arqueologÍa interpretativa y su rol

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ARQUEOLOGÍA INTERPRETATIVA Y SU ROL Ian Hodder Este artículo intenta definir los procesos de la interpretación de significación en arqueología y explorar el papel público que esta interpretación podría tener. En contraste con la perspectiva postmodernista y postestructuralista, el debate hermenéutico incluye una perspectiva crítica. Una arqueología interpretativa postprocesual necesita incorporar tres componentes: una estricta objetividad de los datos, procedimientos hermenéuticos para inferir significados internos, y reflexividad. El interés en una posición interpretativa está relacionado a papeles nuevos y más activos que el pasado arqueológico cumple en un mundo multicultural. ¿Qué es la interpretación y por qué parece ser un término apropiado para usar en la arqueología de los años 90? En este ensayo espero responder ambas preguntas. Aunque en otras ocasiones he discutido la interpretación en términos de un acercamiento contextual (Hodder 1986), no he ubicado esta última en relación a tradiciones más amplias excepto los puntos de vista anticuados de Collingwood (1946). Pretendo proveer una definición más extensa de la arqueología contextual dentro de un marco de trabajo interpretativo. Este artículo discutirá la hermenéutica como un componente importante en la arqueología interpretativa o contextual. Para muchos escritores, la hermenéutica es más que una epistemología para las ciencias humanas en las que cuenta por existir. Recientemente me encontré con un buen ejemplo de trabajo cotidiano relacionado a la hermenéutica mientras escuchaba radio en Estados Unidos. Escuché la frase, o creo que lo hice, “fue necesario el sufrimiento interior”. Inspeccionando esta “información” primero pensé que la frase era un ejemplo de la libertad que los norteamericanos frecuentemente se toman con la lengua inglesa. Después de todo, los norteamericanos frecuentemente convierten los sustantivos y adjetivos en verbos (como en “salir del avión”), así que parecía completamente posible que “sufrimiento interno” significara “sufrir al interior (de un lugar)”. No vi porque debería ser necesario sufrir al interior de algún lugar, pero sé que los norteamericanos, especialmente los que viven en California, donde se emitía el programa, están dispuestos a probar lo que sea. Así que inicialmente entendí el término como me sonaba a mí y asumí que la misma palabra tenía el mismo significado. Luego corroboré y ajusté su significado al situarla en las peculiares y particulares reglas de la cultura norteamericana. Esta fue la primera etapa de mi interpretación hermenéutica. Gradualmente, sin embargo, este proceso de evaluación interna tenía menos y menos sentido mientras continuaba escuchando el programa de radio. Mi interpretación del sonido “interior” ya no hacía que lo que se estaba diciendo tuviera coherencia. El programa era cerca de sufrimiento en general, no solo acerca del sufrimiento al interior. Oraciones tales como “al interior del sufrimiento tomé un analgésico” no tenían mucho sentido. Así que solo pude darle el sentido a estos ejemplos cuando llegué a la idea de otro componente de mi entendimiento del contexto norteamericano: los norteamericanos frecuentemente pronuncian las palabras “incorrectamente”. Volviendo de este conocimiento contextual a mi propio conocimiento general acerca de las

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ARQUEOLOGÍA INTERPRETATIVA Y SU ROLIan Hodder

Este artículo intenta definir los procesos de la interpretación de significación en arqueología y explorar el papel público que esta interpretación podría tener. En contraste con la perspectiva postmodernista y postestructuralista, el debate hermenéutico incluye una perspectiva crítica. Una arqueología interpretativa postprocesual necesita incorporar tres componentes: una estricta objetividad de los datos, procedimientos hermenéuticos para inferir significados internos, y reflexividad. El interés en una posición interpretativa está relacionado a papeles nuevos y más activos que el pasado arqueológico cumple en un mundo multicultural.

¿Qué es la interpretación y por qué parece ser un término apropiado para usar en la arqueología de los años 90? En este ensayo espero responder ambas preguntas. Aunque en otras ocasiones he discutido la interpretación en términos de un acercamiento contextual (Hodder 1986), no he ubicado esta última en relación a tradiciones más amplias excepto los puntos de vista anticuados de Collingwood (1946). Pretendo proveer una definición más extensa de la arqueología contextual dentro de un marco de trabajo interpretativo.

Este artículo discutirá la hermenéutica como un componente importante en la arqueología interpretativa o contextual. Para muchos escritores, la hermenéutica es más que una epistemología para las ciencias humanas en las que cuenta por existir. Recientemente me encontré con un buen ejemplo de trabajo cotidiano relacionado a la hermenéutica mientras escuchaba radio en Estados Unidos. Escuché la frase, o creo que lo hice, “fue necesario el sufrimiento interior”. Inspeccionando esta “información” primero pensé que la frase era un ejemplo de la libertad que los norteamericanos frecuentemente se toman con la lengua inglesa. Después de todo, los norteamericanos frecuentemente convierten los sustantivos y adjetivos en verbos (como en “salir del avión”), así que parecía completamente posible que “sufrimiento interno” significara “sufrir al interior (de un lugar)”. No vi porque debería ser necesario sufrir al interior de algún lugar, pero sé que los norteamericanos, especialmente los que viven en California, donde se emitía el programa, están dispuestos a probar lo que sea. Así que inicialmente entendí el término como me sonaba a mí y asumí que la misma palabra tenía el mismo significado. Luego corroboré y ajusté su significado al situarla en las peculiares y particulares reglas de la cultura norteamericana. Esta fue la primera etapa de mi interpretación hermenéutica. Gradualmente, sin embargo, este proceso de evaluación interna tenía menos y menos sentido mientras continuaba escuchando el programa de radio. Mi interpretación del sonido “interior” ya no hacía que lo que se estaba diciendo tuviera coherencia. El programa era cerca de sufrimiento en general, no solo acerca del sufrimiento al interior. Oraciones tales como “al interior del sufrimiento tomé un analgésico” no tenían mucho sentido. Así que solo pude darle el sentido a estos ejemplos cuando llegué a la idea de otro componente de mi entendimiento del contexto norteamericano: los norteamericanos frecuentemente pronuncian las palabras “incorrectamente”. Volviendo de este conocimiento contextual a mi propio conocimiento general acerca de las palabras inglesas y sus significados, busqué y encontré “soportar”1. Ahora todo tenía sentido y coherencia. La hermenéutica es un círculo que ha sido cerrado. Por supuesto, todo esto ocurrió en cuestión de segundos. Pero la velocidad y la naturaleza trivial del proceso no pueden sino dar énfasis a la vasta dependencia de la comunicación que tienen los humanos y el entendimiento de los procedimientos de la interpretación hermenéutica. Evaluamos muchos argumentos no tanto por las pruebas de conocimiento general contra el uso de datos universal, independiente de los instrumentos de medición, sino interpretando la comprensión general o del conocimiento previo en relación a nuestra comprensión de los contextos particulares. Colocamos la cosa para ser entendida (en este caso el sonido “interior”) más y más completa en el contexto, moviéndonos entre “su” y “nuestro” contexto hasta que logramos coherencia. El énfasis está en las relaciones parte—todo. Tratamos de hacer coincidir las piezas en un todo interpretativo al mismo tiempo que construimos aquel todo a partir de las piezas. Medimos nuestro éxito envolviendo esta teoría e información (nuestro contexto y su contexto) en términos de cuanta información es representada por nuestra hipótesis en comparación a otras hipótesis. Este ejercicio de moverse entre la teoría y la información, esta absorción en contexto y textura tiende a estar más preocupada acerca del entendimiento de la información en sus propios términos y en usar tanto un criterio interno como externo para ser juzgado.

