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Nueva Época No.14 Julio – Septiembre 2017 ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL PUEBLA EPISCOPAL

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Nueva Época No.14 Julio – Septiembre 2017

ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL

PUEBLA EPISCOPAL

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PresentaciónPuebla fue la segunda ciudad en importancia del virreinato de la Nueva España y del México independiente, lugar ganado a pulso no sólo por la importancia económica y política que tuvo para la corona española y por la defensa que hizo de la soberanía nacional al mediar el siglo XIX. Ciudad episcopal, sede de la diócesis más rica de la Nueva España y centro espiritual de un extenso territorio jurisdiccional, los recursos económicos de sus principales institucio-nes eclesiásticas que atrajeron el interés de la corona española en momentos graves de subsistencia, como ocurrió durante las guerras que enfrentaron a España con Francia e Inglaterra al finalizar el siglo XVIII y despuntar el XIX, el cual consta en la Serie documental Junta Subalterna de Consolidación, que el Archivo General Municipal conserva y que por su valor histórico ha sido recono-cida por la UNESCO como parte de la Memoria de América Latina y el Caribe.

La importancia de la documentación para la historia de Puebla y su obispado es tal, que ha sido motivo de estudio por parte de los historiadores del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), encabezado por el doctor Francis-co Cervantes Bello, siendo la presente edición del Pregonero de la Ciudad el medio a través del cuál se dan a conocer los datos inéditos y análisis novedo-sos que sobre el obispado de Puebla y las ciudades de Izúcar de Matamoros, Córdoba y Jalapa, por el doctor Cervantes Bello y los acuciosos investigadores Gabriela Huerta Martínez, Ángela Estrada Bermúdez y Roberto Gómez Solana.

Las secciones complementarias del Pregonero son en torno al mismo tema: Breves de Archivística analiza la serie documental Junta Subalterna de Consoli-dación, Disfrute Visual seleccionó imágenes que muestran la belleza arquitec-tónica de algunas iglesias de la ciudad de Puebla; Tiempo de Libros hace lo propio en cuanto al acervo bibliográfico de la biblioteca del Archivo General Municipal, y Galería de Personajes Históricos preparó pequeñas semblanzas de los obispos más destacados de la diócesis poblana. En Noticias se nos invita a conocer la importante exposición que sobre Hugo Leicht y su obra Las Calles de Puebla se exhibe en el Pasaje del Ayuntamiento en conmemoración del natalicio y muerte de tan célebre personaje, alemán de nacimiento y poblano por elección.

Lic. Lucero Eugenia Álvarez Castro

Archivo General Municipal de Puebla

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Imagen en Portada

Departamento de ImagenDiseño EditorialAlfredo Ríos Gómez

Departamento de ImagenJuan Carlos Figueroa Cortéz

PresentaciónLic. Lucero Eugenia Álvarez Castro

Érase una vezPlanteamientos sobre la importancia de Puebla como capital episcopal (siglos XVI-XIX) Francisco Javier Cervantes Bello

Córdoba, una próspera parroquia de flujos controlados desde la ciudad episcopal. Siglo XVIIIÁngeles Estrada Bermúdez

Los intereses de la Corona y la legión del Obispo: la secularización de la parroquia de Izúcar en el siglo XVIIIGabriela Huerta Martínez

La villa de Jalapa (S.XVIII) en el marco del Obispado de Puebla: una aproximación.Roberto Gómez Solana

Disfrute VisualRocío del Carmen Gómez HernándezCarlos Cruz Estrada

Breves de Archivística Breve historia de la Junta Subalterna de Consolidación

Ma. Aurelia Hernández Yahuitl

Tiempo de librosSilva Meza León

Galería de personajesArturo Córdova Durana

Noticias

Panorama de la Plaza de la Constitución (zócalo) de la Ciudad de Puebla. Al fondo, la majestuosa Catedral.Reproducción de la imagen publicada en la revista Vistas Mexicanas, núm. 75. C. Pellandini, editor, 1882. AGMP, Fotografías antiguas, núm. 8.

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4El pregonero

Érase una vez

Planteamientos sobre la importancia de Puebla como capital episcopal

(siglos XVI-XIX) Francisco Javier Cervantes Bello1

Si observamos la ciudad de Puebla como Patri-monio Cultural de la Humanidad, veremos que gran parte de ello se debió a un legado forjado

en la larga duración, desde la era colonial y que logró consolidarse gracias a la conservación de bienes con valor cultural y a sus expresiones y actividades actua-les, usualmente bajo la llamada “cultura inmaterial o intangible”, como fiestas, conmemoraciones rituales, producción intelectual, etcétera. Gran parte de este valor se derivó de la preeminencia que tuvo la ciudad de Puebla sobre las poblaciones en el territorio que abarcaba gran parte del camino del principal puerto (Veracruz) a la capital virreinal, la ciudad de México.

Desde su fundación, una gran cantidad de flujos económicos, de materiales y migración fue atraída a la capital de Puebla, instaurándose como un modelo de ciudad hispana. Esto se debió de que además de ser un punto de mercado importante, de ser una ca-pital de gobierno administrativa de primer orden (la segunda ciudad en importancia de la Nueva España) era un centro religioso: la capital de una diócesis. El papel rector que tuvo entre las numerosas pobla-ciones indígenas (entre las que destaca Tlaxcala) y sobre otras poblaciones (como Izúcar, Jalapa, Oriza-ba, Córdoba entre otras) se debió a la concentración de funciones económicas, de gobierno y eclesiástica que concurrieron en ella. En parte esto se debió la

migración de familias de origen hispano y sus rentas, negocios y cultura, que buscaron a través del tiem-po que una de sus ramas radicara en Puebla. Pero lo que principalmente construyó esta ciudad fueron los flujos de trabajo y nuevos elementos culturales de los pueblos de indios que aportaron. En otras palabras no se puede explicar la riqueza material y cultural concentrada en la ciudad de Puebla sino es como crisol del un extenso obispado.

Las diócesis fueron grandes extensiones terri-toriales, principalmente a partir de las cuales la Iglesia implantó su gobierno y legitimó la domi-nación española. En su capital episcopal residía el obispo, con su cabildo o consejo, y sus funcio-narios. También concentró un número importan-te de instituciones clericales que buscaron estar emplazadas en la sede diocesana. Sea porque sus fundadores residían ahí; porque buscaron una cercanía con la jerarquía eclesiástica o porque era importante tener un carácter urbano.

En comparación con los españoles, los obispados en las Indias fueron amplios espacios heterogéneos que comprendieron varias regiones y su función fue buscar imponer los mismos criterios en la ad-ministración sacramental bajo su jurisdicción. Para ello estaba previsto en su organización territorial su división en parroquias o curatos.

1Doctor en Historia e investigador del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP).

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5 Érase una vez

Obispado de Puebla. Fuente: Medina Rubio Arístides, La iglesia y la producción agrícola en Puebla 1540 1795; México, El Colegio de México, 1982, p. 37.

En un principio las de mayor población indíge-na estuvieron a cargo de los frailes mendicantes (franciscanos, agustinos y dominicos) y se solían llamar doctrinas por su afán evangelizador. Los obispos trataron siem-pre de mantener un con-trol sobre las parroquias y doctrinas llegando in-cluso a implementar po-líticas de cambio de su gobierno a favor del cle-ro diocesano (proceso llamado “secularización de las parroquias”). En general las parroquias se mantuvieron—aun-que con algunas dispu-tas territoriales—desde su fundación hasta las primeras décadas del siglo XIX.

La problemática socio-espacial que re-presentaron en la do-minación hispana fue muy importante, sin embargo han existido pocas investigaciones que aborden el papel de la Iglesia en la con-formación territorial de la Nueva España y su in-

rroquias, entrecruzándose con las órdenes religiosas y otros tribunales.

Particularmente dedicamos unas líneas a la importancia de Puebla como capital diocesana y a la vez presentamos la compleja relación entre los espacios parroquiales y la sede donde descansa su catedral. En este sentido, trabajos como el de Córdoba, Jalapa o Izúcar, nos muestran la dinámica del territorio diocesano.21

2Estos pequeños trabajos son resúmenes que forman parte de un trabajo más amplio que hemos emprendido sobre la territorialización del obispado de Puebla que dirijo y que tiene su origen en el proyecto sobre Misas perpetuas financiado por Conacyt al cual

fluencia en el posterior nacimiento de la república. El gobierno español, buscaba tanto implantar una dominación como lograr su aceptación. Y lo logró a través de un control territorial por medio de insti-tuciones en diferentes ámbitos. Los más destacados entre ellos fue la potestad real y la eclesiástica traba-jando para una misma finalidad.Aunque operaron a diferentes escalas y jerarquías se caracterizaron por buscar un sentido de identidad y pertenencia. Para el caso que presentamos, que es el eclesiástico, este era un objetivo claro desde el obispado hasta las pa-

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6El pregonero

La jurisdicción episcopal no sólo se impuso por autoridad, sino que también contó con una aceptación, una subjetivación como espacio producido en las parroquias. Es lo que denominamos un proceso de territorialización que implicó un reconocimiento social e individual de las relaciones sociales y la producción de un espacio. Multiplicidades regionales o locales que contenía identidades y emociones pero a las que la autoridad diocesana les propició una base de cohesión social. Existió sin duda un juego entre las formas jurisdiccionales objetivas de dominación y las subjetividades de la territorialización, ambas presentes en una variedad de escalas: desde la casa, la calle, el barrio, la parroquia, la ciudad y el paisaje natural o urbano, hasta la aceptación de un monarca al otro lado del mar, de divinidades o de una nación.

El aporte de la organización eclesiástica a la dominación territorial en la era colonial podemos resumirla en dos aspectos: uno la definición de un territorio parroquial, elemento esencial de control poblacional y de gobierno, el otro la articulación constante y adecuación a los cambios del mundo hispánico por medio de la autoridad diocesana. Cada parroquia o doctrina fue un pequeño centro de flujos controlados, pero éstos fueron cada vez más integrados a una autoridad episcopal ligada directamente a la política imperial en virtud no sólo del real patronato, sino de las funciones que tenía el rey como católico monarca en la mundo español. Esto no implicaba que los curatos fueran simples cajas de resonancia de las noticias y deseos imperiales. Muy por el contrario fueron centros generadores de particular riqueza, como lo muestran Córdoba y Jalapa, o generadores de una cultura religiosa generada por años de experiencia de conocimiento en la administración de las parroquias, como es el caso de Izúcar.

