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Capítulo Tercero REDUCCIÓN Y POTENCIACIÓN EN LA MENTE A modo de resumen usted encontrará las ideas principales de cada uno de los apartados del tercer y último capítulo del libro, con la esperanza de que sea de ayuda en su estudio. 1. Las dos leyes del espíritu: En cada persona existen dos leyes que Rielo explica como “un doble movimiento inverso”, dos movimientos contrapuestos de nuestro espíritu: la ley de la inmanencia y la ley de la trascendencia. Por la ley de la inmanencia, soy capaz de reconocerme, de reflexionar sobre mí, ésta es el movimiento que me lleva hacia mí y que, si lo elevo a absoluto (si lo llevo al máximo grado) me pone como centro de todo, llevándome a vivir un egoísmo. Sin embargo, nuestro espíritu tiene otro movimiento inverso, que nos lleva hacia fuera de nosotros mismos, este es el movimiento de la ley de la transcendencia, por esta ley somos capaces de salir de nosotros mismos y conquistar otros mundos. Si entendemos estas dos leyes, surge una pregunta: ¿Hacia dónde me lleva el movimiento externo de la ley de la transcendencia?, seguramente debe existir una dirección. La orientación de este movimiento está dada por una tercera ley de nuestro espíritu que hace la síntesis de las dos anteriores, la ley de la perfectibilidad. Por esta ley, cuando salgo de mí mismo soy capaz de unirme a lo más grande que mi espíritu puede concebir, entonces soy capaz de alejarme de mí y tener la percepción espiritual de que Dios está en mí, es decir, cada vez me resulta más explícito y claro que Dios está en mí. Con el objetivo de facilitar el entendimiento y fijación de estos tres conceptos fundamentales, lo graficamos con la siguiente figura.

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Capítulo Tercero

REDUCCIÓN Y POTENCIACIÓN EN LA MENTE

A modo de resumen usted encontrará las ideas principales de cada uno de los apartados del tercer y último capítulo del libro, con la esperanza de que sea de ayuda en su estudio.

1. Las dos leyes del espíritu:

En cada persona existen dos leyes que Rielo explica como “un doble movimiento inverso”, dos movimientos contrapuestos de nuestro espíritu: la ley de la inmanencia y la ley de la trascendencia.

Por la ley de la inmanencia, soy capaz de reconocerme, de reflexionar sobre mí, ésta es el movimiento que me lleva hacia mí y que, si lo elevo a absoluto (si lo llevo al máximo grado) me pone como centro de todo, llevándome a vivir un egoísmo. Sin embargo, nuestro espíritu tiene otro movimiento inverso, que nos lleva hacia fuera de nosotros mismos, este es el movimiento de la ley de la transcendencia, por esta ley somos capaces de salir de nosotros mismos y conquistar otros mundos.

Si entendemos estas dos leyes, surge una pregunta: ¿Hacia dónde me lleva el movimiento externo de la ley de la transcendencia?, seguramente debe existir una dirección. La orientación de este movimiento está dada por una tercera ley de nuestro espíritu que hace la síntesis de las dos anteriores, la ley de la perfectibilidad. Por esta ley, cuando salgo de mí mismo soy capaz de unirme a lo más grande que mi espíritu puede concebir, entonces soy capaz de alejarme de mí y tener la percepción espiritual de que Dios está en mí, es decir, cada vez me resulta más explícito y claro que Dios está en mí.

Con el objetivo de facilitar el entendimiento y fijación de estos tres conceptos fundamentales, lo graficamos con la siguiente figura.

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Figura 1. Representación del movimiento de las leyes espirituales.

