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sta publicación está dedicada a un hom- bre clave para comprender el desarro- llo cultural y científico de nuestra nación. Es nuestro objetivo rescatar del olvido a los hombres que pertenecieron y engrandecieron a la época —mal denominada— colonial. Este olvido es uno de los legados del siglo XIX, siglo dominado por una tendencia liberal, que vio en todo lo español el signo del atraso y el oprobio, incluso algunas personas toda- vía justifican nuestro atraso económico en esta herencia de 300 años de “colonización” española. Lo curioso es que si seguimos estas voces, las que nos dicen que México comienza en 1821, no podremos explicar fácilmente cómo en esta colonia, o mejor dicho en Nueva España, pudieron florecer sensibilidades e inteligencias extraordinarias, “verdaderos pasmos del mundo” —como decían los novo- hispanos— de la talla de nuestra Sor Juana Inés de la Cruz, o de quien nos atañe en esta ocasión, nuestro Don Carlos de Sigüenza y Góngora. En realidad no podemos negar que la cultura dominante en México durante más de tres siglos estuvo regida por uno de los más grandes imperios que haya existido en toda la historia de la humanidad: el imperio español. Es momento de cambiar las bases de nuestro punto de vista, somos producto de una afortunada fusión de hombres y cultu- ras, es tiempo ya de desterrar los prejuicios impuestos sobre una de nuestras venas cul- turales, desgraciadamente existe muy poco interés por lo que significa y significó España para México. Porque el hecho de señalar la exigua valoración de nuestro legado español no es mera retórica, tan sólo pensemos una cosa, no podemos entender lo que pasa hoy si desconocemos lo que pasó ayer, no pode- mos olvidar “nuestro lado español” y no sólo el español sino el árabe, flamenco, italiano y el de todas las naciones que confluían en ese vasto imperio. Esta gaceta está dirigida a los jóvenes que hoy desconocen y descalifican ese antiguo imperio español por seguir la cultura y la ideo- logía del imperio de nuestros días. Año I/No. 9, 14 deMayo de 1998 Texto: Alejandro Eliseo Montiel Bonilla* Don Carlos de Sigüenza y Góngora E *Egresado del Colegio de Historia de la BUAP actualmente cursa maestría en literatura mexi- cana en la misma institución. A su tesis de lñi - cenciatura: Don Carlos de Sigüenza y Góngora ¿creador de la nación mexicana o autor cortesano del siglo XVII?, le fue otorgado el premio a la mejor tesis de literatura en Historia de la Facultas de Filosofía y Letras en 1997.

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sta publicación está dedicada a un hom-bre clave para comprender el desarro-

llo cultural y científico de nuestra nación. Es nuestro objetivo rescatar del olvido a los hombres que pertenecieron y engrandecieron a la época —mal denominada— colonial. Este olvido es uno de los legados del siglo XIX, siglo dominado por una tendencia liberal, que vio en todo lo español el signo del atraso y el oprobio, incluso algunas personas toda-vía justifican nuestro atraso económico en esta herencia de 300 años de “colonización” española. Lo curioso es que si seguimos estas voces, las que nos dicen que México comienza en 1821, no podremos explicar fácilmente cómo en esta colonia, o mejor dicho en Nueva España, pudieron florecer sensibilidades e inteligencias extraordinarias, “verdaderos pasmos del mundo” —como decían los novo-hispanos— de la talla de nuestra Sor Juana Inés de la Cruz, o de quien nos atañe en esta ocasión, nuestro Don Carlos de Sigüenza y Góngora.