Los mecanismos del control de la ciudad episcopal sobre su territorio se pueden ver entre otras cosas por: la provisión de beneficios parroquiales, que dependía del diocesano; el derecho del obispo a realizar visitas a las parroquias y hospitales de su jurisdicción; el proveer nomas generales de gobierno para las parroquias y el dictar disposiciones a través

agradezco su apoyo. En este caso su propósito es mostrar que la ciudad de Puebla y su centro histórico sólo se pueden explicar como capital de un gran obispado.

de las “cartas cordillera” instrucciones diocesanas dirigidas a las curias; la definición de Vicarías foráneas que fueron una jerarquización en la transmisión de la información y disposiciones dictadas por el obispo; el sometimiento a una jurisdicción eclesiástica de todo ese territorio a los juzgados eclesiásticos, el del Provisorato y el Juzgado de Capellanías, Testamentarías y Obras pías. Además de esto hubo un hecho fundamental: el asentamiento de las principales instituciones religiosas y de gobierno eclesiástico en la capital episcopal. En vista de esta gran importancia hemos decidido emprender un proyecto sobre diversos aspectos que expliquen las formas de esta territorialización del obispado y el papel crucial de su capital episcopal.

Además—y de forma independiente—se ha creado un Seminario de Historia de la Iglesia, cuyo objetivo es proporcionar una historia social, de las instituciones eclesiásticas y su cultura, buscando enfoques que sean tanto sólidos como innovadores en este terreno de la historia en el que se ha tendido tanto hacia la apología. De esta manera se han presentado en diversas publicaciones del Seminario interinstitucional de Historia de la Iglesia, llevado a cabo entre el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM y el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” de la BUAP.2

Para abordar el estudio de la Iglesia hay gran una variedad de fuentes, entre las que destacan los archivos eclesiásticos (del arquidiócesis, del cabildo eclesiástico, del Archivo General de Indias etcétera, pero también de ámbitos locales pero muy valiosos como el de las parroquias, cofradías). Sin embargo, también hay una fuente en la que hemos investigado y recolectado una gran parte de su información: el archivo que registra las adjudicaciones forzosas que la Corona hizo sobre los bienes eclesiásticos en 1805-1809, a través de la llamada Ley de Consolidación de vales y cuyo fondo principal se encuentra en el Archivo Histórico Municipal de Puebla. Diversas investigaciones coordinadas bajo esta conceptualización territorial se han ya realizado y el resultado de su ensamblaje está por ser presentado.

2 Un resumen de sus principales publicaciones digitales puede consultarse en http://www.historicas.unam.mx/investigacion/seminarios/s_higlesia.html , consultado el13 de septiembre de 2017.

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7 Érase una vez

Córdoba, una próspera parroquia de flujos

controlados desde la ciudad episcopal

Siglo XVIII

Ángeles Estrada Bermúdez 1

La villa de Córdoba desde su fundación quedó bajo la jurisdicción del obispado de Puebla. La villa rápidamente logró consolidarse y secon-virtió en la sede parroquial, que hasta antes de 1617 le pertenecía a San Antonio Huatusco.2 La organización de la jurisdicción eclesiástica de Córdoba para el siglo XVIII ya tenía cuatro cu-ratos importantes que se encargaron de cuidar el orden y de hacer las visitas e informes que se mandaban al obispado poblano. Estos cuatro curatos eran la villa de Córdoba, que tenía por ti-tular la iglesia de la Concepción, Coscomatepec, Ixhuatlán y el curato de Huatusco.3

Estos curatosfueron asentamientos que poco a poco impusieron una forma de vida sobre las localidades, puesto que, constituían la cabeza de un poblado que determinaba las dinámicas sociales. Por ejemplo, las funciones del párroco como guía y pastor que marcaban el compor-tamiento de la población. Por otro lado, eran “centros de flujos controladoscada vez más inte-grados a su sede episcopal ligada directamente a la política imperial y a las instancias diocesanas (cámara de gobierno, tribunales eclesiásticos, secretaría) que ejercían diferentes mecanismos de control”.4

1 Maestra en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México, donde actual-mente cursa los estudios de doctorado. 2 Gerhard, Peter, Geografía Histórica de la Nueva España 1519-1821, México, Universi-dad Nacional Autónoma de México, 2000, p. 86.3 Alcalá y Mendiola, Miguel de, Descripción en bosquejo de la Imperial Cesárea muy no-ble y muy leal ciudad de Puebla de los Ángeles, Edición Ramón Sánchez Flores, Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 1997, p. 188.4 Cervantes Bello, Francisco, “La iglesia en la conformación del territorio”, en Francisco Cervantes Bello y otros, Puebla: Territorio y globalización, Puebla, Benemérita Universi-dad Autónoma de Puebla, 2009, p. 23.

PARROQUIA DE LA PURÍSIMA CONCEPCIÓN DE LA VILLA DE CÓRDOBA

SIGLO XVIII

FUENTE: Rodríguez Valero, Joseph Antonio, Cartilla histórica y sagrada de la villa de Córdoba y gobierno de su Santa Iglesia parroquial, introd. De Leonardo Pasquel, México, editorial Citlaltépetl, 1964

Parroquia de La Purísima Concepción de la Villa de Córdoba Siglo XVIII. FUENTE: Rodríguez Valero, Joseph Antonio, Cartilla histórica y sagrada de la villa de Córdoba y gobierno de su Santa Iglesia parroquial, introd. De Leonardo Pasquel, México, editorial Citlaltépetl, 1964

Ángeles Estrada Bermúdez1

Con respecto a la parroquia principal de la villa de Córdoba, se sabe que la primera iglesia de la Purísima Concepción se hizo en 1621, mis-ma que duró once años en funcionamiento. La construcción de la segunda iglesia se consumó en 1660 y se derribó cuarenta años después. La tercera iglesia, que es la misma que se conserva hasta nuestros días, se inició bajo el impulso del párroco don Juan Ortega en el año de 1678,pero fue hasta 1725 cuando se dio por terminada la obra central.

Otra institución de índole eclesiásticas que complementó el escenario religioso y social de la villa de Córdoba fue el convento de San Antonio de Padua, de la observancia de San Francisco, fundado en 1686. También estaba

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8El pregonero

el convento-hospital de San Roque fundado en 1730, atendido por religiosos de la orden de San Hipólito5. Además de estos tres centros religio-sos, debemos tomar en cuenta que Córdoba por ser una villa dedicada a la agricultura, la mayor parte de la población se concentraba en las haciendas, lugares que además de contar con construcciones económicas, incluían también construcciones sociales, como las capillas y sus ornamentos.

La agricultura en Córdoba se remonta al siglo XVII, cuando Don Juan García Valero fundó la hacienda de Nuestra Señora de Guadalupe e introdujo el cultivo de la caña de azúcar. Cór-doba fue muy importante pues en ella se esta-blecieron trapiches, ingenios y plantaciones que se fueron consolidando y para el siglo XVIII se transformaron en grandes haciendas dedicadas a la explotación de la caña de azúcar.

A la par del desarrollo y consolidación de las haciendas azucareras, comenzaron a proliferar los ranchos tabaqueros en tierras de propios. Desde el siglo XVII el Ayuntamiento de la villa de Córdoba impulsó este cultivo al dar tierras en arrendamiento, con la prohibición de sembrar caña. Céspedes del Castillo menciona que para los años de 1746-1748 Córdoba constituía junto con Orizaba un núcleo de producción tabacalera significativo previo al Estanco de Tabaco, el con-teo por ambas regiones sumaba el total de cua-trocientas mil plantas, mismas que se distribuían en sus jurisdicciones correspondientes y en otras zonas colindantes6.

El establecimiento del Estanco del Tabaco en 1765 trajo consigo importantes transformaciones en la región. Para comenzar, Córdoba fue elegida como zona autorizada de cultivo, al igual que Ori-zaba y más tarde Huatusco y Zongolica, lo que pro-vocó un aumento mucho mayor en la intensidad y en el espacio del cultivo. Por ejemplo, para 1788 las cantidades de la siembra entre Córdoba y Orizaba ascendían a cuarenta y cuatro millones de matas.7 Por tanto, en Córdoba durante la segunda mitad del

5 Naveda Chávez-Hita, Adriana, “La villa de Córdoba a fines de la colonia”, en Sotavento. Revista de Historia Sociedad y Cultura, Universidad de Xalapa, Instituto de Investigacio-nes Histórico-sociales, Xalapa, Veracruz, n.3, invierno de 1997-1998, p. 16. 6 Céspedes del Castillo, Guillermo, El tabaco en Nueva España, discurso, Real Academia de la Historia, Madrid, 1992, p. 50.7 Suárez Argüello, Clara Elena, Camino real y carrera larga: la arriería en la Nueva España durante el siglo XVIII, México, CIESAS, 1996, p. 424.

siglo XVIII el azúcar y el tabaco fueron los dos culti-vos más importantes de la región. Como resultado, los españoles que se establecieron en ella formaron oligarquías de comerciantes y hacendados cuyas metas e intereses guardaron gran afinidad con la oligarquía porteña, con México y Puebla.8

Este sistema hacendario que caracterizó a Córdoba definió en gran medida el esquema de asentamiento y vivienda disperso en las unidades productivas y poco centralizado en la propia villa.Propietarios, mayordomos, capataces, curas y escla-vos vivían en los ingenios de azúcar, aunque proba-blemente también tenían casa en la traza urbana, pues muchos de ellos –principalmente hacenda-dos- pertenecían al cabildo o bien tenían familiares en dicha villa. Aun así, la mayoría del tiempo los hacendados preferían habitar en sus ingenios para poder administrarlos y evitar la fatiga diaria del des-plazamiento. En el área rural se desarrolló parte de la vida política, religiosa y social.

Dicho esquema de asentamiento explica el ca-rente desarrollo urbano9 y falta de servicios en Cór-doba que tanto describen los viajeros y cronistas, sobre todo si se compara con su vecina Orizaba, fun-dada un siglo antes10. El hecho de que la villa de Cór-doba no quedara establecida desde su fundación en una zona con fuerte concentración demográfica de comunidades de indios, también explica la falta de mano de obra y por ende la ausencia de las grandes construcciones que para el XVII ya definían a otras ciudades colindantes como Puebla. Por otro lado, un factor que puede explicarnos por qué la riqueza y el desarrollo agrícola de Córdoba no se materializó en un mayor desarrollo, es el cuantioso monto con que Córdoba cooperaba a las instituciones religio-sas. Solamente derivado del tabaco, la villa propor-cionó un diezmo a la catedral de Puebla de 205 000 pesos en el último quinquenio del siglo XVIII11.

