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Argonautas N#03 OCTUBRE 2014 ISSN 2341-4091 · Karim Chergui · Jaime Sanjuan · Luis Cano · ·RELATOS·POESÍA·ILUSTRACIÓN·CINE·OPINIÓN·

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Revista cultural española

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  • ArgonautasN#03 OCTUBRE 2014 ISSN 2341-4091

    Karim Chergui Jaime Sanjuan Luis Cano

    REL

    ATOSPOESAILUS

    TRAC

    INCIN

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  • RECUERDOSOCTUBRE 2014

    #03

  • Staff

    Elena lvarez Gonzlez Santiago Snchez Juan I. Gonzlez Fejr

    Sandra Carbajo Bueno Laura R. Garca Ivn Rmar

    Mar Argello Arbe

    Los Argonautas que viajan en este nmero son:

    Patricia Richmond, Luis ventura arce, antonio zarzo, laura lpez, scar varona, Iris Gmez Tejedor, scar Sejas, Jaume Vicent, Patricia Reimndez Prieto, Gastn Zampar, Alicia Tinte, Carmen MemBrilla, Luis F. Lezama, Sir Kiwi, Jaime Corujo, Zigor, Lirasanz, Murga, Muerte Horrible, Emma Jimeno, Migue Reguero, Urbano, Bythepain y Jaime Sanjuan.Con la colaboracin de Noergia y Luis Cano.

    Direccin Arte

    Redaccin

    Fotografa

    [Edita: Argonautas, en Madrid, 2014]ISSN 2341-4091Pgina 4

    Opinin

    Carlos Duch

    https://twitter.com/LnaXIIIhttps://twitter.com/neoxantyhttps://twitter.com/Bythepainhttps://twitter.com/SanCarbajohttps://twitter.com/lauraredgarhttps://twitter.com/ElblogdeIvanRmahttps://twitter.com/maremoto6https://twitter.com/ChippDoherty

  • Ad futuram rei memoriam

    Y con octubre, llegan los recuerdos. Las hojas naranjas caen sobre la luz de otro agosto ya lejano y no nos queda ms remedio que superar lo que ya no volver. Viajes, vacaciones, amores, fiestas, conciertos. Quiz todo esto parezca agridulce desde esta perspectiva, pero leyendo todos los textos que nos habis enviado de cara a la edicin de este nmero, nos hemos dado cuenta de que si alguna palabra puede describir el acto de recordar es esa, agridulce.

    En teora, siempre que los recuerdos fueran buenos, la sensacin que debieran despertar en nosotros, habra de ser, cuanto menos agradable, de alegra. Pero como un da expres un guio-nista a travs de la voz de Homer: Lisa, en teora funciona hasta el comunismo. En teora, Lisa, en teora.Es as porque los seres humanos tenemos por costumbre dejarnos arrastrar por la nostalgia de esos momentos que pensamos que ya no van a volver. Y aunque sea una costumbre no demasiado sana, no por ello estamos del todo equivocados cuando la ejercemos, pues es cierto, esos momentos que nos entristecen por su ausencia, no van a volver. Ni hoy, ni maana. Nunca volveremos a tener cinco aos. No volveremos a aprender a escribir de la a a la z, ni a sostener un primer libro en nuestras manos. Nunca jams experimentaremos de nuevo un primer beso ni albergaremos de nuevo esa emocin tan caracterstica de sentir el roce de unas manos extraas en zonas apenas inexploradas de nuestro propio cuerpo. Tampoco compartiremos ho-ras, palabras o risas con las personas que ya no estn con nosotros. Es verdad.Pero vendrn momentos mejores, claro. Llegarn de la mano de nuevas personas, personas que traern consigo con nuevos retos, nuevos das, nuevos lugares, preguntas, proposiciones de centes e indecentes. Bailaremos y besaremos tantas veces que aquellas primeras veces se con-vertirn en el diminuto uno por ciento del total. Recopilaremos nuevas emociones, descubriremos nuevos libros, nuevas palabras, y con ellas, escribiremos nuestra historia.

    Pero claro, aunque esta parte no nos guste tanto, tambin vendrn momentos peores. La vida es as, no?Es en esos momentos en los que al mirar atrs y despus al frente, llega la certeza. Es cuando comprendemos que, ciertamente, no cualquier tiempo pasado fue mejor. Son esos momentos en los que deberamos observar al pasado con cierto criterio y sonrer con desmesurada alegra, por qu no? Pero que difcil es a veces, eh?

    EDITORIAL

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  • A un piano

    Bailamos al filo de la oscuridad

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    cuando las horas se inclinan

    NDICE

    poesa

    Recuerda y s feliz

    CINE

    Poesa como coartada de otra cerveza

    EDITORIAL

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    Los viejos lienzos de eva

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  • El seor estatua y el puerto

    Carretera

    El fondo del estanque

    Sobre una memoria iluminada

    Ruptura

    Sus ojos se cerraron

    M.E.m Project

    Las Brujas de La Noche

    Olor A Lpiz

    relatos

    PARA LEER

    Conociendo a... Jaime sanjuan

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    Excusas baratas

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  • el seor estatua y el puerto vaco

    por Laura Lpezilustracin de Murga

    Casi todas las personas que conozco adoran la lluvia, la encuentran relajante. Yo no pienso as.Cuando el cielo se cubre de nubes y el viento sopla impregnado de humedad, no puedo evitar inquietarme.Las gotas se desprenden de esa masa gris, fras e indomables, como lgrimas suicidas que pretenden morir estrellndose contra el suelo o los cristales de alguna ventana, buscando tal vez algo potico en su descenso final. Una ltima carrera capaz de atraer los recuerdos como un imn.El da en que ese melanclico espectculo me sorprendi de camino a casa pude comprobar la fuerza de dicho imn. Y si lo hice fue porque llegar al puerto vaco me hizo retroceder varios aos en el tiempo.

    Un da de verano cualquiera, una nia volva del colegio. Acalorada y de mal hu-mor, atraves la aglomeracin causada por el mercado, agradeciendo librarse de los empujones nada ms pisar el puerto.Anduve distrada y cansada hasta que repar en su presencia por pura casualidad.Disfrazado y maquillado todo de color plata, antifaz incluido, contemplaba el mar desde lo alto de su pequeo pedestal. Me sent algo cohibida cuando me mir: yo vea a un hombre convertido en arte. l, a una nia de ocho aos cuya mochila era casi ms grande que ella.Tuve que recordarme que estaba siendo maleducada al mirarle de aquella forma. Para disimular hund las manos en los bolsillos, esperando tocar alguna moneda.Imagino que fue mi mueca de tristeza y decepcin lo que le llev a dedicarme aquella reverencia.Esa inclinacin tan perfecta y digna de un noble de cuento me permiti contar las arrugas primerizas que marcaban su frente y el contorno de sus ojos. El Seor Pgina 8

    RELATOS

    https://twitter.com/EverlastingMusehttps://twitter.com/yomurga75

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    Estatua, como le llamara a partir de ese momento a falta de otro nombre, tena los ojos ms azules que he visto jams.

    Desde ese da decid pasar siempre por el puerto al ir y volver de la escuela. Cuando por fin me atrev a acercarme, el Seor Estatua beba agua a grandes tra-gos sentado sobre su pedestal, observando a las gaviotas baarse para combatir el calor. Yo las mir un instante y dese poder imitarlas.Al saludarle de la forma ms educada que la vergenza me permiti, pregunt con preocupacin si me haba perdido. Su voz grave tena un fuerte acento extranjero que no reconoc.Sacud la cabeza en seal de negacin, a lo que respondi con una blanca y cli-da sonrisa. As comenz nuestra extraa amistad.

    Durante un ao entero le visit cada maana, cuando an no tena de estatua ms que el maquillaje y el disfraz, y a medioda. Esa era la ventaja de vivir en un pueblo pequeo y poder ir sola a clase.El Seor Estatua fue el primer adulto simptico que conoc. Quiero decir simptico de verdad, no como los que aparentan serlo durante unos das para luego volverse aburridos e insoportables.Adoraba nuestras charlas. Me cont que vena del norte, de un pas fro cuyo nom-bre seguramente me costara pronunciar. Que tena una mujer preciosa y una hija pequea a la que yo le recordaba mucho. Con el paso de los das me di cuenta de que, al recordar a su familia y su hogar, sus ojos azules se entrecerraban con una tristeza tan profunda que se colaba en algn rincn oscuro de mi interior y haca ms evidentes sus arrugas. Un da se me ocurri preguntarle la razn.Fue entonces cuando me habl de la guerra.Supe que el conflicto le haba hecho perder su oficio como profesor de piano, y con l el dinero que llevaba a casa. Por eso se vio obligado a viajar casi hasta la otra punta del mundo sin las dos personas que ms amaba. Por eso y por no ha-blar bien nuestro idioma haba terminado convertido en estatua a cambio de algu-nas monedas.Creo que en ese momento entend cunto sufrimiento pueden causar el dinero y la codicia de unos pocos.Recuerdo haber llorado mientras le escuchaba. La nostalgia de un alma rota pue-de ser demasiado para la dulce ignorancia de una nia que desconoce lo que es el dolor. Lo aprend en ese instante, al sentir en lo ms profundo de mi corazn la agona que ocultaba tras su blanca sonrisa y su maquillaje plateado.Al verme llorar se disculp, conmovido, para luego pedirme que jams perdiese esa cualidad. Aunque con los aos he podido comprenderle, entonces no supe a qu se refera.Y es que aunque yo no me diese cuenta, adems de compartir conmigo cuentos y risas, el Seor Estatua me ense a pensar.

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    Una maana le pregunt si siempre iba as vestido y maquillado. Me contest con una carcajada agradable mientras negaba con la cabeza. Expres mi decepcin con una mueca, pues aquel aspecto le haca especial. Vol-vi a rer.

    Lo siento, hija, soy solo un pobre viejo normal y corriente. Pero t eres lista, as que recuerda una cosa: lo que realmente hace especial a una persona no puede verse con los ojos. Por eso me gusta llevar esta pinta extraa. Para conocer real-mente a alguien hay que mirar con el corazn. Y poca gente lo hace cuando se cruza con un viejo normal y corriente.

    Yo no estaba de acuerdo y se lo hice saber. l era l. Seguira siendo el Seor Es-tatua aunque dejase de parecerlo. Seguira siendo mi amigo.Poco despus de cumplir yo nueve aos, me comunic que le necesitaban en su pas y deba volver a casa.Pareca tan feliz y tan triste al mismo tiempo que no me atrev a hacer preguntas.Le vi por ltima vez al salir de clase una maana de invierno. Nos despedimos bajo una lluvia torrencial, aunque a ninguno nos import mojarnos. Tras un abrazo pa-ternal me entreg un sobre que puse a buen recaudo en el interior de mi mochila y sonri con una curiosa mezcla de orgullo y tristeza.

    Buen viaje, Seor Estatua.

    Gracias, hija. No dir adis porque odio despedirme y espero volver a verte. No te olvides de este pobre viejo.

    Sonremos al mismo tiempo y me revolvi el pelo por ltima vez mientras yo me-morizaba sus ojos azules.

    Nunca conoc su aspecto ni su nombre, pero eso no me impidi recordarle aos ms tarde, mientras caminaba por el puerto que l sola mirar inmvil desde su pedestal. Pens en su regalo, el antifaz plateado que siempre llevaba, y en todo lo que me haba enseado.

    El da que record al Seor Estatua y volvieron a mi mente aquellos inimitables ojos azules, supe desde cundo y por qu odio la lluvia. Me pregunt qu sera de l, sonriendo para mis adentros al percatarme de lo vaco que pareca todo sin su presencia. Maldije la capacidad de la lluvia para atraer recuerdos agridulces y di media vuelta. Mis lgrimas se fundieron con las del cielo mientras volva a casa.

