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Facultad de Ciencias Sociales – Coordinación de la Especialidad de Antropología Pontificia UNIVERSIDAD CATÓLICA del Perú. HACIA UNA EDUCACIÓN EN LIBERTAD LA PUCP NO SE SOLIDARIZA NECESARIAMENTE CON EL CONTENIDO DE LAS PUBLICACIONES QUE APOYA LA PRESENTE PUBLICACIÓN SE REALIZA CON LA COLABORACIÓN DE: revista de antropología y otras cosas ANTHROPÍA Bill Brandt ANTHROPÍA Revista de Antropología y Otras Cosas Año 7, número 7. Noviembre del 2009 Lima, Perú Es una publicación independiente dirigida y editada por estudiantes de la Especialidad de Antropología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Fundadores: Jaris Mujica Carlos Young Directoras: Ximena Málaga Gabriela Lip Colaboradoras: Denise de la Torre Ugarte Mesia Andrea Urrutia Gómez Rosario del Pilar Rodríguez Romani Consejo Asesor: Dra. Norma Fuller Dra. Gisela Cánepa Dr. Alejandro Diez Dr. Pablo Vega Centeno Dr. Gerardo Damonte Corrección y Estilo: Ximena Málaga Sabogal Gabriela Lip Marín Denise de la Torre Ugarte Mesia Imágenes y fotografìas: Iván Curioso Vílchez Víctor Rodríguez Idrogo Diseño y Diagramación: Nylda Ataucuri García - [email protected] Carátula: George Philip and son, mapa - Peru, Bolivia, Chili & La Plata (1853) Contracarátula: Guillaume de L’Isle 1675-1726, mapa - Tabula geographica Peruae, Brasiliae & Amazonum regiones (1757) La reproducción total o parcial de algún artículo debe hacerse con permiso expreso de los directores. Dirección electrónica: Pueden enviar sus sugerencias, comentarios, observaciones y artículos a: [email protected] Pagina web: blog.pucp.edu.pe/revistaanthropia Agradecimientos: En primer lugar queremos agradecer a Catalina Romero, decana de la facultad de Ciencias Sociales, por el apoyo institucional y a Oscar Espinosa, coordinador de la especialidad de Antropología por su cola- boración constante, sin la cual la revista no podría salir adelante. Tam- bién queremos dar las gracias a los miembros del consejo asesor de este número por habernos ayudado en la elección de los textos. Merecen un agradecimiento especial Iván Curioso Vílchez y Víctor Rodríguez Idrogo por apoyarnos con la selección de imágenes. Le damos las gra- cias a Nelly Chumpitaz, secretaria de la especialidad de Antropología, paciente amiga de la revista, por su constante aliento y colaboración. Queremos agradecer de forma especial a Denise de la Torre Ugarte Mesia, Andrea Urrutia Gómez y Rosario del Pilar Rodríguez Romani por su trabajo constante. Sin el apoyo de todos ellos la publicación no hubiera sido posible. Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú: Nº - 2009-11766 Impreso en: Grambs Corporación Gráfica S.A.C., Av. José Gálvez 1216, Urb. Santa Beatriz, Lima 1, Tel: 2196560 Versión impresa: ISSN 2076-0574 Versión electrónica: ISSN 2076-2704

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Facultad de Ciencias Sociales – Coordinación de la Especialidad de Antropología

Pontificia UNIVERSIDAD CATÓLICA del Perú.

HACIA UNA EDUCACIÓN EN LIbERTADLA PUCP NO SE SOLIDARIZA NECESARIAMENTE CON EL

CONTENIDO DE LAS PUBLICACIONES QUE APOYA

LA pRESENTE pUbLICACIÓN SE REALIzA CoN LA CoLAboRACIÓN DE:

revista de antropología y otras cosasANTHRopÍA

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ANTHRopÍARevista de Antropología y otras CosasAño 7, número 7. Noviembre del 2009 Lima, perú

Es una publicación independiente dirigida y editada por estudiantes de la Especialidad de Antropología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Fundadores: Jaris MujicaCarlos Young

Directoras:Ximena MálagaGabriela Lip

Colaboradoras:Denise de la Torre Ugarte MesiaAndrea Urrutia GómezRosario del Pilar Rodríguez Romani

Consejo Asesor:Dra. Norma FullerDra. Gisela CánepaDr. Alejandro DiezDr. Pablo Vega Centeno Dr. Gerardo Damonte

