artistas y neurocientíficos

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28 Núm. 67 MÈTODE Según Jonah Lehrer, los biólogos han menospreciado todo lo que Proust reveló hace mucho tiempo sobre la memoria, cuestiones que los neurocientíficos tan solo pudieron establecer hace pocos años, como que el olor y el gusto fabrican recuerdos únicos e intensos. © MÈTODE

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Una relación irreconciliable

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  • 28 Nm. 67 MTODE

    Segn Jonah Lehrer, los bilogos han menospreciado todo lo que Proust revel hace mucho tiempo sobre la memoria, cuestiones que los neurocient cos tan solo pudieron establecer hace pocos aos, como que el olor y el gusto fabrican recuerdos nicos e intensos.

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  • Despus de obtener graduaciones en ingls y neuro-ciencia, y con solo 25 aos, Jonah Lehrer ha acumulado una trayectoria envidiable trabajando como asistente en el laboratorio del Nobel Eric Kandel, en Nueva York, y tambin como ayudante del jefe de cocina en dos coti-zadsimos restaurantes de Manhattan. Ahora es editor asociado de la revista digital Seed, donde mantiene un blog muy popular (The Frontal Cortex), y encuentra tiempo para co-laborar con el Boston Globe, el Washington Post y Nature, adems de escribir libros de notable repercusin. Durante los experimen-tos de biologa molecular sobre los sustratos de la memoria que haca junto a Kausik Si, en Columbia, lea Por el camino de Swann, de Marcel Proust, del que solo esperaba un poco de entretenimiento durante los lar-gos ratos entre las tandas de pipeteo, pro-cesamiento y secuenciacin de muestras, o quiz un poco de instruccin sobre el arte de construir frases. Lehrer se dio cuenta de que Proust haba averiguado lo que los investigadores perseguan con ter-quedad y xitos escasos, hasta el punto de que el novelista ya lo haba resuelto en 1913. Proust adivin que el gusto y el olor fabrican recuerdos nicos y particularmente intensos, y consagr tambin la nocin de que las memorias son altamente depen-dientes del momento y del estado de nimo del individuo que rememora. En su libro Proust was a neuroscien-tist (2007), editado este ao en espa-ol por Espasa-Paids como Proust y la neurociencia, Lehrer mantiene, con una firmeza no del todo funda-mentada, que estos son detalles que los neurocientficos solo pudieron establecer hace pocos aos. Digo poco sustentada porque se trata de constataciones antiguas y no necesariamente dependientes de los progresos en la

    identificacin de las trazas moleculares de los recuerdos. A pesar de ser cierto que gusto y olor pueden conllevar evocaciones intensas, no se puede decir para nada, por ejemplo, que sean particularmente frondosas.

    En esta chispeante coleccin de pequeos ensayos, Lehrer defiende que los bilogos han me-nospreciado o ignorado todo lo que Proust y otros artistas revelaron hace mucho tiempo. Esta es su propuesta nuclear: Cuando los neurocientficos intentan diseccionar nues-tros recuerdos para referirlos a un grupo de molculas que trabajan en zonas y circuitos del cerebro, no se dan cuenta de que tan solo siguen las huellas que dej un novelista enfermizo, recluido y meticuloso. El asun-to, repetimos, no se restringe nicamente a Proust y a los recovecos o la volatilidad de los recuerdos. Segn Lehrer, los cientficos pretenden despejar un camino que la litera-tura, la msica y la pintura de principios del siglo XX explor, con acierto y rendimientos excelentes. No solamente Proust enfoc los

    periscopios con precisin al hablar de la memoria, sino que Czanne discerni vectores profundsimos sobre la elaboracin de los esce-narios visuales por parte del ce-rebro. Virginia Woolf, a su vez, se adentr con rigor en el enigma de la conciencia ntima y los atajos y fragmentos de la autopercepcin, mientras que Gertrude Stein antici-paba tambin, con sutileza, las for-mulaciones chomskianas sobre el lenguaje y Stravinsky atrapaba los elementos esenciales que permiten la adaptacin acstica a los sonidos

    que encontramos bellos aunque de entrada resulten cho-cantes o irritantes. La orgullosa neurociencia no habra hecho sino confirmar, de manera grosera y limitada, las profundas intuiciones de estos artistas.

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    ARTISTAS Y NEUROCIENTFICOS: UNA FUSIN INVIABLE

    A PROPSITO DE UN LIBRO DE JONAH LEHRER

    Adolf Tobea

    SEGN LEHRER, LOS

    CIENTFICOS PRETENDEN

    SEPARAR UN CAMINO QUE

    LA LITERATURA, LA MSICA

    Y LA PINTURA DE PRINCIPIOS

    DEL SIGLO XX EXPLOR CON

    ACIERTO Y RENDIMIENTOS

    EXCELENTES

    Portada de la edicin espa-ola de la obra de Lehrer, Proust y la neurociencia, editada por Espasa-Paids en el 2010.

