arqueología aplicada al estudio de los edificios históricos. ultimas tendencias metológicas

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Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos Ministerio de Cultura Últimas tendencias metodológicas

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Encuentro de los principales expertos españoles e italianos en arqueología de la arquitectura promovido por el Instituto de Patrimonio Cultural (IPC) de España. Sólo estuvo ausente el profesor Roberto Parenti de Siena, uno de los padres mayores de la disciplina. Michel Muñoz desarrolla su aportación centrándose en las condiciones en que se tiene que desarrollar la arqueología de la arquitectura dentro de la empresa privada.

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Arqueología aplicada

al estudio e interpretación

de edifi cios históricos

Ministerio

de Cultura

Últimas tendencias metodológicas

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Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

Últimas tendencias metodológicas

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Edita:© SECRETARÍA GENERAL TÉCNICA Subdirección General de Publicaciones, Información y Documentación

MINISTERIO DE CULTURA

NIPO: 551-10-116-X

www.mcu.es

www.060.es

Dirección y Coordinación de las JornadasEsther de VegaConcepción Martín Morales

Dirección y Coordinación EditorialMaría Domingo FominayaAntonio J. Sánchez Luengo

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Ángeles González-SindeMinistra de Cultura

Mercedes E. del Palacio TascónSubsecretaria de Cultura

Ángeles AlbertDirectora General de Bellas Artes y Bienes Culturales

MINISTERIODE CULTURA

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vez estimulante tarea de desentrañar la evolución y etapas constructivas de los edifi cios históricos; y por último, dotarles de una herramienta práctica y ope-rativa que facilite su trabajo y les permita extraer el máximo de información contenida en la materialidad emergente del edifi cio.

La convocatoria de este Encuentro tuvo gran acep-tación entre los profesionales de la arquitectura, la arqueología y la restauración, lo que demuestra que esta disciplina suscita gran interés para el futuro de la conservación de nuestro patrimonio. Durante las sesiones se dispuso de tiempo para la participación del público, desde donde también se hicieron intere-santes aportaciones. Vaya desde aquí nuestro agrade-cimiento a los asistentes.

Estas actas recogen los textos e imágenes que los expertos expusieron durante las dos primeras sesio-nes. Agradecemos a cada uno de ellos su participa-ción en estas jornadas. Sin su esfuerzo y dedicación, el éxito de este Encuentro y la publicación de estas actas no hubiera sido posible.

Sin embargo, aún queda camino por recorrer, pues está pendiente la publicación de un documento que recoja las conclusiones debatidas en este Encuentro y establezca unos criterios metodológicos consensua-dos que sirvan de herramienta operativa a los profe-sionales de la disciplina. Esperamos verlo pronto en nuestras manos.

Esther de Vega GarcíaCodirectora y Coordinadora del Encuentro

Presentación

Durante los días 14, 15 y 16 de octubre de 2009 se ce-lebró en la sede del Instituto del Patrimonio Cultural de España una reunión de renombrados especialistas en el campo de la arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos.

La organización de jornadas destinadas a especia-listas se enmarca dentro de las funciones principales del IPCE, una de las cuales es establecer criterios y pautas de actuación que puedan orientar la labor de profesionales dedicados a la conservación y restaura-ción de edifi cios históricos.

En concreto, esta iniciativa surgió desde el Área de Intervenciones en Bienes Culturales en respues-ta a la demanda de información sobre esta materia ya que, en los últimos años, los estudios y análisis de edifi cios históricos realizados con metodología arqueológica han cobrado un valor importantísimo dentro de los equipos de redacción de proyectos de restauración, pues aportan valiosísima información para el conocimiento y comprensión del objeto ar-quitectónico que se pretende conservar, y se han convertido en factor indispensable en la toma de decisiones de proyecto, por ser sus conclusiones de-terminantes e irrefutables.

Las jornadas se concibieron con un triple objetivo; por un lado, ofrecer un foro a expertos españoles e italianos donde pudieran exponer sus últimos traba-jos, debatir sus métodos y plantear propuestas para el futuro; por otro lado, hacer extensivo el conoci-miento de las técnicas de análisis arqueológico a los profesionales que se enfrentan a la ardua pero a la

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ÍNDICE

Archeology. Archeologia. Arqueología. Hacia el análisis de la Arquitectura........................................................11M.ª de los Ángeles Utrero Agudo

La conservación del tiempo en la restauración: el proyecto estratégico...............................................................25Pablo Latorre González-Moro

El análisis estratigráfi co en la restauración del patrimonio construido................................................................51Agustín Azcárate Garai-Olaun

La construcción de un método de intervención en el patrimonio arqueológico edifi cado.............................65Alberto López Mullor

Experiencia metodológica en Arqueología de la Arquitectura de un grupo de investigación. Instituto de Historia. CSIC. Madrid..................................................................................................................................103Luis Caballero Zoreda

Procedure di documentazione e percorsi interpretativi dell’edilizia storica.....................................................121Gian Pietro Brogiolo

I segni della stratifi cazione nell’architettura costruita. Identifi cazione e conservazione nel restauro..............................................................................................................129Francesco Doglioni

El análisis estratigráfi co: una herramienta de conocimiento y conservación de la arquitectura................145Camilla Mileto y Fernando Vegas

Índice

Pág.

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La investigación arqueológica en difi cios históricos. Metodología y experiencias. El Alcázar de Sevilla.................................................................................................................................................................159Miguel Ángel Tabales Rodríguez

Herramientas metodológicas aplicadas al estudio de un paisaje urbano fortifi cado: el caso de la villa de Verín (Monterrei, Ourense)............................................................................................................179Rebeca Blanco-Roteta

Hacia una metodología de análisis de la arquitectura Romana en Augusta Emerita.........................................199Pedro Mateos Cruz - Antonio Pizzo

Il Castello di Madrignano (La Spezia): analisi archeologica degli elevati in vista del progetto di recupero e conservazione..........................................................................................................217Anna Boato

Diez años de Arqueología de la Arquitectura desde la empresa privada.Refl exiones y un ejemplo práctico.......................................................................................................................................237Miguel Ángel Muñoz García

La Arqueología de la Arquitectura en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid...........................................................................................................................253Fernando Vela Cossío

Índice

Pág.

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11tancias históricas y metodológicas con la intención de explicar cómo y por qué tiene lugar este recorrido.

Palabras clave

Building Archaeology, Archeologia dell’Architettura, Arqueología de la Arquitectura, investigación, restau-ración, destrucción.

Summary

This paper proposes an analysis of the prehistory of the Archaeology of Architecture as discipline born co-etaneously in the United Kingdom and Italy and, later, introduced in Spain. Main historic and methodologic circumstances are explored and exposed in order to explain how and why this route took place.

Key words

Building Archaeology, Archeologia dell’Architettura, Arqueología de la Arquitectura, researching, restora-tion, destruction.

La autora es doctora en Prehistoria y Arqueología por la Universidad Autónoma de Madrid y está especia-lizada en arqueología tardoantigua y altomedieval y Arqueología de la Arquitectura. Actualmente es con-tratada postdoctoral JAE-Doc del Instituto de Historia (CCHS-CSIC), formando parte del GI Arqueología de la Arquitectura dirigido por el investigador Dr. L. Ca-ballero Zoreda.

Resumen

Se propone un análisis de la prehistoria de la Arqueo-logía de la Arquitectura como disciplina que da sus primeros pasos de manera coetánea en Reino Unido y en Italia y es, posteriormente, introducida en Espa-ña. Se exploran y se exponen las principales circuns-

Archaeology. Archeologia. Arqueología.

Hacia el Análisis de la Arquitectura

M.ª de los Ángeles Utrero Agudo

Instituto de Historia, CCHS-CSIC1

[email protected]

Este texto es principalmente resultado de las refl exiones y del trabajo de-

sarrollado tanto en España como en Reino Unido con motivo del ciclo de

formación Predoctoral (FPI, Ministerio de Ciencia y Tecnología) realizado

en el Instituto de Historia (CSIC, Madrid), bajo la dirección de Luis Ca-

ballero Zoreda, y Postdoctoral (Ministerio de Educación y Ciencia), en el

Museum of London Archaeology Service (MoLAS, Londres, Reino Unido),

bajo la supervisión de Andrew Westman. A ambos, como siempre, mi más

sincero agradecimiento.

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Precisamente las experiencias de M. Biddle (1968) y la síntesis de Ph. Barker (1977) sobre el sistema de registro estratigráfi co sentaron las bases de la poste-rior sistematización elaborada por E. C. Harris (1979a)3, arqueólogo formado justamente en la Winchester Re-search Unit. El llamado “sistema Harris” suponía el abandono de los presupuestos metodológicos de las excavaciones de estratos individualizados arbitraria-mente4 e introducía, frente a las síntesis previas men-cionadas, una “matrix” o diagrama numérico que refl e-jaba las superposiciones estratigráfi cas (Harris, 1975: 114, fi g. 24), siendo ésta “una imagen formalizada de la secuencia estratigráfi ca del yacimiento” (Hammond, 1991: 29). Este sistema de registro fue aplicado por primera vez en una ciudad por el Departamento de Arqueología Urbana de Londres (Department of Urban Archaeology, DUA; Hobley, 1985: 194), precedente del actual Servicio de Arqueología del Museo de Londres (Museum of London Archaeology Service, MoLAS). De hecho, esta misma entidad publicó inmediatamente un manual de excavación (Schofi eld, 1980) que, basado en el método Harris, proponía ya unas primeras fi chas de registro5 (Figura 1).

Sin embargo, las primeras sistematizaciones teó-ricas y aplicaciones al análisis de las construcciones históricas entendidas como secuencias de unidades estratigráfi cas, se deben en un principio a investi-gadores italianos. La rápida transmisión de la es-tratigrafía desde el ámbito inglés al italiano septen-trional, puede residir en varios motivos. En primer lugar, en una tradición local que ya había solicitado la necesidad de obtener un método propiamente ar-queológico para el análisis de la arquitectura his-tórica6. En segundo lugar, en el desarrollo pionero de la arqueología medieval7, la cual contaba con el precedente consolidado de la arqueología cristiana (Gutiérrez Lloret, 1997: 58-61). Este hecho se refl eja,

El hecho de participar en una reunión que cuenta con los principales protagonistas del nacimiento y desa-rrollo de la Arqueología de la Arquitectura nos lleva inevitablemente a modifi car nuestra intervención, la cual debía responder inicialmente a la organización, con un estado de la cuestión sobre esta disciplina. Con la intención de evitar caer en la repetición y po-siblemente en el error, pues nadie mejor que ellos podrán recorrer y hacer balance de su propia expe-riencia, hemos optado por retroceder algo más en el tiempo para comenzar por lo que podríamos denomi-nar la prehistoria de la Arqueología de la Arquitectu-ra, etapa algo menos explorada y posiblemente más esclarecedora.

De este modo, las líneas que siguen a continuación no pretenden explicar la evolución de la Arqueología de la Arquitectura en nuestro país, radiografi ada por otro lado en otros trabajos recientes a los que reme-timos al lector (Caballero y Fernández Mier, 1997; y Quirós, 2002 y 2006), sino ofrecer una visión de su proceso de surgimiento en un marco más amplio con la intención de comprender el por qué y el cómo de su aplicación actual.

Veinte años después en Europa

Si entendemos que el registro estratigráfi co forma parte de la Arqueología de la Arquitectura, debe-mos contextualizar su surgimiento para entender el nacimiento de ésta. La arqueología anglosajona de posguerra, necesitada de responder con rapidez a la reconstrucción de las ciudades arrasadas en la dé-cada de los 40, implantó el uso del método estrati-gráfi co y con él, de herramientas de documentación que se fraguaron y perfeccionaron gracias a las in-tervenciones dirigidas en distintos centros urbanos por arqueólogos como B. Cunliffe (1964, Winchester, Bath), M. Biddle (1968, Repton, Winchester)2 o Ph. Barker (1977, Londres). Estas experiencias subraya-ron complementariamente la necesidad de establecer organizaciones profesionales de arqueología (Units) que respondieran a las urgencias arqueológicas de las ciudades en reconstrucción, fundándose entonces gran parte de ellas.

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

Reivindicando por primera vez las excavaciones en área (Biddle y Kjølbye,

1969: 211-213).

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Adelantada en varios artículos previos (ver bibliografía Harris, 1975, 1977,

1979b y, posteriormente, 1984). Aunque el alzado incluido en la monogra-

fía de Harris (1979: 44, fi g. 12) suele ponerse como ejemplo de la aplica-

ción de la estratigrafía a los alzados, el tema no se desarrolla en el texto.

Sistematizados por Wheeler (1954).

Manual y fi chas de registro actualizados, hasta hoy, en dos ediciones pos-

teriores (Spence, 1990 y Westman, 1994).

Como evidencian distintos trabajos en el ámbito de la arquitectura ro-

mana (Lugli, 1957 y Lamboglia, 1958), y de la tardoantigua y altomedieval

(Angelis d’Ossat, 1971).

Sobre el nacimiento y desarrollo de la arqueología medieval en Italia, ver

Francovich (1992) y Gelichi (2006).

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por ejemplo, en las tempranas ediciones a inicios de la década de los 70 de las revistas de Notiziario di Archeologia Medievale (1971) y de Archeologia Medievale (1974), ambas series con vigencia hasta nuestros días. Y en tercer lugar, en el conocimiento por parte de la arqueología italiana del los trabajos de Ph. Barker y E. C. Harris (Ferris, 1989: 12), cuyo método era empleado por los arqueólogos británi-cos en las excavaciones de los yacimientos roma-nos del Norte de África (ejemplo de la villa romana de Settefi nestre; Roure, 1992: 21). Prueba de ello es también la temprana edición del manual de excava-ción de A. Carandini (1981)8.

En la década de los años 80, gracias a arqueólo-gos y arquitectos como F. Bonora (1979), T. Manno-ni (1984), R. Parenti (1985), G. P. Brogiolo (1988a y

Ed. revisada en 1991 (en castellano, Historias en la tierra: manual de exca-

vación arqueológica, Barcelona, 1997).

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Archaeology. Archeologia. Arqueología. Hacia el Análisis de la Arquitectura

1988b) y F. Doglioni (1988), se elabora una termino-logía específi ca y el concepto de Unidad Estratigráfi ca Muraria (UEM). Su formación e individualización, así como las técnicas de documentación y métodos de datación establecen entonces su base (Parenti, 1988a y 1988b). La primera fi cha de registro propuesta por Mannoni (1976) (Figura 2) será modifi cada poste-riormente por Parenti (1985: 63), incorporando ya el diagrama estratigráfi co. Estos hechos evidencian la rápida traducción del sistema estratigráfi co de regis-tro del suelo al edifi cio, proceso que se ofi cializará como disciplina en la publicación de Francovich y Parenti (1988), una puesta al día y recopilación de di-versas propuestas y experiencias llevadas a cabo por los autores arriba mencionados, que, como indica su título, se vincula ya en su fase emergente a la restau-ración de la arquitectura.

Será a principios de los 90 (Mannoni, 1990a y 1990b: 28) cuando el término de archeolo-gia dell’architettura unifi que otros precedentes, próximos pero variados (archeologia degli elevati,

Figura 1. Ficha de registro propuesta por Schofield (1980). Figura 2. Ficha de registro de técnicas constructivas propuesta por

Mannoni (1976).

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Evidencia de ello son las reuniones de Interpreting Stratigraphy, promovidas por las propias Units a fi -nales de la década de los años 80 y comienzo de los 90, con el claro objetivo de servir de foro de discu-sión sobre la metodología y su aplicación a partir de las numerosas experiencias llevadas a cabo principal-mente en suelo urbano10. Ejemplos de esta refl exión son, por ejemplo, las discusiones surgidas en torno al diagrama estratigráfi co, con propuestas de diagramas de Actividades (conjuntos de UEs coetáneas) o group matrix o, por otro lado, la introducción del land use diagram (Figura 3), mediante el cual se intenta intro-ducir la duración o longevidad de las UEs y ordenar-las en categorías mayores11.

Este proceso determinó su posterior y paulatina implantación en la arquitectura. Después de un perio-do de incertidumbre, con un debate interno (Ferris, 1989 y 1991; Meeson, 1989; Smith, 1989 y Bold, 1990) más centrado en el uso de fi chas de documentación que en su función como herramientas útiles para de-terminar y organizar la secuencia ( Jones, 2000: 114), las primeras experiencias (Lea, 1985/86 (Figura 4) y Westman, 1987, en Londres) y refl exiones en torno a los grados de análisis (Ferris, 1989) o la integración de los trabajos arqueológicos en las distintas fases del ciclo de restauración del patrimonio edifi cado (Wood, 1994) retrasaron sus fechas a fi nales de los 80, inicios de los 90. Otros trabajos pioneros tuvieron lugar en el mismo entorno anglosajón, aunque en los territorios de las antípodas y de Latinoamérica, y se centraron en problemas como la identifi cación de las UEs y su situación cronológica12.

A día de hoy, se puede decir que la aceptación de la aplicación estratigráfi ca a los muros comienza a ser mayoritaria13, aunque no homogénea, no faltando voces que reclaman la necesidad de particularizar la aplicación del sistema de registro al análisis de los

dell’edilizia storica, del costruito), y se justifi que como la arqueología “basada en los caracteres cons-tructivos y en las transformaciones de los edifi cios, es decir, en el análisis objetivo de los mismos arte-factos” (Mannoni, 1996: 5). Es entonces cuando la disciplina abrirá su propia vía de divulgación. Nace así la revista Archeologia dell’Architettura (1996/I), la cual, no hay que olvidar, lo hace como suple-mento anual a la revista de Archeologia Medievale (1974/I), serie inaugurada más de dos décadas antes.

Pero ¿por qué entonces la Arqueología de la Ar-quitectura surge en Italia cuando las primeras expe-riencias estratigráfi cas se dan en Inglaterra? En nues-tra opinión, la razón de ello puede buscarse en varias causas. Por un lado, las ciudades inglesas fueron un buen marco para el desarrollo de una arqueología estratigráfi ca de suelo, condicionada por los impera-tivos de la urgente reconstrucción, pero no lo fueron sin embargo para la de los alzados, dada la ausencia de estructuras murarias de época antigua y medieval y, por otro lado, la notable presencia de complejos industriales, propiedad de una arqueología industrial de corte positivista y con una consolidada tradición desde fi nales de los años 60. De hecho, aunque la Society for Medieval Archaeology se funda en 19579, es decir, casi dos décadas antes que su homóloga italiana, la arqueología medieval encajará dentro del marco citado de excavaciones urbanas (Biddle, 1968: 110), en las cuales se incluyen gran número de igle-sias y conjuntos medievales.

Por el contrario, la sustancial cantidad y cualidad de los restos murarios medievales conservados en los centros históricos italianos, así como la presencia de una teoría de la restauración y de una emergente ar-queología medieval, que requerían una herramienta de análisis de la arquitectura, se prestaron a su de-sarrollo. Es precisamente en la Italia septentrional y otras zonas carentes de grandes monumentos (Quirós y Gobbato, 2004: 190) y por ello necesitadas de otra herramienta de análisis que permitiese abordar el es-tudio de una arquitectura urbana y rural “anónima”, donde la arqueología estratigráfi ca de los alzados en-cuentra su sitio.

En Inglaterra, el “sistema Harris” fue sometido a un proceso de refl exión que afectaba a sus herramientas.

Publicándose el primer volumen del Journal of Medieval Archaeology un

año más tarde (1958).

9

Steane (1992), Barber (1993), Sheperd (1995) y Roskams (1998 y 2000),

entre otros.

Diferentes propuestas (Carver, 1990; Spence, 1990 o Steane, 1993) pre-

tenden resolver el problema de representar la longevidad de las Unida-

des. Fenómenos como la reutilización de las Actividades por otras pos-

teriores a lo largo del proceso constructivo o de ruina o el deterioro de

las Unidades y Actividades que pertenecen a distintos momentos, por

ejemplo, no son representados explícitamente en el diagrama.

Destacamos las propuestas de Davies (1987 y 1993) sobre la introducción

de símbolos de representación, y de Hammond (1991), sobre la adición de

la información cronológica proveniente de analíticas de c14.

Trabajos recopilados en Roskams (2000).

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Figura 3 (arriba). Land use diagram según Steane (1993). OA: Open Area, B: Building, ph: phase.

Figura 4 (abajo). Dibujo estratigráfico del muro N de St Mary-at-Hill (Londres) según Lea (1985-86).

Archaeology. Archeologia. Arqueología. Hacia el Análisis de la Arquitectura

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po, es decir, una sincronía refl ejada sintéticamente en el diagrama o secuencia temporal, el análisis sintác-tico de los espacios se aplica a un momento estático de esa secuencia temporal, generalmente refl ejado en una planimetría, base sobre la que se representan los análisis arriba indicados. Ambas aproximaciones son, en consecuencia, complementarias. La protohistoria, carente de alzados, por un lado, y la arqueología his-tórica17, rica en ellos pero habitualmente ocultos por revestimientos posteriores, por otro, es decir, las eta-pas más antiguas y las más modernas, son los campos de aplicación que cuentan con un mayor recorrido en los análisis espaciales.

Por último, el estudio de la arquitectura vernácula se rige según un método tipológico, aunque con un pronunciado énfasis en el proceso de entendimiento de la arquitectura industrial18. Estos trabajos pueden encuadrarse dentro del denominado, según Mannoni (1998), “análisis confi guracional”. Se realiza una lectu-ra arqueológica, pero no se sigue un esquema estra-tigráfi co, teniendo en cuenta que los revestimientos ocultan gran parte de las superfi cies murarias de es-tos conjuntos, pertenecientes principalmente a época moderna y contemporánea. Se observan las caracte-rísticas morfológicas y las variaciones tipológicas y dimensionales, siendo evidente las limitaciones del estudio. Por ello, estos trabajos deben entenderse dentro de un marco legal establecido que pone en relación la importancia del edifi cio, el grado de pro-tección y los niveles de análisis (TABLA 1).

Este marco garantiza el estudio en mayor o menor medida de todos los conjuntos arquitectónicos, situa-ción totalmente ajena en España. Sin embargo, las constantes transformaciones de la ciudad y el rígido sistema de grados de protección condicionan severa-mente el nivel de análisis, siendo habitual la aplica-ción de los niveles más superfi ciales (niveles 1-2), de forma eventual el intermedio (nivel 3) y de manera excepcional el que implica un análisis estratigráfi co pormenorizado (nivel 4).

De la paulatina aceptación de la Arqueología de la Arquitectura en territorio inglés se desprenden dos

edifi cios14. De hecho, los estudios realizados en In-glaterra pueden distinguirse por el tipo de arquitec-tura que analizan (Clark, 2000: 17), siendo el análisis estratigráfi co propiedad casi exclusiva de los alzados medievales15.

En la arquitectura excavada confl uyen propuestas encaminadas a entender la arquitectura desde un en-foque socio-espacial y funcional. En la década de los 80 aparecen distintas propuestas en torno al análisis de la arquitectura excavada en los yacimientos. Arqui-tectos (Hillier y Hanson, 1984), arqueólogos (Sanders, 1990) o antropólogos (Steadman, 1996) afrontan el análisis de construcciones carentes o pobres de al-zados, desarrollando un tipo de estudios que intenta explotar al máximo la capacidad informativa de las plantas constructivas, a menudo lo único conservado. Aspectos como la forma arquitectónica, los accesos y la visibilidad espacial, son analizados y representados en análisis gamma, planos de circulación y campos de visión. Principalmente el análisis gamma (diagra-mas de accesibilidad) fue notablemente criticado por obviar otro tipo de información (tamaño relativo de los espacios, esquemas decorativos de suelos y mu-ros) que puede complementar el estudio espacial (Brown, 1990) y porque corre el riesgo de caer en la simplifi cación de identifi car modelo espacial y mode-lo social (Grenville, 1997: 20). Sin embargo, hay que subrayar que este sistema interpretativo debe ir siem-pre precedido de uno de registro como medio para averiguar la convivencia y/o sucesión de las unidades espaciales que caracterizan los distintos momentos “espaciales” y “funcionales”. Por lo tanto, primero hay que registrar (estratigrafía) y después interpretar (aná-lisis espacial)16.

Es más, mientras la Arqueología de la Arquitectura obtiene una evolución constructiva a lo largo del tiem-

Distintas puntualizaciones realizadas por Ferris (1989), sobre la utilización

de fi chas de documentación específi cas para elementos arquitectónicos

y elementos estructurales; Grenville (1997: 2-59), sobre la necesidad de

especifi car una agenda de investigación y, posteriormente, de trabajo; o

por Morriss (2000: 152-155), sobre el inadecuado uso, en su opinión, del

término “estratigrafía” en el análisis de los edifi cios.

Addyman y Morris, 1976 y Rodwell, 2005 como principal síntesis, con re-

ferencias previas.

Entre las experiencias prácticas en nuestro país, podemos citar los traba-

jos de Sánchez (1998 y et alii 1999) en la arquitectura ibérica meridional,

de Mañana, Blanco y Ayán (2002) y Criado y Mañana (2003) en la prehis-

tórica septentrional, de Bermejo (2009 en prensa) en la arquitectura do-

méstica romana y de Gutiérrez y Cánovas (2009) en la medieval (basílica

de El Tolmo de Minateda, Albacete).

14

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16 Con un notable desarrollo en Latinoamérica, ver Zarankin (2003), Funari y

Zarankin (2003) y Zarankin y Niro (2007).

Como evidencia el manual de Hutton (1986), trabajo centrado en realidad

en la manera de realizar los dibujos de forma detallada, con un método

similar al utilizado para el mismo tipo de arquitectura en América del Nor-

te (Deetz, 1977 y Guy, 2006).

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extensos (over-extended) o infravalorar los aspectos iconográfi cos de los edifi cios (Fernie, 1988: 357). Fue-ra de estos reproches, más bien aislados, aunque sig-nifi cativos, la aceptación del análisis estratigráfi co de la arquitectura parece asumida.

Por lo tanto, tal vez debamos reformular la cues-tión planteada unos párrafos más arriba, en la que nos preguntábamos ¿por qué la Arqueología de la Arquitectura surge en Italia cuando las primeras ex-periencias estratigráfi cas se dan en Inglaterra? La res-puesta reside, en nuestra opinión, en el hecho de que la Arqueología de la Arquitectura surge de manera “natural” en aquellos ámbitos que asumen el método Harris como sistema de registro. La única diferencia consiste en que en el ámbito anglosajón, la Arqueo-logía de la Arquitectura surgió como arqueología, mientras que en el italiano lo hizo como arqueología medieval, marcos que determinan irremediablemente su evolución posterior. Tanto la vinculación historio-gráfi ca, idiomática como patrimonial podría explicar la importación desde Italia, y no desde Inglaterra, a nuestro país. Sintetizando, podríamos decir que la Ar-queología de la Arquitectura nace gracias a la reno-vación de la metodología arqueológica en el ámbito sajón y a su importación por parte de una arqueo-logía medieval italiana emergente, libre por ello de una tradición consolidada y rica, a su vez, en alzados construidos.

Fuera de este triángulo, se constata una presencia heterogénea de la Arqueología de la Arquitectura en otros países europeos, aunque se reconoce un pau-latino incremento en los últimos años. En Portugal, la Arqueología de la Arquitectura ha sido introducida de la mano del ya extinto IPPAR (Instituto de Portugués de Patrimonio Arquitectónico), institución consciente de la necesidad de aplicar este método de cara a los proyectos de restauración en el patrimonio edifi cado.

efectos positivos. Primero, la introducción del térmi-no building archaeology sustituyendo a otros anterio-res (building recording, architectural archaeologists o surveyors) en 1993, como ocurre de manera casi coetánea en el ámbito italiano, con motivo de la con-ferencia del Buildings Special Interest Group, dentro del Institute of Field Archaeologist (IFA)19. Este he-cho supone el inicio del estudio del edifi cio como objeto arqueológico con su propio derecho (Morriss, 2000: 14). Y en segundo lugar, la normalización de los análisis arqueológicos de acuerdo a un marco de gradación de estudio-importancia del edifi cio. Las normativas de análisis periódicamente actualizadas, más que unas instrucciones defi nitivas, deben enten-derse como un amplio marco referencial20. Lejos de la bonita utopía a la que pueda conducir a primera vista la existencia de tal aparato normativo, esta reglamen-tación supone frecuentemente el inicio del proceso de destrucción del edifi cio, no de su recuperación o restauración. Es decir, se documenta el edifi cio que se va a destruir, idea sobre la cual volveremos al fi nal del texto.

Los efectos negativos fueron comunes a los de otros ámbitos científi cos. Se produjo un enfrenta-miento con una historia del arte que acusaba a la arqueología de tener un carácter confuso o engañoso al proponer unos periodos constructivos demasiado

Catalogación de EH RCHM

Fechas Grado de protección Interés arquitectónico e histórico Niveles de análisis

Pre 1700 Grado I Antigüedad y excepcional interés

(Act 1979 Ancient Monuments

and Archaeological Areas)

Niveles 3 (analítico) y 4 (analítico comprensivo)

1700-1840 Grado I Antigüedad y excepcional interés

(Act 1979 Ancient Monuments

and Archaeological Areas)

Niveles 1 (básico) y 2 (descriptivo)

1840-1945 Grado II Particular importancia

Post 1945 Grado II Especial interés (aprox. 90% de

los edifi cios catalogados)

Tabla 1. Relación entre los grados de protección establecidos por el English Heritage (EH) y los niveles de análisis determinados por el Royal Commision on

Historical Monuments (RCHM).

Con un correspondiente monográfi co sobre building archaeology en la

revista The Field Archaeologist (1992).

Standard and Guidance for the archaeological investigation and recor-

ding of standing buildings or structures, IFA, 1ª ed. 1996, rev. 2001; Recor-

ding Historic Buildings. A Descriptive Specifi cation, RCHME, 1ª ed. 1990; o

Understanding Historic Building, EH, última ed. 2006; y de protección por

el gobierno estatal de los edifi cios catalogados, ‘PPG15’: Planning Policy

Guideline: Planning and the Historic Environment.

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Archaeology. Archeologia. Arqueología. Hacia el Análisis de la Arquitectura

Page 18: Arqueología Aplicada al Estudio de los Edificios Históricos. Ultimas Tendencias Metológicas

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Quince años después en España

Tanto la introducción como desarrollo de la apli-cación del método estratigráfi co al análisis de los edifi cios históricos en España ha sido ya tratado en trabajos previos de síntesis general (Caballero y Fer-nández Mier, 1997; y Quirós, 2002 y 2006), de cuya lectura se concluye un panorama desigual sobre la puesta en práctica así como sobre la aceptación en nuestro país tanto por parte de los arqueólogos y arquitectos como de la administración. La primera puesta en común en el marco peninsular (Murillo y Sánchez Zufi aurre, 200422) permite reconocer un panorama de creciente aplicación así como una re-fl exión de los primeros resultados, condiciones y perspectivas que vienen a sumarse a las efectuadas ya en el ámbito internacional con anterioridad (mo-nográfi co Arqueología de la Arquitectura 2002/1 y Ayán, Blanco y Mañana, 2003).

En España, la introducción del método de una ma-nera normalizada se debe a la actividad restauradora del Servei del Patrimoni Arquitectònic Local de la Di-putación de Barcelona, servicio que afronta las res-tauraciones una vez realizado el estudio arqueológico correspondiente. Arqueólogos y arquitectos iniciaron a comienzos de los años 80 una labor que llega hasta nuestros días y que cuenta con un extendido currícu-lo de actuación en conjuntos edifi cados de distintas etapas históricas. Hay que señalar que Cataluña era probablemente el marco natural de introducción de la Arqueología de la Arquitectura, teniendo en cuenta que también las primeras experiencias de estratigrafía de suelo tuvieron lugar allí a fi nales de los años 70 en yacimientos de cronología romana (Roure, 1992; López Mullor, 2002: 159, villa de Vilauba, Gerona) y medieval (López Mullor, 2002: 159, ermita de Nues-tra Señora de Bellvitge, Barcelona23), incrementándo-se el número de excavaciones de edifi cios de culto medievales en la siguiente década (López Mullor y González, 1991). La creación de grupos de trabajo como el Taller Escola d’Arqueologia de Tarragona (TED’A) y las reuniones sobre método (Trócoli y Sos-pedra, 1992) refl ejan su paulatina acogida en el seno

De hecho, el primer edifi cio analizado estratigráfi ca-mente (Ramalho, 2004: 149) fue la iglesia de São Gião de Nazaré (Caballero, Arce y Utrero, 2003), gracias a un convenio establecido entre el IPPAR y el CSIC. Trabajos posteriores se han desarrollado en varios conjuntos monásticos (Rendufe, Tibães), amurallados y eclesiásticos (Idanha-a-Velha, Lourosa), siendo el IPPAR (actualmente IGESPAR, Instituto de Gestão do Patrimonio Arquitectónico e Arqueológico) y el co-rrespondiente ente regional (gobierno, universidad) los habituales garantes de estos trabajos.

En Francia, dentro de la llamada Archéologie du bâti o Archéologie des élévations, el interés por el co-nocimiento de las fases constructivas21 (Rouger, 1999 y Journot, 1999) es en gran medida deudor de la ex-periencia sajona (Davies, 1993 y Wood, 1994). Los materiales y las técnicas constructivas y de manera destacada las marcas de cantero, han gozado de un gran protagonismo, refl ejando de nuevo la importan-cia de la arquitectura medieval como sujeto principal de análisis (Sapin et alii, 2008, conjunto de Mont-SaintMichel). Los ejemplos han sido sin embargo su-fi cientes para poner sobre la mesa cuestiones como las difi cultades de implantación de la Arqueología de la Arquitectura (Parron-Kontis y Reveyron, 2005) o la inadaptación de la legislación (Derieux, 2004: 47).

En centro Europa, la Bauforschung es aún un campo de arquitectos e ingenieros civiles que aúna análisis estructurales con otros de carácter descrip-tivo. Las referencias que conocemos nos llevan de nuevo al periodo medieval, como ejemplifi can los trabajos practicados en algunos castillos bajomedie-vales por el Instituto de Cultura Material del Medioe-vo Austriaco de la Academia de las Ciencias (Institut für Realienkunde des Mittelalters der Österreichischen Akademie der Wissenschaften) y diversas iglesias me-dievales del mismo entorno (Hauser, 2003 y Mitter-mair y Bitschnau, 2003). Aunque estas referencias son escasas como para efectuar una valoración global, la sombra de la tradición de la Arqueología Clásica de la escuela alemana así como el reducido número de alzados medievales, mayoritariamente destruidos en las contiendas del siglo XX, de manera similar al caso inglés, podrían ser algunas de las causas de esta si-tuación.

Algunos ejemplos indicados por Esquieu (1997), Prigent (2000) y Prigent

y Hunot (2000).

21

Sesión de Arqueología de Arquitectura en el IV Congresso de Arqueolo-

gia Peninsular (Faro, 2004), publicada como parte de la revista Arqueolo-

gía de la Arquitectura 2004/3.

Considerada el primer “diagrama estratigráfi co” de la arqueología me-

dieval catalana.

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Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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ternacional celebrado en Valladolid26, así como otras monografías posteriores surgidas con vocación de es-tablecer una puesta al día (Ayán, Blanco y Mañana 2003 y Murillo y Sánchez Zufi aurre, 2004).

Hacia un análisis

de toda la Arquitectura

Como ya hemos mencionado, la habitual conserva-ción parcial o total de los alzados de las construc-ciones medievales fue en un inicio uno de los prin-cipales motivos del desarrollo de la Arqueología de la Arquitectura para el estudio de los conjuntos cons-truidos de este periodo. Dos décadas después, sus límites parecen establecerse peligrosamente en esta época, como demuestran la mayoría de los ejemplos que conocemos. Se constata igualmente un desequili-brio regional, del mismo modo que evidencia D’Ulizia (2005) para la península italiana, dependiendo los distintos trabajos realizados de los correspondientes marcos legislativos y gubernamentales y de la inicia-tiva de los distintos organismos públicos y privados, saliendo unas arquitecturas y unos territorios más be-nefi ciados que otros.

Pero si hay una conclusión evidente después de realizar este recorrido por la prehistoria e historia de la Arqueología de la Arquitectura es que, mientras los proyectos de investigación27 y de restauración28 han tenido en Italia y en España su principal marco de aplicación y desarrollo, el ambiente anglosajón está notablemente marcado por un proceso totalmente contrario, el de la destrucción. Del mismo modo que la reconstrucción de la posguerra actuó como acicate para la introducción del método estratigráfi co, el de la destrucción ha condicionado el devenir del análisis de los alzados construidos dentro de un estricto esquema (tabla 1). La documentación arqueológica se convierte aquí en el único modo de preservar la información sobre un patrimonio destinado a desaparecer.

de la arqueología catalana. En los 80, la estratigrafía se extiende a los alzados construidos de otras tantas iglesias barcelonesas (López Mullor, 2002: 160). La afortunada combinación de lectura de paramentos y excavación, permitió obtener una comprensión com-pleta del monumento y de su entorno inmediato en la mayoría de estos ejemplos.

El Servei no sólo implantó y desarrolló una mane-ra de hacer. Su nacimiento estrechamente vinculado a la restauración y a la arqueología de suelo dentro de un equipo multidisplinar (arquitectos, arqueólogos, historiadores) favoreció su difusión entre estos distin-tos profesionales, contando además con un medio de divulgación propio (Simposi).

Con anterioridad al trabajo desarrollado por el Ser-vei, las refl exiones y experiencias de investigadores como L. Caballero (1986 y 1987) y A. Jiménez (1989) habían evidenciado la necesidad de un cambio meto-dológico. Este salto tuvo lugar con la puesta en mar-cha de distintos proyectos de investigación sobre la arquitectura altomedieval hispánica, concretamente de la región castellano-leonesa, que contaban con la Arqueología de la Arquitectura como herramienta de análisis. Los primeros desarrollos teóricos así como experiencias prácticas, quedaron plasmados en dos publicaciones que suponen el inicio “ofi cial” de este método: el monográfi co Leer el documento construi-do (Caballero y Latorre, 1995), publicado signifi cati-vamente en una serie de arquitectura (Informes de la Construcción), y el Curso de Arqueología de la Arqui-tectura (Caballero y Escribano, 1996). Ambas mono-grafías constituyeron una síntesis metodológica y una recopilación de distintas experiencias que sentaron las bases para trabajos posteriores.

Con estos precedentes, la década de los 90 fue testigo del desarrollo de ciertos aspectos metodoló-gicos24 y de la implantación paulatina del método en distintos entornos geográfi cos y académicos. A la consolidación de estos grupos de trabajo e investiga-ción25, hay que sumar la fundación de la revista de Arqueología de la Arquitectura, coeditada por la UPV y el CSIC, cuyos dos primeros números (2002 y 2003) recogían las aportaciones realizadas al congreso in-

Sobre cronotipología y mensiocronología, ver Quirós (1994 y 1996), Alta-

rriba et alii (2001). Sobre micro-estratigrafía, Arce (1996) y Arce, Doglioni

y Parenti (1996). Y más recientemente sobre prospección, Mauri (1995),

Quirós y Gobbato (2004) y Sánchez Zufi aurre (2007).

Cuyos trabajos forman parte de este volumen.

24

25

En el V Congreso de Arqueología Medieval Española (Valladolid, 1999, vol. 1)

se acogió una sección específi ca de arqueología de la arquitectura que

recogía trabajos realizados en distintos tipos de conjuntos peninsulares.

Caballero (2002 y 2004) y Utrero (2008).

Distintos ejemplos en Azkarate (2002), González Moreno-Navarro (1995

y 1999), López Mullor (2002), Mileto y Vegas (2003 y 2004) y Tabales

(2002a y 2002b).

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De este modo, la aplicación de la Arqueología de la Arquitectura como herramienta de documentación del patrimonio a destruir y, por ello, único guardián de su memoria, se sienta por el momento en la sala de espera, aunque esperemos que no por mucho tiempo, junto a su vertiente investigadora y restaura-dora para ser llamada por la administración y alzada a la misma categoría que la arqueología de suelo.

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25proceso de transformación en el tiempo, que provoca la estratifi cación de su construcción y le confi ere su condición histórica. Simultáneamente, la arquitectura histórica está dotada de unos valores sincrónicos que emanan de su propia condición como arquitectura.

Defi nida la estratigrafía de una construcción histó-rica podemos proyectar la que resultará de la obra de restauración: defi niendo y proyectando los depósitos que se eliminarán o cortarán, el trazado de las nuevas superfi cies de corte, la colocación, volumen y super-fi cies de borde de los nuevos depósitos constructivos y las relaciones resultantes entre los depósitos históri-cos conservados y los nuevos construidos.

Palabras clave

Espacio, arquitectura, tiempo, estratigrafía, restauración.

Abstract

The story of restoration has been marked by the limi-tations imposed to the restoration works for guaran-teeing the unaltered conservation of the documen-tal, historical and temporal values. However, it hasn’t

Best Poster Award, CIPA 2001; Premio Europa Nostra 2002; Premio Olaguibel de Arquitectura 2006; profe-sor en los master de restauración de Madrid, Sevilla y La Coruña; restauración de La Torre de Hércules (La Coruña), Melque (Toledo), Trampal (Cáceres) y Cate-dral de Santa María (Vitoria-Gasteiz); levantamientos del Acueducto de Segovia, Catedrales de Palma y Vi-toria y Cripta Guell; arquitecto del Programa de Con-servación del Patrimonio Histórico de la Fundación Caja Madrid.

Resumen

La historia de la restauración ha estado marcada por las limitaciones que se han impuesto a la obra para garantizar la conservación inalterada de los valores documentales, históricos y temporales. Sin embargo, no ha sido posible concretar la materialidad de los elementos que otorgan estos valores al monumento y cómo se destruyen con la obra de restauración.

No puede percibirse un espacio inmaterial, ni de-fi nirse el tiempo en un espacio estático. El valor dia-crónico de la arquitectura es una consecuencia del movimiento de los materiales de su estructura en su

La conservación del tiempo en la restauración:

el proyecto estratigráfi co

Pablo Latorre González-Moro

Arquitecto, Fundación Caja Madrid

[email protected]

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turas, o las ruinas de civilizaciones periclitadas para transmitir esta sensación, (Yourcenar: 65)1. Hace poco pude oír el comentario de un periodista radiofónico describiendo como, en el interior de una pequeña iglesia románica, “se podía oír el tiempo almacenado”; expresión que, en principio, no nos resulta chocante y aceptamos como una licencia literaria.

En realidad esta evocación responde a un sen-timiento muy común de la imagen que ofrecen los monumentos históricos, las ruinas y los objetos anti-guos que autentifi can la existencia y la actividad de las sociedades que nos precedieron o certifi can la de civilizaciones desaparecidas cuando se integran ya, como un elemento más de la naturaleza y el paisaje, (Marchan: 11)2. Cada huella, mancha, raya, muesca o roto en la materia que conformó el espacio de la ar-quitectura y la erosión que moldeó la forma originaria de sus materiales o de los objetos usados, responde directamente a sucesos que se desarrollaron durante la vida de las personas que los habitaron o utilizaron (Fig. 01).

Tampoco nos extrañamos que se confi era un va-lor añadido a la acción del paso del tiempo sobre las obras de arte. Frases como: “el tiempo, que es también quien pinta” de F. Goya; “la piedra más humilde de un viejo monumento, aunque haya sido desbastada por un pobre cantero rudo e inhábil, se terminó por el más potente de los escultores, el tiempo” de Anato-le France, recogidas por Torres Balbás; o las de él mismo, que manifestaba cómo las restauraciones eli-minaban de los monumentos “la belleza y el factor pintoresco que el tiempo les ha ido prestando en una labor secular” (Torres Balbás: 27), son expresiones igualmente aceptadas. Pero esta valoración positiva del paso del tiempo sobre las obras de arte sigue vigente y no es exclusiva del romanticismo, como de-lata el título del libro de Yourcenar: “El tiempo, gran escultor”.

been possible to establish the materiality of the ele-ments that give this values to the monument and how are they destroyed with the restoration works.

It’s impossible to perceive an immaterial space, to defi ne the time in a static space. The diachronic value of architecture is a consequence of the movement of the materials of its structure in the processes of trans-formation along time, which causes the stratifi cation of its construction and gives to it its historical condi-tion. Simultaneously, the historic architecture is equi-pped with synchronical values which emanate from its own status as arquitecture.

Defi ned the stratigraphy of an historic building we can project the one that will result from the restora-tion works: defi ning the deposits that will be elimi-nated or cut, the layout of new cutting surfaces, the placement, the volume and the surfaces of the edges of the new constructive deposits and the resulting re-lationships between the preserved historical exposits and the ones recently built.

La aprehensión del tiempo a través de la

arquitectura histórica y su conservación

“Las ruinas producen una fascinación deriva-da de ser algo raro: una tragedia más sin au-tor. Una tragedia cuyo autor es simplemente el tiempo; nadie la ha hecho, se ha hecho”... “Tam-bién las cosas gastadas muestran el paso del tiempo y en el caso de un objeto usado por el hombre algo más: la huella siempre misteriosa, de una vida humana grabada en su materia. Un cepillo usado, un zapato viejo, un traje raí-do, casi llegan a alcanzar la categoría de rui-na. Porque ruina es solamente la traza de algo humano vencido y luego vencedor del paso del tiempo.” (Zambrano: 253).

Existe la certeza —no solo profesional—, sino gene-ralizada socialmente y expresada a través de la li-teratura, la poesía, la fi losofía o el arte, de que al contemplar los objetos antiguos o visitar las ruinas y los monumentos somos capaces de conectarnos con el pasado, permitiéndonos ese instante “viajar en el tiempo”. Es un recurso habitual utilizar la imagen de las piedras desgastadas y fracturadas de los monu-mentos; la desvaída, lamida o mutilada de las escul-

“… Estos duros objetos, moldeados a imitación de las formas de la vida

orgánica, han padecido a su manera lo equivalente al cansancio, al enve-

jecimiento, a la desgracia. Han cambiado igual que el tiempo nos cambia

a nosotros…”

“... la ruina se basta a sí misma, y la recuperación o incluso la mera invo-

cación de su arquitectura originaria podrían contribuir a que perdiera sus

encantos. Las ruinas hechizan por sus propias imperfecciones, cautivan

más que el monumento acabado, en ellas se antepone lo fragmentario

a lo integral. En una palabra, son asumidas desde una belleza que no

poseían en sus orígenes, siendo decisiva para que aquélla brille la inter-

vención del tiempo, la permanencia...”

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Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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Figura 1 (arriba izquierda). Ruina de una edificación abovedada en el yacimiento arqueológico de Tiermes, Soria, 1990. Foto autor. (arriba derecha). Detalle

de ángel y gárgola de la fachada de San Pablo de Valladolid, 2006. Archivo Fundación Caja Madrid. Foto autor. (abajo izquierda). Edouard Valdús. Templo de

Augusto y de Livie en Vienne , Lyon en 1851. Mérimée, Monum, 2003. (abajo derecha). Templo de Augusto y de Livie en Vienne, Lyon en la actualidad.

Nizinha feb 2009.

La conservación del tiempo en la restauración: el proyecto estratigráfi co

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Es lógico, que aplicando la teoría y la praxis de una disciplina, cuyo objetivo es defi nir la geometría y la construcción del espacio arquitectónico y los me-canismos del proyecto para defi nirlos, el arquitecto trate de descubrir —tanto en la fase de levantamiento (Latorre 2009, en prensa), como durante la redacción del proyecto de restauración— aquellos retazos de un monumento que formaban parte de una forma re-conocible de un espacio, de una arquitectura con una tipología concreta y que trate de devolver al monu-mento en la restauración su condición de arquitectu-ra, recuperando los espacios mutilados por el tiempo y las formas de los materiales degradados.

Desde su aparición como disciplina a principios del siglo XIX, la teoría y la práctica de la restaura-ción monumental ha tratado de buscar una solución al problema que aparece inevitablemente cada vez que es necesaria la intervención sobre un monu-

Por otro lado, desde la aparición misma de la His-toria del Arte como disciplina y de la restauración como actividad, ha existido un rechazo social casi ge-neralizado a la imagen que ofrecen los monumentos restaurados (Del Valle Inclán: 11)3, debido fundamen-talmente a la pérdida de plasticidad que sufren, que se asocia con su estado alterado y degradado y, sobre todo, a su incapacidad —desde ese mismo momen-to— para evocar el paso del tiempo (Le Corbusier: 30-31)4. Parece un contrasentido que la restauración dirigida a recuperar la arquitectura del pasado consi-ga destruir esta capacidad, cuando son precisamente los edifi cios mejor conservados los que nos permiten trasladarnos con más autenticidad al mismo. Qué me-jor que el Acueducto de Segovia o el Panteón para entender la arquitectura romana y, sin embargo, qué escasa o nula capacidad parecen tener las reproduc-ciones de arquitecturas desaparecidas (Hernández: 29-53) o las fantasías estilísticas y tipológicas para transmitirnos esa sensación (Fig. 02).

Hay que reconocer que más allá de la valoración romántica de los monumentos y las ruinas y de su exaltación plástica y poética, la historia de la arqui-tectura no se ha interesado en estudiar las caracterís-ticas de la materia y la confi guración degradada que confi eren a un monumento su capacidad para evocar el paso del tiempo y su valor documental e histórico. Desde la óptica de los arquitectos —responsables últi-mos de la restauración de los bienes inmuebles— hay una cierta incomprensión hacia la documentación que puede desprenderse de los restos de transformaciones menores y de “escaso” valor arquitectónico que alteran u ocultan los espacios y la construcción de la arquitec-tura que más se valora y se considera “original”. Tam-poco se entienden las razones que pueden existir para conservar las huellas de la erosión y de la degradación en los materiales que han perdido su forma y que im-piden apreciar la arquitectura en toda su “integridad”.

A este respecto es muy signifi cativa la descripción que hace Valle Inclán

de la escenografía de la primera escena de la farsa infantil “La cabeza

del dragón”, “...Es un castillo de fantasía, como lo saben soñar los niños.

Tiene grandes muros cubiertos de hiedra, y todavía no ha sido restau-

rado por los arquitectos del Rey. ¡Alabemos a Dios!”.

“... La iglesia Saint-Etienne, librada a su indigencia, es admirable y contur-

badora; la basílica de Saint-Front, violada por los restauradores, puede

considerarse arruinada. Creo en la piel de las cosas como en el de las mu-

jeres. En Saint-Front, lo han raspado, retocado, rehecho todo, centímetro

por centímetro. Todo lo han falsifi cado: mentirosos, falsifi cadores. ¿Con qué

derecho? ¡Trágica confusión! Bien sé que su intención fue buena. ¡Ay, ay!...”

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Figura 2. Exterior e interior de casa romana construida en la exposición de

Paris de 1889 para ilustrar la evolución histórica de la tipología de vivienda.

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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se negaba su valor documental e histórico, (Sáenz de Oiza: 136)5.

Las incorporaciones de la nueva arquitectura se efectuaban con toda la “libertad” en el diseño que avalaban las diferentes cartas de restauro, al exigir que éstas pudiesen reconocerse distinguiéndose de las “originales”, lo que facilitaba que el resultado fi nal de la restauración se convirtiese en una suerte de “co-llage” constructivo que mezclaba las fábricas históri-cas con las nuevas estructuras de hormigón y acero6. De hecho, las razones y los mecanismos de composi-ción que se utilizaban eran similares a los que defi nía Kurt Schwitters en su trabajo, cuando reaprovechaba pequeños trozos de restos desechados, de objetos mutilados y textos rotos de periódicos, libros o re-vistas olvidados y despedazadas para componer sus collages (Schmalenbach: 14)7 (Fig. 03).

Las distorsiones y agresiones que estas actuacio-nes provocaron en la percepción y construcción de la arquitectura histórica, tuvieron como consecuencia la búsqueda de soluciones que, sin renunciar a su condición “contemporánea”, fuesen compatibles con la arquitectura histórica. Con este objetivo se trató de establecer un cierto diálogo entre las fábricas antiguas y las nuevas aportaciones, mediante el intento de lo-grar una “diacronía armónica” o una “analogía formal”

mento. Si no intervengo y conservo su arquitectura degradada, lo estoy condenando a su desaparición, aunque sea con la dignidad que le otorga la “auten-ticidad” de sus restos, concediéndole eso sí “las hon-ras fúnebres del recuerdo” (Ruskin: 229). Si restauro, condeno también al monumento a convertirse en un documento mudo y, por tanto, carente de valor histórico. Esta realidad es la que ha provocado el en-frentamiento entre los profesionales y ha marcado el desarrollo mismo de la teoría de la restauración y la redacción de las cartas y legislaciones de protección que, sucesivamente, han ido ampliando las medidas de conservación como garantía de la preservación de los valores documentales e históricos y la “salva-guarda” del monumento.

Entre conservar o restaurar, verdadero o falso, ar-queología o arquitectura, documento o recreación, tiempo o espacio, valor diacrónico o sincrónico, etc. se abre una brecha tan estrecha y profunda que pa-rece insalvable y que convierte en antagónicos e in-compatibles estos conceptos. Esta separación parece que nos obliga en cada intervención —por pequeña que sea ésta— a declararnos partidarios de una u otra postura y elegir entre restaurar su arquitectura, recu-perando la forma y el espacio alterados por el tiempo, reafi rmando la verdadera autenticidad de estos valo-res (Hernández: 55-64); o defender la conservación a ultranza de su estructura degradada, para garantizar la preservación de la documentación y la autenticidad inherente al material y a su confi guración “original”, tal y como ha llegado hasta nosotros.

En los últimos años del siglo XX, hemos visto repetida la confrontación que se había producido a fi nales del siglo XIX. Las rehabilitaciones y restaura-ciones acometidas en los edifi cios históricos, que mu-chas veces se utilizaban como meros contenedores de nuevas funciones (Rivera: 167), provocaba el rechazo del mundo de la historia y especialmente del arqueo-lógico, al ver otra vez manipulados o demolidos de forma totalmente aleatoria y muchas veces gratuita los restos conservados de las fases menores del mo-numento (Caballero, 1987: 29). Vivimos una época en la que se atacó la especialización en restauración, de-gradándola y convirtiéndola en un subproducto de la profesión y se defendió que sólo los buenos arquitec-tos modernos eran capaces de hacer y crear buenas restauraciones, puesto que sólo ellos eran capaces de incorporar y superponer buena arquitectura sobre la histórica, que se valoraba sólo como arquitectura y se utilizaba como parte de la composición y a la que

“... Mi tesis es: la operación de actuación sobre la arquitectura antigua

es una operación de arquitectos. El objeto sobre el que trabajan los ar-

queólogos y restauradores es un objeto de arquitectura, que incumbe al

arquitecto... al fi nal la operación de intervención es una operación que

transforma la arquitectura. La arquitectura transformada es una opera-

ción de arquitectura... Entre arqueólogos y restauradores por un lado,

y los legisladores por otro, estamos entre enemigos: unos nos entregan

del pasado lo que quieren, otros nos proponen lo que debe ser el futuro

de las formas que soñamos...”

Carta de Venecia 1964, Art. 9: “La restauración es un proceso que debe

tener un carácter excepcional. Su fi nalidad es la de conservar y poner de

relieve los valores formales e históricos del monumento y se fundamenta

en el respeto a los elementos antiguos y a las partes auténticas. La res-

tauración debe detenerse allí donde comienzan las hipótesis: cualquier

trabajo encaminado a completar, considerado como indispensable por

razones estéticas y teóricas, debe distinguirse del conjunto arquitectóni-

co y deberá llevar el sello de nuestra época…”

“... Por ahorro, utilizaba para expresarme todo lo que encontraba pues

éramos un país empobrecido. Se puede también gritar con restos de

basura y lo hice encolando y clavando estos desechos. Los denominé

MERZ, eran como mi oración por el fi nal victorioso de la guerra, pues una

vez más había vencido la paz. De cualquier forma, todo estaba destruido

y era válido empezar a reconstruir lo nuevo a partir de los escombros... el

material es tan inesencial como yo mismo. Lo verdaderamente importan-

te es la confi guración. Utilizo cualquier material que admita el cuadro...”

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se acompaña con la publicación del “manifi esto para una restauración tímida” (Ermentini)8. Este documen-to proclama el fi n de la teoría de la restauración y promueve una labor continua y planifi cada de man-tenimiento de los monumentos, basada en la mínima aportación de material que garantice su conserva-ción, con su confi guración y estratifi cación conserva-da y con su identidad compleja y multiforme.

El manifi esto se promueve acompañado de una fuerte carga irónica y entre sus alegatos reivindica las fi guras de Boito, Ruskin, Brandi y Bonelli acompaña-dos de los hermanos Marx, Chaplin, Benigni y Totto. Proponen imponer un “carnet” por puntos que el res-taurador iría perdiendo al incumplir determinados pre-ceptos (Ermentini: 21)9, un “menú” para el restaurador tímido (Ermentini: 29) y un tratamiento médico con la “famosa” aspirina “Timidina, con vitamina C” para cu-rar los males que afectan a los restauradores, (Ermen-tini: 19). La publicación se acompaña de una imagen fotográfi ca en la que el “super-conservador” Amadeo Bellini le recomienda este tratamiento al “súper-re-constructor” Paolo Marconi para curar su grave enfer-medad, con el consejo de que practique el espíritu de la “no violencia” sobre los monumentos (Fig. 04).

Con independencia de las ironías terapéuticas para curar los males y las veleidades que padecen los res-tauradores más osados, lo cierto es que seguimos constatando cómo la “restauración” provoca de forma inexorable en el monumento la destrucción de su valor documental e histórico y de su capacidad para evocar el paso del tiempo; además, tenemos la certeza que este problema se produce siempre al manipular los materia-les de la construcción del edifi cio conservado, lo que conduce inevitablemente —para evitar este problema— a actuar “tímidamente” y con la prudencia necesaria para garantizar la mínima intervención posible.

En este contexto, parece lógico pensar que si el valor temporal asociado a la contemplación de la ar-quitectura histórica desaparece con su restauración, este valor necesariamente estará asociado a los mate-riales y a la confi guración de los elementos construc-tivos que la componen tal y como la hemos recibido, ya que es en el proceso de su manipulación y modi-

en la superposición de estilos, formas, construcción y composición arquitectónicos que se producía entre ambas (Solá-Morales: 30-38; Capitel: 47-50).

Frente a las veleidades en el diseño y la compo-sición propuesta por los arquitectos en su afán de proporcionar al monumento arruinado una nueva unidad, fuese mediante la reconstrucción estilística en el XIX o en el estilo de la arquitectura moderna en el XX, se ha propuesto de nuevo, en los inicios del siglo XXI, la mínima intervención como única vía para garantizar la conservación de la totalidad de la documentación histórica inherente a la materialidad del monumento. La repetición cíclica de la polémica histórica, ahora entre los partidarios de las recons-trucciones tipológicas (Marconi) y los conservadores (Bellini) reaparece como un espectro sin solución.

En el entorno de los colaboradores y alumnos del profesor Amadeo Bellini se crea en septiembre del año 2000 la “Shy Architecture Association” que

Figura 3. Kurt Schwitters, Merzbild 31, 1920.

http://www.shyarch.it/

“... Sanciones. Exceso de velocidad en la actuación, 5 ptos; no conceder

prioridad al conocimiento del monumento, 8 ptos; uso del móvil en la

obra, 2 ptos; invertir el sentido del proceso de la historia reconstruyendo

el primitivo esplendor, 20 ptos, restaurar ebrio, 5 ptos, ...”

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Espacio, materia, movimiento y tiempo

“…El tiempo, como la mente, no es cognosci-ble como tal. Solamente conocemos el tiempo indirectamente por lo que sucede en él, por la observación del cambio y lo que permanece, por el señalamiento de la sucesión de aconte-cimientos entre marcos estables e indicando el contraste de varias clases de cambios…” (Ku-bler: 70).

El espacio vacío e inmaterial no tiene límites y carece de referencias, por lo que no es perceptible, ni com-prensible. Para Poincaré, el espacio vacío es amor-fo, una forma fl ácida, sin rigidez, que es adaptable a todo y carece de propiedades por sí mismo, son los cuerpos en sus relaciones mutuas los que determinan el espacio y le dan una u otra forma (De Lorenzo: 37). Sólo podemos comprender el espacio asocián-dolo a la materia que lo delimita, lo confi gura y le confi ere su tridimensionalidad, al permitir situar el origen de un sistema euclidiano de coordenadas rela-tivo. Además, es la materia la que dota al espacio de cualidades y características: dimensiones, peso, color, textura, olor, sonido, etc. que nos permiten percibir-lo, sentirlo, y experimentarlo. En defi nitiva, espacio y materia forman un binomio necesario: no hay espacio sin materia, ni materia sin espacio, como nos recuer-da constantemente la disciplina de la arquitectura.

Por otro lado, es imposible percibir un espacio inmóvil que sería simplemente un engaño de nues-tra imaginación. En un espacio inmóvil e inerte sólo tendríamos una percepción estática condicionada por nuestra propia inmovilidad que lo convertiría en una foto fi ja en tres dimensiones y en una sensación única y permanente. Para percibir el espacio necesitamos movernos y cambiar de posición, modifi cando cons-tantemente nuestras sensaciones y percepción de la materia que se sitúa en él, multiplicando nuestros puntos de vista de los espacios atravesados por la luz, que nos permitirá observar sus formas, dimensiones y color. Durante el recorrido, también percibimos el so-nido del aire y del agua al rozar con los materiales, el olor que desprenden y el acabado de sus superfi cies al tocarlas, etc. (Zevi: 24).

Sabemos que no existe un espacio estático, el uni-verso es dinámico y todo se mueve. Sabemos también que sin movimientos de la materia no pueden produ-cirse cambios en ésta, que son una consecuencia del

fi cación en la obra de restauración cuando este valor se destruye (Latorre, 1995). Este problema se acepta como irremediable sin preguntarse ni plantearse qué elementos y materiales de la confi guración de una arquitectura histórica contienen su valor temporal, de tal modo que su conservación pueda manejarse como una variable con la que poder trabajar en la fase de estudio de un monumento y, sobre todo, en la elabo-ración del proyecto de restauración.

Figura 4. El super-conservador (Prof. Amadeo Bellini) receta la “Timidina” al

super-reconstructor (Prof. Paolo Marconi) año 2003 (Ermentini, p. 18).

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Como expresión plástica del cambio que provoca el paso del tiempo sobre la materia, es ejemplar la fo-tografía de Man Ray titulada “criadero de polvo” y en la que puede verse el efecto de la acción del polvo de Brodway sobre “el gran vidrio” de Duchamp, (Richter: 103)10. Como explica el propio Duchamp, el polvo depositado sobre el vidrio necesita de tres a cuatro meses para hacerse perceptible a la vista y crear un color y una textura traslúcida que pueda incorporarse a la obra. Uno de los subtítulos que Duchamp dio a este trabajo fue “vidrio en retardo”, concepto que implica movimiento y duración y que explica, cómo para su materialización, es necesario un proceso pla-nifi cado en el tiempo de sedimentación del polvo so-bre el vidrio (Duchamp: 62) (Fig. 05).

Los conceptos de espacio y tiempo y sus relacio-nes son uno de los temas fundamentales de la historia de la fi losofía, la ciencia, la literatura o el arte. A partir de Newton y Descartes, la civilización occidental ad-

contacto, los roces y choques que se producen en su interacción. El movimiento de la materia puede tener su origen en fuerzas de carácter natural o derivarse de la acción de los seres vivos, especialmente del hombre que lo dotará de unas razones socio-cultura-les, decisivas en su comprensión histórica. Por tanto, es el cambio y la transformación de la materia, como consecuencia de su movimiento en el espacio el que nos permite tener constancia del paso del tiempo al establecer un antes y un después de éste.

“… A fi n de conferir determinada calidad pictórica –planteada de ante-

mano– a una parte de la estructura, dejó que el polvo de Nueva York se

acumulara en la obra. Quién conozca Nueva York sabrá qué signifi ca

esto. Durante un año y medio el gigantesco vidrio permaneció apoyado

sobre tacos de madera en su taller mientras que el polvo que penetraba

por la ventana que daba a Brodway se depositaba en la obra. Una vez

que Man Ray lo había fotografi ado limpió cuidadosamente el vidrio, con

excepción de los conos sobre los cuales fi jó el polvo valiéndose de un

producto adhesivo…”

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Figura 5. Cría de polvo, polvo de Brodway sobre Le Grand Verre de Duchamp. Foto de Man Ray 1920. (Duchamp, 1978, p. 103).

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—como los del Santuario de Ise en Japón— no son más que la materialización de un ritual de retorno a los orígenes, asociado a la idea de regeneración, puri-fi cación y transición para destruir el paso del tiempo, alejando de nuestra existencia la proximidad de la muerte (Vegas: 32-37). Cuando la restauración trata de devolver al edifi cio su confi guración “original”, re-pite de algún modo los ritos de “abolición del tiem-po” que defi ne Eliade, al “restaurar el instante inicial” de la construcción y sacrifi car cualquier rastro que se conservase hasta ese momento de su proceso de reformas y transformación.

La tetradimensionalidad de la arquitectura

histórica: los procesos de transformación

en el tiempo

“... Si uno no sabe lo que es un “suceso”, no pue-de entender la geometría del espacio-tiempo. Igual que las localizaciones son los lugares en un pai-saje, los sucesos son los lugares en el espacio-tiem-po… Un suceso es una posición en el tiempo tanto como en el espacio. Evidentemente, el mundo de tales sucesos —que llamamos espacio-tiempo— es tetradimensional. Se necesitan tres coordenadas para especifi car el “dónde” de un suceso, y una co-ordenada para especifi car el “cuándo” (Price: 21).

Entendemos como suceso una acción específi ca que se desarrolla en un espacio determinado y en un momento concreto. Cada movimiento de la ma-teria en el espacio (suceso) tiene una causa que lo provoca y unas consecuencias, al ocupar la mate-ria una posición en el espacio vacío y dejar vacío un espacio que puede ocuparse nuevamente. To-dos los materiales que componen un edifi cio histó-rico quedan defi nidos por las tres coordenadas de su posición en el espacio que establece dónde esta colocado y por una coordenada temporal que de-termina cuándo fue colocado. La colocación en un instante concreto de un material formando parte de un elemento constructivo, constituye un suceso. El conjunto de sucesos que se producen a lo largo de una obra y que concluyen con la construcción del edifi cio o su transformación, deben quedar defi ni-dos en el proyecto de arquitectura.

El proyecto de arquitectura selecciona, conforma y ordena el movimiento y la colocación de los ma-teriales en el espacio (sucesos), siguiendo un pro-

quirió una concepción del espacio y del tiempo ab-soluto, matemático e infi nito y la de un tiempo que fl uye uniformemente en una sola dirección, desde el pasado al futuro sin interrupción, sin relación con los sucesos externos y sin retorno posible.

Pero esta imagen es falsa. Afi rmar que los cuerpos se mueven en un espacio y en un tiempo absolutos es pura fi cción, lo que se observa realmente son mo-vimientos relativos de unos cuerpos con respecto a otros que también están en movimiento, pero que se consideran quietos para fi jar en ellos un sistema de referencia que, como hemos dicho, siempre es rela-tivo. Poincaré insistirá en que “dadas las condiciones aquí en la tierra, la geometría euclídea tridimensio-nal, ha sido y será la más conveniente, porque se ha mostrado como necesaria para la supervivencia de la especie humana” aunque mantiene una concepción relacional entre los cuerpos del espacio y afi rma que “la única realidad objetiva consiste en las relaciones de las cosas, de las que resulta su armonía universal” (Poincaré: 119; Isham y Savvidou: 11)11.

Esta concepción lineal del tiempo, de la historia y el progreso son relativamente recientes. Mircea Elia-de, el gran historiador de las religiones mostró cómo los pueblos “primitivos” poseían una idea cíclica del tiempo, en el que los grandes acontecimientos repe-tían sistemáticamente hechos sobrenaturales y gestas protagonizadas en los orígenes míticos del cosmos por los dioses, antes de que el hombre apareciese en la tierra. Lo que hace el hombre, ya se hizo; su vida no es más que la repetición ininterrumpida de las gestas realizadas por otros (Eliade: 15). Los pueblos primitivos sentían un verdadero “terror a la historia” y tenían un sentido fatalista de la vida, por ello celebra-ban ritos y fi estas de “regeneración del tiempo” con el objetivo de inaugurar periódicamente un ciclo nuevo que se repetía sistemáticamente (Eliade: 79)12.

La mayoría de los rituales de destrucción y recons-trucción que conocemos para la renovación de los materiales que componen una cabaña o un templo

“... La visión relacional niega al tiempo (y al espacio) una existencia inde-

pendiente de los objetos y procesos materiales... el tiempo existe sólo en

virtud de la existencia de la materia y los acontecimientos materiales...”

“... los ritos de construcción nos descubren algo más: la imitación y por

ende, la reactualización de la cosmogonía. Una “era nueva” se abre con

la construcción de cada casa. Toda construcción es un comienzo ab-

soluto, es decir, tiende a restaurar el instante inicial, la plenitud de un

presente que no contiene traza alguna de “historia”.”

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del interior. A esta acción se suman las de carácter traumático que pueden provocar catástrofes natura-les (terremotos, incendios, inundaciones) o la acción directa y destructiva del hombre (guerras, incendios, etc.) (Fig. 06).

La mayoría de las reformas se acometerán cuan-do la construcción se haya deteriorado o arruinado, lo que impedirá su utilización habitual y será nece-saria su reparación, reconstrucción o restauración. También puede suceder que al pasar el tiempo el grupo social que utiliza el edifi cio haya variado en su número, cambiado sus costumbres, sus necesida-des o cambie la propiedad y el uso al que se destina y el edifi cio sea incapaz de satisfacer las exigencias de sus usuarios, que promoverán su rehabilitación. Finalmente, puede suceder que su entorno físico o su contexto socio-cultural también hayan cam-biando con el paso del tiempo, modifi cándose los gustos del grupo social que lo ocupa, que no se identifi ca con la forma o el estilo del edifi cio, lo que impedirá que la imagen de éste cumpla con su función representativa y simbólica y provocará su remodelación.

En defi nitiva, toda transformación de una arquitec-tura preexistente se promueve cuando sus usuarios la consideran inadecuada para desarrollar su actividad habitual desde el punto de vista constructivo, fun-cional o formal, y se consideran con la capacidad económica sufi ciente para acometerla. Todo proyecto de transformación de una arquitectura preexistente se inicia con la redefi nición, por parte del promotor, de las variables constructivas, funcionales o formales previas, en un contexto sociocultural distinto y con unas condiciones económicas nuevas, de acuerdo a las cuales y la estructura conservada objeto de la reforma (preexistencias), el arquitecto redactará un proyecto de intervención que ordenará los “sucesos” constructivos de la modifi cación proyectada.

Muchas veces, especialmente cuando nos referi-mos a grandes obras de arquitectura, en vez de pensar en un proceso de transformación de una arquitectura previa deteriorada, debemos imaginarnos procesos de construcción muy dilatados en el tiempo y en una se-rie de arquitecturas sucesivas que nunca se completan. En estos casos, tenemos que suponer que la construc-ción del proyecto que inicia la ocupación del espacio se interrumpe y continúa después de un periodo de inactividad, reutilizando las preexistencias del periodo anterior, integrándolas en un nuevo proyecto (Azkara-te, 2001)13. La adaptación y reutilización de una arquitec-

ceso constructivo previamente planifi cado con una duración determinada. El proyecto es la respuesta a una serie de variables funcionales, formales, cons-tructivas y económicas establecidas previamente por el promotor de la obra y que satisfacen unas ne-cesidades específi cas y se enmarcan en un contex-to socio-cultural concreto (Latorre, 1996: 105-107). Además, el edifi cio al situarse en un espacio deter-minado deberá adaptarse a las preexistencias que lo ocupan, eliminarlas para ocupar el espacio vaciado o podrá adaptarse a éstas, integrándolas en la nueva construcción.

Todos los materiales de un monumento, colo-cados siguiendo un mismo proyecto y en el mis-mo contexto sociocultural y temporal y sobre las mismas preexistencias, constituyen una fase de la construcción que se designa como “estructura” (Ca-ballero, 1996: 41). Todos los materiales que com-ponen una estructura, es decir que se colocaron en una misma fase de la construcción, mantendrán una relación espacio-temporal de “contemporaneidad” y compartirán una serie de características indirectas que permitirán relacionarlos, aunque en la realidad estén colocados en instantes diferentes y sucesivos. Todos estarán ordenados para confi gurar los espa-cios de una determinada arquitectura, con un estilo y una tipología concreta y compartirán unas varia-bles de carácter técnico-constructivo como el tipo de material, la talla, la junta, el aparejo, etc., y otras de carácter morfológico como las dimensiones, geome-tría, forma, etc. (Azkarate, 2002: 67).

La transformación de una arquitectura puede promoverse incluso durante su construcción, al de-mostrar su inestabilidad por errores constructivos o estructurales. También puede acometerse al fi nalizar la obra, cuando al ponerse en uso demuestra su in-capacidad para cumplir las necesidades establecidas previamente por el promotor o sus expectativas esté-ticas, formales o simbólicas, poniendo en evidencia los errores del proyecto o de la construcción.

Desde el mismo instante en el que una arquitec-tura se considera acabada y su promotor la ocupa y empieza a utilizarla, se ve sometida a la acción destructiva de la naturaleza y el hombre. La natura-leza a través de la climatología o la acción biológica provoca la erosión y la degradación lenta y con-tinua de los materiales que puede acabar provo-cando fracturas, fi suras o algún colapso parcial. La acción del hombre, en el uso habitual del edifi cio, erosiona y deteriora igualmente los revestimientos

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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Figura 6. Girart de Roussillon y su mujer Berthe fundando doce abadías. Miniatura del siglo XV. (Biblioteca de Vienne).

La conservación del tiempo en la restauración: el proyecto estratigráfi co

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Los sucesos constructivos que conducirán a la trans-formación de una arquitectura preexistente o a la mo-difi cación e integración de una arquitectura inacabada pueden ser de tres tipos: eliminación (—) de una par-te de los materiales existentes que se desechan, con-servación (=) mediante el tratamiento y reparación de los materiales que se reutilizan y superposición (+) de nuevos materiales sobre los conservados, creando un nuevo depósito o “estrato” en la secuencia constructiva (Latorre 2002: 165). Entre los materiales conservados de la estructura previa y los que se colocan nuevos en la transformación se establece siempre una relación de “antero/posterioridad” evidente, unos estarán coloca-dos “antes” y otros “después”, es decir poseerán una coordenada temporal diferente, lo que confi ere a la ar-quitectura histórica su tetra-dimensionalidad (Fig. 07).

tura incompleta es tan habitual como el proceso descrito de transformación pura de una arquitectura previa y am-bos, pueden presentarse de forma aislada o combinada en el proceso de confi guración de un edifi cio histórico.

(-)

(+)(=)

A este respecto es muy sugerente conocer los resultados del análisis

efectuado de la Catedral de Vitoria. Este edifi cio empezó a construirse

como un encastillamiento sobre la muralla de la ciudad que no se com-

pletó, posteriormente se construye una iglesia compuesta de sucesivas

fases inacabadas y de cambios de proyecto que conducen después de

300 años a la construcción de un templo diferente al proyectado inicial-

mente, abovedado con madera y sin los arbotantes, botareles ni pinácu-

los ahora innecesarios. La sustitución posterior de las bóvedas de ma-

dera por otras de piedra provoca un proceso continuo de deformación

y ruina que condujo a la construcción de los arbotantes y de estribos

incompletos, hasta alcanzar un nuevo equilibrio.

13

Figura 7. Una ermita prerománica abovedada tras su ruina se transforma en una pequeña iglesia románica con cubierta de madera, siguiendo el proceso

de transformación descrito de: eliminación (-), conservación (=) y superposición (+) de los materiales.

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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en ruinas. Un edifi cio está en ruinas cuando pierde su uso y la sociedad decide abandonarlo al no estimar procedente su recuperación.

Dos materiales en contacto, colocados en fases di-ferentes, mantendrán siempre una relación de antero/posterioridad que podrá determinarse: estarán siem-pre separados por una superfi cie de corte o de borde, defi nirán arquitecturas distintas y espacios diferentes, sus variables técnico constructivas y morfológicas se-rán diferentes y poseerán una coordenada temporal diferente. Dos materiales en contacto (mismo depó-sito UEM) o separados en la construcción (depósitos UEM diferentes) pero, colocados en la misma fase de la construcción (es decir pertenecen a la misma “estructura”), mantendrán una relación de contem-poraneidad que igualmente podrá determinarse: res-ponderán al mismo proyecto, defi nirán una misma arquitectura, pertenecerán al mismo contexto tem-poral y sociocultural y compartirán las variables de carácter técnico-constructivo y morfológico, lo que nos permitirá relacionarlos y entender su contempo-raneidad, aunque estén separados en el espacio de la construcción y colocados en momentos distintos de la misma fase de obra.

