ariel dacal-democratizar la revolución humana 2

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Revolución y humanismo

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Democratizar la revolucin humanaAriel Dacal Daz

Ser radical es atacar el problema por la raz.

Pero para el hombre la raz es el hombre mismo. Carlos Marx

I

La primera condicin de la revolucin es su carcter permanente. Al tiempo que su contenido esencial es eliminar las relaciones opresivas sobre las que se afirma la sociedad de hombres y mujeres deshumanizada. La meta de la revolucin es, entonces, crear un orden social de relaciones humanas en constante proceso de liberacin.

En el camino de la revolucin, con esa condicin, ese contenido y esa meta, confluyen pensamientos y experiencias histricas diversas. Estas tributan a la riqueza y complejidad de la praxis revolucionaria de las que son constitutivas, y a la comprensin de los problemas histricos que la misma enfrenta. La diversidad de pensamientos y experiencias dejan su traza de acumulacin, complementacin y ajustes en los conceptos y mtodos de la lucha revolucionaria y en la conformacin de los paradigmas liberadores.

El mayor grado de desarrollo alcanzado por la sociedad opresiva es el capitalismo como sistema mundo. Sin embargo, las experiencias sociales anticapitalistas del siglo XX, nominalmente socialismo real, no lograron subvertir las esencias opresivas del capitalismo. Varios pudieran ser los ejes para analizar los puntos de no ruptura, pero a los fines de este texto, referiremos el problema del individuo y su conciencia, el sujeto popular, su libertad, los liderazgos revolucionarios y la socializacin de las condiciones de la libertad.

Para plantear la revolucin contra la opresin socialmente condicionada es imperativo repensar de manera integral esos asuntos, tanto en la sociedad opresiva como en las que intentan ser la superacin de ella. Al tiempo que es necesario abordarlas desde sus contextos histricos concretos, nica referencia vlida para evaluar los impactos y las superaciones sucesivas en la produccin de ideas y acciones de alcance emancipador. Rescatar las zonas del pensamiento revolucionario que confluyen en el anlisis crtico de las prcticas liberadoras resulta til en el curso de las reflexiones y rectificaciones actuales para la praxis revolucionaria.

Para el capitalismo partir de la libertad individual es su propio lmite pues esta niega la libertad colectiva o la reduce a un contrato o pacto entre libertades claramente encontradas. Es la libertad de oponerse a otras libertades. Sin embargo, en las sociedades anticapitalistas surgidas en el siglo XX, en compromiso con la libertad colectiva de los individuos, se desatendi la funcin de la libertad individual como creadora, desde la conciencia y la crtica, de la libertad colectiva. Subvertir las sociedades de contenido opresor lleva como condicin liberar a los individuos de los lmites individuales de su libertad, sin negarla. Dicho de otro modo, ser libres individualmente es entonces condicin de la libertad para ser, adems y esencialmente, sujeto popular, colectivo, humano. Es perentorio retomar el tema de la revolucin si se pretende continuar el ensayo de sociedades emancipadoras. La opresin se sustenta en una estructura social holstica que la reproduce, por ello la revolucin social es el camino nico posible para estructurar la sociedad liberadora. En este empeo es necesario entender, al mismo tiempo, la experiencia revolucionaria en su condicin de accin y reflexin, en su condicin de praxis social revolucionaria de los oprimidos y oprimidas en la bsqueda de la libertad desde sus diferentes contextos de elaboracin, en sus diferentes alcances y lmites.

Bajo ese recurso metodolgico, en este texto convergen ideas formuladas por algunos referentes intelectuales del pensamiento marxista revolucionario: Rosa Luxemburgo, Len Trotski, Georg Lukacs y Paulo Freire, fundamentalmente. En cada uno de los casos, abocados a la interpretacin y accin sobre sus contextos, analizan procesos y problemas histricos especficos, de los que emanan interpretaciones complementarias ante los desafos pasados y presentes. En cada uno de estos pensadores se encuentran, de cara a sus contextos, propuestas polticas que sustancian proyectos liberadores y mtodos para su realizacin. La diferencia cronolgica, geogrfica y de la praxis histrica en las que participan, lejos de ser bice que los excluya mutuamente, enriquece sus visiones complementarias y da consistencia a sus puntos de convergencia. Estos pensadores se colocan en el camino de la emancipacin con la centralidad en la condicin humana y la capacidad autoconstituyente del sujeto popular, masas populares o pueblo. Se colocan en el camino de enfrentar la opresin de cualquier tipo. Parten de una opcin tica que resulta orgnica a una visin de totalidad integrada, tica que es funcional, al mismo tiempo, a la impugnacin de un tipo de sociedad y a propugnar otra. Estas cuatro figuras del pensamiento y accin revolucionarias participan en una tradicin marxista slida que argumenta el papel de la democracia como alternativa al capitalismo, o ms concretamente, a una democracia con base en la socializacin del poder que desbanca los lmites representativos y engaosos de la democracia burguesa.

