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ARTÍCULOS ANTONIO GARCIA-TREVIJANO EL INDEPENDIENTE 1989-1990

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Artículos de Antonio Garcia-Trevijano en El Independiente 1989-1990

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  • ARTCULOS

    ANTONIO GARCIA-TREVIJANO

    EL INDEPENDIENTE

    1989-1990

  • CARTAS DE ULTRATUMBA al escritor Manuel Vicent ................................................... 3

    CARTAS DE ULTRATUMBA al diputado Olmos.............................................................. 5

    CARTAS DE ULTRATUMBA al diputado Pieiro............................................................. 7

    LA TOMA DE LA BASTILLA........................................................................................... 9

    GANSOS SOBRE LA RUTA DEL ESTADO ..................................................................... 17

    MONOS DE ZARATUSTRA .......................................................................................... 19

    MUJERES EN MARCHA............................................................................................... 21

    DE LA INMORALIDAD POLTICA A LA CORRUPCIN ECONMICA............................. 24

    LA INMORALIDAD POLTICA COMO FACTOR DE GOBIERNO...................................... 26

    LICENCIAS DE UN ESCRITOR.................................................................................... 29

  • CARTAS DE ULTRATUMBA AL ESCRITOR MANUEL VICENT

    EL INDEPENDIENTE, JUNIO DE 1989

    ANTONIO GARCA-TREVIJANO

    De Henry David Thoreau al escritor Manuel Vicent

    Ciudadano y compaero:

    Un siglo de historia y la barrera entre la vida y la muerte nos separan. Pero nos unen ideas e intereses que, por ser naturales, no mueren.

    Te confieso que cuando vuelvo la vista a vuestro mundo, no me parece ser la tierra donde viv junto al lago Walden, en el corazn de los bosques de Nueva Inglaterra. Entonces la revolucin industrial estaba an lejos de acercarse al riesgo suicida de aniquilacin de la naturaleza que vuestros partidos verdes tratan de alejar. Yo mismo, refractario a la tecnologa, le rend tributo al extasiarme ante el espectculo del tren que surca veloz el paisaje dejando tras de s una estela de vapor transfigurada en oro por los rayos del sol; o al cantar la pica de los grandes troncos que derriba el hacha del hombre y son luego transportados a fbricas y talleres, para cumplir su destino como mstiles de airosos navos. En cualquier caso, mi voluntad de retirarme a la escondida cabaa de Walden responda al propsito de demostrarme a m mismo y a los dems que son muchas las cosas de las que puede prescindir un hombre sin por eso disminuir sino, por el contrario, aumentar muy crecidamente el disfrute de su felicidad. En compaa de pjaros, ardillas, ranas y otros animales, sin ms ruidos que los naturales del bosque, tena de vez en cuando ocasin de compartir mis palabras, mi comida, mis utensilios de pesca y hasta mis libros, con tramperos, exploradores, indios y antiguos vecinos que se arriesgaban a visitarme.

    Pero quizs estos recuerdos despierten en ti la sospecha de que quiero hablarte de ecologa. No es as. Tu artculo La firma, en que te niegas a llevar un cirio en el cortejo fnebre para enterrar un cadver poltico en Europa, ha impresionado al ministro de Recursos Mentales de nuestra Repblica, el barn de Montesquieu. Animado por la independencia de espritu que revela ese NO de un consagrado escritor en un reino que sujeta la inteligencia y el disentimiento, me ha ordenado que te transmita su consideracin sentimiento que, como sabes, sita por encima del respeto- y que me ponga a vuestra disposicin como director del Departamento de Desobediencia Civil a Gobiernos Propios, por si pudiera ser de utilidad en esa envenenada atmsfera en que polticos de lista y cerebros alquilados han envuelto la campaa electoral para el Parlamento Europeo.

    La desobediencia civil ha tenido siempre mala prensa. Y para los polticos que slo pretenden perpetuarse en el poder, es un crimen execrable. Sin embargo, si se lo mira con los ojos del sentido comn, el fundamento democrtico de esta actividad no puede ser ms simple. Es un principio evidente que quien se precie de demcrata debe estar dispuesto a obedecer al gobierno legtimo de la mayora. Pero no es menos evidente la razn prctica de por qu el pueblo permite que una mayora gobierne y contine hacindolo as durante un largo perodo de tiempo. Esta razn no responde al hecho de que los componentes de dicha mayora sean ms capaces de encontrarse en posesin de la verdad, sino a que son fsicamente los ms fuertes, por ms numerosos.

    Naturalmente, nada hay de insensato en suponer que un Gobierno mayoritario acierte la mayor parte de las veces. Pero ninguna mayora, por absoluta que sea, es infalible. Qu hacer cuando el comportamiento o los dictmenes de la mayora que gobierna son manifiestamente injustos? Debe rendir el ciudadano su conciencia, siquiera un momento, o en el grado ms mnimo, al legislador? No se impone en tales casos, con toda la evidencia del sentido comn, la idea de que debiramos ser hombres primero y sbditos despus? La diferencia entre las leyes dictadas por la naturaleza y las dictadas por los hombres es que a stas, cuando son injustas, debemos responder negndonos a obedecerlas. Acaso no fue un saludable y decisivo acto de Desobediencia Civil la pacfica protesta general de los ciudadanos espaoles el 14 de diciembre ante la prepotencia, desmanes, mentiras e incumplimientos de su Gobierno de mayora absoluta?

    Si ste es el sencillo fundamento moral de la desobediencia civil activa a una ley injusta, ms

  • fcil resulta ver el fundamento democrtico de la desobediencia civil pasiva a un deber poltico imposible de cumplir en conciencia, como es el de votar sin saber bien a qu ni a quin en unas elecciones cuyo resultado, en definitiva, dejara igual al pueblo.

    Las decisiones del Parlamento Europeo no cambiarn un adarme por el hecho banal de que los all decididores cuenten con el bulto de unos diputados espaoles de lista para elevar el ruido de los aplausos. Otra cosa sera si Espaa hubiera ingresado en la Comunidad Europea para hacer or su propia voz en lugar de ecos homologables de voces alemanas. Ante el bochorno de la ausencia de preparacin, carcter e independencia frente a partidos ms fuertes y ms conscientes de los intereses mercantiles y nacionales que hegemonizan la poltica comunitaria, ms valdra que slo votaran los funcionarios y familiares de quienes, a falta de otras competencias tiles a la sociedad, se han especializado en la ocupacin del erario pblico.

    La cuestin de votar o no votar se ha tornado adems en un serio dilema porque vuestros polticos han cado en su propia trampa. Utilizando el sofisma de que el pueblo espaol no estaba maduro para la democracia, los partidos polticos de la transicin os impusieron un sistema electoral que les permite rerse de la voluntad de los electores mediante el trfico y la prostitucin de escaos. El tiempo ha demostrado que quien no est madura para la democracia no es la ciudadana espaola, sino la clase poltica que la desilusiona y desencanta. O por decirlo de una manera ms realista: si los pueblos han de luchar siempre para obtener la plenitud de sus libertades, es porque las dictaduras y las oligarquas siempre se la negarn, en todo o en parte. La historia ha evidenciado que jams ha existido un dictador maduro para ejercer la monocracia ni una clase poltica para gobernar responsablemente una oligocracia, como lo ilustra la transicin espaola.

    Frente a la tesis oficialista de que la corrupcin est en las personas y no en las instituciones, basta llamar la atencin sobre el hecho de que si un diputado se beneficia con la prostitucin de su escao, es porque un partido se lo compra, con lo cual el desmn no slo es personal. Para que el trnsfuga prospere, ha de haber un colectivo poltico o partido corruptor que consume el fraude al electorado. En el caso modlico del Trnsfuga Mayor del Reino, el Gran Corruptor fue el partido de vuestro Gobierno mortal, cuyo Presidente, en uno de sus habituales alardes de honestidad, castig aquella felona nombrando a su autor ministro de Asuntos Exteriores.

    Por otra parte, si el intento de soborno es algo que hay que probar y que puede ser castigado por los jueces, el transfugismo es algo que est ya ms que probado y que un diputado puede seguir cometiendo con la ms absoluta impunidad, porque lo ampara una ley electoral que, en la medida en que lo ampara, es moralmente corrupta. Los partidos que ahora se quejan de los defectos de esa ley, no lo hacen porque les duela haber traicionado con ella al pueblo, sino porque, descubierta su trampa, necesitan reformarla para continuar defraudndolo con listas desbloqueadas o incluso abiertas. Ningn colectivo poltico que se haya beneficiado del trfico antidemocrtico de escaos tiene ahora autoridad moral para pedir sus votos a los espaoles.

    Falto de proteccin institucional en esta cuestin esencial para la existencia misma de la democracia, no le queda otra opcin al pueblo espaol que responsabilizarse de su autodefensa mediante una campaa de desobediencia civil a una ley que debe ser cambiada. Permteme, amigo Vicent, sacar de tu artculo la consecuencia de que si es grotesco acompaar a un muerto a Europa, ms perjudicial os resultara instalar all a vuestra costa a unos vivos. Yo pienso y sostengo que cuando un ciudadano no puede votar con la seguridad de que no se traficar impunemente con su voto y ste es intil para sus intereses, no debe votar. O mejor: debe No votar. Esto es lo que ensea el sentido comn.

    Eternamente.

  • CARTAS DE ULTRATUMBA AL DIPUTADO OLMOS

    EL INDEPENDIENTE, JUNIO DE 1989

    ANTONIO GARCA-TREVIJANO

    De Toms Paine al diputado Olmos

    Ciudadano diputado:

    Todo en vosotros asombra a mi Repblica. Ayer era, con Pieiro, vuestro extrao modo de opinar en cuestiones de representacin poltica, hoy es, contigo, la singular manera de juzgar asuntos de ndole moral. Pero lo ms asombroso es que ambos, el efecto Pieiro y el efecto Olmos, procediendo de causas opuestas, concurren a producir un mismo resultado poltico. Sabis convertir la amalgama de aberracin doctrinal y caos tico en mtodo de conservacin del gobierno.

    Es curiosa la rara habilidad de los espaoles para hacer que el poder poltico dure ms que la fuerza social que lo establece. Desaparecida o disminuida sta, aqul permanece. La mxima un gobierno que se sostiene es un gobierno que cae no ha sido extrada de vuestra experiencia. La historia moderna de Espaa es la de una gobernacin poltica basada ms en el sostn de la apariencia que en el de la realidad social. Por ello permanecis absortos, desde hace ms de un siglo, ante la sima abierta entre la Espaa real, la del 14-D, y la Espaa oficial, la del Gobierno. En ningn otro pas europeo se produce el fenmeno de que la opinin social est tanto tiempo separada de la opinin poltica. El vrtigo de este abismo produce vuestra fascinacin social ante el poder. El sentido comn no tiene fcil cabida en esta mstica de la autoridad.

