antonio gramsci- selección

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Antonio Gramsci en El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce Lenguaje significa también cultura y filosofía (aun cuando en el orden del sentido común) y, por lo tanto, el hecho "lenguaje" es en realidad una multiplicidad de hechos más o menos orgánicamente coherente y coordinado. Llevando las cosas al límite se puede decir que cada ser parlante tiene su propio lenguaje, esto es, un modo propio de pensar y de sentir. La cultura, en sus distintos grados, unifica una mayor o menor cantidad de individuos en estratos numerosos, en contacto más o menos expresivo, que se comprenden en diversos grados, etc. Estas diferencias y distinciones histórico-sociales son las que se reflejan en el lenguaje común y producen los "obstáculos" y las "causas de error" que han tratado los pragmáticos. De ello se deduce la importancia que tiene el "momento cultural", incluso en la actividad práctica (colectiva): cada acto histórico sólo puede ser cumplido por el "hombre colectivo". Esto supone el logro de una unidad "cultural-social", por la cual una multiplicidad de voluntades disgregadas, con heterogeneidad de fines, se sueldan con vistas a un mismo fin, sobre la base de una misma y común concepción del mundo (general y particular, transitoriamente operante —por vía emocional— o permanente, cuya base intelectual está tan arraigada, asimilada y vivida, que puede convertirse en pasión). Si así son las cosas, revélase la importancia de la cuestión lingüística general, o sea, del logro de un mismo "clima" cultural colectivo. Este problema puede y debe ser vinculado a la moderna concepción de la teoría y la práctica pedagógica, según la cual la relación entre el maestro y el alumno es una relación activa, de vínculos recíprocos, y por lo tanto cada maestro es siempre un alumno y cada alumno, maestro. Pero la relación pedagógica no 1

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Page 1: Antonio Gramsci- Selección

Antonio Gramsci en  El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce

Lenguaje significa también cultura y filosofía (aun cuando en el orden del sentido común) y, por

lo tanto, el hecho "lenguaje" es en realidad una multiplicidad de hechos más o menos

orgánicamente coherente y coordinado. Llevando las cosas al límite se puede decir que cada ser

parlante tiene su propio lenguaje, esto es, un modo propio de pensar y de sentir. La cultura, en

sus distintos grados, unifica una mayor o menor cantidad de individuos en estratos numerosos,

en contacto más o menos expresivo, que se comprenden en diversos grados, etc. Estas

diferencias y distinciones histórico-sociales son las que se reflejan en el lenguaje común y

producen los "obstáculos" y las "causas de error" que han tratado los pragmáticos. De ello se

deduce la importancia que tiene el "momento cultural", incluso en la actividad práctica

(colectiva): cada acto histórico sólo puede ser cumplido por el "hombre colectivo". Esto supone

el logro de una unidad "cultural-social", por la cual una multiplicidad de voluntades

disgregadas, con heterogeneidad de fines, se sueldan con vistas a un mismo fin, sobre la base de

una misma y común concepción del mundo (general y particular, transitoriamente operante —

por vía emocional— o permanente, cuya base intelectual está tan arraigada, asimilada y vivida,

que puede convertirse en pasión). Si así son las cosas, revélase la importancia de la cuestión

lingüística general, o sea, del logro de un mismo "clima" cultural colectivo. Este problema

puede y debe ser vinculado a la moderna concepción de la teoría y la práctica pedagógica, según

la cual la relación entre el maestro y el alumno es una relación activa, de vínculos recíprocos, y

por lo tanto cada maestro es siempre un alumno y cada alumno, maestro. Pero la relación

pedagógica no puede ser reducida a relaciones específicamente "escolares" por las cuales las

nuevas generaciones entren en contacto con las viejas y absorban sus experiencias y valores

históricamente necesarios "madurando" y desarrollando una personalidad propia, histórica y

culturalmente superior. Esta relación existe en toda la sociedad en su conjunto y para cada

individuo respecto de los otros individuos; entre capas intelectuales y no intelectuales; entre

gobernantes y gobernados; entre élites y adherentes; entre dirigentes y dirigidos; entre