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    CARRETERA

    por Jaume Vicentilustracin de Alfredo Garca

    El agua era profunda y tentadora, se meca sobre las rocas, como invitando a dejarse caer. Mis ojos se posaban sobre las oscuras crestas de espuma que se lanzaban y estallaban contra las afiladas rocas que emergan del agua. Eran pilotos de olas kamikazes dispuestos a morir una y otra vez contra la dichosa orilla. Y all estaba yo, slo y mirando el ancho mar, tratando de re-cordar, como un viejo soando que todava es joven.

    El mar no recuerda, el mar olvida con mucha rapidez, el mar no tiene amigos, y siempre, siempre tiene hambre. Lstima que nosotros no seamos como el mar, nosotros recordamos y con el recuerdo llega la tristeza, la certeza de que el tiempo pasa y nos aleja cada vez ms de la seguridad de nuestra ori-lla. Lstima no ser como ese mar que jams recuerda.

    Qu es mi memoria? Un revoltijo, un cajn lleno de pauelos usados. Ape-nas recuerdo aquellos das, cuando no importaba si haca fro o si llova, aquel tiempo en el que slo importaba luchar contra el destino que nos perse-gua. Eramos tan idiotas que cremos que jams nos alcanzara. Quin soy yo para retar al destino? Recuerdos, recuerdos acuosos de brumosos colores que parecen encerrar los rayos de luz de aquel da. Brillaban ms aquellas maanas? Puede que s, ya no me acuerdo.

    Eran das de fiesta, maanas enteras al sol, recorriendo en coche las carrete-ras, sin preocuparnos demasiado por el maana, por el hoy, por lo que tena que llegar al terminar el da. Siempre en marcha, con miedo a parar. Eran das de alegra, nada importaba. Dnde ir? Donde nuestros pies nos lleva-ran, nada importaba. Aquellos fueron das de gloria. Cerveza, sol, marihuana y la carretera. Qu dira Kerouac?: Llevadme a Cisco que llevo el alma en mi maleta.

    Recuerdo el sol y la brisa fresca, el trueno de las ventanillas abiertas, la velo-cidad, la carretera. Siempre en marcha, como dos presos fugados, huyendo del rgido sonar de las sirenas, escapando de las clases, de los profesores, de las prcticas, de las almenas de cristal, de las miradas ajenas, de las lla-ves y sus cerraduras, cadenas de metal y matemtica perversa. Kilmetros de carretera abierta, bajo el amarillo sol de una maana despierta que era

    http://www.excentrya.es/https://twitter.com/clintdirtyharry

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    una esponja sedienta. Eramos dos. Y una carretera; siempre la carretera. Dnde iremos hoy? Dnde sea. Que ms da que llueva?

    Luego viene el temblor, la lucha interna, las ganas de huir. Y la verdad eterna, la que cae como un teln de cemento sobre nuestras cabezas, cortando de raz las risas y las prisas, negando en rotundo nuestra vida entera. Dejando atrs las risas que se atropellan. Condenando nuestras almas a la gris exis-tencia. Pudimos ser cigarra y seremos hormiga. Tristes, vagamos en fila de a dos, entre las farolas y sobre las aceras, de piedra los corazones, negra la cabeza. Somos dos y dos, ngulos rectos y una regla. Pelotn que marcha en lnea recta.

    Olvidamos los recuerdos, se quedan vacos, gastados y yermos. Dejan de brillar, suenan apagados y enfermos, se llenan de polvo sus esquinas, no son lo que eran. Mueren y dejan paso a otros nuevos. Nunca fueron nada. Re-cordar haber estado aqu maana? Tal vez s, tal vez nada.

    El agua se remueve inquieta all abajo. Qu lejos aquella maana eterna. Qu lejos aquellos das en la carretera. Dara tanto por volver, dara mi vida entera. Qu das aquellos en los que la vida pareca eterna.

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    http://ask.fm/R_Argonautashttp://www.revista-argonautas.com/blog

  • El fondo del estanque

    por scar varonailustracin de scar varona

    Setenta y siete aos. Un brasero para calentar los pies y una botella para ca-lentar el alma. Herminia no necesita ms. Con la mirada perdida en la pared blanca de la habitacin deja pasar los das mientras se sienta en la mesa-camilla y recuerda viejos episodios de su vida en silencio. Mantiene as su temperatura corporal en unos treinta y cinco gra-dos de forma constante, ya seaverano o invierno. Su marido, Ramn, hace tiempo que no ve su cara.Se pasa las horas muertas mirando por la ventana. Mientras, sujeta con des-dn la correa de un perro baboso que no deja de cagarse y mearse en la ha-bitacin porque nadie le saca a pasear. Ramn siempre va con el sombrero puesto y perfectamente arreglado, aunque hace aos que no pisa la calle.

    Herminia se ha olvidado de cmo es su marido. Ramn apenas recuerda cmo es su mujer. Los dos de espaldas, el uno al otro, como ignorndose, pero sin llegar a ha-cerlo del todo.Los dos saben que si uno falta, el otro se muere. Una vieja simbiosis queperdura por propio egosmo.

    Herminia bebe de la botella un licor blanco y cristalino que entra en su cuerpo con demasiada facilidad. Ramn observa la calle soando con pasear por ella de nuevo, pero tiene de-masiado miedo. El perro se revuelca histrico en sus heces.

    Ese chucho empieza a darme verdadero asco. Comenta Herminia mien-tras se limpia la boca con el dorso de la mano.

    Ramn ignora lo que su mujer ha dicho. Se limita a soar despierto.Huele mal. Dice HerminiaA veces, el motor del ascensor me despierta por las noches.comenta Ramn No me deja dormir.Cmo puedes decir que duermes si no te apartas de esa malditaPgina 16

    http://expurgosydetritus.blogspot.com.es/

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    ventana?Puedo dormir de pie. Lo hago desde pequeo.De eso estoy segura.Ese maldito ascensorEse puto perro!Cae el silencio. Herminia consulta su reloj y vuelve a dar un trago ala botella.Cada cinco minutos. Calculado. Dice para s misma.Decas?Deca.Decas algo?Deca algo para m.Ah.Oh.

    Silencio.Apenas se oye nada. El sonido constante y aburrido de un motor de algo que sube y baja al otro lado de la pared. Quiz el ascensor del que se queja Ra-mn. Puede que otra cosa.

    Tengo que encargar mi fretro. Dice Herminia.Como no llames por telfonoHay muchos modelos donde elegir.Escoge el ms barato. Nadie se dar cuenta.El perro ladra antes de tumbarse definitivamente en el suelo.Me gusta el cerezo. Es una madera muy elegante.Y cara.Y elegante.Y cara.Olvdalo. T reloj va bien?No tengo reloj.Creo que el mo se ha parado. Tendr que contar los minutos yomisma. Se lleva la mueca al odo y escucha el silencio. Definitivamente, ha muerto.Quin?Mi reloj.Los relojes no mueren.Da igual. Se ha parado. Vaya engorro!Aqu dentro el tiempo no cuenta.Ser para ti. El tiempo pasa igual para todos en cualquier lado. Necesito saber qu hora es.Bebe de todas formas.

  • Beber.Ms dao no puede hacerte.Herminia le da un largo trago a la botella.T me quieres? pregunta Ramn.Creo recordar que s, aunque mi memoria falla mucho ltimamente.Yo no s si te quiero.Tu cabeza est an peor que la ma.Puede ser.Lo es.No te gustara salir de aqu?De dnde?De esta habitacin.No. Para qu?No lo s. En realidad, no tengo ni idea.Tena que pararse tarde o temprano.El qu?El reloj Algn da tena que morir.Los relojes no mueren.Pero nosotros s.S.Creo que voy a escoger el cerezo.Me parece bien. Es una madera muy elegante.Y cara.Y elegante.Y cara.Qu ms da?Por eso. No preferas que escogiera el fretro ms barato?Me da igual. Al fin y al cabo, en algo nos tendremos que gastar eldinero.Entonces, el cerezo. Herminia levanta la botella e incrusta laboca en ella.Creo recordar que te amo. Dice Ramn.Ya no importa, cario. En realidad, ya nada importa.

    Cae el silencio, slo roto por los susurros constantes de Herminiacontando los prximos cinco minutos.

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    Sobre una memoria iluminada

    por Luis Ramn Ventura Arceilustracin de Zigor

    Octavio estaba a punto de perder la memoria; de su mente se borrara todo recuerdo, hasta el ms insignificante, por siempre. Pasara a ser una masa viviente sin pasado, sin identidad y con futuro incierto. Ocupara un lugar invisible en el espacio de su propia realidad. Ni l mismo sabra quin era o qu papel interpretaba en el mundo. De ningn mdico recibi alicientes. Ninguno le habl de posibilidades ni de la oportunidad de superar el trastorno. Todos lo sumieron en la ms profunda resignacin; lo condenaron. El olvido lo arrastrara a sus sombras y hara de l lo que los aos a todo ser vivo. Pero tena el tiempo suficiente crea tenerlo por eso haba tocado a la puer-ta del nmero setenta de la calle Cedros del Lbano, entre Cerezo y Nogal. Dos meses titube. Vio la direccin una vez y no se atrevi a hacerlo de nuevo. Escondi la pequea agenda diversas ocasiones al fondo de cajones y cajas pero siempre daba con ella, y volva a guardarla en el rincn ms oscuro y solitario del closet. Es curioso cuantas ve-ces realiz este proceso y cuantas veces fracas. Porque all apareca, en los momentos ms inesperados, bajo sus dedos, cuando ya

    http://luisrventura.tumblr.com/http://zigorsamaniego.net/

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    crea haberse deshecho de la tentacin o por lo menos olvidarla; e irnico, lo que menos quera era olvidar. La noche que encontr la agenda por ltima vez tuvo el sueo ms extrao de su vida. Se so caminando hacia un brillo cegador. Al acercarse a aquella luminiscencia vislumbr un rbol enorme y frondoso, que al estar interpuesto entre los rayos de luz y l, asimilaba un eclipse solar. Motivado por la presencia del astro disforme y terreno, acele-r el paso. Quera tocarlo y trepar, llegar a la cima y empapar de luz la parte frontal de su cuerpo, y la trasera relegarla a la oscuridad, que con ella se ocultase todo recuerdo, qu importaba!, sera feliz. A escasos metros aparecieron cuatro escalones, flanqueados a la izquierda por un muro de ladrillos del doble de su estatura. En el flanco derecho un abis-mo y, en el centro de este, el rbol, ajeno, inalcanzable. Sintindose abatido quiso huir; irse lejos. Record que su verdadero inters estaba puesto en la luz y la tena a merced, justo al frente. Slo deba subir los escalones y avanzar contados pasos por un sendero recto dibujado para l. Pero sinti miedo. Despert sudando, tena la agenda apretada con las manos contra su pecho y un latido histrico que maldijo. Ira a esa direccin, no saba por qu, ni para qu, ni qu encontrara. Tampoco saba si la calle se encontraba en su ciudad. Lo averiguara. A la maana siguiente se visti de traje, tom un paraguas rojo que no saba si en verdad era suyo y dej la casa en que sin duda se hallaban trozos de su pasado veta-dos para l que le pertenecan. Afuera llova. Recin el sol haba sobrepasado el alba y el da pintaba para mantenerse llorando. Octavio cubri su cuerpo alto y delgado con el llamativo paraguas y avanz sin saber adnde. Llevaba la agenda en el bolsillo; bien