    La inexperiencia en asuntos de gobierno dio rienda suelta a la expresin de mi pensamiento en la carta al diputado Pieiro. El clan rusoniano reaccion inmediatamente pidiendo a Rousseau que aclarase su doctrina y exigiese mi cese como director de Sentido Comn, por haber utilizado la ignorancia de los padres espaoles de la patria como pretexto para desacreditar el rusosmo. El orgullo del genio paraliza la accin colectiva de los intelectuales: he dicho verdades a los hombres, las han tomado mal, no dir nada ms. El silencio del talento, si pudiendo hablar no lo hace, es signo de complicidad con el poder.

    El clan rusoniano se ha dirigido entonces a mi amigo mortal y enemigo inmortal, el rusosta Sieys, para que culpe a los hombres, y no a las instituciones, del desorden moral de Espaa. El hbil eclesistico ha visto una oportunidad de oro, como las vio materialmente en su otra vida, para lanzar a la publicidad uno de sus famosos lemas: han querido ser libres y no saben ser justos. Con esta propaganda pretende evitar que la corrupcin de la clase poltica salpique a las instituciones. Vuestro vicepresidente del Gobierno mortal y sus corifeos de intelecto alquilado estn ya repitiendo este eslogan.

    Pero son las instituciones, y no los hombres, quienes impiden observar en la vida pblica los criterios de sentido comn generalmente aceptados en las relaciones privadas. Esta verdad nos fue revelada por el inmortal Dante: el mundo ha devenido malo porque est mal gobernado y no porque vuestra naturaleza est corrompida. Desde entonces, la historia ensea que los hombres quieren ser iguales y las instituciones no saben o no quieren hacerlos libres. Despus de la igualdad en la servidumbre de la dictadura os han dado, a los espaoles, la institucin de la igualdad ante las urnas, en lugar de la libertad de eleccin de mandatarios y programas, retenida por media docena de personas, que otorgan hoy las diputaciones como antes una sola otorgaba las procuraciones. Habis progresado pasando de la monocracia a la oligocracia, que es antesala de la democracia.

    En mi Repblica el poder poltico pertenece a los seores ciudadanos, y stos eligen como administradores a los candidatos unipersonales ms votados en cada circunscripcin. En vuestro reino mortal el poder poltico pertenece a varios seores de diputados que, separadamente, designan a sus respectivos funcionarios en listas cerradas y, conjuntamente, piden al pueblo que haga el reparto de las cuotas de poder a cada seor de diputados. En mi patria republicana los ciudadanos confan el poder a sus administradores. En tu reino mortal los gobernados confan en el poder de los seores diputados. Confiar el poder o confiar en el poder. He ah la diferencia entre un alma libre y un espritu servil. Las instituciones

  • republicanas conducen a la responsabilidad de los administradores. Las vuestras, de origen feudal, a la irresponsabilidad del seor y de los seores diputados.

    La corrupcin est inscrita en el cdigo gentico de vuestras instituciones polticas, porque los diputados no tenis relacin alguna con el elector, quien solamente elige la cuota de diputacin nacional que debe tener cada seor-partido. As, la relacin que te une a IU es institucionalmente de vasallaje. El cumplimiento de tu deber de lealtad tiene que permanecer en el anonimato para no ser ridculo o sospechoso. Ir ms all de lo que el deber reclama puede ser herosmo. La mayora de las veces conduce a la idiotez o a la imprudencia.

    Ahora, slo ahora, el sentido comn nos dir si tu denuncia del comisionista-tentador ha sido idiotez, imprudencia poltica, o acto heroico, como t y los favorecidos por ella pretendis.

    Era necesaria tu denuncia para salvar la reputacin de IU? Evidentemente no. La tiene inmejorable. Sospechas y rumores de corrupcin slo se levantan contra los poderosos. Tu seor IU no tiene ms patrimonio que, atrs, un pasado heroico que le curva la espalda y, delante, un paisaje bellsimo de honradez y desinters material de sus afiliados y dirigentes. Absolutamente nadie ha puesto en duda que IU pueda ser corrompida por dinero. Puede corromperse polticamente, como creo que est. Pero moralmente, no y mil veces no.

    Era adecuada para salvar tu reputacin? Evidentemente no. Por definicin carecas de reputacin propia. Tenas la buena reputacin moral que tiene IU. Bastaba que hubieras rechazado la ilcita propuesta, con indignada firmeza o con elegante irona, si fueras capaz de ella, para que el asunto slo mereciera un informe a tu partido sobre el significado sintomtico de que un empresario crea que se puede corromper incluso a los diputados de IU.

    Por qu entonces el exceso en tu conducta? Por el altruismo de proteger a toda la clase poltica? Absurdo. Has asegurado que el 100 por 100 de los diputados obrara como t. Pero entonces, si no hay diputados corruptibles no hay peligro corruptor.

    Eres un poltico de izquierda acostumbrado a pensar en las causas sociales de los comportamientos individuales. No crees en la caridad como solucin de la pobreza, ni en la persecucin ciudadana como solucin de la delincuencia. Y, sin embargo, has seguido, coqueteado, registrado, denunciado, juzgado, condenado y ejecutado en la plaza pblica a una persona. Has montado con otros cmplices el cebo y la trampa para producir de forma ilcita la situacin que deseabas denunciar. Has perseguido a un individuo de dudosa moralidad, cometiendo varios atentados criminales contra sus derechos, como un cazador furtivo que acecha, tiende el cepo y atrapa a su presa. Y encima presumes de tu bella accin. Tu insensibilidad moral no puede fundar una accin heroica o cvica. Y eliminado el celo moral en tu motivacin, no queda ms que estrategia de partido.

    Pero IU no merece sufrir el dao de la idiota imprudencia de unos polticos irresponsables. Esta es la situacin irremediable: o IU hace suya la violacin del derecho de Fraga a su honra, objetivo poltico de tu denuncia para salvar a Leguina, o tiene que expulsar a todos los implicados en esta infamia. Para vencer polticamente a Fraga, incluso en este rgimen oligrquico, bastaba exigirle explicacin pblica de las numerosas violaciones de derechos humanos que cometi como ministro protagonista de la represin fsica y moral de la dictadura. Pero atentar contra sus propios derechos, mezclarlo en un episodio de corrupcin econmica para anular el perjuicio del pieirismo al PSOE, eso, esa vileza jams la puede hacer un demcrata ni una persona de bien. Es muy posible que IU no sepa o no quiera reaccionar con la energa que la situacin exige, pero la sospecha de una sucia maniobra poltica de IU a favor del PSOE est pblicamente fundada.

    Eternamente.

  • CARTAS DE ULTRATUMBA AL DIPUTADO PIEIRO

    EL INDEPENDIENTE, JUNIO DE 1989

    ANTONIO GARCA-TREVIJANO

    De Toms Paine al diputado Pieiro

    Ciudadano diputado:

    Hace poco tiempo que resido en la democrtica repblica de los inmortales, donde acabo de asumir la responsabilidad de dirigir el Departamento de Sentido Comn, el menos burocrtico de todos los que integran el Ministerio de Recursos Mentales. Durante un brevsimo periodo de dos siglos, este ministerio estuvo presidido por J. J. Rousseau. Pero las constantes quejas de los pragmticos anglosajones y de los positivistas europeos provocaron la dimisin del ministro y la de todos sus directores generales, entre ellos la del todopoderoso Carlos Marx. Por votacin directa de todos los ciudadanos de la Repblica ha sido elegido titular de este importante ministerio el barn de Montesquieu, quien ha procurado, con mi designacin, cerrar el paso a las exageradas aspiraciones del partido francs.

    El caso es que el aristcrata Montesquieu est muy agradecido a Espaa, y en especial a Sevilla, por haberle permitido descubrir el origen de la miseria de este pueblo en la quimera monetaria del comercio con las Indias, que an perpeta simblicamente la Torre del Oro, y realmente el Banco de Espaa. De este germen brot luego El espritu de las leyes, obra que goza de gran predicamento, como era de suponer, en esta Repblica tan espiritual. Por este motivo el ministro me encomend, como primer servicio, que regalase a los espaoles, y en particular a los sevillanos, lo que a su juicio yo tengo en abundancia y ellos ms necesitan: sentido comn. Este capricho del poder me pareci un despropsito que contrariaba, adems, mi vehemente deseo de impedir a tiempo que la introduccin de las libertades en los sistemas socialistas burocrticos, conduzca a una reconstitucin liberal de las oligarquas. Consider absurdo regalar sentido comn a unos polticos, como los espaoles, que haban sido capaces de concebir y organizar un pragmatismo que ningn anglosajn pudo siquiera imaginar: convertir la abstracta metafsica de la voluntad general y de la soberana popular en concreto y lucrativo negocio personal. Incluso insinu a Montesquieu que no merecan tal donacin por la ingratitud del clan sevillano, que le haba injuriado con la mayor de las ofensas que cabe inferir a un inmortal.

    Pero todo fue intil. En cuanto comenz a hablar la superioridad mental, nica autoridad que aqu reconocemos, tuve que inclinarme. El clima de Sevilla disculpaba la ofensa del clan sevillano. Las distintas circunstancias de la reforma constitucional inglesa y de la independencia americana, con relacin a las de la Revolucin Francesa, explicaban el empleo de la metafsica, en lugar del sentido comn, en las constituciones latinas. Aunque, si he de decir la verdad, slo la ltima razn fue para m decisiva: Hungra y otros pases del Este estn mirando como modelo la transicin espaola, a pesar de su fracasada exportacin a Brasil y Argentina.

    Obedeciendo, pues, a mi superior, que me despidi diciendo no olvides que democracia es amor a la igualdad, acabo de llegar a este pequeo lugar, que vosotros llamis este pas y nosotros Espaa, con la esperanza de introducir un poco de sentido comn en vuestras raras costumbres polticas, y de impedir que vuestro comportamiento poltico pueda servir de norma de conducta universal. Sobre este ltimo aspecto tengo la suerte de contar con el apoyo de Kant, que me ha procurado valiosos informes sobre el origen de la incapacidad de los espaoles para entender su imperativo categrico, y sobre la causa del prestigio internacional del modelo de transicin, que slo es una cuestin de propaganda de las potencias (aqu seguimos llamando as a los arcaicos Estados nacionales europeos) que se lo han impuesto a Espaa. Especialmente Alemania no soportaba la idea de que un pueblo europeo lograra desembarazarse del totalitarismo sin intervencin de fuerzas armadas extranjeras, y pudiera negociar desde esa situacin de superioridad moral su entrada en el Mercado Comn. Tanto repugna a Kant la frmula del consenso entre totalitarios y demcratas, impuesta por Willy Brandt, Helmud Schmidt y Henry Kissinger a sus homologables alumnos espaoles, que piensa vetarlos cuando soliciten su ingreso en nuestra Repblica. La influencia de Kant sigue siendo tan grande en estas cuestiones morales que mucho me temo ver a estos tres polticos vagando

  • eternamente como almas en pena en pos de la gloria sin poder entrar jams en ella.

