antidepresivos una visión crítica

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La utilización de los antidepresivos en la atención a los problemas emocionales: una visión crítica. Dentro de la utilización masiva de psicofármacos para las enfermedades neuropsiquiatricas y para los problemas psicoemocionales, que caracteriza la psiquiatría de nuestro tiempo, los antidepresivos ocupan un lugar destacado especialmente desde la aparición de los llamados inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina. Los antidepresivos ocupan en la atención a la salud mental un lugar mucho mayor que su modesta eficacia en una serie de cuadros relativamente infrecuentes en atención primaria: las depresiones catalogadas como mayores, le harían merecer. De hecho la mayoría de las prescripciones se dan “off-label” es decir en cuadros en los que su indicación es más que dudosa como la distimia, las depresiones leves y los trastornos adaptativos. Estos fármacos, como la de la mayoría de los fármacos, fueron introducidos en la terapéutica basándose en estudios promovidos por la industria. En estos estudios estos fármacos prometían una notable eficacia. Estas expectativas no se han cumplido cuando su uso se ha generalizado, incluso para sus indicaciones reconocidas. Un estudio reciente concluye que la magnitud del beneficio de la medicación antidepresiva comparada con placebo puede ser como promedio minima o no existente en pacientes con síntomas leves o moderados. Solamente en los pacientes en los pacientes con procesos muy severos su beneficio es substancial. La no disminución del número de suicidios (e incluso dudas de su aumento debido a los propios antidepresivos) y incluso de las bajas por depresión, también hacen dudar de su efectividad. El uso masivo e inadecuado de antidepresivos ha sido en cierta medida el resultado de una promoción que ha difundido una visión del papel de estos fármacos profundamente falsa. Se ha tendido a presentar su acción no como fisiopatológica y etiológica. Se afirma, o al menos se insinúa, que estos fármacos tratarían, como el propio nombre de antidepresivos da a entender, la causa subyacente de la enfermedad. Su prescripción se apoya en la teoría de que todos los procesos depresivos son el resultado de un “desequilibrio de neurotransmisores”. Aunque todo proceso psicológico tiene un reflejo en la transmisión neuronal, estas reacciones bioquímicas pueden considerarse más el resultado de determinadas vivencias y experiencias que un factor casual, aunque puedan existir predisposiciones genéticas. Eso explica la poco discutible efectividad de la psicoterapia. De hecho, las pruebas fundamentales y más consistentes de la teoría del déficit de neurotransmisores y en concreto del papel de la serotonina en la depresión la constituyen la aparente eficacia de los inhibidores de la serotonina. Sin embargo, esta aparente efectividad se ve cuestionada por el hecho de que fármacos que no tienen esta acción farmacológica, como por ejemplo anticonvulsivantes, muestran cierta eficacia en la depresión y los antidepresivos se consideran también indicados en cuadros por ejemplo ansiosos sin el perfil clínico, y se supone que bioquímico, de la depresión. Los estudios con voluntarios sanos tampoco apoyan la idea de una acción farmacológica consistente de estos fármacos. También siembran dudas la desaparición y reaparición en las teorías etiológicos de otros neurotransmisores como la noradrenalina la aparición de fármacos que se reclaman de otras dianas terapéuticas.

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Page 1: antidepresivos una visión crítica

La utilización de los antidepresivos en la atención a los problemas emocionales:

una visión crítica.

Dentro de la utilización masiva de psicofármacos para las enfermedades

neuropsiquiatricas y para los problemas psicoemocionales, que caracteriza la

psiquiatría de nuestro tiempo, los antidepresivos ocupan un lugar destacado

especialmente desde la aparición de los llamados inhibidores selectivos de la

recaptación de la serotonina.

Los antidepresivos ocupan en la atención a la salud mental un lugar mucho mayor que

su modesta eficacia en una serie de cuadros relativamente infrecuentes en atención

primaria: las depresiones catalogadas como mayores, le harían merecer. De hecho la

mayoría de las prescripciones se dan “off-label” es decir en cuadros en los que su

indicación es más que dudosa como la distimia, las depresiones leves y los trastornos

adaptativos.

Estos fármacos, como la de la mayoría de los fármacos, fueron introducidos en la

terapéutica basándose en estudios promovidos por la industria. En estos estudios estos

fármacos prometían una notable eficacia. Estas expectativas no se han cumplido cuando

su uso se ha generalizado, incluso para sus indicaciones reconocidas. Un estudio

reciente concluye que la magnitud del beneficio de la medicación antidepresiva

comparada con placebo puede ser como promedio minima o no existente en pacientes

con síntomas leves o moderados. Solamente en los pacientes en los pacientes con

procesos muy severos su beneficio es substancial. La no disminución del número de

suicidios (e incluso dudas de su aumento debido a los propios antidepresivos) y incluso

de las bajas por depresión, también hacen dudar de su efectividad.

El uso masivo e inadecuado de antidepresivos ha sido en cierta medida el resultado de

una promoción que ha difundido una visión del papel de estos fármacos profundamente

falsa. Se ha tendido a presentar su acción no como fisiopatológica y etiológica. Se

afirma, o al menos se insinúa, que estos fármacos tratarían, como el propio nombre de

antidepresivos da a entender, la causa subyacente de la enfermedad. Su prescripción se

apoya en la teoría de que todos los procesos depresivos son el resultado de un

“desequilibrio de neurotransmisores”. Aunque todo proceso psicológico tiene un reflejo

en la transmisión neuronal, estas reacciones bioquímicas pueden considerarse más el

resultado de determinadas vivencias y experiencias que un factor casual, aunque puedan

existir predisposiciones genéticas. Eso explica la poco discutible efectividad de la

psicoterapia.

