armada de chile

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Copyright. Ocho Libros Editores Ltda. Derechos Reservados. Prohibida la reproducción parcial o total de este libro por cualquier medio impreso, electrónico y/o digital sin la debida autorización escrita del editor y dueños del Copyright. Armada de Chile: Integración marítima al comercio internacional Miguel A. Vergara Villalobos Almirante Comandante en Jefe de la Armada de Chile La Armada de Chile ha querido estar presente en esta publicación con el propósito de contextualizar, desde su perspectiva, los significados y alcances del tema central de este libro: la vocación marítima y, por cierto, oceánica de Chile. La estrategia diseñada por la institución que tengo el honor de comandar, para enfrentar tan importante cuestión, requiere comenzar por una explicación del concepto “control del mar”, fundamento de nuestro quehacer naval y marítimo en el ámbito nacional e internacional. A continuación veremos cuál es nuestra estrategia, la que hemos denominado “Estrategia de los tres vectores”; seguidamente haré algunos alcances sobre la seguridad marítima, y el rol de los buques oceánicos de superficie en esta tarea. Mediante estas reflexiones queremos poner de relieve la importancia que las actividades de la Armada tienen para cada uno de nosotros, para el bienestar de las familias chilenas, para el éxito de las empresas y negocios que emprenden nuestros connacionales, y para la seguridad de la Patria. Control del mar En general, la estrategia de la Armada, sin ponerle todavía ningún apellido, tiene como propósito alcanzar unos objetivos predeterminados, mediante la imposición de algún grado de control sobre ciertas situaciones, comportamientos, o espacios geográficos. Así como una estrategia empresarial apunta a lograr ganancias posicionándose en un mercado específico o una estrategia de comercialización pretende inducir un cierto comportamiento del público a la hora de elegir entre diferentes productos, la estrategia militar se orienta a neutralizar las fuerzas adversarias, de modo de controlar un área geográfica, que proporciona una ventaja para el Estado que la posee. Este simple punto de partida nos permite situar con claridad y precisión el objetivo de la estrategia naval, que no es otro que conquistar el control del mar. Esto, en pocas palabras, significa establecer un cierto grado de control sobre las actividades que se desa-rrollan en un determinado espacio marítimo, durante un período, con el propósito de disfrutar de su uso; o bien para negar o dificultar el uso de ese espacio a un adversario. A partir de este propósito es que se diseñan, construyen y emplean los buques y las Fuerzas Navales, teniendo en cuenta que en las crisis internacionales o en conflictos de baja intensidad, el control del mar no necesariamente se logra disparando cañones, ni lanzando misiles, sino simplemente con la presencia de buques con capacidad de permanencia y con la voluntad de emplear sus armas si fuese necesario; se genera, así, una suerte de disuasión local y transitoria, mientras la Fuerza Naval esté presente en el lugar. En todo caso, debemos destacar que el control del mar presenta dos caras, según se trate de un entorno de conflicto o de paz. En situación de conflicto, el control se orientará, en lo principal, a que nuestras fuerzas puedan operar libres de amenazas. En tiempos de paz el énfasis estará en que nuestra actividad marítima pueda realizarse sin interferencias o restricciones. En ambas circunstancias, la presencia de la Fuerza Naval es imprescindible, variando sólo su modo de empleo.

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Copyright. Ocho Libros Editores Ltda. Derechos Reservados. Prohibida la reproducción parcial o total de este libro por cualquier medio impreso, electrónico y/o digital sin la debida autorización escrita del editor y dueños del Copyright.

Armada de Chile:

Integración marítima al comercio internacional

Miguel A. Vergara VillalobosAlmirante

Comandante en Jefe de la Armada de Chile

La Armada de Chile ha querido estar presente en esta publicación con el propósito de contextualizar, desde su perspectiva, los

significados y alcances del tema central de este libro: la vocación marítima y, por cierto, oceánica de Chile.

La estrategia diseñada por la institución que tengo el honor de comandar, para enfrentar tan importante cuestión, requiere

comenzar por una explicación del concepto “control del mar”, fundamento de nuestro quehacer naval y marítimo en el ámbito

nacional e internacional. A continuación veremos cuál es nuestra estrategia, la que hemos denominado “Estrategia de los tres

vectores”; seguidamente haré algunos alcances sobre la seguridad marítima, y el rol de los buques oceánicos de superficie en

esta tarea.