En realidad no podemos negar que la cultura dominante en México durante más de tres siglos estuvo regida por uno de los más grandes imperios que haya existido en toda la historia de la humanidad: el imperio español. Es momento de cambiar las bases de nuestro punto de vista, somos producto de una afortunada fusión de hombres y cultu-ras, es tiempo ya de desterrar los prejuicios impuestos sobre una de nuestras venas cul-turales, desgraciadamente existe muy poco interés por lo que significa y significó España para México. Porque el hecho de señalar la exigua valoración de nuestro legado español no es mera retórica, tan sólo pensemos una cosa, no podemos entender lo que pasa hoy si desconocemos lo que pasó ayer, no pode-mos olvidar “nuestro lado español” y no sólo el español sino el árabe, flamenco, italiano y el de todas las naciones que confluían en ese vasto imperio.

Esta gaceta está dirigida a los jóvenes que hoy desconocen y descalifican ese antiguo imperio español por seguir la cultura y la ideo-logía del imperio de nuestros días.

Año I/No. 9, 14 deMayo de 1998

Texto: Alejandro Eliseo Montiel Bonilla*

Don Carlos de Sigüenza y Góngora

E

*Egresado del Colegio de Historia de la BUAP actualmente cursa maestría en literatura mexi-cana en la misma institución. A su tesis de lñi-cenciatura: Don Carlos de Sigüenza y Góngora ¿creador de la nación mexicana o autor cortesano del siglo XVII?, le fue otorgado el premio a la mejor tesis de literatura en Historia de la Facultas de Filosofía y Letras en 1997.

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Aunque es difícil descri-bir en pocas palabras a un hombre de otro tiempo, digamos lo principal de Don Carlos: era extrema-damente curioso, amaba los estudios y poseía una voluntad férrea. Manejaba todo tipo de conocimiento, desde la más perfecta ora-toria clásica, hasta la filo-sofía y matemática, incluso fue uno de los primeros en tratar de descifrar los miste-riosos códices de los indíge-nas mexicanos. Don Carlos provenía de una familia de españoles que había lle-gado a México en busca de mejor suerte. Su padre había sido maestro de un hijo del rey español Felipe IV y, como muchos maes-tros, aún siendo preceptor del príncipe no logró hacer ninguna fortuna. La inmi-gración de los Sigüenza fue un feliz acontecimiento para México pues esta fami-lia, como muchas otras familias extranjeras que han llegado de diferentes latitu-des y en diferentes épocas, vino a enriquecernos, llegó para aportar a estas nuevas tierras su conocimiento y sabiduría.

Teniendo en cuenta el ofi-cio de su padre, no es difícil imaginar el origen del amor de don Carlos por todo lo que significara conocimiento. Sus estudios formales los comenzó en el Colegio de Tepotzotlán, en la ciudad de México, realizó sus votos reli-giosos simples a la edad de 17 años. Muy probablemente a esta edad también inició sus

estudios en lenguas indíge-nas. Así transcurrieron sus primeros años.

Pero no es nuestra inten-ción cansar al lector ofre-ciendo una resumida biografía de Don Carlos, consideramos más provechoso enfocarnos en dos momentos que suscitaron polémica entre los historiado-res y especialistas, pensamos que la exposición de estos hechos suscitarán algunas pre-guntas en nuestros lectores, las que esperamos se animen a responder ellos mismos, pro-fundizando así en la vida de este erudito.

Orígenes del erudito Carlos de Sigüenza y Góngora

¿Porqué expulsaron a Don Carlos del Colegio del Espíritu Santo?

Algunos especialistas han llegado a afirmar que Don Car-los nació en Puebla, (algo com-pletamente falso) aseveración sin duda inspirada en el hecho de que realizó estudios en el antiguo colegio jesuita del Espí-ritu Santo, cuyo edificio ocupa

actualmente nuestra Universi-dad. Esto nos da pie para hablar de un controvertido episodio en la vida de Carlos de Sigüenza, episodio que interrumpiría el sosegado ritmo con que se desa-rrollaban sus estudios hasta ese momento.