Corrección y Estilo:Ximena Málaga SabogalGabriela Lip MarínDenise de la Torre Ugarte Mesia

Imágenes y fotografìas:Iván Curioso VílchezVíctor Rodríguez Idrogo

Diseño y Diagramación:Nylda Ataucuri García - [email protected]

Carátula:George Philip and son, mapa - Peru, Bolivia, Chili & La Plata (1853)

Contracarátula:Guillaume de L’Isle 1675-1726, mapa - Tabula geographica Peruae, Brasiliae & Amazonum regiones (1757)

La reproducción total o parcial de algún artículo debe hacerse con permiso expreso de los directores.

Dirección electrónica:pueden enviar sus sugerencias, comentarios, observaciones y artículos a: [email protected] web: blog.pucp.edu.pe/revistaanthropia

Agradecimientos:En primer lugar queremos agradecer a Catalina Romero, decana de la facultad de Ciencias Sociales, por el apoyo institucional y a oscar Espinosa, coordinador de la especialidad de Antropología por su cola-boración constante, sin la cual la revista no podría salir adelante. Tam-bién queremos dar las gracias a los miembros del consejo asesor de este número por habernos ayudado en la elección de los textos. Merecen un agradecimiento especial Iván Curioso Vílchez y Víctor Rodríguez Idrogo por apoyarnos con la selección de imágenes. Le damos las gra-cias a Nelly Chumpitaz, secretaria de la especialidad de Antropología, paciente amiga de la revista, por su constante aliento y colaboración. Queremos agradecer de forma especial a Denise de la Torre Ugarte Mesia, Andrea Urrutia Gómez y Rosario del pilar Rodríguez Romani por su trabajo constante. Sin el apoyo de todos ellos la publicación no hubiera sido posible.

Hecho el Depósito Legal en la biblioteca Nacional del perú: Nº - 2009-11766

Impreso en: Grambs Corporación Gráfica S.A.C., Av. José Gálvez 1216, Urb. Santa Beatriz, Lima 1, Tel: 2196560

Versión impresa: ISSN 2076-0574

Versión electrónica: ISSN 2076-2704

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TEXTÍCULoS Pág. 4

pRE – LIMINARES Pág. 5

LIMINARES

• Lima desvanecida Ian Chang Chu Pág. 6

• “Juntos pero no revueltos”: Relaciones sociales de vecinazgo en pensiones de barrio Alberdi (Córdoba - Argentina) Marina Liberatori Pág. 12

• Ser hombre en tiempos de precariedad laboral: El caso de los profesionales que perdieron sus empleos a consecuencia de las reformas laborales de los años 90 en el Perú Elizabeth Vallejo Rivera Pág. 18

• ¿Qué es la anemia? Hacia una necesaria construcción social de la anemia como una enfermedad Pablo Alberto Molina Palomino Pág. 27

• Ensayo sobre los nuevos procesos de reconfiguración en la sociedad cusqueña Rafael Barrio de Mendoza Zevallos Pág. 33

• La actividad minera y sus disyuntivas. Hualgayoc: Entre la necesidad y la desconfianza Eduardo Romero Diandreras y Alexandra Cussianovich Zevallos Pág. 41

• Al otro lado del mercado. Apuntes sobre la piratería Jaris Mujica Pág. 50

poST-LIMINARES: Sobre el siguiente número Pág. 54

SUMARIoHoracio Coppola

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ANTHRopIA Revista de Antropología y otras cosas

TEXTÍCULoSTEXTÍCULoS“[Los españoles] le preguntaron por señas y por palabras qué tierra era aquella y cómo se llamaba. El indio, por los ademanes y meneos que con las manos y rostro le hacían (como a un mudo) entendía que le preguntaban mas no entendía lo que le preguntaban y (…) respondió su propio nombre, diciendo Berú, y añadió otro y dijo Pelú. Quiso decir: “si me preguntáis cómo me llamo, yo me digo Berú, y si me preguntáis dónde estaba, digo que estaba en el río” porque es de saber que el nombre Pelú en el lenguaje de aquella provincia es nombre apelativo y significa ‘río’ (…) Los cristianos entendieron conforme a su deseo, imaginando que el indio les había entendido y respondido (…) como si él y ellos hubieran hablado en castellano, y desde aquel tiempo (…) llamaron Perú a aquel riquísimo y grande Imperio, corrompiendo ambos nombres (…)”

Garcilaso de la Vega

“Quienes únicamente se solazan con el pasado ignoran que el Perú, el verdadero Perú es todavía un problema. Quienes caen en la amargura, en el pesimismo, en el desencanto, ignoran que el Perú es aún una posibilidad.”