1 “Endure” en lugar de “Indoor” en inglés

Ha sido discutido por un tiempo (Hodder 1986; Trigger 1989) que la arqueología procesual le ha dado poco énfasis a la interpretación de conocimiento general en relación con el entendimiento interno. Pero también es preciso preguntarse si acaso esta arqueología postprocesual ha sido implicada lo suficiente a la interpretación de lo general en relación a lo particular. Yo diría que, hasta ahora, gran parte de la arqueología postprocesual ha evadido una posición interpretativa, excepto superficialmente. En conjunto, la arqueología postprocesual involucra poder, negociación, texto, intertexto, estructura, ideología, agencia, y así sucesivamente. Muchos de estos conceptos pueden hacernos ir en dirección a la interpretación, pero continúan siendo intereses generales y teóricos que dominan nuestros pensamientos presentes. Ellos representan los intereses de un discurso predominantemente masculino, blanco y occidental. Ha habido pocos estudios postprocesuales que hayan dicho “Voy a pasar la teoría a segundo plano, tratarla simplemente como equipaje y lanzarme a contar una historia acerca de, por ejemplo, el evolución de la sociedad de la edad de bronce en Bavaria”. En resumen, los arqueólogos postprocesualistas, incluyendo al autor de este artículo, hemos estado preocupados de demostrar la validez de nuestro aparato teorético universal. La información ha sido solo ejemplos manipulados para demostrar, por lo general de manera inadecuada, algún punto teórico. No ha habido suficiente interpretación. La tendencia a desarrollar un discurso teorético universal e imponerlo en el pasado es común entre ambos, arqueología procesual y postprocesual. En ambos casos existe una sensibilidad insuficiente a la diferencia independiente de contextos pasados y a los significados contextuales. Dicha insensibilidad deriva de dos direcciones diferentes. La arqueología procesual pone muchos huevos en la canasta de los métodos. Un método universal supuestamente nos permitía leer la dinámica a partir de estática, y aún así había pocos intentos de construir procedimientos que fueran sensibles a significados internos. A la inversa, en gran medida, la arqueología postprocesual ha sido débil en método (Watson 1986). En efecto, puede decirse que se ha dado mucho énfasis a la discusión y criterio teórico de modo que el método de la arqueología postprocesual es la teoría misma. Los rigores de los criterios teóricos han reemplazado aquellos de los métodos pero igualmente han restado de la interpretación de significados históricos internos y específicos. La escasez de interés en significados internos, tanto en la arqueología procesual y postprocesual, también se relaciona a una preocupación inapropiada por el contexto de los arqueólogos. La falta de reflexivilidad en la arqueología procesual es ampliamente aceptada, pero decir lo mismo en relación a la arqueología postprocesual es quizás sorprendente. Mi sugerencia deriva de la observación efectuada anteriormente en la práctica, los escritos de arqueología postprocesual han incluido mayormente la teoría en lugar del método. Fue mayormente al nivel teórico que la arqueología procesual ha mostrado deficiencia. El resultado práctico de un debate puramente teórico tiende a ser de postura. Un debate teórico involucra definir términos, definir límites y establecer oposiciones. El significado teorico es siempre referencial (a otras teorías) y tiende a ser polémico por naturaleza. El argumento es lo principal, en lugar de obtener solo ejemplos relevantes a través de la información. El argumento trata completamente sobre el presente, no sobre el pasado. Manipula la información para asuntos del presente, mientras que la arqueología postprocesual ha abierto exitosamente el área que la crítica ha escudriñado de manera insuficiente en sus propias preconcepciones. Yo diría que como resultado, tan radical como la arqueología postprocesual lo indicaría, apenas si restablece estructuras antiguas de investigación arqueológica. Tiende a hacer la misma cosa de modo distinto. Quizás un buen ejemplo de continuidad en estructuras de poder dentro del discurso académico, a pesar de afirmar un cambio radical en el contenido de las ideas, es el hecho de que Grahame Clark, David Clarke, Ian Hodder, Christopher Tilley y Michael Shanks, cubriendo un intervalo de posiciones teóricas diferentes a través del tiempo, fueron o son todas asociadas a Peterhouse, una pequeña, reaccionaria y exclusiva universidad en Cambridge. Mucho de lo que la arqueología postprocesual ha argumentado no ha sido evaluado críticamente y los efectos de sus acciones no han sido probados reflexivamente. Por ejemplo, las nuevas teorías y las nuevas formas de escribirlas sirven generalmente para hacer textos arqueológicos más oscuros y difíciles de descifrar para cualquiera excepto para los teóricos altamente entrenados. ¿Cómo pueden grupos diferentes tener acceso a un pasado que está encerrado tanto intelectual como institucionalmente? Grupos subordinados que desean estar involucrados en la interpretación arqueológica necesitan ser provistos de los medios y mecanismos para interactuar con el pasado arqueológico de distintas maneras. Esto no es solo cuestión de popularizar el pasado sino de transformar las relaciones de producción de conocimiento arqueológico en estructuras más democráticas. Un peligro de este punto de vista, como ha sido argumentado por Renfrew (1989) por ejemplo, es que si aceptamos que el pasado esta construido parcialmente en el presente (en la dialéctica entre el pasado y el presente, objeto y sujeto), y que debemos escuchar e incorporar otras voces y significados históricos construidos, por ejemplo, mujeres y minorías étnicas ¿Dónde podemos dibujar la línea de investigación arqueológica legítima? ¿Deberíamos también acoger las voces de los creacionistas, saqueadores, usuarios de detectores de metal y otros arqueólogos “alternativos” dentro de una torre de balbuceo? ¿En qué terreno es posible afirmar una legitimidad y primacía de los proyectos diferentes pero universales de, por ejemplo, arqueología procesual o postprocesual? Una alternativa que la hermenéutica

