su sistema poltico? ya que, como Booth
y Seligson reconocen en su estudio sobre la culturapoltica en el medio rural y urbano de Mxico:
Aun cuando se acepte la primera visin del vnculo causal
directo o la visin relajada de Almond, la cultura y la
estructura aparecen inextricablemente relacionadas para
los estudiosos de la cultura poltica. Nuestro anlisis ha
fallado en cubrir dicha relacin y esto puede poner en
duda la teora. Esto es, nuestros datos muestran una
vasta cultura poltica democrtica al seno de un rgimenpoltico esencialmente autoritario; y es difcil de entender
cmo uno puede ser causa del otro o cmo ambos pueden
estar mutuamente interactuando. Admitmoslo, los datos
que hemos presentado estn limitados a un solo pas, y la
muestra no refleja el total de la poblacin. Sin embargo,
creemos que los hallazgos son lo suficientemente claros
como para requerir que los expliquemos. Nuestros datos
sugieren queuno no puede explicar la naturaleza autoritaria
del sistema poltico mexicano como consecuencia de una
cultura poltica masivamente autoritaria. Si nuestros datos
reflejan en lo general el conjunto de la poblacin mexicana,
podemos concluir que los mexicanos apoyan fuertemente
las libertades democrticas, un patrn muy lejos de la
cultura poltica autoritaria que nosotros creamos que
exista en Mxico (Booth y Seligson, 1984: 118. Traduccin
y cursivas nuestras).
Habra que mencionar que subsiste en la obra deAlmond y Verba una valoracin positiva de la culturaparticipativa, sin considerar que tanto la extrema apa-ta como la excesiva participacin pueden obstaculi-zar el funcionamiento de un sistema democrtico. Laprimera, debido a que los canales formales o institu-cionales a travs de las cuales se ejerce la democracia
no operan debido a la carencia de participantes; lasegunda, porque la accin exagerada profundiza losantagonismos polticos (Gutirrez, 1996: 6). Existeadems otra cuestin relacionada con la participacinciudadana que dichos autores no abordan en su an-lisis: su eficacia poltica. La injerencia en los asuntospolticos por parte de los ciudadanos o las organiza-
ciones civiles no necesariamente implica un camen la poltica gubernamental. Como afirma Lip(1993: 155):
Por una parte, los miembros pueden presentar un b
nivel de participacin poltica en una organizacin o
ciedad, pero sin embargo influir en la poltica por su
pacidad de retirar o brindar el apoyo electoral a una u o
de las diferentes burocracias que rivalizan por el pod
Por otro lado, una sociedad o ciudadana puede asistir
gularmente a reuniones, pertenecer a un gran nmero
organizaciones polticas y hasta poseer una elevada p
porcin de votantes que concurran a las urnas y sin e
bargo tener poca o ninguna influencia en la poltica.
An cuando en la actualidad difcilmente podam
encontrar algn cientfico social que se adscriba pnamente a la posicin de Almond y Verba, es pertinemencionar un ltimo aspecto que pone en entredic
buena parte de sus postulados: la historia de Mxiespecialmente la de los ltimos noventa aos. Unolos temas preferidos de la ciencia poltica nacionaextranjera ha sido la existencia del rgimen de pado de Estado, pero las innumerables movilizacionsociales que han caracterizado la vida poltica del pen este siglo hacen difcil clasificar la cultura poltde los mexicanos en un esquema sustancialmente prroquial o de subordinacin.
Por otra parte, la crtica de los antroplogos se
dirigido a la perspectiva psicologista que tie el ansis iniciado por Almond y Verba,4que indudablemeha ocupado un lugar importante en el desarrollo dinvestigacin y estudio sobre la cultura poltica de mexicanos. Simplemente habra que recordar losclsicos trabajos de Samuel Ramos sobre la psicolodel mexicano y, posteriormente las investigacionesRafael Segovia (1975) sobre el carcter autoritario denios mexicanos. Cabra tambin destacar el estude Fromm y Maccoby (1970) en una villa campesinala que encuentran una cultura poltica con escascontenidos democrticos.
Puede argumentarse que el anlisis de la cultu
poltica es incompleto si no profundiza en la dimesin individual y, en efecto, algunos investigadoresla cultura poltica han intentado, por ejemplo, profudizar en las motivaciones individuales de los polticcon el propsito de establecer algunos patrones gerales de comportamiento, as como entender e inclupredecir sus acciones.5
4 Como los propios autores lo reconocen, El presente trabajo ha sido influenciado, especficamente, por la cultupersonalidad o enfoque psicocultural con relacin al estudio de los fenmenos polticos (Almond y Verba, 1963: 6)