Jorge Basadre

“Entonces, mi pueblo era pues un pueblo, no sé… un pueblo ajeno dentro del Perú”

Informe final de la CVR

“Triciclo con zapato, un vaso de chicha, un buen reloj / Camisas, chucherías, de todo en las calles y en montón / Persigna la primera venta, las calles están repletas / Empuja el triciclo ambulante llamado PERÚ”

Los mojarras

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ANTHRopIARevista de Antropología y otras cosas

pRE-LIMINARESCarta Editorial

Después de un año de espera, llega a sus manos la séptima entrega de la revista Anthropía. El título del presente número, Un Perú que cambia, hacía venir a la mente en un principio los estudios sobre globalización, migración y estrategias de adaptación al nuevo contexto. Pero quisimos ir más allá. Reflexionar sobre el cambio implica para nosotras reflexionar también sobre la construcción de nuevos agentes y la reconfiguración de otros. Implica pensar sobre la articulación de estos agentes a través de movimientos sociales y otro tipo de aglutinaciones políticas. Implica cambios en el imaginario al igual que cambios en la acción social concreta. La noción de cambio es muy amplia y en el Perú lo es más aún. Esta entrega es producto de una reflexión de este tipo.

A lo largo de estas páginas se propone nuevas miradas analíticas a diversos procesos de Perú actual, tanto dentro de nuestras fronteras como los que las traspasan. Asimismo, los artículos de esta entrega analizan procesos que se sitúan tanto en espacios rurales como urbanos. En líneas generales, los artículos del presente número abordan una amplia gama de temáticas vinculadas entre sí por la búsqueda de entender la vida social del país y su dinámica. Creemos que la mirada antropológica puede aportar de una manera especial a esta comprensión.

Si después de leer esta entrega se ven animados a buscar nuevas respuestas a las interrogantes aquí planteadas habremos logrado nuestro objetivo. Quedan invitados a leer esta nueva entrega de Anthropía.

Las Directoras

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ANTHRopIA Revista de Antropología y otras cosas

LIMA Desvanecida

por: Ian Chang Chu

Sumilla:

El presente ensayo pretende interpretar la utilización del espacio público en la ciudad de Lima. Para ello se tomará en cuenta el proceso de modernización por el cual atraviesa. Además, dentro de las grandes posibilidades de esta utilización, el objeto de estudio central será el destinado al flujo de autos. Por último, durante el desarrollo del contenido, se hará referencia a quiénes o qué sector se favorece; cuál es su relación o dependencia con el sistema económico; y, finalmente, cuál es su capacidad de influencia sobre la sociedad.

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“En la investigación [de las ciencias sociales], el espíritu de este mundo se representa por sí mismo, pero a la manera de

los niños que juegan a ser choferes de autobús, vendiendo boletos que no conducen a ninguna parte…”

Theodor Adorno

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ANTHRopIARevista de Antropología y otras cosas

Consideraciones previas

Negar la fragilidad del siguiente ensayo sería caer en un grave error en virtud. Dos grandes razo-nes sustentan ello. Por un lado, los datos concretos a presentarse parten de mi vida cotidiana y no de una observación empírica, lo cual sugiere que quizá haya más de crónica que de artículo. Por otro lado, no hay una inclinación enorme hacia algún enfoque teórico en particular; por el contrario, la recurrencia a autores será mínima; ello se debe a mis interpre-taciones todavía muy superficiales sobre estos. No obstante, a pesar de la carencia de una rigurosidad académica adecuada y la consecuente susceptibili-dad de errores, este trabajo podría ser útil en tanto busque abrir camino hacia investigaciones y discu-siones con respecto a temas urbanos.

Introducción

A menos que se desee ir en contra del sentido común, la modernización se expande por casi todo el mundo. Ello refiere a un proceso de occidenta-lización que se instala en diversas partes del orbe; se impone sobre otras sociedades, pero también se adapta a ellas. La estructura tanto económica, so-cial y cultural variará para devenir en una totalidad cuyas tensiones también serán modificadas. Como consecuencia de este proceso, las ciudades se tor-narán como centros de desarrollo de la economía, mientras el ámbito rural se subordinará a ellas; es decir, las ciudades se urbanizarán.

