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“Tiemblan los tiranos, de haber excitado nuestro enojo…” Artigas 1 Módulo Uruguay Organización Social de los Charrúas Las Familias Charrúas La unión sexual entre los Charrúas eran tanto en forma de matrimonios monogámicos o uniones esporádicas y poligámicas (se trata de una poligamia especial, es decir, una mujer nunca tenía más de un marido, y cuando veían que su esposo tenía otra mujer lo abandonaban, apenas encontraban otro del que podían ser esposas únicas). Había mucha libertad para divorciarse, en ambos sexos, pero teniendo hijos, generalmente los matrimonios eran duraderos. En caso de adulterio, éste no tenía otra consecuencia máxima que algunos puñetazos que la parte ofendida aplicaba a los infractores, y esto solo si los apreciaba infragantemente. Esas uniones se realizaban entre integrantes del mismo grupo, pero muchas veces de tribus diferentes. Según Azara, nunca pertenecían en el celibato, y se casaban cuando sentían esa necesidad. El varón pedía la hija a los padres, y si éstos lo aceptaban, la llevaba. La mujer nunca se negaba y se casaba con el primero que llegaba, aunque fuera viejo y feo. Desde que se casan forman una familia aparte y el hombre trabaja para alimentar la nueva familia. El varón al formar una familia ganaba el status de adulto y posteriormente llegaba a ser un guerrero. En la parcialidad de los Minuanes, había algunas diferencias, ya que los Caciques tenían el privilegio de poseer varias mujeres. Los hombres se casan cuando ya son bien maduros, y las mujeres por el contrario cuando son muy jóvenes. Las tareas de las mujeres eran múltiples, armaban las tolderías, desollaban las reces, cocinaban, pulían las bolas de piedras, confeccionaban los quillapís, y recolectaban algunos alimentos; tenían un papel importante en las mudanzas frecuentes de sus tolderías de un sitio a otro, llevando sus niños atados a la espalda o a pie, mientras que sus esposos se trasladaban a caballo con sus armas, prontos para cazar la presa que divisaran en el campo. Las madres criaban y enseñaban a sus hijos sin castigarlos; a las niñas los menesteres propios de su sexo para cuando fueran mayores y a los hijos los educaba mas bien el padre a quienes acompañaban en las cacerías y practicaban continuamente el manejo de lanzas, flechas y boleadoras. Entre los minuanes en cambio, era más frecuente que los hijos después del amamantamiento fueran entregados a algunos de los parientes ya casados, quienes se encargaban de su educación. Las crónicas nos dicen que hubo casos en que algunas madres que querían a sus pequeños, en situaciones de guerra, y en la necesidad de no ser descubiertos y preservar la vida de los integrantes de la tribu, ante la posibilidad de que lloraran y los descubrieran se vieron forzadas a sacrificar alguno de los niños de pecho. Los caciques Aunque cada toldería tenía un Cacique, y en casos de guerra se designaba un Cacique general a esos efectos, todas las demás decisiones y medidas de seguridad eran dadas por el Consejo de Familia, fuera de esto todos los Charrúas eran iguales, ninguno superior a otro, ninguno al servicio de otro. Los jefes de familia en caso necesario, se reunían al anochecer para designar los centinelas porque nunca olvidan esta precaución; si alguien tiene alguna idea o proyecto de ataque o defensa, lo comunica a los demás, que generalmente están escuchando, sentados sobre sus talones. Y he aquí un detalle significativo: si se aprueba el proyecto, ninguno está obligado a concurrir a la ejecución del mismo, ni aún la persona que lo ha propuesto, y tampoco hay ninguna pena que se les imponga a los que faltan. Si tienen diferencias personales, o discusiones por algún asunto, lo arreglan en forma particular: se pelean a puñetazos hasta que uno abandona poniéndose de espaldas, y ya no se vuelve a hablar del tema, nunca en estos duelos hicieron uso de armas, y nunca trascendió que hubiera algún muerto producto de los mismos. Entre los Minuanes mencionemos otra diferencia: se reconocía superioridad de algunos Caciques, ya por tener mayor número de indios a su cargo, o por ser más valeroso y hábil. No se sabe si el nombramiento de un Cacique era por elección, un cargo heredado, un guerrero exitoso, o un sabio guerrero anciano, pero parece que la institución del cacicazgo general probablemente haya surgido cuando llegan los conquistadores y es necesario nombrar un representante para parlamentar. Con el tiempo el número de Caciques fue aumentando debido al estado de guerra permanente, y sus decisiones ya eran más escuchadas que las emanadas de los Consejos de Familia, y los Caciques además infundían ánimo , valor, y aplicaban cierta disciplina y justicia en la tribu. Es muy conocida una narración del Gral. Díaz en 1812, en que un Cacique persiguió a un indio hablándole fuertemente y dándole un macanaso en la cabeza. Al regreso el Cacique dirigiéndose al Gral. Díaz le repitió por dos veces: robó, robó, explicando de este modo que había ejecutado un acto de justicia. En tiempos de paz los Caciques, tanto Charrúas como Minuanes, se trataban de igual a igual con los gobernantes y con el Cabildo de Montevideo, de este modo, entre otras cosas obtuvieron reconocimiento de sus parcialidades como Nación, lo que les permitió

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Page 1: “Tiemblan los tiranos, de haber excitado nuestro enojo ...trasladaban a caballo con sus armas, prontos para cazar la presa que divisaran en el campo. Las madres criaban y enseñaban

“Tiemblan los tiranos, de haber excitado nuestro enojo…” Artigas

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Módulo Uruguay Organización Social de los Charrúas

Las Familias Charrúas

La unión sexual entre los Charrúas eran tanto en forma de matrimonios monogámicos o uniones esporádicas y poligámicas (se trata de una poligamia especial, es decir, una mujer nunca tenía más de un marido, y cuando veían que su esposo tenía otra mujer lo abandonaban, apenas encontraban otro del que podían ser esposas únicas). Había mucha libertad para divorciarse, en ambos sexos, pero teniendo hijos, generalmente los matrimonios eran duraderos. En caso de adulterio, éste no tenía otra consecuencia máxima que algunos puñetazos que la parte ofendida aplicaba a los infractores, y esto solo si los apreciaba infragantemente.

Esas uniones se realizaban entre integrantes del mismo grupo, pero muchas veces de tribus diferentes. Según Azara, nunca pertenecían en el celibato, y se casaban cuando sentían esa necesidad. El varón pedía la hija a los padres, y si éstos lo aceptaban, la llevaba. La mujer nunca se negaba y se casaba con el primero que llegaba, aunque fuera viejo y feo. Desde que se casan forman una familia aparte y el hombre trabaja para alimentar la nueva familia. El varón al formar una familia ganaba el status de adulto y posteriormente llegaba a ser un guerrero.

En la parcialidad de los Minuanes, había algunas diferencias, ya que los Caciques tenían el privilegio de poseer varias mujeres. Los hombres se casan cuando ya son bien maduros, y las mujeres por el contrario cuando son muy jóvenes.

Las tareas de las mujeres eran múltiples, armaban las tolderías, desollaban las reces, cocinaban, pulían las bolas de piedras, confeccionaban los quillapís, y recolectaban algunos alimentos; tenían un papel importante en las mudanzas frecuentes de sus tolderías de un sitio a otro, llevando sus niños atados a la espalda o a pie, mientras que sus esposos se trasladaban a caballo con sus armas, prontos para cazar la presa que divisaran en el campo.

Las madres criaban y enseñaban a sus hijos sin castigarlos; a las niñas los menesteres propios de su sexo para cuando fueran mayores y a los hijos los educaba mas bien el padre a quienes acompañaban en las cacerías y practicaban continuamente el manejo de lanzas, flechas y boleadoras.

Entre los minuanes en cambio, era más frecuente que los hijos después del amamantamiento fueran entregados a algunos de los parientes ya casados, quienes se encargaban de su educación. Las crónicas nos dicen que hubo casos en que algunas madres que querían a sus pequeños, en situaciones de guerra, y en la necesidad de no ser descubiertos y preservar la vida de los integrantes de la tribu, ante la posibilidad de que

lloraran y los descubrieran se vieron forzadas a sacrificar alguno de los niños de pecho.

Los caciques

Aunque cada toldería tenía un Cacique, y en casos de guerra se designaba un Cacique general a esos efectos, todas las demás decisiones y medidas de seguridad eran dadas por el Consejo de Familia, fuera de esto todos los Charrúas eran iguales, ninguno superior a otro, ninguno al servicio de otro. Los jefes de familia en caso necesario, se reunían al anochecer para designar los centinelas porque nunca olvidan esta precaución; si alguien tiene alguna idea o proyecto de ataque o defensa, lo comunica a los demás, que generalmente están escuchando, sentados sobre sus talones. Y he aquí un detalle significativo: si se aprueba el proyecto, ninguno está obligado a concurrir a la ejecución del mismo, ni aún la persona que lo ha propuesto, y tampoco hay ninguna pena que se les imponga a los que faltan.

Si tienen diferencias personales, o discusiones por algún asunto, lo arreglan en forma particular: se pelean a puñetazos hasta que uno abandona poniéndose de espaldas, y ya no se vuelve a hablar del tema, nunca en estos duelos hicieron uso de armas, y nunca trascendió que hubiera algún muerto producto de los mismos.

Entre los Minuanes mencionemos otra diferencia: se reconocía superioridad de algunos Caciques, ya por tener mayor número de indios a su cargo, o por ser más valeroso y hábil.

No se sabe si el nombramiento de un Cacique era por elección, un cargo heredado, un guerrero exitoso, o un sabio guerrero anciano, pero parece que la institución del cacicazgo general probablemente haya surgido cuando llegan los conquistadores y es necesario nombrar un representante para parlamentar.

Con el tiempo el número de Caciques fue aumentando debido al estado de guerra permanente, y sus decisiones ya eran más escuchadas que las emanadas de los Consejos de Familia, y los Caciques además infundían ánimo , valor, y aplicaban cierta disciplina y justicia en la tribu. Es muy conocida una narración del Gral. Díaz en 1812, en que un Cacique persiguió a un indio hablándole fuertemente y dándole un macanaso en la cabeza. Al regreso el Cacique dirigiéndose al Gral. Díaz le repitió por dos veces: robó, robó, explicando de este modo que había ejecutado un acto de justicia.

En tiempos de paz los Caciques, tanto Charrúas como Minuanes, se trataban de igual a igual con los gobernantes y con el Cabildo de Montevideo, de este modo, entre otras cosas obtuvieron reconocimiento de sus parcialidades como Nación, lo que les permitió

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concertar varios acuerdos en representación de todos los indios (Nación).

Han quedado pocos nombres de Caciques, sólo los más antiguos, tales como Zapicán, Abayubá, Tabobá, Magalona, etc, pero posteriormente tomaron la costumbre de adoptar nombres de personajes, tales como el Caciques Brown, Lecor, Rondeau, Sepé, Barbacena, etc. de quienes habían oído hablar.

Economía y alimentación de los Charrúas

Los charrúas traían de los Pámpidos su habilidad para la caza y la guerra, y aunque tuvieron enfrentamiento con los grupos que ya habitaban el territorio, no pudieron escapar del proceso de mestización, y de ese modo incorporaron alfarería, tallado y pulimentado de piedras y la navegación (de los guaraníes).

El sistema económico de los Charrúas, se basó en la caza, recolección de productos agrestes, que completaron con la pesca. Se veían obligados a cambiar de lugar constantemente en busca de asegurarse su alimentación, según las estaciones del año.

Practicaban la caza superior, mayor o también conocida por caza a la distancia, tarea exclusiva de los hombres, para la cual utilizaban el arco y la flecha, venablos, boleadoras. Para ello se reunían en grupos, y cuando descubrían la presa en una ligera carrera trataban de capturarla, y a las fieras como pumas y jaguaretés, las enfrentaban en una lucha cuerpo a cuerpo en pleno monte o campo abierto. En grupos, usaban el lazo si el animal estaba furioso y revestía algún peligro, enlazándolo cada uno por un miembro y separándose luego. En esa posición, inmovilizado, se acercaba un indio y sin mayor riesgo lo mataba con una lanza mediana.

Cazaban guazú-birá, más conocido por venado (propio del Río de la Plata), guazú-pecú, guazú-ti, gatos monteses, liebres, pecarís, carpinchos, tatúes, mulitas, nutrias, aperiás, tortugas y lobos marinos, y hasta lagartos. También ñandúes, perdices, martinetas, etc, sin olvidar mariscos y crustáceos de agua dulce. Las mujeres y los niños recolectaban huevos de aves, frutas silvestres: pitangas, macachines, guayabas, burucuyá y raíces tiernas. Los cocos y los palmitos también eran de su preferencia. Es curioso hacer notar que los brotes de ceibo eran muy apetecidos por ellos y eran tan nutritivos que los Charrúas no necesitaban de otro alimento cuando eran perseguidos, y no podían detenerse para cazar.

Refiere Benito Silva, que convivió con ellos, que tenían la costumbre de mascar una mezcla de hueso y tabaco, que escondían detrás de su labio superior. Creían que de este modo se les conservaría la dentadura y aumentarían sus calorías en el invierno.

Entre los hidratos de carbono que componían su dieta, incluían el cazabe, que era una especie de torta hecha con harina de mandioca (yuca en Haití), que era preparado por las mujeres y llevaban en sus bolsos de piel de jaguar.

Las mujeres asaban la carne y los pescados que clavaban en el palo asador, inclinado sobre las brasas y en el extremo superior libre. A los pescados también los desecaban sin sal abriéndolos al medio y oreándolos al sol.

Con la llegada de los conquistadores y la ganadería, esta vida natural sufrió modificaciones, porque si bien mejoró su alimentación con las proteínas vacunas (y caballares), se hicieron aficionados al alcohol y al vicio de fumar.

Las bebidas las ponían en vasos de barro negro, que dejaban secar al sol hasta que se endurecían, también en recipientes de este tipo cocinaban la carne de ñandú, lo asaban, o lo dejaban secar al sol como charque.

También se hicieron muy adictos al mate proveniente de la yerba que venía del Paraguay, que también se generalizó al gaucho, a los criollos en general, y hasta los habitantes del Uruguay al día de hoy. Sin embargo los Charrúas, en un principio bebían una mezcla de agua con yerba, la que mantenían en su boca masticándola y tragando solo el líquido con la escencia de la yerba. Posteriormente, se fue perfeccionando el modo de beberlo con el uso del mate y la bombilla.

Finalmente, hacia el año 1857, y según versión del coronel Modesto Polanco, uno de los últimos grupos de Charrúas que vivían en Tacuarembó, indicaba que estos se alimentaban tan solo de carne de vaca, mientras que las madres adiestraban a los pequeños en la caza de perdices y mulitas.

Es importante señalar que los alimentos conseguidos se distribuían entre los integrantes de cada grupo, incluidos los extranjeros y prisioneros, lo que da la pauta del grado de conciencia social a que habían llegado.

Un elemento importante fue el dominio del caballo y la ayuda de los perros domesticados, lo que les sirvió además para ser más eficientes en la guerra y en su lucha por la defensa de sus territorios.

Vinculación de los Charrúas con el General Artigas

Probablemente quien mejor ha estudiado la afinidad entre Artigas y los Charrúas es el escritor e investigador uruguayo Carlos Maggi.

Esta buena relación se origina, según Maggi, en las acciones del legendario abuelo de Artigas, Juan Antonio, (1732- 1773), de quien dice: que era él quien lograba entenderse con los infieles, yendo solo y gallardamente de toldería en toldería, para salvar a Montevideo, una y otra vez…

En la misma obra se da a entender que Artigas a partir de los 14 años desaparece de su ambiente familiar y pasa a vivir relacionado con los Charrúas con quienes habríase dedicado a faenas rurales relacionadas con transportes de ganado. Por tradición oral los Charrúas ya recordaban el apellido Artigas, y por otra parte, José Gervasio, que convivió con su abuelo hasta que tenía 9 años, habría escuchado seguramente de sus labios

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varias veces comentarios de sus experiencias con los Charrúas en las misiones que se le habían encomendado.

De modo pues, que estos elementos son los que habrán allanado y favorecido una rápida integración entre Artigas y los indios.

En otra de sus obras dice que dado que su nombre era conocido y respetado en el Lejano Norte, se integró naturalmente a la sociedad de los Charrúas. Hay una cita concreta del Cnel. Dorrego, que va persiguiendo a Artigas, y el 6 de diciembre de 1814, informó a Montevideo: La fuerza enemiga pasa de 1300 hombres, incluso 300 indios.

También se cita repetidamente la maestría de los Charrúas para cabalgar, y la fuerza de combate que representaban los grupos de indios con lanza y a caballo.

El mismo Rivera en lucha contra los porteños en el paraje conocido por Azotea de González, logra una importante victoria con la invalorable ayuda de la caballería Charrúa. Escribe Artigas a Miguel Barreiro respecto a esa batalla: Algunos enemigos pagaron su obstinación con la muerte ante la intrepidez de la caballería Charrúa

Bien es cierto que sentimos un estremecimiento al repasar estas notas del prócer en relación con los Charrúas. Es de gran importancia el símbolo del escudo de Artigas o de la Provincia Oriental autónoma de 1816 porque en forma algo encubierta figuran elementos propiamente charrúas. El principal de ellos, es que en vez de un sol, el escudo está coronado por plumas de indios; a la derecha observamos una lanza charrúa; a la izquierda sobre la bandera de Artigas, podemos ver la mitad de un arco, y algo más abajo un carcaj con dos flechas. Estos elementos, que habían permanecido sin la debida difusión, confirman la integración de los charrúas con Artigas y con la libertad de la Provincia. No olvidemos que la libertad era el principal valor en la vida de los charrúas, y el emblema de este escudo dice Con Libertad ni Ofendo ni Temo. Interpreto que desde el punto de vista indio nos está diciendo el escudo que, viviendo en Libertad, el charrúa ni ofendía (no atacaba, no combatía, etc.) y tampoco temía (es decir, podía desarrollar su vida pacíficamente como siempre, sin temor a ser despojado de lo suyo, sus tierras, sus mujeres, su propia vida). Es fundamental que se conozcan estos secretos que están insertados en la figura del escudo. Ellos, por provenir del mismo Artigas, nos dejan la absoluta convicción de la afinidad que hemos mencionado con los charrúas más que cualquier relato de dudosa procedencia.

Artigas según Artigas*

Yo no hice otra cose que responder con la guerra a los manejos tenebrosos del Directorio me hacía por considerarme enemigo del centralismo, el cual sólo distaba un paso del realismo (la monarquía). Pero los Pueyrredones y sus acólitos querían hacer de Buenos

Aires una nueva Roma imperial, mandando sus procónsules a gobernar a las provincias militarmente y despojarlas de toda representación política, como lo hicieron rechazando los diputados al Congreso que los pueblos de la Banda Oriental habían nombrado y poniendo precio a mi cabeza.

Cada día veo con más admiración sus rasgos singulares de heroicidad y constancia. Unos quemando sus casas y los muebles que no pueden conducir; otros caminando leguas y leguas a pie por falta de auxilios o por haber consumido sus cabalgaduras en el servicio. Mujeres ancianas, viejos decrépitos, párvulos inocentes, acompañan esta marcha manifestando todos, la mayor energía y resignación en medio de todas las privaciones. Yo llegaré muy en breve a mi destino con este pueblo de héroes, y al frente de seis mil de ellos que obran como soldados de la patria trabajaré gustoso en propender a la realización de sus grandes votos.

Aquí, donde el río se enoja y se revuelve en hervores y remolinos, sobre la meseta purpúrea rodeada de fosas y cañones, gobierna el general Artigas. Estos mil fogones de criollos pobres, estos ranchos de barro y paja y ventanas de cuero, son la capital de la confederación de pueblos del interior del Río de la Plata. Ante la choza de gobierno, los caballos esperan a los mensajeros que galopan trayendo consultas y llevando decretos. Un luce alamares ni medallas el uniforme del caudillo del Sur.

*Felipe Pigna

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El Grito de Asencio: el inicio de la Revolución

El 27 de febrero de 1811 día del Grito de Asencio se ha marcado tradicionalmente como la iniciación de la Revolución en la Banda Oriental también conocida como la admirable alarma.

Sus conductores fueron Pedro José Viera y Venancio Benavides, quienes ocuparon la población de Mercedes en la madrugada del 28. Ese mismo día, por la tarde, Pedro J. Viera ocupó la Villa de Santo Domingo de Soriano.

Desde mi arribo a Paysandú (diría Artigas) dirigí varias cartas a los sujetos más caracterizados de la Campaña como de la ciudad de Montevideo (...) los que se ofrecieron con sus bienes y todas sus facultades a impulsarse en obsequio de nuestra sagrada causa.

Como las limaduras de hierro atraídas por el imán, fueron impulsadas las partidas criollas por la presencia de Artigas. Encabezados por los sujetos más caracterizados de cada pago, fueron rodeando la figura del Blandengue heroico, la cabeza del levantamiento, su Caudillo.

Figura omnipotente en torno a la cual se entretejieron los acontecimientos a lo largo de la década que va de 1811 a 1820, siendo la Historia de los Orientales, la Historia del General don José Artigas.

Su esfuerzo se dirigirá hacia la ciudad murada de Montevideo, foco de ligazón a los intereses europeos ajenos al sentir local.

El Levantamiento en el este: Casupá, Minas, San Carlos, Maldonado, Santa Teresa

El Este, bajo la dirección de don Manuel Francisco Artigas, hermano menor del Héroe, se levanta como un todo. El 5 de mayo de 1811 éste escribe:

Penetrado de los sentimientos, que inspira el amor a la Patria, salí el día 23 del pasado del Arroyo de Casupá con dirección a la villa de las Minas, cuyo pueblo tomamos después de haber parlamentado el día 24 del mismo. Luego que recogimos aquí algunas armas, y juramentados sus vecinos, seguimos nuestra marcha a la villa de San Carlos, en cuyas inmediaciones encontramos al Capitán don Juan Correa con algunos patriotas vecinos, con los que, sin la menor resistencia fuimos dueños de ella el día 28. Al día siguiente mandé de parlamentario a don Pedro Pérez a la ciudad de Maldonado, la que se rindió bajo las condiciones que hoy por la estrechez del tiempo no puedo acompañar a usted, así como el pormenor de mis operaciones y particulares servicios de mis compañeros de armas. En este mismo día sale una fuerza armada a ocupar la fortaleza de Santa Teresa sobre cuyo punto espero tener la misma suerte; que en los demás que quedan

bajo mis órdenes.

(…) Tengo bajo mis órdenes cerca de trescientos hombres armados aunque con mucha escasez, municionados; pero dentro de poco debo contar con más gente, por las muchas armas que se recogen y por los auxilios que espero de usted.

El entusiasmo crece y la voz de la justa causa que defendemos ha penetrado los corazones de toda la Campaña: todos desean unirse y si tuviéramos armas formaríamos en breve un escuadrón respetable. Con la mayor brevedad salgo con el grueso de mis fuerzas a incorporarme con una partida que tengo en Solís, unida volaremos hasta Pando y hacia aquellos destinos que miremos interesante con el objeto de estrechar a Montevideo cortándole los víveres y los auxilios, que puedan por casualidad librarse de la vigilancia de algunas otras partidas pequeñas.

A continuación expresó Rondeau, General en Jefe que reemplazó a Belgrano:

Le he expedido al citado don Manuel Artigas el Despacho Provisional de Teniente Coronel de la Milicia Patriótica nombrándole Comandante de todas las que reúna, en inteligencia que debe operar, bajo la dirección de su hermano don José, a quien usted (la Junta de Buenos Aires) ha nombrado Jefe General de ella.

La Batalla de Las Piedras

Hacia Las Piedras

Con el impulso de don José Artigas las partidas que ya se habían acercado a la Plaza de Montevideo recogiendo caballadas y ganado se agrupan en tomo al Caudillo. Benavides se dirige a poner sitio a Colonia que caerá una semana después del triunfo de Las Piedras, el 26 de mayo, luego de un sitio de nueve días.

Siempre siguiendo la figura del Héroe, eje central de todos estos sucesos, nadie mejor que él para narrarlos: Las ocupaciones que me han ofrecido el honroso cargo que usted tuvo a bien confiarme, no me han permitido, desde mi salida de esa capital, dar a usted una relación detallada de los movimientos practicados y el feliz suceso de las armas de la patria; pero he cuidado de avisarlos respectivamente al señor Belgrano y al coronel don José Rondeau, desde que fue nombrado jefe de este ejército, quienes creo lo harían a usted en iguales términos.

Aprovecho sin embargo estos momentos para elevar a su conocimiento todas las operaciones de la división de mi cargo.

Con ella llegué el 12 del corriente a Canelones, donde acampamos destacando partidas de observación cerca de los insurgentes que ocupaban las Piedras; punto el más interesante, así por su situación como por algunas fortificaciones que empezaban a formar y por la numerosa artillería con que lo defendían.

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En la misma noche se experimentó una copiosa lluvia, que continuó hasta las diez de la mañana del 16, en cuyo día destacaron los enemigos una gruesa columna a la estancia de mi padre, situada en el Sauce, a cuatro leguas de distancia de las Piedras, con objeto de batir la División de Voluntarios del mando de mi hermano don Manuel Francisco Artigas, que regresaba por orden mía de Maldonado, a incorporarse con mi División. Se hallaba acampado en Pando y luego que sus avanzadas avistaron al enemigo, me dio el correspondiente aviso pidiéndome 300 hombres de auxilio: en cuya consecuencia y de acuerdo con los señores capitanes determiné marchar a cortar a los enemigos.

En los días previos a la batalla, Elío (nuevo vitrrey del Río de la Plata) trató de atraerse a Artigas a su causa por intermedio de su concuñado don Antonio Pereira. Llevaba la carta don Manuel Villagrán (cuñado y primo del mismo).

Artigas respondió: Sólo aspiro al bien de mi Patria en la justa causa que sigo.

El desarrollo

Montó nuevamente la infantería y cargó sobre ellos: es inexplicable, Señor Excelentísimo el ardor y entusiasmo con que mi tropa se empeñó entonces en mezclarse con los enemigos, en términos que fue necesario todo el esfuerzo de los oficiales y mío, para contenerlos y evitar el desorden.

Los contrarios nos esperaban situados en la loma indicada arriba, guardando formación de batalla con 4 piezas de artillería, 2 obuses de a 32 colocados en el centro de su línea y un cañón en cada extremo de a 4. En igual forma dispuse mi infantería, con las 2 piezas de a 2 y se trabó el fuego más activo. La situación ventajosa de los enemigos, la superioridad de su artillería así en el número como en el calibre y dotación de 16 artilleros en cada una y el exceso de su infantería sobre la nuestra, hacían la victoria muy difícil; pero mis tropas enardecidas se empeñaban más y más y sus rostros serenos pronosticaban las glorias de la Patria. El tesón y orden de nuestros fuegos, el arrojo de los soldados, obligó a los insurgentes a salir de su posición, abandonando un cañón que en el momento cayó en nuestro poder con una carreta de municiones.

Ellos se replegaron con el mejor orden sobre las Piedras, sostenidos del incesante fuego de su artillería y como era verosímil que en aquel punto hubiesen dejado alguna fuerza cuya reunión nos era perjudicial, ordené que cargaran sobre ellos las columnas de caballería de los flancos y la encargada de cortarles su retirada: de esta operación resultó, que los enemigos quedasen encerrados en un círculo bastante estrecho: aquí empezó la acción con la mayor viveza de ambas partes, pero después de una rigurosa resistencia se rindieron los contrarios, quedando el campo de batalla en poder nuestro.

La tropa enardecida pronto hubiera descarado su furor sobre las vidas de todos ellos, para vengar la inocente sangre de nuestros hermanos, acabada de verter para sostener la tiranía; pero ellos al fin participando de la generosidad que distingue a la gente americana, cedieron a los impulsos de nuestros oficiales empeñados en salvar a los rendidos.

El desenlace

La acción tuvo principio a las 11 del día y terminó al ponerse el sol; la fuerza enemiga ascendía en el todo, según los informes menos dudosos que he podido adquirir, a 1230 individuos.

El hecho mismo demuestra bastantemente la gloria de nuestras armas en esta brillante empresa; la superioridad en el todo de la fuerza de los enemigos, sus posiciones ventajosas, su fuerte artillería y particularmente el estado de nuestra caballería, por la mayor parte armada de palos con cuchillos enastados, hacer ver indudablemente, que las verdaderas ventajas que llevaban nuestros soldados sobre los esclavos de los tiranos estarán siempre selladas en sus corazones inflamados del fuego que produce el amor a la patria.

También han llenado su obligación los Voluntarios de caballería y sus dignos jefes; siendo admirable, Excelentísimo Señor, la fuerza con que el patriotismo más decidido ha electrizado a los habitantes todos de esta campaña, que después de sacrificar sus haciendas gustosamente en beneficio del ejército, brindan todos con sus personas, en términos que podría decirse, que son tantos los soldados con que puede contar la patria, cuantos son los americanos que la habitan en esta parte de ella.