    Te ruego, diputado Pieiro, que disculpes la intromisin de este espritu desconocido, debida no ms (no puedo evitar el uso de este gracioso giro de idioma que aprend de Miranda) a mi mandato imperativo de aclarar el caso Pieiro, que trasciende a tu persona. Por cierto, antes de salir de mi Repblica solicit consejo al asesor de asuntos hispanos, el inmortal Ortega, a quien no pude sonsacar ms que un enigmtico no es esto, no es esto. Con tan escasa ayuda slo puedo confiar en mi sentido comn para enfocar correctamente el complejo problema que has planteado a tus compatriotas.

    En primer lugar, polticos, periodistas e intelectuales, te culpan de haber arruinado, con tu apropiacin de la soberana popular, a la clase poltica y al sistema que vosotros llamis democrtico, pero que en mi Repblica no lo consideramos as. Tu respuesta a esta acusacin debe ser la misma que da mi jefe Montesquieu a quienes explican la Historia por ancdotas: Si el azar de una traicin personal, es decir, una causa particular, arruina a un sistema poltico, existe una causa general que hace que el sistema deba perecer con una sola traicin personal.

    El Presidente de vuestro Gobierno mortal ha tenido que reconocer pblicamente que la Constitucin ampara y protege tu apropiacin de la soberana popular, es decir, ha reconocido que una causa general pieirista debe necesariamente producir pieirismo como efecto. T no eres causa de nada. Slo eres efecto de la Constitucin que te ha engendrado. Quien no quiera el efecto, que suprima la causa. Mientras la Constitucin no cambie, t no tienes que cambiar. Este es nuestro sentido comn.

    En segundo lugar, la acusacin lanzada contra ti es falsa. Los mortales tenis una sentencia de justicia popular, que aqu usamos mucho para perdonar eternamente a los plagiarios de segunda mano, segn la cual el ladrn de un ladrn tiene cien aos de perdn. T no has podido robar soberana a quien no la tiene. Cuando est prohibido el mandato imperativo de los electores, como dice vuestra Constitucin, y cuando la votacin se hace por el sistema de listas, abiertas o cerradas, como dice vuestra ley electoral, la soberana reside en los dirigentes de los partidos polticos, que con estos mecanismos tecnolgicos la usurpan a los electores. T has robado soberana a un partido de derechas para venderla a otro partido de derechas. El elector ni gana ni pierde. Estaba usurpado y sigue usurpado. Esto es para nosotros sentido comn.

    El Presidente de vuestro Gobierno mortal engaa a los electores al decir que de ellos depende, no votando en las prximas elecciones a Pieiro, acabar con el pieirismo. No es verdad. Con vuestra Constitucin y con vuestra ley electoral habr siempre compraventa de escaos porque es de sentido comn que as sea. Vuestro antiguo caciquismo compraba a los electores. El moderno, mucho ms eficaz, compra a los elegidos. Esta es la diferencia entre vuestras antiguas instituciones liberales y vuestra actual posmodernidad neoliberal.

    Pero en tu caso personal concurre una circunstancia que justifica por s sola mi intervencin y tu probable absolucin. Slo el azar te ha colocado en la rara y excepcional situacin de poder identificarte como el diputado ms uno (+1) que da la mayora en caso de empate, es decir, que da la soberana. Desde el momento en que te identificas como el diputado ms uno te ha pasado lo mismo que a todos los que, por cualquier razn humana o divina, se han encontrado investidos de soberana: te has sentido soberano. Como tal, puedes darle el poder a uno u otro partido y, siendo la soberana una e indivisible, tambin puedes quedarte con ella. Toda la clase poltica y todo el sistema constitucional descansan sobre la misma opinin que t tienes de ti mismo y de la soberana. Por ello te digo que si has arruinado a la clase poltica y al sistema constitucional es porque ambos son, como t, vctimas de Rousseau y verdugos de electores. Es de sentido comn que un sistema as concebido se desmorone tanto ms de prisa cuanto ms perfeccione su funcionamiento. La reforma de la ley electoral, cambiando las listas cerradas por listas abiertas, precipitar su cada porque disminuir el poder coactivo de los dirigentes de partido sobre los candidatos, sin aumentar un pice la confianza del elector.

    Si necesitas ms aclaraciones no dudes en invocarme por el procedimiento normal entre mortales de escribir al director de este peridico, indicando en el sobre a la atencin del inmortal Paine.

    Eternamente.

  • LA TOMA DE LA BASTILLA

    EL INDEPENDIENTE. JULIO DE 1989

    ANTONIO GARCA TREVIJANO.

    Golpe feudal de Luis XVI

    En un ambiente social de fermentacin universal, como se deca entonces, la situacin poltica en Francia, a principios de julio de 1789, estaba ya lejos del entusiasmo de consenso que abri, dos meses antes, la reunin de los Estados Generales. La doblez del monarca y el natural egosmo de la nobleza y del clero retardaron la reunin de los diputados en una sola asamblea. El Estado absoluto se opona a las reformas exigidas por una nacin convocada para expresarlas.

    Los diputados del Tercer Estado, confiados en la fuerza de su razn terica, retaron a la nobleza y al clero constituyndose ellos solos en Asamblea Nacional. En una sesin tormentosa, que termin el 17 de junio, la diputacin comn se atribuy la soberana nacional y dict habilsimas leyes que declaraban nulos los impuestos y ponan a la nacin en garanta de la deuda pblica del Estado.

    El guante de tan singular desafo tuvo que ser recogido por el propio rey. Por primera y ltima vez Luis XVI habl clara y libremente. La sesin real de 23 de junio marc los lmites de las reformas aceptables: libertad individual y de prensa, descentralizacin administrativa, aprobacin por los Estados Generales de los impuestos y de la deuda pblica, igualdad fiscal si la aceptasen los rdenes privilegiados.

    Luis XVI declar intangibles los asuntos referentes a los derechos antiguos y constitucionales de los tres rdenes, la forma de dar constitucin a los prximos Estados Generales, las propiedades feudales y seoriales, los derechos tiles y las prerrogativas honorficas de los dos primeros rdenes.

    Confirm el privilegio de la casta aristocrtica para el acceso al mando militar, y aument el poder de la jerarqua eclesistica en todo lo referente a la religin.

    En consecuencia, declar inconstitucionales las decisiones de la Asamblea Nacional y amenaz con disolver los Estados, y gobernar en autcrata, si no era obedecido. Si me abandonis en esta bella empresa slo yo har el bien de mis pueblos, slo yo me considerar su verdadero representante.

    Este golpe feudal del monarca fue decorado dentro del saln con la ausencia del ministro Necker y fuera del palacio con la presencia del aparato militar. Los diputados comunes trataron en vano de disimular su derrota.

    Estamos aqu por la fuerza del pueblo y slo nos mover la fuerza de las bayonetas (Mirabeau). Somos hoy lo que ramos ayer, deliberemos (Sieys).

    La fermentacin que produjo en Pars la noticia del golpe de fuerza del rey estall el da 25 en tres frentes revolucionarios. El frente burgus se organiz en el Hotel de la Ville. Los 407 electores que haban elegido a los diputados derrotados en Versalles tomaron su relevo. El frente militar se estableci en los cuarteles de la Guardia francesa, donde los soldados permanecan retenidos desde el desafo de la Asamblea Nacional. El frente popular se concentr en el Palais Royal, donde una abigarrada multitud acuda para seguir los acontecimientos de Versalles y escuchar las inflamadas arengas de jvenes periodistas como el prematuro republicano Camilo Desmoulins.

    Nada ms conocer el golpe feudal del monarca los 407 electores quebrantaron la prohibicin de reunirse.

    Los ms radicales, Bonneville (traductor de Shakespeare) y el periodista Carra, consiguieron la aprobacin de su agenda: organizar una guardia burguesa, constituir una verdadera comuna municipal electiva y anual, y dirigirse al rey pidiendo el alejamiento de las tropas y la libertad de la Asamblea.

    Negando la oficialidad a quienes iban a ser los ms grandes generales de la historia militar de Francia, el golpe de Luis XVI provoc la indisciplina en el Ejrcito. Los guardias franceses

  • rehusaron el servicio en varios regimientos, y centenares de soldados salieron de los cuarteles para acudir al Palais Royal. Aclamados y agasajados por la multitud prometieron no obedecer rdenes contrarias a las de la Asamblea Nacional si los regimientos alemanes y suizos entraban en Pars.

    Esta intensa agitacin de la capital y la manipulacin del duque de Orleans, que aspiraba a ser lugarteniente del Reino, empujaron al bajo clero y a la faccin liberal de la nobleza a los brazos de los comunes.

    La inutilidad de mantener ya la separacin indujo a Luis XVI a ordenar el 27 de junio al resto de la nobleza y de la jerarqua eclesistica que se integraran tambin en la Asamblea Nacional. Fracasada su batalla poltica, el rey concentr su estrategia contrarrevolucionaria en el golpe militar que haba empezado a preparar el da anterior, con la orden a seis regimientos suizos y alemanes de marchar sobre Pars.

    La mayora de los historiadores considera el perodo transcurrido desde el 5 de mayo, en que se inauguran los Estados Generales, hasta el 27 de junio, en que triunfa la tesis jurdica de los comunes, como el primer paso de un solo y nico movimiento revolucionario de la burguesa contra el feudalismo. Hoy ha perdido vigencia el mito de la Revolucin como bloque histrico.

    Modernos historiadores tratan a este primer perodo como una discontinuidad histrica con suficiente entramado para constituir una revolucin autnoma, la de los abogados.

    La verdad, sin embargo, es muy otra. Sea cual sea el concepto que se tenga de reforma o de revolucin, antes del 27 de junio no se dieron ni la una ni la otra. Slo existi una batalla poltica. La del ministerio Necker contra la nobleza y el clero. El aliado de los privilegiados en esta batalla fue la Corte. El de Necker, el Tercer Estado. El ministro obtuvo del rey que duplicara el nmero de diputados comunes para igualarlos con la suma de los dos privilegiados. En la situacin prevista, el arbitraje correspondera a la faccin liberal de la nobleza encabezada por el duque de Orleans.

    Lo sorprendente, dada la voluntad real de igualar los votos, fue la negativa de la nobleza y el clero a reunirse con los comunes y la mala fe de Luis XVI al apoyarlos en su pretensin de votar por rdenes separados.

    Es extrao, es incomprensible que un hombre de la cultura y experiencia de Necker no se percatara de la causa de su fracaso.

    Varios aos despus se dola de que, siendo el problema del dficit el que haba convocado a los Estados y habiendo l encontrado la solucin, los comunes recibieran con tanta frialdad su discurso de 5 de mayo.

    El Tercer Estado era aliado natural de Necker en un proyecto de reformas liberales y de igualdad de derechos, pero no de un ministro del Estado absoluto que tuviera la habilidad de resolver, l solo, el problema financiero sin necesidad de alterar la jerarqua social.

    El dficit del Estado era el tesoro de la nacin, es decir, de la Revolucin. Sin dficit, la reforma constitucional no era necesaria al Estado. Sin dficit, Luis XVI no necesitaba ya los Estados Generales salvo para aprobar el plan tcnico de su ministro.