Este texto pone sus miras especficas en conducir las reflexiones y aportaciones de estos revolucionarios a sus muchas zonas de confluencia y complementacin, desde donde es posible mostrar un anlisis propositivo, alternativo e integral que compendia los espacios de actuacin del sujeto revolucionario consciente: la estructura social liberadora, la organizacin revolucionaria y la pedagoga crtica, con un eje comn en la democracia como condicin de posibilidad para realizar la sociedad liberadora. No pretenden estas pginas realizar una exgesis de la evolucin del pensamiento de cada uno de estas personas, y s hilvanar algunas de las ideas de Rosa, Trotski, Lukacs y Freire que, en su convergencia, ayudan a comprender, y a optar, frente al carcter dual del desafo histrico emancipador que el siglo XXI hereda de su antecesor: luchar contra el capitalismo y por la superacin de las revoluciones en las que persisten esencias opresivas. IIRosa Luxemburgo coloc tempranamente las discusiones sobre la Revolucin rusa en el mbito de la democracia como centralidad determinante. La intelectual polaca abra con su agudeza crtica un eje de discusin que, evadido o vedado por fuerzas polticas diversas durante mucho tiempo, es una constante en la elaboracin de paradigmas que superen los rdenes sociales opresivos. La misin histrica de los trabajadores, una vez llegado al poder, es crear, en lugar de una democracia burguesa, una democracia socialista y no abolir toda democracia. Este es el gran principio olvidado de las revoluciones socialistas. Toda la praxis radicalmente emancipadora lo es, como meta y mtodo, si parte de ese principio. Desde su anlisis marxista, Rosa contextualiz su crtica al curso de la Revolucin en Rusia pues, en condiciones tan fatales como las que padeca el pas, hasta el idealismo ms gigantesco y la energa revolucionaria ms inquebrantable, no habra estado en condiciones de realizar la democracia ni el socialismo, sino tan solo los primeros rudimentos impotentes y deformados de ambos. El levantamiento de los obreros, campesinos y soldados rusos constituy un avance sin precedentes de los mecanismos organizativos para la democracia. Los rganos de lucha dieron paso, en los albores de la Revolucin, a un Estado que de inmediato se vio abocado a su autodefensa, acto en el cual la democracia fue la vctima principal. Para Rosa el remedio inventado por Lenin y Trotski, la supresin de la democracia en general, resultaba peor que el mal que se quera evitar: el desorden de las fuerzas revolucionarias y el avance de la contrarrevolucin. Si bien la espina dorsal del poder revolucionario en Rusia estaba en los soviets, tambin lo eran, como un instrumento serio de la dictadura del proletariado, la Constituyente y el sufragio universal. La integralidad de la democracia requerida por el socialismo, como las garantas democrticas ms importantes para una vida pblica sana y para la actividad poltica de las masas trabajadoras no pueden desatender la libertad de prensa, de agitacin, y de reunin. Sin una ilimitada libertad de prensa, sin una vida libre de asociacin y de reunin, es totalmente imposible concebir el dominio de las grandes masas populares. La libertad reservada solo a los partidarios del gobierno, solo a los miembros del partido no es libertad. La libertad es siempre y nicamente libertad para quien piensa de modo distinto. Todo lo que puede haber de instructivo, saludable y purificador de la libertad poltica depende de ella, y pierde toda eficacia cuando la libertad se vuelve un privilegio.

Las condiciones histricas rusas ponan lmites a la democracia, pero no le podan variar sus basamentos. Se es o no democrtico. Para el socialismo es condicin impostergable. El socialismo es democrtico o no es socialismo.

En su anlisis crtico, la luchadora revolucionaria valor justamente que los bolcheviques mostraron capacidad para hacer lo que un partido verdaderamente revolucionario est en condiciones de hacer en los lmites de las posibilidades histricas. Tales lmites tambin fueron desafiados desde la comprensin de que las medidas antidemocrticas fueron asumidas como necesidad y no como principio. Es por eso que los aos comprendidos entre 1921 y 1923 fueron para Lenin de lucha frontal y agnica contra las severas deformaciones burocrticas del rgimen sovitico. Sus propuestas de entonces intentaron detener ese proceso. Su estrategia fundamental en esa, su ltima lucha, fue impulsar el control social, poltico y econmico de los trabajadores.

Para armar a los trabajadores frente al desafo de la opresin, la arbitrariedad y la corrupcin burocrticas, Lenin propugn cuatro medidas; a saber: las elecciones libres con revocabilidad de todos los funcionarios; que ningn funcionario pudiera recibir un salario ms alto que un obrero cualificado; ningn ejrcito sera permanente, sino el pueblo armado; y gradualmente, todas las tareas de administracin del Estado se haran por todo el mundo de manera rotativa, para que todos fueran burcratas por un tiempo y nadie fuera un burcrata. Tales medidas atendan al punto neurlgico del socialismo que pretendi el poder bolchevique: un fuerte basamento democrtico, entendido como control popular en la administracin productiva y en el gobierno pblico. Este tipo de gobierno de los trabajadores fue la conclusin ms destacable que hizo Marx de la Comuna de Pars y estaba presente en la ms importante reflexin de Lenin sobre la democracia, su texto El Estado y la Revolucin, en la que recre la tradicin del socialismos democrtico. Tras la muerte del lder bolchevique se sucedi una lucha de poder que, en esencia, se libraba entre dos concepciones, mtodos y tcticas diferentes para la creacin de la sociedad socialista en las condiciones soviticas. Una tenda a dotar a Rusia de un Estado que defendiera el inters de los trabajadores, bajo el control de estos, al menos de su vanguardia. La otra tenda a un Estado como fin en s mismo, independiente del control directo de la clase trabajadora, desde el cual se realizara la revolucin para los trabajadores, no con los trabajadores. La tendencia de Lenin, esgrimida despus de su muerte por la Oposicin de Izquierda, se inscribe en la primera opcin. Por el contrario, la praxis encabezada por Stalin, supuestamente derivada del leninismo, impuso en la escena la segunda, lo que a fin de cuentas condens la renuncia a los objetivos primeros de la Revolucin: la revolucin internacional y la autoemancipacin de los trabajadores.