En la noche del 18 acampé en las inmediaciones de las Piedras hacía Montevideo, en la situación más ventajosa y cómoda, para oponerme a alguna tentativa del enemigo, que se esperaba según las noticias adquiridas, pero él no hizo movimiento.

El 24 fueron ignominiosamente arrojadas de la plaza por su tiránico gobierno varias familias, vecinos y eclesiásticos, sobre cuyo violento accidente hablé a usted en otro papel.

Estos han sido los movimientos de la División que he tenido el honor de mandar y éstos, Excelentísimo Señor, son los momentos en que me considero elevado por la fortuna al grado de felicidad más alta, si las armas de mi mando han podido contribuir a perfeccionar la grande obra de libertad de mi amada patria y dar a usted, que la representa, un día tan glorioso como aciago y terrible para los indignos mandones que desde su humillada situación intentan en vano oprimirla."

Dios guarde a usted muchos años.

Campamento del Cerrito de Montevideo, 30 de mayo de 1811.

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Primer sitio a Montevideo

El triunfo de Las Piedras mostró a los orientales que eran capaces de valerse por sí mismos, a la vez que aumentó la aureola de prestigio de su jefe.

El Teniente Coronel don José Artigas es ascendido por la Junta a Coronel y entre otros premios recibe de regalo una espada que ha llegado a nuestros días, ligada a un hermoso episodio familiar.

Tres días después don José Artigas pone sitio a Montevideo. El día 1º de junio de 1811 llega el Coronel Rondeau con el grueso del ejército a reforzar al mismo.

Al instalarse el sitio de Montevideo la situación de la Plaza se agravó. Cortados los abastecimientos por vía terrestre, pronto aparecen las

enfermedades propias de toda ciudad sitiada.

Sin embargo el asedio continuaba respirando confianza, cuando aparece inopinadamente otra misión del gobierno de Buenos Aires, cometida al representante salteño, Dr. don Julián Pérez, que había pertenecido a los anteriores diputados: su misión era sin réplica, para que el General en Jefe Rondeau, dispusiese su retirada a repasar el Río de la Plata, ínterin él recababa un armisticio con el General Elío, garantizando a los habitantes que se hallasen en el caso de no seguir el ejército, sin responsabilidad de sus opiniones o procederes cualesquiera los que hubiesen tenido contra el gobierno de Montevideo, etc., etc.

Este fue un nuevo conflicto para el General en Jefe, no poder evadirse ni tampoco revelarlo, de modo que tuviese trascendencia al vecindario patriota y armado por la causa de la libertad unido al ejército, en el sitio y en campaña. El militar tiene una obediencia pasiva para con sus superiores y así fue simulada la nueva misión bajo ciertos pretextos y operaciones que daban distinto sentido a la estabilidad del ejército. Mas no pudo ocultarse todo y los habitantes apercibidos del misterio, se alarmaron altamente: se hizo una representación bajo la influencia del Coronel Artigas, por su primo y secretario el joven don Miguel Barreiro, llena de fuego y de la energía que da la primera edad; paso que no dejó de dar algún cuidado al Dr. Pérez y que su prudencia adoptó llamar a una reunión al vecindario en el mismo Cuartel General, que lo era entonces en la quinta conocida por de La Paraguaya hacia las Tres Cruces.

Efectivamente hubo una numerosa reunión, a quien se hicieron entender las órdenes del gobierno para llevar a todo trance la suspensión del Sitio y retirada del ejército; llegando en aquel acto un ayudante del General Elío con las garantías acordadas.

Siguieron las resistencias que tan vivamente sugería el más alto compromiso, despreciando la confianza en las supuestas garantías de una autoridad española que acababa de clasificar el gobierno patrio, por refractario en todos sus actos; pero ya no tenía remedio; el General en Jefe se disponía, aunque forzado por la subordinación militar. El coronel Artigas, que había concurrido también estaba menos conforme con la suspensión y retirada; mas viendo que sin un trastorno no podía evitarse, fue él que parándose dijo: "Que cuando el gobierno lo había resuelto, sería urgente y que tampoco podían interpretarse las miras ulteriores, que acaso, se reservaba más adelante". Aquí concluye todo y se dispuso definitivamente la evacuación del ejército.

Relato de don Carlos Anaya. Testigo presencial.

Las tratativas de paz

El triunfo de Las Piedras junto con las tomas de San José y Colonia fueron recordados por don Vicente López y Planes en su Canción Patriótica que luego fue el Himno Nacional Argentino.

La campaña de la Banda Oriental ofrecía un horizonte más promisorio ante el tambaleante frente del Alto Perú. La expedición al Paraguay a fines de 1810 y comienzos de 1811 había sido un fracaso desde el punto de vista militar al ser derrotado Belgrano en Paraguarí y Tacuarí. Este debió regresar y su ejército fue empleado, a partir de abril de 1811, en el territorio de la Banda Oriental.

En junio de 1811 tiene lugar en el Alto Perú (hoy Bolivia) la derrota de Huaquí. Después de esta batalla los ejércitos reales del Perú avanzan hacia el sur. El territorio de la Banda Oriental, a su vez, se veía amenazado por el Norte, Noroeste y Este por la división portuguesa del general Diego de Souza, llamado en su ayuda por Francisco Xavier de Elío. Este último pretendía proteger los territorios de Femando VII con la ayuda de la hermana de ese Rey, la princesa Carlota Joaquina, esposa del regente Juan de Portugal, residente en Río de Janeiro desde 1808.

Las gestiones hacen realidad el sueño secular de los portugueses de alcanzar el Río de la Plata. Tanto Buenos Aires como Montevideo alegaban mantener estas regiones leales a Fernando VII.

Nada prudente era invitar al lobo para solucionar los problemas internos de la majada. Pronto los puntos de Maldonado y Paysandú eran alcanzados por los portugueses.

Ante tales contrastes la Junta Grande decide iniciar con Elío tratativas de paz que culminaron con el levantamiento del Sitio a Montevideo dejando a los orientales solos ante la presencia de las fuerzas militares de Elío y las del general lusitano (portugués) Diego de Souza.

La panadería de Vidal

José Rondeau

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“Tiemblan los tiranos, de haber excitado nuestro enojo…” Artigas

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Los intereses de los orientales que habían apoyado desde un primer momento a la Junta, fueron dejados a un lado.

Estos se reunieron, por primera vez, en la Panadería de Vidal (ubicada a la altura del cruce de las actuales calles Yaguarí y Martín C. Martínez), el 10 de setiembre de 1811. Se contaron los asistentes en algo más de cien personas.

Entre otros se destacaban los coroneles Rondeau y Artigas, el presbítero Dámaso Antonio Larrañaga, don Miguel Barreiro, el capitán Felipe Santiago Cardozo, don Carlos Anaya y don Tomás García de Zúñiga.

Los representantes porteños dieron cuenta de lo tratado hasta el momento con Elío y explicaron los desastres del Ejército en el Alto Perú, así como del peligro que significaba el avance portugués. Los orientales expresaron que el sitio no se podía levantar hasta que la Junta escuchara su parecer.

Todos estos acontecimientos aceleraron la caída de la Junta Grande que había sustituido a la Primera Junta de Gobierno conformada en mayo del ‘10. Los sucesos de los días 5 y 6 de abril de 1811 repercutieron en la Banda Oriental con el remplazo de don Manuel Belgrano por don José Rondeau en el mando del Ejército.

El 23 de setiembre se organizó en Buenos Aires el Primer Triunvirato, nuevo ejecutivo integrado por Juan José de Paso, Feliciano Chiclana y Manuel de Sarratea, todos ellos influenciados por Rivadavia, fiel defensor de los intereses ingleses en el Río de la Plata.

Se apura la paz. Los montevideanos esperan refuerzos mientras los porteños reorganizan sus ejércitos. El 7 de octubre de 1811 Elío y Buenos Aires llegan a un acuerdo que será aprobado más tarde.

Segundo Sitio a Montevideo

Se aumentaron las comunicaciones al Yí; se fueron aquellos acercando y cuando ya estuvieron en el paralelo de Las Piedras (dice el padre Bartolomé Muñoz) a cuatro leguas de distancia se ordenó solemnemente la reunión.

El 26 de febrero de 1813, amanecieron formadas las tropas de Infantería en toda la línea del sitio, en este orden: el Regimiento de Granaderos, el No. 3, el 4 y el 6, todos de gala con sus Jefes, Banderas y músicas. La Artillería formó su Cuerpo en el Cerríto de la Victoria; colocó en su cima diez piezas, a más de 4 volantes que con los Dragones y toda la Caballería, toda la Plana Mayor y muchos vecinos salimos a dos leguas de distancia a recibirlos. A las 8 acampábamos ya incorporados al Sitio.

A las 10 de la hermosísima mañana se presentaron los batidores a la que seguía una columna que parecía interminable pues pasaba de 5.000 hombres; esta reunión del Ejército del Sitio era el inmenso pueblo que se juntó de todas partes hizo temblar los muros de la Plaza sitiada que se cubrieron de gente, así como

sus azoteas, al ruido del saludo de 21 cañonazos en el Cerrito.

Eran las 12 cuando llegaron los Generales a las líneas por donde habían pasado las tropas entre los más tiernos ¡vivas! a la Patria y a la unión siempre interesante, mezclados con los sollozos de las almas sensibles incitadas por las músicas y por lo tierno de la escena en que las aspiraciones eran, bendito Dios con esta unión 5.000 enemigos menos que son 5.000 amigos más.

Cien indios charrúas cerraban la retaguardia. La multitud de carretas, familias, bagajes, etc. no acababan de llegar en dos días después.

El 27 salió Blas Pico para Buenos Aires y unos para el arroyo de la China. Supe que la guerrilla de ayer de tarde la mandó el Jefe Oriental y los charrúas echaron a la Plaza algunas flechas, pero uno salió herido.

Tomado del diario de Francisco Acuña de Figueroa el 26 de febrero de 1813.

La quinta de la paraguaya

El preludio del Éxodo

El 10 de octubre tiene lugar la segunda reunión de los orientales, en la quinta de la Paraguaya. Los orientales dejados a un lado se enteran de su futura suerte y presentan una nota ante el jefe sitiador José Rondeau. En ella solicitan se les escuchase antes de ser levantado el sitio.

Concurre a esta reunión el delegado bonaerense José Julián Pérez, ante el cual exponen los orientales su decisión de mantener el sitio por sí solos. De nada valieron las explicaciones del Dr. Pérez, ni las derrotas del Alto Perú ni el peligro portugués, para cambiar de idea a los orientales.

En esta reunión el Coronel Artigas es designado General en Jefe de los Orientales. En los momentos de peligro, en las horas de incertidumbre, el comandante militar es llamado por su pueblo para transformarlo en su guía, en su Conductor.

Esto ocurría el 10 de octubre. El 14 es levantado el sitio por parte de Rondeau, los orientales confiados en que sus aspiraciones iban a ser escuchadas por el novel Triunvirato y con la excusa de ocupar una posición mejor para defenderse de los portugueses, siguen al ejército de Rondeau.

El 20 de octubre Elío aprueba el Tratado (armisticio) sobre las bases del 7 de octubre. Las fuerzas de Rondeau abandonan la Banda Oriental sobre la cual Elío ejercerá total jurisdicción. Quedaban bajo su dependencia, además, los pueblos de Arroyo de la China, Gualeguay y Gualeguaychú. Mientras que Elío levantará el bloqueo de Buenos Aires y de los ríos.

Los orientales se enteran de la firma del Tratado el 23 de octubre, en el Paso de la Arena (San José), donde no son contemplados. Eran abandonados al enemigo prácticamente sin ninguna garantía. Deciden emigrar

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poniendo de manifiesto, en ese momento, la tendencia autonomista de la Banda Oriental.

El Nada debemos esperar sino de nosotros mismos aparecería asentado a partir de estos momentos en el epistolario artiguista a lo largo de la década.

De allí en más, a lo largo de nuestra vida como Estado independiente, siempre tendremos en cuenta la expresión: ¡Pobre de aquellos que van a buscar ayuda al extranjero para solucionar los problemas domésticos! Traerán sobre sí la condena de las generaciones venideras.

Se inicia entonces el Éxodo del Pueblo Oriental.

La capitulación de Montevideo

La guerra con el Directorio

Retirado el General Artigas del Sitio de Montevideo (20 de enero de 1814), los orientales que permanecen en el mismo se agrupan en dos regimientos, los números 9 y 10 de las Provincias Unidas. De éstos subsistió el Nº 9, que luego de tomar Montevideo, lucharía en el frente del Alto Perú. Este Regimiento se destacó en la batalla de Sipe-Sipe, donde cubrió la retirada del ejército patriota derrotado, al mando de su jefe el Coronel Manuel Vicente Pagóla.

El triunfo naval de Guillermo Brown, Jefe de la Flota de las Provincias Unidas sobre la costa montevideana en el Buceo, el 17 de mayo de 1814, priva a la plaza sitiada de recibir auxilios de todo tipo.

Cuando ya fue inminente su caída, Carlos Mana de Alvear, sobrino del Director Posadas, reemplaza a José Rondeau en la dirección del Sitio. El 20 de junio Vigodet capitula, entrega la ciudad en depósito. Ambos bandos reconocen la integridad de la Monarquía española (las Provincias Unidas forman parte de la misma, pues aún el proyecto sanmartiniano del Congreso de Tucumán no estaba realizaco). Las tropas se trasladarían a Maldonado y con ayuda se dirigirían a España.

El día 23 entra Alvear a la ciudad, la capitulación es violada, deja a un lado todos los principios del derecho (internacional) de gentes, de la dignidad militar y aún de la propia educación personal.

Mientras esto tenía lugar, Femando Torgués con sus fuerzas se aproxima a Las Piedras, es sorprendido y dispersado por las fuerzas del Directorio.

El día 9 de julio se reúnen en el Fuerte (hoy plaza Zabala) Alvear con los representantes artiguistas Miguel Barreiro, Tomás García de Zúñiga y Manuel Calleros. De allí surge un tratado que en sus puntos fundamentales se refiere a que:

•••••••• La Provincia Oriental forme parte de las Provincias Unidas;

•••••••• Reconoce obediencia al Gobierno Supremo;

•••••••• Habrá nueva elección de diputados para la Asamblea;

•••••••• Artigas no tendría pretensiones sobre Entre Ríos;

•••••••• Sería reconocido como Comandante General de la Campaña;

•••••••• Sería además reivindicado.

El 17 de agosto se anula el decreto del 11 de febrero de 1814, declarando al General “buen servidor de la Patria” y se le conceden títulos militares. El General los devuelve expresando: Ser útil a mi país es bastante premio.

Alvear hizo uso del convenio del 9 de julio en forma similar que durante la capitulación de Vigodet. Vuelve de Buenos Aires, vía Colonia, para combatir a los orientales. El 4 de octubre el Coronel Manuel Dorrego derrotó en Marmarajá al Coronel Torgués quien se vio obligado a pasar al dominio portugués por el Chuy.

Mientras seguía la lucha en la campaña, entre las fuerzas de Alvear y las de Artigas, se sucedían los gobiernos de Nicolás Rodríguez Peña (hasta setiembre) y de Miguel Estanislao Soler. El Cabildo fue sustituido por otro de hechura del Directorio, mientras que los bienes de la Provincia y de los emigrados pasaban a engrosar las arcas de Buenos Aires.

Durante la guerra con el Directorio se buscó la posible ayuda portuguesa, ya fuera en municiones, ya a través de la frontera en caso de derrota, para ello fue enviado Miguel Barreiro quien en los últimos meses de 1814 lo ubicamos en Río Grande. Torgués había tratado de entablar comunicaciones con los portugueses a través de la misión del presbítero José Bonifacio Redruello y el Capitán José Mana Caravaca.

Cuando la misión de Barreiro a Río Grande, aparece en la secretaría del General Artigas otro personaje de singular relevancia, el padre José Silverio Benito Monterroso, cuyos manuscritos, como lo han sido hasta este momento los de Miguel Barreiro, dejarán para la posteridad los trazos nacientes de la Orientalidad.

Esta campaña culmina con el triunfo de las fuerzas del Comandante don Fructuoso Rivera sobre Dorrego en Guayabos, el 10 de enero de 1815.

Por los partes continuados el enemigo carga mañana sobre nosotros. Yo me retiro hacia Lunarejo porque estamos muy divididos para obrar. Usted reúna toda la gente que pueda y mañana arree cuanta caballada se encuentre y marche por las puntas de Arerunguá buscándome hacia aquel paraje.

Mande usted chasque a don Rufino para que no se ensarte. Yo ya lo hice esta mañana para que mudase de dirección tirando hacia Arapey. Haga usted esta diligencia diciéndole no se duerma tanto.

Cuartel andante. Enero 4 de 1814.

José Artigas.

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Comunicación del General Artigas al Comandante Fructuoso Rivera, previo a Guayabos. Letra de Monterroso.

La liberación de Montevideo

El 23 de junio de 1814, Montevideo cae en poder de Alvear. El 10 de enero de 1815, tiene lugar la batalla de Guayabos.

Nadie más interesado que yo en el restablecimiento de la paz y de la unión, cuando esa ilustre Corporación me invita para realizar tan noble empeño, no ha hecho más que llenar el blanco de mis deseos en obsequio de la felicidad del país. Por ella encarezco usted sus votos ante el señor Representante de Buenos Aires para que retire todas las fuerzas de esa Plaza y de Entre Ríos; sin este requisito ni cesarán las hostilidades, ni podremos ajustar el convenio porque usted tanto se interesa.

Tengo la honra de saludar a usted con todo respeto y dedicarle mis más afectuosas consideraciones.

José Artigas al cabildo de Montevideo, 20 de febrero de 1815.

El 25 de febrero del 1815, las fuerzas directoriales abandonan Montevideo.

Artigas en la Mesopotamia

Una figura demasiado influyente

En los últimos meses de 1810 se podía detectar la presencia de Artigas en el territorio entrerriano en protección del orden y sosiego público. Más adelante, como Teniente Gobernador del Yapeyú y durante el Exodo del Pueblo Oriental, brindó también protección a los pueblos misioneros y correntinos de las incursiones de los portugueses que incendiaban y devastaban los pueblos y villas a su paso.

Las villas de Gualeguay, Gualeguaychú y Arroyo de la China habían sido abandonadas a Elío por Buenos Aires, de acuerdo con el Tratado de Pacificación del 20 de octubre de 1811, de manera que todos estos pueblos veían con simpatía la figura de Artigas. Esta, entonces, se acrecienta en el transcurso del año 1812, por su oposición al centralismo.

Durante el año 1813, las fuerzas partidarias del triunvirato en Entre Ríos (Hilarión de la Quintana) y en Corrientes y Misiones (Bernardo Pérez Planes) chocan constantemente con los partidarios del General Artigas. La causa de éste llegó a influir hasta el extremo de que el Comandante de la Frontera Sur del Paraguay, don Vicente Antonio Matiauda, con asiento en Candelaria, antes de recibir órdenes de su Gobierno, apoyó al caudillo oriental.

Por otra parte el retiro del General Artigas del Sitio de Montevideo fue seguido por un decreto firmado por el nuevo gobernador porteño, Director Gervasio Antonio

Posadas de fecha 11 de febrero de 1814, declarando a Artigas traidor a la Patria.

Art.1 - Se declara a don José Artigas infame, privado de sus empleos, fuera de la Ley y enemigo de la Patria.

Art. 2 - Como traidor a la Patria será perseguido y muerto en caso de resistencia.

Art. 3 - Es un deber de todos los pueblos y las justicias, de los comandantes militares y de los ciudadanos de las Provincias Unidas perseguir al traidor por todos los medios posibles.

Cualquier auxilio que se le dé voluntariamente será considerado como crimen de alta traición.

Se recompensará con seis mil pesos a los que entreguen la persona de don José Artigas vivo o muerto.

Lo firman Posadas y Nicolás Herrera, su secretario.

El combate de Espinillo

La forma que fueron tomando las cosas llevó a la confrontación de los dos bandos. Como a fines de 1812 y comienzos del 13, las partidas artiguistas interceptaban la correspondencia y atacaban a las fuerzas del Directorio. La suerte de la campaña se jugaba en Entre Ríos. Mientras Montevideo mantuviera su flota, la vía terrestre iba a ser la del tránsito de los refuerzos que llegasen a Rondeau. El Triunvirato durante el año 1813, trató de lograr el dominio de esta vía. Artigas, como tenía conocimiento de ello, lo manifiesta en las instrucciones dadas a Larrañaga, luego del rechazo de los diputados orientales en junio del mismo año.

El Barón de Holmberg recibe entonces órdenes de alistar 400 hombres en Santa Fe con su correspondiente artillería, reunirse con Hilarión de la Quintana y armar cuantos individuos encontrase. El primer objeto de su comisión es apoderarse de todos modos y a cualquier costa de la persona de don José Artigas. Holmberg deberá reunirse entonces a Pérez Planes.

Luego que esté en disposición de hostilizar lo hará infatigablemente, cortando víveres, convoyes, estorbando la reunión de las familias y de gentes armadas o inermes, desmembrándole las que tenga reunidas ya por medios de dispersión, ya por premios que ofrecerá a los que lo abandonen y el de 6 mil pesos al que lo entregue vivo o muerto al citado Artigas.

Si llegara a apoderarse de éste o de las personas de Barreiro, Torgués o Texo, los hará fusilar.

Para que pueda proceder con la debida legalidad publicará el día 16, así en las divisiones militares como en los pueblos de Entre Ríos un bando en que se declare traidores a la Patria a Artigas y sus cómplices. El bando se remitirá oportunamente.

Artigas, al decir del Padre Felipe Santiago Torres de Leiva era la Patria de esta Banda, todos le seguían. Los directoriales trataban de mantener los puntos claves: Santa Fe, la Bajada, Arroyo de la China. La

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rápida acción de Torgués, saliendo de Paysandú, atravesando el Uruguay por el Paso de Vera, tomando Arroyo de la China, destruyendo en Gualeyguaychú a de la Quintana, se une finalmente a los caudillos entrerrianos y en rápidas marchas se aproxima a la Bajada. Holmberg sólo encuentra mujeres y niños pero de acuerdo a las instrucciones siembra el terror y se produce lo que preveía Rondeau al sugerirle a Posadas que la declaración que previene al Barón de Holmberg publique como bando puede ser un motivo para que lejos de disminuirse se aumente el partido de don José Artigas.

Más adelante, Rondeau hace referencia a la correspondencia del Jefe de los Orientales.

En ella como en los demás papeles, que no se descuida hacer correr, verá usted vertido el más decidido patriotismo y amor a la justa causa, con una propensión especial en la que pone todo su conato a la libertad y felicidad de ésta que llama su Provincia: con estas protestas no es fácil persuadir a aquellos que oyen sus papeles y a los que lo escuchan de cerca que Artigas ha hecho traición a la Patria y sólo podrán entenderlo así cuando lo viesen unido a los enemigos de ella. ¿Cuánto valor no daría a su lenguaje si se hiciese pública tal declaración contra él? Nada de esto, señor Excelentísimo; yo la creo no sólo innecesaria sino que la temo muy perjudicial.

En Espinillo, próximo a la Bajada, inmediato al río Paraná, el 22 de febrero de 1814, tiene lugar el célebre encuentro. Habían transcurrido 33 días después del abandono del Sitio. La celeridad de las tropas orientales, para los medios de transporte empleados, visto hoy día, hace parecer imposible este triunfo artiguista. El general Artigas, desde el Cuartel General de la Invernada, seguía los acontecimientos.

Más al norte que Torgués, Blas Basualdo cruza el Uruguay rumbo a Curuzú-Cuatiá; en los campos de Colodrero, próximo al río Batel triunfa sobre Genaro Perugorría (diciembre de 1814). El paraguayo Vicente Antonio Matiauda se dirige hacia el sur. El 11 de marzo, Corrientes está en manos del partido de Artigas. El 20 de abril, el Congreso correntino lo nombra su Protector.

En los meses de enero y febrero de 1815, Montevideo trata de atraer a Artigas. Meses más tarde, en mayo, el General Pezuela triunfante en el Alto Perú pretende lo mismo.

Artigas le responde: Y cuando mis días terminen al estruendo del cañón dejaran mis brazos la espada que empuñaron para defender la Patria. Yo no soy vendible, ni quiero más premio por mi empeño, que ver libre a mi Nación del poderío extranjero.

En esta campaña se distinguen entre otros: don Andrés Latorre, Gorgonio Aguiar, Blas Basualdo, Manuel Francisco Artigas.

Al mes siguiente de dictado el Decreto contra el General Artigas la posición de Posadas es completamente opuesta ante la actitud de los partidarios del Protector.

El Director Posadas asume una política cautelosa enviando ante el General al Presbítero Mariano Amaro y a don Francisco A. Candioti.

El 23 de abril, Artigas y los comisionados, frente a Belén, firman las bases para un acuerdo. En ellas se busca restablecer el concepto y honor de Artigas. Se habla de la independencia de Entre Ríos, del cual es Protector el ciudadano Jefe de Los Orientales don José Artigas, y de la Banda Oriental. Esta independencia no es nacional. Se siguen los principios confederales del Caudillo.

Estas bases no fueron aprobadas por el Directorio.

La entrada en Montevideo

El triunfo de Rivera en Guayabos es el triunfo de la causa artiguista. Los orientales obtienen el dominio absoluto de la Provincia Oriental.

La entrada de las fuerzas patriotas a Montevideo se lleva a cabo el 26 de febrero de 1815. Los integrantes de la vanguardia de los Dragones de la Patria (cuerpo del coronel Fernando Torgués) al mando del Capitán José Llupes son los primeros en llegar. Inmediatamente se exigió la elección de un nuevo Cabildo para sustituir el que fuera designado durante la dominación directorial, con personas adictas a su causa. Con los nuevos integrantes comenzó a sesionar en los primeros días de marzo.

Entrar a Montevideo el Gobernador y Capitán General Soler con toda su expedición y disponerse a evacuarlo, todo fue obra de pocos días. Mandó cerrar los portones, embarcar todo el brillante parque de bronce, armamentos, balas, municiones y cuanto elemento bélico habían dejado los españoles, sin dejar una libra de pólvora, pues estando abarrotados los buques conductores y no cabiendo en los depósitos de pólvora que estaban en las Bóvedas, se mandó tirarla al agua por las claraboyas que caían al Puerto. Imprudentemente, por ahorrar tiempo, arrojaban la pólvora con palas de fierro; esta se incendió y volaron tres bóvedas con fatal estrago de todo aquel barrio, sepultando en sus escombros a los encargados de la operación e infinitas víctimas entre hombres, mujeres y niños agolpados a la curiosidad. Tal desgracia dejó muy mal puesto el nombre del General Soler, así por esta conducta como por sus antecedentes.

El Cabildo estaba integrado entre otros por Tomás García de Zúñiga y Pablo Pérez como alcaldes de lº y 2º. voto, León Pérez como Alcalde Provincial y Felipe Santiago Cardozo como Regidor Decano. El 21 de marzo, García de Zúñiga entrega el gobierno al Gobernador Político y Militar don Femando Torgués, designado por el general Artigas.

A este periodo se le conoce como de la “Patria Vieja”. Es la edad de oro de los orientales. Luego del triunfo de Guayabos, el general Artigas, en una rápida ofensiva, se dirige a la Bajada (Paraná) y Santa Fe donde lo encontramos en los meses de marzo, abril y mayo. En mayo de 1815, lo tenemos de regreso en

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Paysandú. El triunfo de su causa llega en abril hasta Buenos Aires.

En junio de 1815, el General hace referencia a la fundación de un nuevo pueblo ubicado en el centro de su zona de influencia y desde el cual hará efectivo el gobierno de los Pueblos Libres, del cual él es su Protector. En julio se advierte la presencia de Artigas en Purificación.

El general Artigas quería extirpar de la sociedad a los elementos que representaban un peligro para la realización de sus ideales políticos, los enemigos del Sistema de la Patria.

Corto fue el gobierno de Torgués, Teniente de Artigas sobre el cual, aún hoy, persiste la leyenda negra a través de las medidas que se vio obligado a adoptar ante la amenaza de la expedición reconquistadora española que al fin se dirigió hacia Nueva Granada. El General dispone que cubra la línea de invasión del Cerro Largo.

Designa al Coronel Fructuoso Rivera como Comandante militar y a don Miguel Barreiro como su Delegado quien con el Cabildo se hará cargo del Gobierno de la Provincia. Barreiro llega a fines de agosto. El Cabildo de 1815 es relevado por otro elegido por un cuerpo electoral integrado por un elector de cada cabildo de la Provincia (Colonia, Guadalupe, Maldonado, San José y Soriano) al que se agregaron los cabildantes salientes y seis electores por Montevideo: dos por extramuros y cuatro por la ciudad (cuatro cuarteles).

En noviembre de 1816, ya desatada la guerra con Portugal, el general Artigas decide que continúe en sus funciones, durante el año 1817, el Cabildo Gobernador de 1816.

La liga Federal

Introducción

Las ideas federales, herencia hispánica, producto del sentir localista de la Península implantado en América, se vieron impulsadas por la circulación de los textos norteamericanos, en boga en el correr de la década. Para llevarlas adelante fue necesario luchar contra el centralismo enraizado en Buenos Aires.