En general, cada transformación que se promue-va sobre una arquitectura histórica, actuará mayorita-riamente sobre la fase precedente, tanto al eliminar materiales (—), como al superponer los nuevos (+). Siguiendo la lógica de una demolición y de las leyes de la gravedad, toda transformación deberá actuar primero de arriba hacia abajo, limpiando y desmon-tando las estructuras precedentes para defi nir la su-perfi cie de apoyo del nuevo depósito y que hemos designado como superfi cie de corte. Como en toda construcción, los materiales nuevos se colocarán de abajo hacia arriba, construyéndose sobre la superfi cie de apoyo creada en las estructuras de la construcción conservada.

En este proceso, los materiales de las fases más an-tiguas tendrán una presencia cada vez más exigua, ya que habrán sufrido un número mayor de transforma-ciones y una selección más intensa. Simultáneamente, este proceso provocará que estos materiales se sitúen en los niveles más próximos a la cimentación, ocul-tos y protegidos por los depósitos de las actuaciones posteriores, lo que favorecerá que su eliminación sea cada vez más improbable; pero además, en este pro-ceso habrán demostrado su validez e importancia en la composición de la arquitectura conservada, lo que también les protegerá de su eliminación.

La estratifi cación constructiva:

depósitos e hiatos

“Los estratos antrópicos se derivan de una se-lección cultural: el hombre puede crear estratos a voluntad que respondan a un plan abstracto y no al devenir de la naturaleza...el material de los estratos antrópicos es transportado por el hombre y la deposición de ellos está regulada por su acción y planifi cación... los estratos ver-ticales, como podrían ser los muros, constituyen formas propias y exclusivas de la estratifi cación antrópica... Estos estratos, al ser sólidos al me-nos durante un periodo de tiempo, dan lugar a nuevas formas de deposición...Los estratos an-trópicos aparecieron cuando el hombre se hizo constructor...” (Harris: 65-84).

La eliminación de material (—) de una estructura arquitectónica puede ser provocada por la acción del hombre o de la naturaleza. La eliminación de mate-riales (—) crea siempre en la estructura conservada una superfi cie de corte al eliminar o cortar los depó-sitos de las fases precedentes y las superfi cies que los delimitan. La superposición de nuevos materiales (+) a los conservados se apoyará en las superfi cies que delimitan los depósitos previos y formalizará en su contorno exterior una nueva superfi cie de borde. Los nuevos depósitos constructivos podrán colocar-se apoyados o adosados a los depósitos históricos, cortarlos para atravesarlos, rellenar los huecos de un depósito previo, o dada su tridimensionalidad, su-perponerse ocultando total o parcialmente las caras visibles de éste. Estas superfi cies sin material —de corte o de borde—, importantísimas para compren-der la secuencia histórica de la construcción, defi nen los saltos temporales o “hiatos” que se han producido entre los materiales de cada una de las fases de una construcción en su proceso de transformación.

Las superfi cies de corte provocadas corresponden a una transformación proyectada del edifi cio y, ge-neralmente, se repararán rellenando la superfi cie de corte con nuevos materiales (+) que defi nirán nue-vas superfi cies de borde. Aunque son imprevistos, los cortes provocados por un accidente o una catástrofe serán igualmente rellenados en la reparación que se promoverá para evitar la ruina y permitir el uso al que está destinado el edifi cio. Una superfi cie de corte que no se repara, normalmente corresponde a un edifi cio

La conservación del tiempo en la restauración: el proyecto estratigráfi co

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Los materiales conservados de las diferentes arquitecturas que componen un monumento, nos permiten imaginar —por su forma y posición— cada uno de los espacios del que formaron parte. En paralelo, la ausencia de los materiales removi-dos de su posición, ocupada ahora por otros mate-riales con características diferentes y que delimitan otros espacios, revela la transformación y el cam-bio. En defi nitiva, el movimiento de los materiales y las modifi caciones y cambios que producen en su confi guración las obras de conservación, repara-ción, rehabilitación, reconstrucción, remodelación, restauración, etc. generan una construcción estrati-fi cada en el tiempo.

De la estratifi cación a la estratigrafía:

el principio de inmovilidad

“... La primera tarea fundamental de la ciencia histórica consiste en asegurar la realidad efecti-va de los acontecimientos por ella descritos...Las “fuentes”, pues, permiten el acceso científi co a la realidad histórica. Esta realidad se constru-ye en primera instancia sobre la base de estas fuentes. Pero esto sólo es posible si las fuentes están aseguradas en su valor de fuente, es de-cir, si está demostrada su autenticidad. Esto se consigue por medio de la crítica...” (Heidegger: 32-33).

La historia de los edifi cios es la historia de sus transformaciones y de las causas que las provocaron, de las sociedades que las crearon, de su cultura, de su situación económica y social, etc., y existe una relación cierta, directa y única entre su historia y el “orden” que tienen los materiales en su construcción estratifi cada. El palimpsesto de materiales, las huellas, las marcas y los restos de las sucesivas transforma-ciones y sucesos constructivos que da forma a una arquitectura histórica, dotan al espacio de la plastici-dad que ha ido modelando el tiempo y constituye el único testimonio material y el único documento veraz de las sucesivas transformaciones que ha padecido. El valor histórico que emana de una arquitectura del pasado estriba precisamente en la relación directa y cierta que puede establecerse entre la confi gura-ción estratifi cada de su construcción y la sucesión de transformaciones que la han generado.

Es necesario apuntar que, algunas veces, los pro-cesos que se derivan de la lógica de la construcción y de las leyes de la estática pueden verse alterados por el ingenio humano. La utilización de apeos, recalces, castilletes y de todo tipo de maquinaria puede alterar el orden “lógico” de la construcción y de la estratifi -cación, provocando que una fase más moderna relle-ne por debajo una más antigua que ha permanecido apeada en el desarrollo de la construcción.

Además en este proceso, para integrar los mate-riales de los depósitos antiguos y unifi car su aspecto con los nuevos materiales, los primeros pueden sufrir algún tipo de modifi cación superfi cial, ser retallados para tratar de imitar los nuevos aparejos, sufrir un proceso de limpieza y rejuntado o ser recubiertos con nuevos revestimientos, etc. La identifi cación de estos materiales modifi cados resulta especialmente difícil, ya que sus variables técnico constructivas y forma-les originales se han ocultado o destruido, tratando de reproducir las de las nuevos fases. En estos ca-sos, sólo los restos que puedan conservarse en su posición, participando en la confi guración de unos espacios de la arquitectura de la que proceden, nos puede permitir reconocerlos. Del mismo modo, cuan-do los materiales se mueven y se reutilizan en un ele-mento constructivo de una fase posterior, pierden las referencias espaciales de la arquitectura en la que se integraban, y sólo, las variables técnico constructivas y especialmente las morfológicas, nos permitirán rela-cionarlos con otros materiales coetáneos y recolocar-lo en su posición original, operación que designamos como anastilosis.

La repetición en el tiempo de los procesos de erosión-eliminación, conservación y superposición (—, = ,+) de materiales constructivos sobre la estructura preexistente, con la creación de superfi cies de corte o borde entre los materiales, provocará la estratifi ca-ción de su construcción. Este proceso convierte a los monumentos en una suerte de collage constructivo, compuesto por los trozos conservados de cada una de las arquitecturas modifi cadas. Estos se sitúan en el espacio del edifi cio apoyados unos sobre otros, superponiéndose, cortándose, adosados o rellenando huecos; afectados por diferentes tipos de degrada-ción, erosión o manchas; surcados a su vez por raspa-duras, fi suras o fracturas y separados por superfi cies de corte o de borde, en defi nitiva, estratifi cados de los más antiguos a los más modernos, siguiendo el orden establecido por la sucesión de transformacio-nes ocurridas a lo largo de su historia.

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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trucción y los procesos de transformación históricos es necesario aplicar una metodología estratigráfi ca específi ca apoyada en unos conocimientos de carác-ter constructivo y arquitectónico. Este cambio meto-dolólogico ha propiciado que desde el campo de la historia de la arquitectura se haya puesto en duda el carácter estratifi cado de la arquitectura histórica y de que se pueda deducir su estratigrafía aplicando una metodología similar a la utilizada para la lectura y registro de una excavación o de un corte geológico.

Renato Bonelli niega la estratifi cación de la cons-trucción alegando el carácter “vacío” de la arquitec-tura, frente al de “lleno” que tienen los estratos del subsuelo geológico y arqueológico e indica que la metodología estratigráfi ca se basa, precisamente, en la continuidad material entre los depósitos, ya que ésta permite defi nir las relaciones físicas que se producen en el contacto entre ellos. Bonelli afi rma que no exis-te una continuidad material en el espacio entre los distintos cuerpos de una misma fase de la construc-ción, lo que impide realizar este análisis secuencial, que fi nalmente arroja resultados “pobres, episódicos y dispersos”. Para Bonelli la continuidad horizontal de los depósitos está totalmente reñida con la condi-ción vertical de la construcción, cuya separación se produce según planos de asiento constructivo y no por hiatos como se pretende. También plantea la re-lativa simplicidad de los elementos documentales que aparecen en la arquitectura y la difi cultad que presen-ta su datación, frente a la riqueza informativa que se recupera en una excavación; que los revestimientos más modernos cubren la mayoría de las superfi cies e impiden observar la secuencia de las fases de la construcción, y que éstas, se vuelven prácticamen-te indetectables en muchos elementos constructivos como pavimentos, estructuras de cubierta, bóvedas, etc. (Bonelli: 9).

Los argumentos utilizados por Bonelli para invali-dar la evidencia de una construcción estratifi cada, lo único que consiguen es describir las diferencias que existen entre la estratigrafía arqueológica y la cons-tructiva y las difi cultades que presenta el análisis de ésta, que exige para su estudio el desarrollo de una metodología específi ca. Bonelli niega que pueda ob-tenerse la estratigrafía de una construcción y argu-menta que para conseguirlo es necesario fragmentar la arquitectura en múltiples elementos, preguntándo-se por el número de miles de UEM que resultarían del análisis de un gran monumento que, entiende, es inabarcable y sólo puede abordarse de un modo

El reconocimiento del carácter estratifi cado de la arquitectura histórica no es una valoración reciente, aparece sistemáticamente en los sucesivos alegatos sobre la necesidad de su conservación inalterada y en las sucesivas cartas de protección14 como aprecia-ción de su valor documental. Camillo Boito afi rmaba que “no sólo debe preservarse la pátina de los edi-fi cios antiguos, sino también las sucesivas adiciones aportadas a lo largo del tiempo, verdaderas estrati-fi caciones comparables a las de la corteza terrestre” (Choay: 140). Torres Balbás, reconocía un “valor ar-queológico” en los monumentos que se destruía con su restauración.

La construcción estratifi cada de una arquitectura en el tiempo, abre un camino muy importante en la metodología y las técnicas de investigación de la ar-quitectura y su restauración, al permitirnos aplicar las leyes generales de la estratigrafía para obtener del edifi cio histórico —siguiendo una metodología espe-cífi ca— una secuencia de las fases de su construc-ción, ordenada en el tiempo desde la más antigua a la más moderna.

Sin embargo, es importante entender que, del mis-mo modo que los procesos de estratifi cación geoló-gica no coinciden exactamente con los de la estrati-fi cación arqueológica, tampoco éstos coinciden con los procesos de la estratifi cación constructiva, (Harris: 11-15). La estratifi cación arqueológica y constructiva es una consecuencia de la actividad humana, que los dotará de unas razones socio-culturales decisivas en su comprensión histórica. Por otro lado, el suelo ar-queológico sufre procesos de excavación y construc-ción “similares” a los que se producen en la estrati-fi cación constructiva y que interrumpen el proceso normal de una sedimentación natural. Sin embargo, las estratifi caciónes geológicas y arqueológicas son consecuencia fundamentalmente de los procesos de deposición y sedimentación, mientras que la estrati-fi cación arquitectónica únicamente está relacionada con los procesos de construcción, degradación-des-trucción y reconstrucción.

Para poder discriminar los cortes de la construc-ción, los depósitos y sus bordes, las fases de la cons-

Carta de Venecia 1964, Art. 11: “En la restauración deben respetarse todas

las aportaciones que defi nen la confi guración actual de un monumento,

no importa a qué época pertenezcan, dado que la unidad de estilo no es

el fi n de la restauración…”.

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La conservación del tiempo en la restauración: el proyecto estratigráfi co

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• Defi nición de los depósitos constructivos existen-tes (UEM) y de sus contornos. Se defi ne como UEM (unidad estratigráfi ca de muro) al conjunto de materiales coetáneos de un edifi cio histórico que pertenecen a un mismo contexto temporal y a una misma fase de la construcción, separados por materiales de épocas diferentes, y delimitados por superfi cies de corte o de borde. En la metodología de trabajo, a cada deposito debe asignársele un número y sus características deben quedar regis-tradas en una fi cha (Parenti, 1996: 79).

• Defi nición de las relaciones estratigráfi cas de antero-posterioridad entre los depósitos (UEM) colindantes. La relaciones entre dos depósitos colindantes se establecen mediante las acciones constructivas que se dieron en su formación y que nos permiten defi nir las relaciones de antero posterioridad entre ellos: cubre/es cubierto, apo-ya en/se le apoya, corta/es cortado, rellena/es rellenado, se superpone a/es ocultado por, etc., son algunos de los verbos que designan las ac-ciones que se produjeron en la formación de los depósitos constructivos (Carandini: 67-77; Caba-llero, 1996: 66-69) (Fig. 08).

• Identifi cación de los depósitos coetáneos y de-fi nición de las estructuras existentes. Todas las UEM contemporáneas conservadas en una ar-quitectura histórica constituyen una estructura y confi guran los restos conservados en el tiempo de una transformación concreta del edifi cio. Las UEM separadas físicamente en el espacio de una misma estructura, mantienen unas relaciones in-directas que nos permiten reconocerlas como co-etáneas, al compartir normalmente las variables de carácter morfológico y las técnico-construc-tivas, además de confi gurar un mismo espacio de una arquitectura determinada, si conservan su tetra-dimensionalidad original.

• Correlación, periodización y secuencias estra-tigráfi cas: elaboración de la “matriz Harris”. La matriz permite ordenar de un modo sistemáti-co, en una secuencia de cronología relativa en el tiempo, los depósitos (UEM) y las superfi cies reconocidas, a partir de las relaciones de antero posterioridad defi nidas e identifi car las relaciones redundantes o incompatibles que será necesario revisar en un proceso reiterativo hasta establecer una secuencia coherente (Harris, 147-187).

global, con las herramientas propias de la historia de la arquitectura (Bonelli: 9)15.

En su descalifi cación general del “método”, Bonelli desdeña la realidad incontestable y cierta de la estra-tifi cación de la construcción de una arquitectura en su proceso de transformación en el tiempo y el valor documental intrínseco al análisis de ésta, sin proponer cómo debe afrontarse el estudio científi co del proceso de transformación de un gran monumento. Este aná-lisis, realizado sólo con las herramientas habituales de la historia de la arquitectura, puede convertirse en un fi asco, si no se contrastan sus resultados con los que pueden desprenderse del estudio de las fuentes mate-riales (el monumento estratifi cado) y sin entender la complementariedad que existe entre ambos análisis, que deben apoyarse en la búsqueda de la “verdad” del proceso de transformación arquitectónica.

A pesar de los “inconvenientes” señalados por Bonelli, durante los últimos 20 años se ha puesto a punto, desde diferentes ámbitos universitarios y pro-fesionales, una disciplina —designada como “arqueo-logía de la arquitectura”— que ha desarrollado una metodología específi ca de análisis de la construcción histórica para obtener su estratigrafía, demostrando su viabilidad y que de un modo esquemático, se es-tructura en las fases siguientes:

• Reconocimiento de las superfi cies de corte y bor-de en la estructura arquitectónica. La búsqueda de los cortes y bordes que pueden observarse en las fábricas es un modo de iniciar la fragmenta-ción y clasifi cación de los depósitos que compo-nen una construcción histórica.

• Defi nición de las variables morfológicas y téc-nico-constructivas de los materiales y elementos constructivos, zonifi cando los conjuntos de varia-bles defi nidas. La agrupación y localización en el espacio del edifi cio de las variables que se presentan juntas, permite delimitar los depósitos y defi nir las características constructivamente ho-mogéneas de las estructuras de cada una de las fases de transformación (Azkarate, 2002: 67-69).

“... la historia de la arquitectura trata de la comprensión de los edifi cios

históricos a través de la restitución del proceso de creación y de los

acontecimientos constructivos, mediante la lectura de las formas de su

estructura y su consiguiente valoración crítica.”

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Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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tos y experiencia. Antes de que un observador pue-da formular y hacer valer un enunciado deducido de los “hechos” observados, debe estar en posesión del entramado conceptual apropiado y debe saber cómo aplicarlo adecuadamente (Chalmers: 10-12). El estudio y análisis de una construcción estratifi cada, necesita por parte de quien la ejecute, de una prác-tica y experiencia para aprender a reconocer las su-perfi cies de corte y borde, los diferentes depósitos y las relaciones que se producen de contemporaneidad o de antero posterioridad, además de tener sólidos conocimientos de historia de la arquitectura, de la construcción y de las técnicas y procedimientos cons-tructivos.

A pesar de la experiencia, no siempre es posible deducir directamente de la lectura de los muros y del orden de los materiales, la totalidad de los he-chos y acontecimientos sucedidos en la realidad. La correlación entre la materialidad y estratifi cación de la construcción y la sucesión de hechos históricos no es inmediata, está llena de lagunas, vacíos y falsifi -

• Establecimiento de fechas de cronología absoluta de las estructuras defi nidas, a partir del estudio documental de archivo, del estudio artístico de los elementos decorativos integrados en los de-pósitos y de los ensayos de laboratorio de los materiales que las componen.

• Defi nición del proceso de transformación cons-tructiva. Deberá aportar una explicación “científi -ca” de la sucesión de “hechos constructivos” que han ido modelando la confi guración del edifi cio hasta alcanzar la que presenta en la actualidad. Este trabajo deberá completarse con un análisis histórico-crítico —basado en los fundamentos de la historia de la arquitectura— que proponga la imagen de cada una de las arquitecturas recono-cidas en el proceso de transformación y las sitúe en su contexto histórico.

Como en todo trabajo científi co, la capacidad de un observador para reconocer los “hechos” de la reali-dad, está siempre condicionada por sus conocimien-

Figura 8. Croquis de campo de Caballero Zoreda (CSIC) con la individualización de los depósitos UEM y las superficies que se reconocen en el alzado

norte de la Iglesia de Santa Clara en Córdoba, 2006. Fotogrametría de Latorre y Cámara, S.L. Archivo Fundación Caja Madrid.

La conservación del tiempo en la restauración: el proyecto estratigráfi co

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En paralelo a la valoración estratigráfi ca de la arqui-tectura histórica hay que tener presente la condición que, como objeto de arquitectura, tienen los edifi cios históricos. Cada transformación supone la aparición de una nueva arquitectura que responderá a las variables funcionales, constructivas o formales que hayan justifi -cado su modifi cación. A diferencia de cómo se forma la estratigrafía del suelo —por niveles de ocupación y contextos claramente delimitados— en cada trans-formación que se produce en la arquitectura se crea un nuevo contexto en el que los materiales conserva-dos de las arquitecturas precedentes se integran en el nuevo proyecto, formando parte de la nueva estruc-tura que se construye y de los espacios defi nidos por ésta. De este modo, cada uno de los materiales de un edifi cio histórico, aunque conserven su tetra-dimensio-nalidad original (permanece inmóvil desde su prime-ra colocación) y las variables técnico-constructivas y morfológicas de la arquitectura de la que proceden, forman parte de cada una de las fases de transforma-ción posteriores a su colocación.

Un pilar, un muro, una bóveda, un forjado, etc. pueden estar formados con materiales de diferentes periodos históricos pero cumplen una función arqui-tectónica determinada que habrá quedado estableci-da en la última transformación del edifi cio. De este modo, los materiales que forman una construcción histórica poseen una doble condición: la arquitectó-nica (el sillar forma parte del pilar), y la histórica (el sillar se colocó en un momento histórico concreto).

Esta dualidad permite descomponer una arqui-tectura histórica en elementos constructivos (UC) y, simultáneamente, en depósitos coetáneos de mate-riales estratifi cados (UEM). En la descomposición en UC y UEM nos puede suceder que algunos materiales con escasa relevancia arquitectónica y constructiva posean, sin embargo, una importancia estratigráfi ca fundamental, pues representan el último testimonio de una transformación concreta del edifi cio o la hue-lla que establece la relación de antero posterioridad entre dos fases que, inevitablemente desaparecerá, al desaparecer este material de su posición. De un modo paralelo, existen materiales que por su forma o posición tienen una importancia arquitectónica clave (constructiva, formal o funcional) y que, sin embargo, apenas tienen valor estratigráfi co alguno.

Esta dualidad de los materiales y del objeto arqui-tectónico mismo, que simultáneamente confi guran un objeto de arquitectura y un documento histórico, ha provocado muchos de los confl ictos y de las polémi-

caciones y su interpretación exige una investigación minuciosa, con la conjunción de todas las técnicas históricas, para conseguir explicar cómo se ha pro-ducido este proceso y las fases por las que ha trans-currido. Para evitar interpretaciones erróneas es im-prescindible que los resultados obtenidos puedan ser sometidos a una revisión crítica, para lo que deben documentarse, explicarse, y hacerse públicos.

El carácter estratifi cado de la construcción de una arquitectura histórica la convierte en un objeto sus-ceptible de ser estudiado con metodología estratigrá-fi ca. La principal consecuencia de esta realidad es que cualquier movimiento, eliminación o superposición de material constructivo que se produzca durante la obra de restauración, provocará la modifi cación de la estra-tifi cación y la alteración de las relaciones estratigráfi cas que se conservan en el edifi cio, pudiendo las existentes ocultarse o desaparecer totalmente o de forma parcial. De hecho, la pérdida del valor temporal y documental de los monumentos está relacionado con el movimien-to de materiales que se produce en el desarrollo de la obra de restauración, lo que nos conducirá a negar su ejecución y a exigir la inmovilidad de los materiales para garantizar la conservación de este valor.

La doble condición diacrónica (histórica)

y sincrónica (arquitectónica)

de los materiales y el edifi co histórico

“... Un monumento puede ser estudiado desde el punto de vista histórico-anticuario, prefi rien-do la tradición literaria (textos, inscripciones, monedas) a la lectura analítica de la realidad material. Cada óptica consiste de hecho en pri-vilegiar un aspecto respecto otro y sólo el ojo de Dios sabe ver cada cosa de forma ilimitada... también es respetable tomar en consideración un monumento desde el único punto de vista de su decoración arquitectónica...de las téc-nicas constructivas... otro punto de vista es el estratigráfi co, que identifi ca cada una de las fases de la construcción, ordenándolas en una secuencia temporal...fi nalmente existe la óptica que investiga el esqueleto de un monumento, su lógica estructural y su estática. Solamente la toma en consideración conjunta de todos estos puntos de vista, ... permite acercarse a la ver-dad de un monumento.” (Carandini: 21).

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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da como “arqueología de la arquitectura”, ha introdu-cido una metodología y una herramienta de análisis que permite defi nir los estratos de cada una de las fases y las relaciones de antero posterioridad que se producen, lo que posibilita en el proyecto tomar de-cisiones sobre su conservación o eliminación.

Metodológicamente, la fase de análisis y de es-tudios previos del edifi cio tiene que abordarse con el reconocimiento de esta doble condición de la ar-quitectura histórica: el enfoque “sincrónico” que co-rresponde al edifi cio en su confi guración actual, tal y como lo recibimos del pasado, entendido como una estructura arquitectónica con unas características fun-cionales, constructivas y formales específi cas y unas patologías concretas defi nidas en su última transfor-mación; y el enfoque “diacrónico” que lo estudiará, como objeto estratifi cado, consecuencia de un com-plejo proceso histórico de transformación en el tiem-po (Latorre, 1995: 17) (Fig. 09).

cas que han marcado la historia de la restauración arquitectónica. El edifi cio, como documento histórico y como objeto estratifi cado, no puede ni debe ser alterado, ni modifi cado; sin embargo, en su condi-ción de objeto de arquitectura, tiene necesariamente que renovarse y transformarse continuamente para responder al medio físico y humano en el que se en-cuadra para garantizar su conservación en el tiempo.

El reconocimiento del carácter estratifi cado de la arquitectura histórica y de la metodología que nos permite su defi nición, abre una vía metodológica con la que resolver este dilema —que carece aparente-mente de solución— al permitirnos defi nir aquellos materiales que dotan al monumento de su valor tem-poral y son claves en el reconocimiento de los “he-chos” que defi nen la secuencia histórica de su cons-trucción y valorar las pérdidas implícitas a la obra de restauración proyectada. Es en este contexto, en el que la aparición y desarrollo de la disciplina designa-

Figura 9. Esquema de descomposición de la arquitectura histórica en elementos constructivos (UC: Unidad Constructiva) y en depósitos y superficies

estratigráficas (UEM: Unidad Estratigráfica Muraria).

La conservación del tiempo en la restauración: el proyecto estratigráfi co

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demolición), la conservación de los estratos inaltera-dos y la superposición (sedimentación-construcción) de los nuevos depósitos. La gran diferencia entre la for-mación de un estrato arqueológico y uno de carácter constructivo es que el primero es involuntario y conse-cuencia de la actividad humana que se desarrolla so-bre el suelo y el segundo se “construye” a partir de un proyecto previamente “diseñado”. De hecho, siguiendo los procesos de estratifi cación de la construcción que hemos expuesto, es posible convertir la obra de res-tauración en un proceso de estratifi cación controlado e “intencionado” (Caballero, 2004: 172). Esta realidad, permitiría “proyectar la estratigrafía”, controlando y di-señando previamente a su ejecución la modifi cación que la restauración provocaría en la estratigrafía exis-tente, abriendo un nuevo campo de actuación comple-tamente inédito del que sería necesario crear un marco metodológico para su aplicación.

Del mismo modo que en el proyecto de restaura-ción dibujamos el estado actual de la arquitectura y después la transformación que proponemos, debería-mos también acometer el estudio del estado actual de la estratigrafía conservada, para defi nir posteriormen-te el estado fi nal de estratigrafía resultante de la res-tauración proyectada, lo que nos permitiría conocer y evaluar las pérdidas que se producirían. Indudable-mente, el problema que plantea el reconocimiento de una arquitectura estratifi cada exige una respuesta verdaderamente interdisciplinar y transversal que va-lore simultáneamente las necesidades que plantea la restauración de la arquitectura y las alteraciones y pérdidas que ésta obra provocaría en la estratigrafía conservada, tratando de buscar un equilibrio justifi ca-do en la solución fi nalmente adoptada (Fig. 10).

El proyecto estratigráfi co y la defi nición de

la secuencia constructiva de la restauración

“Cada uno de los estratos arqueológicos es úni-co en composición, tiempo y espacio: sólo se crean una vez y el hecho de intervenir en ellos provoca su destrucción.” (Harris: 73).

La restauración de una arquitectura histórica re-presenta la última secuencia de su proceso de trans-formación en el tiempo, al que incorpora una nueva fase de su estratifi cación. Ésta se promoverá si el res-ponsable de su conservación considera que existen razones que justifi can la intervención desde el punto de vista constructivo, funcional o formal y se encua-drará en un nuevo contexto socio-cultural condicio-nado, no sólo por las técnicas de la construcción en uso, sino también por las teorías de la restauración y las leyes de protección vigentes. Pero esta realidad, no modifi ca los mecanismos de transformación que hemos descrito y el proyecto de restauración igual-mente tendrá que defi nir: qué materiales se desechan y cómo se demuelen o desmontan, qué tratamientos deben aplicarse a los materiales que se conservan y, fi nalmente, diseñar cómo debe ser la arquitectura que se construye sobre la estructura histórica, hasta confi -gurar un nuevo estrato sobre la construcción.

La obra de restauración modifi ca la estratigrafía construida, de un modo similar al que provoca en la estratigrafía del yacimiento un nuevo nivel de ocupa-ción y sedimentación de origen antrópico. Ambos ac-túan sobre la estratifi cación previa mediante el corte y eliminación de materiales estratifi cados (excavación-

Figura 10. Sección transversal de la catedral de Vitoria. Estado actual, lectura estratigráfica y propuesta de restauración.

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Figura 10.1 (arriba). Figura 10.2 (abajo). Sección transversal de la catedral de Vitoria. Estado actual, lectura estratigráfica y propuesta de restauración.

La conservación del tiempo en la restauración: el proyecto estratigráfi co

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3. En la fase de superposición:

• Defi nir y evaluar las superfi cies de corte o borde y los depósitos que se ocultarán total o parcial-mente con la construcción de los nuevos depó-sitos y revestimientos como: rejuntados, revocos, pinturas, aplacados y todo tipo de tratamientos de restauración.

• Defi nir y proyectar las variables técnico-cons-tructivas y morfológicas de los nuevos depósitos, estableciendo la relación con las variables de los depósitos antiguos.

• Defi nir y proyectar los encuentros entre las su-perfi cies de los nuevos depósitos y los conser-vados, de tal modo, que las relaciones de antero posterioridad sean reconocibles.

• Defi nir las nuevas superfi cies de borde de la ar-quitectura resultante.

Una vez defi nida la estratigrafía resultante del pro-yecto de restauración propuesto, sería imprescindible evaluar las pérdidas que se provocarían en el proceso de la obra y si éstas no fuesen aceptables, se debe-ría iniciar un proceso reiterativo de búsqueda de una solución que pudiese dar respuesta a las necesidades que plantea la restauración, garantizando la conserva-ción de una estratigrafía que, por lo menos, permita documentar los hechos que defi nen el proceso de transformación histórico analizado. Es inevitable que la arquitectura se transforme y cambie en el tiempo para garantizar su conservación, pero el valor docu-mental inherente a su estratigrafía nos obliga a buscar soluciones arquitectónicas que sean compatibles con la conservación de ésta.

Del mismo modo que la arqueología justifi ca la destrucción del yacimiento por necesidades científi -cas o por causas de interés superior (urbanísticas, in-fraestructuras, etc.), hemos de aceptar que la restau-ración de un monumento no se acomete por causas gratuitas y aleatorias, sino que responde —en mayor o menor medida— a su supervivencia como cons-trucción y arquitectura. En este contexto, es inevita-ble plantearse que la defi nición de la estratifi cación de una construcción nos permitiría (del mismo modo que se justifi ca en arqueología), trabajar con la misma libertad destructiva que se acepta como inevitable en ésta, siempre que siguiésemos en la obra una meto-dología de registro (Harris) similar a la utilizada en una excavación (Latorre, 2002: 168).

Para abordar la ejecución de este proyecto estrati-gráfi co sería necesario realizar previamente:

• Levantamiento preciso de la geometría deforma-da con la representación detallada de la arquitec-tura, la decoración, los materiales y aparejos que componen su construcción y de todos los signos de deterioro visibles (erosión, fracturas, fi suras, manchas, etc.) (Latorre, 2009).

• Lectura y defi nición de la estratigrafía conservada e interpretación histórica del proceso de transfor-mación constructiva, planteando desde las herra-mientas de la historia de la arquitectura el con-texto histórico que ha originado los proyectos de cada una de las fases estudiadas.

• Anteproyecto de la restauración que se prevé acometer.

Disponiendo de estos documentos, el proyecto estra-tigráfi co debería defi nir y evaluar:

1. En la fase de demolición y desmontaje:

• Defi nición de los materiales y depósitos (UEM) que se eliminarán y los depósitos que se corta-rán.

• Trazado de las superfi cies de corte, especifi can-do los materiales que delimitarán sus contornos.

• Relaciones de antero-posterioridad y contempo-raneidad que desaparecerán o se modifi carán.

Las demoliciones deberán ejecutarse siguiendo los contornos de los depósitos (UEM) defi nidos, evitando cortarlos; sin embargo, sabemos que mayoritariamen-te se ejecutarán siguiendo los contornos de los ele-mentos constructivos (UC) que son los que defi nen la arquitectura.

2. En la fase de conservación:

• Defi nir la incidencia de los tratamientos de consolidación y restauración en la conserva-ción de las variables técnico-constructivas y morfológicas de los materiales y elementos constructivos.

• Establecer los materiales que serán recolocados en su posición “original”, (anastilosis).

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cambio o degradación de su confi guración y convir-tiéndola en un “falso arquitectónico”, como creerse que es posible recuperar el espacio “original” de una arquitectura histórica que quizá nunca existió y de la que nunca tendremos datos sufi cientes para garanti-zar una “auténtica” restauración, ya que ésta carecerá siempre de su valor temporal “original” y será un “fal-so histórico” o un “pastiche”.

Esta realidad, metodológicamente, nos obliga a elaborar antes de cualquier intervención una docu-mentación que registre con rigurosidad y objetivi-dad “notarial” la materialidad conservada del esta-do actual de la arquitectura analizada (constructiva, funcional y formal), su patología, su estratigrafía y la recopilación de toda la información documental existente. Concluido este trabajo, es necesario iniciar una fase de investigación por un equipo de trabajo interdisciplinar que, mediante un proceso reiterativo de prueba y error, sea capaz de relacionar todos los datos obtenidos de los estudios realizados has-ta obtener un modelo único de “comportamiento” del monumento que certifi que la coherencia de los datos y permita elaborar un diagnóstico de los pro-blemas detectados.

A partir de este punto, el diagnóstico realizado deberá concluir en una propuesta “colegiada” de res-tauración, que deberá defi nir tanto la arquitectura, como la estratigrafía que se derivará de la transforma-ción, garantizando la pervivencia y la viabilidad en el tiempo del monumento mediante su actualización y resignifi cación como documento (construcción estra-tifi cada) y como arquitectura (Azkarate y otros 2001; Lasagabaster: 148).

Como manifi esta David Lowental, el pasado que imaginamos no deja de ser la reinterpretación que hacemos desde el presente de los datos que conser-vamos de los sucesos y hechos acontecidos y cuando restauramos no podemos evitar reformarlo y reinter-pretarlo, “... el pasado y el presente no son dominios exclusivos sino inseparables... Nuestro patrimonio sólo permanecerá real, vivo y comprensible mediante el añadido y la alteración de aquello que salvamos”, (Lowental: 570-573).

Para evitar interpretaciones erróneas (Caballero, 2004: 169), es imprescindible insistir en que no es-tamos hablando de yacimientos arqueológicos, sino de arquitectura histórica y que tampoco estamos pretendiendo excavar monumentos, sino restaurar-los y esta realidad exige que pongamos a punto una metodología de actuación simplemente diferente. Es precisamente el reconocimiento de la estratifi cación de la construcción la que obliga a los responsables de la restauración a actuar con un nivel de respon-sabilidad muy superior y a justifi car y explicar de-talladamente las razones que conducen a elegir una solución que implica determinadas alteraciones de la estratigrafía conservada que deben justifi carse ra-zonadamente antes de su materialización (Latorre, 2002: 170-174).

En este contexto, es necesario abrir un debate en-tre el concepto de autenticidad que emana de los va-lores defi nidos por el espacio y la construcción de la arquitectura y que se arroga desde diferentes ámbitos como el único valor “auténtico” por el que debe re-girse la restauración, para no convertir el monumento en un “falso arquitectónico” (González, 1996); y los que, por el contrario, defi enden que la estratifi cación de la construcción es el único valor “auténtico” que debe preservarse, convirtiendo la congelación del pa-limpsesto pluriestratifi cado, “aclarado” con un fi n di-dáctico y documental, en el único objetivo de la res-tauración, “... con todas las relaciones que transporta con el paso del tiempo y que debe conservar en lo posible si no queremos que cambie de personalidad, esto es, que deje de ser auténtico” (Doglioni, 2002: 114; Caballero, 2004: 172).

Inevitablemente, espacio y tiempo son dos valo-res consustanciales a la arquitectura histórica que deben ser valorados y documentados conjuntamente en una restauración, ya que forman parte intrínseca e inseparable de ésta. Es un error convertir el “espacio” o el “tiempo” (materializado en su estratifi cación) en banderas de una autenticidad mal entendida y en ob-jetivo único de la restauración. Tan inútil es pretender la “congelación” en el tiempo de una arquitectura en un instante concreto, tratando de impedir cualquier

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Palabras clave

Arquitectura, restauración, memoria, estratigrafía, cronotipología.

Summary

Contrary to the idealistic and neo-conservative trends that defi ne as an individual and unrepeatable action the discovery of the original essence of an architec-tural site by a restorer, this paper claims the right to consider the built heritage as a stratifi ed deposit of the social and collective memory with an interdisci-plinary and democratic re-defi nition.

The second part of the article briefl y explains a wor-king strategy that combines typology, cluster analysis, GIS platforms, and stratigraphy in an interactive way. This strategy –implemented on the “Old Cathedral” of Vitoria-Gasteiz during the 90s– has been successfully tested in very different highly complex contexts.

Key Words

Architecture, restoration, memory, stratigraphy, chro-notypology.

Catedrático de Arqueología. Director del Grupo de In-vestigación en Patrimonio Construido (GPAC-GIAA), Consejero Asesor de Arquitectura del Gobierno Vas-co, Consejero de la Agencia Vasca de Evaluación. Au-tor, coautor y editor de una docena de libros y un centenar largo de capítulos de libros y artículos de carácter científi co. Fundador y director (hasta 2009) de la revista Arqueología de la Arquitectura.

Resumen

Frente a las corrientes idealistas y neoconservadoras que defi enden el descubrimiento de la esencia ori-ginaria de un conjunto arquitectónico por parte del restaurador como un acto individual e irrepetible, en este artículo se reivindica la consideración del patri-monio construido como depósito estratifi cado de una memoria social y colectiva cuya resignifi cación ha de hacerse de manera interdisciplinar y democrática.En la segunda parte del trabajo se explica brevemente una estrategia de trabajo que combina —de manera interactiva— tipología, análisis cluster, plataformas GIS y estratigrafía. Experimentada en la “catedral vie-ja” de Vitoria-Gasteiz a fi nes de los 90, se ha testado posteriormente, y con éxito, en contextos muy distin-tos, caracterizados siempre por su alta complejidad.

El análisis estratigráfi co en la restauración

del patrimonio construido

Consideraciones conceptuales e instrumentales

A. Azkarate Garai-Olaum

Universidad del País Vasco (UPV/EHU)

[email protected]

[email protected]

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cimiento del Patrimonio Construido? ¿Por imperativo legal? ¿Por la moda de lo políticamente correcto? ¿O por alguna otra razón?

Parafraseando a Cesare Brandi (1988:16) avanza-mos ya que estudiar estratigráfi camente la evolución constructiva de los edifi cios históricos constituye, des-de nuestro punto de vista, un “imperativo moral”. Tra-taremos de fundamentar esta afi rmación en las líneas que siguen.

1. Se acostumbra a decir que fueron las urgencias restauradoras en una Europa destruida por la última gran guerra las que desaconsejaron la aplicación de las laboriosas exigencias del restauro fi lologico de Ca-milo Boito y Gustavo Giovannoni y que fue debido a la circunstancia descrita como nacieron las nuevas alternativas que acabaron cristalizando en lo que se conoció como restauro critico. Aunque el argumen-to sea en parte cierto, no conviene olvidar que, por debajo de la mayor o menor oportunidad y efi cacia de determinadas estrategias de trabajo, bullían, pode-rosas, nuevas corrientes de pensamiento que, desde fi nales del siglo XIX, venían reaccionando contra el positivismo y el naturalismo y que acabaron dejan-do honda huella en las teorías de restauración de la postguerra.

Benedetto Croce ejemplifi ca bien este pensamien-to. Defensor del arte como intuición —que entendía como “simpatía por la cual nos trasladamos a lo in-terior de un objeto para coincidir con lo que tiene de único y por consiguiente de inexpresable”— es fácil adivinar su infl uencia en la reivindicación brandiana de la indivisibilidad de la obra de arte y la obligación del restaurador de descubrir y respetar su “potencial unidad originaria” (Croce, 1988: 26); o en la prevalen-cia que Roberto Pane concedía a la instancia estéti-ca sobre cualquier otra de naturaleza histórica (Pane, 1987: 171-173).

Croce se estaba inspirando, a su vez, en las ideas de quien fuera defi nido como “el fi lósofo de la intui-ción”, H. Bergson. Frente al prestigio de la ciencia que parecía dominar el pensamiento fi losófi co de los epí-gonos del XIX, el fi lósofo francés había reivindicado un nuevo paradigma en el que la fi losofía se acercara más al arte que a la ciencia, puesto que “la ciencia no da de la realidad más que un cuadro incompleto, o más bien fragmentario; aprehende lo real por medio de símbolos que son forzosamente artifi ciales. El arte y la fi losofía se mueven, en cambio, por la intuición que es la base común de ambos”2.

Una observación, de partida

Hemos sido convocados a este seminario por el Instituto del Patrimonio Cultural de España con el objetivo, según reza el tríptico publicado a tal efecto, de debatir sobre las técnicas de análisis arqueológico entre profesionales que se enfrentan a la tarea de desentrañar la evolución y etapas constructivas de los edifi cios históricos.

Se espera de nosotros, por lo tanto, que prestemos especial atención al ámbito más instrumental de la Ar-queología de la Arquitectura (AA) y es de prever, en consecuencia, que durante estos tres días se prioricen —incluso se sobredimensionen— las aproximaciones funcionalistas. Se nos ha insistido, además, en que evi-temos un exceso de teoría, centrándonos sobre todo en experiencias concretas que ejemplifi quen la validez y operatividad de este enfoque metodológico en el mundo de la intervención en el Patrimonio Edifi cado.

No quisiéramos, sin embargo, que este “pragmatis-mo” que se nos demanda sirviera para alentar la crítica de quienes se empeñan en constreñir la AA a la pura lectura estratigráfi ca para, acotándola de este modo y reduciéndola a mera condición de herramienta, de-nunciar luego su insufi ciencia hermenéutica para el conocimiento de las dimensiones simbólicas y sociales de la arquitectura y anunciar su pronta desaparición.

Conviene estar atentos a estas maniobras y nada mejor para ello que reivindicar en foros como éste la multidimensionalidad del espacio como entorno físico o matriz medioambiental de la acción huma-na; como entorno social o medio construido y como entorno pensado o medio simbólico y defender, en consecuencia, la consideración integral de esta multi-dimensionalidad por parte de la AA (Azkarate, e.p.). Dicho lo cual, retornemos al objeto de este seminario y tratemos de aportar nuestro punto de vista a partir de nuestra propia experiencia personal.

Algunas refl exiones conceptuales

Y de entrada, vamos a plantear la que para nosotros constituye la cuestión fundamental. ¿Por qué ha de intervenirse con criterios estratigráfi cos1 en el cono-

Es importante resaltar que, en teoría, es el conocimiento y destreza en la

aplicación de los criterios estratigráfi cos lo que debiera tenerse en cuen-

ta, no el tipo de titulación académica de quien los practica.

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les de identidad y autenticidad del monumento (Sola, 2002: 132), de la misma manera que “Dédalo, el hé-roe minoico, el mítico primer arquitecto, es a la vez el autor de las más vivas estatuas representando a Ate-nea pero también es el constructor del laberinto, la complejidad en la que sólo el hilo que él le ha dado a la bella Ariadna permitirá encontrar trabajosamen-te el camino a través del cual será posible liberarla” (Solá-Morales, 2001). De esta forma, en un esfuerzo íntimo, individual e irrepetible, el arquitecto se en-frentará también al descubrimiento de la verdadera esencia, la memoria pura, orgulloso de que su esfuer-zo crítico sea “una creación dentro de una creación” (Wilde, 1968: 44). No necesitará, por tanto, de mar-co conceptual o metodológico alguno puesto que la irrepetibilidad de su ejercicio restaurador exigirá que deba ejecutarse, siempre, “caso per caso”3.

2. La historia del pensamiento, por fortuna, es pró-diga en refl exiones de signo contrario. Y traeremos a colación a otro francés, Maurice Halbwachs, por el fecundo debate que a propósito de la Memoria, mantuvo con Henri Bergson. Para Halbwachs no existe ningún pasado estable, ninguna esencia origi-naria e inmutable que haya que liberar, sino un pa-sado permanentemente actualizado y reconstruido en función de los intereses dominantes. Este autor rechazó, además, la memoria individual bergsonia-na, debido al carácter social de cualquier recuerdo, imposible de producirse fuera de lo que él denomi-nó “los marcos sociales de la memoria”. Según este punto de vista, cuando hablamos de memoria esta-mos refi riéndonos no a la evocación objetiva de lo que aconteció, sino más bien a la reconstrucción que, desde el presente, se hace en un momento de-terminado de acuerdo a unos intereses concretos. (Azkarate, Lasagabaster, 2006) Estaríamos, en conse-cuencia, ante un constructor social de signifi cados, por tanto, cambiantes en el tiempo. La memoria en este sentido, es siempre una memoria historizada, una resignifi cación del pasado4.

La infl uencia de Bergson será profunda, especial-mente por dos de sus aportaciones principales: a) en primer lugar por su pensamiento sobre el tiempo, en el que distinguía por una parte el tiempo real, físico, el espacio-tiempo de la ciencia y, por otra, un tiempo puro, una “duración” que no es sino el tiempo de la conciencia; b) y en segundo lugar por su concepción de la memoria, derivada del punto anterior, puesto que, así como hay una duración y un espacio-tiempo, habrá también una “memoria pura” que se correspon-de a la duración, y otra “memoria-hábito” que se co-rresponde al espacio-tiempo. Mientras que la memo-ria-hábito no sería sino la memoria psicofi siológica de repetición, la memoria pura constituiría la verdadera esencia de la conciencia (Huici, 1998, 2007).

Nos interesa esta visión bergsoniana, espiritualista, de la intuición y especialmente de la memoria pura puesto que subyace en el idealismo, profundamente conservador, de quienes consideran la restauración como un proceso creativo-crítico cuyo único objetivo no será sino “recuperar, restituyendo y liberando, la obra de arte o, lo que es lo mismo, el complejo global de elementos fi gurativos que constituye la imagen y a través de los cuales se realiza y manifi esta su propia individualidad y espiritualidad” (Bonelli, 1963).

Es esta una idea sólidamente anclada en el ima-ginario conceptual de muchos (especialmente en España), que ven al arquitecto restaurador como el único responsable de descifrar las claves individua-

Paris-journal, 11 de diciembre de 1910. Entrevista. (García Morente, 1972: 22).

La asunción de estos presupuestos está conduciendo a situaciones su-

fi cientemente conocidas por todos. En el teatro romano de Sagunto por

ejemplo, permitió a los arquitectos restauradores “liberar su verdadera

forma” porque “estaba allí presente, en los restos existentes” y “sólo era

necesario hacerla aparecer de nuevo”, “desarrollar la ‘unidad potencial’

inmanente en los fragmentos para alcanzar la ‘unidad originaria’ del mo-

numento” (Portaceli, 1994: 102). Grassi se había expresado en términos

casi idénticos (Grassi, 1993: 47-50). Un reciente trabajo recoge una refor-

mulación radical de estas mismas ideas reivindicando, entre otras muchas

cosas, la exégesis arquitectónica como una “interpretación única, perso-

nal, que resulta de la fusión entre texto y lector, estructuras del material

histórico existente y su utilización como pauta analógica del nuevo arte-

facto” (Esteban Chapapria, 2008: 531). Lejos de constituir una “transgre-

sión”, como cree su autor, este tipo de propuestas no hace sino resucitar

idealismos decimonónicos de raíz profundamente liberal-conservadora.

Véase, por ejemplo, su reivindicación del viejo laissez faire laissez passer:

“La revisión hoy del texto vigente (…) debería dejar fuera, sin matices, los

criterios de actuación sobre los monumentos. Estos deberían ser recogi-

dos en instrucciones de orden general, o de orden particular para cada

monumento” (Ib.: 533); su antipositivismo crociano (Ib.: 534) o su rechazo

a los “aparatos formales o metodologías explícitas” (Ib.: 540).

2

3

En este concepto está presente la temporalidad primordial del psicoa-

nálisis que une el pasado a las expectativas de futuro, en torno a resig-

nifi caciones siempre cambiantes, efectuadas desde el presente… Desde

esa perspectiva, el pasado no se “recupera” en una supuesta “verdad

objetiva” sino que se construye y se constituye todo el tiempo, en inter-

pretaciones renovadas de los “datos” de ese pasado. (Perrés, 1999).

4

El análisis estratigráfi co en la restauración del patrimonio construido

Page 54: Arqueología Aplicada al Estudio de los Edificios Históricos. Ultimas Tendencias Metológicas

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estratigráfi camente “porque —como nos dijo certera-mente C. Castilla del Pino— un recuerdo no se ofre-ce como un dato aislado, sino como componente de una estructura contextual quedando como un estrato, al modo como es estratigráfi ca la memoria colecti-va” (Castilla Del Pino, 1995). Ya lo había apuntado también S. Freud: “Tú sabes —nos dice en uno de sus escritos— que trabajo con el supuesto de que nuestro mecanismo psíquico se ha generado por es-tratifi cación sucesiva… Pues de tiempo en tiempo, el material preexistente de huellas anémicas experi-menta un reordenamiento según nuevos nexos, una retranscripción. Lo esencialmente nuevo en mi teoría es, entonces, la tesis de que la memoria no preexiste de manera simple, sino múltiple; está registrada en diversas variedades de signos” (Freud, 2001).

Para acercarnos a esos mundos perdidos, en con-secuencia, será necesaria una metodología especial —el método estratigráfi co—, porque la materializa-ción del tiempo en un mismo espacio únicamente es posible mediante la superposición estratigráfi ca de los retazos de pasado que lograron sobrevivir, retazos de memoria que sólo pueden ser reordenados diacró-nicamente mediante el análisis de sus relaciones de anteroposterioridad y no a través de analogismos for-males o del estudio de los estilos como reiteradamen-te se está pretendiendo. Con el método estratigráfi co podremos luchar contra las zonas de penumbra de la memoria petrifi cada, contra la falsa apariencia de la homogeneidad absoluta o de la descomposición indescifrable.

Cuando se dice que “el restaurador no es tanto quien vuelve a escribir el pasado, sino más bien el guardián del cada vez mayor archivo del conoci-miento humano” (Esteban Chapapría, 2008: 536), se está reivindicado la relación saber-poder con un atre-vimiento que jamás imaginó para sí la racionalidad neopositivista, puesto que a ésta se le exige al menos la elaboración de mediadores técnicos que expliquen y justifi quen su voluntad objetivadora. El guardián del laberinto, en cambio, quiere ser “el dáidalos, el genio que conoce las estructuras de la construcción y que se arriesga a enfrentar al misterioso habitante del cen-tro” (D’ANGELO, 2003) y todo ello sin aceptar brida alguna que sujete y guíe al sapiens-demens (Edgar Morin) que todos llevamos dentro.

La contingencia de nuestras aproximaciones a cualquier objeto de estudio es de tal magnitud que estamos permanentemente obligados a redoblar es-fuerzos a la hora de activar nuestras herramientas

Frente a la “teoría tradicional” que imaginaba una estructura del mundo independiente del cognoscen-te, son cada vez más los autores que, al igual que Halbwachs, defi enden la idea del conocimiento como un producto social, que no puede partir de mode-los normativos abstractos sino del hecho primero de la historicidad y el carácter socialmente determinado del propio conocimiento. Sin ánimo de exhaustividad, habría que recordar, al menos, a Nietzsche (uno de los primeros en negar la verdad absoluta y reivindicar el carácter interpretativo de la propia existencia hu-mana), a Heidegger (y su propuesta de relación entre el comprender y el ser-en-el-mundo), a Gadamer, pa-dre de la hermenéutica contemporánea y de quien el propio Habermas se siente directamente deudor (con su crítica implacable al objetivismo, a la pretensión de investigar un objeto por parte de un sujeto neutral y, sobre todo con su crítica a la deshistorización del pro-ceso interpretativo y, más recientemente a Lowenthal y su concepción del pasado como producción, en tanto que secuencia narrativa (Azkarate, 2004; 2009).

Que el pasado no exista o que toda restauración no sea sino una resignifi cación —ideas ambas recogi-das en el reciente trabajo al que hacíamos mención5 y que nosotros también compartimos— no debería ser, sin embargo, patente de corso para justifi car el individualismo más exacerbado, no sujeto a marco contextual alguno y guiado sólo por la inspiración divina del artista genial (o por la intuición bergsonia-na); sino precisamente para todo lo contrario, para reforzar el pensamiento interdisciplinar, para poten-ciar un discurso que suministre pruebas “no de nues-tra objetividad, lo cual es irrealizable, sino de nuestra imparcialidad (…), precisando lo más posible la regla o los criterios que seguimos6”. Esta imparcialidad es forzosamente social, porque la narración puede tam-bién ser construida mediante versiones alternativas e incluso antagónicas, obligándonos a desplegar un conjunto de estrategias que doten de verosimilitud a nuestro relato.

3. Restaurar signifi ca devolver a los objetos su signi-fi cado, el valor semántico que tuvieron en el pasado y ello sólo puede conseguirse contextualizándolos

Cfr. nota 4.

PERELMAN, Ch.; OLBRECHTS-TYTECA, L., 1989, Tratado de la argumenta-

ción. Madrid (Cabruna, Iñiguez, Y Vázquez, 2000: 75). La cursiva es nuestra.

5

6

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

Page 55: Arqueología Aplicada al Estudio de los Edificios Históricos. Ultimas Tendencias Metológicas

55

En consecuencia, necesitábamos organizar un pro-cedimiento de trabajo que nos permitiera “compren-der” el edifi cio en sus rasgos más generales, que nos diera una “perspectiva” de carácter más panorámico, para ir profundizando luego en sus aspectos particu-lares. “Partir, en defi nitiva, de lo general para llegar al detalle, disminuyendo progresivamente la distan-cia de observación”, tal y como proponía R. Parenti. Diseñamos, para ello, una estrategia de trabajo que combinaba, de manera interactiva, tipología, análisis cluster, plataformas GIS y estratigrafía.

En los párrafos siguientes comprobaremos, de manera forzosamente sintética, cómo dos sistemas de trabajo —en apariencia diferentes y considerados frecuentemente como antagónicos e incluso antité-ticos— se complementan (y se necesitan) entre sí (Cfr., a este respecto, Caballero, 2009: 12). a) El pri-mero de ellos —de naturaleza tipológica—, opera decodifi cando (deconstruyendo) las partes constitu-tivas de un edifi cio mediante la individualización de sus distintas variables para observar luego cómo se asocian entre sí hasta conformar conjuntos construc-tivos (clusters) de naturaleza sincrónica. b) El se-gundo —de carácter estratigráfi co— analizará aque-llos clusters que tienen relación física entre sí para descubrir, a través de sus interfaces, su ubicación en la secuencia constructiva del edifi cio; su naturaleza será, por tanto, diacrónica.

Explicaremos a continuación (Fig. 1) el proceso de trabajo seguido en la experiencia de la “catedral vieja” de Vitoria-Gasteiz durante 1996-1998 (Azkara-te, 2002), con algunas acotaciones complementarias procedentes de las exitosas experiencias en las que se aplicó este mismo modelo; las iglesias altomedie-vales del territorio alavés (Sánchez Zufi aurre, 2007) y el complejo construido del Valle Salado de Salinas de Añana (Plata Montero, 2007).

hermenéuticas. (Azkarate, 2002), siendo conscientes, además, de que en este esfuerzo la mirada disciplinar resulta a todas luces insufi ciente. La emergencia del paradigma de la complejidad concebida como una nueva racionalidad científi ca y una nueva forma de pensamiento, aconseja la redefi nición de nuestras ac-titudes, el abandono de una de las caras más perver-sas de la cultura occidental —el individualismo— y la asunción de nuevas actitudes inter y transdiscipli-nares.

Algunas propuestas instrumentales

Se ha escrito mucho sobre el impacto de la arqueolo-gía estratigráfi ca anglosajona en la arqueología hispa-no-italiana y sobre el proceso de traslación y adapta-ción de los instrumentos analíticos que funcionaban en el subsuelo a los contextos constructivos sobre cota 0. Quedamos eximidos, por tanto, de abundar en ello. Nos limitaremos, pues, a explicar una de las especifi -cidades de nuestra experiencia metodológica, por si pudiera resultar de interés para su aplicación en otros contextos similares a los nuestros.

Y para ello hemos de remontarnos en el tiempo hasta 1996. En el proyecto que se presentó a concur-so para la licitación del Plan Director de la “catedral vieja” de Vitoria-Gasteiz, y debido a las notables di-mensiones del monumento, nuestra propuesta sobre la lectura de paramentos se circunscribía a la ejecu-ción de unos “cortes estratigráfi cos” —a modo de sondeos—, en la esperanza de que la información obtenida pudiera ser extrapolable al resto del edifi -cio. Al poco de comenzar nuestra investigación, sin embargo, la propia complejidad del monumento nos desaconsejó continuar por aquella vía y optamos, fi nalmente, por abordar la lectura de todo el edi-fi cio. Con ello asumíamos un reto de tal magnitud que nos vimos obligados a diversifi car y potenciar las herramientas analíticas que hasta entonces venía-mos manejando (identifi cación de cada UE, registro individualizado de cada una de ellas, articulación de sus relaciones físicas en un diagrama estratigráfi co, etc.), puesto que, habiendo demostrado su operati-vidad en edifi cios pequeños, resultaban sin embargo poco efi caces en construcciones de gran volumen y complejidad y también en edifi cios cubiertos por revestimientos diversos que enmascaran su articula-ción estructural7.

Quizá esta última circunstancia —muy extendida en la arquitectura italia-

na— explica las razonables advertencias de G.P. Brogiolo sobre las limita-

ciones heurísticas de la estratigrafía y justifi ca su invitación a profundizar

en aspectos estructurales y formales. Efectivamente, las reservas de los

colegas italianos sobre la legibilidad estructural de un edifi cio y las li-

mitaciones operativas de la lectura estratigráfi ca habían provocado en

nuestro equipo un serio debate interno. Estamos pensando, por ejemplo,

en las serias objeciones de F. Doglioni (1997: 45-52), en las preocupantes

apreciaciones de I. Ferrando sobre la imposibilidad de leer más allá de

la “piel” del edifi cio (1998), o en las importantes consideraciones de G.P.

Brogiolo mencionadas recientemente (1996; 1997).

7

El análisis estratigráfi co en la restauración del patrimonio construido

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56

Figura 1. Esquema gráfico del modelo interactivo de análisis tipológico y estratigráfico experimentado en la “catedral vieja” de Vitoria-Gasteiz en 1996-98.

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

Page 57: Arqueología Aplicada al Estudio de los Edificios Históricos. Ultimas Tendencias Metológicas

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2.º Georreferenciación de las variables se-leccionadas. Una vez identifi cada la existencia de estas variables y haber procedido a su individualiza-ción numérica o alfanumérica10, debe procederse a su localización en el espacio construido, es decir, a su georreferenciación en el edifi cio o en el conjunto construido11.

3.º Descubrimiento de clusters de variables. El paso siguiente consistirá en observar y analizar la combinación tridimensional de estas variables entre

1.º Individualización de variables. Comenza-mos nuestro trabajo, en 1996, identifi cando en la fá-brica de la catedral rasgos de carácter tanto técnico como formal y metrológico, que denominamos: a) variables de carácter técnico-constructivo (tipos de materiales constructivos, tipos de aparejos, tipos de de instrumentos utilizados en la talla (Fig. 2), marcas de cantero, etc.8; b) y variables de carácter formal (tipos de puntillas de los arcos trilobulados y del an-tepecho del triforio, tipos de capiteles, etc.). Conviene advertir que tanto el tipo como el número de varia-bles dependen de las circunstancias y necesidades derivadas de cada contexto de aplicación9. Como se ha dicho acertadamente, “una de las ideas fundamen-tales de este sistema de trabajo es la consideración de que los rasgos, de manera individual, no tienen va-lor diagnóstico. Son las interrelaciones entre variables las que permiten el establecimiento de categorías”. Es aconsejable, en consecuencia, ser maximalista en la identifi cación inicial de variables, puesto que resulta difícil predecir cuál de ellas acabará siendo pertinente (Sánchez Zufi aurre, 2007: 73).

Figura 2. Frottis efectuados para la identificación de instrumentos de talla

sobre las catas efectuadas previamente en los muros “enlechados”.

Las aportaciones arqueométricas (estudios geológicos, análisis de mor-

teros) fueron muy importante en esta fase. La identifi cación de los tipos

de materiales utilizados en la construcción de la catedral, su procedencia

(canteras) y su distribución en la fábrica del edifi cio, llevada a cabo por

geólogos, resultó de una utilidad extraordinaria tanto a la hora de ir defi -

niendo conjuntos constructivos homogéneos como de observar reutiliza-

ciones de materiales antiguos. Y otro tanto cabe decir de los análisis de

morteros, sobre cuya efi cacia tuvimos algunas vacilaciones al comienzo

de nuestro trabajo y que, a la postre, resultó absolutamente clarifi cadora

en situaciones que, sin el recurso de esos estudios arqueométricos, hu-

bieran sido difícilmente solventables. Decisiva fue también, aunque muy

laboriosa, la individualización de los tipos de instrumentos utilizados en

la talla de los materiales pétreos. Hay que recordar que la totalidad de la

catedral estaba revestida, en su interior, por una lechada con la que el

último arquitecto restaurador había impregnado su fábrica para homo-

geneizar su aspecto. Estudiar los tipos de talla exigió la realización de

centenares de catas que permitieran observar los tipos de instrumentos

utilizados (Fig. 2).

En las Salinas de Añana las variables técnico-constructivas fueron 10 (apa-

rejo, litología, mortero, terrazas, altura de las terrazas, superfi cie de las

terrazas, acabado de las eras, superfi cie de las eras, pozos) y las variables

espaciales 4 (cota de las terrazas, zona de distribución de la salmuera,

pendiente del valle y ubicación espacial de las estructuras). En las igle-

sias altomedievales fueron 7 las variables técnico-constructivas (aparejo

muros, aparejo esquinales, aparejo ventanas, técnicas constructivas, ins-

trumentos de labra, morteros, cubiertas líticas), 4 las formales (ventanas,

ménsulas, cabecera, otros rasgos) y 1 espacial (emplazamiento). En el pro-

yecto de investigación, todavía en curso, que estamos llevando a cabo

sobre “La cronotipología aplicada al estudio y conservación de cascos

históricos” (Ministerio de Ciencia e Innovación HUM2007-65545) se es-

tán experimentando nuevas variables de naturaleza diversa: morfológi-

cas, dimensionales, funcionales, etc.

8

9

Han de aplicarse aquí las mismas prevenciones que se tienen a la hora de

numerar las UUEE (Carandini, 1997: 81).

Sobre soporte 3D en el caso de la catedral (Cámara, Latorre, 1997), 2D en

las Salinas de Añana y recurriendo a documentación geométrica adapta

a las distintas circunstancias en el caso de las iglesias altomedievales

de Alava.

10

11

El análisis estratigráfi co en la restauración del patrimonio construido

Page 58: Arqueología Aplicada al Estudio de los Edificios Históricos. Ultimas Tendencias Metológicas

58

sí hasta descubrir “conjuntos de variables” o “clusters constructivos”. Este paso es especialmente importan-te, porque el agrupamiento o la asociación de estos rasgos, permite identifi car “conjuntos de variables” que están refl ejando la homogeneidad formal que todo acto constructivo coetáneo conlleva. En otras palabras, permite descubrir fases del edifi cio cons-tructivamente homogéneas.

4.º Análisis de las interfaces. Una vez identi-fi cado un cluster de variables es fundamental acotar sus límites, su perímetro, es decir, sus interfaces res-pecto a otros clusters constructivos con los que tiene contacto físico. Del análisis de sus relaciones de an-teroposterioridad se inferirá la articulación diacrónica de importantes momentos constructivos en la historia del edifi cio o complejo de edifi cios. Existen contex-tos, sin embargo, que por su especifi cad pueden di-fi cultar notablemente su aplicación. Salinas de Añana constituye un magnífi co ejemplo (Fig. 3): su enorme extensión (120.000 metros cuadrados), la confi gura-ción básicamente horizontal de su arquitectura (tan distinta a la verticalidad habitual de la gran mayoría de las construcciones históricas), su estado de rui-na (con estructuras ocultas bajo grandes derrumbes), etc. obligaron a aguzar el ingenio. Una vez más fue Carandini quien sirvió de inspiración12 y Alberto Plata superó con absoluta solvencia las difi cultades plan-teadas: las variables identifi cadas (ver nota 10 de este trabajo) permitieron descubrir 15 clusters. Su georre-ferenciación, mediante la creación de planos temáti-cos cruzados en el GIS, posibilitó la localización de distintos lugares en el Valle Salado en los que los clusters interrelacionaban entre sí, descubriendo de este modo hasta 13 PCE (Puntos de Comprobación Estratigráfi ca). El estudio de las relaciones de ante-roposterioridad que se observaban en dichos puntos permitió descubrir las distintas fases constructivas de un complejísimo conjunto salinero que de otra forma hubieran pasado probablemente desapercibidos (Pla-ta Montero, 2007).

“El diagrama estratigráfi co es como un árbol. Los recorridos a través de

las ramas, formadas por la sucesión temporal de las acciones interrelacio-

nadas estratigráfi camente, determinan las secuencias. Allí donde conver-

gen todas las secuencias hay un punto nodal. Donde lo hacen solamente

algunas secuencias hay un punto seminodal, cuya efi cacia en la determi-

nación de la secuencia es menor” (Carandini, 1997: 149).

12

Figura 3 (abajo). Imagen aérea de la localidad alavesa de Salinas de Añana. A sus pies, el gran complejo salinero del Valle Salado: en los años 60 del

pasado siglo funcionaban todavía más de 5000 plataformas de evaporación o “eras” (Plata, 2007).

Figura 4 (arriba). Potencialidades interpretativas del modelo (Azkarate, 2002).

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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6.º Identifi cación de las U.E. Como ha señalado R. Parenti es tanto más fácil leer una relación estrati-gráfi ca cuanto mayor sea el número de claves discrimi-nantes que seamos capaces de individualizar e identi-fi car (1966, 84). Como hemos visto, la combinación de análisis tipológico y estratigráfi co nos permite descu-brir un número importante de estas claves, comprobar su articulación estratigráfi ca en conjuntos constructivos homogéneos y conocer, de este modo, los capítulos biográfi cos más signifi cativos de un conjunto arquitec-tónico. En muchas ocasiones, alcanzar este nivel de conocimiento puede resultar sufi ciente dependiendo, claro está, de los objetivos previamente establecidos. Así fue, por ejemplo, en el gigantesco conjunto de Sali-nas de Añana y así sigue siendo en distintos proyectos en los que determinadas circunstancias relacionadas con la premura del tiempo, la fi nanciación o la propia naturaleza de la intervención lo aconsejen.

Pero en el caso de la “catedral vieja” nos habíamos comprometido a una lectura exhaustiva del edifi cio. Su torturada historia constructiva mostraba episodios biográfi cos menores que escapaban a la radiografía por fases que habíamos conseguido y que, sin em-bargo, podían resultar decisivas a la hora de explicar algunas de las numerosas patologías detectadas. De-bíamos cambiar el objetivo de 28 mm que veníamos manejando y sustituirlo por un teleobjetivo que per-mitiera “acercarnos” a la microhistoria del conjunto catedralicio, a sus detalles, registrando cuantas UUEE fuéramos capaces de identifi car.

7.º y 8.º Simultáneamente se estaba procediendo al vaciado de los archivos y al estudio crítico de las fuentes documentales, a los estudios epigráfi cos, numismáticos, estilísticos y arqueométricos para, entre todos ellos, tra-tar de conceder valor absoluto a algunos eslabones de la secuencia estratigráfi ca relativa que habíamos conse-guido. Se alcanzaban, de esta manera, dos importantes objetivos: la lectura arqueológica del edifi cio y la conse-cución de una cronotipología absoluta fácilmente extra-polable a un contexto local y utilizable, por tanto, en el estudio de otros conjuntos patrimoniales.

Las investigaciones llevadas a cabo, en el seno del Grupo de Investigación en Arqueología de la Arqui-tectura de la UPV/EHU, por Alberto Plata y Leandro Sánchez constituyen un buen ejemplo de las posibili-dades hermenéuticas de este modelo. En el caso del Valle Salado permitieron comprender el desarrollo diacrónico de un paisaje construido sobre cuyo ori-gen y evolución sólo existían propuestas de carácter

5.º Determinación de la secuencia relativa. Lo más decisivo de esta estrategia de trabajo, sobre todo por las repercusiones operativas que tiene en el proceso de estudio, es la constatación de que los conjuntos de variables, en defi nitiva, no están sino mostrándonos fases o períodos constructivos y sus contornos las interfaces de fase o de período. Y esta última constatación es trascendental porque de la percepción de las interfaces se deriva la articulación de los distintos clusters de variables en una secuencia estratigráfi ca relativa.

Las potencialidades interpretativas de este sistema de trabajo son sumamente interesantes. Veamos al-gún ejemplo que hemos podido comprobar por nues-tra propia experiencia (Fig. 4):

a) Una vez establecida la contemporaneidad de determinadas variables técnico-formales, se multiplican las capacidades interpretativas de los investigadores, tal y como se aprecia en el supuesto siguiente: si las variables 1, 12, 20, 42 y 63 acostumbran a asociarse sistemáticamen-te entre sí (es decir, si constituyen un cluster constructivo homogéneo) y en una determinada zona del edifi cio faltan dos de ellas, deberemos preguntarnos por las razones de su ausencia y saber explicarlas. Puede ocurrir, pongamos por ejemplo, que la ausencia se deba a un retalla efectuada en época posterior que hizo desapa-recer las marcas de cantero y la talla primitiva.

b) Su aplicación permite también el descubrimien-to de reutilizaciones o restituciones posteriores: la aparición de una variable aislada en un entor-no de variables que no le corresponden (distor-sionando la homogeneidad de una acción cons-tructiva) puede estar refl ejando, por ejemplo, una reutilización de un elemento constructivo preexistente. Hemos tenido ocasión de compro-bar varias veces el cumplimiento de este princi-pio y resulta de una gran utilidad en el análisis de un edifi cio.

c) Pudiera ocurrir también que se diera un solapa-miento parcial de algunos clusters, es decir, que coincidieran en algunas variables fundamenta-les, diferenciándose en otras más instrumenta-les, lo que nos llevaría a considerar la existen-cia de diversos grupos de canteros trabajando simultáneamente.

El análisis estratigráfi co en la restauración del patrimonio construido

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tan rico y variado que escapa al deseo reduccionista de quienes quieren circunscribirla a la mera “lectura de alzados”. Nadie podrá negar, en este sentido, la evolu-ción que ha seguido desde los momentos iniciales en los que los testimonios arquitectónicos no eran para los arqueólogos sino contenedores de contextos estra-tigráfi cos o recursos para establecer tipologías y fases culturales, a otros más recientes en las que se enfatiza también su capacidad para acceder a dimensiones sim-bólicas y sociales o se reconoce su potencialidad para participar activamente en proyectos interdisciplinarios relacionados con el patrimonio cultural. Y es en esta capacidad de adaptación y de metamorfosis, en su ca-rácter mestizo, en su vocación por hábitats y hábitos de frontera y en sus posibilidades para responder con coherencia a nuevos retos axiológicos donde reside precisamente la potencialidad de la AA y la garantía de su futuro (Azkarate, e.p.).

altamente especulativo. Esta fue, sin duda, la expe-riencia metodológicamente más complicada, dadas las especifi cidades del propio objeto de investigación, pero —precisamente por ello— vino a demostrar su versatilidad como instrumento de análisis en contextos de aplicación complejos.

Al inicio de la investigación iniciada por L. Sán-chez podían contarse con los dedos de una mano las iglesias de fábrica adscribibles a periodos anteriores a la llamada “explosión del románico” en Álava. Al fi nal de la misma eran 25 los templos identifi cados que es-condían fases constructivas pertenecientes a los siglos IX al XI y que hasta entonces habían permanecido en el olvido (Figs. 5, 6 y 7).

Para terminar

La Arqueología de la Arquitectura conforma, a nivel in-ternacional, un universo de enfoques y de experiencias

Figura 5. Las iglesias alavesas de origen altomedieval, organizadas en 6 grupos a partir del “análisis cluster” de sus variables (Sánchez Zufiaurre, 2007).

Grupo Iglesia Iglesia Iglesia Iglesia Iglesia Iglesia Iglesia

1

San Miguel Montona 1 31 40. 43

San Román Tobillas (1) 1 10 20 31 40 50

2

San Pedro. Urbina de Basabe 4 12 22 30 (31) 40 50

La Asunción 3 12 22 30 (31) 40 50

San Miguel. Corro 5 12 30 (31) 40

3

San Román Tobillas (2) 2 11 21 31 40 51. 53

Andra Mari. Ullibarri-Arana 2 11 31 40

San Julián de Aistra. Zalduondo 2 11 21 31 42. 43 50

4

San Pedro de Gorostiza. Zestafe 4 13 24 30 52

San Martín. Eribe 4 13 24 30 52

San Vicent. Hueto Abajo 4 13 30

5

La Asunción. Valluerca 3 14 22 30 (31) 55

San Andrés. Tortura 4 14 30 41. 42

Santiago. Goiuri 4 15 30

San Bartolomé.Olano 4 15 30 41

La Natividad. Hueto Arriba 4 30

San Juan ante Portam Latinam. Marinda 4 15 30 41

San Martín. Lugo 4 30

San Martín. Luko 4 30 (31) 44

6

San Juan Bautista. Acilu 5 14 23 30 54

La Asunción. Gopegui 4,5 14 23 30 42 54

San Lorenzo. Ondategui 4 14 23 30 42 54

San Martín. Otazo 5 14 22 30 (31) 42. 44 54

San Martín. Gáceta 4 14 22 30 (31) 42. 44 54

San Esteban. Zuazo de Vitoria 4 14 22 30 (31) 42. 44 54

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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Figura 6 (arriba). Tabla cronotipológica de los seis grupos identificados (Sánchez Zufiaurre, 2007).

Figura 7 (abajo). Tabla cronotipológica de algunas de las principales variables identificadas en las iglesias alavesas de la Alta Edad Media (Sánchez

Zufiaurre, 2007).

800 825 850 875 900 925 950 975 1000 1025 1050 1075 1100 1125

Grupo 1

Grupo 2

Grupo 3

Grupo 4

Grupo 5 ? ? ?

Grupo 6 ?

800 825 850 875 900 925 950 975 1000 1025 1050 1075 1100 1125

Sillería reutilizada (variables 1. 10)

Sillería ex novo (variables 2. 11)

Mampostería a base de material recogido (variable 3)

Mampostería a base de material de cantera (variable 4)

Mampostería a base de material semielaborado (variable 5)

Esquinales a base de sepulcros reutilizados

Técnica de cantería (variable 31) ? ? ?

Técnica de albañil (variable 30)

Picón (variable 42)

Cincel de fi lo cóncavo (variable 40)

Cincel (variable 41)

Hacha (variable 43)

Tallante a 45º (variable 44)

Saetera rematada en arco de herradura (variable 50)

Ventanas con doble abocinamiento (variable 52)

Remate en arco de medio punto, con junta en clave (variable 53)

Saeteras a los pies (variable 54)

Ménsulas para edifi cios anejos (variables 60)

Ménsulas para cubierta (variable 61)

Ménsulas para pórtico (variable 62)

Bóveda sobre pechinas (variable 81)

Presencia de zapata (variable 80)

Ap

are

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El análisis estratigráfi co en la restauración del patrimonio construido

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El análisis estratigráfi co en la restauración del patrimonio construido

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65Almagro en Empúries, por ejemplo, al tratarse de un conjunto monumental declarado, optó por la actua-ción en materia de restauración arquitectónica de la Dirección General de Bellas Artes. Sin embargo, cabe mencionar la excavación en Sant Quirze de Pedret, di-rigida en 1959 por Ricard Batista, a la que siguió la res-tauración de Camil Pallàs, durante la que prosiguieron las excavaciones pero sin la dirección técnica adecua-da. La reorganización del SCCM en 1981, fecha en que empezó a dirigirlo Antoni González Moreno-Navarro —quien continuó ejerciendo el cargo hasta 2008— sig-nifi có la refundación de este organismo, que comportó una manera distinta de redactar los proyectos y dirigir las obras, teniéndose muy en cuenta los estudios pre-vios de toda índole, entre ellos los históricos. Tanto fue así que, a partir de 1983, primero en colaboración con el IPA y desde el año siguiente con técnicos de la propia plantilla, el Servicio empezó a llevar a cabo sis-temáticamente investigaciones arqueológicas previas a la redacción de los proyectos de restauración, cuyos resultados, puestos en común con los obtenidos en estudios de otras disciplinas afi nes, como la historia documental y la historia del arte, servían de base para los planteamientos proyectuales, proporcionándoles información de primera mano y la posibilidad de re-

La arqueología del patrimonio edifi cado tiene una his-toria relativamente larga en Cataluña. Sus antecedentes se remontan a ciertas colaboraciones entre el Servei de Catalogació i Conservació de Monuments (SCCM) i el Servei d’Investigacions Arqueològiques (SIA), ambos fundados por la Diputación de Barcelona, el prime-ro en 1914 y el segundo en 1915. Si tuviéramos que destacar un ejemplo de esta colaboración en la etapa anterior a la Guerra Civil Española, nos referiríamos, sin duda, a las excavaciones en el monasterio de Sant Cugat del Vallès, dirigidas por Pere Bosch Gimpera y Joep de C. Serra Ràfols, director y ténico del SIA, res-pectivamente, entre 1932 y 1934, cuyos resultados se publicaron en 1964, después de haberse dado a co-nocer algún resumen en su momento (de Peray 1932, Martorell 1964). Tales trabajos proporcionaron, como hallazgo más destacable, el de una basílica paleocris-tiana en el subsuelo del claustro románico (Fig. 1), y precedieron a las obras de restauración que proyectó y dirigió Jeroni Martorell, arquitecto jefe del SCCM, que quedaron detenidas por el confl icto.

