apuntes para una teología ascética actual desde las enseñas de san juan clímaco

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Universidad teológica de América Central. Curso de Patrología – 2015 Dra. Deyanira Flores. Trabajo individual. APUNTES PARA UNA TEOLOGÍA ASCÉTICA ACTUAL DESDE LAS ENSEÑAS DE SAN JUAN CLÍMACO. Por: Jesús Piedra Barboza.

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analisis sobre la escala santa

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Universidad teológica de América Central. Curso de Patrología – 2015

Dra. Deyanira Flores. Trabajo individual.

APUNTES PARA UNA TEOLOGÍA ASCÉTICA ACTUAL DESDE LAS ENSEÑAS

DE SAN JUAN CLÍMACO.

Por: Jesús Piedra Barboza.

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Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo

en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has

enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. (Jn. 17, 22-23)

Estas palabras del evangelista San Juan, constituyen el eje central con el que se abordará el análisis

de la obra de San Juan Clímaco, La escala santa; puesto que como es sabido la teología ascética

presentada en esta obra posee como fin precisamente lo presentado por esta cita, a saber, la

unidad de los cristianos con aquel que es su cabeza, Cristo Jesús; dicha unidad recibida de Dios

como un don, merece de nosotros una preparación preventiva que dispone a la persona hacia los

más altos deseos, a anhelar los bienes de arriba. Por este motivo el recorrido de las tres vías son

para el cristiano un camino seguro por el cual se une cada vez más a el único bien que anhela, es

decir, Dios.

En la sociedad del siglo XXI, el redescubrimiento de la teología ascética no solo constituye una

cuestión más en el que hacer teológico, sino que constituye una necesidad pastoral, que de otra

manera gastaría fuerzas en vano. Digo que es una necesidad pues no es un secreto que la

sociedad actual se caracteriza por la valorización de la persona en su capacidad productiva y

económica, de manera que se es más persona en cuanto es más alto el nivel de capacidad

adquisitiva, se es más digno en cuanto sea más grande la cuenta de activos que se posea, además

la problemática de empleo y de inflación que separan más y más la brecha social; el acelerado

avance de la tecnología, la problemática migratoria, ecológica y la amenaza armamentista, que

parece conducir a una inminente guerra; la pérdida del sentido de pertenencia y el individualismo

que fomentan la indiferencia, entre otros tantos, hace que se vea un gran vacío que constituye un

reto en el que la pastoral puede tomar de la ascesis para dar una respuesta responsable. En todo

este conglomerado de realidades la teología ascética se puede presentar como una vía de escape

que regrese la auténtica dignidad a la persona, por medio del camino purgativo-penitencial que

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ayuda a descubrir la misericordia como gracia de Dios hacia la persona, y como medio de

encuentro con las “no-personas” de la sociedad actual; seguidamente el camino iluminativo

romperá la amnesia de la razón que ha olvida lo esencial, en otras palabras la vida, llevándonos

esta iluminación al camino unitivo, en el que Cristo será todo en todos. Bajo esta motivación el

análisis de la obra de San Juan Clímaco será un gran aporte contra una tendencia que en la

teología actual hace caer a la ascética cada vez más en el desuso o en la burla de tantos.

Aunque es cierto que las tres vías que plantea la teología ascética son una reflexión posterior a la

época patrística y que en los escritos de esta época no las podemos encontrar tal cual son

desarrolladas en la actualidad, el presentarlas ahora como marco para el análisis de la obra de San

Juan Clímaco permite organizar de mejor manera el análisis de misma, y recoger de manera

sistemática sus enseñanzas al respecto.

La vía purgativa- penitencial en San Juan Clímaco.

Para San Juan Clímaco la penitencia no es sinónimo de masoquismo desmedido, por el contrario,

en el segundo escalón de su obra la presenta como victoria de las pasiones y de las afecciones. En

sus mismas palabras es la victoria del amor, ya que como el mismo autor dice “El que de verdad

ama a Dios,… el que de verdad se duele de sus pecados,… este tal ninguna cosa en este mundo

amará desordenadamente… seguro, y ligero seguirá a Cristo.” Menester es recordar que el

masoquismo es alcanzar el placer por medio del dolor, pero tal como lo enseña el autor, la

mortificación no es para alcanzar el placer, ni es el dolor el medio, sino que el fin es el seguimiento

de Cristo y el medio es el amor.

