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ARIEL ÁLVAREZ VALDÉS - ¿Cuántos viajes hizo Jesús al extranjero?.TRANSCRIPT
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¿Cuántos viajes hizo Jesús al
extranjero?/Ariel Álvarez Valdés
Jesús dijo que había venido sólo a predicar a los judíos,
no a los paganos (Mt 15, 24). Y a sus discípulos les pidió
hacer lo mismo (Mt 10, 5; 10, 23). Sin embargo, el
Evangelio de Marcos relata cuatro viajes de Jesús al
extranjero para predicar a los paganos.
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Si su misión era predicar únicamente a los judíos, ¿por
qué aparecen estos viajes en Marcos? ¿Cuáles son los
lugares que visitó Jesús? ¿Qué hechos sucedieron allí?
Los evangelios, como sabemos, no son relatos
estrictamente históricos de la vida de Jesús. El hecho,
pues, de que Marcos lo presente viajando fuera del
territorio de Israel tiene una intención teológica:
mostrar el interés de Jesús también por los paganos, no
sólo por los judíos.
Pero ¿por qué Marcos necesitaba recalcar el aprecio de
Jesús hacia los paganos? Porque su Evangelio estaba
dirigido justamente a una comunidad de origen pagano;
sus lectores no se habrían sentido muy contentos si
Marcos únicamente hubiera expuesto la preocupación
del Señor por los judíos. En cambio, al narrar varias
salidas de Jesús fuera de Israel, dejó en claro que no
había venido sólo a salvar a los judíos, sino también a los
extranjeros.
UNA AVENTURA ATERRADORA
El primer viaje fuera de su patria, según Marcos, lo hizo
Jesús después de pronunciar el sermón de las
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parábolas. Entonces dijo a sus discípulos: “Pasemos a la
otra orilla” (Mc 4, 35).
La frase debió de haber sonado aterradora. La “otra
orilla” del lago de Galilea era tierra extranjera y
peligrosa, llena de paganos y de gente impura, a la que
ningún judío virtuoso habría osado ir. Pero, a pesar del
temor que sintieron, no pudieron decir que no. El
sermón de las parábolas que acababan de escuchar los
obligaba a salir de su comodidad para ir a sembrar, del
otro lado del mar, la Palabra de Dios. De modo que
subieron a la barca.
Apenas salieron, se desató una terrible tormenta que
amenazó con hundir el barco, y el pánico se apoderó de
los discípulos (Mc 4, 35-41). Pero Jesús, que iba con
ellos, calmó la tormenta mostrándoles que mientras
viajaran con él jamás debían temer a lo desconocido.
Al desembarcar, en la ciudad de Gerasa, les salió al
encuentro un endemoniado (Mc 5, 1 21). Era un hombre
violento, que vivía entre los sepulcros, con una fuerza
extraordinaria, capaz de romper las cadenas con que lo
ataban, y que se automutilaba con piedras. Jesús se le
acercó y, luego de un breve diálogo con él, lo curó de su
enfermedad. Al verse sano, el ex endemoniado quiso
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quedarse con Jesús, pero él le ordenó que volviera a su
casa, y contara allí lo que le había sucedido.
Inmediatamente Jesús emprendió el regreso a su país.
UN ENDEMONIADO PREDICADOR
Este primer viaje, con la curación del poseído, es un
precioso detalle del evangelista Marcos para los
paganos. En efecto: a) el primer milagro que Jesús hizo
en tierra judía era justamente la curación de un
endemoniado (Mc 1, 23-28). Y el primer milagro que
hace en tierra extranjera es también la curación de un
endemoniado; b) el endemoniado judío reconoce a
Jesús, entra en crisis y dialoga brevemente con él.
También el endemoniado pagano lo reconoce, entra en
crisis y dialoga brevemente con él; c) después de curar
al endemoniado judío, la fama de Jesús se extendió por
toda la región. Después de curar al endemoniado
pagano, ocurrió lo mismo; d) en territorio judío, la
misión de Jesús fue preparada por un predicador (Juan
el Bautista) que vivía en el desierto (Mc 1, 2-5). En
territorio pagano, la misión de Jesús también fue
preparada por un predicador (el ex endemoniado) que
vivía en el desierto.
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Marcos, pues, se basó en el primer milagro de Jesús a un
judío para componer el primer milagro a un pagano. Así
podía mostrar que, para Dios, tanto unos como otros
eran objetos de su amor y de sus cuidados.
