antologÍa poemas miguel hernÁndez

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LAGARTO, MOSCA, GRILLO... Lagarto, mosca, grillo, reptil, sapo, asquerosos seres, para mi alma sois hermosos. Porque Iris, seala con su regio pincel, vuestra sonora ala y vuestra agreste piel. Porque, por vuestra boca venenosa y satnica, fluyen notas habidas en la siringa pnica. Y porque todo es armona y belleza en la naturaleza. (PALMERA) ANDA, columna; ten un desenlace de surtidor. Principia por espuela. Pon a la luna un tirabuzn. Hace el camello ms alto de canela. Resuelta en claustro viento esbelto pace, oasis de beldad a toda vela con gargantillas de oro en la garganta: fundada en ti se iza la sierpe, y canta. TUS CARTAS SON UN VINO

A mi gran Josefina adorada.Tus cartas son un vino que me trastorna y son el nico alimento para mi corazn. Desde que estoy ausente no s sino soar, igual que el mar tu cuerpo, amargo igual que el mar. Tus cartas apaciento metido en un rincn y por redil y hierba les doy mi corazn. Aunque bajo la tierra mi amante cuerpo est, escrbeme, paloma, que yo te escribir.

Cuando me falte sangre con zumo de clavel, y encima de mis huesos de amor cuando papel.

Te me mueres de casta y de sencilla: estoy convicto, amor, estoy confeso de que, raptor intrpido de un beso, yo te lib la flor de la mejilla. Yo te lib la flor de la mejilla, y desde aquella gloria, aquel suceso, tu mejilla, de escrpulo y de peso, se te cae deshojada y amarilla. El fantasma del beso delincuente el pmulo te tiene perseguido, cada vez ms potente, negro y grande. Y sin dormir ests, celosamente, vigilando mi boca con qu cuido! para que no se vicie y se desmande.

ELEGA (En Orihuela, su pueblo y el mo, se me ha muerto como del rayo Ramn Sij, con quien tanto quera).

Yo quiero ser llorando el hortelano de la tierra que ocupas y estercolas, compaero del alma, tan temprano. Alimentando lluvias, caracolas y rganos mi dolor sin instrumento. a las desalentadas amapolas dar tu corazn por alimento. Tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento. Un manotazo duro, un golpe helado,

un hachazo invisible y homicida, un empujn brutal te ha derribado. No hay extensin ms grande que mi herida, lloro mi desventura y sus conjuntos y siento ms tu muerte que mi vida. Ando sobre rastrojos de difuntos, y sin calor de nadie y sin consuelo voy de mi corazn a mis asuntos. Temprano levant la muerte el vuelo, temprano madrug la madrugada, temprano ests rodando por el suelo. No perdono a la muerte enamorada, no perdono a la vida desatenta, no perdono a la tierra ni a la nada. En mis manos levanto una tormenta de piedras, rayos y hachas estridentes sedienta de catstrofes y hambrienta. Quiero escarbar la tierra con los dientes, quiero apartar la tierra parte a parte a dentelladas secas y calientes. Quiero minar la tierra hasta encontrarte y besarte la noble calavera y desamordazarte y regresarte. Volvers a mi huerto y a mi higuera: por los altos andamios de las flores pajarear tu alma colmenera de angelicales ceras y labores. Volvers al arrullo de las rejas de los enamorados labradores. Alegrars la sombra de mis cejas, y tu sangre se irn a cada lado disputando tu novia y las abejas. Tu corazn, ya terciopelo ajado, llama a un campo de almendras espumosas mi avariciosa voz de enamorado. A las aladas almas de las rosas

del almendro de nata te requiero, que tenemos que hablar de muchas cosas, compaero del alma, compaero. 10 de enero de 1936

Vientos del pueblo me llevan Vientos del pueblo me llevan, vientos del pueblo me arrastran, me esparcen el corazn y me aventan la garganta. Los bueyes doblan la frente, impotentemente mansa, delante de los castigos: los leones la levantan y al mismo tiempo castigan con su clamorosa zarpa. No soy un de pueblo de bueyes, que soy de un pueblo que embargan yacimientos de leones, desfiladeros de guilas y cordilleras de toros con el orgullo en el asta. Nunca medraron los bueyes en los pramos de Espaa. Quin habl de echar un yugo sobre el cuello de esta raza? Quin ha puesto al huracn jams ni yugos ni trabas, ni quin al rayo detuvo prisionero en una jaula? Asturianos de braveza, vascos de piedra blindada, valencianos de alegra y castellanos de alma, labrados como la tierra

y airosos como las alas; andaluces de relmpagos, nacidos entre guitarras y forjados en los yunques torrenciales de las lgrimas; extremeos de centeno, gallegos de lluvia y calma, catalanes de firmeza, aragoneses de casta, murcianos de dinamita frutalmente propagada, leoneses, navarros, dueos del hambre, el sudor y el hacha, reyes de la minera, seores de la labranza, hombres que entre las races, como races gallardas, vais de la vida a la muerte, vais de la nada a la nada: yugos os quieren poner gentes de la hierba mala, yugos que habis de dejar rotos sobre sus espaldas. Crepsculo de los bueyes est despuntando el alba. Los bueyes mueren vestidos de humildad y olor de cuadra; las guilas, los leones y los toros de arrogancia, y detrs de ellos, el cielo ni se enturbia ni se acaba. La agona de los bueyes tiene pequea la cara, la del animal varn toda la creacin agranda. Si me muero, que me muera con la cabeza muy alta. Muerto y veinte veces muerto, la boca contra la grama,

tendr apretados los dientes y decidida la barba. Cantando espero a la muerte, que hay ruiseores que cantan encima de los fusiles y en medio de las batallas.