Además de los flujos decimales, es posible evi-denciar que otros capitales importantes provenien-

8 Blázquez Domínguez, Carmen, Breve historia de Veracruz, México, El Colegio de Mé-xico/ FCE, 2000, p. 69. 9 El único plano de la villa de Córdoba data del siglo XVIII, donde se muestra una ru-dimentaria traza en donde se asientan tres iglesias y dos conventos y se menciona la ubicación de algunas casas de hacendados y rancheros. Naveda Chávez-Hita, Adriana, “La villa de Córdoba a fines de la colonial…op.cit., p. 15.10 Ver Humboldt, Alejandro, Ensayo Político sobre el reino de la Nueva España, México, Porrúa, 1978. / Rodríguez Valero, José Antonio, Cartilla histórica y sagrada de la villa de Córdoba y gobierno de su Santa Iglesia parroquial, introd. Leonardo Pasquel, México, editorial Citlaltépetl, 1964. 11 Naveda Chávez-Hita, Adriana, “La villa de Córdoba a fines de la colonial…op.cit., p. 22.

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9 Érase una vez

tes de las fundaciones piadosas12 iban a dar a la sede episcopal ubicada en la ciudad de Puebla. La mayoría de los feligreses cordobeses, en sus testa-mentos, destinaban dinero o renta de bienes para que con ellos se estableciera una fundación. Debido a que las haciendas eran las unidades productivas por excelencia y la base económica de Córdoba, es preciso señalar que, de las 18 haciendas azucareras existentes a mediados del siglo XVIII, catorce de ellas reconocían fuertes cantidades de dinero a favor de la catedral y de otras instituciones eclesiásticas po-blanas.13

Las haciendas con mayor número de rentas ecle-siásticas eran San José, Nuestra Señora de la Cande-laria alias “Potrero”, Nuestra Señora de Cosamaloa-pan alias “ojo de agua chico, Nuestra Señora de la Defensa, Nuestra Señora de Concepción alias “Tolu-quilla” y la hacienda de Guadalupe. La mayoría de los réditos eran a favor de los conventos poblanos. Los hacendados cordobeses reconocían cantidades importantes que iban desde los 1000 hasta los 10 000 pesos, que se hacían con la intención de otorgar la dote a una monja, que generalmente era su hija o alguna parienta. En Córdoba para 1786 había dos órdenes religiosas que era los Franciscanos Descal-zos y los Hermanos de la Caridad (Hipólitos). La villa no era un lugar donde abundara el clero regular, por ello, muchas familias de Córdoba enviaban a sus hijas a conventos cercanos. Es importante recalcar que, el monasterio más beneficiado por la sociedad cordobesa fue el de Santa Clara.Joseph Antonio Valero, Juez eclesiástico que fue de la villa, en su Cartilla Histórica de Córdoba, enumera 27 religiosas cordobesas que se hallaban en algunos conventos poblanos en el año de 1759.14

12 John Frederick Schwaller define las fundaciones piadosas en su denominación general como una amplia gama de instituciones que manejaban las corporaciones eclesiásticas y que alberga la creación de capellanías, fondos para dotes de muchachas pobres, fondos para realizar festividades religiosas e incluso fundación y mantenimiento de hospitales, colegios y monasterios, que tenían en común la dependencia de un capital invertido (dinero en efectivo o un bien raíz) que proporcionaba el ingreso necesario para llevar a cabo la voluntad del patrono o benefactor. Schwaller, John Frederick, Orígenes de la riqueza de la iglesia en México: ingresos eclesiásticos y finanzas de la iglesia 1523-1600.México, FCE, 1990, p. 267.13 A través de los informes que se mandaron a hacer con la Ley de Consolidación de Vales Reales en la Nueva España en 1805, es posible demostrar que había grandes capitales que iban a parar a la sede episcopal poblana. Hoy los informes son parte de la serie docu-mental “Junta Subalterna de Consolidación” que se localiza en el Archivo General Muni-cipal de Puebla y es la fuente sobre la cual se basa las siguientes reflexiones: “Cuaderno que comprende una noticia general de todos los censos y principales comprendidos en el Real Decreto de Consolidación de Vales Reales, sacada del archivo del oficio público y de cabildo de esta villa, con puntual arreglo a lo que ministra el protocolo y los libros de hipotecas desde el año de 1619 en que fue la fundación de la villa”, Archivo General Mu-nicipal de Puebla (AGMP), Junta Subalterna de Consolidación, vol. 16, folios 259 f-367 f.14 Rodríguez Valero, Joseph Antonio, Cartilla histórica y sagrada de la villa de Córdoba y gobierno de su Santa Iglesia parroquial, introd. De Leonardo Pasquel, México, editorial Citlaltépetl, 1964, p. 26.

La catedral poblana fue otra de las instituciones que se vio beneficiada con las numerosas fundacio-nes de los hacendados cordobeses, que dejaban a favor de los capellanes y para el culto de algún santo o para las festividades religiosas. Para ejem-plificar, en 1712, el señor José Segura a través de su testamento reconoció sobre su hacienda de hacer azúcar, nombrada Nuestra Señora de la Candelaria, 1000 pesos a favor del licenciado Almoacid, capellán de Coro de la dicha catedral.15 Otro cordobés, Lau-rencio Bartolomé, reconoció en su testamento dejar 4000 pesos para que con sus réditos se celebraran los maitines el día de la festividad de Corpus en la catedral, dicho capital lo reconoció sobre su hacien-da de azúcar nombrada San José. 16

Por otro lado, desde el siglo XVI la iglesia se con-virtió en la más destacada prestamista. El origen de la mayoría de sus fondos, eran los legados que los fieles hacían en dinero o en propiedades a favor de alguna obra piadosa que se quedaba a cargo de la institución eclesiástica de su predilección, dicha institución tenía el deber de hacer cumplir perpe-tuamente las obligaciones que el fundador había determinado. En Córdoba, los hacendados recurrie-ron en numerosas ocasiones a las arcas de la Cate-dral poblana para obtener préstamos, seguramente para invertirlo en sus haciendas, liquidar deudas o para otro tipo de gastos personales. Dichos prés-tamos también requerían la hipoteca de un bien inmueble.17 En 1756, Manuel de Rosas, vecino de Córdoba, recibió en préstamo 9000 pesos del cofre de la Catedral, pertenecientes a las fundaciones de diferentes capellanías y a la obra pía de la festividad de San Juan Bautista. Para ello, dejó en hipoteca su hacienda de hacer azúcar nombrada Nuestra Señora de Cosamaloapan, alias “ojo de agua chico”.18

A manera de conclusión, la ciudad de Puebla, como sede episcopal, durante el siglo XVIII concen-tró flujos importantes provenientes de los diezmos, de las fundaciones piadosas y de las rentas de los productores agrícolas de la villa de Córdoba. De las

15 AGMP, vol.16, f. 280f.16 AGMP, vol.16, f. 315f-315v.17 Los contratos por medio del cual se realizaban estas transacciones entre deudores y acreedores, ante el escribano público, se llamaban censo y depósito irregular. En ambos casos se buscaba garantizar un interés constante. Ver Wobeser, Gisela von, El crédito eclesiástico en la Nueva España: siglo XVIII, 2da. Edición, México, Fondo de Cultura Económica, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 2010. 18 AGMP, vol.16, f. 320v-321f.

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10El pregonero

18 haciendas azucareras existentes para mediados de este siglo, catorce reconocían cantidades impor-tantes a favor de instituciones eclesiásticas pobla-nas. Los conventos femeninos fueron los más bene-ficiados, hacendados y rancheros si querían que sus hijas fueran religiosas, acudían a estos monasterios, acompañados del valor de las dotes.

Cuaderno que comprende una noticia general de todos los censos y principales comprendidos en el Real Decreto de Consolidación de Vales Reales, sacada del archivo del oficio público y de cabildo de esta villa, con puntual arreglo a lo que ministra el protocolo y los libros de hipotecas desde el año de 1619 en que fue la fundación de la villa.AGMP, Junta Subalterna de Consolidación, vol. 16, fojas 259fte. -367fte.

Los intereses de la Corona y la

legión del Obispo: la secularización de la parroquia de Izúcar en el siglo

XVIIIGabriela Huerta Martínez1

En el dilatado proceso de secularización de las parro-quias novohispanas, la legión parroquial compuesta por curas, vicarios y auxiliares fueron la herramienta indispensable a fin de aplicar las políticas seculares, desplazar al clero regular de la administración del territorio diocesano, fortalecer el obispado de Pue-bla, a la ciudad episcopal y a sus provincias como la sede de las reformas eclesiásticas de la época, que alcanzaron al territorio de Izúcar.

En este contexto, los curas fueron líderes de un destacamento de auxiliares, respaldados por una sólida formación, que les permitió una consistente carrera eclesiástica, que en algunos casos incluyó el dominio de lenguas indígenas. A partir de distintas estrategias, la presencia de los ministros en sus pa-rroquias garantizaba el control de la población a tra-vés de la administración de los registros parroquia-les, la impartición de los sacramentos y de cofradías.

La aplicación de las reformas borbónicas implicó una serie de cambios en las estructuras políticas, culturales y eclesiásticas en la Nueva España, para recuperar la centralización del gobierno imperial que había entrado en crisis desde finales del siglo XVII2. Una de las institucionesen las que se aplicó de manera sistemática este proyecto reformista fue la Iglesia y en particular en el clero regular.

Así, desde los obispos hasta los curas se les impu-sieron nuevas tareas como la fundación de colegios y bibliotecas, el impulso a obras públicas y hospita-

1 Maestra en Historia por el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la BUAP2 Josefina Zoraida,Vázquez, “El siglo XVIII mexicano: de la modernización al desconten-to”, en Vázquez,Josefina Zoraida, (coord.), Interpretaciones del siglo XVIII mexicano. El impacto de las reformas borbónicas, México, Nueva Imagen, 1992.p. 20.

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les, la creación de cátedras y la impresión de textos de autoría individual o como representantes de una corporación3. Este conjunto de procesos, a la vez profundos, discontinuos y graduales puede ser visto desde la perspectiva de la formación e influencia de los párrocos, como el caso de Andrés Miguel Pérez de Velasco4, quien fue el primer cura secular a cargo de la parroquia de indios de Izúcar del obispado de Puebla, que desde el siglo XVI había sido administra-da por la Orden de Predicadores de Santo Domingo de Guzmán5.

