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SEGOVIA 21 AÑOS DESPUES 1988-2009 - MOVICE ANTIOQUIA Escrito por CJL Miércoles, 11 de Noviembre de 2009 20:58 "El 11 de noviembre de 1988, 43 habitantes de Segovia fueron masacrados por más de 30 hombres que, vestidos de camuflado, ingresaron al pueblo en tres camperos. Ese día, los militares suspendieron el patrullaje que realizaban diariamente en la población a las seis de la tarde". Colombia Nunca Más - Crímenes de Lesa Humanidad Descarga el video en formato FLV  Masacre de Segovia, Antioquia (Noviembre de 1988) / VERDADABIERTA.COM Crónica sobre una de las primeras masacres paramilitares ocurrida en la población antioqueña a finales de la década de los 80 A pesar de sus macabras dimensiones, la masacre del viernes 11 de noviembre de 1988 en la noche en la población de Segovia, Antioquia, le sonó a muchos colombianos como una historia conocida. Una vez más, hombres armados a bordo de camperos, entraban a sangre y fuego en una población que, en forma desprevenida, se preparaba para uno de esos largos fines de semana de tres días. Llovía a cántaros, pero los bares estaban atestados de clientes que, al son de la música de carrilera, apuraban los primeros tragos del viernes cultural. A ellos y a las gentes que conversaban bajo los aleros de las casas, los sorprendieron las primeras ráfagas de ametralladora, que iniciaron una noche de terror poco antes de las siete. Como si a los asesinos no les importara quién cayera, como si no hubiera objetivo preciso, la banda de criminales fue recorriendo las calles del pueblo, disparando y lanzando granadas. Gritos, de terror unos, de dolor otros, fue la única respuesta de los habitantes, incluyendo a los agentes del puesto de Policía que, según todos los testimonios, no reaccionaron ni pronta ni efectivamente. Hora y media después, Segovia estaba convertida en un mar de sangre y su hospital declarado en emergencia. Más de 40 personas habían muerto y medio centenar más se encontraban heridas. Los que habían salido ilesos no se reponían del shock. Las madres buscaban a sus hijos. Las esposas, a sus esposos... En esa población de cerca de 20 mil habitantes, ninguno se libró de ser tocado por la tragedia. Cada uno tenía un pariente o un amigo entre las víctimas. ¿Qué había pasado? En medio de la conmoción y del caos, nadie atinaba a encontrar una respuesta. En la oscuridad de la noche, fue imposible ver los rostros de los atacantes. Además, éstos nunca se identificaron ni lanzaron consignas que pudieran dar una pista sobre su origen. Por eso, las primeras versiones fueron totalmente encontradas y absolutamente previsibles. Siendo esta una región de fuerte influencia de las FARC y el ELN, la primera reacción de las autoridades, representadas en la zona por el comandante de la XIV Brigada general Raúl Rojas Cubillos, fue atribuírle el ataque a la guerrilla. Aunque hace pocos años, una acción de estas, donde las principales víctimas son civiles y no media combate alguno, no hubiera resultado verosímil endosársela a la guerrilla, las circunstancias actuales, con antecedentes como el de Saiza, daban para aceptar como posible esta hipótesis. Sin embargo, lo que no encajaba era el hecho de que una población con alcaldesa de la Unión Patriótica (7 de los 13 concejales son de ese grupo) y territorio político de ese movimiento, 1 / 4

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SEGOVIA 21 AÑOS DESPUES 1988-2009 - MOVICE ANTIOQUIA

Escrito por CJLMiércoles, 11 de Noviembre de 2009 20:58

"El 11 de noviembre de 1988, 43 habitantes de Segovia fueron masacrados por másde 30 hombres que, vestidos de camuflado, ingresaron al pueblo en tres camperos. Ese día,los militares suspendieron el patrullaje que realizaban diariamente en la población a las seis dela tarde". Colombia Nunca Más - Crímenes de Lesa Humanidad

• Descarga el video en formato FLV   Masacre de Segovia, Antioquia (Noviembre de 1988)/ VERDADABIERTA.COM Crónica sobre una de las primeras masacres paramilitares ocurrida en la población

antioqueña a finales de la década de los 80

A pesar de sus macabras dimensiones, la masacre del viernes 11 de noviembre de 1988 en lanoche en la población de Segovia, Antioquia, le sonó a muchos colombianos como una historiaconocida. Una vez más, hombres armados a bordo de camperos, entraban a sangre y fuego enuna población que, en forma desprevenida, se preparaba para uno de esos largos fines desemana de tres días. Llovía a cántaros, pero los bares estaban atestados de clientes que, alson de la música de carrilera, apuraban los primeros tragos del viernes cultural. A ellos y a lasgentes que conversaban bajo los aleros de las casas, los sorprendieron las primeras ráfagasde ametralladora, que iniciaron una noche de terror poco antes de las siete. Como si a losasesinos no les importara quién cayera, como si no hubiera objetivo preciso, la banda decriminales fue recorriendo las calles del pueblo, disparando y lanzando granadas. Gritos, deterror unos, de dolor otros, fue la única respuesta de los habitantes, incluyendo a los agentesdel puesto de Policía que, según todos los testimonios, no reaccionaron ni pronta niefectivamente.