    El cambio de opinin del rey, que grandes historiadores atribuyen a su carcter mudable o influenciable, revela ms bien una mayor sagacidad para percibir lo que su ingenuo primer ministro no vio: si con manipulaciones tcnicas el dficit qued reducido a 56 millones y la necesidad de un prstamo a 80, por qu afrontar el riesgo de una reforma institucional?

    El clima de libertad de expresin en la redaccin de los cahiers de doleances y en las elecciones, que haba propiciado el propio monarca, hicieron imposible la solucin tecnocrtica de la crisis.

    La fuerza poltica de los comunes, su probabilidad razonable de alcanzar por consenso una reforma liberal del ancien rgime, estaba precisamente en la permanencia del dficit.

    El xito tcnico del banquero fue la causa indefectible del fracaso poltico del ministro. La solucin financiera convirti la polmica en un pretexto que consumi un tiempo precioso en discusiones jurdicas que la situacin de miseria social y de esperanza poltica no podan gastar sin mudar el consenso inicial en frustracin revolucionaria. El tema legalista del voto por cabeza pas a ser la primera consigna revolucionaria.

  • En el combate por el voto individual la buena fe, el derecho estaban con los comunes. Pero el liderazgo no correspondi a los abogados (Mounier, Targuet, Barnave), sino al vizconde de Mirabeau y al abate Sieys.

    El gran momento tampoco fue el da del juramento ni el de las frases brillantes, sino ese 17 de junio en que Sieys impuso una doctrina que usurpaba la soberana no slo al monarca, por eso le siguieron los comunes, sino a sus propios electores, de lo que no fueron conscientes los diputados que se opusieron para no provocar al soberano real.

    La batalla poltica de palacio, perdida por Necker y la nobleza, fue ganada por la reina y la jerarqua clerical.

    La batalla jurdica termin en una extraa victoria del Tercer Estado el da 27 de junio; a partir de este da se acabaron sus posibilidades de liderazgo. Reunidos en una sola Asamblea con toda la nobleza y todo el clero, la relacin de fuerzas daba la iniciativa a la faccin liberal de la gran aristocracia. Le pas a la Asamblea lo mismo que a Necker. Su xito especial acab con su potencia y prestigio general.

    En breve, lo que realmente sucedi en este perodo inicial fue: un cambio gtico en las instituciones, que dej resentida a la nobleza; una preparacin militar de la contrarrevolucin, que dej encantada a la Corte; una preparacin insurreccional de la defensa ciudadana de Pars, que dio la alternativa poltica al cuerpo de electores burgueses; y una reunin comn en Asamblea Nacional, que bloque a los comunes y dio a la gran aristocracia la posibilidad de un desquite que debilitara al trono en su provecho. Las jornadas siguientes hasta la toma de la Bastilla van a madurar la conciencia de un frente burgus revolucionario, democrtico y municipal, que ser desviado de su curso el da 14 de julio por un error de entusiasta inocencia y por la impunidad de un crimen atrozmente legitimado.

    Mirabeau o el contrarrevolucionario

    La incomprensin habitual de los intelectuales del fenmeno del poder, su fascinacin ante quienes lo protagonizan no pueden dejar de afectar a la visin de unos acontecimientos tan llenos de enigmas como los ocurridos en 1789, y de un personaje tan equvoco y complejo como el vizconde de Mirabeau.

    Ni la Revolucin Francesa fue los que nos cuentan hoy los historiadores del bicentenario, ni la toma de la Bastilla tuvo significacin histrica el da 14, ni Mirabeau puede servirnos de arquetipo para definir, como hizo Ortega, al hombre poltico. A lo sumo puede ser considerado como el ms resplandeciente espcimen de esa clase poltica, tan actual, que se instala en la revolucin para hacer la contrarrevolucin, o sea, en la izquierda para hacer la poltica de la derecha.

    Cuando se trata de conocer la historia real hay que tener la modestia de dejar hablar ante todo a los acontecimientos. Para captar a Mirabeau hay que observarlo en ese momento decisivo para Europa en que tradicin y revolucin se unen en Asamblea Nacional.

    La jornada del 27 de junio fue crucial para el porvenir de la Revolucin. Aparentemente simboliza el triunfo de los representantes del estado llano en su pretensin de votar por cabeza en una sola Asamblea. Realmente seala el momento de la traicin de los diputados a sus electores, a la causa de la libertad. Es ley histrica del consenso.

    El eufrico optimismo de la victoria jurdica ser aprovechado por Mirabeau para embarcar inconscientemente a la Asamblea Nacional en el golpe militar que Luis XVI se dispone a asestar al pueblo de Pars.

    El plan contrarrevolucionario de la Corte dependa tanto de la actividad de los mandos del Ejrcito, en manos de la nobleza, como de la pasividad del pueblo de Pars, dinamizado por los 407 electores de la capital en nombre de los 50.000 electores de distrito. Si los guardias franceses, el electorado burgus y el pueblo consiguieran hacer frente comn a las tropas alemanas y suizas del rey, el golpe militar degenerara en una guerra civil que se transformara en guerra nacional contra un ejrcito extranjero. Era fundamental evitar ese riesgo.

    Para la ejecucin del plan militar, el ministerio moderado y liberal de Necker sera sustituido por un ministerio duro y fiel. Pero no antes de que todo estuviera a punto. No haba que

  • prevenir a la poblacin y darle tiempo a organizar su defensa. El rey tena que retener unos das a Necker.

    El pueblo est soliviantado, alarmado contra los rumores de un complot de los aristcratas, dominado por el pnico de la inminente llegada de los regimientos extranjeros al mando de esa misma nobleza que haba boicoteado durante 50 das la reunin de los Estados Generales. La Asamblea Nacional, foco de la atencin nacional, deba ser paralizada y enmudecida.

    El rey orden a la nobleza y el clero que se reunieran en ella para impedir que los comunes se orientasen hacia la minora liberal de la nobleza. El hombre fuerte de la Asamblea, comprometido con el duque de Orleans, debera ser ganado para el rey. No hizo falta. El genio de Mirabeau demostr que poda servir a todas las causas al mismo tiempo y que todo en l era falso, incluso cuando deca la verdad.

    Al instante mismo de completarse la Asamblea consigue embaucarla con uno de los discursos ms inteligentes y deshonestos, ms brillantes y perversos, ms hbiles e insidiosos, ms confiantes y ms traidores que el talento puede concebir. Convirtindose en relaciones pblicas de Luis XVI, mientras ste prepara su golpe militar contra el pueblo de Pars, Mirabeau logra una Declaracin de la Asamblea Nacional destinada a confiar y desarmar a los tres frentes de resistencia que se estaban organizando en Pars. Su discurso para medir esta Declaracin fue un modelo tctico de astucia psicolgica y ficcin poltica.

    Los diputados del pueblo, a diferencia de ste, dice Mirabeau, juzgan sanamente los objetos y no son engaados por las apariencias. Donde los representantes de la nacin no han visto ms que un error de la autoridad (el golpe feudal de 23 de junio), el pueblo ha credo ver una decisin formal de atacar sus derechos y sus posesiones.

    Han visto en las miradas mismas del rey, han sentido en el acento de su discurso cmo este acto de rigor y de violencia haca sufrir a su corazn? Han juzgado por sus propios ojos que l es el mismo cuando quiere el bien, el mismo cuando invita a los representantes de su pueblo a fijar una manera de ser equitativamente gobernados, y que cede a impresiones ajenas cuando restringe la generosidad de su corazn, cuando retiene los movimientos de su justicia natural?

    Es un deber sagrado para los diputados invitar a sus electores a descansar enteramente sobre ellos el cuidado de sostener sus intereseshacindoles ver que, lejos de haber alguna razn de desesperar, jams su confianza ha estado mejor fundada. La tranquilidad de la Asamblea devendr poco a poco la tranquilidad de Francia.

    Mirabeau pide al pueblo toda su contribucin al mantenimiento del orden y la autoridad para que, cualesquiera que sean los acontecimientos, pueda justificarse ante s mismo de que al menos ha permanecido en la moderacin y la paz.

    El contenido de la Declaracin es un fulgurante ejemplo de aberracin. Los hroes de la libertad, los juramentos del 20 y del 23 de junio piden al pueblo que se convierta en promotor de la subordinacin a las autoridades reales que marchan militarmente contra l, no en calidad de enemigos sino como meros discrepantes de opinin. Una capitulacin tan flagrante de la Asamblea no estaba al alcance de un hombre corriente. Necesitaba la argumentacin disparatada de una elocuencia genial.

    Qu funestos son a la libertad quienes la creen sostener por sus inquietudes y sus revueltas! Se exagera mucho, seores, el nmero de nuestros enemigos quienes no piensan como nosotros estn lejos de merecer por esto este ttulo odioso. Conciudadanos que no buscan, como nosotros, ms que el bien pblico, pero que lo buscan por otra ruta todos estos hombres merecen consideracin de nuestra parte. No hay que degenerar en querellas de amor propio, en guerra de facciones, diferencias de opinin. En su nombre y en el nuestro os recomendamos esta dulce moderacin de que ya hemos recibido los frutos. La Asamblea ataca a los defensores del pueblo de Pars y presenta a los seores feudales como meros disidentes de opinin, no como adversarios de intereses.

    El historiador Edgar Quinet consider en el siglo pasado que esta mentira de la Asamblea Nacional al pueblo no ser necesaria, y que si hubiera dicho toda la verdad, si hubiera revelado la responsabilidad directa del rey, la Revolucin habra evitado muchas de sus dificultades y sufrimientos. En cambio, el socialista Jaurs juzg conveniente esta mentira para que la Asamblea pudiera resolver su problema de conciencia mediante una ficcin poltica: suponer que la voluntad verdadera era favorable a la Revolucin para poder atacar sus actos como si

  • estuvieran inspirados por la perfidia de la Corte.

    La ilusin de Mirabeau de encontrar un nuevo consenso constitucional, haciendo del rey el jefe de la Revolucin, se vino al suelo tan pronto como se haba levantado. El da 30 de junio varios miles de ciudadanos liberaron de una prisin militar a once soldados que haban prometido no obedecer rdenes contrarias a las de la Asamblea, llevndolos en triunfo al Palais Royal. La solidaridad de los cuarteles de la Guardia francesa con el pueblo parisino se fragu definitivamente.

    Al llegar esta noticia a Versalles, el rey orden que otros diez regimientos alemanes y suizos marchasen a Pars. La delegacin de electores que acude a la Asamblea para que intervenga a favor de los soldados no consigue ser recibida. Un motn en los cuarteles, una prisin militar asaltada, todo el pueblo de Pars movilizado en defensa de estos soldados era un asunto menor al lado del respeto de Mounier al principio de no intervencin de la Asamblea en los asuntos del poder ejecutivo.