Mediante estas reflexiones queremos poner de relieve la importancia que las actividades de la Armada tienen para cada uno

de nosotros, para el bienestar de las familias chilenas, para el éxito de las empresas y negocios que emprenden nuestros

connacionales, y para la seguridad de la Patria.

Control del mar En general, la estrategia de la Armada, sin ponerle todavía ningún apellido, tiene como propósito alcanzar unos objetivos

predeterminados, mediante la imposición de algún grado de control sobre ciertas situaciones, comportamientos, o espacios

geográficos.

Así como una estrategia empresarial apunta a lograr ganancias posicionándose en un mercado específico o una estrategia de

comercialización pretende inducir un cierto comportamiento del público a la hora de elegir entre diferentes productos, la estrategia

militar se orienta a neutralizar las fuerzas adversarias, de modo de controlar un área geográfica, que proporciona una ventaja para

el Estado que la posee.

Este simple punto de partida nos permite situar con claridad y precisión el objetivo de la estrategia naval, que no es otro que

conquistar el control del mar. Esto, en pocas palabras, significa establecer un cierto grado de control sobre las actividades que se

desa-rrollan en un determinado espacio marítimo, durante un período, con el propósito de disfrutar de su uso; o bien para negar o

dificultar el uso de ese espacio a un adversario.

A partir de este propósito es que se diseñan, construyen y emplean los buques y las Fuerzas Navales, teniendo en cuenta que

en las crisis internacionales o en conflictos de baja intensidad, el control del mar no necesariamente se logra disparando cañones,

ni lanzando misiles, sino simplemente con la presencia de buques con capacidad de permanencia y con la voluntad de emplear

sus armas si fuese necesario; se genera, así, una suerte de disuasión local y transitoria, mientras la Fuerza Naval esté presente

en el lugar.

En todo caso, debemos destacar que el control del mar presenta dos caras, según se trate de un entorno de conflicto o de paz.

En situación de conflicto, el control se orientará, en lo principal, a que nuestras fuerzas puedan operar libres de amenazas. En

tiempos de paz el énfasis estará en que nuestra actividad marítima pueda realizarse sin interferencias o restricciones. En ambas

circunstancias, la presencia de la Fuerza Naval es imprescindible, variando sólo su modo de empleo.

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Control del mar: buques oceánicos de superficieComo es evidente, las principales actividades en el mar ocurren sobre superficie; por eso la estrategia marítima considera que

el buque oceánico de superficie es, por definición, el tipo de buque que más integralmente determina y ejerce el control del mar. El

apellido “oceánico” es propio de aquel buque que puede concurrir a zonas alejadas de la costa, permanecer por tiempo

prolongado en el área y operar eficientemente, pese a las inclemencias meteorológicas.

Existen también otros tipos de buques que cumplen funciones especializadas. Por ejemplo, el submarino, diseñado

especialmente para negar el uso del mar a los buques de superficie; y la lancha misilera, cuya función es impedir la aproximación

a la costa o la navegación en canales y bahías a los buques oceánicos adversarios. Ambos —submarinos y misileras— cumplen

un importante rol en lo que se refiere al control del mar, pero no es un rol integral como ocurre con el buque oceánico de

superficie.

Chile, país marítimoChile es un país esencialmente marítimo, como lo demuestra la simple constatación de que nuestro territorio continental

sudamericano, sin considerar la Antártica, es de 757 mil kilómetros cuadrados, comparados con los 3,5 millones de kilómetros

cuadrados que nos ofrece la zona económica exclusiva de doscientas millas. Más aún, si incluimos la proyección de la plataforma

continental en torno a Isla de Pascua e isla Salas y Gómez, nuestra área de jurisdicción marítima abarca 4,7 millones de

kilómetros cuadrados. Es decir, el área marítima que la Armada debe vigilar, fiscalizar y controlar, es más de seis veces superior a

nuestro territorio sudamericano. Esta sola comparación debería ser argumento suficiente para concluir que el desarrollo y progreso

de Chile está íntimamente ligado a la investigación y exploración de las riquezas que nos ofrece el mar.

Pero no sólo la geografía nos impone una condición marítima. Chile es también un país cuyo desarrollo económico depende

vitalmente de su comercio exterior, que se materializa mayoritariamente por la vía marítima. Para corroborar este aserto, he aquí

algunos datos correspondientes al año 2000:

• El total de exportaciones vía marítima fue de 17.500 millones de dólares, equivalente a 87 por ciento de las exportaciones

chilenas.

• El total de importaciones vía marítima fue de 13.800 millones de dólares, equivalente a 57 por ciento de las importaciones

chilenas.