El Ejército de Buenos Aires es ejército auxiliador. Artigas al referirse a Rondeau habla del General en Jefe auxiliador. En el Convenio del Yi (Art. 9º) sigue precisando sobre las fuerzas auxiliadoras, se repite en el articulado dado a García de Zúñiga, pudiendo citarse otros ejemplos.

En el artículo 8º de las instrucciones dadas a García de Zúñiga, habla de la soberanía particular de los pueblos. La Oración Inaugural hace referencia a la obediencia por acatamiento o Pacto de la Asamblea General Constituyente. En las condiciones para reconocer a la Asamblea repite los conceptos vertidos en las Instrucciones que se deben comparar.

El doctor Emilio Ravignani ha visto en los Artículos Convencionales de la Provincia Oriental (19 de abril de 1813) firmados por Rondeau y Artigas, la iniciación de los pactos interprovinciales. No se puede, al estudiar la Liga Federal, dejar de lado el contenido de los cuatro pliegos conocidos de las Instrucciones, así como los dos proyectos de Constitución (General y Provincial).

La Liga Federal es la culminación del pensamiento político del general don José Artigas en lo que tiene que ver con la organización y funcionamiento de la Confederación. Dura mientras él está al frente, hasta el año 1820, pero esta siembra dará frutos en el mismo territorio donde fue combatida.

El triunfo de Colodrero (24 de diciembre de 1814) deja a Corrientes libre de las fuerzas centralistas, así como Guayabos provoca lo mismo en la Provincia Oriental. El coronel Eusebio Baldenegro, al servicio del centralismo desde el Ayuí, abandona Entre Ríos y se dirige hacia Buenos Aires ante el artiguismo triunfante.

Inmediatamente, el General Artigas parte hacia la Bajada (Paraná), siguiendo la estela triunfal de Eusebio Hereñú y Manuel Francisco Artigas, quienes pasan el Paraná y el viernes de la Semana Santa de 1815, ocupan Santa Fe liberándola de las fuerzas directoriales que han hecho de esta Provincia una gran estancia al servicio de la Capital, impidiendo el empleo de su puerto que por su ventajosa posición debía haber sido utilizado como entrada y salida de los productos hacia el norte y oeste.

El proceso de la formación de la Liga Federal (o Confederación Oriental, como dice Artigas en 1814) se puede dividir en los siguientes pasos:

1. Expulsión de los gobernantes centralistas.

2. Formación de un Congreso Provincial.

3. Declaración de la Independencia de Buenos Aires bajo el Protectorado del General Artigas.

4. Formación de la Liga a través de los pactos entre las provincias independientes.

La liberación de Corrientes

La noche del 10 al 11 de marzo de 1814, tiene lugar la deposición del Gobernador José León Domínguez. Lo sustituyó Juan Bautista Méndez. El Cabildo declara la independencia de Buenos Aires y proclama al General Artigas Protector de Corrientes.

El General hace saber que el Cabildo de Corrientes no puede tomar esa decisión. Lo debe hacer un congreso en que estén representados los pueblos (villas).

Yo dedicaré todos mis desvelos para corresponder a las esperanzas de ese digno pueblo en su nueva reforma, protegiendo sus intereses con todos los recursos de la Liga.

Tampoco puede ocultarse a usted la precisión de mantener en todo el grado posible aquella uniformidad respectiva, que no removiendo cosa alguna que pueda servir a la confianza de los pueblos, presenta en su

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feliz combinación todas las ventajas de la reciprocidad de intereses con las demás para la precisa seguridad. Es preciso pues que ese pueblo puesto en pleno goce de sus derechos restablezca su dignidad y grandeza entrando a su ejercicio; es preciso que exprese su voluntad, que se constituya; y en fin es preciso que se organice y establezca sus intereses.

Este se reúne en junio de 1814 bajo la presidencia de Genaro Perugorría, pero el 20 de setiembre se ve frenado el proceso por la disolución del Congreso correntino.

Unión a lo largo del Uruguay y el Paraná

Todos los pueblos situados a lo largo del Uruguay y el Paraná están bajo un mismo pie de reforma y han saludado el restablecimiento de la armonía general, de la prosperidad, la vida y la paz y la libertad de los sucesos de Gualeguaychú, Espinillo, Bajada, Concepción y la Cruz y luego que se fije en todo el territorio el plan de su seguridad, se verificará la organización, consultando cada una de las provincias todas sus ventajas peculiares y respectivas y quedarán todas en una perfecta unión entre si mismas; no en aquella unión mezquina que obliga a cada pueblo a desprenderse de una parte de su confianza en cambio de una obediencia servil, si no en aquella unión que hace al interés mismo sin perjuicio de los derechos de los pueblos y de su libre y entero ejercicio. Es así que el General escribe a Juan Bautista Méndez, el 29 de marzo de 1814:

Si mis pensamientos hubieran sido menos delicados yo me avezaría de haberlos concebido pero adorador eterno de la soberanía de los pueblos, sólo me he valido de la obediencia con que me han honrado para ordenarles que sean libres. Yo lo único que hago es auxiliarlos como a amigos y hermanos pero ellos solos son los que tienen el derecho de darse la forma que gusten y organizarse como les agrade y bajo su establecimiento formalizarán a consecuencia su preciosa Liga entre sí mismos y con nosotros, declarándome yo su protector.

Luego escribe al Cabildo de Corrientes, el 8 de abril de 1814:

Yo tuve la honra de indicar a usted la necesidad de convocar un Congreso Provincial para plantar un orden fijo y obstruir así los pasos a las convulsiones. Todas las instancias que me dirigían los ciudadanos rurales para el establecimiento de los intereses del país eran contestadas, expresándoles yo que sólo debían esperarlo del Congreso. En suma, yo dediqué mi principal conato en desviarlos de todo pensamiento que pudiera encaminarlos a la disolución de la Provincia, obligándolos siempre a conservarse dependientes de las autoridades constituidas en esa ciudad y a esperar de ellas mismas las deliberaciones que debían influir en el negocio de reforma a que aspiraban.

Entendiendo la importancia de la provincia de Corrientes, Artigas nombra a su hermano, Manuel Francisco Artigas, como su representante ante ella.

Llamado a mi provincia por la exigencia de los negocios generales y conociendo por otra parte cuanto reclama la conservación de los intereses de esa y demás del territorio entero de Entre Ríos, he tenido a bien adornar con todas las facultades bastantes al ciudadano Manuel Francisco Artigas, para que represente y haga mis veces en todo ese indicado territorio, facilitando así la mayor prontitud en el giro de las relaciones y manteniendo de ese modo la mediación debida en cuanto concierne a la protección de sus negocios. Yo tengo la satisfacción de noticiarlo a usted para que (sin perjuicio de cuanto guste comunicarme) se sirva entenderse directamente en todo con el citado ciudadano, quien se halla provisto de todos los conocimientos y detalles para establecer y arreglar dignamente su comisión.

Dando el ejemplo a seguir, el Artigas comunica:

La pureza de mi conducta debe ser la norma de los demás subalternos. De lo contrario ellos serán responsables de sus defectos y yo no podré mirar con indiferencia su castigo. Al tenor de las cabezas se mueven los miembros del cuerpo político y según sus virtudes son la trascendencia a la sociedad.

No hay que invertir el orden de la justicia. Mirar por los infelices y no desampararlos sin más delito que su miseria. Es preciso borrar esos excesos del despotismo. Todo hombre es igual en presencia de la ley. Sus virtudes o delitos los hacen amigables u odiosos. Olvidemos esta maldita costumbre, que los engrandecimientos nacen de la cuna; córtese toda relación, si ella es perjudicial a los intereses comunes. La Patria exige estos y mayores sacrificios y ya no es tiempo de condescendencias perjudiciales.

La liberación de Santa Fe

El 24 de marzo de 1815, las fuerzas artiguistas entran triunfantes en Santa Fe. El 2 de abril, Francisco Antonio Candioti, el patriarca de los gauchos, es designado gobernador. Se iza la bandera tricolor artiguista.

El 26 de abril se declara la independencia de Buenos Aires bajo el Protectorado de Artigas. Candioti es confirmado en el cargo de Gobernador.

Cuando este pueblo logró por el auxilio del digno Jefe de los Orientales librarse del Gobierno opresor, que reconocían las Provincias Unidas y constituirse independiente, no olvidó el mísero estado de ese, que más de cerca experimentaba los efectos de la tiranía y en la elevación de sus júbilos, descendía a veces a lamentar esa situación, deseando eficazmente que cuanto antes se librase de ella, para que con los demás pueblos hermanos gozase de la verdadera unión, libertad e independencia porque han peleado con tanto tesón y sacrificio.

Sala Capitular de Santa Fe, abril 22 de 1815.

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“Tiemblan los tiranos, de haber excitado nuestro enojo…” Artigas

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Al Cabildo de Buenos Aires.

El congreso de Mercedes

Inmediatamente retiradas las fuerzas de Soler, desde Santa Fe, el 29 de abril de 1815, el General Artigas urge la reunión de un Congreso Provincial en Mercedes.

Conducidos los negocios públicos al alto punto en que se ven, es peculiar al pueblo sellar el primer paso que debe seguirse a la conclusión de las transacciones que espero formalizar. En esta virtud, creo ya oportuno reunir en Mercedes un congreso compuesto de diputados de los pueblos. Y para facilitar el modo de su elección tengo el honor de acompañar a usted el adjunto reglamento confiando en el esmero de esa ilustre corporación que eludiendo hasta el menor motivo de demora, al momento de recibir ésta dé las disposiciones competentes para que con igual actividad se proceda en toda la jurisdicción de esa plaza capital de provincia a la reunión de las asambleas electorales, encargando muy particularmente que los ciudadanos en quienes la mayoría de sufragios haga recaer la elección para diputados, sean inmediatamente provistos de sus credenciales y poderes y se pongan en toda prontitud en camino al indicado pueblo de Mercedes.

El orden, la sencillez y la voluntad general deben caracterizar el todo que recomiendo al celo de usted.

José Artigas al Cabildo de Montevideo, 29 de abril de 1815.

El levantamiento de Córdoba

A partir de la correspondencia del General Artigas al Comandante paraguayo de la Candelaria, veremos el levantamiento de Córdoba en favor de la causa artiguista, así como la dimensión geográfica de su influencia: de Córdoba a la Banda Oriental y de Buenos Aires a la cerrada Asunción del ahora Dictador (temporal) Gaspar Rodríguez de Francia.

Yo continúo mis afanes con suceso favorable. Ya tiene usted libre la provincia de Córdoba, uniendo sus virtuosos sentimientos a los nuestros. Ya mandé a usted una relación de nuestras ventajas en Santa Fe, habiendo rendido aquella guarnición de Buenos Aires y tomado bastantes armas y útiles de guerra. No menor ventaja hemos conseguido, habiendo Córdoba depuesto sus gobernantes al momento de intimarle rendición y decidirse a sostener el pabellón de la libertad.

Por lo propio incluyo al padre Acevedo copia de esa carta de Eduardo Bulnes fechada el día antes de la deposición, escribiéndome el Cabildo con fecha 29 de haberlo verificado. Todo lo que comunico a ustedes para común consuelo y para que esto les empeñe a hacer cada día más vigorosos sus esfuerzos.

Cuartel del Paraná, 2 de abril de 1815.

José Artigas al Comandante de Candelaria.

Francisco Antonio González.

Juan Pablo Bulnes y Lorenzo Moyano fueron los delegados de los partidarios del “Sistema” artiguista que se presentaron a Artigas pidiendo su protección para Córdoba.

Córdoba, 27 de marzo de 1815.

Mi querido Juan Pablo (Pérez Bulnes):

No puedes figurarte el placer que hemos recibido con la noticia de nuestra próxima rendición. En este mismo punto se ha difundido la noticia de la intimación del señor de Artigas como un fuego eléctrico. Tal es la disposición que hay en este pueblo a su favor. Creo que se trata de un Cabildo abierto. No es extraño tomen esta medida nuestros mandatarios para cubrirse con la resolución del pueblo. ... Felicita a mi nombre y demás amigos a esos liberalísimos jefes que tanto bien nos hacen y ofréceles nuestra sangre y vida, que sacrificaremos gustosísimos en defensa de la justa causa que sostienen. A Lorenzo que tenga ésta por suya y cuente igualmente que tú con el invariable afecto de Eduardo (Pérez Bulnes).

Ante la presencia de estos delegados el general Artigas envía al gobernador Francisco Ortiz de Ocampo y al Cabildo cordobés los siguientes oficios.

Al gobernador Francisco Ortiz de Ocampo:

Rendida a discreción la guarnición de Buenos Aires en el pueblo de Santa Fe, por las armas orientales, se mira enarbolado en aquella plaza el pabellón de la Libertad. Asegurado este triunfo, es de necesidad que usted y las tropas que oprimen a ese pueblo, lo dejen en el pleno goce de sus derechos, retirándose a la de Buenos Aires en el término preciso de 24 horas. De lo contrario marcharán mis armas a esa ciudad y experimentaría usted los desastres de la guerra.

Tengo el honor de saludar a usted con todo respeto.

Cuartel andante de Santa Fe, 24 de marzo de 1815.

José Artigas

Al Cabildo de Córdoba:

Convocado por ese pueblo para hacer respetables sus órdenes, marcho con mis tropas en su auxilio. Las armas de la Libertad han triunfado sobre Santa Fe y aquel pueblo, ya libre de tiranos, respira júbilo, contento y alegría; usted penetrado de los desastres de la guerra, no dudo tomará empeño que se retiren las fuerzas de Buenos Aires; de lo contrario, un reencuentro es inevitable y yo no podré evitar los desastres del pueblo con los sucesos de la guerra. Tome usted la parte que le corresponde por su representación y no dudo sellará sin sangre la obra de la justicia.

Cuartel andante de Santa Fe, 24 de marzo de 1815.

José Artigas

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“Tiemblan los tiranos, de haber excitado nuestro enojo…” Artigas

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Ocampo renuncia y es elegido gobernador el Coronel José Xavier Díaz. El Cabildo y "pueblo unido" de Córdoba responden:

Si la Libertad, ese ídolo de todos los Pueblos Americanos, a quien han sacrificado sus fortunas y consagrado sus vidas, es la tranquilidad y seguridad pública, la moderación particular y el imperio de las leyes; si usted es el protector de esta libertad, ¡cuan dulce y consoladora no debe ser esta idea al virtuoso y patriota Pueblo de Córdoba, que representamos! Invocando pues la Patria los derechos del hombre, la filantropía y los nombres más sagrados, este pueblo da a usted las gracias por su protección y en uso de ella ha procedido a la elección de un nuevo Jefe, que ha recaído en el coronel don José Xavier Díaz.

El Pueblo de Córdoba, después de repetir a usted el más vivo reconocimiento cree que sin herir la magnanimidad de usted, debe añadir que en el caso inesperado de padecer ofensas sus derechos, protesta con esa misma libertad que usted ha garantido aunque pueda sufrir las condiciones de su indefensión (SIC), obedeciendo al imperio de las circunstancias, siempre volarán sus deseos hacia la encantadora, amada imagen de la libertad.

Así contesta a usted el pueblo agradecido de Córdoba, suplicando se sirva dispensar la tardanza de la respuesta, que no ha estado a su arbitrio el evitar. Dios guarde a usted. Sala Capitular y Pueblo Unido de Córdoba. 29 de marzo de 1815. Don José Norberto de Allende. José Manuel Solares. José Luis Escobar. José Felipe Marín. Victorio Freites. Vicente Galán. Pedro Antonio Savid. Félix Dalmacio Pinero. Felipe Arias. Mariano Lozano. Por comisión del Pueblo, don José Antonio Cabrera. Don José Roque Savid.

La Asamblea Provincial, el 6 de abril, declara:

Que la Provincia de Córdoba queda enteramente separada del Gobierno de Buenos Aires y cortada de toda comunicación y relación, bajo los auspicios y protección del General de los Orientales que se constituye garante de su libertad.

Nota a San Martín sobre la caída de Alvear

Al ciudadano Coronel José de San Martín,

Jefe de las Fuerzas de Mendoza.

Acabo de recibir una posta extraordinaria de la Municipalidad de Buenos Aires, oficiándome que aquel pueblo enérgico ha depuesto a los tiranos y recuperado su libertad en 18 del corriente. En consecuencia ha terminado la guerra civil. Celebremos este momento afortunado como el apoyo de nuestra libertad naciente. Esforcémonos por consecuencia enlazando los pueblos íntimamente y depositando en ellos aquella confianza que haga respetables sus derechos y virtudes.

Tengo el honor de saludar a usted y ofertarle mis más cordiales y afectuosas consideraciones.

Cuartel de Santa Fe, 22 de abril de 1815.

José Artigas.

El congreso de Oriente. La última esperanza

Ante el fracaso de la misión bonaerense, el Protector apura la reunión del Congreso de Oriente que tiene lugar en Arroyo de la China (Concepción del Uruguay). En él estuvieron representados los pueblos del Protectorado.

Conducido siempre por la prudencia y ansioso de la concordia general, llamé a los pueblos por medio de sus diputados para formalizar cualquier medida competente a su ulterior felicidad. No pudimos acordar con los diputados de Buenos Aires los principios que debían fijarla, en cuya virtud se retiraron sin haber concluido el ajuste preciso. Creyendo que lo importante del asunto debía sujetarse al escrutinio de la expresión general convoqué a un Congreso de todos los diputados, que hasta aquella fecha se habían reunido tanto de la Banda Oriental, como de los demás pueblos que tengo el honor de proteger.

Ya reunidos en esta Villa de la Concepción del Uruguay en 23 del corriente expuse lo urgente de las circunstancias para no dejar en problema estos resultados. Califiqué las proposiciones que por ambas partes se habían propuesto. Su conveniencia por disonancia en todas y cada una de sus partes y después de muchas reflexiones resolvió tan respetable corporación marchasen nuevamente ante el Gobierno de Buenos Aires cuatro diputados, que a nombre de este congreso general representasen la uniformidad en sus intereses y la seguridad que reclaman sus Provincias. Al efecto partirán en breve para aquel destino los ciudadanos doctor Cosió, nombrado por el Entre Ríos, el doctor Andino por Santa Fe, el doctor Cabrera por Córdoba y don Miguel Barreiro por la Banda Oriental todos con poderes e instrucciones bastantes a llenar su comisión. Todo lo que comunico a usted para que penetrado de las circunstancias ponga en ejecución las providencias que le tengo impartidas y las demás que usted estime convenientes.

Tengo el honor de saludar a usted y dedicarle mis más afectuosas consideraciones.

Villa del Uruguay, 30 de junio de 1815.

José Artigas.

Al muy Ilustre Cabildo de la ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo.

Llegaron a Buenos Aires los doctores José García de Cosió, José Antonio Cabrera y Pascual Diez de Andino, junto con don Miguel Barreiro en busca de un entendimiento y sellar la paz sobre las bases confederales. No fueron bien recibidos, en esos momentos partía hacia Santa Fe otro "ejército de observación" a someter a la provincia.

Los diputados fueron detenidos en un navío en el puerto de Buenos Aires y luego vigilados en una casa. Los nuevos gobernantes estaban fortalecidos y volvían a sus andanzas centralistas.

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La invasión Luso-Brasileña

Introducción

La aurora triunfal del año 1815 que prometía la paz a los orientales, a cuyo amparo se concretarían los anhelos, que tendría por resultado el progreso en todos los órdenes, se vio eclipsada a mediados de 1816 por la tormenta de la invasión portuguesa. La guerra, auspiciada por la diplomacia del centralismo para deshacerse del General Artigas, era un hecho.

El 30 de marzo de 1816 llegan a Rio de Janeiro 5.000 hombres al mando del General Carlos Federico Lecor, integrantes de las fuerzas que habían luchado contra Napoleón.

En Rio de Janeiro, además de la familia real portuguesa y la diplomacia británica y española, se encontraba el recientemente expulsado Director Alvear y su ministro Nicolás Herrera, oriental de nacimiento más no de corazón, hombre que dice menos de lo que sabe, como lo recuerda Gervasio A. Posadas en sus Memorias. Está la diplomacia bonaerense en busca de un príncipe para coronar. Están los españoles montevideanos que abandonaron la plaza luego de su caída. Están pues, todos los enemigos de Artigas y de su “Sistema”, lo que Nicolás Herrera dio en llamar la sublime intriga, si sublime es reunir a los enemigos de la Patria para que vengan a sojuzgarla.

El plan de defensa

Frente a tal situación el General Artigas toma sus medidas para enfrentar al poderoso enemigo, que no son otras, en líneas generales, que el plan de 1812: defenderse atacando al enemigo en su propio territorio. En carta al Delegado Barreiro está esbozado el plan y las primeras medidas a tomar:

Mi estimado Barreiro:

Cerciorado del hecho que sale la expedición del Janeiro para estos destinos sea cual fuere el objeto de las combinaciones de aquel Gabinete nosotros debemos abrir la campaña contra ellos y darla primero para descompaginar todas sus ideas. Sobre este principio estoy seguro que ellos no podrán cargar sobre Montevideo con esa fuerza.

Para impedir del todo el proyecto, he de hacer un movimiento pronto y general en toda la línea y los más rápidos y fuertes deberán experimentarse en Misiones, debiendo repasar Andrés el Uruguay con dos mil hombres de toda arma a cuyo efecto estoy remitiéndole todos los auxilios que por ahora creo precisos. Lo remoto de aquel punto debe precisamente llamarles a una reconcentración para operar y entonces es difícil que obren sobre Montevideo sin exponerse a perder lo uno y lo otro. Las divisiones de Entre Ríos marcharán a ocupar Mandisoví para de allí repasar el Uruguay. Las de este Cuartel General, reuniendo toda la milicia del Río Negro marcharán por su frente hasta el paso de Santa María donde está su campamento. A Torgués

ya pasé la orden para que alistase toda su división y reunido la milicia del Cerro Largo, entre por aquel punto hasta formar nuestra reunión en Santa Tecla.

Don Frutos debe marchar inmediatamente con 100 hombres de su división a ocupar Maldonado con el doble objeto de poner el arreglo y actividad a aquella milicia, cubrir la entrada por Santa Teresa y estar allí a la observación de todo hasta ver donde es preciso que se haga el esfuerzo según le oficio. El caso es que si los portugueses desembarcan en el Río Grande y hacen su expedición toda por tierra ya es preciso que don Frutos sea reforzado con su división y que igualmente salgan las demás milicias de los departamentos a reforzar aquellos puntos que se crean precisos. Entre tanto ellas deben estar listas para ocupar este punto según lo aviso a don Frutos en caso de ser invadido, como también lo escribiré a Manuel, al comandante de los departamentos de milicias de la Colonia don Pedro Fuentes y como se lo he dicho a don Tomás García que con este fin marchará en breve para su departamento.

El movimiento general se ha de hacer con la brevedad y sorpresa posible a cuyo fin impartiré las órdenes y cautelas convenientes. Por lo mismo, usted no perdone comunicarnos noticia que baste a fijar el juicio para dirigir los movimientos con la rapidez que demandan las circunstancias.

Entretanto ya he escrito a todos los comandantes a las fronteras y a todas partes afín de que estén listos para la segunda orden y usted no omita diligencia por activar las medidas siguientes:

Del Cerro Largo deben ir a buscar para armar aquella milicia 300 carabinas, 100 sables según el oficio que he pasado al alcalde don Juan Astorga y 3.000 tiros para lo cual deben ellos mandarlos buscar. Escriba usted a Torgués que si necesita municiones y algunas armas más las mande buscar.

Al comandante de Maldonado don Angel Nuñez se le darán 400 carabinas y 200 sables. A don Manuel Artigas para ese Departamento 700 carabinas y 400 sables. A don Tomás García 500 carabinas y 200 sables. A don Pedro Fuentes de la Colonia 300 carabinas y 100 sables. A don Pedro Pablo Gadea del departamento de Soriano 300 carabinas y 100 sables. Con este orden que es en proporción de los estados presentados según el nuevo arreglo todos los departamentos estarán armados con prevención que los sables deben servir para armar compañías de caballería, que deben servir en las mismas divisiones de cuyos comandantes, debe usted recibir en la entrega los recibos correspondientes para que ellos respondan de su exactitud en todo.

El tren volante debe ponerse en Canelones al resguardo de las compañías cívicas de aquel pueblo a cuyo fin dará usted igualmente las armas correspondientes.

Debe cuidarse mucho del repuesto de municiones que hay en aquel destino debiendo poner en él toda la pólvora y balas que se crean superfinas en esa Plaza.

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Don Manuel Artigas deberá entrar con dos escuadrones de su gente para la mayor seguridad de la Plaza, luego que salga don Frutos. Otro escuadrón de la misma gente que será de caballería guardará la costa y hará su fatiga en esas inmediaciones debiendo estar prontos para cualquier aviso que se ofrezca.

Lo que hay de más interesante es que necesitamos para este destino cien quintales de pólvora y todas las balas que se puedan remitir de fusil. Usted ve por mis ideas que éste debe ser el centro de apoyo y de los recursos. Por lo mismo es preciso que antes que escasee me remita usted 100 rollos de tabaco y 25 resmas de papel y todas las lanzas que haya hechas. Es preciso hacer muchas de estas armas pues sabe usted cuanto valen y pueden obrar entre las armas de chispa que tienen las divisiones.

También es preciso que después de la repartición indicada me remita usted siquiera quinientos fusiles más para armar estas milicias con la división que debe venir de Corrientes, en cuyo caso no me alcanzan las que tengo, incluso los 700 fusiles nuevamente comprados. También si sobran algunos sables después de la dicha repartición, es preciso algunos más, pues gente que armar no falta.

Ya dije a usted lo que me participaba Lesica, que 800 fusiles y 300 quintales de pólvora marchaban a ese Puerto. Tómelos usted todos: el asunto es tener armas y armar a todo ciudadano para hacer un esfuerzo tal cual corresponde.

También necesitamos ya el cirujano, que traiga su botiquín pues de las cajas que teníamos ya se ha consumido lo más. Es igualmente preciso algún poco de fierro, ídem acero y cajas de fusiles que usted no ignora las que se rompen con el caballo.

Todos estos encargos son precisos que vengan en el primer buque que se presente. San Francisco Solano, ni la Carmen no han llegado y aunque serán despachadas brevemente no debe usted aguardar su regreso si se presenta ocasión, aunque sea por el Arroyo de la China pues allí pienso poner algo según he escrito a Berdún a quien para el efecto he pedido una casa de las del Estado.

San Francisco Solano y la Carmen regresarán al momento y ellos podrán traer el resto de lo que haya quedado por traer y todo lo que se pueda de los renglones predichos.

Al Gobierno le digo tome un recuento de todos los comerciantes portugueses que no sean vecinos de la Provincia y en caso de rompimiento todos deben ser desconficados y aplicados a los fondos públicos.

También hablo al Gobierno sobre la vigilancia que debe haber en todos los sospechosos para ponerlos a seguro de cualquier tentativa remitiéndomelos.

Igualmente que el Puerto quede cerrado para los puertos del Brasil y que no se permita a nadie extraer intereses de la Provincia para ningún otro puerto; ni menos dar licencia a ninguna familia ni a ninguno de los ciudadanos para marchar a otro destino que no

sean los de la Provincia. Es preciso que todos se sacrifiquen para conseguir la gloria inevitable de un general esfuerzo.

Esto es lo que a la fecha está dispuesto y prevenido y lo pongo en conocimiento de usted para que todas las medidas se dirijan a este fin. Yo siento muy buenos los paisanos y este es mi mayor consuelo. Por el correo y consecutivamente avisaré a usted cualquier otra providencia que estime necesaria según el orden de los sucesos que se vayan presentando. Nada debo decir a usted de la eficacia tan precisa, cuando nadie mejor que usted está penetrado de la importancia de estos momentos. El año de 16 ha corrido favorablemente, acaso complete con sus días la gloria de vemos triunfantes, libres y felices.

Desea a usted toda felicidad su apasionado y servidor.

Purificación, 30 de junio de 1816.

José Artigas

Las operaciones

El General Artigas emprende con gran optimismo la ardua empresa de la defensa de la Patria contra el poderoso invasor, como puede extractarse de su correspondencia:

Todo debe esperarse de la energía de los orientales y de su denuedo por el sostén de la libertad. La decisión es unánime y firme en todos los orientales. Su genio magnánimo y guerrero sólo necesita de dirección y confianza.

La interceptación de sus planes trajo por tierra su ataque hacia el interior de Río Grande. Los primeros días de octubre de 1816 tiene lugar en Montevideo la revolución de los Cívicos que es sofocada gracias al valor y empeño de Felipe Duarte así como las medidas tomadas por el Delegado Barreiro. En esta oportunidad se destaca el Capitán de Artillería don Manuel Oribe.

Los elementos de la capital para los cuales la Patria es una institución destinada a defender sus intereses particulares, niegan en los momentos de peligro su sangre y como en todas las épocas, sirven al enemigo de la tierra desde la retaguardia.