El desenlace de esta lucha por el poder fue el advenimiento de un rgimen burocrtico fuertemente centralizado con severos lmites al control democrtico de la sociedad por parte de los trabajadores, cuyo sustento estructural fue un modelo administrativo desde arriba, marcado por la totalidad absolutista de las directrices. Los lmites democrticos con que se encauz el proceso sovitico pasaron de ser una necesidad dictada por las circunstancias a una virtud en la configuracin de las razones estructurales del rgimen. En las prcticas histricas las fronteras entre la necesidad y la virtud son difusas y contradictorias. La experiencia sovitica es ejemplo claro de esto. Al analizar ese punto definitorio en la historia sovitica en particular, y del socialismo en general, Georg Lukacs devel el dilema de la Revolucin rusa despus de la guerra civil, donde las exigencias del contexto imponan como alternativa los trminos siguientes: adelantar en el perodo de creacin material de las condiciones socialistas los procedimientos de la democracia socialista, o en su defecto, en nombre del mero progreso econmico, relegar a un segundo plano dichos procedimientos, e incluso que fueran completamente descuidados. Destacar este asunto lanza, de inicio, un problema esencial para la creacin de la sociedad emancipadora: los mecanismos democrticos liberadores deben ser el punto de partida para alcanzar las condiciones materiales requeridas por la nueva sociedad o deben ser pospuestos en espera de aquellas condiciones? A este asunto ser eje de anlisis a lo largo del texto. Desde su proceso de configuracin, el rgimen consagrado por la burocracia sovitica suscit oposicin y resistencia de carcter socialista democrtico. Como una constante en las propuestas alternativas al rgimen burocrtico estaban los avances de la revolucin de Octubre en materia democrtica, los que fueron velados por los usurpadores. El estallido revolucionario de 1917 mostr en sus albores, como prctica histrica concreta, que era posible intentar un tipo de ordenamiento poltico donde de manera cotidiana las masas, los trabajadores, los oprimidos, se dieran un rgano de gobierno propio de abajo hacia arriba. An cuando las condiciones de la guerra civil pusieron lmites a esas prcticas, para la reconfiguracin del gobierno revolucionario se intent retomar los principios de participacin de los trabajadores en la gestin econmica, poltica y social, como vimos antes en las propuestas de Lenin. Como prctica histrica, el deber ser de la democracia socialista parte de ese tipo de participacin.

Varios de los viejos bolcheviques denunciaban la regresin sufrida por el gobierno revolucionario a manos de la burocracia, su distancia de las ideas y alcances de los primeros aos del poder de los trabajadores. Entre ellos se destac Len Trotski, quien realiz una exhaustiva sistematizacin de las condiciones y resultados del bonapartismo sovitico.

El dilema que se presentaba ante la URSS, es decir, los grandes mbitos histricos que se le abran como tendencias, fueron vistos por Trotski en 1936 del siguiente modo: La cada de la dictadura burocrtica actual, sin que fuera reemplazada por un nuevo poder socialista, anunciara, tambin, el regreso al sistema capitalista con una baja catastrfica de la economa y de la cultura. Se abre as un mbito de discusin terico poltica fundamental: desde qu horizonte corregir los regmenes polticos nominalmente socialistas, el capitalista o el socialista de contenido democratizador?El poder de la burocracia, sobre las simientes de la Revolucin, no era para ese tiempo un proceso calmo ni concluso. Si bien es cierto que en proyecciones histricas generales la disputa segua siendo entre el capitalismo y el socialismo, Trotski concretaba el dilema poltico en el pas de los soviets en los trminos siguientes: el funcionario concluir por devorar a la clase obrera o la clase obrera lo har impotente para perjudicar?

Esta lucha se dirima en varios mbitos de la sociedad, destacndose entre ellos el productivo. La democratizacin de los mecanismos de relacionamiento para la produccin de bienes y servicios es consustancial al socialismo, este empieza a realizarse en la gestin colectiva y libre para la generacin de riquezas (produccin, distribucin y consumo). En la experiencia sovitica se verificaba, entre la economa nacionalizada y el problema de la calidad, el mandato burocrtico. La calidad escapa a la burocracia como una sombra, por lo que un entorno de libre discusin de los problemas econmicos disminuira los gastos generales impuestos por la burocracia.

Trotski vuelve a tomar la democracia como brjula al ver que en la economa nacionalizada, la calidad supone la democracia de los productores y de los consumidores, la libertad de crtica y de iniciativa, contrario a la coercin burocrtica. Idea congruente con la proyeccin leninista de que el hbito de observar las reglas de la comunidad es susceptible de alejar toda necesidad de coercin.

El hecho de que la burocracia erigi su poder sobre los resultados revolucionarios de 1917 impona condiciones diferentes a la lucha poltica de los trabajadores en la preparacin de su conflicto con los dirigentes, tanto en el mbito de la economa como en el de la gestin pblica. Para Trotski, sea como sea, la burocracia solo podra ser suprimida revolucionariamente. Pero aclaraba que la revolucin no sera social como la de Octubre de 1917, pues no tratara de cambiar las bases sociales de la sociedad ni reemplazar una forma de propiedad por otra. Sera una revolucin poltica que, sin tocar los fundamentos econmicos de la sociedad derribara las viejas formas dirigentes. La subversin de los trabajadores contra la casta burocrtica tendra naturalmente profundas consecuencias sociales, pero no saldra de los mbitos de una transformacin poltica. La democracia socialista se transform en la centralidad del programa poltico de tal revolucin.

La manera en que se sucedi la lucha poltica por restaurar el carcter democrtico iniciado en 1917 tuvo, en su comienzo, dos etapas. Durante los diez primeros aos la oposicin de izquierda trat de conquistar ideolgicamente al partido sin lanzarse contra l a la conquista del poder. La palabra de orden era reforma y no revolucin. Cuando en 1927 el conflicto alcanz ribetes de guerra civil el camino de la reforma se transform entonces, en opinin de Trotski, en el de la revolucin.

En el sentido de la reactualizacin de la condicin revolucionaria, no se trata de reemplazar un grupo dirigente por otro sino de cambiar los mtodos mismos de la direccin econmica y cultural. La arbitrariedad burocrtica debera ceder el lugar a la democracia: restablecimiento del derecho a la crtica y a una libertad electoral autntica, restablecimiento de la libertad de los partidos soviticos y el renacimiento de los sindicatos, la revisin radical de los planes en beneficio de los trabajadores.

En una postura ms radical, defendida y divulgada por Trotski el propio ao de su muerte, pareca necesario, en las condiciones de la lucha por restablecer el carcter democrtico popular de la revolucin, una organizacin revolucionaria que agrupara a todos los trabajadores en torno a las banderas de Marx y Lenin, es decir, una organizacin basada en la tradicin democrtica del socialismo. La revolucin poltica presentada por Trotski como programa revel sus formas embrionarias visto as por Daniel Bensaid- a travs de los levantamientos de Berln Este en 1953, de Polonia y Hungra en 1956, de Checoslovaquia en 1968, y Polonia en 1969 y 1975. En cada una de esas experiencias de movilizacin de los trabajadores contra un aumento de precios o contra la arbitrariedad burocrtica, se puso a la orden del da las mismas exigencias: supresin de la polica poltica, libertad de reunin y de asociacin, separacin de los sindicatos y del Estado, libertad sindical y pluripartidismo, restablecimiento de los consejos. Por el contrario, nunca se pidi la restauracin de la propiedad privada de los medios de produccin como una reivindicacin de masas.Las causas de la derrota de la alternativa democrtica al rgimen estalinista son conocidas. No obstante, el cuestionamiento al orden totalitario y antidemocrtico continu en la mira del anlisis crtico del marxismo revolucionario. El principio poltico y doctrinal que sustentaba tal crtica era el rescate de la democracia para la clase trabajadora. Este planteo fue evolucionando, enriquecindose en su alcance especfico y en los conceptos y mtodos para su prctica poltica, de lo que se intenta dar cuenta a lo largo del presente texto.