5 Sobre los estudios acerca de las motivaciones puede consultarse: Payne,1972, y Payne, et al., 1984.
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No obstante, la antropologa se ha propuesto es-tudiar la cultura poltica desde una perspectiva nosolamente ms acorde con el orden simblico de lo po-
ltico (Nivn, 1990: 39),
sino tambin con los efectos dela accin social (en la cual dicho orden simblico juegaun importante papel) sobre las estructuras de poder.El propsito ha sido comprender los procesos que danlugar a las transformaciones en las relaciones e insti-tuciones polticas. En consecuencia, el nfasis en lainvestigacin se ha dirigido a la explicacin de las pre-misas y las causas de la accin e interaccin polticade diversos grupos sociales, as como de los efectos destas sobre su entorno. Dicho nfasis puede explicarseen la medida en que la perspectiva antropolgica de ladimensin cultural es fundamentalmente social. Comoapunta extensamente Victor Turner:
Las tcnicas y los conceptos del antroplogo le capacitan
para analizar competentemente las interrelaciones entre
los datos asociados al polo ideolgico del sentido. Igual-
mente le capacitan para analizar la conducta social diri-
gida hacia el smbolo dominante total. Lo que no puede
hacer, en cambio, con su preparacin actual, es discriminar
entre las fuentes precisas de los sentimientos y deseos
inconscientes que determinan en gran parte la forma ex-
terna del smbolo, seleccionan unos objetos naturales con
preferencia a otros para servir como smbolos y explican
ciertos aspectos de la conducta asociada a los smbolos.
Para l es suficiente decir que el smbolo evoca emociones.
El smbolo como una unidad de accin... se convierte en
objeto de estudio tanto de la antropologa como de la psi-
cologa... (pero) Para l (el antroplogo) el smbolo ritual es
en primer trmino un factor en una dinmica de grupos,
y en consecuencia sus aspectos de mayor inters son sus
referencias a los grupos, las relaciones, los valores, las nor-
mas y las creencias de una sociedad... En otras palabras,
el antroplogo trata el polo sensorial del significado como
si fuera una constante, mientras que los aspectos sociales e
ideolgicos los trata como variables cuyas interdependencias
tiene que explicar(Turner, 1980: 40. Cursivas nuestras).
Cultura poltica o simplemente cultura
Los antroplogos y los no antroplogos dedicados alestudio de la cultura poltica usualmente postulan ose adscriben a una definicin de cultura en general, yposteriormente elaboran una definicin particularpara referirse a la cultura poltica. Pareciera entoncesque la poltica no fuese una dimensin intrnseca del
proceso cultural sino que, por el contrario, requirra anexarse a la definicin genrica de cultura. Coejemplo, cito a Roberto Gutirrez cuando define a
cultura poltica como:
sntesis heterognea y eventualmente contradictoria
valores, conocimientos, opiniones, creencias y expectat
que conforman la identidad poltica de ciudadanos, gru
sociales u organizaciones polticas. Como podr obs
varse, en esta definicin se establece una diferenciac
entre el plano psico-cultural y el estrictamente conductu
subrayando que las premisas culturales se derivan de
bitos y formas de comportamiento que, evidenteme
deben ser ledos como portadores de cierto significa
Complementariamente, en este tratamiento de la catego
de cultura poltica, que como podr observarse no excl
la definicin clsica de Almond y Verba aunque la sehacia un campo de anlisis complementario, se encuen
en juego una concepcin de cultura que debe hacerse ex
cita. Recurrimos para ello a Clifford Geertz (1987: 2
quien afirma que el concepto de cultura es esencialme
un concepto semitico. Creyendo con Max Weber qu
hombre es un animal inserto en tramas de significa
nes que l mismo ha tejido, considero que la cultura es
urdimbre y que el anlisis de la cultura ha de ser,
tanto, no una ciencia experimental en busca de leyes, s
una ciencia interpretativa en busca de significaciones
que busco es la explicacin interpretando expresiones
ciales que son enigmticas en su superficie (Gutir
1996: 43-44).
Es comn que al definir la cultura se tienda a pode lado un aspecto central de todo proceso culturalcuestin del poder como un elemento consustanc
y solamente al momento de definirla como cultupoltica se retome dicha cuestin. Otro ejemplo esde Roberto Varela, quien precisa que la cultura esmatriz consciente e inconsciente, que otorga sental comportamiento social y la creencia (1996: 37define a la cultura poltica como: el conjunto de sign
y smbolos que afectan a las estructuras de pod
(Varela, 1996: 51).No obstante resulta difcil explicar un proceso c
tural, una cultura, sin tomar en cuenta por qu alnos signos y smbolos son dominantes y otros no; qu algunas prcticas son generales y otras no; por qhay consenso en cuanto a algunas tradiciones, costu
bres usos y valores y sobre otras no existe; explicacque se requiere para responder a las preguntas cse construye la hegemona?,6cmo se generan
6 Siguiendo la posicin de Comaroff y Comaroff (1992: 29) entendemos hegemona como esa parte de ideologa dominaque se ha naturalizado, y ha ideado un mundo tangible a su imagen.
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acuerdos sociales?, cmo es posible que la autoridadsiguiendo a Weber se haya convertido en un poderlegitimado? En este mismo orden de ideas, por quen las encuestas los mexicanos parecen legitimar elrgimen poltico y, al mismo tiempo, desaprueban lalegitimidad del gobierno?7
Las definiciones de cultura son, en general, enun-
ciados de los elementos que la componen (valores,costumbres, smbolos, etctera), mas no se integra alas mismas la relacin que estos elementos guardanentre s. Si fuera el caso, muy probablemente el poder
y su ejercicio (una de cuyas formas podra ser la pol-tica) estaran desde hace tiempo incluidos en dichasdefiniciones. Mientras que en la perspectiva antropo-lgica la conciencia colectiva de corte durkheimianose privilegie por encima de la conciencia social, serdifcil explicar la diversidad.