Mi plan siempre ha sido sostener la guerra en campaña en razón de los recursos. Las Divisiones que pudieran operar sobre esa Ciudad, se hallan en la frontera y siempre amenazadas, si se internan franqueamos el paso al enemigo y esa guarnición encerrada siempre estará expuesta a ser perdida. Por lo mismo, he resuelto que toda la guarnición salga fuera a obrar con el resto, que deben hacer su resistencia en campaña. Nuestra campaña se teñirá de sangre antes que el portugués la domine.

A pesar de todo, el General Artigas logra mantener el frente norte, mientras que por el sur, luego de converger en Pan de Azúcar las divisiones de Lecor y de da Silveira, avanzan sobre Montevideo.

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Ha quedado atrás la sangrienta India Muerta (19 de noviembre) donde los orientales, al mando del coronel Fructuoso Rivera, son derrotados. Don Ramón de Cáceres nos recuerda un acto de valor de don Frutos, en dicha batalla:

En esos momentos se aparece don Frutos, que venía como de retaguardia del enemigo, seguido como de tres o cuatro hombres, venía en un caballo tordillo y sin sombrero, no traía más arma que una hoja de espada enastada en una caña tacuara en figura de lanza; pasó por el costado izquierdo de la columnita portuguesa y al llegar a la cabeza, atropelló a un hombre que venía adelante que sin duda era oficial o guía general; éste, al sentir el tropel, miró ala izquierda y don Frutos después de tenderse casi hasta tocar con la espalda el anca de su caballo, enderezó el cuerpo y con la lanza en las dos manos, le pegó tan terrible lanzada al portugués, que le sacó toda la espada por el costado derecho, quebrando el asta que llevó consigo; el herido hizo ademán de sacarse la espada y cayó muerto. Este suceso hizo contramarchar la columnita y entonces volvieron algunos cuantos de los nuestros y acuchillaron a los de retaguardia como tres o cuatro cuadras, dejando en ese terreno como 12 o 15 muertos; entonces salió la reserva del enemigo y nuestra dispersión ya fue completa. Era digna de retratarse la figura de don Frutos al dar aquel lanzazo; era la aptitud más propia de un buen jinete, montado en un caballo excelente.

Días después de unidas las divisiones de los comandantes Torgués y Rivera, demoran en Casupá a la columna da Silveira.

En el momento preciso para atacarlo, por medio de una vanguardia, cada uno de ellos quiere poner al frente de ella a su capitán más valiente: Rivera a Lavalleja, Torgués a Manuel Benavidez (hermano de Venancio); no se deciden y el enemigo elude el golpe.

Durante el año 1817, el General Artigas llega a Toledo donde tiene oportunidad de ver, una vez más, con sus propios ojos, las hazañas de don Juan Antonio Lavalleja quien, sable en mano al frente de sus hombres, persigue a los lusitanos hasta Maroñas.

Durante esta larga guerra, el General Artigas pierde muchos de sus hombres, entre ellos sus principales jefes. Blas Basualdo había muerto en 1815, lo sustituye José Antonio Berdún. A Mondragón, jefe de su vanguardia, que muere durante la creciente de un arroyo, lo reemplaza el comandante Juan Antonio Lavalleja. Mueren en acciones el famoso Encarnación, Vicente Tiraparé, Pantaleón Sotelo. Otros son hechos prisioneros: Andrés Artigas, Femando Torgués, Manuel Francisco Artigas, el padre José Acevedo, Juan Antonio Lavalleja, Bernabé Rivera, Leonardo Olivera, José Antonio Berdún. Sufren unos en las prisiones de Lajes, otros en Santa Cruz e Isla das Cobras y en la propia Río de Janeiro. Algunos permanecen en Porto Alegre así como en Montevideo. El General no olvidó a sus Compañeros en desgracia.

Es muy común escuchar que el general Artigas fue derrotado a partir de 1817, con la caída de Montevideo.

Que fue un mal general porque perdió batallas. Los que esto dicen desconocen el período de más poder del Protector en el cual desplegó sus mayores dotes de gobernante y conductor, que justamente se ponen de manifiesto en los momentos de más peligro, actuando con enemigos en todos los frentes, lusitanos y porteños (orientales y bonaerenses), con los propios recursos humanos y materiales. De este modo resistió más de tres años, siendo derrotado por la traición, pues ante las batallas perdidas, jamás decayó su voluntad. La guerra de partidas motivó que solamente se apartaran de Montevideo las fogueadas tropas de las guerras napoleónicas, que pasaban los mil hombres

Misión Duran-Giró

La invasión portuguesa motivó el envío a Buenos Aires de comisionados con la finalidad de obtener ayuda. Se suceden Victorio García de Zúñiga, luego Bartolomé Hidalgo y Francisco Bauzá, yendo por último los cabildantes Juan José Duran y Juan Francisco Giró, quienes firman con el director Juan Martín de Pueyrredón un tratado por el cual se obedecería al Congreso de Tucumán y al Directorio, jurando la independencia firmada el 9 de julio en Tucumán, Congreso en el cual no estaban representadas las provincias de la Liga, excepto Córdoba. Se izaría, además, el pabellón de las Provincias Unidas. Era negar la Liga de los Pueblos Libres, claudicando en la lucha que se sostenía desde 1811. Artigas, como Barreiro, rechazan dicho convenio.

El Protector de los Pueblos Libres, desde el frente de lucha, campo volante de Santa Ana, el 26 de diciembre de 1816, escribe para la posteridad:

El jefe de los orientales ha manifestado en todo tiempo que ama demasiado a su patria para sacrificar el rico patrimonio de los orientales al bajo precio de la necesidad.

Pueyrredón comisionó ante Lecor (en Santa Teresa) al Coronel Nicolás de Vedia, quien obtuvo del jefe portugués las seguridades de mantener una estricta neutralidad con Buenos Aires, que tomaría "la orilla oriental por derecho de primera conquista", que ocuparía "hasta el río Uruguay, por el momento y después quizás hasta el Paraná"; estos datos y el proceder posterior del Director, provocan las sospechas de Artigas quien lo apostrofa de la siguiente manera:

Excelentísimo Supremo Director de Buenos Aires,

don Juan Martín Pueyrredón.

Excelentísimo señor:

¿Hasta cuándo quiere usted apurar mi sufrimiento? Ocho años de revolución, de afanes, de peligros, de contrastes y miserias debieran haber bastado a justificar mi decisión y rectificar el juicio de ese Gobierno. El ha reconocido en varias épocas la dignidad del pueblo oriental; él debe conocer mi delicadeza por la inviolabilidad de sus derechos ¿y usted se atreve a profanarlos? ¿Usted, empeñado en provocar mi moderación? ¡Tiemble usted sólo al

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considerarlo! Por preciosos que sean los motivos a garantir esta conducta, ella es incompatible con los intereses generales. Promovida la agresión de Portugal, usted es criminoso en repetir los insultos con que los enemigos creen asegurada su empresa. En vano será que usted quiera ostentar la generosidad de sus sentimientos: ellos son desmentidos por el mismo orden de los sucesos y éstos convencen que usted es más escrupuloso de complacer los extraños, que en promover aquella santa energía que reanima a los libres contra el poder de los tiranos. De otra suerte, ¿cómo pudiera usted haber publicado en el último decreto el pretendido reconocimiento de la Banda Oriental? Crimen tan horrendo pudieran haberlo perpetrado solamente manos muy impuras ¿y usted se atrevió a firmarlo? Pero es perdonable, era conforme a los misteriosos planes de usted. Los pueblos entusiasmados por su libertad deben ser sorprendidos; los peligros crecían por instantes y el reconocimiento en cuestión, era el mejor apoyo de las ideas de usted; apresuró este paso y empezó a descubrirse el curso majestuoso de sus reservas para nuestra común perdición.

Efectivamente, conocía usted la dignidad de mi genio y que un justo reproche era todo el mérito debido a su perfidia; sin embargo, éste era el pedestal en que usted debía fijar su indomable neutralidad contra las invectivas del público. Neutralidad vergonzosa y que jamás podrá cohonestar delitos tan manifiestos; por ella, ha permitido usted trillar el paso con las exportaciones de trigos a Montevideo, al tiempo mismo que nuestras armas afligían por asedio aquella plaza. Usted debe confesarlo aunque pese a su decoro, es un hecho y lo es igualmente, que sólo con mucha traba y mengua ha permitido transportarlos a los pueblos orientales; por ello se motivó usted para disponer de la escuadrilla de mar y proteger la convulsión en esta Banda Oriental; por ella firmó usted el triste proyecto de repetir tercera expedición sobre Santa Fe y animar las intrigas del Paraná; por ella protegió usted los prisioneros portugueses de Soriano, autorizándose para devolverlos al general portugués. ¿Y cómo no se acordó usted de practicar igual generosidad con el Jefe de los Orientales, devolviéndole las armas y útiles de guerra que tenía a su bordo el buque en que fugaron? Por ella logró al fin usted mezclarse a tiempo oportuno avivando el fuego de la discordia, completarse con los portugueses, tramar la deserción de los libertos a la plaza, franquearles el paso y recibirlos usted en ésa como en triunfo. Un hecho de esta trascendencia no puede indicarse sin escándalo, ¿y usted es todavía el Supremo Director de Buenos Aires? Un jefe portugués, ¿habría operado más descaradamente? Cualquier imparcial mirará con degradación unos hechos que sólo merecen aprobación en el descalabro de usted. Ellos reconocen un origen más negro que la pura neutralidad: continuarla, empero, es un crimen imperdonable.

Por más que se quiera figurar el mérito de nuestras diferencias, la sana razón dicta que su discusión es inoportuna a presencia de un enemigo extranjero y ambicioso. Yo mismo he dado a usted más de una vez

el ejemplo, ¿y usted no se atreve a imitarlo? ¡Oh! ¡y cómo es cierto que es muy dulce el nombre de la Patria, pero áspero el sendero de la virtud! No se ocultó a la penetración de usted aquel rasgo de filantropía. Sin traicionar a su propio conocimiento, no pudo usted ser indiferente a la detestable incursión del General Lecor en nuestro territorio, lo requirió por conducto del Coronel Vedia, ¿y por qué desconoce ahora la obra de sus manos? ¿Ahora y entonces no subsisten las diferencias? ¿No acaba usted de ultrajar la dignidad del pueblo de Santa Fe y en él a los demás? Confiese usted que sólo por realizar sus intrigas, puede representar en el público un papel de neutral tan ridículo: por lo demás, el Supremo Director de Buenos Aires ni debe ni puede serlo; profiero esta verdad para que usted no tenga tan vana ostentación de su debilidad. Usted es el mejor acusador; ¿no reconvino usted por la proclama conminatoria contra los orientales al gobierno portugués? ¿Por qué principió tal requisito, siendo usted un neutral o un indiferente a nuestras desgracias? Pero sea un neutral indiferente o enemigo, usted toma justamente la indignación ocasionada por sus desvaríos: tema, y tema con justicia el desenfreno de unos pueblos que, sacrificados por el amor a su libertad, nada les acobarda tanto como perderla. Desista usted de concebir el pobre pensamiento, que sobre los fragmentos de sus ruinas, se levantará algún día el capitolio de nuestra degradación.

La grandeza de los orientales sólo es comparable a sí misma. Ellos saben desafiar los peligros y superarlos; reviven a la presencia de sus opresores. Yo a su frente marcharé a donde primero se presente el peligro. Usted me conoce y debe temer la justicia de la reconvención. Usted no hace más que repetir los insultos que apuran nuestro sufrimiento. Cada día se renuevan con descrédito de la común felicidad, usted no debe creerme insensible. Yo, en campaña y repitiendo las sangrientas escenas de la guerra contra los injustos invasores y usted, debilitando nuestra energía con la mezcla de unos negocios que no dejan de excitar las más Justas sospechas. Yo, empeñado en el contrarresto de los portugueses y usted, en favorecerlos. En mi lugar, ¿usted mismo habría mirado con indiferencia esta degradante conducta?

Confieso a usted que, haciendo alarde de mi moderación, he tenido por violentarme más de una vez por no complicar los preciosos instantes, en que la Patria reclamaba la concentración de los mejores esfuerzos. Por lo mismo brindé a usted con la paz y usted provocándome a la guerra: no obstante, abrí los puertos que debían permanecer cerrados por poderosos motivos: devolví a usted generosamente los oficiales prisioneros, que aún no habían purgado sus delitos y agresiones sobre la inocencia de los pueblos. Usted no puede desmentir estos actos de mi generosidad que no ha podido igualarlos, después de sus continuados prometimientos por la reconciliación. Es verdad que usted franqueó algunas armas a las divisiones del Sitio y Paraná, pero sin darme el menor conocimiento. Esa doble intención de usted es el germen fecundo de sus maquinaciones. Convenía a las

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ideas de usted ponerse a cubierto de la responsabilidad de su inacción ante el Tribunal severo de los pueblos; ¿y creyó usted eludirla con alucinamiento y homenaje tan rastrero? ¿No lo acabamos de tocar en las convulsiones del Sitio y Paraná? ¿Podrá ocultarse a los pueblos que siendo distribuido el armamento sin el conocimiento de su Jefe, ese debía ser el resultado? Deje usted de ser generoso, si han de palparse tan terribles consecuencias. Deje usted de servir a la Patria, si ha de oscurecer su esplendor con tan feos borrones.

No es usted quien ha de oponerse a las miras del trono de Brasil; antes bien renueva en cada momento nuestras desgracias, inventando medios de destruir nuestros esfuerzos, que deberían escarmentarlas: de suerte que usted debe gloriarse, no de haber servido al público, sino de haber provocado mi constancia hasta tocar el extremo de desesperación: he sufrido, ¿y tiene aún la osadía de acriminar mi comportamiento en público y en secreto? ¿Soy por ventura yo como usted, que necesita vindicarse con el público y asalariar viles apologistas? Hechos incontrastables son el mejor garante de mi conducta ¿y los de usted? Los que refiere el CRONISTA ARGENTINO y otros muchos de este jaez ¿qué debe esperarse? A mí me toca expresar uno solo: usted no ha perdonado viveza para realzar sus deseos hacia nuestra reconciliación: yo abriendo un paréntesis a nuestras diferencias insté a usted por el deber de allanarlas al menos en momentos de tanto apuro, librando una sanción del ajuste precioso para concentrar nuestros esfuerzos contra el poder de Portugal. Tal fue mi propuesta en junio de este año: al efecto pedí a usted diputados adornados con plenos poderes para estrechar los vínculos de la Unión. Usted no pudo desconocer su importancia y se comprometió a remitir sus diputados. Obra en mi poder la respuesta de usted datada en 10 del mismo junio; en consecuencia, anuncié a los pueblos el éxito de mi propuesta: todos esperaron con ansia ese iris de paz y de la concordia. ¿Ni cómo era posible creerse dejase desairado el objeto importantísimo de mis votos? Pero es un hecho, sin que hasta el presente haya sido otro el resultado, que sin desmayo vergonzoso con que se cubre de ignominia el nombre de usted: para encubrirla debía escudarse usted contra las tentativas del pueblo mismo de Buenos Aires, y aquí la vulgaridad que yo había ofrecido diputados a usted que esperaba con el propio fin.

Es requerida muy poca dignidad en usted negarse tan abiertamente a los intereses de la conciliación, acriminándome para ocultar su perfidia. Es el último insulto con que usted me provoca ¿y, querrá usted que calle? Tal impostura es perjudicial a los intereses de la causa. Es usted un criminal e indigno de consideración, negándose a conciliar la unión de una y otra Banda. Pesará a usted oír estas verdades pero debe pesarle mucho más haber dado los motivos bastantes para su esclarecimiento: ellas 0van estampadas con los caracteres de la sinceridad, de un testimonio público y de la justicia de los sensatos. Si usted no ha cesado de irritarme, mi honor reclama su vindicación. Hablaré por esta vez y hablaré para

siempre. Usted es responsable ante las aras de la Patria de su inacción o de su perfidia contra los intereses comunes. Algún día se levantará este Tribunal severo de la Nación y él administrará justicia. Entre tanto desafío a usted para combatir con energía al frente de los enemigos y ostentar todas las virtudes que deben hacer glorioso el nombre AMERICANO.

Tengo el honor de saludar a usted y reiterarle con toda consideración mis respetos.

Purificación, 13 de noviembre de 1817.

José Artigas

Como se desprende de la carta que antecede, el advenimiento de Pueyrredón al Directorio significó una lucha a muerte entre los dos sistemas, el de los pactos interprovinciales preconizado por Artigas para la organización de la Confederación y el del poder central arraigado en Buenos Aires que encabezaba ahora un hombre que agotaba todos los medios materiales y morales para lograr su triunfo.

Los ejércitos de pacificación bonaerenses se repitieron sobre Santa Fe. Los cantos de sirena pueyrredonianos, como los de Sarratea en 1812, se extendieron sobre Entre Ríos y la Banda Oriental, atrayendo a importantes jefes como Eusebio Hereñú en la primera y Rufino Bauza en la Oriental.

Pueyrredón paga para vindicarse con sus compatriotas a viles apologistas como lo es el oriental Pedro Feliciano Sainz de Cavia, quien escribe atacando a Artigas el célebre libelo: El Protector Nominal de los Pueblos Libres, don José Artigas, clasificado por el Amigo del Orden, en momentos que llega una misión norteamericana a estudiar el posible reconocimiento de la independencia de las Provincias Unidas por parte de los Estados Unidos. Brackenridge, secretario de esa misión, simpatizante del libelo, no puede dejar de anotar refiriéndose a la importancia que el general Artigas le daba al escrito difamatorio, al atribuirle la expresión: Mi gente no sabe leer.

Pueyrredón, con la presencia del Congreso de Tucumán, en Buenos Aires desde 1817, pretende solucionar el problema de la organización centralizada en favor, como siempre, de la ex-capital virreinal, y pretende luego imponer la Constitución unitaria (abril de 1819).

En junio Pueyrredón renuncia alegando que al frente del Directorio debía encontrarse un jefe más formado en las campañas, que poseyese más conocimientos militares.

Como en el duelo de los dos sistemas que encabezaron Sarratea y Artigas en 1812-13, en este nuevo encuentro entre Pueyrredón y Artigas (1816-1819), el triunfo es del Protector. El nuevo Director, José Rondeau, busca a través del Coronel Domingo French atraerse al General Artigas. Nuevamente, el Directorio trata de absorber el golpe de la derrota como en abril de 1815 para, poco a poco, fortalecido, volver a las anteriores andanzas.

Recordando a Carlos Anaya, sabemos que la firmeza del General Artigas era indomable pero siempre

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actuaba con candidez y buena fe. Fuerte había sido la experiencia de lo sucedido luego de Fontezuelas para responder al nuevo Director José Rondeau:

Empiece, señor, por desmentir las ideas mezquinas de su predecesor y a inspirar la confianza pública; empiece usted con el rompimiento con los portugueses y este paso afianzará la seguridad de los otros (28 de julio de 1819).

Nuevamente el choque de las posiciones lleva a las armas. Los ejércitos de la Liga, al mando del Gobernador de Santa Fe, Estanislao López y de Francisco Ramírez, Gobernador de Concepción del Uruguay, se encuentran el 1º de febrero de 1820, en Cepeda, (diez días después de la batalla de Tacuarembó), donde triunfaron las fuerzas de la Liga Artiguista.

Tiene lugar la renuncia de Rondeau y el fin del Directorio. Aparece al frente del Gobierno de Buenos Aires, Manuel de Sarratea; los triunfantes caudillos caen en una nueva celada de la Capital.

Surgen, parece, conjurados los enemigos del Protector de los Pueblos Libres en torno a la figura de Francisco Ramírez, Carlos María de Alvear y su amigo, el patriota chileno José Miguel Carrera. La veintena de días que transcurren entre Cepeda y la firma del pacto del Pilar serán de continuos manejos, logrando la traición lo que no consiguieron las derrotas militares de Artigas: su alejamiento del teatro de la lucha.

La ocupación

A cuatro meses de ocupada Santa Teresa, el 20 de enero de 1817, tiene lugar la entrada de Lecor en Montevideo. Inmediatamente, el Cabildo comisiona a la Corte de Río de Janeiro al padre Dámaso A. Larrañaga y a Gerónimo Pío Bianqui para solicitar al rey Juan VI, la incorporación de la Provincia Oriental a Portugal como reino unido. Conservaría sus fueros, privilegios y demás prerrogativas, así como una alta proporción de ciudadanos locales serían empleados en la administración provincial; se organizaría una Cámara de Apelaciones y un Tribunal de Concordia. Existiría libertad de imprenta, se daría difusión a la instrucción pública, la que sería gratuita. Habría libertad de comercio y prohibición de tráfico de esclavos.

Como hemos visto en el objetivo anterior, la porción de territorio ocupado por el invasor no iba más allá del terreno que pisaban. Los puestos avanzados se adelantaron al ejido de Montevideo. El cuartel general del Marqués d'Avillez se encontraba a la altura de la actual plaza Joaquín Suárez.

Las quintas del Miguelete eran tierra de nadie, donde las partidas patriotas acosaron por tres años al poderoso invasor. Colonia fue ocupada recién en mayo de 1818. Las acciones militares de fines de 1819, principalmente las derrotas de Arroyo Grande (28 de octubre) y Tacuarembó (enero de 1820), afectaron la resistencia oriental.

El continuo cansancio y falta de recursos de las partidas artiguistas al sur del río Negro, aumentaron la desazón. El abandono del Protector de la Banda Oriental, para montar la defensa de la Liga al oeste del río Uruguay, llevó al desfallecimiento a aquellos que no poseían el temple del viejo guerrero, así como la concepción territorial de la idea que defendían.

Poco a poco, la Comisión Pacificadora, formada por orientales al servicio del invasor, fue captando adeptos. La Patria estaba desangrada luego de una década de luchas.

Ante la ocupación de la Banda Oriental, el representante español en París, conde de Fernán Núñez, reclama. El duque de Palmella, lusitano, desde Londres defiende la acción, expresando que aquella se debió a la anarquía remanente en la Provincia Oriental, para proteger así a los territorios de Juan VI, agregando que España la había abandonado en 1814.

El 30 de enero de 1819, Lecor firma con el Cabildo de Montevideo, el tratado llamado del fanal. A cambio de un faro a levantarse en la isla de Flores, se ceden los terrenos al norte del Arapey a la Capitanía de Río Grande del Sur. Este episodio sin validez legal desde el punto de vista del derecho internacional, dado que lo firman dos autoridades subalternas (un Cabildo que no tiene jurisdicción sobre dicho territorio y un general de un ejército de ocupación), va a tener su importancia en 1851, cuando el Imperio del Brasil lo esgrima como argumento para traer al Arapey su límite sur.

La ocupación total de la Banda Oriental a partir de los primeros meses de 1820, fue un hecho. Montevideo, en general, vio en los ocupantes el poder para someter al interior.

En la campaña fue donde se manifestó el mayor odio a la ocupación extranjera. Los portugueses, debido a sus depredaciones nacidas de las constantes guerras con los españoles, eran vistos en la campaña igual que los ladrones, los salteadores y todo tipo de malhechores.

Allí se iniciaba el despertar de la Patria.

Había transcurrido un mes de la derrota de Tacuarembó y más de dos del alejamiento del Coronel Gorgonio Aguiar de Maldonado, para emprender la última oferta artiguista y aún flameaba en la plaza de San Carlos el gorro de la libertad. Completaba este cuadro, la presencia de un sinnúmero de perros cimarrones, testigos de la desolación que siguió a la defensa de la tierra.

El gaucho que formara parte de los escuadrones de la libertad, volvió a la vida libre. Mientras, la Capital vive las fiestas y los saraos que preside el Gobernador y Capitán General Lecor, con una corte de halagados situacionistas.

A su cargo de Gobernador, sumó Lecor entre otros, las presidencias del Tribunal de Apelaciones, de la Junta de Hacienda y de la directiva de la Hermandad de Caridad.

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Convenio con Inglaterra

En el correr del año 1817, 3 de agosto, el General Artigas firma un convenio comercial con Inglaterra en el cual pone bien alto el interés de la Liga, tratando de igual a igual a la potencia de la hora, motivo muy importante para que ésta no lo ratificara.

Esto se puede apreciar en la traducción compendiada del comodoro Guillermo Bowles, Jefe de las fuerzas de Su Majestad en estas Américas al decir de Artigas:

Aquellos buques ingleses que comercian con la Banda Oriental tienen que usar sus colores nacionales y estar provistos de un pasaporte del Comandante británico.

Tendrán que pagar los derechos fijados en el documento adjunto sobre las importaciones y exportaciones.

Se precisa que nunca se les exigirá ninguna contribución o impuesto extraordinario.

Los mercantes ingleses pueden establecerse en las ciudades puerto de mar y efectuar su comercio, pero no les está permitido proseguir al interior.

No está permitido el comercio con puertos en posesión de los portugueses.

Purificación, 3 de agosto de 1817.

Es así como la lucha del Protector se extendió a los mares donde navíos armados en corso, portando la bandera de Artigas, asolaban la navegación portuguesa.

El centro vital de su accionar fue Baltimore, allí los corsarios provistos de patentes firmadas por Artigas en Purificación o por Lavalleja en Colonia, se armaban para atacar el comercio tanto portugués como español.

El final

En Avalos, pierde el parque y el convoy de familias que iban en 23 carretas. Artigas salió de allí con sólo 12 hombres.

A los pocos días llega la noticia que esta sitiando Cambay con 800 hombres. Sorprendido, es atacado por la espalda y es derrotado. Se dirige con 150 hombres hacia Candelaria, cruza el río Paraná. Ramón de Cáceres, testigo presencial en el bando de Ramírez, anota:

Era tal el prestigio de este hombre que después de destruido en Avalos y cuando creíamos que ya no podía rehacerse, en su tránsito por Misiones, salían los indios a pedirle la bendición y lo seguían como en procesión con sus familias, abandonando sus casas, sus sementeras y sus animales. Así fue que en ocho días había reunido ochocientos hombres, con que sitiaba Cambay.

El genio indomable del General Artigas cruza el Paraná con la intención, sin duda, de continuar la lucha.

Mientras esto tenía lugar, en el Montevideo portugués, tres sujetos muy allegados al General requerían ayuda para regresar a su patria. Estos eran: su primer Jefe de

Blandengues, don Cayetano Ramírez de Arellano, don José Posadas, el vencido de Las Piedras y el ingeniero de la Fortaleza del Cerro, don José del Pozo y Marqui.

Internado en el Paraguay, la luz de su antorcha se hizo más viva en la noche de sus treinta años de soledad y, como el Licurgo de la recia Esparta, engendró en torno de esa luz una Nación, dejando abiertos los caminos del Sistema de América basado en la Libertad.

Juan Antonio Lavalleja (1786-1853)

Nació en Minas, República Oriental. En 1811 se integró a las armas patriotas. Lucha junto a Artigas en La Piedras; prisionero de los portugueses es llevado a Río de Janeiro.

De regreso al pago, se une otra vez a las tropas artiguistas en Guayabos (1815) donde es derrotado por Dorrego, del bando directorial. En 1819 lo detienen los portugueses por tres años.

En 1825 se arma la Cruzada de los 33 orientales para liberar la Banca Oriental de los portugueses. El 12 de octubre derrotó a Bentos Manuel, comandante del ejército imperial en la zona de Sarandí.

En 1827 se instala como dictador de la Banda Oriental designando a Durazno como Capital. En 1829 asume como Gobernador reemplazando a Rondeau.

Lavalleja fue muy amigo de San Martín a quien rindió homenaje en febrero de 1829 a su paso por Montevideo, cuando el frustrado regreso de San Martín a su Patria.

Muere en Montevideo el 22 de octubre de 1853.

Los 33 Orientales

En 1823, Juan Antonio Lavalleja regresaba a la Banda Oriental (en ese entonces Provincia Cisplatina bajo el dominio portugués recientemente devenido brasileño) luego de estar cinco años preso en la Isla de Cobras. El ex lugarteniente de Artigas se afincó en la zona denominada Rincón de Zamora, actual departamento de Tacuarembó, y dio rienda suelta a su gusto por las actividades vinculadas al ganado.

Pero eso no dudaría mucho pues, al producirse ese mismo año el movimiento llamado de “Los caballeros orientales”, Lavalleja no tardó en unirse nuevamente a la causa revolucionaria. Primero se trasladó a las

J.A.Lavalleja

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provincias argentinas de Entre Ríos y Santa Fe y luego pasó a Buenos Aires, buscando apoyo para iniciar la cruzada libertadora de la Banda Oriental.

Ese primer intento independentista fracasó y Lavalleja decidió asilarse en Buenos Aires, pero no se dio por vencido. Un año después alquiló los galpones de un saladero en la zona de Barracas y allí se abocó a organizar la invasión a la Banda Oriental.

A comienzos de 1825, casi todo el sur del continente americano había logrado independizarse de la colonización española. Con la batalla de Ayacucho, en 1824, se había puesto punto final a la dominación española. Pero aún sobrevivía otra dominación, la de los brasileños en la zona de la Banda Oriental, llamada por los colonizadores Provincia Cisplatina. La misma databa de 1820, cuando empezó siendo dominación portuguesa y que luego, con la independencia de Brasil de Portugal, pasó a manos de los brasileños.