La titularidad de una parroquia a través de un beneficio requería de una formación y una amplia trayectoria, que Pérez de Velasco adquirió a su paso por Veracruz donde fue ayudante de cura; lo que puede constatarse en la serie documental Consolidación de Vales Reales del Archivo General Muncipal de Puebla (AGMP) donde se le menciona con ése cargo en un poder de 17336. El seguimiento de tal fuente nos permitió ubicarlo en 1740 todavía en aquella región7. Más tarde se desempeñó como prepósito en San Felipe Neri de Puebla y finalmente durante 24 años como párroco de Izúcar.

Los párrocos como él buscaron impulsar la for-mación de curas bajo los principios tridentinos y de los concilios mexicanos, unificar la figura del sacer-dote y sus ayudantes en una parroquia de indios, la revaloración de sus lenguas y costumbres, la crea-ción de manuales de doctrina cristiana, así como su integracióna la vida de una parroquia en el ámbito secular.

El comprender la dinámica parroquial en Izú-car significa acercarse a las cualidades de sus agentes sociales, que fueron los curas como Pérez de Velasco y otros eclesiásticos de su tiempo. En 3 Francisco Javier,Cervantes Belloy Silvia Marcela Cano Moreno, “El IV Concilio Provincial Mexicano”, en Martínez López Cano, María del Pilar y Francisco Javier Cervantes Bello (coords.), Los concilios provinciales en la Nueva España. Reflexiones e influencias, Méxi-co, UNAM/BUAP, 2005. pp.74-75.4 El cura Pérez de Velasco estudió en el colegio jesuita de san Ignacio de Puebla. Entre 1728 y 1751, es vicario en la parroquia de la Villa de Córdoba. De 1751 a 1754 perteneció a la congregación de san Felipe Neri de Puebla. En 1755, obtuvo el beneficio de la parro-quia de indios de Izúcar, en 1759 fue nombrado comisario del Santo Oficio. Entre 1765 y 1766, escribió los dos manuales. Su administración parroquial en el pueblo de Izúcar desaparece de los registros a partir de 1780. [Nota redactada a partir de bibliografía, fuentes parroquiales y una epigrafía].5 Jesús Joel, Peña Espinosa, “Reconstruyendo tiempos y espacios para el convento do-minicano en Izúcar”, en Dualidad. Publicación de información y difusión Centro INAH Puebla, Nueva Época, núm.12, septiembre de 2012, p. 33.6 Pérez de Velasco da poder al licenciado cura Luis de Monroy vecino de la ciudad de los Ángeles como albacea del otorgante Luis Pérez de Velasco su padre, para que venda una casa que quedó por sus bienes en el portal de la ciudad de Tlaxcala, a censo principal redimible en el precio que cupiese en favor de la capellanía de misas rezadas. AGMP, Consolidación, vol. 16, fecha 07 de noviembre de 1 733, f. 192f.7 Pérez de Velasco da su poder para testar a don Francisco Pérez de Castro y al hermano Marce Fernández y dice que la tercera parte de sus bienes se finquen, a favor de la cofra-día de santo patriarca de la parroquia de la villa de Córdoba. 4 noviembre de 174, AGMP, Junta Subalterna de Consolidación, vol. 16, f. 380v.

este marco. el personaje escribió y publicó dos manuales El pretendiente de curatos instruidos8, en 1765 y El ayudante de cura instruido9 de 1766. Sus obras son el resultado de su experiencia en la administración sacramental y disciplinar de su parroquia y en su caso como juez eclesiástico y comisionado del Santo Oficio; cargos que le fue-ron asignados por el Monarca y el Obispo.

La conformación del espacio parroquial de Izúcar

En el entramado de la jerarquía episcopal los obis-pados eran “lasjurisdicciones eclesiásticas de or-ganización territorial más importantes y en ellos residía el obispo y su cabildo, encargados de su

8 Andrés Miguel, Pérez de Velasco, El pretendiente de curatos, instruido y desengañado, Puebla, Imprenta del colegio Real de San Ignacio, 1765.9 Andrés Miguel, Pérez de Velasco, El Ayudante de Cura instruido en el porte a que le obliga su dignidad, Imprenta del colegio Real de San Ignacio de la Puebla, 1766.

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12El pregonero

gobierno espiritual cuyas funciones se albergaban en la catedral, símbolo de la grandeza y dignidad de la Iglesia; en su comarca se hallaban subdivididos en parroquias, también llamadas doctrinas cuando estaban en manos del clero regular10”. En este orden jurisdiccional, las parroquias eran territorios físicos y simbólicos del poder eclesiástico, que proyectaron el control de la población y del gobierno, así como la vinculación constante con la autoridad parroquial, diocesana y monárquica. Las evidencias de las re-laciones entre las estructuras de poder referidas se hallan en los libros sacramentales11, instrumentos de registros cuantitativos que dan como resultado un panorama del acontecer social y religioso de las comunidades.

Además, las parroquias fueron unidades especí-ficas del control de la población, el gobierno y los recursos materiales que las integraban; asimismo, haciendo posible un entramado funcional, cons-tante y especializado de flujos controlados, que comprendieron tanto desplazamientos migratorios como la consolidación de funciones administrativas, jurídicas, políticas y el reconocimiento de una vasta geografía parroquial12.

El pueblo de Izúcar pertenecía al obispado de Puebla, integrado por un amplio territorio que com-prendía lo que hoy son los estados de Puebla y Tlax-cala, una gran parte de Veracruz y algunas porciones de Guerrero, Hidalgo y Oaxaca; de tal manera que sus demarcaciones lindaban con el Océano Pacífico y el Golfo de México13.

A la par de la conquista armada, a la Izúcar del si-glo XVI llegaron colonos españoles y religiosos atraí-dos por las cualidades del territorio tanto geográfi-cas como materiales; establecieron un convento y doctrina bajo la administración de los Dominicos y se conformó un importante enclave religioso y eco-nómico. El convento manifestó muy pronto una ubi-cación de frontera entre Puebla, México y Oaxaca14.

Hacia mediados del siglo XVII se da la primera secularización de las doctrinas impulsada por don 10 Francisco Javier, Cervantes Bello, A la caza de Ángeles, La Iglesia poblana, 1790-1825, México, Ediciones de Educación y Cultura/BUAP, 2010, pp. 23-24.11 Es pertinente mencionar que solo se utilizaron los libros sacramentales de bautizo, matrimonios y defunciones.12 Francisco Javier, Cervantes Bello, Las reformas eclesiásticas y la territorialización del obispado de Puebla c. 1570-1660”, en Martínez López-Cano, María del Pilar y Cervan-tes Bello, Francisco Javier (coords.), Reformas y resistencias en la Iglesia Novohispana, México, UNAM/BUAP, 2014, pp. 167-200, pp. 171-172. AGMP. Junta Subalterna de Con-solidación.13 Francisco Javier, Cervantes Bello, A la caza de Ángeles…, op. cit., pp.23-24.14 Jesús Joel, Peña Espinoza, “Reconstruyendo tiempos…” op. cit., p. 33.

Juan de Palafox y Mendoza. En este contexto se inserta la fundación de la parroquia de españoles de Izúcar. Los afanes palafoxianos sin embargo no lograron despojar a los dominicos del convento. Así, como resultado de este primer intento reformista en elterritorio de Izúcar coexistieron dos parroquias, la de españoles administrada por los seculares y la de indios por los regulares dominicos, alrededor de las cuales se establecieron barrios y templos dedicados a advocaciones específicas.

El proceso secular de la parroquia de indios de Izúcar: rupturas y continuidades

El proyecto secular del siglo XVIII, se originó en la Junta de ministros y teólogos efectuada en Ma-drid entre 1748-1749. En este foro, la preocupación sustantiva era la falta de control sobre las órdenes regulares, para revertir esta anomalía era preciso fortalecer la jurisdicción episcopal erigiendo más parroquias, asignadas a curas propietarios de extrac-ción secular que tuvieran acceso de manera estable a su administración y beneficio15.

En este panorama, en 1755 el obispo Álvarez de Abreu desplazó a la orden de predicadores del terri-torio de Izúcar, logrando así la secularización de la parroquia de indios; no obstante la administración por separado de indios y españoles permaneció. Los espacios sociales de estas dos parroquias conti-nuaron siendo por calidad étnica. Cada una tenía su propia organización sacramental y disciplinar y en ambas existía un párroco beneficiado.

El obispado de Puebla se distinguió por concen-trar instituciones de las que egresaban curas bien instruidos, que cursaban sus primeros estudios en colegios y seminarios, logrando más tarde obtener títulos de bachilleres, licenciados o doctores, lo que contribuiría en su momento al proceso de seculari-zación y a la correspondiente aplicación de las refor-mas.El cura Pérez de Velasco es la personificación de un conjunto de perfiles administrativos y religiosos de un párroco del siglo XVIII,de la conjugación de sus espacios de experiencia académica, administrativa y sacramental. Una vez que se obtenía el beneficio de una parroquia, el siguiente paso era la organización

15 María Teresa,Álvarez Icaza,“Sumando fuerzas para promover cambios. Manuel Rubio y Salinas y la Junta de 1748-1749”,enCervantes Bello, Francisco Javier y María del Pilar, Martínez López Cano, (coords.), La Dimensión Imperial de la Iglesia Novohispana, Méxi-co, UNAM-Instituto de Investigaciones Históricas/BUAP-Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego”, 2016.pp.309-311.

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del territorio y el control de la población, a través del culto y de las cofradías.

Para ello, se requería del auxilio de un desta-camento de auxiliares y vicarios del titular. Así, por ejemplo Pérez de Velasco durante su admi-nistración (1755-1780), tuvo a su cargo a 51 curas, cabe destacar que la presencia de estos curas era variable de acuerdo a las dinámicas del clero se-cular, esto da cuenta de la constancia y control del territorio con que eran impartidos los sacramen-tos de la doctrina, lo que implicaba la recepción de ingresos tanto para la parroquia como para el sustento de los ministros auxiliares.

El análisis de los libros parroquiales, arrojó como resultado 19, 227 registros lo que da cuenta del número de firmas de los curas que avalan los ma-trimonios, bautizos y defunciones. A partir de esto puede asegurarse que de los 51curas identificados, 27 ostentan el título de bachiller y cuatro eran licen-ciados, entre ellos dos fueron curas beneficiados de las dos parroquias. Así se confirma que los grados académicos eran importantes para lograr la titulari-dad de este tipo de judisdicciones administrativas16. Respecto de los cargos que se desempeñaban en la misma estaban los ayudantes y tenientesde cura, licenciasy pasantes parroquiales. En un muestreo aleatorio de las fuentes para la iglesia de españoles, se ubicaron 35 curas, de los que sólo 15 asistían a ése sector y 17 iban y venían entre ambas parroquias.