IIIUno de los exponentes ms slidos de esta crtica en su contenido terico fue Georg Lukacs, quien en 1968 escriba un ensayo sobre la democracia burguesa, el cual fue ampliado a la democracia socialista como una exigencia tica tras los sucesos de Checoslovaquia, acontecidos en agosto de ese ao, los que desataron una crisis de legitimidad del mundo socialista en general y de su epicentro en particular, la URSS, cuyo proceso se inici con el XX Congreso del PCUS y tuvo un repunte con la invasin de las tropas soviticas a Hungra en 1956.

El grueso de los debates en torno a las condiciones y soluciones del socialismo se colocaba en dos extremos, a saber, la implementacin de la democracia occidental (burguesa), es decir, la restauracin del capitalismo, de un lado, y del otro, la posibilidad de hacer eficiente la direccin poltica y econmica consagrada por el estatus quo burocrtico. Lukacs desestima la democracia burguesa como alternativa al socialismo existente, lo hace por consideraciones poltico-prcticas ampliamente argidas, al tiempo que est convencido de que es imposible presentar al socialismo existente, sin ningn reparo, como el otro trmino de la alternativa. En este punto converge con la posicin representada por Trotski y reitera como problema histrico la pregunta la superacin de los trminos opresivos de la sociedad solo tiene ante si como alternativa contraria el capitalismo y el socialismo existente? Para Lukacs esta constitua una falsa alternativa y coloc entonces, desde la explicacin de la democracia como asunto que atraviesa su argumentacin, la alternativa en el mbito de lo que llam la democratizacin del socialismo, es decir, su renovacin.

El intelectual hngaro asume el esfuerzo por comprender en trminos histricos sociales el modo real de ser del socialismo existente, su actual ser-en-si-mismo para, a partir de ah, formular los problemas de la democratizacin. Ese ser en s mismo develaba en su esencia que la actividad prctica de las masas desapareci casi por completo no solo de la considerada gran poltica, sino tambin de la regulacin en su vida cotidiana.

En las razones contenidas en la visin de Lukacs, subyacen tres coincidencias con Trotski. Primero, la alternativa al rgimen existente es socialismo democrtico. Segundo, el proceso implica una recuperacin actualizada de los valores perdidos de una historia de creacin poltica de los movimientos de masas que sustentan la posibilidad de otro ordenamiento, es decir, la recuperacin del papel activamente participativo de las masas. Tercero, se clarifica el dilema ante la crisis en los trminos de que solo se sale o por el camino de la renovacin o por el camino de la restauracin.

Lukacs le otorg contenido histrico y de transicin a la democracia, pues apuntaba que con frecuencia se habla de la democracia como de un estado y se olvida examinar las direcciones del desarrollo real de tal estado, cuando solo por esta va ser posible tener un cuadro adecuado de sus caractersticas. Para subrayar esto es que prefiri el trmino democratizacin al de democracia. La alternativa socialista al rgimen autoritario burocrtico no es un estado que se otorga o decreta sino un acumulado, un proceso de imprescindible matriz democratizadora. Aprender y aprehender culturalmente, desde la prctica, la democracia.

La democratizacin socialista, entendida como el programa histrico a largo plazo, es el camino de la prctica social para la realizacin del ser humano poltico. Democratizacin no es un medio para evitar las crisis, es un proceso de socializacin en el que es posible terminar con la herencia de la sociedad burguesa, es decir, la divisin de la vida humana en las esferas pblicas y privadas.

Desde la reflexin ofrecida por Lukacs, la democratizacin se relaciona con la tarea histrica fundamental del socialismo, tiene validez como medio social y poltico, como prctica de la liberacin contra la enajenacin. Para que esta democratizacin se constituya en proceso histrico es necesario rescatar las formas esenciales que se han dado en su movimiento espontneo las experiencias de revoluciones socialistas (1871, 1905, 1917, 1919) cuyas formas organizativas fueron la Comuna y el Consejo: la unin poltica, directa de las masas, la eliminacin revolucionaria de la mediacin escalonada, la alternativa socializadora del poder.

La espontaneidad de las masas que generaron esos procesos se explica en el hecho de que los hombres y mujeres asumen la transformacin en su vida cotidiana, en sus puestos de trabajo, en sus viviendas, etc. El estallido de masas los organiza para la actividad inmediata, para de all elevarlos a la prctica revolucionaria en todas las cuestiones decisivas de la sociedad.

Y es que la democratizacin, como proceso en la totalidad social, alcanza el conjunto de la vida: la vida cotidiana y la actividad econmica, las instituciones y el mecanismo poltico para las decisiones. El nfasis no est puesto en mejorar la esfera poltica o el sistema de instituciones, debe democratizarse el conjunto de la vida. Se trata de democratizar la cotidianidad, es crear un sentido comn democrtico. Democratizacin como prctica social que se realiza en todas partes. Es esta la condicin socialista para la democracia. Es sabido que en los perodos de crisis del socialismo real se ejerce una presin sobre los gobernantes para el ajuste socioeconmico del diseo del sistema. En tales perodos entra a escena la pugna de alternativa que, por lo general, han tendido, de un lado, a retoques muy parciales, conservando el control burocrtico, de otro, a la introduccin de las nociones liberal burguesa sobre la democracia y la libertad. El marxista hngaro alcanz a analizar algunos de estos procesos sucedidos en los pases del llamado campo socialista, de lo que concluy que en cualquier caso se parte de que, como condicin objetiva, la burocracia que planifica centralmente no desea renunciar a su rol de dirigente absoluta, por lo que no es de asombrar las modernizaciones formales dejan intactas las viejas esencias de control poltico. Los cambios tecnolgicos y la informatizacin pretenden optimizar los clculos y la ejecutoria de los planes, pero dejan intacto el viejo mtodo de administracin absoluta de la sociedad desde arriba, administracin para y no administracin con.