    Ante la protesta de varios diputados Mirabeau propuso otra vez pedir moderacin al pueblo. Afortunadamente, el diputado ms sincero y valiente de toda la Asamblea, el bretn Le Chapelier, impidi esta gravsima irresponsabilidad. Sera peligroso testimoniar una insensibilidad cruel. Cul es el origen de las revueltas que estallan en Pars? Es la sesin real. Es el golpe dado a los Estados Generales. Es esta especie de violacin, esta usurpacin de la autoridad ejecutiva sobre la legislacin. Arrastrada por la emocin de la sinceridad, la Asamblea envi una delegacin al rey en solicitud de clemencia.

    Concedida la gracia el 3 de julio, el rey se dirige a los diputados: No dudo que esta Asamblea dar una igual importancia a todas las medidas que tom para restablecer el orden en la capital. Si el espritu de licencia y de insubordinacin contina creciendo se terminar quiz por desconocer el precio de los generosos trabajos a los que los representantes de la nacin se van a consagrar. La amenaza de disolucin es ya directa.

    Nadie dudaba en Versalles de la inminencia del golpe militar contra Pars ni de la trampa tendida a la Asamblea. Si se solidarizaba con el pueblo sera acusada de promover la agitacin. Si se solidarizaba con el rey perdera por completo la confianza de los electores y su credibilidad ante la opinin.

    Otra vez va a encontrar Mirabeau la ms alta expresin de su talento para arrastrar a sus oyentes con otro discurso genial, que no logra esconder del todo la oculta disponibilidad de la Asamblea para legitimar al vencedor de Pars.

    Es, pues, a nosotros a quienes hay que prender si el pueblo que nos ha observado, ha murmurado? Yo no he dudado jams que la nobleza se interpondr entre nosotros y las bayonetas, no es a ella a quien temo; yo los conozco, los consejeros prfidos de estos atentados a la libertad pblica, y juro sobre el honor y la patria que los denunciar un da.

    La Asamblea acuerda, con el voto favorable de toda la nobleza, conjurar al rey a que reenve a los soldados a los puestos de donde vuestros consejeros los han sacado. La aristocracia, que tiene el monopolio del mando en el Ejrcito, retira su apoyo poltico al golpe de la Corte y del monarca contra el pueblo.

    La respuesta del rey el 11 de julio, el mismo da que orden a Necker abandonar Francia, revel que el golpe militar era cuestin de horas. Es necesario que haga uso de los medios que estn en mi potencia para restaurar y mantener el orden en la capital y los alrededores. La destitucin de Necker, conocida en Pars el domingo 12 de julio, ser el fulminante de la insurreccin.

    Nada tiene de extrao que el movimiento defensivo de las masas populares, sin direccin poltica de la Asamblea, desarrollase un espontanesmo revolucionario que asaltara la Bastilla improvisadamente, sin darle especial importancia, cometiera crmenes gratuitos y celebrara macabramente el descabezamiento de la autoridad. Lo grave, lo que la historia no debe, no puede justificar es lo sucedido al da siguiente tanto en la Corte como en la Asamblea.

    La toma de la Bastilla, mito o realidad

    La creacin de mitos no es atributo exclusivo de los pueblos primitivos. La condicin social del

  • hombre siempre ha mantenido dividida a la humanidad en grupos separados que marcan sus diferencias con una fuerte cohesin interior. Los mecanismos biolgicos que posibilitan y condicionan el recuerdo, hacen de la memoria grupal una mquina prodigiosa de fabricar consenso por medio de mitos unificadores.

    El mayor conocimiento racional en las sociedades modernas no ha eliminado la necesidad del mito, pero s ha cambiado la funcin que desempeaba en el proceso de constitucin y mantenimiento de las formaciones sociales.

    El origen legendario del mito primitivo permita que, sin mediaciones voluntarias, produjera directamente el consenso social. Pero el mito moderno, para alcanzar ese mismo resultado, necesita la mediacin consciente del consenso poltico. Si ste no altera significativamente la realidad histrica, el mito fundacional comunica una profunda estabilidad evolutiva al consenso social. Pero si el consenso poltico sustituye la realidad histrica por una fbula que altera el significado de lo real, la sociedad se ver condenada a sufrir la violencia institucional y la propaganda ideolgica para que el mito fabuloso pueda cumplir su funcin.

    La Declaracin de Independencia americana es una realidad histrica, ocurrida el 4 de julio de 1776, ennoblecida y embellecida por el recuerdo de un mtico consenso poltico de honestidad y valenta fundadoras de la nacin. La identidad sustancial entre la realidad y el mito ha permitido la adaptacin del consenso originario a los grandes desafos de la guerra de secesin y de la segregacin.

    La toma de la Bastilla es el ejemplo ms notable del tipo bastardo de mito moderno. La diferencia sustancial entre la realidad el da 14 de julio de 1789 y el mito fabuloso creado en los tres das siguientes hizo imposible el desarrollo pacfico de la Revolucin, caus su fracaso democrtico y, en consecuencia, el de los Estados que hoy se legitiman, como el nuestro, en el bicentenario mito.

    La realidad de lo sucedido en Pars el da 14 es bien conocida. Pero la historia no explica cmo naci la fbula de la toma de la Bastilla y de la Revolucin el da 15, ni por qu tuvo que ser solemnemente consagrada en los das 16 y 17 de julio de 1789.

    Sin esta fbula, la jornada del 14 de julio habra pasado a la historia como lo que realmente fue. Nadie tuvo ese da conciencia de que se estaba realizando, con el asalto a la Bastilla, algo trascendental. Ni siquiera era un objetivo tctico entre la Corte y la Asamblea. El da 14 fue la simple continuacin de una insurreccin defensiva de la alta y media burguesa de Pars comenzada el da anterior.

    Por razones de necesidad vital los electores burgueses se autoconstituyen en Comuna municipal y asambleas de distrito. Designan un comit permanente. Forman una milicia burguesa. Piden a la Asamblea que apruebe esta iniciativa. Obtienen del preboste municipal Fresselles autorizacin para retirar los fusiles almacenados en los Invlidos. Se oponen a la masa popular que, agitada por los agentes del duque de Orleans controlados por Choderlos de Laclos, desva hacia la Bastilla al cortejo que regresaba de los Invlidos. Negocian con el gobernador de la fortaleza, el marqus de Launay, la entrega de plvora y la integracin de una guardia burguesa en la guarnicin de la Bastilla. No participan en el insensato abordaje de la desordenada multitud de artesanos, soldados y pequeos burgueses que entra en un patio interior donde es fusilada impunemente por la guarnicin suiza, dejando ms de ochenta muertos y otros tantos heridos. Se oponen a que una columna de trescientos soldados de la guardia francesa, al mando del teniente Elie, y unos mil ciudadanos, la mayor parte artesanos, marche a la Bastilla con los cuatro caones recogidos en los Invlidos. No toman parte en las negociaciones para la capitulacin de Launay. Y quedan horrorizados cuando la furiosa multitud, que deseaba vengar a sus muertos, degella y cuelga a seis prisioneros suizos, decapita al gobernador y al preboste de la villa y pasea en triunfo hasta el Palais Royal sus cabezas ensartadas en picas.

    La impresin que este da dej en la conciencia ciudadana est descrita por el testigo de excepcin Saint-Just. No s que se haya visto jams, salvo en los esclavos, llevar el pueblo la cabeza de los ms odiosos personajes en la punta de lanzas, beber su sangre, arrancarle el corazn y comerlo Yo lo he visto en Pars.

    En la jornada del 14 es fcil distinguir una accin principal y premeditada, la de los electores burgueses; una accin incidental e improvisada, la de los artesanos y soldados, y un crimen

  • pasional, el de la masa desesperada y vengadora.

    La accin principal de la burguesa tena como finalidad defenderse a s misma, y al pueblo de Pars, contra el golpe militar que el rey anunci para mantener el orden pblico. Lo ms inteligente era suprimir el pretexto, suprimir el desorden pblico provocado por la dejadez de la polica y por el celo de los aduaneros, que impedan o retrasaban el suministro de alimentos a la capital.

    Los electores hicieron lo imposible para legitimarse con una autorizacin de la Asamblea Nacional. Pero este rgano representativo estaba paralizado desde que la nobleza y el clero se integraron en l. Los revolucionarios de juramento se negaban a intervenir en las cuestiones del poder ejecutivo del monarca absoluto. Slo al final del da 13 el diputado bretn Le Chapelier pudo arrancar esta autorizacin a la Asamblea. La organizacin de la Comuna municipal, la constitucin de un poder ejecutivo local por los electores chocaba frontalmente con la idea de sus diputados de limitar la revolucin de la Asamblea Nacional a la sola conquista del poder legislativo.

    El error incidental, el intento espontneo de asaltar la Bastilla y el crimen pasional que sigui a la capitulacin del gobernador no podan definir, ni caracterizar como revolucionaria, a la jornada del 14 de julio.

    Antes y despus de esa fecha ocurrieron hechos parecidos que hoy, salvo los historiadores, nadie recuerda. El asalto y pillaje de la fbrica de papeles pintados Reveillon el da 28 de abril produjo ms vctimas que cualquiera de las jornadas revolucionarias posteriores. El da 22 de julio otra vez la masa vengadora decapita al ministro de finanzas Foulon y arranca el corazn a su yerno Bertier, intendente de Pars. Y otra vez un testigo de excepcin, el joven Babeuf, expresa la ambivalencia de sus sentimientos. He visto pasar esta cabeza de suegro y el yerno conducido detrs por ms de mil hombres armados en medio de doscientos mil espectadores que lo apostrofaban y se divertan con las tropas de escolta Cmo esta alegra me haca mal! Estaba a la vez satisfecho y descontento. Recogen y recogern lo que han sembrado, porque todo esto, mi pobre mujercita, tendr continuaciones terribles, no estamos ms que en el principio.

    Aqu est la respuesta al enigma que los historiadores silencian. Mientras Babeuf sabe que la Revolucin no ha hecho ms que empezar, el rey y la Asamblea pretenden, con la fbula consensuada de la toma de la Bastilla, darla por terminada. Inventaron una Revolucin que no haba existido para conjurar la que poda existir.

    En pleno rgimen feudal, en plena monarqua absoluta, la insurreccin municipal de los electores de Pars no era suficiente para modificar la relacin de fuerzas, realmente existente, en sentido favorable a una nueva constitucin del reino. Haba que alterar ficticiamente esta relacin. Exagerar el significado de las acciones incidentales y criminales del 14 de julio. Transformar la revuelta en Revolucin. Hacer de la Bastilla el smbolo de la monarqua absoluta. Convertir el asalto a una prisin semiabandonada en la toma de la Bastilla, en la conquista del Estado. El crimen ser violencia revolucionaria. Los asesinos, hroes.

    El proceso fabulador lo inicia Luis XVI, quien escribe al rey de Espaa Carlos IV, para hacer constar oficialmente a las monarquas europeas, que todos los actos realizados a partir del 15 de julio no son imputables a su libre voluntad y consentimiento. El rey simula confiar en al Asamblea Nacional, que esperaba y tema una inmediata represin militar, presentndose de improviso ante ella para rogarle que comunique a Pars su orden de retirar las tropas y que le ayude a mantener el orden. Tan pronto como pronuncia soy yo quien me confo a vosotros, el entusiasmo y el consenso son instantneos. La revolucin est consumada. El Rey es su jefe.

