“mis lectores son individualistas y, aun diría, tan raros como yo” · 2010-04-16 · francisco...

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Salvador Rodríguez uevamente aborda us- uevamente aborda us- uevamente aborda us- uevamente aborda us- ted una suerte de viaje de retor- ted una suerte de viaje de retor- ted una suerte de viaje de retor- ted una suerte de viaje de retor- no a un tiempo y a un espacio, no a un tiempo y a un espacio, no a un tiempo y a un espacio, no a un tiempo y a un espacio, sólo que, a diferencia de otras sólo que, a diferencia de otras sólo que, a diferencia de otras sólo que, a diferencia de otras novelas anteriores, en ésta reco- novelas anteriores, en ésta reco- novelas anteriores, en ésta reco- novelas anteriores, en ésta reco- noce que se trata de un viaje noce que se trata de un viaje noce que se trata de un viaje noce que se trata de un viaje personal ¿A qué viene este ejer- personal ¿A qué viene este ejer- personal ¿A qué viene este ejer- personal ¿A qué viene este ejer- cicio de sinceridad? cicio de sinceridad? cicio de sinceridad? cicio de sinceridad? La verdad es que aún no sé muy bien si es de sinceridad o de desnudez, lo que sí sé es que éste es un libro muy radical. De hecho, de no ser así yo no lo hu- biese escrito de esta manera, si- no que tal vez me hubiese com- prometido menos aunque, bue- no, lo que sí es cierto es que, cuente lo que cuente, un autor siempre acaba por mostrarse a sí mismo o a su mundo interior. Pero en este caso, confieso que sí, es decir, que he practicado un cierto acto de violencia contra mí mismo que, como no puede ser de otro modo, seguramente responde a una necesidad psi- cológica muy profunda. Por otra parte, a medida que fui madu- rando este libro, fui compren- diendo que mientras en novelas anteriores, cuando hacía que los perso- najes se en- frentasen a su pasado, ya me percataba de que, en reali- dad, ese no só- lo era mi tema, sino el tema de fondo de toda mi obra. Y acaso debamos interpretar Y acaso debamos interpretar Y acaso debamos interpretar Y acaso debamos interpretar este libro como el del “viaje de este libro como el del “viaje de este libro como el del “viaje de este libro como el del “viaje de retorno” definitivo... retorno” definitivo... retorno” definitivo... retorno” definitivo... Podría, sí, éste muy bien po- drían ser el último libro de al- go...pero no sé muy bien de qué. ¿Tal vez el del final de un via- ¿Tal vez el del final de un via- ¿Tal vez el del final de un via- ¿Tal vez el del final de un via- je de vueltas y el del inicio de je de vueltas y el del inicio de je de vueltas y el del inicio de je de vueltas y el del inicio de uno de idas? uno de idas? uno de idas? uno de idas? Pues ¿por qué no? o ¿por qué sí? Te confieso que no tengo ni idea de lo que vendrá después de “Siete palabras”, ni siquiera de para dónde voy a tirar. De estos viajes en busca de la De estos viajes en busca de la De estos viajes en busca de la De estos viajes en busca de la identidad los personajes no sue- identidad los personajes no sue- identidad los personajes no sue- identidad los personajes no sue- len salir muy bien parados. Us- len salir muy bien parados. Us- len salir muy bien parados. Us- len salir muy bien parados. Us- ted mismo escribió un ensayo ti- ted mismo escribió un ensayo ti- ted mismo escribió un ensayo ti- ted mismo escribió un ensayo ti- tulado “Ten que doer”. ¿Por qué tulado “Ten que doer”. ¿Por qué tulado “Ten que doer”. ¿Por qué tulado “Ten que doer”. ¿Por qué han de doler? ¿Por qué el fraca- han de doler? ¿Por qué el fraca- han de doler? ¿Por qué el fraca- han de doler? ¿Por qué el fraca- so? ¿Por qué el desencanto? so? ¿Por qué el desencanto? so? ¿Por qué el desencanto? so? ¿Por qué el desencanto? La literatura son muchas co- sas, y la diversión, el entreteni- miento, son tan sólo un par de ellas. Yo, en cambio, concibo la li- teratura bien como un ejercicio que obligue al lector a ver as- pectos de la realidad que nor- malmente no se quieren ver o bien como una suerte de castigo que el escritor se infringe a sí mismo. En “Siete palabras”, yo partí de este último caso, pero el resultado final ha sido que el lector que lo sigue se siente obli- gado a participar del viaje al que yo le obligo, a realizar este examen de conciencia que le exijo. Tengo la impresión de que éste no es un libro de un públi- co masivo, sino de mucha gente pero, eso sí, separada individual- mente. ¿Una invitación a la reflexión ¿Una invitación a la reflexión ¿Una invitación a la reflexión ¿Una invitación a la reflexión personal tal vez? personal tal vez? personal tal vez? personal tal vez? Una invitación, no; ya digo: una obligación. Estoy convenci- do de que “Siete palabras” de- sencadena procesos internos en el lector.Y esto no me lo invento yo, sino que es que me lo han contado a mí algunos de los lec- tores. Lo que sí se desprende de es- Lo que sí se desprende de es- Lo que sí se desprende de es- Lo que sí se desprende de es- tos viajes es que, al final, “somos tos viajes es que, al final, “somos tos viajes es que, al final, “somos tos viajes es que, al final, “somos de dónde ve- de dónde ve- de dónde ve- de dónde ve- nimos”¿Tan nimos”¿Tan nimos”¿Tan nimos”¿Tan fatalista es us- fatalista es us- fatalista es us- fatalista es us- ted? ted? ted? ted? Sí, pero cuando yo di- go esto no lo digo en un sentido físico, que también, sino, sobre to- do, metafísico: me refiero al lugar de la infancia o,en cualquier caso, a ese lugar íntimo al que tiene que ir cada uno de nosotros, a esa fuente de la que mana lo más profundo de nuestro ser personal. Yo nunca hablo de países ni de ideologías cuando hago literatura sino de vivencias íntimas. Con el personaje del pastor Con el personaje del pastor Con el personaje del pastor Con el personaje del pastor realiza usted un auténtico alega- realiza usted un auténtico alega- realiza usted un auténtico alega- realiza usted un auténtico alega- to de defensa de la “inocencia to de defensa de la “inocencia to de defensa de la “inocencia to de defensa de la “inocencia de la ignorancia”... de la ignorancia”... de la ignorancia”... de la ignorancia”... Me da la impresión de que ha hecho usted una lectura excesi- vamente política o, si lo prefiere, social, de “Siete Palabras”, y des- de luego no es esa mi intención como no lo ha sido en ninguna de mis novelas anteriores. En pri- mer lugar, lo que yo hago no es una defensa de la ignorancia si- no de la inocencia, eso que que- de muy claro. El protagonista del libro lo que siente es una espe- cia de consciencia de la incons- ciencia, es decir, algo que va más allá de un plano político o so- cial...Cuando pongo en boca del personaje esa “envidia de la inocencia” lo que hago es ha- blar de la soledad del hombre civilizado por ser salvaje, o la so- ledad del adulto por ser niño... ¿Algo que ver con Peter Pan? ¿Algo que ver con Peter Pan? ¿Algo que ver con Peter Pan? ¿Algo que ver con Peter Pan? No, en absoluto. Para mí Peter Pan es una figura siniestra y el llamado complejo de Peter Pan es una patología contemporá- nea que tiene muy poco que ver con lo que yo hago. Yo simple- mente sostengo que la fuente de cada uno de nosotros es un niño y que cada uno llega a viejo sin- tiéndose ese niño. Por lo tanto, más que un complejo de Peter Pan, lo que sí puede haber es una nostalgia de la infancia. Co- mo la mayoría de la gente, yo siento esa nostalgia pero, a la vez, me siento un hombre com- prometido con mi tiempo que asume sus responsabilidades al punto de que soy extremada- mente crítico con las personas que no asumen las suyas. Resulta paradójico que, para Resulta paradójico que, para Resulta paradójico que, para Resulta paradójico que, para contar una historia tan personal, contar una historia tan personal, contar una historia tan personal, contar una historia tan personal, hubiese recurrido usted a técni- hubiese recurrido usted a técni- hubiese recurrido usted a técni- hubiese recurrido usted a técni- cas narrativas periodísticas, con- cas narrativas periodísticas, con- cas narrativas periodísticas, con- cas narrativas periodísticas, con- cretamente al reportaje... cretamente al reportaje... cretamente al reportaje... cretamente al reportaje... Cada historia requiere un “modo” de contarla y, ciertamen- te, gran parte de esa historia se basa en una investigación y aquí lo que se narra es el proceso de la investigación y, simultánea- mente, lo que va descubriendo el protagonista y lo que va su- ciendo dentro del protagonista. Es, por lo tanto, un relato al uso pero confeccionado con mate- rias distintas. Usted ha aludido al reportaje y, ciertamente, aquí hay reportaje, pero la obra contiene también elementos propios del relato policial, del libro de ideas, del ensayo, de película de “road movie”...hay algo de todo eso. Todos mis libros tienen una for- ma distinta pero para mí eso constituye parte de un proceso natural que en absoluto es pre- meditado. En sus últimos libros, el perío- En sus últimos libros, el perío- En sus últimos libros, el perío- En sus últimos libros, el perío- do que transcurre entre su edi- do que transcurre entre su edi- do que transcurre entre su edi- do que transcurre entre su edi- ción en gallego y su edición en ción en gallego y su edición en ción en gallego y su edición en ción en gallego y su edición en castellano es cada vez más cor- castellano es cada vez más cor- castellano es cada vez más cor- castellano es cada vez más cor- to.¿Condiciona esto en algo su to.¿Condiciona esto en algo su to.¿Condiciona esto en algo su to.¿Condiciona esto en algo su manera de escribir? manera de escribir? manera de escribir? manera de escribir? No, para nada: ni se me pasa por la cabeza. A mí lo que me preocupa, cuando escribo, es el lector. Si no consigo el efecto es- tético que pretendo en un lector que previamente imagino me siento fracasado. Yo lo que quie- ro es que el libro llegue al lector, lo que pasa, y suele ocurrirme, es que ese lector acostumbra a parecerse a mí aunque paradóji- camente mis libros tengan unos lectores muy diversos que no es- tán conectados entre sí. Mis lec- tores son individualistas y, aun diría más, raros...como raro es el autor (risas). Alterna usted sus obras de fic- Alterna usted sus obras de fic- Alterna usted sus obras de fic- Alterna usted sus obras de fic- ción con libros ensayo y de opi- ción con libros ensayo y de opi- ción con libros ensayo y de opi- ción con libros ensayo y de opi- nión política e ideológica proce- nión política e ideológica proce- nión política e ideológica proce- nión política e ideológica proce- dentes del periodismo. ¿De qué dentes del periodismo. ¿De qué dentes del periodismo. ¿De qué dentes del periodismo. ¿De qué modo afecta esta segunda face- modo afecta esta segunda face- modo afecta esta segunda face- modo afecta esta segunda face- ta a la de creador literario? ta a la de creador literario? ta a la de creador literario? ta a la de creador literario? Es algo que procede ya de mi infancia. Cuando era niño, yo no sólo quería ser artista sino que, además, me fui formando en la tradición de la crítica. Estoy ya muy acostumbrado a analizar tanto la sociedad como la vida política y, como me doy cuenta de que son dos líneas distintas, sé que debo estar permanente- mente alerta para que no se en- tremezclen la una con la otra, es decir, que tan malo es que en la literatura se te introduzca el pensamiento discursivo como que en el ensayo se te cuelen elementos irracionales, fantásti- cos. Reconozco que me resulta muy difícil escribir en ambas lí- neas y hacerlo separadamente, pero en mí es inevitable. La evocación de su abuelo Faustino, nacido en la provincia de Zamora, ha actuado en esta ocasión como motor de arranque de la historia que el compostelano Suso de Toro cuenta en “Siete palabras”, novela cuya edición en castellano acaba de salir al mercado publicada por Alianza Editorial SUSO DE TORO ESCRITOR “Siete Palabras” puede ser el fin de un ciclo en el que he basado casi toda mi obra literaria: la de los viajes de retorno en busca de la identidad” “Mis lectores son individualistas y, aun diría, tan raros como yo” Número 