  • LAS VERDADES DEL ARTE Y LA CIENCIA

    Si las sugerencias de Lehrer fuesen endebles, meras ilus-traciones para sortear los escollos de las empresas neu-rocientficas, quiz se podran aceptar sin reservas. Pero no es en absoluto este su planteamiento. Sus propuestas sobre las interacciones entre arte y ciencia son ambicio-sas: Los cientficos describen el cerebro en trminos de detalles fsicos, convencidos de que no somos ms que un conjunto de clulas elctricas y espacios sinpticos. Pero la ciencia olvida que no es as como experimenta-mos la realidad (los humanos sentimos como los fantas-mas y no como las mquinas). Es irnico constatar que la nica realidad que la ciencia no puede reducir es preci-samente aquella que nosotros conoceremos siempre. Por eso necesitamos el arte. Al expresar nuestra experiencia real, el artista recuerda que la ciencia es incompleta, que nunca ningn mapa de la materia explicar la inmateria-lidad de nuestra conciencia ahora sabemos lo bastante sobre el cerebro como para poder afirmar que siempre perdurar su misterio. As pregona Lehrer su postura en el prembulo del libro e insiste, ms adelante, en que los literatos, los pintores y los compositores de aquella poca fermentadora del arte de la modernidad revelaron verdades sobre la mente humana que la investigacin neurocientfica est solo redescubriendo parcialmente.

    Sin embargo, qu verdades son estas? Los hipotticos hallazgos neurocientficos anticipados por esos artistas van desde afirmaciones ms bien vagas como las men-cionadas a propsito de los aromas como umbral de los recuerdos, hasta propuestas altamente especficas sobre engranajes celulares y neuroqumicos.

    As, Lehrer otorga a George Eliot el mrito de des-terrar las restricciones deterministas en los trabajos de la mente humana. En sus ficciones, Eliot retrataba que la cognicin humana es perpetuamente maleable y siem-pre cambiante. Por el contrario, los neurocientficos solo llegaron a la nocin de la neurognesis adulta mucho ms tarde. Es cierto que los datos que indicaban que pueden nacer neuronas nuevas en el cerebro adulto, en el tejido neural bien cristalizado reflejando nuevas experiencias, son recientes y todava poco consistentes. Pero, mirndo-lo bien, no se puede decir de ninguna manera que exis-ta algn tipo de conexin entre un asunto y el otro ms all de los cables que Lehrer quiere lanzar. Hacia 1900 el consenso entre los neurocientficos era que el cerebro no puede generar nuevas clulas despus de la infancia, pero eso no implica que pensasen que el destino de la mente humana estaba prefijado, como Lehrer afirma. Por supuesto que la mayora de neurobilogos estaban convencidos (con Cajal y Pavlov, los primeros) que el cerebro cambia continuamente: Cmo, si no, podra ad-

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    Pese al ttulo, el libro no solo se centra en Marcel Proust, Jonah Lehrer tambin dedica captulos a siete artistas ms. De izquierda a derecha, la escritora Virgina Woolf y el compositor Igor Stravinsky. En la pgina siguiente, el poeta Walt Whitman.

  • quirir nuevos aprendizajes, nuevas habilidades y nuevos recuerdos? De hecho, el debate especializado sobre la neurognesis ha girado siempre alrededor de la forma en cmo el tejido neural registra los cambios y no sobre la existencia de variaciones. Dicho de otro modo, surgen nuevas clulas plenamente funcionales como sustratos de las nuevas aptitudes o ms bien los circuitos corticales y subcorticales van readaptando y rehaciendo sus interco-nexiones? Es improbable que las intuiciones de George Eliot tengan algo que ver con estos escollos histolgicos y moleculares, y no fue ella una pionera decisiva para los debates de fondo sobre los grados de libertad en las funciones sensomotrices y cognitivas humanas.

    Tampoco queda claro si Auguste Escoffier, el chef por el que Lehrer profesa una admiracin reverencial, fue el primer artesano de la cocina occidental en dominar el umami, el quinto gusto esencial junto al dulce, el salado, el cido y el amargo. Aunque Lehrer le adjudica el papel de pionero crucial en la elaboracin de un gusto basal cuyo receptor neural especfico solo se acabara identi-ficando en el ao 2000, en la misma narracin se expli-cita que otros cocineros galos haban preparado salsas y caldos ricos en umami durante siglos. El mismo Brillat-Savarin destac el ingrediente que combina con todo, como base de la dieta nacional francesa. En realidad, muchas de las intuiciones rompedoras adjudicadas, en el ensayo, a los artistas fueron formuladas en la obra de William James, el filsofo norteamericano que ejerci