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Aunque no tenemos documentos que nos per-mitan saber todas las actividades del joven Sigüenza y Góngora durante su paso por el edificio Carolino, es un hecho que el 3 de agosto de 1667 Sigüenza fue expul-sado del colegio jesuita poblano. En esta época una expulsión adquiría una magnitud extraordinaria, ya que el contexto social en que se daba la hacía ver de tal modo. Pensemos que la sociedad a la que Sigüenza pertenecía era numérica-mente pequeña, bastante cerrada, vigilante todo el tiempo de lo que hace el vecino. La pregunta que se harán muchos es ¿y cuál fue la falta que provocó su expulsión? La respuesta es sencilla: engañaba a los padres jesuitas saliendo de noche, violando las dis-posiciones disciplinarias. Aunque en realidad, bien podríamos decir, que los pétreos muros de un edifi-cio y las estrictas reglas no podían sujetar a un espí-ritu que poseía la primera cualidad de los grandes hombres: la curiosidad. Además parece que había excelentes razones para las escapadas nocturnas de Don Carlos, ya que según recientes estudios, la “vida nocturna” en Puebla durante el siglo XVII era una de las más activas del virreinato. Recordemos que no hablamos de la Puebla actual, cuarta o quinta en categoría de todo México, hablamos de una Puebla poderosa, rica, con gran cultura, rival dignísima de

la gran ciudad de México, a la cual le disputaba per-manentemente la suprema-cía en el reino. No es difícil suponer que a los 22 años, Don Carlos experimentara algo más que curiosidad, cuando en aquellas noches de su juventud escuchaba el bullicio nocturno que traspasaba los fríos muros de su colegio.

Durante mucho tiempo algunos especialistas qui-sieron negarse a aceptar el verdadero motivo de la expulsión, quizá temiendo la condena histórica hacia el sabio, sin embargo, todo esto fue rescatado y aclarado completamente por el insigne historiador Edmundo O´Gor-man, quien descubrió unas cartas del General de la Com-pañía de Jesús en las que se decía: “bien despedido está el hermano Carlos de Sigüenza, estudiante que salió también de noche varias veces, estu-diando en el Colegio del Espí-ritu Santo de la Puebla...”. Desde que O´Gorman aclaró el asunto se han suscitado muchas y variadas opiniones, que van desde la más terrible

condena hasta la indiferencia. En todos los casos estas opi-niones, más que ser criterios válidos de calificación del comportamiento de un hom-bre, demuestran los prejuicios —buenos y malos— de los historiadores y eruditos que han escrito sobre Don Car-los, es decir, reflejan el propio entorno de la persona que escribe, y no al propio Don Carlos. Es comprensible que para cierto tipo de personas sea reprobable el motivo de la expulsión de Sigüenza, sin embargo no es justificable que una persona que escribe en el presente, y que sólo conoce el presente, descalifique a un hombre de otro tiempo por haber roto las reglas de su época. Por nuestra parte, y como dijimos en el principio de este apartado, considera-mos como algo normal que un joven de 22 años, feliz dueño de una curiosidad insaciable, misma que lo llevaría a la cima del conocimiento, haya roto las reglas para descubrir qué extravagantes y coloridos sucesos ocurrían afuera, lejos de las negras vestimentas de los padres jesuitas.

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Ciencia Americana vs. Ciencia Europea en la polémica cometaria de 1680

Si bien no son pocos los testimonios de inteligencia y tenacidad en la vida de nuestro erudito, sin temor a equivocarnos podemos dis-tinguir los momentos máxi-mos que hacen perdurar la memoria de los próceres de cualquier pueblo. De tal magnitud podemos calificar su triunfo intelectual ante un poderoso adversario, otro coloso de la historia mexicana, el jesuita tirolés, evangelizador de septen-trionales tierras, el padre Eusebio Kino.