vanguardias y cuerpos de ejército. Cada relación de "hegemonía" es necesariamente una

relación pedagógica, y se verifica, no sólo en el interior de una nación, entre las diversas fuerzas

que la componen, sino en todo el campo internacional, entre complejos de civilizaciones

nacionales y continentales. Por ello se puede decir que la personalidad histórica de un filósofo

individual se halla también determinada por la relación activa existente entre él y el ambiente

cultural que quiere modificar, ambiente que reobra sobre el filósofo y, al obligarlo a una

continua autocrítica, funciona como maestro. Así es como una de "las mayores reivindicaciones

de las modernas capas de intelectuales en el campo político ha sido la llamada 'libertad de

pensamiento y de expresión del pensamiento" (prensa y asociación), porque solamente donde

existe dicha condición política se realiza una relación maestro-discípulo en el sentido más

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Page 2: Antonio Gramsci- Selección

general, según hemos "visto más arriba; y en realidad se realiza "históricamente" un nuevo tipo

de filósofo a quien puede llamarse "filósofo democrático", o sea, el filósofo convencido de que

su personalidad no se limita a su individualidad física, sino que se halla en relación social activa

de modificación del ambiente cultural. Cuando el "pensador" se contenta con su propio

pensamiento, "subjetivamente" libre, o sea, abstractamente libre, da hoy lugar a la burla: la

unidad de ciencia y vida es una unidad activa y solamente en ella se realiza la libertad de

pensamiento; es una relación de maestro-discípulo, filósofo-ambiente cultural en medio del cual

se obra, en el cual se toman los problemas que es necesario plantear y resolver; esto es, la

relación filosofía-historia.

 

El hombre activo, de masa, obra prácticamente, pero no tiene clara conciencia teórica de su

obrar, que sin embargo es un conocimiento del mundo en cuanto lo transforma. Su conciencia

teórica puede estar, históricamente, incluso en contradicción con su obrar. Casi se puede decir

que tiene dos conciencias teóricas (o una conciencia contradictoria): una implícita en su obrar y

que realmente lo une a todos sus colaboradores en la transformación práctica de la realidad; y

otra superficialmente explícita o verbal, que ha heredado del pasado y acogido sin crítica. Sin

embargo, esta conciencia "verbal" no carece de consecuencias: unifica a un grupo social

determinado, influye sobre la conducta moral, sobre la dirección de la voluntad, de manera más

o menos enérgica, que puede llegar hasta un punto en que la contradictoriedad de la conciencia

no permita acción alguna, ninguna decisión, ninguna elección, y produzca un estado de

pasividad moral y política. La comprensión crítica de sí mismo se logra a través de una lucha de

"hegemonías" políticas, de direcciones contrastantes, primero en el campo de la ética, luego en

el de la política, para arribar finalmente a una elaboración superior de la propia concepción de la

realidad. La conciencia de formar parte de una determinada fuerza hegemónica (esto es, la

conciencia política) es la primera fase para una ulterior y progresiva autoconciencia, en la cual

teoría y práctica se unen finalmente. Pero la unidad de la teoría y de la práctica no es, de

ninguna manera, algo mecánicamente dado, sino un devenir histórico, que tiene su fase

elemental y primitiva en el sentido de "distinción", de "separación", de independencia instintiva,

y que progresa hasta la posesión real y completa de una concepción del mundo coherente y

unitaria. He aquí por qué es necesario poner de relieve que el desarrollo político del concepto de

hegemonía representa un gran progreso filosófico, además de un progreso político práctico,

porque necesariamente implica y supone una unidad intelectual y una ética conforme a una

concepción de la realidad que ha superado el sentido común y se ha tornado crítica, aunque sólo

sea dentro de límites estrechos.