CUANDO EL MIEDO PARALIZA
Jesús realizó su segundo viaje al exterior después de
multiplicar los panes (Mc 6, 45-53). Ordenó a sus
discípulos embarcarse “a la otra orilla”, a la ciudad de
Betsaida, mientras él se quedaba en la costa, rezando.
En cuanto partieron, se desató sobre el lago un fuerte
viento que impidió a los discípulos seguir remando.
Entonces, en medio de la oscuridad de la noche,
apareció Jesús caminando sobre las aguas. Ellos se
asustaron y empezaron a gritar, creyendo que era un
fantasma. Pero en cuanto Jesús subió a la barca con
ellos, el viento se calmó. Y la barca terminó atracando
en la ciudad de Genesaret, es decir, otra vez en
territorio judío.
El segundo viaje, entonces, terminó en un fracaso. La
causa fue el miedo, que paralizó a los discípulos.
También en el primer viaje habían sentido miedo, pero al
menos habían recurrido a Jesús. Esta vez ni siquiera lo
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reconocieron, y no le pidieron ayuda. Marcos quiso
enseñar así a sus lectores que la evangelización a los
paganos sin Jesús, es decir, sin sus métodos, su doctrina,
su visión del mundo y del hombre, estaba condenada al
fracaso.
LA MADRE QUE PIDE MIGAS
Su tercer viaje al extranjero lo hizo por tierra. La
primera parada de Jesús fue la ciudad de Tiro (Mc
7,24), a sesenta kilómetros de Cafarnaúm. Al llegar allí,
“no quería que nadie lo supiese”. Pero de improviso se
le presentó una mujer fenicia con su hijita enferma y le
suplicó que la curara. Jesús se negó, explicándole que
él había venido a ayudar a los judíos, no a los paganos.
Pero la mujer le replicó que el pan de Dios es abundante, y que alcanza para todos, incluidos los paganos. Al escuchar estas palabras, Jesús aceptó curar
a la niña. Con este milagro, Marcos nuevamente quiso
mostrar la igualdad de judíos y paganos. En efecto, el
segundo milagro de Jesús en tierra judía había sido la
curación de una mujer (Mc 1, 29-31); también ahora, el
segundo milagro a los paganos es en beneficio de una
mujer.
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Pero hay más. La forma como Marcos presenta el
encuentro de Jesús y la fenicia es una joya de la
catequesis, ya que describe la actitud de la Iglesia
primitiva ante la evangelización de los paganos: a) que
Jesús y sus discípulos fueran a Tiro de manera velada,
sin que nadie lo supiera, refleja la cautela con la que la
Iglesia primitiva empezó moviéndose en medio de los
paganos, como no queriendo despertar expectativas
entre ellos; b) la súplica del milagro que hace la mujer
fenicia muestra la necesidad que tenían los paganos de
recibir el Evangelio; c) la negativa de Jesús expresa las
objeciones que los primeros cristianos ponían para no
predicar a los paganos: él había venido únicamente para
los judíos; d) la réplica de la mujer a Jesús es el
argumento en el que se basaba la misión a los paganos: el
evangelio alcanza para todos; e) la curación de la niña
por Jesús enseña que el mismo Jesús quiso que su
mensaje de salvación llegara a los paganos; f)
finalmente, la manera casi impensada en que la mujer se
encuentra con Jesús describe cómo la evangelización a
los paganos, emprendida por la Iglesia, no fue fruto de
un programa previamente calculado, sino que los
acontecimientos se desencadenaron de forma
inesperada y terminaron rompiendo las barreras que
separaban a judíos de paganos.
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SE MULTIPLICAN LOS ANUNCIANTES
De Tiro, Jesús se dirige a la Decápolis, segunda etapa de
su viaje. Le presentaron entonces a un sordomudo. Este
hombre simbolizaba de manera perfecta la situación en
la que se hallaban los paganos en aquel tiempo: sin
poder escuchar a Dios ni hablar con él, porque no se les
predicaba el Evangelio. Jesús tocó el oído del enfermo
con sus dedos, le puso saliva en la lengua y lo curó. Los
acompañantes, al ver semejante prodigio, salieron a
predicar por todas partes la buena noticia de lo que
Jesús había hecho (Mc 7, 31-37).