Como todos sabemos, los hombres ante la presencia de lo difícilmente explicable sentimos inseguridad y temor. Sin embargo, en nuestros días este sentimiento casi ha desa-parecido ante el avance de la tecnología, sin ninguna difi-cultad hoy podemos saber cuáles son las causas de muchos fenómenos natura-les. En el siglo XVII esto no era así, la mayoría de la pobla-

ción palidecía ante la sola presencia de un cometa en el cielo, el miedo hacía fácil presa de la gente ya que no se sabía qué desgracias podía traer un cometa. Esto ocurrió el 15 de noviembre de 1680 cuando en nuestro cielo novohispano apareció este fenómeno. Las predicciones aterradoras y el espanto fueron inmedia-tos. Con el deseo de comba-tir este miedo, rápidamente Don Carlos se dió a la tarea de ofrecer un escrito basado en observaciones astronómi-cas, que contrarrestara los efectos de las creencias popu-lares y diera tranquilidad a la población, su llamado Mani-fiesto Philosofico contra los cometas despojados del imperio que tenían sobre los tímidos, en el que daba cuenta de cómo debía comprenderse la apari-ción de un cometa. Pero más tardó Sigüenza en publicar sus ideas, que la aparición de respuestas adversas funda-mentando las creencias anti-

guas. En uno de estos panfletos incluso se llegó a afirmar que tan sólo el hecho de mirar un cometa debía causar espanto, pues estaba compuesto de “las exhalaciones de los cuerpos muertos y del sudor humano”, otro detractor de Sigüenza escribió un Manifiesto cristiano en favor de los cometas manteni-dos en su natural significación, a lo que Sigüenza contestó con su Belerofonte Matemático... Enfrascado estaba Sigüenza en esta polémica cuando llegó a México un jesuita, reputado por su gran prepa-ración y sabiduría en las cien-cias, de hecho antes de llegar a México le habían ofrecido una cátedra en la Universi-dad alemana de Ingolstadt. En pocas palabras, Kino parecía ser un sabio europeo. La llegada de un personaje de esta talla fue motivo de regocijo para Don Carlos, pues creyó ver en Kino al aliado que inclinaría la balanza definitivamente a su favor en la polémica cometaria. Las atenciones que tuvo Don Carlos para Kino no fueron pocas, como él mismo lo dice: “...me hice su amigo, le llevé a mi casa, le regalé en ella... le comuniqué mis observacio-nes, le mostré mis cartas geo-gráficas, y por saber que había de pasar a California, le presté para que las trasladase las demarcaciones originales...” ¡Pero qué adversa suele ser la experiencia humana! Por-que Kino, lejos de aliarse con Sigüenza, se convirtió en un magnífico opositor del criollo, y aunque sin llegar al extremo de afirmar que los cometas eran exhalaciones de cadá-veres, también fundamentó las ideas popularmente extendidas. Sigüenza quedó

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profundamente herido pero nunca derrotado, pues este “monstruo de la sabidu-ría” respondería al soberbio jesuita con su perenne obra, definitivamente adelantada a su tiempo, la libra Astro-nómica y Philosophica en que D. Carlos de Sigúenza y Gón-gora Cosmógrapho, y Mathe-mático regio en la Academia Mexicana, examina no sólo lo que a su Manifiesto Philo-sophico contra los Cometas opuso el Padre Eusebio Kino de la Compañía de Jesús; sino lo que el mismo Padre opinó, y pretendió haber demostrado en su Exposición Astronó-mica del año 1681. Mas le hubiera valido al Padre Kino nunca haber escrito palabra alguna; pero inmensa for-tuna tuvo en la aparición de esta obra la cultura cientí-fica mexicana, pues la Libra Astronómica es uno de los más logrados trabajos cientí-ficos de Sigüenza y Góngora, en la que demostró amplia-mente que manejaba los más recientes conocimientos que se estaban produciendo en las mejores universidades del occidente europeo.