    La Asamblea ha de legitimar y asumir como propios el error y el horror del asalto a la Bastilla. Ese mismo da enva una delegacin de 88 diputados a felicitar a la Comuna insurreccional de los electores, esos mismos electores a quienes antes no quera ni siquiera recibir. El presidente de la Asamblea, el cientfico Bailly, pasa a ser presidente de la Comuna de Pars, y el aristcrata Lafayette, comandante general de la milicia burguesa, denominada guardia nacional. El arzobispo de Pars, el consejero de la Reina que haba inspirado la destitucin de Necker y el golpe de fuerza del rey contra la Asamblea, propone y celebra un solemne Te Deum en accin de gracias por los hechos del da 14! El abate Sieys, que haba inspirado la

  • usurpacin de la soberana de los electores por la Asamblea constituyente, escribe en su noticia que as fue probada la voluntad cierta de la Nacin sobre la naturaleza y extensin de los poderes conferidos a los diputados. La Asamblea legitima y glorifica el error y el crimen de la Bastilla, los hace suyos como representante de la nacin, porque es la Nacin, es decir, la Revolucin quien los ha cometido. Las cabezas del marqus de Launay y del preboste Fresselles probaban que la Nacin haba conferido a los diputados poderes constituyentes del Reino.

    Al da siguiente, 16 de julio, mientras parten para el exilio la mitad de la Corte, el ministerio Breuteil y el jefe del ejrcito, mariscal Broglie, el rey y la Asamblea llaman con urgencia a Necker. Bailly y Lafayette toman posesin de sus nuevas funciones.

    El proceso fabulador del mito lo termin tambin Luis XVI, visitando el da 17 a la Comuna insurreccional de Pars y diciendo yo apruebo el establecimiento de la guardia burguesa. Esa misma milicia que la Asamblea neg hasta el ltimo segundo.

    El mito fabuloso de la toma de la Bastilla permiti a Luis XVI y a la Asamblea Nacional organizar una Revolucin, con una Monarqua constitucional que retuviera el poder ejecutivo y el judicial y que compartiera con la representacin nacional el poder legislativo. Pero este simulacro de revolucin por consenso, esta glorificacin de un error de espontaneidad de una pequea masa del pueblo sin conciencia poltica, esta santificacin del crimen, no podan dejar de producir errores y crmenes mayores.

    El mito fabuloso de la toma de la Bastilla fund la prctica y la teora de las revoluciones y contrarrevoluciones europeas, sobre la falsa creencia de que el Estado es un aparato externo a la sociedad que se puede tomar, con violencia o sin ella, para dirigirlo contra la burguesa o contra la clase obrera, o simplemente contra el pueblo. Tomar el Palacio de Invierno, marchar sobre Roma, ocupar electoralmente el Reichstag, conquistar el poder poltico y utilizarlo desde el Estado para controlar la sociedad han sido y son monstruosas aberraciones doctrinales que traen su causa de la mtica toma de la Bastilla y que han ocasionado las mayores tragedias de la humanidad.

    Finalmente, la santificacin del crimen, elevado a violencia inevitable de las masas revolucionarias, condujo a la institucionalizacin del terror que sepult a la Revolucin y a la violencia institucional de la razn (nacional) de Estado y del principio (antidemocrtico) de autoridad que hoy desnaturalizan la libertad de la sociedad civil y la moralidad del poder.

    La eficiencia de la propaganda ideolgica del Estado y de la violencia institucional, utilizadas para suplir la debilidad del consenso social fabuloso, ha sido tan grande que ahora, a diferencia de lo que aconteca en el siglo XIX, el peligro del sistema no est ya en el sufragio universal, sino exactamente en su contrario. Una abstencin electoral motivada por la opinin cada vez ms justificada de que la clase poltica slo aspira a tomar la Bastilla. Con error y con crimen.

  • GANSOS SOBRE LA RUTA DEL ESTADO

    EL INDEPENDIENTE, SEPTIEMBRE DE 1989

    ANTONIO GARCA-TREVIJANO

    Lo propio de la oligocracia de partidos es el reparto proporcional del poder en beneficio de la clase poltica, segn las cuotas atribuidas a cada lista por los electores. Lo propio de la democracia es la separacin y equilibrio de poderes, para que uno frene a otro, evitando el abuso y la corrupcin en beneficio de los derechos del ciudadano y de la sociedad civil. Lo caracterstico del rgimen oligocrtico es el gobierno de coalicin sin control parlamentario. Lo que distingue al sistema democrtico es el gobierno de mayora absoluta, bajo control de comisiones del poder legislativo.

    Cuando en un rgimen oligrquico de partidos se produce la anomala no prevista en la Constitucin, de que uno de ellos alcanza la mayora absoluta, como sucedi en Espaa tras el 23-F, todo el poder ejecutivo, legislativo, judicial, financiero y funcionarial del Estado es acaparado, sin control, por un solo partido. El abuso de poder y la corrupcin poltica, inherentes al rgimen oligocrtico, dejan de ser relativos, es decir, limitados por la necesidad de su reparto, y se convierten en absolutos.

    Los partidos de oposicin tratan de evitar la mayora absoluta del partido ministerial por un doble motivo. Para transformar altruistamente la condicin absoluta del abuso de poder en relativa y para participar egostamente en un abuso limitado a los mritos electorales de cada uno. Con mayora absoluta se abusar absolutamente. Con mayora relativa se abusar relativamente. Y es preferible la corrupcin relativa a la absoluta.

    Lo imposible, en este rgimen oligocrtico, es suprimir o evitar absolutamente el abuso de poder y la corrupcin poltica. Las comisiones parlamentarias, los consejos de administracin de los entes pblicos, la distribucin de espacios en los medios, la constitucin del poder judicial y financiero y la ocupacin de los cargos pblicos, tcnicos y burocrticos en el Estado y en las empresas pblicas reproducen mecnicamente la misma proporcin, la misma relacin de fuerza oligrquica surgida del acto electoral. Ningn poder se controla a s mismo. El poder indiviso, tanto si es administrado por un solo partido como si lo es por varios, no es controlable.

    Ni Montesquieu ha muerto, ni la divisin y separacin de poderes es particularidad del carcter o del pensamiento poltico anglosajn. Francisco Miranda, que muri en una prisin de Cdiz (1816), escribi en 1794 lo que despus la historia no ha hecho ms que confirmar: El pueblo no ser soberano si uno de los poderes constituidos (el ejecutivo) no emana inmediatamente de l y no habr independencia (entre los poderes) si uno de ellos fuera el creador del otro. Dad al cuerpo legislativo, por ejemplo, el derecho de nombrar a los miembros del poder ejecutivo y no existir ya Libertad poltica. Si nombra a los jueces no habr libertad civil.

    El pensamiento socialista tambin ha participado en el combate contra la oligocracia de partidos. El presidente del Gobierno francs, Leon Blum, que redact su ensayo A escala humana (1941) en una prisin alemana, expres su inclinacin hacia los sistemas de tipo americano o suizo, que se fundan sobre la separacin y equilibrio de poderes y que tienen adems el gran mrito de sustituir la nocin real de control a la nocin un poco ilusoria de responsabilidad.

    En resumen, la mayora absoluta es buena en la democracia y mala en la oligocracia. Y en este asunto cuenta muy poco la mayor o menor capacidad de gobierno de un solo partido o de una coalicin. Desde el final de la guerra civil ningn pueblo europeo, salvo tal vez el alemn, ha demostrado ms gobernabilidad que el espaol.

    La tentacin de reducir la poltica a uno solo de sus ingredientes ha estado presente siempre que la ciencia ha preponderado sobre la ideologa dominante, en crisis. Sucedi al final de la monarqua absoluta con la fisiocracia de la produccin agrcola de Turgot. Sucedi al final napolenico de la Revolucin con el sansimonismo de la produccin industrial. Sucedi al final de la revolucin de la comuna del 71 con la economa estatal del marxismo. Sucedi al final del liberalismo con el keynesismo de la economa de desarrollo. Y sucedi al final del crecimiento antiecolgico, con la economa financiera de Chicago.

  • Los renegados del socialismo estn dando el paso definitivo a la simpleza, en esta va reduccionista de la poltica, haciendo con Saint-Simon lo que Marx hizo con Hegel. Han puesto del revs la relacin produccin-consumo. Desde que ocupan el Gobierno y el Estado no cesan de reducir lo poltico y de aumentar en el mismo grado el dogmatismo cientfico de su tratamiento. Han reducido la poltica a economa poltica y sta a teora de la demanda, reducida a su vez a teora del consumo, concebido restrictivamente como gasto, para legitimar el dficit pblico. De esta forma lo econmico se reduce a lo financiero y los instrumentos de la accin poltica se limitan dogmticamente al impuesto y a la circulacin monetaria.

    En consecuencia, el banco emisor dicta toda la poltica del Gobierno. Los impuestos no se calculan en funcin de los servicios prestados por el Estado o de la capacidad productiva de la sociedad civil, sino en funcin de la masa de dinero y crdito puesto en circulacin. Si la nacin, compuesta de Estado y de sociedad, gasta ms de lo producido, entonces el Banco de Espaa hace el ajuste de financiar el aumento del dficit pblico del Estado con la reduccin del consumo privado de la sociedad. El Gobierno asume hacia la sociedad civil la tarea de convencerla, o amenazarla, de que el Estado debe continuar su marcha triunfal por la ruta del dficit.

    Bajo esta perspectiva, la poltica deja de ser una vocacin general, para la que se vive mal, y se convierte en una especialidad profesional de la que se vive bien. La profesin poltica se alimenta de dos clases de expertos. Los tcnicos en circulacin monetaria, estadstica, contabilidad, presupuestos, que se renuevan en los propios centros de formacin profesional bajo la tutela de los mandarines permanentes del Banco de Espaa, del Ministerio de Hacienda, del Instituto Nacional de Estadstica y de los servicios de estudio de las grandes instituciones financieras, y los comunicadores con el mercado electoral, que se renuevan por cooptacin entre los dirigentes de los partidos polticos. Los primeros cocinan las recetas de los programas. Los segundos las venden en el mercado poltico. La principal ventaja del partido ministerial no est tanto en el uso privilegiado de la televisin como en que sus recetas culinarias ofrecen ms garantas de digestin por estar elaboradas con informaciones del Estado que no tiene la sociedad civil.

    Desde el momento en que la poltica se ha convertido en una profesin ya no merece ms consideracin y respeto que cualquier otra. Si un poltico habla desde el Gobierno no se le puede creer. Habla de su oficio. Pero con la extraa pretensin de que se le preste atencin, comodidad y sitio, a costa de la incomodidad y estrechez de los oficios productivos de la sociedad civil, que cuando menos merecen tanta atencin como el suyo.