enfoca dentro de las ciencias humanitarias y sociales emana de los escritores —precursores y campeones del pensamiento postmoderno y postestructuralista— quienes plantean preguntas similares acerca de los límites de la investigación legítima al buscar multivocalidad, fragmentación y dispersión. Estos escritores, incluyendo a Nietzsche, Foucault Foucault (Tilley 1990b), Kristeva, Barthes (Olsen 1990), y Derrida (Yates 1990), suspenden el significado en las cadenas de significantes y dan énfasis a la franqueza de la interpretación dentro de nuestra dependencia del lenguaje. El trabajo postestructuralista está teniendo un alza en su influencia en la arqueología (Bapty and Yates 1990; Tilley 1990a; ver también Hodder 1989b) y es importante ya que abre un tema central. ¿Cuál es el límite entre una multivocalidad abierta donde cualquier interpretación es tan buena como otra y un diálogo legítimo entre “científicos” e intereses nativos americanos, afroamericanos, feministas, etc.? Desde mi punto de vista, las hebras no-hermenéuticas y no-interpretativas en la arqueología postprocesual y en toda ciencia social postmodernista, sirven más allá de restablecer posiciones de predominio que son amenazadas por la misma franqueza de las perspectivas alternativas no-científicas, como es temido por los arqueólogos procesuales (ej. Renfrew 1989). La influencia del postestructuralismo (Bapty and Yates 1990; Hodder 1989b; Tilley 1990a) apunta a una multivocalidad y a la dispersión del significado. La verdad y el conocimiento se proclaman como contingentes y múltiples, y el relativismo es entretenido hasta cierto punto. A primera vista, esta evolución hacia la posición no–hermenéutica y postestructuralista parece benigno. Abre el pasado a otras voces y deconstruye la universalidad que la verdad afirma. Pero la crítica femenina del postmodernismo (ej Mascie-Lees et al. 1989) es particularmente reveladora. Desde las certezas emocionantes de los años 60’, teóricos y especialistas dominantes han perdido, cada vez más, el monopolio para definir las verdades arqueológicas, así como posiciones alternativas han sido discutidas por mujeres, minorías étnicas y por todas aquellas perspectivas diferentes en la teoría arqueológica, sin importar las arqueologías alternativas. Tal como lo indicó Mascie-Lees (1989; ver también Eagleton 1983), la respuesta estructuralista a esta pérdida de autoridad es sutil. El concepto de que la verdad y el conocimiento son contingentes y múltiples socava las afirmaciones de grupos subordinados. Los priva de poder al alienarlos de la realidad que experimentan. La ironía y el relativismo aparecen como posibilidades intelectuales para grupos dominantes al punto donde la hegemonía y la universalidad de sus puntos de vista están siendo desafiados (Mascie-Lees et al. 1989). En efecto, una nueva y más sutil afirmación universal de la verdad es producida a partir de la crítica a la verdad. El énfasis postestructuralista da énfasis a la multivocalidad, la metáfora y la fragmentación puede ser construida para capturar la naturaleza compleja y contradictoria de la vida social. Pero de hecho, lo que provee es una solución a los conflicto a un todo donde el autor está presente escasamente. Él o ella se encuentran fragmentados, distanciados, desentendidos, desconectados; poderosos, pero siempre ausentes, y por ende, no responsables para ser criticados.

Entonces, el discurso teórico postmoderno, le quita autonomía a la crítica y establece una nueva autoridad distanciada. Sus afirmaciones políticas radicales son socavadas por la inseguridad y la multivocalidad de afirmaciones de conocimiento. La arqueología postestructuralista se vuelve un movimiento sin causa. Como resultado de su vínculo con el postestructuralismo y el postmodernismo (Hodder 1989b), la arqueología postprocesual no siempre ha estado ocupada de abrir dialogo con “otros grupos”. En el pasado ha habido poca incorporación de afirmaciones alternativas en un Reino Unido o Estados Unidos multiétnicos. Ha habido poco dialogo con la arqueología feminista en, por ejemplo, los escritos de Shanks and Tilley (1987a, 1987b), a pesar del hecho de que puede afirmarse convincentemente que el crecimiento de la arqueología postprocesual dependía del crecimiento del feminismo y de la arqueología feminista. Pero esta “otra voz” generalmente ha sido inapropiada y dominada dentro de la arqueología postprocesual (M. Conkey, personal communication 1990). En lugar de abarcar el postestructuralismo, la arqueología postprocesual debería comprender una posición interpretativa para evitar los problemas ya dichos y para romper las relaciones de dominación establecidas en la producción del pasado arqueológico. En esta discusión inicial he comenzado a identificar tres aspectos esenciales de un enfoque interpretativo en la arqueología. Primeramente, una objetividad precavida del pasado necesita ser retenida para que así los grupos subordinados puedan usar el pasado arqueológico para otorgar poder a sus afirmaciones de conocimiento en el presente y para diferenciar sus afirmaciones de arqueologías alternativas y sin fundamento. Por objetividad “precavida” quiero decir que la información se forma dentro de relaciones dialécticas. En el ejemplo que di sobre el programa de radio, escuché, o creí escuchar la frase “sufrir al interior”. El sonido que recogí de la radio solo se volvió información de sonido a través de mi interpretación de la voz en el chisporroteo de fondo y a través de mi (incorrecto) reconocimiento de ciertas palabras. Mi interpretación fue basada en ondas de sonido objetivas, pero también penetró su definición como información. La información es producida dialécticamente. Segundo, un componente interno y hermenéutico necesita ser retenido en la interpretación. Necesitamos ser sensibles a lo otro. El intento de entender el pasado en términos de las experiencias de actores sociales permite al pasado ser liberado desde teorías abstractas especialistas hacia el reino del entendimiento humano y provee simultáneamente una base