 

 

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Page 3: Antonio Gramsci- Selección

El problema más importante que discutir en este párrafo es el siguiente: si la filosofía de la

praxis excluye la historia éticopolítica, esto es, si no reconoce la realidad de un momento de

hegemonía, no da importancia a la dirección cultural y moral y juzga los hechos de

superestructura como meras "apariencias". Se puede decir que la filosofía de la praxis no sólo

no excluye la historia ético-política, sino al contrario, la fase más reciente de su desarrollo

consiste precisamente en la reivindicación del momento de la hegemonía como esencial en su

concepción estatal y en la "valorización" del hecho cultural, de la actividad cultural, de un frente

cultural como necesario junto a los meramente económicos y políticos.

Para la filosofía de la praxis, las ideologías no son ciertamente arbitrarias; son hechos históricos

reales que es preciso combatir y develar en su naturaleza de instrumentos de dominio, no por

razones de moralidad, etc., sino justamente por razones de lucha política; para tornar

intelectualmente independientes a los gobernados de los gobernantes, para destruir una

hegemonía y crear otra, como momento necesario de la subversión de la praxis.(…) Para la

filosofía de la praxis las superestructuras son una realidad (o se tornan realidad cuando no son

puras lucubraciones individuales), objetiva y operante; ella afirma explícitamente que los

hombres toman conciencia de su posición social y, por tanto, de sus objetivos, en el terreno de

las ideologías, lo que no es una pequeña afirmación de realidad; la misma filosofía de la praxis

es una superestructura, es el terreno en que determinados grupos sociales toman conciencia de

su propio ser social, de sus fuerzas, de sus objetivos, de su devenir.

Hay, sin embargo, una diferencia fundamental entre la filosofía de la praxis y las otras

filosofías: las otras ideologías son creaciones inorgánicas en tanto que contradictorias, porque

están dirigidas a conciliar intereses opuestos y contradictorios; su "historicidad" será breve

porque la contradicción añora después de cada acontecimiento del que han sido instrumento. La

filosofía de la praxis, en cambio, no trata de resolver pacíficamente las contradicciones

existentes en la historia y la sociedad; antes bien, es la teoría de tales contradicciones. No es el

instrumento de gobierno de grupos dominantes para tener el consentimiento y ejercitar la

hegemonía sobre clases subalternas, sino que es la expresión de estas clases subalternas, que

desean educarse a sí mismas en el arte de gobierno y que tienen interés en conocer todas las

verdades, aun las desagradables, y evitar los engaños (imposibles) de la clase superior y tanto

más de sí mismas.

La crítica de las ideologías, en la filosofía de la praxis, aborda al conjunto de las

superestructuras y afirma su caducidad rápida en cuanto tienden a esconder la realidad, esto es,

la lucha y la contradicción.

 

 

Cuadernos de la cárcel Volumen 2

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Page 4: Antonio Gramsci- Selección

Los intelectuales. Primera cuestión: ¿Son los intelectuales un grupo social autónomo o bien

cada grupo social tiene su propia categoría de intelectuales? El problema es complejo por las

diversas formas que ha adoptado hasta ahora el proceso histórico de formación de las distintas

categorías intelectuales. Las más importantes de estas formas son dos:

1) Cada grupo social, al nacer sobre la base original de una función esencial en el mundo de la

producción económica, crea al mismo tiempo, orgánicamente, una o más capas de intelectuales

que le dan homogeneidad y conciencia de su propia función en el campo económico: el

empresario capitalista crea consigo al economista, el científico de la economía política. Por otra

parte, está el hecho de que cada empresario es también un intelectual, no sólo en el campo

económico en sentido estricto, sino también en otros campos, al menos en aquellos cercanos a la

producción económica (debe ser un organizador de masas de hombres, debe ser un organizador

de la "confianza" de los ahorradores en su empresa, de los compradores en sus mercancías.

etcétera); si no todos los empresarios, al menos una élite de ellos debe poseer una capacidad

técnica (de orden intelectual) de organizador de la sociedad en general, en todo su complejo

organismo de servicios hasta el Estado, para tener las condiciones más favorables a la expansión

de su propio grupo, o por lo menos la capacidad de elegir a los "dependientes" especializados en

esta actividad organizativa de las relaciones generales externas a la empresa.