    una influencia notabilsima en aquella poca y que se deja ver en los libros, por todas partes, como contrapun-to de una pretendida deriva de la psicologa contempo-rnea hacia itinerarios reduccionistas, experimentalistas y simplificadores. Lehrer presenta la obra del manojo de artistas seleccionados (y la de otros no menos insignes que influyeron en ellos) como profilctica ante el reduc-cionismo que ha impregnado el pensamiento cientfico contemporneo, aunque quiz hay que consignar que el debate entre el cuerpo y el espritu ha animado unas disensiones intenssimas a lo largo de los ltimos dos siglos, con incursiones esplndidas y desavenencias que continuarn con toda seguridad.

    Al fin y al cabo no es primordial identificar el caudal de las intuiciones pioneras sobre la originalidad, la sub-jetividad y la individualidad humana. La investigacin neurocientfica es ajena a esta competicin. Hay que convenir que un objetivo de largo alcance de la empre-sa neurocientfica es intentar averiguar los resortes que llevan a los fenmenos de conciencia, los instantes y el flujo cambiante del autoescrutinio. El desafo consiste en aclarar la gnesis de las multiformes experiencias que han ocupado a los artistas durante milenios y que les continuarn ocupando inevitablemente. Lehrer pres-cribe, con arrogancia, que la neurociencia no se saldr

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    Paul Czanne. Autorretrato, ca. 1875. leo sobre lienzo, 54 x 65 cm. En su libro, Lehrer asegura que Czanne discerni vectores profundsimos sobre la elaboracin de los escenarios visuales por parte del cerebro.

  • nunca de esta empresa y pide la fusin con el arte para afrontarla con alguna garanta. Pero es dudoso que eso sea viable. De hecho, si Proust es citado tan a menudo en los seminarios y textos de neurociencia (desde hace una centuria: no es Lehrer el primero en aterrizar), no es porque descubriese nada nuevo, sino porque formul el enigma del recuerdo de una manera elegante y bella. Se vuelve a l solo por eso. Sus palabras sirven para su-brayar el tipo de experiencias que vivimos y la materia prima a la que nos referimos cuando hablamos de re-cuerdos personales. A partir de aqu hay que averiguar cmo llega a surgir y a cuajar el flujo y los contenidos del recuerdo. El objetivo de Proust en En busca del tiem-po perdido era hacer una anatoma experiencial del re-cuerdo. Sus indagaciones literarias le convencieron de que bajo la gua del gusto y el olfato pueden descorrerse las cortinas que esconden el mundo fastuoso de los re-cuerdos. Algunos hallazgos neurocientficos han tendi-do a fortalecer esta nocin al destacar las conexiones directsimas entre las entradas de gusto y aromas y las puertas de la evocacin a largo plazo en el hipocampo y los neocrtex especializados. Tambin afin Proust cuando se recreaba en el carcter reinventado, refabrica-do, de todos, absolutamente todos, los recuerdos, de su reinstauracin cada vez que se reviven, al constatar que nada ms contienen la realidad de la ltima vez que se han revisitado. Tambin hay muchos experimentos que se acercan a la confirmacin de esta nocin. Pero aqu acaba Proust y, por el contrario, el trabajo neurocientfi-co para atrapar las mltiples cualidades de los recuerdos y del olvido ha abierto caminos insospechados que Leh-rer apenas insina.

    LAS DOS CULTURASMe llev el libro de Lehrer a los Alpes, esta primavera tan fresca y lluviosa, para endulzar las fatigas de las lar-gas caminatas por el Valais suizo. Mis compaeros de excursin en seguida sintieron curiosidad por la portada con la rutilante magdalena bajo el eslogan Proust was a neuroscientist, y me preguntaron si vala la pena. La primera noche les dije que quiz no, que haba ledo en el avin el preludio y el primer captulo, dedicado a Walt Whitman, y lo haba encontrado presuntuoso e inconsis-tente. Les anunci que me esperaba una serie de ensayos breves al estilo New Yorker, bien construidos, imaginati-vos y superficialmente brillantes, pero sin solidez. Debo confesar que dos das despus, en pleno almuerzo, les expliqu que haba cambiado de opinin: que el libro en-tusiasmaba y aportaba una perspectiva bien articulada sobre las relaciones entre arte y ciencia. Lehrer es pers-picaz a la hora de encontrar vectores para ilustrar que

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    En sus cciones, George Eliot retrataba que la cognicin humana es perpetuamente maleable y siempre cambiante. Los neurocient cos solo llegaron a la nocin de la neurognesis adulta mucho ms tarde. Pero, mirndolo bien, no se puede decir que haya ningn tipo de co-nexin entre un asunto y el otro.