En este mismo escalón, el santo previene a los principiantes que para no ser engañados por el

demonio que busca la perdición de la humanidad es necesario que se cultiven las virtudes de la

templanza y de la vigilancia pues por medio de ellas se puede procurar la libertad y pureza del

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corazón. En esta misma línea señala tres renuncias necesarias para quien quiere purgarse de sus

pasiones desmedidas, tales renuncias son: primero todas las cosas que están fuera de sí, en

términos bautismales sería la renuncia de las obras del demonio. Lo segundo, ha de renunciar a su

propia voluntad, regresando a los términos bautismales se hace mención de las seducciones del

demonio, que utiliza la voluntad débil para hacernos caer en su trampa; y lo tercero, la vanagloria,

según las promesas bautismales esta renuncia sería paralela a la renuncia a Satanás, cuyo pecado

es esté pues no quiso someterse a Dios, aunque nunca se vio libre de obedecerle como a su

creador.

Si, como ya se ha mencionado, el fin de la penitencia es el seguimiento de Cristo, se hace

necesario recordar junto con San Juan Clímaco que la oración es la base de la penitencia pues solo

el mismo Señor puede mirar con cariño y señalar qué es lo que hace falta para conquistar el Reino

de los cielos. (Cf. Mt. 19, 16-21); por medio de la oración constante se empieza a conciliar la

voluntad del hombre con la voluntad divina, se incita la memoria para que tenga delante suyo la

economía de la salvación, que también se obra por el Espíritu en él y se toma conciencia sobre la

misión encomendada. Por medio de la oración y en palabras de San Juan Clímaco los principiantes

alcanzan (en el escalón veintiséis) la virtud de la discreción por medio de la cual se alcanza el

conocimiento de los pensamientos, de los vicios y de las virtudes, en este sentido señala el santo:

La virtud de la discreción tiene también sus grados como las otras virtudes. Porque en los

que comienzan, discreción es verdadero conocimiento así de sus defectos como de su

aprovechamiento…

O por ventura, universalmente hablando, podemos decir que la discreción es un verdadero

y cierto conocimiento de la voluntad de Dios acerca de lo que debemos hacer en todo

tiempo, lugar negocio: el cual conocimiento suelen tener los limpios de corazón, de cuerpo

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y de boca; porque esta manera de limpieza es necesaria para participar los rayos de la

divina luz. Discreción es una conciencia limpia, y un conocimiento purgadísimo para las

cosas de Dios.

Sobre las enseñanzas que se pueden extraer de “La escala santa” se destaca con gran deleite para

la actualidad que el principiante que se encamina por la vía de la penitencia no solo encuentra la

victoria sobre las pasiones y la libertad con respecto a las afecciones, sino con corazón limpio se

abre al encuentro con los hermanos, con el prójimo. Pues el perfectamente purgado, aunque no

ve plenamente el alma de su prójimo, entiende las disposiciones que en ella hay y puesto que la

vista del corazón humano es en suma una vista espiritual, hermosa y clara, siendo superada tan

solo por la de los ángeles; permite al que perfectamente se ha purgado reconocer que aun los

hombres que no han triunfado sobre sus pasiones y si no están del todo sumidos en el cieno de la

concupiscencia, cuando son tratados con benignidad y caridad se despierta en ellos el fuego del

espíritu y de la compunción de sus pecados, llegando así a aficionarse a la hermosura de sus almas

y de sus virtudes, hasta el punto de convertirse a Dios por este medio, siendo así que el

perfectamente purgado se convierte en medio por el cual Dios atraiga a todos los hombres a la

perfección de su conocimiento y a la salvación (Cf. 1 Tim. 2, 3-4)

De las enseñas que en esta línea hemos sacado podemos concluir que:

1. La verdadera penitencia por la cual se purga la persona es la victoria del amor.

2. El fin último por el cual los principiantes avanzan por esta vía es el seguimiento de Cristo.

3. La libertad de Dios se alcanza con la constante vigilancia y con el ejercicio de la templanza;

siendo fieles a las promesas bautismales.

4. La oración es la base de la penitencia, y el precio a pagar para adquirir la virtud de la

discreción.

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5. El que perfectamente se ha purgado se abre al encuentro con el prójimo, mismo que no

puede serle ajeno para aquel que busca seguir a Cristo que paso haciendo el bien.

La vía iluminativa en San Juan Clímaco.