De hecho, las pruebas fundamentales y más consistentes de la teoría del déficit de

neurotransmisores y en concreto del papel de la serotonina en la depresión la

constituyen la aparente eficacia de los inhibidores de la serotonina. Sin embargo, esta

aparente efectividad se ve cuestionada por el hecho de que fármacos que no tienen esta

acción farmacológica, como por ejemplo anticonvulsivantes, muestran cierta eficacia en

la depresión y los antidepresivos se consideran también indicados en cuadros por

ejemplo ansiosos sin el perfil clínico, y se supone que bioquímico, de la depresión. Los

estudios con voluntarios sanos tampoco apoyan la idea de una acción farmacológica

consistente de estos fármacos. También siembran dudas la desaparición y reaparición en

las teorías etiológicos de otros neurotransmisores como la noradrenalina la aparición de

fármacos que se reclaman de otras dianas terapéuticas.

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El propio espectro de trastornos de salud mental en los que no existe una frontera nítida

entre un tipo de trastorno y otro y sobre todo entre normalidad y patología cuestiona la

existencia de un papel central de los desequilibrios neurobioquímicos en los problemas

emocionales habituales.

Por lo tanto, tenemos que seguir pensando estos fármacos en la gran mayoría de las

depresiones como tratamientos más dirigidos a determinados síntomas, como una

herramienta más para tratar la respuesta del sistema nervioso a distintos factores

psicosociales y a conflictos psicológicos y no tanto a una diana bioquímica específica

considerada como supuesta génesis del trastorno.

La eficacia de los modernos antidepresivos (no superior a los triciclitos) fue un

argumento en su adopción, pero fundamental lo jugo la menos incidencia de efectos

secundarios. Estos no quiere decir que estos sean despreciables especialmente aquellos

largo plazo, el conocimiento de los cuales se ha ido ampliando en los últimos años. A

pesar de la importancia de esto efectos sobre todo es preocupante su dependencia no

solo física, con un síndrome de discontinuación que puede ser grave, sino psicológica.

La experiencia de los médicos de familia sin constituir una demostración, si que da

argumentos a la sospecha sobre el carácter adictivo de estos fármacos. Nos podemos

preguntar si la utilización de los antidepresivos no lleva en realidad a la cronificación de

la depresión alterando los niveles de transmisores neuronales y sus mecanismos de

producción y degradación. Sabemos por otras experiencias que la introducción de un

producto químico activo en el organismo, a menudo provoca una reacción del

organismo en la dirección opuesta. De hecho este es el fundamento de algunos

tratamientos como los estimulantes en los trastornos de hiperactividad. También

sabemos que el uso de IRSS en le embarazo puede ocasionar recién nacidos con

tendencia a la disminución de neurotransmisores en algunas áreas. El resultado de todo

ello sería que las personas que ante dificultades en la vida recurren a los antidepresivos,

como ayuda prácticamente exclusiva (puede coexistir con cierto apoyo psicológico

informal), se van a ver abocados a recurrir a estos fármacos ante cualquier nueva

adversidad o crisis vital.

Otra consecuencia grave de la utilización que se ha hecho de los antidepresivos, es que

estos se han convertido en el resultado y en un condicionante de un modelo de atención

centrado en la enfermedad, en la que la atención a la salud mental, en vez de tener como

perspectiva a la persona, prioriza corregir unos desequilibrios específicos en los

sistemas de trasmisión neuronal. La medicina de familia que se ha reivindicado de una

orientación centrada en la persona y su contexto, se debería sentirse especialmente ajena

a la filosofía implícita en una atención a la salud mental centrada en la enfermedad en la

que los fármacos ocupan un lugar central

La cuestión de cómo como y cuando se utilizan los antidepresivos (como todos los

psicotropos) tienen una dimensión ética y filosófica y implica la propia concepción que

mantenemos del ser humano y de la naturaleza de la atención de salud. Detrás de su

utilización actual existe una concepción deshumanizante y alienante de la persona. El

síntoma ha dejado de ser visto como algo con un sentido dentro de biografía del

individuo, como una llamada a reconsiderar su visión de si mismo y del mundo que le

permita vivir de una forma más plena, sino un mero proceso bioquímico

Page 3: antidepresivos una visión crítica

.

El discurso centrado en la enfermedad no solo a “conquistado” a la mayoría de los

profesionales sino a la propia población. Los “desequilibrios en los neurotransmisores”

se ha convertido en una perspectiva que sirve para evitar que los pacientes se cuestionen

su propia “responsabilidad” en los problemas que les afectan, imprescindible para una

psicoterapia exitosa.

Como resumen podemos decir que el “éxito” los fármacos antidepresivos o más bien la

utilización que se hace de ellos, constituye el resultado, no de su limitada efectividad,

sino de una orientación biomédica de la medicina de la que nuestra especialidad no ha

logrado escapar y de la medicalización de la sociedad uno de cuyo componentes es la

“narcotización” del sufrimiento psicológico.

.