    LEHRER INTENTA IR MS ALL DE LAS

    PROPUESTAS QUE HAN PRETENDIDO

    SUPERAR LAS PROFUNDAS GRIETAS

    QUE SEPARAN LAS DOS CULTURAS, LA

    CIENTFICA Y LA HUMANSTICO-ARTSTICA,

    TAL COMO FORMUL C. P. SNOW EN 1959

  • las obras de cada uno de los ocho artesanos que examina precedieron descubrimientos neurocientficos en la interseccin entre el cerebro, las labores del magn y el horno de los sentimientos. Lehrer resulta, sin embargo, menos convincente a la hora de intentar mostrar que las intuiciones artsticas pueden ser motores para el avance de los arietes cientficos. De hecho, ni tan siquiera est claro que muchas de sus conclusiones deriven de los datos que maneja, tal como hemos visto hace un momento. Pero eso no quita atractivo a sus conjeturas, porque tienen atrevimiento, frescura y una gran vivacidad.

    En la conclusin Lehrer intenta ir ms all de las pro-puestas que han pretendido superar las profundas grie-tas que separan las dos culturas, la cientfica y la huma-nstico-artstica, tal como formul C. P. Snow en 1959. Leh rer piensa que las cabezas de puente tendidas por E. O. Wilson en su libro Consilience, as como por otros conspicuos patrocinadores de una tercera cultura sol-

    dadora mediante una impregnacin cientfica de los hu-manistas, han fallado clamorosamente. Lehrer aboga por una cuarta cultura: la de la fusin ntima entre el arte y la ciencia en la verdadera frontera investigadora. Pero no aporta ni una chispa de luz sobre la forma de con-seguirlo, ms all del sugerente ejercicio comparativo entre algunas intuiciones artsticas y los desafos neuro-cientficos. De hecho, los foros de convivencia estupen-da entre arte y ciencia tienen una larga vida. La revista MTODE, donde aparece este comentario, ha hecho una tradicin del sustento mutuo entre ambas actividades: sus pginas contienen discusiones cientficas a menudo ilustradas por grafismos elegantes y transgresores. La publicacin de la Universitat de Valncia tom el relevo de un precursor distinguidsimo: The Sciences, el rgano clausurado de la Academia de Ciencias de Nueva York, que durante muchas dcadas aloj belleza y atrevimien-to grfico junto a pensamiento cientfico.

    Me temo, sin embargo, que la pretensin de ambas pu-blicaciones no ha sido nunca la fusin entre arte y ciencia para alcanzar verdades profundas sobre la conciencia humana, tal como propone Lehrer, sino metas ms hu-mildes. Tal como l mismo sugiere en las pginas finales, rebajando un punto la arrogancia anterior: Los buenos humanistas deberan leer Nature y las ciencias tendran que reconocer que sus verdades no son las nicas verda-

    des. Que ninguna modalidad del co-nocimiento tiene el monopolio del conocimiento. Con este programa, plenamente de acuerdo. Desacuer-do total, en cambio, con la profe-ca de que la neurociencia no tiene nada que hacer, por s sola, a la hora de averiguar los mecanismos de la subjetividad (el problema difcil, es el nombre que recibe esta fron-tera, en el gremio). Discrepancia completa, en primer lugar, por no compartir en absoluto el desencan-to por el callejn sin salida reduc-cionista de la aventura cientfica a la hora de afrontar preguntas deci-

    sivas. Y en segundo, por una razn muy sencilla: quin osa poner lmites a la curiosidad y al ingenio de los cien-tficos y los tecnlogos? Un jovencito avispadsimo se lo puede permitir, s, sobre todo porque sale gratis (o casi) en las pginas de una estimulante opera prima.

    BIBLIOGRAFALehrer, J., 2007. Proust was a neuroscientist. Houghton Miffl in Co. Boston-Nue-

    va York. (Tr. cast. 2010. Proust y la neurociencia. Espasa-Paids. Madrid.)

    Adolf Tobea. Catedrtico de Psicologa Mdica y Psiquiatra. Departamento de Psiquiatra e Instituto de Neurociencias. Universitat Autnoma de Barcelona.

    LEHRER ES PERSPICAZ

    A LA HORA DE ENCONTRAR

    VECTORES PARA ILUSTRAR

    QUE LAS OBRAS DE

    CADA UNO DE LOS

    OCHO ARTESANOS QUE

    EXAMINA PRECEDIERON

    A DESCUBRIMIENTOS

    NEUROCIENTFICOS

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    Lehrer adjudica a Auguste Escof er el papel de pionero crucial en la ela-boracin de un gusto basal, el umami, cuyo receptor neural espec co solo se acabara identi cando en el ao 2000.

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