653 Sábado, 17 de abril de 2010 N Suso de Toro, en Santiago// XOÁN ÁLVAREZ Salvador Rodríguez uevamente aborda us- uevamente aborda us- uevamente aborda us- uevamente aborda us- ted una suerte de viaje de retor- ted una suerte de viaje de retor- ted una suerte de viaje de retor- ted una suerte de viaje de retor- no a un tiempo y a un espacio, no a un tiempo y a un espacio, no a un tiempo y a un espacio, no a un tiempo y a un espacio, sólo que, a diferencia de otras sólo que, a diferencia de otras sólo que, a diferencia de otras sólo que, a diferencia de otras novelas anteriores, en ésta reco- novelas anteriores, en ésta reco- novelas anteriores, en ésta reco- novelas anteriores, en ésta reco- noce que se trata de un viaje noce que se trata de un viaje noce que se trata de un viaje noce que se trata de un viaje personal ¿A qué viene este ejer- personal ¿A qué viene este ejer- personal ¿A qué viene este ejer- personal ¿A qué viene este ejer- cicio de sinceridad? cicio de sinceridad? cicio de sinceridad? cicio de sinceridad? La verdad es que aún no sé muy bien si es de sinceridad o de desnudez, lo que sí sé es que éste es un libro muy radical. De hecho, de no ser así yo no lo hu- biese escrito de esta manera, si- no que tal vez me hubiese com- prometido menos aunque, bue- no, lo que sí es cierto es que, cuente lo que cuente, un autor siempre acaba por mostrarse a sí mismo o a su mundo interior. Pero en este caso, confieso que sí, es decir, que he practicado un cierto acto de violencia contra mí mismo que, como no puede ser de otro modo, seguramente responde a una necesidad psi- cológica muy profunda. Por otra parte, a medida que fui madu- rando este libro, fui compren- diendo que mientras en novelas anteriores, cuando hacía que los perso- najes se en- frentasen a su pasado, ya me percataba de que, en reali- dad, ese no só- lo era mi tema, sino el tema de fondo de toda mi obra. Y acaso debamos interpretar Y acaso debamos interpretar Y acaso debamos interpretar Y acaso debamos interpretar este libro como el del “viaje de este libro como el del “viaje de este libro como el del “viaje de este libro como el del “viaje de retorno” definitivo... retorno” definitivo... retorno” definitivo... retorno” definitivo... Podría, sí, éste muy bien po- drían ser el último libro de al- go...pero no sé muy bien de qué. ¿Tal vez el del final de un via- ¿Tal vez el del final de un via- ¿Tal vez el del final de un via- ¿Tal vez el del final de un via- je de vueltas y el del inicio de je de vueltas y el del inicio de je de vueltas y el del inicio de je de vueltas y el del inicio de uno de idas? uno de idas? uno de idas? uno de idas? Pues ¿por qué no? o ¿por qué sí? Te confieso que no tengo ni idea de lo que vendrá después de “Siete palabras”, ni siquiera de para dónde voy a tirar. De estos viajes en busca de la De estos viajes en busca de la De estos viajes en busca de la De estos viajes en busca de la identidad los personajes no sue- identidad los personajes no sue- identidad los personajes no sue- identidad los personajes no sue- len salir muy bien parados. Us- len salir muy bien parados. Us- len salir muy bien parados. Us- len salir muy bien parados. Us- ted mismo escribió un ensayo ti- ted mismo escribió un ensayo ti- ted mismo escribió un ensayo ti- ted mismo escribió un ensayo ti- tulado “Ten que doer”. ¿Por qué tulado “Ten que doer”. ¿Por qué tulado “Ten que doer”. ¿Por qué tulado “Ten que doer”. ¿Por qué han de doler? ¿Por qué el fraca- han de doler? ¿Por qué el fraca- han de doler? ¿Por qué el fraca- han de doler? ¿Por qué el fraca- so? ¿Por qué el desencanto? so? ¿Por qué el desencanto? so? ¿Por qué el desencanto? so? ¿Por qué el desencanto? La literatura son muchas co- sas, y la diversión, el entreteni- miento, son tan sólo un par de ellas. Yo, en cambio, concibo la li- teratura bien como un ejercicio que obligue al lector a ver as- pectos de la realidad que nor- malmente no se quieren ver o bien como una suerte de castigo que el escritor se infringe a sí mismo. En “Siete palabras”, yo partí de este último caso, pero el resultado final ha sido que el lector que lo sigue se siente obli- gado a participar del viaje al que yo le obligo, a realizar este examen de conciencia que le exijo. Tengo la impresión de que éste no es un libro de un públi- co masivo, sino de mucha gente pero, eso sí, separada individual- mente. ¿Una invitación a la reflexión ¿Una invitación a la reflexión ¿Una invitación a la reflexión ¿Una invitación a la reflexión personal tal vez? personal tal vez? personal tal vez? personal tal vez? Una invitación, no; ya digo: una obligación. Estoy convenci- do de que “Siete palabras” de- sencadena procesos internos en el lector.Y esto no me lo invento yo, sino que es que me lo han contado a mí algunos de los lec- tores. Lo que sí se desprende de es- Lo que sí se desprende de es- Lo que sí se desprende de es- Lo que sí se desprende de es- tos viajes es que, al final, “somos tos viajes es que, al final, “somos tos viajes es que, al final, “somos tos viajes es que, al final, “somos de dónde ve- de dónde ve- de dónde ve- de dónde ve- nimos”¿Tan nimos”¿Tan nimos”¿Tan nimos”¿Tan fatalista es us- fatalista es us- fatalista es us- fatalista es us- ted? ted? ted? ted? Sí, pero cuando yo di- go esto no lo digo en un sentido físico, que también, sino, sobre to- do, metafísico: me refiero al lugar de la infancia o,en cualquier caso, a ese lugar íntimo al que tiene que ir cada uno de nosotros, a esa fuente de la que mana lo más profundo de nuestro ser personal. Yo nunca hablo de países ni de ideologías cuando hago literatura sino de vivencias íntimas. Con el personaje del pastor Con el personaje del pastor Con el personaje del pastor Con el personaje del pastor realiza usted un auténtico alega- realiza usted un auténtico alega- realiza usted un auténtico alega- realiza usted un auténtico alega- to de defensa de la “inocencia to de defensa de la “inocencia to de defensa de la “inocencia to de defensa de la “inocencia de la ignorancia”... de la ignorancia”... de la ignorancia”... de la ignorancia”... Me da la impresión de que ha hecho usted una lectura excesi- vamente política o, si lo prefiere, social, de “Siete Palabras”, y des- de luego no es esa mi intención como no lo ha sido en ninguna de mis novelas anteriores. En pri- mer lugar, lo que yo hago no es una defensa de la ignorancia si- no de la inocencia, eso que que- de muy claro. El protagonista del libro lo que siente es una espe- cia de consciencia de la incons- ciencia, es decir, algo que va más allá de un plano político o so- cial...Cuando pongo en boca del personaje esa “envidia de la inocencia” lo que hago es ha- blar de la soledad del hombre civilizado por ser salvaje, o la so- ledad del adulto por ser niño... ¿Algo que ver con Peter Pan? ¿Algo que ver con Peter Pan? ¿Algo que ver con Peter Pan? ¿Algo que ver con Peter Pan? No, en absoluto. Para mí Peter Pan es una figura siniestra y el llamado complejo de Peter Pan es una patología contemporá- nea que tiene muy poco que ver con lo que yo hago. Yo simple- mente sostengo que la fuente de cada uno de nosotros es un niño y que cada uno llega a viejo sin- tiéndose ese niño. Por lo tanto, más que un complejo de Peter Pan, lo que sí puede haber es una nostalgia de la infancia. Co- mo la mayoría de la gente, yo siento esa nostalgia pero, a la vez, me siento un hombre com- prometido con mi tiempo que asume sus responsabilidades al punto de que soy extremada- mente crítico con las personas que no asumen las suyas. Resulta paradójico que, para Resulta paradójico que, para Resulta paradójico que, para Resulta paradójico que, para contar una historia tan personal, contar una historia tan personal, contar una historia tan personal, contar una historia tan personal, hubiese recurrido usted a técni- hubiese recurrido usted a técni- hubiese recurrido usted a técni- hubiese recurrido usted a técni- cas narrativas periodísticas, con- cas narrativas periodísticas, con- cas narrativas periodísticas, con- cas narrativas periodísticas, con- cretamente al reportaje... cretamente al reportaje... cretamente al reportaje... cretamente al reportaje... Cada historia requiere un “modo” de contarla y, ciertamen- te, gran parte de esa historia se basa en una investigación y aquí lo que se narra es el proceso de la investigación y, simultánea- mente, lo que va descubriendo el protagonista y lo que va su- ciendo dentro del protagonista. Es, por lo tanto, un relato al uso pero confeccionado con mate- rias distintas. Usted ha aludido al reportaje y, ciertamente, aquí hay reportaje, pero la obra contiene también elementos propios del relato policial, del libro de ideas, del ensayo, de película de “road movie”...hay algo de todo eso. Todos mis libros tienen una for- ma distinta pero para mí eso constituye parte de un proceso natural que en absoluto es pre- meditado. En sus últimos libros, el perío- En sus últimos libros, el perío- En sus últimos libros, el perío- En sus últimos libros, el perío- do que transcurre entre su edi- do que transcurre entre su edi- do que transcurre entre su edi- do que transcurre entre su edi- ción en gallego y su edición en ción en gallego y su edición en ción en gallego y su edición en ción en gallego y su edición en castellano es cada vez más cor- castellano es cada vez más cor- castellano es cada vez más cor- castellano es cada vez más cor- to.¿Condiciona esto en algo su to.¿Condiciona esto en algo su to.¿Condiciona esto en algo su to.¿Condiciona esto en algo su manera de escribir? manera de escribir? manera de escribir? manera de escribir? No, para nada: ni se me pasa por la cabeza. A mí lo que me preocupa, cuando escribo, es el lector. Si no consigo el efecto es- tético que pretendo en un lector que previamente imagino me siento fracasado. Yo lo que quie- ro es que el libro llegue al lector, lo que pasa, y suele ocurrirme, es que ese lector acostumbra a parecerse a mí aunque paradóji- camente mis libros tengan unos lectores muy diversos que no es- tán conectados entre sí. Mis lec- tores son individualistas y, aun diría más, raros...como raro es el autor (risas). Alterna usted sus obras de fic- Alterna usted sus obras de fic- Alterna usted sus obras de fic- Alterna usted sus obras de fic- ción con libros ensayo y de opi- ción con libros ensayo y de opi- ción con libros ensayo y de opi- ción con libros ensayo y de opi- nión política e ideológica proce- nión política e ideológica proce- nión política e ideológica proce- nión política e ideológica proce- dentes del periodismo. ¿De qué dentes del periodismo. ¿De qué dentes del periodismo. ¿De qué dentes del periodismo. ¿De qué modo afecta esta segunda face- modo afecta esta segunda face- modo afecta esta segunda face- modo afecta esta segunda face- ta a la de creador literario? ta a la de creador literario? ta a la de creador literario? ta a la de creador literario? Es algo que procede ya de mi infancia. Cuando era niño, yo no sólo quería ser artista sino que, además, me fui formando en la tradición de la crítica. Estoy ya muy acostumbrado a analizar tanto la sociedad como la vida política y, como me doy cuenta de que son dos líneas distintas, sé que debo estar permanente- mente alerta para que no se en- tremezclen la una con la otra, es decir, que tan malo es que en la literatura se te introduzca el pensamiento discursivo como que en el ensayo se te cuelen elementos irracionales, fantásti- cos. Reconozco que me resulta muy difícil escribir en ambas lí- neas y hacerlo separadamente, pero en mí es inevitable. La evocación de su abuelo Faustino, nacido en la provincia de Zamora, ha actuado en esta ocasión como motor de arranque de la historia que el compostelano Suso de Toro cuenta en “Siete palabras”, novela cuya edición en castellano acaba de salir al mercado publicada por Alianza Editorial SUSO DE TORO ESCRITOR “Siete Palabras” puede ser el fin de un ciclo en el que he basado casi toda mi obra literaria: la de los viajes de retorno en busca de la identidad” “Mis lectores son individualistas y, aun diría, tan raros como yo” Número 653 Sábado, 17 de abril de 2010 N Suso de Toro, en Santiago// XOÁN ÁLVAREZ