Incluso los señores feudales eran detentadores de una forma particular de capacidad: la militar,

y es precisamente desde el momento en que la aristocracia pierde el monopolio de la capacidad

técnica militar que se inicia la crisis del feudalismo.

2) Pero todo grupo social, al emerger a la historia de la estructura económica, encuentra o ha

encontrado, al menos en la historia vivida hasta ahora, categorías intelectuales preexistentes, y

que aparecían más bien como representantes de una continuidad histórica ininterrumpida

incluso por los más complicados cambios de las formas sociales y políticas. La más típica de

estas categorías intelectuales es la de los eclesiásticos, monopolizadores durante largo tiempo de

algunos servicios esenciales (la ideología religiosa, la escuela y la instrucción y en general la

"teoría", con referencia a la ciencia, a la filosofía, a la moral, a la justicia, etcétera, además de la

beneficencia y la asistencia, etcétera), pero hay muchas otras que en el régimen feudal fueron en

parte, al menos, equiparadas jurídicamente con la aristocracia (el clero, en realidad, ejercía la

propiedad feudal de la tierra igual que los nobles y económicamente era equiparado con los

nobles, pero había por ejemplo, una aristocracia de la toga, además de la de la espada, etcétera:

en el parágrafo anterior, a los economistas, nacidos con los empresarios hay que añadir los

técnicos industriales; y los científicos "aplicados", categoría intelectual estrictamente vinculada

al grupo social de los empresarios, etcétera), los científicos "teóricos", los filósofos no

eclesiásticos, etcétera. Como estas categorías sienten con "espíritu de cuerpo" la continuidad de

su calificación intelectual (…) asimismo aparece en ellos una cierta autonomía del grupo social

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Page 5: Antonio Gramsci- Selección

dominante y su conjunto puede aparecer como un grupo social independiente con características

propias, etcétera.

Segunda cuestión: ¿cuáles son los límites máximos de la acepción de "intelectual"? Es difícil

encontrar un criterio único que caracterice igualmente a todas las diversas actividades

intelectuales y al mismo tiempo las distinga en forma esencial de las actividades de los otros

agrupamientos sociales. El error metódico más difundido me parece el de haber buscado esta

característica esencial en lo intrínseco de la actividad intelectual y no, por el contrario, en el

sistema de relaciones en el que ella (o el agrupamiento que la personifica) se viene a encontrar

en el conjunto general de las relaciones sociales. En verdad: l) El obrero no es caracterizado

específicamente por el trabajo manual o instrumental (aparte la consideración de que no existe

trabajo puramente físico y que incluso la expresión de Taylor de "gorila amaestrado"' es una

metáfora para indicar un límite en una cierta dirección: hay, en cualquier trabajo físico, incluso

en el más mecánico y degradado un mínimo de calificación técnica, o sea un mínimo de

actividad intelectual creadora), sino en tal trabajo en determinadas condiciones y en

determinadas relaciones sociales. 2) Ya fue señalado que el empresario, por su propia función,

debe poseer en cierta medida cierto número de calificaciones de carácter intelectual, si bien su

figura social se halle determinada no por ellas sino por las relaciones sociales generales que se

caracterizan por la posición del empresario en la industria.

Una vez hechas estas distinciones se puede concluir por ahora: la relación entre los intelectuales

y la producción no es inmediata, como sucede en el caso de los grupos sociales fundamentales,

sino que es mediata y es mediada por dos tipos de organización social: a) por la sociedad civil, o

sea el conjunto de organizaciones privadas de la sociedad, b) por el Estado. Los intelectuales

tienen una función en la "hegemonía" que el grupo dominante ejerce en toda la sociedad y en el

"dominio" sobre ella que se encarna en el Estado, y esta función es precisamente "organizativa"

o conectiva: los intelectuales tienen la función de organizar la hegemonía social de un grupo y

su dominio estatal, esto es, el consenso dado por el prestigio de la función en el mundo

productivo y el aparato de coerción para aquellos grupos que no "consientan" ni activa ni

pasivamente, o para aquellos momentos de crisis de mando y de dirección en los que el

consenso espontáneo sufre una crisis. De este análisis se desprende una extensión muy grande

del concepto de intelectuales, pero sólo así me parece posible alcanzar una aproximación

concreta a la realidad.