Hora y media después, Segovia estaba convertida en un mar de sangre y su hospitaldeclarado en emergencia. Más de 40 personas habían muerto y medio centenar más seencontraban heridas. Los que habían salido ilesos no se reponían del shock. Las madresbuscaban a sus hijos. Las esposas, a sus esposos... En esa población de cerca de 20 milhabitantes, ninguno se libró de ser tocado por la tragedia. Cada uno tenía un pariente o unamigo entre las víctimas.

¿Qué había pasado? En medio de la conmoción y del caos, nadie atinaba a encontrar unarespuesta. En la oscuridad de la noche, fue imposible ver los rostros de los atacantes. Además,éstos nunca se identificaron ni lanzaron consignas que pudieran dar una pista sobre su origen.Por eso, las primeras versiones fueron totalmente encontradas y absolutamente previsibles.Siendo esta una región de fuerte influencia de las FARC y el ELN, la primera reacción de lasautoridades, representadas en la zona por el comandante de la XIV Brigada general Raúl RojasCubillos, fue atribuírle el ataque a la guerrilla. Aunque hace pocos años, una acción de estas,donde las principales víctimas son civiles y no media combate alguno, no hubiera resultadoverosímil endosársela a la guerrilla, las circunstancias actuales, con antecedentes como el deSaiza, daban para aceptar como posible esta hipótesis.

Sin embargo, lo que no encajaba era el hecho de que una población con alcaldesa de la UniónPatriótica (7 de los 13 concejales son de ese grupo) y territorio político de ese movimiento,

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pudiera ser presa de semejante agresión por parte de la guerrilla. De ahí que, el sábado en lamañana, comenzara a coger fuerza la idea de que el ataque había sido perpetrado por ungrupo paramilitar.

La sombra de Castaño

Esta versión tenía asidero en múltiples antecedentes. Segovia, el primer municipio enproducción de oro del país, a 240 kilómetros de Medellín en el nordeste antioqueño, fuedurante muchos años uno de esos pueblos donde, como en la zona bananera obreros oriundosde la región trabajaban a órdenes de una compañía norteamericana y extraían riqueza amanos llenas, en medio de las más infrahumanas condiciones de vida y de trabajo. Fue estasituación y el olvido a que fue sometida la región tanto por el Estado como por los dirigentespolíticos de los partidos tradicionales, lo que permitió que se convirtiera en un fortín de gruposlegales y armados de la izquierda, que encontraron auditorio y respaldo entre sus explotadoshabitantes.

Desde entonces, los segovianos, como sucedía con sus vecinos de Remedios y de otrosmunicipios del área comenzaron a estrechar lazos, primero con el Partido Comunista, y luegocon la guerrilla. Como consecuencia del proceso de paz y del surgimiento de la UP, no resultóextraño que la mayoría de sus habitantes apoyara en las urnas a los candidatos de este nuevomovimiento político. Pero paralelamente al boom de la izquierda en la región, y seguramentecomo respuesta a los muchos abusos (secuestro, extorsión, boleteo, etc.) de los frentesguerrilleros a los hacendados, empresarios y comerciantes, se dio otro boom: el de los gruposde auto defensa, que luego, con la agudización de los conflictos, se convirtieron en verdaderosejércitos de paramilitares.

Un siniestro personaje detrás de estos grupos en la zona comenzó a hacerse conocer en elárea de Remedios, Amalfi y Segovia. A comienzos de esta década, una matanza de 18personas de una misma familia en la vereda El Largato, en Amalfi, fue atribuída a un tal FidelCastaño. Poco se supo de él entonces. Apenas, que había manejado una mina y luego sehabía hecho amigo de gentes del Cartel de Medellín, en particular de Gonzalo RodríguezGacha, "El mexicano".

Furibundo anticomunista, su padre había muerto, al parecer de un ataque cardíaco, cuandopermanecía secuestrado por un frente de las FARC y después de que Castaño hubiera pagadodiez millones de pesos por su rescate. A raíz de esa tragedia familiar, organizó uno de losprimeros grupos paramilitares de que se tenga recuerdo. Reclutó a algunos de los trabajadoresde su hacienda para entrenarlos en la lucha contraguerrillera. El grupo cobró fama porqueoperativo que emprendía, operativo que lograba su objetivo: liberaba secuestrados sinnecesidad de pagar rescates, "limpiaba" de extorsionistas veredas enteras y ofrecía serviciosde seguridad a quien estuviera dispuesto a contribuír a su causa con una suma de dinero. La fama de Castaño se extendió a otras regiones del país y su nombre alcanzó las primeraspáginas de los periódicos, cuando hace once meses se le vinculó a las horrendas masacres delas fincas "Honduras" y "La Negra" en Urabá. El "Rambo criollo", como se le empezó aconocer, no ha podido ser localizado por las autoridades que, por boca del DAS, lo acusaronformalmente de las mencionadas matanzas de Urabá.