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Salvador Rodríguez

uevamente aborda us-uevamente aborda us-uevamente aborda us-uevamente aborda us-ted una suerte de viaje de retor-ted una suerte de viaje de retor-ted una suerte de viaje de retor-ted una suerte de viaje de retor-no a un tiempo y a un espacio, no a un tiempo y a un espacio, no a un tiempo y a un espacio, no a un tiempo y a un espacio, sólo que, a diferencia de otras sólo que, a diferencia de otras sólo que, a diferencia de otras sólo que, a diferencia de otras novelas anteriores, en ésta reco-novelas anteriores, en ésta reco-novelas anteriores, en ésta reco-novelas anteriores, en ésta reco-noce que se trata de un viaje noce que se trata de un viaje noce que se trata de un viaje noce que se trata de un viaje personal ¿A qué viene este ejer-personal ¿A qué viene este ejer-personal ¿A qué viene este ejer-personal ¿A qué viene este ejer-cicio de sinceridad? cicio de sinceridad? cicio de sinceridad? cicio de sinceridad?

La verdad es que aún no sé muy bien si es de sinceridad o de desnudez, lo que sí sé es que éste es un libro muy radical. De hecho, de no ser así yo no lo hu-biese escrito de esta manera, si-no que tal vez me hubiese com-prometido menos aunque, bue-no, lo que sí es cierto es que, cuente lo que cuente, un autor siempre acaba por mostrarse a sí mismo o a su mundo interior. Pero en este caso, confieso que sí, es decir, que he practicado un cierto acto de violencia contra mí mismo que, como no puede ser de otro modo, seguramente responde a una necesidad psi-cológica muy profunda. Por otra parte, a medida que fui madu-rando este libro, fui compren-diendo que mientras en novelas a n t e r i o r e s , cuando hacía que los perso-najes se en-frentasen a su pasado, ya me percataba de que, en reali-dad, ese no só-lo era mi tema, sino el tema de fondo de toda mi obra.

Y acaso debamos interpretar Y acaso debamos interpretar Y acaso debamos interpretar Y acaso debamos interpretar este libro como el del “viaje de este libro como el del “viaje de este libro como el del “viaje de este libro como el del “viaje de retorno” definitivo... retorno” definitivo... retorno” definitivo... retorno” definitivo...

Podría, sí, éste muy bien po-drían ser el último libro de al-go...pero no sé muy bien de qué.

¿Tal vez el del final de un via-¿Tal vez el del final de un via-¿Tal vez el del final de un via-¿Tal vez el del final de un via-je de vueltas y el del inicio de je de vueltas y el del inicio de je de vueltas y el del inicio de je de vueltas y el del inicio de uno de idas? uno de idas? uno de idas? uno de idas?

Pues ¿por qué no? o ¿por qué sí? Te confieso que no tengo ni idea de lo que vendrá después de “Siete palabras”, ni siquiera de para dónde voy a tirar.

De estos viajes en busca de la De estos viajes en busca de la De estos viajes en busca de la De estos viajes en busca de la identidad los personajes no sue-identidad los personajes no sue-identidad los personajes no sue-identidad los personajes no sue-len salir muy bien parados. Us-len salir muy bien parados. Us-len salir muy bien parados. Us-len salir muy bien parados. Us-ted mismo escribió un ensayo ti-ted mismo escribió un ensayo ti-ted mismo escribió un ensayo ti-ted mismo escribió un ensayo ti-tulado “Ten que doer”. ¿Por qué tulado “Ten que doer”. ¿Por qué tulado “Ten que doer”. ¿Por qué tulado “Ten que doer”. ¿Por qué han de doler? ¿Por qué el fraca-han de doler? ¿Por qué el fraca-han de doler? ¿Por qué el fraca-han de doler? ¿Por qué el fraca-so? ¿Por qué el desencanto? so? ¿Por qué el desencanto? so? ¿Por qué el desencanto? so? ¿Por qué el desencanto?

La literatura son muchas co-sas, y la diversión, el entreteni-

miento, son tan sólo un par de ellas. Yo, en cambio, concibo la li-teratura bien como un ejercicio que obligue al lector a ver as-pectos de la realidad que nor-malmente no se quieren ver o bien como una suerte de castigo que el escritor se infringe a sí mismo. En “Siete palabras”, yo partí de este último caso, pero el resultado final ha sido que el lector que lo sigue se siente obli-gado a participar del viaje al que yo le obligo, a realizar este examen de conciencia que le exijo. Tengo la impresión de que éste no es un libro de un públi-co masivo, sino de mucha gente pero, eso sí, separada individual-mente.

¿Una invitación a la reflexión ¿Una invitación a la reflexión ¿Una invitación a la reflexión ¿Una invitación a la reflexión personal tal vez? personal tal vez? personal tal vez? personal tal vez?

Una invitación, no; ya digo: una obligación. Estoy convenci-do de que “Siete palabras” de-sencadena procesos internos en el lector. Y esto no me lo invento yo, sino que es que me lo han contado a mí algunos de los lec-tores.

Lo que sí se desprende de es-Lo que sí se desprende de es-Lo que sí se desprende de es-Lo que sí se desprende de es-tos viajes es que, al final, “somos tos viajes es que, al final, “somos tos viajes es que, al final, “somos tos viajes es que, al final, “somos

de dónde ve-de dónde ve-de dónde ve-de dónde ve-ni mo s”¿ Tan ni mo s”¿ Tan ni mo s”¿ Tan ni mo s”¿ Tan fatalista es us-fatalista es us-fatalista es us-fatalista es us-ted? ted? ted? ted?

Sí, pero cuando yo di-go esto no lo digo en un sentido físico, que también, sino, sobre to-do, metafísico:

me refiero al lugar de la infancia o,en cualquier caso, a ese lugar íntimo al que tiene que ir cada uno de nosotros, a esa fuente de la que mana lo más profundo de nuestro ser personal. Yo nunca hablo de países ni de ideologías cuando hago literatura sino de vivencias íntimas.

Con el personaje del pastor Con el personaje del pastor Con el personaje del pastor Con el personaje del pastor realiza usted un auténtico alega-realiza usted un auténtico alega-realiza usted un auténtico alega-realiza usted un auténtico alega-to de defensa de la “inocencia to de defensa de la “inocencia to de defensa de la “inocencia to de defensa de la “inocencia de la ignorancia”... de la ignorancia”... de la ignorancia”... de la ignorancia”...

Me da la impresión de que ha hecho usted una lectura excesi-vamente política o, si lo prefiere, social, de “Siete Palabras”, y des-de luego no es esa mi intención como no lo ha sido en ninguna de mis novelas anteriores. En pri-mer lugar, lo que yo hago no es una defensa de la ignorancia si-no de la inocencia, eso que que-de muy claro. El protagonista del

libro lo que siente es una espe-cia de consciencia de la incons-ciencia, es decir, algo que va más allá de un plano político o so-cial...Cuando pongo en boca del personaje esa “envidia de la inocencia” lo que hago es ha-blar de la soledad del hombre civilizado por ser salvaje, o la so-ledad del adulto por ser niño...

¿Algo que ver con Peter Pan? ¿Algo que ver con Peter Pan? ¿Algo que ver con Peter Pan? ¿Algo que ver con Peter Pan? No, en absoluto. Para mí Peter

Pan es una figura siniestra y el llamado complejo de Peter Pan es una patología contemporá-nea que tiene muy poco que ver con lo que yo hago. Yo simple-mente sostengo que la fuente de cada uno de nosotros es un niño y que cada uno llega a viejo sin-tiéndose ese niño. Por lo tanto,

más que un complejo de Peter Pan, lo que sí puede haber es una nostalgia de la infancia. Co-mo la mayoría de la gente, yo siento esa nostalgia pero, a la vez, me siento un hombre com-prometido con mi tiempo que asume sus responsabilidades al punto de que soy extremada-mente crítico con las personas que no asumen las suyas.

Resulta paradójico que, para Resulta paradójico que, para Resulta paradójico que, para Resulta paradójico que, para contar una historia tan personal, contar una historia tan personal, contar una historia tan personal, contar una historia tan personal, hubiese recurrido usted a técni-hubiese recurrido usted a técni-hubiese recurrido usted a técni-hubiese recurrido usted a técni-cas narrativas periodísticas, con-cas narrativas periodísticas, con-cas narrativas periodísticas, con-cas narrativas periodísticas, con-cretamente al reportaje... cretamente al reportaje... cretamente al reportaje... cretamente al reportaje...

Cada historia requiere un “modo” de contarla y, ciertamen-te, gran parte de esa historia se basa en una investigación y aquí lo que se narra es el proceso de

la investigación y, simultánea-mente, lo que va descubriendo el protagonista y lo que va su-ciendo dentro del protagonista. Es, por lo tanto, un relato al uso pero confeccionado con mate-rias distintas. Usted ha aludido al reportaje y, ciertamente, aquí hay reportaje, pero la obra contiene también elementos propios del relato policial, del libro de ideas, del ensayo, de película de “road movie”...hay algo de todo eso. Todos mis libros tienen una for-ma distinta pero para mí eso constituye parte de un proceso natural que en absoluto es pre-meditado.

En sus últimos libros, el perío-En sus últimos libros, el perío-En sus últimos libros, el perío-En sus últimos libros, el perío-do que transcurre entre su edi-do que transcurre entre su edi-do que transcurre entre su edi-do que transcurre entre su edi-ción en gallego y su edición en ción en gallego y su edición en ción en gallego y su edición en ción en gallego y su edición en castellano es cada vez más cor-castellano es cada vez más cor-castellano es cada vez más cor-castellano es cada vez más cor-to.¿Condiciona esto en algo su to.¿Condiciona esto en algo su to.¿Condiciona esto en algo su to.¿Condiciona esto en algo su manera de escribir? manera de escribir? manera de escribir? manera de escribir?

No, para nada: ni se me pasa por la cabeza. A mí lo que me preocupa, cuando escribo, es el lector. Si no consigo el efecto es-tético que pretendo en un lector que previamente imagino me siento fracasado. Yo lo que quie-ro es que el libro llegue al lector, lo que pasa, y suele ocurrirme, es que ese lector acostumbra a parecerse a mí aunque paradóji-camente mis libros tengan unos lectores muy diversos que no es-tán conectados entre sí. Mis lec-tores son individualistas y, aun diría más, raros...como raro es el autor (risas).

Alterna usted sus obras de fic-Alterna usted sus obras de fic-Alterna usted sus obras de fic-Alterna usted sus obras de fic-ción con libros ensayo y de opi-ción con libros ensayo y de opi-ción con libros ensayo y de opi-ción con libros ensayo y de opi-nión política e ideológica proce-nión política e ideológica proce-nión política e ideológica proce-nión política e ideológica proce-dentes del periodismo. ¿De qué dentes del periodismo. ¿De qué dentes del periodismo. ¿De qué dentes del periodismo. ¿De qué modo afecta esta segunda face-modo afecta esta segunda face-modo afecta esta segunda face-modo afecta esta segunda face-ta a la de creador literario?ta a la de creador literario?ta a la de creador literario?ta a la de creador literario?

Es algo que procede ya de mi infancia. Cuando era niño, yo no sólo quería ser artista sino que, además, me fui formando en la tradición de la crítica. Estoy ya muy acostumbrado a analizar tanto la sociedad como la vida política y, como me doy cuenta de que son dos líneas distintas, sé que debo estar permanente-mente alerta para que no se en-tremezclen la una con la otra, es decir, que tan malo es que en la literatura se te introduzca el pensamiento discursivo como que en el ensayo se te cuelen elementos irracionales, fantásti-cos. Reconozco que me resulta muy difícil escribir en ambas lí-neas y hacerlo separadamente, pero en mí es inevitable.

La evocación de su abuelo Faustino, nacido en la provincia de Zamora, ha actuado en esta ocasión como motor de arranque de la historia que el compostelano Suso de Toro cuenta en “Siete palabras”, novela cuya edición en castellano acaba de salir al mercado publicada por Alianza Editorial

SUSO DE TORO ESCRITOR

“Siete Palabras” puede ser el fin de un ciclo en el que he basado casi toda mi obra literaria: la de los viajes de retorno en busca de la identidad”

“Mis lectores son individualistas y, aun diría, tan raros como yo”

Número 653

Sábado, 17 de abril de 2010

N

Suso de Toro, en

Santiago //

XOÁN ÁLVAREZ

Salvador Rodríguez

uevamente aborda us-uevamente aborda us-uevamente aborda us-uevamente aborda us-ted una suerte de viaje de retor-ted una suerte de viaje de retor-ted una suerte de viaje de retor-ted una suerte de viaje de retor-no a un tiempo y a un espacio, no a un tiempo y a un espacio, no a un tiempo y a un espacio, no a un tiempo y a un espacio, sólo que, a diferencia de otras sólo que, a diferencia de otras sólo que, a diferencia de otras sólo que, a diferencia de otras novelas anteriores, en ésta reco-novelas anteriores, en ésta reco-novelas anteriores, en ésta reco-novelas anteriores, en ésta reco-noce que se trata de un viaje noce que se trata de un viaje noce que se trata de un viaje noce que se trata de un viaje personal ¿A qué viene este ejer-personal ¿A qué viene este ejer-personal ¿A qué viene este ejer-personal ¿A qué viene este ejer-cicio de sinceridad? cicio de sinceridad? cicio de sinceridad? cicio de sinceridad?

La verdad es que aún no sé muy bien si es de sinceridad o de desnudez, lo que sí sé es que éste es un libro muy radical. De hecho, de no ser así yo no lo hu-biese escrito de esta manera, si-no que tal vez me hubiese com-prometido menos aunque, bue-no, lo que sí es cierto es que, cuente lo que cuente, un autor siempre acaba por mostrarse a sí mismo o a su mundo interior. Pero en este caso, confieso que sí, es decir, que he practicado un cierto acto de violencia contra mí mismo que, como no puede ser de otro modo, seguramente responde a una necesidad psi-cológica muy profunda. Por otra parte, a medida que fui madu-rando este libro, fui compren-diendo que mientras en novelas a n t e r i o r e s , cuando hacía que los perso-najes se en-frentasen a su pasado, ya me percataba de que, en reali-dad, ese no só-lo era mi tema, sino el tema de fondo de toda mi obra.