Según lo dicho por nuestro Señor quien lo sigue no puede caminar en tinieblas, sino que tendrá luz

y vida (Cf. Jn 8, 12) y es precisamente confiando en esta promesa del Señor que los proficientes

llegan en “La escala santa” al séptimo escalón, del llanto causador de la verdadera alegría. Si en la

primera vía los principiantes han de buscar la compunción autentica por la cual llegan a gozar de la

misericordia divina, en esta segunda vía se buscara la luz de Cristo, que disipa las tinieblas del

corazón y del espíritu. Teniendo presente esto es que San Juan Clímaco señala que la continencia y

el silencio son virtudes propias de los que aprovechan, y recrean en ellos la humildad del alma,

estos tales se caracterizaran, según el santo, por no condenar a los que pecan sino por tener

compasión de sus necesidades. Estos proficientes son, para San Juan Clímaco, dignos de ser

alabados.

Es interesante destacar que en este escalón, se presenta el llanto, en un principio de una manera

negativa, pues es provocado por la tristeza, pero con forme se avanza en la exposición que del

mismo hace el autor se destaca que no ha alcanzado la gracia del llanto el que llora cuando quiere,

sino aquel que llora las cosas que quiere, es más ni aun tampoco este, sino el que llora como Dios

quiere. Advirtiendo con este hecho que aquellos que parece que lloran según Dios, pero por otra

parte sus obras o palabras irradian ira o soberbia no son auténticos aprovechados que han

alcanzado la iluminación del Señor, ya que estas lágrimas no nacen de saludable compunción.

Porque ¿qué conveniencia tienen entre sí la luz y las tinieblas?

Si hasta el momento parece confuso el ver la vía iluminativa por medio de la exposición del

Séptimo escalón, es porque hasta el momento no se ha aclarado que la perfecta compunción de

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los pecados, es fruto de la iluminación divina, pues solo Dios puede con su luz iluminar en la

conciencia que es lo que le ofende, tal como lo dice el salmista “la norma del Señor es límpida y da

luz a los ojos… Aunque tu siervo vigila para guardarlos con cuidado, ¿Quién conoce sus faltas?

Absuélveme de lo que se me oculta.” (Sal 18). Entendido esto es que podemos afirmar junto con el

autor que Dios no tiene necesidad de nuestras lágrimas, ni quiere que el hombre llore puramente

por la angustia de su corazón, sino por la grandeza del amor que debe tener a Dios, acompañado

con la alegría del corazón.

Al tiempo de lo que se lleva dicho es indispensable conocer que según San Juan Clímaco

La grandeza del llanto merece consolación, la limpieza del corazón merece lumbre de

entendimiento: y esta lumbre es una secreta operación de Dios, entendida sin entenderse

y vista sin verse. Esto es: lumbre o iluminación es una secreta obra de Dios en el alma,

mediante la cual se le da un sobrenatural conocimiento de la verdad; y dícese que es

conocida sin conocerse, porque siente el hombre la eficacia de ella en su ánima, mas no

sabe cierto de dónde le viene; según aquello que está escrito: El espíritu donde quiere

sopla, y oyes su voz; mas no sabes de donde viene, o donde va.

Esta obra es tan secreta en el alma que pasa desapercibida por quien ha alcanzado la vía

iluminativa, no obstante, no es oculta para quienes le rodean, pues la persona que es iluminada

por Dios, es colocada para que sea luz y bendición de las naciones, pues como el mismo Jesús

reconoce en el evangelio ¿quién enciende una luz para esconderla bajo el celemín?, se enciende la

lámpara para colocarla en alto que alumbre a todos los de la casa (Cf. Mt 5. 15). Como se ha

demostrado, tampoco los proficientes avanzan por el camino de la iluminación aisladamente sino

que se ha de tener presente que los dones y virtudes que por este medio se adquieren son en

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función de la edificación del cuerpo de Cristo que es la Iglesia primeramente y luego para atraer a

todos los hombres a aquel que fue levantado entre cielo y tierra para nuestra salvación.

A pesar de todo lo dicho, San Juan Clímaco hace una advertencia que no puede pasarse por alto,

tal advertencia tiene que ver con la soberbia, la cual es definida por el santo como “una suma

pobreza del ánima; la cual imagina que tiene riquezas, y piensa que tiene luz estando en tinieblas.”

Tal advertencia se agrava cuando la experiencia revela que la soberbia no solo detiene el avance

espiritual, sino también se constituye en un veloz retroceso de lo ya caminado. A esta advertencia

de San Juan Clímaco también se une Santa Teresa de Jesús en su obra “Las moradas o el castillos

interior.”