Los cambios impelidos por las crisis del modelo se presentan en un primer momento como una reforma econmica con el objetivo de acrecentar cuantitativamente, y de mejorar cualitativamente, el aparato productivo y distributivo.

Lukacs, al igual que Trotski, aborda el asunto de la economa como el terreno en el que, de manera prctica, se sucede la discusin entre el socialismo existente y el capitalismo y donde, con ms claridad, se presentan como la alternativa. Desde esta perspectiva destaca que la economa socialista, si bien su relacin elstica con el consumo se convierte para ella en un problema vital, no est en condiciones de resolverse con una simple introduccin del modelo capitalista. Lo que en el capitalismo el mercado era capaz de realizar espontneamente, aqu debe ser integrado por una multidimensional y variada democratizacin del proceso productivo; desde el plan hasta la realizacin prctica. Es decir, reencontrar la economa y la poltica como pares vinculantes en la prctica social. A este nivel de anlisis se presenta la gran urgencia de actualizar la discusin sobre los sindicatos acontecida en los primeros aos de la Revolucin rusa, cuya alternativa se discuti en los trminos siguientes: a) los sindicatos con una posicin independiente, como instrumento contractual de los trabajadores, para negociar colectivamente con la administracin de la industria socializada; b) los sindicatos insertados en la maquinaria estatal debido al carcter de defensor de los derechos de los trabajadores que adquira el Estado, lo que supona la ausencia de contradicciones esenciales. Uno de los lmites de la experiencia socialista del siglo XX estuvo en separar la economa de la poltica, o en otros trminos, estuvo en no comprender que la superacin de la economa capitalista solo ser posible con la democratizacin de las relaciones productivas. El problema del socialismo no es econmico en primera instancia sino poltico. Entonces, cmo lograr la renovacin poltica del socialismo? A este problema le dio respuesta Lukacs en trminos diferentes a los planteados por Trotski. Tal diferencia se debe a que el primero analiz un cmulo mayor de prctica histrica, que incluye la maduracin del rgimen burocrtico y sus resultados en la subjetividad de las masas. El segundo bas su anlisis en una etapa muy reciente, histricamente hablando, de la experiencia revolucionaria rusa donde las generaciones activas haban sido protagonistas del proceso y la evocacin de las condiciones revolucionarias de Octubre se relacionaba a experiencias de vida. Por otra parte, es presumible que Lukacs sustentara sus criterios ms desde la poltica real, es decir, desde las condiciones de posibilidad que brindaba el rgimen existente, y no en una comprensin terico general de las vas para lograr la democracia como fundamento de la renovacin socialista. Desde esos trminos, Lukacs vea como parte del proceso de democratizacin socialista la creacin de nuevas formas de relacin entre el abajo y el arriba, lo que a su vez implica la condicin de desarrollar la democracia interna partidista, habida cuenta de que para l el partido deba dirigir el multifactico proceso de democratizacin. En cambio, Trotski, despus de haber defendido la funcin central del partido en el proceso sovitico durante varios aos, como haba hecho con la relacin de subordinacin de los sindicatos al Estado que despus reconsider, lleg a la conclusin de que el mismo se haba convertido en un instrumento de control de la sociedad en manos de la burocracia, es decir, se haba convertido en el partido de la burocracia, de lo que derivaba la necesidad de la formacin de una organizacin obrera fuera del Partido.

Lukacs colocaba como base de su argumento que las masas deben concebir la realidad del cambio como ruptura prctica con las tradiciones estalinistas, da tras da, mediante su propia experiencia. Si no se promueven las coaliciones entre los trabajadores no ser posible una movilizacin de estos para mejorar activamente su vida cotidiana. Sin embargo, acotaba que un movimiento para la democratizacin en sentido socialista no puede introducirse en la conciencia espontnea sino solo guiado desde fuera. Para Lukacs, dado el tamao de esta tarea, no poda ser conducida por otra fuerza que no fuera el Partido Comunista, cuya exigencia primera es la democratizacin del partido mismo.

Si bien las condiciones esbozadas por Trotski no fructificaron histricamente, la historia se encarg de demostrar que los procesos desatados por los partidos comunistas del campo socialista no atendieron al proceso de democratizacin como asunto determinante en la renovacin socialista. Cmo podra el partido, siendo el instrumento poltico de control de una burocracia que no desea renunciar a su rol de dirigente absoluta, conducir un proceso de democratizacin que comenzara por cuestionar sus privilegios y la centralizacin del poder en sus manos?