El problema al que nos enfrentamos cuando se tenta formular una caracterizacin de la cultura polca de una determinada entidad social radica en qu
experiencia cotidiana y, en su caso, la accin poltimoldean en distintos grados los hbitos, modosvida, percepciones y estilos de ejercicio y, en concuencia, parecen modificar constantemente sus ractersticas. En general la premisa antropolgica qnos permite hablar de cultura es que sta se mantiea travs del tiempo. Meyer Fortes, por ejemplo, enobra Time and Social Structureand other Essays (19263), sugera que se utilizara el mtodo estadstiespecficamente la medida de tendencia central queconoce como moda, para delimitar aquellas normque rigen determinada relacin especfica.8Sin e
bargo, la cuestin es ms compleja ya que se requie
como dira Wallace, comparar las visiones de la ctura que insisten en la reproduccin de la uniformidcon aquellas que sustentan la organizacin de la
versidad; en sntesis, conocer:
Cmo las sociedades aseguran que las diversos con
mientos de adultos y nios, hombres y mujeres, guerre
y chamanes, esclavos y seores se articulan para form
las estructuras equivalentes que son la substancia d
vida social (Wallace, 1970: 110, citado en Wolf, 1990: 5
Traduccin nuestra).
En una sociedad donde existen relaciones de minacin y desigualdad con base en la presenciaclases sociales, diversas etnicidades y distintas rgiones, entre otros elementos, cada sector que la tegra manifestar percepciones distintas sobre asptos similares. Por ejemplo, qu significa la democracLa consideracin de Esteban Krotz sobre que el estude la cultura poltica en Mxico obliga al reconocimito de la pluriculturalidad,9asume como aspectos a csiderar en dicha cultura la hegemona y el consen
7 Vctor Manuel Durand nos dice: La mayora de los mexicanos consideran que el rgimen poltico mexicano es democrtCuando se pregunt Usted considera que en Mxico existe o no existe la democracia? el 59.4 por ciento responafirmativamente. El 18.7 por ciento afirm que la democracia existe slo algunas veces y una minora, 7.6 por ciento, que la democracia no exista ... No hay duda que el rgimen cuenta con una gran legitimidad entre la poblacinsatisfaccin que sienten los mexicanos con el rgimen no se presenta con la misma magnitud en el caso del gobierCuando se pregunt Qu tanto confa en que el gobierno de Mxico hace lo correcto? Confa siempre, la mayor partetiempo, solamente a veces, o casi nunca? las respuestas dicotomizadas nos indican que poco ms de la mitad no conel 53.8 por ciento, contra el 42.4 por ciento que confa siempre o la mayor parte del tiempo, el resto, 3.7 por ciento no sao no contest, que en este caso es insignificante (Durand, 1994: 7 y 12).
8 Por supuesto las encuestas pueden constatar la presencia de ciertos elementos de la cultura poltica con referencia aindicadores establecidos por quienes la disean. Pero los procesos mediante los cuales la cultura poltica se transformapueden ser establecidos mediante este tipo de tcnicas de investigacin emprica.
9 El estudio de la cultura poltica en Mxico lleva inevitablemente al reconocimiento de la pluriculturalidad realmeexistente. Esta diversidad cultural se refiere tambin a las formas de concebir y de justificar, de ejercer y de estructuel poder y no es anulada por la existencia de elementos culturales ampliamente compartidos en el pas a causa de la histnacional y de la accin de las instituciones estatales (Krotz, 1996: 31-32).
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por una parte, y los diversos proyectos del sistemapoltico y social, por otra. Sostiene, adems, una pers-pectiva que desde nuestro punto de vista es central y
que podemos enunciar de la siguiente manera: en lacultura poltica hay ms cultura que poltica. En suspalabras:
O es que no se asoman en las adivinanzas, angustias,
esperanzas y conductas de fin de sexenio de las clases me-
dias, de los funcionarios y polticos en torno a la designacin
de candidatos para la ocupacin de puestos administra-
tivos y de representacin poltica, los mismos elementos
centrales de su cultura poltica que se pueden observar en
su comportamiento cotidiano en relacin con las ms
diversas instancias de la burocracia administrativa, asis-
tencias, judicial, policiaca, fiscal? No se aprecia, por
ejemplo, en anlisis de los mbitos tan dismiles como loson las instituciones universitarias, partidos de oposicin
e instancias eclesisticas, no slo modos muy semejan-
tes de ejercer el poder sino tambin formas igualmente
semejantes de pensarlo, de justificarlo y de ritualizarlo?
(Krotz, 1996: 21).
Cultura y poder
Ms all de los adjetivos que reciba el estudio culturalde los procesos polticos, en los ltimos aos se hahecho cada vez ms evidente que una parte central enla discusin sobre la cultura poltica est relacionadacon el poder. Ya desde 1985, Krotz defina a la cultu-ra poltica como: el universo simblico asociado alejercicio y las estructuras de poder o, mejor, los uni-
versos simblicos asociados a los ejercicios y estruc-turas de poder (Krotz, 1985: 121).