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    pudo dejarla en algn nuevo escondite, ya recordaba de memoria la direccin. Y la le slo una vez se dijo, y sorprendido, se detuvo para preguntarse cmo era posible. Hace un ao que olvidaba muchas cosas; no terminaba el da cuando ya se haba borrado de su mente lo ocurrido despus de levantarse de la cama: desayunar, baarse, hacer esto o aquello, ir a tal lugar, regresar. Y que recordara el conjunto de letras hechas palabras, acopladas en una frase adornada por una cifra difcil de relacionar, resultaba inaudito. Cedros del Lbano, nmero setenta lo recordaba a la perfeccin, por qu? Acaso el mal que lo aquejaba retroceda para dejarlo tranquilo? No. An recordaba quin era, an recordaba el da de su cumpleaos, su edad, su nombre, el camino de vuelta a casa y nada ms. Otros muchos y muy importantes recuerdos se esfumaron. De la mente se escurran las nuevas experiencias, los datos entraban y sa-lan, cada minuto fotografiaba el mundo a bordo de un automvil y lanzaba por la ven-tanilla los trozos rasgados de las imgenes impresas en papel. Atrs, sobre el ardiente asfalto de la carretera, sin poder detenerse, dejaba una parte de s mismo convertida en basura. Con esta maldicin impuesta e inmerecida a su juicio, viva, y lo que menos deseaba era crearse falsas esperanzas. Slo ingenuos buscan tesoros bajo la equis se dijo, al tiem-po que las gotas lo golpeaban necias y su cabello negro, corto y liso, que pein hacia un lado, luca empapado y le cubra la frente. Se sumi tanto en sus pensamientos que olvi-d sujetar con firmeza el paraguas. Cuando se dio cuenta, la humedad ya haba cubierto parte de los hombros y la espalda. Volvi a protegerse del agua y parpade varias veces para vencer el ensimismo. Continu caminando. En la banqueta pidi indicaciones a la gente que pasaba a su lado sobre cmo llegar a su destino. Le pregunt a un total de quince personas. La mayora no tena idea de dnde quedaba esa calle y por momentos pens, cabizbajo, si seguir adelante sera lo correcto. En su interior intua que deba continuar, que deba develar el enigma que se ocultaba en aquellas palabras plasmadas en el papel con tinta roja, sin mayor pista que el estar escritas en el apartado de la letra erre. No tom la determi-nacin por mero capricho. El da que abri la agenda por primera vez, la hoje y ley la direccin, un recuerdo se atasc en su pecho. Lo sinti hasta el alma y doli bastante. Amparado en ste sentimiento inexplicable sigui hablando con las personas, hasta que una seora logr darle las seas precisas para dar con Cedros del Lbano. Tom el taxi en cuanto pudo y dio las indicaciones al conductor. Desconfiaba de los ta-xistas. Hubiese podido detener al primero con el que se topara al salir de casa y darle la direccin. Si exista lo llevara enseguida y si no, le mentira y lo llevara a dar vuel-tas manzana tras manzana fingiendo buscar el domicilio, con tal de sacarle dinero. Ya le haba ocurrido; lo recordaba s, lo recordaba y por ello prefiri pedir referencias. La calle quedaba al poniente de la ciudad, en los lmites de sta. Faltando tres cuadras para llegar, Octavio pidi al conductor que se detuviera. Le pag y baj del automvil. Emocionado y la vez incrdulo, dej de parpadear al ver que la calle topaba al fondo con un muro de un metro, y del lado izquierdo junto a la barda de una grande y bonita casa, haba cuatro escalones del ancho de la banqueta por los que se poda pasar por enci-ma de ste y llegar a un bonito jardn. Ah, del lado derecho, poco ms all y por encima del muro, se alzaba imponente un rbol, cuyas sombras baaban la casa con el nmero setenta que miraba de frente hacia la calle sin salida. Un sueo premonitorio pens. Eso era. Las calles Cerezo y Nogal, paralelas a Cedros del Lbano discurran indefinidas. Pero sta ltima topaba con aquella casa de planta baja, modesta y recta, de fachada color

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    crema, con puerta de metal al centro y ventanas con protecciones de herrera en ambos extremos. De no ser por el jardn delantero, llamativo y hermoso, resguardado por las paredes de ladrillo de dos casas de un piso que le daban la espalda, una a cada lado, sera una vivienda desagraciada. No slo el rbol, que luca magnnimo, acaparaba la atencin. El pasto, podado con esmero incitaba a tirarse sobre l y rodar, compenetrarse con los olores y la humedad que la lluvia dej a su paso. El sol del medioda apareci en el cielo y un arcoris se pint en el horizonte. Octavio cerr el paraguas y sigui observando, a una cuadra de distancia, las flores, todo ese conjunto de colores y formas dignas de un cuadro al leo elaborado por manos consa-gradas. Haca cunto no observaba algo tan bello. Acaso nunca? Imposible, qu vida sera esa? En el fondo, muy en el fondo, tuvo la certeza de que s, de que antes ya haba sido impresionado, de que sus ojos fueron colmados con la gracia de belleza igual o superior. Que no lo recordara le pesaba en grado elevado. Se toc el pecho, al nivel del corazn e hizo el acopio de fuerzas, necesario, para seguir adelante. Subi los escalones, se elev a la altura del muro, pas por encima de ste, atraves el jardn por un camino de piedras pulidas y lleg a la entrada. Las paredes de las ca-sas, las ramas y las hojas del rbol lo cubran con su sombra. Octavio dio varios golpes amortiguados a la puerta que resonaron dentro y fuera de la casa y ms all, incluso en el fondo de su ser. El sonido seco y punzante le eriz los nervios. Escuch el rumor de pasos. Quin? pregunt la voz de una mujer.Pues, yo pens Octavio. Qu ms poda decir? No saba con exactitud qu hacer. Dio un paso hacia atrs vacilante. Por breves segundos calibr la posibilidad de salir co-rriendo, como vil cobarde; ir a encerrarse en su coraza de proteccin daina y no asomar la cara nunca. En eso, la puerta se abri y una mujer alta y delgada, de piel plida y ojos grandes y penetrantes, apareci. Llevaba un pantaln deportivo gris con lineas laterales rosa a cada lado, una blusa de tirantes blanca y una toalla a los hombros con la que se secaba los rizos castaos, tan largos, que le llegaban a la espalda baja. Iba descalza y respiraba con agitacin. Tavo? pregunt sorprendida al verlo. Abri los ojos como platos y se llev las ma-nos al pecho.Cmo? pregunt Octavio igualmente sorprendido. Era un hombre de voz ronca, mentn pronunciado, ojos pequeos y mirada huidiza; no es que fuese tmido, slo le costaba trabajo mirar a los ojos a los dems. Sin embargo, olvidndose de s mismo, mir a la mujer directo a los ojos y se perdi en su mirada. Y el mismo recuerdo que se atasc en su pecho al leer las palabras que lo tenan ah, le oprimi con brusquedad y estuvo a punto de emerger; mas no lo hizo y el dolor se volvi insoportable.S eres Tavo? Octavio Pacheco?S.Vaya, has cambiado mucho, por eso dud. Qu qu haces aqu? Despus de lo que pas cre que no volvera a verte. Octavio la miraba sin pestaear. Qu pas? Quin eres? se hizo mil preguntas como estas y ninguna pudo responder. De haber conocido a aquella mujer ya formaba parte del olvido. Te va sonar raro, pero no te recuerdo. Estoy aqu, pues vers, encontr tu direccin en una agenda. Era la nica escrita en ella y

  • Guard silencio. Razon sus palabras y le pareci incoherente, sin sentido. Ni l mismo se tragara semejante embrollo. Aun sabiendo que era cierto, se puso en el papel de ella y comprendi que con esa explicacin, lo nico que lograra sera ser tomado por loco. Qu? No. Mira, mejor vete, tengo treinta y tres aos, igual t, dejmonos de juegos. Prefiero dejar las cosas en el olvido. La situacin era peor. Qu poda hacer? Qu poda decir? Nada lo escinda de la res-ponsabilidad por los daos que pudo haber cometido en el pasado. Nada valdra como justificante para ponerse en paz con aquella alma a la que sin duda le caus un proble-ma. Slo le quedaba hablar con la verdad. Intentarlo y de ser posible, rescatar ese dolo-roso recuerdo que le lastimaba el corazn. No te recuerdo, estoy siendo sincero, y lo siento Oh, Dios! No s ni qu hago aqu dijo Octavio y una lgrima le baj por la mejilla y se introdujo en su boca. Un sa-bor salado y amargo le recorri la garganta. El mismo sabor que le produca sentirse tirado al olvido, en la soledad de su alma vaca. Desde cundo vistes as? pregunt ella.Octavio guard silencio y enjug sus lgrimas. Antes tenas buen gusto. Supongo que tambin se te olvid.La mujer le tendi la mano. En su mirada se notaba una profunda tristeza, que luchaba por contener para no convertirla en llanto.Octavio relaj el rostro en una mueca de satisfaccin, tom su mano y la atrajo hacia l. Al abrazarla, descargas elctricas recorrieron sus msculos y se paraliz por completo. En el pasado quiz la am, o ella a l, o ambos. De haberla herido pens, cmo puedo sanarla?.Al separase permanecieron callados, vindose. El viento mova las ramas del rbol y las gotas de agua acumuladas en las hojas caan sobre ellos como brisa fresca.Su nombre era Rosa; Rosa Saucedo. Fueron novios hasta la fatdica noche en que l la enga. Viol el precepto ms delicado que se establece y busca en una relacin formal: confianza. Ella decidi poner fin a un noviazgo de ms de tres aos. Octavio no se opu-so, ni siquiera mostr signos de arrepentimiento o pesar. En palabras de Rosa:Eras un imbcil!. Claro, as cobra sentido mi soledad pens Octavio.S, eras un ser despreciable, un maldito imbcil continu Rosa, de pie, an bajo el rbol.Ya eran las seis de la tarde. La puesta de sol pronto terminara y la noche los cubrira con su velo. Charlaron, tal vez como no lo hicieron antes. Se perdonaron, s, ella lo per-don.Quiz, alguien se hart de m y me arroj un tabique en la cabeza. Eso explicara que perdiera la memoria dijo Octavio. Ahora que lo dices, tiene sentido. Debi ser as dijo Rosa con voz juguetona y rin-dose divertida lo tom de la mano. Cuando ella sonri, un hoyuelo se le dibuj en la mejilla y dientes pequeos y perfectos lo cegaron. El fulgor que de aquellos ojos manaba, aquel brillo potico, liber de su pe-cho la opresin con la que haba luchado hasta entonces, desde que ley y convirti en obsesin las palabras escritas en la agenda. Ya haba olvidado cunto me gusta tu sonrisa! dijo Octavio, en extrema excitacin, y se jur a s mismo contra todo pronstico no olvidar jams ese momento. No estaba soando. No tendra otra oportunidad y no la dejara pasar. Despojndose del miedo, se acerc a la luz y la bes. Pgina 24

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    Ruptura

    por Iris Gmez Tejedorilustracin de Muerte Horrible

    Alguien levanta el prpado con violencia y la intensa luz reflejada en el cristalino me ciega. Una figura a contraluz apoyada en el lagrimal levanta sus dendritas. Oigo el chasquido del flujo sinptico pasar la informacin a travs de l y un subal-terno sale de la sala, dejndonos solos.