Lima no es ajena a este proceso. El comercio y la sociedad del consumo se erigen como fuente principal de ingresos, pero también se inserta como imperativo en esta ciudad. También crece de ma-nera acelerada. Su población ya sobrepasa los 8 millones de habitantes. En términos de extensión, su crecimiento es horizontal y, en los últimos años, vertical: aparecen las famosas barriadas, pero tam-bién las familias de los sectores económicos más favorecidos se trasladarán nuevos lugares y, así, se alejarán del centro de la ciudad.

Dicho esto, la llegada de la modernización urba-niza Lima y, por tanto, la reconfigura. El uso de su espacio adquiere nuevas formas de uso en donde los individuos también interactúan de nuevas formas. Una de estas formas será la destinada al flujo de autos.

Vale la pena aclarar que este espacio destinado al flujo de autos será entendido como espacio pri-vado. Así, la concepción a utilizar sobre el espa-

cio público y el privado será la más convencional: mientras en este último, existe una exclusividad de su uso, en el primero, no. Para decirlo grosso modo, acceder al espacio público no debería tener ningu-na restricción: si una persona desease salir a pasear por la calle, nadie le impediría que camine por la calle. Pero si deseara salir a pasear en auto, defini-tivamente habría un grado de exclusividad, puesto que tendría comprar uno o, por lo menos, viajar en el vehículo de un allegado, tomar un taxi o abordar un microbús. En ese sentido, una camioneta, un ca-mión, un bus, entre otros, también serán concebidos como espacio privado. Además, probablemente se refiera a estos vehículos como autos simplemente para abreviar el término transporte motorizado.

Bajo este supuesto, el objetivo de este artículo consistirá en analizar cómo se configura Lima a través de la construcción de sus pistas. Se busca-rá encontrar y explicar cuáles son las tensiones que se generan en su interior. Naturalmente, la tensión básica será aquella originada entre el uso del espa-cio público y privado. Por último, vale decir que no habrá ningún propósito en explicar la caótica situa-ción del transporte en la actualidad de Lima, dado que necesitaría más espacio y correspondería a otro tipo de análisis para su investigación.

Lima: una ciudad destinada al flujo de autos

Hablar de una modernización, en términos ur-banos, necesariamente requiere no dejar de lado las formas de movilizarse en virtud al crecimiento poblacional y territorial de una ciudad. En el caso de Lima, el modo más común de transportarse es el motorizado. Difícilmente se podría encontrar una opinión opuesta: por un lado, no se cuenta con un sistema de transporte masivo que no tenga una vía totalmente exclusiva; por otro lado, las angostas ve-redas y el exceso de puentes peatonales sugieren el grado de prioridad del peatón dentro de la ciudad; por último, no hay protestas en contra de este mode-lo, o por lo menos no en forma explícita o masiva.

Sin necesidad de recorrer grandes distancias, lo dicho anteriormente, puede ser corroborado. Cua-tro autopistas forman un casi cuadrilátero no muy grande en una zona céntrica de la ciudad: La Vía Expresa Paseo de la República, la Vía Expresa Ja-vier Prado, la Vía Expresa Grau y la Panamericana. A ellas se suma otra no muy lejana como la Avenida Faucett. Y si se vuelve al centro de la ciudad, apare-cerá un zanjón en la Avenida Alfonso Ugarte. Ade-más, no debe dejarse de lado la tan discutida obra

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ANTHRopIA Revista de Antropología y otras cosas

en la Avenida Universitaria que también conlleva modificaciones en las avenidas Colonial y Venezue-la. Por último, es posible que haya más vías en la ciudad para un tránsito rápido, pero con las mencio-nadas, dadas sus cercanías, parecen suficientes.

Sin embargo, no solo se trata de vías rápidas, pues también se aumenta el número de carriles como sucedió con las avenidas Petit Thouars y Arenales. Un carril más es una “solución” al tráfico. El espacio antes destinado para el peatón ahora lo será para el auto. Si de empeorar las cosas se trata, basta con mencionar los puentes peatonales ubicados en la Avenida Brasil, pues dos de ellos se ubican en donde el flujo de autos es bajo, mientras el otro se ubica en el hospital. De ello se deriva algo muy aceptado: en Lima, el peatón pasa a segundo plano.