Al enterarse del resultado de la batalla de Ayacucho, Lavalleja decidió redoblar los esfuerzos para conseguir la soñada independencia. La idea era reunir una fuerza expedicionaria que se dirigiría a la Banda Oriental para liberarla del dominio brasileño.

El cruce a la Banda Oriental

De eso resultó la conformación de un grupo de treinta y tres hombres que por agua emprendió viaje a territorio oriental. Embarcaron en dos lanchones en San Isidro, un poco al norte de Buenos Aires, en las nacientes del Río de la Plata. Se internaron hacia el delta del Río Paraná, navegando sobre todo en la noche, a fin de eludir los patrullajes brasileños.

Su primer destino fue la isla Brazo Largo, donde acamparon cuatro días, transcurridos los cuales decidieron que era el momento de intentar el cruce hacia la costa oriental del Río Uruguay. La empresa fue exitosa ya que el 19 de abril de 1825 los treinta y tres orientales estaban poniendo sus pies en la Playa de la Agraciada. Allí los esperaba Tomás Gómez, un hacendado de la zona, con una caballada, y el baqueano Andrés Cheveste, un conocedor del territorio.

En el camino se les fueron uniendo otros contingentes de milicianos y el grupo logró ocupar primero Dolores y luego Villa Soriano. Avanzaron hacia el sureste eludiendo Mercedes, una ciudad muy bien defendida por los brasileños.

Todavía faltaba el encuentro con el grupo de Fructuoso Rivera, que en ese momento formaba parte del ejército ocupante. El grupo de Rivera había sido enviado por el general Lecor para detener a los liderados por Lavalleja. Pero el encuentro, el 29 de abril de 1825, no derivó en una batalla como era de esperar, sino en el conocido Abrazo del Monzón (río a orillas del cual ocurrió el hecho), porque Rivera no enfrentó a Lavalleja sino que se unió a él.

La incorporación de Rivera fue fundamental para el éxito de la campaña, llevando a que el alzamiento contra la dominación brasileña se extendiera a toda la

Banda Oriental. De ahí en más se sucedieron más ocupaciones, Lavalleja organizó el gobierno del territorio liberado y finalmente llegaron las batallas de Rincón y Sarandí que liberaron completamente a la Banda Oriental de la ocupación brasileña.

La bandera de los Treinta y Tres Orientales

Los orientales que resistían en Argentina la dominación luso-brasileña, y que se lanzaron a liberar la patria en la Cruzada Libertadora, necesitaban un estandarte.

Adoptaron entonces para su bandera los colores que José Gervacio de Artigas había usado siempre.

La bandera de los Treinta y Tres orientales es actualmente uno de los símbolos patrios uruguayos, junto con el Pabellón Nacional, la bandera de Artigas, el Himno Nacional y la escarapela nacional.

Está formada por tres franjas horizontales. La azul, en la parte superior, simboliza la grandeza. La blanca, en el medio, la república. La roja, en la parte inferior, la sangre derramada por la libertad y la independencia. Lleva la leyenda Libertad o Muerte reafirmando el juramento que animaba la Cruzada y que habían hecho los orientales a su Patria.

Fuentes: - Chávez, Fermín. Diccionario Histórico Argentina. Edit. Fabro. - Analía Filosi. Desembarco de los Treinta y Tres Orientales.

- Cecilia González. La Bandera de los Treinta y Tres Orientales.

- Gabriel O. Turone. Los Treinta y Tres Orientales.

Segunda Presidencia de Rivera.

El Juramento de los Treinta y Tres Orientales, óleo de Juan Manuel Blanes

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Rivera entró en Montevideo el 11 de noviembre de 1838. La Presidencia de la República era ejercida en carácter interino por el Presidente de la Asamblea General Gabriel Antonio Pereira, luego de que Oribe hubiera solicitado una licencia y devuelto a la Asamblea la autoridad presidencial; para dirigirse a Buenos Aires y reunirse con su aliado el Gobernador Rosas, a fin de obtener su apoyo militar para recuperar el gobierno del Uruguay.

De inmediato, se convocó a elegir una nueva Asamblea General. Las elecciones tuvieron lugar a fines de diciembre. La nueva Asamblea resolvió declarar la guerra al Gobernador de Buenos Aires Juan Manuel de Rosas, y eligió a Rivera como Presidente de la República por el período constitucional que comenzaba el 1º de marzo de 1839. Rivera, prestamente firmó un tratado de alianza ofensiva y defensiva con la Provincia de Corrientes.

Había comenzado la Guerra Grande.

La Guerra Grande

Con el nombre de Guerra Grande se conoce históricamente el extenso conflicto ocurrido en los países del Río de la Plata entre 1839 y 1851.

Fue esencialmente una guerra civil, interna, en la cual estuvieron involucrados bandos políticos opuestos de la Argentina y el Uruguay, pero también intervinieron Francia, Inglaterra, el Imperio del Brasil y especialmente las fuerzas italianas comandadas por José Garibaldi.

Los bandos fueron, por un lado, el partido de los federales que encabezaba el Gobernador de Buenos Aires Juan Manuel de Rosas, del cual fue aliado el Presidente uruguayo Manuel Oribe encabezando el partido blanco; al mismo tiempo que sus rivales argentinos, el partido de los unitarios encabezado por el Gral. Juan Lavalle, tuvieron como aliados a los “colorados” del Uruguay.

Los motivos de la guerra fueron varios. Había en la Argentina un gran enfrentamiento entre la concepción de los unitarios y aquella de los federales, que ya venía del tiempo de la Junta de Mayo de 1810; y en el que en gran medida Artigas quedó inscripto en la corriente federalista, habiendo llegado a ser líder de ella, al menos en cierta época. Pero el federalismo de la época de Rosas era un concepto muy distinto del de la época de Artigas.

La evolución histórica argentina, había originado un enfrentamiento político en el cual por una parte aparecía al frente del partido federal Juan Manuel de Rosas, que gobernaba desde Buenos Aires con mano férrea y métodos violentos. En el partido unitario, entre sus más destacados hombres, figuraba Domingo Faustino Sarmiento; que promovió la contraposición entre la concepción de que el partido unitario representaba la civilización, mientras el federalismo era una expresión de barbarie.

Además, los federales se presentaban como defensores del nacionalismo argentino; mientras acusaban a los unitarios de querer favorecer a los poderes extranjeros, especialmente Francia e Inglaterra.

Cada uno de los beligerantes, hizo alianzas con países extranjeros. En el sur del Brasil (que también estaba en una etapa de consolidación como país) existía un fuerte movimiento político y revolucionario contra el gobierno central de Río de Janeiro, los Bandeirantes, separatistas que habían constituido en la zona de los Estados de Río Grande del Sur y Santa Catalina, la República Farroupilha de Piratiní. Éstos, por diversas razones, también intervinieron en la contienda platense; lo que a su vez determinó la intervención del Gobierno del Imperio del Brasil.

Especialmente en la Argentina, el conflicto fue un enfrentamiento entre Buenos Aires y las Provincias; con la particularidad que a veces resulta difícil de comprender, de que el centralista Buenos Aires proclamaba el federalismo, mientras el partido unitario era más fuerte en las Provincias. En realidad, uno de los fundamentos de la rivalidad entre federales y unitarios, consistía en que los federales trataban de mantener la hegemonía de Buenos Aires y consecuentemente el predominio de su puerto para el comercio; en tanto que los unitarios sustentaban la libertad de comerciar a través de los grandes ríos de la mesopotamia argentina.

En el Uruguay, a consecuencia de las alianzas basadas en las circunstancias militares y de otros factores, el conflicto argentino entre federales y unitarios, vino a resultar en una guerra entre blancos y colorados; que, en definitiva, representó una expresión de la rivalidad originaria entre Rivera y Lavalleja, en esta época convertida en confrontación entre Rivera y Oribe. Los blancos tuvieron por aliados a los federales y a Rosas; en tanto que los colorados fueron apoyados por los unitarios, primero liderados por el Gral. Juan Lavalle y finalmente por el Gral. Justo José de Urquiza que durante casi todo el conflicto fuera aliado de Rosas, pero finalmente se volvió en su contra.

La guerra grande mostró asimismo al Imperio del Brasil siguiendo una política que implicaba renunciar a sus pretensiones del dominio total sobre el territorio del Uruguay, a cambio de consolidar sus fronteras del sur ocupando definitivamente las Misiones orientales; al mismo tiempo que impedir una influencia argentina sobre el territorio de la Banda Oriental.

Los bandos enfrentados

La evolución de la situación militar en el Uruguay, determinó que el país quedara de hecho divido entre dos gobiernos.

En cierta medida, ésa había sido una situación de hecho preexistente desde 1825; emergente de la radicación en Montevideo de los órganos de autoridad constitucional; pero con la persistencia en la campaña de un centro de poder esencialmente militar aunque también político, desde la creación del cargo de Comandante General de

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la Campaña. Ese cargo había sido, originariamente desempeñado por Rivera durante el gobierno de Rondeau en tiempos de la Asamblea Constituyente, para equilibrar el poder que ejercía Lavalleja como Comandante del Ejército; había resurgido en 1834 para ser nuevamente ejercido por Rivera durante los primeros tiempos de la Presidencia de Oribe; y su supresión y restablecimiento había sido una de las circunstancias determinantes de la revolución de Rivera de 1836.

Después del triunfo de esa Revolución de 1836 promovida por Rivera (y de su instalación en Montevideo) allí quedó centrado el gobierno colorado; en tanto la campaña, donde operaba el ejército comandado por Oribe, vino a convertirse en el núcleo del poder de los blancos.

Por una parte los blancos, que se consideraban gobierno legítimo porque Oribe (que había sido designado Presidente constitucional de la República) nunca había renunciado, ejercían autoridad prácticamente sobre todo el territorio, mediante su Gobierno instalado en el Cerrito de la Victoria; muy cercano a Montevideo (y actualmente integrado a la ciudad), por lo que se le conoce como el el gobierno del Cerrito.

En la ciudad de Montevideo (que se encontraba sitiada por las fuerzas al mando de Oribe provistas fundamentalmente por su aliado Juan Manuel de Rosas, el Gobernador de Buenos Aires) estaba el gobierno de la Defensa, encabezado por Joaquín Suárez, Presidente del Senado designado Presidente de la República interinamente, debido a que Rivera había decidido ponerse al frente de sus tropas en Entre Ríos.

Al mismo tiempo, los intereses marítimos de las potencias europeas, especialmente Inglaterra y Francia, se expresaban en su tesis de que el Río de la Plata era un mar internacional, abierto por lo tanto a la libertad de navegación. Con ello, seguían la doctrina establecida en la Conferencia de Viena al término de las Guerras Napoleónicas, que había declarado la libertad de navegación de los grandes ríos.

Este concepto, en el transcurso de la Guerra Grande, fue extendido, especialmente por los franceses; que sostuvieron que también los ríos interiores de la mesopotamia argentina eran de navegación libre. Esto, naturalmente, convenía a los intereses provinciales argentinos; que procuraban no verse sujetos para la exportación de su producción (sobre todo de origen ganadero) al dominio de los saladeros de Buenos Aires, que monopolizaban ese puerto, del más importante de los cuales el Gobernador Juan Manuel de Rosas era copropietario.

Juan Manuel de Rosas había llegado a ser un poderoso ganadero en la Provincia de Buenos Aires; y había reclutado un verdadero ejército propio, que comenzó empleando para contener a los indios de la pampa para poder explotar el ganado. Asociado con otros importantes ganaderos, instalaron en la zona del puerto de Buenos Aires los saladeros que procesaban la carne para exportar; llegando a tener una flota de barcos

propios para ello. Asimismo, como tenían que llevar la sal desde la Patagonia donde abundaba, no solamente utilizaron sus milicias privadas para combatir a los indios, sino que utilizaron barcos propios para transportarla. Esto afectaba los intereses de los países compradores del tasajo (carne conservada mediante la salazón) que pretendían transportarla en sus propios barcos.

Más adelante, cuando Rosas alcanzó el poder político supremo en Buenos Aires, su milicia se transformó en un instrumento político, conocido como la mazorca; con el cual perseguía implacablemente a todos los enemigos políticos. Es proverbial que durante su gobierno, la mazorca patrullaba por las noches las calles de Buenos Aires al grito de ¡Viva la Santa Federación! ¡Mueran los salvajes unitarios!

En consecuencia, los enfrentamientos de intereses se mezclaron con las concepciones políticas de quienes pretendían explotar las riquezas ganaderas en forma monopólica (incluso contrariando los intereses de Inglaterra y Francia que eran los compradores y transportadores) contra los que pretendían liberalizar el comercio y como consecuencia la navegación de los ríos.

A esa división, se superponía la división entre los caudillos políticos de origen terrateniente (como eran el propio Rosas y también Urquiza de alguna manera), por un lado; y los “doctores”, políticos de origen urbano, ilustrados, educados en estilo europeo, que propiciaban lo que se planteaba como el camino del progreso y la civilización, de los cuales el tucumano Domingo Faustino Sarmiento fue uno de sus principales expositores.

El Imperio del Brasil, había visto afectado su objetivo de ejercer poder sobre los territorios costeros del alto Uruguay, luego de la derrota infligida por Rivera en las Misiones. Pero aunque finalmente habían recuperado ese territorio del cual Rivera se había retirado para volver hacia el sur; tenía un marcado interés en consolidar su dominio sobre los territorios de su frontera sur, donde el movimiento separatista de los bandeirantes (que pretendían independizar el sur del Brasil del gobierno de Río de Janeiro) desafiaba su autoridad haciendo frecuentes alianzas, especialmente con Rivera y luego, en cierto modo por su intermedio, con los Gobernadores de Corrientes y Santa Fe. Ese fue un factor determinante de la política brasileña durante la guerra grande.

Un componente particular en esta guerra, fue la presencia de José Garibaldi al frente de la brigada italiana de los “camisas rojas”, combatiendo del lado de los colorados y enfrentado a los federales de Rosas y los blancos de Oribe.

Garibaldi era un personaje muy especial, que había surgido en Italia como guerrillero en momentos en que en la península italiana se procesaba lo que finalmente llegó a ser la unidad italiana, con una gran enfrentamiento entre los monárquicos que apoyaban a la Casa de Saboya, y los que pueden considerarse republicanos pero que esencialmente eran

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antimonárquicos y anticlericales, entre los que militaba Garibaldi.

En años previos, Garibaldi había llegado al sur del Brasil, y se había incorporado al movimiento de los Bandeirantes, luchando al servicio de la República Farroupilha (cuyos líderes eran aliados de Rivera) especialmente en la guerra naval contra las fuerzas del Imperio del Brasil.

El sitio grande

Entre 1839 y 1843, el conflicto se desarrolló principalmente en el territorio actual de la Argentina. En esa etapa, Oribe (alejado de la Presidencia del Uruguay) fue el jefe del Ejército federalista de la Confederación, de varias provincias argentinas encabezada por Buenos Aires regida por Juan Manuel de Rosas; mientras que el ejército unitario era comandado por el General Juan Lavalle, y cuyo dominio territorial eran las provincias mesopotámicas, excepto Entre Ríos que gobernaba el Gral. Urquiza, por entonces aliado de Rosas.

A fines de marzo de 1839, las fuerzas unitarias conducidas por el Gobernador de Corrientes Berón de Astrada, había sufrido una derrota militar en Pago Largo, frente al ejército federal comandado por el General Pascual Echagüe. Éste cruzó entonces el río Uruguay, para ser derrotado por las fuerzas al mando de Rivera, en la batalla de Cagancha, el 19 de diciembre de 1839.

Entretanto, en setiembre de 1839, utilizando las naves francesas (y contra la opinión de Rivera que sin duda las prefería custodiando a Montevideo) el Gral. Juan Lavalle había llevado sus tropas a Entre Ríos, aliada de Rosas. Allí mantuvo diversos combates que lo determinaron a trasladarse a Corrientes y a Santa Fé; hasta que finalmente fue derrotado por el ejército de la Confederación, comandado por Oribe, en las batallas de Quebracho el 28 de noviembre de 1839 y de Famaillá el 19 de setiembre de 1841, donde Lavalle fue perseguido por una patrulla rosista, que finalmente le dio muerte.

Sin embargo, el rosista Gobernador de Entre Ríos Echagüe fue derrotado el 28 de noviembre de 1841 por el unitario Gral. José María Paz, en la batalla de Caaguazú; lo que tuvo como consecuencia que asumiera como Gobernador de aquella provincia el Gral. Justo José de Urquiza. El Gral. Paz organizó entonces una reunión en Paraná con la participación de los Gobernadores de Corrientes, de Santa Fé, y Rivera como Presidente del Uruguay. Al convenir en la continuación de la guerra contra la Confederación, y organizar en abril de 1842 la denominada la Coalición del Norte; se comprometieron además en conformar luego de la derrota de Rosas, un nuevo Estado que se denominaba como el Uruguay Mayor, en que se incorporaría la República Farroupilha de Piratiní gobernada por Bentos Gonçalvez en Río Grande del Sur.

Rivera, enterado de que Oribe se encontraba en la provincia de Entre Ríos y confiando en una información falsa de que sus tropas se encontraban muy debilitadas, se puso al frente de un ejército conjunto de unos 8.000 hombres entre orientales, correntinos, santafecinos y entrerrianos. Las fuerzas al mando de Oribe eran equivalentes. La batalla se trabó el 6 de diciembre de 1842 en Arroyo Grande; y en ella la victoria de las fuerzas rosistas fue total. Rivera apenas si logró escapar, llegando a Montevideo; desde donde volvió a tratar de detener a las fuerzas de Oribe, pero fue nuevamente derrotado en India Muerta, debiendo refugiarse en el sur del Brasil.

Oribe había quedado al frente de un poderoso ejército triunfante, compuesto por argentinos y orientales, sin oposición posible a su invasión del Uruguay. Sin embargo, demoró alrededor de dos meses en llegar a Montevideo y ponerle sitio, el que se inició el 16 de febrero de 1843.

Entre 1843 y 1851, tuvo entonces lugar el llamado Sitio Grande, en que las fuerzas de Oribe sitiaron Montevideo, lo que le valió que se la denominara la nueva Troya, por emular el legendario sitio de la antigua ciudad de Troya, en la época homérica. Con el nombre de Montevideo o una nueva Troya se publicó en París, por esos años, una novela firmada por el famoso escritor francés Alejandro Dumas (hijo); aunque algunos consideran que su verdadero autor haya sido el Gral. Melchor Pacheco y Obes, que en esa época fue Embajador del Uruguay en Francia.

Sin embargo, establecido el sitio, de hecho la situación militar fue muy equilibrada, y por largos períodos convivieron el Gobierno de la Defensa en Montevideo, encabezado por Joaquín Suárez y comunicado al exterior a través del puerto, con el Gobierno del Cerrito, encabezado por Oribe y que dominaba el territorio del interior del país.

En la realidad de los hechos, la situación militar durante el Sitio Grande no se caracterizó por la abundancia ni por la intensidad de enfrentamientos bélicos.

En un primer momento, Rosas (que disponía de una escuadra comandada por el Almirante Brown, que tenía bastante dominio de los ríos de la mesopotamia argentina y la desembocadura del Plata) trató de apoyar el sitio de Montevideo mediante un bloqueo naval. Sin embargo, el verdadero dominio naval del Plata estaba en manos de las flotas francesa y sobre todo inglesa; por lo cual el pretendido bloqueo no pudo hacerse efectivo. Los barcos franceses e ingleses efectuaban un intenso tráfico comercial; tanto con la sitiada Montevideo a través de su propio puerto, como con el resto del territorio y el Gobierno del Cerrito, a través del cercano Puerto de El Buceo, desde el cual las mercancías salían por el Camino del Comercio, hacia la Villa de la Restauración (actual barrio de La Unión) — que surgió en el cruce del Camino del Comercio con el Camino a Maldonado, y cuya plaza e Iglesia subsisten a corta distancia de ese cruce — y hacia el interior del país.

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No hubo prácticamente acciones militares dirigidas, ni a tomar por asalto la ciudad sitiada, ni a procurar el levantamiento del sitio; sino algunos combates iniciales cuyo resultado fue fijar las posiciones de ambos bandos. El sitio no obstaba a que muchas personas civiles pudieran reunirse en lugares del territorio intermedio entre ambos bandos, ni que otros continuaran residiendo en casas de campo situadas en él. Tal vez el caso más notable haya sido el del Presbítero Dámaso Antonio Larrañaga, quien vivía en una propiedad rural sobre el arroyo Miguelete bien cerca del Cerrito, pero semanalmente iba a Montevideo donde oficiaba la misa en la Iglesia Matriz. Cuando falleció, el 16 de febrero de 1848, su velatorio y sepultura se llevaron a cabo pacíficamente, y con participación de pobladores de los territorios de sitiados y sitiadores.

Los Gobiernos durante el sitio grande

Separados por pocos kilómetros de distancia, los Gobiernos del Cerrito y de la Defensa funcionaron administrativa y políticamente casi como si el sitio no existiera.

El Gobierno de la Defensa se había instalado a partir del 1º de marzo de 1839, con Rivera como Presidente por el período que continuaba el mandato originario de Oribe, que debía finalizar en 1843. La situación militar llevó a Rivera a tomar el mando de las tropas en operaciones, por lo cual la Presidencia quedó interinamente a cargo del Presidente del Senado, Joaquín Suárez.

Pero, al finalizar el mandato originario de Rivera, la situación militar hacía imposible efectuar elecciones y renovar la Asamblea General. En consecuencia, se optó por integrar en sustitución de la Cámara de Diputados y del Senado, una llamada Asamblea de Notables y un Consejo de Estado; los cuales fueron integrados por nombramiento directo del Presidente. Al mismo tiempo, el interinado de Joaquín Suárez quedó indefinidamente prorrogado, hasta el fin de la guerra; de tal manera que en definitiva Suárez fue Presidente interino durante 8 años.

Joaquín Suárez era un ciudadano de modesta condición que, cuando finalizó su mandato como Presidente interino, rechazó el ofrecimiento de serle compensados sus servicios como tal, con su célebre expresión. Yo no le cobro cuentas a mi Patria.

Para que no quedara en la indigencia, el Estado le asignó una menguada pensión graciable, con la cual vivió modestísimamente, hasta su muerte.

Internamente, la ausencia de Rivera (primero en la conducción de los ejércitos y luego por sus derrotas de Arroyo Grande y de India Muerta) dejó al Gobierno de la Defensa sin un firme conductor, a falta de otra fuerte personalidad política y militar. En consecuencia, no existió posibilidad de de tratar de superar la situación resultante del sitio; que, por otra parte y como se ha señalado no perturbaba demasiado el desenvolvimiento de la vida normal en la ciudad sitiada y sus aledaños.

Desde el punto de vista administrativo, el Gobierno de la Defensa dictó algunas medidas legislativas; la más importante de las cuales fue una ley de 1842 de abolición de la esclavitud de aplicación parcial, que de hecho beneficiaba sólo a los hombres que se incorporaran al ejército.

Los integrantes de la Asamblea y del Consejo de Estado ejercieron sus cargos con responsabilidad. En general, se preocuparon por la vigencia de las libertades; así como, siendo representativos de los sectores más cultos de la población, propugnaban el logro de un progreso civil y político siguiendo el modelo europeo.

El Gobierno del Cerrito fundaba su legitimidad jurídica e institucional en la continuidad de la Asamblea General del período presidencial de Oribe; cuya calidad de Presidente de la República se sustentaba en la consideración de que nunca había renunciado, y había sido sustituido por Rivera mediante la fuerza de las armas.

Disponiendo de acceso a los territorios del interior del país, estuvo en condiciones de hacer algunas elecciones, que estuvieron dirigidas a recomponer los cargos de aquella Asamblea que por diversos motivos quedaban vacantes. La autoridad de Oribe se sustentaba formalmente en la prórroga de su calidad de Presidente constitucional, hasta tanto fuera posible sustituirlo normalmente.

En los hechos, su autoridad se fundaba en su ascendiente como caudillo; que, aunque ejercida con cierta moderación, no dejó de tener manifestaciones de autoritarismo que le enfrentaron más de una vez con algunas personalidades políticas de su propio bando, pero de formación más culta y concepciones liberales; tales como Eduardo Acevedo (notable escritor de novelas históricas), el futuro Presidente Francisco J. Giró o el experimentado político Dr. Bernardo P. Berro (también futuro Presidente), hombres que consideraban plenamente legítima su causa, que identificaban con la preservación del orden institucional y constitucional del país.

En lo económico, el Gobierno del Cerrito pudo atender razonablemente el desenvolvimiento del territorio bajo su autoridad, mediante el comercio efectuado por el Puerto del Buceo (una pequeña bahía muy cercana al puerto de Montevideo) en que las mercaderías transportadas por los buques ingleses y franceses generaban recaudación fiscal en la Aduana allí establecida (cuyo edificio se mantiene en pie como Museo).

También promulgó una ley de abolición de la esclavitud, que de hecho tuvo más efectividad que su similar implantada por el Gobierno de la Defensa. Desde el punto de vista internacional, a pesar de su dependencia militar respecto del Gobierno de Rosas, se caracterizó por no admitir los intentos de sus diplomáticos o jefes militares de inmiscuirse en los asuntos internos del Uruguay.

El fin de la guerra grande

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Al acercarse a Montevideo las tropas al mando de Oribe, las autoridades del Gobierno de la Defensa se aprestaron a afrontarlas, instalando fortificaciones en sus alrededores. Luego de algunos combates, las líneas se estabilizaron a buena distancia de las murallas, permitiendo a los sitiados disponer de tierras de cultivo para abastecerse de alimentos frescos.

En realidad, en el período del sitio grande el teatro de la guerra fue principalmente la zona al norte del río Negro.

Luego de su derrota en Arroyo Grande, imposibilitado de otro tipo de enfrentamientos con el ejército de Oribe, Rivera realizó una campaña de hostigamiento, basada en una gran movilidad de sus fuerzas a las que reunía en un punto para combatir y luego volvía a dispersar. Pero finalmente, con el apoyo de Urquiza Oribe consiguió derrotar definitivamente a Rivera en la batalla de India Muerta, el 27 de marzo de 1845, debiendo Rivera refugiarse en el territorio brasileño de Río Grande del Sur. A esas alturas los farrapos habían sido derrotados por las fuerzas imperiales que comandaba el Barón de Caxías, con lo cual Rivera fue llevado a Río de Janeiro.

El curso de la guerra se vio entonces alterado por las maniobras diplomáticas. La alianza de la Coalición del Norte que integrara Rivera, con los farrapos de Río Grande del Sur, había aproximado al Imperio de Brasil con el Gobiernador de Buenos Aires, Rosas, con el objetivo de expulsar a Rivera del Uruguay. Pero cuando ello pareció obtenido y el triunfo de Oribe permitía a Rosas suponer que tendría un predominio en el Uruguay (en tanto que el Imperio había derrotado a los farrapos) el Brasil, con el propósito de no permitir una gran influencia argentina en el Uruguay, varió su política respecto de Rosas, y se puso de acuerdo con Francia e Inglaterra para su intervención conjunta en el Río de la Plata. Las potencias europeas, sin embargo decidieron intervenir en contra de Rosas, pero sin la participación del Brasil; enviando al Plata una poderosa fuerza naval que operó en el estuario y en los ríos interiores durante los años siguientes de la guerra.

El auxilio de la flota francesa permitió entonces al Gobierno de la Defensa emprender algunas acciones militares, como la toma de Colonia en agosto de 1845 por la expedición comandada por Garibaldi; y su avance hacia Salto, para tratar de reunirse con los remanentes de las fuerzas de Rivera ahora bajo el mando del Gral. Anacleto Medina; lo que originó el combate de San Antonio, con las tropas oribistas comandadas por el Gral. Servando Gómez, el 8 de febrero de 1846.

Debido a la nueva posición asumida por el Brasil respecto de Rosas, Rivera (que además ya había tenido anteriormente buenas relaciones con el gobierno brasileño) logró regresar desde el Brasil a Montevideo en 1846, y asumiendo de inmediato el mando político y militar, se puso al frente del ejército que operaba en Colonia, logrando tomar Mercedes y ocupando Paysandú el 26 de diciembre de 1846. Rivera procuró entonces alcanzar un entendimiento directo con Oribe,

a quien propuso unas bases de acuerdo prescindiendo de las fuerzas extranjeras. Pero fue desautorizado por el Gobierno de Montevideo; y derrotadas sus fuerzas por las de Oribe en un combate en el Cerro de las Ánimas (sierras de Minas) en enero de 1847; lo que determinó que debiera refugiarse nuevamente en el Brasil, desde donde regresaría recién en 1854 para participar en el Triunvirato, lo que se frustró por su fallecimiento durante el viaje.

En el Uruguay, la guerra grande y el sitio de Montevideo terminaron como consecuencia de los cambios ocurridos en el campo militar de la Confederación del Gobernador Juan Manuel de Rosas; y de las gestiones diplomáticas del Gobierno de la Defensa ante el Imperio del Brasil, a cargo de Andrés Lamas.