    Roberto Marsa intuyo que centra toda su atencin en m, alias novio. No, no intente negarlo. Nuestros informes son claros.Sobre su axn se desliza hasta situarse junto a m. El lder de las revueltas, por fin nos conocemos. Lamento decirle que sus esfuer-zos han sido en vano. Espera buscando una reaccin qumica que yo le niego. En estos momentos mis fuentes sinpticas me han informado de que la redada efectuada entre los recuerdos de marzo del 2009 y febrero del 2014 ha sido un xito.Le envo un indiferente chasquido con mi dendrita ms cercana a l. Nunca he soportado a esas neuronas de las fuerzas de anlisis y conducta social. Y esta es especialmente irritante.Casi todos los recuerdos afiliados a la clula ilegalizada Roberto Marsa estn ahora detenidos. Y los que no lo estn no tardarn en caer.El tono de su mensaje quiere darme a entender que est acostumbrado a tratar con neuronas con tendencias emocionales. Y a hacerse obedecer. Levanto mi n-cleo, orgulloso, emitiendo indiferencia a mi alrededor. Parece hacerle gracia.S lo que ests pensando; los daos que causasteis en el control del flujo lagri-mal son importantes. Tres das de llanto ininterrumpido. Pero no ests tan orgullo-so, puede que eso nos haya complicado las cosas, pero mis tcnicos estn termi-nando con el problema.

    Enlazndome por el axn me arrastra hasta el lagrimal y con una fuerte dendrita empuja mi ncleo hasta el conducto del lagrimal. Forcejeo mientras una diminuta lgrima se forma en l. Se balancea suave un segundo y se desliza pasando sobre m. Me libera mientras trato de recuperar el aire y compruebo que tengo algunas conexiones daadas por la sal.Disfrtala, es una de las ltimas.Furioso, le escupo neurotransmisores cargados de ira.Podis intentar destruir a mis recuerdos, podis destruirme a m. Pero surgirn otros, otros que lucharn en mi nombre, cinco aos no se borran tan fcilmente, estoy en todas partes. Cada clula de este cuerpo todava me ama!

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    Impasible se limpia y me tiende sus dendritas ayudndome a levantarme.

    Asmate. Estableciendo un flujo sinptico entre los dos, con amabilidad, me desliza hasta el centro de la sala. El iris se cierra levemente a nuestro alrededor mientras el cristalino enfoca despacio la imagen del exterior. Asmate, quiero que lo veas por ti mismo.

    Nuestras manos sujetan fotos con un hombre moreno, Paris, las navidades pa-sadas. Incrdulo, observo cmo las despedazan sin contemplaciones. A la vez, siento ecos agonizantes recorrer mi red sinptica. Nuestras manos se abren y los pedazos desaparecen, los ecos se diluyen, ya no hay respuesta. Apoyado contra el cristalino grito. Cada clula de este cuerpo todava me ama!

    Pero s que es intil. Mis conexiones han empezado a desfallecer. Me deslizo has-ta el suelo y no puedo evitar que fluyan neurotransmisores de derrota.No todas. No todas.

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    Sus ojos se cerraron

    por scar Sejasilustracin de Eric Jga

    Superar la muerte de un ser querido es siempre difcil, pero si hay algo peor que ese dolor, que se arraiga en tu pecho y te asfixia, es ver como esa persona se de-teriora y se le agotan los segundos sin que nada puedas hacer para evitarlo. Eso es una autntica condena.

    Me he despistado un segundo esta maana y Catalina se ha cado por las escale-ras, no han sido muchos peldaos pero se ha dado un golpe en la frente, cuando he ido corriendo a por ella tena la vista perdida, vaca, y no se ha quejado, como si no sintiera dolor. Por suerte no se ha roto nada.

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    Ayer no fue capaz de agarrar la cuchara y tuve que darle de comer, todos dicen que no me conoce pero yo noto algo en el brillo de sus ojos que me dice que s, simplemente est ausente y sabe que nosotros la rodeamos. Los mdicos ya cal-culan los das en que olvidar como se traga y temo el momento en que habr que empezar a alimentarla con un tubo.

    Ayer le ense los lbumes de fotos, los de nuestra boda, los de la boda de nues-tros hijos y algunas fotos mucho ms antiguas en blanco y negro de cuando nos conocimos y ramos jvenes. He tratado de buscar una mueca en su rostro, que ha permanecido impasible todo el tiempo, despus ha agarrado con dos dedos una de las fotos y se ha quedado as ms de una hora. No he podido evitar llorar.

    Recuerdo el da en que no reconoci a Mario, se puso a gritar y a tirarle cosas; fue de repente, estaban charlando y tras una pausa ella cambi su mirada y se asus-t. Sabamos que algo estaba ocurriendo, pero nadie haba diagnosticado todava su enfermedad. Mario se pas esa noche entera y las dos siguientes sin decir una sola palabra. No asimilaba que su propia madre lo hubiera olvidado. Desde ese da Catalina no dej de empeorar.

    Poco a poco fue olvidando al resto de personas, lleg a olvidarse de su propio nombre y edad y se asustaba incluso con su propio reflejo en el espejo. No tard en dejar de articular palabras y de valerse por s misma. Cost mucho tiempo que dejara de asustarse con mi presencia.

    Es cruel que la vida haga olvidar a una persona quin es y dnde est. Le encan-taba cantar, siempre cantaba a todas horas, cocinando, limpiando, vistiendo a los nios, cuando lea, cuando bamos a comprar o a dar una vuelta. Cantaba como un ngel, te haca sonrer. Para ella la vida era una cancin de Gardel que por desgra-cia ahora haba olvidado. Y a mi ahora me faltaban sus canciones...

    Me he negado a ingresarla en ningn centro a pesar de que todo el mundo me lo recomienda. Ella no te reconoce. Es cruel que sigas en esta situacin. No pue-des ayudarla. Pero aunque ella no sepa quin soy yo, yo si s quin es ella. No la he olvidado y mientras la vida me lo permita estar a su lado hasta que uno de los dos no tenga ms remedio que marcharse. Desde el tocadiscos me llega ahora un rumor: Sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando, su boca que era ma, ahora no me besa ms... *

    Y lloro como un nio y la abrazo. Y ella, aunque todos digan que es imposible, tam-bin derrama una lgrima con su mirada perdida y s que me reconoce.

    Algn da, en algn lugar volver a escuchar su voz cantando y reir de nuevo.

  • M.E.M. Project

    por Patricia Reimndezilustracin de EMMA JIMENO

    La primera vez que le sucedi no le dio importancia. Quin no se olvida alguna vez de dnde ha dejado las llaves o se deja un fogn encendido porque est pensado en otra cosa? Empez a preocuparse cuando dej al pequeo Teo atado al rbol que hay a la entrada de la tienda del barrio. Se dio cuenta cuando fue a llenar su cuenco, dos horas despus. An no haba cumplido los sesenta y los recuerdos se le escapaban como el agua se escurre de las manos, quin se lo iba a decir? Un da sala a la calle con las zapatillas puestas y al siguiente no saba cmo volver a casa. Mientras su mente slo perda acon-tecimientos cercanos pudo hacer la vista gorda, pero cuando el olvido alcanz a los pri-meros valiosos supo que haba llegado la hora de tomar cartas en el asunto. No estaba dispuesta a que su vida se esfumara as, como un msero azucarillo. Su historia era su bien ms preciado.

    Buenos das, seora Garca. Qu tal se encuentra?

    El doctor era joven y su sonrisa luca dos hoyuelos que consiguieron relajarla. No le gustaban los hospitales y aunque aquel lugar no lo fuera exactamente, su experiencia le deca que nunca salas igual que entrabas. Si es que salas, claro.

    Bien, gracias.

    Tiene cincuenta y siete aos, sin antecedentes familiares El doctor miraba la car-peta que contena todos sus datos mientras apoyaba la barbilla en una mano. Por un momento imagin que se refera a otra persona . Su caso no es muy habitual, lo que, sintindolo mucho por usted, para nuestro estudio es muy bueno. Por cierto, cmo se entero de l?

    Encontr un panfleto en la sala de espera de la asociacin.

    Ah, no se lo mencionaron ellos?

    No.

    Vaya En fin, pasar a explicarle en qu consiste el procedimiento. Parece sencillo a priori pero, como todo, tienes sus complicaciones. Primero nos aseguraremos de que su cuerpo est en plenas condiciones. Anlisis completo, electrocardiograma Tenga, aqu viene especificado todo dijo entregndole un folio . Le haremos un escner cerebral antes y despus del tratamiento para evaluar sus efectos

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    http://deprincesasymeigas.com/https://www.behance.net/srcalaverahttps://www.facebook.com/emma.jimeno.1

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    El mdico hablaba y hablaba mientras ella miraba el papel que le haba entregado. Un montn de palabras que saba olvidara antes de salir por la puerta incluso si su cerebro funcionase como es debido.

    Seora Garca?

    S? dijo levantando la vista del folio.

    Le estaba diciendo si tena alguna pregunta.

    S, creo que s.

    Dgame.

    Los guardarn todos?

    Los que consigamos recuperar, s.

    Ver, algunos son un poco ntimos, ya me entiende.

    No se preocupe seora Garca, nuestro nico inters es la ciencia, no juzgar la vida de los dems.

    Ya imagino pero, si yo no quisiera conservar algunos?

    Creo que s a donde quiere llegar pero no podemos hacer eso, comprometera los resultados de una futura fase de reimplantacin. Que, por otra parte, es el fin mximo de este proyecto.

    Y si me sucediera algo antes de esa segunda fase?

    En principio, segn el protocolo, seran destruidos.

    As sin ms?

    Bueno, en vista de que no es la nica paciente a la que ese tema le preocupa, esta-mos empezando a contemplar otras alternativas.

    Un brillo de esperanza asom a sus ojos y el doctor, al verlo, no pudo hacer otra cosa que abrir un cajn y sacar un papel.

    Bien, Seora Garca dijo sosteniendo un bolgrafo en su mano derecha . A quin desea dejarle sus recuerdos?

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    Las Brujas de La Noche

    por Patricia Richmondilustracin de Jaime Corujo

    I

    La abuela se muere.Escuch la voz de mi madre en el contestador y, aunque era algo predecible por su deli-cada salud durante los ltimos meses, la rotundidad del mensaje hizo que, en un segun-do, mi supuesta fortaleza se resquebrajara.Conduje durante toda la noche y, al amanecer, llegu a Toulouse. Los pasillos del hospi-tal estaban fros, pero no fue la temperatura lo que me dej helada, sino la imagen de mi abuela, plida, consumida e inconsciente. Con la promesa de llamarla si se produca algn cambio, convenc a mi madre para que se fuera a casa a descansar. Me sent junto a la cama y tom su mano, apretndola con suavidad. Estoy aqu, abuela le dije, conteniendo el llanto.Abri los ojos, me mir y, con una inmensa sonrisa, empez a hablarme.Irina, IrinaSoy Pati, mm as la llamaba de pequea.Apret con fuerza mi mano y sigui llamndome Irina, mientras me contaba algo en una lengua extraa que tom por desvaros de su mente moribunda.Es ruso me dijo la enferma acostada en la cama de al lado. Ruso? Mi abuela tiene 98 aos, no ha podido aprenderlo de repente.Soy hija de moscovitas y me he dedicado a ensearlo durante cincuenta aos. No creo que lo haya aprendido recientemente. Tu abuela es rusa y, por el acento, me atrevera a decir que ucraniana.Qued estupefacta. Mis abuelos, Olga y Vicente, eran espaoles, de Bielsa, al otro lado de los Pirineos, y se haban exiliado en Francia escapando de la guerra civil.Mientras, ella segua hablando de esa forma incomprensible para m.Mm, qu dices? Quin eres? Cuntame, cuntamelo todo.Y aquella noche, gracias a la traduccin de una desconocida, escuch el relato de la vida de mi abuela materna, la comandante de escuadrilla de la Fuerza Area Sovitica, Olga Zhigulenko.