En la época de la secularización, la imprenta fue un recurso de primer orden a fin de divulgar los contenidos, los conceptos y valores de las reformas, como en los escritos de Pérez de Velasco, donde pue-de confirmarse la trascendencia del saber, el deber y el hacer de un sacerdote mediante el dominio de la lengua de la parroquia que administra. El contenido sustancial de sus obras era motivar la aplicación del ministerio parroquial entre los más jóvenes, para que se consagraran al servicio de la Iglesia y redención espiritual de los indios “…el cura debía ser el depo-sitario, administrador, custodio y salvador de almas; es decir un Maestro de las almas que Dios le enco-mendó para instruirlas. Debe cuidarlas con celo, ser operario y ser un centinela y tener el deseo de ser

16 Archivo Parroquial de Santa María de la Asunción, Izúcar de Matamoros.Seccion, Sa-cramental,Series:bautizos, matrimonios y defunciones,1755-1780.Parroquia de indios de Santo Domingo.

Pastor17...” Ante todo el cura será en su instrucción sujeto de ejemplaridad, “…para que sus feligreses copien todas sus virtudes, que los parroquianos se han de estar continuamente mirando, para enmen-dar sus defectos y componer sus acciones…” El cura debe ser regla animada, ley viva donde los súbditos han de gobernar sus vidas; son los maestros cuyas palabras y hechos viven pendientes de las almas; como dijo Jesucristo: “camina firme por delante de tu rebaño y tus ovejas te seguirán18”.

La secularización fue un proyecto maquinado desde España, más su instrumentación corrió a car-go de la Iglesia novohispana, que dotó a los curas de un buen arsenal doctrinario, ya que contaban con un cabildo episcopal consolidado, un número con-siderable de curas instruidos, amplia comunicación entre las parroquias y los obispos y la presencia de ellos en cada uno de los pueblos de su diócesis; ade-más la imprenta sirvió para que párrocos de provin-cia pudieran publicar manuales dirigidos a los curas,

17 Andrés Miguel, Pérez de Velasco, El Pretendiente… op.cit., pp. 3-4.18 Andrés Miguel, Pérez de Velasco, Ayudante…op.cit.,p.38-39.

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14El pregonero

La villa de Jalapa (S.XVIII) en el marco del Obispado de Puebla: una

aproximaciónRoberto solana1

Las rentas eclesiásticas del Obispado de Puebla

En cuanto al desarrollo económico del Obispado, debemos señalar que los capitales o bienes que los particulares destinaban al culto constituyeron uno de los pilares más sólidos en la economía eclesiás-tica novohispana: aniversarios, obras pías, capella-nías, dotaciones etc. Dichos recursos eran captados por los pequeños, pero numerosos pueblos o comu-nidades, que se extendían por el vasto territorio del Obispado. De este modo, se detonaron múltiples manifestaciones de religiosidad, expresadas en fies-tas patronales y culto a los santos y advocaciones.

La riqueza, producto de los capitales referidos, convertía a la Iglesia en un agente financiero de primer orden, a la par que se formaba un sistema de crédito colonial, en el que tanto la institución como los particulares podían verse beneficiados. “El resultado de este proceso fue un número importan-te de propiedades urbanas y rurales hipotecadas a finales de la colonia” (Cervantes, 2009). La inserción de iinfluentes sectores hispanos de la población al interior del Obispado, responde a la facilidad y a los privilegios fiscales que esta representaba para la comunidad en general, además de que era un factor clave para el repunte económico de la región, que ofrecía grandes bondades en el plano agrícola y comercial: el cultivo del maíz, los pastizales de ganado, así como la estratégica posición geográfi-ca México-Veracruz, fomentaron el crecimiento y

1 Licenciado en Historia por la BUAP, maestro en Ciencias del Lenguaje en el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” (ICSyH), BUAP. Catedrático en el Departamento de Lenguas Modernas del Instituto Tecnológico y estudios Superiores de Monterrey.

Roberto Gómez Solana1

atrajeron a las principales instituciones religiosas. Las características del Obispado de Puebla favo-recieron también al asentamiento de un complejo sistema económico de especulación que se volcó sobre los bienes inmuebles, y que adquirió su mayor importancia a finales del siglo XVIII. De este modo,

Firma Juan Miguel García de Paredes 14 de diciembre de 1805. AGMP, Junta Subalterna de Consolidación, vol. 9 foja 270 f.

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15 Érase una vez

la inversión se asociaba directamente con la adqui-sición de propiedades por parte de las instituciones eclesiásticas, que aprovechaban oportunidades de remate; o bien, que se beneficiaban con propieda-des enajenadas por falta del pago de hipotecas. Esto propició actividad de compra-venta dentro de los límites del Obispado, que puede reflejarse en los registros notariales y parroquiales, tanto de Tlaxcala, como de Puebla y de Veracruz.

Por otro lado, la implantación de la Ley de Con-solidación de Vales Reales (1804-1809) buscó a toda costa desprender a la Iglesia de tan primordiales beneficios. Se buscó, entonces, transformar to-dos aquellos capitales invertidos en piedra, en un atractivo flujo de capital corriente etiquetado para viajar por el Atlántico, para utilizarse en el costeo de guerras y en el sostenimiento interno de la propia España. Es muy importante dejar en claro que el Obispado no constituye por ninguna razón la con-formación de una región, propiamente dicha. Lo que si podemos evidenciar, es que se erigió como un complejo aparato financiero y doctrinario inser-to en un espacio geográfico bastante heterogéneo, que pronto precisaría de instituciones civiles para optimizar el usufructo de todas las actividades. El re-sultado de este proceso (a finales del siglo XVIII) fue la presencia de una poderosa élite en la capital epis-copal, conformada por peninsulares acaudalados que se beneficiaron (legalmente) con los negocios de la Iglesia. De este modo, la integración de flujos monetarios hacia la ciudad de Puebla, provenien-tes de largas y medianas distancias, se integraron en el mundo urbano, creando así un núcleo eco-nómico regional.

La importancia de las ferias jalapeñasMucho puede decirse sobre la composición econó-mica y cultural de la villa de Jalapa, pero de manera enfática nos remitiremos al momento en que se cambia la sede de las ferias, fijadas con anterioridad en el Puerto de Veracruz y, a partir de 1720, reins-talada en Jalapa. La celebración de las ferias mar-caría la pauta para la urbanización y las actividades económicas más importantes de la región, además de que estas generaron manifestaciones culturales significativas. La reinauguración de las ferias con su nueva sede, se debió a la grave problemática insa-

lubre que enfrentaba el Puerto de Veracruz. A esta causa se le sumó que no se contaba con la infraes-tructura necesaria para garantizar el éxito comercial, ya que las mercancías no se conservaban en buen estado. Fue así como los grandes comerciantes de la zona, haciendo uso de su poder social y económico, comenzaron a gestionar el traslado.

Las ferias de Jalapa comenzaban con el arribo de flotas españolas al Puerto de Veracruz, con mer-caderías europeas, y que posteriormente que se transportaban a la dicha nueva sede. Toneladas de mercancía se comerciaban, generando una derrama económica de grandes dimensiones que se repartía en la región, primeramente, y que comenzaba a cir-cular por las localidades más cercanas hasta llegar a la las distintas intendencias de la Nueva España. Las ferias lograron constituir una importante fuerza de empuje en los motores económicos de la colo-nia, ya que muchos capitales, veracruzanos o no, se veían involucrados en la actividad mercantil. Es de esperarse que tales acciones perfilaran a Jalapa como potencia en el ramo comercial, con todas las consecuencias que esto trae consigo: aumento de-mográfico, revalorización de la propiedad, repunte en el número de oficios y trabajadores, abandono del campo etc. Para 1796, a casi cincuenta años de haberse obtenido el privilegio de feriar, el pueblo de Jalapa se hallaba compuesto por unas mil familias. Hubo también un gran incremento de edificios bien proporcionados destinados a ser depósitos de gra-nos. Un escrito de la época2 señaló que la repetición de las ferias llevó a labrar incesantemente casas, edificios y bodegas para uso de los flotistas, y que los recursos derivados de su arrendamiento se re-vertían en su mantenimiento. Además de lo referido, dos factores más influyeron en el auge de la plaza jalapeña. El primero es referente al estatus político del pueblo, que era cabecera de la alcaldía mayor. La segunda situación fue el acantonamiento de tro-pas en el recinto del pueblo en 1776, consecuencia de las guerras de ultramar que España sostenía con otras potencias. En este sentido, Jalapa se convertía también en una sede militar de defensa. La concen-tración de soldados contribuyó con el desarrollo del comercio y el crecimiento demográfico, además de

2 En Blázquez Domínguez Carmen, Los comerciantes y el Ayuntamiento de Xalapa. 1790-1810, Instituto de Investigaciones José María Luis Mora, Universidad Veracruzana, Bene-mérita Universidad Autónoma de Puebla, México, 2003, p. 263.

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16El pregonero

propagar el mestizaje. El panorama jalapeño era en-tonces tan próspero, que el 3 de marzo de 1791, el virrey conde de Revillagigedo comunicó a la Corona la petición de otorgar el título de villa a la ciudad, para optimizar su administración mediante la figura de un alcalde. En el mes de diciembre del mismo año, finalmente se adquiere el escudo de armas por parte del rey Carlos IV, quedando formalmente declarada la condición de villa en el territorio, aun-que prácticamente no se haría extensiva en térmi-nos reales hasta 1794, cuando se instaló la primera corporación municipal. Instituciones eclesiásticas y civiles trabajaban en conjunto para gobernar aquel territorio que, para sorpresa de muchos, florecía ver-tiginosamente.

La religiosidad en la villa de JalapaGran parte de la historiografía occidental advierte que la Iglesia católica se ha valido de innumerables elementos para mantenerse vinculada con las co-munidades, tanto de manera física como de forma imaginaria; sólo así podemos entender que su vi-gencia haya sido tan exitosa y tan perdurable en el tiempo. Su integración con los sectores productivos y reguladores constituyó la piedra angular sobre la cual garantizó su hegemonía y su rentabilidad. Al ser esta la institución que representó la figura auténtica de monopolio dogmático en el mundo occidental, es explicable que con el afán de conseguir mayores alcances, su implacable carácter de administradora doctrinaria se haya flexibilizado, permitiendo con-signas y delegando tareas para el culto y para el desarrollo de la vida mística de ciertos grupos socia-les. En términos prácticos, esto representaba que la comunidad laica pertenecería de forma física, más allá de la sacramental, a la construcción de la espiri-tualidad y la moralidad de su entorno.