Si bien el Gobierno de Buenos Aires proclamaba la soberanía argentina sobre los ríos interiores como una cuestión de honor nacional, en la práctica ello significaba la preservación del monopolio exportador de Buenos Aires; donde Rosas y sus socios comerciales dominaban todo lo relativo al comercio del tasajo. Esa situación afectaba los intereses de los ganaderos mesopotámicos, uno de los más importantes entre los cuales había llegado a ser el Gral. Justo José de Urquiza, convertido en Gobernador de Entre Ríos. Urquiza se malquistó con Rosas, debido al establecimiento de impuestos sobre las exportaciones de sus ganados a través del puerto de Buenos Aires.

En tales condiciones, las gestiones diplomáticas del Gobierno de la Defensa encontraron su oportunidad al establecerse una alianza de Urquiza con el Imperio del Brasil; con la finalidad de derrocar a Rosas. La política del Brasil, una vez derrotados los farrapos, se centró en evitar toda posibilidad de una influencia dominante argentina sobre el Uruguay; y en consolidar su dominio en la frontera norte del Uruguay sobre los territorios de las Misiones Orientales, que venía disputando desde el Tratado de San Ildefonso de 1777.

Reconocido por el Brasil como el gobierno legítimo del Uruguay, el Gobierno de la Defensa suscribió en Montevideo el 29 de mayo de 1851 un Tratado de alianza defensiva y ofensiva con el Imperio del Brasil, y con el Gobierno de la Provincia de Entre Ríos ejercido por Urquiza; cuyos fines eran expulsar definitivamente del Uruguay a las fuerzas argentinas al mando de Oribe, con el apoyo de las fuerzas de Urquiza y del Imperio brasileño. Andrés Lamas había conseguido en Río de Janeiro el apoyo imperial, a cambio del compromiso de suscribir cinco tratados muy favorables a los intereses brasileños, entre ellos el que reconocía su jurisdicción al norte del río Cuareim, el de devolución de esclavos huidos desde el Brasil, y el de pago de una deuda de guerra en compensación de los auxilios militares a recibir.

Urquiza ingresó al Uruguay el 19 de julio de 1851 cruzando el río Uruguay a la altura de Paysandú; mientras otros contingentes al mando del ahora Gral. Eugenio Garzón (antiguo hombre de confianza de Oribe que había cambiado de bando) lo hicieron a la

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altura de Concordia. Otros ex-oficiales oribistas se sumaron a las fuerzas invasoras en Paysandú, entre ellos Servando Gómez y Lucas Píriz. El 4 de setiembre, ingresó por Santa Ana do Livramento una fuerza brasileña comandada por el Barón de Caxías, compuesta de 13.000 hombres; en tanto que una flota brasileña bloqueaba los ríos Uruguay y Paraná. Oribe, comprendiendo la inutilidad de toda resistencia, se retiró del Cerrito y envió un emisario para negociar un armisticio con Urquiza.

Así surgió el tratado conocido como La Paz de Octubre firmado el 8 de ese mes de 1851, que puso fin a la guerra grande en el Uruguay. Sus puntos fundamentales (bastante similares a las bases propuestas por Rivera a Oribe en 1847) fueron:

• Se reconocía la autoridad del Gobierno de la Defensa sobre todo el territorio del Uruguay.

• Oribe quedaba en total libertad.

• Se declaraban jurídicamente válidos todos los actos del Gobierno del Cerrito, y se reconocían sus deudas como deudas del Estado.

• Se eximía a todos los orientales de responsabilidad por su participación en la guerra en cualquier bando, y se les reconocía a todos como absolutamente iguales ante la ley.

• Se reconocía que ambos bandos habían actuado en defensa de la independencia oriental frente a los gobiernos extranjeros; y se declaraba que la guerra terminaba “sin vencidos ni vencedores”.

• El Gobierno se comprometía a convocar a elecciones para restaurar las autoridades constitucionales en su plenitud, a la mayor brevedad.

Dando cumplimiento al acuerdo, Urquiza retiró sus tropas de inmediato; y lo mismo hicieron las fuerzas brasileñas. El Gobierno firmó con el Imperio del Brasil un grupo de Tratados, por los cuales se fijaron definitivamente los límites de la frontera norte reconociéndose la pertenencia definitiva al Brasil de las Misiones Orientales; así como se reconoció al Brasil una deuda de guerra de 300.000 patacones.

A esas alturas, la suerte del Gobernador de Buenos Aires Juan Manuel de Rosas, estaba echada.

Las tropas de la alianza, comandadas por Urquiza en el llamado Ejercito Grande, con mayoría de brasileros, se trabaron en combate con el ejército rosista en la batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852, y las derrotaron totalmente. Rosas abandonó el Gobierno, y marchó al exilio en Inglaterra, donde años después falleció.

La Guerra de la Triple Alianza: sus causas*

En términos generales la investigación histórica sobre la guerra de la Triple Alianza, y la versión oficial y

escolar sobre la misma que imperó por mucho tiempo, están terminadas. La revisión empezó como algo contemporáneo a los hechos, con Carlos Guido y Spano, Juan Bautista Alberdi, Miguel Navarro Viola, José Mármol, Juan Carlos Gómez y otros, finalizó en los últimos tiempos con estudios documentales que patentizan los intereses económicos, los factores geopolíticos y las líneas ideológicas que se conjugaron para gestar la guerra de 1865-70.

En un sentido más estricto quedan algunos puntos poco abordados, o recién empezados a analizar. Diríamos que hay tres aspectos sobre los que todavía podemos volver, sin repetir lo conocido:

1°) La trama de intereses económico-financieros que condiciona la política de Buenos Aires frente al Paraguay que, además, paraliza al general Urquiza.

2°) Las relaciones de Urquiza con el mariscal López, dentro de un cuadro de opciones y alternativas posibles.

3°) El conocimiento de la declaración de guerra paraguaya, en Buenos Aires, tradicionalmente negado por la historia mitrista.

Esos tres aspectos han sido tratados por diversos autores, en las últimas décadas, pero hay en sus entrañas mucho por iluminar. Y no nos debe sorprender que así sea.

El cuadro histórico de la pre-guerra es complejo y fluido. Lo único simple está representado por la acción de los intereses británicos, coherentes y efectivos en todas partes, en una hora en que la crisis del mercado algodonero norteamericano hizo trabajar la inteligencia y la voluntad de Gran Bretaña.

La década de 1860 enmarca, llamativamente, en distintos centros productivos y en mercados de consumo del mundo la decidida presencia inglesa, no sólo diplomática, sino también bélica, sea en forma directa, sea por medio de instrumentos nativos.

El principio de la pluralidad de causas en la historia nos explica la mayoría de los hechos políticos y socio-económicos. Y en la pluralidad de causas de este proceso que nos ocupa -la guerra de la Triple Alianza- vamos a fijar nuestra atención sobre la guerra de Secesión norteamericana.

Hacia 1840 las tierras de los Estados del Sur empiezan a perder fertilidad. El algodón agota pronto el suelo. Para conservarlo es necesario rotar los cultivos. Pero la mano de obra que allá lo trabaja es ignorante y los dueños de las plantaciones no ven mucho más allá que sus esclavos.

Falta de algodón

Gran Bretaña y los Estados del Sur tienden estrechos lazos de colaboración. Aquélla brinda millones de libras para ayudar a los Estados algodoneros de Norteamérica. A partir de 1850 la guerra de secesión parece inevitable.

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Cuando en 1860 Lincoln asume el poder y la emprende contra la esclavitud se abren las hostilidades. Inglaterra cuenta con la victoria de las tropas del Sur. Sus centros industriales quieren ver las plantaciones en manos amigas, como si fuera en sus propias manos. Los Estados algodoneros obtienen 165 millones de dólares de adelanto sobre el algodón. Pero las cosas no caminaron, pese a tanto dinero.

En 1860 las plantaciones norteamericanas de algodón rendían 3.841.416 fardos (cada fardo equivalente a 226 kilogramos). De ese total se exportaban a Europa 3.536.373 fardos. Pero la guerra de Secesión será desastrosa para los algodoneros. En 1861 en Norteamérica se recogieron 4 millones y medio de fardos. Y en 1864 -retengamos la fecha- la producción descendió a 300.000 fardos. En 1861 los Estados del Sur podían enviar 615.000 fardos a Lancaster -centro de los telares ingleses-; en 1864, solamente 23.000 fardos. La guerra comportó la ruina también para los distritos industriales ingleses. Consignemos que 250.000 obreros entraron en huelga, y otros 165.000 trabajaban sólo 4 horas por día.

Hacia 1862 graves perturbaciones estallan en Europa: hay miseria en los centros algodoneros y las pérdidas en la bolsa resultan catastróficas.

A Gran Bretaña sólo llegan 300.000 fardos de algodón, cuando Lancaster necesitaba 2 millones y medio; y Francia otro millón. Entonces Gran Bretaña entró a buscar mercados productores de algodón en cualquier parte del mundo. Desde luego, también en América del Sur.

Lo que no fue

En ese crítico año de 1862 Inglaterra envió a la Confederación Argentina al Dr. Thomas J. Hutchinson, médico y geógrafo que debe hacerse cargo del consulado británico en Rosario. Pero no es éste, en verdad, el cargo fundamental: Hutchinson venía con la misión de buscar algodón salvaje en Santiago del Estero, y a canalizar el río Salado si fuera necesario, y plantar algodoneros en dicha región argentina.

Efectivamente, el cónsul armó una expedición, con el apoyo del Banco Mauá de Rosario, instalado cinco años antes. El geógrafo británico estudió las posibilidades y redactó un informe. En él señalaba que la mano de obra resultaría barata; además los ingleses contarían con el entusiasta apoyo del caudillo y gobernador santiagueño, liberal, Antonino Taboada.

Decía el informante: “Un novillo, zapallo, maíz y sandías, es mantención bastante para 50 hombres durante cinco días, y un animal vacuno no cuesta más que 10 pesos bolivianos, o sea 30 chelines”, y esto otro: “El costo de los peones, como también los gastos y lentitud del transporte por carretas de bueyes, será por un largo tiempo un doble impedimento para que esta provincia sea una localidad algodonera”.

Se llegó a inaugurar el trabajo de la canalización del Salado, con la presencia de Taboada. Pero después, con

el estudio de factibilidad, el proyecto se detuvo. El costo de la mano de obra santiagueña era muy alto comparado con los salarios de un obrero en Inglaterra.

El fracaso del proyecto santiagueño no desanimó al funcionario inglés. Los ingenieros británicos enviados para trabajar en la canalización no llegaron a ocuparse. Pero el Paraguay estaba cerca y ligado a la Confederación Argentina por los mismos ríos. Y ese país, por clima, suelo y áreas disponibles era una región óptima para el cultivo algodonero.

Entonces, en 1863, los ojos de Inglaterra miraron al Paraguay. Claro que había una valla: el país hermano y vecino, gobernado a la sazón por el mariscal Francisco Solano López, no había abierto aún las puertas al liberalismo económico.

Este último estaba triunfante tanto en la Buenos Aires portuaria como en las provincias que respondían a Urquiza. El estanciero de San José y saladero de la costa uruguaya ya estaba enredado en la trama de los intereses comerciales y financieros, que iban del Barón de Mauá a la burguesía mercantil del Puerto, encabezada por José Gregorio Lezama, los Lezica, los Carranza, los Lanus, y los ricos caballeros británicos William Leslie y Tomás Armstrong.

Urquiza vería sus productos pecuarios en el mercado de Londres, y estaba en esto dependiendo de los hombres del Puerto. El 2 de enero de 1863 don Justo iba a firmar un contrato con el Banco de Londres, Buenos Aires y Río de la Plata para la venta en mercado británico de lanas, cueros, sebo, ceniza y huesos. Dicho Banco le anticiparía a Urquiza, por la faena de 1863, la cantidad de 3.000 onzas de oro, equivalentes a 51.000 pesos fuertes.

Don Justo vende sus productos al mercado inglés con la intermediación de portuarios eminentes. Don José Gregorio Lezama (futuro proveedor de los ejércitos mitristas de la Triple Alianza) es quien le cubre al entrerriano las letras descubiertas en el Banco de Londres. Estos avales terminan dominándolo también políticamente en la hora de pronunciamientos capitales.

Pobreza suma

No podemos pasar por alto otro ingrediente histórico que es la pobreza de la Confederación en la década del 60, luego de la experiencia frustrada de los “derechos diferenciales”. Existen en el Archivo General de la Nación documentos inéditos sobre dichas dificultades financieras, y que también conciernen a las relaciones de la Confederación con el Paraguay, en la etapa anterior a la guerra.

En el mes de abril de 1860, el entonces Ministro del Interior del gobierno de Derqui, el doctor Juan Pujol, efectuó una visita al mariscal López. La entrevista se realizó en la casa de campo de Humaitá, del jefe de Estado paraguayo.

La Memoria, existente en el Archivo Urquiza, redactada luego de la reunión y de común acuerdo, consigna todos los pormenores. Tras una detenida

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conversación general, Pujol le señaló al Mariscal “la situación apremiante” de las provincias de la Confederación, como consecuencia de la actitud segregacionista y hostil de Buenos Aires. Habla llegado el momento de preferir “una mano amiga”, en vez de los préstamos europeos. Y concretando el propósito de la visita, el ministro argentino solicitó al Mariscal que el gobierno paraguayo concediese al de la Confederación Argentina un empréstito de 400 a 500 mil pesos, o por lo menos de 100 a 200 mil, reembolsable de varias formas. En síntesis: López, luego de escuchar la propuesta, demostró los inconvenientes que tendría su gobierno para otorgarlo, pese a los buenos deseos de su parte.

Como el gobernante paraguayo hizo hincapié en las cuestiones de límites pendientes, Pujol le manifestó que el presidente Derqui esperaba al Mariscal en Paraná, para concluir un tratado de límites. Pero la sustancia de las conversaciones pone de relieve la debilidad del gobierno de Paraná en ese año critico de 1860, preámbulo de otro más crítico cual fue el de 1861.

Dominio del Puerto

A mediados de julio de 1860 Derqui y Urquiza visitan Buenos Aires, invitados por Mitre. Podemos, con cierto rigor, tomar esta fecha como la de la transferencia del poder político nacional al partido Liberal. A partir de allí don Justo será fiel a Buenos Aires en las opciones claves del proceso rioplatense, y pasará a integrar el sistema financiero y mercantil que el Puerto domina. Sólo los veteranos federales de las provincias y, en medida análoga, el mariscal López y los blancos de la Banda Oriental, seguirán creyendo por algún tiempo en la aptitud política nacional de Urquiza.

Pavón refrendará con sangre y fuego la conciliación del jefe de la Confederación con los intereses del Puerto. Es en realidad una batalla trasnochada y superflua, ya que su desenlace es coherente con la nueva política del saladero entrerriano. El ha dejado de ser el jefe de las provincias confederadas para convertirse en un fuerte empresario entrerriano. Esta es la tesis de Juan Bautista Alberdi que suscribimos en todo su cruel significado.

Las dudas sobre lo ocurrido en Pavón ya han sido disipadas por la historiografía. El arreglo convenido con Mitre es anterior al 17 de septiembre de 1861, fecha de la batalla. Urquiza entrega las situaciones provinciales, que le eran favorables, a cambio de que los ejércitos de Buenos Aires pasen de largo por el costado de Entre Ríos.

A partir de entonces todo es lógico y coherente: el desangre de los montoneros del Chacho que se niegan a entregar las banderas de la Confederación y que defienden (quizá sin saberlo) su economía artesanal, agrícola y pastoril, que será barrida por los caminos de fierro; la falsa neutralidad frente a la cruzada del general Venancio Flores, ex jefe de la caballería mitrista en Pavón, que invade el Uruguay con apoyo mitrista; la alianza de hecho de Buenos Aires y el

Brasil para aplastar la resistencia de los blancos, que culminará en Paysandú, último foco federal en el Litoral. Muchos pormenores documentados están en las carpetas del Archivo Urquiza de 1863.

Urquiza, mientras tanto, alienta esperanzas bajo cuerda y en sordina. Hoy a los federales que, en Entre Ríos, Santa Fe y Corrientes, impulsan la “conjuración del litoral” (1864), y al propio mariscal López. Mañana hará otro tanto con los federales del Centro y del Oeste: Emilio Castro Boedo, Felipe Varela, Juan Saá.

Uno de esos hombres del Litoral es el estanciero correntino Víctor Silvero, quien viaja al Paraguay por cuestiones de negocio y que es aprovechado por Urquiza como emisario. El 7 de marzo de 1863 Silvero sale de Corrientes rumbo a Asunción, a donde llega dos días después. Y allí se entrevista con el mariscal López. En el Archivo Urquiza obra el documento de Silvero, del 7 de abril del 63, en que éste cuenta el resultado de su misión.

Allí leemos: “… el 10 me cupo el honor de presentar a S.E. el Señor Presidente General López la tarjeta de V.E. y que se dignó encomendarme la ponga en sus manos; fue ella recibida con demostraciones de alto aprecio. En seguida hablé a S.E. el Señor General López de lo conmovido que se encontraba el espíritu de V.E. a la presencia de motivos que asomaban la inestabilidad del orden y la paz pública de la República Argentina, no obstante los incesantes esfuerzos de V.E. en la esfera de su posición, por aprestijiar y conservarlos; así como era de su más notable interés asegurar la inalterabilidad de la buena inteligencia, paz y amistad con S.E. el Señor Presidente López y su buen gobierno; este Señor, con toda la moderación y el aplomo de un alto magistrado, como la dulzura y afabilidad del caballero, me dijo que le era muy sensible la existencia de los motivos que impresionaban el ánimo de V.E. y que ponían en duda la tranquilidad tan suspirada del pueblo argentino, y la que para alcanzarla cuesta ya una larga vida llena de preciosos sacrificios. Como mi encargo se circunscribía a estos estrechos límites, no salí de ellos, y lo he dejado cumplido como llevo expuesto que me seria altamente satisfactorio si mereciera el beneplácito de V.E.”.

Silvero hacía, además, algunas reflexiones sobre los progresos del Paraguay, que contrastan (dice) con “la opresión y la muerte en nuestros pueblos”. Efectivamente, por los llanos y valles del oeste el Chacho se defendía con uñas y dientes de las fuerzas de línea porteñas que, en dragonadas memorables, estaban imponiendo “los principios triunfantes en Pavón”, como se dijo.

Estos mismos principios serían pronto llevados al Paraguay, también a sangre y fuego. Como señaló puntualmente Alberdi, la cuestión del Paraguay no era más que un elemento de la política interior argentina, creado por las necesidades geopolíticas del mitrismo y de la The Anglo-Argentine Connection.

Guerra de declarada

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La posible aproximación de Urquiza y el mariscal López, con una “triple alianza” de Asunción, San José y los blancos orientales iba a quedar en aguas de borraja antes de 1865. Hasta febrero del ‘65 se evidencia una cierta candidez en el mariscal López, que le había creído a Urquiza. Pero su carta del. 1° de febrero de 1865 a Cándido Barreiro, su ministro en París, revela que está viendo la imposibilidad de una alianza con Entre Ríos. Y el 26 del mismo mes le escribirá a don Justo una misiva (existente en el Archivo General de la Nación) en que le señala su contradicción a promesas anteriores de ponerse de su lado.

Esto mientras Entre Ríos estallaba en gritos contra el mitrismo, y la prensa de Buenos Aires proseguía su violenta campaña contra el mariscal López y contra la nación Paraguaya. Desde el momento en que Paraguay declara la guerra al Brasil arreciaron los ataques de la prensa mitrista. Fue una campaña con burlas descaradas y mofas, en que decían que “la talabartería” paraguaya no podría ganar ninguna guerra. Un testigo imparcial, como Jorge Thompson, ha dicho: “no puede dudarse que esos artículos fueron la principal causa de la declaración de guerra a la República Argentina”. Los porteños se olvidaron de golpe de los elogios tributarios, por tirios y troyanos, al López mediador de 1859, protagonista paraguayo del Pacto de San José de Flores, firmado el 11 de noviembre de ese año.

El 29 de marzo de 1865 fechó el ministro José Berges la declaración de guerra del Paraguay a la Argentina, que dirigió a su colega Rufino de Elizalde. Entre los fundamentos de la misma se destacan: a) la política incalificable del mitrismo en los asuntos orientales; b) la tolerancia de un comité revolucionario traidor cuya “inicua representación no podía sino recaer sobre el actual Gobierno Argentino”; c) “la calumnia y los insultos a la Nación y Gobierno Paraguayo” en que abundaba la prensa porteña, utilizando “producciones soeces e insultantes que en ningún tiempo de la desenfrenada licencia y abuso en ningún país supo producir”.

Fue encargado de portar dicha declaración de guerra el teniente paraguayo Cipriano Ayala, quien llegó a Buenos Aires el 8 de abril del 65, en el vapor de la carrera. Los mitristas negaron siempre este arribo, con anterioridad al ataque a Corrientes, para dejar así por sentado un ataque en forma alevosa. Sin embargo, hay documentación suficiente que prueba la presencia del emisario paraguayo en la capital bonaerense; y demuestra que Mitre ocultó deliberadamente al público aquella noticia oficial. En nuestra biografía de Ricardo López Jordán ofrecimos hace años los testimonios, varios de ellos inéditos y existentes en el Archivo General de la Nación (Legajos de Urquiza y de Del Carril).

Uno de esos documentos es una carta de Salvador María Del Carril a Benjamín Victorica, de fecha 11 de abril del ‘65, en que leemos:

“Aquí nos tiene bien agitados con la noticia de que el Paraguay ha declarado la guerra a la República

Argentina. La noticia que ya sirve de base a las operaciones de bolsa: dicen que ha sido comunicada a los agentes de Gobernador del Paraguay por un comisionado expreso que trajo el Esmeralda de Cortes., que tocó en el Paraná, en el Rosario y vino a entenderse (aquí) con Egusquiza; que éste en consecuencia ha realizado una grande operación de bolsa, y que otros han seguido sus aguas”.

Según algunos autores paraguayos Cipriano Ayala fue secuestrado en Goya, a su regreso. Lo cierto es que el diario El Paraná, de la hoy capital entrerriana, de fecha 7 de agosto de 1865, publicó, bajo el titulo de “Sentencia del Gobierno Nacional en la causa de Egusquiza”, una noticia según la cual el cónsul paraguayo en Buenos Aires había recibido la noticia de la declaración de guerra “por conducto de D. Cipriano Ayala” y que se ordenaba poner a disposición de los tribunales al cónsul y al teniente Ayala, lo cual prueba la detención de este último.

Lo que vino después del 13 de abril es conocido y Urquiza se movió de acuerdo a su último alineamiento.

*Fermín Chávez

Fuentes principales

CÁRCANO Ramón J.: Guerra del Paraguay, Buenos Aires, 1941.

CHÁVEZ Fermín: Vida y muerte de López Jordán, Buenos Aires, 1957.

HUTCHINSON Thomas J.: Buenos Aires y otras provincias argentinas, Buenos Aires, 1945.

REBAUDI A.: La declaración de guerra del Paraguay a la República Argentina, Buenos Aires, 1924.

ROSA, José María: La Guerra del Paraguay y las Montoneras Argentinas, Buenos Aires, 1954.

SÁNCHEZ QUELL, H.: Política internacional del Paraguay, 1810 - 1870, Asunción, 1935.

THOMPSON, Jorge: La guerra del Paraguay, Buenos Aires, 1869.

Archivo General de la Nación (Archivo Urquiza y del Carril).

Venancio Flores, el hombre de Mitre en Uruguay*

Militar y caudillo colorado, nació en 1808 y murió asesinado en 1868. Ocupó dos veces la presidencia: terminó el período de Giró gobernando entre 1854 y 1855 y, en 1865 y 1868, fue Gobernador Provisorio. Participó en la guerra de la Triple Alianza. En 1853, Venancio Flores, Juan Antonio Lavalleja y Fructuoso Rivera constituyeron el Triunvirato. Gobierno provisorio creado al margen de la Constitución, integrado por Rivera fallecido antes de asumir, Lavalleja quien murió' en el Fuerte y Flores, quien quedo' dueño de la situación.

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Uno de los momentos más dramáticos de nuestra historia patria, durante el siglo XIX, lo constituye sin duda, la serie de acontecimientos y circunstancias, que tienen como epicentro, la muerte del Gral. Venancio Flores.

La revolución denominada “Cruzada Libertadora” que comenzó en 1863 y contó con el apoyo de Brasil y Argentina, fue llamada así por el emblema de la cruz que utilizó en sus estandartes, en alusión a la defensa de los derechos de la Iglesia, presuntamente avasallados por el gobierno de Berro. Desde su triunfo, Flores ejerce la dictadura, ocupándose directamente del gobierno del país, cuando vuelve al mismo, después de cumplir con los compromisos derivados de la “Triple Alianza”, en la guerra del Paraguay.

Su gobierno si bien es de “divisa”, es decir, de total exclusivismo partidista colorado, está atemperado por el paternalismo caudillista de su principal figura. Lo ejercerá de 1865 a 1868 e inaugurará el predominio de ese partido por casi un siglo.

La conducción de Flores no implica un dominio absoluto de la situación, puesto que: por un lado los blancos perseguidos, muchos emigrados, no están conformes y naturalmente sienten legítimo llevar a cabo una revolución. Por otro lado, dentro del propio partido de Flores, figuras como Goyo Suárez y Caraballo, aspiran a ocupar lugares de preeminencia, sustituyendo u opacando al caudillo, entendiéndose con los llamados conservadores, rivales del mismo.

Asimismo los hijos de Flores, Eduardo y Fortunato protagonizaron una serie de incidentes que conmocionaron a la opinión pública, llegando incluso a levantarse en armas, para obligarlo a permanecer en el gobierno cuando estaba dispuesto a abandonarlo.

Los blancos no concurren a las elecciones de noviembre de 1867, porque legítimamente entienden que no ofrecen garantías. La abstención electoral es preludio de la revolución. Como resultado de dicha elección, las cámaras se instalaron el 15 de febrero de 1868, y Flores entrega el gobierno a Pedro Varela, presidente del Senado, su elegido para sucederle, quien sin duda debía ser electo Presidente, gracias a su influencia.

El mes de febrero se presenta particularmente caluroso. No sólo el calor oprimía a Montevideo de aquella época: había estallado una epidemia de cólera, que hacía estragos en la población y se hacían sentir los efectos originados en la quiebra de la casa londinense Overend Gurnet y CIA el viernes negro de mayo de 1866, en clara demostración de nuestra dependencia e inserción en las mallas del capitalismo mundial, como símbolo de comienzo de nuestra modernización.

La revolución de los blancos, debía estallar el 15 de febrero. El jefe de la misma, tal vez el menos adecuado, era el ex presidente constitucional Don Bernardo Prudencio Berro, contra cuyo gobierno y los complementarios de Aguirre y Villalba se había levantado Flores. Berro, un idealista de notables

concepciones, en cuanto a la organización del país, debió renunciar a su antigua postura fusionista y revalorizar, la tradición blanca para llevar a cabo la revolución, cuyas acciones fundamentales debían efectuarse en Montevideo, puesto que los hombres de esa parcialidad que podían llevarlas a cabo en la campaña, se encontraban en parte emigrados.

El 15 la revolución no estalló. Se dice que el propio Flores tuvo una entrevista con Berro, donde le advirtió que la única garantía que tenía el último de subsistir, era la propia integridad física del primero. Sin embargo, Don Bernardo no cejó en el empeño. Incluso se lo vio en actitud provocativa en las Barras del Cabildo donde se instalaron las Cámaras y, en las reuniones con partidarios en lugares públicos, actos que no coincidían con su conducta, en los últimos tiempos.

El plan revolucionario, entre otras acciones, preveía apoderarse del Fuerte (Casa de Gobierno) y apresar a Pedro Varela, así como tomar el cuartel del batallón Constitucional, principal sostén militar del gobierno en la capital. Entretanto, en las afueras, esperaría el Coronel Bastarrica, con un contingente que avanzaría sobre la ciudad, una vez que se le avisara sobre el comienzo de las acciones.

El 19, al amparo de la retracción de la gente, en ejercicio de la imprescindible siesta, en un día muy caluroso, a primeras horas de la tarde, el Fuerte fue tomado por un contingente de 25 hombres al mando de Berro, revólver y lanza en mano, a los gritos de abajo el Brasil y viva la independencia Oriental y la del Paraguay. El Presidente interino Varela y el encargado de negocios de Brasil huyen por la puerta del fondo.

El ataque al cuartel de Dragones, que alojaba al batallón Constitucional fue comandado por Senen Freire. Se contaba con lograr el apoyo de los paraguayos que habían sido incorporados compulsivamente al mismo, en el transcurso de la guerra del Paraguay. La reacción del Coronel Olave, quien incluso da muerte a Freire, así como la actitud expectante de los paraguayos, hace fracasar la intentona. De inmediato Olave da aviso a Flores, quien almorzaba con antiguos colaboradores en su casa de la calle Florida, casi Mercedes.

El coronel Bastarrica, que esperaba con centenares de hombres distribuidos en la Unión, Manga y Toledo, no recibió el aviso convenido, porque el chasque enviado por Berro fallece en el camino a consecuencia de un ataque fulminante de cólera, tal vez por haber bebido de un manantial contaminado.

Estamos en el momento, quizás, más trágico de aquel tremendo día.