    II

    Nac en Kiev en 1916. Mi madre, filloga, me transmiti su amor por las lenguas roman-ces y, desde pequea, estudi espaol, francs e italiano. De mi padre, ingeniero aero-nutico, hered la pasin por todo lo que tuviera que ver con los aviones.Vivamos en un apartamento del Instituto de Aviacin Civil, donde mi padre enseaba mecnica. Mis correras por los hangares, los talleres e, incluso, el tnel de viento, im-

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    pulsaron mi sueo de aprender a volar en aquellos aparatos mgicos que me rodeaban para surcar el cielo en busca de aventuras.A los 16 aos ingres en la Escuela Central de Instructores de Vuelo de Leningrado y, a los 18, ya pilotaba Tupolevs, majestuosos Polikrpovs y todo lo que pudiera sostenerse. Volar se convirti en mi vida y, a pesar de la sensacin de poder que me daban los bom-barderos, el vuelo sin motor me atrap como una obsesin. Nada poda compararse a planear en un velero de madera y tela, escuchando el roce del viento en las alas, libre y fundida con la naturaleza, como un pjaro.Pas dos aos dando clases a pilotos venidos de todo el pas y as conoc a Irina Chech-neva, una de las mejores pilotos del ejrcito ruso, que tena mi misma edad. Vino a im-partir un curso de perfeccionamiento e, inmediatamente, nos hicimos amigas. Gracias a mi pericia en el vuelo nocturno fui ascendida a comandante de escuadrilla. Eso, junto a mi experiencia en planeadores y mis conocimientos de idiomas, adems de la influencia de Irina, hizo que me eligieran para viajar con ella a Espaa. El Ejrcito del Aire de la Segunda Repblica necesitaba formar a sus pilotos y Stalin accedi a enviar instructores de aviacin durante un ao.En octubre de 1935 llegamos a Huesca y nos instalamos en el Aerdromo de Monflori-te, utilizado por militares y algunos civiles. Era un lugar extraordinario para el vuelo sin motor y, a pesar de la modestia de la escuela, descubrimos nada ms llegar un Kranich biplaza de alas amarillas que nos arranc de golpe el cansancio del viaje. Navegar en el velero alemn y batir con l los rcords de altura y velocidad era nuestro sueo secreto.Durante unos meses todo fue bien. Hasta que nos alcanz el nerviosismo provocado por la inestabilidad poltica que se extenda por todo el pas. .

    III

    En julio de 1936 nuestro mundo se volvi loco y nos quedamos atrapadas en el horror del alzamiento de las fuerzas de Franco.Cuando comenzaron los fusilamientos nos sacaron de Monflorite. Toda Huesca saba que dos militares rusas se escondan en la escuela y tuvimos que desaparecer. Salimos una noche, a escondidas, para unirnos al ejrcito republicano y luchar por la libertad, por los amigos que haban cado abatidos en las tapias del cementerio, como pajaritas de papel con las alas arrancadasIrina haba estado tonteando con un chico que haba permanecido fiel a la Repblica y, de su mano, nos refugiamos en Sariena, con los aviadores que iban llegando para re-forzar la defensa de Aragn. Hombres y mujeres trabajamos juntos para construir un ru-dimentario aerdromo, y, poco a poco, formamos la escuadrilla Alas Rojas, como apoyo areo de la 43 Divisin del Ejrcito Popular. Nosotras nos encargamos de preparar a los pilotos que iban llegando para volar en los Vickers, Nieuports y Fokkers que la aviacin republicana nos iba suministrando.As resistimos dos aos. La vida en el campamento era muy dura pero, adems de vue-los de reconocimiento y ataques al enemigo, tambin hubo momentos entraables, como la boda de Irina y Julin. Les cas nuestro capitn, Isidoro Gimnez, y, bajo el ala de un Fokker F-VII, se juraron amor eterno. Nunca supimos de dnde sali, pero el vodka no falt esa noche para brindar por ellos.

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    IV

    La 43 Divisin se fue replegando hacia el norte, acosada por el avance franquista. Se extendi el rumor de que haba un traidor que estaba filtrando los mensajes del mando y los haca llegar a las filas enemigas. Eso explicaba las emboscadas que masacraban a los milicianos y derribaban nuestros aviones. Las tropas nacionales obligaron a los repu-blicanos a atrincherarse en el valle de Bielsa, donde, bajo la proteccin del Pirineo, deci-dieron resistir y esperar la llegada de refuerzos.Una noche, en la que recuerdo que haca mucho fro, un camarada me despert y me hizo ir al puesto de mando. All me esperaban el capitn y un militar al que no haba visto nunca. Por su aspecto y sus maneras pareca un personaje importante. Al momento lle-garon Irina y Julin y nos hicieron sentarnos ante una mesa en la que haban desplegado un mapa del Pirineo.El capitn nos present a su invitado y nos quedamos los tres mudos: estbamos senta-dos ante el Jefe del Servicio Secreto de la Repblica.Nos cont que tenan evidencias de la actuacin de traidores y, a pesar del sigilo con que se transmitan las rdenes, stas llegaban al ejrcito de Franco. La situacin era desesperada. Plan, Serveto y Sin acababan de caer y haba que enviar nuevas rdenes a Bielsa.El mapa desplegado ante nosotros tena marcadas las posiciones en las que deba refor-zarse la artillera para proteger el avance del batalln republicano que esperaba en Cata-lua. Todas las comunicaciones estaban tomadas por los nacionales y slo se poda alcanzar Bielsa por aire. Haba que llegar esa misma noche para entregar el mapa, cruzando por el territorio ocupado y sin ser vistos.Irina y yo nos miramos. Nosotras podamos hacerlo. El Kranich de Monflorite! Era una noche oscura y slo en un avin sin motor podramos volar sin ser vistas ni odas.Ir yo dijo Julin levantndose.T no tienes experiencia con planeadores le contest Irina. Y Olga es especialista en vuelo nocturno. Slo podemos hacerlo nosotras.Nos sealaron un punto en el mapa: los llanos de La Larri, al abrigo de Monte Perdido y a unos kilmetros de Bielsa. All se encontraba el campamento de los ltimos resistentes, dominando todo el valle.Podrn llegar hasta ah? pregunt el visitante.En una noche como sta, y si el avin sigue en Monflorite, sin duda le contest Irina.Recog el mapa y lo guard en el bolsillo interior de mi cazadora. Quince minutos des-pus salimos en un camin junto a una docena de hombres de confianza del capitn.

    V

    Llegamos a las dos de la maana y la noche segua siendo magnfica para nuestra mi-sin, sin luna y con viento del norte para despegar desde la ladera.No haba ni un alma en la escuela y su aspecto abandonado nos hizo temer lo peor, que se hubieran llevado los aviones. Uno de los hombres hizo saltar el candado de la puerta del hangar y, conteniendo el aliento, empujamos la puerta. No poda ser cierto Ah estaban todos los veleros, tapados con lonas. Localizamos el Kranich al fondo y lo arrastraron para sacarlo a la pista.

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    Nos abrigamos, nos colocamos los paracadas y subimos al avin. Irina detrs y yo de-lante, a los mandos. Julin lleg corriendo con un bote de pintura negra y le ayudaron a cubrir las alas amarillas para que fueran menos visibles. Ir a Bielsa a buscarte, no me falles susurr a su mujer.Seremos las brujas de la noche! le contest ella riendo.Nos despedimos y empujaron el avin al borde de la ladera. Engancharon una goma do-ble al morro del aparato y se distribuyeron a lo largo de los dos extremos, agarrndolos fuerte. Bajaron corriendo la pendiente, tensaron las gomas mientras dos hombres suje-taban la cola del aparato y, a una seal de Julin, la soltaron. El velero sali propulsado como si hubiera sido disparado por un tirachinas. Buscamos viento favorable y cogimos altura para dirigirnos a Bielsa.A las cuatro de la maana volbamos sobre Barbastro, donde los nacionales se haban hecho fuertes. Todo fue bien y nadie repar en nosotras.Otra hora despus vimos la silueta de la Pea Montaesa. Ascendimos todo lo que pudi-mos y pasamos por encima a toda velocidad, sorprendidas por la actividad que se divisa-ba en la carretera. Un convoy de camiones circulaba lentamente hacia el norte.El resplandor de los vehculos nos sirvi para guiarnos hacia Pineta. Con las primeras luces del alba divisamos las nieves de Monte Perdido y nuestra alegra por haber llegado tan lejos se transform en pnico cuando escuchamos un estruendo que nos hel. Por el sonido de los motores, antes de verlos, supimos que eran Heinkels. Se nos acercaban por detrs y no tenamos escapatoria. Piqu para coger velocidad mientras Irina se remova para intentar verlos. Heinkels-51! Nueve!Estbamos sobre Lafortunada cuando se nos echaron encima. Las rfagas de las ame-tralladoras nos alcanzaron en el ala izquierda y los bombarderos siguieron adelante, desprecindonos incluso para rematarnos. La tela empez a rasgarse y qued colgando, dejando algunas costillas de madera al descubierto. Irina se volvi loca. Abri la cabina, que sali despedida hacia atrs, y se solt del atalaje de seguridad. Sac una bandera tricolor que haba escondido en el avin y la despleg al viento. Descolg medio cuerpo por encima del ala y cubri el boquete con la ensea. Un Junker! me grit, sealando el aparato que se nos acercaba por la izquierda a toda velocidad.No lo pens. Tenamos ante nosotras el congosto de las Devotas. Piqu con fuerza y me met dentro del estrecho corredor de paredes escarpadas por el que saba que no me seguira.Varias veces estuvimos a punto de tocar los riscos con la punta de las alas, pero me con-centr y salimos de all sin ningn rasguo. Cabrones! Viva la Repblica! grit entusiasmada Irina, levantndose como si desa-fiara al viento.Fue la ltima vez que escuch su voz. Al salir del desfiladero nos topamos con tres Ro-meos 37 que venan de la parte de Benasque. Un proyectil le impact en el cuello y cay sobre el ala. Su sangre comenz a teir la bandera mientras yo no dejaba de llamarla.Irina, aguanta! Sujtate fuerte, enseguida llegamosBielsa estaba enfrente cubierta de humo. Heinkels, Junkers y Savoias la estaban bom-bardeando, girando en el cielo, como en un tiovivo infernal. Me sorprendi un viento ascendente y aprovech para subir por encima de la humareda. Irina, ya veo los llanos, aguanta le supliqu.bamos a tal velocidad que el velero cruja, como si estuviera llorando. Hemos batido el rcord de velocidad, seguro! le grit.

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    Vi una pradera donde los milicianos haban abierto un camino ancho en medio de la nie-ve. Pareca una serpiente reptando sobre un manto blanco y yo, con los ojos fijos en la pista, saqu los frenos para bajar. Dando tumbos comenzamos a descender, pero llev-bamos demasiada velocidad y el impacto fue terrible.Sent cmo me sacaban del avin y llam a Irina. Est muerta! o que gritaban.