Por último, el proficiente ha de tener en cuenta quien es su maestro y debe desvivirse por seguirle

y estar atento a sus enseñanzas, pues como señala “La escala santa”

Antes del sol sale la luz de la mañana; y antes de la humildad precede la mansedumbre;

como nos lo declaró la misma luz (que es el Señor) cuando dijo: Aprehended de mí que soy

manso y humilde de corazón. Justo es pues y conforma a la orden natural gozar de la luz

antes del sol, para que más claramente podamos después ver el mismo sol; pues a él nadie

puede ver sino ve primero esta luz, como se colige de lo dicho.

Con tal motivación se puede al mismo tiempo dar introducción a la última de las vías por la cual el

creyente, llega a la unión con Dios, tal como señala Jesús que promete venir a morar dentro de

quienes creen en él.

Resumiendo las enseñas que en esta vía hemos sacado podemos concluir que:

1. Las virtudes que caracterizan a los proficientes son la continencia y el silencio.

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2. Por medio de la iluminación divina el hombre conoce las culpas que se le ocultan y puede

llorar la ofensa que con ellas causa al amor divino.

3. La iluminación del alma es una secreta operación de Dios en el alma del aprovechado, que

produce un conocimiento sobrenatural de la verdad.

4. Dios concédele la participación en su luz divina con el fin de que este tal sea luz de las

naciones.

5. El proficiente ha de tener especial cuidado de no caer en la soberbia, que puede

constituirse en causa de retroceso en su caminar.

La vía unitiva en San Juan Clímaco.

En “La escala santa” se trata del deseo de la unión del alma con Dios cuando se trata sobre la

tercera renunciación, misma que fue mencionada, cuando en este análisis se expuso la primera vía

o vía purgativa. No obstante, se ha de recordar que el hombre que peregrino en esta tercera vía

se hace a sí mismo extranjero de todas las cosas del mundo, no solo con el cuerpo sino también

con el alma, desterrando de si el amor desordenando de todas las cosas, para que suelto el

corazón de estas cadenas, pueda sin impedimento volar a Dios, y unirse con él, y reposar en él, sin

que nadie le quite este reposo, ni lo despierte de este sueño. Lo cual perfectamente se hace en la

gloria, de la cual se puede empezar a gozar ya en esta vida terrena aunque no en plenitud.

Según San Juan Clímaco quienes alcanzan poner sus pies en este camino son los que de manera

perfecta, sometidas todas las pasiones y obedientes en extremo puede vivir en toda su plenitud la

experiencia de vida y oración que ofrece la comunidad cristiana. Tres son las condiciones por las

cuales se reconocen a estos santos templos del Espíritu, a saber, primero una gran pureza de

corazón, luego un gran dominio de sí mismo y por ultimo una habitual necesidad de pensar en

Dios.

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El fin de esta vía es la contemplación de Dios y de sus obras, tal contemplación despierta en quien

la posee la virtud de la simplicidad y una gran y discreta diligencia, del que se sabe extranjero. Al

respecto, y como se ha mencionado anteriormente, San Juan Clímaco expone este camino por

medio de la unidad de la comunidad, de la cual escribe:

Vi yo en aquellos santos cosas grandemente provechosas y dignas de grandísima

admiración. Vi una compañía de muchos, que con el vínculo de la caridad eran todos una

cosa de Cristo, y todos muy ejercitados en obras de vida activa y contemplativa. Porque en

tanta manera se despertaban y aguijaban los unos a los otros para las cosas de Dios, que

casi no tenían necesidad de ser para esto amonestados por el Padre espiritual.

Se ha de rescatar de lo citado que lo que provoca la unidad de los hermanos es la caridad, pero no

una caridad cualquiera, sino aquella caridad del que despertaba en el otro el deseo de las cosas de

Dios. En palabras del evangelista San Juan en su carta que recuerda que Dios es amor, se puede

llegar a la firme determinación que esta unidad fraterna es alcanzada solo cuando se alcanza la

unidad con quien es el amor mismo, es decir con Dios. Por tal motivo señala Clímaco que eran

todos una cosa en Cristo. Pues como el ave que vuela libre sobre sus polluelos los incita para que

emprendan el vuelo, de la misma manera quienes alcanzan la contemplación de Dios no pueden

callar lo que han visto y oído, hasta el punto de incitar a los demás a esta misma contemplación.