Y acaso debamos interpretar Y acaso debamos interpretar Y acaso debamos interpretar Y acaso debamos interpretar este libro como el del “viaje de este libro como el del “viaje de este libro como el del “viaje de este libro como el del “viaje de retorno” definitivo... retorno” definitivo... retorno” definitivo... retorno” definitivo...

Podría, sí, éste muy bien po-drían ser el último libro de al-go...pero no sé muy bien de qué.

¿Tal vez el del final de un via-¿Tal vez el del final de un via-¿Tal vez el del final de un via-¿Tal vez el del final de un via-je de vueltas y el del inicio de je de vueltas y el del inicio de je de vueltas y el del inicio de je de vueltas y el del inicio de uno de idas? uno de idas? uno de idas? uno de idas?

Pues ¿por qué no? o ¿por qué sí? Te confieso que no tengo ni idea de lo que vendrá después de “Siete palabras”, ni siquiera de para dónde voy a tirar.

De estos viajes en busca de la De estos viajes en busca de la De estos viajes en busca de la De estos viajes en busca de la identidad los personajes no sue-identidad los personajes no sue-identidad los personajes no sue-identidad los personajes no sue-len salir muy bien parados. Us-len salir muy bien parados. Us-len salir muy bien parados. Us-len salir muy bien parados. Us-ted mismo escribió un ensayo ti-ted mismo escribió un ensayo ti-ted mismo escribió un ensayo ti-ted mismo escribió un ensayo ti-tulado “Ten que doer”. ¿Por qué tulado “Ten que doer”. ¿Por qué tulado “Ten que doer”. ¿Por qué tulado “Ten que doer”. ¿Por qué han de doler? ¿Por qué el fraca-han de doler? ¿Por qué el fraca-han de doler? ¿Por qué el fraca-han de doler? ¿Por qué el fraca-so? ¿Por qué el desencanto? so? ¿Por qué el desencanto? so? ¿Por qué el desencanto? so? ¿Por qué el desencanto?

La literatura son muchas co-sas, y la diversión, el entreteni-

miento, son tan sólo un par de ellas. Yo, en cambio, concibo la li-teratura bien como un ejercicio que obligue al lector a ver as-pectos de la realidad que nor-malmente no se quieren ver o bien como una suerte de castigo que el escritor se infringe a sí mismo. En “Siete palabras”, yo partí de este último caso, pero el resultado final ha sido que el lector que lo sigue se siente obli-gado a participar del viaje al que yo le obligo, a realizar este examen de conciencia que le exijo. Tengo la impresión de que éste no es un libro de un públi-co masivo, sino de mucha gente pero, eso sí, separada individual-mente.

¿Una invitación a la reflexión ¿Una invitación a la reflexión ¿Una invitación a la reflexión ¿Una invitación a la reflexión personal tal vez? personal tal vez? personal tal vez? personal tal vez?

Una invitación, no; ya digo: una obligación. Estoy convenci-do de que “Siete palabras” de-sencadena procesos internos en el lector. Y esto no me lo invento yo, sino que es que me lo han contado a mí algunos de los lec-tores.

Lo que sí se desprende de es-Lo que sí se desprende de es-Lo que sí se desprende de es-Lo que sí se desprende de es-tos viajes es que, al final, “somos tos viajes es que, al final, “somos tos viajes es que, al final, “somos tos viajes es que, al final, “somos

de dónde ve-de dónde ve-de dónde ve-de dónde ve-ni mo s”¿ Tan ni mo s”¿ Tan ni mo s”¿ Tan ni mo s”¿ Tan fatalista es us-fatalista es us-fatalista es us-fatalista es us-ted? ted? ted? ted?

Sí, pero cuando yo di-go esto no lo digo en un sentido físico, que también, sino, sobre to-do, metafísico:

me refiero al lugar de la infancia o,en cualquier caso, a ese lugar íntimo al que tiene que ir cada uno de nosotros, a esa fuente de la que mana lo más profundo de nuestro ser personal. Yo nunca hablo de países ni de ideologías cuando hago literatura sino de vivencias íntimas.

Con el personaje del pastor Con el personaje del pastor Con el personaje del pastor Con el personaje del pastor realiza usted un auténtico alega-realiza usted un auténtico alega-realiza usted un auténtico alega-realiza usted un auténtico alega-to de defensa de la “inocencia to de defensa de la “inocencia to de defensa de la “inocencia to de defensa de la “inocencia de la ignorancia”... de la ignorancia”... de la ignorancia”... de la ignorancia”...

Me da la impresión de que ha hecho usted una lectura excesi-vamente política o, si lo prefiere, social, de “Siete Palabras”, y des-de luego no es esa mi intención como no lo ha sido en ninguna de mis novelas anteriores. En pri-mer lugar, lo que yo hago no es una defensa de la ignorancia si-no de la inocencia, eso que que-de muy claro. El protagonista del

libro lo que siente es una espe-cia de consciencia de la incons-ciencia, es decir, algo que va más allá de un plano político o so-cial...Cuando pongo en boca del personaje esa “envidia de la inocencia” lo que hago es ha-blar de la soledad del hombre civilizado por ser salvaje, o la so-ledad del adulto por ser niño...

¿Algo que ver con Peter Pan? ¿Algo que ver con Peter Pan? ¿Algo que ver con Peter Pan? ¿Algo que ver con Peter Pan? No, en absoluto. Para mí Peter

Pan es una figura siniestra y el llamado complejo de Peter Pan es una patología contemporá-nea que tiene muy poco que ver con lo que yo hago. Yo simple-mente sostengo que la fuente de cada uno de nosotros es un niño y que cada uno llega a viejo sin-tiéndose ese niño. Por lo tanto,

más que un complejo de Peter Pan, lo que sí puede haber es una nostalgia de la infancia. Co-mo la mayoría de la gente, yo siento esa nostalgia pero, a la vez, me siento un hombre com-prometido con mi tiempo que asume sus responsabilidades al punto de que soy extremada-mente crítico con las personas que no asumen las suyas.

Resulta paradójico que, para Resulta paradójico que, para Resulta paradójico que, para Resulta paradójico que, para contar una historia tan personal, contar una historia tan personal, contar una historia tan personal, contar una historia tan personal, hubiese recurrido usted a técni-hubiese recurrido usted a técni-hubiese recurrido usted a técni-hubiese recurrido usted a técni-cas narrativas periodísticas, con-cas narrativas periodísticas, con-cas narrativas periodísticas, con-cas narrativas periodísticas, con-cretamente al reportaje... cretamente al reportaje... cretamente al reportaje... cretamente al reportaje...

Cada historia requiere un “modo” de contarla y, ciertamen-te, gran parte de esa historia se basa en una investigación y aquí lo que se narra es el proceso de

la investigación y, simultánea-mente, lo que va descubriendo el protagonista y lo que va su-ciendo dentro del protagonista. Es, por lo tanto, un relato al uso pero confeccionado con mate-rias distintas. Usted ha aludido al reportaje y, ciertamente, aquí hay reportaje, pero la obra contiene también elementos propios del relato policial, del libro de ideas, del ensayo, de película de “road movie”...hay algo de todo eso. Todos mis libros tienen una for-ma distinta pero para mí eso constituye parte de un proceso natural que en absoluto es pre-meditado.

En sus últimos libros, el perío-En sus últimos libros, el perío-En sus últimos libros, el perío-En sus últimos libros, el perío-do que transcurre entre su edi-do que transcurre entre su edi-do que transcurre entre su edi-do que transcurre entre su edi-ción en gallego y su edición en ción en gallego y su edición en ción en gallego y su edición en ción en gallego y su edición en castellano es cada vez más cor-castellano es cada vez más cor-castellano es cada vez más cor-castellano es cada vez más cor-to.¿Condiciona esto en algo su to.¿Condiciona esto en algo su to.¿Condiciona esto en algo su to.¿Condiciona esto en algo su manera de escribir? manera de escribir? manera de escribir? manera de escribir?

No, para nada: ni se me pasa por la cabeza. A mí lo que me preocupa, cuando escribo, es el lector. Si no consigo el efecto es-tético que pretendo en un lector que previamente imagino me siento fracasado. Yo lo que quie-ro es que el libro llegue al lector, lo que pasa, y suele ocurrirme, es que ese lector acostumbra a parecerse a mí aunque paradóji-camente mis libros tengan unos lectores muy diversos que no es-tán conectados entre sí. Mis lec-tores son individualistas y, aun diría más, raros...como raro es el autor (risas).

Alterna usted sus obras de fic-Alterna usted sus obras de fic-Alterna usted sus obras de fic-Alterna usted sus obras de fic-ción con libros ensayo y de opi-ción con libros ensayo y de opi-ción con libros ensayo y de opi-ción con libros ensayo y de opi-nión política e ideológica proce-nión política e ideológica proce-nión política e ideológica proce-nión política e ideológica proce-dentes del periodismo. ¿De qué dentes del periodismo. ¿De qué dentes del periodismo. ¿De qué dentes del periodismo. ¿De qué modo afecta esta segunda face-modo afecta esta segunda face-modo afecta esta segunda face-modo afecta esta segunda face-ta a la de creador literario?ta a la de creador literario?ta a la de creador literario?ta a la de creador literario?

Es algo que procede ya de mi infancia. Cuando era niño, yo no sólo quería ser artista sino que, además, me fui formando en la tradición de la crítica. Estoy ya muy acostumbrado a analizar tanto la sociedad como la vida política y, como me doy cuenta de que son dos líneas distintas, sé que debo estar permanente-mente alerta para que no se en-tremezclen la una con la otra, es decir, que tan malo es que en la literatura se te introduzca el pensamiento discursivo como que en el ensayo se te cuelen elementos irracionales, fantásti-cos. Reconozco que me resulta muy difícil escribir en ambas lí-neas y hacerlo separadamente, pero en mí es inevitable.

La evocación de su abuelo Faustino, nacido en la provincia de Zamora, ha actuado en esta ocasión como motor de arranque de la historia que el compostelano Suso de Toro cuenta en “Siete palabras”, novela cuya edición en castellano acaba de salir al mercado publicada por Alianza Editorial

SUSO DE TORO ESCRITOR

“Siete Palabras” puede ser el fin de un ciclo en el que he basado casi toda mi obra literaria: la de los viajes de retorno en busca de la identidad”

“Mis lectores son individualistas y, aun diría, tan raros como yo”

Número 653

Sábado, 17 de abril de 2010

N

Suso de Toro, en

Santiago //

XOÁN ÁLVAREZ

Francisco R. Pastoriza*

medida que el lector se va adentrando en los dos volú-menes del libro de Saul Friedländer El Tercer Reich y los El Tercer Reich y los El Tercer Reich y los El Tercer Reich y los judíosjudíosjudíosjudíos (I. Los años de persecu-ción y II. Los años de exterminio. Galaxia Gutenberg) se hace ca-da vez con más frecuencia la misma pregunta: ¿cómo pudo ser posible?. Desde la perspecti-va de nuestros días, a nuestra conciencia le cuesta aceptar que haya podido haberse pro-ducido algo tan brutalmente de-mencial como el holocausto ju-dío, en una sociedad, además, que en aquellos años estaba en la vanguardia de la cultura y la educación europeas.

Friedländer, que ganó el Pulit-zer con esta obra, nació en 1932 hijo de judíos checos asesina-dos en Auschwitz. Refugiado en un seminario católico de Fran-cia, a punto de ser ordenado sa-cerdote descubrió sus orígenes, y desde entonces se ha dedica-do a investigar los crímenes del nazismo.

Desde antes de la llegada de Adolf Hitler al poder en 1933, en la sociedad alemana se venían produciendo extraños compor-tamientos en relación con la mi-noría judía del país. El control de una parte del comercio y de la riqueza de Alemania por los judíos y la ocupación de pues-tos destacados en el mundo de la educación, el arte y la cultura, provocaban en la población aria una cierta actitud de des-confianza alimentada por el irredentismo territorial a conse-cuencia de la primera guerra mundial, la propaganda de los partidos políticos de la derecha y la crisis económica derivada del ‘crack’ del 29. Una de las tesis de este trabajo se basa en la cul-pabilidad, sólo parcialmente asumida, de una sociedad que aún cuando no alentaba los crí-menes del nazismo, hacía oídos sordos o desviaba la vista de los terribles acontecimientos que se estaban produciendo abierta-mente.

Las políticas nazis contra los judíos que el partido nacional-socialista incluía en su progra-ma no eran muy distintas a las medidas antisemitas defendidas por los conservadores alemanes desde varias décadas antes de la ascensión de Hitler al poder. La revolución bolchevique, cuya inspiración Hitler siempre atri-buyó a los judíos, no hizo sino añadir leña al fuego del antise-mitismo de la derecha. Así que cuando después de 1933 co-menzaron a dictarse leyes explí-citas contra los judíos, una ma-yoría de alemanes no se opuso a la privación de derechos ni a su segregación.