    VI

    Perd el conocimiento y despert en un refugio, entre un montn de gente asustada. Me haban llevado a Parzn y estaba vendada con tiras de sbana para sujetar mis tres cos-tillas rotas. Es un milagro que no te hayas matado o que me deca alguien.Tienes que quitarte ese uniforme. Ten, ponte esto y una mujer mayor me dio un ves-tido negro y un abrigo.No se me iba de la cabeza la imagen de Irina sobre el ala del avin, cubierta de sangre, y no poda dejar de llorar. La mujer me ayud a ponerme en pie y, en un rincn, me cam-bi de ropa. Volv con los dems y se me acerc un joven risueo.Soy Vicente Rivas, maestro republicano, y voy a sacarte de aqu. Estamos demasiado cerca de Bielsa y corres peligro. No puedo andar, me duele todo el cuerpo le dije mientras sus ojos me aseguraban que poda confiar en l.No te preocupes, yo te llevar.Me cogi en brazos y salimos del refugio. La visin del valle era estremecedora; el humo tapaba el paisaje y slo dejaba ver el resplandor del fuego en las casas de Bielsa. Las bombas haban arrasado el pueblo. Una fila interminable de personas suba por un sen-dero abierto en la nieve, llevando encima lo que les haba dado tiempo de coger antes de que todo ardiera. Ascendimos el puerto en silencio. Vicente con paso decidido, cargando conmigo, y yo, derrotada, con fuerzas slo para abrazarme al desconocido que me haba recogido para salvarme la vida.Llegamos a la frontera francesa y los gendarmes, vindome tan magullada, nos dejaron pasar sin preguntar nada. Pasamos unos das en Aragnouet, donde pudimos contactar con agentes de la Repblica que me proporcionaron papeles con un nuevo nombre, Olga Purtolas, nacida en Bielsa.Y el resto, ya lo sabes; aos duros, como para todos los exiliados. Vinimos a Toulouse y jams me arrepent de haberme quedado con Vicente. l me ense a vivir de nuevo y con l tuve lo mejor de mi vida, mi familia.

    Abre el cajn, Pati me susurr en espaol, sealando la mesilla.En l encontr una caja de latn. La abr y saqu una insignia: unas pequeas alas bajo una estrella roja. Se la di y la puso en mi mano, apretndomela. Gurdalas, te darn fuerza.Sonri y, lentamente, cerr los ojos.

  • Olor a lpiz

    por Antonio Zarzoilustracin de Liransz

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    http://antoniozarzo.blogspot.com.es/http://liransz.com/

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    El olor a lpiz, a madera recin afilada que muestra su corazn de grafito, me lleva in-mediatamente a la silla de la escuela, con patas de metal pintado de verde, con respaldo y asiento amarillos, a la mesa pintada de manera similar, con su bandeja de varillas color marrn, al aula en la que haba pasado los primeros aos de aprendizaje en mi infancia.

    Vuelvo a estar all, frente a la pizarra, con una tiza blanca entre los dedos, intentando dibujar los ros que riegan y dan vida a la pennsula, indicando dnde nacen y dnde van a descansar.

    Frente a m, los compaeros de la niez, con los que haba jugado al ftbol y a la peon-za, con los que haba tirado piedras y petardos y con los que haba compartido trastadas y huidas. No haban cambiado, tampoco yo.

    Vuelvo a tener una mata de pelo inasequible al desaliento ante los dientes del cepillo, la sonrisa en los ojos de los que se saben invencibles e inmortales, y la energa interior del que tiene toda una vida por delante.

    Los rayos del sol inundan el aula por sus ojos de cristal, y su calor hace crecer las plan-tas en vasos de yogur que pueblan los poyetes de las ventanas. Nos alimentamos con su luz y nos distraemos cuando atraviesan alguna partcula de polvo que flota esttica ante su presencia.

    Distrados, pensando en las musaraas, pasndonos notas de papel o tirndonos boli-tas, del mismo material, armados con el cuerpo de un boli a modo de cerbatana. De vez en cuando un golpe seco nos devolva a la realidad, dependiendo del profesor que nos tocara en ese momento, poda ser una tiza lanzada con tino o un borrador volando con desgana.

    Nos daba todo igual, ramos nios, con ganas de jugar, de disfrutar, y los golpes no nos afectaban; incluso hacamos pequeas apuestas para ver quin era capaz de ganarse ms reprimendas en una maana. Esa rebelda, ese desafo a los altos mostrbamos.

    La luz, los colores, vivos, luminosos, radiantes de energa, positivos.

    Oigo voces del presente que me agarran y me atraen hacia el cubculo oscuro en el que trabajo. Un dos por dos con paredes a media altura de plstico gris, sin vida, sin alegra.

    Luis, necesito el boceto para ayer. Vuelve a la realidad y dibuja algo til!

    S, seor Facundo, enseguida se lo entrego. Slo falta terminar de darle unos toques a la fachada y ponerle algo de color.

    No hace falta darle color! Ya pintarn los nios dentro de la escuela, djalo todo gris. As no se estimulan de ms. Pero termnalo ya.

    Cmo deseara poder volver treinta aos atrs. Menos mal que an tengo mi pequea mquina del tiempo.

  • POESA COMO COARTADA CERVEZADE OTRA

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    "Good grammar is sexy". As me da la bienvenida Karim Chergui. En realidad, no me saluda con esa frase. l me saluda como las personas normales. Dos besos y un qu tal bien sazonados con una sonrisa sincera. Sin embargo, yo slo puedo fijarme en esas letras blancas estampadas en su camiseta: La buena gramtica es sexy. Malditas frases literariamente ingeniosas. Hacen conmigo lo que quieren.

    Por Sandra Carbajo BuenoFotografas de Mar Argello

    http://elblogdekarim.blogspot.com.es/https://twitter.com/SanCarbajohttp://500px.com/maremoto6

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    Estamos en Lavapis. Ese barrio carac-terizado por la diversidad cultural y un halo bohemio callejero que conquista to-dos mis sentidos 'gatos'. Y precisamente por esa condicin felino-madrilea, llevo a mi entrevistado y mi querida fotgrafa a una terraza escondida en una bibliote-ca. Ah es nada. Karim Chergui es profesor y, tal vez por-que est acostumbrado a las tarimas, tambin es poeta. Poeta no por el aplau-so sino por la cerveza de despus. Y no por el embriague del elixir rubio sino por todo lo que rodea y conlleva el ritual que sigue al recital. La charla de bar, el t a t. "Te puedo decir que a m la poesa me importa un pimiento. No tengo un compromiso artstico, para m es ocio. Lo que yo saco de una jam o de un reci-tal es el trato cercano que haya podido tener". De hecho, ese feedback positivo es la droga que ha enganchado a este madrileo de adopcin a recorrerse des-de hace 365 das, todos los escenarios poticos de la capital. Karim se describe como un tipo casi nor-mal. Yo aado, adems, natural. Y con perspicacia cotidiana. Sin duda, as es l y as son sus versos. Esos que surgen a raz de un saco de palabras e ideas que mezclados con un sentimiento claro y ntido dan lugar a un poema cargado de referentes populares y emocin. "Un es-

    critor tiene las herramientas necesarias para sentarse y ponerse a escribir. Yo no. Yo tengo que esperar a que venga ese chispazo de inspiracin y despus, pelearme con las poquitas herramientas que tenga para que de ah salga algo medio bien". Y vaya que si sale. Que se lo digan a la (ex) novia de Alejandro Sanz.El seor Chergui escribe movido por una vivencia o interpretacin personal. No obstante, una vez que el primer ver-so toma forma, su compromiso es con el poema. "La gente tiende a acercarse creyendo que detrs de unas letras bo-nitas, hay una persona bonita, y no tiene por qu", me confiesa. Sin embargo, reconoce que la inevitable tentacin de creer que el autor es el protagonista de su historia, ayuda a crear una atmsfera de verosimilitud que provoca que el poe-ma perdure. "Lo importante no es que sea verdad, es que te lo creas. Dicho lo cual, yo le quit la novia a Alejandro Sanz".

    Lector voraz de los nuevos poetas, tanto de aquellos que se reunan en el anti-guo Bukowski como los que hoy recitan en Diablos Azules o Vergenza Ajena. El compromiso social de Gss Bonilla y Ana Prez Caamares, la metralleta de imgenes de Batania, el lirismo atpico

  • de Brbara Butragueo o Silvia Nieva y las nuevas voces de Javier Gomis y Jos Baena son slo algunos nombres recomendados.Admirador de las personas luchadoras, de aquellas comprometidas con su ideal y su forma de entender el mundo pero que, a la vez, son flexibles para interpre-tar cada situacin. Caminante cuya prin-cipal meta es seguir conociendo y des-cubriendo a gente interesante y "bonita" que le aporte. Ferviente creyente del uno a uno, el cual es su incentivo prin-cipal para escribir y autoeditarse ya que al ser uno mismo el distribuidor puede personalizar y profundizar en la relacin con su oyente/lector. "El reconocimiento de la masa est chulo pero a m no me llena. Es ms bonito que se te acerque

    una persona y te diga 'me ha gustado lo que has ledo, que un aplauso de 30 40 personas".

    Hablando del pasado de La Nadia que no veis, llegamos al futuro de Jacques y el mar, su segundo poemario, el cual ver la luz el 3 de octubre a las 21h en el escenario de Vergenza Ajena. Y de esta forma, cae la tarde en Ma-drid. Privilegiados nosotros que estamos muy cerca del cielo en esta terraza de Lavapis. El vaso de Coca-Cola casi vaco y unos tercios verdes nos animan a continuar hablando de pronombres en primera y segunda persona del singular. Yo, t. T, yo y de vez en cuando, algn plural.

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  • A un pianopor Luis F. Lezama

    ilustracin de Bythepain

    Negro piano. Solo en medio de un llano.

    Rodeado de alto y vibrante pasto. De flores jvenes.

    De colores atardecidos. De suspiros y aires sin sonidos.

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    POESIA

    http://cargocollective.com/bythepain

  • Ah, negro piano ,suave y fuerte, dulce, abandonado,

    por ti revolotean como pjaros

    de viejas cremas partituras

    sobre y a tus lados.

    Yo tambin fui ctara, dulcmele, clavicordio y clavecn.

    Tambin tengo tristezas de banos y casi-sonrisas de marfil.

    Yo tambin soy suave, fuerte, dulce, abandonado y son mis poemas voltiles partituras

    que pueblan como voces el cielo ms callado tambin estoy solo,

    conozco el llano, siento el pasto,huelo las flores,

    yo tambin, oh piano, soy vano sin msica, sin baile, y aoro maana, tarde y noche,

    como t, un par de manos.

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    por Alicia Tinte Lpezilustracin De Mige Reguero

    Morirme antes de los treinta ya no me resulta apetecible,los adolescentes me parecen casi ms odiosos que los nios,

    me he vuelto antihippie y ya no creo en los para siempre,aunque definitivamente s en los nunca ms.

    Trasnochar me sienta mal, empiezo a encontrarle significado a trminos como el de "pesadez de piernas",

    he descubierto que amo el guacamole y la ropa vintage.Me he hecho dao a m misma y he sabido perdonarme.

    He aprendido a dar valor a quien lo merece,que suelen ser aquellos que se han molestado en conocerme de verdad

    y saben cosas como que adoro el olor de los gatos,las patatas fritas y que me rasquen el culo.

    Muchos recuerdos, muchas personas, ya no dueleny los que duelen, ya no sangran.

    Madrugo a diario y empiezan a ocurrirme cosas fabulosas,cosas como que me apesten los sobacos cuando estoy con la regla.

    Ahora las reuniones con amigos son escasas,aunque cuando nos juntamos somos ms,

    y no es difcil imaginar que dentro de poco seremos ms an.

    Aun as sigo yendo descalza a todos lados y viendo pelis de dibujos,y siendo una jodida llorica y una adicta al chocolate,

    y an me toco las orejas cuando estoy a gusto o tengo sueo,y sigo escribiendo, como nunca, como siempre.

    http://unalolitaalgochiflada.blogspot.com.es/https://www.flickr.com/photos/pushkin666/

  • Bailamos al filo de la oscuridad

    por Gastn Zamparilustracin de Urbano Manchn

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    Imagnate de nio, imaginndote de adulto, quien dijera que ese bombero, superhroe, cantautor,

    sera este poeta, aprendiz de cosmonauta, empachado de cenizas y alcohol,

    esperando respuestas lisas y llanas a la triste verdad del monitor.