Berro, proclamaba la revolución y la toma del gobierno en el Fuerte, cuando es advertido del avance incontenible del batallón Constitucional, le toca ahora a él y sus compañeros, escapar por la puerta del fondo. Consciente del fracaso, el ex Presidente se dirige a la costa, en procura de una lancha, que estaba previsto, lo rescataría, en caso de derrota, pero que faltó a la cita.

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Volvía al pie, por la calle Alzáibar, hasta Reconquista, cerrándose a su paso las pocas puertas y ventanas abiertas, cuando es detenido y llevado al Cabildo, que, entre otras cosas oficiaba de cárcel.

Flores, que en la mañana había recibido la advertencia del Gral. Caraballo sobre la conjura y a quien había contestado No le temo a los blancos, Uds. son los que conspiran y tampoco les temo, recibe el aviso de Olave como ya señaláramos y según lo expresan Reyes Abadie y Vásquez Romero: Entonces Flores y sus amigos tomaron algunas pistolas sin examinar si estaban o no cargadas y subiendo a un carruaje que había en la puesta, se dispusieron a marchar hacia el lugar de los acontecimientos, valga la deposición de un testigo en los actos sumariales extractados por el Dr. José Salgado.

Al llegar el coche de Flores a la calle Rincón, en las de Ciudadela y Juncal, se vio interceptado por una carreta cargada de pasto, frente al almacén de Quintín Correa. Por la calle Mercedes aparecieron entonces varios individuos emponchonados y cubiertos los rostros por grandes sombreros haciendo fuego sobre el carruaje. Cayó mortalmente herido el conductor. Flangini azuzó a los animales sin gobierno, que alcanzados por varios balazos y algunas puñaladas cayeron; Flores, que venía contestando al fuego, tuvo un alivio al aparecer al galope y a los gritos el mayor Evia. Los asaltantes se ocuparon de él dejándolo herido y fuera de combate.

Entretanto, el General había tratado de zafarse del coche atascado por el carro de pasto, pero la puerta de su lado dejaba apenas un pequeño espacio y por él procuró escurrirse, circunstancias que aprovecharon los asesinos para ultimarlo a puñaladas. Márquez, Flangini y Errecart habían conseguido salir por la otra puerta del coche. Flangini tenía algunas heridas. Al quedar agonizante el General, los atacantes se desbandaron. El cuerpo de Flores quedó tendido en la acera donde un sacerdote que por allí pasaba (el Pbro. Juan del Carmen Soubervielle) se arrodilló piadosamente y oró por el alma del muerto y luego llamó a la puerta del comercio de Correa y logró que le abrieran, entrando con el cadáver y tendiéndolo sobre un catre. Poco después, comenzaron a llegar sus familiares y amigos y también algunos soldados, que lo llevaron al cabildo.

Cuando Berro, preso, llega al Cabildo, ignora la muerte de Flores, por lo que increpado por el Presidente Varela, responde altivamente, actitud que cambia radicalmente cuando éste le muestra el cadáver de Flores cubierto por la bandera Nacional. Es sometido a toda clase de vejámenes, hasta que a través de las rejas de la cárcel le disparan el tiro que cortará su vida. Su cadáver es degollado, colocado en un carro de basura y paseado por las calles de Montevideo mientras un fanático pregona ¡Ahí va el asesino del Gral. Flores, el salvaje Bernado Berro!

La pasión con la cual se vivían en aquellos tiempos las convicciones políticas, exacerbadas por los acontecimientos del día, no podía menos que llevar a la conclusión de que si se había asesinado al principal

caudillo colorado, el responsable no podía ser otro que el jefe de los blancos, incluso hasta los muertos por el cólera se considera, en verdad, crimen de aquellos a quienes se acusa de haber envenenado el agua de los pozos.

La sed de venganza desencadena un sangrienta violencia. Se calcula en más de quinientos el número de muertos. Un telegrama del presidente Varela dirigido a los jefes políticos, cuyo texto decía Mataron a nuestro querido General Venancio Flores: reúna a la gente y vénganse, fue transmitido o recibido como vénguense, lo cual desencadenó una terrible ola de sangre. El comercio de donde habían salido los asesinos de Flores fue objeto de un malón enloquecido que ultima a su propietario y a su dependiente.

Washington Lockhart, en su libro Venancio Flores- un caudillo trágico, nos dice: El Gobierno tomó diversas providencias para calmar las cosas: ocupación de la Aduana y su vigilancia solicitada a las legaciones extranjeras, pedido de auxilio a Buenos Aires, y proclamación del estado de sitio, a fin de detener la cacería de blancos que eran detenidos y fusilados sin piedad. Y se postergó el entierro de Flores, a fin de evitar manifestaciones peligrosas, decretándose una estatua de mármol al "mártir de la libertad". Se designó comandante en general de Armas al hermano de Venancio, Manuel Flores, quien muere de cólera de manera fulminante el día 21, junto con otras veinte personas que estaban en el Cabildo, corriéndose la versión de que el agua estaba contaminada, y afirmando otros que el cadáver de Venancio Flores, que quedó en el Cabildo más de un mes, hasta el 30 de marzo, fecha en la que se llevó a la Matriz, estaba mal embalsamado y había contribuído a infectar el edificio.

Hay quien dice que lo que se enterró de Flores fue únicamente su cabeza, simulándose el cuerpo mediante relleno puesto que no se consiguió subsanar el error cometido al embalsamarlo. Continúa Lockhart: Se resolvió entonces evacuar el Cabildo, en donde quedaron olvidados en los calabozos algunos presos que allí murieron de hambre.

Muchos personajes de relieve lograron escapar al furor popular refugiándose en las embajadas, entre ellos el coronel Maza, yerno de Oribe, Emilio Berro, sobrino de Bernardo, y Brizuela, ex agente del Paraguay que habría intervenido en el ataque a Fuerte.

Poco a poco empezó a recapacitarse acerca de las responsabilidades que podían caber a los blancos en la muerte de Flores. Afirma Conti que Berro, al enterarse del asesinato, dijo que lo habían traicionado; según Melián Lafinur, Berro "fue víctima de combinaciones que no tuvo sagacidad para medir". Las sospechas empezaron entonces a volcarse sobre Gregorio Suárez, que en la tarde el 19 apareció por el Cabildo, y sobre el cual pesaba todavía el decreto de Flores que le señalaba la ciudad por cárcel. Se inició una polémica por la prensa de Buenos Aires, en donde se afirmaba que el asesinato no era obra de los blancos sino de los

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conservadores, los mismos que organizaron el atentado de mina contra el Fuerte.

Luego de relatar el regreso inopinado el 6 de marzo, de Fortunato, desterrado en Río, a quien no se le dejó desembarcar debiendo regresar a su exilio a los pocos días, el cónsul Maillefer incluye una descripción muy ilustrativa a ese respecto: "La Sra Flores, esta especia de Agripina plebeya, antaño todavía tan imperiosa y que ahora podríamos llamar la Niobe oriental, la Sra Flores, enferma y en cama, ni siquiera ha podido besar a este hijo desnaturalizado, del cual tenía la demencia de estar orgullosa, y que ha perdido a su familia. Exaltada hasta el furor contra los generales Suárez y Caraballo, los acusa abiertamente, sobre todo al último, de haber participado en la conspiración "blanca" y de ser los verdaderos asesinos de su marido. La Sra. Maillefer, quien la ha visitado últimamente, volvió de su casa espantada de todo lo que había oído, y sin embargo, pesando bien algunas revelaciones de los blancos refugiados en nuestros barcos de guerra, uno se sentiría tentado de creer que no todo es imaginario en los denuncios de esta viuda desesperada.

*Por el Prof Blas Abel Mello

Batllismo y crisis económica de 1890*

Cuando los civiles recuperan el poder político, y entramos en el período del Civilismo, se produce una gravísima crisis económica causada por una cantidad de factores que seguramente ustedes conocen. Esto estaba demostrando que no era solo por un problema de guerras civiles que se destruía ese orden o que se ponía en peligro esa propiedad, si no que también en plena época de inexistencia de revoluciones como fue por ejemplo el gobierno de Julio Herrera y Obes -que fue entre 1890-1894- también se podían dar crisis extraordinariamente graves, serias, que llevaron a la intelectualidad del país, a sus doctores, a sus políticos, a una reconsideración del papel que ellos habían jugado en contra del Estado en la década del '70 y que ahora en la década del '90 entendieron que el Estado era un instrumento imprescindible para salir de esa crisis. Yo creo que de allí en adelante el Estado adquirió un rol decisivo en la evolución económica del Uruguay y una identificación con el ser nacional Uruguayo que sirvió de base para la política estatista, en el sentido de gran intervención del Estado en los planos social, económico, político y cultural que le va a dar después este primer Batllismo, el de José Batlle y Ordóñez. Por eso este primer Batllismo no surgió de la nada, a pesar de lo que el historiador norteamericano Vanger dice: "Batlle fue el creador de su tiempo". No surgió solo de Batlle, no es porque yo considere que es una personalidad común y corriente en nuestra historia porque me parece que no lo fue y dada la carencia contemporánea cada vez más uno se da cuenta que tuvimos una suerte inmensa en haberlo tenido. A veces yo comparo, utilizando una expresión para nada historiográfica, comparo con Argentina y digo que poca suerte que tuvo Argentina porque nunca pudo

tener una persona, un líder, un intérprete de sentimientos populares que le permitiera avanzar y lograr niveles superiores de civilización. El único que tuvo en el SXX ( porque creo que Irigoyen no fue ni cerca de lo que fue Batlle y Ordóñez) fue Perón que era militar y fascista además de populista, que eso debió ser el único rasgo positivo que tuvo (se dan cuenta que estos no son juicios historiográficos, ¿no?).

Pero volviendo a nuestro país el pensamiento de los políticos civilistas que empezaron a darse cuenta que la utilización del Estado para la concreción de la nación, y que no se podía pensar en una consolidación de la nacionalidad uruguaya sin la intervención del Estado, se ven puntos tales como la creación de las primeras leyes ferroviarias, como el problema de la creación del Banco de la República, por algo le pusieron ese nombre, porque era el banco estatal, como las primeras usinas eléctricas del país que después van a ser estatizadas, en fin, con una serie de medidas de abierta intervención del Estado en el campo económico en la que ellos mismos (estoy pensando en Julio Herrera y Obes) se habían opuesto cuando eran los principistas de las cámaras bizantinas de los años '70.

Esa tendencia a dar intervención cada vez mayor al Estado en la vida de la sociedad se va lógicamente a acentuar con este primer Batllismo, se va a acentuar con las dos presidencias de José Batlle y Ordóñez. Ustedes saben bien que la primera fue prácticamente absorbida por el problema de la guerra civil, por la revolución de 1904 y allí poco pudo hacer en cuanto a poner en práctica un caudal de ideas que seguramente fueron madurando en él. Yo estoy convencido que esas ideas, si las tenía, las maduró en su larga estadía en Europa de 4 años. Ustedes saben que cuando subió el gobierno de Williman entre 1907 y 1911, Batlle se fue a Europa. Allí presenció una cantidad de acontecimientos importantes, sobre todo en Francia e Inglaterra: vio el surgimiento de las primeras leyes sociales, de las primeras leyes laborales, la separación de la Iglesia y el Estado, la intervención creciente del Estado en algunas actividades públicas como podría ser por ejemplo el abastecimiento de aguas corrientes y alcantarillado, la estatización en esos países (estoy pensando en Italia y en Francia), de los ferrocarriles, de algunas ideas de la estatización de los seguros como en Italia. Toda esa problemática que presenció directamente porque estuvo 4 años allá, contribuyó en parte a sugerirle ideas y en parte a madurar ideas que llevaba. El hecho es que cuando vuelve en su segunda presidencia desarrolla esa enorme actividad que -leyendo los informes que los diplomáticos ingleses o franceses residentes en Montevideo enviaban a Londres o a París-, uno encuentra otra visión que es muy agradable encontrar.

El embajador inglés ( en aquella época todavía no había embajada, era Ministro) no daba abasto para mandar a su cancillería los nuevos proyectos de ley que surgían desde el primero de marzo de 1911, a punto tal que habla de "torrente de proyectos que se derraman sobre el Poder Legislativo", habla de "febril actividad del señor Batlle", incluso hace (cosa que yo no he visto

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en historiadores Uruguayos) una especie de censo de los proyectos enviados, informando sobre los proyectos presentados, a estudio, en comisión, en el Poder Legislativo: según él, solo en 1911 había 300. Había una clara decisión de transformar el país; muchas veces en su correspondencia privada Batlle dice una cosa que me gustaría repetir hoy porque me parece que viene muy a cuento: "Con 20 años de administraciones honradas podríamos hacer maravillas con este país"; de ahí su frase de que del Uruguay se podía hacer un país modelo. Toda comparación de los últimos 30 años que a todos se nos ocurre inmediatamente estaría de más si pudiéramos ser, por suerte no lo somos, imparciales y objetivos.

Volviendo a esto la amplia tarea que se desarrolla en esos cuatro años, va desarrollando un sector dentro de un partido, que lentamente se va a reconocer a sí mismo como un sector partidario. No es de un día para otro que se conforma la ideología y tampoco es rápidamente que ellos se dan cuenta de que son una parte distinta del partido colorado, es decir los "batllistas", los que rodeaban a Batlle y después los que lo votaban. Eso no se va a dar en la segunda presidencia sino en años posteriores: la primera vez que encontramos que se llamaban a sí mismos Batllistas aparece en un artículo de El Día en 1919, varios años después de haber dejado el gobierno.

Habiéndose dado cuenta de la importancia esencial que tenía el Estado, emplearon esa herramienta a fondo para hacer lo que creían que debía hacer una modificación del país. Una modificación que permitiera superar las guerras civiles, que permitiera superar el caudillismo, que permitiera superar las condiciones que implicaban una traba para la entrada del país en el mundo moderno.

El batllismo: proyecto urbano.

Ustedes saben que una de las cosas que más se discuten en la historiografía moderna en este tema es ¿se ocupó solo de la ciudad? ¿no se ocupó del campo? ¿las reformas que pensó para el campo fueron muy tímidas? ¿no logró eliminar los problemas del latifundio y del minifundio? Creo que hay algo de cierto en esas afirmaciones; fue un sector del partido colorado esencialmente urbano que se dirigió sobre todo a las clases populares y a las clases medias, a los inmigrantes. No pudo modificar -quizás no se animó, en parte por su propia filosofía política- las estructuras básicas del campo uruguayo (estoy pensando sobre todo en el latifundio). Batlle tenía la idea de que había una evolución natural que iba a llevar al reparto de la propiedad, que no iba a ser necesario que el Estado interviniera para eliminar el latifundio con medidas coercitivas. Se animó a subir el impuesto, la contribución inmobiliaria; se animó a poner un impuesto al ausentismo: pero no hubo una labor de fondo destinada a eliminar o atenuar el problema de la conformación de la distribución de la propiedad de la tierra, que era uno de los grandes factores de

obstaculización de un desarrollo armónico entre el campo y la ciudad.

Desarrolla una política claramente pro industrial, de diversificación de la producción. En ese sentido le parecía muy importante estimular la agricultura, la granja y la industria; pero siempre pensando que de esa manera se evitaría la tendencia del hombre de campo a enrolarse a cualquier revolución o patriada. Es claro que aquí también hay una dosis de interés político (no estamos hablando de un filosofo que se pone a gobernar) y ese hombre político tenía muy claro que para sustentar su postura política necesitaba votos. No hay que caer en ingenuidades de pensar que "concedió" cantidad de cosas: a veces las concedió, otras veces las dio con un interés mezclado: solidaridad social por un lado y de interés político por el otro. Estoy pensando en la "Ley de ocho horas" que causó un impacto muy grande en la sociedad de la época y que él pensó que era necesaria por una serie de consideraciones que corresponden a su filosofía moral más que nada, y por otras razones que corresponden a su interés político. No creo que debemos ocultarnos que al aprobar la ley de 8 horas, pudo existir interés en conseguir el voto de la clase obrera: ésa fue una de las finalidades, y otra -que me parece muy importante no solo para aquel momento sino también para nosotros como ciudadanos del país que es hoy y para el país que queremos o desearíamos ver en el futuro- una filosofía de solidaridad social, que entendía como imprescindible que si el hombre trabajaba 8 horas tuviera 8 horas para descansar y 8 horas para instruirse, para ser un buen ciudadano. En uno de sus editoriales de El Día, que eran eminentemente docentes, una de las frases que a mi más me conmovió y no tengo por que ocultarlo, es que en esas 8 horas de recreo, de instrucción, de lectura, el obrero "también tuviera tiempo para acariciar a sus hijos". Me parece tan notable que se dijera eso en 1911 y me parece tan distante de lo que vemos hoy en el 2003, que tengo que hacer un esfuerzo como historiador para tratar de volver al estudio de la época con cierta dosis de objetividad, con cierto alejamiento, con la imprescindible dosis de imparcialidad que uno debe tener en esta tarea y que a veces no la tiene porque sigue siendo un ser humano a pesar de ser historiador.

Esas realizaciones que yo no voy a repetir aquí porque todos ustedes las conocen (las estatizaciones, las nacionalizaciones, las creaciones de bancos, ampliación de la educación, la gratuidad de la enseñanza secundaria, la creación de la universidad femenina que en la época pareció una audacia terrible), estaban revelando una filosofía. Lo acaba de decir una personalidad política en los días pasados -creo que de las pocas cosas ciertas que ha dicho en su vida-: "tenemos nostalgia del Batllismo"; y creo que tenemos nostalgia como ciudadanos uruguayos y no como colorados ni como batllistas ni como blancos, porque creo que el Batllismo fue más que un hombre y fue más que un sector político.

Yo lo he dicho en alguno de los libros que escribí, que creo que batllistas somos todos, en el sentido de que

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todos (blancos, colorados, socialistas, anarquistas, católicos, libre pensadores) aportaron ideas que se han convertido en parte integrante de la personalidad de Uruguay y de la que con razón creo deberíamos sentirnos orgullosos. La idea de la solidaridad social, el humanismo, la democracia política, la idea de que el Estado debe ser un árbitro del conflicto social pero inclinarse para el lado de los más débiles, la idea de que la democracia debe funcionar dentro del país, y también fuera del mismo a nivel mundial, todo eso conforma un conjunto de valores más que de ideas, que todos hemos heredados y que rascando a cualquiera, blanco, colorado negro o lo que sea, se van a encontrar encarnadas en la convicción que tiene el uruguayo de lo que supo ser este país y de lo que debería volver a ser.

Los caminos del Uruguay post-batllista

¿En qué se basaban estos proyectos, como desafíos a grandes crisis nacionales? Se basaban en una determinada distribución del poder entre las clases sociales, se basaron en darle un papel predominante al Estado en la resolución a una cantidad de problemas, no solo económicos sino también de carácter social y cultural y se basaba, (y esto es inevitable) en la inserción de este país que es un país pequeño en su región y en el mundo. En mi convicción , y es la pregunta que yo me vengo haciendo desde hace varios años en el trabajo historiográfico, ¿pudimos haber recorrido otro camino que este que hoy estamos transitando? Casi todos los últimos libros que he escrito y algunos otros que están por salir se plantean esa pregunta.

¿Pudimos ser diferentes? ¿pudimos haber hecho otra cosa que la que hicimos? ¿nos permitieron o no nos permitieron hacer otra cosa? Esa es una de las preguntas que más me preocupan. Creo, y adelanto alguna contestación, que pudimos haber hecho otra cosa si hubiéramos podido seguir en el camino que marcaron las primeras décadas del s. XX. Lógicamente, el Uruguay no era una isla entonces ni lo es hoy; los acontecimientos exteriores fueron condicionando, pero de cualquier manera creo que teníamos la suficiente capacidad política, intelectual y económica como para haber podido seguir durante más tiempo por ese camino de las primeras décadas del s. XX cuando su proyecto de colegiado, cosa que la oposición política y social que el Batllismo tenía, porque lógicamente en ninguna época, ni en aquella ni ahora dejó de tener contradictores ideológicos y políticos Aquí veo que se hace una referencia a Terra (por el afiche) y al Batllismo hasta Terra Ese primer Batllismo fue claramente derrotado en las urnas. En el período que siguió desde el 16 -que fue la derrota del Batllismo-, la oposición política entiende que no era sólo un rechazo al colegiado de Batlle, sino sobre todo un rechazo a todas las reformas económicas y sociales. La prensa de la época ("El Siglo", "El Plata", después "La Mañana"), dicen expresamente que lo que se derrotó no fue solamente el colegiado, fue el "avancismo", el "progresismo", o como decía un gran abogado

conservador José Irureta Goyena, el "inquietismo" batllista, como si los batllistas tuvieran el "mal de San Vito", siempre estaban pensando en proyectos nuevos y en reformas. Durante esa segunda etapa entre el 16´ y el 30´, el "Alto de Viera" fue, para el desarrollo del Batllismo, un freno surgido de sus propias filas como era Viera. Una especie de freno –como dijo muy bien Carlos Real de Azúa- a ese impulso Batllista que en esos segundos 15 años del siglo fue mellando, limando las aristas más progresistas y revolucionarias que el Batlllismo tenía. Eso va a culminar en el 33 con un golpe de Estado que yo lo veo más que nada como un producto o una consecuencia más de la crisis de 1929. El análisis detenido de los efectos de la crisis de 1929 en el país asusta porque la situación fue realmente grave, y una situación de tal gravedad se entendió que solo podía hacerse frente con una medida extrema como lo era la ruptura institucional. Terra, que había surgido del Batllismo, aunque nunca había estado muy cerca de Batlle desde el punto de vista ideológico, toma una serie de medidas que en principio parecen apartarse del Batllismo pero que sin embargo conservan un lazo muy importante, como es la prioridad que le da a la actuación del Estado en la solución de la crisis. Esa prioridad es uno de los rasgos que el Batllismo terminó de imprimir en esas dos décadas primeras del siglo y que ya vimos que venían de las últimas dos décadas del siglo XIX.

Entonces hay ruptura en cierto sentido, pero también continuidad con lo que fue el primer Batllismo, sobre todo basado en el protagonismo que se le da al Estado. El hecho de que hubiera surgido de aquella constitución de transacción que fue la del 18´ (con un poder ejecutivo bicéfalo, por un lado la Presidencia ejecutiva y por el otro lado un Consejo Nacional de Administración) llevó a mucha gente al convencimiento de que no era la forma adecuada de resolver la gravedad de la crisis económica que el país estaba enfrentando. Me llama la atención, y quiero comentárselo, que los políticos uruguayos que hicieron esta Constitución y que estaban en los puestos de gobierno en estos años (17´,18´ y 19´), pensaron que la Constitución era una buena salida para el intríngulis en el que estaba el país. Por un lado los batllistas que querían el colegiado y por el otro todos los demás, colorados, blancos, cívicos que no lo queríany que pretendían el mantenimiento de la presidencia. Me llama la atención que ninguno de esos políticos, que era gente avezada, se diera cuenta de la debilidad intrínseca que había en esa Constitución que concentraba todo el poder policial y militar en una de las dos cabezas del ejecutivo, que era el Presidente de la República, y dejaba encargado al Consejo de Administración de toda la administración del Estado sin ninguna fuerza física. Los embajadores extranjeros se dieron cuenta todos de que eso no iba a marchar, pero no se dieron cuenta a los diez años o a los doce años como se dieron cuenta los políticos uruguayos, se dieron cuenta a los 6 meses. Hay comunicados del embajador belga que dicen -a los 6 meses de aprobada-, que esta Constitución no puede funcionar porque tiene un poder fuerte y un poder débil. El día que al poder

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fuerte se le ocurra que el poder débil es un obstáculo y le molesta, lo va a tirar para el costado; dicho y hecho, pero 13 años después.

* Prof. Benjamín Nahum

El Golpe de Estado en el Uruguay (1973)

Introducción

"En las décadas de los 40 y 50, América Latina vivió un importante crecimiento económico, originado en la necesidad de superar la crisis de los años 30 y facilitado por una coyuntura internacional favorable, " que implicaba el incremento de la demanda de materias primas por parte de los países europeos, la cual había sido extendida hasta la década del 50 por acción de la Guerra de Corea. Al terminar, sus repercusiones llevan a cambiar radicalmente la relación entre las potencias y los países latinoamericanos vigente hasta el momento. Consecuentemente, los países de América Latina se hunden en un estancamiento económico, al cual el gobierno da soluciones ineficaces que sólo logran agudizar el problema.

En este contexto de inestabilidad económica, comienza a jugar un papel fundamental la Guerra Fría, a la cual los países latinoamericanos se encontraban muy vulnerables. La influencia de Estados Unidos crecía paulatinamente, y los gobiernos se volvían más conservadores, al tiempo que la CEPAL emitía el siguiente informe: "En la mayor parte de los países latinoamericanos, las variaciones experimentadas por la distribución del poder en las sociedades no se han acompañado de un incremento significativo de la participación popular en la toma de decisiones”.

Gran parte de la población, perteneciente a las clases bajas principalmente, se vio increíblemente afectada y sin amparo legal para promover soluciones que los tuviera en cuenta. Por lo tanto, optaron por manifestaciones y actos de violencia, lo que llevó a que el estado pusiera en práctica medidas represivas que alimentaban la situación de descontento.

En el marco de la mencionada situación de crisis política, económica y social presente en la mayoría de América Latina, se da la Revolución Cubana la cual no sólo aparece como un modelo a imitar, sino que actúa como medio para la propagación de las ideas de izquierda al resto del continente, alentando otros movimientos o incluso apoyándolos concretamente.

Lo anterior sirvió como una puesta en escena de la conmoción reinante en América Latina en las décadas del 50 y 60, caracterizadas por una profunda crisis económica, política y social. A continuación será analizada con mayor detenimiento la situación en el Uruguay, hasta llegar al golpe de estado del 27 de junio de 1973.

El Uruguay de la Década del 50

Como todo hecho histórico, la dictadura en el Uruguay es la consecuencia de un largo proceso en el cual se

pueden divisar distintas causas, de corta y de larga duración, que en conjunto conforman toda una situación en la que ocurre. Desde ésta perspectiva aparece como un elemento de gran relevancia analizar tanto la situación política, como económica y social, reinante en el preámbulo de dicho suceso.

La Crisis Económica.

Desde el punto de vista económico el Uruguay es, y ha sido siempre, un país de tradición agropecuaria. La política económica siempre se basó en esta actividad, la cual por las características estructurales del medio rural uruguayo, ha sufrido un estancamiento desde la década del 30.

Como consecuencia de la prosperidad económica que caracterizó a las décadas del 30, 40 y parte del 50, la política económica uruguaya de los años cincuenta tenía objetivos de expansión, como lo menciona el propio presidente de aquel entonces, "Nuestra industria nacional ya es exportadora pues con nuestra producción ya hemos rebasado el mercado interno y tenemos necesidad de buscar mercados internacionales... Tendremos que fortificar nuestras industrias”.

Sin embargo, para 1955 la crisis comienza a agudizarse principalmente por dos causas. La primera se relaciona con el hecho de que la prosperidad económica se debía pura y exclusivamente a que "El debilitamiento de los lazos de dependencia posibilita un proceso de desarrollo que culmina en su bloqueo apenas se modifican las condiciones que lo hicieron posible ", que era exactamente la situación a la que había dado lugar las diferentes guerras; Éstas al terminar, ponen al descubierto la realidad económica uruguaya, la cual debía ser afrontada, y aquí es donde comienza la segunda causa, por un frágil proyecto de industrialización. Esto se debe a que en un país como Uruguay, la industrialización, dependería casi completamente de las divisas generadas por el sector ganadero, y "La economía agropecuaria... ya no puede suministrar las suficientes divisas para importar la materia prima indispensable para las 17.000 fábricas que dan ocupación a 200 mil obreros y empleados. Es importante mencionar que "Un proceso de crecimiento económico apoyado en la industrialización puede conducir a nuevos niveles de dependencia... De ahí el planteamiento de una dependencia tecnológica, a la que se le suma la financiera generada por esas importaciones”.

A la crisis económica se le suma la imposibilidad de dar soluciones eficaces por lo siguiente: Por un lado, la escasa productividad del sector agropecuario, la cual radicaba en numerosos problemas como: concentración de propiedad rural, mal uso del suelo y falta de acceso igualitario al crédito entre otras. Por otro, la propia estructura de la sociedad económica no daba lugar a una reforma profunda en el ámbito político- económico.

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Cabe destacar que la crisis económica que se agudiza con el final de la Guerra de Corea, y la cual se vuelve crítica en la década del 60, tiene sus principios en las propias bases económicas del Uruguay, al igual que en la elaboración de una dependiente de la situación internacional. Se produce un gran crack bancario en 1965. A su vez, la élite económica, para no perder su posición de tal, luchaba para que el gobierno, sobre el cual tenía clara influencia, no realizara las reformas estructurales reclamadas por los sectores más desfavorecidos. El Uruguay se encontraba así frente a una crisis cuyas soluciones no podrían ser puestas en práctica. Como resultado se tomaron medidas tales como la devaluación o los préstamos a otros países, para poder hacer frente a una situación que no se detuvo y que a su vez empeoraba por las denuncias de corrupción.