Después de la guerra la colaboración entre el Servi-cio de Investigaciones Arqueológicas de la diputación barcelonesa, desde 1959 Instituto de Prehistoria y Ar-queología (IPA), y el SCCM no fue frecuente. Martín

La construcción de un método de intervención

en el patrimonio arqueológico edifi cado

Alberto López Mullor

Servei de Patrimoni Arquitectònic Local,

Diputació de Barcelona y Departament de Ciències

de l’Antiguitat i de l’edat Mitjana,

Universitat Autònoma de Barcelona.

[email protected]

[email protected]

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pues un método de actuación arqueológica aplicado en tres etapas: el reconocimiento del edifi cio, su estu-dio y el seguimiento de las obras de restauración1.

construir las diversas imágenes que a lo largo de la historia habían adoptado las fábricas sobre las que se pretendía intervenir.

Estas actuaciones no hubiesen tenido sentido si los miembros del equipo interdisciplinar en que se quiso convertir la plantilla del Servicio no hubieran tenido presente la identifi cación de monumento con docu-mento, es decir la del edifi cio histórico como portador de abundantes datos de la misma índole. Se planteaba

Véase el esquema metodológico fi nal y el epígrafe “Metodología” en el

anexo bibliográfi co sobre las intervenciones arqueológicas de nuestro Ser-

vicio. Sobre los métodos y técnicas de restauración utilizadas en las obras,

puede verse un amplio resumen con bibliografía anterior en González *.

1

Figura 1 (arriba, izquierda). Planta de las excavaciones realizadas en el claustro del monasterio de Sant Cugat del Vallès, bajo la dirección de P. Bosch Gimpera y J. C. Serra Ràfols. Fondo documental SPAL, 1934. Figura 2 (arriba, derecha). Vista aérea del conjunto monumental de Empúries. En primer término, parte de la ciudad romana, con las termas y diversas residencias privadas. A la derecha, el museo, la ciudad griega y el malecón de época republicana. Foto: Museu d’Arqueologia de Catalunya-Empúries, 2007. Figura 3 (abajo). Sección estratigráfica de la “excavación hispano-italiana” en el kardo A, antes llamado decumanus A, de la ciudad romana de Emporiae, según Almagro y Lamboglia 1959, fig. 1.

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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Nuestra larga experiencia en el equipo de Empúries, dirigido por Eduard Ripoll, nos hizo partícipes de la utilización y didáctica del método estratigráfi co, lla-mémosle tradicional, hasta 1979, aunque ya en 1977 se había producido una reorganización de los traba-jos de campo y del curso. Aquel año tuvimos la oca-sión de contactar con Pierre-Jean Trombetta, director de las excavaciones del Grand Louvre, quien nos ins-truyó sobre los sistemas de registro utilizados en este yacimiento (Trombetta 1986, 1987), derivados direc-tamente de los propuestos en los primeros artículos de Edward C. Harris (1975, 1977, 1979 a y b) y en los de un grupo de medievalistas polacos e italianos (Maetzque et al. 1977). Se trataba del mismo año en que llegó a nuestras manos la monografía Ostia IV, que contenía el famoso capítulo de Andrea Carandi-ni (1977), ilustrado con sus fi chas estratigráfi cas, al que siguieron su manual de excavación arqueológica (1981) o sus publicaciones sobre la villa de Settefi nes-tre, donde se aplicaba el nuevo método de investiga-ción y registro (Id. 1984, Carandini, Setis 1979). Por nuestra parte, a fi nales de 1979 iniciamos un pequeño ensayo del nuevo sistema de registro en la excavación de la ermita de Ntra. Sra. De Bellvitge (L’Hospitalet de Llobregat) (Fig. 5)2 y, desde 1980, se puso en práctica en los trabajos que se llevaban a cabo en la ciudad romana de Emporiae, dirigidos por Eduard Ripoll, En-ric Sanmartí y quien suscribe (Fig. 4)3.

La estratigrafía y la introducción de los

nuevos métodos de registro

A la hora de establecer el camino seguido hasta la construcción del actual método utilizado por nuestro equipo, es estrictamente necesario referirse a sus an-tecedentes próximos. La excavación estratigráfi ca de los yacimientos de época clásica se inició en España en las ruinas de Empúries (Fig. 2). Fue fruto de la co-laboración entre Martín Almagro Basch, director del Museo arqueológico de Barcelona y de las excava-ciones de este sitio, y Nino Lamboglia, director de las excavaciones de la ciudad romana de Albintimilium (Bordighera). Así como en Empúries, Emili Gandía, que dirigió los trabajos sobre el terreno entre 1908 y 1937, y Manuel Cazurro, inspector de los mismos entre 1908 y 1913, se habían planteado tímidamente el uso del método estratigráfi co, a base de interpre-tar en algunos puntos la estratifi cación artifi cial que denotaban los trabajos (Gandía, Cazurro 1913-1914), en Albintimilium y su Hinterland, Lamboglia aplicaba el método perfectamente (p.e. Lamboglia 1938, 1950 a y b), en paralelo a lo que estaban haciendo cole-gas anglosajones, entre ellos el celebérrimo Mortimer Wheeler (1954). De esta suerte, en el momento de colaborar con Almagro su experiencia era conside-rable y propició la rápida introducción del método en nuestro país, que enseguida se vio refl ejada en diferentes publicaciones (Almagro 1947, Almagro, Lamboglia 1959, Lamboglia 1955) (Fig. 3). Al poco tiempo (1947), se iniciaron, con la colaboración de Lluis Pericot y la Universidad de Barcelona, los deno-minados cursos de Empúries, que todavía continúan, para difundir, entre otros conocimientos, las nuevas tendencias metodológicas.

Figura 4 (Izquierda). Perfil estratigráfico del sondeo “Cisternas 11”, en la agrupación de tabernae del norte del foro de Emporiae. Foto del autor, 1981.

Figura 5 (Derecha). Excavación en la ermita de Nuestra Señora de Bellvitge (L’Hospitalet de Llobregat) con el empleo del método de registro popularizado

por E. C. Harris. Foto del autor, 1980.

Tanto la bibliografía referida a este yacimiento, como la de los restantes

cuya investigación hemos dirigido o supervisado, pueden verse en el anexo

correspondiente, por orden cronológico de intervención en los mismos.

Cabe citar que, paralelamente a los ensayos en las excavaciones de Em-

púries, se llevaron a cabo otros en lo no muy lejana villa romana de Vi-

lauba (Camós, Girona). P.e.: Castanyer, Tremoleda 1999, Nolla, Castanyer,

Tremoleda 1992.

2

3

La construcción de un método de intervención en el patriminio arqueológico edifi cado

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ocasiones paralelos a las obras, que poco o nada podían aportar a los criterios con que éstas se lleva-ban a cabo y, si proporcionaban información suple-mentaría, lo hacían, las más de las veces, demasiado tarde. Por tanto, nuestro interés fue enorme cuan-do, desde el SCCM, se solicitó la colaboración del Museu Arqueològic de Barcelona, de cuya plantilla técnica formábamos parte, en una serie de exca-vaciones en edifi cios en restauración, que debían llevarse a término no precisamente antes del co-mienzo de las obras pero sí en un momento inicial de las mismas.

En mayo de 1983 emprendimos los trabajos en la iglesia de Santa Càndia d’Orpí (Barcelona) (Fig. 6)4. Como puede verse en la fi gura 7, en un principio fueron sondeos, que aparecen en la periferia de la foto —en el centro se observa un campo de silos anterior a la iglesia—, pero bien pronto llegamos a la conclusión de que el protocolo arqueológico uti-lizado hasta entonces en los monumentos aportaba una información demasiado sesgada y decidimos, de común acuerdo con el arquitecto director del Servicio y de la obra, A. González, pasar a la excavación en extensión. Además, la escasa potencia de este yaci-miento hubiese sido arrasada al colocarse un nuevo pavimento que fi guraba en el proyecto: Santa Càndia era una iglesia en pleno uso y necesitaba un suelo practicable y resistente.

No conviene pasar por alto, antes de seguir ade-lante, el hecho de la introducción de la arqueología medieval en Cataluña por parte de Alberto del Cas-tillo, en los años cincuenta del siglo XX. Uno de sus discípulos, Manuel Riu, siguió sus pasos y, después de algunas experiencias en Andalucía, aprovechando su puesto como profesor en la Universidad de Granada, llevó a cabo una meritoria labor desde la de Barcelona. Sus aportaciones al método arqueológico en este cam-po o al estudio de los materiales pueden ejemplifi carse en sus trabajos en el despoblado de Caulers (Caldes de Malavella, Girona), publicados en 1975.

La aplicación del método estratigráfi co

en el patrimonio edifi cado

La excavación en extensión

Las nuevas propuestas de registro estratigráfi co de Ha-rris-Caradini obedecían, entre otras razones, a la po-pularización de la excavación en extensión en un gran número de yacimientos europeos. La “estratigrafía”, si-nónimo de sondeo estratigráfi co en los albores de la aplicación del método Wheller-Lamboglia, había ido dejando de ser un instrumento de constatación crono-lógica, más o menos frecuente, utilizado en el marco de trabajos más amplios desarrollados con mayor cele-ridad y menor rigor, tal y como ocurría en los decenios centrales del siglo XX, para convertirse en un sistema general de investigación de los yacimientos. No obs-tante, esta tendencia no se había trasladado al campo de la arqueología del patrimonio edifi cado.

En los edifi cios en restauración no se abrían más que sondeos puntuales, en la mayor parte de las

Por defi nición todas las obras del Servicio de la Diputación de Barcelona

se ejecutan dentro de esta provincia, por lo que en lo sucesivo nos abs-

tendremos de citarla y sólo consignaremos el término municipal donde se

encuentran los distintos yacimientos enumerados.

4

Figura 6 (izquierda). La iglesia gótica de Santa Càndia d’Orpí desde el sur, al final de su restauración. Foto: Joan Francès Estorch, SPAL, 1985.

Figura 7 (derecha). Excavación extensiva en la nave de la iglesia de Santa Càndia d’Orpí. Foto: Joan Francès Estorch, SPAL, 1983.

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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reivindicada (García, Moro, Tuset 2009, 25-26), nos marcaba el camino a seguir. Los provechosos con-juntos estratigráfi cos cerrados y depositados bajo las cubiertas y en los senos de las bóvedas de edifi cios históricos podían servir para algo más que para ex-traer y estudiar la cerámica que algunos contenían, tal como ya había hecho Juan Bassegoda (1977). En Malla entendimos que su referente cronológico absoluto se podía extrapolar, a través de la cadena estratigráfi ca, a la interpretación global del edifi cio. Un ejemplo de este modo de proceder fue la excava-ción de las cubiertas de la iglesia de Santa Maria del castillo de Castelldefels, cuya imagen puede verse en la fi gura 8.

En otros artículos (1986, 1990) nos hemos referido a las estrategias más o menos novedosas de la excava-ción en edifi cios. Hemos insistido en los trabajos ex-tensivos, en la exhumación de las capas estratifi cadas allí donde se hallen, como por ejemplo en las cajas y las cimentaciones de los puentes (Fig. 9-12), o en el cuidadoso estudio de las necrópolis asociadas a los numerosos edifi cios religiosos excavados. También he-

La exploración de las cubiertas

En julio de 1983, cuando la excavación de Santa Càndia todavía continuaba, codirigida por Àlvar Caixal y Javier Fierro, iniciamos simultáneamente los trabajos en Sant Vicenç de Malla y Sant Vicenç de Torelló, en la primera con la colaboración de Ramon Domingo y en la segunda con la de Merce-des Juan. En ambas pusimos en marcha excavacio-nes en extensión que abarcaban todo el interior del edifi cio y algunos sectores de su entorno inmedia-to. En Malla, además, se excavaron las bóvedas de origen románico.

No era la primera vez que en un monumento en restauración se ejecutaban trabajos de esta índole. Baste recordar la intervención de Jordi Ambrós en la iglesia de Sant Miquel de Terrassa, en 1980, donde encontró in situ ánforas colocadas para aligerar las bóvedas (Ambrós 1980, 1982 a y b). Esta magnífi ca evidencia, que en su momento fue discutida, pre-cisamente por no haberse vaciado la cubierta con método arqueológico y que recientemente ha sido

Figura 8. Detalle de la excavación en la cubierta del brazo meridional del transepto de la iglesia del castillo de Castelldefels, antigua parroquial de Santa

María. Foto: Montserrat Gumà, SPAL, 1991.

La construcción de un método de intervención en el patriminio arqueológico edifi cado

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Figura 9 (arriba). Puente de Pedret (Cercs). Figura 10 (abajo). Alzado del puente de Pedret (Cercs) por el lado de aguas arriba, con y sin el despiece de

la fábrica, indicándose las actividades estratigráficas. 2000.

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jos en subsuelo, bóvedas y cubiertas, requerían la im-prescindible presencia de secciones del edifi cio, don-de se constatara la continuidad del yacimiento por encima de la cota 0, como puede verse, por ejemplo en las publicaciones dedicadas a Santa Càndia d’Orpí o Sant Vicenç de Torelló. Por otra parte, el sistema de representación de los horizontes cronológicos del ya-cimiento/edifi cio se refl ejaba invariablemente en su-cesiones de plantas detalladas. La nueva intervención del Servicio en la iglesia de Sant Quirze de Pedret (Cercs) (1989-1995) (Fig. 8), cuyas conclusiones in-cluían series estratigráfi cas de la parte aérea del edi-fi cio (Fig. 11), sirvió para formalizar lo que hasta en-tonces no se recogía de forma gráfi ca sino de manera literaria en las conclusiones de los trabajos realizados.

Como hemos apuntado más arriba, Pedret ya había sido objeto de una primera restauración por parte del Servicio, dirigida entre 1959 y 1964 por el entonces ar-quitecto jefe, C. Pallás. Previamente se llevó a cabo una “estratigrafía” dirigida por R. Batista, desplazado al lugar por la Comisaría Provincial de Excavaciones Arqueoló-gicas. Más tarde, ya durante la obra, la excavación se amplió notablemente sin control científi co alguno, alle-gando una información básica, de la que se vieron pri-

mos intentado avanzar en la cronotipología de la cerá-mica medieval utilitaria catalana, poco conocida en los albores de nuestros trabajos. En este campo, además de elaborar un buen número de estudios monográfi -cos, que nos abstendremos de citar para no engrosar el ya voluminoso apéndice bibliográfi co, baste recordar la organización por parte de nuestro Servicio de sen-das mesas redondas en Barcelona (1995) y Badalona (1996) —la segunda en colaboración con el museo de esta ciudad y la Universidad de Barcelona— que fue-ron publicadas al poco tiempo (López Mullor, Caixal, Fierro 1997, Comas et. alii. eds. 1997). Las monedas halladas en nuestras excavaciones dieron, además, ori-gen a un monumental trabajo de recopilación, clasifi -cación y estudio por parte de Maria Clua (2002).

El reconocimiento de la estratigrafía mural

Sin embargo, desde el primer momento, nos vimos ante la alternativa de tener que implementar un sis-tema de lectura coherente de las superfi cies construi-das. Su estructura pluriestratifi cada saltaba a la vista, de tal manera que las conclusiones de nuestros traba-

Figura 11. Alzado del puente de Pedret (Cercs) por el lado de aguas abajo, con y sin el despiece de la fábrica, indicándose las actividades

estratigráficas. 2000.

La construcción de un método de intervención en el patriminio arqueológico edifi cado

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jos parecían dar por zanjada, nos aplicamos a exten-der la lectura y, sobre todo, el registro estratigráfi co a cuantos elementos formaban el yacimiento: paños de pared, cubiertas, vanos, etc., además de los estu-diados tradicionalmente, como estratos, tumbas, silos, muros arrasados, etc. Fruto de este trabajo fueron las secciones como la que pueden ver en la fi gura 16, o la recreación volumétrica de las fases del edifi cio, no por estar hecha a plumilla menos rigurosa desde el punto de vista geométrico o histórico. En las fi guras 17 y 18 pueden verse las perspectivas correspondien-tes a las dos primeras etapas de la iglesia, de fi nales del siglo IX y mediados del X, respectivamente.

La determinación de una estratigrafía general y concatenada6

Pedret había servido para poner en práctica el concepto de estratigrafía única e interconectada de todas las uni-dades estratigráfi cas presentes en un edifi cio; tanto de las defi nidas de este modo en los registros puestos en marcha a partir de los años setenta, como de aquellas consideradas “arquitectura”, sobre las que se podía hi-potetizar, especular o discutir, pero que no era habitual

vados los investigadores. Por fi n, Pallás (1962) publicó un articulo sobre Sant Quirze de Pedret y Sant Vicenç d’Obiols, otra iglesia altomedieval en la que intervino a la sazón, en el que se sentaban las bases de la evo-lución y la cronología de ambos edifi cios. Ello generó una polémica en cuanto a la interpretación de la tipo-logía primitiva de la iglesia, que continuaba en 1989.

Para paliar esta serie de carencias, que condicio-naban gravemente la restauración del edifi cio, nues-tra primera medida consistió en la reexcavación de una gran parte de su interior, donde quedaba algún testigo intacto, y de todo el entorno inmediato, poco afectado por los primeros trabajos (Figs. 14-16). Tal acción, complementada con la feliz recuperación de los “diarios” de la primera restauración, incluyendo los de la excavación alegal, que guardaba Manuel Buchaca, constructor de aquellas obras5, nos propor-cionó una gran cantidad de información acerca del subsuelo y la cimentación de la iglesia. Teniendo en cuenta la importancia de la misma y la citada polémi-ca sobre su apariencia prístina, que los nuevos traba-

Figura 12. Alzados del puente de Pedret (Cercs) con indicación de los horizontes cronológicos. 2000.

Quien nos cedió este material generosamente.5

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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incluir en el registro estratigráfi co general, con todas las consecuencias cronológicas que ello comportaba.

Tal modo de proceder se estaba aplicando simultá-neamente en otras intervenciones del Servicio, como la villa romana e iglesia de Sant Bartomeu de Navarcles (1985-1986), y desde entonces fue norma general, como puede verse en las secciones y alzados que presenta-mos de la iglesia de Sant Jaume Sesoliveres (Igualada, 1993), en el Camino de Santiago catalán (Figs. 19-22).

En aquella época ya estábamos al tanto de los avances experimentados en este campo por nuestros colegas de la Universidad de Siena, con Roberto Pa-renti (p.e. 1985, 1988 a y b) y Pietro Brogiolo (1988 a y b) a la cabeza, o de los grupos de investigación del CSIC y de la universidad del País Vasco dirigidos respectivamente por Luis Caballero (1980, 1987, 1991-1992) y Agustín Azkarate (1995, 1997, 2001, 2004). En Cataluña, sin embargo, los nuevos métodos de lectura e interpretación edilicia no acababan de introducirse, lo que nos llevó a organizar una jornada divulgativa, El monument document, que tuvo lugar en Barcelo-na, en 1994, publicándose en 1996.

La representación gráfi ca de las conclusiones cronológicas

Las memorias arqueológicas de fi nales de los años se-tenta o los primeros ochenta del siglo XX solían ilustrar-se con una serie de secciones estratigráfi cas, algunas plantas de situación y, en algún caso particular, una planta general del yacimiento con numerosas tramas —siempre en blanco y negro, según determinaba la tecnología de la época—, en la que se intentaban re-presentar las diversas fases cronológicas y/o arquitec-tónicas del sitio objeto de estudio. La publicación de la iglesia de Santa María de Melque, por parte de Luis Caballero y José Ignacio la Torre, en 1980, constituyó para nosotros un revulsivo comparable al de los libros editados bajo la dirección de A. Carandini dedicados a la villa de Settefi nestre (1984). Orientados por éstos y otros ejemplos, en las primeras publicaciones de las

Entre nosotros, las nociones tipológicas constituyen hasta la fecha una

especie de acervo tradicional cuyo vehículo de transmisión es la tradición

oral. De tal suerte que los más expertos identifi can y datan con soltura

una serie de aparejos medievales y modernos, aunque sobre ello sólo

hayan visto la luz algunas pequeñas síntesis, como las debidas, por ejem-

plo, a Eduard Junyent (1983) y Xavier Barral (1981).

6

La construcción de un método de intervención en el patriminio arqueológico edifi cado

Figura 13 (arriba). La iglesia de Sant Quirze de Pedret (Cercs) desde el sudeste, después de la última restauración. Foto: Montserrat Baldomà, SPAL, 1995.

Figura 14 (centro). Interior de la iglesia de Sant Quirze de Pedret (Cercs), después de su reexcavación, en 1989. Foto. Josep Soler, SPAL, 1989.

Figura 15 (abajo). Excavación del entorno inmediato de la iglesia de Sant Quirze de Pedret (Cercs). Foto: Montserrrat Baldomà, SPAL, 1990.

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Figura 16. Sección arqueológica del subsuelo y de la fachada meridional de la iglesia de Sant Quirze de Pedret (Cercs), con indicación de las unidades

estratigráficas. 1989.

Figura 17 y 18. Perspectiva de la restitución volumétrica de la primera y segunda fases de la iglesia de Sant Quirze de Pedret (Cercs), que datan del siglo IX

avanzado y de mediados del siglo X, respectivamente. 1991.

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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Figura 19 (arriba). La iglesia de Sant Jaume Sesoliveres (Igualada) desde el suroeste, después de su restauración. Foto: Montserrat Baldomà. SPAL, 1995.

Figura 20 (abajo). Sección axial de la iglesia de Sant Jaume Sesoliveres (Igualada) con indicación de las unidades estratigráficas del subsuelo y las actividades

paramentales. 1993.

La construcción de un método de intervención en el patriminio arqueológico edifi cado

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excavaciones promovidas por el Servei de Monuments, nos afanamos por insertar, a manera de conclusión grá-fi ca, series de plantas evolutivas y en algunos casos sec-ciones generales en las que aparecían unidas las partes aéreas del yacimiento a las descubiertas en su subsuelo.

Ya hemos visto las presentadas en Sant Quirze de Pedret (Figs. 13-16) o Sant Jaume Sesoliveres (Iguala-da) (Figs. 19-22), que se fueron perfeccionando hasta conseguir las imágenes utilizadas en el estudio del conjunto del Castillo de Castelldefels (Figs. 24-33), compuesto por un poblado ibérico (s. IV-I a.C.), una villa romana (fi nes s. I. a.C. - s. VII-VIII), una iglesia (t.p.q. s. X - s. XVIII) con casa parroquial (s. XIV-XIX) y el castillo stricto sensu (s. X-XXI), cuyos paramentos se analizaban al mismo tiempo que se llevaban a cabo excavaciones de diversa índole, muy extensas donde la restauración era inminente y puntuales donde los trabajos se preveían lejanos en el tiempo. Algunos de estos últimos, referidos a la fortaleza propiamente dicha, se están llevando a cabo, siempre bajo control arqueológico, en el momento de redactar estas líneas.

La determinación de horizontes cronológicos en los paramentos

El primer paso de la sistematización de la informa-ción proporcionada por la parte construida de los ya-cimientos vino determinado por la identifi cación de los horizontes cronológicos. Se trataba de una técnica empleada de un modo asistemático pero frecuente en la arqueología clásica, que habíamos tenido oportu-nidad de aplicar en diversos yacimientos, y a la que tampoco era ajena la Historia del Arte.

En primer término consistía en la delimitación de las diferentes fábricas, a partir de su discriminación tipoló-gica.7 Una vez identifi cadas y clasifi cadas las fábricas y elementos constructivos del yacimiento, siquiera desde el punto de vista de la microtipología, estábamos en condiciones de sistematizarlas dentro de la estratigrafía general, asignándolas a los diferentes horizontes cro-nológicos. En seguida, el sistema se combinó con la determinación de unidades estratigráfi cas y actividades y pudimos llegar a representar de una manera prácti-

Figura 21 (arriba). Alzado occidental de la iglesia de Sant Jaume Sesoliveres (Igualada) con indicación tramada de sus horizontes cronológicos. 1993.

Figura 22 (abajo). Alzado septentrional de la iglesia de Sant Jaume Sesoliveres (Igualada) con indicación tramada de sus horizontes cronológicos. 1993.

Cf. La reciente publicación de Josep Maria Vila y Ainhoa Pancorbo (2009),

en la que se resumen los resultados de un trabajo encargado y supervisa-

do por nuestro Servicio en 2007*.

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Figura 23 (arriba). Alzado axial de la iglesia de Sant Pere de Serrallonga

(Alpens) con indicación cromática de los horizontes cronológicos

determinados. 1996. Figura 24 (centro, izquierda). El conjunto del castillo

de Castelldefels desde el norte, con la fortaleza restaurada por primera

vez. Fotopostal, cliché de Grau Missé, fondo documental del SPAL, entre

1897 y 1909. Figura 25 (centro, derecha). Vista general desde el sur del

conjunto del castillo de Castelldefels. Foto: Montserrat Baldomà, SPAL,

1995. Figura 26 (izquierda). Planta general del castillo de Castelldefels

con indicación de las zonas del subsuelo excavadas en la primera fase de

la intervención (1989-1991).

La construcción de un método de intervención en el patriminio arqueológico edifi cado

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Figura 27. Fachada norte del castillo de Castelldefels. Foto: Joan Francès, SPAL, 1987.

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Figura 28 (arriba). Fachada norte del castillo de Castelldefels con indicación de las actividades identificadas. 1992. Figura 29 (abajo). Fachada norte del castillo

de Castelldefels con indicación cromática de los horizontes cronológicos identificados. 1992.

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Figura 30 (arriba). Alzado de la fachada meridional de la iglesia de Santa Maria de Matadars con indicación cromática de los diferentes horizontes cronológicos.

2007. Figura 31 (abajo). Alzado de la fachada septentrional de la iglesia de Santa Maria de Matadars con indicación cromática de los diferentes horizontes

cronológicos. 2007.

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Figura 32 (arriba). Perspectiva del castillo de Castelldefels hacia el segundo cuarto del siglo XVIII, época de su máxima expansión arquitectónica. 1993.

Figura 33 (abajo). Pequeño centro de interpretación en el interior de la iglesia del castillo de Castelldefels. Pueden verse la seria de maquetas de evolución

del conjunto, elaboradas por Anna Álvaro, a partir de los resultados de las investigaciones. 1996.

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refl exionar a la Administración autónoma que, en el siguiente decreto sobre intervenciones arqueológicas, promulgado en 1990, hacía referencia de una manera explícita a las que pudieran llevarse a cabo en monu-mentos en restauración. Por supuesto esta concepción ha permanecido en la legislación vigente, el Decreto 78/2002, en el que pocas cosas se dejan al azar en el campo de la práctica arqueológica.

Al puente de La Pobla de Lillet siguieron los de Pe-dret (Cercs), Periques (Puig-reig), Pont Nou de Man-resa, Pont de Vilomara y Castellbell i el Vilar, citados en orden descendente a lo largo del río. Además de los puentes, cabe mencionar elementos aislados en los que se ha intervenido, tales como campanarios, en los que se ha realizado únicamente la excavación del subsuelo (p.e. Sant Boi de Lluçanés, Santa Eulàlia de Riuprimer) o también se han explorado sus bóve-das y cubiertas, tal y como ocurrió en la basílica de Santa Maria de Vilafranca del Penedès, en cuyo coro-namiento se alojaba un tubo de plomo con un escrito que daba noticias sobre su reconstrucción en el siglo XVIII. Ilustramos nuestros estudios en estos yacimien-tos con algunos alzados estratigráfi cos del puente de Pedret, cuyo origen se remonta al siglo XIII y se alza entre los términos de Berga y Cercs, en el curso alto del río Llobregat (Figs. 9-12).

Una arqueología de la arquitectura de bajo coste

No siempre se dispone de una dotación óptima de medios a la hora de estudiar un edifi cio desde el pun-to de vista arqueológico. Las actuales circunstancias lo evidencian, pero también, en numerosas ocasio-nes, esta falta endémica de medios en investigaciones promovidas por particulares o, en ciertos casos, por entes públicos, se debe a la carencia de una legisla-ción específi ca al respecto. Los yacimientos arqueoló-gicos gozan de una protección amplia y efi ciente por debajo de la cota 0. No así los edifi cios históricos, que a nuestro modo de ver también constituyen verda-deros yacimientos, por su estructura pluriestratifi cada y su evidente carga informativa, además de artística, tipológica o signifi cativa.

Por tanto, en el Patrimonio Arquitectónico, la lectu-ra arqueológica no es preceptiva y hay quien la con-sidera innecesaria. Como ocurría hace algunos dece-nios con la arqueología medieval, pues entonces, al decir de algunos, se creía que la documentación escrita “era sufi ciente como fuente de información histórica”.

camente mecánica el comportamiento estratigráfi co de todo el yacimiento = edifi cio, extrayendo las oportunas conclusiones sobre su génesis y posterior evolución. A este propósito pueden verse, por ejemplo, las citadas representaciones de Sant Jaume Sesoliveres (Figs. 19-22), las del castillo de Castelldefels (Figs. 28-29) o las de la iglesia de Santa María de Matadars (El Pont de Vilomara i Rocafort) (Figs. 30-31). La representación tridimensional de los horizontes cronológicos

La mecanización de los numerosos datos proporcio-nados por el estudio arqueológico de los edifi cios, así como la asequibilidad actual de las aplicaciones grá-fi cas con calidad similar a la fotogramétrica, han po-pularizado en poco tiempo vistosas representaciones tridimensionales, alejadas de los trabajos a plumilla de Sant Quirze de Pedret (Figs. 17-18) o de la primera parte de la intervención en el castillo de Castelldefels (Figs. 32-33). Actualmente, existen las condiciones para fi jar recreaciones volumétricas, como la de una de las fases del castillo de Callús, que puede verse en las fi guras 46 y 47. También es posible aplicar la estratigrafía al desarrollo urbanístico, recreando en planta las distintas etapas de un núcleo histórico de población, como el de Granollers, llegándose a poder representar edifi cios o conjuntos de edifi cios históri-cos, a partir del estudio de lo conservado, de los ves-tigios del subsuelo y de la información documental8.

Arqueología en otros lugares

Hasta aquí hemos explicado brevemente los procedi-mientos más habituales en el estudio arqueológico del patrimonio edifi cado. No quisiéramos dejar de lado, sin embargo, la extensa labor llevada a cabo en elementos no siempre considerados como idóneos para el análi-sis estratigráfi co. Me refi ero al gran número de puen-tes que nuestro Servicio ha restaurado en los últimos decenios, situados mayoritariamente en la cuenca del Llobregat. El primero de ellos, el Pont Vell de La Pobla de Lillet, en el curso alto del río, se estudió en 1984 y 1985. La primera difi cultad que conllevó su investiga-ción procedía del campo administrativo. La Generali-tat de Catalunya no veía el motivo de concedernos el preceptivo permiso para realizar una actividad arqueo-lógica que entonces no estaba considerada como tal. Quizá, ésta y otras peticiones poco corrientes hicieron

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Figura 34 (arriba, izquierda). Vista aérea de la antigua casa parroquial de Castellnou de Bages, antes de la intervención de nuestro Servicio. Foto: fondo

documental del SPAL, 1997. Figura 35 (arriba, derecha). Detalle de un paramento con diversas hiladas de opus spicatum conservado en la fachada norte de

la antigua casa parroquial de Castellnou de Bages. Foto del autor, 2000. Figura 36 (centro). Las ruinas de la antigua casa parroquial de Castellnou de Bages

consolidadas y convertidas en cementerio municipal. Foto: Montserrat Baldomà, SPAL, 2001. Figura 37 (abajo). Pequeño centro de interpretación del conjunto

habilitado en los bajos de la antigua casa parroquial de Castellnou de Bages. Foto: Montserrat Baldomà, SPAL, 2001.

La construcción de un método de intervención en el patriminio arqueológico edifi cado

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Figura 38 (arriba). Planta de la antigua casa parroquial y posible castillo de Castellnou de Bages, con indicación cromática de los horizontes cronológicos

diferenciados. 2000. Figura 39 (abajo). Alzado de la fachada meridional de la antigua casa parroquial y posible castillo de Castellnou de Bages, con indicación

cromática de los horizontes cronológicos diferenciados y diagrama estratigráfico. 2000.

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Además, en ciertos conjuntos de especial signifi -cado se han habilitado centros de interpretación o recursos didácticos, de mayor o menor envergadura. Pueden citarse como ejemplo los del castillo de Cas-telldefels (1995) (Fig. 45), las termas romanas de Sant Boi de Llobregat (1997), la antigua casa parroquial de Castellnou de Bages (2000) (Fig. 37), el Monasterio de Sant Llorenç prop Bagà (Guardiola de Berguedà) (2008) o el del oppidum ibérico y mas medieval del Turó del Montgròs (el Brull) (2008). Por otra parte, el Servicio ha organizado, desde 1984, una serie de simposios, mesas redondas y reuniones científi cas, en general de gran resonancia, a las que en este momen-to se da continuidad con diversas jornadas especia-lizadas que tendrán lugar entre fi nales de 2009 y el primer semestre de 2010.

La difusión metodológica universitaria

Desde el curso 2007-2008, en el departamento de Ciencias de la Antigüedad y de la Edad Media de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), se imparte una materia dedicada a la arqueología de la arquitectura. Hasta el momento forma parte del programa de la licenciatura en Historia y, desde el curso de 2010-2011, pasará al grado de Arqueología, cuya andadura se ha iniciado en el curso actual y que, por ahora, en Cataluña se cursa sólo en la UAB. También, desde hace tres años, estas enseñanzas forman parte de los estudios de máster de la misma universidad.

Ni que decir tiene que tal formación básica resulta imprescindible para el avance de esta modalidad de la investigación. Se trata, sin embargo, de una apuesta a largo plazo que intentamos complementar con otras acciones. Así, en 2010, nuestro Servicio ha propuesto una jornada sobre la lectura histórica del Patrimonio Arquitectónico, dirigida básicamente a técnicos mu-nicipales de cultura y arquitectura. Por otra parte, la labor desarrollada hasta el momento en la formación de becarios-colaboradores, que se inició hace vein-ticinco años, puede verse complementada en breve con la realización de prácticas en nuestras interven-ciones por parte de estudiantes del grado de Arqueo-logía. Además, en este momento se inician los contac-tos con el Servei d’Arqueologia de la Generalitat de Catalunya para colaborar en actividades orientadas a la formación permanente de arqueólogos y a la de estudiantes en prácticas.

Así las cosas, la voluntad de ciertos promotores, insti-tucionales o particulares, y la dedicación de algunos profesionales, ha dado lugar a una arqueología de la arquitectura de bajo coste. El sistema se basa en rea-lizar las operaciones que, en el anexo metodológico que presentamos, incluimos dentro de la fase de reco-nocimiento, unidas, cuando es posible, a una serie de sondeos paramentales y del subsuelo. A partir de aquí, siempre con la ayuda de la historiografía y los datos tipológicos y/o estilísticos, se pasa a establecer las con-clusiones y a dibujarlas. La intervención del Servicio en la antigua casa parroquial de Castellnou de Bages (Figs. 34-39) se desarrolló de este modo y tuvo como principal virtud la salvaguarda de las ruinas de la pro-pia casa, prácticamente condenadas a la piqueta, que una vez valoradas y fechadas a partir del siglo X, se convirtieron en sede del nuevo cementerio municipal.

También hemos tenido oportunidad de llevar a la práctica este sistema en otros trabajos, como la restauración de la antigua masía de Can Saragossa, promovida por el ayuntamiento de Lloret de Mar (Gi-rona) y dirigida por José Luis González, de la ETS de Arquitectura de la Universitat Politècnica de Cata-lunya. También en este caso una inversión moderada proporcionó resultados ilustrativos, que cumplieron gran parte de las expectativas puestas en el estudio arqueológico, siendo de considerable utilidad en la subsiguiente obra de restauración (Figs. 40-44).

La divulgación

A lo largo del último cuarto de siglo hemos intentado difundir por todos los medios posibles los resultados de nuestras investigaciones. Por una parte, a través de la publicación de monografías y artículos, una selec-ción de los cuales puede verse en el anexo bibliográ-fi co adjunto, y corresponde tanto a la participación en publicaciones ajenas como, sobre todo, en las que la Diputación de Barcelona ha ido creando a partir de 1982. Su relación puede verse en nuestra página web (www.dibe.es/spal), donde, a partir de 2005, fi guran en formato pdf los últimos libros aparecidos en las series Quaderns Científi cs i Tècnics, Monografi es y Re-cursos Culturals. Todavía dentro del campo de las pu-blicaciones, debe destacarse la muy extensa serie de folletos impresos con motivo de la fi nalización de las obras en cada uno de los monumentos restaurados. Un crecido número de éstos se ha reeditado sirviendo de apoyo a la visita de tales lugares.

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Figura 40 (arriba). Foto de la fachada principal de Can Saragossa (Lloret de Mar, Girona), con indicación de las actividades arquitectónicas identificadas. 2003.

Figura 41 (abajo). Alzado de la fachada principal de Can Saragossa (Lloret de Mar, Girona), con indicación de las actividades arquitectónicas identificadas.

2003.

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Figura 42 (arriba). Alzado de la fachada principal de Can Saragossa (Lloret de Mar, Girona), con indicación cromática de los horizontes cronológicos

identificados. 2003. Figura 43 (abajo). Alzado de la fachada principal de Can Saragossa (Lloret de Mar, Girona), con indicación cromática de los horizontes

cronológicos identificados y propuesta de restitución del edificio primitivo. 2003.

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Figura 44 (arriba). Sucesión de alzados de la fachada principal y plantas esquemáticas de los diferentes estados de la masia de Can Saragossa, desde su

fundación hasta mediados del siglo XX. 2003. Figura 45 (abajo). Pequeño centro de interpretación en el interior de la iglesia del castillo de Castelldefels.

Pueden verse la seria de maquetas de evolución del conjunto, elaboradas por Anna Álvaro, a partir de los resultados de las investigaciones. 1996.

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Figura 46 (arriba). Planta general del área excavada del castillo de Callús, con indicación cromática de los horizontes cronológicos diferenciados. 2004.

Figura 47 (abajo). Restitución hipotética del castillo de Callús hacia el primer cuarto del siglo XIII. Intepretación: Àlvar Caixal, Alberto López Mullor. Aplicación

informática: Roger Cortés.

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Esquema de la aplicación metodológica

Conceptos de partida

1. El monumento, documento.2. La arqueología como herramienta para el conocimiento histórico del

edifi cio = yacimiento.

Defi nición: Conjunto de estudios históricos llevados a cabo por un equipo interdisciplinar con anterioridad a la redacción del proyecto de restauración:

• Estudio de la historiografía y de las fuentes documentales.• Estudio historico-artístico.• Estudios fi sico-constructivos.• Investigación arqueológica integral.

Fases del proceso

1. Reconocimiento

• Observación detenida del yacimiento. • Levantamiento esquemático de planos y elaboración de reportaje fotográfi co extenso.• Formulación de hipótesis sobre la cronología relativa de las fábricas.• Informe previo.

En caso de intervención de bajo coste, además:

• Estudio historiográfi co y tipológico.• Sondeos paramentales.• Sondeos básicos por debajo de la cota 0.• Defi nición y fi chaje de, al menos, las actividades arqueológicas.• Establecimiento de horizontes cronológicos o fases evolutivas.• Conclusiones literarias y gráfi cas, cuando menos sobre base fotográfi ca.

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2. Intervención arqueológica

• Excavación extensiva del yacimiento o de puntos concretos signifi cativos. • Los trabajos se llevan a cabo en todos aquellos lugares susceptibles de poseer sedimentos estratifi cados:

subsuelo, senos de bóvedas, cubiertas, etc.• Sondeos paramentales.• Estudio de los materiales.• Trabajos de Ciencias concurrentes: Palinología, Termoluminiscencia, Antropología física, etc.• Colaboración en estudios físico-constructivos: geotécnico, “carta del color”.• Lectura estratigráfi ca de los paramentos. • Microtipología de aparejos y elementos constructivos.

3. Seguimiento y control arqueológico de la obra de restauración

• Visitas periódicas. • Excavación en lugares concretos de difícil acceso o que deban ser alterados en virtud del proyecto de

restauración.• Acopio de datos para la lectura estratigráfi ca de paramentos desvelados en el curso de las obras.• Resolución sobre el terreno de dudas proyectuales.

4. Conclusiones

• Confrontación de los resultados de la intervención arqueológica con los de las Ciencias concurrentes, así como con los de los estudios histórico-documental, histórico-artístico y físico-constructivo.

• Determinación de las fases evolutivas del yacimiento: cronología relativa y cronología absoluta.• Relato histórico del devenir del sitio, desde su fundación hasta el presente.• Recreación tridimensional o imágenes históricas.

5. Divulgación

• Artículos científi cos.• Monografía.• Guía del sitio o folleto explicativo.• Centro de interpretación.• Recursos audiovisuales.

La construcción de un método de intervención en el patriminio arqueológico edifi cado

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La construcción de un método de intervención en el patriminio arqueológico edifi cado

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103Summary

Synthesis of the applied methodology —mainly, stra-tigraphy— to study archaeologically historic buil-dings, with their main characteristics, rules affecting building Heritage, results and problems.

Key words

Archaeology of Architecture; wall recording; historic building; legal regulation; archaeologist; architect; restoration.

Tras un cuarto de siglo de desarrollo de la llamada Arqueología de la Arquitectura (AA) en nuestro país, es de evidente interés una reunión como ésta para aclarar posturas y armonizar criterios a la hora de su utilización como un instrumento de la intervención restauradora. De acuerdo con la petición que se ha hecho me centro en el método o instrumento utiliza-do para el análisis arqueológico del edifi cio, a partir de mi experiencia y sin entrar en cuestiones de carác-ter teórico y científi co.

Arqueólogo. Doctor en Historia (Universidad Complu-tense). Conservador de Museos (Museo Arqueológico Nacional). En la actualidad investigador científi co. Responsable del Grupo de Investigación Arqueología de la Arquitectura. Especialista en Arquitectura tar-doantigua y alto medieval.

Resumen

Síntesis de la metodología —especialmente, estrati-gráfi ca— seguida para el estudio arqueológico de los edifi cios históricos, con sus principales características, normas que afectan al Patrimonio construido, resulta-dos y problemas.

Palabras clave

Arqueología de la Arquitectura; lectura de paramen-tos; edifi cio histórico; normativa legal; arqueólogo; arquitecto; restauración.

Experiencia metodológica en Arqueología

de la Arquitectura de un grupo de investigación.

Instituto de Historia. CSIC. Madrid

Luis Caballero Zoreda

Instituto de Historia, CCHS, CSIC

[email protected]

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Nuestro grupo tiene un recorrido de 18 años y cer-ca de 40 intervenciones. Nuestro interés por esta meto-dología es de carácter científi co, esto es como Ciencia histórica, en relación con la arquitectura monumental tardo antigua y alto medieval. Apenas tenemos ex-periencia real sobre su aplicación en la intervención restauradora, a pesar de estar interesados por este as-pecto. Nunca hemos intervenido en la gestión del pro-yecto de restauración y siempre hemos sido conside-rados como “estudio previo”, algo con lo que estamos radicalmente en desacuerdo (Cuadro pág. 113).

Qué entiendo por Arqueología

de la Arquitectura. Defi nición y Finalidad

Defi nición. La Arqueología de la Arquitectura es la aplicación del método arqueológico al estudio de un objeto concreto, el edifi cio histórico. Entiendo por edifi cio histórico (EH) un objeto construido a lo largo del tiempo, que por lo tanto es pluriestratifi cado y pluritipologizado; que posee un doble valor, como documento y como símbolo o signo; y que es fuente de información para la Historia y sus disciplinas y para la Arquitectura, especialmente para la interven-ción restauradora.

La Arqueología de la Arquitectura “documenta el documento construido”, en un doble sentido, “docu-menta” o registra los valores del edifi cio histórico, que se expresan a través de una forma y una estructura materiales; y lee, comprende, el signifi cado del “docu-mento” construido, que es un documento signifi cativo.

El edifi cio histórico forma parte de lo que se deno-mina “Cultura material” o sea, es un objeto, resto ma-terial de la Cultura, materia de estudio de la Arqueo-logía. En este sentido su registro o documentación se interesa por los tres horizontes de la Cultura material: espacial, temporal y social.

Finalidad. La Arqueología de la Arquitectura tiene como fi nalidad: Conocer (fi nalidad científi ca), Conservar (fi nalidad arquitectónica, restauradora) y Transmitir (fi nalidad comunicativa) los valores patri-moniales del edifi cio histórico, como documento y como signo o símbolo, que se expresan a través de una forma y una estructura materiales. Valores y ex-presiones que competen a todo el edifi cio y a cada una de sus partes y que también se deben conservar y transmitir (Figura 1).

Figura 1. Conocer, conservar y transmitir. San Isidoro de León. (A, Fotógrafo

desconocido, Fondo general, IH, CSIC. hacia 1900. B, Lectura de paramentos,

GI Arqueología de la Arquitectura IH, CSIC. C y D, fotos, José Ignacio Murillo).

1996.

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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de estudio arqueológico desarrollado en el edifi cio “descubre” nuevas hipótesis científi cas que deben ser defi nidas y expresadas por el equipo.

Restauración arquitectónica. Los objetivos o enunciados investigadores deben tener su correlato en unos criterios de restauración que también deben expresarse previamente en el proyecto de restaura-ción. Del mismo modo que no existe investigación sin unos modelos y unas hipótesis, la restauración arquitectónica no existe sin unos criterios asumidos por el arquitecto. No se restaura sin plantearse antes qué signifi ca lo que vamos a restaurar y cómo se pue-de restaurar, conservar y transmitir ese signifi cado. Por ello hay restauraciones puristas, intervencionistas o conservadoras que se corresponden con distintos conceptos de Patrimonio construido y con sus fi nali-dades. La defi nición de Arqueología de la Arquitectu-ra depende de un concepto de edifi cio histórico con-siderado “contexto de contextos”, pluriestratifi cado y pluritipologizado con una fi nalidad concreta que se ha de corresponder por tanto con unos criterios espe-cífi cos de restauración, adecuados a ellas. Este plan-teamiento es el que creo que asume especialmente Francesco Doglioni en concreto con su “principio de la autenticidad” (Figura 2).

Igual ocurre con la transmisión social.

Proyecto y Equipo

Proyectos. Se debe conseguir una política de vincu-lación positiva entre los tres tipos de equipos y de intervención que se dan en el edifi cio: la Arqueología del yacimiento, excavación arqueológica; la Arqueo-

Estas fi nalidades son un derecho del edifi cio his-tórico y una obligación social con respecto a él que, por lo tanto, deben estar recogidos como norma legal, igual que lo están desde hace tiempo para el yacimien-to del subsuelo; su expresión mínima diría: “Al menos hay obligación de documentar arqueológicamente an-tes y durante la intervención en el edifi cio histórico, para salvaguardar su integridad documental”.

La intervención. El proyecto

Promotor y encargo. El permiso de intervención

La promoción del proyecto puede ser administrativa o privada, científi ca o restauradora. En cualquier caso, deri-vado de su necesaria protección legal, todos los proyectos se deben encuadrar en la legislación y la normativa ad-ministrativa del Patrimonio, acordes con las características de la AA, resueltos los problemas que hoy se plantean. Por lo tanto deben contar con un permiso administrativo.

Objetivos

Las fi nalidades de la AA reivindican la intervención en la materialidad del objeto para poder ejecutarlas y se deben expresar a través de unos objetivos.

Investigación arqueológica. Todo proyecto que se quiera desarrollar de AA y de carácter cientí-fi co debe expresar los modelos explicativos previos y las hipótesis, predicciones de partida o enuncia-dos a verifi car, sin cuyo planteamiento no es posible desarrollar el proceso de conocimiento. El proceso

Figura 2. La finalidad restauradora, purista o conservadora. Frómista (Palencia; foto, Francisco Moreno). San Pedro de Arlanza (Burgos; foto, Luis Caballero).

Experiencia metodológica en Arqueología de la Arquitectura de un grupo de investigación. Investigación de Historia. CSIC. Madrid

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cia previas. No se debe dejar al voluntarismo la for-mación común de arqueólogos y arquitectos en AA. Se debe enseñar la compatibilidad de la metodología para el yacimiento y el edifi cio y la aplicación de la AA a la restauración.

El edifi cio histórico

Los edifi cios históricos poseen características muy diferentes. Son grandes o pequeños, están aislados o forman conjuntos urbanos, como ermitas, catedra-les o murallas, manzanas o barrios. Se componen de materiales y se han construido con estructuras resis-tentes o con materiales y estructuras inestables. Pue-den permanecer aparentemente como en su época originaria; en uso o abandonados y en ruina; pro-fundamente transformados o martirizados, o incluso desmontados y trasladados. La intervención que se va a hacer sobre ellos puede ser urgente e inmediata o haber sido programada con tiempo y a largo plazo. Todas estas características y otras del EH inciden en el tipo de intervención arqueológica que se efectúe.

Metodología

El edifi cio como objeto de estudio

Principios estratigráfi cos. Al ser el edifi cio históri-co un edifi cio pluriestratifi cado son característicos de él los principios estratigráfi cos que también se consi-deran los principios de la metodología estratigráfi ca. En tanto que la formación de la tipología depende de la estratigrafía, los principios competen también a las demás estrategias. Los principios tal como los expon-go proceden de la Estratigrafía Geológica ya que no están correctamente recogidos ni explicados por E. C. Harris y Andrea Carandini.

1. De la superposición, sucesión y continuidad. 2. De la horizontalidad original y continuidad lateral

(cuencas de deposición). 3. De las relaciones de cruce o corte. 4. De los fenómenos de discontinuidad o de la ma-

yor importancia de los hiatos. 5. De la identidad tipológica y los fragmentos inclui-

dos (tipología).6. De la interdependencia de las acciones. 7. y 8. Del actualismo y el uniformismo y del catas-

trofi smo y el gradualismo.

logía del edifi cio, AA; y la Restauración, intervención arquitectónica en el yacimiento y en el edifi cio.

Las estratigrafías del edifi cio y el yacimiento no se sustituyen, son complementarias. Normalmente existe una secuencia previa a la del edifi cio. Pero siempre una parte importante de las secuencias del yacimiento y el edifi cio son coetáneas, de tal modo que sus uni-dades estratigráfi cas (UE) se correlacionan entre sí per-teneciendo a las mismas actividades (A). Se debe pro-curar que el equipo de intervención en el yacimiento y en el edifi cio sea el mismo o, de no ser posible, que realicen un análisis y presenten un resultado común.

La AA no es un “estudio previo”, necesario para un buen proyecto de restauración. Independiente de él tanto en su desarrollo como en sus conclusiones, se puede afi rmar que la intervención restauradora su-pone la destrucción parcial del documento construi-do (limpieza, arranque de revestimientos, demolición de tabiques, apertura de vanos, desmonte de cubier-tas y forjados, etc.). Esta destrucción debe realizarse como registro arqueológico, con el mismo criterio que la excavación del yacimiento. Por ello, el análisis arqueológico del edifi cio, iniciado siempre antes de que se efectúe la intervención restauradora, no ter-mina con este registro previo, sino que se tiene que prolongar durante toda la intervención restauradora como intervención arqueológica. Las decisiones del proyecto de restauración se deben tomar de mutuo acuerdo con el proyecto de AA de modo que se ase-gure la salvaguarda de los elementos materiales que transmiten los valores históricos del edifi cio.

Equipo. El equipo tiene que estar dirigido y for-mado por expertos en metodología de la AA ya sean arqueólogos o arquitectos. La presencia de arqueó-logos y arquitectos en el mismo equipo benefi cia el trabajo común, dadas las aportaciones diferentes que unos y otros pueden hacer.

El método de la AA es propio también del arqui-tecto restaurador y, por tanto, el arquitecto puede efectuar la AA con pleno derecho siempre que esté formado y sea experto en la utilización de sus instru-mentos y metodología (normativa). Se debe tener en cuenta, sin embargo, que la AA es un método propio de la Historia, que el edifi cio es un documento his-tórico y que el arquitecto no es per se un historiador.

En el equipo del proyecto tienen que participar además, siempre, historiadores documentalistas y, en su caso, arqueómetras o analistas.

Formación. Instrumentos y método no se deben utilizar sin una formación adecuada y una experien-

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Hacia un protocolo. Organización del trabajo

Roberto Parenti propone organizar el trabajo en cua-tro estrategias, dos propiamente arqueológicas y dos auxiliares (a las que se pueden añadir otras) que ac-túan a la vez como indicadores cronológicos:

Estrategias Cronología

ArqueologíaEstratigrafía Relativa > Absoluta

Tipología Relativa > Absoluta

Auxiliares

Fuentes escritas,

documentalismoAbsoluta o relativa

Arqueometría, analíticas Absoluta o relativa

OtrasHistoria de Arquitectura (estructura)

Historia del Arte (estilo)

A. Estrategia documental de fuentes escritasTanto de fuentes históricas como de fuentes histo-riográfi cas. La historiografía permite reconocer los modelos explicativos previos. Ambas ofrecen datos sobre la historia del edifi cio que pueden orientar la investigación arqueológica, datar y explicar sus resul-tados. (Figura 3)

B. Estrategia estratigráfi caDiferencia, ordena y data las fases constructivas, des-

Los materiales que componen el edifi cio se pueden diferenciar como constructivos y decorativos. Ambos se combinan formando aparejos. Estos materiales pueden haber sido fabricados para el edifi cio o la construcción originaria o haber sido reutilizados.

La Unidad Estratigráfi ca (UE), como en el yaci-miento, puede ser:

1. Volumétrica. 2. Superfi cie, discontinuidad o interfaz; positiva

(cara del elemento, superfi cie de contacto, que en el edifi cio tienen mucha importancia por co-rresponder al paramento del muro o a la fachada del edifi cio) o negativa (corte de ruina, saneado); de etapas de obra, de uso y de estructuras. Los cortes pueden ocultar lagunas estratigráfi cas o va-cíos erosionales correspondientes a UE perdidas.

3. De revestimiento.

Las UE del edifi cio se diferencian de las del yacimien-to en que son construidas, “aparejadas”, y por lo tanto se forman tipologías no sólo con los artefactos o fósi-les que forman parte de ellas, sino con ellas mismas.

Las UE se agrupan en actividades (A) componiendo un mismo conjunto constructivo o de uso. A su vez las A se pueden agrupar en estructuras o restos de edifi -cios correspondientes a una misma fase o etapa his-tórica que fi nalmente componen el edifi cio histórico.

Figura 3. Las fuentes documentales, contextualizadas, pueden ofrecer información única. Santa Clara de Córdoba (Lectura de paramentos, GI Arqueología de

la Arquitectura, IH, CSIC; documento, Archivo Histórico Nacional, Estado 3223).

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2. Documentación gráfi caPlanimetría. Representación gráfi ca completa del edi-fi cio y sus partes, necesaria previamente a la realiza-ción del análisis estratigráfi co. Planos de paramentos o alzados. Se puede realizar con cualquier sistema pero es evidente que cuanta mayor precisión y cali-dad gráfi ca tenga será más útil y facilitará el trabajo. Frente al yacimiento, donde el dibujo (horizontal) se efectúa según avanza la excavación que va descu-briendo las distintas UE; en el edifi cio, la represen-tación es previa al estado actual del edifi cio, aunque durante el registro se completa marcando los límites de las distintas UE o con las nuevas UE descubiertas. Al fi nalizar el registro hay que pasar a limpio y com-pletar la planimetría de base. (Figura 4)

3. Lecturas detalladas y velocesFrente al yacimiento, donde no se puede decidir la excavación exclusiva de los estratos correspondientes a una etapa, en el edifi cio es posible analizar una etapa determinada y dejar las demás. De acuerdo con ello, Gian Pietro Brogiolo propone una lectura gradual de acuerdo con los objetivos del análisis, di-ferenciando unas unidades de referencia (complejo arquitectónico, cuerpo de fábrica, alzados, unidad funcional y UE). Nosotros hemos empleado siempre la lectura completa y detallada del edifi cio. Una lec-tura parcial supone provocar lagunas estratigráfi cas por el principio de “los fenómenos de discontinui-dad”. Igual que ocurre con los “cortes” del yacimiento frente a la “excavación en área”, supone analizar una secuencia parcial del yacimiento. El análisis parcial de un edifi cio no asegura la obtención de su secuencia completa.

4. Zonas. Trabajo en equipoCuando los edifi cios son de tamaño grande, el tra-bajo se organiza por zonas que integran exterior e interior, de modo que cada zona es responsabilidad de un grupo del equipo. En todos los casos, sea unitariamente o por zonas, se lleva una discusión en común de los problemas. El registro sólo se da por terminado cuando se ha consensuado por todo el equipo.

5. ObservarLa diferenciación de unidades (UEM). La primera fase del registro estratigráfi co es la dife-

tructivas y reconstructivas por las que han pasado los edifi cios hasta llegar a su estado actual, analizando todos los elementos que los componen y las acciones mediante las cuales se les añadieron históricamente.

La estratigrafía, primus inter pares. La contextualiza-ción. –La principal estrategia es la estratigráfi ca porque defi ne y diferencia los contextos que componen el edi-fi cio y adscribe los distintos materiales a cada uno de ellos, los “contextualiza”. La estratigrafía es previa a las demás estrategias, cuyo verdadero valor cronológico se obtiene por esta “contextualización estratigráfi ca”.

Las tipologías se construyen correctamente a par-tir de secuencias estratigráfi cas y, una vez construidas, dependen de ellas para sus sucesivas renovaciones y mejoras. Esto no obsta para que tipos y analíticas sir-van como criterio que ayude a diferenciar los estratos.

El valor como indicador cronológico absoluto para las UE de las fuentes auxiliares (fuentes escritas, aná-lisis y formas estructurales y estilísticas) es aparente. Esto es: sólo se puede referir a una UE concreta si antes se asegura su contextualización estratigráfi ca; en caso contrario la datación se agota en sí misma.

El método estratigráfi co, a pesar de su desarrollo e importancia, no debe confundirse con la AA.

Método Harris. Registro riguroso, detallado, com-pleto y relacional. –La AA se basa en el llamado “mé-todo Harris” de registro estratigráfi co, preparado para la excavación del yacimiento. Este método facilita la diferencia contextual estratigráfi ca al imponer el ma-yor rigor posible en el registro del documento mate-rial, de sus partes o más adecuadamente de sus re-laciones. En su petición de principio del mayor rigor posible, se diferencia de la Historia del Arte y en el de lo más detallado posible se diferencia de la His-toria de la Construcción. Lectura rigurosa, detallada, completa y relacional que tiene como consecuencia la ordenada secuencia de la construcción del edifi cio.

Valor instrumental. –La metodología estratigráfi ca es de carácter instrumental. Lo importante es con-seguir unos resultados lo más rigurosos y veraces posibles, lo que signifi ca que se puede variar el ins-trumento metodológico en función del fi n que se pre-tende. (No se trata de manipularla, sino de adecuarla al proceso de análisis).

1. Instrumentos La estratigrafía necesita de unos instrumentos a los que nos iremos refi riendo en adelante: Planimetría, fi chas analíticas, diagramas y listados.

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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6. Describir: la fi cha analíticaLa descripción de cada UE y de las relaciones que mantiene con otras UE se efectúa mediante una fi cha analítica que se rellena por cada UE. Las fi chas tienen siempre los mismos campos, aunque su presentación y detalles pueden variar (Figura 5):1. Identifi cación. Nombre del edifi cio a que corres-

ponde, número de la UE y de la A a que se asig-ne, zona y si es volumen o superfi cie.

2. Descripción. Nombre de la UE, que se considera su defi nición sintética, y descripción propiamente dicha.

3. Relaciones estratigráfi cas. Relaciones directas e indirectas. Diagrama de fi cha.

4. Interpretación. Hallazgos o materiales singulares. Interpretación propiamente dicha. Datación pro-puesta y defi nitiva.

5. Referencias. Responsable. Trasera.Se utiliza para esquemas aclaratorios.

renciación de UE, para lo que se siguen los criterios propuestos por Parenti. Se pretende la diferenciación de estratos y superfi cies y de las acciones que las crearon. Son los criterios de:

— Individualidad formal. Se diferencia por principio la situación y forma de cada elemento, de modo que se supone que cada pared o cada elemen-to singular puede corresponder a una UE distinta aunque aparentemente parezcan similares.

— Homogeneidad o heterogeneidad de los compo-nentes de cada elemento (modo constructivo o aparejo que se pueden considerar como discri-minantes tipológicos o variables; los “clusters” de Agustín Azkárate).

— Acción constructiva, cuando la observación de sus relaciones indica la sincronía o diacronía del ele-mento con respecto a los que le rodean.

Figura 4. Planimetría. Santiago del Burgo (Zamora). A y B, fotografía apoyada por topografía y despiece de sillería (autor: Topcal). C y D, Lectura estratigráfica

(GI Arqueología de la Arquitectura, IH, CSIC).

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Figura 5. Ficha estratigráfica (GI Arqueología de la Arquitectura, IH, CSIC).

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cio/temporales entre los elementos que derivan de las acciones que las construyeron. Las acciones cons-tructivas (colocar el mortero y sobre él el ladrillo, en-foscar, cortar, etc.) conllevan relaciones espaciales (al lado, encima, debajo) y temporales estratigráfi cas. Las relaciones pueden ser:— Directas, seguras (en contacto). Mediante un cua-

dro de doble entrada.Anterioridad/posterioridad: apoyar, cubrir, cortar, rellenar.Contemporaneidad: unir.

— Indirectas (sin contacto).Igual a (misma UE), equivalente a (igualdad), en relación con (semejanza).Campo de interpretación. La interpretación argu-menta sobre contexto, actividad, estratigrafía, ha-llazgos y datación. Debe ser clara y sintética. No debe incluir descripciones.

7. RelacionarLa secuencia temporal. Los Diagramas o matricesLos diagramas documentan las relaciones tempora-les (una “cuarta dimensión”) entre los elementos o grupos de elementos diferenciados en el edifi cio his-tórico. Después de haber descompuesto el edifi cio en sus elementos menores, el diagrama recupera la unidad del edifi cio secuenciada y sintética. Se com-ponen de columnas (relaciones diacrónicas) y líneas (relaciones sincrónicas). Los nodos juegan un papel importante, elementos a donde convergen y desde donde divergen las líneas de relación.

Operaciones de construcción de los diagramas (Figura 6):1. Base. Diagramas simples de UE o de fi cha. Tienen

un espacio reservado junto al cuadro de relaciones en la fi cha analítica.

2. Adición. Diagramas de zona de UE. Mediante la suma de los diagramas de UE o de fi cha.

3. Simplifi cación o reducción. Supresión de relaciones redundantes de los diagramas de zona.

4. Correlación (o analogía, Gian Pietro Brogiolo). Diagramas de zona de A. Síntesis de los diagramas de zona mediante la conversión por correlación de las Unidades Estratigráfi cas en Actividades. Se entiende por Actividad un conjunto de UE que pertenecen a un mismo y concreto fi n construc-tivo. En esta operación se salta de los diagramas de UE a los de A.

Campo de identifi caciónNumeración. Diferenciadas las UE, se les da un núme-ro de orden. Este número de orden, único para cada UE, se anota en una lista auxiliar (lista de números) para evitar su repetición. Se procura no dejar núme-ros en blanco. Si hay varias zonas se puede reservar series de miles para cada zona (zona 1, del 1.000 al 1.999; zona 2, del 2.000 al 2.999; etc.).

A la numeración se le da un valor instrumental de modo que sirve para diferenciar tres niveles distintos de elementos jerárquicos: unidades y decenas (del 1 al 99) se reservan para fases y etapas; centenas, acti-vidades (del 100 al 999), para actividades, colocando una A delante; y millares, unidades estratigráfi cas (del 1.000 en adelante), para UE, con UE delante.

El orden de numeración en el edifi cio es aleatorio. Frente a la numeración en la excavación del yaci-miento, donde sigue estrictamente el orden inverso a su deposición original, de modo que el número mayor equivale al último excavado y al primero de-positado.

Campo de descripciónNombre. Identifi ca a la UE. Debe indicar su situación, ser adecuado y sintético. Se debe procurar que no incluya la descripción de otra UE o su número.Descripción. Una lista de ítems ordena la descripción. Ésta debe ser clara, no reiterativa, apropiada, no pro-lija y ajustada. Describe el elemento material y las acciones, positivas o negativas, que lo produjeron. Se debe procurar presentar datos y evitar argumen-taciones. Cuando la UE aparece en distintas zonas se puede rellenar una fi cha por zona, manteniendo el mismo número de UE y refl ejando en el item de zona solamente a la que se refi ere la descripción. El campo de “Referencias, a otras fi chas” permite reconocerlas.

Es optativo incluir en una misma fi cha, con un solo número de UE, varias UE cuando forman parte del mismo acontecimiento y no hay duda de su co-etaneidad (“Nave norte. Parte superior. Recrecido y ventanas”). Sin embargo, se deben diferenciar las UE que pertenezcan a acontecimientos distintos y nunca se deben sustituir grupos de UE por la A a que per-tenezcan. Es preferible rellenar una fi cha de más que tener que desechar una fi cha y rehacerla de nuevo para dar un número nuevo con el fi n de separar una UE que se ha incluido en ella incorrectamente.

Campo de relaciones estratigráfi casEsta operación supone observar las relaciones espa-

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nológico absoluto, sino sólo el relativo que les asigna su lugar en la secuencia, por lo que su adscripción a una Etapa o a una Fase es dudosa o aleatoria y provi-sional, pudiendo ocupar cualquier situación entre los elementos de su misma columna que presenten algún tipo de datación absoluta por encima y por debajo (“techo” y “suelo”).

Comprobación de errores. Las sucesivas adiciones de diagramas suponen un “cierre lateral” que conlleva un

5. Adición. Diagrama único y fi nal del edifi cio, de A. Mediante la suma de los diagramas de A de zona.

6. Periodización o puesta en fase. Ordenación de la secuencia diagramática del edifi cio en Etapas y Fases datadas. Utilización de la lógica estratigráfi -ca y de los indicadores cronológicos.

Situación “ascensor”. Buen número de elementos (UE y A) que componen el diagrama no tienen valor cro-

Figura 6. Construcción de diagramas, base, adición, simplificación (HARRIS, E. C. 1989: Principles of Archaeological Stratigraphy, Academia Press Limited,

London).

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recogidos en las fi chas analíticas de UE. La memoria ad-ministrativa debe acompañarse de las fi chas de UE origi-nales o de sus copias si las originales se depositan en un archivo científi co. Los listados son un instrumento que sustituye a los centenares o millares de fi chas de UE que es imposible incluir en una publicación científi ca. Los lis-tados se ordenan por Fases y Etapas, A y UE e incluyen en una línea los datos sintéticos de cada fi cha de UE.

Número

A

Nombre

A

Número

UE

Nombre

UE

Periodo

(coetanei-

dad)

Posterior a

A y UE

Anterior a

A y UE

Situación

(zona y

plano)

Planimetría. Finalizado el proceso de registro, se pasan a limpio y completan la planimetría de base para incluir en ella los nuevos detalles obtenidos del edifi cio, los perímetros de las UE y las A y las numeraciones que las identifi can. Además se suelen diferenciar las fases y etapas por colores o tramas. Consecuentemente es necesario borrar los detalles recogidos en la planimetría de base que han servido para diferenciar las UE pero que ahora hacen confusa la lectura del plano. Por ello, cuando la planimetría base tiene la sufi ciente calidad y detalle, se deben publicar dos juegos de planos, el de base (estado inicial) y el estratigráfi co, de modo que ambos se puedan contrastar con el estado actual del edifi cio y con el análisis efectuado.

9. Argumentar, comentar, compararMemoria y publicaciónTanto la memoria como la publicación deben argu-mentar la demostración o falsación de las prediccio-nes. Se comentarán los resultados con lo conocido y con lo hipotetizado. De estos argumentos o del mero comentario del proceso de lectura y análisis saldrán novedades que deberán resaltarse; nuevas hipótesis, bien sobre el tema que ha convenido o ha dado lugar al trabajo o bien abriendo nuevos campos de inves-tigación con nuevos objetivos y con el planteamien-to de nuevos proyectos de investigación. También se deben comentar las limitaciones encontradas en el desarrollo del estudio. Se deben efectuar comparacio-nes con datos anteriores conocidos, obtenidos o pu-blicados de otros edifi cios. Se deben señalar los cam-bios conseguidos en la comprensión de los datos. Lo mismo se debe efectuar con respecto al estado físico del edifi cio, los criterios de restauración, la secuencia de los daños del edifi cio y la incidencia de las distin-tas restauraciones históricas y contemporáneas. Las conclusiones incluirán por tanto el resumen de los

sistema de comprobación y corrección del diagrama fi nal ya que permite observar si las UE o las A saltan de fi la.

Cuando la correlación de UE da lugar a la presen-cia de una sola A por Periodo, el diagrama de Acti-vidades se convierte en una sencilla columna donde cada escalón alberga una Actividad, o sea, equivale a la sucesión de Periodos. Pese a lo que pueda pare-cer, esta situación es correcta sobre todo si el listado ofrece la relación de UE correspondientes a cada A.

8. Contraste y conservación de los datos. Uso social y comprobación científi caMemoria y publicaciónSi queremos que el trabajo realizado tenga un valor científi co, debe posibilitarse el contraste científi co. Así se explica también la necesidad de rigor del registro estratigráfi co. Para ello hay que conservar y poner a dis-posición de la comunidad científi ca los datos y los ins-trumentos de análisis, lo que conlleva su depósito en un archivo, la redacción de una memoria y la publicación.

Se suele suponer que la memoria tiene un valor administrativo, por lo que basta con la descripción de los datos y el proceso de trabajo sin entrar en el análi-sis, mientras que la publicación conlleva el argumento y discusión de las hipótesis o predicciones. Pero si el proyecto de trabajo obliga al planteamiento de hipóte-sis previas, la memoria debe incluir la solución de las predicciones. El núcleo del trabajo y su principal argu-mento consiste en buscar y conseguir relaciones entre los datos, agruparlos y datarlos argumentándolos con indicadores cronológicos.

Condiciones de la memoria. La memoria y la publica-ción en todo caso debe incluir: 1, la descripción del edifi cio que resulta de la lectura estratigráfi ca efectua-da; 2, el diagrama fi nal del edifi cio, de A; 3, los lista-dos de UE y AE y; 4, la planimetría. La falta de alguno de estos elementos invalida el trabajo pues impide contrastar los datos con el edifi cio real. Memoria y archivo deben ser de acceso público.

Descripción. Organizada por Fases y Etapas, citando las UE y A que corresponden a cada una de ellas. La menor o mayor complejidad del edifi cio y la corres-pondiente a los Periodos o Etapas permitirá basarla sólo en éstos u obligará a organizarla por subperío-dos o Fases o incluso Actividades.

Listados. Para asegurar el contraste de los datos por los colegas científi cos es necesario ofrecer a éstos los datos

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cuela, esto es, las variaciones o diferencias metodoló-gicas que éstas han desarrollado, inciden directamente en la calidad del trabajo. En este sentido se debe acep-tar que la AA en cuanto que análisis estratigráfi co tiene un carácter profesional, de modo que el tratamiento y el proceso de trabajo de todos los grupos deben man-tener una uniformidad profesional, aún a pesar de su carácter instrumental que permite un margen de varia-bilidad para amoldarse a cada circunstancia concreta.

C. Estrategia tipológicaLa comparación de características formales de ele-mentos (singulares como ventanas, puertas; decora-tivos; aparejos; estructuras; edifi cios) y su agrupación en tipos permite formar series con valor cronológico. La formación de la serie conlleva un proceso en que los elementos aportan sus distintos valores cronoló-gicos relativos y absolutos, contextualizados con se-cuencias estratigráfi cas, de modo que la serie tipoló-gica pasa de tener un valor relativo a uno absoluto que se contrasta y mejora constantemente con pos-terioridad. Así se obtienen atlas regionales formados

puntos de interés, de las conclusiones por apartados y el listado de recomendaciones generales.

10. Crítica, validez y límites del métodoEl método no es infalible. La situación espacial es se-gura (un elemento está junto a otro, al lado, encima o debajo); mientras que las relaciones temporales ofre-cen cierto grado de inseguridad (¿la relación espacial corresponde a una relación temporal de anterioridad /posterioridad y en qué sentido, o de contemporanei-dad?), siendo este punto clave para un correcto análisis estratigráfi co. La explicación histórica (¿qué signifi ca?) entra en el campo de lo aleatorio.

No se puede afi rmar que el método sea más o me-nos objetivo. El método arqueológico, concretamente la estratigrafía, es más riguroso que el tradicional (Historia del Arte). El rigor es propio de la metodología, mientras que la objetividad o subjetividad corresponde al investi-gador, al campo de la argumentación histórica.

Uniformidad profesional. La experiencia y la capa-cidad analítica de cada arqueólogo o arquitecto o de cada equipo que realiza AA y las características de Es-

Figura 7. Planimetría y diagrama cronológico. Santa Clara de Córdoba (GI Arqueología de la Arquitectura, IH, CSIC).

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para obtener o corregir sus catalogaciones. Aparecen características que antes pasaban desapercibidas por el peso de modelos explicativos previos y que obligan a replantear las preguntas sobre ellos o sus cronologías. Se descubren edifi cios que no son lo que parecen, por ejemplo una iglesia catalogada como románica, pero que realidad se construyó en el siglo XVI.

Ruptura del punto muerto historiográfi co. Casos asimilables a los de “descripción y catalogación co-rrecta”. El subjetivismo investigador impone la fecha del edifi cio basándose en ordenaciones de “estilo”, provocando un punto muerto en la investigación. El análisis efectuado con un instrumento de análisis más adecuado al problema que se tiene que resolver sirve para refutar o confi rmar los modelos previos.

El edifi cio pluritipologizado. Los procesos pro-ductivos. Los procesos homogéneos de producción se distinguen por similares características, variables o discriminantes tipológicos. A cada conjunto temporal (contexto, UE o fase) corresponde un grupo de varia-bles tipológicas características que permiten extrapo-lar su cronología a otros conjuntos.

La tipología, utilizada como criterio de homoge-neidad / heterogeneidad para defi nir las UE, permite describir objetos construidos de gran tamaño, difíciles de analizar con el criterio de las relaciones estratigrá-fi cas.

El producto constructivo. La contextualización. El EH como objeto construido también se presenta como un sistema de relaciones o un conjunto de con-textos que ofrece su propio proceso de “producción del producto”. El “producto”, homogéneo y coetáneo, aparece como pluriestratifi cado y pluritipologizado (cada estrato / tipo corresponde a una función).

La Torre de Babel

Termino planteando algunas cuestiones que denomi-no como nuestra “Torre de Babel”, la tendencia por diferenciar grupos cerrados que amenazan con escin-dir una metodología común; o por considerar como importantes cambios de base lo que son variantes metodológicas o terminológicas, que deben ser en-tendidas como instrumentales dentro de un modelo profesional común.

Con respecto a la tendencia a diferenciar el trabajo del arqueólogo y del arquitecto en la intervención en el EH, en relación con la intervención con metodolo-gía AA, considero dos cuestiones principales:

con distintas tablas tipológicas que se convierten en indicadores cronológicos absolutos que, entre otros objetivos, sirven para poner en fase los diagramas es-tratigráfi cos (Figuras 7 y 8).Fichas tipológicas analíticas:— Aparejo. Puesta en obra. Descripción. Elementos

constructivos.— Materiales. Tipo, elaboración, dimensiones, huellas

de herramientas.— Acabados. Morteros.