La poltica sera la accin o el conjunto de accionesque modifican de una u otra manera las estructurasde poder existentes. Ms recientemente Jorge Alonsonos dice:
La cultura poltica se refiere a sentimientos, creencias,
valoraciones que dan significado a lo poltico. De algunamanera se refiere a diversos ethos en torno a las relaciones
de poder... La cultura implica un sentido compartido que
se da a la existencia. Pero la gente no tiene creencias u
formes, y una misma cosa es apreciada desde diferen
puntos de vista y desde diversas escalas de observac
Pese a esto, prevalece una organizacin de significadointeraccin. La accin poltica contiene un fuerte conten
simblico. Hace y produce efectos en su comunicacin
representaciones. La cultura poltica se mueve entre lo
existe y lo que se quiere que exista (Alonso, 1996: 19
Alonso, adems de coincidir con Krotz en cuantla doble particularidad de la cultura como generalid
como conciencia colectiva y como diversidad, coproceso de reinterpretacin, nos ofrece una propuesobre la cultura poltica que toma en cuenta un aspto a nuestro parecer central: el de su contenido coposibilidady utopa.10Para que esta ltima se reali
se requiere del ejercicio del poder, por lo que es imptante hacer algunas consideraciones sobre el mism
Analticamente, pueden distinguirse al mencuatro tipos de poder: el primero sera como atribpersonal en tanto potencia o capacidad de un indduo para ejercerlo; el segundo, la posibilidad por pade alguien de imponer sus decisiones determinanlas acciones de otros en un contexto interpersonaltercero, siguiendo la propuesta de Richard Adams, triba en la capacidad de controlar los flujos de enerque constituyen parte del entorno de otros individuo
y es mejor definido por Eric Wolf como poder tcticorganizacional; por ltimo, el cuarto es aquel que tiela posibilidad de estructurar los campos posiblesaccin de otros (Wolf, 1990: 586). Con esta separacanaltica no pretendo, sin embargo, asumir queexplicacin del poder se sustenta en la superposicde sus esferas de ejercicio (Arno, 1993: 42), que tdran como punto de partida las relaciones didi(Radcliffe-Brown, 1977), con base en las cuales el pose expande a otras esferas de la vida social.
Cuando hablamos de poder en el mbito de la ctura poltica, hacemos referencia a aquellos proceorganizativos de las relaciones de produccin, repduccin y consumo de los bienes (materiales o s
blicos) de una sociedad determinada, donde el podelimita el cundo, el cmo y el por qu se accedcada una de dichas relaciones.
10 Como dice Danielle Miterrand (1996: 47), la utopa es la energa misma de la accin. Para un estudio ms especficola utopa puede verse Krotz, (1988).
11 La definicin de Roberto Varela sobre la poltica se refiere a este concepto de poder cuando afirma: Defino, inspirndoen Adams, como poltica la accin que produce un efecto mantenimiento, fortalecimiento, debilitamiento, alteractransformacin parcial o radical en la estructura de poder de una unidad operante en cualquier nivel de integracin solocal, provincial, estatal nacional, internacional, mundial, excluidos los protoniveles (individuos y unidades domsticEl estudio de la poltica, por tanto, incluye la caracterizacin de estructuras de poder, la determinacin de acciones influyen en ellas y la identificacin de unidades operantes que las producen (Varela, 1996: 51).
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Podemos encontrar dos grandes corrientes en la re-flexin sobre la cultura poltica: por una parte, la quela considera un sistema de creencias empricas, sm-
bolos expresivos y valores que definen la situacin delgrupo al momento de la accin poltica (Almond yVerba, 1980: 29) y, por la otra, aquella que podraresumirse as:
la cultura poltica es un conjunto de interpretacio-nes heterogneas y a veces contradictorias y des-articuladas de valores, conocimientos, opiniones,creencias y expectativas que integran la identidadpoltica de los ciudadanos, grupos sociales u orga-nizaciones polticas (Gutirrez, 1996: 43), conjuntoque se codifica y emplea coyunturalmente con elpropsito de obtener ciertos resultados en benefi-
cio de alguno de los grupos en conflicto (Lipset,1987: 29). Es el conjunto de signos y smbolos queafectan las estructuras de poder (Varela, 1996: 51),como resultado de la combinacin de actuar ypensar los eventos polticos12que se pone en juegocon el propsito de alcanzar ciertos objetivos o espa-cios sociales articulados como proyectos y utopas.
Como corolario, el estudio de la cultura poltica re-quiere tambin analizar cmo se adquiere y detenta elpoder, sus formas de permanencia y transformacin,su expresin en espacios localizados, y cmo se empleanlos rituales para reafirmarlo (Abels, 1992), ya que fre-cuentemente el ritual es empleado para convertir lacultura en discurso y estrategia poltica (Bendix, 1992:770. Vase tambin Abels, 1988).