• Esto significa que 74 por ciento del comercio exterior de Chile se efectúa por mar, lo que representa 55 por ciento del PIB.

• Durante ese año recalaron en puertos chilenos un total de 14.373 buques mercantes, con distintos tipos de carga.

Incluso, más allá de las estadísticas, basta con concurrir a cualquier supermercado o mall, para verificar que una parte

importante de los productos que allí se venden provienen desde el extranjero. Asimismo, una somera mirada a nuestras propias

actividades diarias nos permitirá comprobar que permanentemente estamos, de alguna manera, relacionados con artefactos,

equipos, maquinarias o insumos que provienen del exterior.

Por eso, podemos decir con propiedad que el comercio que Chile materializa por la vía marítima contribuye a mejorar nuestra

calidad de vida y a promover puestos de trabajo.

Condición marítima de ChileEsta doble condición marítima de Chile, geográfica y comercial, nos permite visualizar que en nuestro caso, en tiempo de paz,

el control del mar adquiere dos dimensiones. Una asociada a nuestros espacios marítimos en el contexto de la Convención de las

Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, que nos entrega jurisdicción hasta las doscientas millas de la costa. Otra, en que el

control del mar no está necesariamente asociado a la soberanía, sino a la promoción y defensa de nuestros intereses, donde

quiera que estos se encuentren.

Tratándose de nuestros espacios marítimos jurisdiccionales, el control del mar se relaciona más bien con el ámbito marítimo,

en que el rol de la Armada es vigilar, fiscalizar y evitar la depredación de las riquezas existentes en la biomasa, en el lecho y en el

subsuelo marino. En este ámbito, esencial para nuestro bienestar, los buques oceánicos de superficie juegan un rol que se hace

vital en la medida que el control deba ejercerse alejado de la costa, hasta el borde de las doscientas millas, donde los buques

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menores no son capaces de operar. Además, se requiere aquel tipo de buques para resguardar nuestros intereses antárticos y

nuestras islas oceánicas, como Pascua y Juan Fernández.

Por su parte, en lo relativo a nuestros intereses comerciales de ultramar, debemos ser capaces de ejercer el control del mar en

cualquier lugar en que sea necesario asegurar que nuestro tráfico marítimo pueda fluir con seguridad y sin interrupciones. En este

caso, los buques oceánicos de superficie son insustituibles en las tareas de control. Pero, obviamente, como país no tenemos la

capacidad para actuar solos en la protección de nuestro comercio internacional, como lo veremos a continuación.

La Armada en el ámbito internacional La Armada constituye un aporte real en la presencia internacional de Chile, por ello quiero centrarme en esta última dimensión

del control del mar, aquella que supera nuestro “ámbito jurisdiccional” y que nos llama a mirar el mar como una ancha avenida que

une a los países, generando múltiples vías marítimas para el comercio internacional.

En este aspecto, debemos tomar conciencia del cambio que ha experimentado la situación mundial en los últimos años, y ello

ha afectado a nuestra seguridad. Hemos visto que el bienestar de cada uno de nosotros requiere vitalmente del comercio

marítimo; y sabemos que este proviene desde muy diferentes y lejanos lugares. De la misma manera, nuestros productos de

exportación tienen como destino compradores localizados en países de ultramar, muy lejanos.

Es evidente que no podemos proteger una carga nuestra cuando circula entre San Francisco y Taiwán; y esta constatación

podría llevarnos a pensar que el problema de proteger nuestro comercio marítimo de ultramar es una tarea que simplemente

excede a nuestras capacidades. Sin embargo, no es así. La razón es que Chile forma parte de un conjunto de países; de una

comunidad internacional que está comprometida con el libre comercio y con la estabilidad y seguridad internacional, y que,

consecuentemente, reacciona en conjunto ante cualquier situación amenazante.

Nuestro problema, entonces, es estar en condiciones de asumir la parte de la responsabilidad que nos corresponde, dado que

también usufructuamos de los beneficios que nos ofrece la globalización. Esta responsabilidad nos impone integrarnos a fuerzas

multinacionales, para ejercer un control del mar cuyo propósito es la conservación y restablecimiento de la paz, el orden y la

estabilidad del sistema internacional. Es por esto que nuestro gobierno ha comprometido fuerzas navales listas para actuar, a

disposición de la Organización de las Naciones Unidas; y considera analizar caso a caso nuestra participación en coaliciones y

grupos de Estados que se asocian en alianzas para promover y proteger sus intereses comunes.