    Como escriba el filsofo Alain (1923), el automovilista apresurado que economiza su freno comprende mal lo que hace una manada de gansos en la carretera, pero los gansos van a su comida y a su charca. Lo mismo sucede al gobernante que sigue su ruta y le extraa que los gansos no se alineen para admirar lo bien que rueda el carro del Estado. Se necesitan gansos, lo concedo, dice el hombre de Estado, pero all donde yo quiero que estn y no donde ellos quieran estar. Este discurso jams ha convencido a los gansos, pero con l el PSOE ha persuadido varias veces a los espaoles.

    Los ciudadanos del 14 de diciembre y los sindicatos, como verdaderos gansos, se resisten a dejar libre la carretera, marginndose en los arcenes, y a engrosar las colas contemplativas de la destreza del hombre que conduce el Gobierno del dficit pblico y del paro, por la ruta del Estado, hacia un pramo donde el consumo estar ms reducido que la propia poltica.

  • MONOS DE ZARATUSTRA

    EL INDEPENDIENTE, SEPTIEMBRE DE 1989

    ANTONIO GARCA-TREVIJANO

    Carta de ultratumba de Tom Paine a la presentadora de TV Olga Barrio

    Querida ciudadana: preguntar qu es y para qu sirve la filosofa en ese patio de Monipodio que es la cultura espaola de la transicin, y en pleno mes de agosto, es algo a lo que apenas si se han atrevido vuestras flamantes Universidades de verano. Es valeroso por tu parte haber convocado en tertulia televisiva a cinco profesionales del gremio para ilustrar al desorientado espectador, en particular a jvenes y estudiantes, sobre la respuesta que hoy deba darse a este problema.

    Tu tertulia me pareci buena ocasin para contrastar mis puntos de vista, viejos de doscientos aos, con las teoras filosficas de los hombres de tu pas y de tu tiempo, aunque debo confesarte que las respuestas de los invitados me han defraudado.

    Todos estuvieron de acuerdo en criticar con aire elitista la conciencia satisfecha y la estulticia de las masas, en traer una vez ms a cuento la nietzscheana muerte de dios y en negarse a ser catalogados como representantes de la posmodernidad, de la que ninguno de ellos quiso, supo o pudo decir una sola palabra clarificadora.

    Del mapa de la filosofa espaola recordaron a Unamuno, Ortega y DOrs, olvidando a Santayana, que jams renunci a su nacionalidad espaola ni a su raz cultural latina aunque escribiera en ingls. Una de las dos voces cantantes, el cataln Tras, con la discrepancia de su contrapunto madrileo Jos Jimnez, le perdon graciosamente la vida a Zubiri.

    Al exponer su visin personal de la filosofa, Jimnez la defini elaborando una especie de cctel de ingredientes tomados de la tradicin griega (amor a la sabidura), del pensamiento dbil (actuar de un modo sinuoso, por los intersticios que deja el sistema, sin atacarlo frontalmente) y de la tradicin marxista (transformar el mundo). Adems de sinuosidad, recomend distancia y paciencia.

    Desde mis puntos de vista de sentido comn, estos ingredientes son solamente compatibles en el burdo sentido en que lo son los libros que se meten en una maleta. Pero pensar que de esa pueril mescolanza pueda surgir algo original o interesante, me parece descabellado. A dnde puede llegar uno, en la teora o en la praxis, con distancia, sinuosidad y paciencia? Hubieran cumplido con ellas su programa especulativo Platn, Kant o Bertrand Russell? Son tan necias las masas, son tan necios los jvenes estudiantes capaces de ser atrados por la filosofa como para tragarse semejante necedad?

    La segunda columna pensante de la tertulia, Eugenio Tras, cuya indumentaria facial parece querer mimetizar la de Nietzsche, prefiri definirse por la va de la elusividad. Para el Zaratustra cataln, el filsofo no tiene ms compromiso que el contrado con el lenguaje. Es decir, y en esto pareca coincidir con los dems, nada de preocupacin por la ciencia, por la tica, por la poltica e incluso por la vulgaridad de la masa. Cuando un filsofo se despreocupa de estos campos, se ahorra una cantidad no despreciable de materias por estudiar y obligaciones que cumplir. Nada de cosmologa, nada de biologa, nada de tecnologa, nada de ecologa, nada de preocupacin filosfica por el comportamiento tico de la persona ni por la miseria y la explotacin de los pases del Tercer Mundo.

    Siendo as las cosas, la nica zona residual que le queda a la filosofa sera el punto de vista esttico. Pero, qu credibilidad le podra otorgar entonces la gente a un pensador que no fuese capaz de escribir novelas como Unamuno, Santayana o Eco? Uno de los cerebros sensatos de la desanimada tertulia, Carlos Garca Gual, dijo con palabras claras y sencillas, sin aspavientos de gran sacerdote, que el ltimo reducto de la filosofa es hoy la crtica de la cultura, y que un paradigma de esa crtica es el pensamiento de Foucault. Pero, renunci Foucault, que se vanagloriaba de recoger el legado de Bachelard y Canguilhen, al punto de vista de la metodologa cientfica? Renunci al compromiso tico y poltico?

    Su compromiso con el lenguaje lo dej ms claro Tras al afirmar que estamos en un momento de restauracin y no se puede hablar. Cmo osa decir esto un filsofo en un rgimen de

  • libertades? Mi nica explicacin es que lo que entre vosotros es plaga no son slo los intelectuales de pesebre, como los que firmaron el manifiesto pro OTAN o se manifestaron pblicamente contra la huelga del 14 de diciembre. Puede que tambin sean plaga los intelectuales de antipesebre, tal vez para canjear su silencio por prebendas culturales y editoriales que les consigan, si no el favor del pblico, s el de la publicacin y el de la publicidad.

    En contraste con Argullol, que se mostr sobrio y acertado, Lynch se llev de calle a la audiencia con su conmovedora e incontenible envidia por la figura de Savater. Espoleado por tan noble pasin, inici un acalorado parlamento del tipo de pero Bruto es un hombre honrado, poniendo en lugar de Bruto el nombre que le obsesiona. Obraste con sabia prudencia al quitarle la satisfaccin de emular a Marlon Brando.

    Pero ello no impidi a tu invitado hablar luego del descenso de nivel filosfico en Europa, por ausencia de grandes pensadores, y del fabuloso ascenso del mismo gremio en Espaa, que ha pasado de un nivel cero a un nivel cosmopolita, con la produccin de excelentes ensayos filosficos de altura europea. Corrobor el autoelogio la sentencia de Tras: En Espaa se ha producido una revolucin en filosofa.

    En la filosofa del siglo XX ha habido macrorrevoluciones y microrrevoluciones. Husserl y Russell iniciaron una revolucin gigantesca, y luego Heidegger y Wittgenstein otra no menos grande, cuyos epgonos, al decir de Rorty, son los hoy llamados posfilsofos.

    Los clsicos distinguan entre el estilo de la filosofa acadmica, slida y rigurosa, aunque inevitablemente pesada y a veces incluso pedante, y el estilo de la filosofa mundana, que debe procurar ser amena, aun a riesgo de incurrir en la frivolidad y en la inconsistencia. Quiz los filsofos que se interesan por la ciencia propendan ms a lo primero y los filsofos que se interesan por la cultura a lo segundo. La nica nota especfica que advierto en la revolucin filosfica de Tras y Jimnez es, a juzgar por lo que o, la novedad de conjugar en una sola y misma cabeza filosfica la inconsistencia de la filosofa mundana con la pedantera de la filosofa acadmica.

    Un dolo comn a tus revolucionarios invitados es, no hace falta decirlo, Federico Nietzsche. Releyendo el otro da As habl Zaratustra, volv a echarle casualmente un vistazo a un pasaje del Libro Tercero en que se relata cmo, al llegar a las puertas de una gran ciudad, le sali al paso al profeta del Superhombre un necio que el pueblo llamaba el mono de Zaratustra, pues haba copiado algo de la construccin y el tono de sus discursos y le gustaba tambin tomar en prstamo ciertas cosas del tesoro de su sabidura. La respuesta de Zaratustra a las simiescas imitaciones de aquel sujeto no fue menos contundente que la del Hijo del Hombre ante los mercaderes del templo: Tu palabra de necio me perjudica incluso all donde tienes razn! Y si la palabra de Zaratustra tuviese incluso cien veces razn, jams con mi palabra tendras t razn! Esta enseanza te doy a ti, necio, como despedida.

    As habl Zaratustra y continu su camino, sin volver a dedicarles una sola mirada ni un solo recuerdo al necio y a la gran ciudad. Eternamente.

  • MUJERES EN MARCHA

    EL INDEPENDIENTE, 8-10-1989

    ANTONIO GARCA-TREVIJANO

    Pese a la ficcin revolucionaria de la rendicin de la Bastilla (14 de julio) y la renuncia al feudalismo de la gran nobleza (4 de agosto), nada haba cambiado de sustancial en la relacin de fuerzas que sostena el equilibrio de la monarqua absoluta. La Asamblea Nacional, a pesar de su nombre, permaneca feudal, no era otra cosa que los antiguos Estados Generales (Michelet), y tan pronto como dejaba de discutir abstracciones caa en la impotencia cuando no en la reaccin.

    Luis XVI haba expresado sin ambigedad que no aprobara la abolicin de los derechos feudales ni la declaracin de derechos del hombre y que estaba dispuesto a autorizar la Constitucin a condicin de reservarse el poder ejecutivo, el judicial y un derecho de veto absoluto contra el poder legislativo. La mayora de la Asamblea apoyaba este tipo de Constitucin.

    Nada ilustra mejor la disparatada situacin en que los representantes del tercer estado haban colocado al movimiento revolucionario que la contradictoria conducta de Mirabeau al decir que prefera vivir entre otomanos bajo un sultn con derecho de veto que en Francia bajo un monarca sin veto, mientras haca circular en las tribunas populares del Palais Royal el rumor de que haba sufrido un atentado mortal perpetrado por los partidarios del veto.

    El clima de desconfianza hacia la Asamblea de Versalles no estaba compensado, como sucedi en las jornadas de julio, por la confianza en los electores de distrito. La nueva asamblea de la Comuna de Pars, a la que haban accedido por eleccin talentos como Condorcet, Lavoisier y Brissot, se mostraba incapaz de establecer coherencia administrativa y solidaridad con los ayuntamientos rurales para abastecer regularmente a la poblacin de Pars. El papel impulsor desempeado en julio por la comisin de electores fue asumido desde finales de agosto por las mujeres de los mercados centrales de la Halle, organizadas en corporacin y convertidas en intrpretes y portavoces de todas las amas de casa pobre de Pars. Ellas difundieron la creencia de que la escasez de pan terminara si traan a Pars al rey panadero, a la reina panadera y al prncipe marmitn.