La formulacin de cartas que justifican la accinsocial, al hacer referencia a reglas o sistemas de creen-cia hegemnicos, puede ser empleada para influir odeterminar el comportamiento de los sujetos sociales.Adems, con base en la resignificacin de dichas cartaso en la elaboracin de nuevas, se abren posibilidadesde justificacin de la accin social (Vase Malinowsky,1974: 49 y ss. y Leach, 1976: 299-300). La cultura portanto puede ser objetivadacon el propsito de legiti-
mar la accin poltica.Entendemos por objetivacinel proceso mediante
el cual un grupo social o un individuo construye un
discurso que insiste o exagera ciertos aspectos deidentidad, vida cotidiana, entorno social, conviccion
y creencias, con el cual reelabora smbolos, espac
sociales y autoafirmaciones (Norton, 1995: 742-74Por un lado, dicha objetivacin permite sancionar siciones y acciones en cuanto al poder y la polticapor otro, como parte sustancial del discurso polties sumamente importante en la construccin de idtidades polticas. Debido a que responde a situacnes coyunturales y que, por lo tanto, se encuentraconstante proceso de transformacin, es un elemeen las relaciones polticas que constantemente dinmiza las percepciones sociales de grupos e individu
y, en esta medida, se convierte en un obstculo enquehacer tipolgico de dichas percepciones socia
y, por consiguiente, en la clasificacin de cultu
polticas.La objetivacin est ntimamente relacionada c
la construccin de identidades de oposicin, de espacdiscursivos donde la historia y la cultura sirven p
justificar la lucha poltica como lo muestra tantocaso de Catalua (Rodrguez, 1996: 111-129) coel movimiento indgena en Mxico. Se forman as idtidades poltico-sociales en cuya constitucin resucentral tanto la seleccin de aspectos de la tradicila historia y su reelaboracin como la invencinotros. Este proceso permite disputar con otros secres sociales el dominio sobre los espacios donde se csifican y establecen nuevas fronteras simblicas (Bodieu, 1987: 475 y ss.), donde resulta central el acca los medios de comunicacin, por la influencia qstos ejercen en los procesos de modificacin en relaciones y la accin poltica al fundar nuevos campde significacin social.13
Habra que distinguir entre cultura poltica, culra cvica y opinin pblica. En lo personal, pienso qla cultura cvica forma parte de la cultura poltica ydefino como: el conjunto de los principios y valores qsustentan los derechos y obligaciones derivados consenso para convivir bajo un determinado rgimpoltico.14
En cuanto a la opinin pblica, ella est ntimamte vinculada con dos cuestiones: en primer lugar, cla relacin entre gobernantes y gobernados co
12 Los eventos polticos, afirma Abels, se expresan fundamentalmente en tres esferas: el debate pblico sobre orientaciones y elecciones que conciernen a una comunidad entera que, por otro, es enfrentada por los profesionalesla poltica y sus respectivos partidos; la poltica como administracin de una colectividad el hombre poltico modecomo empresario pblico; y, por ltimo, como un medio de expresin. Abels afirma que estos tres elementos constitula actividad poltica y le imprimen su actual complejidad (Abels, 1992: 23-24).
13 Lo que explica en parte el xito del EZLN.14 En su clsico estudio sobre la cultura poltica, Almond y Verba definen a la cultura cvica como la manera como
dirigentes polticos toman sus decisiones, sus normas y actitudes, as como las normas y actitudes del ciudadano corriesus relaciones con el gobierno y con los dems ciudadanos (Almond y Verba, 1963:5).
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expresin colectiva y, por tanto como fuerza sobre lopblico y, en segundo, con la construccin del con-senso.15En relacin con este ltimo, si bien en muchos
aspectos la opinin pblica es coyuntural y cambian-te en la medida en que est sujeta a los diferentessectores o grupos que interactan a travs de losmedios de comunicacin masivos, al mismo tiempoexpresa muchos de los contenidos culturales msarraigados de una sociedad.16
Opciones racionales
vs.acciones culturales?
La nocin de actor social en los estudios de culturapoltica ha tomado un lugar importante en la reflexin
antropolgica, ante los problemas explicativos de losestudios sistmicos (Neri, 1996: 525-543). Pero auncuando como dice Esteban Krotz dicha nocinhaya contribuido al reconocimiento de la heteroge-neidad cultural del pas y a la necesidad de pensarnuestra cultura (Krotz, 1993: 25), ha obligado a bus-car nuevas estrategias explicativas en cuanto a laaccin social.
Sin embargo, tambin ha provocado el abandonode la perspectiva cultural ante los obstculos terico-metodolgicos para estudiar la primera desde loscomicios electorales. Adems, parece haber provocadoel retorno de la perspectiva sustentada en el rationalchoicede antigua tradicin en los modelos predicti-
vos de la macroeconoma, pero ahora trasladada a laexplicacin de la relacin entre ciudadanos y sistemapoltico. Como ejemplo, y retomando dicha perspectiva,Jos Antonio Crespo considera que:
Es posible prescindir fundamentalmente de la cultura
poltica como variable explicativa, por ms que en algn
grado y en algn momento pueda intervenir sta para dar
cuenta de algunos procesos especficos, que variarn de
un pas a otro a partir, quiz no slo de las condiciones po-
lticas y el ambiente institucional, sino de las peculiari-
dades culturales del pas en cuestin (Crespo, 1996: 34).