Las primeras medidas antiju-días tomadas por el régimen na-zi fueron contra la cultura y el arte. Se prohibió a los músicos judíos dirigir o interpretar con-ciertos para auditorios arios. Wagner, Richard Strauss, Beetho-ven y Mozart tampoco podían interpretarse para la comunidad judía. Las obras de Artur Schna-bel, Yehudi Menuhim, Arnold Schoenberg o Kurt Weil no se oí-an ni en la radio. Los oratorios del Antiguo Testamento de Hän-del cambiaron sus títulos (“Ju-das Macabeo” se convirtió en “El mariscal de campo: un drama

de guerra”) y del Réquiem de Mozart desaparecieron “Dios de Sion”y ‘Sabbat’. A los escritores se les exigió una manifestación pública de correcta actitud ‘na-cional cultural’, al tiempo que se organizaban actos públicos de quema de libros. Ocho mil escri-tores, artistas, músicos e intérpre-tes judíos de todo tipo fueron expulsados de la vida cultural alemana junto con sus emplea-dos y agentes. Ni siquiera se li-braron Einstein, Max Reinhardt o Lieberman (Thomas Mann tar-daría aún tres años en aceptar la

tragedia que supuso el nazis-mo). El monumento a Heine en Frankfurt fue retirado por orden del Gobierno y se cambiaron los nombres judíos de calles y pla-zas. Se prohibieron las obras de Schiller y Goethe. Profesores y ayudantes de origen y creencias judías fueron expulsados de las universidades después de llevar-se a cabo purgas entre el perso-nal docente, y se prohibió a los alumnos judíos obtener el doc-torado. La prensa judía fue prohibida. Después vino el aco-so a los juristas, sacados a rastras

de despachos y tribunales; a los médicos, a los que se prohibió ejercer su profesión en pacien-tes arios; a los funcionarios de todos los niveles. Se prohibió a los judíos poseer granjas, dedi-carse a la agricultura y alquilar puestos en los mercados de las ciudades. Pronto comenzó a prohibírseles la utilización de instalaciones deportivas y la en-trada a las piscinas públicas, y en algunas ciudades tenían ce-rrado el acceso a los cines y a guarderías y asilos de ancianos. En noviembre de 1938 los judíos

ya habían quedado excluidos del sistema general de ayudas sociales. En las ciudades alema-nas comenzaron a producirse disturbios antijudíos fomenta-dos desde el poder. A plena luz del día las tiendas eran rociadas con ácido, sus puertas pintadas con insultos y sus escaparates destrozados. Estas manifestacio-nes tuvieron su punto culminan-te durante el 9 y 10 de noviem-bre de 1938 durante la llamada Noche de los Cristales Rotos, en la que se destrozaron 7.500 ne-gocios y fueron quemadas 267 sinagogas en todo el país. Las restricciones de créditos por parte de los bancos y el boicot a sus negocios obligaban a los ju-díos a venderlos a precios de saldo; también los objetos y obras de arte, los documentos históricos y los libros. Todo esto ante la mirada de una sociedad que si bien en privado condena-ba los actos de violencia antiju-día, nunca se organizó para pro-testar contra la barbarie nazi.

Guetos y deportaciones La otra denuncia que hace

Friedländer en esta obra es la de la pasividad de las iglesias cris-tianas europeas (católica y pro-testante) ante la persecución a los judíos, exceptuando manifes-taciones personales y de grupos minoritarios Friedländer perci-be en la actitud de la Iglesia ca-tólica un antisemitismo modera-do, sobre todo porque algunas víctimas eran judíos conversos. Cuando se tomaron las primeras medidas, ningún obispo, ni dig-natario de ninguna iglesia, nin-gún sínodo hizo declaración abierta alguna contra la persecu-ción de los judíos en Alemania (I.68). La iglesia evangélica llegó a exigir el retiro forzoso de pas-tores de origen judío o casados con mujeres judías y publicó un Nuevo Testamento desjudaiza-do. El autor denuncia también el silencio de Pio XII y su decisión de retirar la encíclica Humani Generis Unitas, en la que su pre-decesor criticaba el régimen na-zi y sus teorías raciales, aun sin condenar el antisemitismo. El te-mor ante la fuerza que estaba adquiriendo el movimiento bol-chevique en Rusia, que aumentó tras la caída de Mussolini, se se-ñala como una de las causas de la ambigua postura del Papa. Es-ta preocupación del Vaticano era perfectamente conocida por Hitler, que se aprovechaba de la situación del Papa: sólo le que-da una elección: el nacionalso-cialismo o el bolchevismo, escri-bió Goebbels en su diario.

Iniciada la guerra, el nazismo se propuso el exterminio total de los judíos. La persecución se extendió a los países del Este eu-ropeo que Alemania iba ocu-pando.Se dictaron nuevas medi-das, como la obligación de lle-var un brazalete identificativo, una estrella amarilla pegada a la ropa, la de entregar los aparatos de radio, las máquinas de escri-bir, los prismáticos y las bicicle-tas, la de hacer las compras de 8.00 a 9.30 de la mañana. Se es-tablecieron campos de trabajo y guetos para concentrarlos y faci-litar su deportación, como los de Varsovia y Lodz, donde la aglomeración y las condiciones de hambre, frío e insalubridad provocaban la muerte de dece-nas de judíos diariamente.

La Solución Final Ya antes de la guerra, los dirigentes nazis estaban convencidos de que el problema judío no se iba a

solucionar con simples “arreglos prácticos” sino que era necesario algo infinitamente más radical si se quería cumplir con la voluntad de Hitler de que los judíos debían desaparecer de Europa. Se barajaron planes como el dejar morir de hambre a los residentes en los guetos y campos de trabajo (que, en bue-na medida, se cumplieron). A partir de 1941 los nazis comenzaron a pensar seriamente en lo que llama-ron Solución Final, es decir, el exterminio total de los judíos de Europa. En un solo día, el 29 de septiem-bre de ese año, los alemanes mataron a tiros a 33.700 judíos de Kiev en el barranco de Babi Yar. En Ucra-nia, Lituania, Rumanía, Yugoslavia y Hungría se llevaron a cabo operaciones similares. Para acelerar el exterminio se utilizaron camiones con gas capaces de asfixiar a cientos de judíos en pocos minutos, y en los campos comenzaron a funcionar las cámaras de gas, con capacidad para miles de personas. Hambrunas, fusilamientos masivos, camiones y cámaras de gas exterminaban a cientos de miles de ju-díos diariamente. A medida que se iban produciendo reveses en el frente del Este, Hitler acentuaba los métodos para el exterminio con la multiplicación de las Aktion en las que se asesinaba a decenas de miles de judíos. 1942 fue el año en el que la ofensiva alemana contra los judíos alcanzó su punto culmi-nante. La Solución Final debía estar completada antes del 31 de diciembre de ese año. Para este objeti-vo se instalaron en Treblinka cámaras de gas capaces de hacerse cargo de las 18.000 personas que lle-gaban diariamente a ese campo (de julio a agosto fueron gaseados 312.000 judíos aquí). En Auschwitz sólo quedaron con vida 200.000 de alrededor de 1.300.000 judíos. En Belzec habían sido exterminados 434.000 y unos 100.00 en Sobibor. En 1943 ya habían muerto dos millones y medio. Al final de la guerra habían sido asesinados entre cinco y seis millones. *[email protected]

A

Cuadro original de Waldemar Nowakowski inspirado en una de las matanzas de Auschwitz.

vergüenza La mayor

FARO DE VIGO Sábado, 17 de abril de 20102

del siglo XX“El Tercer Reich y los judíos”, un exhaustivo y minucioso estudio sobre el Holocausto, revela los crímenes más horribles del nazismo y revisa el papel de la sociedad alemana y de las iglesias cristianas

Francisco R. Pastoriza*

medida que el lector se va adentrando en los dos volú-menes del libro de Saul Friedländer El Tercer Reich y los El Tercer Reich y los El Tercer Reich y los El Tercer Reich y los judíosjudíosjudíosjudíos (I. Los años de persecu-ción y II. Los años de exterminio. Galaxia Gutenberg) se hace ca-da vez con más frecuencia la misma pregunta: ¿cómo pudo ser posible?. Desde la perspecti-va de nuestros días, a nuestra conciencia le cuesta aceptar que haya podido haberse pro-ducido algo tan brutalmente de-mencial como el holocausto ju-dío, en una sociedad, además, que en aquellos años estaba en la vanguardia de la cultura y la educación europeas.

Friedländer, que ganó el Pulit-zer con esta obra, nació en 1932 hijo de judíos checos asesina-dos en Auschwitz. Refugiado en un seminario católico de Fran-cia, a punto de ser ordenado sa-cerdote descubrió sus orígenes, y desde entonces se ha dedica-do a investigar los crímenes del nazismo.

Desde antes de la llegada de Adolf Hitler al poder en 1933, en la sociedad alemana se venían produciendo extraños compor-tamientos en relación con la mi-noría judía del país. El control de una parte del comercio y de la riqueza de Alemania por los judíos y la ocupación de pues-tos destacados en el mundo de la educación, el arte y la cultura, provocaban en la población aria una cierta actitud de des-confianza alimentada por el irredentismo territorial a conse-cuencia de la primera guerra mundial, la propaganda de los partidos políticos de la derecha y la crisis económica derivada del ‘crack’ del 29. Una de las tesis de este trabajo se basa en la cul-pabilidad, sólo parcialmente asumida, de una sociedad que aún cuando no alentaba los crí-menes del nazismo, hacía oídos sordos o desviaba la vista de los terribles acontecimientos que se estaban produciendo abierta-mente.

Las políticas nazis contra los judíos que el partido nacional-socialista incluía en su progra-ma no eran muy distintas a las medidas antisemitas defendidas por los conservadores alemanes desde varias décadas antes de la ascensión de Hitler al poder. La revolución bolchevique, cuya inspiración Hitler siempre atri-buyó a los judíos, no hizo sino añadir leña al fuego del antise-mitismo de la derecha. Así que cuando después de 1933 co-menzaron a dictarse leyes explí-citas contra los judíos, una ma-yoría de alemanes no se opuso a la privación de derechos ni a su segregación.

Las primeras medidas antiju-días tomadas por el régimen na-zi fueron contra la cultura y el arte. Se prohibió a los músicos judíos dirigir o interpretar con-ciertos para auditorios arios. Wagner, Richard Strauss, Beetho-ven y Mozart tampoco podían interpretarse para la comunidad judía. Las obras de Artur Schna-bel, Yehudi Menuhim, Arnold Schoenberg o Kurt Weil no se oí-an ni en la radio. Los oratorios del Antiguo Testamento de Hän-del cambiaron sus títulos (“Ju-das Macabeo” se convirtió en “El mariscal de campo: un drama

de guerra”) y del Réquiem de Mozart desaparecieron “Dios de Sion”y ‘Sabbat’. A los escritores se les exigió una manifestación pública de correcta actitud ‘na-cional cultural’, al tiempo que se organizaban actos públicos de quema de libros. Ocho mil escri-tores, artistas, músicos e intérpre-tes judíos de todo tipo fueron expulsados de la vida cultural alemana junto con sus emplea-dos y agentes. Ni siquiera se li-braron Einstein, Max Reinhardt o Lieberman (Thomas Mann tar-daría aún tres años en aceptar la

tragedia que supuso el nazis-mo). El monumento a Heine en Frankfurt fue retirado por orden del Gobierno y se cambiaron los nombres judíos de calles y pla-zas. Se prohibieron las obras de Schiller y Goethe. Profesores y ayudantes de origen y creencias judías fueron expulsados de las universidades después de llevar-se a cabo purgas entre el perso-nal docente, y se prohibió a los alumnos judíos obtener el doc-torado. La prensa judía fue prohibida. Después vino el aco-so a los juristas, sacados a rastras

de despachos y tribunales; a los médicos, a los que se prohibió ejercer su profesión en pacien-tes arios; a los funcionarios de todos los niveles. Se prohibió a los judíos poseer granjas, dedi-carse a la agricultura y alquilar puestos en los mercados de las ciudades. Pronto comenzó a prohibírseles la utilización de instalaciones deportivas y la en-trada a las piscinas públicas, y en algunas ciudades tenían ce-rrado el acceso a los cines y a guarderías y asilos de ancianos. En noviembre de 1938 los judíos

ya habían quedado excluidos del sistema general de ayudas sociales. En las ciudades alema-nas comenzaron a producirse disturbios antijudíos fomenta-dos desde el poder. A plena luz del día las tiendas eran rociadas con ácido, sus puertas pintadas con insultos y sus escaparates destrozados. Estas manifestacio-nes tuvieron su punto culminan-te durante el 9 y 10 de noviem-bre de 1938 durante la llamada Noche de los Cristales Rotos, en la que se destrozaron 7.500 ne-gocios y fueron quemadas 267 sinagogas en todo el país. Las restricciones de créditos por parte de los bancos y el boicot a sus negocios obligaban a los ju-díos a venderlos a precios de saldo; también los objetos y obras de arte, los documentos históricos y los libros. Todo esto ante la mirada de una sociedad que si bien en privado condena-ba los actos de violencia antiju-día, nunca se organizó para pro-testar contra la barbarie nazi.