La mensiocronología es una tipología específi ca de las medidas de elementos manufacturados en se-rie. Para la consecución de series se necesita el apoyo de instrumentos estadísticos (media, regresión, ten-dencia). Para conseguir series mensiocronológicas se necesita obtener muestras con las que formar un ban-co de datos.

El análisis histórico/social de las tipologías permite investigar sobre cronología, producciones, especializa-ciones, movilidad de técnicas y expertos, comercio, etc.

D. Estrategia analítica. ArqueometríaLa aplicación del análisis de Ciencias Naturales per-mite obtener:— Datos de los componentes que conforman los ele-

mentos. — Fechas que datan series cronológicas fl otantes,

momentos de uso o de fabricación del elemento. Para los datos cronológicos de carácter “absoluto”

se deben tener en cuenta las mismas apreciaciones que para los datos obtenidos por medio de las fuen-tes escritas; esto es, se deben contextualizar previa-mente.

Para qué sirve. Principales resultados

En edifi cios cuya única documentación material es el propio resto conservado, desaparecido su yacimiento o si éste no se puede excavar. La única secuencia que se puede conseguir es la propia estratigrafía del edifi -cio. Los elementos secuenciados se podrán comparar con los atlas regionales tipológicos y con los indicios cronológicos (Figura 9).

En el edifi cio pluriestratifi cado. Descripciones y ca-talogaciones correctas. Sometido al método, el análisis estratigráfi co ofrece una descripción correcta, comple-ta, secuenciada y neutra que permite reconstruir con rigor las estructuras originarias. Las contextualizaciones obtenidas permiten aplicar los indicios cronológicos

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Figura 8. Tipología de aparejos constructivos. Santa Clara de Córdoba (GI Arqueología de la Arquitectura, IH, CSIC). I, fin del s. X; II, a. 1236; III, s. XIV; V, a.

1380; V, s. XIX; VI, a. 1962-1973.

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site destruir o pueda conservar. En consecuencia, se debe aceptar que la intervención en el EH es también destructiva y que el desmonte y demolición de sus elementos debe ser efectuado por arqueólogos y so-metido al método de registro arqueológico.

La metodología AA y en concreto su estrategia estratigráfi ca no se debe considerar un “estudio pre-vio” de la intervención arquitectónica. En este sen-tido no es lógico considerar el análisis estratigráfi co del EH como parte de su “levantamiento”, (término referido tradicionalmente a la documentación plani-métrica del edifi cio). La metodología AA debe partici-par en todo el proceso de intervención restauradora en el EH, para registrar las transformaciones que se ejecuten en su materialidad.

El estudio de los procesos constructivos forma parte de la AA, sin que sea necesario diferenciar “Ar-queologías” específi cas dedicadas a etapas históricas determinadas, por ejemplo a la romana, más “cons-tructiva” que “arquitectónica”.

Es inútil pedir al método estratigráfi co resultados más allá de su función. Es inútil que registre proce-

— La metodología AA es propia tanto de arqueólogos como de arquitectos. El arquitecto puede utilizar la metodología AA como un instrumento auxiliar en el necesario análisis del EH. Y si no la utiliza perso-nalmente, al menos debe conocer cómo funciona. Este derecho del arquitecto no merma la labor del arqueólogo, experto en cuestiones históricas y en la datación de los materiales arqueológicos.

— Las decisiones sobre la conservación y el trata-miento de los elementos que conforman la se-cuencia histórica del EH en el proyecto arqui-tectónico competen por igual al arquitecto y al arqueólogo. Este derecho del arqueólogo no mer-ma la labor del arquitecto como experto en el tratamiento de la estructura arquitectónica.

Existe una falsa comprensión de la Arqueología del yacimiento como excavación destructiva y otra tam-bién errónea de la AA como lectura no destructiva. La Arqueología, en sus dos vertientes del yacimiento y el edifi cio, se defi ne metodológicamente como un sistema de registro, al margen de que, para ello, nece-

Figura 9. También se puede analizar un edificio trasladado. San Pedro de la Nave (Zamora). Arriba a la derecha, reconstrucción una vez trasladado (foto,

Iberduero 1932, de MATEOS RODRÍGUEZ, M. A. 1980: San Pedro de la Nave, Colegio de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Zamora, Zamora, foto n.º 14).

Resto de ilustraciones, lectura del alzado longitudinal, planta de excavación, reconstrucción (GI Arqueología de la Arquitectura, IH. CSIC).

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que utiliza el plano-crítico con simbología gráfi ca y la que utiliza la fi cha analítica y el diagrama.

Se debe reconocer que la tipología está estrecha-mente vinculada a la estratigrafía, tanto en su cons-trucción como en las necesarias revisiones a que se debe someter posteriormente. De esta manera se puede entender, por ejemplo, el método de los “clus-ters” de Agustín Azkárate (Vitoria), una ingeniosa y necesaria instrumentalización del criterio de “homo-geneidad y heterogeneidad” para la diferenciación de UE en un edifi cio de tan difícil tratamiento como es la Catedral de Vitoria, probablemente el EH de mayor volumen hasta ahora así estudiado.

Se debe corregir algún caso de diversidad termi-nológica, potenciando el término que se considere más ajustado a su sentido. Por ejemplo, la divergen-cia entre el término “proceso”, empleado por Miguel Ángel Tabales (Sevilla), y el tradicional de “actividad” (asimilable a conjunto sincrónico).

sos dilatados en el tiempo que no correspondan al proceso de construcción / destrucción / restauración, como los de deterioro producidos por procesos bio-lógicos o naturales. El método sólo podrá registrar el inicio del proceso, algún momento intermedio docu-mentado casualmente, y el fi nal o su situación actual. Igual ocurre con el registro de estructuras. Se pue-den efectuar diagramas que intenten explicar cómo eran las estructuras resultantes en cada momento de destrucción / reconstrucción, pero o se circunscriben a los datos que poseemos y por lo tanto no añadi-rán nada nuevo al diagrama de partida, o necesitarán imaginarse cómo eran los elementos desconocidos, perdidos, con lo que se escaparán del campo de da-tos registrables.

El método de registro seguido por la Escuela de Francesco Doglioni (Venecia) parece que obliga a considerar una dualidad de instrumentos contradicto-rios en el registro de las relaciones estratigráfi cas: la

Edifi cio Año Promotor Objetivo Repercusión

1 Santa. Eulalia de Mérida * 1991 Junta de Extremadura I I / Didáctica

2 Torre de Hércules * 1992 Ministerio Obras Públicas y T. I R

3 San Pelayo de Arlanza * 1993 Autofi nanciación I I

4 San Pedro de la Nave * 1996 Autof. / Proyct I+D / Junta Castilla y León I I

5 San Juan de Baños * 1996 Proyect I+D / Junta CyL I I

6 Parroquia Valdetorres Jarama 1996 Comunidad de Madrid R R

7 San Vicente del Valle * 1997 Junta CyL I I

8 Santa María Arcos Tricio * 1997 Proyecto I+D I I

9 San Miguel de Escalada I 1998 Proyecto I+D I -

10 Santa Comba de Bande * 1999 Xunta de Galicia R I

11 San Estevo de Atán * 1999 Xunta de Galicia R -

12 Santa Lucía del Trampal * 1999 Autofi nanciación I I

13 São Gião de Nazaré, Portugal * 2001 IPPAR, Mnstr. Cultura. Portugal R I

14 San Millán de la Cogolla, Suso * 2002 IPHE, Ministerio de Cultura. I I

15 Torre San Pedro Viejo, Madrid * 2003 Equipo de restauración R -

16 San Pantaleón de Losa * 2003 Junta de Castilla y León R R

17 San Martín de Arlucea * 2003 Diputación Foral de Álava R R

18 La Asunción de Viñaspre 2003 Diputación Foral de Álava R -

19 Sé Idanha a Velha, Portugal * 2004 Proyecto I+D I I

20 Universidad Alcalá de Henares 2004 Universidad R R

21 Ermita Los Santiagos Alburquerque * 2005 Proyecto I+D I I

22 Conjuntos industriales, Londres 2005/2007 MoLAS / entidades privadas R Constrc. R

23 Monasterio Santa María La Real, Valdeiglesias 2005/2007 Comunidad de Madrid R R

24 San Miguel de Lillo * 2006 Proyecto I+D I I

25 Colegiata San Isidoro de León 2006/2007 Junta de CyL R I / R

26 Basílica de Segóbriga 2006 Otro grupo de investigación I I

27 Convento Sta. Clara, Córdoba 2006 Fundación Caja Madrid R R

28 Cartuja Santa María de la Defensión 2007 Equipo de restauración R R

29 Santiago del Burgo * 2007 Junta de CyL R R / I

30 Santiago, Villafranca del Bierzo 2007 Junta de CyL R R

31 Murallas de León 2007 Otro grupo de investigación I I

Cuadro. Intervenciones. GI Arqueología de la Arquitectura, IH. CSIC. I: investigación; R: restauración

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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119

chivo Español de Arqueología, 77, 273-318.15. CABALLERO ZOREDA, L. y MURILLO FRAGERO, J. I. (2004): “Cómo se construye una torre mudéjar. La torre de la iglesia de San Pedro el Viejo de Madrid”, Arqueología de la Arquitectura, 3, 39-60. (10*).

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Experiencia metodológica en Arqueología de la Arquitectura de un grupo de investigación. Investigación de Historia. CSIC. Madrid

(*) Esta numeración corresponde al orden que aparece en el cuadro de la página anterior.

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121Didascalia immagineDiagramma rappresentante i percorsi di analisi archeologi-ca e strutturale di un edifi cio storico.

Nel mio intervento discuterò alcune procedure speri-mentate nell’analisi dell’edilizia storica dal gruppo di ricerca che attualmente lavora all’Università di Pado-va, in relazione con i contenuti delle Linee Guida per la valutazione e riduzione del rischio sismico del pa-trimonio culturale, emanate dalla Direzione generale per i beni architettonici e paesaggistici del Ministero per i Beni e le Attività Culturali, in particolare per quanto riguarda la descrizione delle Unità stratigrafi -che murarie (USM) e la loro collocazione nel contesto dell’edifi cio. L’obiettivo è di collegare l’analisi strati-grafi ca ai metodi analitici di documentazione degli equilibri statici, in rapporto ai problemi del rischio (non solo sismico) e del Restauro.

Come è ampiamente noto, in Italia l’applicazione dei metodi stratigrafi ci alle architetture, sperimentata da architetti e archeologi in Liguria, Toscana, Lombar-dia, Veneto e Lazio tra la fi ne degli anni ‘70 e l’inizio

Riassunto

L’intervento discute alcune procedure sperimentate nell’analisi dell’edilizia storica dal gruppo di ricerca che attualmente lavora all’Università di Padova, in re-lazione con i contenuti delle Linee Guida per la valu-tazione e riduzione del rischio sismico del patrimonio culturale, emanate dal Ministero per i Beni e le Attivi-tà Culturali, in particolare per quanto riguarda la des-crizione delle Unità stratigrafi che murarie (USM) e la loro collocazione nel contesto dell’edifi cio. L’obiettivo è di collegare l’analisi stratigrafi ca ai metodi analitici di documentazione degli equilibri statici, in rapporto ai problemi del rischio (non solo sismico) e del Res-tauro.

Parole chiave

Archeologia; stratigrafi a; architetture storiche; preven-zione sismica; restauro.

Procedure di documentazione e percorsi

interpretativi dell’edilizia storica

Gian Pietro Brogiolo

Università di Padova

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anche di un parallelo percorso storico-archi-tettonico.

1. Introduceva una serie di Unità di Riferimento che collocassero le Unità stratigrafi che in con-testi via via più generali.

2. Proponeva una gradualità della documenta-zione, da adattare alla dimensione dell’analisi (da un singolo muro ad un intero centro stori-co) e alla qualità dei rilievi (dai fotopiani alle fotogrammetrie) e delle schede (oltre a quelle di USM proposte da Parenti veniva introdotta una ‘Scheda di archiviazione veloce’ per le analisi speditive.

Gli anni ’90 sono caratterizzati dalla defi nitiva affer-mazione della disciplina, pur attraverso la proposta di nuove idee, emerse in numerosi seminari e con-vegni attraverso il dibattito tra archeologi e architetti restauratori. Sui temi del dibattito, sviluppatosi nella seconda metà degli anni ’90 sulla pagine della rivista ‘Archeologia dell’Architettura’, fondata nel 1996 con Tiziano Mannoni e Roberto Parenti, e nei convegni, rimando alla sintesi che ho presentato nell’incontro del 2002 a Vitoria (Brogiolo, 2002).

Mi limito a ricordare una seconda fase di spe-rimentazione, avviata anche questa in collabora-zione, presso l’Università di Padova, con architetti e ingegneri strutturisti. Da un lato proponevamo (Brogiolo, 1997) differenti percorsi interpretativi ri-costruibili stratigrafi camente: (1) delle murature, (2) degli intonaci, (3) delle parti lignee, di orizzonta-menti e coperture; (4) degli equilibri statici (5) del degrado (come attività postdeposizionali: Leonardi, 1992), (6) delle tecnologie, ossia di processi e cicli produttivi, (7) delle forme, intese come distribuzio-ne gerarchica (spatial archaeology of houses) degli spazi e dei percorsi, (8) delle funzioni. Dall’altro sperimentavamo la concreta applicazione del meto-do stratigrafi co nei percorsi di analisi degli equilibri statici e del degrado (Cagnoni, 1996; Faccio, Mas-ciangelo, Zeka Lorenzi, 1997). I risultati vennero presentati in un convegno a Pontignano organiz-zato con Roberto Parenti il 21-22 marzo del 1997 e che aveva come tema: “Archeologia e Restauro del Monumenti: dieci anni dopo”. Il convegno è rimasto inedito; mi limito a ricordare gli interventi di Paolo Faccio (Stratigrafi a strutturale) e di Gio-vanni Leonardi con Giovanni Cagnoni (Unità Stra-

del decennio successivo (per una sintesi D’Ulizia, 2005), ha trovato poi una sede di confronto e di ve-rifi ca metodologica nel convegno di Pontignano del 1987 (Francovich, Parenti, 1988), nel quale sono emerse due distinte posizioni:

(A). Da un lato, gli stratigrafi puri che, sull’onda dell’entusiamo per le nuove teorie, erano giun-ti a teorizzare il valore assoluto del metodo che nella “prima parte dello studio (...) non ha bisogno di tenere in alcun conto l’importanza storica dei diversi strati” (Harris, 1983: 79). Ve-niva perciò applicato all’edilizia come a qual-siasi deposito archeologico sepolto, senza alcun adattamento specifi co (Parenti, 1985; Pa-renti, 1988). Contro questa invasione di campo si sono mosse le prime critiche, fi no al rifi uto radicale da parte di alcuni architetti (Bonelli, 1986).

(B). Dall’altro, chi sottolineava la complessità e la ricchezza informativa insita nelle stratifi cazioni di un edifi cio, che non potevano essere colte con gli schemi harrisiani concettualmente rigi-di (Doglioni, 1988; Doglioni, 1997).

In quella lunga fase formativa della disciplina, il me-todo che ancora oggi utilizziamo a Padova è frutto dei lavori e delle sperimentazioni condotte tra 1984 e 1986 con alcuni architetti in analisi stratigrafi che fi -nalizzate al restauro (la più importante delle quali ha riguardato il complesso di Valmarina a Bergamo) e alla pianifi cazione urbanistica (nei casi di Pescarzo e Oneta, due centri storici, rispettivamente, in provincia di Brescia e Bergamo). Il metodo è stato presentato al Convegno di Pontignano del 1987 e pubblicato in modo più sistematico nel 1988 nel manuale ‘Archeo-logia dell’edilizia storica’ (Brogiolo, 1988), rimasto fi no ad un paio di anni fa l’unico in Italia. I principi su cui si basava tale metodo erano quattro:

1. Staccandosi dalla teoria di Harris (1983), sos-teneva innanzitutto le differenze della strati-grafi a sepolta, che si forma sulla base di leggi deterministiche, rispetto a quella in elevato, in larga misura artifi ciale.

1. Ribadiva la necessità, per una corretta com-prensione dei valori formali e funzionali di un edifi cio, non solo dell’analisi stratigrafi ca, ma

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sistema informativo in grado di garantirne la gestione (p. 33):

1. un’analisi storico-critica ottenuta tramite ‘rilie-vo geometrico ed eventuali analisi metrologi-che (…) l’analisi tipologica, il lessico costrut-tivo (…) la conoscenza delle tecniche e dei materiali’;

1. la rappresentazione sul rilievo ‘di eventuali danni strutturali e del degrado di superfi cie’;

1. una ‘anamnesi ragionata e documentata de-lle trasformazioni, manomissioni, interventi di restauro e di manutenzione;

1. un’analisi delle ‘proprietà meccaniche e chimi-co-fi siche dei materiali in opera;

2. un’analisi dei dissesti. In queste proposte analitiche non si fa mai cenno alla necessi-tà di un’indagine stratigrafi ca del manufatto, che viene anzi rinviata alla fase di cantiere, nella quale è possibile ‘l’aggiornamento della conoscenza scientifi ca di ciascun manufatto, mediante i rilievi archeologici e architettoni-ci, gli scavi stratigrafi ci, l’osservazione diretta dell’opera costruita, la diagnostica’.

Partendo infi ne dal principio che l’edilizia storica è ‘diffi cile da inquadrare in una casistica anche appros-simativa’, il gruppo di lavoro esprime un giudizio aprioristicamente e pesantemente negativo nei con-fronti ‘della nuova ingegneria strutturale che tende a reinterpretare, non conoscendoli, gli antichi orga-nismi’. Ne biasima altresì ‘l’irrazionalità di applicare teorie e modelli di calcolo concepiti per le strutture moderne al patrimonio storico e/o archeologico’. Per concludere che ‘il calcolo strutturale fondato sulla meccanica razionale, che utilizza, per interpretare la natura, modelli teorici semplifi cati e formulati anali-ticamente, si presta a una sempre più spinta specia-lizzazione che allontana il progettista dalla pratica di cantiere e rende diffi cile l’apprezzamento di leggi e potenzialità del costruito storico tanto da potersi defi nire dannoso il tentativo di forzarlo a rispondere esclusivamente agli schemi propri del calcolo e alla ineluttabilità della normativa. Solo recentemente lo sviluppo del calcolo agli elementi fi niti ha consenti-to di approssimare in modo più puntuale il compor-tamento statico delle antiche costruzioni, facendo

tigrafi che e Unità Stratigrafi che di Trasformazione: processi post-deposizionali, degrad,, etc.), in parte recuperati negli articoli pubblicati nel secondo nu-mero della rivista “Archeologia dell’Architettura”.

Questa impostazione, che non ha avuto seguito allora per la diaspora del gruppo di lavoro che l’aveva sviluppata, è stata ripresa recentemente nelle Linee Guida per la valutazione e riduzione del rischio sis-mico del patrimonio culturale. Le “Linee Guida” sono il risultato dei lavori di una commissione, istituita dal Ministero per i Beni e le Attività Culturali, composta unicamente da architetti ed ingegneri, che hanno pe-raltro introdotto nel documento quei principi della stratigrafi a in relazione al restauro, emersi nel dibattito della metà degli anni ‘90. Le “Linee guida” sono pre-viste obbligatoriamente per gli edifi ci storici sogget-ti a vincolo, ma il documento auspica l’applicazione all’intero patrimonio storico architettonico. A comple-tamento di questa normativa, una seconda commis-sione, della quale fanno parte questa volta anche gli archeologi, sta lavorando alle procedure di valutazio-ne del rischio del patrimonio archeologico conservato allo stato di rudere, strutture con differenti tipologie edilizie, dagli edifi ci di spettacolo romani, alle mura, agli acquedotti; dalle chiese ai castelli.

Nel periodo intercorso tra queste due commissio-ni, un terzo gruppo di lavoro, patrocinato dalla “Di-rezione archeologica” del medesimo Ministero per i Beni e le Attività Culturali, ha prodotto un suo docu-mento, scritto da S. D’Agostino, F. Cairoli, M.L. Giu-liani, E. Conforto, E. Guidoboni, dal titolo Raccoman-dazioni per la redazione di progetti e l’esecuzione di interventi per la conservazione del costruito archeo-logico. In questo documento, a differenza delle “Li-nee Guida” non vi è che qualche fugace accenno alla stratigrafi a, alla quale non si riconosce peraltro alcun ruolo normativo. Come si esplicita nell’introduzione, il documento intende supplire alla lacuna delle “Linee Guida” che non trattano dei Beni Archeologici. Rimar-ca peraltro che ‘le recenti normative strutturali vanno applicate con estrema cautela al tessuto archeologico e ciò vale anche per le recenti linee guida per la valu-tazione e riduzione del rischio sismico del patrimonio culturale del Ministero per i Beni e le Attività Culturali che si rivolgono al patrimonio storico, ignorando le specifi cità di quello archeologico’. Esattamente il con-tario di quello che propongono le “Linee Guida”. Il percorso di conoscenza che viene proposto è inoltre basato su una generica elencazione di indagini non inserite in un iter logico che preveda schede e un

Procedure di documentazione e percorsi interpretativi dell’edilizia storica

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rre specifi che procedure di analisi e interpretazione, che sperimenteremo nel lavoro della commissione ministeriale. In uno specifi co contributo, che verrà pubblicato nel prossimo numero di “Archeologia dell’Architettura”, entrerò nel dettaglio di come il metodo da noi utilizzato a Padova debba essere mo-difi cato per integrarsi con le proposte delle “Linee Guida”. In questa sede mi limito a defi nire concet-tualmente il problema, riallacciandomi all’impianto teorico-metodologico impostato tra 1984 e 1997. In un convegno, organizzato nei giorni 25-27 settembre 2010 a Gavi (Piemonte), se ne tornerà a discutere con un gruppo più ampio di studiosi.

Punto di partenza di questa rifl essione, risultato di un confronto dal quale è nata negli anni ’80-‘90 la disciplina, è che l’Archeologia dell’Architettura è un indirizzo di confi ne tra differenti ambiti disciplinari, sia per la conoscenza, sia per le ricadute. Non può dunque arroccarsi in un proprio spazio chiuso, dove peraltro molti vorrebbero confi narla, ma deve misu-rarsi con chi studia gli aspetti strutturali e di degrado di un edifi cio. Il suo fi ne è certo, prioritariamente per un archeologo, la conoscenza storica, ma i suoi risul-tati devono essere parimenti utili alle discipline del Restauro. Se non fa questa scelta, è destinata a dive-nire un semplice strumento utilizzato da altre discipli-ne. Ribadire la sua autonomia signifi ca riconoscersi in pochi principi condivisi:

1. I criteri di conoscenza storica, in architettura, non possono che partire da un’analisi stratigrafi ca. Ques-ta si fonda sul riconoscimento delle unità stratigrafi -che e dei relativi rapporti, in base ai quali costruire una sequenza organizzata in un diagramma. Il risulta-to sono sequenze integrate di: costruzione originaria (ricostruendo la storia del cantiere dal progetto alla realizzazione: Mannoni, Boato, 2002); trasformazione (fasi successive di demolizione e ricostruzione, com-presi interventi di consolidamento/restauro); degra-do/dissesto naturale ed antropico; cambiamenti negli equilibri statici. Queste ultime, concettualmente defi -nite fi n dagli anni ’90 come ‘unità postdeposizionali’, comprendono il degrado, le deformazioni e le fessu-razioni: sono particolarmente importanti ai fi ni della comprensione dell’eventuale condizione di rischio del manufatto stesso. Nella sequenza potranno talora risultare il momento di avvio e, se l’azione è conclu-sa, anche di risoluzione del danno, eventualmente a seguito dell’introduzione di specifi ci presidi. Questi

intravedere la possibilità di superare la inconcilia-bilità tra approcci epistemologici tanto diversi’. Per gli estensori del documento l’alternativa è di rico-rrere alla ‘sensibilità culturale ed alla capacità pro-fessionale del progettista (in grado) di interpretare opportunamente il quadro normativo, leggendolo nella puntuale specifi cità del contesto archeologico in un serrato confronto con l’Ente di tutela’. Sulla base di queste premesse, appare diffi cile garantire che gli interventi di manutenzione e restauro siano fi nalizzati al ‘rispetto della concezione costruttiva del manufatto archeologico e all’uso di materiali e tecni-che compatibili con la reversibilità’.

Generica è infi ne la defi nizione dei concetti teorici di vulnerabilità (‘predisposizione ad essere danneg-giato o dal suo stesso stato di degrado (fi no al collas-so) o da un possibile evento ambientale (terremoti, frane, dissesti) o antropico’), pericolosità (‘frequenza e la grandezza di eventi in grado di compromettere l’integrità del manufatto’) e rischio (eventualità/pro-babilità di subire danni). In particolare, per quanto riguarda la vulnerabilità, la distinzione tra una com-ponente “intrinseca”, legata alla concezione costrutti-va dell’opera e al processo di modifi cazione avvenuto nel corso di lunghe vicende storiche, e una compo-nente “aggiunta” causata dallo stato di degrado, appa-re inopportuna perché si tratta di fenomeni tra loro collegati in una sequenza unica.

A differenza delle “Raccomandazioni” che ripro-pongono un percorso di consocenza tradizionale dell’architettura, l’importanza delle “Linee Guida”, sul piano teorico, sta nel riconoscere uffi cialmente che la conoscenza dell’edifi cio non può prescindere da un’analisi complessa, attraverso una pluralità di percorsi di cui centrali sono l’analisi stratigrafi ca e l’analisi strutturale. I due percorsi di analisi strati-grafi ca e strutturale sono fondamentali non solo per la prevenzione (dalla valutazione del rischio al res-tauro) ma anche per la conoscenza esaustiva di un edifi cio. Anche il secondo (quello relativo all’analisi strutturale) produce informazione storica, in quanto consente di conoscere: (1) le tecniche inizialmen-te adottate per assicurare un equilibrio statico; (2) quando e in che modo questi equilibri sono stati alterati (a seguito di evento distruttivo naturale o per decisione del proprietario); (3) quali presidi sono stati attivati per rimediare a tale rottura. Il secondo percorso si inserisce dunque, sulla base della speri-mentazione della metà degli anni ’90, nell’impianto teorico della disciplina, anche se occorre introdu-

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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conoscibili e reversibili e praticando eventuali sacrifi ci a vantaggio di una miglior conoscenza del manufatto.Accettati questi principi, il percorso analitico, aperto a tutte le discipline coinvolte nello studio delle architetture, deve proporsi la raccolta di una pluralità di informazioni, organizzate in schede, rappresentate quando necessario in rilievi bi e tridimensionali e inserite in un GIS, nel caso di progetti complessi, come ad esempio, lo studio delle architetture residenziali di Padova, nel quale siamo attualmente coinvolti. In questo progetto, le informazioni sono così articolate:

(a) Fonti storiche (edite ed inedite), cartografi che, catastali, bibliografi che, relative alle fasi di cos-truzione, uso, trasformazione, restauro del ma-nufatto.

(b) Individuazione dell’edifi cio nelle sue condizioni attuali, all’interno di un complesso architettoni-co e nella sua articolazione in corpi di fabbrica, setti murari distinti tra perimetrali e divisori in-terni, collegamenti verticali quali scale, ecc., altri elementi strutturali portanti, orizzontali (archi di aperture e di scarico) e verticali (pilastri, colon-ne), fondazioni (quando osservabili).

(c) Analisi stratigrafi ca, attraverso i metodi codifi ca-ti dall’archeologia dell’architettura, individuando le singole unità stratigrafi che che compongono il manufatto, riconoscendone i rapporti e in base a questi proporre una sequenza periodizzata.

(d) Analisi archeometrica delle tecniche costruttive murarie, individuate in base all’analisi stratigrafi -ca. Un manufatto può averne una soltanto o tante quante sono le sue fasi costruttive. Di ciascuna vanno defi niti i parametri: materiali e loro lavo-razione, dimensione, disposizione dei corsi nei paramenti e tessitura complessiva, natura, con-sistenza, spessore dei leganti. Le singole tecniche costruttive vanno dunque documentate non solo come tessiture superfi ciali (paramenti), ma come un insieme tridimensionale di connessioni in cui la muratura si lega a seconda dei diversi compo-nenti della stessa.

(e) Descrizione delle connessioni. Oltre alle con-nessioni all’interno della singola muratura, van-no individuate e descritte quelle tra setti (nelle

ultimi saranno riconoscibili nelle catene, nei barba-cani, nelle cinture metalliche ecc. , unità stratigrafi -che che vanno documentate e inserite nella sequenza complessiva al pari delle altre, anche se la loro va-lutazione sarà di prioritario interesse per chi dovrà poi progettare la messa in sicurezza del manufatto. In altre parole, l’analisi stratigrafi ca così concepita avrà come risultato tre storie intrecciate tra loro: della cos-truzione, del degrado/dissesto e dei restauri. A queste sequenze documentate in alzato, e che possono esse-re ulteriormente articolate come ho sopra indicato in sequenze di intonaci (Arce, Doglioni, Parenti, 1996), parti lignee (Serafi ni, 1996) ecc., sono da aggiunge-re le stratigrafi e sepolte naturali e antropiche su cui insiste il rudere, oggetto in alcuni casi di un’indagine parallela che va condotta unitamente a quella degli alzati.

2. Se si accetta il principio sopraesposto, unifor-mare le procedure è un auspicio, non una neces-sità imprescindibile. In Italia lo si è tentato senza successo alla metà degli anni ’90, ma forse allora i tempi erano prematuri. Ora che l’analisi stratigrafi -ca è accettata anche a livello uffi ciale, i tempi sono forse più adatti e proprio le indicazioni delle “Linee Guida”, per la loro cogente normativa, potrebbero fornirne lo spunto, ma, ribadisco, non è imprescin-dibile.

3. Lo studio delle architetture non può essere disgiun-to da quello delle tecniche costruttive (delle singole murature e della struttura architettonica dell’edifi cio nel suo complesso); è dunque opportuno, seguendo la stra-da indicata da Tiziano Mannoni fi n dal 1976 (Mannoni, 1976), costruire banche dati, su base regionale, a partire dall’edito e sulla base di apposite schede, che tengano conto non solo degli aspetti materiali ma anche di quelli strutturali (infra).

4. Chi studia le architetture non si può esimere dal soste-nere un ultimo principio, sul quale molto si è impegnato Riccardo Francovich (Francovich, 2008, in particolare: 149-170) un principio che potremmo defi nire di etica culturale nella conservazione e nel Restauro: occorre preservare lo spessore informativo storico di una archi-tettura, il che signifi ca realizzare solo gli interventi di presidio indispensabili, facendo in modo che siano ri-

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ne. I primi, in base al loro interesse prevalentemente storico, a partire da una serie di modelli interpretativi (di storia politica, di storia socioeconomica, di storia delle tecnologie o di storia ideologico-culturale come è di moda oggi in una fase post-processualista che mi pare stia comunque tramontando) cercheranno di ri-comporre i dati analitici in una narrazione storica. Per gli altri il percorso interpretativo si traduce in questa fase nella costruzione, attraverso opportuni algoritmi, di modelli meccanici fi niti che spiegano perché gli equilibri statici consentano all’edifi cio di stare su e quali sono le lacune, le discontinuità che ne mettono in crisi la stabilità.

L’analisi interpretativa dell’archeologo ha due po-tenziali ricadute: può infatti risultare non solo un contributo alla conoscenza in sé e al dibattito storio-grafi co in corso su temi inerenti la storia delle archi-tetture, ma anche un racconto (non necessariamento scritto, ma anche sotto forma di ricostruzione grafi ca o multimediale) accessibile ad un largo pubblico di potenziali visitatori, in altre parole fi nalizzato ad un ‘uso pubblico della storia’ sui cui signifi cati si è so-ffermata Andreina Ricci (Ricci, 1996; Ricci, 2006), in grado di attrarre l’interesse del pubblico non spe-cialista. Premessa questa indispensabile per una co-rretta valorizzazione, senza la quale il rudere non resterà che un ingombrante e incompreso mucchio di sassi. Sull’altro versante, il risultato della valuta-zione degli equilibri statici è costituito dai progetti di manutenzione programmata e di interventi puntuali. C’è peraltro, come dicevo, un ulteriore momento di confronto comune a conclusione dei due percosi: è il controllo della perdita di spessore stratigrafi co che si può operare attraverso interventi di restauro/manutenzione (Franceschi e al., 2000). Se questi non partono da una conoscenza stratigrafi ca è assai pro-babile che vadano a incidere sullo spessore storico del manufatto, cancellando ad esempio, anche in in-terventi dichiaratemente di conservazione, parametri rilevanti, come intonaci stratifi cati o leganti originari, o nascondedo quei nessi stratigrafi ci tra una unità e l’altra che ci consentono di ricostruire la sequen-za, premessa indispensabile per qualsiasi valutazio-ne storica o strutturale (Treccani, 2000). Tanto più è necessario conservare la visibilità di questi elementi, se operiamo su un manufatto architettonico che si qualifi ca per il suo spessore storico oltre che per il suo aspetto formale e dimensionale.

angolate), tra pareti e orizzontamenti, tra colle-gamenti verticali (tra setti e pilastri/colonne), tra distinti corpi di fabbrica. Le connessioni sono infatti importanti per determinare l’attuale equi-librio statico dell’edifi cio; la loro mancanza, come discontinuità costruttiva o interfaccia di demolizione o distacco a seguito di cedimen-to e/o fessurazione rivela gli elementi critici del sistema costruttivo osservabile in elevato. A questi dati, di per sé sovente già signifi cativi, vanno peraltro aggiunti quelli documentabili nel sottosuolo, attraverso prospezioni, carotaggi e lo scavo stratigrafi co.

(f) Stratigrafi e del sottosuolo. Le condizioni stati-che di un edifi cio sono in stretta relazione con la condizione geologica del sottosuolo. Nel caso dei ruderi archeologici è presumibile che la par-te superiore del deposito sepolto corrisponda a livelli antropici, che vanno indagati stratigrafi -camente. Questo signifi ca che la collaborazione tra archeologi e ingegneri/architetti deve essere stretta anche in questa fase conoscitiva, sia essa circoscritta a carotaggi, o estesa a sondaggi o a scavi su ampia superfi cie. Ai primi interesserà soprattutto una ricostruzione storica in relazione alla vita del manufatto e ad eventuali preesisten-ze, secondo le epistemoologie della ricerca ar-cheologica; ai secondi, oltre ad una valutazione della resistenza sismica attuale, l’individuazione di eventi traumatici storici, quali alluvioni, frane e altri disastri ambientali.

L’insieme di questi dati, raccolti in un siste-ma schedografi co implementato nel GIS, rappre-sentato per quanto riguarda le sequenze in un diagramma stratigrafi co e descritto in una rela-zione preliminare, ha una duplice valenza: da un lato rappresenta una conoscenza storica appro-fondita, nella quale i differenti elementi possono essere ricondotti alla sequenza complessiva del manufatto; dall’altro forniscono informazioni in-dispensabili per la successiva tappa interpretati-va, nella quale i percorsi si biforcano.

Raccolte le informazioni attraverso l’aggregazione de-lle specifi che competenze, nella fase interpretativa, archeologi da un lato e ingegneri/architetti dall’altro si separeranno, provvisoriamente in realtà, perché, come vedremo, li attende ancora una fase operativa comu-

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129comparazione dei diversi tipi di bordo nelle diver-se culture costruttive, e in particolare di quelli legati all’attività del cantiere.

Affronta le questioni del rapporto tra stratigrafi a e restauro attraverso l’autenticità per relazione”, e richia-ma la questione del “rischio architettonico”, ossia di as-setti nascosti sottostrato e della conseguente necessità di accertamento attraverso saggi e demolizioni mirate.

Parole chiave

Costruzione, topografi a storica, semeiotica dei contat-ti, autenticità, restauro

Abstract

After the proposal of a descriptive synergy of the words “construction” and “stratifi cation”, the piece of writing deals with the matter of the reciprocal con-tributions between stratigraphy and the architectural text whose material is investigated. The paper deve-lops the topic of some possible methodological and

Francesco Doglioni è professore associato di Res-tauro Architettonico presso la Facoltà di Architettura dell’Università IUAV di Venezia. Sul tema dei rapporti tra lettura stratigrafi ca e restauro dell’architettura ha pubblicato nel 1997 il testo “Stratigrafi a e Restauro. Conoscenza e conservazione dell’architettura”.

Riassunto

Dopo aver proposto la sinergia descrittiva delle pa-role “costruzione” e “stratifi cazione”, lo scritto affron-ta la questione dei reciproci apporti tra stratigrafi a e testo architettonico di cui essa esamina la materia. Sviluppa il tema degli adattamenti metodologici e operativi dell’impianto di Harris, per applicarlo più effi cacemente all’architettura e per renderlo funziona-le al restauro. Tratta la questione dei “punti proban-ti” e delle “superfi ci di trasferimento” come elementi fondativi della conoscenza e del restauro, e mette a fuoco le diversità epistemologiche e operative legate alle due diverse fi nalizzazioni. Illustra una “semeioti-ca dei punti di contatto stratigrafi co” come tecnica di rilevamento delle evidenze, articolata in diversi tipi di bordo, limite e interfaccia. Propone una lettura e

I segni della stratifi cazione nelle’ architettura

construita. Identifi cazione e conservazione

nel restauro

Francesco Doglioni

Università IUAV di Venezia

[email protected]

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mo conoscere i modi della sua costruzione, ma per comprendere come la costruzione è stata realizzata nel tempo dobbiamo saper riconoscere come è stata deposta/stratifi cata…

Una constatazione appare evidente: la caratterizza-zione conoscitiva dei modi costruttivi dell’architettura, delle culture materiali di aree e di tempi diversi, ha tratto da questo intreccio un vigoroso impulso1: da un lato perché la stratigrafi a svolge un ruolo esegetico nell’interpretare i diversi documenti costruiti —tali ci appaiono, sempre di più, i monumenti— ed è in gra-do di formare in ciascuna costruzione la sequenza de-lle diverse espressioni di cultura materiale in essa pre-senti. Rappresenta dunque, per lo studio delle culture costruttive, un fondamentale strumento d’ordine, che Luis Caballero in questo incontro ha defi nito come il valor instrumental della stratigrafi a.

D’altro lato, l’accresciuta conoscenza dei modi costruttivi permette di capire meglio che cosa è ugua-le e continuo e che cosa è diverso e discontinuo, ossia contribuisce a identifi care gli strati in base alla speci-fi ca caratterizzazione costruttiva di ciascuno: dunque offre essa stessa alla lettura stratigrafi ca uno strumen-to essenziale di individuazione prima e di descrizio-ne/comparazione poi, necessario tra l’altro a condu-rre con rigore la prima semplifi cazione interpretativa della complessità stratifi cata, ossia l’istituzione dei ra-pporti di correlazione tra unità non contigue.

Non vogliamo certo ridurre l’architettura a somma di strati di materia costruita, ma proponiamo la stra-tigrafi a come una delle letture possibili delle architet-ture reali, complementare ad altre letture, funzionale soprattutto a chi intenda entrare in contatto diretto con la materia e la logica costitutiva di ciascuna; e questo passaggio, pur importante per chi vuole co-noscere a fondo una data architettura, è indispensabi-le per chi intende restaurarla conservandole il patri-monio di tracce e di materie signifi cative.

Luis Caballero in questo incontro ha proposto la stratigrafi a come primus inter pares tra gli strumenti di lettura delle architetture costruite. Concordo piena-mente, per il motivo che la stratigrafi a produce di per sè un contenuto conoscitivo (la suddivisione in strati/parti e la loro sequenza) in grado di diventare il contenitore di altre conoscenze, le quali possono

operational adjustments of the Harris system, in or-der to let it be better applicable to architecture and functional to restoration. It deals with the matter of the “convincing points” and of the “transfer surfaces” as the foundations of knowledge and restoration, and focuses on the cognitive-aimed and operational diffe-rences which are linked to the two different goals. It illustrates a “semeiotic of the stratigraphical contact points” as a survey technique for the stratigraphical evidences, which is articulated in some different kinds of edge, limit and interface. It suggests a comparative reading of the different kinds of edge in the different constructive cultures, particularly in those ones which are reated to the construction-site activity.

The paper handles the matters of the relations-hip between stratigraphy and restoration by means of the concept of “authenticity through realtionship” and points out the issue of the “architectural risk”, that is the presence of hidden structures underneath the layer, so as to require some verifi cation tests and apposite demolitions.

Nel rifl ettere sul ruolo che la stratigrafi a va assu-mendo nello studio interpretativo delle architetture, siamo tentati di utilizzare le parole costruzione e stratifi cazione come sinonimi. Anche se può appa-rire un uso forzato, l’immagine del gesto ritmico con cui il muratore posa una pietra sull’altra ci ricorda che ogni fabbrica è costruita e trasformata realizzan-do strati —o formando interfacce— in una data se-quenza. Inoltre, se la stratifi cazione è formata dalla posa in successione di entità in sé omogeneamente costruite ma tra loro distinguibili, che chiamiamo strati, il modo con cui ciascuno strato è deposto, ossia costruito, gli deriva dalla cultura costruttiva che lo ha prodotto e varia al variare di questa, sia pure entro certi limiti. Da questa interdipendenza deriva comunque una evidente sinergia descrittiva nell’utilizzo dei due termini, costruzione e stratifi ca-zione, a designare letture necessariamente comple-mentari dello stesso processo, e rivolte in defi nitiva a conoscere e descrivere l’anatomia della fabbrica nella sua evoluzione formativa: l’una —costruzio-ne— maggiormente rivolta ai modi con cui è stata compiuta ciascuna azione costruttiva; l’altra —stra-tifi cazione— più interessata alla sequenza con cui è stata formata/deposta. Ne consegue una sorta di circolarità continua, in cui per saper riconoscere e interpretare i segni della stratifi cazione dobbia-

Tra i contributi recenti vedi, in Italia, Fiorani, Esposito, 2005; in Spagna,

Azkarate, Quirós, , 2005.

1

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le singole parti e la sequenza stratigrafi ca di insieme costruita in base ad essi possono essere utilizzati per una esegesi storico-cronologica del testo architettoni-co: esisteva (la materia che forma) quella fi nestra al momento della costruzione iniziale, o è stata demoli-ta/costruita successivamente? La natura sincronica di una confi gurazione osservabile, se le materie costrui-te che le danno forma appartengono alla stessa fase costruttiva, o il suo rivelarsi come l’esito di un pro-cesso diacronico che ha mutato nel tempo le materie e di conseguenza le confi gurazioni, sono due esiti diversi, entrambi signifi cativi, dell’esegesi della fonte materiale dell’architettura che la stratigrafi a —spesso, non sempre— consente. Questa sorta di fi lologia de-lla materia costruita si estende, come includendole, alle confi gurazioni architettoniche che attraverso la materia sono state realizzate nel tempo. La sequen-za stratifi cata di immagini ricostruttive di una stessa fabbrica diviene quindi un contributo propedeutico alla sua storia, e la verifi ca compiuta ne consente un utilizzo più pertinente e affi dabile per la storia dell’architettura di quanto non lo siano immagini di manufatti non sottoposti a questo vaglio.2

Ma c’è un effetto di ritorno dall’architettura alla stratigrafi a che vuole studiarla.

Proprio perchè formati da materie costruite allo scopo di raggiungere precise confi gurazioni, gli strati di una architettura sono fortemente caratterizzati, so-prattutto in superfi cie; ed è proprio questa caratteriz-zazione intenzionale che, a mio avviso, non può non entrare nel processo di riconoscimento e caratteriz-zazione degli strati e dei loro contatti, infl uenzando i modi e gli strumenti della stratigrafi a quando applica-ta all’architettura.

A questo proposito, riassumo alcuni adattamenti del percorso di rilevamento e interpretazione dei dati stratigrafi ci per l’architettura, da me proposto alcuni anni fa3. Dichiaro che la mia visione è certamente in-fl uenzata dal fatto di collocarsi all’interno del circuito continuo “conoscere per conservare”, in cui la conos-cenza è intesa come fondamento dell’azione conser-vativa, e “conservare per conoscere” (Torsello, 1988),

fruire così di una struttura d’ordine tratta dalla cos-truzione stessa e capace di rappresentarla con schemi effi caci. Qualsiasi conoscenza mirata al dettaglio —si pensi alla datazione con radiocarbonio di un legno inserito in una muratura—, se collegata a una data unità stratigrafi ca, si incardina in un punto preciso della sequenza; il sistema relazionale della stratigrafi a può così diventare il sistema d’ordine di tutti i dati e di tutti i risultati delle ricerche archeometriche opera-te sulla costruzione. A loro volta i dati, che ricevono nuova forza dall’essere così incardinati, arricchiran-no la sequenza e potranno interagire tra loro e con la sequenza stessa, e talvolta metterla in discussione, ponendo nuovi dubbi o consentendo più articolate verifi che e costruzioni interpretative.

Solo la stratigrafi a, credo, è in grado di formare la “topografi a storica” delle materie degli edifi ci alla quale collegare le ulteriori analisi e conoscenze ar-cheometriche. Queste, simmetricamente, sono in gra-do di dare nuovi contenuti e signifi cati ai singoli strati e, attraverso questi, all’intera costruzione.

Proprio per la responsabilità che deriva da questa funzione cardine, la stratigrafi a deve essere condotta con rigore, dichiarando il proprio metodo, i protocolli e le convenzioni interpretative su cui si basa. E, so-prattutto, non deve ricercare a ogni costo la comple-tezza quando si riveli irraggiungibile se non a prezzo di forzature, e denunciare di continuo i dubbi, la di-versa attendibilità dei dati su cui si fonda e la quota interpretativa che l’operatore ha introdotto.

Sarebbe opportuno, a questo proposito, che si sviluppassero gli esperimenti di reciproco “collaudo” delle letture stratigrafi che compiute in modo indipen-dente da più studiosi su uno stesso oggetto. Forse inizieremmo a litigare di più di quanto non facciamo ora, e potremmo constatare la legittimità di letture an-che profondamente diverse, ma sarebbe un modo uti-le a far crescere questa tecnica analitica; individuando i punti di concordanza-discordanza, potremmo esa-minarne in profondità la natura, mettendo alla prova la possibilità teorico-metodologica e concretamente operativa di giungere a una interpretazione condivisa.

La stratigrafi a osserva la materia costruita di una architettura e non l’architettura tout-court, e questo ha almeno due conseguenze.

Esaminando i possibili apporti alla conoscenza di una architettura, la stratigrafi a è in grado di accertare quale rapporto esiste tra le componenti materiali di un manufatto che ne determinano l’attuale confi gu-razione visibile. I rapporti cronologico-costruttivi tra

Sul tema della lettura stratigrafi ca di manufatti altamente formalizzati sotto

il profi lo architettonico, e della connessione tra lettura stratigrafi ca e fonti

bibliografi co-archivistiche, vedi la ricerca compiuta sul Teatro Olimpico di

Vicenza in Danzi (in corso di stampa).

Su questo e su altri temi trattati in questo testo, vedi in particolare Do-

glioni, 1997.

2

3

I segni della stratifi cacione nelle architettura construita. Identifi cazione e conservazione nel restauro

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evidente della sequenza con cui è avvenuto un proces-so. Altre invece sono incomplete, diffi cilmente inter-pretabili quando non apparentemente contraddittorie, e hanno comunque natura indiziaria; ossia richiedono una quota di valutazione interpretativa via via maggio-re, dando più spazio a dubbi e a argomenti contrari che vanno attentamente presi in esame. Riteniamo che la diversa evidenza e capacità di risoluzione informati-va delle tracce fi siche debba essere registrata insieme al dato stratigrafi co, in modo da segnalare la presenza di una più o meno marcata componente interpretativa.

Dunque, se pure l’informazione stratigrafi ca è pre-sente su tutta la superfi cie osservabile, solo in un nu-mero limitato di punti raggiunge l’auto-evidenza, che possiamo defi nire come la capacità autonoma di di-mostrare univocamente un rapporto tra strati generan-do così un tratto di sequenza cronologica, e al tempo stesso sbarrando la strada a falsifi cazioni, ossia a in-terpretazioni diverse o contrarie del dato materiale. Su questo, mi pare vi sia accordo di sostanza tra più stu-diosi: Agustín Azkarate ha parlato di punto de compro-bación estratigráfi ca, Fernando Vegas e Camilla Mileto di informazione in pochi centimetri quadrati.

Questa constatazione ha più conseguenze. L’esten-sione e la chiarezza della leggibilità stratigrafi ca di una costruzione è data dalla compresenza di due elementi: l’esistenza di un numero signifi cativo di “punti strati-grafi camente probanti” ben osservabili, e la presenza a vista di superfi ci unitarie e continue “di trasferimento” dell’informazione da un punto probante a un altro. Una superfi cie “di trasferimento” è tale se ci permette, con l’evidenza dovuta alla sua accertabile continuità costrut-tiva, di porre in relazione il tratto di sequenza desunto da un “punto stratigrafi camente probante” su un suo margine con il tratto di sequenza di un altro “punto” posto su un altro margine della stessa superfi cie.

L’informazione stratigrafi ca, in una costruzione, può essere paragonata a un fl usso che transita su-lle sue superfi ci senza essere interrotto, per effetto di una sorta di “conducibilità” informativa, paragonabile a quella elettrica.

Ci accorgiamo così, al tempo stesso, di quanto potente possa essere l’informazione stratigrafi ca e di quanto fragili siano i suoi elementi conduttori: è suffi ciente una quota anche piccola, se ben conserva-ta e leggibile, delle superfi ci di una costruzione, per consentire il fl usso informativo, ma per interromperlo basta un colpo di martello in un punto probante, o una cazzuola di malta che lo copre. Quale responsa-bilità per i restauratori!

in cui il fi ne della conservazione è costituito dal man-tenere aperta la possibilità di conoscere l’architettura attraverso la materia che la forma.

Non sono dunque un archeologo “puro”, ma sento e pratico la responsabilità di agire nel campo del res-tauro di architetture, senso di responsabilità che cerco di trasmettere ai miei studenti.

Pur considerando fondamentale il riferimento alla metodica stratigrafi ca harrisiana concepita per lo scavo archeologico (Harris, 1979), ho constatato nell’applicarla alle costruzioni l’insorgere di alcune diffi coltà, concettuali e operative, legate alle differenze tra stratifi cazione costruita e deposito archeologico.

Ho osservato in primo luogo come la stratigrafi a concepita per lo scavo non tenga pienamente conto di alcune peculiarità qualitative che caratterizzano l’architettura fi n dalla sua costruzione; o, meglio, ne tiene conto descrivendole poi nelle schede di unità stratigrafi ca, assai meno nella fase di individuazione degli strati e della loro sequenza.

Agli aspetti qualitativi della materia costruita —ossia relativi ai “modi” della costruzione— il restauro deve essere particolarmente attento proprio per poterli con-servare; è naturale che alla stratigrafi a, applicata alla materia dell’architettura, richieda di includerli organica-mente nel proprio schema d’ordine per poter fare pie-no affi damento su di esso, non fosse che per evitare di formarne un altro separato e diffi cilmente comunicante.

Ho dovuto prendere atto che la leggibilità strati-grafi ca di una costruzione, considerata in fase “stati-ca”, ossia così come si presenta senza saggi stratigra-fi ci o azioni assimilabili allo “scavo”, dipende dalla natura delle superfi ci che offre alla vista e dai contatti al margine tra le diverse superfi ci di strato osservabili; è perciò necessariamente parziale, e dipende in larga misura dalla presenza o meno di strati di rivestimento unifi canti, dal degrado e dal dissesto, ossia da fattori che possono ridurre o accentuare la visibilità delle superfi ci di strato e delle discontinuità tra di esse.

Inoltre le diverse tracce attraverso cui si manifes-ta la stratifi cazione, presenti e visibili su superfi ci e perimetri, e che interessano solo una quota, a volte piccola, del totale delle superfi ci, non hanno tutte la stessa evidenza e capacità di risoluzione; alcune sono così evidenti che la loro lettura immediata e istintiva viene confermata dall’esame razionale e obiettivo, con nulle o limitatissime possibilità di trovare argomenti a favore di una interpretazione diversa. In questi casi si può affermare che la traccia assume il signifi cato di dato stratigrafi camente probante, costituisce la prova

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pratico, alla parte ipotetica e fortemente interpretativa delle restituzioni architettoniche: non può e non deve metterle in atto nella fabbrica. È interessato, invece, al “senso” che queste interpretazioni possono dare alla fabbrica, e al signifi cato enigmatico, di documento non ancora del tutto decifrato, di cui risulta caricata la traccia che a queste interpretazioni dà appiglio.

Lo sviluppo della conoscenza costituisce dunque una vita parallela della fabbrica, e il restauro deve, come ha detto effi cacemente Paolo Torsello, tutelare la possibilità del conoscere (Torsello, 1988).

Per questo, come restauratore, non mi risultano necessarie conoscenze “complete” e “defi nitive”, pur se della conoscenza ho bisogno; provo qualche scet-ticismo di fronte ai diagrammi quando troppo compli-cati e perfetti, e non perché non ne condivida il meto-do o la tensione a realizzarli, ma in quanto rischiano di essere frutto di una “ubris” conoscitiva; preferisco diagrammi a segmenti spezzati ma affi dabili, a maglie mantenute aperte da molti punti interrogativi, e che non superano le diffi coltà interpretative o le mancan-ze di dati con un salto troppo lungo; coltivo, in me stesso e nei miei studenti, tanto il dubbio quanto la ricerca della certezza.

In tutto questo credo consista la “diversità epis-temologica” tra stratigrafi a come pura conoscenza archeologica e stratigrafi a dell’architettura come parte —iniziale e conclusiva— del processo di restauro.

Credo, inoltre, che l’inserimento organico della qualità dell’informazione, del dubbio interpretativo e della falsifi cabilità all’interno del metodo stratigrafi co di impianto harrisiano costituiscano una sfi da impor-tante per la sua applicazione in architettura.

Ancora, per applicare all’architettura il meto-do stratigrafi co, dobbiamo tener conto che alcuni fattori e condizioni operative sono diverse rispetto all’archeologia di scavo, per la quale il metodo è stato concepito.

In primo luogo, in architettura rimuovere uno stra-to di una costruzione costituisce l’eccezione motivata e non la regola, mentre all’opposto nell’archeologia è la conservazione di uno strato a costituire l’eccezione motivata. Ne consegue che di un edifi cio possiamo esaminare le superfi ci esterne e i margini di contatto tra di esse, non de-costruirne tutti gli strati rilevando contestualmente il rapporto con gli altri, se non per mezzo di saggi mirati, in grado solo di offrire informa-zioni puntuali. Come abbiamo già detto, questo spin-ge a concentrare l’attenzione sulle superfi ci esterne, anche perché in architettura queste hanno ricevuto di

Se è dunque vero che le tracce non sono equipo-tenziali, ossia non offrono dati con la stessa evidenza e capacità di risoluzione ai fi ni stratigrafi ci, va anche detto che alcuni di essi hanno una componente na-rrativa maggiore rispetto ad altri: non dicono solo quale parte è precedente e quale successiva, ma, per esempio, quale forma aveva una fi nestra poi tampo-nata, o come era rifi nita una superfi cie poi ricoperta. Apportano perciò dati preziosi anche ai fi ni della let-tura della confi gurazione e qualifi cazione architetto-nica dell’edifi cio nel tempo, e manifestano un senso formale comprensibile. Vi è il rischio, nella pur legit-tima tensione a porre in sequenza strati e interfacce nella matrice di Harris (HARRIS, 1979) di perdere pa-role importanti del racconto architettonico, e a questo il restauro deve essere molto attento; ma si rischia anche, non tenendo conto degli aspetti qualitativi della traccia, superfi cie di strato o margine che sia, di ridurne la risoluzione strettamente stratigrafi ca: un in-tonaco che riveste uno spigolo al quale si è affi ancata una muratura —un punto probante, dunque— do-cumenta una intenzione di confi gurazione e fi nitura importanti per la storia della fabbrica, ma costituisce anche un elemento in grado di rafforzare la capacità probante della sequenza fi no a “dimostrarla” attraver-so un dato che non dà spazio a letture diverse.

La stratigrafi a propria dell’archeologia di scavo si fa carico di riconoscere e registrare la sequenza relati-va tra due strati (o interfacce) contigui: copre/ è coper-to, rompe/è rotto, si appoggia a, si lega a, formando poi la rete di rapporti tra gli strati scavati.

Alla conoscenza materiale di una architettura è ne-cessaria, in più, l’osservazione dei “modi” del contatto tra le superfi ci di due strati nei “punti probanti” e la qualifi cazione delle superfi ci, sia per dedurne forme e qualità intenzionalmente espresse, sia per utilizza-re queste per riconoscere più effi cacemente la stessa sequenza di posa.

Perché la conoscenza stratigrafi ca contribuisca a guidare l’attività conservativa, ponendosi come sua premessa e come fi ne possibile (conoscere per con-servare, conservare per conoscere…) deve fornire in primo luogo la mappatura esatta dei punti probanti e delle superfi ci di trasferimento, sia per conservarle con la loro forza narrativa, sia per evitare di danneg-giarle come dati fondamentali.

Da molto tempo, il restauro deve arrestarsi dove ha inizio l’ipotesi, ossia non deve mettere in atto una in-terpretazione, storiografi ca o archeo-stratigrafi ca che sia. Non è molto interessato dunque, sotto il profi lo

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A questo scopo, ho da tempo rivolto il mio interes-se a formare una semeiotica dei punti di contatto (Doglioni, 1997) con cui leggere/trascrivere i “punti stratigrafi camente probanti”- tra diversi strati costruiti, fondamentali per riconoscerne la relazione costruttiva e la sequenza stratigrafi ca. Ho attribuito un nome con-venzionale ai diversi tipi di segno presenti nella mia bi-blioteca mentale, formando uno stringato lessico; a cias-cuno ho collegato un simbolo grafi co convenzionale, in modo da consentirne l’individuazione-segnalazione sui rilievi (piante, sezioni e prospetti) e sui fotopiani che documentano le superfi ci della costruzione.

Si tratta dunque di una tassonomia, per rimarcare il signifi cato che i diversi tipi di margine e i diversi tipi di superfi cie rivestono se esaminati di per sé sotto il profi lo stratigrafi co-costruttivo.

Questo apparato —inizialmente denominato rilie-vo critico-stratigrafi co, poi stratigrafi co-costruttivo—vuole essere appunto, prima di tutto, un rilievo, o, per utilizzare un termine di recente coniato da Tizia-no Mannoni, un mezzo dell’archeografi a (Mannoni, 2005) una registrazione topografi ca il più possibile obiettiva e codifi cata dei segni osservabili della strati-fi cazione costruita.

A nostro avviso, il procedimento proposto presen-ta il vantaggio di raccogliere progressivamente gli ele-menti su cui si baserà l’interpretazione stratigrafi ca, i contatti tra coppie di superfi ci di strato, e di rendere dunque ogni interpretazione maggiormente verifi ca-bile proprio a partire dai dati su cui si basa, nel caso emergano ulteriori dati o sia effettuata una lettura di-versa di quelli già disponbili. Popper, forse, avrebbe considerato ripetibile e “falsifi cabile” una simile lettu-ra, intendendo questo come requisito fondamentale di una indagine scientifi ca.

L’archeologo può permettersi questo lusso solo in piccola parte, perché rimuove lo strato nel momen-to stesso in cui lo individua osservandone il corpo e i contatti stratigrafi ci, e quindi non può ripetere l’osservazione; ha maggiori possibilità di lettura nel corso dello scavo e più limitate possibilità di verifi ca successiva. All’inverso, nella lettura di una costruzio-ne la leggibilità è ridotta alle superfi ci di strato e ai punti di contatto tra di esse, ma è “statica”, perdu-ra fi nchè non viene modifi cata la fabbrica; dunque è opportuno che ai meno numerosi contatti stratigrafi ci visibili si dedichino maggiori e specifi che attenzioni, e si sfrutti la possibilità di verifi carne il signifi cato.

Tengo ancora a precisare che tutto questo non mira a mettere in dubbio o a sostituire la sistema-

per sé un surplus di lavorazione rispetto al corpo dello strato, tale da renderle particolarmente ricche di dati e di qualità intenzionali impresse dal costruttore, carat-teristica più rara nella stratifi cazione archeologica.

La lettura delle qualità impresse dalla lavorazione su una superfi cie di strato è funzionale alla stessa lettu-ra stratigrafi ca. Sono queste le qualità che fanno delle superfi ci architettoniche intenzionali le migliori e più nitide “superfi ci di trasferimento” dell’informazione da un punto probante all’altro: di per sé più diffi cil-mente imitabili, sono generalmente rimaste a vista per lungo periodo per effetto della loro superiore cura costruttiva iniziale, e dunque recano segni di degra-do “avvalorante”, che testimonia l’avvenuto passaggio del tempo su di esse; è ben riscontrabile ogni altera-zione, interruzione o manomissione successiva alla posa iniziale. Sono davvero queste le superfi ci auten-tiche di una fabbrica.

Di più, la qualità impressa in superfi cie rappresenta una quota importante della modalità deposizionale —la costruzione— la cui conoscenza è comunque necessaria all’archeologo per leggere la stratifi cazione. Per realizza-re la stratigrafi a dell’architettura è dunque necessario far leva anche su queste qualità di superfi cie.

Inoltre, alcune regole valide per l’archeologia di scavo, quali l’anteriorità di uno strato più profondo rispetto a un altro superfi ciale, vanno riformulate in architettura, dove la presenza di vuoti interni —gli ambienti— e l’utilizzo di materiali adesivi —le malte, le vernici…— consentono di deporre-costruire anche dal basso verso l’alto o dall’esterno verso l’interno; è dunque superata, sotto certi aspetti, la legge di gravi-tà, presupposto fi sico del formarsi della stratifi cazione al suolo e al tempo stesso regola prima attraverso la quale decodifi carla; resta valida ma acquista nuovo signifi cato la legge dell’impenetrabilità dei corpi.

Tutto questo ci spinge a mettere a fuoco la “di-versità operativa” tra stratigrafi a “statica” applicata all’architettura nel restauro e stratigrafi a nello scavo archeologico.

Il complesso di peculiarità epistemologiche e ope-rative della stratigrafi a applicata all’architettura mi ha spinto ad alcune varianti nel rilevamento della strati-fi cazione osservabile.

In primo luogo cerco di attenermi al principio di se-parare la trascrizione dei dati letti obiettivamente, di per sé, che permangono sulle superfi ci della fabbrica fi n-ché non le modifi chiamo, dalla loro interpretazione, pur consapevole che le convenzioni di lettura e la trascri-zione introducono comunque una quota interpretativa.

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Solo così si possono porre le basi per tentare di conciliare la conservazione della stratifi cazione e de-lla sua leggibilità con le opere di restauro. Le stesse schede di unità stratigrafi ca possono costituire il sis-tema d’ordine anche per fornire istruzioni operative di restauro da applicare punto per punto e superfi cie per superfi cie, ma sempre entro il quadro di contro-llo dei mutamenti costituito dai grafi ci di insieme. Ma non posso progettare l’immagine su un diagramma di Harris, pur utilissimo ad altri scopi.

L’operatore del restauro deve sapere in ogni mo-mento che cosa perde compiendo una data azione. Solo così si riduce il rischio gravissimo del “fuoco amico”, delle azioni che nascono da intenzioni con-servative ma diventano involontariamente distruttive nella sostanza, anche perché ignorano il signifi cato speciale del punto che vanno a colpire.

Bordi, limiti e interfacce rappresentano le princi-pali tipologie di questa semeiotica attraverso la quale leggiamo/trascriviamo i punti di contatto interni alla stratifi cazione costruttiva, punti che ci permettono di risalire a essa. In più, questi segni —non tutti, e alcuni in misura maggiore— esprimono anche una qualità intenzionale dell’architettura, e ne costituiscono un elemento lessicale.

Un “vero bordo” è anche un profi lo e un elemento primo della confi gurazione architettonica, così come la “vera superfi cie”, prima ancora di essere la superfi -cie esterna di uno strato, è la superfi cie di una archi-tettura. Per questo insieme di motivi, ho proposto che la redazione dell’analisi stratigrafi ca delle architetture sia basata anche sulla caratterizzazione qualitativa dei margini della superfi cie visibile nei punti di disconti-nuità e di contatto tra diverse superfi ci di strato (DO-GLIONI, 1997).

Operiamo perciò una distinzione dei tipi di mar-gine (o perimetro) delle superfi ci di strato, la loro mappatura insieme alla corrispondente qualifi cazione delle superfi ci, annotando i dati osservati con seg-ni grafi ci convenzionali applicati al rilievo o, meglio, al fotopiano della superfi cie esaminata. Indichiamo anche, segnalandoli come tali, i perimetri che non riusciamo a interpretare perchè confusi, alterati o se-minascosti, o in cui permangono dubbi. Questi segni grafi ci, applicati separatamente sui margini di entram-be le superfi ci contigue lungo la linea di discontinui-tà che ne forma il perimetro, vengono utilizzati per registrare “che cosa” riteniamo di riconoscere nella traccia che abbiamo di fronte, in base alla nostra bi-blioteca mentale di segni.

tizzazione harrisiana, all’interno della quale comun-que si colloca; rappresenta semmai uno strumento preliminare di registrazione localizzata del dato, utile almeno a due fi ni:

-Rendere ripetibile l’osservazione delle “superfi -ci di trasferimento” e dei “punti probanti” che testi-moniano il rapporto tra diverse superfi ci di strato, e consentire la verifi ca —come condivisione o come dissenso— del passaggio iniziale da “traccia” a “dato/documento” caricato di un preciso signifi cato da parte di altri operatori; il facilitare la “falsifi cabilità” della prima lettura del testo stratifi cato, mettendo di conse-guenza in dubbio le interpretazione basate su di essa, rafforza la struttura scientifi ca della stratigrafi a.

-Permettere al restauro, che della conservazione di queste tracce porta la responsabilità, di disporre della precisa indicazione di quali sono le superfi ci e i “pun-ti probanti” già individuati, interpretati univocamente o meno, ai quali è principalmente affi data la leggibili-tà stratigrafi ca della fabbrica, con tutto quello che ne consegue; si tratta di un ausilio strumentale che tutta-via permette al restauro di guidare concretamente gli impatti e gli apporti sulla fabbrica, tenendo conto di quanto già si conosce, e mettendo in atto attenzioni conservative mirate.

È fondamentale, per il restauro, poter disporre di una topografi a tematica dei dati stratigrafi ci presenti sulla fa-bbrica alla quale sovrapporre gli effetti di tutte le azioni che via via si sommeranno su di essa: opere di conso-lidamento, di risarcimento/riparazione, di integrazione, di adattamento funzionale, di dotazione impiantistica…

Non è possibile progettare i nuovi interventi su una scheda di unità stratigrafi ca o su un Harris Matrix, an-che se potrò utilizzare questi strumenti come mezzo di verifi ca, precisazione e “collaudo” delle conseguenze stratigrafi che dell’intervento; posso invece progettar-li/localizzarli su un rilievo tematico, o su un fotopia-no che mi segnali le “zone minate”, e valutarne poi l’impatto su un Harris Matrix in cui siano inserite le nuove interfacce e unità positive, verifi cando la leggi-bilità residua di quelle preesistenti. Perché, teniamolo presente, il restauro deve negoziare la conservazione delle tracce con altri contenuti del progetto, quali la restituzione del decoro visivo: è comunque una imma-gine più o meno profondamente rinnovata quella che si chiede al progetto, e solo una attenta progettazio-ne/simulazione visiva sulla base dell’immagine iniziale (MILETO, VEGAS, 2006) è in grado di gestire questa sorta di ossimoro, mutamento (dell’immagine) e con-servazione (della materia e dei dati).

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— Falsa superfi cie o superfi cie formata in appoggio.

— Superfi cie di interfaccia negativa a taglio mirato o andante.

Anche nell’analizzare i tipi di bordo e di superfi cie constatiamo un forte legame tra lettura stratigrafi ca e lettura costruttiva. I diversi tipi di bordo, limite e interfaccia rappresentano, come già detto, fi gure di senso del costruire/stratifi care alle quali possono es-sere ricondotti la maggior parte dei contatti ai margini tra strati, ossia in grado di descrivere/leggere i puntos de comprobación estratigráfi ca di cui parla Azkàrate.

Osserviamo però che il modo di manifestarsi di ciascun tipo di bordo nelle diverse culture costruttive e nei diversi materiali può essere anche profonda-mente diverso, pur avendo lo stesso signifi cato agli effetti stratigrafi ci. Un bordo di attesa in un intonaco è molto diverso da un bordo di attesa in una muratura, un bordo di attesa in una muratura di mattoni è diver-so da un bordo di analogo signifi cato in una muratura di pietra…; e tutto questo varia in rapporto ai luoghi e alle culture materiali nel tempo, e costituisce una componente caratterizzante del costruire che è neces-sario conoscere per poterle attribuire, in ogni luogo, il giusto signifi cato stratigrafi co. Si profi la dunque un campo di osservazione davvero intermedio tra strati-grafi a e costruzione: lo studio di come si realizzano i bordi, veri, falsi o di attesa, di come si realizzano le interfacce di demolizione, mirata o andante…

Questo può dar luogo a una casistica che sia al tempo stesso il risultato di osservazioni operate su singoli manufatti e uno strumento per osservarne altri che fa leva su una esperienza progressiva: un catalo-go dei diversi tipi di bordo, di interfacce, di superfi ci, può costituire anche uno strumento di diffusione di-dattica oltre che di contatto tra studiosi e operatori di-versi, chiamati così a confrontarsi sul signifi cato attri-buito a ciascun punto de comprobación estratigráfi ca.

Pensiamo, ed è una proposta, ad esaminare con specifi co dettaglio i segni del cantiere: le tracce di interruzione di breve e lungo periodo, i bordi di at-tesa di volte, solai, rivestimenti in pietra, mostre di porte…; pensiamo, alla possibilità offerta da ques-ti segni affascinanti e stratigrafi camente ambigui di costruire immagini della fabbrica ancora in cantiere e parzialmente già in uso. Perché è pur sempre vero che le sequenze e i diagrammi prendono vita e senso se forzate a diventare immagini, talvolta inaspettate, della fabbrica.

Si tratta quindi della ricerca e lettura codifi cata, tendenzialmente ricondotta all’obiettività, del singolo dato locale, che non esclude ma cerca di confi nare la quota di interpretazione soggettiva, e che precede e sostiene con il tessuto di dati così formato gli svilu-ppi interpretativi successivi, estesi a catena dal ra-pporto tra coppie di unità —punti stratigrafi camente probanti collegati tra loro da superfi ci di trasferimen-to— fi no a descrivere la cronologia relativa delle parti dell’insieme, almeno fi no al punto in cui si arresta la “conducibilità stratigrafi ca” delle superfi ci.

In estrema sintesi, secondo la proposta che ho avanzato, il manifestarsi della stratifi cazione costrut-tiva in architettura è riconducibile a un modesto nu-mero di tipi di segno, il cui aspetto varia in rapporto al materiale e al modo con cui sono costruiti; diversa-mente denominati, costituiscono fi gure di senso del costruire o del trasformare.

Il vero bordo, per usare un’espressione tratta da-lla geometria, è la linea dei punti in cui la superfi cie si articola, si modula, cambia piano o si interrompe con una regolarità e un disegno intenzionale. Costi-tuisce dunque, in un certo senso, il primo elemento esplicito di contatto tra costruzione e confi gurazione architettonica.

Il bordo di attesa rappresenta il modo intenzio-nalmente modulato di interrompere la costruzione di uno strato per facilitarne la prosecuzione in un tempo successivo.

Il bordo termine costituisce la mera interruzione costruttiva non modulata.

Il falso bordo nasce dall’appoggio di uno strato a un elemento che preesiste e di cui assume, a calco, la forma.

Il bordo di interfaccia negativa costituisce il margine di arresto di una demolizione operata su uno strato, e rappresenta esso stesso un vero bordo se operata a taglio mirato, capace di dare un profi lo accurato e regolare con la sola azione di incisione, o un bordo termine se irregolare, dovuto a mera demolizione andante.

Il limite costituisce il margine in cui cessa la vi-sibilità della superfi cie di uno strato perché ricoperto da un altro.

Le superfi ci hanno una qualifi cazione del tutto si-mmetrica e coerente con i bordi:

— Vera superfi cie o superfi cie defi nitiva.— Superfi cie di attesa.— Superfi cie al grezzo.

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in grado di tener conto di quali sono i fattori e le condizioni che permettono il riconoscimento strati-grafi co di un processo avvenuto. Va rimarcato che, mentre la cultura del restauro ha elaborato principi, metodi e soluzioni di riferimento per l’integrazione di lacune di manufatti ad alta fi guratività, concentrando su questi la propria attenzione, l’intervento di appor-to sulle parti “solo costruite” è proporzionalmente molto più trascurato —se si escludono i manufatti dell’antichità— anche se rappresenta il campo di in-tervento quantitativamente preponderante.

Vorrei richiamare alcuni principi o accorgimenti che consentono, nel restauro delle costruzioni stratifi cate, di confermarne la natura polimorfa e di mantenerne la leggibilità stratigrafi ca.

Per primo, si devono conservare i “punti stratigra-fi camente probanti”.

In secondo luogo, è necessario che le superfi ci conservino la capacità di “trasferimento” dei dati, mantenendo la capacità “conduttiva” tra i punti pro-banti ai margini.

È questo un tema che richiede grande attenzione. In una muratura di pietra o di mattoni —elementi se-paratamente lavorati fuori opera— il tessuto connetti-vo dello strato costruito, e in special modo della sua superfi cie, è costituito dai giunti di malta stesi contes-tualmente alla posa in opera di ciascun elemento o ri-fi niti in superfi cie al termine della costruzione. Questi giunti costituiscono il reticolo che fa di un muro a vis-ta una effi cace superfi cie di trasferimento, in quanto ciascuno di essi diviene, all’interno dello strato, una sorta di “punto probante” circa la continuità stratigra-fi co-costruttiva esistente tra due supporti in pietra o in mattone, che altrimenti potremmo considerare tra loro separati. È l’insieme di quei giunti che permette al fl usso di informazione stratigrafi ca di attraversare senza ostacoli l’intera superfi cie. Questa caratteristi-ca viene meno se i giunti sono del tutto perduti e sostituiti, ma spesso si mantiene anche se i giunti ini-ziali sono conservati anche solo in parte, con una disposizione tale da farli diventare comunque “punti di trasferimento” del fl usso di informazione relativo alla continuità muraria.

È molto frequente che un muro a vista, il cui punto maggiormente aggredibile è costituito proprio dai giunti di malta, ne perda buona parte a causa del degrado. Spesso la ricerca di una “omogeneità visiva”, nel restau-ro, spinge a rimuovere anche i giunti superstiti e a ricos-truirli per intero. Dal punto di vista stratigrafi co, e non solo, ritengo sia un grave errore, in quanto l’intervento

In un incontro per me molto stimolante e signifi -cativo, svolto a Vitoria alcuni anni fa, ho proposto al-cune costruzioni logiche (“sillogismi”) per indagare il rapporto tra stratifi cazione e restauro, soprattutto attraverso l’autenticità (DOGLIONI 2002); o, meglio, attraverso quella autenticità per relazione che deriva alla fabbrica dal fatto che le parti di cui è composta sono legate tra loro da nessi di sequenza costrutti-va, i quali generano nella fabbrica una struttura “ad arco” in cui le parti si sostengono reciprocamente, avvalorando l’identità storica di ciascuna rispetto all’insieme.

Il “sillogismo principale” era così formulato:

— Se il restauro ha come fi ne primo (in alter-nativa: come condizione) la conservazione dell’autenticità dell’edifi cio.

— Se attribuiamo alla stratifi cazione il ruolo di condizione costitutiva e di struttura relazio-nale dell’edifi cio, in quanto costituisce il sigillo reciproco tra le sue parti, le qualifi ca e le pone in relazione tra di esse e rispetto all’insieme.

— Allora la stratifi cazione costruttiva costituisce il nesso che rende verifi cabile l’autenticità e con-tribuisce a descriverla, e la sua conservazione è un fi ne primo (in alternativa: una condizione obbligata) del restauro che intende rispettare e mantenere verifi cabile l’autenticità.

A questo seguiva il Sillogismo n. 2:

— Se le trasformazioni del passato sono oggi ri-conoscibili attraverso la stratigrafi a in quanto realizzate come stratifi cazioni (strati ed inter-facce).

— Se il restauro vuole rendere riconoscibili in fu-turo le proprie azioni.