Este mismo autor, que suscribe que al estudiarprocesos polticos son los esquemas costo-benefilos que aportan las explicaciones sustantivas, afirm
Un individuo o sector que poco a poco logre una m
situacin social, que disponga de mayor educacin form
que cuente con ms recursos econmicos y con ma
informacin poltica (as como con la capacidad p
asimilarla e interpretarla), podr tener frente a s una
tinta relacin costo-beneficio respecto de la participac
poltica autnoma; en principio, sta le resultar m
fcil, menos riesgosa y con ms probabilidades de x
En realidad lo que habr cambiando no son los valo
(aunque tambin hayan cambiado en algn sentido), s
las circunstancias polticas, que a su vez han modif
do la relacin costo-beneficio para este actor. La condu
que antes pareca irracional ha dejado de serlo, y tanto puede desplegarse ahora con decisin (...) Pero
necesariamente hay detrs de este tipo de participac
un valor absoluto y supremo que gua la accin polt
como pueden ser la igualdad, la libertad, la democra
etc. Estos valores, desde luego, suelen ser utilizados co
banderas legitimadoras de un movimiento poltico
tiene como mvil alguna demanda o beneficio ms p
ticular. En esa medida la participacin puede orientars
partir de beneficios recibidos ms que a partir del cum
miento de los valores que sustentan la accin (Cres
1996: 32. Cursivas mas).
Por supuesto, Crespo adopta una posicin extreal simplificar la cultura a valores tan generaledifusos como son la igualdad, la libertad y la demcracia, dejando de lado la cuestin de si la cultupoltica se circunscribe exclusivamente a dichos lores. En todo caso, cualquier definicin de cultupoltica, como hemos visto, resultar mucho mamplia y compleja. Pero la cuestin estriba en el argumentativo bajo el cual Crespo sustenta el ansis de los procesos electorales, al sostener que el coportamiento poltico estar ubicado en el mbito derelacin costo-beneficio, aun cuando los individu
pertenezcan a grupos cuyas caractersticas cultura
15 El consenso en el plano de la comunidad tiene por objeto el sistema de creenciasy, por tanto, los valores de fondo. Si usociedad-Estado comparte los mismos objetivos valores tales como libertad, igualdad y creencias pluralistas estamentonces en presencia de una cultura poltica homognea (Sartori, 1997: 58).
16 Una muestra de ello se encuentra en sucesos tales como el escndalo poltico, el cual se ha convertido en un hecho cotidien nuestro pas. Sobran los ejemplos, pero destacan los relacionados con las acusaciones de corrupcin. Ms all dveracidad de los mismos, encontramos que un aspecto consustancial a las campaas polticas que tanto dependeintentan incidir en la opinin pblica es la denuncia de los contrincantes. El discurso poltico se convierte no en un intede regenerar la moral publica, sino de apelar a la violencia simblica del orden social con el propsito de establecer los lmentre lo moral y lo inmoral. Debido a este propsito, parte fundamental del discurso en dichas campaas se dedica ma leer el pasado de los contrincantes a provocar el escndalo que a delinear el futuro probable. Finalmente, comoplanteado Baudrillard, dicho escndalo no es ms que un homenaje a la ley (Baudrillard, 1978: 32).
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y niveles de informacin sean distintos. Al respecto,desde mi perspectiva el problema radica fundamen-talmente en quepresupone que las acciones de los in-
dividuos son racionales con base en los resultados elec-torales.La pregunta bsica de los anlisis electoralesde por qu los ciudadanos votan por determinadopartido puede ser contestada incorrectamente si separte de motivaciones imputadascon base en una l-gica de eleccinsustentada en enunciados formalesdel tipo medios-fines cuyo eje central es la maximiza-cin de beneficios. Como podemos observar, Crespoparte de los resultados electorales para afirmar doscosas: por un lado, que la tesis sustentada por el go-
bierno de que los resultados de los comicios electora-les del ao 1988 eran producto de la crisis econmicafue ms cercana a la realidad en la medida en que las
votaciones dieron el triunfo al Partido RevolucionarioInstitucional (PRI) en las elecciones presidenciales de1994, y, por el otro, que las expectativas acerca de unanueva cultura poltica en Mxico cuya punta de lanzase ubicaba en las elecciones de 1988, fueron hacin-dose aicos conforme se sucedieron los diversos co-micios en el pas, y perecieron en las elecciones de1994 (Crespo, 1996: 26).
Aun aceptando sin conceder que los ciudada-nos hayan emitido un voto de castigo al PRIen 1988,como resultado de la crisis econmica en el sexenio deMiguel de la Madrid, y un voto de apoyo en 1994 apartir del consenso logrado por Carlos Salinas, sin quesu cultura poltica sea sustancialmente distinta en1988 y en 1994, de ello no se desprende que dichosresultados puedan explicarse con base en la relacinmedios-fines.
En el anlisis de Crespo lo social desaparece y lapapeleta, el voto, se configura en el marco inferencialpara explicar la intencionalidad de los electores. Sub-
yace la idea de que los resultados electorales expresan
lo social y, por tanto, manifiestan aspiraciones e cluso utopas por parte de quienes eligen entre un ptido y otro. Lo anterior es ciertamente un paso lgi
pero no es necesariamente correcto en la medidaque se establece una relacin entre lo inmanente aldividuo como deseo o finalidad y lo fenomnico coltivo en su expresin electoral.