ACEITUNEROS Andaluces de Jan, aceituneros altivos, decidme en el alma: quin, quin levant los olivos? No los levant la nada, ni el dinero, ni el seor, sino la tierra callada, el trabajo y el sudor. Unidos al agua pura y a los planetas unidos, los tres dieron la hermosura de los troncos retorcidos. Levntate, olivo cano, dijeron al pie del viento. Y el olivo alz una mano poderosa de cimiento. Andaluces de Jan, aceituneros altivos, decidme en el alma: quin amamant los olivos? Vuestra sangre, vuestra vida, no la del explotador que se enriqueci en la herida generosa del sudor. No la del terrateniente que os sepult en la pobreza, que os pisote la frente, que os redujo la cabeza.

rboles que vuestro afn consagr al centro del da eran principio de un pan que slo el otro coma. Cuntos siglos de aceituna, los pies y las manos presos, sol a sol y luna a luna, pesan sobre vuestros huesos! Andaluces de Jan, aceituneros altivos, pregunta mi alma: de quin, de quin son estos olivos? Jan, levntate brava sobre tus piedras lunares, no vayas a ser esclava con todos tus olivares. Dentro de la claridad del aceite y sus aromas, indican tu libertad la libertad de tus lomas.

Para la libertad sangro, lucho, pervivo. Para la libertad, mis ojos y mis manos, como un rbol caudal, generoso y cautivo, doy a los cirujanos. Para la libertad siento ms corazones que arenas en mi pecho; dan espuma mis venas y entro en los hospitales, y entro en los algodones como en las azucenas. Porque donde unas cuencas vacas amanezcan ella pondr dos piedras de futura mirada y har que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan en la carne talada. Retoarn aladas de savia sin otoo reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida Porque soy como el rbol talado, que retoo: porque an tengo la vida.

Lleg con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida. Con tres heridas viene: la de la vida, la del amor, la de la muerte. Con tres heridas yo: la de la vida, la de la muerte, la del amor.

Tristes guerras si no es amor la empresa. Tristes. Tristes. Tristes armas si no son las palabras. Tristes. Tristes. Tristes hombres si no mueren de amores. Tristes. Tristes. NANAS DE LA CEBOLLA La cebolla es escarcha cerrada y pobre: escarcha de tus das y de mis noches. Hambre y cebolla: hielo negro y escarcha grande y redonda. En la cuna del hambre mi nio estaba.

Con sangre de cebolla se amamantaba. Pero tu sangre, escarchada de azcar, cebolla y hambre. Una mujer morena, resuelta en luna, se derrama hilo a hilo sobre la cuna. Rete, nio, que te tragas la luna cuando es preciso. Alondra de mi casa, rete mucho. Es tu risa en los ojos la luz del mundo. Rete tanto que en el alma al orte, bata el espacio. Tu risa me hace libre, me pone alas. Soledades me quita, crcel me arranca. Boca que vuela, corazn que en tus labios relampaguea. Es tu risa la espada ms victoriosa. Vencedor de las flores y las alondras. Rival del sol. Porvenir de mis huesos y de mi amor. La carne aleteante, sbito el prpado, el vivir como nunca coloreado. Cunto jilguero

se remonta, aletea, desde tu cuerpo! Despert de ser nio. Nunca despiertes. Triste llevo la boca. Rete siempre. Siempre en la cuna, defendiendo la risa pluma por pluma. Ser de vuelo tan alto, tan extendido, que tu carne parece cielo cernido. Si yo pudiera remontarme al origen de tu carrera! Al octavo mes res con cinco azahares. Con cinco diminutas ferocidades. Con cinco dientes como cinco jazmines adolescentes. Frontera de los besos sern maana, cuando en la dentadura sientas un arma. Sientas un fuego correr dientes abajo buscando el centro. Vuela nio en la doble luna del pecho. l, triste de cebolla. T, satisfecho. No te derrumbes. No sepas lo que pasa ni lo que ocurre.

Besarse, mujer, al sol, es besarnos en toda la vida. Asciende los labios, elctricamente vibrantes de rayos, con todo el furor de un sol entre cuatro. Besarse a la luna, mujer, es besarnos en toda la muerte: descienden los labios, con toda la luna pidiendo su ocaso, del labio de arriba, del labio de abajo, gastada y helada y en cuatro pedazos.