Despierta interés el señalar junto con San Juan Clímaco que la contemplación no es futro del

ejercicio espiritual del hombre, sino que es gracia de Dios, y por tal motivo reconoce el santo que

en vano se apresura el ser humano a correr a la contemplación en tiempo que no es para eso

conveniente, ya que después de una paciente espera y el cortejo de la vías anteriores esa misma

contemplación (tomada en su tiempo) perpetuamente se junta con castísimo vinculo de

matrimonio.

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Una bella metáfora utiliza San Juan Clímaco para explicar este la vía unitiva, y es tal su belleza que

no es posible ignorarse y basta para referir su enseñanza en lo que la contemplación y unión con

Dios refiere.

El niño cuando al principio comienza a conocer a su padre, recibe grande alegría cuando lo

ve; mas si el por alguna causa se le ausenta, y después vuelve a él, hinchase de alegría, por

ver a quien tanto deseaba: y de tristeza, acordándose de cuánto tiempo careció de aquella

honesta y hermosa compañía. Pues así también al ánima devota se alegra con la dulce

presencia y experiencia de Dios, y se entristece cuando le falta. Mas cuando después esta

le es restituida, gozase porque cobró el bien deseado; y entristece porque ve que lo puede

perder otra vez por el pecado.

También la madre del niño algunas veces se esconde; y alegrase si lo ve andar solicito

buscándola: y con este dolor le provoca a uno nunca apartarse de ella, y quererla más.

Pues de esta manera lo hace aquella eterna sabiduría con el ánima devota; de la cual

algunas veces por cierta dispensación, sin culpa suya, se aparta; y viéndola entristecida y

congojada por pensar que perdió esta presencia por su culpa, alégrese de verla de esta

manera solicita, y visitándola después suavemente, enséñala a andar de allí en adelante

más cuidadosa, y poner más empeño en esta gracia.

Sobre lo dicho anteriormente se deducen las siguientes enseñas:

1. Tres son las condiciones por las cuales se reconocen a estos santos templos del Espíritu, a

saber, primero una gran pureza de corazón, luego un gran dominio de sí mismo y por

ultimo una habitual necesidad de pensar en Dios.

2. El fin de esta vía es la contemplación de Dios y de sus obras, tal contemplación despierta

en quien la posee la virtud de la simplicidad y una gran y discreta diligencia.

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3. La caridad es el vínculo de la fraternidad, pero solo se es caritativo cuando se encuentra en

intima comunión con Dios que es el amor.

4. No se debe apresurar la contemplación en tiempo que no es para eso conveniente para

que después esa misma contemplación, tomada en su tiempo, sea íntima y natural en el

ser humano que la recibe.

Opinión personal de la obra analizada.

Tal como lo señale en la introducción del presente análisis considero que en la situación por la que

atraviesa la historia que nos correspondió vivir exigen un estudio y aplicación de la ascesis no

como arqueología teológica, sino como un acto responsable por parte de quienes quieren seguir a

Cristo. En este sentir es que la lectura y estudio de La escala santa de San Juan Clímaco es de gran

valor y aunque la obra en esencia está dirigida a facilitar e iluminar la vida monacal, tienen

repercusiones que con gran facilidad pueden ser aplicadas a cualquier otro estilo de vida.

De hecho, el presente análisis intenta rescatar de una manera global las enseñanzas que pueden

aplicarse a los cristianos del siglo XXI. Siendo sincero considero que la teología ascética necesita, a

la luz del Vaticano II, un aggiornamento que le permita responder de una manera más adecuada a

las necesidades de nuestro siglo. Teniendo en cuenta esto es que me tome la libertad de suprimir

de mi análisis las cuestiones que, según mí parecer, no responden a la vida cristiana en nuestro

tiempo, por lo que pido la compresión de quienes no concuerden conmigo en las reflexiones que a

la luz de tan prestigiosa obra he realizado.

Las supresiones de las que hago mención son más que todo en lo que hace referencia a la

mortificación en un sentido hilemórfico, separando y castigando el cuerpo como a una cárcel de la

cual se debe liberar el alma. Por el contrario y cimentado en la esperanza que Cristo da, con

respecto a que el hombre es la unidad de cuerpo y alma, me he atrevido a analizar la obra desde

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esta visión, invitando a que quienes se acerquen a esta obra de San Juan Clímaco lo hagan con la

devoción de quienes buscan a Dios con sincero corazón.