La segunda cuestin es que este tipo de anliparece olvidar que la relacin medios-fines est nmamente vinculada a esquemas valorativos que inciden la percepcin de lo que dichos individuos consiran necesario o conveniente para ellos, as como demanera de alcanzarlo. Es cierto que la interpretacde los resultados macroeconmicos con base eninduccin sobre los comportamientos individualesocupado buena parte de la reflexin econmica pe
incluso en los ltimos aos, los economistas han cotinuado reflexionado ampliamente sobre un puntotratado por Max Weber en La tica protestante yespritu del capitalismo: la importancia de la cultucomo una variable que incide en los lmites o poslidades del crecimiento econmico. Vanse, por ejeplo, los trabajos de Lawrence E. Harrison y DavidLandes.17
La ecuacin medios-fines est matizada por contenido sustancialmente valorativo y David Kaptoca el centro de este punto cuando plantea:
Los fines son alternativos cuando la consecucin de un
implica el sacrificio de algn otro; el sacrificio de un fin
necesario para conseguir otro cuando ambos depen
de medios comunes y escasos. Para que los fines sean
ternativos, tambin es necesario que exista alguna esc
comn reconocida de valoracin relativa, como el din
o la hora de trabajo, en funcin de la cual puedan com
rarse los fines. Sin tal escala comn de valores, los fi
no pueden ser sometidos a decisiones economizador
17 Harrison (1992). No obstante que no suscribimos la mayor parte de la interpretacin que realiza Harrison, lo cierto es es un intento por explicar algunos de los problemas econmicos de Norteamrica con base en las transformacioculturales a todos los niveles de la vida social. Tambin es una reflexin de cmo transformar culturalmente a la socie
de este pas para impulsar su crecimiento econmico. Por su parte, Landes (1998: 486 y 487) afirma, al comparar el xeconmico de las empresas japonesas con relacin a las europeas y norteamericanas: Puede ser un error considerar esventajas como una simple cuestin de tcnica, del tomar o del copiar. La gente hace toda la diferencia () En la manufactde automviles, todo esto depende de una perspectiva de grupo que unifica direccin y trabajo no solo en el cometidohacer eficiente la calidad, sino incrementarla continuamente. No se considera que el trabajo se oponga a la innovacin, aen su vertiente de ahorro de trabajo y en las grandes firmas cada trabajador se siente obligado, e incluso es empujadorealizar sugerencias para ahorrar esfuerzo aqu y dinero, incluso unos pocos yenes, all (Uno solamente puepreguntarse cmo la direccin lidia con este torrente de ideas). Todos los que estn en la lnea, son entrenados para realdiversas tareas, y una interrupcin no es una oportunidad para descansar sino para hacer alguna otra cosa () Todo epuede sonar bien, pero no es fcil () Implica una rigurosa subordinacin de la persona a los superiores o al grupo.nota de pie de pgina este profesor emrito de economa e historia de Harvard apunta: El economista Harvey Leibensha establecido el contraste en trminos generales: el ideal en el Este es una visin contractualde corto plazo o un idcontractual de asociacin, ms que un ideal depertenencia a largo plazo. Hay un sentido con el cual el Oeste se represelos contratos implican devocin a una actividad o trabajo (incluso un derecho de propiedad en el trabajo) ms que ulealtad a la firma en general. Traduccin nuestra.
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puesto que no hay forma de decir qu combinacin de
fines rendir el mximo beneficio. Finalmente, la alter-
natividad de los fines implica que estos fines son ilimitados
en el sentido de que no estn sometidos a los frenos cul-
turales y estn colocados en la misma escala de racio-
nalidad econmica. Los medios se convierten en comunes
cuando son moralmente neutrales para los distintos fines,
es decir, cuando no existen condiciones institucionales o
psicolgicas que liguen los medios a un determinado fin
o prohiban su utilizacin para otro fin, de tal forma que
puedan ser destinados con igual eficacia a cualquiera de
los fines que produzcan los mximos beneficios Y, por
supuesto, cuanto ms ilimitados se conciban los fines,
ms escasos resultarn los medios. Los supuestos antes
esbozados implican un marco institucional muy concre-
to, en la ausencia del cual uno no puede comportarse de
forma econmicamente racional, an cuando lo pretenda
(Kaplan, 1976: 216).
Abordar procesos sociales de gran amplitud (porejemplo, el comportamiento electoral) partiendo de hi-ptesis behavioristas que, en todo caso, deberan sercomprobadas, relega el hecho de que el comportamien-to individual se inscribe en procesos culturales queinciden no solamente en la forma en que los individuosactan para la consecucin de sus intereses, sino enla definicin de los mismosy en los resultados finales.
Una preferencia electoral implica una seleccin apartir de diversas posibilidades, pero aun en el casode que quien emita dicho voto se encuentre inmerso en
una estructura corporativa (donde el votar por ciecandidato o partido le signifique un beneficio direcsu eleccin estar entrecruzada por consideracion
conscientes e inconscientes y por las posibilidadelmites que establece el sistema poltico (o de partidbajo el cual sufraga.
El anlisis racionalista se fundamenta en el esblecimiento de acciones derivadas de ciertas exptativas o deseos por parte de los sujetos sociales c
base, por ejemplo, en variables macroeconmicaunque tambin puede partir de series estadsticcomo es el caso de los resultados electorales. Sin e
bargo, habra que reconocer que especialmente encaso de los procesos electorales poco explica la accsocial y no deja de ser optimista en la medida en qpresupone racional a lo social, abandonando los c
tenidos multisemnticos, ambiguos y frecuentemte contradictorios de los fenmenos polticos. Pordems, como advierte Habermas, no debe confundse la eleccin delhomo economicuscon la racionalidEste autor define como racional: a la persona que terpreta sus necesidades a la luz de los estndares
valor aprendidos en su cultura: pero sobre todo cuanes capaz de adoptar una actitud reflexiva frente a estndares de valor con que interpreta sus necesides (Habermas, 1989: 39).