La mayor dificultad para aceptar este modo de plantear la cuestión me parece que proviene de

esto: que la función organizativa de la hegemonía social y del dominio estatal tiene varios

grados y que entre estos grados están aquellos puramente manuales e instrumentales, de orden y

no dc concepto, de agente y no de funcionario o de oficial, etcétera, pero evidentemente nada

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Page 6: Antonio Gramsci- Selección

impide hacer esta distinción (enfermeros y médicos en un hospital, sacristanes-bedeles y

sacerdotes en una iglesia, bedeles y profesores en una escuela, etcétera).

Desde el punto de vista intrínseco, la actividad intelectual puede ser distinta en grados, que en

los momentos de extrema oposición dan una mítica diferencia cualitativa: en el grado más

elevado encontramos a los "creadores" de las diversas ciencias, de la filosofía, de la poesía,

etcétera; en el más bajo a los más humildes "administradores y divulgadores" de la riqueza

intelectual tradicional, pero en conjunto todas las partes se sienten solidarias. Sucede incluso

que los estratos más bajos sienten más esta solidaridad de cuerpo y saquen de ella cierta

"jactancia" que a menudo los expone a pullas y burlas.

Hay que señalar que en el mundo moderno la categoría de los intelectuales, así entendida se ha

ampliado en medida inaudita. La formación de masas ha estandarizado a los individuos tanto en

calificación técnica como en psicología, determinando los mismos fenómenos que en todas las

otras masas estandarizadas: competencia individual que plantea la necesidad de la organización

profesional de defensa, desocupación, etcétera.

Distinta posición de los intelectuales de tipo urbano y de tipo rural. Los intelectuales de tipo

urbano están básicamente ligados a la industria; tienen la misma función que los oficiales

subalternos en el ejército: ponen en relación al empresario con la masa instrumental, haciendo

ejecutable el plan de producción establecido por el estado mayor de la industria. Los

intelectuales urbanos están muy estandarizados en su media general mientras que los otros

intelectuales se confunden cada vez más con el auténtico estado mayor "orgánico" de la clase

industrial.

Los intelectuales de tipo rural ponen en contacto a la masa campesina con la administración

estatal o local (abogados, notarios, etcétera) y por esta función tienen una mayor importancia

política: esta mediación profesional es, de hecho, difícilmente separable de la mediación

política. Además: en el campo el intelectual (cura, abogado, maestro, notario, médico. etcétera)

representa para el medio campesino un modelo social en la aspiración a salir de su propia

situación para mejorar. El campesino piensa siempre que al menos uno dc sus hijos podrá llegar

a ser intelectual (especialmente cura), o sea convertirse en un señor, elevando el grado social de

la familia y facilitando su vida económica con las amistades que no podrá dejar de tener entre

otros señores. La actitud del campesino con respecto al intelectual es de dos caras: admira la

posición social del intelectual y en general del empleado estatal, pero a veces finge despreciarla,

o sea que su admiración instintiva está entreverada de elementos de envidia y de rabia

apasionada. No se comprende nada de los campesinos si no se considera su subordinación

efectiva a los intelectuales y si no se comprende que cada avance de las masas campesinas está

hasta cierto punto ligado a los movimientos de los intelectuales y depende de ellos.

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Page 7: Antonio Gramsci- Selección

Otro es el caso para los intelectuales urbanos: los técnicos de fábrica no ejercen ninguna

influencia política sobre las masas instrumentales, o al menos ésta es una fase ya superada; a

veces sucede precisamente lo contrario, que las masas instrumentales, al menos a través de sus

propios intelectuales orgánicos, ejercen una influencia sobre los técnicos.

El punto central de la cuestión sigue siendo, sin embargo, la distinción entre intelectuales como

categoría orgánica de cada grupo social e intelectuales como categoría tradicional, distinción  de

la que se desprende toda una serie de problemas y de posibles investigaciones históricas. El

problema más interesante es el que concierne al análisis del partido político desde este punto de

vista. ¿Qué viene a ser el partido político urbano en lo que toca al problema de los intelectuales?