La Crisis Política

La situación política uruguaya es una característica casi emblemática de este país, la cual a su vez dará lugar a una mejor interpretación del problema económico de la década del 50.

El Uruguay no sólo se ha caracterizado por su larga tradición democrática, sino por el bipartidismo practicado desde comienzos del siglo XX. La existencia de dos partidos tradicionales "Surge de la transformación de los antiguos bandos militares en organizaciones de carácter moderno que tendieron a organizarse, exclusivamente para la lucha electoral... " Es justamente esta realidad que da lugar a la oposición de otros grupos con ambiciones políticas diferentes, lo que a su vez deriva en otro fenómeno político típico de la sociedad uruguaya, el fraccionalismo. El sistema de partidos tradicionales posee una característica pluripartidista justamente debido al fraccionalismo, que se convirtió en el "Método mediante el cual los partidos pudieron soportar las tensiones sociales sin desaparecer... la quiebra fraccional, manejada mediante acuerdos renovados y renegociados sucesivamente, llevó a que la permanencia de los partidos de base pudiera lograrse." Sin embargo es contraproducente, ya que los va debilitando estructuralmente quitándoles cohesión.

Con el transcurso del tiempo se da otro fenómeno conocido como la relación patronazgo - clientela, consecuencia directa del fraccionalismo. Esto implica una burocratización de personas provenientes de todas las áreas, con el objetivo de asegurar votos para la campaña electoral, formando un "Complejo sistema de alianzas sociales y políticas... creando una intrincada red de favoritismos, prebendas y concesiones mutuas, " convirtiendo a las decisiones políticas más arbitrarias y dependientes. Como consecuencia de todos los problemas políticos mencionados anteriormente, el gobierno perdió eficiencia en la toma de decisiones. "Por un lado, fue corrompiendo al personal político de los partidos tradicionales, haciéndoles perder credibilidad ante la opinión pública. Por el otro, legitimó un conjunto de expectativas y formas

organizativas para defenderlas, que luego hicieron sumamente lento el proceso de reajuste económico y político”. Es importante tener en cuenta que la crisis política provocó una situación proclive a la caída de la democracia. Se desgastaron todas las fracciones de los partidos tradicionales, se creó un vacío de poder que quedó en evidencia cuando "Ninguna de estas fracciones fue capaz de construir un nuevo proyecto para lograr el reequilibrio socioeconómico y consolidar un nuevo estilo de desarrollo ante la falta de alternativa fuera de los partidos tradicionales, " se acentuaron las relaciones particularistas, y más adelante llevó a la incapacidad de los partidos para controlar la creciente acción de las Fuerzas Armadas, por su falta de unión y creciente rivalidad entre ambos.

La Crisis Social de la Década del 60: La Reacción Popular

En 1958, la crisis económica "Comenzó a sentirse con una caída del salario real, incipientes problemas de desocupación y cierto grado de consenso en que el estado de bienestar comenzaba a entrar en crisis." La inflación se convirtió en un problema cotidiano para los obreros, los cuales veían decrecer su poder de compra con el paso del tiempo, lo que a su vez los lleva a organizarse y movilizarse por reclamos.

La sociedad queda atrapada en medio de una polarización creada por la guerra fría, que comienza a polarizar también a nuestro país. Tanto la URSS, como EEUU comienzan a financiar planes de educación de sus partidarios y alientan el enfrentamiento. El mayo del 68 y la guerra de Vietnam actúan como incentivos de la juventud para manifestarse.

A la vez existían problemas internos: "El problema de los años sesenta y comienzos del setenta no se planteaba por demandas de sectores excluidos. Lo que generó la crisis económica del modelo sustitutivo de importaciones fue una lucha por el mantenimiento de lo ya alcanzado. Los diferentes sectores intentaron mantener el reparto de ingreso que conoció hasta el momento, algo sólo alcanzado por los sectores más privilegiados a expensas de los demás. Apareció una creciente actividad sindical, acompañada por los estudiantes, quienes "El 7 y 14 de octubre de 1958 habían realizado las manifestaciones estudiantiles más grandes de la época." Las huelgas se hicieron frecuentes, muchas veces parando por completo la actividad del país, al igual que las manifestaciones de solidaridad hacia la Revolución Cubana. A pesar de que eran hechos aislados por la carencia de unión interna en la izquierda, quedaba en evidencia el surgimiento de una disconformidad hacia el estado, y de una intención de cambio. Las ideas izquierdistas alcanzaban todos los ámbitos de la vida, promoviendo soluciones que en épocas de crisis parecían la única salida.

El creciente movimiento social producto de una progresiva unión entre los sectores de la izquierda tiene ciertas repercusiones que serán de gran importancia en los años siguientes. Para comenzar podemos ver que

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comienza a demostrar que la revolución no estaba presente sólo en aquellos grupos de acciones violentas y que a su vez se iba ganando la adhesión de sectores cada vez más amplios de la población, por otro lado va deslegitimizando constantemente el régimen democrático, a su vez lleva a justificar por un número importante de la población las salidas ilegales, y finalmente pone en evidencia que la movilización no puede ser contrarrestada por medio de los partidos tradicionales .

El MLN Tupamaros.

"De la convicción en la no factibilidad de la revolución formal y de la esterilidad de la acción política convencional... de la percepción de la opacidad y esterilidad de la actividad gremial tal como esta se presentaba hacia 1965 a los elementos más inquietos, del impulso a hacer algo por la promoción de una nueva imagen al país, nació este movimiento...”

El MLN Tupamaros, el cual se venía gestando desde 1962 pero que recién se hizo visible en el 67, organiza dentro de los demás grupos representantes de izquierda, su modo de lucha frente al gobierno, el cual implica la preferencia de la acción frente a la teoría. Como decía Fernández Huidobro, uno de los líderes de la organización, "La izquierda no puede pedir a las decenas de miles de desocupados que se mueran de hambre sin el menor escándalo posible, simplemente porque esa izquierda no está lo bastante organizada para defenderlos. Ni puede pedirle a otra generación de peones, mujeres y niños de nuestra campaña, que posterguen su legítima rebeldía porque la izquierda aún no está madura para acompañarlos." Fue de esta manera que los Tupamaros comenzaron a organizarse siguiendo la política de "Ármate y Espera", realizando pocas acciones y siempre destinadas a robos de armas o dinero.

La represión de manifestaciones y huelgas por parte de la policía, al igual que la acción de bandas fascistas (violencia de grupos de derecha), produjeron un ascenso gradual de la violencia por parte del naciente grupo armado de la izquierda. "Como forma de autodefensa de los militantes de izquierda amenazados es que ellos sintieron la necesidad de organizar un cierto aparato capaz de responder a la violencia contra ellos desatada." Sin embargo, se puede apreciar la repercusión decisiva de dos sucesos en la ola de violencia que caracteriza al período 1967-72. En primer lugar lo ocurrido el 22 de diciembre de 1966, fecha en la cual se da un enfrentamiento entre los Tupamaros y la policía que da a conocer la existencia de la organización hasta entonces oculta. En segundo lugar, la muerte del presidente Gestido sustituido por el vice presidente Pacheco Areco, quien se caracterizó por un gobierno muy estricto, recurriendo constantemente a las Medidas Prontas de Seguridad para conservar el orden. De aquí en adelante los enfrentamientos y la violencia llegaron a niveles nunca imaginados por la sociedad uruguaya. Incluso se llegó a copar la ciudad de Pando, a pocos kilómetros de Montevideo, sin

contar el creciente número de personas que deseaban entrar en la lucha activa, y que lo hicieron creando los llamados CAT (Comandos de Acción Tupamaros), que actuaban en forma muy autónoma.

Definitivamente la acción armada por parte de los Tupamaros influenció en la gestación del golpe militar en el año 1973, por un lado promoviendo "Una acción antisistema que obligó a la izquierda partidaria legal a tener posiciones ambiguas que abarcan desde la semilealtad a la deslealtad frente al sistema para no perder apoyo en sus bases sociales." A su vez, agudiza el desprestigio de los partidos tradicionales mediante denuncias de corrupción e incapacidad de los políticos tradicionales, y por último creando el escenario perfecto para la acción de las Fuerzas Armadas.

Las Fuerzas Armadas llegan al Poder: Las Fuerzas Armadas entran en Escena

El movimiento del MLN Tupamaros que había adoptado una situación de clandestinidad, había crecido en un número lo que hizo mucho más visible aún su acción. Varios militantes fueron presos, por lo que la organización decidió llevar a cabo un operativo de fuga de éstos, el cual fue muy eficiente, dejando la sensación de que, "Se había anulado, prácticamente, toda la acción represiva efectuada por la policía en varios años. La respuesta del gobierno fue encargar a las Fuerzas Armadas la responsabilidad de la lucha antiguerrillera”, declarando "Estado de Guerra Interno" el 9 de septiembre de 1971.

Luego de las elecciones de 1971, el Frente Amplio, obtuvo "Menos del 20% de los votos emitidos, se sintió defraudado en sus expectativas electorales. En ese contexto, la dirección nueva del MLN concibió un plan de ofensiva generalizada y de enfrentamiento directo con las Fuerzas Armadas, " ya que la vía legal quedaba definitivamente descartada.

Todo esto desembocó con el enfrentamiento de mayor envergadura entre las Fuerzas Armadas y los Tupamaros, el 14 de abril de 1972, que a su vez marca el desmantelamiento de toda la organización tupamara. Las Fuerzas Armadas adquirían así un gran prestigio frente a la opinión pública, como las únicas capaces de controlar la situación.

El Camino hacia el Golpe de Estado.

"Sólo seis días después de haber recibido la orden de hacerse cargo de la lucha antisubversiva la Junta de Comandantes en Jefe con la asistencia del Esmaco, estableció el objetivo de 'consolidar y mantener la adhesión activa de la población a los ideales democráticos republicanos' así como 'restablecer el orden interno y brindar seguridad al desarrollo nacional'." Los militares pensaban que en ese momento eran no sólo la única salida que quedaba a la situación, sino que tomando en cuenta el desgaste del sistema político, eran los únicos que otorgarían una solución efectiva.

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En este contexto es importante tener en cuenta que las Fuerzas Armadas, tenían plena conciencia de que la revolución se encontraba presente en muchas áreas. Quizás, las palabras editadas en el primer número de "El Rebenque", el 9 de julio de 1972, haciendo referencia al fin de la acción antiguerrillera, ilustren mejor la idea: "El toque de llamada de la Patria anuncia a sus hijos, que la lucha continúa, que ha cambiado el campo de acción pero el combate contra los traidores aún continúa... Pongámonos de pie, formulando un juramento fervoroso de religión patriótica, diciéndoles que nuestra obra no ha terminado y que de ello somos conscientes. " Por otro lado, cabe destacar que las Fuerzas Armadas conocían el nivel de corrupción alcanzado en organismos del Estado. Es por eso que en el segundo número de "El Rebenque", sostienen: "Es el momento de empezar a poner Coroneles en Ministerios y Entes Autónomos como oficiales de enlace con las Fuerzas Armadas. "

En 1972 se aprueba la DNS (Dirección General de Seguridad), institucionalizando la acción de las Fuerzas Armadas. Como escribió en 1990 el Capitán de Fragata Francisco Valiñas, "La DNS proporcionó el marco teórico (y también legal...) para una participación militar que los mecanismos constitucionales no preveían, al tiempo que dio a las Fuerzas Armadas una razón de ser. La subversión proporcionó el enemigo real y tangible para combatir, cerrando el triángulo de fuego”.

Bordaberry, entendía que "no hay autoridad sin fuerza, " más aún, sostuvo 20 años después del golpe que "Sin unificar el poder público y con ello reafirmar la autoridad, no se podía hacer nada. " Falló en su intento por encontrar esta unión, previo a los sucesos de febrero, por lo que luego del mencionado mes, optó por unirse a las Fuerzas Armadas, imponiendo definitivamente el régimen autoritario, con la disolución de las Cámaras el 27 de junio de 1973.

Movimientos populares y luchas sociales en el Uruguay contemporáneo*

El gobierno frenteamplista y el espacio radical

El denominado espacio radical ha sido el sector de los partidos frenteamplistas y movimientos sociales y populares del Uruguay que mejor ha sabido capitalizar en el sentido positivo las consecuencias de una combinación de crisis de los partidos tradicionales (incluyendo el Frente Amplio) y una crisis estatal de grandes proporciones.

Desde su origen el Frente Amplio fue una fuerza política que albergó dos tendencias, una moderada y otra radical: la primera, formada por socialistas y democratacristianos hizo énfasis en la conciliación de clases, y la segunda, integrada con comunistas y figuras de los partidos tradicionales, tuvo un fuerte carácter contestatario. Aunque en 1971 la presencia de tendencias moderadas y radicales se reflejó en un programa construido como un mosaico heterogéneo, con diversas fuentes inspiradoras y una composición social policlasista, en la práctica y el discurso frenteamplista de los orígenes se destacó siempre la unidad y el consenso en la toma de decisiones como uno de los valores supremos. En esos momentos, cierta predominancia de las figuras radicales provocó que su discurso tuviera un fuerte acento clasista y que se desarrollaran alianzas profundas con el movimiento obrero y estudiantil de la época. A partir del denominado proceso de actualización ideológica iniciado a mediados de la década del noventa, el Frente Amplio pasó a considerarse una coalición progresista y con perfil moderado. Y en ese sentido, actualmente el denominado Espacio Radical se presenta a si mismo como una respuesta al carácter centrista del gobierno de Tabaré Vázquez y las fuerzas oficialistas que dominan el Frente Amplio. Para entender su formación debe tomarse en cuenta el accionar fuera de sus organizaciones de los grupos opositores de la central obrera y el partido de gobierno.

El Espacio Radical esta integrado por mas de una veintena de organizaciones, que pueden clasificarse en cuatro categorías; en primer lugar, organizaciones políticas como el 26M, la CI, el Partido Comunista Revolucionario y el Partido de los Trabajadores; en segundo lugar, organizaciones sociales como la Plenaria Memoria y Justicia, FUCVAM, Coordinadora de Jubilados y Pensionistas, Asamblea del Callejón, Desempleados de la Industria Frigorífica; en tercer lugar, organizaciones sindicales del ala opositora de la central obrera como el Sindicato Único de Automóviles con Taxímetros y Telefonistas (SUATT), Sindicato Unificado de la Construcción y Afines (SUNCA), Asociación de Empleados y Obreros Municipales(ADEOM); y finalmente, gremios estudiantiles como el Centro de Estudiantes de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación a los que se suman otras organizaciones pequeñas como Cimarrón, el Frente Revolucionario de Acción Socialista, y Colectivo Militante. El papel dominante en este colectivo de organizaciones lo tiene el 26M y la CI, este último un grupo político frenteamplista que están a punto de romper lazos con esa fuerza política como ya lo hiciera el 26M. Como ellos, la mayoría de los grupos que integran el Espacio Radical han ido pasando por un proceso de radicalización desde sus primera integración al Movimiento de Participación Popular, grupo radical hoy convertido en un grupo oficialista moderado dentro del gobierno frenteamplista. Desde el punto de vista ideológico, el ala radical se ubica claramente dentro de la ortodoxia marxista de la izquierda uruguaya, se define como anticapitalista y mientras tácticamente resiste al

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neoliberalismo su objetivo es el socialismo a la manera de Marx, Engeís y el marxismo clásico. El liderazgo de este espacio lo tienen Luis Puig, Irma Leites y Jorge Zabalza. Claramente la escisión del ala radical del Frente Amplio entre los que se fueron a posiciones centristas y los que se mantuvieron en la ortodoxia, es uno de procesos que explican esta revitalización de los movimientos sociales en los últimos años.

El Estado y los vecinos organizados

Con un nivel de globalidad menor al anterior, y por tanto con demandas y conflictos delimitados y locales, los movimientos de vecinos organizados han navegado en el término medio entre las ventanas de oportunidades que la crisis de los partidos y el Estado les abre, y los obstáculos y condicionamientos que la misma les plantea. En esta situación encontramos una serie de movimientos que se vinculan fuertemente al PIT-CNT y sus grupos opositores, así como otros movimientos más autónomos y autogestionados vinculados a asuntos locales y medio ambientales, tanto en el medio urbano como rural.

Sabido es que en Uruguay, a pesar de existir un importante desarrollo de las ciudadanos en organizaciones de la sociedad civil, son casi inexistente las instancias de participación en las políticas públicas estatales, así como en el control y la rendición de cuentas de las instancias gubernamentales. En estos casos, la crítica que los movimientos de vecinos organizados hacen al accionar del Estado y el gobierno no significa que tengan un modelo alternativo de políticas, sino que se concentra en un paso previo: la lucha por la construcción de espacios para la participación articulada en la gestión pública con los actores estatales.

Generalmente, y a diferencia del espacio radical, estos grupos se mueven por fuera del partido de gobierno, y canalizan sus demandas directamente al Estado, sea al Poder Ejecutivo como el Parlamento. Los procesos de emergencia de estos nuevos sujetos sociales han estado relacionados en gran medida con la problemática de la retirada estatal de los procesos de protección social y el aumento de la pobreza y la marginalidad que se ha originado con la implementación del modelo económico neoliberal. Sus militantes de base se reclutan directamente en los barrios de la periferia montevideana y ciudades del interior entre las personas de mayor conciencia social del estrato de los que han caído por debajo de la línea de pobreza fundamentalmente por una insuficiencia en el ingreso monetario. Dado que su emergencia, entonces, está más asociada al fenómeno coyuntural del desempleo, los vecinos organizados constituyen un grupo heterogéneo con alto niveles de movilidad e incertidumbre, cuya situación depende de los cambios en el ingreso, especialmente el salario.

Uno de los grupos más importantes y activos de vecinos organizados lo constituye la Red Intersocial Oeste que actúa en la zona del Cerro, uno de los tradicionales barrios obreros de Montevideo, hoy

convertido en un cementerio de frigoríficos y fábricas y reservorio de desempleados. La trayectoria de este movimiento social de vecinos preocupados por asuntos locales tiene una década. Nacieron en 1998 en oposición al proyecto de la Secta Moon de instalar Free Port en el Cerro de Montevideo, y llega hasta hoy que agrupa a diferentes organizaciones sociales como desocupados, ocupantes de tierras, vecinos contra las drogas, etc. El núcleo básico sigue siendo un grupo de vecinos del Cerro que tienen como base ideológica declarada la oposición a los modelos de desarrollo capitalista salvaje, y que en 2005 cuando el Frente Amplio ascendió al gobierno se radicalizó como respuesta a lo que consideraron una derechización del gobierno. En los comienzos además de la oposición al proyecto de la Secta Moon, los vecinos se organizaron para atender demandas concretas y urgentes de los pobladores y vecinos. En ese sentido, podríamos definirlos como una organización de autodefensa social, y en la búsqueda de satisfacer esas demandas comenzaron a presionar sobre los poderes públicos, como la Policía y la Intendencia de Montevideo. Luego de esa etapa inicial se pasó a una segunda etapa, donde el carácter reactivo se complementó con propuestas en el plano de las metodologías participativas para las políticas públicas locales. Actualmente, como ejemplo de propuestas activas, estos movimientos de vecinos proponen al Estado una elaboración conjunta de un proyecto a desarrollar en el predio del ex Frigorífico Nacional. En esta evolución comenzaron a trascender los límites del Cerro, para pasar al resto de la ciudad, e incluso el país, organizando encuentros con organizaciones similares en los departamentos de Artigas y Tacuarembo. Hoy el movimiento se encuentra en plena expansión, pero la crisis del modelo estatal desarrollista, así como la adopción de estrategias continuistas de las soluciones pro mercado por parte del gobierno frenteamplistas, condiciona esta evolución pues los margina de los escenarios de elaboración de las políticas. Por ello apuestan fuertemente a revertir esta debilidad estructural frente al Estado a través de la realización del Segundo Congreso del Pueblo como instancia de organización y articulación de los movimientos sociales, desde el Espacio Radical a los vecinos organizados y los ambientalistas, en el ámbito nacional.

Las Multinacionales y los Ambientalistas

En los últimos años, con el objetivo de atraer inversiones extranjeras, se formalizan acuerdos que otorgan ventajas impositivas a las empresas y que les permiten, por ejemplo, dar por finalizado el contrato e iniciar acciones legales contra el Estado por los motivos más inverosímiles que entorpezcan el funcionamiento productivo. La economía de libre mercado se ha convertido en el eje de satisfacción del bienestar social dejando atrás los modelos estado-céntricos, y el propio Estado lejos de amortizar, no ha hecho más que acentuar este proceso.

Dentro de esta caracterización general, la historia del movimiento ambientalista presenta tres etapas

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“Tiemblan los tiranos, de haber excitado nuestro enojo…” Artigas

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claramente diferenciadas. En la primera, de los orígenes a mediados de los años ochenta, el ambientalismo nació como movimiento de autodefensa, basado en una visión conservacionista que se opuso a la construcción del Canal Andreoni y su impacto en los bañados de Rocha. En esta etapa fundacional los grupos ambientalistas se nuclearon en la organzación de segundo grado Redes de Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) y concurrieron masivamente a la Cumbre de Río en el año 2000. Los hitos más importante de esta etapa fueron la formación en 1996 del Grupo Movimiento por la Vida, el Trabajo, y el Desarrollo Sustentable (MOVITDES) de la localidad de Fray Bentos que logró frenar la instalación de la planta de celulosa Transpapel, y la activa movilización de los vecinos de Sayago para impedir la instalación de una planta de pórtland en ese barrio de Montevideo.

La segunda etapa dio comienzo al regreso de la citada Cumbre de Río, cuando un grupo de ONGs ambientalistas se orientaron hacia la incorporación de perspectivas políticas y económicas sobre los modelos de desarrollo y se relacionó con el movimiento ambiental regional internacional, logrando la creación del movimiento Eco Tacuarembó que se opuso con éxito a la instalación de una central nuclear en la localidad de Paso de los Toros. Como consecuencia de esta nueva estrategia, la Red de ONGs se dividió en dos sectores, uno tradicional que continuó aferrado a las banderas conservacionistas y uno renovador que incorporó los planteamientos políticos. Este último grupo fue liderado por Redes Amigos de la Tierra y la naciente ONG Guazubirá, e integrado además por Eco Tacuarembó y MOTVIDES, comenzando en conjunto una batalla contra el modelo forestal impulsado por los gobiernos de los partidos tradicionales y actualmente por el gobierno frenteamplista. Esta etapa centrada en la oposición al modelo forestal fue nucleando nuevos aliados como los productores rurales de Cerro Alegre en los departamentos de Soriano y Mercedes, y los productores y vecinos de Libertad en el departamento de San José que protestaban por el funcionamiento de una planta de reciclaje de Cromo 6. El apogeo de movilización y legitimidad social se alcanzó en el año 2004, cuando contando con el apoyo de los movimientos sociales y sindicales como FUCVAM y PIT CNT, se logró someter a referéndum la intención gubernamental de privatizar los servicios de agua, logrando un amplio respaldo ciudadano contra esa medida y obligando al gobierno frenteamplista a iniciar su administración ante un resultado consumado.

Al asumir el gobierno frenteamplista, se inició la tercera etapa de la trayectoria histórica de estos movimientos, y los enemigos principales pasaron a ser las multinacionales de fabricación de pasta de celulosa, específicamente la Empresa Nacional de Celulosa España (ENCE) y la finlandesa Botnia.

Las organizaciones ambientalistas uruguayas dieron el alerta a sus colegas argentinos de las asociaciones de defensa del Río Uruguay, y con el recrudecimiento del conflicto a partir del funcionamiento de Botnia en el

2007, el eje de la acción se trasladó a la Asamblea Ambiental de Gualeguaychú, en Argentina. Esto produjo una nueva división entre los sectores renovadores del ambientalismo uruguayo, en un ala moderada y otra radical. La vertiente moderada, representada básicamente por las ONGs ambientalistas, aspiró a convertirse en grupo de presión y/o insertarse directamente en el Estado. Sus demandas específicas fueron incluidas en cuestionamientos globales sobre el modelo de desarrollo, el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA), o las iniciativas gubernamentales de privatización de las empresas publicas que controlan recursos naturales, como el agua. Manteniendo una aparente autonomía respecto a los partidos políticos, su accionar pasa menos por la política en las calles y mas por la política en los oficinas del Estado. Mantienen una posición crítica hacia la Asamblea de Gualeguaychú, cuestionando especialmente el accionar del corte de puentes y rutas como metodologías de lucha. Por otra parte creen que a la pérdida de legitimidad de los temas ambiéntales, la desmovilización de la militancia frenteamplista y el cierre de los canales del Estado a sus organizaciones provocan un estancamiento en la evolución de las organizaciones ambientales que puede ser fatal para sus posibilidades de convertirse en referentes de la sociedad uruguaya. Hoy sienten que están en una transición y que el futuro es un gran signo de interrogación.

Las organizaciones que conforman la vertiente radical, son aliados de la Asamblea Ambiental de Gualeguaychú y en conjunto se integran en la Asamblea Ambientalista Regional que ya realizó tres reuniones: la primera de ellas en Nueva Palmira, donde la empresa Botnia tiene el puerto de salida de su producción, la segunda reunión en Tacuarembó en diciembre de 2007, y la tercera en Gualeguaychú en marzo de 2008, sumándose a la misma organizaciones de Brasil y Paraguay. Las organizaciones uruguayas que son exponentes de esta vertiente ambientalista son los productores rurales de Cerro Alegre en Soriano y Mercedes, el MOVITDES de Fray Bentos, el sindicato de trabajadores de la forestación de Rivera, la Asamblea del Callejón de Montevideo, el Movimiento 10 de septiembre de 1815 de Tacuarembó (campesinos ocupantes de tierras en el departamento mas forestado del Uruguay), y el Grupo Sierras de Rocha, entre otros. Estas organizaciones tratan de romper las fronteras y barreras nacionales con la apelación al acuífero guaraní como la región compartida, y presionan a la Asamblea de Gualeguaychú para que incorporen a sus programas de acción los principios de la democracia autogestiva y horizontal y la condena a la búsqueda de lucro de las multinacionales. Asimismo acusan a las ONGs ambientalistas uruguayas de la vertiente moderada de estar demasiado atraídas por el poder y en la búsqueda de negociar con el gobierno y el Estado.

Sin embargo, a pesar de estas diferencias, estas organizaciones ambientalistas uruguayas en sus vertiente moderada y radical tienen elementos en común, y mas parecen diferenciarse en los métodos que en los fines. Y es que mas que hacer énfasis en el plano

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de la contaminación del agua del rió Uruguay (como si lo hace la Asamblea de Gualeguaychú), los ambientalistas uruguayos en su conjunto se han concentrado en criticar el modelo de desarrollo implícito en la instalación de Botnia. Los principales cuestionamientos son que la instalación de las fábricas de celulosa en Uruguay provean un proceso de extranjerización de la tierra, sobre explotación de la mano de obra y contaminación, y a diferencia de la Asamblea de Gualeguaychú que pide la relocalización de las plantas de celulosa, este movimiento quiere que no haya ninguna planta de celulosa en Uruguay, dado los efectos negativos de la forestación sobre el agua, la tierra y el contexto social. Esta diferencia de criterios se vio cuando ya en el periodo de los cortes del puente fronterizazo por parte de la asamblea de Gualeguaychú, la empresa española ENCE decide trasladar la instalación de su planta ríos abajo, lo cual fue visto como un triunfo por los ambientalistas argentinos, y una derrota por los ambientalistas uruguayas, ya que la planta en su nueva ubicación podrá duplicar la producción anual de pasta de celulosa. Se trata de la diferencia entre cuestionamiento ambiental y cuestionamiento socio económico. En el primero caso, los ambientalistas de Gualeguaychú cuestionan las consecuencias de la instalación de Botnia sobre el agua del rió Uruguay y exigen su relocalización, en el segundo caso, los ambientalistas uruguayos cuestionan además el modelo de desarrollo implícito en el modelo forestal. Sin embargo, el paulatino desarrollo de una Asamblea Regional Argentina Uruguay ha ido poniendo en la mesa el cuestionamiento más global al

modelo forestal y sus consecuencias para el llamado acuífero guaraní, que comprende la región compartida por Argentina, Uruguay, Brasil y Paraguay.

En Uruguay, los argumentos de los ambientalistas contra el modelo de desarrollo forestal nunca fueron fruto de un debate nacional sobre el tema. La instalación de Botnia fue un hecho consumado, y con el corte desde el lado argentino, la defensa de las posiciones ambientalistas en Uruguay se ha visto crecientemente deslegitimada. El gobierno actuó con la política de los hechos consumados, y las organizaciones ambientales uruguayas no han podido hasta el momento revertir esta tendencia.

Ante este fracaso, las ONGs ambientalistas como Redes Amigos de la Tierra iniciaron acciones contra ENCE en España, intentando influir para que no se le otorgaran los créditos bancarios, realizando también acciones en el ámbito local, aunque con escasa repercusión publica, dado la fuerzo del bloque político de defensa de las inversiones que lidera el gobierno con el apoyo de todos los partidos políticos de opción que llevo a que la defensa de Botnia fuera presentada como una causa nacional.

*Carlos Moreira

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