Guetos y deportaciones La otra denuncia que hace

Friedländer en esta obra es la de la pasividad de las iglesias cris-tianas europeas (católica y pro-testante) ante la persecución a los judíos, exceptuando manifes-taciones personales y de grupos minoritarios Friedländer perci-be en la actitud de la Iglesia ca-tólica un antisemitismo modera-do, sobre todo porque algunas víctimas eran judíos conversos. Cuando se tomaron las primeras medidas, ningún obispo, ni dig-natario de ninguna iglesia, nin-gún sínodo hizo declaración abierta alguna contra la persecu-ción de los judíos en Alemania (I.68). La iglesia evangélica llegó a exigir el retiro forzoso de pas-tores de origen judío o casados con mujeres judías y publicó un Nuevo Testamento desjudaiza-do. El autor denuncia también el silencio de Pio XII y su decisión de retirar la encíclica Humani Generis Unitas, en la que su pre-decesor criticaba el régimen na-zi y sus teorías raciales, aun sin condenar el antisemitismo. El te-mor ante la fuerza que estaba adquiriendo el movimiento bol-chevique en Rusia, que aumentó tras la caída de Mussolini, se se-ñala como una de las causas de la ambigua postura del Papa. Es-ta preocupación del Vaticano era perfectamente conocida por Hitler, que se aprovechaba de la situación del Papa: sólo le que-da una elección: el nacionalso-cialismo o el bolchevismo, escri-bió Goebbels en su diario.

Iniciada la guerra, el nazismo se propuso el exterminio total de los judíos. La persecución se extendió a los países del Este eu-ropeo que Alemania iba ocu-pando.Se dictaron nuevas medi-das, como la obligación de lle-var un brazalete identificativo, una estrella amarilla pegada a la ropa, la de entregar los aparatos de radio, las máquinas de escri-bir, los prismáticos y las bicicle-tas, la de hacer las compras de 8.00 a 9.30 de la mañana. Se es-tablecieron campos de trabajo y guetos para concentrarlos y faci-litar su deportación, como los de Varsovia y Lodz, donde la aglomeración y las condiciones de hambre, frío e insalubridad provocaban la muerte de dece-nas de judíos diariamente.

La Solución Final Ya antes de la guerra, los dirigentes nazis estaban convencidos de que el problema judío no se iba a

solucionar con simples “arreglos prácticos” sino que era necesario algo infinitamente más radical si se quería cumplir con la voluntad de Hitler de que los judíos debían desaparecer de Europa. Se barajaron planes como el dejar morir de hambre a los residentes en los guetos y campos de trabajo (que, en bue-na medida, se cumplieron). A partir de 1941 los nazis comenzaron a pensar seriamente en lo que llama-ron Solución Final, es decir, el exterminio total de los judíos de Europa. En un solo día, el 29 de septiem-bre de ese año, los alemanes mataron a tiros a 33.700 judíos de Kiev en el barranco de Babi Yar. En Ucra-nia, Lituania, Rumanía, Yugoslavia y Hungría se llevaron a cabo operaciones similares. Para acelerar el exterminio se utilizaron camiones con gas capaces de asfixiar a cientos de judíos en pocos minutos, y en los campos comenzaron a funcionar las cámaras de gas, con capacidad para miles de personas. Hambrunas, fusilamientos masivos, camiones y cámaras de gas exterminaban a cientos de miles de ju-díos diariamente. A medida que se iban produciendo reveses en el frente del Este, Hitler acentuaba los métodos para el exterminio con la multiplicación de las Aktion en las que se asesinaba a decenas de miles de judíos. 1942 fue el año en el que la ofensiva alemana contra los judíos alcanzó su punto culmi-nante. La Solución Final debía estar completada antes del 31 de diciembre de ese año. Para este objeti-vo se instalaron en Treblinka cámaras de gas capaces de hacerse cargo de las 18.000 personas que lle-gaban diariamente a ese campo (de julio a agosto fueron gaseados 312.000 judíos aquí). En Auschwitz sólo quedaron con vida 200.000 de alrededor de 1.300.000 judíos. En Belzec habían sido exterminados 434.000 y unos 100.00 en Sobibor. En 1943 ya habían muerto dos millones y medio. Al final de la guerra habían sido asesinados entre cinco y seis millones. *[email protected]

A

Cuadro original de Waldemar Nowakowski inspirado en una de las matanzas de Auschwitz.

vergüenza La mayor

FARO DE VIGO Sábado, 17 de abril de 20102

del siglo XX“El Tercer Reich y los judíos”, un exhaustivo y minucioso estudio sobre el Holocausto, revela los crímenes más horribles del nazismo y revisa el papel de la sociedad alemana y de las iglesias cristianas

Ficción

1. El asedio.El asedio.El asedio.El asedio. Arturo Pérez Reverte (Alfaguara).

2. El tiempo entre costuras.El tiempo entre costuras.El tiempo entre costuras.El tiempo entre costuras. María Dueñas (Temas de Hoy).

3. Dime quién soy.Dime quién soy.Dime quién soy.Dime quién soy. Julia Navarro (Plaza&Janés).

4. Venganza en Sevilla.Venganza en Sevilla.Venganza en Sevilla.Venganza en Sevilla. Matilde Asensi (Planeta).

5. Los ojos amarillos de los Los ojos amarillos de los Los ojos amarillos de los Los ojos amarillos de los cocodrilos.cocodrilos.cocodrilos.cocodrilos. Catherine Pancol (Esfera).

6. La playa de los ahogados.La playa de los ahogados.La playa de los ahogados.La playa de los ahogados. Domingo Villar (Siruela).

No Ficción

1. El viaje al poder de la mente.El viaje al poder de la mente.El viaje al poder de la mente.El viaje al poder de la mente. Eduard Punset (Destino).

2. El secreto.El secreto.El secreto.El secreto. Rhonda Byrne (Urano).

3. El Maquiavelo de León.El Maquiavelo de León.El Maquiavelo de León.El Maquiavelo de León. José García Abad (La Esfera).

4. La inutilidad del sufrimiento.La inutilidad del sufrimiento.La inutilidad del sufrimiento.La inutilidad del sufrimiento. M.J. Alava Reyes (La Esfera).

5. Superar la adversidad.Superar la adversidad.Superar la adversidad.Superar la adversidad. Luis Rojas Marcos (Espasa).

6. El beneficio.El beneficio.El beneficio.El beneficio. Álex Rovira (Martínez-Roca).

En Galego

1. A praia dos afogados.A praia dos afogados.A praia dos afogados.A praia dos afogados. Domingo Villar (Galaxia).

2. Unha historia que non vou Unha historia que non vou Unha historia que non vou Unha historia que non vou contar.contar.contar.contar. Cid Cabido (Xerais).

3. 55 mentiras sobre a lingua 55 mentiras sobre a lingua 55 mentiras sobre a lingua 55 mentiras sobre a lingua galega.galega.galega.galega. Xosé H. Costas (Laiovento).

4. A cociña de Larpeiros.A cociña de Larpeiros.A cociña de Larpeiros.A cociña de Larpeiros. Benigno Campos (Galaxia).

5. Ollos de auga.Ollos de auga.Ollos de auga.Ollos de auga. Domingo Villar (Galaxia).

El esplendor ÁLVARO OTERO Ediciones Irreventes, 298 páginas

Salvador Rodríguez

A estas alturas, caben pocas dudas de que Álvaro Otero se ha incorporado con voz propia y todos los merecimientos a la ca-beza de carrera de ese haz de escritores gallegos que, expre-sándose en castellano, proba-blemente dentro de unos años merezcan el calificativo de gene-ración del 60/70 o acaso de nue-va ola galaica que, eso sí, todavía a gran distancia, está dispuesta a

tomar el relevo de los maestros Torrente Ballester y Camilo José Cela. Junto a Susana Fortes o Marta Rivera de la Cruz, o, éste en un registro distinto, el comer-

cial Domingo Villar, Otero cierra (de momento) con “El esplen-dor” una simbólica trilogía del mar que viene precedida por “Días de agua” y “De mar y de muerte”. Meticuloso, inevitable-mente deudor de técnicas narra-tivas periodísticas, con una vena emocional abierta al “torrentis-mo” (el de don Gonzalo, claro) y dotado de una especial habili-dad en el retrato de ambientes, Álvaro Otero suma elementos nuevos a medida que su trayec-toria avanza y el número de sus obras se acrecienta. Es, como suele decirse en estos casos, un autor que “va a más” pues El es-plendor es, desde cualquier pun-to de vista, y sin desmerecer a las otras, una novela más rica en recursos que cualquiera de sus novelas anteriores, sin altibajos, sin puntos muertos...En fin, más cuajada en lo que atañe a eso que comúnmente se llama ofi-cio de escribir.

La forma de la noche JUAN PEDRO APARICIO Rey Lear, 288 páginas

El 18 de julio de 1936, mientras el coronel Aranda se alza contra la República en Oviedo, a sólo unos kilóme-tros varios tigres se escapan del circo Franconi, acampado en Gijón, sede de los sindica-tos obreros. El miedo a las fie-ras crece al mismo ritmo que la violencia desatada por la Guerra Civil, en una de las múltiples alegorías que con-tiene esta novela.

Pero La forma de la noche no es sólo un relato bélico: a través de la singular historia de amor entre un miliciano y una joven de la burguesía as-turiana, aureolados como hé-roes por el fervor popular, Juan Pedro Aparicio indaga en las raíces que cimentaron la sociedad de los “cuarenta años de paz”.

Vento mareiro MANUEL TORRES VIQUEIRA. Autoedición. 279 páginas

Manuel Torres Viqueira de-buta como novelista con un relato cronológicamente si-tuado en el Marín de princi-pios del siglo pasado y mar-cado, por lo tanto, por el am-biente marinero, brusco y hostil unas veces, heroico y ti-tánico otras, tan pródigo y rumboso en la abundancia como humilde y resignado en la adversidad y en la mise-ria; creyente en el infortunio, pero siempre nostálgico en la ausencia de su pueblo. Proto-tipo de novela histórica, en Vento mareiro se recurre a he-chos, lugares, nombres y situa-ciones más o menos verídi-cas, aunque protagonizadas por personajes ficticios, para narrar una historia de “litoral gallego” ilustrada con dibu-jos y grabados del pintor Ma-nuel Torres, tío del autor.

FARO DE VIGO Sábado, 17 de abril de 2010 3

Los más vendidos

La consolidación de una voz propia

Con la colaboración de: Casa del libro (Vigo)

Oscura monótona sangre SERGIO OLGUÍN Tusquets Editores

192 Páginas

Francisco García Pérez

i un jurado que preside Juan Marsé y que está in-tegrado por personas que

admiro (a todas menos a una) decide que la novela de Sergio Olguín (Buenos Aires, 1967) me-rece el V Premio Tusquets Edito-res, Oscura monótona sangre (tí-tulo que es un verso de Salvatore Quasimodo), me creo a pies jun-tillas que no había otra mejor en-tre las presentadas, como me creo que los árbitros de fútbol pitan siempre lo que ven, sin que otros factores les conturben el juicio. Un empresario bonaerense -ri-co, casado, padre, corrupto- se echa un desahogo con una pros-tituta adolescente de la villa 21, uno de esos barrios miserables y violentos que rodean la capital. Le gusta, repite con otra, le inten-tan robar y mata a un ladronzue-lo. Como se enamora (o sustitu-yan ustedes el verbo por otro pronominal malsonante) de la primera, la quiere retirar para su uso, ponerle piso y tal. Claro está, los malos de villa 21 claman ven-ganza por la muerte del chorici-

llo, la lían y catástrofe final. Es de-cir, el ya tan frecuente argumen-to del rico que se desvía de su ruta y se da de narices con la realidad que desearía ignorar, y que acaba absorbiéndolo. Cuán-to ha facilitado el trabajo La ho-guera de las vanidades a tanto novelista: el esquema narrativo ya se lo da hecho. No hace falta mucho tiempo para rellenarlo: basta un trimestre; entre febrero y abril del 2009, lo hizo Olguín. Nada de complicaciones: terce-

ra persona omnis-ciente, exposición, nudo y desenlace. ¿Que Oscura… es una muestra de la vileza, hipocresía y múltiple moral del burgués que se avillana? Sí, señor. ¿Que es una de-nuncia contra el soborno, las conni-vencias policiales, las condiciones de vida en los su-burbios? También. ¿Que plantea, en plan dialéctico, la lucha de clases, la tensión entre rico y pobre? Cómo no. ¿Que se lee fácil-mente? Y tan fácil-mente. ¿Se pueden extraer de ella re-flexiones morales? Desde las antedi-chas, a las más per-versas: no te mez-cles con putas de esquina casi ni-ñas si tienes una empresa y una fa-milia que defender, porque van a acabar por dártelas todas en el mismo sitio. En pintar a los se-cundarios, no se ha esmerado mucho Olguín: esposa típica, hija así mismo, portero de finca urba-na ex policía y cliché total, so-

cios trapaceros. Incluso nos rega-la uno que sobra por completo: el joven pariente que acaba por no aparecer; “prueben a supri-mirlo y verán cómo la novela si-gue su curso igual. Y fíjense bien en la página 145, porque hay o

bien un fallo técni-co o yo no alcanzo a ver la elipsis por la cual Andrada sabe la dirección exacta a la que Arizmendi ha de llevar a la chi-ca si Teresa sólo le dice el barrio y el cruce de una aveni-da con Pringles: fa-llo mío, seguro, por fijarme en esas co-sas. Estoy casi seguro de que un escritor tan prolífico como Sergio Olguín no se propuso escribir la novela de su vida con Oscura monóto-na sangre, sino una narración de estilo clásico, lineal, con su intriga, su denuncia y su resolución de sota, caballo y rey. Estoy seguro de que, como dije, era la me-jor de las presenta-das al concurso, y de

que un árbitro no pi-ta un penalti si no lo

ve claro. Estoy seguro de que mi ingenuidad anda pidiendo ex-traordinarias novelas cada vez que abro una nueva con un pre-mio tan importante en su haber. Luego, me topo con una novela normal y ocurre lo que ocurre.