A mi juicio éste puede considerarse precisamente como el mecanismo que en la sociedad civil

cumple la misma función que cumple el Estado en mayor medida en la sociedad política, o sea

procurar la fusión entre los intelectuales orgánicos de un grupo social y los intelectuales

tradicionales, función que puede cumplir en dependencia de su función fundamental de elevar a

los miembros "económicos" de un grupo social a la calidad de "intelectuales políticos", o sea de

organizadores de todas las funciones inherentes al desarrollo orgánico dc una sociedad integral,

civil y política. Se puede decir incluso que en su ámbito el partido político cumple su función de

manera mucho más orgánica que el Estado la suya en su ámbito más amplio: un intelectual que

entra a formar parte del partido político de un determinado grupo social, se confunde con los

intelectuales orgánicos de tal grupo, se vincula estrechamente a ese grupo, lo que no sucede a

través de la participación en la vida estatal sino mediocremente y a veces de ningún modo.

Sucede incluso que muchos intelectuales creen ser ellos mismos el Estado, creencia que, dada la

masa imponente de la categoría, en ocasiones tiene consecuencias notables y conduce a

complicaciones desagradables para el grupo social económico que realmente es el Estado. Que

todos los miembros de un partido político deban ser considerados como intelectuales: he aquí

una afirmación que puede prestarse a la burla: no obstante, si se reflexiona, nada es más exacto.

Habrá que hacer distinciones de grados, un partido podría tener mayor o menor composición del

grado más alto o del grado más baja; no es eso lo que importa: importa la función que es

educativa y directiva, o sea intelectual. Un comerciante no entra a formar parte de un partido

político para hacer comercio, ni un industrial podrá producir peor o mejor, ni un campesino para

aprender nuevos métodos de cultivar la tierra, aunque algunos aspectos de estas exigencias del

comerciante, del industrial y del campesino pueden hallar satisfacción en el partido político (la

opinión general contradice esto, afirmando que el comerciante, el industrial, cl campesino

"politicantes" pierden en vez de ganar, lo que puede ser discutido). Para estos fines, dentro de

ciertos límites existe el sindicato profesional, en el que la función económico-corporativa del

comerciante, del industrial y del campesino encuentra su cuadro más apto. En el partido político

los elementos de un grupo social económico superan este momento de su desarrollo y se

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Page 8: Antonio Gramsci- Selección

convierten en agentes de actividades generales, de carácter nacional e internacional. Esta

función del partido político debería resultar mucho más clara mediante un análisis histórico

concreto de cómo se han desarrollado las categorías orgánicas de los intelectuales tradicionales

tanto en el terreno de las diversas evoluciones nacionales, como en el de la evolución de los

diversos grupos sociales más importantes en el cuadro de las diversas naciones, especialmente

de aquellos grupos sociales cuya actividad económica ha sido predominantemente instrumental.

Cuadernos de la cárcel VOL 5

Es por lo menos extraña la actitud del economismo frente a las expresiones de voluntad, de

acción y de iniciativa política e intelectual, como si éstas no fuesen una emanación orgánica de

necesidades económicas e incluso la única expresión eficiente de la economía (…) El hecho de

la hegemonía presupone indudablemente que se tomen en cuenta los intereses y las tendencias

de los grupos sobre los cuales la hegemonía será ejercida, que se forme un cierto equilibrio de

compromiso, esto es, que el grupo dirigente haga sacrificios de orden económico-corporativo,

pero también es indudable que tales sacrificios y tal compromiso no pueden afectar a lo

esencial, porque si la hegemonía es ético-política, no puede dejar de ser también económica, no

puede dejar de tener su fundamento en la función decisiva que el grupo dirigente ejerce en el

núcleo decisivo de la actividad económica

 