para la crítica de proposiciones universales en el presente. Permite contar una historia humana relevante. Hay una necesidad de apartarse de la teoría y continuar con la interpretación de información, con esto me refiero a alejarse de la suposición primacía de una teoría hacia la teoría relativa a la información como parte del proceso de aprendizaje. Tercero, una consideración reflexiva de la producción de conocimiento arqueológico conducirá a un compromiso crítico con la expresión de otros intereses, al identificar las causas por las cuales el pasado se construye, y localizando los mecanismos que lo hacen exclusivo. Entonces, la búsqueda dentro de la arqueología postpreocesual es para una lograr una integración de estas tres metas con procedimientos metodológicos claramente definidos. Existe una necesidad de dar un contexto a la ciencia en la arqueología como metodología, no como una meta final o como el único aspecto relevante de la teoría. Ya he argumentado que este componente científico del trabajo arqueológico es necesario para evitar socavar sin fundamento las afirmaciones de conocimiento hechas por grupos interesados, y para evitar incluir el pasado dentro de un presente teórico homogenizado. ¿Pero cómo vamos a integrar tales asuntos para un pasado objetivo cautelosamente dentro de una arqueología no–positivista? ¿Cómo vamos a aceptar el compromiso de procesar que es más amplio que las relaciones ecológicas y adaptativas, y que incorpora la acción humana? En mi opinión, las respuestas a estas preguntas se pueden obtener de la evolución del debate en torno a los estudios de hermenéutica.

PROCEDIMIENTOS HERMENEUTICOS

Más allá del trivial ejemplo dado al principio de este ensayo, ¿qué involucra un enfoque hermenéutico contextual? ¿y cómo podrían los métodos inferenciales ser empleados en la arqueología? ¿Nos permite el enfoque llegar a significados internos, manteniendo un compromiso de objetividad e independencia, y sin dejar de ser reflexiva? Puede ser de ayuda esbozar las ideas principales y los problemas de una arqueología hermenéutica al discutir brevemente la historia y la evolución de las ideas hermenéuticas desde la obra fundacional de Friedrich Schleiermacher y Wilhelm Dilthey (Ormiston and Schrift 1990). Su punto de partida era el principio de que entendimiento y el conocimiento dependen de la relación dialectal entre la parte y el todo: el círculo hermenéutico. Dilthey extendía la preocupación de Schleiermacher acerca de las intenciones del autor en la producción de textos para incluir un círculo hermenéutico más amplio, como los antecedentes históricos, las costumbres sociales, instituciones culturales y políticas, y así sucesivamente. Martin Heidegger (1958) lidió con algunos de los problemas de este enfoque. En particular, hizo hincapié en nuestra comprensión del pasado “otro” depende de los prejuicios y la tradición. En otras palabras, el pasado hermenéutico que estamos tratando de interpretar depende de, y puede estar anexo a, los círculos hermenéuticos dentro de los cuales trabajamos como arqueólogos y miembros de la sociedad. Shanks and Tilley (1987a) identifican cuatro circulos hermeneuticos dentro de los cuales los arqueologos contemporáneos trabajan mientras tratan de entender “textos” culturales del pasado. Aunque Heidegger afirmara que los círculos hermenéuticos no son viciosos, que ene ellos no se implica tal cosa como un “argumento circular”, es difícil ver cómo, dentro de su visión de procedimientos hermenéuticos, sea posible hacer más que interpretar el pasado en nuestros propios términos. Las mismas críticas se han hecho de la arqueología contextual (Binford 1987).Aunque he argumentado (Hodder 1991 a) que Hans-Georg Gadamer (1975) trató de lidiar efectivamente con estos problemas de circularidad de argumentos, sin embargo no puede afirmarse que el mantuvo una posición subjetivista. En efecto, esta es la crítica de Emilio Betti (1955, traducido en 1984), quien argumentaba por una metodología hermenéutica que resguardaría los objetivos estándar de interpretación. El enfoque de Betti es de interés para el actual debate en arqueología en vista de la llamada que es hecha frecuentemente, particularmente por arqueólogos estadounidenses, dirigida a arqueólogos postprocesuales para que definan sus métodos (ej., Earle and Preucel 1987; Watson 1986). La guía metodológica de Betti involucraba los siguientes principios: (a) la autonomía del objeto –la idea de que un contexto pasado debería ser juzgado en sus propios términos; (b) el concepto de coherencia (ver también Colingwood 1946) o el principio de totalidad, la idea de las relaciones parte–todo y la noción de que la “mejor” hipótesis es la que tiene sentido para la mayor parte de la información; y (c) el hecho de que el pasado “otro” debe ser consignado y traducido en el presente, de ese modo (d) el objetivo del analista debería ser controlar los prejuicios al mismo tiempo que logra poner su subjetividad en harmonía con la información.

Las partes finales de su propuesta continúan siendo ambiguas, por lo que Gadamer fue capaz de responder al cuestionar la validez de la oposición sujeto–objeto y mostrar que el entendimiento no se trata de la confrontación de un sujeto a con un objeto extraño (Ormiston y Schrift 1990). Sino que es un proceso dialectic de preguntas y respuestas. Así el objeto pasado y el sujeto presente se constituyen uno al otro en el proceso hermenéutico de interpretación. Así, en mi análisis del Neolítico Çatal Hiyuik interpreté el sitio bajo mis propios términos, pero

durante la experiencia de tratar de entender el “otro” de Çatal Hiyuik, mis propios términos cambiaron (Hodder 1990). Por ejemplo, mis suposiciones acerca de los roles de la mujer se vieron contradichos por la evidencia de los roles masculinos. Yo había asumido que la dominación de representaciones de la mujer en el neolítico temprano podía ser interpretado como subordinación de la mujer y como una mala representación de sus roles. En el Neolítico tardío, sin embargo, encontré que estaba usando la evidencia para representaciones dominantes del hombre como una indicación clara del poder masculino. Estaba usando un doble estándar en relación a la evidencia de mujeres y hombres. Como resultado, cambié mi visión sobre la naturaleza del poder femenino (Hodder 199 lb). Finalmente había cambiado tanto mi propia posición como el pasado, por lo que un nuevo circulo hermenéutico se produjo para hacer que ambos, el pasado y el presente, tuvieran un sentido completo.