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Por todos estos antecedentes, en Segovia hay quienes creen que nada tendría de raroencontrar a Castaño detrás de la masacre del viernes. De hecho, muchos segovianos temíandesde hace tiempo, que algo así podía suceder. "Desde hace meses, se estaba anunciandouna masacre por aquí. Ese grupo que se llama 'Muerte a Revolucionarios del Nordeste' hapasado volantes debajo de las puertas, pintan las paredes amenazando. Desde hace como unaño, dijeron que cualquier día habría una masacre", afirmó a la prensa un comerciante de lavecina población de Remedios, que no quiso identificarse. Pero no solamente Remedios, sinotambién Segovia, El Bagre y Zaragoza, todos ellos afines a la UP, se han visto inundados conlas mismas hojas volantes. En ellas, se amenaza de muerte a dirigentes, militantes y activistasde izquierda de la región. Precisamente en marzo, cuando fue asesinado en Medellín el primeracalde popular de Remedios, Elkin de Jesús Martinez, circuló un volante con el siguiente texto:"Como lo habíamos anunciado en anteriores mensajes, hoy damos un parte de victoria connuestra tarea de limpieza, la cual hemos iniciado con Elkin de Jesús Martínez, alcalde electo dela UP para Remedios., Sus vínculos con las FARC y demás grupos guerrilleros que hanmantenido en zozobra al pueblo del nordeste antioqueño, han provocado de nuestromovimiento, un accionar concreto y decidido, en aras de poner fin a los planes expansionistasdel comunismo encabezado por las FARC-UP en esta rica y próspera región del país". Firmabael documento, el grupo MRN ("Muerte a Revolucionarios del Nordeste") .

La bola de nieve

A las pocas horas de conocida la tragedia de Segovia, la pregunta que se hacían loscolombianos giraba en torno a dónde demonios y qué demonios estaban haciendo la Policía yel Ejército cuando se produjo el ataque. Existen numerosos testimonios según los cuales,durante la hora y media de sangre y fuego, no se vio un uniformado en cuadras a la redonda. Yse sabe que ni el puesto de Policía ni el Batallón Bomboná, a poca distancia del lugar, fueronblanco del ataque.

Lo anterior no hace mas que alimentar las sospechas -que en casos como el de las matanzasde Urabá se han demostrado- de que por acción u omisión, las autoridades militares dealgunas regiones del país estarían auspiciando las actividades de los grupos paramilitares,empeñados en una especia de "guerra santa" contra todo lo que huela a izquierda. Si estasinquietudes no se aclaran, cobrarán fuerza interrogantes como los planteados hace pocassemanas por parlamentarios de la UP en un debate a varios ministros, en los cuales se lepreguntó al gobierno por qué, si como el propio ministro de Gobierno, César Gaviria, lo afirmó,se han detectado más de 14 grupos paramilitares, el gobierno no ha hecho nada paradesmontarlos o, cuando menos, combatirlos.

Pero además de la responsabilidad que en este tipo de acciones le pueda caber al gobierno ya sus Fuerzas Armadas, a la guerrilla también hay que pasarle su cuenta de cobro. Empeñadaen una estrategia también de sangre y fuego para convencer a todo el mundo de que no estáderrotada militarmente y para obligar al gobierno a un negociación directa, lo que ha hecho esexacerbar los ánimos y polarizar las fuerzas, contribuyendo a que se desmadre definitivamenteel río de sangre que está recorriendo a Colombia. No en vano, 19 masacres como la delviernes se han cometido en lo que va corrido del año. Ante la creciente actividad guerrillera y laimpotencia de la Fuerzas Armadas para detener esta avanzada, los grupos de paramilitares

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-que antes cumplían misiones específicas en regiones específicas- parecen estar actuandodentro de un plan nacional de respuesta a la guerrilla, contando con generosa financiación."Son organizaciones que empiezan a contar con la simpatía y el apoyo económico de losterratenientes más reaccionarios de cada región del país", dijo en reciente entrevista a ElTiempo, el director nacional de Instrucción Criminal, Eduardo Lozano. Lo más grave de todo esque estos grupos, sólo en casos excepcionales, como el del rescate de manos del ELN de dosfuncionarios de la Defensa Civil el sábado pasado, se enfrentan directamente con la guerrilla,pues hasta ahora lo que han hecho es descargar sus iras en la indefensa población civil, cuyoúnico pecado ha sido militar en movimientos o partidos distintos del liberal y el conservador.

Cuando aún no se han acabado de enterrar los muertos de Segovia, parece evidente que elpaís se está encaminando hacia una nueva, más intensa y más macabra etapa de la guerra,produciendo un efecto como de bola de nieve en el cual dos bandos cada vez másradicalizados, se enfrentan en un conflicto ya casi territorial, donde los habitantes de toda unárea son asimilados a uno u otro de los bandos, convirtiéndose así en potenciales víctimas.Todo esto mientras el gobierno y el resto del país parecen limitar su papel al de convidados depiedra.

Publicado en SEMANA Edición 341 15/11/88

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