Las cofradías fueron una eco civil del dogmatis-mo oficial de la Iglesia católica. Eran asociaciones de fieles que servían para dar asistencia espiritual y material a sus miembros. Algunas llegaban a po-seer cuantiosos bienes que utilizaban para construir iglesias, conventos u oratorios, o para mantener co-legios, hospitales y otras instituciones de beneficen-cia. “En los pueblos de indios, las cofradías llegaban

a controlar la mayor parte de la riqueza existente” (Flores Cano, 1998).

La Parroquia de JalapaLa vida espiritual, el cultivo de las devociones y la derrama económica procedente de las dos primeras se ceñían al orden impuesto por las parroquias, las cuales albergaban en su interior a distintas cofradías. Para el caso de Jalapa, la parroquia de la Inmaculada Concepción jugó un papel definitorio.

Fue en 1641cuando se fundó la Iglesia Parroquial de Jalapa, por el Obispo de Puebla Juan de Palafox y Mendoza. Antes de dicho año, todas las funciones parroquiales de la villa se llevaban a cabo por los franciscanos en el interior de su convento, El con-vento de San Francisco se encargaba, además de la ardua labor evangelizadora de las tantas comunida-des indígenas jalapeñas, de todos los registros de bautismos, casamientos, defunciones y administra-ciones sacramentales, así como de lo referente a las finanzas propias de su difusamente trazada jurisdic-ción. El crecimiento tanto de naturales como de es-pañoles en Jalapa se encontraba en aumento, y eso hacía imperativa la acción de conformar una unidad de control secular en ese boyante punto estratégico.

Entre 1641, fecha de erección de la parroquia, y 1773, fecha de la división del curato de Jalapa, la parroquia atendió directamente a los cuatro ba-rrios ya conocidos: Tecuanapan, Tecajetes, Xaltic y Santiago, así como la ubicación y la conformación de nuevos barrios como Los Berros, La Laguna, El Calvario y Las Ánimas. La parroquia de La Concep-ción alojó a un buen número de cofradías. Algunas de ellas reportaban regularmente sus quehaceres y sus ingresos, otras tantas, para evitar las audi-torías y perder privilegios por mandato de la Real Ordenanza de Vales Reales (1780), ocultaban sus ingresos o exageraban sus gastos. A continuación se muestra una tabla con algunas de las cofradías que operaron en dicha parroquia.

1 Es importante considerar a la Cofradía de Jesús Nazareno, que aunque no aparece en las relaciones como generadora de riquezas, la ausencia se justifica mediante esta anota-ción: La cofradía de Jesús Nazareno no se ha podido formar, no participa en el gravamen, porque sus bienes se hallaban embargados por el rey, sirviendo como cuartel pero se remitirá luego que los comisionados en este cantón, entreguen al Mayordomo de ella, los avalúos que formaron cuando las recibieron.Firma Juan Miguel García de Paredes 14 de diciembre de 1805. AGMP. Junta Subalterna de Consolidación, vol. 9 foja 270 f.

Nombre de la Cofradía Año de fundación

De la Santa Veracruz 1677

De Jesús Nazareno (de mestizos) 1685

De Nuestra Señora de la Natividad (de indios) 1677

De las Ánimas del Purgatorio ¿?

De la Concepción 1736

Del Rosario 1740

Del Carmen 1750

Del Santísimo Sacramento 1757

Del Señor San José 1798

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17 Érase una vez

Nombre de la Cofradía Año de fundación

De la Santa Veracruz 1677

De Jesús Nazareno (de mestizos) 1685

De Nuestra Señora de la Natividad (de indios) 1677

De las Ánimas del Purgatorio ¿?

De la Concepción 1736

Del Rosario 1740

Del Carmen 1750

Del Santísimo Sacramento 1757

Del Señor San José 1798

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18El pregonero

Disfrute VisualRocío del Carmen Gómez Hernández - Carlos Cruz Estrada

Plano Corográfico que demuestra la figura que forman las tierras de que se com-pone la hacienda nombrada la Concepción alias Soto situada en jurisdicción de San Juan de los Llanos, y doctrina del Pueblo de San Pedro Tepeyahualco. 16 de marzo de 1808

Autor Antonio de Santa María Incháurregui.

AGMP. Junta Subalterna de Consolidación, vol. 103 foja 252

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19 Disfrute Visual

Plano corográfico que demuestra la figura de las tierras la hacienda de San Pedro, alias San Gabriel situada en la jurisdicción de Tepeaca doctrina de San Simón Yahualtepec. Propietario José Rendón Palomino. 3 de diciembre de 1806

AGMP. Junta Subalterna de Consolidación, vol. 43 foja 41 fte.

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20El pregonero

Plaza de la Constitución en 1821, año en que fue consumada la independencia. Desta-can la catedral, el obelisco de Carlos III, el mercado y la fuente de San Miguel. 1910.

AGMP. Boletín Municipal, vol. 74, foja 87.

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21 Disfrute Visual

Templo de la Cruz en el Barrio El Alto.

AGMP. Junta de Mejoramiento Moral, Cívico y Material del Municipio de Puebla, s/n.

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22El pregonero

Perspectiva de la parroquia de Analco desde la calle 7 Oriente, en el Barrio de Analco.

AGMP. Junta de Mejoramiento Moral, Cívico y Material del Municipio de Puebla, s/n.

Perspectiva de la iglesia de Xanenetla, ubicada en el barrio del mismo nombre.

AGMP. Junta de Mejoramiento Moral, Cívico y Material del Municipio de Puebla, s/n.

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23 Disfrute Visual

Vista del conjunto arquitectónico que conforma el Templo y el Ex Convento de San Fran-cisco, ubicado en Boulevard Héroes del 5 de Mayo esquina con 14 Oriente.

AGMP. Material fotográfico, imagen número 1769. Administración Municipal 1984-1987.

La catedral de Puebla vista desde la esquina de la Avenida 16 de septiembre y 3 Poniente.

AGMP. Material fotográfico, imagen número 958. Administración Municipal 1999-2002.

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24El pregonero

Iglesia de San Cristóbal vista desde la esquina de la calle 4 Norte y 6 Oriente.

AGMP. Material fotográfico, imagen número 958. Administración Municipal 1999-2002.

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25 Breves de Archivística

BREVES DE ARCHIVISTA

IMPORTANCIA DE LA SERIE

DOCUMENTAL JUNTA SUBALTERNA

DE CONSOLIDACIÓN

El Archivo General Municipal de Puebla, custo-dia uno de los repositorios documentales más importantes de México y de toda Latinoaméri-ca, con testimonios históricos a partir del año 1532 hasta nuestros días. Son casi cinco siglos de existencia de nuestro repositorio archivístico, uno menos que la ciudad fundada en 1531, ca-racterística que lo hace singular y único, además de ser uno de los archivos más completos de México y América Latina.

Esto fue posible gracias al interés y cuidado de sus autoridades que acataron puntualmente la política real de que las ciudades y pueblos de sus posesiones, tuvieran especial cuidado en la guarda de sus documentos oficiales. Debido a estas características el Archivo fue reconocido por la UNESCO como Memoria del Mundo de América Latina y el Caribe en 2015.

Cada una de sus series documentales son de una riqueza incomparable pues reflejan aspectos diversos de la vida de la ciudad y su entorno. Tal es el caso de la serie llamada Junta Subalterna de Consolidación1, la cual abarca las fechas ex-tremas que van de 1648 a 1821.

Se trata de documentación manuscrita e im-presa, conformada por inventarios notariales y eclesiásticos, los inventarios registran el estado 1 La Junta Subalterna de Consolidación toma este nombre por la documentación genera-da por las Juntas Superior y Subalternas de Consolidación de Vales Reales, cuya función fue realizar la enajenación y venta de los fondos piadosos. Su primera actividad fue ave-riguar y tomar razón de todas las obras pías y capellanías existentes ya fueren colectivas o gentilicias que hubiere en su distrito, asimismo de los bienes raíces, censos y capitales que les pertenecieran a la Iglesia Se comprendían en la enajenación los bienes raíces de las órdenes terceras, cofradías, ermitas, santuarios, hospitales y casas de misericordia; se exceptuaban de esta regla, las cofradías de indios.

de las obras piadosas, sus caudales, bienes, fundaciones, fundadores, tasaciones y propie-dades. Contienen traslados (tomados fielmente del original) de testamentos, escrituras, cartas poder, hipotecas, aniversarios, advocaciones, compra venta, remates de propiedades, testa-mentos, fincas rusticas y urbanas, se incluye ade-más información de las comunidades religiosas de ambos sexos. Su estudio permite ver el grado de espiritualidad de la sociedad, al darnos infor-mación de las diferentes fundaciones piadosas como fueron: capellanías, obras pías y cofradías

Lo significativo de esta serie es que nos per-mite conocer la riqueza material de las diferen-tes parroquias del obispado, pues contiene una gran gama de información de diversos lugares y regiones, dado que el obispado ocupaba aproximadamente lo que hoy son los estados de Puebla y Tlaxcala, una parte del actual estado de Veracruz, la región de Orizaba, Jalapa y Tuxpan para ser precisos, e incluso algunas poblaciones de Guerrero, además en contadas ocasiones se localizan expedientes fuera de esta área, como son de Zacatecas y Oaxaca.

Esta documentación marca aspectos impor-tantes de la economía eclesiástica durante la era colonial, muestra el comportamiento de la sociedad, justamente en un momento crucial de la vida política de América y nos acerca a los re-gistros de las actividades económicas predomi-nantes en un período crucial de las actividades

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26El pregonero

Acervo documental ≠Serie documental Junta Subalterna de Consolidación

hispanoamericanas, que va de la aplicación de las Reformas Borbónicas (1750-1764) a la inva-sión francesa (1807-1808) y el inicio de los mo-vimientos por la Independencia (1810). Algunos autores mencionan que la aplicación de la Ley de Consolidación de Vales reales en América fue un factor fundamental para el inicio de los movimientos independentistas en toda América Latina, que a su vez dio lugar al nacimiento de importantes personajes de la historia nacional, regional e internacional.

Debido a que la información data de prin-cipios del siglo XIX, no presenta grandes difi-cultades para su lectura, los inventarios fueron realizados por diferentes escribanos y clérigos, cada uno de ellos con su caligrafía particular, el tipo de letra que predomina es la itálica o huma-nística y son pocos los casos de anexos de escri-turas que datan del siglo XVII, en total son 2, 894 expedientes agrupados en 117 volúmenes.