De cualquier manera, queda esbozado el problema de cmo estimular el activismo polticamente creador de las masas dentro del entramado tejido por la dominacin burocrtica. Llevaba razn Lukacs al decir que la cuestin no se reduce a revivir toda la experiencia prctica y terica del movimiento de los trabajadores pues esta no es una garanta de su efectividad para la accin de las masas en el retorno al camino truncado por el stalinismo. En primer lugar, porque el largo perodo del sistema estalinista provoc necesariamente profundos efectos en la calidad de las personas, sobre todo en su relacin con su actitud hacia las posibilidades de una propia prctica social. Este hecho desborda el componente represivo y se sita en complejo mbito del hbito. La gente se habitu. Las personas que estn afectadas como objeto pasivo terminan por habituarse a esta forma en su propia manera de vivir. IVEn el largo camino acumulado de praxis emancipadora encontramos, en la vida de Paulo Freire, inserto en la tradicin marxista revolucionaria por constituir esta una de sus fuentes tericas fundamentales, una aguda y complementaria reflexin y accin sobre las condiciones de la opresin que se afianza en la reproduccin del hbito de las personas que viven como objetos pasivos. Esta visin explaya la lucha por la democracia en su terreno ms complejo y determinante: la subjetividad. Este punto de partida no es nuevo. En el pensamiento marxista revolucionario la subjetividad se asume como ineludible condicin de toda accin transformadora de la sociedad, idea retomada por Lukacs y reforzada por Marcuse, para quien el desarrollo de la conciencia es de hecho una de las tareas capitales del materialismo revolucionario. No obstante, Freire le da un vuelco significativo a este asunto con una pedagoga crtica que atiende las relaciones de poder en que se genera la dominacin, como mtodo para transformar crticamente la cultura poltica inherente a la opresin. Despliega las especificidades en las relaciones de poder entre las personas y grupos humanos, terreno de accin donde se concreta la democratizacin como programa poltico para la emancipacin social. En su indagacin el intelectual brasileo cuestiona las prcticas revolucionarias que en su prdica y realizacin no desatan las amarras para una educacin liberadora y que mantienen al pueblo, en nombre de la libertad, alejado de la posibilidad de constituirse en sujeto pensante crtico y creador de su propio saber poltico y de su propia realidad para transformarla revolucionariamente. No es entonces casual que la autoemancipacin y el autogobierno del sujeto popular, como condicin para su libertad, sean principios retomados y asumidos por Freire como centralidad de su propuesta pedaggica liberadora, centralidad, tambin otorgada por Marx, que ha sido resguardada del alcance de algunas ideologas revolucionarias. En su obra despliega ampliamente los contenidos humanos, polticos, crticos, dialgicos y liberadores de la democracia. La deshumanizacin () es distorsin posible de la historia pero no es vocacin histrica. Esta certeza alienta la bsqueda de relaciones sociales justas, solidarias, cooperativas y libres que es la sociedad humanizadora. Tal certeza es la condicin de posibilidad histrica de la que parte Paulo Freire para optar, desde una propuesta pedaggica, poltica y revolucionaria, por la autoliberacin del sujeto popular. Un sujeto libre y crtico que se humaniza.

El contendido analtico y propositivo de Freire tributa a la concientizacin del individuo para, desde la apropiacin crtica de la historia y de las condiciones que en ella generan la opresin, forjarse en sujeto histrico de su propia libertad. De ah que la exigencia radical sea la transformacin de la situacin concreta que genera la opresin desde una comprensin subjetiva/consciente de esta. Esta visin hace parte del sentido de la crtica asumida por Marx como un medio para el cambio. La crtica dice este no arranca de las cadenas las flores imaginarias para que el hombre soporte las cadenas sin fantasas, ni consuelo, sino para que se despoje de ellas y pueda recoger las flores vivas. Es la crtica que desengaa al ser humano para que piense y moldee su realidad como ser humano desengaado, para que gire en torno a s mismo. Crtica que parte de la certeza de que el hombre es la esencia suprema de s mismo, y por consiguiente, resulta un imperativo categrico que eche por tierra todas las relaciones en la que sea una esencia humillada, esclavizada, abandonada y despreciable.

En la superacin de las contradicciones opresores/oprimidos, que solo puede ser intentada y realizada por los oprimidos, est implcita la desaparicin de los primeros. Freire es enftico al destacar que la superacin autntica de tal contradiccin no est en el mero cambio de lugares, no radica en el hecho de que los oprimidos de hoy, en nombre de la liberacin, pasen a ser los nuevos opresores. No es cambiar un grupo de dirigente por otro grupo de dirigente, no es cambiar los hombres por las mujeres, una raza por otra, una religin por otra, un saber cientfico por un saber comn, no es poner a las personas por encima de la naturaleza. Es cambiar la cultura poltica excluyente y opresiva que divide artificiosamente a los seres humanos en todos los espacios de la vida social y que separa a la sociedad de la naturaleza. Es generar una cultura poltica incluyente, desde la diversidad, cuya centralidad sea la condicin humana, en relacin armnica con la naturaleza, creadora y libre. Cultura poltica liberadora es subversin de la cultura poltica de la opresin en cualquiera de las formas que esta se manifieste.

Con Freire se reencauza la relacin del revolucionario y del liderazgo en la visin tica de reconocer al primero ms por su creencia en el pueblo que lo compromete que por mil acciones llevadas a cabo sin l. Creer en el pueblo y hacer con l: un hilo del pensamiento revolucionario atado con fragilidad a la prctica histrica. Decirse comprometido con la liberacin y no ser capaz de comulgar con el pueblo () es un doloroso equvoco. La accin poltica junto a los oprimidos debe ser una accin cultural para la libertad, y por ello mismo, una accin con ellos.

Esta concepcin es una alerta a los verdaderos humanistas respecto al hecho de que no es coherente, en la bsqueda de la liberacin, utilizar la concepcin bancaria de los opresores, lo que implica que las masas son tratadas como objetos, como un recipiente vaco al que se debe llenar con informaciones, datos, conocimientos, programas, un receptor pasivo al que se le trasmite decisiones y saberes. La sociedad revolucionaria que mantenga la prctica bancaria, se equivoc o se dej tocar por la desconfianza y por la falta de fe en las personas. La historia ha dado cuenta de que la sociedad revolucionaria que cometa este equvoco, estar amenazada por el espectro de la reaccin.

El desafo emancipador es esencialmente cultural. Superar la cultura de la dominacin, tanto en los dominados como en los dominadores, es el cauce que la prctica socialista exige. Para Rosa Luxemburgo, una completa transformacin espiritual en las masas degradadas por siglos de dominacin burguesa implica favorecer instintos sociales en lugar de instintos egostas, iniciativa de las masas en lugar de inercias, idealismo capaz de pasar por encima de cualquier sufrimiento.Ser revolucionario es creer en el pueblo, en su capacidad creadora. Esta es la base tica y conceptual que actualiza Friere para analizar la relacin del liderazgo con las masas. El contenido tico est en que sus ideas cuestionan la esencia excluyente, opresora, elitista, desconfiada en relacin con el poder creador del pueblo, que pervivieron en la experiencia socialista del siglo XX. En la comprensin de este asunto se encamina un anlisis ms completo de los lmites democrticos, es decir, liberadores, de aquel socialismo.