Postular explcita o implcitamente la existenciauna cultura poltica sustentada en las motivacionindividuales con base en la relacin medios-fines eta enfrentar el estudio de los aspectos subjetivos depoltica (Krotz, 1993: 20), generalmente relegada las reflexiones de ensayistas y humanistas sobremexicano y el carcter nacional. Como apuntan Cmaroff:
La motivacin de la prctica social, en otras palabr
siempre existe en dos niveles distintos pero relacionad
primero, las (culturalmente configuradas) necesidad
deseos de los seres humanos; y segundo, en el pulso de
fuerzas colectivas que potenciadas de formas comple
se expresan por medio de las primeras (Comaroff y
maroff, 1992: 38. Traduccin nuestra).
En este sentido, las fuerzas culturales que impmen su lgica a la cultura poltica, a la vez que sconstruidas y reformuladas en la interaccin socialun contexto heterogneo y diverso, generan camposinteligibilidad con base en valores difuminados pcompartidos por el conjunto de la sociedad.
Lo anterior no implica que la antropologa haresuelto de manera satisfactoria cmo deben abordse los fenmenos culturales de la dimensin polticadems oscila entre diversas disyuntivas:
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buscamos explicaciones del comportamiento poltico de
tal modo que la cultura sea responsable de dicho compor-
tamiento?, buscamos un entendimiento cabal del com-
portamiento poltico de tal modo que dicho comportamien-to no sera inteligible sin estudiar la cultura poltica de los
actores sociales?, buscamos explicar la incongruencia
entre la cultura poltica y el comportamiento poltico de los
actores sociales?, buscamos, por el contrario, encontrar
una lgica de comportamiento poltico al rescatar el factor
subjetivo?... (Varela, 1993: 109).
Adems, la perspectiva antropolgica se ubica enun desafo ms amplio ya que ms all de la conviccinde los antroplogos al respecto, la capacidad explica-tiva de la perspectiva cultural no est necesariamen-te difundida o peor an, aceptada en otras disciplinas
sociales, en la medida en que existe una tendencia aabandonar la explicacin cultural cuando se aborda ladinmica poltica del pas.18
Es verdad que una propuesta de sntesis entre lasexplicaciones sistmicas y las relacionadas con la accinsocial es la elaborada por Bourdieu en el concepto dehabitus,19donde la eleccin racional (rational choice)estara constantemente interferida por las estrategiasinconscientes de los sujetos sociales. Sin embargo,este intento de sntesis entre las explicaciones sistmi-cas y las que parten de la accin social no ha represen-tado, hasta el momento, ms que una propuesta su-gerente para estudiar la cultura poltica.20
Por lo dems, cabe aclarar que no debe subesti-marse el estudio de las elecciones en nuestro pas. Suimportancia radica no solamente en que pueden de-linearse tendencias polticas, as sea matizadas porfactores como el fraude y la compra de votos (Krotz,1993: 21-22), sino en que dichas tendencias tienenincidencia directa en la organizacin poltica del pas.Como ha planteado, no sin razn, Silvia Gmez Tagle:
en un contexto de cambio poltico como el mexicano (en
que se estrena una nueva legislacin en cada eleccin fe-
deral) el estudio acadmico de los procesos electorales
tiene una doble importancia: primero, el enriquecimientodel conocimiento de los factores que inciden en la dinmi-
ca del rgimen poltico, y segundo, como una aportac
poltica a la consolidacin del proceso democrtico
tanto que la informacin sistematizada y objetiva ace
de los obstculos que se presentan para la democratizacpuede generar un nuevo consenso social sobre las con
ciones de legitimidad electoral (Gmez Tagle, 1992: 2
Al respecto, en la medida en que el estudio decultura pueda dar cuenta de algunos elementos qinciden tanto en el comportamiento poltico comola preferencia electoral, ser un aspecto fundamenpara ampliar nuestra comprensin de la dinmica ltica en nuestro pas.
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18 La otra cuestin es que en su empleo cotidiano la nocin de cultura poltica ha retomado la visin decimonnica de lo cuen el sentido de que aquel que tiene una cultura poltica se comporta como ciudadano de acuerdo a ciertas normas y regconoce sus derechos y obligaciones electorales y, finalmente, es democrtico por conviccin.
19 Los condicionamientos asociados con una clase particular de condiciones de existencia dan lugar a habitus; sistemdurables de disposiciones intercambiantes, estructuras predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes, ees, como principios que generan y organizan prcticas y representaciones que pueden ser objetivamente adaptadas ainfluencias sin presuponer una bsqueda consciente de fines o una expresa habilidad en las operaciones necesarias ptenerlas (Bourdieu, 1990: 53. Traduccin nuestra). Puede verse tambin el texto de Patricia Safa donde realiza uexplicacin ms amplia de la nocin de habitus. Patricia Safa, 1993: 161 y ss.
20 Quiz ello se deba a los problemas metodolgicos y tcnicos que se enfrentan al realizar un estudio sobre la cultura poldesde dicha propuesta.
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