    Quien pensara alguna vez en vos con tu vestidito rosa y voladuras de sirena,

    sentada a la espera de un reloj que va tan lento, que no quiere sealar la hora de escapar de una vez del bur.

    Y llmalo nostalgia si quers, a la vida sencilla, a las rodillas raspadas,

    a las hamacas que tocan el cielo, a mam viniendo con las tostadas.

    Es que mientras nos hacemos ms viejos tratamos de pintar de somnferos y color todo lo que se empaa con ftido vapor.

    Y as buscamos en la miseria de la adultez los brillos de todo lo que ya aconteci.

    Lo sabemos, vos y yo bailamos al filo de la oscuridad.

    http://oscilantecordura.blogspot.com.es/urbanomanchon.portfoliobox.es

  • Pgina 51

  • Cuando las horas se inclinan

    por Carmen Membrillailustracin de Sir Kiwi

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    http://elquemadordeesencias.blogspot.com.es/https://twitter.com/Sir_Kiwi

  • Cuando las horas se inclinan

    por Carmen Membrillailustracin de Sir Kiwi

    Me equivoquCre que los presagios dormiran para siempre

    Consider tus ojos transitablesE inici el viaje ms difcil

    Queriendo llegar hasta una civilizacin desconocidaInsistiendo en la idaEludiendo la vuelta...

    Pero estall la tormentaDej caer las sombras sobre la alfombra

    Empec a recoger los deseos insatisfechos

    Mis cremalleras se hicieron eternasMi cuerpo desnudo se desdibujaba entre los percheros vacos

    Me sent a esperarDej la puerta abierta

    Y contino asContando relmpagos

    Deshaciendo luces y ruidosDesafiando este silencio enfurecido

    Empujando con mis manos el mismo sueo

    Sonro despacioY dejo que las horas se inclinen sobre m

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    http://elquemadordeesencias.blogspot.com.es/https://twitter.com/Sir_Kiwi

  • ParaPor Laura Redondo Garca

    Galera de Mundo y Olvido. Ivn Onia.Ediciones En Huida. 2013

    El olvido es tambin recuerdo

    Lo que somos y escribimos, no tiene que ver tanto o ms con los otros y con lo que nos rodea, que con nosotros mismos? Y si es as, hasta qu punto somos conscientes de ello? Quiz no hay una respuesta exacta para estas preguntas porque cada escritor es un mundo. Y si la poesa siempre es un buen camino para poner en prctica la sentencia clsica concete a ti mismo, Ivn Onia trasciende este principio y a travs de sus poemas se explica hacindonos partcipes de sus or-genes, su cotidianeidad y su entor-no tanto como de sus xtasis o sus escalofros. Parece tener un sexto sentido encargado de escrutar con certeza intuitiva las races que le sostienen, sobre todo las que consti-tuyen la base de su creacin, hilando con sus poemas el pasado con el presente.

    Galera de mundo y olvido es un reconocimiento a poemas, a pelculas, a cancio-nes, a lances histricos, a personajes clebres y no tan clebres. Me has mirado por la ciudad con todos / sus ropajes, a lomos de cada una / de las horas que de los relojes van a la nada, / y en cada metro de luz que se enreda / en los rboles hasta que no quedan / distancias y las calles se transforman / en un cielo ebrio y un mapa de alfileres. As comienza Miss Dior, poema en el que una imagen publicitaria de Natalie Portman se vuelve obsesiva para un conductor y cuya lectura deja la misma sensacin de verdad que de mentira. No es el caso de Barbera domstica, que Ivn Onia dedica a su padre con una magia casi tel-Pgina 54

    http://hemicranea.wordpress.com/

  • leerPor Laura Redondo Garca

    rica: Pienso en el azar, en las dos miradas / buscndose debajo de la fiesta, / deseando la patria de lo oscuro. / En tu madre que ya amaba los rboles /y luego am a mi abuelo. / En la primera noche donde todos / fuimos Origen., ni de Land Rover, tambin retrato familiar cargado de ternura y aoranza, como si pudiramos ver una de esas fotos de familia ya gastadas: ramos domingo en la carretera, / un enjambre de primos que restaban / los kilmetros al sabor del cloro / y hundan la semana en la piscina., pero tambin de cierta amargura por el paso del tiempo y la inevitable madurez: Por eso, porque es tan difcil ver / a nuestros padres derrotados todas / las veces que creyeron ser valientes, / ver que los aos viajan en Land Rover / y se alejan de vuelta contando luces, / aviones elevndose sin prpados / y nos dejan a orillas de los lunes..

    El libro se estructura tres partes: Galera de mundo, Poemas en los huesos y Olvido. Poemas en los huesos abre un parntesis espacial y temporal en nuestra lectura, una pausa consistente en treinta poemas marcados temporalmente, desde las 18:07 que acompaan al poema I has-ta las 20:30 del ltimo de la serie y donde podemos toparnos con versos brillantes: Tir mi corazn al Moldava. / Ahora un ro me desborda el pecho.Galera de mundo y Olvido no solo dan nombre al libro, sino que recogen las huellas de la experiencia vital desde una perspectiva lcida y vibrante, hacien-do del recuerdo materia sustancial de la poesa. En estos poemas se repiten los espejos, las luces, la naturaleza y el cuer-po humano en un baile esttico muy su-gestivo.Las ilustraciones de lvaro Escriche enfa-tizan el carcter sutil y punzante que ca-racteriza la lrica de Ivn Onia. Land Rover. Ilustracin de lvaro Escri-

    che.Galera de Mundo y Olvido.Pgina 55

    http://hemicranea.wordpress.com/

  • American Taste

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    Uno de estos das. Jos Iglesias Blandn. Mezenas Grupo Editorial, 2013 para la edicin en papel. Palimpsesto 2.0, 2014 para la edicin digital.

    Juguemos a las adivinanzas. Leamos:

    Deja de mirarme as. Troy Patterson me ha dicho que el estadio se llenar con ojeado-res de la Liga Atlntica. Agarra el bate ms arriba, tal y como te ense, de acuerdo, Phil?, o Con diez aos, en uno de aquellos viajes relmpago a Nueva York para visitar al abuelo Gilbert, tu hermana Pam y t su-plicasteis a vuestros padres que os llevaran a ver los pinginos, o Sola frecuentar junto a Josh el Hartford Funny Bone, un club-res-taurante de monlogos y bebidas especia-les con nombres especiales como Pollo de goma, Corbata floja, Mono chiflado y, su favorita, Ron Perlman.

    A qu clase de literatura suena esto? Qu origen geogrfico y qu edad podramos atri-buirle al autor? Si no hubierais podido leer su nombre ms arriba, qu habrais pensado?

    Uno de estos das es todo un homenaje a la literatura norteamericana contempornea. Bas-ta con leer las citas seleccionadas por el joven escritor Jos Iglesias para introducir las siete historias que componen el libro: Philip Roth, Raymond Carver y Lorrie Moore. Podemos encontrar guios variados a estos autores, entre otros, en cada uno de estos relatos. Uno de ellos, narrado en la poco usual segunda persona, nos recuerda a Moore; en otro, el protago-nista lee Si me necesitas, llmame escrito junto a un nmero de telfono en una columna. Llama la atencin la precisin en nombres propios, topnimos y marcas varias estadouni-denses.La narrativa de Jos Iglesias es fluida, revela un buen dominio de las estructuras y en ella abunda la elocuencia en los gestos de los personajes, en su ropa, en sus hbitos y sus objetos, hacindonos partcipes de sus secretos, de lo que quieren ocultar al mundo, de lo que no se dice. Uno de estos das nos sumerge en la suciedad, la oscuridad y los trapos sucios de estos personajes bukowskianos y rothianos, pero tambin en su compasin, en su cario y en su afn de supervivencia. Es destacable la poderosa presencia de la msica, que aparece de diversas maneras pero siempre de manera conveniente y que, adems, podremos disfrutar adquiriendo la edicin digital del libro.

  • Pgina 57

  • +CINEPor Ivn Rmar

    + SERIESJugando a ser dios

    Cuntas veces nos ha consumido la rabia y el odio? Las afren-tas son dolorosas y la venganza, aunque servida en fro, es una delicatesen difcil de evitar. Es apetitosa y parece calmar nuestro dolor. Y qu decir del mal, esa maldad que presenciamos cada da a travs de los medios; tenemos que aguantar cmo millares de inocentes mueren da tras da sin poder hacer nada. Y los conflictos del da a da? Ese compaero de trabajo que te hace la pueta, esa chica o ese chico que pasa de ti o esos vecinos incapaces de bajar el volumen de la msica. Para algunos eso es insoportable. Es impotencia. Pero... qu haras si hubiera alguna forma de intervenir en todo ello? Qu haras si pudieras eliminar a quien quisieras sin apenas despeinarte? Qu haras si pudieras repartir justicia? Podras llamarlo as o, por el con-trario, estaramos hablando de asesinato puro y duro?Esa es la tesitura en la que Light Yagami se encuentra despus de encontrar el cuaderno de muerte, un objeto que pertenece a los shinigami, una especie de dioses muy aburridos que se dedi-can a controlar la demografa del planeta escribiendo el nombre de humanos en sus cuadernos. Cuando tu nombre es escrito en una de esas libretas, ya no hay nada que hacer. Solo te quedan cuarenta minutos antes de morir de un ataque al corazn. Ryuk es uno de esos shinigami y est muy aburrido, por lo que deja caer un cuaderno a la Tierra para ver qu ocurre. Y este cae en manos de Light Yagami, un brillante estudiante japons. Light est hastiado. Le repugna la sociedad en la que vive, pro-fundamente discriminatoria y cruel. Est aburrido y le gustara erradicar el crimen y el mal de la faz de la Tierra. Y ahora, con la libreta, solo necesita un nombre y un rostro para poner fin a todo eso. Escribe un nombre, el de un delincuente al azar que acaba de secuestrar una escuela. Cuarenta segundos despus, com-prueba que el delincuente ha muerto. De un ataque al corazn.Es a partir de ah cuando se entrega a un frenes asesino en pos de su ideal de justicia, pero dnde est la lnea divisoria que separa a un malvado de un inocente? Cul es el meridiano que separa el mal del bien? Pero, es lcito segar la vida de alguien por muy malvado que haya sido? El debate es sencillo, sobre todo de cara a la comunidad, por eso de las miradas de descon-fianza de los dems y sus juicios, pero dentro de nuestros cora-zonesla cosa no es tan sencilla.

    http://www.elblogdeivanrumar.com/http://www.deviantart.com/art/DEATH-NOTE-Light-and-Ryuuk-184305578

  • Jugando a ser dios

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    Cuntas veces nos ha consumido la rabia y el odio? Las afren-tas son dolorosas y la venganza, aunque servida en fro, es una delicatesen difcil de evitar. Es apetitosa y parece calmar nuestro dolor. Y qu decir del mal, esa maldad que presenciamos cada da a travs de los medios; tenemos que aguantar cmo millares de inocentes mueren da tras da sin poder hacer nada. Y los conflictos del da a da? Ese compaero de trabajo que te hace la pueta, esa chica o ese chico que pasa de ti o esos vecinos incapaces de bajar el volumen de la msica. Para algunos eso es insoportable. Es impotencia. Pero... qu haras si hubiera alguna forma de intervenir en todo ello? Qu haras si pudieras eliminar a quien quisieras sin apenas despeinarte? Qu haras si pudieras repartir justicia? Podras llamarlo as o, por el con-trario, estaramos hablando de asesinato puro y duro?Esa es la tesitura en la que Light Yagami se encuentra despus de encontrar el cuaderno de muerte, un objeto que pertenece a los shinigami, una especie de dioses muy aburridos que se dedi-can a controlar la demografa del planeta escribiendo el nombre de humanos en sus cuadernos. Cuando tu nombre es escrito en una de esas libretas, ya no hay nada que hacer. Solo te quedan cuarenta minutos antes de morir de un ataque al corazn. Ryuk es uno de esos shinigami y est muy aburrido, por lo que deja caer un cuaderno a la Tierra para ver qu ocurre. Y este cae en manos de Light Yagami, un brillante estudiante japons. Light est hastiado. Le repugna la sociedad en la que vive, pro-fundamente discriminatoria y cruel. Est aburrido y le gustara erradicar el crimen y el mal de la faz de la Tierra. Y ahora, con la libreta, solo necesita un nombre y un rostro para poner fin a todo eso. Escribe un nombre, el de un delincuente al azar que acaba de secuestrar una escuela. Cuarenta segundos despus, com-prueba que el delincuente ha muerto. De un ataque al corazn.Es a partir de ah cuando se entrega a un frenes asesino en pos de su ideal de justicia, pero dnde est la lnea divisoria que separa a un malvado de un inocente? Cul es el meridiano que separa el mal del bien? Pero, es lcito segar la vida de alguien por muy malvado que haya sido? El debate es sencillo, sobre todo de cara a la comunidad, por eso de las miradas de descon-fianza de los dems y sus juicios, pero dentro de nuestros cora-zonesla cosa no es tan sencilla.