— Allora il restauro può applicare alla fabbrica le proprie azioni come stratifi cazione inten-zionale (strati e interfacce) di cui viene man-tenuta la leggibilità ai bordi, adottando la stratigrafi a come strumento per consentire la distinguibilità futura delle azioni di restauro.

Si voleva aprire la strada all’utilizzo, nel progetto di restauro, del metodo e della mentalità stratigrafi ca al fi ne di rendere più nitida la riconoscibilità futura degli interventi positivi e negativi che compongono l’opera di restauro, attraverso una “deposizione-costruzione”

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Fig. 1 e 2. Fronte di Palazzo Gritti Badoer a Venezia. Mappa con la qualificazione dei bordi al margine tra superfici diverse (fig. 1), e mappa con la qualificazione

delle superfici (fig. 2), con relative legende. Elaborati di M. Interlandi, E. Recchia, M. Di Stefano, M. Venturi, studenti del Laboratorio di Restauro IUAV di Venezia,

docente F. Doglioni, 2002-2003.

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Fig. 4. L’apertura sulla sinistra è coeva alla muratura e alla finitura a malta: il contatto a “falso bordo” della malta sui contorni in pietra della finestra indicano che

queste sono state poste in opera prima della finitura, mentre la regolarità degli elementi in pietra osservabili al contorno rende altamente improbabile l’esistenza

di una interfaccia nascosta, poi ricoperta dalla malta. Tra muratura, spalle di finestra e malta di finitura si può considerare certo il rapporto di contemporaneità, (si

lega a), e dunque gli elementi (muratura in pietra, spalle di finestra e finestra e finitura a malta semicoprente appartengono a un assetto architettonico sincronico.

L’apertura sulla destra, invece, è successiva: si osserva l’interfaccia di rottura delle pietre e della malta e il contatto “a falso bordo” tra l’intonaco delle spalle

e la muratura con la malta semi-coprente. Da notare che è proprio il contatto visibile tra interfaccia di rottura e falso bordo accostato delle spalle che rende

inequivocabile il rapporto stratigrafico tra la muratura e la finestra; non sarebbe stato altrettanto evidente se l’intefaccia fosse stata nascosta dalla malta più recente.

La grande nitidezza della superficie muraria semi-intonacata, che funge da efficace “superficie di trasferimento”, rende evidente la successione stratigrafica e

architettonica tra le due aperture. Caceres, Palacio de Los Toledos Monteczuma.

Fig. 3. Contatto stratigrafico tra merlature delle mura di Caceres. La presenza di un intonaco a superficie rifinita all’interno del nodo rende inequivocabile

la sequenza (non sarebbe stato possibile rifinire la superficie se fosse già stata presente la merlatura sulla destra), e dà una preziosa informazione storico-

architettonica circa la finitura della merlatura antica.

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Fig. 6 e 7. La comprensione di quale rapporto esiste tra le due parti di muratura in una discontinuità verticale è affidata, più che alla forma dei supporti,

sostanzialmente simmetrica, o ai reciproci adattamenti, alla malta conservata nei giunti (in pochi centimetri quadrati…). Nel particolare (fig. 7), segnalato nella fig.

6, si osserva come al giunto a destra, più chiaro, e alla pietra sottostante ad esso legata, si sovrapponga “a falso bordo” la malta della muratura a sinistra, che

dunque risulta successiva: non poteva assumere la forma di una pietra che ancora non c’era, e della sua malta già consolidata. Caceres.

Fig. 5. Il trattamento della malta che copre parzialmente gli elementi in pietra della muratura presenta una superficie “al grezzo” e una finitura del bordo “a

bordo termine”, apparentemente interrotto senza speciali cure. Ma l’osservazione di insieme (vedi fig. 4) consente di comprendere come questa articolazione

dei bordi e delle superfici, apparentemente poco curati, sia in realtà l’esito di una precisa volontà formale, e dunque la superficie è nel suo insieme una “vera

superficie”, di elevato significato architettonico. Questa osservazione ci richiama all’importanza di tener conto, nella lettura stratigrafica, degli specifici caratteri

della cultura costruttiva regionale. Caceres, Palacio de Los Toledos Monteczuma.

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Fig. 8, 9 e 10. Il rondello cinquecentesco del Castello di Ossana (Trento), nella foto precedente al restauro (fig. 8) e nella foto successiva (fig. 9). Le immagini

appaiono molto simili, tanto da far dubitare siano state effettuate operazioni. In realtà (fig. 10) sono stati accuratamente conservati i giunti di malta esistenti,

sigillandone con micro-iniezioni e con limitati apporti di malta il contatto con le pietre del paramento, e sono stati risarciti con malta in profondità ove del tutto

perduti. I contatti tra i tratti di malta antica e la malta nuova sono “a falso bordo” (malta nuova) sull’interfaccia, sempre mantenuta leggibile, della malta vecchia.

Ritengo che l’intervento realizzi la protezione dalla disgregazione muraria dovuta all’acqua e al gelo, mantenga la “conducibilità stratigrafica” della superficie

e conservi visivamente al torrione il naturale carattere di “rudere in formazione”.

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za e documenta saggi e rimozioni di parti. Può trattarsi di demolizioni “necessitate”, collegate alla realizzazio-ne di opere di consolidamento o di adattamento nel restauro, oppure “intenzionalmente progettate”, per ris-coprire assetti precedenti all’ultimo visibile, conservati sottostrato o perduti in tutto o in parte.

Ritengo, in un caso e nell’altro, che il tema delle demolizioni, forse perché giudicato imbarazzante e “politicamente scorretto”, sia poco affrontato o eluso; sostengo da tempo, al contrario, che dovrebbe essere sviluppato in tutte le sue implicazioni metodologiche e operative soprattutto nei manufatti del tessuto urbano dei centri antichi tanto fortemente stratifi cati quanto soggetti a radicali trasformazioni. Gli edifi ci di molte città europee presentano un elevato “rischio archeo-architettonico” che è in realtà una straordinaria po-tenzialità, da affrontare sotto il profi lo concettuale e normativo. I casi di restauro come riscoperta di strati-fi cazioni architettoniche nascoste, pur con tutti i rischi che questo comporta, possono rappresentare un terre-no fondamentale per lo sviluppo di una archeologia dell’architettura profondamente collegata al restauro.

Va detto che qualsiasi azione di restauro anche rigorosamente conservativa è inevitabilmente in re: si accosta, tocca e a volte modifi ca parti della fabbrica rimaste inesplorate, o che erano state osservate tro-ppo da distante per poterne comprendere la natura e i possibili signifi cati. L’opera di restauro viene perciò investita di una doppia responsabilità: non disperdere questo potenziale informativo, riconoscendo tempes-tivamente le tracce che lo recano in sè, conservando-le e evitando di danneggiarle inutilmente —perché comunque le danneggerà—; raccogliere per quanto possibile i dati via via riconosciuti o emersi, docu-mentarli e interpretarli, per arricchire la conoscenza storica e i signifi cati dell’opera.

Spesso, e su questa condizione dovremmo rifl et-tere più di quanto non si faccia, l’incalzare dell’opera edilizia, rivolta a pur importanti aspetti conservativi, strutturali, d’uso..., e pressata da fattori economici e burocratici, fa passare in secondo piano la ricerca e lo studio dei dati che del restauro deve essere un fi ne primario oltre che una condizione. Basti pensa-re che, salvo rare eccezioni, non è istituzionalmente presente nei cantieri di restauro una fi gura che com-pia una attività paragonabile al riconoscimento, alla registrazione in corso d’opera e alla interpretazione e restituzione post-scavo che è obbligatoria per gli archeologi al termine del proprio lavoro, documenta-zione nella quale trascrivono i dati raccolti e le loro

ha un effetto “disgregativo” sullo strato murario, che perde quella sorta di “coesione” data dall’accertabile continuità costruttiva tra malta e supporti. Nella migliore delle ipotesi, la qualità dell’informazione risulta declas-sata e meno affi dabile, e richiede un maggior apporto interpretativo, basato sulla natura, forma e disposizione dei supporti sul paramento murario.

È soprattutto a causa di errori come questo che l’analisi stratigrafi ca di un edifi cio già restaurato è so-vente considerata o impossibile o impervia, comun-que deprimente per chi vuole compierla.

E pur è vero che il giunto, in quanto componen-te strutturale e sistema di difesa contro l’ingresso dell’acqua, se perduto va nella maggior parte dei casi reintegrato; ma è opportuno che le tecniche siano attentamente affi nate per salvare la residua compo-nente di “conduttività stratigrafi ca” della superfi cie. Le parti superstiti del giunto devono perciò essere con-solidate con opere da restauratore (microiniezioni nei distacchi, limitate sigillature di fi ssaggio a malta nelle lacune intercluse, ecc.); le parti mancanti vanno risar-cite con malta affi ne che ricerca con i tratti superstiti un contatto “a falso bordo”, ossia complementare e accostato, non coprente.

Continuando con i principi e gli accorgimenti da adottare nel restauro, ogni contatto nuovo/antico va concepito e realizzato come “punto stratigrafi ca-mente probante”, evitando la formazione di “limiti” e adottando ove possibile il contatto “a falso bordo” come quello maggiormente funzionale. Ogni nuova superfi cie va concepita come “superfi cie di trasferi-mento” attraverso la sua accertabile continuità costrut-tiva. I contatti ai margini, in ogni caso, devono essere nitidi e non confusi, il che non signifi ca ostentazione, ma solo accuratezza esecutiva e pulizia al contorno. Le interfacce negative non vanno mai coperte o dis-simulate. Va evitata il più possibile la formazione di “veri bordi”, perché introducono la propria involonta-ria formalità architettonico-percettiva.

Il rapporto progettuale con la stratifi cazione costi-tuisce dunque uno specifi co tema del restauro, e può adottare impostazioni anche profondamente diverse tra loro, legate al contributo che la natura stratifi cata dà al carattere di una architettura e al suo stato: ruolo che possiamo leggere come pregnante e formativo, oppure come occasionale e negativo. Ma questo è un discorso più vasto. (Doglioni, 2008)

Anche in architettura la stratigrafi a può superare in taluni casi la sola lettura “statica” delle superfi ci visibili, ed essere utilizzata come metodo di scavo che indiriz-

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interpretazioni, insomma la conoscenza che ritengo-no di aver raggiunto.

A quando l’archeologo dell’architettura nel cantiere di restauro e nello staff di direzionedei lavori?

La stratigrafi a ci ha abituato a riconoscere la forza che possono avere in sé, e trasferire all’opera, segni anche piccoli e minuti, apparentemente senza storia.

Di tutto ciò il restauro deve saper tenere conto, considerando le tracce della stratifi cazione costruttiva come segni potenti della molteplicità che l’architettura può narrare.

Viene alla mente Italo Calvino, quando propone, a proposito della molteplicità, «il romanzo contempora-neo come enciclopedia, come metodo di conoscenza e soprattutto come rete di connessione tra i fatti, tra le persone, tra le cose del mondo». Riferendosi a Gadda, Calvino scrive: «Nei testi brevi come in ogni episodio dei romanzi di Gadda ogni minimo oggetto è visto come il centro di una rete di relazioni che lo scrittore non sa trattenersi dal seguire, moltiplicando i dettagli in modo che le sue descrizioni e divagazioni diventano infi ni-te. Da qualsiasi punto di partenza il discorso s’allarga a comprendere orizzonti sempre più vasti, e se potesse continuare a svilupparsi in ogni direzione arriverebbe ad abbracciare l’intero universo». (CALVINO, 2005).

La ricerca stratigrafi ca potrà fare di ogni architet-tura un romanzo?

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I segni della stratifi cacione nelle architettura construita. Identifi cazione e conservazione nel restauro

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This paper on the methodology of stratigraphical analysis, its adaptation to architecture and its in-fl uence in the world of architectural restoration aims to underline its great value and vast possibilities if used in a open and fl exible way architectural sur-veys. It is not a closed methodology to be mechani-cally applied in order to obtain mathematical results, but a way to research that teaches special sensibility towards architectural materiality and awareness of its richness as historical document. Besides, it allows to manage a great amount of data that comes out from the study of the architectural fabrics. This sen-sibility towards the material history of the building becomes specially important for the architect who will conserve or cancel the traces of history on the buildings to be restored.

Keywords

Stratigraphical analysis of architecture, Archaeology of Architecture, knowledge, architectural conserva-tion, architectural restoration.

Resumen

Este texto sobre el método del análisis estratigráfi co, en su adaptación a la disciplina de la arquitectura y su infl uencia en el mundo de la restauración arqui-tectónica, pretende subrayar la validez del mismo y las grandes posibilidades que derivan de su empleo abierto y fl exible en el ámbito del estudio de la arqui-tectura. No se trata de un método cerrado a aplicar mecánicamente para obtener un resultado matemá-tico, sino de un método que, además de facilitar la gestión de la gran cantidad de datos que surgen en el estudio de las fábricas arquitectónicas, proporciona a quien lo aplica una sensibilidad hacia la materiali-dad de la arquitectura y una conciencia de su riqueza como documento histórico. Esta sensibilidad hacia la historia material del edifi cio resulta especialmente im-portante para el arquitecto quien, a la postre, podrá conservar o borrar las huellas de la historia de la ar-quitectura histórica que restaura.

Palabras clave

Análisis estratigráfi co de la arquitectura, Arqueología de la Arquitectura, conocimiento, conservación de la arquitectura, restauración arquitectónica.

El análisis estratigráfi co: una herramienta

de conocimiento y conservación de la arquitectura

Camilla Mileto y Fernando Vegas

Universidad Politécnica de Valencia

[email protected]

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Se trata de una herramienta muy potente de estu-dio del documento construido que, a través del aná-lisis de las huellas de los diversos avatares, desvela la historia compleja de las transformaciones y modifi ca-ciones que el edifi cio ha sufrido a lo largo de su vida. De hecho, muy raramente se encuentran edifi cios históricos homogéneos que posean una sola etapa constructiva. En algunas ocasiones, una de estas eta-pas destaca respecto a las demás, aunque en la mayo-ría de los casos, el edifi cio constituye el resultado de una suma de etapas constructivas y transformadoras que, en el transcurso de su vida, lo han llevado a su conformación actual (Figura 1). El análisis estratigrá-fi co se propone como la herramienta más adecuada para la documentación de estas etapas constructivas, a través de la observación y la interpretación de las huellas dejadas por las acciones que, con el tiempo, han transformado el edifi cio.

Introducción

En España, se puede detectar un aumento del uso en número y frecuencia de términos como arqueología de los paramentos, lectura de los paramentos, arqueología de la arquitectura, estratigrafía muraria o parietal, estra-tigrafía de la arquitectura, etc., al menos, desde unos quince años a esta parte. Con independencia de la ter-minología utilizada, todos ellos hacen referencia a un mismo corpus de conceptos que a su vez remiten al método que deriva de la aplicación de la arqueología estratigráfi ca a la arquitectura histórica. El potencial de análisis y la capacidad de organizar los datos histórico-materiales en un sistema de relaciones han convertido al análisis estratigráfi co de la arquitectura (según el tér-mino que los autores prefi eren utilizar) en una parte esencial del estudio de los edifi cios históricos, especial-mente dirigida al conocimiento previo a la intervención.

Figura 1. La arquitectura se estratifica en el tiempo. Castillo de Monzón (Huesca). Fotografía: C. Mileto y F. Vegas

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controlar y reducir la pérdida o la eliminación de esas mismas huellas, mediante un proyecto de restauración que respete la materialidad del edifi cio. El proyectista puede medir el impacto de su intervención no sólo en la estratifi cación sino también en la materialidad del documento histórico construido.

Aproximación metodológica al análisis

estratigráfi co de la arquitectura

La aplicación del método del análisis estratigráfi co a la arquitectura utiliza una serie de conceptos funda-mentales de la estratigrafía arqueológica y los adapta al estudio de las construcciones arquitectónicas. El proceso de defi nición de este método y de su apli-cación ha ocupado en los últimos veinte años a nu-merosos investigadores entre los cuales recordamos sobre todo Harris, Carandini, Francovich, Parenti, Brogiolo, Mannoni, Doglioni y en España las escuelas de Caballero y Azkárate. A través de sus refl exiones se ha llegado a establecer una primera defi nición de los conceptos fundamentales del método estratigráfi -co aplicado a la arquitectura.

La mayoría de los conceptos fundamentales nace de la aplicación de la estratigrafía arqueológica a la arquitectura. Sin embargo, la complejidad de la ar-quitectura y su peculiaridad obligan a prestar espe-cial atención a las técnicas constructivas y a los pro-cesos de su construcción como elementos base para poder entender e interpretar la arquitectura desde el punto de vista de la evolución y modifi cación de la misma. En consecuencia, no se puede entender la estratigrafía aplicada a la arquitectura si no se tie-nen en cuenta las peculiaridades constructivas de la misma que obligan a una adaptación o concreción del método.

Tanto el estudio estratigráfi co de la arquitectura como su paralelo en la arqueología se realizan en dos fases que se deben mantener rigurosamente separa-das: la documentación de los datos y la interpretación de los mismos. Para el desarrollo de la primera fase se deben conocer una serie de conceptos básicos (la estratifi cación, el estrato, la interfaz, la unidad estra-tigráfi ca y las relaciones estratigráfi cas) que constitu-yen la base de los datos a documentar a través del levantamiento estratigráfi co. Para el desarrollo de la segunda fase se deben conocer los procesos de perio-dización de la secuencia y de datación de la misma.

Además, el análisis estratigráfi co de la arquitectura se propone como una herramienta fundamental para ampliar el conocimiento de la construcción histórica. Gracias a la observación directa de los materiales y técnicas constructivas, el análisis estratigráfi co permi-te observar y aprender de los materiales históricos de la construcción , las fases de obra, la puesta en obra, etc., conocimiento fundamental para la prácti-ca del proyecto y ejecución de la restauración de la arquitectura. Por lo mismo, es verdadero también lo contrario: es necesario un amplio conocimiento de construcción histórica para poder interpretar correc-tamente las huellas estratigráfi cas. Por tanto, cuanto más conocimiento de construcción histórica se ateso-re más se podrá comprender la estratifi cación arqui-tectónica pero, al mismo tiempo, este conocimiento continuará ampliándose en la medida que el método se siga aplicando.

Además del conocimiento como objetivo en sí mis-mo, el análisis estratigráfi co de la arquitectura desem-peña un papel fundamental también en el desarrollo de la capacidad conservativa del arquitecto proyectista, a través de la formación de la mentalidad estratigráfi -ca, expresión utilizada por primera vez por Francesco Doglioni (Doglioni, 1997: 289). En primer lugar, esta mentalidad permite entender la arquitectura como estratifi cada y valorarla como tal, es decir, como una arquitectura compleja que ha adquirido su confi gura-ción actual a través de los avatares de su historia. En segundo lugar, la comprensión y valoración de la ar-quitectura por su estratifi cación en el tiempo desarrolla también una relación más serena con la fragmentación y la incompleción de esta arquitectura como esencia misma de la arquitectura estratifi cada y carácter defi ni-torio tendente a conservarse en la obra de restauración. Cada fragmento constituye la parte que se conserva de la unidad perdida no recuperable que, por su misma naturaleza de fragmento, sugiere el todo a través de la parte. En tercer lugar, la apreciación de la arquitectura estratifi cada conlleva la aceptación de la mutabilidad de la arquitectura en el tiempo: la arquitectura no es es-tática sino se modifi ca en el tiempo tanto por la acción antrópica como por la acción natural de los agentes atmosféricos. Por tanto, el arquitecto restaurador entra a formar parte de este mismo proceso: el arquitecto de-sarrolla su proyecto como una fase más de la vida del edifi cio, pero con la conciencia que su fase no será ni la última ni la más importante. Además, la mentalidad estratigráfi ca que deriva del ejercicio del análisis estrati-gráfi co de la arquitectura proporciona la posibilidad de

El análisis estratigráfi co: una herramienta de conocimiento y conservación de la arquitectura

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En paralelo, actualmente se entiende el análisis estratigráfi co o estratigrafía aplicada a la arquitectura como el estudio de la estratifi cación arquitectónica. La estratifi cación arquitectónica (Figura 2) es el con-junto de fases constructivas y periodos de uso que un edifi cio ha tenido a lo largo de su historia (Doglioni, 1997: 53-64). Las fases constructivas se caracterizan por acciones positivas de construcción, acciones ne-gativas de demolición y acciones transformativas que modifi can lo existente. Los periodos de uso que se interponen entre las fases constructivas sucesivas se caracterizan por el desgaste antrópico debido al uso del edifi cio y por el deterioro natural debido a la ac-ción de los agentes atmosféricos.

Estrato e interfazEn la estratifi cación arqueológica, Harris identifi ca dos tipos de estrato: el estrato arqueológico (Ha-rris, 1991: 209), aportación deliberada de la acción humana, y el estrato vertical (Harris, 1991: 209), muros y depósitos similares que se encuentran en la excavación arqueológica. Los estratos tienen super-

Los conceptos fundamentales

La estratifi caciónEl método del análisis estratigráfi co nace de un pa-ralelismo que se estableció entre la estratifi cación geológica y la arqueológica. Si la estratifi cación geológica es el resultado de procesos de erosión y acumulación, la estratifi cación arqueológica se puede considerar como el resultado de procesos de formación de estratos y excavación por parte del hom-bre, sumado, además, a la acción de los agentes na-turales (Harris, 1979: 70-71). Por tanto, una estratifi ca-ción arqueológica es como defi ne Brogiolo (Brogiolo, 1988: 9-10), el producto de actividades antrópicas y naturales, que se pueden resumir en procesos de acu-mulación (acciones positivas), de erosión (acciones negativas) y de transformación (acciones neutrales). Realizar el análisis de una estratifi cación arqueológica o análisis estratigráfi co signifi ca estudiar los procesos naturales y antrópicos que la han generado, con el objetivo de identifi car las condiciones históricas y am-bientales que han contribuido a su formación.

Figura 2 (izquierda). Estratificación arquitectónica. Castillo de Monzón (Huesca). Fotografía: C. Mileto y F. Vegas.

Figura 3 (derecha). Estratos e interfacies. Sala de la Barbería en la Alhambra de Granada. Fotografía: C. Mileto y F. Vegas.

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superfi cies de los estratos, principales y secundarios, constituyen a menudo la única parte visible del estra-to (las dos caras de un muro, la superfi cie de un en-lucido, etc.) y, por tanto, la única parte que se puede documentar y estudiar.

Unidad estratigráfi caLa unidad estratigráfi ca es el término general que

abarca estratos e interfaces negativas ya en arqueo-logía (Harris, 1979: 68; Carandini, 1981: 51-52). En el caso de la arquitectura, se puede defi nir la unidad estratigráfi ca arquitectónica como una zona ho-mogénea, realizada según una única voluntad activa de construcción, demolición o transformación. Las unidades estratigráfi cas se distinguen entre ellas por sus materiales y técnicas constructivas, por su color, composición, acabado, labra superfi cial, etc.

La unidad estratigráfi ca está delimitada por un pe-rímetro que la separa de las unidades estratigráfi -cas próximas. Es en este perímetro donde se pueden identifi car las relaciones existentes entre las diferen-tes unidades estratigráfi cas colindantes. Las relaciones estratigráfi cas se reconocen en el tipo de relación de dos unidades que se tocan entre ellas.

Relaciones estratigráfi casProgresivamente, a través de una serie de textos

(Parenti, 1986; Parenti: 1988; Brogiolo: 1988), se han venido adaptando las relaciones estratigráfi cas ar-queológicas al estudio de la arquitectura. Las rela-ciones estratigráfi cas pueden ser de contempora-neidad (dos unidades construidas o realizadas dentro de la misma obra de construcción) o de anterioridad / posterioridad (dos unidades construidas o realizadas en dos diferentes fases constructivas sucesivas). Las relaciones de contemporaneidad son se liga a, en el caso de dos unidades que han sido realizadas conjun-tamente (por ejemplo dos muros trabados entre ellos) e igual a en el caso de dos unidades que han sido realizadas contemporáneamente pero no establecen un contacto físico entre ellas (por ejemplo una serie de ventanas todas iguales insertadas en un mismo momento en un muro preexistente). Las relaciones de anterioridad / posterioridad son se adosa / se le adosa donde la unidad que se adosa es posterior a la unidad a la que se le adosa (por ejemplo un muro que se adosa a otro muro es posterior a éste) (Figura 4); cubre / cubierto por donde la unidad que cubre es posterior a la que está cubierta (por ejemplo un en-lucido que cubre un muro es posterior a éste); corta

fi cies, contornos, relieve, volumen y masa. Además, Harris (1991: 85-99) defi ne la superfi cie en sí como el resultado de la destrucción de un estrato o de parte del mismo.

Paralelamente, la estratifi cación arquitectónica se manifi esta en una serie de estratos, esto es, partes remanentes de las diferentes acciones de aportación que se han producido a lo largo de la historia del edifi cio e interfaces negativas, que son las huellas de las demoliciones. En el caso de la arquitectura el estrato puede ser una cimentación, un muro, un forja-do, una cubierta, un enlucido, etc. Cada fase de cons-trucción de una parte del edifi cio aportó un estrato con las características que lo defi nen (Figura 3): un cuerpo de estrato (la masa del estrato) y unas super-fi cies que lo delimitan. En el caso de la construcción arquitectónica, los estratos se pueden dividir por su naturaleza, según Doglioni (1997: 65-72), en estratos principales, o estructurales (cimentaciones, muros, forjados, cubiertas, etc.), y en estratos secundarios que se apoyan en los estratos principales (enlucidos, pavimentos, etc.). En el caso de la arquitectura las

Figura 4. Relación estratigráfica se adosa / se le adosa (el muro de la derecha

se adosa al de la izquierda). Castillo de Monzón (Huesca). Fotografía: C.

Mileto y F. Vegas.

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importante tener siempre clara la necesidad de la se-paración entre una primera fase de identifi cación de los datos y transcripción de los mismos, y una segun-da fase de interpretación. Si la identifi cación consiste en la observación directa de los estratos, superfi cies, perímetros y relaciones entre ellos, la transcripción debe albergar la documentación escrita y gráfi ca de las observaciones realizadas, mediante una serie de documentos de la mayor objetividad posible (dibujos, fotografías, fi chas, etc.).

La documentación gráfi caLa primera operación necesaria para la transcripción de los datos es la elaboración de un soporte gráfi co o fotográfi co. El dibujo o el esquema se considera la base gráfi ca para la identifi cación de las zonas homo-géneas y deberá representar todos los datos necesa-rios de manera objetiva. En realidad, el dibujo, como representación icónica, es inevitablemente una inter-pretación de la realidad, o sea, una selección de datos con lo que se corre el peligro de olvidar información y detalles para la lectura estratigráfi ca. Este límite se puede superar con el auxilio de la fotografía o, mejor todavía, de la ortofotografía.

En la fase de observación directa del edifi cio, se trazan los perímetros de las unidades estratigráfi cas identifi cadas sobre esta base de los dibujos, fotogra-fías o esquemas. Es evidente que el dibujo deberá tener un grado sufi ciente de detalle para poder al-bergar este tipo de información, que, muy a menudo, requiere un nivel extremadamente minucioso de re-presentación.

La numeración de las unidadesCada unidad reconocida en su dimensión a través de su perímetro en los planos de levantamiento, deberá estar a su vez identifi cada de manera que se pue-da hacer referencia inequívoca a la misma. Por tanto, cada unidad, positiva o negativa, deberá numerarse individualmente en una serie única sin que el orden corresponda al orden de la secuencia estratigráfi ca.

Las fi chas de documentaciónLa documentación de los datos materiales identifi ca-dos en el análisis estratigráfi co se puede completar con la elaboración de unas fi chas de descripción de las unidades, con todos sus califi cadores, y de las relaciones que mantienen con las unidades a su al-rededor. Los investigadores han experimentado, en arqueología, diversos tipos de fi chas, desde las pri-

/ cortado por donde la unidad que está cortada es anterior a la unidad o interfaz que corta (por ejem-plo la acción de demolición es posterior al muro que se demuele); rellena / rellenado por donde la unidad que rellena es posterior a la que está rellenada (por ejemplo el tapiado de una ventana es posterior a la ventana misma) (Figura 5).

La documentación de los datos

El análisis estratigráfi co de la arquitectura o estrati-grafía de la arquitectura constituye el estudio de la estratifi cación, o sea, la identifi cación de los datos materiales que se realiza directamente in situ sobre el edifi cio y que necesita un proceso de transcripción o levantamiento estratigráfi co (Doglioni, 1997: 131), que consiste en el registro de las observaciones recogidas en forma de texto, dibujo o esquema (Figura 6). Es

Figura 5. Relaciones estratigráficas corta / cortado por, rellena / rellenado

por, se adosa / se le adosa. Edificio en Gubbio (Italia). Fotografía: C. Mileto

y F. Vegas.

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práctica del levantamiento crítico con las emanadas del análisis estratigráfi co. Como destaca el autor, se trata de enriquecer el levantamiento estratigráfi co, planos dibujados o fotografías, con una serie de sím-bolos, por una parte ligados al análisis estratigráfi co, cualidades de superfi cies y perímetros de las unida-des estratigráfi cas constructivas y de las relaciones existentes entre ellas, y, por otra parte, vinculados a las huellas identifi cables en las masas murarias (es-quinas, jambas englobadas en el muro, cierres de aperturas, muros trabados o no, etc.).

La aplicación de este tipo de levantamiento permite volcar en el mismo soporte gráfi co-fotográfi co una gran cantidad de datos relacionados con diferentes niveles de observación, desde los más generales que atañen a las grandes masas de muros, hasta los referidos a las unidades estratigráfi cas, añadiendo, además, la infor-mación relativa a las relaciones, los materiales y técni-cas constructivas y los tipos de superfi cies. Este tipo de representación ayuda a relacionar los datos para faci-litar la posterior fase de interpretación de los mismos.

meras (Harris, Barker, Carandini), hasta las institucio-nales (Ministero dei Beni Culturali e Ambientali de Roma). En el estudio de la arquitectura, es interesante utilizar una fi cha de archivación rápida, parecida a la que propone Brogiolo (Brogiolo, 1988: 40-42) que recoja la siguiente información: número de la Uni-dad Estratigráfi ca Constructiva, breve descripción de la misma (insertando cuando existen los datos relati-vos a los ensayos de caracterización de materiales y de los estudios de tipo constructivo y recogiendo el número de la fi cha o análisis correspondiente) y las relaciones estratigráfi cas (anterioridad, posterioridad y contemporaneidad) de manera detallada.

El levantamiento estratigráfi co-constructivoSiempre en el ámbito de la documentación del aná-lisis estratigráfi co de la arquitectura resulta de gran interés la experiencia llevada a cabo por Doglioni con el levantamiento estratigráfi co-constructivo (Doglioni, 1997: 131-160). Con este tipo de representación se intentan combinar las observaciones derivadas de la

Figura 6. Croquis de campo de un levantamiento estratigráfico. Castillo de Monzón (Huesca). Autores: C. Mileto y F. Vegas.

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Esta secuencia de unidades se puede periodizar, es decir, dividir entre diferentes fases (Harris, 1991: 210) que corresponden a agrupaciones de unidades estratigráfi cas ejecutadas en un mismo momento o, en el caso de la arquitectura, durante una misma fase de obra. A su vez, las fases se pueden agrupar entre ellas en periodos (Harris, 1991: 210) que, en el caso de la arquitectura, corresponden a los diferentes pe-riodos constructivos de la historia del edifi cio.

La periodización se basa en la posibilidad de or-denar de forma lógica las diferentes intervenciones dentro de la secuencia: por ejemplo la construcción de un forjado y su posterior demolición pertenecen por evidentes razones a dos diferentes y sucesivos periodos constructivos y, por tanto, las unidades es-tratigráfi cas relacionadas con estas intervenciones se podrán colocar en los periodos correspondientes. Sin embargo, a diferencia del momento de la construc-ción del diagrama estratigráfi co, la periodización ya presupone una primera interpretación de los datos estratigráfi cos. Por tanto, mientras la secuencia estrati-gráfi ca nace de la transcripción de los datos, su inter-pretación mediante la periodización de la misma su-pone un ejercicio de hermenéutica que en un futuro y a la luz de nuevos descubrimientos podría necesitar de una revisión o de una nueva interpretación.

Cronología absolutaComo se ha dicho anteriormente, la secuencia estrati-gráfi ca, aunque periodizada, tendrá simplemente va-lor de cronología relativa y no de cronología absoluta. En otras palabras, signifi ca que las fases o los perio-dos detectados sobre la base de las observaciones estratigráfi cas no se corresponden con periodos his-tóricos, sino simplemente expresan un orden tempo-ral. El objetivo principal de un análisis estratigráfi co aplicado a la arquitectura radica en la construcción de una secuencia relativa basada en los datos estra-tigráfi cos del objeto estudiado. Sin embargo, resulta siempre de gran interés poder solapar a la cronología relativa una cronología absoluta que permita la da-tación de las unidades estratigráfi cas o, al menos, de una parte de ellas, y, por tanto, de las fases construc-tivas del edifi cio. Se trata, por tanto, de compaginar la cronología relativa, obtenida a través del estudio estratigráfi co, con la información derivada de estu-dios históricos o estudios de carácter material, que permitan la datación de las unidades.

La arqueología de la arquitectura proporciona al análisis estratigráfi co una datación absoluta, obtenida

La interpretación de la estratifi cación

La secuencia estratigráfi caUna vez identifi cadas las relaciones estratigráfi cas en-tre las diferentes unidades se establece la secuencia estratigráfi ca donde se ordenan las unidades desde la más antigua hasta la más reciente (Harris, 1991: 153-154). Esta secuencia, u orden de posición de las unidades estratigráfi cas, se determina mediante la aplicación de las leyes de la estratigrafía arqueoló-gica: la ley de superposición, ley de horizontalidad original, ley de continuidad original y ley de sucesión estratigráfi ca (Harris, 1991: 51-64).

La herramienta que se utiliza para ordenar la se-cuencia estratigráfi ca es el diagrama estratigráfi co o Matrix Harris, una matriz inventada por el arqueólogo Edward Harris que permite ordenar de forma metódica todas las unidades. El diagrama estratigráfi co represen-ta la transcripción gráfi ca de las relaciones físicas de contemporaneidad y de anterioridad y posterioridad que existen entre las diferentes unidades estratigráfi cas. La redacción del diagrama no supone todavía ningún tipo de interpretación de los datos sino simplemente una transcripción y una organización de los mismos. La aplicación de este instrumento al estudio de la ar-quitectura, según Brogiolo (Brogiolo, 1988: 28), resulta directa y efi caz si se tiene en cuenta la tridimensiona-lidad que caracteriza la estratifi cación arquitectónica.

Periodización y cronología relativaLa construcción del diagrama estratigráfi co conlleva la construcción de un orden de las unidades estratigráfi -cas según una cronología relativa donde las unidades se disponen entre ellas en una relación de anterioridad y posterioridad. De esta forma, el estudio estratigráfi co proporciona una secuencia de unidades ordenadas entre ellas de la más antigua hasta la más reciente (Figura 7).

Figura 7. Diagrama estratigráfico periodizado. Sala de la Barbería en la

Alhmabra de Granada. Autores: C. Mileto y F. Vegas.

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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Entre los segundos se hallan el método de datación relativa de la estratigrafía y el método de datación absoluta a través de las fechas escritas en los edifi cios. Independientemente de estas advertencias, todos los métodos pueden proporcionar una ayuda indispensa-ble para el conocimiento de las fases constructivas de los edifi cios históricos, actuando como respaldo de la historia de los grandes monumentos o como única fuente existente para el conocimiento de la evolución histórica de los edifi cios anónimos.

La aplicación de la estratigrafía

a la arquitectura

Aunque los conceptos y defi niciones de la estratigra-fía de la arquitectura nacen de la estratigrafía arqueo-lógica es fundamental tener presente que el método debe adaptarse a las peculiaridades de la arquitectura para que realmente sirva como método de compren-sión de la misma.

Según Brogiolo (Brogiolo, 1993: 103), se pueden vislumbrar tres tendencias de pensamiento: por un lado, los autores que consideran que la aplicación del método estratigráfi co a la arquitectura no tiene que asumir ninguna especifi cidad, pudiendo proceder directamente a la aplicación del método estratigrá-fi co a las fábricas construidas (Manacorda y Parenti, Caballero); por otro lado, se encuentran los autores que, aunque están completamente de acuerdo con la aplicación del método a la arquitectura, consideran necesario estudiar su especifi cidad, tanto en el plano teórico como en el metodológico (Doglioni y Brogio-lo); por último, se encuentran autores que rechazan completamente la posibilidad de aplicar el método a la arquitectura, denunciándolo por inadecuado como método de la historia de la arquitectura (Bonelli).

Siguiendo la línea de pensamiento propuesta por Brogiolo y Doglioni, consideramos que el análisis es-tratigráfi co se puede aplicar a la arquitectura teniendo en cuenta las inevitables adaptaciones debidas a la especifi cidad de la estratifi cación arquitectónica.

En primer lugar, se deben considerar algunas dife-rencias fundamentales. Una primera diferencia impor-tante de carácter conceptual entre la estratifi cación arqueológica y la estratifi cación arquitectónica es el sentido de la deposición de los estratos: en el caso del yacimiento arqueológico los estratos se deponen según las leyes de la gravedad apoyándose sobre los

según una serie de métodos que han sido desarrollados a partir de las características propias de las unidades estratigráfi cas, ligadas al estudio de los materiales, las técnicas constructivas, las dimensiones y las formas de los elementos, etc. Para la datación de la arquitectu-ra histórica, tanto monumental como menor, Mannoni (1984: 396-403) defi ne una serie de indicadores crono-lógicos que derivan de fuentes tanto indirectas (docu-mentos históricos, cartográfi cos, iconográfi cos, orales) como directas (legibles directamente sobre el mismo edifi cio).

Las fuentes directas pueden proporcionar datacio-nes relativas (según una secuencia temporal) o abso-lutas según el tipo de elementos analizados:

— dataciones relativas: nacen a su vez, por una parte, del estudio de las mismas estructuras de los edifi cios (estratigrafía horizontal y vertical, tipología formal y dimensión de los elementos arquitectónicos, tipología constructiva, tipolo-gía distributiva, técnicas constructivas), y, por otra parte, del estudio de los hallazgos en-contrados en los terraplenes (cimentaciones o niveles de utilización) o en las estructuras (rellenos de bóvedas y pavimentos, elementos estéticos o funcionales).

— dataciones absolutas: los métodos de datación absoluta que se pueden emplear en la arqui-tectura son, por una parte, los que utilizan las propiedades naturales de los materiales de documentación del tiempo, como el radiocar-bono y la dendrocronología, para la estructu-ras de madera, y la termoluminescencia, para los ladrillos, y, por otra, los métodos de reco-gida de información dejada por el hombre, como las dataciones escritas en los edifi cios y la mensiocronología.

Entre los métodos directos e indirectos debe tenerse en cuenta que existen métodos que están ligados a claves cronológicas locales y métodos cuya datación es totalmente independiente del contexto local. Entre los primeros se encuentran todos los sistemas de da-tación relativa basados en la tipología (constructiva, distributiva, etc.) y en la dimensión de los elementos arquitectónicos, y los métodos de datación absolu-ta como la dendrocronología y la mensiocronología.

El análisis estratigráfi co: una herramienta de conocimiento y conservación de la arquitectura

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modalidades de construcción, o estratifi cación, para poder identifi car correctamente las diferentes fases constructivas. Los materiales y las técnicas construc-tivas se relacionan de una forma específi ca según la puesta en obra y las herramientas de trabajo que de-jan huellas interpretables sólo si se conocen previa-mente.

Las fábricas arquitectónicas poseen un diferente potencial de formación de las huellas estratigráfi cas en función del tipo de material empleado. El morte-ro, los enlucidos, las tapias, las fábricas de ladrillo, mampostería o sillería, los pavimentos de cerámica y todas las técnicas constructivas que prevén el em-pleo de materiales húmedos (materiales que ad-quieren fuerza en el momento del fraguado), crean un estrato compacto y continuo que, en el momento que se rompe, genera una cicatriz que difícilmente se puede disimular como en el caso de un sello de lacre. Además, los materiales húmedos se adosan a los elementos preexistentes adaptándose a su forma como un calco, de manera que siempre es posible distinguir entre el elemento preexistente y el calco superpuesto y posterior. Gracias a estas dos propie-dades en la mayoría de los casos se puede distinguir la parte de muro que se ha construido antes (el mor-tero del muro construido después se plasma sobre el muro preexistente), se identifi can las demoliciones y reconstrucciones, se manifi estan la inserciones de elementos posteriores, etc. (Figura 8).

Más compleja es la posibilidad de interpretar las fases constructivas en los materiales secos (madera, cañizos, paja, piedra en seco, etc.), es decir técnicas constructivas que no necesitan en su construcción del auxilio del mortero y que se basan en la yuxtaposi-ción o en la conexión de piezas entre ellas. En estos

estratos más antiguos de manera que el estrato supe-rior es más reciente que el estrato inferior; en el caso de la estratifi cación arquitectónica, sin embargo, los estratos se estratifi can en todas las direcciones crean-do mayores difi cultades para la interpretación del or-den de deposición.

Existe una segunda diferencia de carácter operativo en la aplicación del método en el ámbito arqueológi-co y en el ámbito de la arquitectura. La investigación arqueológica contempla la progresiva eliminación (excavación) de los estratos presentes en el yacimien-to ya que cada estrato se superpone horizontalmente sobre el inferior y de mayor antigüedad escondién-dolo completamente. Al contrario, en el caso de la arquitectura, el método estratigráfi co investiga la es-tratifi cación que se ha depositado desde la cota del terreno hacia arriba, es decir, el edifi cio que todavía se mantiene erecto. En este caso, generalmente no se contempla la eliminación de los estratos ya que cada estrato es parte del edifi cio actualmente existen-te y constituye parte de la integridad del mismo, sus estructuras, acabados, espacios, etc. Este factor tiene una importancia fundamental a la hora de entender la lectura estratigráfi ca de una arquitectura ya que en ningún caso la estratifi cación se podrá leer en su totalidad, puesto que siempre existen partes ocultas. En consecuencia, muy difícilmente en arquitectura se podrá concluir o cerrar completamente una secuencia estratigráfi ca sin arriesgar peligrosas elucubraciones.

De esta segunda diferencia deriva el concepto de legibilidad de la arquitectura, según el cual, existen arquitecturas con diferentes niveles de legibilidad estratigráfi ca. No será prácticamente posible realizar una lectura estratigráfi ca de una arquitectura donde un enlucido continuo y homogéneo cubre completa-mente todos los paramentos, mientras que aumenta la legibilidad de la misma al aumentar el número de los paramentos descubiertos o la degradación de los enlucidos que permite identifi car la superposición entre las diferentes fábricas o entre las fábricas y los estratos de revestimiento.

Existen además una serie de peculiaridades de la estratifi cación arquitectónica que derivan del empleo de determinados materiales y técnicas constructivas. De hecho, el éxito del estudio estratigráfi co de la ar-quitectura está fuertemente ligado al conocimiento de los materiales y las técnicas constructivas. El proceso de construcción conlleva la formación de una serie de huellas debidas a las diferentes acciones que se verifi can y es necesario conocer profundamente las

Figura 8. El mortero como material húmedo documenta todo tipo de

transformación. En este caso el mortero blanquecino de la fábrica inferior

demuestra la contemporaneidad entre ésta y la fábrica superior. Sala de la

Barbería en la Alhmabra de Granada. Fotografía: C. Mileto y F. Vegas.

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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cerámicos o pétreos que la componen, mientras se puede intentar solventar a las necesidades de conser-vación de la fábrica a través de un rejuntado selec-tivo que aporte material sólo donde es necesario sin eliminar la junta existente. Esta observación abre el paso a la refl exión sobre la relación entre el estudio estratigráfi co de la arquitectura y el proyecto de res-tauración arquitectónica.

Estratigrafía y restauración arquitectónica

Como se ha introducido al principio de este texto, el análisis de la estratigrafía aplicada a la arquitectura surge como disciplina arqueológica. Sin embargo, el objeto de su estudio es la arquitectura y, por esta razón, ya los primeros experimentos llevados a cabo por los arqueólogos, llamaron la atención de los ar-quitectos que se ocupaban de arquitectura histórica y de restauración arquitectónica.

Si el estudio de la estratigrafía es, por un lado, vehículo de conocimiento en sí mismo, conocimiento de la materialidad del edifi cio y de su historia (Caba-llero, 1995: 37), por otro lado, puede proporcionar al campo de la restauración arquitectónica la capa-cidad de ponderar sus intervenciones y los efectos de las mismas (Brogiolo, 1996: 184-185). En realidad, las posibles relaciones entre estratigrafía y restaura-ción arquitectónica se han ido defi niendo más espe-cífi camente en el tiempo: desde la importancia que el estudio estratigráfi co asume como fuente de datos para la redacción de un estudio histórico, la capa-cidad de la estratigrafía de proporcionar un conoci-miento de la materialidad del edifi cio favoreciendo su conservación y la posibilidad de relacionar el estudio estratigráfi co con otros estudios previos a la restau-ración con el objetivo de llegar a una redacción más consciente del proyecto de restauración, hasta la po-sibilidad de tratar las intervenciones en obra con un lenguaje estratigráfi co que permita la conservación de las huellas de la historia constructiva del edifi cio.

Ya desde principios de los años ochenta, se evi-denció la necesidad de que la obra de restauración arquitectónica respete la estratifi cación arqueológica, tanto horizontal como vertical, muy a menudo olvi-dada en las intervenciones realizadas tanto en el te-jido urbano como en los monumentos. Se trata de reconocer la importancia de un estudio preliminar a la intervención, redactado con el objetivo principal de un profundo conocimiento de lo existente para su

casos la falta del mortero como material sigilante (que se adapta al elemento preexistente) implica que las piezas se pueden eliminar o sustituir sin dejar huellas claras de esta sustitución. A menudo, encontramos casos en que un elemento de madera, por ejemplo una vigueta o una tabla de una cubierta, ha sido sus-tituido sin dejar rastro en los elementos cercanos que han podido ser desmontados y remontados con faci-lidad en la misma posición. Para identifi car la susti-tución de la pieza se debe entonces recurrir a otras observaciones que emplean métodos no sólo estra-tigráfi cos sino también cronotipológicos, ligados al tipo de material, de tratamiento superfi cial, de labra del elemento, de forma del mismo, etc. En la mayoría de los casos las relaciones estratigráfi cas de los ma-teriales secos se pueden establecer gracias al punto de contacto con un material húmedo: la inserción o la demolición de un forjado o de una cubierta en la mayoría de los casos se puede leer en el punto de contacto con la fábrica (la formación del mechinal contemporáneamente o posteriormente al muro), la inserción o la transformación de una carpintería se puede también entender a través de la observación de la fábrica en que se inserta, etc. (Figura 9).

Es evidente, por tanto, el papel fundamental que el mortero y los demás materiales húmedos desem-peñan en la posibilidad de interpretar correctamente la estratifi cación arquitectónica. La eliminación, susti-tución o manipulación del mortero en sus diferentes formas (juntas, enlucidos, encalados, capas de regu-larización, tapias, etc.) distorsiona, al menos parcial-mente, la posibilidad de interpretar correctamente la estratifi cación arquitectónica. Por ejemplo, el rejunta-do completo de una fábrica conlleva la eliminación de las relaciones estratigráfi cas entre los elementos

Figura 9. Jaldeta de madera con hendiduras con diferente inclinación

para la introducción de las tabicas. La jaldeta, por tanto, ha sido reutilizada

y además ha cambiado su inclinación. Iglesia Parroquial de Benifassá

(Castellón). Fotografía: C. Mileto y F. Vegas.

El análisis estratigráfi co: una herramienta de conocimiento y conservación de la arquitectura

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perponerse a las preexistencias y estratifi carse como una fase más de la compleja existencia del edifi cio sin borrar las huellas de las fases precedentes.

El conocimiento de las modalidades estratigráfi cas permite, por una parte, identifi car los puntos y hue-llas claves de la historia del edifi cio que se deberán proteger y conservar durante la restauración y, por otra parte, permite concebir el proyecto de restaura-ción como una adición a la historia constructiva de lo existente. La restauración de esta forma se empieza a entender como un conjunto de acciones que añaden historia al edifi cio sin eliminar u ocultar la historia de las etapas anteriores. La diferencia en este caso sólo reside en las modalidades que se emplean para rea-lizar una misma acción: rejuntar completamente una fábrica conlleva la pérdida de los datos estratigráfi -cos, mientras que el rejuntado selectivo aplicado sólo a las lagunas permite la conservación de la materia histórica y el cumplimiento de objetivos de decoro, de conservación material y de efi ciencia estructural (Figura 10).

La práctica de la estratigrafía desarrolla en el ar-quitecto proyectista una mirada cada vez más sensi-ble y atenta a las modalidades de la construcción, a los materiales y técnicas constructivas, a las huellas de herramientas e instrumentos de acabado. Esta mi-rada sensible a la historia material aprecia las diferen-cias, la multiplicidad de las soluciones constructivas, la complejidad de la historia, el paso del tiempo que envejece los materiales. El proyecto de restauración se benefi cia de esta sensibilidad que es capaz de con-servar la materia de la arquitectura como garante de la historia, guardián de la memoria, y testigo del paso del tiempo.

correcta conservación. El estudio de las transforma-ciones que ha sufrido el edifi cio en el tiempo debe ser parte fundamental de estas investigaciones, como base para la intervención de restauración.

El tema de la relación entre análisis estratigráfi -co y proyecto de restauración arquitectónica nace ya desde los primeros momentos en que se aplicó el método estratigráfi co al estudio de la arquitectura. Fue Francovich quien, en 1987, introdujo el tema de la necesaria colaboración entre la fi gura del arqueó-logo y la fi gura del arquitecto restaurador. Se trata de una colaboración necesaria para la realización de un proyecto más compatible con el edifi cio y más consecuente con los conocimientos adquiridos du-rante la fase de estudio, un proyecto redactado con el conocimiento de la potencialidad destructiva de la obra de restauración. En esa misma ocasión, Doglio-ni propuso la posibilidad de acoplar a las unidades estratigráfi cas unas unidades de proyecto que permi-tan el control del impacto que cada operación puede generar sobre las unidades estratigráfi cas (Doglioni, 1988: 233-239).

El mismo autor, en los años sucesivos, subrayó una serie de temas extremadamente importantes: en primer lugar, la trascendencia que el análisis estrati-gráfi co puede tener en la restauración arquitectónica a través del concepto de autenticidad por relación, o sea una forma de autenticidad de la materia basada en la posibilidad de leer las relaciones entre las uni-dades adyacentes que se autentifi can recíprocamente; en segundo lugar, la posibilidad de leer con ayuda del método estratigráfi co la consecuencia de las inter-venciones de restauración y el grado de conservación de las relaciones, vehículo de la autenticidad, o el nivel de interrupción de las mismas relaciones que diferentes tipos de intervención pueden alcanzar; y, por último, la posibilidad de pensar en la obra de restauración como fase de estratifi cación intencional en el edifi cio, llevada a cabo mediante una serie de intervenciones y técnicas con la misión de mantener las relaciones existentes.

A raíz de estas refl exiones, podemos afi rmar que la estratigrafía arquitectónica puede adquirir un papel importante en el desarrollo del proyecto de restau-ración. La estratigrafía enseña las modalidades de la estratifi cación de los materiales y muestra las huellas que las intervenciones históricas han grabado en la materia. El proyecto de restauración que pretenda conservar la materialidad de la arquitectura histórica puede utilizar las modalidades estratigráfi cas para su-

Figura 10. El mortero de la intervención se adosa al mortero antiguo

rellenando las lagunas. Campanario de la Iglesia Parroquial de Vistabella

del Maestrazgo (Castellón). Fotografía: C. Mileto y F. Vegas.

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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El análisis estratigráfi co: una herramienta de conocimiento y conservación de la arquitectura

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159análisis actualmente en uso por el grupo de investiga-ción sobre Construcción Patrimonial del Departamen-to de Construcciones Arquitectónicas 2 de la Univer-sidad de Sevilla. El modelo seguido (Tabales, 1997) ha sido puesto en práctica en numerosos inmuebles durante las dos últimas décadas, con resultados po-sitivos fundamentalmente en su vertiente operativa, al estar diseñado como herramienta de apoyo a la restauración arquitectónica e insertarse en las fases proyectuales y de ejecución desde los primeros mo-mentos hasta la publicación fi nal de resultados. El alcázar sevillano como conjunto monumental com-plejo, trasciende las características habituales de un inmueble en rehabilitación al uso, por lo que nues-tro sistema se ha visto condicionado por situaciones igualmente complejas que han servido para verifi car su adaptabilidad.

Palabras clave

Alcázar, paramentos, Sevilla, pluriestratifi cación, ar-queología

Doctor Arqueólogo y Catedrático de Escuela Uni-versitaria. Profesor de Historia de la Construcción y Arqueología y Construcción en la Escuela de Arqui-tectura Técnica de Sevilla. Dirige el proyecto de in-vestigación Arqueológica del Real Alcázar de Sevilla desde 1997. Sus principales líneas de investigación se centran en la Arqueología de la Arquitectura, tema sobre el que ha escrito numerosas publicaciones. La construcción medieval y la arqueología del período islámico son el hilo argumental en el que se insertan la mayor parte de sus investigaciones y proyectos. Destacan los estudios en apoyo a la rehabilitación de edifi cios emblemáticos como el Alcázar de Sevilla, Catedral de Sevilla, Conventos del Carmen, San Cle-mente, Santa Clara y Santa María de Jesús en Sevilla, Palacios de Conde de Ibarra, Castillos de Jimena de la Frontera o San Romualdo en San Fernando, Hospital de las Cinco Llagas de Sevilla, etc.

Resumen

Presentamos un ejemplo de estudio arqueológico de un edifi cio histórico complejo, el Alcázar de Sevilla, donde se viene aplicando desde 1997 el sistema de

La investigación arqueológica

en edifi cios históricos

Metodología y experienciasEl Alcázar de Sevilla

Miguel Ángel Tabales Rodríguez

Departamento de Construcciones Arquitectónicas-2

[email protected]

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El método de intervención y los registros de datos conforman el segundo pilar de la estructura. Respecto al primero, se sigue el sistema Harris con ciertas pun-tualizaciones, a la par que se establecen unos criterios de representación gráfi ca esenciales; todo ello en el marco de un modelo de fi chas de control y de regis-tro generadas para la ocasión.

El tercer fundamento del sistema trata de los equi-pos de trabajo en el marco de la relación interpro-fesional: selección de los miembros esenciales del equipo y sus actividades, los estudios multidiscipli-nares, la priorización de los trabajos en el marco de los condicionantes habituales en la rehabilitación, etc.

Por otro lado, el conjunto descansa sobre unas premisas conceptuales que impregnan todo el dis-curso; entre estos principios destacan la vinculación esencial entre el análisis histórico arqueológico y la rehabilitación, el estudio generalizado del inmueble, la comprensión diacrónica, la inserción geohistórica y tipológica en el entorno, así como el análisis selectivo primando lo general sobre lo anecdótico.

El sistema se basa, desde el punto de vista de la organización y dejando al lado los fundamentos me-todológicos, en las siguientes pautas:

1. Acercamiento inicial al edifi cio.— División zonal, identifi cación de “unidades-

guía” y estancias.— Estudio previo y pormenorizado de la estruc-

tura emergente.— Estudio de los sistemas de adosamiento y con-

tacto entre alineaciones.— Análisis edilicio provisional (constatación de

los tipos de muro). — Realización de un programa de muestreos edi-

licios.— Cumplimentación de las observaciones tipo-

lógicas.— Registros de elementos artísticos o suscepti-

bles de conservación.— Elaboración de una hipótesis evolutiva inicial.

2. Análisis de paramentos.— Estudios estratigráfi cos.— Análisis tipológicos.— Constatación de los principales eventos cons-

tructivos.

Abstract

We present an archaeological study example of a complex historical building, the Alcazar of Seville, in which the research group of heritage from the De-partment of Architectural Constructions 2, University of Seville is applying its own analysis system. The following model (Tabales 1997) has been implemen-ted in numerous buildings over the past two decades with positive results. These results found are mainly in its operational aspect as a supportive tool of the architectural restoration and inserted into the Projects stages from the earliest phase to the fi nal publication of the results. The Sevillian Alcazar, as a monumental group of buildings, transcends the usual features of a building in rehabilitation. This is the reason why our system has been conditioned by complex situations which have served to verify its adaptability.

Keywords

Alcázar, walls, Seville, pluriestratifi cation, archaeology

Sistema de análisis de edifi cios

Presentamos un modelo de estudio bajo la premisa de su utilidad como herramienta operativa a la hora de intervenir arqueológicamente sobre un edifi cio histórico sea cual fuere su naturaleza, sobre todo si, como es habitual, el requerimiento de dicha actividad viene de la mano de un programa de rehabilitación o restauración.

En síntesis el sistema propuesto descansa sobre tres preceptos esenciales: una estrategia global de in-tervención en la que tiene un papel preponderante una propuesta de auscultación inicial del inmueble mediante las oportunas comprobaciones estructurales y tipológicas que desembocan en la elaboración de las primeras hipótesis; esta estrategia descansa ade-más sobre un desarrollo metódico en el que los aná-lisis de paramentos (estudios estratigráfi cos-análisis tipológicos-estructurales) tienen una relevancia jerár-quica, al igual que una división en tipos de actuacio-nes en el subsuelo fundamentadas en las necesidades dictadas por el estadio en el que se encuentra la in-dagación (sondeos estratigráfi cos-cortes prospectivos y extensivos) (Tabales, 2002: 109).

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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• Atención prioritaria a la arquitectura. Al investigar edifi cios en pie, el análisis sistemático debe partir de una serie de actividades preferentes entre las que destaca el estudio de lo elevado, ya que éste será el objeto fundamental de la rehabilitación. Las operaciones constructivas se verterán sobre lo que permanece y por tanto no deben dejar-se de lado los aspectos edilicios o estratigráfi cos esenciales para el posterior diseño. La excava-ción no es un complemento sino un pilar básico, pero por lo general su implicación real con la rehabilitación será menor.

• Análisis selectivo primando lo general sobre lo anecdótico. Las posibilidades de estudio histó-rico sobre cualquier edifi cio son muy variadas. Dependerá del tipo de trabajo a realizar el adop-tar una estrategia determinada dentro de la cual debe existir una premisa prioritaria: no ahondar en la recogida de datos hasta el punto de perder posibilidades efectivas de adquirir una interpre-tación global de la secuencia.

• Mantenimiento de la investigación mientras exis-tan remociones o alteración de lo preexistente, para lo que se adoptarán sistemas de análisis efi caces que propicien la recogida sintética del registro aunque la intervención arqueológica sis-temática haya concluido. Si dicha actividad no se contempla, el arqueólogo quedará excluido del proceso de toma de decisiones fi nal.

• Debe existir una coordinación del arqueólogo director de la investigación sobre los restantes estudios multidisciplinares que redunden en la comprensión histórica fi nal. Sólo una multidisci-plinaridad dirigida en la misma línea de lo argu-mentado hasta ahora, justifi cará una vinculación real y no anecdótica con el proceso de obra.

El proceso de intervención

Es imprescindible que el acercamiento al edifi cio sea directamente proporcional a las posibilidades eco-nómicas de la intervención, aunque en un primer momento puede ser difícil de precisar debido a la complejidad a la que esté sujeta cada actividad en concreto. No obstante, todo lo anteriormente expues-to no resulta óbice para que puedan existir ciertas opciones que ayuden a un correcto planteamiento de

3. Estudio del subsuelo.— Realización de cortes estratigráfi cos.— Apertura de cortes prospectivos.— Realización de cortes con carácter “extensivo”.

4. Control de Obras.— Control de las actividades de restauración.— Control de las obras de rehabilitación.

Los principios que justifi can el sistema son los

siguientes (Tabales 2002: 97):

• Vinculación esencial entre el estudio arqueológico y la rehabilitación, es decir, el análisis debe con-templarse integrado dentro de la renovación del inmueble. No debe entenderse como una inda-gación previa y desconectada del resultado fi nal.

• Comprensión diacrónica del edifi cio. Éste, como organismo que ha ido transformándose, se rige por unas pautas procesuales que deben ser capta-das como prioridad básica de la investigación. En un segundo plano estarán las distintas lecturas en extensión de cada fase constructiva; no se debe dar prioridad a procesos concretos si antes no se ha desentrañado la secuencia completa ya que esto alejará a la arqueología de su principal justi-fi cación dentro del engranaje de la rehabilitación.

• Inserción geohistórica y tipológica en el entorno. El edifi cio se encuentra imbuido dentro de una lógica urbanística e histórica. En las actividades del investigador debe estar presente el estado científi co de la cuestión del entorno, única ga-rantía de la valoración correcta de las evidencias rescatadas.

• Análisis general del inmueble. La parcialidad en la investigación es contraproducente en todos los niveles y terminará por convertir en anecdótico lo que debe ser el armazón de las soluciones de rehabilitación posteriores.

• El sistema de análisis arqueológico debe ser ágil y sistemático. Para aspirar a comprender un in-mueble histórico desde una óptica secuencial debe tenerse en cuenta la vertiente estratégica de la investigación. Dentro de ella se propone avanzar hipótesis que determinen la posterior in-dagación sistemática y para ello se deben realizar aproximaciones previas claramente prefi jadas.

La investigación arqueológica en edifi cios históricos

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una de las alineaciones principales que confi gu-ran el esqueleto del inmueble, es indispensable para empezar a tener un dictamen sistemático de su evolución. Partimos de la evidencia, en la ma-yoría de los casos, de pluriestratifi cación y de re-formas ornamentales desconectadas de los proce-sos constructivos, lo cual supone desde el inicio del trabajo una desvinculación de las noticias de carácter histórico o las generalmente superfi ciales interpretaciones artísticas.

4. Acceder a la fábrica de los muros en las zonas de unión mediante el llagueado de al menos un metro cuadrado continuado, o varios puntos separados. No olvidemos que en muros pluriestratifi cados, como es el caso de gran parte de los edifi cios his-tóricos sevillanos, se da el caso de superposiciones continuas que contactan evidentemente de mane-ra diferente con el paramento contiguo. Por ello como objetivo sistemático, siempre que las posibi-lidades económicas lo contemplen, debe aspirarse a un picado arqueológico integral de la estructura. Éste debe realizarse posteriormente a un programa de catas en los enlucidos que descarte cualquier posibilidad de destrucción de pinturas o cualquier otro elemento paramental de interés artístico o ar-queológico. Llegado a este punto es importante distinguir el interés artístico del arqueológico, ya que este último valora principalmente los aspectos referentes a la interpretación evolutiva de la estruc-tura; es decir, en un muro de varias capas de pintu-ras murales superpuestas, la capa pictórica puede considerarse poco importante desde el punto de vista artístico si la pintura ha desaparecido, pero la disposición de su intónaco puede resultar esencial en la lectura estratigráfi ca. Por ello esa operación debe llevarse a cabo por un restaurador. Sólo tras el dictamen especializado de los expertos podrá li-bremente, y siempre expuestos a cualquier sorpre-sa, procederse al picado y llagueado de los muros.En el caso de que existan obras de arte, pintu-ras o impedimentos de cualquier tipo para poder descarnar y llaguear el muro, deberemos acudir a la excavación o a la interpretación de los con-tactos en la techumbre, y si esto tampoco fuera posible, recurrir en última instancia a la habitual refl exión analógica.

5. Identifi cación de las divisiones edilicias genera-les: se procede a rellenar sobre una planta con

los trabajos. Es por esta razón por la que resulta fun-damental una primera fase de estudios previos de carácter muy general, o al menos, si no fuera posible hacerlos, unos estudios previos esenciales que permi-tieran en unos pocos días valorar dos parámetros tan importantes como son el tiempo y el equipo necesa-rios para la realización de la intervención (Tabales, 1997: 65). Así pues, los estudios de esta naturaleza deberían contemplar las siguientes cuestiones:

1. Obtención de un fi chero completo en el que se refl eje el estado previo del edifi cio antes de la rehabilitación. Para ello se realizará estancia por estancia, centrando nuestra atención en solerías, muros, vanos, detalles decorativos, etc.

2. Paralelamente, se identifi carán numéricamente los ámbitos o estancias y daremos numeración a los “Paramentos Guía”, es decir, a las alineaciones principales que conforman las crujías y comparti-mentos más destacados. Serán las primeras unida-des estratigráfi cas de la lista que luego continuare-mos. Es aconsejable la separación entre unidades guía y unidades estratigráfi cas, ya que con esto estamos trazando una primera hipótesis evolutiva inicial que sirve de punto de partida para obtener ciertos elementos de juicio y así enlazar inmediata-mente con el estudio general posterior.

3. Tras esta identifi cación, se procede al análisis de los distintos “tipos de adosamiento”. Estos pue-den ser variados (simple, con encastres simples o complejos, coetáneos). Para ello utilizamos una simbología ideada para tal fi n y compuesta por tres signos esenciales acompañados por una fl e-cha que indica el orden de construcción, es decir, el apoyo o la yuxtaposición.— Paramentos coetáneos.— Encastrados.— Adosamiento simple.Mediante la aplicación de estos tres tipos resumi-dos de contacto entre paramentos-guía de mane-ra sistemática y global, o sea, contacto tras con-tacto y estancia tras estancia, obtendremos una primera planta con una lectura general clara. Por lo general, el orden de los adosamientos y su ti-pología suelen defi nir con muy pocos cambios los procesos constructivos del palimpsesto. La comprensión del modo en que contactan cada

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edifi caciones muy complejas. Tras ese período ya dis-pondremos de una primera hipótesis de partida, y además habremos valorado cronológica y económi-camente el proceso restante.

Una segunda fase correspondería a las actuacio-nes que forman parte de la investigación propiamente dicha y por tanto estarán sujetas a todo tipo de consi-deraciones estratégicas vinculadas a lo observado en la anterior fase de estudios previos. Es decir, ya se sabrá qué muros son prioritarios y cuáles no, para analizar en cuáles se realizarán muestreos, o qué zonas deberán centrar nuestra atención. El objetivo específi co es cla-ro: sea cual fuere el resultado fi nal, no debemos gastar esfuerzo ni tiempo en aspectos tangenciales, por muy interesantes que pudieran resultar ante nuestros ojos.

las unidades paramentales guía, aquellos compo-nentes fundamentales del muro: tapiales, ladrillo, piedra, mixtos etc. caracterizando cada uno con una trama distinta.

Con ambos estudios, el de adosamientos y esta iden-tifi cación de fábricas esenciales, ya pueden estable-cerse las primeras hipótesis de trabajo. Éstas deberán plasmarse en una planta secuenciada en la que se otorgue a cada fase constructiva una trama distinta, acompañada de una matriz Harris interpretativa, con la secuencia cronológica provisional.

Todas las actividades expuestas hasta ahora son factibles a lo largo de los primeros días de trabajo o a lo largo de la primera semana para el caso de

Figura 1. Análisis estratigráfico de la Primitiva Puerta del Alcázar de Sevilla sita en la casa n.º 16 del Patio de Banderas (Tabales 2000).

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evolutiva de la estructura se procederá al estudio mi-nucioso de los alzados aún en pie. Este estudio se concentrará en aquellos paramentos en lo que se ob-serven reformas claras o en aquellos que por su ho-mogeneidad resulten básicos para el estudio global. El sistema empleado para este análisis consiste en:

• Estrategia previa de picados de muros, llaguea-dos o limpiezas de determinados elementos.

• Dibujo de cada paramento individualizado a es-cala 1:50 preferentemente.

• Dibujo exacto de las discontinuidades y los con-tornos de las unidades principales y simplifi cadas de las secundarias. Esto es variable según el caso, tendiéndose a la esquematización a medida que subimos la escala.

• Dibujo esquemático de los interiores de las unida-des (fábricas murarias, rellenos, tapiados), salvo cuando presenten características particularmente interesantes, como en el caso de las reformas de las fábricas.

• Utilización de tramas para cada época. Preferi-mos simplifi car los eventos cronológicos en un número reducido de fases mucho más compren-sibles.

• Numeración de las actividades o unidades princi-pales, simplifi cando en un número aquellas que forman parte de un grupo homogéneo y coetá-neo, como los mechinales de un forjado o las vi-gas de un techo. A este respecto la simplifi cación del método Harris, al igual que la excavación, nos permite concentrar nuestra labor de investi-gación en la globalidad del edifi cio.

Los estudios estructurales (o crítico-descripti-vos) se dividen en dos:1. Constructivos: Estableciendo, mediante una sim-

bología basada en Doglioni-1988 y desarrollada en nuestras intervenciones, las relaciones físicas más importantes (rupturas, erosiones, adosa-mientos, grietas, etc.)

1. Tipológicos: Mediante un código creado al efecto, se identifi can:— Tipos de aparejo.— Tipos de vanos.— Tipos de enlucidos.— Tipos de añadidos.

En un tercer momento se dedicaría el máximo es-fuerzo al control arqueológico y a los catálogos citados:

— Registro de elementos de interés artístico, en el que se refl ejarán todos aquellos detalles dignos de consolidación o al menos de docu-mentación, por su interés estilístico.

— Registro de seguimiento de obras. En este fi -chero se plasmará, paso por paso, cada mo-mento de la rehabilitación, al margen de la in-vestigación, con el fi n de sistematizar de este modo todo lo ocurrido en el solar desde sus primeras ocupaciones hasta la culminación de las obras.

Respecto a los otros fi cheros, el de muestreos y el ti-pológico, el uso de fi chas específi cas se hace impres-cindible debido a varias razones. Por una parte ne-cesitan de una gama de datos estratigráfi cos que si bien podrían asumirse en las fi chas de unidades, están sujetos a clasifi caciones muy distintas, no vinculadas a la estratifi cación y sí a cuestiones de índole tipológica. Esto nos aconseja un uso de registros diferenciados. En el de Muestreos Edilicios, se fi cha cada tipo dis-tinto de aparejo, analizando a fondo sus elementos y relacionándolos estratigráfi camente con otras unidades adyacentes, adjuntando número de muestra, medidas medias de los distintos elementos confi gurantes, es-quemas de ubicación de la muestra, etc.

Respecto al Fichero tipológico, con la intención de completar las tipologías edilicias, se registran por tipos cada vano, arco, suelo, cimiento y aparejo, enfa-tizando las cuestiones métricas y en general todos los paralelos y cronologías asociadas en otros edifi cios locales. Se completa con un apartado gráfi co y otro fotográfi co.

A continuación, y cuando los aspectos relaciona-dos con la catalogación ya han sido superados, se acometen los estudios paramentales, divididos en dos enfoques diferentes, uno de tipo tipológico-cons-tructivo y otro estratigráfi co o evolutivo, en la tota-lidad de los paramentos o en una selección (en las zonas de especial interés) (Figura 1).

Los análisis estratigráfi cos de los paramentos si-guen el sistema Harris simplifi cado en cuanto a las re-laciones entre unidades, relacionándolas por bloques con tramas aplicadas a una misma “fase” constructiva, no necesariamente cronológica. Para la comprensión

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El estudio del Real Alcázar de Sevilla

El Alcázar de Sevilla se asienta en el límite meridio-nal de la ciudad histórica. Es una compleja estructura militar y palatina que comprende diferentes palacios y defensas urbanas aún en pie. El carácter especial de este complejo está reforzado por el hecho de su preeminencia jerárquica a nivel arquitectónico desde el siglo XI hasta el siglo XVI, dentro de la península. Fue palacio del principal reino taifa español, sede del majzen en la capital del imperio almohade, palacio-sede de la monarquía castellana durante la Baja Edad Media, Casa del Rey durante la Edad Moderna, etc. (Tabales 2000: 13).

Partiendo de la necesidad de llevar a cabo una in-vestigación arqueológica continua, como herramienta básica de su gestión y concepción patrimonial, como primer paso fueron proyectadas una serie de activi-dades preferentes, encuadradas en un programa sis-temático de investigación que permitiera obtener una cantidad de información histórica razonable en virtud del valor y la complejidad del edifi cio. Las ventajas de una investigación ordenada eran claras; algunas es-trictamente históricas y con el edifi cio como principal objeto de estudio; otras con la ciudad como sujeto de análisis desde el siglo VIII a.C. Pero sin duda, una de las mayores ventajas radicaba en la anticipación orga-nizada respecto a futuras (y continuas) obras de reha-bilitación y urgencias arqueológicas previsibles en los años venideros (Tabales, 2003 a). Entendiendo esta necesidad, el Patronato del Real Alcázar apostó por esta vía de estudio, garantizando el mantenimiento anual tanto de las operaciones derivadas de las exca-vaciones y estudios paramentales como de las poste-riores obras de consolidación, restauración, puesta en valor y musealización de los restos.

Al investigarlo iniciamos una política de orde-nación arqueológica de gran parte de la ciudad, dando un paso de gigante que ya ha comenzado a dar frutos. No debe olvidarse que el subsuelo del Alcázar encierra, de manera hasta ahora inal-terada, una gran parte de las claves topográfi cas y ocupacionales de la ciudad antigua y es por ello por lo que se han incorporado al análisis general toda una gama de estudios multidisciplinares como la geoarqueología o los estudios paleobiológicos, centrados principalmente en las fases históricas no representadas en alzado.

Las cuestiones prioritarias planteadas en nuestro programa fueron de tipo histórico-urbanísticas y cons-

En el caso del aparejo, se subdivide en 4:

1. Ladrillo, con una subdivisión tomando como base a Clairac y Parenti, añadiendo tipos sevillanos identifi cados hasta el momento.

2. Piedra, siguiendo a Parenti, complementados con algún tipo.

3. Mixtos, Siguiendo a Parenti, complementado por nosotros.

4. Tapial, 4 tipos (de momento) identifi cados en Sevilla.

En el caso de los vanos, hemos establecido una clasi-fi cación sustentada en nuestra experiencia en Sevilla, al igual que en los enlucidos.

El estudio del subsuelo puede realizarse a la vez que el de los alzados, sin embargo en nuestra opinión es preferible su posterioridad, ya que existen muchos datos paramentales vinculados a éste que deben cono-cerse antes de excavar con el fi n de no desaprovechar el tiempo. Además, aunque es buena la especialización de uno de los miembros del equipo en las tareas de análisis de lo emergente, es benefi cioso para la investi-gación que el mismo sujeto que ha estudiado los alza-dos de una zona, se encargue también de los trabajos de excavación.

De estos cortes, al menos uno será “estratigráfi co”, es decir, profundizando hasta lo posible y excavan-do con técnica arqueológica sistemática, analizando minuciosamente todos los elementos del registro y edafológicos, sin selección alguna de materiales.

El resto de cortes arqueológicos serán de tipo zan-ja o cuadrícula, aunque cuando se considere necesa-ria una extracción de tierras (preparación para suelos, sótanos, cimentaciones, pozos) se procederá a una limpieza arqueológica previa o bien a un seguimiento exhaustivo a pie de obra.

El sondeo estratigráfi co se realizará en la zona menos peligrosa del edifi cio. El resto se distribuirá estratégicamente en la mayoría de las estancias, aten-diendo en principio a la búsqueda de los niveles guía (fases constructivas previas y cotas sucesivas), para lo cual se comenzará con la realización de Cortes prospectivos en áreas dispersas y alejadas, preferible-mente con usos funcionales diferentes.

Los cortes restantes serán seleccionados a partir de ese momento y tendrán un carácter extensivo, es decir, no serán sistemáticos en cuanto a la recogida de elementos de registro para concentrarse en el co-nocimiento en extensión de las fases previas.

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• Recuperación de elementos dignos de estudio e interés patrimonial derivada de los distintos tra-bajos en el conjunto.

• La dinámica de contactos entre los distintos ám-bitos.

Las investigaciones arqueológicas realizadas por nuestro equipo en el Alcázar entre 1997 y 2005 res-ponden a un esquema de intervención progresivo, desarrollado en diferentes fases desde las primeras urgencias hasta la ejecución de diferente Proyectos Generales de Investigación y la formalización de un Plan Especial de Protección. El esquema de análisis del conjunto ha sido, en cualquier caso, el derivado del modelo de análisis arriba presentado, de modo que, partiendo de una hipótesis inicial, se han podido desarrollar los estudios paramentales y a posteriori los análisis estratigráfi cos y prospectivos del subsue-lo para, fi nalmente, proceder a la excavación en ex-tensión y recuperación de horizontes arqueológicos concretos como el Patio de las Doncellas o el edifi cio romano del Patio de Banderas (Tabales, 2009).

— Trabajos de apoyo a la restauración:• 1997. Excavación arqueológica en el Patio de la

Montería.

• 1998. Control de obras de repavimentación del Patio de la Montería. (Tabales 2001 b).