Con esta nueva acción, Jesús va abriendo
progresivamente el terreno de la evangelización en
territorio extranjero. El ex endemoniado de Gerasa,
curado en el primer viaje, había quedado en tierras
paganas, pregonando lo que Jesús había hecho con él.
Ahora ya no solo es el enfermo curado el que se hace
predicador, sino que también lo hacen todos los
compañeros y amigos del sordomudo. Han comprendido
quién es Jesús y saben anunciarlo como aquel que abre
los oídos para escuchar a Dios y ofrece palabras para
poder responderle.
A ELLOS TAMBIÉN EL PAN
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El último milagro de este tercer viaje es la multiplicación
de los panes. Después de curar al sordomudo, Jesús se
vio rodeado por una muchedumbre con hambre. Sus
discípulos sólo pudieron reunir siete panes. Jesús
entonces hizo sentar a la gente en la hierba, dio gracias
a Dios y entregó los panes para que fueran repartidos,
junto con unos peces. Así, unas cuatro mil personas
comieron aquella tarde. Y hasta sobraron siete canastas
con pan (Mc 8, 1-10).
¿Qué sentido tiene este milagro? Marcos ya había
contado una primera multiplicación de panes, pero en
territorio judío (Mc 6, 30-44). Y como este milagro
simbolizaba la eucaristía, la Iglesia primitiva corría el
peligro de pensar que solo los judíos estaban invitados a
ella. Por eso, ahora el evangelista relata una segunda
multiplicación de panes, esta vez en territorio pagano,
para señalar que también los paganos estaban invitados
a participar de la comunión con Jesús.
Este tercer viaje al extranjero resulta, pues, de enorme
importancia teológica para san Marcos. Porque mientras
los paganos eran despreciados en el mundo judío, y
mirados con recelo en las comunidades cristianas, el
evangelista Marcos enseña a sus lectores que los
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paganos se merecen no solo la salud (como la niñita
fenicia) y la palabra divina (como el sordomudo
curado), sino también el pan de la eucaristía, signo y
anuncio de la “comida de salvación” a la que también
ellos estaban invitados para encontrarse con Jesús.
Después de la multiplicación de los panes, termina el
tercer viaje y Jesús regresa con sus discípulos a la
región de Dalmanutá (Mc 8, 10).
DERRUMBANDO MENTALIDADES
Casi inmediatamente, Marcos refiere el cuarto viaje.
Dice que Jesús y sus discípulos partieron de Dalmanutá
y se fueron “a la orilla opuesta” (Mc 8, 13).
De nuevo se encuentran los discípulos en la barca con
Jesús. Pero ahora no hay tormentas ni viento en contra.
Esta vez el peligro se halla dentro de la misma barca: los
discípulos van preocupados. Es como si cada vez que
viajaran hacia territorio pagano, les invadiera el miedo.
Entonces Jesús aprovecha para darles una enseñanza:
“Tengan cuidado con la levadura de los fariseos y la
levadura de Herodes” (Mc 8, 15).
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Los discípulos no entienden estas palabras, pero los
lectores sí entendemos: la levadura de os fariseos es la
mentalidad cerrada, opresiva, apegada a la Ley judía,
propia de los grupos más conservadores de la Iglesia de
aquel tiempo; y la levadura de Herodes es la mentalidad
autoritaria, opresora, dominante, propia de algunos
dirigentes de aquella época. Si esa mentalidad se mete
en la barca de la Iglesia, dice Jesús, se puede estropear
el pan de las dos multiplicaciones que él había realizado
(Mc 8, 19-21), es decir, el esfuerzo de unir a los dos
pueblos (judíos y paganos) en uno solo.
UN MILAGRO CON PACIENCIA
Cuando desembarcaron en Betsaida, le presentaron a
Jesús un ciego para que lo curara. Jesús lo llevó fuera
de la aldea, le puso saliva en los ojos, impuso sus manos y
le preguntó: “¿Ves algo?”. El ciego respondió: “Sí, veo a
los hombres como árboles que caminan”. Jesús volvió a
poner sus manos sobre los ojos y esta vez el ciego quedó
completamente curado (Mc 8, 22-26). Este milagro
resulta muy extraño. Es como una curación en varias
etapas, donde Jesús, con paciencia y cuidado, tuvo que
imponer las manos, preguntar, escuchar, volver a
intentar, hasta que al final el ciego pudo ver bien.