El ejemplo universal de Don Carlos,

su legado a la Historia de México

Cómo es posible que Don Carlos de Sigüenza y Gón-gora haya estado más adelantado que un sabio europeo que tenía todas las posibilidades de cono-cimiento a su alcance? También sobre este hecho existen muchas explica-ciones, por ejemplo, Octa-

vio Paz plantea que Kino, debido a circunstancias políticas, no pudo respon-der lo que sabía realmente y apoyar a Sigüenza, ya que poderosos personajes de la época, a los cuales Kino estaba sujeto, estaban de acuerdo con la opinión tra-dicional sobre los cometas —lo que de cualquier modo habla mal de Kino—. Otras opiniones deliberadamente ensalzan a Sigüenza y sos-tienen la tesis de que Nueva España era una verdadera cuna de sabios. Quizá las cosas no sean tan sencillas, la realidad nunca es sim-ple. Es indudable que Kino tenía todas las posibilida-des de apoyar las ideas de Sigüenza, sin embargo es un claro prejuicio suponer que el hecho de que viniese de Europa lo hacía auto-máticamente un hombre adelantado. Es pertinente recordar que no todos los individuos de una región son iguales y que Kino no tenía porque haber sido un erudito adelantado a su tiempo. Otro aspecto que debe ser resaltado en esta

polémica es el carácter cos-mopolita de Don Carlos, rasgo que definitivamente le permitió situarse entre los hombres mejor informa-dos de su época, él mismo lo corrobora: “Lo que de mate-máticas he escrito y mis observaciones, no cabiendo en lo poco que bogean en las lagunas de México, se han esparcido por todo el Orbe, donde no deja de con-solarme el que se sepa mi nombre. Prueba sea de ello el que los mayores hom-bres de este siglo, no se han desdeñado de escribirme para solicitar mi amistad, encomendarme observacio-nes, o consultar sus dudas; así lo hicieron, el Monstruo de la Sabiduría y pasmo del mundo Padre Atanasio Kircher desde Roma: el no menos eruditísimo Obispo Don Juan Caramuel desde Milán; Pedro María Cavina desde Florencia en Italia; Don Juan Domingo Casini Catedrático de Bolonia y después presidente del Observatorio Real del Rey Cristianísimo y su matemá-tico primario desde París; Monsieur Flonstead desde Londres...”

Con la exposición y reflexión de estos dos hechos en la vida de Don Carlos de Sigüenza damos fin a nuestra tarea, por ahora, ya que en futu-ras ocasiones hablaremos sobre otro momento en la vida de Don Carlos, por ejemplo, el terrible combate que sostuvo con la Madre Juana Inés de la Cruz a la llegada del Marqués de la Laguna por la disputa del favor virreinal, pero esa es otra historia...

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1645 El 15 de agosto nace en México Carlos de Sigüenza Figueroa. Hijo de Carlos de Sigüenza y Dionisia de Figueroa.

1660 El 17 de mayo ingresa al Colegio de los padres jesuitas en Tepotzotlán.1662 El 15 de agosto hizo sus votos simples. Escribe su Primavera Indiana.

Comienza sus estudios sobre las antigüedades mexicanas.1667 El 3 de agosto Carlos de Sigüenza, después de siete años en la Compañía

de Jesús en su Colegio del Espíritu Santo de Puebla, fue expulsado del Colegio.

1668 Se imprimió Primavera Indiana.1670 Comienza sus observaciones astronómicas.1671 Publicó el primero de sus lunarios y almanaques.1672 El 5 de julio fue nombrado para competir en las oposiciones de la cátedra

de matemáticas y astrología en la Universidad de México, aunque no poseía un título académico. El 20 de julio ganó la cátedra sobrepasando en 60 votos a sus contrincantes.

1673 Se ordena sacerdote.1675 Publicó un lunario. Compuso la inscripción en latín que se encerró en la

primera piedra del templo de María Santísima de Guadalupe en Queré-taro.