• 1999-2000. Intervención arqueológica de apoyo a la recuperación de la Puerta Primitiva del Alcázar (Patio de Banderas n.º 16). (Tabales 2002 a) (Ta-bales 2002 e).

— Trabajos planifi cados puntuales:• 1998. Diagnosis general y estudio de paramentos.

(Tabales 2003 a).

• 1999. Intervención Puntual: “Estudios estratigráfi -cos y análisis constructivos”.

— Trabajos sistemáticos:• 2000-2005. Proyecto General de Investigación:

“Análisis arqueológico del alcázar”.

— Campaña 2000. Sondeos estratigráfi cos. (Taba-les, 2002 d).

— Campaña 2001. Analíticas 2000.

tructivas. Desde la perspectiva del análisis histórico se han intentado resolver los siguientes interrogantes:

• El origen de la ocupación humana de la ciudad.

• La delimitación del recinto protohistórico (Bron-ce Final Tardío) localizado en el sector Norte del conjunto.

• La constatación de la existencia de una acrópolis urbana en época romana.

• La localización y estudio de las vías de acceso y necrópolis de la ciudad antigua.

• La comprensión del proceso de transformación de la ciudad antigua (posibles usos religiosos en época visigoda).

• El conocimiento y valoración de las defensas urbanas.

• La constatación de la topografía original e históri-ca en esta zona limítrofe con el puerto fl uvial de la ciudad imperial.

• La detección de basureros y estudio científi co de sus componentes.

• La evolución constructiva general: pautas y signi-fi cado político y socioeconómico.

• Inserción general en el contexto científi co del entorno físico y cronológico.

• Análisis de los registros, sobre todo el ceramoló-gico ante las carencias taxonómicas y su inciden-cia en la estratigrafía.

Por otro lado las cuestiones vinculadas con la cons-trucción del conjunto se han centrado en:

• Identifi cación básica del urbanismo según las fa-ses históricas desde la perspectiva de la relación Ciudad-Alcázar.

• Defi nición de las pautas constructivas por fases, fábricas, aparejos, etc.

• Caracterización tipológica diversa.

• Dataciones absolutas de los distintos edifi cios en pie.

• Comprensión de la dinámica constructiva desde el punto de vista topográfi co y arquitectónico.

• Localización de espacios y estructuras crípticas y valoración.

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Resumen de resultados

Los conocimientos hasta ahora obtenidos a partir de nuestro estudio se sintetizan en la obtención de una secuencia arqueológica continua desde el siglo VIII a.C. hasta el siglo XIV, momento en el que las opera-ciones constructivas dejarán de alterar sustancialmen-te el conjunto arquitectónico:

• Bajo el Alcázar se detectan alteraciones de las cotas vírgenes y probables estructuras que po-drían marcar un límite urbano prerromano desde el siglo VIII a.C. (Tabales 2001a: 6-35)

• Tenemos constancia de la presencia humana bajo el Patio de Banderas y el Patio del León entre los siglos VIII y VII en un ambiente de ladera

— Campaña 2002. Sondeos Patio Doncellas. (Ta-bales, 2003 b).

— Campaña 2003. Analíticas Patio Doncellas.— Campaña 2004. Excavación Patio Doncellas.

(Tabales, 2005 a,b,c).— Campaña 2005. Patio del León y analíticas.

(Tabales, 2006 a).— 2006. Memoria Científi ca de las Campañas

2000 - 2005. (Tabales, 2009).

• 2006. Intervención Puntual en el Jardín Inglés.(Tabales, 2008: 6-39).

• 2009. Intervención Puntual en el Patio de Ban-deras.

• 2010-2015. Proyecto General de Investigación: “Análisis arqueológico del alcázar 2. Investigacio-nes en el Recinto Primitivo”.

Figura 2. Restos de un edificio romano localizado durante las excavaciones en el Patio de Banderas (Tabales 2009).

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a muladares y basureros a la par que la acción fl uvial va homogeneizando la topografía suavi-zando desniveles. Que tras las necrópolis se su-cedan basureros, escombrados y muladares entre los siglos VII y X junto a la vieja iglesia cristiana, podría delatar entre otras posibilidades, que el puerto, pulmón de la ciudad, continuara en una localización alejada de este sector.

• El panorama topográfi co sufrirá notables trans-formaciones de origen natural que afectarán so-bre todo a este sector de la ciudad antigua y en especial entre los siglos IV-X, época en la que se advierten subidas de nivel y deposiciones limo-sas en el sector más meridional por infl uencia del arroyo Tagarete, cuya consecuencia principal será la subida de cotas y la homogeneización del terreno respecto al sector septentrional. (Tabales, 2000: 13)

• Aparecerán en el siglo X los primeros aprove-chamientos islámicos de amortización, como el aljibe del Palacio Arzobispal y los alfares como el localizado bajo el Palacio de Pedro I, en uso has-ta el siglo XI. El carácter secundario y perimetral del sector se hace ahora patente.

• La construcción del Alcázar, o al menos de las murallas que hoy se conservan, se produce en un momento no anterior a mediados del siglo XI, advirtiéndose una ampliación inmediata, y tras ella la aparición de un gran arrabal a su abrigo, mientras que intramuros se edifi can nuevos ba-rrios, que al menos en el sector inmediato se mo-difi carán poco hasta nuestros días. No es casual que sea ahora cuando alfares, basureros, iglesias y cementerios sean borrados drásticamente para recomponer un espacio que pretende erigirse con la construcción del alcázar en el nuevo foco político de una ciudad en expansión y en obra continua. (Tabales, 2006 a: 7) (Figura 3).

• Construido el Alcázar, con una ciudad saturada y en pleno retroceso del río hacia el Oeste, y sobre todo, tras la pérdida del carácter militar del Al-cázar y su transformación palatina gracias a sus obras de embellecimiento y ampliación, está ple-namente justifi cada la construcción espontánea de un arrabal de grandes dimensiones en el espacio ubicado entre las murallas, el Alcázar y el río.

• Se produce una bajada del río hasta su cauce actual varios cientos de metros al Oeste hasta su

recién antropizada y parcialmente transformada. Aunque los datos son aún escasos, sabemos por la cerámica asociada a niveles posteriores que la actividad constatada se mantuvo durante el pe-ríodo turdetano hasta el período romano (Taba-les, 2002 d: 212).

• Desde el siglo I a.C. se aprecian estructuras ro-manas que, como en el Patio de Banderas, jue-gan con la topografía suavizándola y dominán-dola. En el Alcázar se han localizado edifi cios de difícil interpretación y estructuras murarias de sillares que delatan un urbanismo sofi sticado en las inmediaciones del puerto. Algunas piezas conmemorativas y arquitectónicas localizadas en este sector sugieren la presencia de edifi cios de interés, bajo lo que luego sería Patio de Bande-ras. (Tabales, 2002 a) (Figura 2).

• El urbanismo romano desaparece en el siglo III-IV (se abandonan edifi cios privados, termas, mu-rallas, calles, etc.) El desuso, abandono, destruc-ción y en cualquier caso, la desaparición de los edifi cios públicos y privados en este sector en el siglo III-IV, se debe a un cúmulo de factores en-tre los que no debe ser circunstancial la pérdida del peso específi co e infl uencia de la ciudad en el contexto peninsular y de su puerto en particu-lar, tras la pérdida de la jurisdicción de la annona en el siglo III.

• Aparecerán nuevas funciones periurbanas en el siglo IV que durarán hasta bien entrado el perío-do islámico, entre ellas la probable iglesia bajo la muralla Norte del posterior Alcázar, y el cemente-rio cristiano, que articularán un urbanismo nuevo fundamentado en el culto religioso. Dentro de las necesidades del período tardío y visigodo, es la función religiosa la que sin duda marcará las operaciones constructivas de mayor relieve. Por ello junto al río, allí donde se inician los caminos hacia el Sur y donde antaño se distribuyeran los almacenes y estructuras portuarias, ahora se or-ganizará un cementerio de grandes dimensiones tal vez vinculado total o parcialmente a la igle-sia de San Vicente, cuya vida de siglos impedirá cualquier intento de transformación posterior del espacio dado su carácter sagrado. (Tabales 2006 b: 180).

• Se asiste a una disminución progresiva de la fun-ción funeraria desde el siglo VI para dar paso

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dos a diecisiete hectáreas en un siglo, a la vez que se reorganiza el puerto en las inmediaciones. (Figuras 6 y 7).

• Los conquistadores castellanos se adaptan al es-pacio islámico, tras lo cual se asiste a la conse-cuente transformación-degradación de los edifi -cios interiores del Alcázar. Destaca en esa época la construcción del Palacio Gótico y la adapta-ción de los palacios almohades hoy destruidos bajo el palacio de Pedro I y los patios de la Mon-tería y el León. (Figura 8).

• Se documenta la reorganización del Alcázar por el rey Pedro I de Castilla entre 1355 y 1366, y con ella la consecuente alteración de cotas, des-

encauzamiento defi nitivo en el siglo XII, lo que permitirá ganar para la ciudad un espacio de va-rias hectáreas que será habilitado institucional-mente por los almohades. (Figuras 4 y 5).

• Se detectan reformas almohades que racionali-zarán el urbanismo adecuándolo al nuevo límite con el río-puerto y a la nueva jerarquía y ran-go de la ciudad, para lo cual se levantarán los distintos recintos, organizándose así como cora-zón representativo y religioso de la nueva capi-tal. Como colofón de ese espíritu constructivo y tras la capitalidad almohade, éste será el lugar elegido para la organización del poder local y territorial y esto se traducirá en la destrucción del arrabal para levantar una alcazaba que pasará de

Figura 3. El alcázar de Sevilla en la ciudad abbadí (siglo XI). Contexto urbano hipotético.

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Figura 4. El alcázar de Sevilla en la ciudad almohade inicial (a mediados del siglo XII). Contexto urbano hipotético.

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Figura 5. El alcázar de Sevilla en la ciudad tardoalmohade (inicios del siglo XIII). Contexto urbano hipotético.

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Figura 6. Reconstrucción hipotética del palacio almohade de la Montería tras las excavaciones de 1998.

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Figura 7. Hipótesis de distribución de los principales edificios almohades situados en el área central del alcázar.

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Figura 8. Transformación del alcázar tras la conquista castellana (tras 1248).

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Figura 9. Transformación del alcázar durante la Baja Edad Media. Obras de Pedro I (circa 1356).

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en una treintena de publicaciones y la recuperación y puesta en valor de diversos espacios como la primiti-va puerta del alcázar islámico, el patio bajomedieval de las Doncellas, la Puerta de Yahwar, el Palacio de la Montería, etc.

Investigaciones, recuperaciones y conocimiento en general, que han servido de base para la redacción del Plan Especial de Protección del Sector 6 “Real Alcázar”, herramienta indispensable para el planea-miento de las futuras investigaciones en el conjunto y su entorno, así como norma reguladora de las nuevas cautelas arqueológicas.

trucción de edifi cios previos y cambio sustancial del sistema de accesos. La dinámica de reformas emprendidas por Alfonso X y culminadas por Pedro I en el siglo XIV marca el fi n del Alcá-zar como centro inequívoco y primario de la monarquía y su frustrada conversión en palacio real, sede efectiva de la corte castellana. (Figu-ras 9,10).

Finalmente los trabajos arqueológicos en el Alcázar se han materializado en un estudio general de los muros del conjunto y en una estratigrafía básica, así como

Figura 10. El Patio de las Doncellas del Palacio de Pedro I tras las excavaciones de 2004.

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— (2005 b): “La construcción del Patio de las Don-cellas del alcázar de Sevilla. Historia de un proceso truncado”, en Congreso Internacional de Historia de la Construcción. Ravena, Italia, 2005. — (2005 c): “Los patios medievales del alcázar de Se-villa” en Seminario sobre urbanismo islámico, Grana-da 2005 (en prensa).— (2006 a): “Investigaciones arqueológicas en la Por-tada de la Montería” en Apuntes del Alcázar de Sevilla n.º 7, Sevilla, 7-39. — (2006 b): “Algunas notas sobre el urbanismo islá-mico en el sector meridional de Sevilla” en La catedral en la ciudad (II) De Isidoro a Abd Ar Rahman. Aula Hernan Ruiz. Sevilla, 180-216.— (2008): “Excavación arqueológica en el jardín in-glés” en Apuntes del Alcázar n.º 9, pp. 6-39. Sevilla.— (2009): El Alcázar de Sevilla. Refl exiones sobre suorigen y transformación durante la Edad Media. (Me-moria de Investigación Arqueológica 2000-2005). Se-villa.

Bibliografía sistema arqueológico

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La investigación arqueológica en edifi cios históricos

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179obras que se iban a ejecutar en un solar de este lu-gar, concretamente un proyecto arquitectónico para la realización de viviendas de nueva planta con la consiguiente demolición de las edifi caciones que en él se conservaban. En este solar había constancia, gracias a los estudios realizados por Taboada Chivite en los años 40 del siglo XX, de la posible existencia de un baluarte que formaría parte de la fortifi cación moderna de la villa. Una vez efectuada esta denun-cia, la Dirección Xeral de Patrimonio Cultural de la Xunta de Galicia nos solicitó la realización de un es-tudio arqueológico que permitiese contrastar la exis-tencia en este solar de dicho baluarte, de manera que se pudiese tomar una decisión adecuada sobre el proyecto arquitectónico y su viabilidad; es decir, si era conveniente o no derribar las construcciones que se conservaban en función de los resultados del estudio arqueológico. Esta intervención se llevó a cabo en el año 2005.

Del emplazamiento de esta villa, localizada al SE de la provincia de Ourense, perteneciente a la Comar-ca de Monterrei y atravesada por el río Támega, ca-ben destacar dos aspectos que infl uirán en su historia durante el periodo que nos interesa, su localización a los pies del Castillo de Monterrei, y su proximidad a

Introducción

Este encuentro tiene entre sus objetivos analizar el método que distintos profesionales vienen aplicando en el estudio e interpretación de los edifi cios históri-cos desde una perspectiva arqueológica. Es por ello por lo que de entre los trabajos desarrollados por el Laboratorio de Patrimonio (LaPa) – CSIC, hemos seleccionado aquel que por sus implicaciones meto-dológicas considerábamos que podía tener un mayor interés para los objetivos de esta reunión.

Normalmente los trabajos que desde la Unidad de Arqueología de la Arquitectura del LaPa se vienen desarrollando en los últimos años, están vinculados a la elaboración de proyectos de rehabilitación, res-tauración o puesta en valor de edifi cios o conjuntos históricos, solicitados por administraciones públicas, estudios de arquitectura, empresas de restauración o particulares. De hecho podríamos decir que, en Espa-ña, la Arqueología de la Arquitectura muchas veces viene de la mano de la Restauración Arquitectónica.

El caso que aquí presentamos difería ligeramen-te de este tipo de proyectos, ya que surgió a partir de la denuncia de un vecino de la villa de Verín (provincia de Ourense, Galicia) en relación con la

Herramientas metodológicas aplicadas

al estudio de un paisaje urbano fortifi cado:

el caso de la villa de Verín (Monterrei, Ourense)

Rebeca Blanco-Roteta

Laboratorio de Patrimonio (LAPA) - CSIC

[email protected]

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la muralla que circunscribiría lo que actualmente se considera el casco histórico de la villa, aunque am-pliándolo por el E, el NW y el lado N, con un trazado prácticamente rectangular.

Únicamente el estudio de Taboada, algunas refe-rencias puntuales, la toponimia de alguna calle o la memoria oral y el entusiasmo de algunos estudiosos y vecinos comprometidos, permitieron que el papel que Verín había jugado durante la Guerra de la Res-tauración Portuguesa no cayese en el total ostracismo. La intención última de nuestra investigación era in-tentar reconstruir ese pasado atendiendo fundamen-talmente a la arquitectura que de esta época se podía conservar y cómo ésta había infl uido en el trazado urbano de Verín y cómo se articulaba con su entorno.

Por otro lado, no podíamos olvidar que esta forti-fi cación había que ponerla en relación también con toda una serie de puestos fronterizos que se cons-truyeron tanto en Galicia como en Portugal en torno al Valle del Támega y nuestra intención era llegar a conocer también la infl uencia que la Guerra de la Restauración había tenido tanto en Verín como en su entorno inmediato, haciendo especial hincapié en la

la frontera con Portugal; concretamente de la vila de Chaves lo separan unos 25 km.

Debemos añadir que a priori este baluarte era uno de los escasos restos que se conservaban de la fortifi ca-ción de la villa en época moderna, realizada con motivo de la Guerra de la Restauración Portuguesa (1640-1668). Un elemento que se había invisibilizado completamente en el trazado urbano de Verín. (Figura 1).

Planteamientos del proyecto arqueológico

El proyecto inicialmente se centraba en un solar de la calle Elle, y sus objetivos eran documentar y registrar las estructuras arquitectónicas conservadas: analizar su técnica constructiva, secuencia constructiva, datar las estructuras y determinar su funcionalidad. Pero una vez comprobado que se trataba efectivamente de un baluarte de la fortifi cación moderna de la villa, se hacía necesario intentar delimitar el conjunto fortifi -cado en su entorno inmediato y por ello los estudios se ampliaron a la totalidad del casco urbano de Verín. Taboada Chivite (1949) había propuesto el trazado de

Figura 1. Localización y emplazamiento de la villa de Verín.

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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sistema general de la fortifi cación en esta zona de la frontera durante el periodo de contienda.

El punto de partida. El solar n.º 14 de la Calle Elle: de Torreón a Bodega. (Figura 2).

En cuanto al estudio de conjunto arquitectónico del solar de la calle Elle, decidimos llevar a cabo las si-guientes actuaciones: el levantamiento planimétrico y la lectura estratigráfi ca de todas las estructuras con-servadas, la realización de sondeos arqueológicos y el vaciado documental de fuentes primarias y biblio-gráfi cas que hicieran mención al solar pero también a la villa. La intención era cruzar el mayor número de datos posibles que permitieran reconstruir la evolu-ción constructiva de este espacio.

• Levantamiento planimétricoEn este caso decidimos realizar el levantamiento me-diante el uso de una estación total topográfi ca Leica, TCRM-1105plus. Con esta herramienta se recogieron en campo todos los contornos de las construccio-

evolución arquitectónica de los elementos que ha-bían sido objeto de este fenómeno, en la evolución urbanística de la villa o en la articulación de la arqui-tectura de defensa en la parte gallega de la frontera y su relación con su homóloga portuguesa.

El estudio de esta zona se realizó desde los plan-teamientos teórico-metodológicos de la arqueología de la arquitectura y la arqueología del paisaje, com-binando varias técnicas de registro y análisis que han permitido obtener un conocimiento exhaustivo del fenómeno fronterizo, así como recuperar la evolución del paisaje urbano en la villa de Verín.

Desarrollo metodológico

Tras una primera visita y teniendo en cuenta los obje-tivos del proyecto, decidimos establecer una estrate-gia de tipo zoom, yendo de lo más concreto a lo más general, estudiando en primer lugar las arquitecturas que se emplazaban en el solar y que eran el objeti-vo principal de la intervención, para después enten-derlas en el conjunto de la villa y fi nalmente, en el

Figura 2. Localización del solar sobre la fotografía aérea de la villa.

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gráfi cas (en adelante UE) sobre fotografías. Posterior-mente, los resultados se plasmaron sobre los alzados y permitieron realizar una reconstrucción tridimen-sional de la secuencia y entender la multiplicidad de espacios en los que estaban divididas las construccio-nes y cómo éstos habían evolucionado en el tiempo.

• Sondeos arqueológicosAunque a posteriori podemos decir que hubiera sido conveniente llevar a cabo sondeos arqueológicos en otros puntos del solar, sobre todo en la zona en la que se localizó un torreón posiblemente bajomedie-val, los sondeos se plantearon como una herramienta que nos permitiese documentar los sistemas cons-tructivos del baluarte y se ciñeron a este elemento. En este sentido, hasta que la lectura estratigráfi ca del ba-luarte no estuvo avanzada no seleccionamos las zo-nas en las que éstos se debían llevar a cabo. Nuestra intención era sondear en aquellos puntos en donde parecía que se conservaba la muralla original de este elemento, concretamente en el interior se efectuó un sondeo adosado al ángulo capital para documentar si se trataba de un baluarte del tipo lleno o no, y otro en el exterior, en la zona de la cimentación próxima al ángulo entre la cara y el fl anco E del baluarte para documentar el sistema de cimentación. (Figura 5).

Los sondeos se realizaron siguiendo las UE, debi-damente documentadas a través de su registro escrito (en fi chas analíticas) y gráfi co (fotografía, planimetría y georreferenciación)3.

Estos sondeos estaban encaminados a recuperar la secuencia estratigráfi ca exterior e interior del baluar-te, determinar su adscripción cronológica, documen-tar su técnica constructiva, así como a documentar, si existieran, la presencia de otras estructuras previas, coetáneas o posteriores al baluarte.

• Estudio documentalEste estudio englobaba no solamente la búsqueda de información relativa al solar, que realmente no pu-dimos rastrear más allá de mediados del siglo XIX, sino a la villa en general, al castillo de Monterrei y a otros emplazamientos del entorno que estuvieron relacionados con la defensa de la frontera en época moderna. Se vaciaron fuentes bibliográfi cas y fuentes

nes (volúmenes generales y vanos, así como detalles de interés para el estudio posterior) y se levantó la planta y alzados interiores y exteriores de todas estas estructuras. Dado que en el solar las construcciones se encuentran muy próximas entre sí, fue necesario establecer una red topográfi ca de puntos de control que permitiera barrer la totalidad de las estructuras arquitectónicas.

Una vez obtenidos los datos en campo, a través del software denominado SECO1, se clasifi caron y or-denaron los datos extraídos de la estación total, para posteriormente ser manejados en AutoCAD. Los re-sultados del levantamiento se presentan como herra-mienta de representación, recuperación volumétrica y análisis de las construcciones. (Figura 3).

• Lectura estratigráfi ca de paramentosAdemás de la estratigrafía que a primera vista se ob-servaba en los posibles restos del baluarte, debía te-nerse en cuenta que sobre él se emplazaban una serie de construcciones y era necesario hacer una lectura completa de todo el conjunto, al menos del que se encontraba imbricado con el elemento para entender los procesos postdeposicionales que le habían afecta-do. La fi nalidad era fundamentalmente la de recupe-rar la secuencia estratigráfi ca de las mismas, lograr su datación, inicialmente relativa, así como determinar su funcionalidad. (Figura 4).

La metodología empleada2 fue el denominado análisis estratigráfi co de paramentos, que adapta el estudio estratigráfi co arqueológico a través del “Mé-todo Harris” al plano de las construcciones históricas y permite identifi car, ordenar y datar las diferentes etapas por las que ha transcurrido la vida del edifi -cio desde su construcción hasta el momento de su estudio mediante un análisis pormenorizado de sus elementos, actividades y procesos constructivos. El producto fi nal obtenido con esta metodología es la secuencia constructiva del edifi cio.

Como el levantamiento planimétrico se realizó de manera solapada con la lectura estratigráfi ca, todo el registro se efectuó plasmando las unidades estrati-

2

Separador Conversor (SeCo) desarrollado por Iván Suárez Gómez, an-

teriormente técnico informático de la Unidad de Tecnologías de la Infor-

mación del Laboratorio de Arqueología, IEGPS (CSIC-Xunta) (actualmente

LaPa – CSIC).

Caballero 1995 y 1996.

1

Para revisar la metodología empleada ver Parcero, Méndez y Blanco 1999.3

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Figura 3. Proceso del levantamiento planimétrico, desde el primer tratamiento digital en CAD hasta la reconstrucción tridimensional, en la que se representan

con colores las distintas fases constructivas.

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Figura 4. Lectura estratigráfica de la cara SE del baluarte de Elle y de uno de los paramentos de una estancia de la bodega.

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Figura 5 (arriba). Sondeos arqueológicos llevados a cabo en el baluarte. En la imagen de la izquierda en final del sondeo 001, en el que se documenta el

interior de la cara del baluarte con un aparejo más desconcertado que el exterior. En la imagen de la derecha el final del sondeo 002, donde se aprecia el

sistema de banqueta que refuerza las esquinas del baluarte y el sistema de piedras perdidas que rellenan la fosa de cimentación. Figura 6 (abajo). Algunos

de los documentos localizados no sólo hacían mención al baluarte sino a la existencia en el solar de un torreón.

primarias, tanto gráfi cas como textuales, procedentes de varios archivos municipales, regionales, estatales y privados, destacando los archivos de fondos militares. Todos los documentos localizados fueron transcritos, analizados y cotejados con los datos que íbamos ex-trayendo a través de otras herramientas metodológi-cas. Gracias a la información recuperada pudimos da-tar las estructuras documentadas en el solar y en otras zonas de la villa. (Figura 6).

Como conclusiones a esta parte del proyecto, podemos decir que los restos emplazados en el so-

lar constituyen el elemento de mayor entidad que se conserva de la fortifi cación de Verín en época moderna. La intervención llevada a cabo en ellos, fundamentalmente los sondeos arqueológicos y el análisis estratigráfi co de alzados, han permitido re-cuperar la evolución de este solar, que empezaría con los restos de un torreón vinculado a unas posi-bles defensas anteriores y fi nalizaría con la construc-ción de varias edifi caciones dedicadas a almacena-miento y procesado de vino, tal y como se observa en la fi gura 7.

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Elle debía unirse con una cortina que giraba hacia el SE, hasta encontrase con este otro baluarte. Tanto los elementos que íbamos analizando en esta zona de la villa, como la representación de la cerca de Verín en el mapa de 1786, apuntaban que la fortifi cación pare-cía corresponder a un polígono irregular.

A partir de 1851 comienza la transformación del interior del baluarte con la construcción de una pri-mera bodega que reaprovecha la estructura del to-rreón de la fase I y que sufrirá distintas modifi cacio-nes y ampliaciones en los años siguientes.

El paisaje urbano de la villa de Verín en época moderna

Una vez obtenida la secuencia del solar y corroborada la existencia de un baluarte, creíamos que era impor-tante entender qué papel había jugado en la fortifi ca-ción general de la villa. Sin embargo, la confi guración urbana de Verín no dejaba entrever la preexistencia de una fortifi cación. Tan sólo el baluarte, los nombres de algunas calles o la memoria de algunos vecinos que todavía recordaban topónimos como el de las Puertas de Madrid, hacían referencia a este elemento. Es por ello por lo que decidimos extender el estudio a la totalidad del casco histórico, combinando varias

En torno al año 1646 se lleva a cabo la construc-ción de la fortifi cación de la villa, a la cual correspon-de el Baluarte de Elle, que representa la fase II den-tro de la evolución constructiva del solar. (Figura 8).La documentación y análisis de todos los elementos que componían el baluarte y su comparación con este tipo de fi gura en los tratados de fortifi cación abaluar-tada, nos llevaron a ratifi car la propuesta de Taboada de que efectivamente se trataba de un baluarte. El problema siguiente era relacionar esta fi gura con la fortifi cación que en época moderna debió defender Verín. Hasta el momento hemos localizado únicamen-te la representación de la villa fortifi cada en el Mapa de las Minas de Estaño del Valle de Monte Rey del año 1786, donde se dibuja esquemáticamente la fortifi ca-ción abaluartada de Verín. Sin embargo, gracias a esta representación y a las descripciones posteriores que se conservan, se sabe que la fortifi cación discurría por el W, paralela a la ribera del río. En ese caso la unión entre el fl anco W y la cortina existente hasta el siguiente baluarte no se efectuaría en ángulo, sino siguiendo una línea recta.

Desde el baluarte la fortifi cación se abría hacia el SE. En esta zona se ha localizado mediante fotoin-terpretación la presencia de un baluarte de mayores dimensiones, por lo que el fl anco E del Baluarte de

Figura 7. Reconstrucción de las fases identificadas en el interior del solar.

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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ron digitalizados y superpuestos sobre una fotografía satélite de Verín. (Figura 9).

• Prospección arquitectónicaUn casco histórico se caracteriza por ser un elemen-to diacrónico, un elemento mixtifi cado en el que las construcciones se adosan, solapan, suprimen, reapro-vechan, ocultan etc. en defi nitiva, van conformando la trama urbana a lo largo del tiempo, de una forma diacrónica y heterogénea.

En las ciudades amuralladas o fortifi cadas este fe-nómeno es especialmente visible. Raros son los casos en el que las murallas se han mantenido exentas y la

metodologías como la prospección arquitectónica, la fotointerpretación y la revisión de la toponimia del callejero actual o proveniente de fuentes históricas u orales.

Los resultados de estos trabajos fueron compara-dos con la representación de la fortifi cación docu-mentada en el Mapa de las Minas de Estaño de 1786, en la que, aunque no reproducía con precisión la planimetría de la villa, sí se observa la confi guración urbanística de Verín enmarcada dentro del trazado de una muralla abaluartada, las principales vías de comunicación que partían de ella y la conexión con el Barrio de San Lázaro. Todos estos elementos fue-

Figura 8. Fotografías del exterior e interior del baluarte; reconstrucción del Baluarte de Elle en el que se han indicado las partes que lo constituyen; y croquis

con la sección de los dos sondeos realizados en la cara SE, que permite ver el sistema constructivo documentado.

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tamientos vivos, existen otros condicionantes que deben tenerse en cuenta, como: que las lecturas no pueden ser destructivas o que “[...] la visibilidad del registro arquitectónico puede estar en ocasiones muy comprometida por intervenciones recientes y por la propia complejidad estratigráfi ca [...]” (id.: 7).

Los instrumentos a los que se refi eren los autores en este tipo de intervenciones son: estratigrafía, tipolo-gía y el análisis confi guracional. Para el caso de Verín por diferentes motivos como la falta de tiempo, las características de la zona de estudio o la ausencia de estudios tipológicos intensivos, incidimos únicamente en el primer punto, ya que se consideró la opción más válida para llevar a cabo la prospección arqueológica que aquí se plantea. Como comentamos arriba, consi-deramos que es necesario ampliar estos trabajos que en su momento excedían el objetivo inicial del estudio.

En el caso de la estratigrafía, los autores defi nen una estrategia de lectura estratigráfi ca jerarquizada a distintos niveles:

• Lectura estratigráfi ca horizontal lineal “[...] basa-da en la identifi cación de las relaciones existentes entre las distintas unidades constructivas (Cuer-pos de Fábrica) que componen las manzanas o bloques compactos, estableciendo de esta mane-ra su diacronía constructiva [...]” (id.: 7).

• Lectura horizontal en área, empleado en edifi -cios aislados donde el crecimiento de los cuerpos de fábrica es horizontal. Permite obtener una pri-mera secuencia relativa de grandes volúmenes.

• Lecturas verticales de paramentos. A la lectura de cuerpos de fábrica deben integrarse las lecturas estratigráfi cas verticales de los paramentos que permiten identifi car procesos posteriores de tras-formación.

En el caso de Verín se hizo una lectura selectiva, es decir, se siguió, por una parte el trazado propuesto en 1949 por Taboada Chivite, se amplió este trazado teniendo en cuenta la representación de 1786 y se revisaron todas aquellas zonas de la villa en las que se documentaron topónimos que podían estar rela-cionados con elementos de una fortifi cación. En estas zonas se registraron aquellos elementos que podían tener relación por su técnica constructiva, su empla-zamiento, su forma en planta, etc. con una cerca y sus componentes y se relacionaron con los cuerpos de fábrica adyacentes.

ciudad crece intra y extramuros sin modifi carla. Se produce además de manera bastante frecuente, el fe-nómeno de venta de la misma o de la piedra que la compone, a partir del siglo XVIII o XIX, dependien-do de la zona, destruyéndose ésta, reaprovechándose como parte de la construcción u ocultándose por la superposición de nuevas construcciones. (Figura 10).

Éste sería el caso de Verín en el que se documentó la subasta en el año 1849, momento a partir del cual la muralla comienza a sufrir una demolición masiva a favor del urbanismo de nueva planta. Sin embargo, se conservaba un fósil de la misma en el solar objeto de estudio y había que determinar, a través de una me-todología arqueológica adecuada, si éste era el único resto conservado de esta fortifi cación, lo que además contribuiría a su delimitación y posterior estudio.

En su momento consideramos que el mejor méto-do de análisis era realizar un estudio extensivo de la zona a través de la prospección arqueológica, adap-tada en este caso a un objeto netamente diferente a los que se suelen documentar en las prospecciones sistemáticas, un centro vivo, que requiere por lo tan-to, una adaptación de esta metodología.

Para la propuesta metodológica que se llevó a cabo en la prospección arquitectónica del casco his-tórico de Verín, se siguió el trabajo realizado por Qui-rós y Gobatto 20034, ya que su experiencia en este campo suponía una interesante aportación al estudio extensivo de la arquitectura.

Una de las cuestiones que formulan estos autores es, si en el caso de los análisis extensivos, sería posible trasladar de forma directa al análisis de la arquitectura algunas técnicas de prospección, o si es preciso acu-dir a estrategias diferenciadas. Los autores consideran que si bien sí es posible recurrir a una parte de esta metodología “[...] existen diferencias relevantes que condicionan los procesos de análisis y documenta-ción debido a los propios procesos formativos de los depósitos [...]” (id.: 6). Debe tenerse en cuenta que en el estudio de los asentamientos vivos, los depósitos se encuentran siempre contextualizados.

En algunas fases de trabajo se podrá recurrir a criterios desarrollados para las prospecciones siste-máticas, pero desde un punto de vista instrumental deben realizarse algunas consideraciones de carácter conceptual (id.: 7). En lecturas realizadas en asen-

Titulado Prospección y Arqueología de la Arquitectura.4

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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Figura 9 (arriba). Extracto del Mapa de las Minas de Estaño del Valle de Monte Rey (1786). Figura 10 (abajo). Estructuras identificadas durante la prospección

del casco histórico. En la imagen superior izquierda el muro con saetera, en la inferior derecha el muro en talud de la calle Mariano Carrero. Las otras dos

imágenes corresponden a las estructuras identificadas en la Calle Muralla.

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El estudio de estas imágenes se realizó utilizan-do la metodología común para ello, con el uso de estereoscopio de espejos para conseguir el mayor aumento y nitidez posible. Se tuvieron en cuenta el tamaño de los objetos, la forma, las sombras, el tono, textura y la distribución de los elementos.

Se utilizaron las imágenes satélite5 más contem-poráneas para situar en ellas las estructuras y varia-ciones urbanísticas localizadas en las imágenes más antiguas, de forma que la ubicación en el espacio concreto que ocupaban fuera reconocible con mayor facilidad. Con ello, se ha pretendido determinar dón-de y cómo ha variado la villa para poder llegar al por qué de estas variaciones y determinar si en ellas ha tenido o no que ver el trazado de la muralla.

En cuanto a los resultados de la fotointerpreta-ción, se pueden destacar diferentes elementos que indican con claridad la existencia de la fortifi cación abaluartada que ha condicionado, en cierta medida, las características urbanas actuales de Verín. (Figura 11). La muralla abaluartada de época moderna estaba circunscribiendo un espacio añadido a la villa hacia el Sur del casco antiguo. En esta zona se documenta lo que podría ser un baluarte que estaría en conexión con el de Elle. En la zona Norte6 también se conserva una confi guración que podría estar continuando la traza de diferentes cercas o murallas que habrían ido ampliando el espacio urbano en esta franja. En las imágenes de 1957 se localizan los restos de la cerca o muralla como delimitación de las parcelas, cierres estos de mayor envergadura en el recorrido lineal que el resto de los muros de cierre de las propiedades en el entorno de la Calle Foso. (Figura 11).

A su vez, esa muralla pudo estar reaprovechando en el frente Oeste (hacia el Río Támega) el trazado de otra anterior, el cual abarcaría un espacio menor in-tramurallas y podría corresponderse con la planta de un primer asentamiento delimitado o cercado. En esta primera cerca no se incluiría el terreno ocupado por la Alameda, el cual quedaría incluido en la segunda cerca con el topónimo Alameda de Adentro7.

Resultó difícil contrastar los resultados obtenidos de la fotointerpretación, tanto por los cambios físicos

La prospección arquitectónica proporcionó esca-sas evidencias materiales del trazado de la fortifi ca-ción, correspondiéndose por otro lado a dos perio-dos cronológicos distintos: un muro realizado en un aparejo de sillería irregular en el que se conserva una saetera, situado muy próximo al solar analizado en el que se conservaba parte de un torreón. Tanto esta estructura como la del solar se han puesto en relación por su proximidad, su aparejo y la tipología de sus saeteras y se consideraron los restos de dos torreones que podrían funcionar de forma conjunta, protegien-do el paso sobre el río Támega.

Por otra parte, en la calle Mariano Carrero, próxi-ma a las Puertas de Madrid, se localiza un muro rea-lizado en un aparejo de mampostería que tiene un perfi l en talud y que se reutiliza en la construcción de una casa. Este muro sigue el trazado de la muralla de época moderna, con la que se ha puesto en relación tanto por su aparejo, su perfi l ataludado como por su localización.

Finalmente, se han localizado otros dos elementos reutilizados en sendas construcciones de la calle Mu-ralla que podrían estar relacionados también con la fortifi cación moderna ya que siguen el trazado de la muralla. En este caso, su vinculación con la fortifi ca-ción es más dudosa.

• FotointerpretaciónDerivada de las necesidades de llevar a cabo la pros-pección arquitectónica, se planteó la opción de utilizar la fotointerpretación como método de análisis comple-mentario a aquélla.

En el estudio de un espacio urbano, las variacio-nes sufridas en los últimos cincuenta años han afec-tado sobremanera a los restos materiales que confor-maron las ciudades en el pasado, lo que hace muy complicado identifi car las estructuras que formaron parte de su evolución histórica utilizando únicamente las imágenes actuales de los mismos. En el estudio de Verín se revisaron imágenes tomadas en diferentes momentos para conocer cómo había sido su evolu-ción urbanística y poder delimitar el recorrido de la fortifi cación que aparecía mencionada en la docu-mentación de distintas épocas.

Las imágenes con las que se trabajó fueron de dos tipos: fotografías tomadas en diferentes vuelos (“vuelo americano” de la década de los cincuenta del siglo XX y el vuelo del Instituto Geográfi co Nacional que se rea-lizó en los primeros años de la década de los ochenta de ese mismo siglo) e imágenes tomadas por satélite.

Tomadas de diferentes fuentes: Sixpac, Sitga y Google Earth.

Hay que tener en cuenta que en esta zona la toponimia mantiene fuertes

referencias a la existencia de una fortifi cación, como son las calles Mu-

ralla y del Foso.

Topónimo recogido en el Catastro de Ensenada.

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6

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Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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Figura 11. Resultados de la fotointerpretación de la fotografía aérea de 1957. Arriba posible baluarte al S-SE del Baluarte de Elle; abajo trazado de varias líneas

de muralla que delimitaban Verín hacia el N.

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para entender la historia de Verín y su fortifi cación en época moderna, debíamos encuadrarla en un contex-to territorial más amplio y en el papel que jugó en el desarrollo de la Guerra de la Restauración Portuguesa en esta zona de la frontera.

Este último nivel de análisis que suponía una esca-la territorial más amplia, se basó por un lado, en los resultados del estudio documental al que ya hemos hecho referencia, por otro, en la prospección de la dorsal de San Salvador en la que se emplaza el castillo de Monterrei8 (a cuyos pies se localiza Verín, ver fi gura 1), que incluyó la documentación de las estructuras arquitectónicas conservadas en la dorsal que tenían re-lación con la fortifi cación y en la fotointerpretación de las fotografías aéreas y satélite de distintas épocas.

Gracias a la documentación sabemos que en los años 1644 y 16459 se elaboran varios informes sobre

que desde 1957 hasta el momento de estudio había sufrido Verín, como por la imposibilidad de acceder a algunas propiedades privadas. Lo mismo sucede con aquellas informaciones orales o toponímicas que hacen referencia a diferentes estructuras relacionadas con la muralla y que no ha sido posible identifi car en las imágenes fotográfi cas. Es el caso de la localización de las posibles puertas que desde la muralla darían acceso a los terrenos del Convento de la Merced o de los topónimos relacionados con puertas, portillos o accesos, recogidos en el Catastro de Ensenada. Por ello, creíamos que debíamos ser bastante cautelosos a la hora de establecer la delimitación de la fortifi ca-ción moderna y plantear únicamente por el momento una reconstrucción hipotética de su trazado (ver fi gu-ra 12) que habrá que verifi car a través de otro tipo de actuaciones arqueológicas.

Una vía de tránsito fortifi cada. Entre Verín-Monterrei y Chaves

Del mismo modo que considerábamos que no podía-mos analizar de forma aislada el Baluarte de Elle sin tener en cuenta el resto de la fortifi cación de la villa,

Figura 12. Elementos documentados en el trazado urbano que corresponden a distintas épocas e hipótesis del trazado de las cercas de épocas medieval y

moderna.

Esta prospección se amplió posteriormente, en el marco de un proyecto

de investigación desarrollado en el LaPa que estudia los paisajes de fron-

tera, a aquellas poblaciones gallegas y portuguesas a las que se hacía

mención en la documentación histórica por su participación en la defensa

de esta zona o por la existencia de construcciones relacionados con esta

defensa.

Soraluce Blond 1985: 191-192.

8

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Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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Verín para luego apoderarse de la fortaleza de Mon-terrei. Para contribuir a la defensa de esta zona de la raya, desde los ejércitos gallegos se mandaban cons-tantemente tropas, lo que conllevaba la necesidad de contar con almacenes y cuarteles así como tener que proporcionar armas y avituallamiento a los soldados. Suponía también, el reclutamiento constante de pai-sanos12 y la continua recaudación de tributos (Fernán-dez 1893: 72-73).

La dilatada duración de la guerra hacía necesaria una constante reparación de las fortifi caciones de ambas villas. En torno a 1644-164613 se decide refor-zar las defensas de Verín siguiendo los planteamien-tos de la fortifi cación abaluartada. Hasta estas fe-chas la fortifi cación de la villa podría, por una parte, reutilizar elementos conservados de algún sistema anterior (como los torreones a los que nos hemos

las fortifi caciones de Monterrei y Verín, en torno a estas fechas Verín era una villa cuyo perímetro estaría atrincherado, pero no abaluartado, que servía como apoyo logístico a Monterrei, ya que se sitúa en el ac-ceso a la fortaleza desde el valle del Támega, en una zona que suponía un cruce de caminos desde Portu-gal, Castilla y otras zonas de Galicia.

Del mismo modo, en las menciones que hace Fer-nández Alonso10 en su relato sobre la Guerra Hispa-no-Lusitana (id. 1893)11, Verín siempre se vincula a la fortifi cación de Monterrei, uno de los principales bastiones fronterizos de la provincia. Eran de interés para el estudio las referencias constantes que hace Alonso a lo largo del relato a la villa de Verín y la plaza de Monterrei, lugares frecuentemente amenaza-dos por las tropas portuguesas que acuarteladas en la plaza de Chaves, planeaban la toma de la llanuras de

Figura 13. Planta de la Plaza Fuerte de Monterrei, fechada e el siglo XVIII (Soraluce 1985: 193).

Cronista de la Provincia de Ourense.

Este relato narra los hechos acaecidos en la provincia entre los años 1640

y 1713, relacionados con las guerras mantenidas entre España y Portugal.

10

11

Que debían abandonar sus trabajos cotidianos desatendiendo así la pro-

pia economía de sus casas y haciendas.

La fecha de 1646 aparece grabada en un sillar reutilizado en una de las

reformas del Baluarte de Elle.

12

13

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za y la fuente de agua potable que quedaría fuera del recinto principal de Monterrei comienza a cons-truirse en 1640 y se remata en 1664 (Dasairas Valsa, 2008: 19).

La última fortifi cación se sitúa a 1.600 m al NNW de Monterrei, en el Alto de San Salvador. Se trata de un fuerte de planta estrellada de cinco baluartes. Se-gún Dasairas (2008: 19) este fuerte se proyectó pero nunca llegó a construirse, sin embargo se ha docu-mentado gracias a la fotointerpretación y todavía hoy pueden verse los restos del mismo, que únicamente conserva un baluarte completo y la mitad de otro. (Figura 14).

Conclusiones

Gracias a la combinación de los trabajos realizados en este proyecto, se ha podido recuperar un sistema for-tifi cado más complejo que el que hasta el momento se conocía para esta zona, que corresponde claramente a los planteamientos de la fortifi cación abaluartada: en el valle, protegiendo el acceso a Monterrei desde Portugal y la Meseta castellana, se localiza Verín, que se abaluartúa en este momento, aunque debe adap-tarse a la existencia de una estructura urbana anterior. Ya en la dorsal, se emplaza en el extremo SE el casti-llo de Monterrei, el cual se dota en este momento de nuevas líneas de muralla abaluartadas que protegen la anterior fortifi cación medieval y amplían la estruc-tura defensiva del castillo hasta la rotura de pendiente antes del descenso de la dorsal hacia el valle. Hacia el NW del castillo, en una zona más deprimida, un collado situado entre el propio castillo de Monterrei y el Alto de San Salvador, se localiza la Atalaia desde la que se domina visualmente la zona de acceso desde Portugal. Finalmente, en el Alto de San Salvador, se ha documentado otra estructura de planta estrellada con cinco baluartes localizada en el punto más ele-vado de la dorsal, desde el que se tiene un dominio visual de todo el valle. (Figura 15).

referido anteriormente) y, por otra, componerse de trincheras, tal vez construidas a medida que avanza-ba la Guerra como corresponde a una fortifi cación de campaña.

No obstante, aunque en torno al año 1646 pu-diera iniciarse el abaluartamiento de Verín, no debió concluirse ya que se han documentado referencias en fechas posteriores en las que se sigue haciendo mención a la necesidad de fortifi car la villa. De todo ello se desprende que la fortifi cación de Verín fue creciendo, consolidándose y reparándose de forma constante con el propio discurrir de la guerra. En todo caso, en algún momento situado entre media-dos del siglo XVII y principios del XVIII Verín queda completamente abaluartado.

Chaves en Portugal y Monterrei en Galicia cons-tituyen las plazas fuertes principales de esta par-te de la frontera y ambas se rodean de una serie de fortifi caciones que, bien protegen el acceso a las mismas, o bien las defi enden desde una zona elevada. Nos interesaba para el desarrollo del pro-yecto conocer cómo se había articulado la defensa en torno a Monterrei. Éste constituye la principal fortifi cación del sistema y en su entorno inmediato se fortifi can otros enclaves destinados a proteger puntos concretos del castillo o del acceso al mis-mo. (Figura 13).

En el valle se localiza Verín defendiendo el acceso a Monterrei desde el Norte, Este y Sur, concretamente los accesos desde Portugal y Castilla. En la ruptura de la dorsal se sitúa el Castillo de Monterrei, que ocupa el promontorio más elevado, aunque las defensas y recintos se han ido ampliando con el tiempo, forman-do un polígono irregular con varios medios-baluartes y un hornabeque en la zona N.

La Atalaia es una construcción de planta cuadran-gular que se sitúa a unos 420 m al NNW del castillo y se orienta hacia la entrada al valle desde Portugal, aunque al situarse en una cota inferior no permite ver el valle del Támega situado al E de la dorsal. Desde ella se defi ende el fl anco más débil de la pla-

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Figura 14. Construcciones emplazadas en la dorsal de San Salvador relacionadas con la defensa de la frontera en el valle del Támega.

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Figura 15. Reconstrucción 3D del Valle de Monterrei, basado en un modelo digital del terreno y fotografía aérea vertical. En él se han marcado los

emplazamientos de varios puntos relacionados con la fortificación del valle en época moderna.

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199Palabras clave

Documentación arqueológica, Scanning 3D, arquitec-tura romana y estratigrafía, arqueología de los espa-cios políticos, arqueología de la construcción.

La refl exión sobre la metodología empleada en el análisis de la arquitectura romana no ha tenido avan-ces sustanciales en los últimos tiempos. A diferencia de otros contextos vinculados sobre todo con la ar-queología medieval, donde se debate continuamente sobre los métodos para una correcta clasifi cación y gestión de la información arqueológica, los estudios de arquitectura romana se han mantenido anclados, salvo excepciones, a tradiciones historiográfi cas an-tiguas. La importancia de los elementos estéticos asociados a la arquitectura, fundamentalmente las decoraciones arquitectónicas y los programas icono-gráfi cos, pesaba demasiado en la interpretación gene-ral de un edifi cio, ofreciendo un corpus de datos am-plio y rico de detalles que facilitaba comparaciones y cronologías a la carta. El método comparativo, con su proceso sistemático de búsqueda de similitudes formales entre los objetos estudiados, ha conseguido

Resumen

Las experiencias acumuladas en la gestión, docu-mentación, investigación y conservación del patrimo-nio arqueológico de Augusta Emerita han llevado a la defi nición de una praxis operativa y metodológica que ha evolucionado sustancialmente en los últimos quince años de actividades.

En esta contribución se explican la génesis, la trasfor-mación y la consolidación de un sistema de actuación en relación con una serie de proyectos y trabajos multidis-ciplinares que abren nuevas perspectivas a la investiga-ción sobre la arquitectura romana de la ciudad. Una de las novedades a destacar se relaciona con la aplicación del método estratigráfi co en el análisis de los procesos y dinámicas constructivas de edifi cios tradicionalmente observados desde la óptica de la historia del arte.

Hacia una metodología de análisis

de la arquitectura Romana en Augusta Emerita

Pedro Mateos Cruz

Instituto de Arqueología-Mérida

[email protected]

Antonio Pizzo

Università di Roma-La Sapienza.

Dipartamento Radaar1

[email protected]

Contrato posdoctoral fi nanciado por la Junta de Extremadura.1

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200

de una idea de la misma demasiado centrada sobre el papel de originalidad de los grandes monumentos.

En el territorio hispánico no aparecen trabajos téc-nicos sobre la arquitectura de época romana, pero a partir de los años 50 se evidencia un cierto interés hacia las problemáticas técnicas. Así se genera una serie de actividades orientadas a la comprensión de diferentes aspectos de la arquitectura. No se asiste a una difusión homogénea de nuevas metodologías o de nuevas formas de analizar la arquitectura, pero se producen trabajos rigurosos que proponen, en algu-nos edifi cios romanos signifi cativos4, una aproxima-ción diferente respecto a la inserción en un esquema artístico tradicional.

En nuestro caso la exigencia de formular una praxis metodológica propia, operativa en el sentido de la gestión de una gran cantidad de datos acumu-lados, nace con la experiencia y las actividades ar-queológicas realizadas en la Iglesia de Santa Eulalia entre los años 1989 y 1991. En esta intervención, fun-damental para la creación de un grupo de investiga-ción actualmente activo, se dieron los primeros pasos hacia una nueva forma de entender el análisis de la arquitectura y el urbanismo con la introducción de nuevas estrategias de análisis, derivada de la necesi-dad de llevar a cabo una secuencia cronológica de las numerosas estructuras existentes en las excavaciones.

En Sta. Eulalia, la realización continua de enterra-mientos en el interior de la iglesia a lo largo de época moderna y contemporánea eliminó, salvo contadas excepciones, cualquier posibilidad de documentar estratigrafías horizontales que permitieran establecer una diacronía para los restos hallados. Solamente la

construir un modelo de “Arquitectura Romana” en el que se identifi can templos, foros, teatros, según una mentalidad estandarizada que producía edifi cios pa-recidos en contextos geográfi cos muy diferentes.

Esta situación inicial se asocia, evidentemente, a una idea del edifi cio como un producto histórico-artístico que ha generado, en ocasiones, una visión estilística de la arquitectura. Una de las causas de esta visión es, en nuestra opinión, la priorización del re-sultado respecto a las indicaciones ofrecidas por el proceso de análisis arquitectónico, desfase que pro-voca, en la mayoría de los casos, investigaciones in-dependientes, con metodologías propias y objetivos separados del soporte de procedencia (la estructura material). Los estudios epigráfi cos, iconográfi cos y de decoración arquitectónica, debido a la tradición his-toriográfi ca en la que se apoyan y por la capacidad de defi nir “fácilmente” cronologías absolutas, consti-tuyen campos fundamentales para el análisis de un edifi cio romano. Sin embargo hay que lamentar que, generalmente, estos análisis preceden o se realizan posteriormente al análisis arquitectónico y técnico- constructivo de un edifi cio.

A pesar de que la aproximación estilística a un conjunto monumental no es obligatoriamente un componente metodológico negativo, sobre todo si se relaciona con un tipo de análisis arqueológico, cree-mos que ha faltado la capacidad de transformar los conocimientos globales acumulados en estas discipli-nas y de instaurar planteamientos teóricos y metodo-lógicos claros. El impulso para la discusión sobre los métodos deriva, casi exclusivamente, de los conoci-mientos personales de los investigadores, más que de la implantación de verdaderas escuelas2.

El proceso de estudio de los edifi cios como do-cumento, tan válido como las fuentes literarias o epi-gráfi cas, se desarrolla a partir de casos específi cos, a menudo aislados del resto del panorama científi co, que pretende comprender la estructura como produc-to artístico irrepetible.

Los trabajos relacionados con la resolución de problemas técnicos3 permanecen como experiencias aisladas, relevantes para la comprensión de la tecno-logía arquitectónica romana, pero a veces cargados

Pizzo, A. 2010 (e.p.).

Rivoira, 1921; Cozzo, 1928; Giovannoni, s.f; De Angelis D’Ossat, 1943; Lugli,

1957; Crema, 1959; Ward Perkins, 1974; Giuliani, 1990, Ginouves, Martin,

1985; Ginouves, 1992, 1998; Adam, 1996.

2

3

Garcia y Bellido, 1953: 414 ss. en el caso del puente de Medellín; Hütter,

1973; La Torre et alii, 1991: 129; Bello Diéguez, 1991:175 para la torre de

Hercules; Almagro Gorbea, 1979: 165-188 en el teatro de Sagunto. Desde

el punto de vista de la aplicación de una metodología utilizada sistemáti-

camente al estudio y al registro de los edifi cios se recuerdan los trabajos

desarrollados en el Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Uni-

versidad Autónoma de Madrid, dirigidos por M. Bendala. En este ámbito

se organiza una verdadera escuela que actúa con una notable profundi-

zación en los análisis arquitectónicos de varias ciudades de la Bética y

de la Lusitania, recurriendo, en todos los casos, a un sistema de registro

estructurado sobre la base principal del examen de las técnicas construc-

tivas. Los trabajos más importantes de este equipo se presentan en los

años 90, abriendo una línea de investigación novedosa en el panorama

de la ciencia arqueológica española. Entre los estudios más interesantes

se recuerdan Roldán Gómez, 1987, 1992, 1994. Rodríguez Gutiérrez, 2004;

Durán Cabello, 1998, 2004. Bendala Galán, 1992; Bendala, Rico, Roldán,

1998 (Eds.).

4

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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Los resultados de los trabajos en la iglesia de Santa Eulalia coincidieron con la exigencia de desarrollar para la ciudad un proyecto de gestión de la arqueo-logía urbana que ha dado continuidad y ampliación al equipo y a la metodología citada, extendiendo el protagonismo de la estratigrafía arqueológica a la to-talidad de las intervenciones y proyectos de investi-gación6, haciendo de la gestión y difusión de nuestras actividades arqueológicas un modelo a seguir7.

Una vez establecidos los presupuestos para el re-gistro, organización, gestión y difusión de los datos procedentes de la abundante cantidad de intervencio-nes de excavación, se evidencia una exigencia nueva con respecto a la problemática de la investigación en la ciudad. Las premisas metodológicas y los resulta-dos obtenidos en más de una década de actividades y proyectos crearon la necesidad de la presencia de una institución que respaldara y activara la investigación

utilización del método estratigráfi co para las estructu-ras murales, continuamente sujetas a trasformaciones a lo largo del tiempo, permitió realizar una secuencia cronológica que nos ayudó a comprender la evolu-ción ocupacional del espacio (Fig. 1).

Bajo la codirección de L. Caballero y P. Mateos, coetáneamente a los trabajos realizados en Italia por R. Parenti, se utilizó el método Harris aplicado a la arquitectura. En el año 1990, en España, esta aplica-ción constituía una novedad que permitió conocer, en buena medida, la secuencia estratigráfi ca y las ca-racterísticas arquitectónicas de las estructuras de la iglesia e integrarlas, posteriormente, con los resulta-dos de la epigrafía y las fuentes históricas, con el fi n de establecer una secuencia cronológico-ocupacional defi nitiva5.

Mateos, 1999.5

Esta información se puede consultar en las publicaciones de la serie Me-

moria que anualmente realiza el Consorcio de Mérida desde 1997.

Diferentes ciudades e instituciones han seguido la senda del proyecto

emeritense independientemente de la forma administrativa escogida

para ello (Consorcio, patronato, convenios …).

6

7

Figura 1 (izquierda). Ejemplo de lectura estratigráfica muraria efectuada en las excavaciones de la iglesia de Sta. Eulalia. Figura 2 (derecha). Organización

actual de la documentación del yacimiento arqueológico emeritense mediante un SIG urbano.

Hacia una metodología de análisis de la arquitectura Romana en Augusta Emerita

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Con todo ello, entre el Consorcio de la Ciudad Monumental y el IAM se ha estado diseñando y con-fi gurando un sistema basado en la tecnología de los sigs, cuya puesta en funcionamiento permite en estos momentos la gestión integral de la información, uti-lizando internet como plataforma de consulta y difu-sión de la aplicación diseñada9.

Estos nuevos soportes informáticos facilitan el estudio de la arquitectura histórica y su contextuali-zación urbana. En concreto, nuestra contribución se estructura sobre una línea de investigación, “Arqueo-logía de los Espacios Políticos” que tiene como objeto de estudio el análisis de la ordenación, la gestión, y la transformación de los espacios como resultado de la organización socio-política que en ellos se im-planta. La arquitectura —en particular la arquitectura monumental— y el urbanismo (entendida la ciudad como espacio político por excelencia), adquieren, de ese modo, especial protagonismo. En el marco de la línea cabe un planteamiento cronológico de carácter diacrónico, desde las primeras manifestaciones arqui-tectónicas hasta el surgimiento y desarrollo del fenó-meno urbano y sus problemas.

Desde el punto de vista conceptual, la arquitectura es entendida como la más clara expresión de la apro-piación antrópica del espacio, pero también como un proceso tecnológico y productivo, que liga íntima-mente al edifi cio, a la ciudad y a su entorno median-te factores ideológicos y simbólicos. De ahí que los enfoques metodológicos que se puedan efectuar so-bre el espacio edifi cado sean de múltiple naturaleza. Atendiendo al tema de este encuentro de “Arqueolo-gía aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos: últimas tendencias metodológicas”, centra-remos el análisis en los aspectos de la arquitectura relacionados con la producción y la tecnología de la arquitectura de época romana, y la integración de estos factores con los trabajos epigráfi cos, iconográfi -cos, topográfi cos y urbanísticos.

La aplicación del método estratigráfi co a ámbi-tos cronológicos distintos, arquitecturas de diferente entidad y estado de conservación (en nuestro caso la época clásica) necesita, en nuestra opinión, una discusión nueva de carácter metodológico sobre las

realizada en el yacimiento de Mérida a escala nacional e internacional. Con esta premisa y debido a la evolu-ción de la arqueología emeritense se crea el Instituto de Arqueología de Mérida (IAM) que, bajo la dirección de Luís Caballero, primer director del centro, estable-ce una nueva etapa en la investigación de la ciudad, ampliando los objetivos generales a ámbitos cronoló-gicos, metodologías y sistemas operativos muy dife-rentes8. Estas experiencias se materializan alrededor de una institución que nace de la colaboración de tres diferentes instituciones, el Consejo Superior de Investi-gaciones Científi cas, la Junta de Extremadura y el Con-sorcio de la Ciudad Monumental de Mérida, entidades con prioridades distintas que enriquecen la organiza-ción y los objetivos científi cos de nuestro instituto.

La colaboración institucional permitió la organi-zación de la documentación en un soporte nuevo basado en un sistema de gestión de la información patrimonial (SIG Urbano) que rediseña totalmente el antiguo funcionamiento de los procesos de registro activados en los años anteriores. Hasta el año 2004 la documentación patrimonial emeritense custodia-da por el Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida, presentaba algunos problemas de gestión en relación con la desvinculación de las diferentes infor-maciones y, como consecuencia de ello, la falta de agilidad en su uso. El incremento del número de pro-yectos de investigación relacionados con el patrimo-nio emeritense a raíz de la creación del IAM plantea la necesidad de poner en funcionamiento un sistema que integrara y activara toda la documentación exis-tente, permitiendo además su utilización conjunta por distintas instituciones (Fig. 2).

El nuevo soporte realizado reelabora la documen-tación del Consorcio y la gestiona de forma única y normalizada en una base de datos que incluye to-das las intervenciones arqueológicas de los últimos 17 años. En este soporte informático confl uyen pla-nimetrías arqueológicas digitales georreferenciadas, además de la cartografía del municipio, de la Junta de Extremadura con sus catálogos de Patrimonio Ar-queológico y Arquitectónico, los datos catastrales de la ciudad y su término municipal, con ortofotos del área de estudio.

www.iam.csic.es recoge toda la información actualizada en relación con

las líneas de investigación, proyectos, agenda científi ca, publicaciones,

etc., del centro.

8 Los detalles del nuevo sistema de información en Arroyo, Barrientos, Ma-

teos, 2010 (e.p).

9

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1. La búsqueda de las tecnologías adecuadas para la correcta representación gráfi ca de los edifi cios antiguos como método fundamental para la documentación arqueológica

2. La integración-homogeneización de los dife-rentes estudios (historiografía, epigrafía, ico-nografía, análisis técnicos, arqueometría) en proyectos unitarios y grupos de trabajos mul-tidisciplinares.

Ambas prioridades se materializan en una serie de estudios y proyectos de investigación cuyo desarro-llo se asocia constantemente a una refl exión meto-dológica nueva y diferenciada sobre las estrategias a seguir.

posibilidades de emplear la estratigrafía según las premisas originales de la arqueología de la arquitec-tura. Consideramos indiscutible la aproximación a un edifi cio histórico con la evaluación estratigráfi ca de las actividades de construcción, uso, trasformación y abandono que lo caracterizan, a pesar de que, en ciertas ocasiones creemos necesario revisar algunos conceptos y contenidos que diferencian ligeramente nuestro acercamiento analítico, respecto a una visión comparativa tradicional de la arquitectura de época romana.

Las premisas metodológicas sustentadas por la lí-nea de investigación citada y las experiencias de la actividad arqueológica en la ciudad han orientado nuestros recursos hacía dos aspectos relevantes:

Figura 3. Reconstrucción de la planta de Augusta Emerita en la que aparecen reflejados el teatro y el anfiteatro y, en sombreado, el foro (1) y el Conjunto

Provincial de Culto Imperial (2).

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cimiento, que permite almacenar y procesar los datos arqueológicos en su conjunto.

La realización de proyectos de investigación en los principales espacios públicos emeritenses de época romana ha permitido desarrollar aspectos interpreta-tivos sobre ámbitos complejos de la ciudad, tan repre-sentativos como las áreas forenses o la zona de los edifi cios de espectáculos (Fig. 3). La inversión que se realiza en el trabajo de documentación es prioritaria al inicio de nuestra investigación, con el objetivo de mejorar el resultado fi nal y restituir una planimetría exacta para una correcta contextualización urbana. El proceso se inicia incluyendo en los ámbitos urbanos analizados la totalidad de los restos documentados en la zona, aportando la información necesaria tanto desde el punto de vista planimétrico como en lo re-ferente a su documentación historiográfi ca o registro arqueológico, ya sea proveniente de excavaciones u otro tipo de intervención.

Esta fase de la documentación fue vital, por ejem-plo en el caso de proyectos como el del conjunto pro-vincial de culto Imperial10 o el del foro de la colonia11. En ambos casos, restos de estructuras que se encon-traban diseminadas en zonas muy amplias y topográ-fi camente distintas pudieron ser relacionadas gracias a su incorporación en el SIG urbano, lo que permitió elaborar una primera planta potencial de restos arqui-tectónicos con la fi nalidad de iniciar un largo proceso de investigación, que ha llevado a un cambio sustan-cial en la confi guración ideal que se tenía de toda la zona central de la ciudad romana (Fig. 4).

Dentro de este proceso de documentación de la arquitectura pública emeritense han resultado funda-mentales los datos aportados por el estudio historio-gráfi co de los edifi cios. En una ciudad como Augusta Emerita, donde muchas de las estructuras se han con-servado en alzado, reutilizadas en otros edifi cios de época posterior o dispersas en el paisaje urbano, esta fase de recopilación es necesaria para el conocimien-to original y las continuas transformaciones derivadas de su reutilización. La existencia de intervenciones an-tiguas en distintos puntos de la ciudad supone una fuente inagotable de datos que deben ser analizados e insertados gráfi camente en el área objeto de estudio.

La integración del análisis historiográfi co con los datos procedentes de las excavaciones arqueológi-cas y la creación de nuevas planimetrías preceden al

En la actualidad una aproximación global a un edi-fi cio histórico no se entiende si no es desde la base de un acercamiento multidisciplinar que observe los restos desde distintas ópticas de análisis, previamen-te a la defi nición de hipótesis históricas generales. Este planteamiento, que sobre todo en la arqueología medieval, supone una premisa incuestionable desde hace ya varios años, parece abrirse camino en parte de la investigación ligada a la arqueología clásica de nuestro país. Con esta premisa, la documentación, el análisis, la interpretación y la contextualización urba-nística del edifi cio, siguen siendo los pilares básicos desde los que desarrollar una investigación integral que ayude al conocimiento real, en nuestro caso, de la arquitectura pública romana.

El empleo de nuevas tecnologías para la repre-sentación gráfi ca de los edifi cios y su documentación resulta fundamental en el yacimiento arqueológico urbano emeritense donde ya existe desde varios años una unidad en el Sistema de Registro para todo el ya-

Figura 4. Ejemplo de utilización del SIG urbano en la recogida de información

sobre un espacio de la ciudad romana: el foro.

Mateos Cruz 2006 (Ed.).

Ayerbe, Barrientos, Palma 2009 (Eds.).

10

11

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en el mercado. La fase de rectifi cación y restitución fotográfi ca es la más extensa de las operaciones de documentación gráfi ca efectuadas en los edifi cios12. La creación de un registro de imágenes digitales to-madas a corta distancia, hace posible una primera descomposición de los edifi cios en elementos funcio-nales (pilares, contrafuertes, muros, arcos, bóvedas, etc.) que previamente han sido analizados desde el punto de vista técnico-constructivo, y sucesivamente integrados en la reconstrucción de las fases de edifi -cación, uso y trasformación del edifi cio. Este sistema de documentación en ámbitos arquitectónicos, limita-dos o parciales, resulta efi caz y preciso al igual que el levantamiento fotográmétrico tradicional, más costoso en tiempo y recursos. No obstante debemos reseñar que la precisión geométrica de los levantamientos fo-tográfi cos depende, en buena medida, de la precisión de la fase de registro de las coordenadas topográfi cas y de su precisa correlación con las imágenes (Fig. 5).

análisis arquitectónico y urbanístico, sirviéndose de distintas herramientas para la representación gráfi ca. Tras diversos ensayos y atendiendo, por un lado, a la optimización de los recursos y el tiempo disponible, y por otro, a los objetivos científi cos planteados, hemos optado por el empleo de técnicas diferenciadas basa-das en la complejidad del objeto de estudio:

• Realización de planimetrías y alzados a partir de la ortorrectifi cación de imágenes para las repre-sentaciones bidimensionales de las fábricas de los edifi cios.

• Empleo del scanner láser 3D para estructuras complejas que lleven asociados estudios de re-construcción volumétrica en tres dimensiones.

La rectifi cación fotográfi ca es una técnica que trans-forma un fotograma en fotoplano conjugando el rigor métrico con la complejidad de las informaciones tí-picas de la fotografía. En la actualidad existen varios software que permiten ejecutar esta operación que, desde el punto de vista teórico, resulta muy sencilla y se repite en la totalidad de los programas existentes

Figura 5. Ejemplo de uso de la fotorrectificación aplicada al llamado arco “de Trajano”.

Las primeras aplicaciones en la arquitectura romana de Mérida en Pizzo,

2005: 587-593; Pizzo, 2008; Pizzo 2009.

12

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y gracias a la integración real entre arquitectos y ar-queólogos disecciona la información necesaria para la realización de la documentación gráfi ca requerida. La importancia de esta colaboración se manifi esta en la continua experimentación de aplicaciones tecno-lógicas sobre nuestros edifi cios —creación de soft-ware específi cos para el tratamiento de las nubes de puntos, realización de alzados, secciones y plantas mediante la vectorialización de puntos seleccionados, aplicación de fotografías de alta resolución a los mo-delos tridimensionales etc.— que se convierten en el centro de la atención de una rama de la tecnología, tradicionalmente vinculada a otros campos discipli-nares (Fig. 6).

Desde el punto de vista de la metodología arqueo-lógica, la precisión obtenida en la documentación gráfi ca de la arquitectura mediante el Scanning 3D permite plantear nuevas cuestiones respecto a argu-mentos no reconocibles en una planimetría tradicio-nal (por ejemplo en el reconocimiento del proyecto arquitectónico, su ejecución, materialización, etc.). Anticipando algunos resultados sobre el proyecto en curso en el teatro y anfi teatro de Mérida, objeto de dos campañas distintas de escaneado, se han podi-do observar una serie de problemáticas de carácter constructivo relacionadas con el tipo de planifi cación geométrica y modular empleada en la edifi cación de los edifi cios en relación a la idea original y a la suce-siva ejecución del proyecto.

El uso del scanner láser garantiza una precisión geométrica con un margen de error inapreciable que po-sibilita el estudio volumétrico del edifi cio y la creación de modelos 3D, fundamentales no solamente en la di-fusión pública de los resultados, sino también en el pro-ceso interpretativo de la fi sonomía real de los edifi cios.

La técnica del Scanning 3D es relativamente no-vedosa en su ámbito de aplicación en la arquitectura histórica, mientras que sin duda, su empleo en la ar-quitectura de época romana hispánica se ha plantea-do por primera vez en los edifi cios de Augusta Eme-rita, con el objetivo citado de encontrar para cada estructura una técnica específi ca de representación gráfi ca. El empleo de este soporte tecnológico ha abierto un dialogo nuevo entre arquitectos y arqueó-logos, favoreciendo la puesta en común de una serie de problemáticas y objetivos tradicionalmente vincu-lados con la actividad de grupos de investigación se-parados. En este sentido, los edifi cios de la ciudad se han convertido en un laboratorio para la experimen-tación tecnológica y la discusión de contenidos rela-cionados con los resultados de la investigación. Las diferentes percepciones de las cuestiones históricas por parte del arquitecto y el arqueólogo han llevado a defi nir en un nivel interpretativo único, los elemen-tos vinculados con la idea o la materialización del proyecto arquitectónico, los cambios de estrategias en los procesos de construcción y las trasformaciones relacionadas con factores históricos determinantes en el conocimiento de la ciudad.

Sin extendernos en la explicación del funciona-miento del scanner laser, ampliamente tratado en otras contribuciones más específi cas13, nuestro equipo de investigación cuenta con una relación institucional y científi ca estable con el Dipartamento di Rilievo, Analisi, Disegno dell’Ambiente e Dell’Architettura (RADAAR) de la Università di Roma-la Sapienza. El equipo RADAAR participa en todos los proyectos de nuestra línea de investigación desde 2006 desarrollan-do el levantamiento arquitectónico de edifi cios como el teatro y el anfi teatro de Mérida; el arco de Jano en el foro Boario; o los teatros romanos del Mediterráneo elegidos en el marco del proyecto de investigación del programa Euromed Heritage poniendo a dispo-sición de todos los recursos humanos y tecnológicos del departamento, en un proceso de colaboración que se va extendiendo y reforzando continuamente. A partir de esta relación científi ca, RADAAR desarrolla la toma de datos topográfi cos, arquitectónicos y pla-nimétricos, realizando las distintas nubes de puntos que, en un largo proceso de selección en laboratorio

Bianchini 2004: 62-69; Campana, Francovich, 2006 (Eds.); Docci et al.

2007; Docci, Maestri, 2009.

13

Figura 6. Imagen, nube de puntos del teatro y anfiteatro de Augusta Emerita

mediante Scanner laser 3D.

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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New Actualities15 sobre los teatros antiguos del Medi-terráneo en el marco del programa Euromed Herita-ge. Se trata, en este caso, de extender la colaboración institucional citada a un nivel más amplio, involu-crando centros de investigación y universidades eu-ropeas, americanas y del norte de África. El objetivo de este proyecto es el análisis global de una serie de teatros emblemáticos —Cartago, Petra, Taormina, Siracusa, Mérida, Gerasa— bajo la óptica de la mul-tidisciplinariedad y de la integración de resultados diferentes —análisis geométricos, arquitectónicos, técnico-constructivos, patrimoniales, impacto medio-ambiental, acústica, restauración, programas de reuti-lización para espectáculos, adecuación a las visitas etc.— (Fig. 8). La participación de nuestro grupo ava-la la realización de las actividades arqueológicas y los análisis arquitectónicos y técnicos constructivos, en relación con la utilización de la metodología de análisis que se ha llevado a cabo en los proyectos de investigación, por ejemplo, sobre el teatro romano de Mérida o el de Medellín. En el ámbito de este proyec-to se realizarán una serie de actividades novedosas que plantean, por primera vez, el análisis arqueoló-gico de la totalidad de los edifi cios elegidos, sobre la base de una documentación gráfi ca realizada ex novo y con las mismas premisas metodológicas y restitu-ción volumétrica, mediante el empleo de la misma técnica de Scanning Laser 3D. La homogeneización de las restituciones gráfi cas y la integración con una misma metodología de lectura estratigráfi ca de teatros geográfi ca y cronológicamente muy distintos, permi-tirá un nuevo ensayo general sobre las problemáticas constructivas, económicas e históricas relacionadas

Con esta relación institucional basada en un con-venio de colaboración entre el IAM y la Università di Roma-la Sapienza, creemos haber superado los gran-des obstáculos que supone enfrentarse a edifi cios tan complejos y de difícil representación.

La misma colaboración se lleva a cabo en otro de nuestros proyectos de investigación, el del Arco de Jano en el Foro Boario en Roma14, donde la difi cultad de representar el edifi cio ha sido obviada con la introduc-ción de un nuevo escáner que ha facilitado, mediante la correlación de imágenes digitales de altísima defi ni-ción, la restitución de detalles arquitectónicos de gran importancia que servirán no solamente para la lectura y estudio del edifi cio, sino también para la presentación de un nuevo proyecto de restauración, tras la fi naliza-ción de las campañas de excavaciones arqueológicas y el análisis arquitectónico del arco (Fig. 7).

Nuestro grupo de investigación participa, también, como partner en un proyecto internacional muy am-bicioso titulado Ancient Theatres Enhancement for

Figura 7. Vista general del arco cuadrifronte del Foro Boario de Roma. Figura 8. Vista general de la escena del teatro de Taormina.

“Roma y las capitales provinciales de Hispania. El arco de Iano y la infl uen-

cia de la urbs en la arquitectura pública de Augusta Emerita” (Ref: HAR

2009 – 14314 – C03 – 02)

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EuropeAid/126266/C/ACT/Multi.15

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Figura 9 (arriba). Toma de datos mediante Scanner laser 3D del arco cuadrifronte del Foro Boario de Roma. Figura 10 (abajo). Puente romano de Mérida.

Análisis estratigráfico de su estructura.

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mayoría de los casos, son edifi cios públicos abando-nados a principios del s. V, en los que la huella de su existencia a lo largo de los siglos se mide por los procesos de expolio de los que han sido objeto (Fig. 10). En este sentido, no es casual que las superposi-ciones estratigráfi cas verticales más signifi cativas se documenten en restos de construcciones que, por va-rias razones, han pervivido, en su funcionalidad, con continuas adecuaciones y restauraciones (Fig. 11).

El análisis estratigráfi co resulta fundamental; se trata, por tanto, simplemente de revisar o adaptar el mismo método y simplifi carlo, sin modifi carlo desde el punto de vista teórico.

El problema deriva, además, de la idea de utili-zar un método que no es propio de la arquitectura de época romana. La arqueología de la arquitectu-ra nace como método funcional para solucionar la complejidad específi ca de la arqueología medieval que, a diferencia de la romana, cuenta con una serie de informaciones escritas añadidas que resultan muy útiles de cara a la complejidad de las lecturas de los paramentos18.