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Pero no es que a Jesús sus poderes le hubieran
funcionado mal. Marcos, con la genialidad que lo
caracteriza, quiso mostrar el cuidado que la Iglesia
primitiva debió tener para recibir a los paganos en su
seno. Ellos no siempre estaban en condiciones de
aceptar la fe inmediatamente; por eso había que
enseñarles con paciencia, escucharlos y preguntarles
hasta que pudieran abrir los ojos, descubrir a Cristo, y
mirar la vida de otra manera. Así, curando al ciego de
Betsaida, Jesús volteó el último prejuicio de separación
que quedaba con los extranjeros: el del tiempo y la
paciencia invertidos en ellos.
RECONOCERLO ENTRE TEMPLOS VIEJOS
La segunda etapa de este cuarto viaje fue la ciudad de
Cesarea de Filipo, veinticinco kilómetros más al norte.
La localidad era famosa por el culto al dios griego Pan,
protector de los pastores. Toda la ciudad estaba llena
de recuerdos de esta divinidad. Además, en la falda de
un cerro cercano el rey Herodes había hecho construir
en el año 19 a.C. un templo al emperador Augusto, de
veinte metros de largo y altas murallas. Y al oriente del
templo se erguía otro santuario, dedicado a las ninfas,
divinidades de los ríos y los bosques, porque cerca de
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allí nacía el río Jordán. Una ciudad, pues, cargada de
resonancias paganas.
Justamente en este lugar, dice Marcos, Jesús preguntó
a sus discípulos mientras caminaban por la calle: “¿Qué
opinan ustedes de mí?”. Y Pedro respondió: “Tú eres el
Mesías”.
Resulta sorprendente que aquí, entre tantos santuarios
paganos y recuerdos idólatras, Jesús arrancara a Pedro
su más grande confesión de fe. Un magnífico detalle de
Marcos que pretende recalcar cómo incluso en medio de
un ambiente pagano, es posible conservar la fe y creer
en Jesús. Los paganos, aunque vivían en una tierra
impura, no por eso tenían una fe contaminada. Se puede
confesar a Jesús aun en tierra extranjera. Fue el último
gesto de Marcos hacia los paganos, a quienes dedicó con
amor e inteligencia su precioso Evangelio.
LLEGAR A DONDE NO SE LLEGÓ
En realidad, durante su vida Jesús nunca predicó a los
paganos. Todo su tiempo lo invirtió en su patria y en la
prédica a los judíos. Pero después de su muerte el
evangelio empezó a anunciarse también a los paganos,
que pronto sintieron simpatía por el cristianismo.
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Para ayudar a esta misión, un autor llamado Marcos
compuso su Evangelio. Sin embargo, se dio cuenta de
que un Jesús encerrado en su país, predicando solo a
judíos, no resultaría atractivo para sus lectores.
Además, no habría hecho justicia a las intenciones del
mismo Jesús, quien de algún modo quiso también llegar
con su prédica a todos los hombres, aunque no tuviera
tiempo de hacerlo durante su vida.
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Por eso, al componer su libro, Marcos presentó a Jesús
rompiendo las fronteras del judaísmo y viajando al
exterior para anunciar la Buena Noticia con sus
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milagros y enseñanzas. Mediante esta original forma de
presentar a Jesús, supo conquistar el corazón de los
paganos, los excluidos del sistema religioso y social, y
hacerlos entrar en la Iglesia. Porque nunca dudó de que
esa era la voluntad original del Señor.
Los cristianos deberíamos imitar a Marcos y tomar
conciencia de que Dios también quiere llegar a cuantos
hoy se sienten excluidos de la institución eclesial por
diversas razones. Ojalá pronto abandonemos la
cerrazón pastoral y busquemos nuevos caminos de
acercamiento a los grupos considerados disidentes,
heterodoxos, impuros o pecadores. Aunque suene
inaudito y parezca sacudir nuestros cimientos
eclesiales, la barca de Jesús es para eso. Para salir de
nuestro encierro eclesial y marchar con él en nuevos
viajes al exterior.
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Ariel Álvarez Valdés. Doctor en Teología Bíblica,
Santiago del Estero, Argentina. Artículo publicado en
revista Mensaje, www.mensaje.cl
http://www.miradaglobal.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1537%3
Aicuantos-viajes-hizo-jesus-al-extranjero&catid=31%3Atemas&Itemid=35&lang=es
[24/11/2013]