Una característica que resalta su valor históri-co, es que a excepción del Archivo General de la Nación, que cuenta con 29 volúmenes y el Archi-vo Histórico de Morelia, Michoacán, que cuenta con 22 cajas con un promedio de 20 a 25 expe-dientes cada una de ellas, ningún otro archivo (nacional, hasta donde se ha investigado) similar cuenta con una serie documental semejante. Sa-bemos que a nivel América Latina, Cusco, Perú, cuenta también con información sobre la Ley de Consolidación de vales reales.

Dada la importancia de esta serie documen-tal, en el año de 2008, se llevo a cabo su catalo-gación, la cual se realizó gracias al Fondo Mixto2, con el nombre de Catálogo de las series conso-lidación del Archivo General Municipal de Pue-bla, con presentación histórica y documental. Además de ello, se realizó un resguardo digital prioritario, de los documentos que presentaban algún daño. El proyecto de catalogación estuvo a cargo del doctor Francisco Javier Cervantes Bello.

El catálogo electrónico se diseñó con el obje-to de crear una herramienta de consulta ágil que permita localizar la información de los expedien-tes de manera clara y precisa.

La ficha calcográfica utilizada se diseñó con base en la Norma Internacional General de Des-cripción Archivística (ISAD G) y se adecuó a las necesidades y características de la serie. Si bien se probaron varios tipos de ficha, se optó por un modelo sencillo que no tuviera un gran núme-ro de variables, pero que ofreciera información completa de cada documento. La ficha incluye la siguiente información: número de ficha; fecha (día, mes y año) lugares asunto del expediente; personajes; estado físico; observaciones.

2 Fondo mixto en el intervienen H. Ayuntamiento-CONACYT

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27 Tiempo de libros

María Silvia Meza León

En este número del Pregonero dedicada su selección de libros al estudio de la Iglesia, por ello sugiere las siguientes lecturas -de entre muchas-, cuyos contenidos se sumergen en asuntos jurídicos, políticos, civiles, económicos, culturales, artísticos y arquitectónicos. Lecturas que resultan apasionantes, novedosas y recreativas.

AloNso CAlderóN, JuAN

Memorial histórico jurídico político de la San-ta Iglesia Catedral de la Puebla de los Ánge-les, en la Nueva España. Gobierno del Estado de Puebla. México, 1988. P. LXI y 102.

972.03 724 82 /A4m/1988 Contiene el proceso jurídico por la restitución de las armas reales de Castilla, León, Aragón y Navarra en la catedral de Puebla de los Ángeles (1649), donde se vio involucrado el obispo Juan de Palafox y Mendoza.

TIEMPO DE LIBROS

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28El pregonero

TeCuANhuey sANdovAl, AliCiA, CoordiNAdorA

Clérigo, políticos y política. Las relaciones iglesia y estado en Puebla, siglos XIX y XX. : Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. México, 2002. P. 162

255.040 9 724 8/C54/2002 La obra muestra la relación entre la iglesia y el Estado en Puebla en los siglos XIX y XX, el pa-pel del clero y su relación con el estado.

CervANTes Bello, FrANCisCo JAvier / TeCuANhuey sANdovAl, AliCiA / MArTíNez lópez-CANo, MAríA del pilAr, CoordiNAdores

Poder civil y catolicismo en México, siglo XVI al XIX. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. México, 2008. P. 469

322.1 09 72 / P7423 / 2008Esta obra describe ampliamente el ejercicio del catolicismo en la sociedad novohispana mexica-na y los poderes civiles.

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29 Tiempo de libros

CervANTes Bello, FrANCisCo JAvier, Coord.

La iglesia de la Nueva España. El Errante editor. México, 2010. P. 292

322.1 09 72/I243/2010El texto comprende estudios del clero en el gobierno con el poder de gobernar a la pobla-ción, administrar la economía eclesiástica y sus rentas.

CervANTes, FrANCisCo JAvier / eNriquez, luCreCiA / Aguirre, rodolFo, CoordiNAdores.

Tradición y reforma en la iglesia hispanoamericana 1750-1840. El Errante editor. México, 2011. P.402

282.80 722 / T7636 / 2011La obra trata de la función de la iglesia en Amé-rica Latina, la religiosidad en sus territorios y la política local de la época colonial.

vAldiviA pérez, FABiáN

Guía de patrimonio religioso de la ciudad de Puebla. H. Ayuntamiento de Puebla. Mé-xico, 2015. P.509

726.59 V146g 2015 Guía de las iglesias de Puebla, donde el lector se podrá recrear con las extraordi-narias fotos de los monumentos religiosos que muestran su belleza arquitectónica, acompañadas de una interesante y amena descripción.

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30El pregonero

Galería de Personajes Históricos

Galería de Personajes Históricos1

Arturo Córdova Durana2

Debido a que la presente edición del Pregonero de la Ciudad está dedicado a analizar un periodo particular-mente interesante de la iglesia angelopolitana, previo al movimiento de Independencia de México, por lo que consideramos oportuno dar a conocer en esta sección una breve semblanza biográfica de algunos de los obis-pos más notables de la Diócesis Tlaxcalensis con sede en la ciudad de Puebla, la que sería elevada al despuntar el siglo XX a la categoría de “Arquidiócesis de los Ángeles”.

Fr. Julián Garcés.

Natural de Munebrega, Aragón, donde nació en la década de 1450. Fue el primer obispo de América y de la Nueva España, nombrado por el rey en 1519 con el título de Obispo de la Diócesis Carolense (o Carolina) y de Santa María de los Re-medios mandada erigir en la Provincia de Yucatán por la Bula de León X del 24 de enero de 1518, la que no se erigió entonces por ser abandonada Yucatán e iniciar-se la conquista de la Nueva España, y consumada esta con ayuda de los naturales del señorío indígena de Tlaxcala, erigiría en 1526 en Tlaxcala, trasladando poco después, en 1539, su sede episcopal a la recién fundada Ciudad de los Ángeles. Gobernó su diócesis hasta 1542, año en que murió. De familia ilustre, tomó el há-bito de Santo Domingo, estudiando en la Universidad de Paris. Filósofo, teólogo, orador y humanista, fray Julián Garcés influyó de manera decisiva en la corona española en la fundación de la Puebla de los Ángeles y en la defensa de los indios en cuanto a su idoneidad y capacidad de éstos para aprender y entender la doc-trina, recibir los Santos Sacramentos y adelantar en las Artes, Ciencias y Letras, logrando que el Papa Paulo III emitiera un par de bulas a favor de ellos. Fundó dos hospitales, uno en Perote, para los españoles que llegasen enfermos de España; y otro en la antigua Ciudad de los Ángeles, al cual instituyó su heredero en el tes-tamento que otorgó en enero de 1542, muriendo el 7 de diciembre de dicho año.

1 Las semblanzas están basadas principalmente en: Estatutos, Varios Documentos y Episcopologio Angelopolitano, Puebla de los Ángeles, Imp. La Enseñanza Objetiva, 1925. Sección Tercera. 2 Miembro del Consejo de la Crónica de la Ciudad de Puebla.

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31 Personajes Históricos

Diego Romano

Obispo de Puebla desde 1578, año en que se establecen en la ciudad los teatinos o jesuitas. En 1585 asistió a la celebración del III Concilio Mexicano que normó la vida de la iglesia novohispana por más de tres siglos. Le tocó fundar el colegio se-minario de San Juan Evangelista en 1595, con la ayuda económica del Padre Juan Larios y erigir al año siguiente la parroquia de San José, al que décadas después, en 1680, el cabildo de la ciudad declararía como su santo patrón contra los rayos y tempestades. Apoyó al establecimiento de la orden de la Nuestra Señora de la Merced en la ciudad y varios conventos de religiosas más en Puebla y Atlixco, así como el convento de Santa Bárbara, conocido hoy como de San Antonio. Como obispo, intentó antes que Palafox la secularización de la iglesia angelopolitana, le dio constituciones al coro catedralicio y estatutos al colegio de San Juan. La destreza y energía con que practicó la visita oficial al gobierno del Virrey Villa Manrique, los dotes de consejo y erudición mostrados en el Concilio III Mexicano y su rigor, a veces excesivo, en la disciplina canónica, le dieron carácter y bien merecida fama, granjeándole incluso enemistades. Murió el 12 de abril de 1606.

Juan de Palafox y Mendoza

Obispo reformador de costumbres e instituciones, desplegó una intensa actividad civil y religiosa en los nueve años que permaneció en la Nueva España como obis-po de Puebla, arzobispo y virrey electo, visitador general y juez de residencia del reino. Fue presentado para la diócesis de Puebla en 1639, tomando posesión del obispado el 22 de julio de 1640. Emprendió con sumo empeño la continuación de la catedral nueva, la que consagró el 18 de abril de 1649; realizó la visita pastoral de gran parte de su extenso obispado; hizo reglas y ordenanzas para el coro y constituciones para la contaduría catedralicia. Fundó el convento de religiosas do-minicas de Santa Inés de Montepulciano; erigió el colegio tridentino de San Pedro y dejó proyectado el eximio de teólogos de San Pablo, dotándolos de cátedras y donándoles su magnífica Librería, base de la actual Biblioteca Palafoxiana. Puso en las doctrinas de religiosos, clérigos seculares, nombrando 36 curas y constru-yendo igual número de iglesias; ordenó la impresión del Manual de Sacramentos; dirigió muchas pastorales a sus clérigos y escribió gran número de obras de di-versa índole. Edificó gran parte del santuario de San Miguel del Milagro, donde pasaba sus temporadas de descanso, oración y estudio. Vivió oculto seis meses en la hacienda de San José Chiapa, hoy parroquia y santuario, esperando la contesta-ción del Papa y del Rey sobre la controversia que tuvo con la Compañía de Jesús y cuya respuesta le fue favorable. Regresó a España en mayo de 1649 nombrado go-bernador de su diócesis, que a su nombre la administró hasta 7 de enero de 1655, en que fue promovido al obispado de Osma, donde murió en olor de santidad el 1 de octubre de 1659, a los 59 años de edad, iniciándose de inmediato la casa de su beatificación, siendo elevado a los altares de la iglesia universal el 5 de junio de 2011 como beato, asignándole como fiesta el 6 de octubre.