    La noticia de la despedida de Necker desencaden el movimiento de la burguesa de Pars que llev a la rendicin de la Bastilla y a la constitucin de la Comuna democrtica de Pars. La noticia de la ofensa de la reina a la escarapela tricolor, en la cena de gala que ofreci a los oficiales del Regimiento de Flandes, fue la chispa que puso en pie a las mujeres y en marcha el movimiento femenino que consigui la inmediata aprobacin por el rey de la abolicin de los derechos feudales y de la declaracin de derechos del hombre, junto a la proeza de arrastrar a Pars a la familia real para poner fin a la escasez de pan y, alterando de verdad el equilibrio poltico a favor de la causa popular, abrir un perodo de paz de dos aos, roto unilateralmente por la huida del rey a Varennes.

    La innovadora columna

    A pesar del notable trabajo realizado por la historiografa femenina, especialmente la anglosajona, para establecer la verdad histrica y, con ella, la importancia y dignidad de la participacin de la mujer en los acontecimientos de la Revolucin francesa, contra la denigracin y falseamiento de que ha sido objeto, falta an por investigar la respuesta a cuestiones esenciales de la primera manifestacin pblica del movimiento femenino.

    La marcha en columna fue una innovacin tctica de la mujer respecto a la tradicional barricada masculina. La superioridad de la marcha ofensiva sobre la barricada defensiva fue descubierta por azar el 14 de julio, cuando la columna que regresaba con plvora y caones al centro de las barricadas se desvi hacia la Bastilla a instigacin de las mujeres del Palais Royal.

    La cultura de la barricada fue producto de la poca en que el pueblo, para defender sus antiguos derechos ante el avance del absolutismo, no poda concebir otra accin colectiva que

  • la de resistir en su casa, en su calle, en su plaza o en su ciudad. Pero cuando se trat de conquistar nuevos derechos populares, la barricada adems de intil, devino suicida. Al adversario le bastaba cortar el suministro de alimentos, como en la tctica militar de asedio, para aniquilar a los sitiados.

    La conquista revolucionaria de nuevos derechos requera necesariamente el hallazgo por el pueblo de una tctica ofensiva adecuada. En un primer momento, la inercia del pensamiento y el recuerdo emotivo de la lucha frondista impulsaron errneamente a los parisinos a prepararse durante las jornadas de julio para una resistencia de barricadas.

    En esta tradicin la mujer ayuda al varn realizando, como en la vida cotidiana, las labores de intendencia. El maestro, el oficial y el aprendiz permanecen en casa mientras la mujer sale a buscar alimentos, lea, candelas, jabn, noticias del mercado, rumores de la calle y, cuando se trata de defender su casa, armas de fuego y plvora. En tiempos de crisis los mercados se convierten en lugares donde circulan los rumores y los propsitos colectivos de las masas femeninas. Fue natural que la decisin de marchar sobre la Asamblea Nacional en manifestacin por las calles y en columna por la ruta de Versalles surgiera de las mujeres del mercado de la Halle para resolver de una vez por todas el abastecimiento de pan, obligando al rey a vivir en el Louvre.

    En solitario

    Las mujeres deciden ir solas, sin hombres y contra los hombres. Ellas mismas formaron una guardia armada de orden para impedir que stos se incorporasen. Los historiadores explican esta originalidad por la razn tctica de asegurar que la columna llegara a Versalles sin ser ametrallada. Absurda y superficial explicacin que no tiene en cuenta la evidencia. Para tal tctica no habran marchado en columna militar con armas de fuego, ni habran admitido en sus filas a unos centenares de hombres disfrazados de mujer para ayudarlas en el transporte de carruajes y armas pesadas.

    Deciden ir como mujeres para poder actuar como mujeres. Para resolver femeninamente un problema prctico de intendencia y poder reparar ellas mismas la ofensa de una mujer a sus hroes de la Bastilla. Haban perdido su confianza en la voluntad masculina de resolver la situacin con algo ms que palabras. Tenan que dar una leccin y una advertencia. Marcharn contra la Asamblea Nacional y si fuera necesaria contra el castillo en Versalles. Obligarn al rey a que garantice personalmente el abastecimiento de pan y a que retire el veto, y a los oficiales de la reina a que pisoteen la escarapela negra de la austriaca y se pongan la tricolor.

    A diferencia de las acciones colectivas de los hombres, ellas no reconocen ningn liderazgo. Piden al hroe de la Bastilla Maillard que las acompae para que las presente formalmente en la Asamblea. All se expresa ste con rudeza y las mujeres amenazan al presidente Mounier por defender el veto del rey. Pero lo aplauden cuando responde que lo hace por conciencia sin temor a perder la vida por ello.

    Designan como portavoz de la comisin de doce mujeres que hablar con el rey a la joven Louisse Chably, quien sale emocionada de la entrevista, con su promesa verbal de abastecer de pan a Pars, dando vivas al rey. Las mujeres la obligan, bajo una lluvia de insultos y amenazas, a volver a entrar y no salir sin la orden escrita y firmada por el propio rey.

    Amanecer

    Cuando todos pensaban que la crisis poltica provocada por el levantamiento femenino estaba resuelta por la concesin del rey a todas sus peticiones de pan, de retirada del veto a los acuerdos de la Asamblea y de restitucin del honor nacional a la escarapela de la Revolucin, el alba sorprende al castillo con una invasin de las mujeres, que llegan hasta el mismo aposento de la reina, para conseguir el ltimo y ms firme de sus propsitos. Devolver al Louvre la familia que lo haba abandonado, por los placeres de Versalles, ms de cien aos antes.

    El da 6 de octubre, fecha en que entra en Pars toda la familia real, escoltada por una inmensa muchedumbre, seguida horas despus por la Asamblea Nacional, tiene lugar la Revolucin Francesa. Ni antes ni despus de esta fecha se produce un acontecimiento revolucionario de tal

  • envergadura, hasta la ejecucin de Luis Capeto y Mara Antonieta en la guillotina.

    Las mujeres, como masa femenina, volvern a estar presentes en todos los movimientos populares, junto con los hombres. Primero contra las Tulleras para deponer al rey. Luego contra la Asamblea para deponer a la Gironda.

    Pero a ellas solas corresponder otra vez el mrito histrico de haber sido las creadoras de las primeras medidas intervencionistas del Estado para limitar el precio del pan, azcar, caf, velas y jabn, mediante la famosa ley del mximo que la Convencin de Robespierre tuvo que conceder a la marcha de las mujeres.

    Esta tctica de la marcha urbana sobre la Convencin termin bajo el Directorio cuando Bonaparte emple la artillera en la clebre masacre de Vendimiario. Una vez Emperador, encarg al arquitecto Petit el diseo urbanstico de Pars, que hoy conocemos, con la finalidad contrarrevolucionaria de ofrecer espacios abiertos y grandes arterias que permitieran reprimir con facilidad las marchas o barricadas de la poblacin.

  • DE LA INMORALIDAD POLTICA A LA CORRUPCIN ECONMICA

    EL INDEPENDIENTE, FEBRERO DE 1990

    ANTONIO GARCA-TREVIJANO

    En el debate parlamentario sobre la moralidad poltica del vicepresidente del Gobierno, la autodefensa de un caso de mendacidad personal se convirti en apologa doctrinal de la inmoralidad poltica, de la falta de tica en la accin de gobierno. Esta ingenuidad vicepresidencial, su espontnea extraeza de que el cinismo y la mentira puedan ser motivos de dimisin, ha provocado una reaccin de sinceridad, fuera y dentro del Parlamento, que ha puesto fin al inmoral consenso. La transicin ha terminado porque el consenso sobre la necesidad poltica de la falsedad y la mentira, como sistema de gobierno, ha terminado.

    La sensibilidad moral de la sociedad espaola, demasiado tiempo anestesiada por varias circunstancias nacionales e internacionales, est cambiando en la medida que dichas circunstancias comienzan a desaparecer o a modificarse. El escndalo pblico ante las mentiras del poder es sntoma indefectible de libertad y sanidad moral. Comentando la escasa capacidad de indignacin de la opinin ciudadana publiqu un artculo (El Pas 24-4-89) demostrativo de que la desorganizacin tica era consecuencia y fundamento de una transicin basada en el consenso. La intervencin parlamentaria del vicepresidente ha confirmado este diagnstico con una leccin magistral de anarqua moral y cinismo poltico. Afortunadamente, esta deconstruccin moral slo fue compartida por el suarismo y los vasco-catalanes heterodeterminados, es decir, por los autores del pacto constituyente de la transicin, por la medula originaria del consenso.

    La mayora de los ciudadanos, educados en una sociedad convencional, tienden a considerar los casos de corrupcin como fenmenos personales y aislados que afectan de repente a personajes habitualmente intachables, pero dbiles de carcter ante tentaciones irresistibles o pasiones desbordantes. La realidad es diferente. Cuando un reducido nmero de dirigentes se acostumbra a pensar y actuar colectivamente, en convivencia casi permanente, la corrupcin moral de uno de ellos slo puede ser personal si choca con la idea de moralidad colectiva de los restantes.

    Normalmente sucede lo contrario. En un partido que tira por la borda las ideas sociales que inspiraron su constitucin, la ambicin colectiva de poder, la tctica colectiva para adquirirlo o conservarlo, convertidas en desnuda obsesin, van poco a poco minando los escrpulos morales de sus dirigentes para hacer fechoras que fuera del mbito de poder del grupo no se atreveran siquiera a imaginar. La tica partidista comienza a separarse de la moral natural. Hasta que la prevalencia, sobre cualquier otra valoracin, del inters de jefe y del grupito de incondicionales llega a ser tan absoluta que fuerza la dimisin de los elementos que conservan restos de su primitiva moralidad natural.

    El grupo dirigente no tiene conciencia de estar moralmente corrompido, sino especialmente inspirado para la percepcin de la realidad del poder y del modo realista de ganarlo y conservarlo. Para estos hiperrealistas dirigentes, los crticos son moralistas utpicos que no saben de poltica. Cuanto mayor es la importancia que dan a las cuestiones disciplinarias, a la ausencia de tendencias organizadas en el seno del partido, a la fidelidad al jefe, mayor es tambin la distancia que se abre entre la moral interna del partido y la moral externa de la sociedad.

    El escndalo pblico es la chispa final que salta, para descargar la tensin social existente entre dos moralidades objetivas de signo contrario, cuando entran en contacto la opinin absolutoria del partido y la opinin condenatoria de la sociedad sobre la conducta poltica de un dirigente partidista.

    Antes de llegar a esta descarga emocional, el antagonismo moral y el conflicto social han estado largo tiempo larvados y encubiertos por ideologas engaosas y por propagandas de imagen pblica. As se explica el fenmeno social, tan caracterstico de nuestro tiempo, de que las mismas personas que antes vean cualidades intelectuales y de carcter en determinado gobernante, se pregunten extraadas, una vez perdida la aureola del cargo o conocida la corrupcin, cmo es posible que haya podido ser presidente o vicepresidente del Gobierno, de una nacin cargada de historia, alguien tan vulgar, tan inculto, tan insensible. La explicacin

  • es simple. Esas personas no han sido seleccionadas con criterios democrticos. Tienen la fortaleza de que las reviste el cargo. Representan el papel artificial de una imagen.

    Los personajes polticos de la