A pesar de la escasa complejidad estratigráfi ca tí-pica de los conjuntos monumentales de época roma-na, se reconoce la utilidad de seguir los pasos canó-nicos para la lecturas de las características técnicas de los edifi cios a través del análisis estratigráfi co, aunque en la mayoría de los casos estas lecturas sirven para establecer, exclusivamente, los pasajes y las modali-dades de las distintas fases constructivas de las es-tructuras, potenciando, de esta forma, el estudio del edifi cio con los detalles de tipo técnico relacionado con el proceso de edifi cación. Mediante la aplicación del método de lectura estratigráfi ca de los paramen-tos se ha podido evidenciar la sucesión de las opera-ciones y de las fases de construcción de estructuras muy sencillas y otras más complejas, registrando, de manera sistemática, la tipología de los paramentos, de los materiales y sus dimensiones en relación con la funcionalidad desarrollada.

En este sentido creemos haber incorporado una contribución a la metodología estratigráfi ca, orien-tando el análisis también a cuestiones de carácter puramente constructivo que permanecen como una asignatura pendiente del estudio de la arquitectura clásica. Según los parámetros y los indicadores es-

con arquitecturas funcionalmente idénticas y, sin em-bargo, muy diferentes.

Ambas técnicas de documentación, orto-rectifi ca-ción y scanning 3D, resultan básicas a la hora de crear el soporte gráfi co para desarrollar el análisis estrati-gráfi co y arquitectónico de los edifi cios, representar sus técnicas constructivas o crear y comparar tipolo-gías de aparejos y procesos constructivos (Fig. 9).

En la ejecución del análisis estratigráfi co de los edi-fi cios se emplean los instrumentos y el proceso meto-dológico defi nidos en el ámbito de la arqueología de la arquitectura16. Sin embargo, la experiencia acumulada en el estudio de distintas estructuras de Mérida y el res-to de la Lusitania nos indica que el empleo del análisis estratigráfi co tradicional puede resultar redundante en aquellos complejos arquitectónicos con problemáticas estratigráfi cas limitadas.

La mayoría de los edifi cios públicos romanos de Mérida, por ejemplo, presentan un estado de con-servación relacionado con el momento de abandono o destrucción voluntaria de sus estructuras. La tarea de distinción de unidades estratigráfi cas, actividades de replanteamiento o remodelación, se realiza en la totalidad de los contextos a pesar de la conservación de un único proceso constructivo. En estos casos, la lectura estratigráfi ca se centra en el registro de un mecanismo productivo homogéneo correspondiente a la construcción y uso del edifi cio. A pesar de la escasa complejidad estratigráfi ca típica de varios con-juntos monumentales de época romana, entendemos la necesidad de seguir una metodología adecuada para la lectura de las características técnicas de los edifi cios a través del análisis estratigráfi co, aunque en la mayoría de los casos estas lecturas sirven para establecer, “únicamente”, los pasajes de las distintas fases constructivas de las estructuras, potenciando el estudio del edifi cio con los detalles de tipo técnico relativos al proceso de edifi cación17.

Esta cuestión no impide el desarrollo de estudios estratigráfi cos en edifi cios como el Arco de Trajano, el Puente romano o el Templo de Diana, objeto de numerosas reformas a través del tiempo, que se per-ciben en un análisis de su estructura actual. En la

Mannoni, 1984: 396-403; Brogiolo, 1988; Parenti, 1988: 249-279; Mannoni,

1994; Brogiolo, 1996; Caballero Zoreda, 1996: 55-74; Parenti, 2001: 41-45;

Caballero Zoreda, 2002: 83-100.

Los detalles de esta problemáticas en Pizzo 2009a, 2009b.

16

17Pizzo 2009a; 2009b.18

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una buena base operativa para el estudio y la difu-sión de temáticas19 tradicionalmente descuidadas en la búsqueda exclusiva de paralelos lejanos y compa-raciones entre estructuras, muchas veces construidas con problemáticas económicas muy diferentes.

En este sentido, la historia de un edifi cio se consi-dera desde la óptica de su realización, prestando par-ticular atención al reconocimiento y a la reconstruc-ción del proyecto arquitectónico, y a las soluciones técnicas empleadas en la edifi cación de estructuras aparentemente estandarizadas.

Las temáticas citadas se vinculan con la organiza-ción de una obra edilicia, las peculiaridades existentes en su realización, la difusión de las prácticas construc-tivas provinciales, la circulación de los conocimientos técnicos, los niveles tecnológicos regionales y las even-

tablecidos en el seno de la misma arqueología de la arquitectura por T. Mannoni y A. Boato hemos prac-ticado un viraje sustancial en la aproximación a la ar-quitectura de época romana, respecto a la tradicional contextualización comparativa de los grandes edifi -cios clásicos.

De este modo, en el análisis arquitectónico del edifi cio histórico adquiere gran importancia la ar-queología de la construcción, campo disciplinar que trata la arquitectura bajo el prisma de las tecnologías constructivas y las dinámicas edilicias (soluciones constructivas, aspectos jurídicos, análisis del proyecto arquitectónico, etc). Esta defi nición, lejos de formu-laciones teóricas nuevas y debates nominativos que puedan introducir elementos distorsionantes, nace como aproximación específi ca a las problemáticas productivas y tecnológicas que, desde nuestro grupo, hemos querido analizar respecto a la arquitectura ro-mana de Mérida. En esta tarea se ha creado, además, un grupo de trabajo internacional que ha generado Camporeale, Dessales, Pizzo 2008a (Eds.); 2008b: 9-12; 2009 (Eds.).19

Figura 11. Templo “de Diana”. Análisis estratigráfico de su estructura.

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una nueva fórmula de registro de las características arquitectónicas de una amplia tipología de edifi cios, con el objetivo de poner las bases, a partir de la cla-sifi cación, para refl exiones futuras sobre el ambien-te socio-económico y los promotores que producen determinadas tecnologías edilicias. La observación detallada de la arquitectura de época romana, la cla-sifi cación de sus formas, técnicas y decoraciones, por ejemplo, no representa sólo un método de análisis de las construcciones, sino que se convierte en un nuevo instrumento de resolución de la problemática cronológica de los monumentos, de la determinación de las fases mismas de la construcción y de las fases de trasformación del edifi cio.

De ahí que los enfoques metodológicos que se puedan efectuar sobre el espacio edifi cado sean de múltiple naturaleza.

Tras el análisis estratigráfi co-constructivo se abor-da el análisis tipológico y el signifi cado del propio edifi cio. Frente a la aversión o el rechazo generado por algunos investigadores hacia cualquier tipología, es necesario subrayar su importancia formando parte intrínseca de nuestra metodología arqueológica. La búsqueda de similitudes formales, estructurales y fun-cionales en una arquitectura como la romana, tan car-gada de ideología en su “lenguaje constructivo” cons-tituye, sin duda, un examen fundamental a la hora de su interpretación histórica, su funcionalidad o cro-nología. Solo así se entienden y contextualizan, por ejemplo, las características arquitectónicas del templo provincial de culto imperial de Mérida, de cella bar-longa, realizado en época de Tiberio y similar en su planta y concepción arquitectónica al templo de la Concordia de Roma, restaurado por Tiberio en el foro romano veinte años antes de la construcción de la copia emeritense21. Del mismo modo hemos podido defi nir las características arquitectónicas y urbanísti-cas de los principales edifi cios del foro de Augusta Emerita a partir del conocimiento real de su estructu-ra y su vinculación con modelos como el templo del Divo Iulio en Roma entre otros22.

Como señalábamos anteriormente, una aproxima-ción global a un edifi cio histórico no se entiende si no es desde la base de un acercamiento multidisci-

tuales interrelaciones entre las distintas áreas geográfi -cas del mundo romano. El estudio de estas cuestiones que generalmente no está presente en los trabajos de arquitectura romana, nace como una necesidad real para entender el proceso de construcción de un edifi -cio. Con esta premisa, buscamos en los estudios de los procesos constructivos una fórmula complementaria que se integra con el cuadro general de la arqueolo-gía de la arquitectura, respondiendo, en ciertos casos, al problema de la complejidad estratigráfi ca de los al-zados (escasa en los edifi cios romanos abandonados en época antigua) y a su vinculación con el reconoci-miento del proceso de construcción.

En el desarrollo de los proyectos citados anterior-mente se ofrece esta nueva visión analítica para la arquitectura de época clásica que defi na la dinámica productiva, las modalidades, los tiempos y la organi-zación del trabajo, los sistemas de aprovisionamiento de los materiales o la calidad y cantidad de la mano de obra. En el ámbito de esta defi nición se incluyen distintas fases de un proceso constructivo: el proyecto inicial; la preparación del área edifi cable; las infraes-tructuras vinculadas con el desarrollo de los trabajos; la adquisición y elaboración de los materiales; las ta-reas constructivas; los acabados y las decoraciones; las alteraciones y reformas de un conjunto arquitectónico; la difusión de las prácticas constructivas en los distin-tos lugares del Imperio; la identidad y entidad de los promotores y ejecutores analizadas en el campo de la arquitectura pública y privada; la circulación de la mano de obra; las relaciones entre las distintas tipolo-gías de los materiales; la capacidad de construir con conocimientos tecnológicos aparentemente estandari-zados y la dimensión económica de la obra20.

El análisis de estos otros factores conduce directa-mente a consideraciones de carácter social y econó-mico que, en arqueología clásica actual, son territorio exclusivo de la epigrafía y del estudio de las fuentes escritas. Analizando estos aspectos de la arquitectura es posible completar las conclusiones tradicionales con la reconstrucción de los procesos, los autores y los detalles de un contexto que, en la mayoría de los casos, permanece oculto bajo la comprensión del fe-nómeno histórico general.

En este sentido y a raíz de estas experiencias o marcos de investigación, se ha querido encontrar

Véase también Pizzo 2009: 31-45.20

La problemática histórico-arqueológica general en Mateos Cruz 2006

(Ed.).

Ayerbe, Barrientos, Palma 2009 (Eds.).

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resultado de las estructuras de organización socio-políticas que en ellos se implantan, adquiere un es-pecial protagonismo la contextualización urbanística de la arquitectura pública de época romana y de los espacios en que se insertan. Arquitectura y ciudad poseen en época romana una íntima correlación en la medida en que los ambientes arquitectónicos y técnicos son los que conforman la progresiva ca-racterización de la ciudad, del conjunto de la vida urbana y de los propios ciudadanos. El medio por el que los espacios públicos adquirían su especial signifi cación fue esencialmente su tipifi cación, clave para que los edifi cios no fueran simples contenedo-res, sino realidades cargadas de signifi cado. De esta manera, la arquitectura pública supone una realidad urbana con un alto componente ideológico. Esta ín-tima relación hace que no podamos entender las claves ideológicas, sociales, políticas, productivas y económicas de una ciudad sin conocer las caracte-rísticas de su arquitectura pública; del mismo modo, resulta imposible entender el carácter real de un edifi cio sin integrarlo en el espacio estructural que lo envuelve y, sobre todo, sin el marco de referencia del ámbito urbano al que da signifi cado.

Al fi nal, este es el objeto de nuestra investigación actual, la ciudad como espacio político en el que en-tender la arquitectura pública a partir de un proceso de documentación, análisis, interpretación y contex-tualización urbanística del edifi cio histórico.

plinar que vea el edifi cio desde distintas ópticas de análisis. En este sentido, la aportación de los estudios epigráfi cos e iconográfi cos ha desempeñado un pa-pel fundamental en el conocimiento real de los edifi -cios vinculados con nuestra investigación. El análisis epigráfi co realizado en el conjunto provincial de cul-to imperial, por ejemplo, ha sido la clave para valorar en su justa medida la funcionalidad del complejo, la autoría de la obra o la implicación imperial, a través de la Provincia, en el desarrollo del proyecto urba-nístico del espacio23. En el caso del Foro de Augus-ta Emerita, los datos para conocer las características fundamentales de los edifi cios existentes en el área y su contextualización urbanística, han venido de la mano de una documentación arqueológica exhaus-tiva, un análisis pormenorizado de cada uno de los restos arquitectónicos conservados y una plasmación rigurosa de los resultados en la planimetría general de un espacio forense en el que, a través de la epigra-fía y la iconografía, se percibe el verdadero alcance del proyecto arquitectónico e ideológico del conjun-to24. Por último, en el teatro y anfi teatro la aportación de ambos estudios resulta indispensable a la hora de valorar los aspectos cronológicos y de funcionalidad de estos edifi cios y de las distintas estancias relacio-nadas con el Culto Imperial25.

En esta concepción de nuestra línea de investi-gación entendida como el estudio de la ordenación, la gestión y la transformación de los espacios como

Mateos, Peña, Stylow, Ventura, 2010 (e.p.).

Ayerbe, Barrientos, Palma 2009 (Eds.).

El teatro y el anfi teatro de Augusta Emerita: Documentación, investiga

ción y presentación de dos edifi cios de espectáculo de época romana

(Ref.: 3PR 05 A 104).

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217Il Comune, proprietario del Castello, ha quindi

deciso di avviare il restauro dell’intera struttura, des-tinando la parte meglio conservata del complesso a sede amministrativa (con l’Uffi cio del Sindaco e altri uffi ci comunali) e in minor misura a sede espositiva, mentre le restanti parti, semplicemente consolidate e messe in sicurezza, sarebbero rimaste monumento di sé stesse, testimonianza della storia plurisecolare del Castello e dell’adiacente borgo, feudo dei marchesi Malaspina fi no alla seconda metà del Settecento.

Si tratta di una scelta per molti aspetti coraggio-sa, poiché il Castello, date le sue condizioni e la sua posizione piuttosto decentrata, non sembrerebbe l’edifi cio più idoneo ad ospitare una tale funzione. Una delle motivazioni che hanno spinto a tale scelta è quella di rendere il complesso vivo e utilizzato con continuità, ciò che sembra rappresentare la migliore garanzia per la futura conservazione e manutenzione dell’intera struttura.

Esistono inoltre questioni politiche e amministra-tive derivanti dalla situazione territoriale del Comu-ne, suddiviso in diversi piccoli nuclei abitati (tra cui, appunto, Madrignano) e nel cui capoluogo si trova un altro castello utilizzato come sede comunale mu-seale e di piccola ricettività turistica. Si trattava quindi

Architetto, ricercatore di Restauro e professore ag-gregato dell’Università di Genova, è responsabile del Laboratorio di Archeologia dell’Architettura, attivo presso tale Facoltà. Tra i numerosi lavori pubblicati si segnalano i volumi Costruire “alla moderna”. Ma-teriali e tecniche a Genova tra XV e XVI secolo (Firen-ze, 2005) e L’archeologia in architettura. Misurazioni, stratigrafi e, datazioni, restauro (Venezia, 2008).

Introduzione

Nel 2007 la Soprintendenza per i Beni Architettonici e Paesaggistici della Liguria ha avviato la progettazione del recupero del Castello di Madrignano, situato nel piccolo Comune di Calice al Cornoviglio (La Spezia), nella parte orientale della Liguria (Fig. 1).

Il Castello, di proprietà del Comune, è da molto tempo in abbandono, e il suo stato di conservazione è assai precario. Benché sia in gran parte ridotto a rudere, con murature talvolta al limite del crollo per instabilità, rimangono però alcune zone con ambienti abbastanza integri, che si è pensato potessero essere nuovamente utilizzati tramite un intervento di recupe-ro non troppo invasivo.

Il Castello di Madrignano (La Spezia):

Analisi archeologica degli elevati in vista

del progetto di recupero e conservazione

Anna Boato

Dipartimento di Scienze per l’Architettura.

Università degli Studi di Genova

[email protected]

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rischio in qualche modo più signifi cativo; notevole stratifi cazione delle strutture, soggette nel tempo a continui ampliamenti, modifi che e adattamenti, a cui corrisponde una altrettanto notevole diversifi cazione delle tecniche murarie e una conseguente maggiore diffi coltà nella valutazione del comportamento strut-turale delle parti e dell’insieme; accessibilità garanti-ta solo da percorsi pedonali non molto agevoli, con conseguenti diffi coltà non solo per la utilizzazione futura ma anche per la gestione e l’organizzazione di un cantiere.

La complessità del manufatto dal punto di vista stratigrafi co e la delicatezza della questione statica hanno indotto i progettisti, arch.i Mauro Moriconi e Michele Cogorno2, e il Soprintendente arch. Giorgio

di immaginare per questo secondo castello una fun-zione complementare e diversa da quella dell’altro e differente anche da quelle meramente turistiche soli-tamente pensate per tale tipo di edifi ci, anche perché nella zona i castelli non mancano1 e non riescono quindi ad essere, di per sé, abbastanza attrattivi.

Senza addentrarsi nei dettagli delle questioni de-cisionali, economiche e fi nanziarie, basti dire che al momento dell’avvio del progetto le risorse dispo-nibili, garantite da un insieme di diversi piccoli fi -nanziamenti, erano comunque piuttosto limitate. Le problematiche da affrontare e da risolvere, al con-trario, erano numerose e diffi cili: condizioni stati-che assai precarie in un territorio soggetto a rischio sismico; destinazione d’uso pubblica che rende tale

Il territorio della Lunigiana ne è particolarmente ricco, in virtù della pluri-

secolare dominazione dei Malaspina e delle modalità di successione di

tale famiglia, in cui ad ogni generazione i feudi venivano suddivisi tra tutti

gli eredi maschi, determinando così una fortissima frammentazione dei

possedimenti e una proliferazione delle sedi residenziali e di potere.

1 Una sintetica presentazione del progetto è in Moriconi, Cogorno 2009.2

Fig 1. Fronte ovest del Castello di Madrignano prospiciente il sottostante borgo.

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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siano la gran parte dei committenti e dei progettisti, che spesso trascurano o sottovalutano l’importanza e l’utilità della conoscenza e non sempre sono consape-voli delle potenzialità delle analisi archeologiche degli elevati.

Con un budget di poche migliaia di Euro e con i tempi ristretti tipici dei lavori a carattere professio-nale non era certo possibile pensare di poter con-durre uno studio esauriente dell’intero Castello. Era quindi indispensabile ridurre al massimo gli obiettivi conoscitivi e concentrarsi soprattutto su quelle parti dell’edifi cio e su quegli aspetti che per diversi motivi sembravano più signifi cativi o più urgenti, sperando naturalmente di poter approfondire le ricerche in un secondo momento.

In una siffatta situazione la chiarezza delle do-mande risulta essenziale. La defi nizione degli obiet-tivi è nata di concerto tra i diversi soggetti: in primo luogo i progettisti della Soprintendenza, portavoci non solo delle esigenze della tutela ma anche delle richieste dell’Ente proprietario e delle proprie idee progettuali; in secondo luogo gli strutturisti, che per poter avanzare dei suggerimenti di consolidamento statico e di miglioramento sismico più corretti e mo-tivati avevano bisogno di approfondire la conoscen-za di alcuni “nodi” strutturali e di alcune parti del manufatto considerate a rischio; in terzo luogo gli archeologi dell’architettura, che essendo i migliori conoscitori degli strumenti della disciplina potevano meglio valutare la compatibilità tra le domande, le risorse economiche e le possibilità operative; in ulti-mo, ma non per ultimo (last but non least), il Caste-llo, oggetto di studio ma anche unico vero soggetto, da interrogare in modo appropriato e a cui dovrebbe spettare un ruolo da protagonista, non essendo un semplice contenitore da riempire di nuove funzioni e da piegare a esigenze estranee alla propria natu-ra, ma un testimone della storia e delle culture del passato, che tale dovrebbe rimanere anche dopo un qualsivoglia intervento.

Si trattava quindi di:

1. Elaborare un quadro preliminare delle evidenze archeologiche e stratigrafi che, esteso all’intero complesso.

2. Elaborare un quadro analitico di maggior detta-glio limitatamente alla porzione sud-est del Cas-tello e, nello specifi co, ad una parete “in bando”

Rossini, a richiedere specifi ci approfondimenti conos-citivi. A tale fi ne sono stati coinvolti da un lato il Di-partimento di Ingegneria Civile, Ambientale e del Te-rritorio (DICAT) dell’Università degli Studi di Genova, nelle persone dell’ing. Sergio Lagomarsino e dell’ing. Stefano Podestà e dall’altro il Dipartimento di Scienze per l’Architettura della stessa Università, nella persona della scrivente3.

Il livello di importanza storica e architettonica del manufatto e le condizioni in cui si sono svolte le in-dagini rendono la situazione di lavoro in cui ci si è trovati a operare in qualche modo esemplare.

Dal punto di vista storico il Castello è sicuramen-te interessante, ma non è certo eccezionale: costrui-to nel Medioevo, probabilmente tra il XIII e il XIV secolo, è stato parzialmente distrutto in almeno due occasioni a seguito di conquiste e delle successive operazioni di demolizione e smantellamento volute dai vincitori. È stato quindi oggetto di ricostruzione, ma anche di adeguamenti funzionali e tecnici dettati sia dall’evoluzione dei sistemi offensivi e difensivi, sia dalle mutate esigenze dei suoi proprietari, che proba-bilmente solo da un certa epoca in poi vi stabilirono la propria residenza.

Si tratta dunque di un manufatto degno di nota, vincolato in base alla normativa vigente in Italia e quindi sottoposto al controllo del Ministero dei Beni Culturali, tramite la Soprintendenza, che è uno dei suoi uffi ci periferici, ma non tale da concentrare su di esso particolari attenzioni, tenuto conto anche della vastità e della qualità del patrimonio architettonico italiano.

Ciò ha determinato una scarsità di risorse per il pro-getto e per l’intervento che possiamo quasi defi nire endemica, scarsità che si è naturalmente rifl essa anche sulla quantità di risorse, assai limitate, che è stato pos-sibile destinare alle indagini conoscitive preliminari. La differenza rispetto ad altre situazioni è stata che in questo caso la Soprintendenza ligure era sicuramente più interessata ai risultati e più sensibile di quanto non

Alle indagini sul terreno e alle elaborazioni dei dati hanno partecipato,

oltre alla scrivente, l’arch. Gianluca Pesce (che ringrazio per l’aiuto fornito

nella preparazione del presente lavoro) e l’arch. Carolina Lastrico. L’arch.

Daniela Pittaluga ha eseguito le analisi mensiocronologiche dei mattoni ai

fi ni della loro datazione e il dott. geologo Roberto Ricci ha svolto le anali-

si mineralogico-petrografi ca delle malte ai fi ni della determinazione della

loro composizione e di una migliore defi nizione delle unità stratigrafi che

e del loro confronto.

3

Il Castello di Madrignano (La Spezia): Analisi archeologica degli elevati in vista del progetto di recupero e conservazione

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fi che delle malte allo stereomicroscopio in luce rifl essa).

• Datazione delle tecniche, degli elementi cos-truttivi e, ove possibile, dei materiali mediante l’utilizzo degli strumenti archeologici e archeo-metrici propri dell’archeologia dell’architettura (cronotipologia, mensiocronologia, analisi delle tecniche murarie).

• Interpretazione dei risultati e sintesi critica delle indagini condotte, tenuto conto anche di even-tuali risultanze di indagini bibliografi che e archi-vistiche esistenti.

Si trattava di un programma in qualche modo aper-to: non erano infatti indicate le modalità di esecuzio-ne delle varie indagini, il tipo di schede da utilizzare, le forme grafi che degli elaborati fi nali… per i qua-li era lasciata piena libertà di scelta agli esecutori. Ciò anche perché in Italia non esistono, nell’ambito dell’archeologia applicata allo studio degli edifi ci storici, protocolli, documenti guida o modi normali-

su cui erano previsti i maggiori interventi di con-solidamento (Fig. 2).

3. Individuare e segnalare le parti del manufatto che sembravano necessitare o meritare approfondi-menti di tipo storico-archeologico nel corso delle successive fasi di cantiere.

4. Analizzare in modo speditivo i principali o più signifi cativi fenomeni di degrado dei materiali e delle superfi ci.

A tale fi ne nel contratto di ricerca stipulato tra la So-printendenza e il Dipartimento erano previste le se-guenti indagini ed elaborazioni, ognuna delle quali da condurre al livello di approfondimento possibile, in base alle premesse sopra enunciate:

• Analisi stratigrafi ca degli elevati.• Esame empirico dei materiali e delle tecniche

costruttive con eventuale caratterizzazione dei materiali mediante prelievo e analisi di laborato-rio (in particolare analisi mineralogico-petrogra-

Fig 2. Lato interno della parete sud (parete 1-I).

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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esistenti, delle loro caratteristiche e del loro compor-tamento, mentre è sempre rischioso (o quantomeno problematico) fondarle su discriminazioni derivanti da attribuzioni delle varie parti a particolari epoche o autori.

Consistenza e condizioni del manufatto

Il Castello ha un’estensione di circa 500 metri quadrati (escludendo i resti murari più esterni) e si sviluppa sostanzialmente su due livelli. È dotato di un cortile interno, su cui si affacciano alcune parti della cortina perimetrale e diversi ambienti e che contiene i resti di una scala esterna che conduceva al piano superiore. Due torri circolari inquadrano la parete rivolta verso il paese e i resti di una terza torre sono a malapena riconoscibili sul lato opposto. A una quota inferiore si intravedono i resti di una cinta esterna, dotata di baluardi o torri di fi ancheggiamento ad andamento circolare.

Il complesso presenta la quasi totalità delle sue strutture a vista. Solo poche porzioni degli ambien-ti interni e dei paramenti esterni sono intonacate e ciò facilita evidentemente la lettura stratigrafi ca delle murature. Per contro alcune zone dell’edifi cio risul-tano nascoste a causa della vegetazione infestante, dei cumuli di macerie e degli interramenti, mentre altre sono poco o per nulla visibili a causa della loro posizione rispetto ai punti di osservazione e della diffi coltà o pericolosità di accesso. Ciò è in stretta relazione con la natura e la collocazione arrocca-ta dell’edifi cio, le cui pareti esterne sono quindi piuttosto alte e svettanti (fi no a 15 metri circa in co-rrispondenza dell’angolo sud-ovest), e con l’assenza di una buona parte degli orizzontamenti interni, che impedisce di avvicinarsi a molte delle pareti inter-ne (ma che, per contro, permette di osservarle nella loro continuità).

In mancanza di ponteggi o di altri mezzi per rag-giungere le parti alte delle murature risulta impossibi-le eseguire campionamenti, misurazioni od osserva-zioni di dettaglio, spesso indispensabili per risolvere quesiti stratigrafi ci e per procedere a datazioni assolu-te. L’utilizzo di strumenti semplici e poco costosi quali apparecchi fotografi ci dotati di opportuni obiettivi o di binocoli può in alcuni casi aiutare, ma non sempre è suffi ciente a dirimere i dubbi, anche in relazione alla fi ssità dei punti di osservazione e delle immagini che ne derivano, talvolta ingannevoli.

zzati di esecuzione delle analisi e di redazione degli elaborati di sintesi a cui attenersi. Al contrario, da quando l’archeologia degli elevati si è diffusa in Ita-lia, prima nell’ambito delle ricerche a carattere pu-ramente storico-archeologico e poi nell’ambito delle indagini conoscitive preliminari agli interventi, vi è stato un proliferare di sistemi di codifi cazione e di proposte metodologiche tra loro alternative, benché tutte riconducibili ai principi generali del metodo stratigrafi co. Se per certi versi questo può creare qualche problema di comunicazione dei risultati de-lle analisi, soprattutto se non vengono illustrate le simbologie e le forme di rappresentazione di volta in volta adottate, vi è però anche il vantaggio di non indirizzare le ricerche entro percorsi predeterminati, che diffi cilmente possono tenere conto della varietà e molteplicità delle situazioni reali, a cui occorre fare riferimento per scegliere il percorso di indagine più adeguato al singolo caso.

Questo non signifi ca che non debba esistere un sistema generale di riferimento o che sia lecito con-durre le singole analisi in modo arbitrario, ma piuttos-to che il ruolo e l’importanza di ciascuna di esse può cambiare a seconda dell’oggetto e che alcune indagini (tra cui la stessa lettura stratigrafi ca) possono essere condotte in modo sommario o approfondito, parziale o completo in relazione agli obiettivi, ai tempi e ai modi dell’indagine, purché siano chiaramente indicati i limiti e le incertezze derivanti dalle eventuali sempli-fi cazioni adottate. La serietà e il rigore del percorso e dei risultati raggiunti non ne risentiranno, se saranno chiaramente esplicitati i dati di partenza e i criteri con cui sono stati selezionati, le modalità di svolgimento delle analisi e delle elaborazioni eseguite e i ragiona-menti su cui si fondano le conclusioni (sempre prov-visorie) a cui si è pervenuti.

È proprio la coscienza della provvisorietà di qualsiasi interpretazione storica, anche derivante dall’analisi più completa e sofi sticata, che deve co-munque suggerire prudenza quando si tratta di uti-lizzare gli esiti di un’indagine archeologica ai fi ni di un progetto. Se infatti possiamo aspirare a conoscere gli aspetti materiali di un manufatto architettonico nel suo attuale stato di fatto (cosa comunque non così semplice come potrebbe sembrare, data la quantità di parti nascoste che ogni manufatto ha), molto più diffi cile e aleatorio è ricostruire ciò che è stato e non è più, a partire dalle poche tracce che ne rimangono. È quindi indispensabile basare le scelte di progetto su una buona conoscenza dei materiali e delle strutture

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quanto riguarda il lato interno l’operazione di mappa-tura sistematica è stata però limitata alla parte “libera” della parete stessa, al di sopra della quota del solaio del primo piano, trascurando le porzioni di parete visibili all’interno di due ambienti del piano terreno. Ciò ha consentito di velocizzare e semplifi care il la-voro grafi co senza perdere informazioni signifi cative, in quanto la parte inferiore della parete risulta poco stratifi cata e tutte le unità stratigrafi che presenti sono comunque visibili anche sul paramento esterno. La parte superiore della parete si diversifi ca invece sui due lati, dando addirittura l’idea di essere costituita da due muri accostati l’uno all’altro. Era anzi proprio l’evidente scollamento dei due paramenti esterno e interno in corrispondenza della zona centrale del

Modalità di indagine e di registrazione

delle osservazioni

Di seguito si cercherà di illustrare in che modo è stata condotta l’indagine, in relazione ai diversi punti in cui essa doveva articolarsi.

Per quanto concerne il punto 2 (approfondire l’analisi per quanto riguarda la grande parete “in ban-do” del fronte sud, tenuto conto dei problemi statici da cui è contraddistinta) si è deciso di intraprendere una analisi stratigrafi ca di dettaglio, procedendo innanzi-tutto alla individuazione e mappatura di tutte le unità stratigrafi che riconoscibili sui lati esterno (E) e inter-no (I) della parete (denominata parete 1) (Fig. 3). Per

Fig 3. Mappa delle unità stratigrafica della parete sud, lato esterno (parete 1-E).

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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lizzati, predisporre report di stampa differenziati, ag-giungere o correggere titoli o intestazioni…).

La scheda utilizzata contiene tutte quelle informazio-ni che si possono ritenere essenziali in un’analisi strati-grafi ca, in particolare: caratteristiche della US ; rapporti stratigrafi ci chiariti (anteriorità, posteriorità, contempora-neità) e non chiariti; relazioni di tipo indiretto (analogie e uguaglianze); datazioni assolute; campionamenti effet-tuati. Si contraddistingue da altre per essere volutamente “amichevole”: si tratta infatti di una scheda discorsiva a struttura aperta, corredata da molte fotografi e (è prevista la possibilità di aggiungere alla pagina principale una o più pagine di foto), utilizzabile per tutti i tipi di US. La scheda non ha caselle di descrizione rigidamente pre-disposte e fortemente analitiche, ma un unico campo descrittivo-interpretativo, il cui ampio spazio consente di riportare anche i dubbi, le incertezze di lettura e qual-siasi altra annotazione del rilevatore. In questo campo sono state tra l’altro segnalate le situazioni da approfon-dire (punto 3 del programma), corrispondenti in genere, per il muro 1, a porzioni dello stesso la cui unitarietà e continuità era dubbia, ma che non era possibile pe-rimetrare in modo più accurato senza un’osservazione ravvicinata. È quindi una scheda “da leggere” e non solo una scheda di archiviazione e consultazione riservata agli esperti.

Date le condizioni di lavoro e le numerose incer-tezze di lettura stratigrafi ca è sembrato prematuro ten-tare di redigere un diagramma di Harris o qualsiasi altro grafi co di sintesi fi nale. L’analisi eseguita, piuttos-to speditiva, ha consentito però di evidenziare alcuni punti chiave e di rispondere ad alcune domande. È innanzitutto stato possibile spiegare agli strutturisti il perché del doppio paramento non ammorsato e ipo-tizzare la sua estensione: si è infatti capito che ad una certa altezza il muro più antico, di epoca medievale, si restringeva per la realizzazione di una merlatura sommitale (riconoscibile solo a fatica) e che in alcune zone, sottostanti la ipotizzata merlatura, era stato spo-gliato del suo originario paramento in pietre sbozzate mettendo a nudo il nucleo interno. In una successi-va fase di trasformazione del muro di cinta medievale nel muro perimetrale di un edifi cio residenziale, parte di questa parete a sezione ridotta venne poi ispessita, portandola sullo stesso fi lo del muro sottostante.

Il fatto di non avere potuto spiegare tutte le nume-rose piccole modifi che subite dalla parete nel corso della sua storia non costituisce comunque un grande problema: il progetto prevede infatti di mantenerla nella sua situazione attuale, semplicemente pulita e

fronte interno a destare la massima preoccupazione degli ingegneri strutturisti, che si chiedevano pertanto come classifi care tale muratura dal punto di vista tec-nico e come valutarne il comportamento nell’ambito delle verifi che statiche e per il rischio sismico.

In assenza di un rilievo “pietra a pietra” del ma-nufatto, per avere una base affi dabile, ma economica e veloce, per la mappatura delle US, si è proceduto ad un raddrizzamento non geometricamente rigoroso delle fotografi e di insieme dei due fronti mediante un programma di elaborazione delle immagini (Photos-hop). Il risultato di tale operazione, benché piuttosto rozzo e in alcune parti incompleto o distorto, è stato comunque più che suffi ciente per tracciare con preci-sione i perimetri delle US e per riportare ogni anno-tazione ritenuta utile tramite la simbologia prescelta4.

Contemporaneamente alla perimetrazione e nu-merazione progressiva delle US si è proceduto alla compilazione delle corrispondenti Schede di Unità Stratigrafi ca (per un totale di 80 schede) (Fig. 4). Per tali schede non esiste un modello unifi cato e condivi-so. Anche nell’ambito del gruppo di lavoro genovese dedito alle ricerche di archeologia dell’architettura5 non esiste un modello defi nitivo, ma di volta in volta si prepara la scheda adattando quelle già in uso agli specifi ci scopi e alle nuove possibilità offerte dagli strumenti informatici. Mentre la compilazione in situ è stata fatta su carta, mezzo sempre disponibile, econo-mico e veloce, la compilazione fi nale delle schede, in-tese come archivio ordinato di dati, osservazioni, com-menti e interpretazioni rivolto sia agli stessi archeologi sia ai progettisti, è stata fatta con l’ausilio di un databa-se elettronico (FileMaker Pro). Utilizzare un database è vantaggioso sia perché consente ricerche semplici o multiple nei vari campi predisposti, sia perché permet-te di apportare tutti gli adattamenti grafi ci e addirittura di struttura che si desiderano, anche nel corso del la-voro, senza perdere o compromettere i dati già inseriti (si possono ad esempio modifi care le dimensioni dei campi, inserire nuovi campi, eliminare campi non uti-

Nel nostro caso si è adottata sostanzialmente quella illustrata in Boato

2008, molto semplice ed essenziale.

Tale gruppo fa capo da una parte all’Istituto di Storia della Cultura Mate-

riale di Genova, nell’ambito del quale si sono avviate negli anni 70 tali

ricerche sotto la guida del prof. Tiziano Mannoni, dall’altra alla Facoltà

di Architettura di Genova, presso cui Mannoni ha insegnato dagli anni

‘80 alla fi ne degli anni ’90 e dove lo stesso ha fondato il Laboratorio di

Archeologia dell’Architettura.

4

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Fig 4. Scheda di Unità Stratigrafica.

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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Fig 5a. Scheda di Parete o Struttura.

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Fig 5b. Scheda di Parete o Struttura.

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B. Redazione di Schede di Parete o Struttura (39 sche-de) (Fig. 5), con caratteri simili alle schede di US, il cui campo descrittivo / interpretativo è stato articolato in due parti: 1) Elementi pertinenti alle fasi più anti-che, 2) Principali trasformazioni subite. Mancando la mappatura di dettaglio, l’individuazione dei vari ele-menti citati nella descrizione si appoggia, mediante puntuali rimandi, alla documentazione fotografi ca. Nelle schede sono annotati sistematicamente: i ra-pporti stratigrafi ci con le altre pareti o strutture (vedi punto C); le proposte di datazione mensiocronologi-ca, cronotipologica o di altra natura (punti D, F, G e H) relative a parti o elementi appartenenti alla parete studiata e il ruolo di tali parti rispetto al contesto; gli eventuali aspetti non chiariti; le situazioni che neces-sitano di una lettura stratigrafi ca di dettaglio; la pre-senza di elementi o “segni archeologici” poco visibili, poco evidenti o poco riconoscibili per i non esperti e quindi potenzialmente a rischio (punto I).

C. Mappatura dei rapporti stratigrafi ci esistenti a live-llo di pareti o strutture sulle planimetrie fornite dalla committenza (Fig. 6). Il rilievo del Castello, derivante

consolidata, accostandovi le nuove strutture di pro-getto. Approfondimenti di analisi potranno quindi essere condotti sia nelle fasi di cantiere (e potranno quindi meglio indirizzare gli interventi conservativi necessari), sia successivamente.

Per quanto riguarda il punto 1 (elaborare un qua-dro preliminare delle evidenze archeologiche e stra-tigrafi che esteso all’intero complesso) si è proceduto utilizzando le strategie e gli strumenti di indagine e di lavoro elencati di seguito.

A. Individuazione delle principali continuità-disconti-nuità di tipo stratigrafi co lungo tutto il perimetro mu-rario esterno e lungo le pareti interne (in connessione con il punti D - riconoscimento delle tecniche murarie). Tale lettura stratigrafi ca a livello di pareti o strutture, che il manufatto rendeva possibile per la sua specifi ca natura e consistenza, è stata facilitata dalle condizioni di degrado: le sconnessioni tra le pareti rendevano infatti molto evidenti gli addossamenti; la mancanza di rives-timenti o di stuccature dei giunti permettevano quasi ovunque una chiara leggibilità delle tecniche murarie (abbastanza diversifi cate )e dei limiti di costruzione.

Fig 6. Planimetria con individuazione delle Pareti o Strutture oggetto di schedatura e con indicazione dei rapporti stratigrafici alla quota del cortile interno.

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dall’aggiornamento e dalla rielaborazione di un la-voro eseguito nel corso di una tesi di laurea, non è risultato sempre corretto a livello di dettaglio, ma è stato comunque suffi ciente rispetto agli obiettivi dell’indagine archeologica, nel corso della quale sono state anche segnalate alla committenza alcune discre-panze. Le “piante stratigrafi che” sono il primo passo verso la ricostruzione della “stratigrafi a orizzontale” di un complesso edifi cato: evidenziano infatti le aggiun-te di nuovi corpi di fabbrica, l’inserimento di nuovi setti murari, il crollo o la demolizione di porzioni murarie e, in generale, tutti gli ampliamenti o le mo-difi che della conformazione planimetrica di un edifi -cio. Sono quindi molto utili in situazioni come quella qui indagata, mentre non lo sarebbero altrettanto nel caso di edifi ci aventi una estensione orizzontale e una “densità muraria” sostanzialmente invariata nel tempo (come potrebbe avvenire, ad esempio, nel caso di lot-ti edilizi le cui maggiori trasformazioni si verifi chino a livello di alzati).

D. Individuazione delle tecniche murarie. Tale indivi-duazione è servita sia per il riconoscimento delle parti costruttivamente omogenee, sia per la datazione delle stesse, mediante confronto con quanto già si conosce delle tecniche murarie della Liguria e, più in partico-lare, della Lunigiana. Per la differenziazione e la clas-sifi cazione delle murature si sono presi in considera-zione, come di consueto: i materiali utilizzati (pietre / laterizi / malte di allettamento), le loro caratteristiche (natura, forme, dimensioni, lavorazioni / modalità di produzione dei singoli elementi, composizione delle malte), le modalità di posa in opera (tessitura generale, distribuzione degli elementi quando sono eterogenei, assemblaggio, soluzioni delle parti speciali quali canto-nali, stipiti, ecc., dimensioni e caratteristiche dei giunti di malta), gli eventuali trattamenti della superfi cie. La presenza in alcune murature di elementi di probabile o evidente reimpiego (quali elementi sbozzati o squa-drati nell’ambito di murature di pietrame non lavorato, pezzi di architravi, stipiti di porte o fi nestre) è stata oggetto di particolare attenzione, sia in quanto caratte-re peculiare della specifi ca muratura e del cantiere ad essa relativo, sia come ausilio per una cronologia rela-tiva delle diverse murature e per una ricostruzione dei caratteri formali dell’edifi cio nelle diverse fasi della sua storia. È infatti più che probabile che gli elementi di reimpiego provengano dalle parti demolite o distrutte per eventi bellici dello stesso castello: possono quindi

fornire delle datazioni post quem o possono dare in-formazioni sulle caratteristiche delle aperture o delle murature di fasi precedenti.

E. Individuazione planimetrica delle parti (pareti, in-siemi di pareti, porzioni di parete o strutture) aventi caratteri di prevalente continuità o uguaglianza costrut-tiva. I risultati delle osservazioni stratigrafi che (punti A e C), dell’analisi delle tecniche murarie (D) e della classifi cazione tipologica delle aperture (F) sono stati quindi messi a sistema (vedi anche G) per fare un pri-mo passo verso l’individuazione delle fasi costruttive. Si tratta di visualizzare la sequenza stratigrafi ca relativa in un primo quadro di insieme, che serve di guida e di riferimento per i successivi approfondimenti analitici puntuali e che, nel caso specifi co, è stato fornito alla committenza nel primo stato di avanzamento delle in-dagini (data l’urgenza, era infatti previsto di aggiornare periodicamente i progettisti e di fornire nel corso del lavoro risultati ed elaborazioni preliminari).

F. Classifi cazione tipologica e, ove possibile, ipotesi di datazione crono-tipologica delle aperture (fi nestre, feritoie e simili, portali) (Fig. 7). Una delle possibilità di datazione delle varie parti del Castello e, quindi, delle fasi costruttive, è data dalla presenza di un cer-to numero di aperture tipologicamente caratterizza-te. Le diverse forme delle feritoie (da frecce e bales-tre o da armi da fuoco dei diversi tipi) rimandano all’evoluzione delle armi stesse e dei modi di difesa e offesa adottati nel corso del tempo; i contorni delle fi nestre e delle porte di accesso degli edifi ci residen-ziali, con le loro diverse modanature e caratteristiche dimensionali e di fi nitura, permettono di ipotizzare datazioni per confronto con aperture sicuramente datate dello stesso territorio. Le ricerche crono-tipo-logiche in Italia si sono avviate proprio in Lunigia-na alla metà degli anni ’70 del secolo scorso, con particolare riguardo agli edifi ci residenziali a carattere rurale e semi-urbano6. Grazie anche alle successive ricerche condotte da Nicola Gallo sui castelli dello stesso territorio7 e a quelle di Tiziano Mannoni, Enri-co Giannichedda e Antonio Quirós Castillo (con altri membri dell’Istituto di Storia della Cultura Materiale e

Ferrando Cabona, Mannoni, Pagella, 1989; Ferrando Cabona, 1990.

Gallo, 2004.

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Fig 7. Elaborato di classificazione tipologica delle finestre.

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“maturi”), da errori di valutazione commessi dal ricer-catore o da reimpieghi. La congruenza di datazione tra le tecniche murarie e le aperture considerate “in fase”, costituisce la prima e più consueta verifi ca an-che rispetto alla lettura stratigrafi ca, che non sempre è così sicura e oggettiva come si potrebbe sperare.

H. Analisi mensiocronologica dei rari mattoni presen-ti (e raggiungibili) per precisare la loro epoca di pro-duzione. Una ulteriore possibilità di datazione si ha, per il territorio dell’antica Repubblica di Genova, grazie alla mensiocronologia dei laterizi8. In questo caso lo strumento mensiocronologico non ha avuto grande ri-levanza, data la scarsità di laterizi presenti.

I. Individuazione di segni “labili” e potenzialmente a rischio di perdita. L’osservazione attenta e ravvici-nata delle superfi ci visibili di un qualsiasi manufatto architettonico porta spesso a scoprire particolari mai notati, date o altre epigrafi collocate in luoghi nascos-ti, particolarità costruttive… arricchendo l’architettura stessa di dettagli talvolta storicamente signifi cativi, ta-laltra inspiegabili e curiosi. Ciò è successo anche nel caso del Castello di Madrignano, dove su una delle rare porzioni di intonaco della torre nord, poco al di sopra del cordolo lapideo che conclude il basamento a scarpa, si è notata la presenza di una serie di piccole incisioni, che di sfuggita potevano sembrare frutto del degrado (Fig. 8). Incuriositi dalla loro regolarità geo-metrica, ad una osservazione più attenta è apparso chiaro che si trattava del disegno del cosiddetto “spi-no secco” (un ramo spinoso privo di fi ori), presente nello stemma dei Malaspina feudatari di Madrignano. Chi abbia tracciato tale disegno, e perché, rimane un mistero. Anche per questo sarebbe un peccato se tale labile traccia scomparisse inavvertitamente nel corso degli interventi di restauro.L. Risposta a domande o “curiosità” specifi che della com-mittenza. Come si è detto le richieste della committenza vertevano innanzitutto sulla comprensione dei proble-mi strutturali e, in secondo luogo, sulla individuazione delle principali fasi di costruzione e della loro esten-sione e localizzazione. Alcuni parti del Castello aveva-no però suscitato fi n da subito qualche curiosità, per la loro apparente stranezza. Anche su queste, pertanto, si è concentrata l’attenzione della committenza. Ad esempio

con i laureandi della Facoltà di Architettura di Geno-va), aventi come oggetto edifi ci e insediamenti della Lunigiana e della Liguria di Levante, disponiamo oggi di un patrimonio di conoscenze solo in parte edito che ci permette di datare le diverse aperture con una discreta approssimazione.

Anche laddove i confronti non permettono data-zioni sicure o in periodi di tempo suffi cientemente ristretti per consentire una discriminazione tra le di-verse fasi storiche, è comunque essenziale procedere a un esame attento e minuzioso dei caratteri archi-tettonici e decorativi dei diversi elementi costruttivi. Essi talvolta rivelano differenze poco percepibili (ad esempio nella sequenza delle modanature, nella la-vorazione superfi ciale, nella forma di alcuni dettagli) ma assai signifi cative, che possono rimandare a maes-tranze diverse agenti contemporaneamente, ad attar-damenti o evoluzioni del tipo, a tentativi di imitazione antichi e recenti. Anche quando non è possibile giun-gere a una puntuale datazione, è importante ricordare che le osservazioni e i confronti tipologici fornisco-no un aiuto fondamentale nella individuazione delle unità stratigrafi che e delle loro eventuali analogie o uguaglianze. La notevole varietà di sottotipi riscon-trata nel Castello, che sia stata o no documentata e interpretata, è e resterà sempre testimonianza mate-riale dello “spessore storico” dell’architettura, a meno che non venga volutamente o inavvertitamente stra-volta. Qualsiasi sostituzione (ad esempio per ovviare a rotture o altre forme di degrado) o completamento (nell’ambito di integrazioni o ricomposizioni) è quin-di da condurre con la massima cautela.

G. Associazioni tra tipi murari e aperture per una verifi ca dell’attendibilità delle datazioni tipologiche proposte. Le datazioni assolute che si basano sul confronto con abachi di tipi datati, come quelle delle tecniche murarie o delle aperture, sono sempre di tipo probabilistico, con un maggiore o minore grado di certezza a seconda della quantità dei casi datati e della qualità delle datazioni di riferimento. Anche per questo è sempre utile poter verifi care le ipotesi di datazione incrociando i risultati di più strumenti di datazione usati indipendentemente gli uni dagli altri. Quando più datazioni si confermano vicendevolmen-te la sovrapposizione delle fi nestre temporali indica-te da ogni strumento permette di precisare l’epoca di probabile realizzazione. Se, viceversa, le datazioni non corrispondono, questo può dipendere da una non affi dabilità degli strumenti impiegati (non ancora Mannoni, Milanese, 1988; Pittaluga, Ghislanzoni, 1992.8

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condo il lessico normalizzato in uso in Italia9 e a re-gistrarne gli aspetti peculiari in apposite schede (Fig. 9), per un totale di 19 fenomeni singoli o associati. Dato che l’analisi del degrado era svolta nell’ambito di una indagine archeologica, si è però pensato di po-rre l’accento sulle interazioni esistenti tra processi di degrado, intervento di restauro e leggibilità attuale e futura dei dati materiali (stratigrafi ci o di altra natura) utili alla ricostruzione della storia del manufatto. Oltre alle indicazioni consuete (caratteristiche, intensità, lo-calizzazione e diffusione, cause e possibile evoluzio-ne) si sono perciò inseriti nella scheda due ulteriori campi, dedicati rispettivamente agli “Effetti del degrado sulla leggibilità dei ‘segni archeologici’ ” e ad alcune sintetiche “Indicazioni per la conservazione dei ‘segni archeologici’ ”. Nel caso, ad esempio, della esfoliazione delle superfi ci lapidee si è sottolineato come la perdita di uno straterello di materiale da superfi ci già prive di tracce di lavorazione non abbia la stessa importanza e gravità di una analoga perdita sui conci spianati, in quelle parti che ancora conservano i segni degli stru-menti utilizzati. Nel caso della erosione dei giunti di malta si è sottolineato come un eventuale intervento di stuccatura indifferenziato e continuo possa, tra le altre cose, compromettere o rendere diffi coltosa la lettura dei contorni delle US e dei loro rapporti stratigrafi ci. Tali questioni, scontate per chi pratica quotidianamen-te la stratigrafi a e la lettura degli indizi archeologici, non lo sono altrettanto per chi conosce tali strumenti solo come spettatore, né lo sono per la maggior parte dei professionisti incaricati dei progetti di recupero de-gli edifi ci storici. Vengono quindi spesso trascurate per inconsapevolezza, più che per insensibilità.

Sintesi critica delle indagini condotte

Per giungere ad una prima conclusione delle indagini archeologiche, provvisoria, senza dubbio, ma anche il più possibile completa, si è esaminata la documenta-zione storica già nota e di più immediata reperibilità, come previsto anche dal contratto. Il confronto tra lo stato di fatto e le fotografi e storiche (in gran parte

nell’angolo esterno formato dalla torre nord e dal fronte ovest (cfr. fi g. 1) si notavano una serie di morse di pietra sporgenti dal fi lo del muro, alcuni livelli sovrapposti di buche da ponte o da solaio e delle aperture tamponate. Dovendo cercare uno spazio in cui collocare una scala di comunicazione tra il secondo e il terzo piano, ora assente, ci si chiedeva se in quella zona esistesse un cor-po di fabbrica crollato e se avesse senso proporne uno nuovo in quello stesso luogo. Pur nella convinzione che i risultati di una analisi storica non avrebbero potuto di per sé fornire giustifi cazioni o motivazioni suffi cienti per le scelte progettuali, era comunque importante cercare di chiarire la situazione, per non trovarsi a modifi carla senza avere nemmeno provato a comprendere le ragio-ni del suo essere tale. La conclusione a cui si è arrivati è che in quella zona, presumibilmente nell’ultima fase della residenza Malaspina (XVIII secolo), fosse prevista la costruzione di un corpo di collegamento mai realiz-zato. Nell’attuale progetto si è poi deciso, a prescindere da tale ipotesi di lettura, di collocare il sistema di risalita entro la torre più piccola.

Veniamo ora al punto 4 - Analisi speditiva dei princi-pali o più signifi cativi fenomeni di degrado dei mate-riali e delle superfi ci. Non essendo possibile mappare dettagliatamente il degrado delle superfi ci, ci si è li-mitati a individuare le forme di degrado presenti se-

Fig 8. Piccola e schematica rappresentazione del simbolo dello Spino secco

della famiglia Malaspina, inciso sull’intonaco della torre Nord.

Raccomandazione NORMAL 1/88 Lessico per la descrizione delle altera-

zioni e degradazioni macroscopiche dei materiali lapidei (documento della

Commissione nazionale NORmativa MANufatti Lapidei), confl uita nella Nor-

ma UNI (Ente Nazionale di Unifi cazione) 11182:2006 Beni Culturali - Materiali

lapidei naturali e artifi ciali - Descrizione delle forme di alterazione - Termini

e defi nizioni.

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riferimento comprensiva degli avvenimenti storici e politici, delle vicende proprietarie e di alcune notizie più strettamente inerenti le fasi costruttive e distrutti-ve, che è servita di sfondo alla lettura stratigrafi ca e alle datazioni assolute a carattere tipologico. Le fonti dirette (il manufatto) e quelle indirette (fonti scritte e grafi che di vario tipo) sono altrettanto utili e spesso complementari ed entrambe, quando possibile, devo-no concorrere alle interpretazioni storiche.

La sintesi delle indagini sopra elencate è stata a questo punto illustrata tramite una breve relazione scritta, con capitoli relativi alle diverse fasi costruttive individuate in ordine cronologico ed una planimetria di riferimento (Fig. 10). Nella relazione si sono mes-si in evidenza i principali risultati raggiunti e i punti problematici, senza più entrare nei dettagli analitici e di metodo, descritti e discussi in elaborati specifi ci

conservate nell’archivio della stessa Soprintendenza) ha chiarito la funzione e il signifi cato di alcuni resti murari, appartenenti a parti crollate e/o demolite nel corso del Novecento, e ha soprattutto mostrato al-cune importanti modifi che apportate alla parte ovest dell’edifi cio nei restauri del 1967-69, nel corso dei quali sono state tra l’altro inserite alcune solette in cemento armato, a protezione degli ambienti ormai privi di coperture. In tale occasione le sommità delle torri e del corpo prospiciente il paese sono state de-molite e ricostruite in pietra, ad imitazione delle parti adiacenti, ma con una diversa altezza e conforma-zione: vorrei sottolineare come sarebbe stato diffi cile individuare l’estensione e la portata di tale intervento, in assenza della documentazione fotografi ca. Per i pe-riodi precedenti si sono invece esaminate le fonti bi-bliografi che, tra cui si ricordano qui solo il dettaglia-to lavoro di uno storico ottocentesco sulla Lunigiana feudale e un recente e documentato volume sulla sto-ria del Comune di Calice al Cornoviglio10. La lettura di tali testi ha consentito di redigere una cronotassi di

Fig 9. Tavola di sintesi con prima indicazione delle fasi costruttive per grandi scansioni temporali.

Branchi 1897 (in particolare i capitoli “Dei feudi di Calice, Veppo e Madrigna-

no”, pp. 527-535 e “Di Madrignano in particolare”, pp. 565-617); Ferrari 1989.

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progressivo e di non scoraggiare l’utente meno es-perto, pur senza perdere il necessario rigore. Questo si può ottenere fornendo, oltre agli indispensabili dati di partenza e ai risultati delle singole analisi, le loro interpretazioni contestualizzate e discusse criticamen-te, senza perdere mai di vista gli obiettivi generali e le

(le schede sopra menzionate e gli allegati dedicati alle varie analisi: delle tecniche murarie, delle malte, mensiocronologica e cronotipologica). È a mio parere importante che i risultati delle indagini specialistiche vengano organizzati per livelli di lettura differenzia-ti, in grado di catturare l’attenzione anche in modo

Fig 10. Scheda di individuazione dei principali fenomeni di degrado dei materiali e delle interazioni esistenti tra il degrado, la leggibilità dei “segni archeologici”

e la loro conservazione.

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ampio spettro. Credo inoltre che, in quanto metodo archeologico, debba essere inteso non come somma-toria di strumenti, ma come discussione critica che, a partire da dati descrittivi “oggettivi” (archeografi a) e da analisi mutuate dal modo delle scienze esatte (ar-cheometria), senza trascurare gli strumenti di esegesi e interpretazione delle fonti indirette, tenti di arrivare ad alcune conclusioni storiche. La portata di tali con-clusioni sarà di volta in volta differente (i progressi conoscitivi sono fatti di piccoli e grandi passi), ma sarà sempre signifi cativa, se gli esiti delle ricerche sa-ranno resi noti, discussi e utilizzati anche da altri (di-vulgazione). Alla base del metodo dovrebbe esservi la disponibilità e la propensione ad utilizzare strategie e percorsi fl essibili, senza preclusioni verso altri campi disciplinari e punti di vista e senza affezionarsi troppo alle strade già note e percorse (praticando, quindi, se necessario un “cambio di metodo al bivio”11). L’ “ade-guatezza” del percorso conoscitivo sarà comunque sempre da valutarsi in relazione alle domande, agli obiettivi e alle risorse disponibili.

Per quanto riguarda i modi di indagine la strati-grafi a mi sembra allo stato attuale il più potente stru-mento di lettura archeologica di cui disponiamo, ma non dobbiamo dimenticare che esistono moltissime situazioni (si pensi agli edifi ci stratifi cati, ma intonaca-ti, dei nostri centri storici) in cui l’apporto della strati-grafi a è di fatto trascurabile. Non possiamo certo per questo rinunciare a studiarli, o renderli adatti a una lettura stratigrafi ca scarnifi candoli. Ritengo quindi es-senziale che vengano potenziati e incrementati quan-to più possibile gli strumenti di datazione assoluta, in particolare quelli a carattere tipologico (di più faci-le ed economico utilizzo), e che si elabori uno stru-mento di lettura e di interpretazione delle evidenze archeologiche adeguato anche agli edifi ci con strut-ture portanti non visibili (ad esempio strutturando e perfezionando l’analisi confi gurazionale proposta a tale proposito da Tiziano Mannoni12). A questo scopo occorre incrementare anche le conoscenze “di base” relative alle caratteristiche e proprietà dei materiali da costruzione, alle possibilità e impossibilità opera-tive nell’ambito delle tecniche costruttive, alle regole e alle pratiche del costruire seguite nei diversi ambiti culturali, che sono alla base sia delle letture stratigra-fi che, sia della possibilità di individuazione di sempre

esigenze degli interlocutori. In caso contrario si corre il rischio che le analisi, per quanto accurate, vengano lasciate in un cassetto e allegate al progetto solo per conferirgli maggior credibilità, senza riuscire a svol-gere la funzione ausiliaria al progetto che invece do-vrebbero avere. Se le indagini archeologiche, come nel caso in oggetto, saranno state di tipo parziale e speditivo, esse potranno servire come ipotesi di lavo-ro da approfondire e verifi care in tempi successivi (in fase di cantiere o dopo i restauri) e, pertanto, dovran-no spingere il progetto verso la conservazione il più possibile attenta di tutto l’apparato indiziario che le analisi preliminari saranno riuscite a mettere in luce.

In conclusione

Possiamo a questo punto porci la seguente domanda: può esistere un metodo di analisi archeologica degli edifi ci esistenti universale e universalmente applicabi-le, che di per sé garantisca la correttezza e la comple-tezza dei risultati conoscitivi?

Se con ‘metodo’ intendiamo una sequenza di azioni da svolgere in un ordine predeterminato e senza tras-curarne nessuna, un modo di procedere standardizza-to, una tecnica unifi cabile di attuazione dell’indagine archeologica, mi sentirei di rispondere in modo nega-tivo. Ho voluto mostrarlo proprio attraverso l’esempio del Castello di Madrignano, in cui, al di là dei condi-zionamenti economici, temporali e ambientali, è stato seguito un percorso che non avrebbe avuto gli stes-si esiti in un diverso tipo di edifi cio (in uso anziché abbandonato, integro anziché ruderizzato, rivestito da intonaco anziché “nudo”) e che avrebbe potuto essere molto diverso se le domande iniziali fossero state altre (pur restando altrettanto legittime e pregnanti).

Se con ‘metodo’, invece, intendiamo un comples-so di principi (comprendenti obiettivi, intendimenti, criteri di comportamento, percorsi concettuali…), in base ai quali svolgere una qualsiasi attività teorica o pratica, riterrei di grande importanza provare a indivi-duare un metodo comune, condiviso e condivisibile, poiché questo darebbe maggior forza e autorevolezza alle ricerche archeologiche svolte nel settore del res-tauro, sia al suo interno sia nei confronti della società o delle comunità a cui esse cercano di rivolgersi.

Credo che questo metodo debba incentrarsi sull’acquisizione, da parte dei suoi utilizzatori e frui-tori, di quella che chiamerei “mentalità stratigrafi ca” e, più in generale, di una “sensibilità archeologica” ad

Mannoni, 1990.11

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Mannoni, 1998.12

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nuovi strumenti di datazione e di confronto.Che ruolo può avere l’archeologia dell’architettura

nel progetto e intervento di “restauro” (nelle varie ac-cezioni del recupero / rifunzionalizzazione / conser-vazione / consolidamento…)?

Viviamo in paesi (l’Italia, la Spagna…) che han-no un esteso patrimonio immobiliare storico, in un momento in cui il peso percentuale degli interventi sull’esistente nel settore edile è cospicuo. Le archi-tetture del passato non sono solo oggetto di studio storico ma anche di molteplici altri interessi, che ve-dono coinvolte molte diverse fi gure. Per chi crede nell’importanza della tutela delle testimonianze del passato, la conoscenza approfondita degli edifi ci sto-rici non è solo la via per decidere un qualsiasi “da farsi”, ma è la strada per giungere a una maggiore consapevolezza e per mettere coloro che dovranno decidere di fronte alla responsabilità che ciò compor-ta. Non esiste infatti intervento che non modifi chi la situazione esistente.

Un’analisi archeologica condotta in vista di un inter-vento di restauro ha come propri diretti referenti il pro-gettista e il committente, con le loro esigenze, ma anche con le loro curiosità. La prima scommessa da vincere è allora quella di saper loro rispondere in modo convin-cente ed esauriente, ma anche chiaro e diretto, tradu-cendo il linguaggio da iniziati che l’archeologia spesso adotta, in una forma adeguata ai diversi interlocutori.

Se la maggior parte di tali interlocutori (in particola-re i progettisti —architetti, ingegneri, tecnici— e i res-ponsabili della tutela) avranno avuto una formazione in tal senso, sarà più facile dialogare. D’altronde una preparazione nel campo dell’architettura e del restauro architettonico, e non solo dei materiali e delle tecniche costruttive, sarebbe utile per quegli archeologi che si ci-mentano con lo studio degli edifi ci esistenti, soprattutto quando lo fanno in vista di un progetto di restauro.

La scommessa è che si diffonda nel futuro, parten-do dal momento della formazione e dell’istruzione, una reale interazione tra competenze diverse, basata sulla conoscenza e sul rispetto reciproco delle spesso opposte esigenze e sensibilità di cui ognuno è porta-tore (Boato 1998, Boato 2008a).

Riferimenti bibliografi ci

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Il Castello di Madrignano (La Spezia): Analisi archeologica degli elevati in vista del progetto di recupero e conservazione

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Arqueólogo especialista en Restauración Arqui-tectónica, Licenciado con Grado en Historia Anti-gua y Arqueología Clásica y Licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Salamanca, ha de-sarrollado su carrera profesional desde la empresa privada, destacando intervenciones en el Castillo de San Felices de los Gallegos, el Almudí y el conjunto catedralicio de Cuenca junto al conjunto histórico de Moya. Ha impartido numerosos cursos en centros de profesores e instituciones universitarias como la José Saramago de la UCLM, y realizado numerosos documentales y programas divulgativos en televisio-nes locales.

Resumen

El texto que aquí presentamos pretende incidir en la experiencia de hacer arqueología de la arquitec-tura desde la empresa privada, dibujar el perfi l del arqueólogo que debe intervenir en restauración ar-quitectónica y culminar con un ejemplo práctico, el del edifi cio Almudí de Cuenca.

Palabras Claves

Control Arqueológico, Arqueología de la Arquitec-tura, Historia del Arte, Restauración Arquitectónica, Pósito

Summary

The text presented here is intended to affect the ex-perience of doing archaeology of architecture from private enterprise, draw the profi le of the archaeolo-gist to be involved in architectural restoration and cul-minate with a practical example, the building Almudí of Cuenca City.

Keywords

Archeological Control, Archaeology ot the Archi-tecture, History of Art, Architectural Restoration, Granary.

Diez años de Arqueología de la Arquitectura

desde la empresa privada.

Refl exiones y un ejemplo práctico

Miguel Ángel Muñoz García

ARES, Arqueología y Patrimonio Cultural C.B.

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Distinguir elementos hasta lo más irreducible en un edifi cio, ordenarlos en fases de construcción sobre una matriz de Harris y después datarlos, es decir con otras palabras, lo que autores como Parenti y Caballe-ro han defi nido como método de análisis estratigráfi -co de la arquitectura. El primero afi rma que la estrati-grafía es la columna vertebral de la Arqueología de la Arquitectura, sin embargo, ésta no es la disciplina al completo. Para adquirir categoría de ciencia debe-mos añadirle la interpretación del hecho edifi cado en su contexto histórico. Si la utilizamos para compren-der un determinado ciclo de producción arquitectóni-ca, un hecho político que en la Edad Media motive la construcción de un castillo, el análisis de la vida coti-diana en una época elegida o cualquier otro objetivo que nos marquemos, es algo que ya sólo depende de los planteamientos científi cos del arqueólogo.

Pero sea cual sea su punto de mira, no sólo debe considerar aspectos estructurales y constructivos que prefi guran la forma fi nal del edifi cio, sino también la funcionalidad del mismo, pues defi ne la condición social de usuarios, promotores e incluso sus construc-tores. Reclamamos que la estética arquitectónica debe ser colocada en su justo lugar, pero nunca olvidada. A los factores subjetivos que la confi guran, casi siempre se le adhieren elementos simbólicos que remarcan signifi cados sociales e ideológicos. En realidad, Vitru-bio ya lo remarcó en el siglo I a.C. al afi rmar que la arquitectura es “Utilitas, Firmitas, Venustas”. Y en el siglo XXI, tras siglos de pensamiento científi co, he-mos construido una arqueología de la arquitectura que constituye una verdadera máquina de rayos x, pues permite conocer el historial médico del paciente edifi cado. Su electrocardiograma no es otro que la propia matriz de Harris, y en el mismo se lee tanto su nacimiento, crecimiento, desarrollo vital, enferme-dades, tratamientos anteriores, y muerte en caso de haberse producido el derribo del edifi cio. Es más, en manos de un arquitecto competente, el método estra-tigráfi co puede diagnosticar las patologías que sufre la construcción analizada en el presente, y de este modo, aplicar un remedio con suma precisión.

Ahora bien, la Arqueología de la Arquitectura no es ni el proyecto de arquitectura basado en la estrati-grafía, ni otras técnicas arqueológicas aplicadas a la edifi cación histórica —como sondeos y excavaciones en área bajo techo—. El primero tiene como objetivo la conservación del edifi cio, no su historia; en cuanto al segundo, la exploración del subsuelo reduce par-cialmente el análisis a la cimentación obviando el res-

to. En los últimos tiempos, la cata muraria acompaña al sondeo terrestre en muchas intervenciones reali-zadas en conjuntos y edifi cios históricos. Las causas son las profundas capas de revestimiento que pueden superponerse tanto al interior como al exterior de un hecho edifi cado. Si los resultados de ésta se limitan a documentar enlucidos y fábricas sin contemplar la globalidad de la construcción, estaremos otra vez ante un análisis parcial, que sí puede ayudar a tomar decisiones a la dirección facultativa, pero rara vez, será capaz por si sola de documentar toda la historia del edifi cio.

¿Está usted diciéndome que un control arqueo-lógico con sondeos en un edifi cio histórico es algo que no termina de paliar la ausencia de una completa lectura de paramentos? Querido amigo, los pies de un profesional liberal de la arqueología caminan so-bre un libre mercado de oferta y demanda, y muchas veces circunstancias de muy diversa índole, condi-cionan una intervención de este tipo, que en teoría y práctica abarca sólo lo que se transforma en el edifi cio. Hoy en día son más numerosos los controles arqueológicos que las lecturas completas de los edi-fi cios, y nuestra experiencia no es una excepción. Es una realidad, con la cual, ni arquitectos sensibilizados ni arqueólogos concienciados estamos del todo con-tentos. No obstante, todo tiene su lado positivo: si no podemos analizar la totalidad del edifi cio con nues-tras particulares radiografías estratigráfi cas, bueno es que se documenten exhaustivamente todas aquellas partes objeto de obra, de manera que pueda asegu-rarse la elaboración de un estudio completo en una futura investigación más ambiciosa.

—¡Bien dicho, señor escribano, pero si se da el caso de una siguiente fase de restauración, diferente a la que usted ha intervenido, igual que constructora, arquitecto y aparejador no tienen que ser los mis-mos que ejecutaron la primera, tampoco tiene por qué serlo el arqueólogo!—. Cierto, por ello, la res-ponsabilidad fi nal de una exhaustiva labor recae en la administración competente que autoriza la interven-ción arqueológica. Ésta debe cuidar que el titular re-cién llegado se empape de los resultados anteriores, al mismo tiempo que exigirle respeto por las unida-des y fases constructivas dadas en anteriores traba-jos, así como su integración en las nuevas matrices de la intervención presente. Tristes frases en boca de estresados colegas se oyen más a menudo de lo de-seable. Desconfi ar a priori de anteriores arqueólogos, frecuentemente, esconde la actitud indolente de no

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querer gastar tiempo en leerse informes anteriores. Ello no solo demuestra pereza, sino poca elegancia hacia el trabajo de un compañero.

La arqueología de la arquitectura, como disciplina con método propio, comenzó a gestarse con Baker y Harris a fi nales del siglo XX. Las posibilidades de la aplicación de los principios de la estratigrafía al edi-fi cio histórico ya fueron señaladas por el arqueólo-go norteamericano, y de hecho, fueron aplicadas con todo rigor, seriedad y humildad científi ca por el Ser-vei de Restauración de la Generalitat de Cataluña. Los italianos Parenti y Brogiolo acabarían por sistematizar el método y refl exionarían sobre su aplicación en res-tauración arquitectónica. Es esto lo que ha hecho que muchos arquitectos incorporen el método a la hora de proyectar. Ahora bien, convertirse en arqueólogos - arquitectos es algo más complicado; no se consigue de la noche a la mañana una formación humanística en historia social y arqueología, cimentada además por la experiencia de los años. De ahí que sea más frecuente ver la asociación arquitecto y arqueólogo convertidos en la pieza de engranaje del proyecto de restauración. Ejemplo de ello es la célebre restaura-ción de la catedral de Santa María en Vitoria que, por otro lado, es prueba incontestable de las altas cotas que ha conseguido la “escuela española”. También es motivo de celebración nacional que la integración de la arqueología del paisaje y la Arqueología de la Arquitectura se haya teorizado y desarrollado desde el Instituto de Patrimonio Gallego.

El nivel de especialización alcanzado por la Ar-queología de la Arquitectura, y su satisfactoria apli-cación en la restauración de edifi cios, requiere de profesionales con un perfi l muy específi co. Aunque ya derramamos palabras a este respecto en otros foros, el debate actual sobre el tema provoca mi insis-tencia al respecto. El motivo es obvio: un arqueólogo que no ayude al arquitecto a comprender el edifi cio, puede hacer que se pasen por alto aspectos que des-embocan en una restauración desafortunada. Todavía está por estudiar cuántas malas restauraciones se de-ben a mal asesoramiento arqueológico; el día que se haga, a más de uno se le bajarán los humos orgullosos que normalmente lucimos el gremio de arqueólogos. El patrimonio cultural arquitectónico y arqueológico son bienes no renovables, es lícito exigir una deter-minada formación y unas determinadas garantías en todo profesional que realice diagnósticos, tratamien-tos o cirugía sobre un edifi cio histórico. Debido a ello, completos y rigurosos son los protocolos y per-

misos arqueológicos que ya se fi rman en comunida-des autónomas como Andalucía. Es garantía de un satisfactorio trabajo fi nal y evita la picaresca técnica, que inevitablemente va asociada a una liberación de la profesión arqueológica.

Uno de los últimos casos lo viví en propia carne. Permítanme ser discreto y no decir nombres: fui sub-contratado por un determinado contratista arqueoló-gico para realizar una lectura de paramentos sobre un monumento que entonces se restauraba. Mi sorpresa fue mayúscula cuando el patrono promotor – una ins-titución dedicada a la recuperación del casco viejo de una ciudad Patrimonio de la Humanidad – me llamó la atención sobre lo incompleto del documento entre-gado. Lo revisé y faltaban matrices, la mitad del texto y los alzados de interpretación en colores; lo que es-taba en mis manos sólo contenía un plano con unida-des estratigráfi cas y un simple listado de las mismas. ¿Acaso el disco CD que entregué tenía un virus inte-ligente que cercenaba los estudios por capítulos?. La explicación era más mundana: el arqueólogo contra-tante temía que a partir de entonces se le exigiera la entrega de matrices y de documentos que su empresa no sabía hacer. No obstante, como amante legítimo de mi profesión, afi rmo con furia que el número de pícaros no es ni mayor ni menor que en otras activi-dades productivas presentes en esta sociedad, y si la arqueología funciona es porque hay más elementos competentes que piratas.

Naturalmente, en mi experiencia profesional tam-bién me he encontrado con resistencia y reacción. Esto no es nada nuevo, pues antes o después, cual-quier profesional liberal de la arqueología la experi-menta tratando con algunos empresarios o técnicos de la construcción. Son hasta cierto punto actitudes lógicas que pretenden defender unos plazos de obra y unos presupuestos, que a sus ojos, la arqueología amenaza con encarecer y alargar. Pero señores míos, las leyes se hacen para cumplirlas, y tan seguro como que el sol sale todos los días, que he conocido perso-najes de este estilo, saltándose o intentándose saltar las normas una vez tras otra.

Ahora bien, este antiguo recién licenciado, con ilusiones por contribuir a que sus conciudadanos vi-van mejor con su Patrimonio Cultural, nunca se hu-biera esperado hostilidad por parte de historiadores del arte o incluso de arqueólogos formados en pre-historia. El escepticismo de los últimos se explicaba por haberse formado en unos departamentos que su-peditaban la arqueología a mera técnica con muchas

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limitaciones, pues en el fondo sólo tenía relevancia cuando se aplicaba a las sociedades que carecían de escritura. Que llegase un novato exponiendo crono-logías en matrices cuando no existían textos que lo corroborasen, motivó algún comentario jocoso: se me defi nió con la extraña patología de “datador compul-sivo”. No obstante, estos mismos califi cadores calla-ban cuando quien exponía era algún “peso pesado” de la Arqueología de Arquitectura, que por los años 90 del siglo XX ya empezaban a conocerse. Afortuna-damente, el hecho de que la disciplina se cimentara en leyes análogas a las de la estratigrafía de deposi-ción terrestre, ha hecho que a día de hoy pocos sean los compañeros arqueólogos que se atrevan a cues-tionar los fundamentos del método.

Sin embargo, esto no ha sucedido todavía con los historiadores del arte; de hecho su actitud inicial fue mucho más virulenta de lo esperado. La Historia del Arte no se ha renovado, y técnicamente no responde a los desafíos de la conservación de los Bienes Cultu-rales, con la misma profesionalidad que arquitectos, aparejadores, arqueólogos, restauradores, biblioteca-rios, museólogos y archiveros. De hecho, así lo reco-nocen de facto la mayoría de las leyes españolas, que relegan la fi gura del historiador del arte a los regla-mentos sobre el funcionamiento de las comisiones de patrimonio. La única excepción que conocemos son las ofi cinas ARI (Área de Rehabilitación Integrada) instituidas en los conjuntos históricos de la Comuni-dad Autónoma extremeña.Esa falta de preparación técnica explica su compor-tamiento ante el arqueólogo: simplemente niega por las buenas la validez de la arqueología en el análisis de la edifi cación histórica. Argumentos en contra de la estratigrafía muraria no aporta, simplemente se cie-rra en banda y mira hacia otro lado enfadado. Hace dos años, un historiador de una comisión de patri-monio manifestó su contrariedad por la presencia de arqueólogos en la restauración de los muros de una iglesia del siglo XVI. Según él, nuestra profesión sólo puede tener voz en cronologías inferiores al año 476, en que cae el imperio romano de occidente. Era un historiador del arte el que tenía que estar subido en los andamios. ¡Qué defensor más osado y valiente de su ciencia! No le importó quedar de ignorante con tal de mantener su baluarte; ignorante por el desco-nocimiento de la leyes que obligan a la presencia de un arqueólogo, allí donde se presuma la existencia de restos arqueológicos (Ley 4/90 del Patrimonio Históri-co de Castilla la Mancha, Art. 21); ignorante porque

de sus palabras se podría deducir que no sabe de la existencia de una arqueología medieval, otra post medieval y otra industrial, además de la disciplina de la arqueología de la arquitectura; e ignorante por-que la historia del arte sabe muy poco de materiales, estructuras arquitectónicas en profundidad, y mucho menos estratigrafía. Pido excusas si mis palabras pa-recen demasiado ácidas, pero créame querido lector si le digo que todavía escucho argumentos que desa-fían la inteligencia de un niño de ocho años. Y por justicia también debo romper lanzas por historiadores como Gonzalo Máximo Borras Gualis que han evolu-cionado del axiomático comentario de diapositivas, a campos como la historia social y cultural. ¡Gracias por exponer sus anécdotas, amigo arqueólogo, pero sea más concreto y dígame ya cual es ese perfi l profesio-nal de arqueólogo que reclama usted en restauración arquitectónica! Paciencia estimado lector, paciencia, que contestaremos en el siguiente punto.