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32El pregonero

Manuel Fernández de Santacruz y Sahagún

A los 35 años de edad fue presentado para la mitra de Chiapas en 1672 y antes de embarcarse fue promovido al obispado de Guadalajara, la que empezó a gobernar siendo aún electo, pues fue hasta el 24 de agosto de 1675 cuando fuera consagra-do en México por el arzobispo-virrey Fr. Payo Enríquez de Rivera. En junio de 1676 fue presentado para la mitra de Puebla, la que gobernó durante 22 años, a partir del 10 de agosto de 1677. En 1680 fue promovido para el arzobispado de México, cargo que no aceptó por amor a su grey angelopolitana. Erigió el colegio de Niñas Vírgenes, reuniendo en él los dos que había fundado en Tlaxcala y Atlixco. Dotó el colegio de Jesús María de Niñas a cargo de las religiosas de San Jerónimo. Dio nueva forma y esplendor al colegio eximio de San Pablo para teólogos, comenza-do por su antecesor Palafox y Mendoza, separándolo del Seminario Tridentino, levantándole nuevo edificio en la calle de Morados (7 Oriente), asemejándolo en el ceremonial y vestiduras al Mayor de Cuenca. Fundó el convento de religiosas recolectas agustinas de Santa Mónica y edificó la casa de recogimiento de Santa María Egipciaca. Por su influjo, el padre Andía comenzó el beaterio de Santa Rosa de Lima de la ciudad de Puebla que sería más adelante convento dominico. Pro-movió la fundación del convento de capuchinas, realizada después de su muerte. Amplió el Oratorio de San Felipe Neri (La Concordia), aumentó el acervo de la Biblioteca Palafoxiana, continuó las obras del santuario y casa de San Miguel del Milagro, donde acostumbraba recogerse ante y después de sus visitas pastora-les, escribiendo allí el tercer tomo de sus Antilogiae Sacrae Scripturae. Declinó el nombramiento de virrey de la Nueva España e inició la causa de beatificación del obispo Palafox. Murió el 1 de febrero de 1699 en el pueblo de Tepeojuma, entre Atlixco e Izúcar, cuando realizaba la visita pastoral.

Francisco Fabián y Fuero

Presentado como obispo en 1764, tomó posesión de su obispado el 22 de junio de 1765, siendo hasta el 14 de julio siguiente cuando fuera consagrado en la catedral de Puebla por el ilustrísimo señor don Miguel Anselmo Álvarez de Abreu y Valdés. Durante su gobierno, en 1767, fue la expulsión de los jesuitas. En 1771 asistió al Concilio IV Mexicano del que fue su alma. El obispo Fabián y Fuero, junto con el ilustrísimo señor Lorenzana, arzobispo de México y Fr. Antonio Alcalde, obispo de Yucatán, consagraron el santuario de San José Chiapa, hospedándose en la casa cural, levantada por el Padre Mier en el mismo sitio en que por seis meses vivió y oculto el ilustre obispo Palafox y Mendoza. Como obispo borbón Fabián Fuero impuso la vida en común en los conventos de calzadas de la Puebla de los Ánge-les, a pesar de la rebeldía de estos, en especial del convento de Santa Inés del Montepulciano, en lo demás fue prudente legislador y gobernante. El 5 de marzo de 1773, desde el Santuario de San José Chiapa, comunicó al cabildo catedrali-cio su traslación al arzobispado de Valencia, España, no habiendo aceptado el de México. En 1795, después de haber sufrido persecuciones y borrascas, renunció y se retiró a la Villa de Torrehermosa, donde murió a los 82 años de edad, el 3 de agosto de 1801.

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33 Personajes Históricos

Antonio Joaquín Pérez Martínez

Poblano de nacimiento, figuró en el coro catedralicio desde 1798 como medio racionero, racionero y magistral. Personaje controvertido y crucial del proceso emancipador de México desempeñó un papel importante en las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812 de ella emanada, la que fue derogada al regreso de Fernando VII terminaría por precipitar la Independencia de México. La brillante actuación de Pérez Martínez como diputado a las Cortes le valdría ser nominado como obispo de la sede vacante por muerte de su anterior titular Manuel Ignacio Gómez del Campillo, siendo consagrado en Madrid el 5 de marzo de 1815, en-trando solemnemente a su sede episcopal el 22 de marzo de 1816. En diciembre de 1819 bendijo el hermoso tabernáculo y ciprés de la catedral. En 1821, el 5 de agosto hospedaría en el palacio episcopal a Agustín de Iturbide, general en jefe del Ejército Trigarante, tras la rendición de la ciudad de Puebla, último reducto español de importancia, jurando el mismo día la Independencia de México, des-pués que lo hiciera lo propio el Ayuntamiento poblano en su palacio de gobierno. El 28 de agosto siguiente, cantó un Te Deum por la celebración de los Tratados de Córdoba que formalizaba dicha Independencia, día en que la tradición afirma se le agasajó a Iturbide con los célebres chiles en nogada, preparados especialmente para la ocasión. Fue vocal de la Junta de Gobierno, firmando en segundo lugar el acta de Independencia de México; después fue miembro de la Regencia del Imperio, además de capellán mayor y prelado Gran Cruz de la Orden Imperial de Guadalupe. Falleció en su ciudad natal el (corroborar fecha) 26 de abril de 1829, siendo sepultado en su Catedral.

Francisco Pablo Vázquez Sánchez Vizcaino

Nació en Atlixco, el 8 de marzo de 1769, estudiando en el Seminario Palafoxiano de Puebla, fue “familiar” del obispo Antonio Joaquín Pérez Martínez. Hizo brillan-te carrera en el campo de las ciencias sagradas y profanas, graduándose primero en Teología y luego en jurisprudencia. Fue catedrático en la Universidad Pontificia de México. Cura de San Jerónimo Coatepec hasta 1793, de San Martín Texmelu-can y del Sagrario Metropolitano. El 28 de marzo de 1806 tomo posesión de la canonjía lectoral. El 12 de junio de 1814 fue electo Diputado Provincial. El 23 de febrero de 1822, la Regencia del Imperio lo eligió para tratar los asuntos diplo-máticos con la Santa Sede. Recibidas las credenciales, en mayo de 1825, salió con rumbo a Europa en calidad de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario, logrando el reconocimiento del gobierno mexicano. Fue preconizado obispo de Puebla por muerte de su mentor Pérez Martínez, el 28 de febrero de 1831z por Gregorio XVI, siendo consagrado en roma el 6 de marzo por el cardenal Odescal-chi. Tomó posesión de su diócesis por apoderado el 1 de julio de 1831, y consagró a la primera generación de obispos michoacanos. En 1833 le tocó vivir uno de los primeros sitios de la ciudad de Puebla y el flagelo pestífero del cólera morbo, asis-tiendo personalmente a los enfermos de la manzana que le tocó atender. Como obispo le tocó celebrar el III Centenario de la milagrosa aparición de la Virgen de Guadalupe en 1831, la jura a Nuestra Señora de Ocotlán en 1834, las leyes Constitucionales en 1837 y enfrentar la invasión norteamericana de 1847. Murió en Cholula durante la invasión norteamericana el 7 de octubre de 1847, siendo sepultado en la catedral de Puebla, al pie del altar de San José.

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34El pregonero

Ramón Ibarra y González

Nació el 22 de octubre de 1853 en Olinalá, Guerrero; estudió en el Seminario Conciliar de Puebla, del que llegó a ser maestro y superior. En 1876 concluyó sus estudios de Jurisprudencia con brillante éxito. Estudiante del Colegio Pío Latino Americano de Roma, se graduó como doctor en Teología. El 21 de febrero de 1880 se ordenó de sacerdote en la Basílica Lateranense. En 1881 conquistó las borlas de doctor en Derecho Canónico y Derecho Civil y al año siguiente obtuvo el grado de doctor en Filosofía. De regreso a Puebla, ingreso al coro de la catedral como medio racionero en 1885 y racionero en 1888, desempeñándose también como Vicario capitular. Devoto de la Virgen de Guadalupe fue presidente de la comisión organizadora de la primera procesión diocesana al Tepeyac en febrero de 1887. Organizó y presidió también la primera peregrinación mexicana a Roma, que se realizó en 1888. Siendo provisor del obispado de Puebla renunció al cargo para dirigirse a Roma con la intención de ingresar a la Compañía de Jesús; y luego de ser aceptado, al estar haciendo los ejercicios espirituales de San Ignacio, fue preconizado obispo de Chilapa por León XIII, siendo consagrado el 5 de enero de 1890 en la Basílica Lateranense. Luego, en 1902 se le trasladó al obispado de Pue-bla, tomando posesión de la mitra el 6 de julio. Fue el último obispo de la diócesis de Tlaxcala, la que fue elevada a “Arquidiócesis de los Ángeles” el 8 de febrero de 1904, siendo, por lo tanto, su primer arzobispo. En diciembre del mismo año la catedral fue elevada a Basílica Menor. Algunos de sus logros principales fueron el Hospital del Sagrado Corazón de Jesús, la creación de la Universidad Católica An-gelopolitana, los Centros Católicos Obreros, la erección de la Colegiata de Nuestra Señora de Ocotlán, Tlaxcala; el Primer Congreso Católico Nacional, etcétera; todo ello a pesar de los tiempos difíciles que le tocó vivir de la Revolución Mexicana y de persecución religiosa. Murió el 1 de febrero de 1917, a la edad de 64 años, siendo enterrado en el Panteón del Tepeyac.

Noticias

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35 Noticias

Noticias

LAS CALLES DE HUGO LEICHT

El Gobierno Municipal de Puebla, a través de la Secretaría del Ayuntamiento, en un acto de honor celebra la vida y la obra de Hugo Leicht Meyer (Hamburgo, Alemania, 27 de agosto 1881-15 de agosto 1952) en un recorrido visual por la Puebla que tanto amó el estudioso de

la Historia, la Botánica y la Lingüística.

La exposición construye un mirador hacia la labor de Leicht en “el país del sol” –como gustaba de llamar a México-, que permite entender los contextos de donde surgió la obra Las Calles de Puebla, cuya primera edición data de 1934.La muestra, integrada por 20 imágenes -tanto biográficas como de su quehacer intelectual-, ilustra las maneras en que el célebre y clásico libro de Hugo Leicht se constituye en memoria histórica, que registra acciones y atmósferas urbanas que dotan de sentido a la vida de los ciudadanos en la dimensión colectiva propia del patrimonio cultural. La selección de documentos y fotografías, desde 1782 hasta 1969,destaca el diálogo entre Archivo y Obra, tomando en cuenta imágenes representativas del periplo del acucioso investigador, biblio-tecario y pedagogo alemán poblano. La divulgación del acervo Histórico del Archivo General Municipal de Puebla, labor continuada por la Secretaría del Ayuntamiento, comparte en imágenes las huellas de tan distinguido humanista por Las Calles de Puebla.La exposición fue inaugurada por el Secretario General del Ayuntamiento, Mario Riestra Piña, la muestra estará expuesta al público hasta el 4 de octubre en el Pasaje del Ayuntamiento, durante el meses de septiembre y mediados de octubre.

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36El pregonero

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