El ejercicio “normal” de la hegemonía en el terreno que ya se ha vuelto clásico del régimen

parlamentario, se caracteriza por la combinación de la fuerza y del consenso que se equilibran

diversamente, sin que la fuerza domine demasiado al consenso, incluso tratando de obtener que

la fuerza parezca apoyada en el consenso de la mayoría, expresado por los llamados órganos de

la opinión pública -periódicos y asociaciones los cuales, por lo tanto, en ciertas situaciones, son

multiplicados artificiosamente. Entre el consenso y la fuerza está la corrupción-fraude (que es

característica de ciertas situaciones de difícil ejercicio de la función hegemónica, presentando el

empleo de la fuerza demasiados peligros) o sea el debilitamiento y la parálisis infligidos al

adversario o a los adversarios acaparando sus dirigentes bien sea encubiertamente o, en caso de

peligro emergente, abiertamente, para provocar confusión y desorden en las filas adversarias

 

La hegemonía de un centro directivo sobre los intelectuales se afirma a través de dos líneas

principales: 1) una concepción general de la vida, una filosofía que ofrezca a los seguidores una

"dignidad" intelectual que dé un principio de distinción y un elemento de lucha contra las viejas

ideologías dominantes coercitivamente; 2) un programa escolar, un principio educativo y

pedagógico original que interese y dé una actividad propia, en su campo técnico, a aquella

fracción de los intelectuales que es la más homogénea y la más numerosa (los docentes, desde el

maestro elemental hasta los profesores de universidad)

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Page 9: Antonio Gramsci- Selección

 

Cuadernos de la cárcel Volumen 6

Cuestión del porqué y del cómo una literatura es popular. La "belleza" no basta: se requiere un

determinado contenido intelectual y moral que sea la expresión elaborada y lograda de las

aspiraciones más profundas de un determinado público, o sea de la nación-pueblo en cierta fase

de su desarrollo histórico. La literatura debe ser al mismo tiempo elemento actual de

civilización y obra de arte, de otra manera se prefiere la literatura de folletín a la literatura de

arte, siendo aquélla, a su modo, un elemento actual de cultura, de una cultura tan degradada

como se quiera, pero sentida vivamente.

¿Qué significa el hecho de que el pueblo italiano lee de preferencia a los escritores extranjeros?

Significa que sufre la hegemonía intelectual y moral de los intelectuales extranjeros, que se

siente más ligado a los intelectuales extranjeros que a los "paisanos", o sea que no existe en el

país un bloque nacional intelectual y moral, ni jerárquico y mucho menos igualitario. Los

intelectuales no salen del pueblo, aunque incidentalmente alguno de ellos sea de origen popular,

no se sienten ligados a él (aparte la retórica), no conocen y no sienten sus necesidades, sus

aspiraciones, sus sentimientos difusos, sino que, frente al pueblo, son algo separado, sin raíces,

una casta, y no una articulación, con funciones orgánicas, del pueblo mismo. La cuestión debe

extenderse a toda la cultura nacional popular y no restringirse únicamente a la literatura

narrativa: las mismas cosas deben decirse del teatro, de la literatura científica en general

(ciencias de la naturaleza, historia etcétera).

En este hecho se plantea un problema de vida nacional esencial. Si es verdad que cada siglo o

fracción de siglo tiene su literatura, no siempre es verdad que esta literatura sea producida en la

misma comunidad nacional. Cada pueblo tiene su literatura, pero ésta puede venirle de otro

pueblo, o sea que el pueblo de que se trata puede estar subordinado a la hegemonía intelectual y

moral de otros pueblos. Esta es a menudo la paradoja más llamativa en muchas tendencias

monopolistas de carácter nacionalista y represivo: que mientras construyen planes grandiosos de

hegemonía, no se dan cuenta de que son objeto de hegemonías extranjeras; así como, mientras

se hacen planes imperialistas, en realidad se es objeto de otros imperialismos etcétera. Por lo

demás no se sabe si el centro político dirigente no comprende perfectamente la situación de

hecho y no trata de superarla: es cierto sin embargo que los Literatos, en este caso, no ayudan al

centro dirigente político en estos esfuerzos y sus cerebros huecos se encarnizan en la exaltación

nacionalista para no sentir el peso de la hegemonía de la que se depende y de la que se sufre

opresión

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