Este imperativo de cooperación internacional se hará más patente en la medida que se implementen los acuerdos políticos y

económicos alcanzados con la Unión Europea y los Estados Unidos de Norteamérica, lo que nos impondrá mayores

responsabilidades en el ámbito de la seguridad internacional.

La Armada en el ámbito regionalEsta visión que enfatiza la cooperación por sobre la confrontación es relativamente nueva en nuestra estrategia naval, pues,

hasta hace algunos años, nuestro principal problema de seguridad estaba relacionado con disputas y diferencias fronterizas con

nuestro vecinos. Afortunadamente, hemos avanzado mucho en su resolución, y esperamos que las que persisten o que pudieran

generarse, sean solucionadas por la vía pacífica.

Creemos que, si bien la transparencia y las medidas de confianza mutua han contribuido a disminuir las probabilidades de

conflicto, en última instancia la disuasión ha sido el mejor antídoto contra cualquier aventura belicista, Por eso, precisamente, la

política de defensa de Chile enfatiza tanto la disuasión como la cooperación.

No obstante lo anterior, con preocupación vemos que a pesar de la atenuación de los factores de tensión vecinal, han

comenzado a surgir nuevas amenazas que operan desde otros Estados, fuera del control de sus respectivos gobiernos, cuyos

efectos llegan hasta nuestra frontera. Me refiero a actividades tales como el narcotráfico, el terrorismo, la inmigración ilegal, el

tráfico de armas, etc.

Esta situación nos exige desarrollar una capacidad de protección y defensa de muestro territorio, el control con nuestros

vecinos, identificando nuevas oportunidades de cooperación. Dependiendo de la intensidad de estas amenazas comunes, será

necesario considerar la participación de medios militares para su neutralización.

En este nuevo escenario, en que los conflictos vecinales tienen una baja probabilidad de ocurrencia, el control del mar en el

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ámbito regional debe abordarse en forma cooperativa, como única forma de neutralizar las potenciales nuevas amenazas

provenientes desde el mar. Particularmente en lo que se refiere al intercambio de inteligencia, de modo de acotar el momento y

lugar en que se deba ejecutar el control; como asimismo, para determinar si la oposición prevista requerirá del apoyo de la Fuerza

Naval.

En este contexto, la Armada de Chile desde hace algunos años ha intensificado sus lazos de entendimiento y cooperación con

sus congéneres de Argentina y Perú, mediante intercambios académicos, visitas profesionales y ejercicios combinados en los

ámbitos naval y marítimo. Continuaremos trabajando para estar en condiciones de ejercer un control cooperativo del mar, cuando

así se requiera.

Estrategia de los tres vectoresDesarrollado el concepto de control del mar y descrito el rol internacional que prevemos para la Armada de Chile, quisiera

explicar nuestra estrategia naval. La hemos denominado “Estrategia de los tres vectores”, y ella apunta al establecimiento del

control del mar en tres condiciones o situaciones diferentes.

El primer vector lo constituye la defensa directa de nuestro territorio, de sus ciudadanos, de sus bienes, de sus derechos. En

este ámbito, la Armada de Chile, sus buques, sus hombres, sus mujeres, todas sus capacidades, son parte de un sistema militar,

que en conjunto con el Ejército y con la Fuerza Aérea, actúan para disuadir o rechazar a quienes nos ataquen; para castigar a

quienes nos causen daños. Este vector es de naturaleza conjunta y abarca todo el territorio nacional. La misión de la Armada es

controlar el mar en un determinado espacio, durante el tiempo que lo requieran las operaciones en desarrollo.

El segundo vector lo constituye la defensa y control de nuestro amplio espacio marítimo, en el cual sólo la Armada está

presente en forma permanente e integral. En condiciones normales y de paz, en este ámbito la Armada de Chile está

representada principalmente por la Dirección General del Territorio Marítimo que, en su calidad de Autoridad Marítima Nacional,

actúa a través de los medios de las distintas zonas navales a lo largo del país. No obstante, para operaciones mar afuera, esta

organización requiere el apoyo y el actuar integrado con las unidades de combate de la Flota, las que deben estar listas para

operar sin aviso previo y con completa unidad de doctrina.

Nuestra misión es proteger la vida de los pescadores y marinos que hacen producir al mar de Chile; proteger los recursos vivos

renovables que allí existen; salvaguardar el medio ambiente marino y hacer cumplir las leyes de la República. Además, en nombre

del Gobierno de Chile debemos honrar los compromisos internacionales adquiridos por nuestro país, respecto de una serie de

materias del ámbito marítimo, lo que nos obliga a cubrir una extensa área de casi treinta millones de kilómetros cuadrados.