Sin embargo puede ser argumentado, de acuerdo a Jurgen Habermas (1990), que Gadamer no criticó lo suficiente la tradición dentro de la cual se forman las preconcepciones y prejuicios acerca de la información. La tradición necesita ser sujeta a la crítica de la ideología y necesita ser examinada como comunicación distorsionada dentro de ciertas condiciones históricas. Es Ricoeur (1971; 1990; ver también Moore 1990; Thompson 1981) quien ha tratado más efectivamente con el vinculo entre la hermemeutica y la teoría crítica Marxista. En la arqueología, la relevancia de varias formas de teorías críticas han sido traídas cada vez más a la discusión postprocesual (ej., Leone 1982; Leone y al. 1987; Shanks y Tilley 1987a). Ricoeur señala que la crítica Marxista de la ideología misma está fundada n la hermenéutica (ver también Hodder 1986:168) en el sentido de que cualquier reflexión crítica afirma un entendimiento privilegiado y afirma una universalidad que aparece dogmática. En otras palabras, la crítica Marxista está encerrada dentro de su propio círculo hermenéutico. En efecto, Ricoeur ve la hermenéutica y la crítica de la ideología como un complemento necesario.

De acuerdo a Ricoeur, la crítica no es solo un enfoque dependiente de los círculos hermenéuticos, sino que la hermeneutica se mantiene dentro de la misma base de la crítica y fuera de la circularidad de interpretación. En mi opinión, él da énfasis a la naturaleza parcialmente objetiva de otros contextos, tal como sugiere Betti. Ricoeur argumenta que en vez de tan solo enfatizar el prejuicio en el proceso de ir al pasado con preguntas, podemos dar énfasis al regreso desde el pasado con respuestas. El muestra que cualquier “texto” (escrito o cultura material) se distancia de su “autor”. Es el producto de una significante actividad organizada, y ella misma está pauteada por aquellas actividades. Esta organización pauteada, dista de sus significados originales, posee cierta independencia y por ello puede confrontarse a nuestras interpretaciones. En un intento por comprender el pasado “otro”, es posible sugerir hipótesis (acerca de reglas culturales pasadas y significados) que tengan más o menos un sentido coherente sobre los restos objetivamente pauteados al moverse entre la parte y el todo. Las respuestas con las que volvemos pueden ser inesperadas. Como resultado, ningún horizonte (punto de vista o perspectiva) es universal, ya que la tensión entre el mismo y otro no se puede superar. Solo al situarme en relación a otro independiente (organizado de forma objetiva y diferente) puedo confrontarme a mí mismo y a mi sociedad en lo que se da por sentado. Existe una necesidad de “renovación creativa de herencia cultural” (Ricoeur 1990:332) como base de la crítica de ideologías contemporáneas.

El momento de la crítica durante el proceso hermenéutico es la interacción con la información para producir “mundos posibles” (Bruner 1986) o historias que abran posibilidades más allá de lo convencional. La distancia del “texto” siempre define y critica mis subjetividades y abre mi cerrada “conciencia falsa”. La cultura material, como la excavada por arqueólogos, es diferente a la de nuestras suposiciones ya que se organiza parcialmente de acuerdo a otras reglas culturales (desde organizaciones sociales hasta deposiciones rechazadas). Pero la cultura material pasada también se enfrenta a nuestras interpretaciones y suposiciones de modo que no solo está organizada de modo significativo sino también pragmático (Hodder 1989a). En otras palabras, no solo interpretamos interpretaciones, sino que también lidiamos con objetos que tienen efectos prácticos en un mundo cultural, un mundo ecológico organizado por intercambios de materia y energía. Estas relaciones universales y necesarias se enfrentan a la tendencia que tienen nuestras interpretaciones de “correr libres”, como ha sido ejemplificado en la revaluación de hipótesis del comportamiento temprano de homínidos (Binford 1983) a través de la consideración de una naturaleza universal de animales que hurgan y sus “características”. Por lo que debemos alejarnos de la arqueología positivista y procesual, de la “objetividad” del material “otro” que provee la base para la crítica a través de la diferencia de realidades. La supuesta clausura o perversidad del círculo hermenéutico reside en la mirada de “hacer coincidir la teoría con la información” en la búsqueda por coherencia es que adjuntamos los datos completamente dentro de nuestros prejuicios. Pero los restos del material organizado tienen una independencia que puede enfrentarse a lo que damos por sentado. La noción de que la información es parcialmente objetiva es un

concepto antiguo en la arqueología, y fue la base para la arqueología positivista y procesual. Pero el problema con los arqueólogos positivistas y procesuales era que ellos no incorporaban la hermenéutica y la perspicacia crítica. Desde un punto de vista hermeneutico, el error de la arqueología procesual de los años 70’ y tempranos 80’ es que con demasiada frecuencia se adoptaba un enfoque arrogante y basado externamente, donde la información eran tan solo ejemplos para probar planes universales, donde se le prestaba muy poca atención a contexto y a la comprensión de la información en sus propios términos(Hodder 1986; Trigger 1989:348-357). Era difícil contemplar la posibilidad de que procesos radicalmente diferentes pudieran ser encontrados. Desde el punto de vista de la crítica, el fallo de la arqueología procesual era su ceguera ante sus propias ideologías (ej., Conkey and Spector 1984; Patterson 1986; Trigger 1980).