2. Desespecificación y Desyoización

La persona humana, junto con su dignidad de ser hija de Dios, mantiene las funciones de la complejidad síquica de su alma (sique) y de la compositividad orgánica de su cuerpo (soma), es decir, la persona humana es la unidad de un espíritu sicosomatizado. Pues bien, el espíritu (o la persona) tiene la posibilidad de reducir su yoísmo (estar uno encerrado en sí mismo) a su radical, esto quiere decir que la persona es capaz de abrirse a la transcendencia, pero solo cuando responde afirmativamente a la gracia que Dios le otorga. San Pablo expresa muy bien esta reducción del yoísmo cuando dice: “ya no vivo yo, es Cristo que vive en mí” (Gal 2, 20); es decir, soy capaz de saborear a Dios, de vivir el don de la fe. Se produce, por tanto, una “desespecificación” o liberación de mí mismo, de aquella tendencia a estar siempre en mí mismo. Esta ha sido la experiencia de muchos místicos a lo largo de la historia, por ejemplo de San Juan de la Cruz o de Santa Teresa de Ávila.

Diferencia entre “específico” y “típico”

Lo específico es la formalidad de un ente en virtud del cual está en si mismo.

Lo típico son los elementos que constituyen esta formalidad.

En el siguiente cuadro se ha sistematizado lo que sería específico y típico para dos de nuestras facultades así como el resultado de la “desyoización” de las mismas.

FACULTADES LO ESPECÍFICO LO TÍPICO O TIPIFICACIONES

RESULTADO DE LA REDUCCIÓN A CERO DEL

TÍPICOInteligencia Entender Intuición,

reflexión, memoria,

No se queda en la razón sino que va más allá para juzgar contemplativamente.

Voluntad Querer Deseo, emoción, imaginación

Es ese apetito a lo celestial que hace que ante la frase “¡ven y sígueme!”, lo sigo sin dudar .

Por tanto, la “desyoización”, que es una virtud del donum fide,i nos lleva a que no solo encontremos la unidad, dirección y sentido de la vida sino a que realmente tengamos ese diálogo con las personas divinas. A este encuentro Fernando Rielo lo denomina “triyoidad”.

Es esta presencia activa(…) en la que el alma vive de tal forma que puede decirse “ Yo ya no soy de este mundo”. Yo vivo en este mundo, pero no soy de este mundo de ninguna manera” (Rielo, pág. 116)

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3. El sentido de la muerte

El libro finaliza con una reflexión sobre el sentido de la muerte. A la vida, a la muerte y a la resurrección podríamos llamarlos “bienes universales” por los cuales todos tenemos que pasar. Sin embargo, para muchos de nosotros la muerte es sinónimo de dolor, de pérdida, ya que lo vemos desde nosotros mismos y desde la condición más cercana que es la de espacio-temporalidad, es la ausencia de las personas la que nos duele, pero Cristo le da un sentido sobrenatural: el de unirnos al Padre: “Dios mío, Tú eres todos mis deseos”.

Si recibimos el donum fidei, recibimos el don de vivir la muerte como la puerta por la cual nos unimos a lo divino, al igual que Cristo; como la oportunidad de morir yo también al igual que Cristo para compartir con el Él el don de hacer sobrenatural el dolor humano.

Rielo a lo largo de su vida ha publicado numerosas obras, entre ellas obras de poesía mística de un inmenso valor, compartimos con ustedes uno de sus poemas “Más muerto” del libro Pasión y Muerte (Rielo, 1979).

Más muerto

Ayer me levanté. Ayer, y ayer, y ayer…

Te digo: te tengo. Me dices: vive

Es entonces…

cuando más muerto me siento.

Si vivimos inmersos en el mundo de nuestro “yoísmo” entenderemos con dificultad cómo se puede amar la muerte como la puerta a la verdadera vida, sin embargo, querido estudiante, los grandes santos de la historia han marcado el camino, nos hacen ver que es posible reducir mi complejidad síquica y compositividad corporal y habiendo recibido el gran regalo del don de la fe podremos también nosotros vivir esta vida como la antesala del cielo que nos espera.

Finalmente, querido amigo, esperamos que este libro pueda ser para usted objeto de una nueva reflexión, que nos ayude a fundamentar nuestra vida cristiana. Les animamos a volver a leerlo y a meditarlo seguros de que para toda persona libre de prejuicios este texto, como dice el autor en el epílogo, “Nos sirva, positivamente, para un cambio mayor aún en nuestra vida personal y comunitaria”.