    Pongamos un par de ejemplos.Imagina que un asesino est matando de forma indiscriminada a la gente de tu barrio. Un buen da, entra en tu casa y amenaza con matar a tu familia. Tienes la libreta a mano y, casualidades de la vida, sabes cul es su nombre y has visto su rostro en otra parte. Qu haras? Otro, otro. Estn violando a una chica en un callejn. T puedes poner fin a eso, qu haras? La tica y la moral son muy claras en segn qu situaciones, pero a veces es algo mucho ms complejo que yo no matara nunca a nadie porque est mal. Sin embargo, el camino que emprende Light es un camino que solo conduce a un fin, dnde las situaciones no parecen estar tan claras ni ser moralmente dudosas. Cul es ese camino? Eso es cuestin de cada uno, pero creo est claro.Solo por estas reflexiones, Death Note merece ser considerada como la gran obra de la animacin japonesa que es. Pero, a par-te del tema ampliamente desarrollado en los prrafos anteriores, Death Note es mucho ms. Es personajes absorbentes, thriller puro y duro, giros de guion impresionantes, animacin bien puli-da. Dilogos bien elaborados. Adiccin de la ms alta calidad.Sin embargo, despus de cierto punto de inflexin, transcurrida ya la mitad de la serie, la idea va perdiendo fuelle y los sntomas de desgaste se hacen notar. Hay situaciones cogidas por los pelos, la frescura de antes queda algo diluida y los personajes dejan algo de su carisma aparcado, pero sigue siendo un entre-tenimiento notable. Sorprende ver lo fiel que es la versin animada respecto la ver-sin en papel en la que est basado, creada por Tsugumi Ohba e ilustrada por Takeshi Obata, en tanto que la esencia y la ma-yora de los detalles se encuentran representados en ella. Sin embargo, el manga contina siendo mejor, como en la mayora de ocasiones, con unas tramas mejor desarrolladas y un dibujo realmente impresionante. Death Note es una obra muy potente que desarrolla temas de gran inters y que sita al lector en el dilema moral de si hara lo mismo que Light o no, y de valorar las consecuencias de tomar-te la justicia por tu propia mano. T qu haras? Te dejaras llevar por tus impulsos ms oscuros o destruiras la libreta?

  • 5 Pelculas sobrevaloradas por los usuarios de1. Venganza de Pierre MorelQue s, que Liam Neeson es siempre un actor solvente. Que es muy divertido ver-le repartiendo estopa a diestro y siniestro, que a todos nos gustara tomarnos la justicia como hace l y que aunque yo tengo hijos estoy seguro de que hara lo mismo por los mos. Pero por mucho que eso sea algo positivo, no deja de ser una produccin del montn. Escenas de accin difciles de creer, un argumento poco verosmil y ese tufillo a serie B europea que se respira todo el rato me transportan a la sobremesa de antena 3 de un domingo por la tarde. Eh, aficionado al gnero, guarda tus garras y contstame una pregunta; en qu se diferencia, por ejemplo, de Indomable (2011)? Pues, en mi opinin, en nada. Bueno, s. Que esa tiene un 4,8 y Venganza (2008) un 7,0. Y la de Soderbergh es mucho mejor, que conste.

    2. Resident Evil 2: Apocalipsis de Alexander WittMira que son malas las entregas que dirige Paul W.S. Anderson, pero nada como la segunda para ver que existen peores manos para rodar algo que las del vergon-zoso director de perlas como la versin bastarda de Los tres mosqueteros. Pero hablemos de R.E.2. Un guion estpido, personajes que ya no pueden estar ms estereotipados, piruetas inverosmiles, vestuario sacado de un videojuego. Es de 2004? No me lo creo. Esos efectos especiales sangrantes ya se vean viendo en la serie B ms rancia de los aos noventa. Alguien ha visto los mismos monstruos de goma y retocados por ordenador que yo? O los zombis ms humanos que se hayan podido ver nunca? Es sorprendente, pues, que semejante esperpento tenga un 5,2 y otras pelculas, que sin llegar a ser una genialidad, pero que s son me-jores, como Vanishing on 7th Street (2010) o Alien3 (1992), tengan un 4,3 y un 5,9 respectivamente. Para flipadas zombificadas, me quedo con Amanecer de los muertos (2004), que es mucho mejor.

    3. El efecto mariposa de Eric Bress y J. Mackye GrubeVaya, buscando la polmica fcil, como de costumbre. Ya tuve suficiente en el Pgina 60

  • Pelculas sobrevaloradas por los usuarios de FILMAFFINITTY

    ltimo nmero viendo como cascabas a Carpenter y su Estn vivos (1988) e in-cluas La ltima noche (2002) en semejante top five. Pues no. Es indudable que El efecto mariposa (2004) es una pelcula aprobable; tiene una premisa original (hay alguien al que no le gusten los viajes en el tiempo?), tiene giros bastante acertados y no deja de entretener al espectador. Pero tiene tantos aciertos como fallos. Cierto regusto a pelcula para jvenes y con poca profundidad (como la par-te que transcurre en la universidad), repetitiva con tanta ida y venida y un reparto algo limitado. Para nada merecedora de un 7,4. Es, acaso, comparable a El sex-to sentido o Donnie Darko, que poseen la misma nota o similar?

    4. Equilibrium de Kurt WimmerSupuesta pelcula de culto all dnde va. +1. No la estrenaron en Espaa. +5. Os-tras, pero si tiene a Christian Bale y a Eddard Stark entre sus filas! +10. Ya veo el discurso: es que las distribuidoras no dan una a derechas, siempre privndonos de las joyas, siempre con sus malditos blockbusters. Pues s a lo segundo, pero no en el caso de Equilibrium (2002). Hicieron bien de no traerla. No es nefasta, ni mucho menos, pero no merece un segundo visionado y, si me tiris de la lengua, ni siquiera un primero. Por ser una copia barata de 1984 de George Orwell. Por destruir una primera parte interesante y sucumbir a la accin desenfrenada e injus-tificada en la segunda.

    5. Shooter: El tirador de Antoine FuquaShooter: El tirador (2007) es patriotismo intravenosa, frases hechas muy a la americana y to con muchos recursos al que no deberan haber tocado un pelo. Malos que subestiman a protagonistas que se las saben todas, y estos se cobran la venganza a base de bien. Ya hemos hablado antes de lo que nos gusta tomar-nos la justicia por nuestra cuenta. Pero no hay quien pueda obviar las dosis de irrealidad propias de una pelcula de Steven Seagal, Jean-Claude Van Damme y compaa. Exactamente lo mismo, solo que con una valoracin de 6,5, en lugar de suspensos como la copa de un pino.

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    Captulo 1Los viejos lienzos de Eva

    a noche era fra como no lo haba sido nunca, y sin embargo, el cielo se mostraba sereno, delicado. Pens de repente en la cantidad de cosas que nunca haba observado minuciosamente, movido por la prisa de una ciudad a cmara rpida. Eva pareci advertirlo, y dej de ca-minar, apoyndose en la barandilla de hierro que nos salvaba de un abismo ms que probable. De una cada que tarde o temprano ocurrira, real o meta-fricamente.Esta podra ser tu ltima noche, Ladrn. Y no te veo en exceso preocupa-do. Dijo ella, sabiendo, quiz hace demasiado tiempo, que no todas las pre-guntas tienen respuesta.Yo me encog de hombros y mir la vista que se derramaba a nuestros pies. Edificios bajos y altos con luces encendidas. Familias o parejas que a esas ho-ras compartiran las preocupaciones del da y se daran, silenciosas, el ltimo abrazo de la noche.Supongo respond en un susurro, que estos ltimos das contigo me han hecho ver que, al final, hubiese perdido de todas formas.Ella desvi la mirada hacia otro lugar y otros tiempo, desentendindose de mis palabras y sus consecuencias. Siempre fue tu eleccin, cre escuchar en un susurro, o quiz lo adivin en sus ojos grises. Luego se alej del mirador y continu andando calle abajo, con los pasos de quien hace mucho que no es-pera nada. Yo caminaba a su lado en silencio, calculando las palabras que no haba pronunciado. Porque si por algo se caracterizaban las conversaciones con Eva era precisamente por eso, por las palabras que se podran decir, pero

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    Una historia de Luis Cano

    Captulo 1

    que siempre quedaban olvidadas. Se detuvo frente a un rbol antes de mirar-me. Su cara haba adquirido una expresin nueva para m, como si de pronto ella hubiese comprendido algo que durante mucho tiempo se le haba esca-pado, y ahora, en aquella calle de luz macilenta y ambiente desolado, pareca tan real como sus botas o mi sombrero, o como los mil fantasmas que todas las noches la visitaban.Una vez. Me dijo mirndome despacio, calculando cada una de sus pala-bras- intent pelear con dios.Y que pas? Ella lade la cabeza y sonri a medias. Era la mujer ms guapa que haba visto nunca, pero no saba sonrer.Bueno, nunca fue una lucha demasiado igualada. Adems, el parta con la ventaja de saber coser las heridas para que no duelan. An as, aprend un par de trucos....Yo la mir esperando que continuase, pero haba vuelto a su andar resuelto y pausado, como si aquella noche no existiese ni el fro ni el futuro. Entra-mos en el hostal y subimos las escaleras en silencio, detenindonos frente a la puerta de su habitacin.Puede que maana te arrepientas de haberme conocido, Ladrn.Puede. Le repliqu caminando hacia el final del pasillo. Puede que ma-ana te alegres de que no lo haga.

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  • Conociendo a:

    Se me puede ver en: Mi blog, Facebook, Twitter y YoutubeSoy un apasionado de: La perfeccin de la naturaleza y el arte en todas sus facetas.Para relajarme suelo: Pintar escuchando buena msica hasta que todo lo dems desaparece.

    Mi primer dibujo: Soy tan despistado que no recuerdo lo que hice la semana pasada, de verdad Lo mo es un caso cl-nico de despiste; as que, como comprenderis, no recuerdo mi primer dibujo. Lo que s recuerdo es que mi profesora en el colegio me rea mucho porque me sala de las lneas cuando pintaba, un da me dijo que yo no vala para esto del arteMi ltimo dibujo: Estoy pintando una serie de cuadros so-bre animales en peligro de extincin. En ellos los animales se

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    Nombre: Jaime SanjuanEdad: 33Origen: ZaragozaVivo: Zar