Ambos enfoques, procesual y hermenéutico, aceptan que cada aserción puede ser entendida solo en relación a la pregunta. Pero en la arqueología hermenéutica, el prejuicio y la tradución no se oponen a la razón sin suposición. En lugar de eso, son componentes de la comprensión vinculada a la naturaleza histórica del ser humano. Necesitamos cierta perspectiva para entender el mundo. La arqueología posee preguntas significativas, hace investigaciones significativas y obtiene resultados igualmente significativos en terminos de la perspectiva o de una seria de preguntas. Los enfoques procesuales y hermenéuticos difieren por supuesto en su propio enfoque a la validación de hipótesis, dando énfasis a los criterios de juicio externos e internos respectivamente, pero ambos han sufridola misma ceguera de las condiciones que hacen posible las diferentes perspectivas. Ambas han fallado al explorar el modo en el cual el hacer preguntas y esperar ciertas respuestas es situado en los procesos históricos. Por consiguiente, existe una necesidad de mantener el énfasis Marxista en la reflexión crítica. Podemos entender el pasado en sus propios términos si logramos comprender nuestro propio contexto en la dialéctica entre el pasado y el presente. El pasado tan solo puede entregar información al presente a través de los intentos duales de comprender el presente y el pasado como diferentes pero a la vez dependientes. Por un lado, la objetividad puede ayudarnos a definir el pasado como diferente, mientras que la hermenéutica puede ayudarnos a entender lo que significa a través de los métodos parte–todo y pregunta–respuesta, pero es un reflejo crítico que muestra completamente lo que significa para nosotros. Hasta ahora he identificado tres direcciones dentro de la arqueología que también se pueden encontrar en todas las ciencias sociales. Éstas corresponden a las esferas de interés identificadas por Habermas (1971) (ver Preucel 1991). La primera consta de interés técnico o instrumental y corresponde con lo que la mayoría de los arqueólogos norteamericanos identifican como la “ciencia” de la arqueología procesual, ecológica, evolutiva, de comportamiento y positivista. La segunda concierne a las ciencias históricas o hermenéuticas que lidian con la comunicación, la comprensión, el significado y la acción (cf. Patrik 1985). La tercera concierne a la emancipación, la ciencia social crítica y la auto-reflexión (ej., Leone et al. 1987). Estas tres direcciones juegan sus propios roles en la arqueología, pero modificados en relación a las otras. Así, la arqueología procesual necesita ser incluida dentro de una relación de crítica y hermenéutica, y la arqueología postprocesual necesita reaccionar a la carga de ingenuidades metodológicas. Un enfoque integrado pero a la vez diversificado necesita ser incorporado en tres perspectivas. (1) El pasado está organizado objetivamente en contextos que difieren del nuestro. Es en la experiencia de esta diferencia objetiva e independiente que podemos distinguir entre las hipótesis competentes para ver cuál es la que calza mejor. (2) Sin embargo, si el presente no puede imponerse de manera simple en el pasado, no necesitamos imponer criterios externos, sin acomodar nuestro conocimiento externo a las relaciones internas. Debemos entender el pasado parcialmente en sus propios términos, usando los criterios de coherencia de las relaciones parte–todo. Esta comprensión interna incluye el simbolismo, el significado, lo conceptual, la historia, la acción en oposición al comportamiento, y tanto las personas como los sistemas. Esto no es arqueología cognitiva (Renfrew 1989), ya que esta última no lidia con la interrogante principal de significado, y tampoco involucra llegar a la mente de las personas. En lugar de eso, el enfoque hermenéutico involucra llegar a las estructuras públicas y sociales de significado a través del cual las personas dan sentido al mundo. Es reconocido que estas realidades secundarias y conceptuales del significado son históricas y arbitrarias, pero se argumenta que pueden ser, sin embargo, interpretada usando el enfoque hermenéutico parte–todo, ya que los significados secundarios y abstractos fueron usados en la acción social y así, produjeron efectos pauteados y repetidos en la cultura material y a organización de las relaciones espacio temporales. Volviendo al punto (1), estos patrones objetivos nos permiten distinguir entre hipótesis acerca de cuál significado secundario conceptual era operativo al producir los restos arqueológicos.(3) El tercer componente de la arqueología interpretativa es el aspecto auto-reflexivo de la nueva etnografía y algunos escritos arqueológicos emergentes (Clifford y Marcus 1986; Hodder 1989c; Tilley 1989). Esta perspectiva incluye estar alerta de que los escritos tienen una audiencia de la que deben ser responsable de manera crítica, y una retórica que actúa para persuadir. Involucra introducir el “yo” en las explicaciones arqueológicas, el diálogo

entre los compañeros de trabajo entre los investigadores y “dueños” autónomos del pasado, y envuelve contar la historia del contexto contingente del trabajo en el cual las hipótesis fueron formuladas. Podríamos definir estos tres puntos diciendo que la arqueología interpretativa se trata de construir narrativas o de contar historias. Por supuesto, la arqueología siempre ha contado historias acerca de la evolución, la difusión, la maximización, la adaptación, la supervivencia y así sucesivamente. Pero en estas historias, la retorica del argumento no fue reconocida o criticada como contribución a la construcción del mensaje. Generalmente las historias no fueron contadas a escala humana, y no se incluyeron los puntos de vista de los actores. Las explicaciones se validaron a través de ciencias externas en lugar de significado interno, y les faltaba un narrador, el que estaba ausente por motivos misteriosos. De esta manera, las historias no eran interpretaciones.

ARQUEOLOGIA INTERPRETATIVA Y HERENCIA CULTURAL

De muchas maneras, la convocatoria para una arqueología interpretativa refleja las preocupaciones contemporarias de una herencia y un entorno. No es casualidad que aparezcan más “centros” interpretativos o de herencia en lugar de museos, tanto Reino Unido como en Norte América, mientras los enfoques interpretativos se discuten en mayor medida dentro de la disciplina. Estos nuevos centros a menudo están interesados en contar una historia y poseen pocos artefactos. Generalmente incluyen un narrador, ya sea la voz grabada en el Yorvik Centre (York, Reino Unido), o los recortes en cartón de los personajes Asterix y Obelix en las cabañas reconstruidas de la edad de hierro en el Bois de Boulogne (París). Cada vez más se hace hincapié en mostrar secuencias de actividades y de hacer que el púbico se sienta involucrado en la experiencia del pasado. Para entender estas relaciones y la necesidad de una arqueología interpretativa actica dentro del manejo ambiental y hereditario, puede ser de ayuda volver a las metas tradicionales de la antropología. Esta última puede ser descrita como el salvamento de formas de vida definidas de los procesos de occidentalización global, el reconocimiento de lo no–occidental como un elemento de los humanos tan crucial como el occidental, y el escepticismo que concierte las afirmaciones occidentales de conocimiento y comprensión.