El arqueólogo de la resturación

arquitectónica

La primera característica la adivinarán ustedes: es ob-vio que hay que dominar la estratigrafía muraria —o “de lo elevado” como gustaba llamarla mi maestro el profesor Parenti (Parenti, 1988: 124-135)—. La mente de un veterano arqueólogo de la arquitectura está entrenada para emitir diagnósticos evolutivos provi-sionales en las primeras visitas al edifi cio. Aunque sea una intervención parcial, instintivamente orde-nará la documentación obtenida de sondeos y con-troles arqueológicos en fases constructivas, aunque no nos haya sido posible individualizar en unidades estratigráfi cas toda la estructura de la construcción en que se interviene. Además, un excavador que do-mine la técnica de la Arqueología de la Arquitectu-ra documentará y comprenderá mejor los restos de construcciones cubiertos por niveles de deposición terrestre. Si me hubiera limitado a aplicar las normas más básicas contenidas en principios de estratigrafía arqueológica de Harris en la excavación del Convento de San Agustín de Salamanca, hubiera sido imposible detectar tantas fases constructivas en pavimentos y muros arrasados; y mucho menos interpretar la forma que tendría el coro de la iglesia, en base a los nervios y claves de bóvedas de crucería, azulejos, soportes y demás elementos, hallados sobre las losetas de este

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espacio (Muñoz García, Jiménez González, Gutiérrez Millán, 2002: 81-128).

La segunda es el manejo fl uido de otro dominio histórico: el de las ciencias y disciplinas históricas em-pezando por mi objetada Historia del Arte. Puede que su propia epistemología la reduzca a lo estético, a lo externo, a lo epidérmico, ocupándose sólo de los as-pectos más superfi ciales de la arquitectura histórica. Sin embargo, no es menos cierto que a fecha de hoy, la arqueología de la arquitectura todavía no ha sido capaz de escribir una historia de la construcción, que sustituya la sucesión cronológica de estilos que ofre-ce esta ciencia envejecida. Prueba de ello, es que los primeros diagnósticos evolutivos de un edifi cio que hace un crítico arqueólogo como yo, se basan en los estilos artísticos que contiene. La iglesia parroquial de Montejo de Salvatierra en la provincia de Salamanca conserva un artesonado ochavado de tipo mudéjar (Muñoz García 2002). La historiografía tradicional lo fechaba en el siglo XVI, al fi nal con la lectura estra-tigráfi ca realizada lo situamos en el siglo XVIII. Algo que al fi nal nos venía a corroborar la tratadística. No olvidemos que el Breve Compedio de la Carpintería de lo Blanco de Diego López Arenas se publicó en 1633, y sin duda estuvo a disposición de maestros de madera durante el siglo XVIII. Se recogería el testigo en 1893, por parte de Arias y Escala, cuando redactó Carpintería Moderna y Antigua. Pero a nuestros efec-tos, era secundario que las primeras interpretaciones fuesen erróneas, lo importante es que nos dio una primera hipótesis de la que se sirvió nuestra lectura de paramentos.

Beber de la historia social es algo que también debe hacer el arqueólogo de la arquitectura.

De no ser así, difícilmente comprendería edifi cios que en sí mismos son gestos políticos, ideológicos o religiosos como una muralla, un palacio real o una catedral. Además internet pone a disposición de todo usuario un amplia gama de documentación, que evita horas de búsquedas en archivos y bibliotecas. Feli-cito desde aquí a la Escuela Técnica Superior de La Coruña, que en la página web de la universidad, ha puesto a disposición de todos los usuarios una buena colección de tratados de arquitectura en formato PDF.

El tercer requisito es el también dominio de los sistemas de representación, tanto tradicionales como digitales. Un buen plano con sus unidades estratigrá-fi cas, u otro con fases constructivas, facilita la com-prensión de nuestro trabajo en cualquier informe que se nos requiera, además de ahorrar un gran número

de líneas escritas, que no puedes redactar con la premura que se requieren los informes preliminares. Sobre el campo, un buen croquis suple con honor la falta de mejores planimetrías a la hora de estudiar cualquier otra parte del edifi cio histórico.

Añadimos más, también tiene que saber procedi-mientos arquitectónicos, tanto de obra como de las distintas teorías de restauración. Es obvio que no sólo hay que decir qué conservar sino también cómo ha-cerlo, y hacerlo acomodándose a los medios de que se disponen en ese momento, sin salirse de las direc-trices generales marcadas por el proyecto arquitectó-nico. Todo esto suena muy bien, cuando la obra sigue su curso sin contratiempos; el problema es que cons-tantemente aparecen elementos nuevos, que bien mi-rado enriquecen el resultado fi nal de la acción res-tauradora, pero en el momento de su descubrimiento trastocan el plan inicial. Tomar una decisión rápida y correcta puede signifi car la renuncia al criterio primi-genio expresado en el proyecto de arquitectura, y si así se produce, hay que responder inmediatamente con otro adecuado. El equipo arqueológico es quien mejor valora los elementos históricos del edifi cio, tan-to los ya conocidos cómo los que aparecen en el transcurso de los trabajos; de ahí que sea también su responsabilidad ver cómo encajar aquellos que tienen sufi ciente entidad o signifi cado para ser conservados. —¿Me está usted diciendo que el arqueólogo puede proponer un modifi cado que altere considerablemen-te los criterios iniciales?— naturalmente que sí, pero proponer no signifi ca hacer, es la dirección facultativa quien toma las decisiones fi nales.

Entidad y signifi cado, interesantes conceptos… ¿Cuál prima sobre otro?, ¿Debemos conservar los pa-lomares de tapial con valor tradicional sobre los pi-náculos de la catedral de Burgos, o el mobiliario del campanero en la Torre de la Campanas del conjunto catedralicio de Salamanca, en detrimento de recupe-rar una sala de exposición con bóvedas medievales? Para el primer caso, ya existen muchos palomares similares esparcidos por el campo circundante que no afectan a la estructura de un edifi cio gótico ex-cepcional. El segundo requiere de más meditación, pues la revalorización de la cultura popular es algo que caracteriza nuestra actual fi losofía de recupera-ción patrimonial. Personalmente pienso que la mejor solución es la integración de ambas, pero también la práctica me enseña que las soluciones ideales no siempre son posibles. Seguramente, cualquier opción bien argumentada sería aprobada por la administra-

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ción competente, siempre que quedaran bien docu-mentados los elementos que se desechan del espacio.

Pero la cosa se complica más en el claustro de la catedral de Cuenca. En el 2009 se derribaron una serie de pabellones de los años 90 del siglo XX, que sin ningún pudor se habían colocado en medio de la panda norte; funcionaron como despachos y aulas para una escuela taller promovida por el obispado de Cuenca. La verdad es que los mismos se levantaron protegiendo el enlosado calizo original del siglo XVI y sin tocar ninguno de los cuerpos de fábrica de dicho claustro. Tras su retirada apareció una montea cortada a la mitad, y extendida sobre una capa de yeso asenta-da en cemento. Representaba un tímpano con rosetón en arco apuntado, de la cual se extrajeron las medidas para las piezas que se aparejaron en la entrada late-ral norte de la actual fachada catedralicia. El cotejado del mortero, los diseños y apuntes menores sobre la misma, así como las fotografías históricas sobre la res-tauración poco ortodoxa del siglo XX, nos llevó a la conclusión de que la misma no pertenecía a las cam-pañas de Vicente Lampérez de las primeras décadas de centuria de 1900, sino a los años 50 del siglo XX, siendo su arquitecto González Valcarcel. Así pues era

más reciente de lo que parecía y, dado que nunca fue realizada con ambiciones duraderas, presentaba nu-merosos y complicados problemas de restauración. En un primer examen no había ni antigüedad ni entidad que no impidieran su retirada; es más, de realizarse así, el ambiente interior de un claustro clasicista no se vería interrumpido por una adición cercana en el tiempo.

Hasta aquí un buen argumento, pero éste se vio languidecido por un estudio más minucioso de la mon-tea. Sus autores siguieron a pies juntillas los diseños del primer arquitecto, y aunque tardío, se demostraba como un documento esencial que ayudaba a compren-der una de las restauraciones más ideales practicadas sobre el patrimonio eclesiástico español. Fueron estos argumentos los que llevaron a promotores —Ministerio de Cultura— y dirección facultativa a decidir su conser-vación en vistas a su futura musealización. Son muchos los factores que confl uyen en una elección de este tipo, y sólo la preparación y conocimientos de los que la toman es la garantía de un buen resultado.

Por último, el arqueólogo que interviene en una obra de restauración arquitectónica ha de ser un buen comunicador. Se ha de hacer entender tanto por el culto arquitecto como por el práctico operario

Figura 1. Fotointerpretación de la montea del claustro de la catedral de Cuenca, fechada en la segunda mitad del siglo XX. Michel Muñoz García.

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y, si procede estar presto a responder a las preguntas de la prensa, que no tiene por qué saber restauración ni arqueología. Pero su principal obligación es hacer comprender de una manera clara y breve el desarrollo histórico del edifi cio a directores facultativos y jefes de obra. No podemos esperar que todos se lean farra-gosos proyectos o informes técnicos llenos de tecni-cismos propios del gremio arqueológico. Además, las incidencias descubiertas por el titular del permiso de intervención se tienen que comentar durante el trans-curso de una visita técnica, y entonces no hay tiempo para lecciones magistrales. Por otro lado, es un hecho que la sociedad actual no sólo exige la restauración material del hecho edifi cado, sino también la restau-ración del conocimiento histórico. El trabajo de inves-tigación que lleva aparejado, ha de divulgarse a un ciudadano que hace del Patrimonio una actividad de ocio, y más aún, si los recursos empleados proceden de sus impuestos. La divulgación hoy en día no es sólo científi ca, y los cauces de la misma cambian a la velocidad de las nuevas tecnologías, por ello el típico artículo en una revista común de historia, puede ver-se suplido por un programa de diez minutos en una televisión local, del mismo modo que al arqueólogo

también se le puede pedir que redacte, e incluso rea-lice directamente la señalética a pie del monumento. —Vaya, vaya, no sólo hay que ser arqueólogo, sino saber historia del arte tradicional, ser historiador, di-bujante y topógrafo, saber de obra y arquitectura, conocer teoría de la restauración y ser además mu-seólogo y un gran divulgador. ¿No son demasiadas cosas?—, sí demasiadas para un recién licenciado, por ello, la carrera profesional del arqueólogo restaura-dor es una constante formación motivada por un objetivo concreto: preservar la salud de la edifi cación histórica, un paciente complejo del que en principio podemos desconocer casi todo.

El almudí de cuenca.

Un ejemplo práctico

Seguidamente, completaremos este artículo con un caso práctico inédito, representativo de las intervencio-nes comunes hoy en día en los procesos de restau-ración arquitectónica. En el año 2001-2002, la escuela taller municipal de Cuenca procedió a la restauración

Figura 2. Cata muraria 1 en el edificio Almudí. Michel Muñoz García. Figura 3. Cata muraria 2 en el edificio Almudí. Apréciense los revestimien-

tos de imitación marmórea (UEM 92). Michel Muñoz García.

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del edifi cio Almudí o Alhorí: el antiguo Pósito del siglo XVIII que se encontraba en estado íntegro a pesar de todos los usos que había tenido (Muñoz García 2002). La infraestructura municipal se construyó sobre la mu-ralla medieval que disponía de antemural y cinturón principal; de hecho el edifi cio integraba a un cubo de la antigua cerca. Disponía de unos sótanos que se con-formaban en dos naves de medio cañón aisladas, y un piso superior dividido también en dos naves separadas por pilares y con bóvedas de arista con lunetos en yeso. Por si la secuencia no fuera sufi cientemente rica, bajo este edifi cio se excavó también un refugio antiaéreo entre 1936 y 1939, que se integraría en el estudio fi nal. Todo ello le valió ser incoado como BIC en el año 2002.

Los bajos estaban ocupados como consultas mé-dicas, por lo que la obra se limitaría a la planta supe-rior. Esto implicaba la ausencia total de movimientos de tierra en el subsuelo, y una comisión territorial de Patrimonio autorizó el proyecto sin seguimientos ar-queológicos. Visitas posteriores a las cubiertas —es decir, el espacio entre la bóveda y el tejado—, hicieron que se constatara la existencia de cerámica moderna enterrada en las pechinas a fi n de obtener mayor sono-ridad. Ante esto la ofi cina técnica de la delegación de la entonces Consejería de Educación y Cultura de la Junta de Castilla la Mancha prescribió un control ar-queológico. Se me comunicó que también debía rea-lizar una serie de catas murarias, además del control arqueológico en el saneado de los tejados. A mi ca-beza se le hizo extraño emitir conclusiones sólo con estos últimos cortes de muro y el desmonte de las cubiertas; decidí proceder a una lectura total de todo

Figura 5. Individualización estratigráfica del cuerpo de fábrica 1 en el edificio Almudí. Michel Muñoz García.

Figura 4. Individualización estratigráfica de la cimentación en el cubo

(cf. 10) de la muralla medieval fagocitado por el edificio Almudí en el siglo

XVIII. Michel Muñoz García.

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el edifi cio. De la misma se extrajeron las siguientes fases constructivas:

Fase I (a partir de 1177): identifi camos la cons-trucción del cubo medieval, cuyo adarve es hoy un mi-rador del propio edifi cio Almudí. Corresponde al mo-mento de reforma de la muralla pleno-medieval de la villa de Cuenca. Apuntamos la fecha de 1177, en que tiene lugar la toma de la ciudad por parte del monarca castellano Alfonso VIII, y da comienzo el proceso re-poblador, al cual va íntimamente ligada la propia cerca. La cimentación de este cubo con basamento en sillería escuadrada (UEM 77), un talud en mampostería con-certada (UEM 78), y una hilada también en piezas es-cuadradas (UEM 79), no sólo revelaba técnicas del mos quadratum introducido por el románico, sino también soluciones constructivas de talud en basamentos de cu-bos, que remite a paralelos en fortifi caciones francesas, concretamente castillos de Rochenport y Roquetaillade y las murallas de Carcasonne (Tealdi, 1988).

Fase II (1751 - 1808): tiene lugar la construcción del edifi cio del Pósito, tal y como lo conocemos hoy, pues la presente intervención evaluó que son mínimos los añadidos posteriores. Las fechas de construcción (1751-53) son dadas por la documentación de Libro de Capitulares municipales de 1750-1753. Cerramos el periodo en 1808, año del inicio de la Guerra de la Independencia, que supuso el fi nal del Antiguo Régimen, y por tanto, la del Pósito como institución municipal vinculada a este sistema. La cata muraria 1 demostró que el edifi cio no se levantó sobre otro an-terior como sospechaba cierta historiografía, mientras que la número seis dio muestras de la rica decoración

interior estucada. La utilización de decoración en pa-neles de imitación marmórea tiene su origen en Italia y se extiende por toda Europa a principios del siglo XVII. Nosotros mismos hemos detectado decoraciones similares, fechadas en torno a 1625 entre los restos del Convento de San Agustín de Salamanca (Muñoz Gar-cía, Jiménez González, Gutiérrez Millán, 2002: 81-128). Fueron comunes en muchos edifi cios conquenses du-rante el siglo XVIII. Sirva de ejemplo los restos parieta-les que todavía se conservan en la Iglesia de San Pedro o la sacristía de la misma catedral. Más interesante era la UEM 8 que representa a 12 arcos formeros con di-seño en arco apuntado. Para una estricta historia del arte basada en un excesivo culto al estilo, parecía con-traproducente para el siglo XVIII, sin embargo fueron más frecuentes de lo que parecen. Sirva de ejemplo los arcos laterales del propio ayuntamiento de Cuenca construido en esta misma centuria por Jaime Bort.

Fase III (1808 - 1936): se señalaron aquellas Unidades Estratigráfi cas Murarias (UEM) producto de estos años, representantes de los usos que se le da al Almudí. Entre los mismos destaca la de almacén municipal y hospital psiquiátrico. Además se incluyen las obras de 1906 para mejorar el acceso a la ciudad vieja, que afectan a la fachada Oeste del mismo.

Fase IV (1936 - 1939): construcción del refugio de la Guerra Civil en la margen del río Huécar.

Fase V (1939 - 2000): usos culturales como pri-mer Museo Arqueológico de Cuenca promovido por D. Francisco Suay y como Sala de Exposiciones. La parte baja fue adaptada, después de la Guerra Civil, para cárcel municipal.

Figura 6. Individualización estratigráfica en la secciones del edificio Almudí. Michel Muñoz García.

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Recapitulación y conclusiones

En lo que respecta al signifi cado de las técnicas empleadas en la cimentación del cubo medieval, el modo constructivo que introdujo el estilo románico en el siglo XI alcanza un gran desarrollo en la época de Alfonso VIII. Durante su reinado se impulsa el es-tilo del Císter, a la vez que se concibieron y termina-ron templos de una monumentalidad destacada como San Vicente y San Pedro en Ávila. Sabemos que al-gunos de estos edifi cios estuvieron bajo la dirección de maestros franceses: entre éstos estarían el mismo maestro Fruechel de la catedral de Ávila, que según Yarza reprodujo la cabecera reformada de Santa Ma-ría de Velezay en Borgoña, Francia (Yarza, 1990: 260-262). En el reino de León, Johanes Francus se hizo cargo de las obras inacabadas de la Catedral Vieja de Salamanca a partir de 1200 (Sánchez Sánchez, 1991); su propio nombre es sufi cientemente elocuente.

La difusión de estas ideas, no debe explicarse sólo por el deseo de estar a la última moda o de contar con la tecnología más puntera sino que debemos añadir la predisposición de las clases privilegiadas y la propia monarquía castellana de equipararse a la cultura “cris-tiana” del resto de Europa, frente al enemigo infi el que supone el Islam asentado en la península ibérica. Tam-bién hay factores de índole personal: las relaciones del reino de Castilla con Europa se vieron favorecidas por el matrimonio de Alfonso VIII y Leonor Plantagenet, hija de la no menos célebre Leonor de Aquitania (Mar-tínez Díez, 1995). Cierto es que la arquitectura fortifi ca-da no depende tanto de los gustos estéticos, pero ello no la exime de una gran carga simbólica. En las Parti-das de Alfonso X el Sabio, las defensas perimetrales de una población son de hecho las que otorgan el grado de ciudad, al afi rmar que es “todo aquel lugar que es cercado de los muros, con los arrabales et los edifi cios que se tiene con ellos” (Partidas VII, título XXXIII, ley VI). Esto hace que la cerca en una villa de realengo dé tanto prestigio como su arquitectura sacra, y por tanto, su erección sea un motivo de preocupación del monarca. La infl uencia francesa es un hecho también en la construcción de defensas durante este periodo y obviamente se ve favorecido por la política expansio-nista del monarca castellano Alfonso VIII, que tiene la necesidad de retener lo conquistado. Y al igual que en el caso de otras arquitecturas, es también probable que la difusión de las ideas sobre poliorcética se efectuara por la acción directa tanto de maestros como persona-jes destacados ultrapirenaicos.

Si aceptamos la citada fecha de 1189 para la mejora de las defensas de esta parte de la ciudad, esta acción contribuyó decisivamente en la confor-mación del ciclo productivo canteril o industria de la construcción en la villa de Cuenca, si es que no es el factor directo de introducción del mismo. Por entonces, ya se estarían planteando la construcción de las parroquias románicas de la ciudad, si es que algunas no se habían comenzado ya (López Rubio, 1999: 212). Llegados a este punto, ¿debemos ver un maestro francés detrás de la gran madurez técnica que presenta la cimentación (UEM 77, 78 y 79) del cubo defensivo del edifi cio Almudí? Sería aventurado afi rmarlo, pero sin duda, el que lo diseñó estaba al tanto de los últimos avances de fortifi cación que se ejecutaban más allá de los Pirineos.

Pasando a la Edad Moderna, el documento que manda erigir el nuevo Pósito en 1751, nos habla de las necesidades a las que debe responder la nueva infraestructura. En el mismo se refi ere explícitamente la delicada situación del grano que por entonces se guardaba en la Real Casa de la Moneda espuestos a perderse por la mucha humedad que les presta la pro-simidad de las aguas del Río Júcar, que la baten por el norte, y no menos de la Huerta de Santiago (Archi-vo Municipal de Cuenca, leg. 334, fol. 45 r” del año 1751). Su construcción se vio favorecida también por la coyuntura política de mediados del siglo XVIII, pues una reforma administrativa del año 1749 esta-bleció intendentes en todas las capitales de provincia, por lo que el corregidor pasó a ser también Intenden-te General de las Rentas Reales. Así, D. Pedro Quin-tana y Acevedo, nombrado Corregidor en Enero de 1750 para Cuenca, presenta los títulos de Intendente Provincial y Superintendente de Millones y Rentas. Se explica pues que el mismo Almudí sea conocido con el título de “Real Pósito”, y su escudo central sea el del Reino de Castilla, como símbolo de la autoridad directamente emanada de la monarquía. Sin embar-go este control de las rentas reales por parte de los corregidores tendrá fecha de caducidad: en 1773, el nuevo corregidor D. Antonio Fernández de Calderón ya no tendría el cargo de Intendente (Aliod Gascón 1997: 91-92). La disposición de estas contribuciones reales por parte de estos cargos explica que se cons-truyese el nuevo edifi cio en un plazo relativamente corto. La obra es entregada dos años después de su inicio, en 1753, habiendo sido su maestro José Rubio.

Respecto a este último profesional, no hemos en-contrado ninguna referencia a su especialidad, pero

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247lo más probable es que fuera cantero, dado el trabajo que implica realizar las bóvedas inferiores y la “caja del edifi cio”. Su función también era coordinar las diferentes especialidades de carpintería, albañilería y yesería que confl uyeron en su ejecución. Pensemos que las bóvedas interiores en yeso debían encontrar-se bajo techo, para asegurar que las inclemencias del tiempo no afectaran a su fragua. Por otro lado, es de suponer que un complejo sistema de cerchas fuera dispuesto en el interior para la ejecución de las mis-mas. El análisis de la armadura de madera con piezas tan largas y gruesas dan fe de una buena operación de abastecimiento, que debemos explicar por el con-trol directo que ejerce el Concejo de Cuenca sobre la explotación de los bosques adyacentes.

En cuanto a los revestimientos exteriores (UEM 72) y los escudos (UEM 116), con toda seguridad también se realizaron después de tejar la parte superior. Ello tam-bién es síntoma de planifi cación, pues el estuco debía realizarse en temporada estival para asegurar su secado. Si la obra se entrega el 6 de noviembre de 1753 es muy posible que ese mismo verano se hubiera decorado su fachada. El programa decorativo de despiece de sillares y escudos muestra a un José Rubio como maestro acor-de con los gustos que imperaban en la ciudad entonces.

Además, los arcos apuntados del interior (UEM 8) son ejemplo de la experimentación o exploración creativa que estaba desarrollando la arquitectura del siglo XVIII, y que en una ciudad como Cuenca dio muestras tan numerosas y variadas a la vez. Además, el edifi cio es óptimo ejemplo de lo que la industria de la construcción conquense de la centuria de la Ilustración podía realizar cuando se encontraba bien abastecida y apoyada institucionalmente.

Como infraestructura municipal, en su tiempo tuvo un papel destacado que trasciende de lo funcional a lo simbólico. Durante el motín de subsistencia de 1766, el señor Iruela, Interventor del Real Pósito, se vio obliga-do a entregar las llaves del mismo a los insurrectos, y en los días sucesivos la posesión de éstas se convierten en moneda de cambio para los distintos sectores socia-les implicados (Jiménez Monteserín, 1997: 31).

Respecto a la funcionalidad que presentan las dife-rentes estancias que alberga, una relación informal de Rentas y Arbitrios del Ayuntamiento de Cuenca, fecha-da en 1786, nos informa de su uso. En su parte inferior, las dos naves con bóvedas de medio cañón (unidades funcionales 6 y 5), eran empleadas como carnicerías públicas con una bodega de aceitero en la que existen varias tinajas a prevención para cualquier caso que a

Figura 7. Individualización estratigráfica sobre las bóvedas (izquierda) y en la armadura del tejado (derecha). Michel Muñoz García.

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Figura 8. Individualización estratigráfica en la planta del edificio Almudí. El cuerpo de fábrica 18 es la entrada al refugio del Guerra Civil. Michel Muñoz García.

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Figura 9. Matriz general del edificio Almudí. Michel Muñoz García.

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la Ciudad le ocurra de prevenirse a falta de abastece-dor de esta especie (AMC. leg. 109, Exp. 11, fol. 48, 7 de febrero del año 1786). Estas tinajas es muy posible que se hayan conservado hasta bien entrado el siglo XX según testigos que nos informaron. El gran ancho de sus muros exteriores e interiores puede explicarse tanto por la necesidad de mantener un ambiente fresco para los abastos allí almacenados, como por las nece-sidades constructivas de cimientos sólidos que debían soportar la presión de las pendientes sobre las que se asienta el edifi cio: junto a la cuesta que baja desde la propia calle del Almudí, debemos señalar la situación del edifi cio justo en el borde del río Huécar. A la hora de concebir este edifi cio, las autoridades conquenses no descuidaron la tradición de ventas de carnes que históricamente se ubicaba en esta parte de la ciudad: por lo menos desde 1423 se conocen tablas dedicadas a ello junto a la Puerta del Postigo (AMC. Leg. 40, Exp. n.º 1. 1423). En el documento citado fechado en 1786 también menciona que en la misma trasera de la cons-trucción analizada se situaba el matadero de la oveja (AMC leg. 109, Exp. 11, fol. 48, 7 de febrero del año 1786). No es extraño que en la Edad Moderna, carnice-rías y pósito se encuentren muy próximos unas de otro. En San Clemente (Cuenca), ambos edifi cios de bien entrado el siglo XVI comparten medianera en la misma plaza de la Iglesia.

Quizá fue esto lo que llevó a pensar a algún autor que la planta superior del Almudí se levantaría sobre

una construcción abovedada anterior (Rokiski, 1999: 348-353). Sin embargo, ya vimos que la cata muraria 1 demostró un paramento en mampostería concertada (UEM 23) unitario y continuo, sin suturas ni unida-des interfaciales que pudieran mediar entre distintas fases de construcción. A falta de evidencia, no se ha señalado en la matriz fase alguna enmarcable en la centuria de 1500.

La planta superior se destinaría a la burocracia y venta, la ofi cina según la documentación (A.M.C. leg. 109, Exp. 11, fol. 48, 7 de febrero del año 1786), que se encargaba de la distribución de cereal por la ciu-dad. Se ha apuntado la originalidad del diseño de dos naves paralelas (unidad funcional 2), disposición ex-traña a un edifi cio de estas características. Pensemos en los pósitos de Almagro (Diez Baldeón, 1993: 329) o Villanueva de los Infantes (Henares Cuellar y López Guzmán, 1993: 197), que se organizan en torno a un patio central. Lo cierto es que las dos naves paralelas del Alhorí conquense permiten una gran fl exibilidad funcional, pues una u otra puede adaptarse como acopio de grano en contenedores, o para usos de despacho burocrático, según convenga a periodos de mayor o menor actividad mercantil.

Es muy posible que algunas transacciones de mer-cancías pudieran haberse realizado con procedimiento de subasta pública. De todos modos, la sonoridad per-seguida al enterrar piezas cerámicas dentro de la UEM 134 y sobre las enjutas de las bóvedas, se puede expli-

Figura 10. Escudo real UEM 112, sobre revestimiento UEM 72. Michel Muñoz García.

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car por la simple necesidad de comunicación dentro del gran espacio abovedado que es la unidad funcio-nal 2. Sobre las lozas halladas en el control arqueológi-co rebotarían las ondas sonoras producidas por la voz, facilitando de este modo una mejor audición.

Como se ha visto, la esencia de esta operación consistió en integrar los resultados de un control ar-queológico y catas murarias en una lectura general del edifi cio. Con ella se obtuvo la matriz, la radiogra-fía del edifi cio. Sin embargo, con la obra en marcha, ésta no sirvió ni para diagnosticar las patologías del paciente edifi cado, ni para infl uir en el plan inicial de la obra. Pero el tratamiento aplicado propició el res-cate de la historia del edifi cio convaleciente. Sobre los elementos ordenados cronológicamente, se prac-ticó un sano ejercicio de inferencia histórica contras-tándola con documentación, tipologías constructivas y artísticas, estudios cerámicos y bibliografía. Con ello una construcción declarada BIC pudo ser reconside-rada y revalorada en base a:

• Conservar una de las más elocuentes soluciones constructivas medievales en torres defensivas, que pone de manifi esto la infl uencia de las co-rrientes poliorcéticas punteras de más allá de los Pirineos en la segunda mitad del siglo XII.

• Ser testigo material de las defi ciencias de las sociedades del Antiguo Régimen en el abaste-cimiento de la población. Constituir uno de los edifi cios mejor resueltos, en cuanto a plazos y solidez constructiva se refi ere, por la industria de la construcción conquense en el siglo XVIII.

• Representar un destacado ejemplo de la gran experimentación arquitectónica del siglo de las luces, que no contento con la tradición clásica, incorpora nuevos elementos en el lenguaje ar-quitectónico como el arco apuntado.

• Conservar en su subsuelo un refugio antiaéreo de la guerra civil de 1936, símbolo de uno de los epi-sodios más traumáticos en la historia de España.

Dicho y hecho, Arqueología de la Arquitectura pura y dura, el edifi cio Almudí de Cuenca consiguió su restauración histórica.

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La Arqueología de la Arquitectura

en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura

de la Universidad Politécnica de Madrid

Fernando Vela Cossío

Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid

[email protected]

Doctor en Geografía e Historia por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor Titular de Historia de la Arquitectura y el Urbanismo del Departamento de Composición Arquitectónica de la Universidad Politéc-nica de Madrid. Arqueólogo especialista en conserva-ción, intervención y restauración de edifi cios históricos.

Resumen

A lo largo de los últimos años la arqueología ha ido extendiendo de forma progresiva su campo de ac-ción al ámbito de la historia de la arquitectura y de la construcción, convirtiéndose en un instrumento imprescindible del trabajo de toma de datos, análisis y diagnosis que precede a la redacción de los pro-yectos de restauración arquitectónica. La Escuela Su-perior de Arquitectura de Madrid tiene una extensa y arraigada tradición en la enseñanza de la historia de la arquitectura y los monumentos españoles que ha favorecido tanto la incorporación de materias relacio-nadas con la arqueología en sus planes de estudio, como la inclusión de la didáctica del análisis arqueo-lógico de construcciones históricas en la formación específi ca de postgrado.

Palabras clave

Arqueología. Historia de la Arquitectura. Historia de la Construcción. Conservación y Restauración del Pa-trimonio.

De entre las muchas disciplinas científi cas que tie-nen como campo de aplicación la investigación y la intervención en el Patrimonio Edifi cado, la arqueología ha sido, entre las de naturaleza histórica, la que ha conocido un mayor desarrollo en España a lo largo de los últimos veinte años. La principal consecuencia de este fenómeno en el ámbito académico de la en-señanza superior, ha sido la progresiva incorporación de diversas materias relacionadas con la disciplina ar-queológica a los programas y planes de estudio de nuestras Escuelas de Arquitectura, sobre todo en los niveles de postgrado. La Escuela de Arquitectura de Madrid —en la que se está desarrollando un ambicioso programa de especialización en conservación y res-tauración del Patrimonio Arquitectónico y urbano y se han implantado distintos cursos de postgrado en este campo— no ha sido ajena a este proceso, reafi rmando así una arraigada tradición en el estudio histórico de la cultura material edifi cada por parte de los arquitectos españoles.

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Arqueología de la arquitectura y proyecto

de restauración

Un proyecto de restauración riguroso que permita la correcta intervención del edifi cio histórico requiere del conocimiento completo de todas sus cualidades. El levantamiento del inmueble, paso previo a cual-quier actuación, requiere la colaboración coordinada de un equipo de técnicos y científi cos numeroso y diverso, en el que la interdisciplinaridad de sus com-ponentes (arquitectos, arqueólogos, geólogos, histo-riadores, ingenieros, topógrafos, químicos, etc.) debe contribuir a la recuperación y procesado posterior de toda la información que sea posible extraer del con-junto edifi cado.

Un buen conocimiento morfológico y métrico de la construcción histórica, el adecuado análisis metro-lógico, con referencia a las unidades de medida ori-ginales con las que fue creado, la recopilación del material documental y bibliográfi co que se refi era a su localización, sus características y sus artífi ces, el estudio histórico-constructivo, con defi nición de los materiales, técnicas y sistemas de construcción ori-ginales, y una evaluación técnico-patológica con la valoración de su estado de conservación y de las cir-cunstancias que han contribuido al mismo, son pre-misas fundamentales para un trabajo de restauración o rehabilitación bien hecho.

Es en este contexto en el que se desarrollan hoy las actuaciones de investigación arqueológica de los monumentos y es por ello habitual la presencia del arqueólogo en los trabajos de restauración desde el momento mismo de su comienzo, es decir, desde el inicio de las primeras labores de toma de datos pre-vias a la redacción del proyecto de intervención. La arqueología ha adquirido así un papel protagonista en los propios trabajos de toma de datos y se ha convertido en una de las herramientas más impor-tantes para el análisis y la interpretación del edifi cio histórico.

Las actuaciones arqueológicas en edifi caciones his-tóricas requieren el desarrollo de estrategias y proce-dimientos concretos de trabajo, de manera que se ha ido confi gurando a lo largo de los últimos treinta años un cierto tipo de especialista en trabajos de arqueo-logía de la arquitectura. Este nuevo perfi l profesional debe sumar a la formación convencional del arqueó-logo (métodos y procedimientos de excavación, co-nocimiento de la cultura material, procedimientos de datación, arqueometría, fotografía arqueológica, etc.)

una serie de técnicas y conocimientos específi cos en-tre los que pueden encontrarse los métodos de levan-tamiento y reconstitución, las técnicas de rectifi cación de fotografía digital, el reconocimiento, caracteriza-ción y ensayo de materiales de construcción histórica, la historia de la ciudad, el arte y la arquitectura y, por supuesto, la historia de la construcción.

Desde fi nales del siglo XX, sobre todo a lo lar-go de los años noventa, se han venido desarrollando distintas experiencias relativas al empleo del método de análisis estratigráfi co para el conocimiento y la interpretación de los edifi cios históricos. La arqueo-logía estratigráfi ca, defi nida en su día por Edward Harris —quien ya se refi rió en su libro Principios de estratigrafía arqueológica a la posibilidad de efectuar lecturas de paramentos verticales (Harris, 1991)— ha ido extendiendo su campo de acción al ámbito de la historia de la arquitectura y de la construcción, y se ha convertido en uno de los instrumentos más útiles para llevar a cabo el trabajo de toma de datos que precede inevitablemente, a un buen proyecto de res-tauración arquitectónica.

Esta nueva especialidad de la arqueología, que se conoce genéricamente con el nombre de arqueología de la arquitectura y que se dedica al análisis de las construcciones históricas, ha conocido un desarrollo muy notable en Europa, siendo Italia uno de los paí-ses en los que ha cobrado más fuerza y ha producido un mayor número de especialistas, aunque se ha ido extendiendo enseguida a otros muchos lugares, ocu-pando España una posición importante en la difusión y utilización del método. Los primeros trabajos en los que se abordan de manera más o menos sistemática los problemas metodológicos y de aplicación de lo que habitualmente se ha denominado lectura estra-tigráfi ca de paramentos, están reunidos en ediciones italianas, de entre las que debe destacarse el resumen del curso celebrado en la Universidad de Siena en septiembre y octubre de 1987 (Francovich y Parenti, 1988) así como los trabajos posteriores del propio Ro-berto Parenti y de otros autores como G. P. Brogiolo, F. Doglioni o T. Mannoni, entre otros. A las primeras publicaciones italianas han seguido otras muchas que nos van permitiendo perfi lar, desde diferentes ópticas y posiciones teóricas, los confi nes metodológicos y de aplicación práctica de este sistema de descripción, análisis e interpretación de los complejos edifi cados. Cabe aquí destacar el importante crecimiento de las contribuciones españolas a lo largo de los últimos veinte años, que se han materializado en aportacio-

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nes muy interesantes tanto desde el punto de vista de la investigación, como en lo referente a la presencia de la disciplina en los diferentes foros de formación y de debate. Así, en 1995 la revista Informes de la Construcción, que edita el Instituto Eduardo Torroja del CSIC, preparó un interesante número monográfi -co sobre Arqueología de la Arquitectura al que segui-rían, en los años siguientes, distintas publicaciones que contribuyeron a fortalecer el arraigo de la disci-plina en España. En una síntesis que nos permita muy brevemente trazar su recorrido, podríamos destacar las Actas del curso Arqueología de la Arquitectura: El método de estudio aplicado al proceso de estudio y de intervención en edifi cios históricos, seminario promo-vido por la Junta de Castilla y León en 1996, y la ce-lebración en Vitoria en 2002 del Seminario Interna-cional de Arqueología de la Arquitectura, cuyas Actas se publicaron ese mismo año en la revista Arqueolo-gía de la Arquitectura, que edita desde entonces la Universidad del País Vasco y el Instituto de Historia del Consejo Superior de Investigaciones Científi cas, y de la que se han publicado hasta la fecha cinco nú-meros, con periodicidad aproximadamente anual. En ese primer número de la revista, Juan Antonio Quirós Castillo presentaba un cuadro general sobre la disci-plina en España que nos ha proporcionado una ex-haustiva bibliografía con las principales aportaciones españolas, dando cuenta del importante desarrollo de la arqueología aplicada a la investigación de edifi ca-ciones históricas en nuestro país en los últimos años (Quirós Castillo, 2002). Transcurridos casi ocho años desde las jornadas de Vitoria, la última reunión que acaba de celebrarse por iniciativa del Instituto del Pa-trimonio Cultural de España en octubre de 2009 ha servido para hacer balance de la situación actual y ha dejado constancia del vigor e interés con el que se mantiene la disciplina en España y sus muchos pro-gresos en el campo de su didáctica y difusión entre arquitectos.

A la vista de este panorama cabe preguntarse, en primer lugar, sobre qué tradición se ha cimentado la experiencia docente e investigadora en el campo de la arqueología en nuestras Escuelas de Arquitec-tura. Para ello nos servirá como referencia la propia Escuela de Madrid que, como continuadora del es-píritu de la Academia, ha mantenido siempre, como una parte substancial del quehacer de sus alumnos y profesores, el estudio de la historia de la arquitec-tura y el levantamiento riguroso de los monumentos españoles.

La enseñanza de la historia

y de la arqueología en la Escuela

de Arquitectura de Madrid

Desde su creación como Escuela Especial en 1844, la Escuela de Arquitectura experimentó un constante proceso de renovación de sus planes de estudio, que se fueron actualizando desde 1858, dando comienzo a una larga y arraigada tradición experimental que nos acompaña hasta el momento presente.

En la Escuela, que quedaría separada defi nitiva-mente de la Academia de Bellas Artes de San Fer-nando en 1857, el estudio de la Historia (del Arte y de la Arquitectura) se convertiría en una materia substancial para la educación del arquitecto y en objetivo preferente de los intereses científi cos de la propia institución. El plan de estudios de la Acade-mia de 1821 ya defi nía los estudios mayores de arqui-tectura como la “enseñanza metódica” que formaba para el ejercicio de la edifi cación “civil e hidráulica”, basándose en las reglas de sencillez, unidad, decoro y buen gusto que proporcionaban los modelos de la antigüedad, que los alumnos copiaban a la aguada de motivos arquitectónicos y escultóricos grecorromanos vaciados en yeso. Casi todos los planes incluyeron el estudio de la Estética y la Teoría del Arte y la Historia del Arte y de la Arquitectura. Los propios cursos de composición se organizaban en el siglo XIX en un curso de copia de detalles, otro de copia de edifi cios y conjuntos y un tercero de invención de edifi cios de primer orden, los de carácter público o monumental, para defi nir su distribución y su decoración, lo que pone de manifi esto el fuerte enraizamiento del estu-dio de los estilos históricos durante la segunda mitad del siglo XIX, periodo en el que quedó plenamente de manifi esto cómo la enseñanza de aquellos monu-mentos ajenos al clasicismo iba calando lentamente en las escuelas.

De la temprana inclinación de la Escuela hacia la enseñanza y el estudio de la Historia de la Arqui-tectura, da cumplida cuenta la propuesta que en el año 1848 elevó Aníbal Álvarez Bouquel (1806-1870), profesor de Teoría del Arte y Decoración de Edifi cios, solicitando a la Real Academia su intercesión para que el Gobierno pensionase a los alumnos con el objetivo de realizar el estudio de los monumentos españoles. Obtenida la ayuda del Estado, los viajes dieron comienzo en 1849 y tuvieron como destino en primer lugar la ciudad de Toledo, a la que se rea-

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lizaron dos viajes para levantar y estudiar, entre otras edifi caciones, la Puerta de Alfonso VI, la propia Ca-tedral o el monasterio de San Juan de los Reyes. A los viajes a Toledo (1849-1850) siguieron los de Se-govia (1851), Salamanca (1853), Guadalajara (1854) y Granada (1856). Participaron en la organización de estas expediciones, además del mencionado Aníbal Álvarez Bouquel, otros profesores arquitectos como Antonio de Zabaleta (1806-1864), Narciso Pascual y Colomer (1801-1860), Jerónimo de la Gándara (1825-1877) o Francisco Jareño y Alarcón (1818-1892).

Antonio de Zabaleta representa fi elmente el com-promiso del pensamiento liberal con el Patrimonio Nacional. Exiliado en Francia desde 1823, regresa a España hacia 1836. Enseguida le encontramos como arquitecto-fontanero en Santander, entre 1838 y 1842, y después, desde 1845, como uno de los profeso-res de la recién creada Escuela Especial de Arquitec-tura de Madrid, donde coincide con Aníbal Álvarez Bouquel. Catedrático de Arquitectura Legal y Práctica de la Construcción desde 1845, alcanzará en 1854 el cargo de Director de la Escuela. Desde 1852 había ocupado el cargo de Secretario de la Comisión Cen-tral de Monumentos Históricos y Artísticos, terreno en el cual le encontramos desde el comienzo mismo de su carrera. Se le debe considerar como uno de los protagonistas decisivos en la puesta en marcha del proyecto de Monumentos Españoles y, desde luego, en la preparación de las expediciones a Toledo de 1849 y 1850.

Narciso Pascual y Colomer, alumno y titulado por la Academia, fue profesor y director de la Escuela Es-pecial de Arquitectura (1852-54) y fi nalmente director de la Escuela Superior de Arquitectura entre 1864 y 1868. Arquitecto en 1833, viaja a Francia e Inglate-rra con ayuda de la Academia entre 1836 y 1838, in-corporándose enseguida como profesor a la Escuela, en la que enseñó Teoría General de la Construcción (Navascués, 2007: 25-33). Como restaurador de mo-numentos hay que destacar sus trabajos en la Igle-sia de San Jerónimo el Real de Madrid (1848-1851), en una de las primeras restauraciones en estilo que tienen lugar en España, alentadas por el Decreto de 1850, en el que se señalaba que en las obras sobre los monumentos “se respetará el pensamiento primitivo, acomodando las renovaciones al carácter de la fábri-ca, procurando que las partes antiguas y modernas se asemejen y parezcan de una misma época”.

Jerónimo de la Gándara, nacido en Ceceñas (San-tander), es uno de los profesores de la Escuela de

Arquitectura con mayor implicación en la colección Monumentos Arquitectónicos de España. Pensionado en Roma, como Jareño, por Real Orden de 25 de no-viembre de 1848, disfrutó de cinco años de estancia en esta capital, incorporándose a la Escuela como profesor ayudante en 1853. Se trata de un arquitecto bien conocido por sus aportaciones a la tipología tea-tral del siglo XIX, pues es autor del Teatro de la Zar-zuela de Madrid (1856) y de otros dos en la ciudad de Valladolid. Aunque en su trayectoria destacan aque-llos trabajos donde muestra una marcada inclinación hacia el neogriego, como ya señalara Cabello y Lapie-dra en 1901, fue uno de los primeros arquitectos que utilizó el gótico en construcciones funerarias, estilo en el que construye un panteón en el cementerio de San Isidro de Madrid en 1866 (Navascués, 1973: 117). En todo caso, de su actitud ecléctica dan cuenta las muchas referencias históricas que encontramos en su trabajo, pues a los ejemplos citados se suman otros de distinta procedencia, como el pabellón español de la Exposición Universal de París de 1867, que se ins-pira en el palacio de Monterrey (Salamanca).

Por lo que respecta a Francisco Jareño y Alarcón, hay que recordar que forma parte de la primera ge-neración formada en la Escuela de Arquitectura, en la que se tituló en 1852. Pensionado para viajar a Inglaterra y Alemania, ganó la cátedra de Historia del Arte en 1855 e inició una fructífera carrera profesional fuertemente determinada por su inclinación al histo-ricismo. Director de la Escuela en 1874-1875, es autor de edifi cios notables como el Tribunal de Cuentas (1863), la Escuela de Veterinaria (1877) o el Instituto Cardenal Cisneros (1881). Pero su obra más importan-te es el Palacio de Bibliotecas y Museos, iniciado en 1866 bajo proyecto del año 1862 (Navascués, 1973: 120) y cuyas obras se extienden después de la propia inauguración, que tuvo lugar en 1892. Aunque sus trabajos se encauzan en el respeto al clasicismo, ya sea éste de procedencia un tanto diversa, también muestra alguna inclinación hacia los estilos medieva-les, como en el Hospital del Niño Jesús (1879-1885) o en la restauración de la Casa de los Lujanes.

La actitud de esta primera generación de profe-sionales formados en la Escuela de Arquitectura, de la que cual forman parte tanto Jareño como Gánda-ra, puede contribuir a explicar el modo en que se produjo en España el desarrollo del historicismo y el despertar de la restauración de los monumentos como actividad propia y específi ca del arquitecto. Si el clasicismo académico se había sentido fuertemente

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identifi cado con el estudio de las antigüedades gre-colatinas y con la propia actividad arqueológica, el despertar del historicismo contribuiría durante el si-glo XIX a inclinar a los jóvenes arquitectos al estudio de la Edad Media, entendida ahora como un nuevo y fresco repertorio compositivo a considerar.

El vigor del neogótico en muchos países europeos, como el Reino Unido, donde se levantaba en estilo gótico el nuevo conjunto del Parlamento Británico desde 1838, o Francia, que asiste en estos años al nacimiento de la restauración de monumentos de la mano de autores tan señalados como Eugène Emma-nuel Viollet-le-Duc (1814-1879) o Jean-Baptiste Las-sus (1807-1857), alentará en la España de la segunda mitad del siglo XIX una nueva forma de entender la arquitectura en la que se abren paso las referencias medievales, góticas y románicas pero también hispa-nomusulmanas y mudéjares, en una arraigada sensi-bilidad que alcanzará el primer cuarto del siglo XX.

Autores como Juan de Madrazo y Kuntz (1829-1880) o Demetrio de los Ríos (1827-1892), titulados por la Escuela en 1852, constituyen ejemplos muy representativos de esta clase de formación. Su obra se inclina más al gótico y al racionalismo de proce-dencia francesa, y en lo que ahora nos interesa des-tacar, muestra una clara preferencia hacia el trabajo de levantamiento de los monumentos. Demetrio de los Ríos fue profesor de Dibujo Topográfi co en Sevi-lla hasta 1869 y formó parte muy activa de la Comi-sión de Monumentos (Navascués, 1997: 262). Excavó en Itálica, publicando una Memoria arqueológico-descriptiva del Anfi teatro de Itálica en 1862, y dirigió desde 1880, después de la destitución de Madrazo, las obras de restauración de la catedral de León, un edifi cio que, como nos recuerda Pedro Navascués, constituye “la escuela en la que se formaron algu-nos de los más importantes restauradores españoles” (Navascués, 1997: 377). Algunas de las actuaciones más señaladas de la historia de la restauración monu-mental en España tendrán lugar durante este periodo fi nal del siglo XIX y puede leerse en ellas el debate entre los restauradores en estilo y los conservadores arqueológicos, seleccionados todos de una nómina de arquitectos precursores de la actividad restauradora tan importantes como Manuel Aníbal Álvarez, Juan Bautista Lázaro, Ricardo Velázquez Bosco o Arturo Mélida y Alinari.

Manuel Aníbal Álvarez (1850-1930) lleva a cabo entre 1895 y 1904 una de las actuaciones restaura-doras en estilo más conocidas y discutibles de la his-

toria de la restauración monumental: la de la iglesia románica de San Martín de Frómista (Palencia). De esta iglesia dice Manuel Gómez Moreno en 1934 que “lleva sobre sí una restauración tan a fondo, que pa-rece toda nueva” (Gómez Moreno, 1934) y basta la observación de la litografía de F. J. Parcerisa (1803-1875) de la colección Recuerdos y bellezas de España para comprender la profunda huella de una restaura-ción que se encuentra guiada por la búsqueda de un edifi cio románico prístino que, desde luego, nunca existió. También son obra suya las intervenciones en la iglesia visigoda de San Juan de Baños (Palencia), en el Hospital de Santa Cruz de Toledo o en la Uni-versidad de Alcalá de Henares (Madrid).

En cambio, otros arquitectos como Juan Bautista Lázaro (1849-1919), se signifi can en esta etapa como fi rmes críticos de la restauración en estilo. Nacido en León y titulado desde 1874, Lázaro se forma con Ma-drazo y Federico Aparici (1832-1917), también nota-ble medievalista. Con esta formación no es extraño que trabajase después en la restauración de la Cate-dral de León (1892) y sea autor de distintas obras de enraizadas referencias historicistas, como el asilo de San Diego y San Nicolás (Madrid 1903-1906), el co-legio de Nuestra Señora de Loreto (Madrid, 1889-98), la Iglesia de los Redentoristas (Madrid 1892-97) o la Iglesia de La Milagrosa (Madrid, 1900-1904) en la que colaboró con su discípulo Narciso Clavería (n. 1869), con quien desarrollaría también otros muchos traba-jos. Para algunos, la Iglesia de La Milagrosa, situada en la madrileña calle de García de Paredes, constituye uno de los conjuntos más característicos y logrados de la obra de Lázaro (González Amézqueta, 1969). Añadida a la Casa-Misión de San Vicente de Paúl, la Iglesia de La Milagrosa fue uno de los más conoci-dos y celebrados edifi cios de este arquitecto que re-suelve el interior en estilo neogótico literal, mientras utiliza el recurso ornamental del ladrillo visto en clave neomudéjar para revestir exteriormente la estructu-ra. Lázaro, que se había formado en el racionalismo de ascendencia francesa, era ferviente seguidor de las líneas conservadoras, defensoras de la mínima in-tervención, en la restauración de los monumentos. Como restaurador intervendrá, en colaboración con Ricardo Velázquez Bosco (1843-1923), en la pequeña iglesia prerrománica de Santa Cristina de Lena duran-te el periodo 1885-1892; también actúa después en San Miguel de la Escalada (1894), mostrando siempre esta actitud austera y rigurosa en la restauración. Pero será el ya mencionado Ricardo Velázquez Bosco el

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encargado de llevar a cabo las intervenciones restau-radoras más importantes de fi nales del siglo XIX. Sus trabajos en Asturias y en la Catedral de Burgos y, so-bre todo, su labor como Inspector de Monumentos de la Zona Sur, le sitúan en algunas de las actuaciones más importantes en este periodo, como las primeras excavaciones arqueológicas en Medina-Azahara o la restauración de la Mezquita de Córdoba, donde tra-bajará hasta su muerte en 1923. Muestra en todos los casos, gran interés por el “método histórico” empren-dido en Italia por Lucca Beltrami (1854-1933) y que combate las arbitrariedades de las restauraciones en estilo indiscriminadas.

Distinto a los de Lázaro y Velázquez Bosco es el perfi l de Arturo Mélida y Alinari (1849-1902). Artista versátil, buen pintor e ilustrador, Arturo Mélida repre-senta el epígono historicista de la arquitectura espa-ñola del siglo XIX. Es autor de obras neomedievales en estilo gótico fi nal, como el Monumento a Colón de Madrid (1881-85), el Pabellón Español de la Ex-posición del Centenario en París (1889) o la Escuela de Industrias Artísticas de Toledo (1882), un edifi cio ciertamente ecléctico que combina el gótico Reyes Ca-tólicos, con el que tanto se familiariza nuestro autor durante su etapa de trabajo en San Juan de los Reyes, con la arquitectura en ladrillo de tradición mudéjar. Por lo que se refi ere a la intervención en monumen-tos, Mélida debe ser recordado por su trabajo en el claustro de San Juan de los Reyes de Toledo, al que llega en 1881 por encargo del ministro de Fomen-to, Juan Luis Albareda. El proyecto de Mélida para el claustro constituye, siguiendo a Navascués, un docu-mento de inestimable interés, «no sólo porque permi-te reconocer la obra que se llevó a cabo en el siglo XIX, sino por el propio documento en sí, redactado en caracteres góticos sobre pergamino, con tintas de varios colores, miniaturas, y conteniendo unos mag-nífi cos dibujos a pluma sobre las partes a restaurar» (Navascués, 1972: 236). El título de su discurso de ingreso en la Academia: Causas de la decadencia de la arquitectura y medios para su recuperación (1899) deja muy clara su personal inclinación hacia la res-tauración.

Vicente Lampérez y Romea es a comienzos del siglo XX la fi gura más importante en la enseñanza de la Historia de la Arquitectura en la Escuela de Ma-drid. Catedrático de Teoría del Arte desde 1901, con la jubilación de Ricardo Velázquez Bosco, pasó a ocu-par en 1918 la cátedra de Historia del Arte. Lampérez promoverá el magisterio de una historia de la arqui-

tectura muy rigurosa y operativa en una línea teórica de naturaleza histórico-arqueológica, muy necesaria para afrontar la urgente necesidad de restauración de los monumentos españoles. Autor de la espléndida Arquitectura civil española de los siglos I al XVIII (Ma-drid: Saturnino Calleja, 1922), el trabajo de Lampérez se extiende en excelentes trabajos durante todo el primer cuarto del siglo XX, como la Historia de la arquitectura cristiana (Barcelona: Juan Gili, 1904) o los trabajos sobre el Castillo de La Calahorra (Madrid: Hauser y Menet, 1914), la catedral de Burgos (Barce-lona: J. Thomas B. 1913), los monasterios españoles (Madrid: Saturnino Calleja, 1920). El 1 de junio de 1916 D. Vicente Lampérez y Romea ingresó en la Real Academia de San Fernando con la lectura del discurso sobre Los Mendoza del siglo XV y el Castillo del Real de Manzanares, con contestación de D. José Ramón Mélida. Fue Director de la Escuela Superior de Arquitectura entre 1920 y 1923. Aunque hoy nos parezcan discutibles los criterios empleados por Lam-pérez en muchas de sus intervenciones, lo cierto es que fue uno de los primeros teóricos españoles en el campo de la restauración de monumentos.

En ese periodo se desarrolla en España el corpus legislativo y normativo inicial que permite afrontar la difícil labor de conservación y restauración del olvida-do Patrimonio Monumental. Desde 1900 se desarrolla la confección del Catálogo Monumental de España del que aparecen los volúmenes dedicados a León, Zamo-ra y Salamanca (Gómez Moreno), Cádiz (Romero de Torres), Huesca (del Arco), Barcelona (Ainuad i Gu-diol) o Zaragoza (Abad). De entre todos ellos, la fi gura esencial es, desde luego, la del historiador del arte D. Manuel Gómez Moreno, autor de trabajos innumera-bles acerca de la arquitectura española que se extien-den especialmente por el arte medieval y el del Re-nacimiento. Se restauran en este periodo, con fortuna desigual, importantes edifi cios históricos, como San Martín de Frómista (Manuel Aníbal Álvarez, 1894) y dan comienzo los trabajos de intervención de la Mez-quita de Córdoba (Velázquez Bosco, 1891-1923) y de la Alhambra de Granada, últimos episodios vinculados a la tradición decimonónica (Navascués, 1997: 398).

Los cambios de orientación en la arquitectura espa-ñola desde la Gran Guerra fueron constantes y progre-sivos. Bernardo Giner de los Ríos en su espléndido libro Cincuenta años de Arquitectura Española II, comenta que han sido las dos postguerras (la de la Guerra del Catorce y la de la Guerra Civil) las que han hecho ca-minar a saltos a España en las Bellas Artes (Giner de los

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Ríos, 1980: 13). Los años veinte, sobre todo en su segun-da mitad, gracias al concurso de los autores ya citados alumbraron para la arquitectura española. Estos autores encontraron un ambiente extraordinariamente complejo y hubieron de partir de la reforma de la propia tradición en una etapa que, en palabras de Torres Balbás, “era un periodo de indecisión entre un glorioso pasado que con-tinuar y un arte moderno y sugestivo que iniciar” (Torres Balbás, 1918: 31-34). La creación misma de la nueva Ciu-dad Universitaria de Madrid está íntimamente ligada a la introducción de los criterios de la moderna arquitectura europea en España, en una nueva actitud reformadora y de progreso de la que el extraordinario conjunto de la universitaria de Madrid y el propio edifi cio de la escuela son muestras bien representativas. El propio Teodoro de Anasagasti (1880-1938), que había sido profesor auxiliar de dibujo de la Escuela y que obtuvo en 1923 la Cátedra de Historia General de las Artes Aplicadas e Historia de la Arquitectura (Navascués Palacio, 1995: XI-XV), en su obra sobre la Enseñanza de la Arquitectura se refi ere a “aquel destartalado caserón de la calle de los Estudios, el más detestable de los edifi cios madrileños destinados a la enseñanza” en un ejercicio de naturaleza metafóri-ca que viene a poner en tela de juicio la organización de la enseñanza de la arquitectura, a cuya orientación para un moderno plan destina este libro extraordinario que tan acertadamente reeditó la escuela en 1995. Sofía Diéguez, en su libro sobre la Generación del 25 (Dié-guez Patao, 1997) recuerda las palabras de Blanco Soler que, en la misma línea que Anasagasti, se refi ere al am-biente de la escuela: “el viejo caserón de la calle de los Estudios estaba en consonancia con las ideas de aquel tiempo. Profesores de evidente prestigio y experiencia enseñaban, sobre todo, a confeccionar bellas estampas. Nadie creía en la necesidad de una crítica inteligente y abierta, que hubiera evitado ‘seguir respirando el mismo aliento’ y hubiese despertado nuevas ideas”.

Durante el breve lapso de la II República también se renovó la enseñanza de la Escuela. El Plan de 1933, un poco más largo que el anterior, pues constaba del ingre-so, un curso complementario y cinco más, alcanzó hasta bien superada la posguerra, y llegó vigente al año 1957. Este plan de 1933 apenas contribuyó al desarrollo de la arquitectura moderna con anterioridad a la Guerra Civil, sin embargo fue crucial en la formación de las primeras generaciones de la posguerra (Baldellou, 1997: pág. 10), estudiadas con acierto por Ruiz Cabrero en su libro El Moderno en España. Arquitectura 1948-2000.

En el análisis de la situación de la arquitectura, y de su enseñanza, en esos años no puede obviarse el

ámbito de la restauración y conservación de los monu-mentos históricos. Como señala también Giner de los Ríos (1980: 121) se trata de un aspecto de la arquitec-tura española contemporánea que no puede omitirse. En 1923 es nombrado arquitecto conservador de La Al-hambra Leopoldo Torres Balbás. Discípulo de D. Manuel Bartolomé Cossío en la Institución Libre de Enseñanza, Torres Balbás —que entre 1918 y 1923 había trabajado en teoría y crítica de la arquitectura, como demuestra su abundante producción escrita en esos años— prosegui-rá en este gran conjunto nazarí las orientaciones de D. Ricardo Velázquez Bosco, que había sido responsable del Plan de Restauración del monumento del año 1917. Queda así enlazada la primera generación de restaura-dores e historiadores del arte españoles con la genera-ción central que gestiona la extensión en nuestro país de los modernos criterios científi cos de intervención en el Patrimonio. Desde 1929 Torres Balbás sumará al trabajo de conservador de La Alhambra el de responsable de la sexta zona monumental (que incluía las cuatro provin-cias de Andalucía oriental, más las de Albacete, Alican-te y Murcia) y aunque su producción científi ca declina con respecto a las etapas anteriores, sigue publicando en la revista Arquitectura y comienza sus trabajos para Archivo Español de Arte y Arqueología, Arte Español y otras revistas científi cas (Muñoz Cosme, 2005: 99). En 1931 obtiene Torres Balbás la cátedra de Historia de la Arquitectura y las Artes Plásticas de la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid, a la que concurría igualmen-te Francisco Íñiguez Almech. Se inicia así una extensa labor académica y formativa que le acompañará hasta el fi nal de su vida; Fernando Chueca Goitia, que fue alum-no suyo y después colaborador, dice del maestro que «el arquitecto restaurador, el medievalista, el investigador, llevaba otra vocación que difícilmente podía ser repri-mida, la de pedagogo. Don Leopoldo, como hijo pre-dilecto de la Institución Libre de Enseñanza, creía por encima de todo en la educación del pueblo y en la re-generación de un país tan maltratado por la suerte, por medio de la cultura» (Chueca Goitia, 1991: XI). El trabajo de Torres Balbás como restaurador, como investigador y como profesor constituye uno de los aspectos más im-portantes de la historiografía de la arquitectura española contemporánea y sirve a la perfección para explicar la transición entre la etapa de la República y la Guerra Ci-vil con la posguerra. El caso de Leopoldo Torres Balbás es un ejemplo representativo de lo sucedido entonces. Sorprendido por la Guerra Civil fuera de Madrid, Torres Balbás se encontraba el 18 de julio en Soria, por tanto, en la zona sublevada, ciudad en la que permaneció buena

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parte de la guerra ejerciendo de profesor de historia y de dibujo en el Instituto de Segunda Enseñanza de la capital castellana. En 1937 se le encomienda la restauración de la Catedral de Sigüenza, una labor que desarrolla hasta el término de la guerra, cuando la Dirección General de Regiones Devastadas se hace cargo de la dirección de los trabajos, que recaen fi nalmente en Antonio Labrada. Después de la Guerra Civil Torres Balbás sufre, como tantos españoles, la apertura de varios expedientes de depuración por sus supuestas responsabilidades políticas a favor de la República. Aunque salió indemne de estos expedientes, fue apartado de su cargo de conservador de La Alhambra y de la sexta zona (1936) y estuvo al borde de perder la cátedra. La extraordinaria labor docente y de investigación que lleva a cabo Leopoldo Torres Balbás en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid durante este periodo —labor reconocida en las numerosas dis-tinciones y nombramientos que recibe: Jefe de Sección del Instituto Arias Montano del CSIC en 1940, director del Instituto Valencia de Don Juan en 1949, Académico de Bellas Artes en 1954— es ineludible en un proyecto docente del área de conocimiento de Composición Ar-quitectónica. Catedrático de Historia del Arte desde 1931 hasta su jubilación en 1960, fue maestro de historiadores y de excepcionales profesores de la Escuela, entre los que hay que destacar a Fernando Chueca Goitia. La labor investigadora de Torres Balbás desde los años cuarenta se concentra en torno a la arquitectura y la ciudad hispa-nomusulmana y constituye una de las aportaciones más importantes al desarrollo científi co de la disciplina histó-rica en el campo de la historia de la arquitectura y de la ciudad, que tanto le deben.

La labor docente de Francisco Íñiguez Almech (1901-1982) y de Fernando Chueca Goitia (1911-2004) explica el desarrollo de la enseñanza de la historia de la ar-quitectura en la Escuela de Madrid en la segunda mi-tad del siglo XX. El primero fue profesor de Teoría y Composición e Historia del Arte y la Arquitectura de la Escuela de Madrid desde 1931 hasta 1965, de la Escuela de Arquitectura de Navarra entre 1965 y 1982, Comisario del Patrimonio Artístico Nacional (1939-1964), Director de la Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma (1950-1957) y responsable de la restauración del conjunto de la Aljafería de Zaragoza. Por lo que respecta a Fernando Chueca Goitia, profesor de la Escuela desde 1954 y catedrático de la misma desde 1968, es autor de una notable producción histórica desde 1947, cuando se publica Invariantes castizos de la arquitectura espa-ñola, una obra señaladísima a la que seguirían trabajos decisivos sobre la Catedral de Valladolid (1947), Juan de

Villanueva (1949), la arquitectura del siglo XVI (1953) o Andrés de Vandelvira (1954). Traductor del esplén-dido resumen que constituye la Historia de la Arqui-tectura Española de Bernard Bevan (1950) con el que aprendió historia de la arquitectura una generación en-tera de arquitectos —formados en la Escuela desde los años cincuenta hasta los primeros sesenta— y autor de la Historia de la Arquitectura Española. Edad Antigua y Edad Media (1965), con la que se formó la generación siguiente, el profesor Chueca Goitia marcó la enseñanza de la historia del urbanismo y de la arquitectura has-ta bien entrados los años ochenta. Discípulo de Torres Balbás, conoció un extraordinario reconocimiento aca-démico por parte de las instituciones españolas y ex-tranjeras, recibiendo, entre otras distinciones la Orden de las Letras y las Artes de la República Francesa, la de la Society of Architectural Historians de Norteamérica o la de la Academia delle Arti e del Disegno de Florencia (Navascués Palacio, 2001: 9).

Los últimos años de docencia de D. Fernando Chue-ca Goitia, hasta mediados de los años setenta, nos lle-van a la incorporación de una nueva generación de jóvenes historiadores del arte a las cátedras de historia de la Escuela de Arquitectura de Madrid, profesores comprometidos en la elaboración de una historia de la arquitectura y de la ciudad renovada cuyos programas contaban con una gran transversalidad que ha forta-lecido las raíces de la enseñanza científi ca y rigurosa de la historia que se practica hoy en las Escuelas de Arquitectura españolas.

La enseñanza de la arqueología de la arquitectura en la Escuela

de Arquitectura de Madrid

Como ya hemos tenido ocasión de señalar, a lo largo de los últimos veinte años se ha venido incrementan-do de forma señalada el número de cursos de post-grado y de seminarios sobre arqueología celebrados en las Escuelas de Arquitectura españolas. Uno de los centros pioneros en la implantación de esta clase de enseñanzas ha sido la propia Escuela Técnica Su-perior de Arquitectura de Madrid, en la que se han venido impartiendo distintas materias relacionadas con la restauración monumental y la conservación del Patrimonio Edifi cado que han incluido, de forma variable como ahora veremos, el estudio de materias relacionadas con la arqueología.

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Por lo que respecta a las enseñanzas vigentes lo primero que se ha de destacar es que la puesta en marcha del Plan de Estudios de 1996 —consecuencia de las reformas de la enseñanza universitaria española alentadas inicialmente por la LRU (1983)— ha signifi -cado para nuestros estudiantes de los últimos quince años un aumento extraordinario de las posibilidades a la hora de cursar materias optativas y de libre elec-ción. En este contexto, en la Escuela de Madrid se es-tablecieron distintas Líneas de Especialización donde se reúnen y organizan este conjunto de materias que complementan a la oferta general de asignaturas tron-cales y obligatorias, existiendo una línea concreta de Conservación y Restauración del Patrimonio que in-cluye, entre otras, la asignatura de Teoría y Técnicas de la Restauración, una materia en la que se incluyen dis-tintas lecciones sobre la incidencia de la arqueología en la intervención de monumentos. Otras asignaturas a destacar en este sentido son las de Historia de la Cons-trucción (I y II), la dedicada a Técnicas de Interven-

ción en Edifi cios Históricos, la de Determinación y Res-titución Gráfi ca de la Arquitectura, una sobre Análisis y Consolidación de Estructuras Antiguas, un Taller de Cantería y un Taller de Construcción Gótica; además, en esta misma línea se incluye desde el año 2007 una asignatura específi ca sobre Arqueología Industrial.

Sin embargo, más singularizada y rica ha sido la presencia de la arqueología a lo largo de estos años en la enseñanza de postgrado que se ha desarrollado en la Escuela.

El curso Máster en Restauración Arquitectónica que impartía el Departamento de Construcción y Tecnolo-gía Arquitectónicas de la UPM, un curso de postgrado fuertemente consolidado del que se celebraron nada menos que diecisiete ediciones entre 1991 y 2007, in-cluía hasta el curso 2001 un módulo específi co dedica-do a la incidencia de la arqueología en la restauración. A partir del año 2002, y por iniciativa del catedrático de materiales de construcción Luis de Villanueva Domín-guez, entonces codirector del máster, este módulo se

Figura 1. Lienzo de la muralla de Toledo en el área de la Puerta de Alcántara. Fotografía rectificada. Alumnos: Enrique Daza Pardo, Desiree García

Paredes, Julieth A. Raballaty y Víctor Rodríguez Balseiro.

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convertiría en un curso de especialidad, con persona-lidad propia dentro del máster, acompañando así a los de patología de la edifi cación y técnicas de interven-ción, y al de teoría y práctica de la restauración. Tam-bién el curso Máster en Conservación y Restauración del Patrimonio Arquitectónico y Urbano que impartía en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Ma-drid el Instituto Juan de Herrera incorporaba en su programa algunas clases sobre arqueología.

Del curso de postgrado de Especialista en Arqueo-logía de la Arquitectura se han celebrado nueve edi-ciones entre 2002 y 2010, por lo que bien se le pue-de considerar el decano de la Universidad española en su especialidad. Desde su creación incluye, como parte substancial para la formación de los alumnos, el desarrollo de un ejercicio práctico de campo. Así, hemos tenido ocasión de realizar prácticas de lectura y análisis de paramentos en conjuntos históricos tan interesantes como el Alcázar de Guadalajara (2001), el Castillo de las Peñas Negras de Mora, Toledo (2002 y 2003), las murallas y puertas de la ciudad de Toledo

—donde, a lo largo de varios años, se pudieron estu-diar las áreas de la puerta del Vado (2004), puertas de Bisagra Vieja y Valmardón (2005), Puerta de Alcántara (2006), Puerta del Sol (2007) y Puerta del Cambrón (2008)— o las Iglesia s segovianas de Sequera de Fresno y Aldeanueva del Campanario (2009), estando previsto para el año 2010 el análisis de la Iglesia de Nuestra Señora del Manto de Riaza (Segovia).

Estos ejercicios prácticos incluyen siempre el de-sarrollo de trabajos en equipo, normalmente de ca-rácter interdisciplinar dada la variedad formativa de los alumnos que siguen el curso y entre los que se encuentran arqueólogos, arquitectos y arquitectos técnicos, historiadores, restauradores y conservado-res de bienes culturales, geólogos y otros titulados en disciplinas afi nes. Se llevan a cabo tareas de levanta-miento en el conjunto elegido mediante el empleo de procedimientos convencionales y también con aplica-ción de técnicas de rectifi cación de fotografía digital, y se programan labores de toma de datos puramente estratigráfi cos, con elaboración de las correspondien-

Figura 2. Detalles de aparejos del área de la Puerta de Alcántara. Dibujo. Alumnos: Enrique Daza Pardo, Desiree García Paredes, Julieth A. Raballaty

y Víctor Rodríguez Balseiro.

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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tes fi chas de unidades estratigráfi cas individualizadas, y de análisis de la construcción histórica estudiada, con propuestas de secuencias estratigráfi cas y cuando es posible, de cronotipologías de aparejos.

A lo largo de todos estos años, la estructura de estos cursos master en Restauración Arquitectónica y en Conservación y Restauración del Patrimonio Ar-quitectónico y Urbano y del curso de especialidad en Arqueología de la Arquitectura ha permitido contar con la presencia en la Escuela de destacados especia-listas españoles y extranjeros, entre los que podemos encontrar nombres tan señalados como los de Luis Caballero Zoreda (Consejo Superior de Investigacio-nes Científi cas), Francesco Doglioni (Universidad de Venecia), Alberto López Mullor (Diputación de Barce-lona), Roberto Parenti (Universidad de Siena), Miguel Rivera Dorado (Universidad Complutense de Madrid) o Juan Zozaya (Museo Arqueológico Nacional).

Con la creación en el curso académico 2007-2008 del nuevo Master Ofi cial en Conservación y Restau-ración del Patrimonio Arquitectónico y Urbano, la

Escuela de Arquitectura de Madrid ha venido a reafi r-mar su fuerte vocación en la enseñanza de la restau-ración monumental. La estructura de este nuevo cur-so máster de 90 ECTS, que recoge la larga experiencia de los cursos citados y en el cual se han integrado sus cuerpos docentes, consta de cuatro grandes módulos: teoría e historia, documentación, construcción y ta-ller de restauración. En el módulo de documentación, que imparte docencia en los dos primeros semestres del curso, se encuentran las asignaturas de Métodos de Documentación (1 ECTS), Levantamiento y Foto-grametría (3 ECTS), Lectura histórico-documental (2 ECTS) y Arqueología de la Arquitectura (2 ECTS).

En el módulo de Documentación se programan tra-bajos prácticos de documentación histórica y de lectura y análisis de paramentos. En 2008 las prácticas se cen-traron en el conjunto histórico de Talamanca de Jarama (Madrid), donde se estudiaron tanto el recinto amura-llado, las torres y puertas que conserva —llamadas de la Tostonera y de Uceda— como la iglesia parroquial, un bello ejemplar de ábside románico de gran interés.

Figura 3. Detalles de aparejos del área de la Puerta de Alcántara. Fotografía digital rectificada. Alumnos: Enrique Daza Pardo, Desiree García Paredes,

Julieth A. Raballaty y Víctor Rodríguez Balseiro.

La Arqueología de la Arquitectura en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid

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Figura 5 (izquierda). Levantamiento ortofotográfico del alzado exterior la Puerta de San Andrés. Alumnos: David Domingo Marazuela, Alejandro García

Hermida y David Sánchez Bellido. Figura 6 (derecha). Estratigrafía del alzado exterior de la Puerta de San Andrés. Alumnos: David Domingo Marazuela,

Alejandro García Hermida y David Sánchez Bellido.

Figura 4. Alzado norte de la Iglesia de Talamanca de Jarama (Madrid). Alumnas: Catherine Rangel, Karenina Urriola, Susana Tres.

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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En 2009 las prácticas se han desarrollado en colabo-ración con la ofi cina del área de rehabilitación inte-gral del centro histórico de Segovia, dependiente de la Concejalía de Cultura y Turismo. Se han estudiado las Puertas de Santiago, San Cebrián y San Andrés, el portillo de San Juan de los Caballeros y la Iglesia de San Nicolás, además de un conjunto de edifi cios próximos a esta última. Los resultados han sido muy satisfactorios.

La consolidación de los nuevos estudios de post-grado ofi ciales, que cuentan como hemos visto con extensos antecedentes en lo que se refi ere a la di-dáctica de la conservación y la intervención en el Pa-

Figura 7. Estudio de aparejos del muro norte de la Iglesia de Talamanca de Jarama (Madrid). Alumnas: Catherine Rangel, Karenina Urriola, Susana Tres.

trimonio Histórico, constituye una parte substancial del conjunto de reformas que acompañan al llamado proceso de Bolonia. Restaría ahora establecer —de cara a la elaboración del nuevo Plan de Estudios de la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid que de-biera implantarse a lo largo del año 2010— el alcance e importancia que la enseñanza de la Arqueología y de la Historia de la Arquitectura vayan a tener para la formación de los futuros arquitectos españoles. De-penderá sin duda del conocimiento, el respeto y la admiración que los profesores y alumnos de hoy sen-timos hacia las muchas generaciones formadas en la Escuela desde hace más de un siglo y medio.

La Arqueología de la Arquitectura en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid

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Figura 8. Ficha de unidad estratigráfica muraria correspondiente a la Puerta de San Andrés. Alumnos: David Domingo Marazuela, Alejandro García Hermida

y David Sánchez Bellido.

Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edifi cios históricos

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