Para el proceso de liberacin es imprescindible el dilogo, el dilogo que parte de la confianza, de las palabras diversa con sentidos comunes. Pero solo ser dilogo verdadero cuando exista un sujeto de pensar crtico que accione desde este. Desatender en la prctica revolucionaria esta necesidad le pone lmites a su contenido revolucionario. Freire destaca que si las masas son adscritas al proceso como seres ambiguos tendrn, simplemente, la impresin de que accedieron al poder. Entonces la accin revolucionaria aspirara a ser un simple medio de dominacin y no un camino de liberacin. El dilogo con las masas populares es una exigencia radical de toda revolucin autntica. Ella es revolucin por esto.

El liderazgo revolucionario tendr dificultades al intentar llevar a cabo una revolucin para las masas oprimidas, por ms bien intencionada que sta fuera, si es una revolucin en la cual el con las masas es sustituido por el sin ellas ya que son incorporadas al proceso a travs de los mismos mtodos y procedimientos utilizados para oprimirlas. Tal prctica conduce fcilmente a la constitucin de burocracias que corrompen la revolucin.

Un sujeto popular que piensa crticamente la realidad opresora para transformarla en realidad liberadora, donde el dilogo de saberes es la concepcin que describe el camino de su autoliberacin, hace que el liderazgo adquiera otra condicin en un proceso de transmutacin de su rol, que va de para el pueblo, a con el pueblo hasta llegar a desde el pueblo. Esta evolucin es un reto para cualquier liderazgo revolucionario pues, de negarle a las masas el dilogo desde el pensamiento crtico, se restringe a s mismo en su pensamiento. As, el liderazgo no puede pensar sin las masas, ni para ellas, sino con ellas. No es una cuestin de preposiciones, de ajustes del lenguaje, sino de asumir en la conducta, que es la voz verdadera de la visin del mundo que se porta, una accin emancipadora.

A lo largo del texto hemos develado que un problema bsico (y postergado) de la praxis revolucionaria est en si los mecanismos democrticos liberadores deben ser el punto de partida para alcanzar las condiciones materiales requeridas por la nueva sociedad, o deben ser pospuestos en espera de aquellas condiciones. Tambin Freire hace parte de este debate cuando asevera que evitar el dilogo con el pueblo en nombre de la necesidad de organizarlo, de fortalecer el poder revolucionario, de asegurar un frente cohesionado es, en el fondo, temer a la libertad, temer al propio pueblo o no confiar en l.

De lo que se trata es de concientizar sobre la sociedad emancipadora con mtodos emancipadores. No se puede esperar a que las condiciones sean material o polticamente ptimas para desarrollar una praxis liberadora, esta tiene que ser la condicin de la lucha, desde la que se crea y demuestra la viabilidad del proyecto que supera la sociedad opresiva.

La idea anterior guarda estrecha relacin con el lugar del individuo en el proceso de creacin de relaciones sociales no opresivas. La sociedad emancipadora no se reduce a un proyecto social, sino que demanda ser un proyecto que parta, obligatoriamente, de lo individual y llegue a lo social como nica posibilidad plena de realizar aquel. Generar la individualidad emancipadora nos coloca en un nivel superior al individualismo burgus y no ahoga la riqueza de la individualidad humana, por el contrario, le permite explayar todas sus potencialidades.

Las interpretaciones sesgadas desde el individuo han sido fuente de distorsin en las prcticas revolucionarias. No seran pocos los ejemplos de programas de naturaleza poltica que fallaron porque sus realizadores partieron de su visin personal de la realidad. Porque no tomaron en cuenta, en ningn instante, a los hombres y mujeres a quienes dirigan su programa, a no ser como meras incidencias de su accin y no como partcipes del mismo. En estas prcticas perviven rasgos de la dominacin pues quien acta sobre los hombres (y las mujeres) para, adoctrinndolos, adaptarlos cada vez ms a la realidad que debe permanecer intocada, son los dominadores.

Sobre este asunto Freire se apoya en Mao Tse Tung y coloca el tema de la necesidad de las masas como insumo imprescindible para alcanzar un programa revolucionario. En ese sentido deca Mao tenemos dos principios: primero, lo que las masas necesitan en realidad, y no lo que nosotros imaginamos que necesitan; y segundo, lo que las masas estn dispuestas y decididas a hacer, y no lo que nosotros estamos dispuestos a hacer en beneficio de ellas.

No es dable esperar resultados positivos de un programa de accin poltica que no respete la visin particular del mundo que tenga o est teniendo el pueblo. Sin sta el programa se constituye en una especie de invasin cultural, realizada quiz con la mejor de las intenciones, pero invasin cultural al fin.

Este presupuesto hace parte de la dialctica que demanda la praxis (teora y accin) revolucionaria, prevista por Marx en la hiptesis de que la teora (programa) solo se realiza en un pueblo en la medida en que es la realizacin de las necesidades de ese pueblo () Solo una revolucin de necesidades radicales puede ser una revolucin radical.

La respuesta metodolgica de Freire radica en plantear al pueblo, a travs de ciertas contradicciones bsicas, su situacin existencial, concreta, presente, como problema que, a su vez, lo desafa, y hacindolo, le exige una respuesta, no a nivel intelectual, sino al nivel de la accin. De lo que se trata, entonces, es de dialogar desde la visin del liderazgo con la visin del pueblo. No se trata de que el liderazgo asuma de manera inalterable la visin del pueblo, sino que dialogue con ella, que se cree con ella, que se crea en ella, como principio, s entonces inalterable de la democracia.

La cuestin es que el contenido programtico para la accin poltica no puede ser de exclusiva eleccin del liderazgo, sino de ste con el pueblo. Es aqu una determinacin para la democratizacin como poltica que pretenda actualizar la creacin de la sociedad emancipadora, socialista.

IVExisten principios esenciales que tejen la contundencia del pensamiento revolucionario emancipador y que han sido, en el mejor de los casos, dispersados en prcticas polticas diferentes, restndoles fuerza y alcance. En el peor de los casos, han sido celosamente guardados en los anaqueles inaccesibles del dogma.