Estas explicaciones antropológicas tradicionales han sido reinsertadas en la antropología postmoderna (ej., Clifford and Marcus 1986), ellos dan a entender que la antropología tiene un potencial contracultural. Puede decirse que el actual incremento en las inscripciones estudiantiles y las vacantes de trabajo en la antropología sociocultural en los Estados Unidos se relaciona a un cambio desde la generación del “yo” a una más preocupada por cuestiones ecológicas. (Roy Rappaport, personal communication 1990)El aumento en la centralidad de las cuestiones ecológicas globales tiene un doble efecto en la antropología. Por un lado, muchos de estos efectos globales son ecológicos, e involucran un sinfín de medidas universales, energéticas, causas y efectos. Por otro lado, la comprensión de que nos estamos destruyendo mutuamente a escala global, conduce a una mayor preocupación por otras culturas. Con el fin de detener el impacto ambiental de los derrames de petróleo, tuberías, el uso de combustibles fósiles entre la creciente población de un mundo en vías de desarrollo, y la deforestación del bosque lluvioso, nos vemos forzados a entender las necesidades y prácticas de otras culturas y entrar en diálogo con ellas. El costo de la destrucción de sociedades causadas por los agentes de desarrollo no puede simplemente ser contado numéricamente. No es solo cuestión de números y de supervivencia, sino de también de valores y moral. En tal contexto, la llamada es para una antropología cualitativa que pueda denunciar y asistir en el diálogo con otras culturas que podamos destruir o que ellas puedan destruirnos a nosotros. La arqueología encaja aquí fácilmente, como varios volúmenes de "One World Archaeology" lo han mostrado (ej., Gathercole and Lowenthal 1989; Layton 1989a, 1989b). Una preocupación por la arqueología de una región es una preocupación por el medio ambiente de esa región –no solo el medio ambiente físico, sino un medio ambiente que involucra a las personas– dados los valores culturales y los significados. Los pueblos alrededor del mundo usan la arqueología para ayudar a mantener su pasado en vista de la universalización y el proceso dominante de occidentalización y la ciencia occidental. Los restos arqueológicos físicos ayudan a las personas a mantener, reformar e inclusive formar una nueva identidad o cultura en vista de una invasión multinacional, poderes provenientes del exterior, o gobiernos centralizados. Argumentos relacionados involucran el uso del pasado hecho por las minorías étnicas, mujeres y otros grupos para definir y reformar sus posiciones sociales dentro de los límites nacionales en relación a la cultura dominante. El pasado es usado de esta manera por voces subordinadas no solo como un recurso, y aquí se encuentra el vínculo a la necesidad de una arqueología interpretativa. Los grupos subordinados no quieren necesariamente encajar sus arqueologías en los planes universales de instituciones académicas occidentales. En lugar de ello, los grupos subordinado pueden querer explorar, quizás arqueológicamente, el significado que sus monumentos tienen para ellos. El pasado no es un recurso que pueda ser

fácilmente cuantificado, tabulado, o de alguna otra manera manipulado dentro de nuestros marcos teóricos. En lugar del terrible termino “gestión de recursos culturales”, lo que se necesita es una arqueología cualitativa, sensible al contexto y al significado, abierta a la multivocalidad no por su propio bien sino para un diálogo que conduzca al cambio. Muchos pueblos no desean un pasado definido por nosotros como un recurso científico, sino un pasado que sea una historia para ser interpretada. En este sentido, los debates públicos acerca del rol contemporáneo de la arqueología y la diseminación del conocimiento son paralelos al llamado por una arqueología interpretativa. En Norte América, la confrontación entre los anhelos de contar historias diferentes tiene una forma particular. En Reino Unido la arqueología juega un papel en un contexto de gran interés público y preocupaciones nacionalistas de, por ejemplo, una “herencia inglesa”. Pero incluso aquí, en este capullo que niega la naturaleza multiétnica de “nuestro” pasado, la arqueología puede estar desempeñando un rol contracultural e interpretativo. El boom de la herencia que hemos presenciado en Reino Unido en los últimos años (Merriman 1989) ha incluido un enorme aumento en número de los así llamados museos. De hecho, como ya he dicho, éstos contienen poco objetos y están más dedicados a interpretar el paisaje o el pasado, o contar una historia acerca del área local, dándoles un significado a los habitantes locales y a los visitantes. En Inglaterra, los arqueólogos están siendo contratados cada vez más por especialistas medioambientales. Los desarrolladores deben tomar en cuenta los anhelos locales y los sentidos del lugar si se quiere llegar a ser la autoridad de planificación. La arqueología suele ser, literalmente, el precio que debe pagarse para el desarrollo. En algunos casos, los desarrolladores tienen la intención de proveer con medios para que no solo la arqueología sea llevada a cabo, sino también para que los resultados sean presentados de forma permanente. Así es como el pasado está siendo usado para dar un sentido de identidad local, y para situar el desarrollo a gran escala y la destrucción del medio ambiente frente a la universalización. La herencia o los centros interpretativos cuentan una historia que vincula a las personas en comunidades que están siendo amenazadas y fragmentadas crecientemente. Claramente existe el peligro de que esté presentando una visión romántica. La arqueología en Reino Unido está siendo manipulada por las grandes empresas para ganar dinero, para comprar el desarrollo y para perdonar sus actividades. Muchas de las interpretaciones son comercializadas, fragmentadas y despreocupadas de todo asunto local o social. (Shanks and Tilley 1987a). Sin embargo, en la negociación que se lleva a cabo entre los desarrolladores, las autoridades de planificación y los habitantes locales, la arqueología puede jugar un papel activo. El pasado puede algunas veces ser usado por las personas para contar una historia acerca de si mismos en frente de presiones externas. En mi propia participación en la excavación y la exposición de información de sitios prehistóricos cercanos a Cambridge, quedé impresionado por los intentos de la comunidad local por bloquear el acceso a su propio pasado. También tuve que afrontar el hecho de que la comunidad no quería un pasado abstracto definido por mí. En lugar de eso, los lugareños querían que me comprometiera a trabajar con ellos para lograr un conjunto de historias, contadas a nivel humano, con las cuales ellos pudieran identificarse. En un contexto regional de Fenland, donde existe una comunidad fragmentada, alta movilidad residencial y destrucción de los empleos tradicionales de agricultura, los restos arqueológicos ayudaron en la práctica de formar una comunidad local.