Sergio Olguín no se complica la vida: tercera persona omnisciente, exposición, nudo y desenlace

Una narración lineal

S

El escritor argentino Sergio Olguín.

Ficción

1. El asedio.El asedio.El asedio.El asedio. Arturo Pérez Reverte (Alfaguara).

2. El tiempo entre costuras.El tiempo entre costuras.El tiempo entre costuras.El tiempo entre costuras. María Dueñas (Temas de Hoy).

3. Dime quién soy.Dime quién soy.Dime quién soy.Dime quién soy. Julia Navarro (Plaza&Janés).

4. Venganza en Sevilla.Venganza en Sevilla.Venganza en Sevilla.Venganza en Sevilla. Matilde Asensi (Planeta).

5. Los ojos amarillos de los Los ojos amarillos de los Los ojos amarillos de los Los ojos amarillos de los cocodrilos.cocodrilos.cocodrilos.cocodrilos. Catherine Pancol (Esfera).

6. La playa de los ahogados.La playa de los ahogados.La playa de los ahogados.La playa de los ahogados. Domingo Villar (Siruela).

No Ficción

1. El viaje al poder de la mente.El viaje al poder de la mente.El viaje al poder de la mente.El viaje al poder de la mente. Eduard Punset (Destino).

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4. La inutilidad del sufrimiento.La inutilidad del sufrimiento.La inutilidad del sufrimiento.La inutilidad del sufrimiento. M.J. Alava Reyes (La Esfera).

5. Superar la adversidad.Superar la adversidad.Superar la adversidad.Superar la adversidad. Luis Rojas Marcos (Espasa).

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tomar el relevo de los maestros Torrente Ballester y Camilo José Cela. Junto a Susana Fortes o Marta Rivera de la Cruz, o, éste en un registro distinto, el comer-

cial Domingo Villar, Otero cierra (de momento) con “El esplen-dor” una simbólica trilogía del mar que viene precedida por “Días de agua” y “De mar y de muerte”. Meticuloso, inevitable-mente deudor de técnicas narra-tivas periodísticas, con una vena emocional abierta al “torrentis-mo” (el de don Gonzalo, claro) y dotado de una especial habili-dad en el retrato de ambientes, Álvaro Otero suma elementos nuevos a medida que su trayec-toria avanza y el número de sus obras se acrecienta. Es, como suele decirse en estos casos, un autor que “va a más” pues El es-plendor es, desde cualquier pun-to de vista, y sin desmerecer a las otras, una novela más rica en recursos que cualquiera de sus novelas anteriores, sin altibajos, sin puntos muertos...En fin, más cuajada en lo que atañe a eso que comúnmente se llama ofi-cio de escribir.

La forma de la noche JUAN PEDRO APARICIO Rey Lear, 288 páginas

El 18 de julio de 1936, mientras el coronel Aranda se alza contra la República en Oviedo, a sólo unos kilóme-tros varios tigres se escapan del circo Franconi, acampado en Gijón, sede de los sindica-tos obreros. El miedo a las fie-ras crece al mismo ritmo que la violencia desatada por la Guerra Civil, en una de las múltiples alegorías que con-tiene esta novela.

Pero La forma de la noche no es sólo un relato bélico: a través de la singular historia de amor entre un miliciano y una joven de la burguesía as-turiana, aureolados como hé-roes por el fervor popular, Juan Pedro Aparicio indaga en las raíces que cimentaron la sociedad de los “cuarenta años de paz”.

Vento mareiro MANUEL TORRES VIQUEIRA. Autoedición. 279 páginas

Manuel Torres Viqueira de-buta como novelista con un relato cronológicamente si-tuado en el Marín de princi-pios del siglo pasado y mar-cado, por lo tanto, por el am-biente marinero, brusco y hostil unas veces, heroico y ti-tánico otras, tan pródigo y rumboso en la abundancia como humilde y resignado en la adversidad y en la mise-ria; creyente en el infortunio, pero siempre nostálgico en la ausencia de su pueblo. Proto-tipo de novela histórica, en Vento mareiro se recurre a he-chos, lugares, nombres y situa-ciones más o menos verídi-cas, aunque protagonizadas por personajes ficticios, para narrar una historia de “litoral gallego” ilustrada con dibu-jos y grabados del pintor Ma-nuel Torres, tío del autor.

FARO DE VIGO Sábado, 17 de abril de 2010 3

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La consolidación de una voz propia

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192 Páginas

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i un jurado que preside Juan Marsé y que está in-tegrado por personas que

admiro (a todas menos a una) decide que la novela de Sergio Olguín (Buenos Aires, 1967) me-rece el V Premio Tusquets Edito-res, Oscura monótona sangre (tí-tulo que es un verso de Salvatore Quasimodo), me creo a pies jun-tillas que no había otra mejor en-tre las presentadas, como me creo que los árbitros de fútbol pitan siempre lo que ven, sin que otros factores les conturben el juicio. Un empresario bonaerense -ri-co, casado, padre, corrupto- se echa un desahogo con una pros-tituta adolescente de la villa 21, uno de esos barrios miserables y violentos que rodean la capital. Le gusta, repite con otra, le inten-tan robar y mata a un ladronzue-lo. Como se enamora (o sustitu-yan ustedes el verbo por otro pronominal malsonante) de la primera, la quiere retirar para su uso, ponerle piso y tal. Claro está, los malos de villa 21 claman ven-ganza por la muerte del chorici-

llo, la lían y catástrofe final. Es de-cir, el ya tan frecuente argumen-to del rico que se desvía de su ruta y se da de narices con la realidad que desearía ignorar, y que acaba absorbiéndolo. Cuán-to ha facilitado el trabajo La ho-guera de las vanidades a tanto novelista: el esquema narrativo ya se lo da hecho. No hace falta mucho tiempo para rellenarlo: basta un trimestre; entre febrero y abril del 2009, lo hizo Olguín. Nada de complicaciones: terce-

ra persona omnis-ciente, exposición, nudo y desenlace. ¿Que Oscura… es una muestra de la vileza, hipocresía y múltiple moral del burgués que se avillana? Sí, señor. ¿Que es una de-nuncia contra el soborno, las conni-vencias policiales, las condiciones de vida en los su-burbios? También. ¿Que plantea, en plan dialéctico, la lucha de clases, la tensión entre rico y pobre? Cómo no. ¿Que se lee fácil-mente? Y tan fácil-mente. ¿Se pueden extraer de ella re-flexiones morales? Desde las antedi-chas, a las más per-versas: no te mez-cles con putas de esquina casi ni-ñas si tienes una empresa y una fa-milia que defender, porque van a acabar por dártelas todas en el mismo sitio. En pintar a los se-cundarios, no se ha esmerado mucho Olguín: esposa típica, hija así mismo, portero de finca urba-na ex policía y cliché total, so-

cios trapaceros. Incluso nos rega-la uno que sobra por completo: el joven pariente que acaba por no aparecer; “prueben a supri-mirlo y verán cómo la novela si-gue su curso igual. Y fíjense bien en la página 145, porque hay o

bien un fallo técni-co o yo no alcanzo a ver la elipsis por la cual Andrada sabe la dirección exacta a la que Arizmendi ha de llevar a la chi-ca si Teresa sólo le dice el barrio y el cruce de una aveni-da con Pringles: fa-llo mío, seguro, por fijarme en esas co-sas. Estoy casi seguro de que un escritor tan prolífico como Sergio Olguín no se propuso escribir la novela de su vida con Oscura monóto-na sangre, sino una narración de estilo clásico, lineal, con su intriga, su denuncia y su resolución de sota, caballo y rey. Estoy seguro de que, como dije, era la me-jor de las presenta-das al concurso, y de

que un árbitro no pi-ta un penalti si no lo

ve claro. Estoy seguro de que mi ingenuidad anda pidiendo ex-traordinarias novelas cada vez que abro una nueva con un pre-mio tan importante en su haber. Luego, me topo con una novela normal y ocurre lo que ocurre.

Sergio Olguín no se complica la vida: tercera persona omnisciente, exposición, nudo y desenlace

Una narración lineal

S

El escritor argentino Sergio Olguín.

ada vez sabemos máis do comportamento e hábitos dos nosos lo-

bos. Eles constitúen unha po-boación da especie que se adaptou desde tempos inme-morais a vivir no territorio da vella Gallaecia. Sempre se pen-sou que o noso lobo era resi-dente, con exclusividade, nas serras, nas que cazaba. Agora parece que pode andar ás cre-bas polos areais costeiros máis apartados. Comedor de carne, con seguranza, investigacións recentes demostraron que o lo-bo pode papar tamén un bon acio de uvas maduras. Enténde-se que a súa pelaxe é palliza, cardosa ou avermellada, aínda que sabemos do lobo negro que xa Víctor López Seoane vi-ra trotar pola freguesía de Arca-de, alí onda o Verdugo deita as augas no Fondo da Ría de Vigo, no segunda metade do século XIX.

Hai, alén do lobo real, outro. Si: outro lobo que entoba e co-rre polo fondo da nosa cultura tradicional. Este lobo mítico pa-sa con frecuencia ás letras. Po-de facer isto con tanta insisten-cia que Gonzalo R. Mourullo, antes de se extinguir como au-tor, considurou o lobo como un-ha insignia da literatura galega máis conservadora e prescindí-bel. El pensaba, claro, en Ánxel Fole.

Algunha xente de onda nós non lle chama ao lobo polo seu nome e usa mots de couverture ou sexa palabras tranquilizado-ras para se referir a el, como po-den ser o das súas orellas ou Pe-rico mesmamente. Alonso Mon-tero ten divulgado este asunto do tabú lingüístico.

O pobo conta e non para do lobo e os antropólogos e etnó-grafos tamen están sempre a coleccionar e interpretar os costumes fabulosos do animal imaxinado. Como saben, este come carne unha parte do ano pero ten unha xeira na que co-me lama e mesmo outra de xexún, como facían os católi-

cos de antano. Bestas e huma-nos ventan ou presinten o lobo e sofren arreguizo sen mesmo velo. Os lobos traballan psicolo-xicamente a xente acompañán-doa polos camiños e dándolle co rabo nas pernas antes de as devorar. Dunha vez o soldado de permiso (destemido) atrave-sou a serra e os lobos coméron-no e só deixaron coma amosé-gada os botóns da farda. É deta-

lle xeralmente admitido que o lobo só come a parte esquerda do corpo das súas víctimas. E así máis cousas.

X. Rof Carballo, a quen lle pe-dín emprestadas as verbas para titular este artigo, estudou o ca-so dos nenos de Esnapur, na In-dia, que parece que foron alei-toados e criados por unha loba. Un caso semellante ao de Mogwly, conto maravilloso de

Rudyard Kipling que sae en The Jungle Book. A análise de tal episodio real e extraosdinario levou Rof Carballo a ilustrar e arrequecer a súa teoría antro-polóxica da urdime materna, coa que explica a construcción da persoa humana como recio-nal e social. Non están moi di-vulgadas, mais corren por aí his-torias orais de nenos lobo en Galicia. Supoño que todas se-

xan míticas aínda que algunha foi considerada como certa.

Son dous os grandes mitos galegos nas que humanos e lo-bos se mesturan. Un é a do lo-bishome ou lobo da xente. Este fixo correr ríos de tinta, que en Galicia foron máis caudalosos ca en ningures debido ao caso real de Manuel Blanco Roma-santa. Do lobishome seguiremos tratando no Fondo dos Espellos. Outro mito que relaciona o hu-mano coa fera que nos ocupa é o da Peeira dos Lobos, misterio-so e escuro onde os haxa.