Autoemancipacin, autogobierno, libertad, pensamiento crtico, liderazgo con el pueblo no para l, consciencia como fragua de la necesidad, creencia en la capacidad creadora del sujeto popular, democratizar democrticamente, humanizacin, armona con la naturaleza (ms reciente)son principios actualizados y colocados de modo orgnico en la praxis como enfrentamiento a la totalidad opresiva y a sus contenidos vivos y actuantes dentro de las revoluciones. Rescatar la inviolabilidad orgnica de esos principios es un recurso impostergable para actualizar los como de los procesos emancipadores.

Es un hecho no muy asumido que las deformaciones en los proyectos revolucionarios no nacen despus, nacen antes de la toma del poder, en los mtodos para alcanzar su realizacin. Para lograr una sociedad democrtica hay que organizar la lucha democrticamente. El problema del poder que entraa este asunto no puede quedarse para despus. El horizonte utpico implcito en la superacin de la opresin social ser alcanzable en la medida en que el proyecto de organizacin social no deje para el futuro la realizacin de los aspectos solidarios, cooperativos, no jerrquicos, donde se distribuyan los recursos del poder, donde la conducta democratizadora sea un sentido comn en cada individuo. Tal postura dinamita la idea de que el fin justifica los medios. Si el fin es democrtico y humanista, los medios para alcanzarlos tienen que ser democrticos y humanistas.La participacin social, la administracin colectiva de la libertad que entraa la democracia socialista, no se decreta. Se aprende a participar participando en la definicin de sentidos comunes, valores, proyecciones, necesidades. La herencia cultural en el mbito de la participacin poltica del sujeto popular tiene, esencialmente, rasgos pasivos y reproductivos. De lo que se trata, como modificacin activa de la participacin para la autogestin y el autogobierno, es de implicar a las personas, en cada mbito de la vida, a que asuman responsabilidad social mediante la actividad colectiva, a que incidan en el curso de los acontecimientos privados y pblicos, en los mbitos de la economa y la poltica. Pasar de ser objeto de la participacin a sujeto de la participacin sustentado en valores consustanciales al socialismo: solidaridad, cooperacin, equidad, diversidad, responsabilidad social y vida armnica con la naturaleza, implica la intencionalidad de la formacin para la participacin consciente y crtica de la gente. Esta no se dar de manera espontnea. La democracia es un proyecto poltico sustentado en la prctica participativa del sujeto popular. La revolucin no vive fuera de las personas, de la subjetividad. Es un aprendizaje social. Su contenido humanista, liberador, anti opresivo, incluyente y colectivo son sentimientos desde los cuales deben armarse las conductas sociales. Tales sentimientos no florecern de declaraciones, sino de prcticas concretas que den testimonio de que se puede vivir de otra manera. Superior. Humana.

Desde el testimonio como validacin, la revolucin implica tejer un tipo de relacionamiento cotidiano; en la casa, en la comunidad, en el trabajo, con los amigos y amigas, con base en la comunicacin de quien acepta que el otro tienen algo que decir, tienen un saber que compartir; comunicacin como base de la creacin colectiva de sueos y las concreciones cotidianas de estos. Revolucin es producir y apropiarse socialmente de la libertad colectiva desde las libertades individuales. Esto solo ser realizable desde una subjetividad que se funda en prcticas democrticas cotidianas.

Para Rosa Luxemburgo, aferrarse a la libertad como inmanencia democratizadora no viene de ningn concepto fantico de la justicia, sino de que todo lo que es instructivo, totalizador y purificante en la libertad poltica depende de su carcter democrtico. Al postergarse la democracia, se cierran las fuentes vivas de toda riqueza y progreso espirituales. El carcter poltico de la emancipacin est en que todo el pueblo participe. La vida socialista exige una completa transformacin espiritual de las masas degradadas por siglos de opresin: los instintos sociales en lugar de los egostas, la iniciativa de las masas en lugar de la inercia, la cooperacin en lugar de la competencia. El nico camino al socialismo pasa por la democracia que es ms en la opinin y participacin pblica ilimitada y amplia.

Recreando una idea de Julio Antonio Fernndez, podemos decir que la democracia, incluyente y humana, es una trinchera inexpugnable que la opresin no est preparada para vencer, sobre todo porque la opresin es, por su esencia, antidemocrtica.

Para la accin presente, desde las demandas sociales y en su manera de organizarse como proyecto democrtico y popular, urge ir avanzando hacia el horizonte trazado desde el tipo de relaciones humanas, en armona con la naturaleza, que se quiere alcanzar: vivir por adelantado la utopa. Vivir democratizando la cotidianidad. Democratizar, desde la libertad y pensamiento crtico organizado del sujeto popular, es el camino de la revolucin humana. Para este trabajo fueron utilizados los textos siguientes: Carlos Marx. Crtica el derecho poltico hegeliano. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1976. Daniel Bensaid. Prefacio a la edicin francesa del libro La ltima lucha de Lenin, de Mosh Lewin. Boletn solidario de informacin, colectivo militante-agenda radical, MontevideoUruguay, 22 de setiembre 2010. Georg Lukacs. El hombre y la democracia. Editorial Contrapunto, Buenos Aires, 1989. Georg Lukacs. Historia y consciencia de clase. Sarpe, Madrid, 1984. Herbert Marcuse. Ensayos sobre poltica y cultura. Editorial Planeta-Agustini. Isaac Deutscher. La era de la Revolucin Permanente. Antologa de escritos de Len Trotski. Ediciones Saeta, Mxico, 1967Paulo Freire. Pedagoga del oprimido. Editorial Caminos, La Habana, 2009. Rosa Luxemburgo. La Revolucin Rusa. En: Paradigmas y utopas. Revista de reflexin terica y poltica del Partido de los Trabajadores. Revista trimestral, diciembre 2002/febrero 2003, Mxico. Rosa Luxemburgo. Reforma o Revolucin. Fundacin Federico Engels, Madrid, 2002. Trotski, Len: Qu es y a dnde se dirige la Unin Sovitica? La revolucin traicionada. Pathfinder. Nueva York. 1992.