CONCLUSIÓN

Mi experiencia es solo un pequeño ejemplo de la manera en que el pasado arqueológico está siendo utilizado por grupos sociales –incluyendo minorías étnicas, mujeres y pueblos no-occidentales– para encontrar una voz. Mi pensamiento es que un enfoque interpretativo en la arqueología es más capaz de articular esta voz de lo que son la arqueología procesual o postestructuralista. Esto es porque, para contestar directamente a la primera pregunta planteada al principio de este ensayo, la interpretación es traducción. Involucra al arqueólogo como intérprete entre el pasado y el presente, entre las diferentes perspectivas del pasado, y entre lo específico y lo general. Por lo tanto la interpretación requiere escuchar, entender y acomodar las distintas voces en lugar de solo aplicar los instrumentos universales medición. Esta respuesta conduce directamente a contestar mi segunda interrogante planteada al principio. El rol de la arqueología interpretativa es facilitar la participación del pasado en un presente multicultural. Esta función es integral a los tres aspectos de la definición de arqueología interpretativa que di en este ensayo. (1) La naturaleza material, fundada y parcialmente objetiva del pasado permite a grupos subordinados investirse de poder a ellos mismos, a través del aspecto evidente de la arqueología. Por ejemplo, es posible mostrar inequívocamente que comunidades autóctonas habitaban Sudáfrica antes de la llegada de los colonos blancos. Igualmente, el componente objetivo de la información arqueológica significa que el analista puede verse confrontado a la alteridad de pasado. Dado el argumento, debemos cambiar nuestra posición de acuerdo a la experiencia de los datos. Los datos y yo nos hacemos existir dialécticamente. El pasado nos permite entonces la posibilidad de otro sentido que está siendo erosionado crecientemente en la ética occidental homogenizada. (2) Los

enfoques interpretativos intentan al menos entender el “otro” en sus propios términos, de modo que puedan buscar criterios internos en lugar de externos para apoyar sus argumentos. De este modo alienta a otros grupos para desarrollar sus propios sentidos del pasado. Además, los enfoques interpretativos incorporan lo conceptual, es decir, el modo en que las personas dan sentido al mundo. Ellos, por lo tanto, llevan el pasado a una escala humana en lugar de encerrarlo en una ciencia o teoría abstracta y lejana. Interpretar, es pues, actuar, ya que la interpretación trae el pasado al debate público. Nos obliga a trasladar el pasado a una historia que podamos entender. La interpretación nos obliga a abrir la torre de marfil de teoría abstracta y nos muestra lo que significa en la práctica, en relación a los datos. (3) Los enfoques interpretativos alientan a la auto-reflexión y al diálogo. El pasado siempre es “poseído” por alguien en cierto sentido. Pero la propiedad es siempre una interpretación. Los arqueólogos necesitas mantener la autoridad para ser capaces de decir que una interpretación en particular no encaja con la información (arriba, punto 1), pero ellos también deben estar abiertos al diálogo y a conflictos de intereses con otra persona más que consigo mismos, y deben comprender las implicaciones sociales del conocimiento que construyen. Deben darse cuenta que los grupos subordinados pueden proveer los mecanismos (el material y las posibilidades educaciones) para entender el pasado en sus propios términos. Una posición crítica reconoce que contar historias basadas en la información depende de la relación de producción del conocimiento arqueológico. Como autóctono, se desarrollan diferentes interpretaciones de propiedad, existe una verdadera preocupación, tanto en los Estados Unidos como en otras partes del mundo, acerca de si la arqueología, como ha sido definida científicamente, será capaz de seguir existiendo (Kintigh 1990; Lovis 1990). La arqueología debe cambiar si quiere existir en el mundo multicultural contemporáneo. El asunto no se trata de solo hacer que los nativos americanos cambien o enseñarles “nuestra arqueología”. En lugar de eso, se trata de involucrarlos mientras nos cambiamos a nosotros mismos y cambiamos nuestros conceptos de ciencia. Existe la necesidad de romper el molde de la arqueología, de discutir no solo dentro de una ciencia cerrada, sino abrir esta ciencia a un diálogo, narrativa, análisis retórico y significado. Estos son los temas que ahora están siendo discutidos en la antropología sociocultural. Pero también existe una necesidad de construir interpretaciones del pasado arqueológico informado a partir de estos asuntos. No podemos seguir dependiendo de una ciencia limitada. La arqueología interpretativa puede ser activa, “hacer” arqueología. Necesitamos ver arqueólogos postprocesuales lanzando interpretaciones coherentes y sostenidas del pasado, involucrándose a ellos mismo en cualquier asunto contemporáneo que levanten aquellas interpretaciones. En mi caso, las interpretaciones relevantes pueden involucrar la naturaleza de los entierros neolíticos cerca de Cambridge, o la naturaleza y orígenes del concepto de Europa prehistórica después de los eventos de 1986 y los enfoques de la unificación de 1992. En los Estados Unidos los debates relevantes pueden incluir interpretaciones del descuartizamiento de esclavos en una plantación de Carolina del Sur, o la interpretación de restos de nativos americanos. Existe una relación directa entre estos llamados por interpretaciones en temas de arqueología y entierros, las reclamaciones de tierras, la arqueología pública, la presentación del pasado, y así sucesivamente. La arqueología postprocesual no debería incluir volver a una torre de marfil de teoría abstracta y cerrar la puerta tras nosotros. El modo postprocesual, de hecho, toda forma de arqueología, aguantará si no nos quedamos al interior.

Reconocimiento: Estoy agradecido con Bob Preucel por las discusiones que tuvimos respecto a algunos puntos clave de este ensayo.