1676 Escribió al general de los jesuitas pidiendo que se le readmitiera en la Orden.

1680 Fue nombrado cosmógrafo real. Se imprimió nuevamente su Primavera Indiana. El 19 de octubre pidió licencia para ausentarse de su cátedra en La Real Universidad para encargarse de la realización del arco del Triunfo que realizaría para recibir al virrey, el Marqués de la Laguna. Publicó el Teatro de virtudes políticas, Glorias de Querétaro y el Panegírico con que la muy noble e imperial ciudad de México aplaudió al Marqués de la Laguna. El 30 de diciembre observa el cometa de 1680.

1681 El 13 de enero publicó su Manifiesto philosóphico contra los cometas, despo-jados del imperio que tenían sobre los tímidos. Trabajo que intentaba calmar a los supersticiosos por la aparición del cometa. Ante los los ataques que recibió por este trabajo publica El belerofonte matemático contra la quimera astrológica de D. Martín de la Torre. En la primavera de este año llegó el matemático y misionero Kino quien también atacó a Sigüenza en su obra Exposición astronómica. Sigüenza respondió escribiendo su magna obra Libra astronómica y filosófica.

1682 El 26 de febrero muere la madre de Don Carlos. En abril ayuda a Diego Alva Ixtlilxóchitl para recuperar los bienes de su hermano fallecido, Juan De Alva Ixtlilxóchitl, hijos del famoso historiador Fernando de Alva Ixt-lilxóchitl.

1683 Se publicó el Triunfo parténico. En este libro resume los certámenes poé-ticos de 1682 y 1683, entre cuyos participantes se contaba a Sor Juana Inés de la Cruz. Se volvió a imprimir Primavera Indiana.

Vida y obra de don Carlos de Sigüenza y Góngora

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1684 Publicó el Parayso occidental, que es básicamente la historia del Convento de Jesús María en la ciudad de México.

1687 El jesuita flamenco Pedro Van Hamme visitó a Don Carlos para comunicarle sus observaciones hechas en Europa del cometa de 1680.

1689 Publicación de la Piedad heroica de don Fernando de Cortés, Marqués del Valle. Narra la historia del hospital de la Inmaculada Concepción fun-dado por indicación de Hernán Cortés en su testamento.

1690 El 4 de mayo llegó a la capital Alonso Ramírez, personaje que inmorta-lizaría Don Carlos en su obra Infortunios de Alonso Ramírez, considerada como precursora de la novela mexicana. Publicación de la Libra astro-nómica y filosófica. El 7 de noviembre se le nombró Contador de la Real Universidad.

1691 Año de fuertes lluvias y malas cosechas. Don Carlos se ocupa de la direc-ción de los trabajos de limpieza de las acequias de México. Publicó Rela-ción de lo sucedido a la Armada de Barlovento a fines del año pasado y principios de 1691, así como Trofeo de la justicia española en el castigo de la alevosía francesa.

1692 Ocurrió un motín en contra de las autoridades, el cual Don Carlos inmortalizó en su Alboroto y motín de los Indios de México el 8 de junio de 1692. El mismo Don Carlos salvó del palacio virreinal varios documentos históricos.

1693 Efectuó un viaje a Florida, llegando hasta la desembocadura del río Misisipi, logró un mapa detallado de todos estos los lugares.

1695 Muere su hermano Francisco Sigüenza y Figueroa. También Sor Juana Inés de la Cruz, a quien le escribe su oración fúnebre.

1696 Muerte de su padre. También murió su protector el Arzobispo Aguiar y Seijas quedando Don Carlos sin su empleo de limosnero mayor y de Contador de la Real Universidad.

1697 Conoce al viajero italiano Francisco Gemelli Carreri, con quien haría buena amistad. Todos los documentos sobre los antiguos mexicanos que utilizó Gemelli en su obra Giro del Mondo le fueron proporcionados por Don Carlos, como el mismo italiano lo escribe.

1699 Sostuvo una polémica con Andrés de Arriola quien dudó públicamente de la exactitud de su informe sobre la Florida. Ya con salud muy que-brantada escribió la Contestación a Andrés de Arriola; Arriola quedó humi-llado ante los argumentos de Don Carlos.