En esquema, diremos que a Peeira é unha muller que anda cos lobos pola noite. Coida de-les e eles sonlle obedientes. Ás veces é un varón o que desem-peña tan extraordinario oficio. A palabra Peeira non ten máis uso en galego ca o referido á fábula. Pode proceder do Latín peda-rium, a “aquel ou aquela que ca-miña a pé”. Coñécese esta figura imaxinaria noutros lugares de Europa. En Francia recibe o no-me de meneur e soe ser masculi-na. Meneur, ou sexa “conductor” dos lobos. Dicíase que os zo-queiros e carboeiros dos boscos de Bretaña soían ser meneurs dos lobos. Hai unha palabra bre-tona que serve para designar es-ta figura imaxinaria aínda que eu non a coñeza.

Para min a Peeira dos Lobos é a supervivencia dunha antiga deusa pre-cristiá.

Un sabio en materia de lo-bos, Felipe Bárcena, contoume que viu nos Ancares unha mu-ller que se movía velozmente e rodeada de cans. Por un instan-te o narrador, que coñece moi ben a mitoloxía do lobo galego, sentiuse en presenza da Peeira. Trataríase dunha persoa trastor-nada que asumiu a condición de Peeira dos Lobos. Non coido eu que haxa persoas capaces de conseguir a obediencia dun grupo de lobos. De todos os xei-tos, Félix Rodríguez de la Fuen-te aseguraba que unha manda de lobos recoñecíao a el como mancho dominante. Non sei…

Algunha xente de onda nós non lle chama ao lobo polo seu nome e usa mots de couverture ou sexa palabras tranquilizadoras para se referir a el, como poden ser o das súas orellas ou Perico mesmamente

NO FONDO DOS

ESPELLOS X.L. MÉNDEZ FERRÍN

C

Mito e realidade dos nosos lobos

FARO DE VIGO Sábado, 17 de abril de 20104

O lobishome

de Teis

J.J. Rodríguez Calaza, a quen os ami-gos de vello coñecemos por Pepín, escrí-beme para precisar o desenlace da his-toria do lobishome dos Caños (Teis, Vi-go) que el me referira hai moitos anos. Eu dixera no Fondo dos Espellos que o pai do lobishome lle tallara co machado unha man para liberalo da fada. “A cou-sa non foi así (dinos Rodríguez Calaza). O curmán, para quitarlle a fada, tiroulle un estadullo ao lombo pero furoulle un ollo”.

En todo caso, o rito de lle facer san-gue ao lobishome produciuse dacordo coa prescripción máxica.

A Guarda e

Salvaterra

“Aínda que levo cáseque vinte anos en Galicia, nacín en Logroño e sempre me chamou a atención que no sur da provincia de Pontevedra haxa dúas vilas cos mesmos nomes que outras dúas da Rioxa alavesa, na provincia de Álava, e que, ademáis, nos dous casos, unha de-las estea moi pretiño da outra. Falo de Salvaterra e A Guarda, en Pontevedra, e de Salvatierra e La Guardia, na Rioxa ala-vesa. Pódese deber isto a algo máis ca unha casualidade?”

FÉLIX CABALLERO WANGÜEMERT VIGO

A proximidade xeográfica é casual,

segundo penso. O nome de Salvaterra aparece aquí a acolá adaptado a dife-rentes linguas por toda a Europa romá-nica. Na actual Francia hai, por exemplo, cinco lugares Sauveterre, e pode haber máis que eu descoñeza. De formación feudal, parece indicar “lugar de privile-xio e de protección”. Tamén van unidas as Salvaterra á noción de “lugar ben for-tificado e defendido”. O curioso é que o outro topónimo A Guarda /La Guardia presenta características semellantes. Alén das moitas Guarda de Portugal, aparécenos Garda en Italia, aínda que as Gard francesas poidan constituir falsos amigos pois en normando a palabra de-signa “xardín” e pode ter orixe eitimoló-xica diferente da de fortificación. A un lugar ben defendido púxoselle o nome fachendoso Guarda e así quedou para

sempre. Mesmo hai un famoso romance de cabalaría que fala do castelo da Do-lorosa Guarda. O aeroporto noviyorkino de Laguardia levaba ese nome por un al-calde, seica. E o instituto Eusebio da Guarda da Coruña chámase así en me-moria do seu rico benefactor. Porque tanto Salvaterra como A Guarda saltan con facilidade da toponimia á antropo-nimia en todas as suas variantes lingüís-ticas.

Todos aqueles que quixeren colaborar coa súa opinión en NO FONDO DOS ESPELLOS poden escribir por correo ordi-nario a:

X. L. Méndez Ferrín

FARO DE VIGO Rúa Uruguay, 10-A

Aptdo. Correos, 91. VIGO

CAIXA POSTAL

ada vez sabemos máis do comportamento e hábitos dos nosos lo-

bos. Eles constitúen unha po-boación da especie que se adaptou desde tempos inme-morais a vivir no territorio da vella Gallaecia. Sempre se pen-sou que o noso lobo era resi-dente, con exclusividade, nas serras, nas que cazaba. Agora parece que pode andar ás cre-bas polos areais costeiros máis apartados. Comedor de carne, con seguranza, investigacións recentes demostraron que o lo-bo pode papar tamén un bon acio de uvas maduras. Enténde-se que a súa pelaxe é palliza, cardosa ou avermellada, aínda que sabemos do lobo negro que xa Víctor López Seoane vi-ra trotar pola freguesía de Arca-de, alí onda o Verdugo deita as augas no Fondo da Ría de Vigo, no segunda metade do século XIX.

Hai, alén do lobo real, outro. Si: outro lobo que entoba e co-rre polo fondo da nosa cultura tradicional. Este lobo mítico pa-sa con frecuencia ás letras. Po-de facer isto con tanta insisten-cia que Gonzalo R. Mourullo, antes de se extinguir como au-tor, considurou o lobo como un-ha insignia da literatura galega máis conservadora e prescindí-bel. El pensaba, claro, en Ánxel Fole.

Algunha xente de onda nós non lle chama ao lobo polo seu nome e usa mots de couverture ou sexa palabras tranquilizado-ras para se referir a el, como po-den ser o das súas orellas ou Pe-rico mesmamente. Alonso Mon-tero ten divulgado este asunto do tabú lingüístico.

O pobo conta e non para do lobo e os antropólogos e etnó-grafos tamen están sempre a coleccionar e interpretar os costumes fabulosos do animal imaxinado. Como saben, este come carne unha parte do ano pero ten unha xeira na que co-me lama e mesmo outra de xexún, como facían os católi-

cos de antano. Bestas e huma-nos ventan ou presinten o lobo e sofren arreguizo sen mesmo velo. Os lobos traballan psicolo-xicamente a xente acompañán-doa polos camiños e dándolle co rabo nas pernas antes de as devorar. Dunha vez o soldado de permiso (destemido) atrave-sou a serra e os lobos coméron-no e só deixaron coma amosé-gada os botóns da farda. É deta-

lle xeralmente admitido que o lobo só come a parte esquerda do corpo das súas víctimas. E así máis cousas.

X. Rof Carballo, a quen lle pe-dín emprestadas as verbas para titular este artigo, estudou o ca-so dos nenos de Esnapur, na In-dia, que parece que foron alei-toados e criados por unha loba. Un caso semellante ao de Mogwly, conto maravilloso de

Rudyard Kipling que sae en The Jungle Book. A análise de tal episodio real e extraosdinario levou Rof Carballo a ilustrar e arrequecer a súa teoría antro-polóxica da urdime materna, coa que explica a construcción da persoa humana como recio-nal e social. Non están moi di-vulgadas, mais corren por aí his-torias orais de nenos lobo en Galicia. Supoño que todas se-

xan míticas aínda que algunha foi considerada como certa.

Son dous os grandes mitos galegos nas que humanos e lo-bos se mesturan. Un é a do lo-bishome ou lobo da xente. Este fixo correr ríos de tinta, que en Galicia foron máis caudalosos ca en ningures debido ao caso real de Manuel Blanco Roma-santa. Do lobishome seguiremos tratando no Fondo dos Espellos. Outro mito que relaciona o hu-mano coa fera que nos ocupa é o da Peeira dos Lobos, misterio-so e escuro onde os haxa.

En esquema, diremos que a Peeira é unha muller que anda cos lobos pola noite. Coida de-les e eles sonlle obedientes. Ás veces é un varón o que desem-peña tan extraordinario oficio. A palabra Peeira non ten máis uso en galego ca o referido á fábula. Pode proceder do Latín peda-rium, a “aquel ou aquela que ca-miña a pé”. Coñécese esta figura imaxinaria noutros lugares de Europa. En Francia recibe o no-me de meneur e soe ser masculi-na. Meneur, ou sexa “conductor” dos lobos. Dicíase que os zo-queiros e carboeiros dos boscos de Bretaña soían ser meneurs dos lobos. Hai unha palabra bre-tona que serve para designar es-ta figura imaxinaria aínda que eu non a coñeza.

Para min a Peeira dos Lobos é a supervivencia dunha antiga deusa pre-cristiá.

Un sabio en materia de lo-bos, Felipe Bárcena, contoume que viu nos Ancares unha mu-ller que se movía velozmente e rodeada de cans. Por un instan-te o narrador, que coñece moi ben a mitoloxía do lobo galego, sentiuse en presenza da Peeira. Trataríase dunha persoa trastor-nada que asumiu a condición de Peeira dos Lobos. Non coido eu que haxa persoas capaces de conseguir a obediencia dun grupo de lobos. De todos os xei-tos, Félix Rodríguez de la Fuen-te aseguraba que unha manda de lobos recoñecíao a el como mancho dominante. Non sei…

Algunha xente de onda nós non lle chama ao lobo polo seu nome e usa mots de couverture ou sexa palabras tranquilizadoras para se referir a el, como poden ser o das súas orellas ou Perico mesmamente

NO FONDO DOS

ESPELLOS X.L. MÉNDEZ FERRÍN

C

Mito e realidade dos nosos lobos

FARO DE VIGO Sábado, 17 de abril de 20104

O lobishome

de Teis

J.J. Rodríguez Calaza, a quen os ami-gos de vello coñecemos por Pepín, escrí-beme para precisar o desenlace da his-toria do lobishome dos Caños (Teis, Vi-go) que el me referira hai moitos anos. Eu dixera no Fondo dos Espellos que o pai do lobishome lle tallara co machado unha man para liberalo da fada. “A cou-sa non foi así (dinos Rodríguez Calaza). O curmán, para quitarlle a fada, tiroulle un estadullo ao lombo pero furoulle un ollo”.

En todo caso, o rito de lle facer san-gue ao lobishome produciuse dacordo coa prescripción máxica.

A Guarda e

Salvaterra

“Aínda que levo cáseque vinte anos en Galicia, nacín en Logroño e sempre me chamou a atención que no sur da provincia de Pontevedra haxa dúas vilas cos mesmos nomes que outras dúas da Rioxa alavesa, na provincia de Álava, e que, ademáis, nos dous casos, unha de-las estea moi pretiño da outra. Falo de Salvaterra e A Guarda, en Pontevedra, e de Salvatierra e La Guardia, na Rioxa ala-vesa. Pódese deber isto a algo máis ca unha casualidade?”

FÉLIX CABALLERO WANGÜEMERT VIGO

A proximidade xeográfica é casual,

segundo penso. O nome de Salvaterra aparece aquí a acolá adaptado a dife-rentes linguas por toda a Europa romá-nica. Na actual Francia hai, por exemplo, cinco lugares Sauveterre, e pode haber máis que eu descoñeza. De formación feudal, parece indicar “lugar de privile-xio e de protección”. Tamén van unidas as Salvaterra á noción de “lugar ben for-tificado e defendido”. O curioso é que o outro topónimo A Guarda /La Guardia presenta características semellantes. Alén das moitas Guarda de Portugal, aparécenos Garda en Italia, aínda que as Gard francesas poidan constituir falsos amigos pois en normando a palabra de-signa “xardín” e pode ter orixe eitimoló-xica diferente da de fortificación. A un lugar ben defendido púxoselle o nome fachendoso Guarda e así quedou para

sempre. Mesmo hai un famoso romance de cabalaría que fala do castelo da Do-lorosa Guarda. O aeroporto noviyorkino de Laguardia levaba ese nome por un al-calde, seica. E o instituto Eusebio da Guarda da Coruña chámase así en me-moria do seu rico benefactor. Porque tanto Salvaterra como A Guarda saltan con facilidade da toponimia á antropo-nimia en todas as suas variantes lingüís-ticas.

Todos aqueles que quixeren colaborar coa súa opinión en NO FONDO DOS ESPELLOS poden escribir por correo ordi-nario a:

X. L. Méndez Ferrín

FARO DE VIGO Rúa Uruguay, 10-A

Aptdo. Correos, 91. VIGO

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