El tercer vector de nuestra estrategia, lo constituye la participación de la Armada de Chile en la promoción y protección de un

interés nacional prioritario y fundamental, cual es la conservación de la paz, la seguridad y la estabilidad del orden internacional en

el mar. Es decir, la promoción y defensa de las condiciones que permiten el libre tránsito de bienes y de personas, a través del

mar, lo que es consustancial a nuestro desarrollo y progreso.

Cabe destacar que en este ámbito, propio de la seguridad internacional, planteamos la promoción de intereses, además de su

defensa. Esto nos permite abrirnos a una seguridad no sólo localizada en las amenazas, sino también en la identificación de

oportunidades que, a su vez, pueden generar nuevos intereses por proteger.

La Seguridad Marítima InternacionalLa Seguridad Marítima Internacional es un concepto relativamente nuevo para Chile y requiere que sea comprendido a

cabalidad por cada uno de nosotros. En efecto, hasta hace pocos años, nuestra vida transcurría más o menos alejada de lo que

sucedía fuera de nuestras fronteras, lo que nos permitía mantenernos ajenos a los problemas de la seguridad internacional. Ahora

somos parte del mundo, querámoslo o no.

Tampoco podemos limitarnos a participar de lo bueno y a recibir los beneficios de la globalización sin aportar nada; tenemos

responsabilidades y es nuestro deber asumirlas. Nuestro gobierno, consciente de esta realidad, se ha comprometido en diversas

instancias internacionales a participar con Fuerzas Navales en la conservación y restablecimiento de la paz y la seguridad.

En tal sentido, nuestro país ha firmado convenios que lo comprometen a asumir parte de las responsabilidades asociadas a la

seguridad marítima internacional. Esta es la razón por la cual anualmente unidades de la Armada de Chile participan y se entrenan

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para operar con buques de otras armadas en diferentes partes del mundo, de modo de estar en condiciones de realizar

operaciones, que en jerga naval denominamos operaciones combinadas. Este es, precisamente, el tercer vector de nuestra

estrategia naval, el de las operaciones combinadas, que efectuamos en conjunto con las Armadas de países amigos, con los

cuales tenemos intereses comunes. En este contexto de la seguridad marítima Internacional, la Armada de Chile tiene la íntima

convicción que, en beneficio de los más altos intereses nacionales, debe participar no sólo en la promoción y conservación de la

seguridad global, hemisférica y regional, sino también en la identificación de oportunidades de cooperación que tiendan a

consolidar aquella seguridad.

Desarrollo naval futuroHasta ahora hemos visto que la estrategia naval se basa en nuestra capacidad para controlar las actividades que se

desarrollan en cierto espacio marítimo, durante determinado lapso.

Además, como una forma más sencilla de explicar nuestro problema, hemos dividido estos espacios marítimos. Uno que está

dentro del ámbito de jurisdicción que nos ofrece el derecho internacional marítimo. Y otro que se proyecta en el ancho mar, donde

quiera que sea necesario promover o proteger nuestros intereses. En ambos espacios, los métodos de acción son distintos según

estemos viviendo en paz y normalidad, o en situación de crisis o conflicto.

En el caso de Chile, cualquiera sea el espacio marítimo que se quiera controlar, tanto en la paz como en caso de conflicto, se

hace imprescindible la presencia de buques oceánicos de superficie.

En primer término, su particular condición geográfica, en que la jurisdicción marítima representa más de seis veces la

continental, exige de buques con capacidades oceánicas para un eficiente control y fiscalización de esta extensa área marítima.

En segundo término, nuestra vital dependencia del comercio marítimo, que representa el 55 por ciento del PIB, nos impone una

participación más activa en los esfuerzos internacionales por promover y mantener la paz y la estabilidad en las regiones con las

cuales comerciamos, lo que también exige contar con buques oceánicos de superficie.

Por otra parte, nuestro país cada día es más intensamente parte de un mundo crecientemente globalizado. La opción de

marginarnos ya no es posible. Por el contrario, nuestra participación en el Foro de Cooperación Económica del Asia-Pacífico

(APEC), el acuerdo político y económico con la Unión Europea, y el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos de

Norteamérica, nos hacen prever que, consecuentemente, se incrementará nuestra participación en la seguridad internacional,

escenario en el cual cobra vital importancia la presencia marítima y naval de Chile.