1700 El 22 de agosto muere Carlos de Sigüenza y Góngora. El cronista Antonio de Robles anotó: “Mandose enterrar en el colegio de San Pedro y San Pablo de la Compañía; y que luego que muriese lo abriesen para que reconociesen el daño y pudiesen los médicos y cirujanos con su experiencia aprovechar a otros enfermos. Ejecutóse su mandato, y habiéndolo abierto, le hallaron en el riñón derecho, donde dijo que sentía dolor, una piedra del tamaño de un hueso de durazno... Dejó mandado se dijesen ochocientas misas para ajustar con las dos mil que había hecho decir antes...”

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BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA

Rector: Enrique Doger Guerrero Secretario general: Guillermo Nares Rodríguez

Tiempo UniversitarioDirector: Alfonso Yáñez Delgado, Editor: Francisco Ortíz Ortíz, Auxiliar de Diseño Gráfico: Valentina G. Baez Lucero, Cordinador de textos: Humberto Sotelo Mendoza, Captura: Luz María Muñoz Díaz. Tiempo Universitario es una publicación quincenal del Archivo Histórico Universitario. Impreso en: Mundo Color Gráfico. Tiraje: Veinte mil ejemplares. Esta publicación se puede adquirir gratui-tamente en el tercer patio del edificio Carolino, 4 Sur 104, Puebla, Pue. tel.: 32-74-79 con Flora Alarcón. Se aceptan colaboraciones de investigacion sobre colaboraciones de investigación sobre la vida universitaria.

Obras esenciales para comprender a Sigüenza y Góngora

Antonio Lorente Medina. “Don Carlos de Sigüenza y Góngora, educador de príncipes: el Theatro de virtudes políticas”, Literatura Mexicana, México, 1994, 5:2, pp. 335-371.

Irving a. Leonard La época barroca en el México Colonial. Trad. Agustín Escurdia. México, Fondo de Cultura Económica, 1974, 331 pp. (Colección Popular).

José Rojas Garcidueñas. Don Carlos de Sigüenza y Góngora. Erudito Barroco. México, Ediciones Xochitl, 1945, 174 pp. (Vidas mexicanas, 23).

Laura, Benítez Grobet. La idea de la historia en Carlos de Sigüenza y Góngora. México. Uni-versidad Nacional Autónoma de México, 1982 pp. (Seminario de Filosofía en México).

Octavio Paz. Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe. 3ª. México, Fondo de Cultura Económica, 1983. 673 pp. Ils. (Sección de Lengua y Estudios Literarios).

Libra astronómica y filosófica. Presentación de José Gaos, edición de Bernabé Navarro, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Centro de Estudios Filosóficos, 1959, XXXIV-(22), 252 pp., ils. (Nueva Biblioteca Mexicana, 2).

Obras. Con una biografía escrita por Francisco Pérez Salazar. México, Sociedad de Bibliófilos Mexicanos, 1928, LXXXVIII-382 pp. (Bibliófilos Mexicanos, 3).

Parayso Occidental. Plantado y cultivado por la liberal benéfica mano de los muy catholicos y poderosos Reyes de España Nuestros Señores en su magnífico Real Convento de Jesus Maria de Mexico. (Facsímile de la primera edición, México 1684). Pres. Manuel Ramos, Int Margo Glantz. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Centro de Estu-dios de Historia CONDUMEX, 1995, XVL+206 pp.

Piedad Heroyca de don Fernando Cortés. Edición y estudio por Jaime Delgado, Madrid, José Porrúa Turanzas, Editor, 1960, CVIII-98 pp. Ils. (Colección Chimalistac de Libros y Documentos acerca de la Nueva España, 7).

Relaciones históricas. Selección, prólogo y notas de Manuel Romero de Terreros, 5ª. Ed. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1992, XXV-162 pp. (Biblioteca del Estudiante Universitario, 13).