¿Una vía para todos o para algunos?

El proyecto de la Costa Verde puede recordar a alguno las palabras de Marshall Berman sobre las vías-parque construidas en New York. Aque-llas conducirían desde el centro hacia las playas de la ciudad. A la vez, estarían rodeadas por bellos parajes que las convertirían en una especie de pai-saje vial. Empero, estas “vías-parque solo podían ser conocidas desde el coche particular: sus pasos a nivel fueron construidos deliberadamente de-masiado bajos para que los autobuses pasaran por ellos, de modo que el transporte público no pudie-ra llevar grandes masas de la ciudad a la playa”1. Del mismo modo, las vías de Costa Verde tendrán un objetivo paisajístico: a un lado, se vislumbrará la belleza de la arena y el mar; al otro, el grandioso verdor (no solo por su encanto natural, sino por su función heroica para tratar de evitar una tragedia en esta sísmica ciudad) será la atracción junto a edificios y centros recreativos. Pero, ¿quiénes po-drán desplazarse por aquellos caminos?, ¿el trans-porte urbano será el privilegiado o seguirá siendo exclusivo para el privado como sucede en la ac-tualidad?

Lógicamente, decir que el espacio privilegia a algún sector de la sociedad no resultaría muy útil. Responder por sus causas sí. Para empezar, es me-nester reconocer que la actual sociedad del consu-mo se ha constituido como un imperativo, creando así un mundo atomizado, un mundo en donde las interacciones sociales quedaron desterradas. Una laptop, un ipod o un celular implican una separa-ción de los demás. La laptop definitivamente es mu-

cho más personal que la computadora utilizada por toda la familia. El ipod es escuchado por uno solo dejando de lado la posibilidad de escuchar música en una sala con quizá con otras personas. El uso del celular evita el uso del teléfono público o del teléfono fijo del hogar. Así, el mundo del consumo soslaya la posibilidad de compartir algunos usos gracias a una sociedad de mercado cuya producción es destinada para cada tipo de persona.

Naturalmente, aquel proceso se da en diversas magnitudes y Lima no es ajena a ello. La ausencia de una gestión municipal destinada a la creación de espacios públicos en proporción al acelerado creci-miento de la ciudad facilita el apoyo a la apertura de malles tales como Jockey Plaza, Larco Mar o Mega Plaza2. Insertada en este tipo de sociedad, no sería sorprendente que Lima sea una ciudad en la que haya un uso indiscriminado de autos, puesto que estos también son formas de aislamiento. Cada sujeto preferirá su propio auto, determinado por un color, tamaño, forma, velocidad, etc. Una vez adquirido el auto, ya no habrá necesidad hacer uso del transporte urbano, ya no habrá contacto con los otros, solo con la familia o los amigos que puedan subir al auto.

De este modo, el flujo de autos será necesario para la economía. Por una parte, necesitará abrir ca-minos para que los ciudadanos puedan desplazarse de su hogar hacia su centro laboral y así intensificar la producción. Por otra parte, se debe generar espa-cios para que un mercado de autos sea hacedero.

En ese sentido, no se puede negar que Lima está pasando por una revolución urbana. Este término, utilizado por Henri Lefebvre, nos sugeriría rasgos de los nuevos fenómenos urbanos en la ciudad. Uno muy importante es el reemplazo del espacio con-creto por el espacio abstracto, lo cualitativo por lo cuantitativo, la vida cotidiana por las ciencias. Aho-ra la representación de la ciudad se limitará a un simple plano. “El arquitecto que dibuja, el urbanista que compone el plano-masa ven desde arriba y des-de lejos sus objetos, edificios y vecindad”3. Apli-cando estas palabras para Lima, no importaría si la avenida constituye un espacio de división social, no importa, si en las cercanías al Jockey Plaza, la Ave-nida Javier Prado divide los distritos de Ate Vitarte y Surco, o para ser más precisos, los barrios de Sa-lamanca y Monterrico. La sociedad moderna obliga a hacer uso de las ciencias de la cual es hija; por ello, la gestión municipal se preocupará por cuanti-ficar el espacio, saber cuántos autos transcurren en determinado tiempo, saber cuáles son los beneficios

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económicos para una mejor producción. No impor-ta, como sucedió en las cercanías de San Marcos, si dos niños jugaban fútbol, pero vivían uno en fren-te del otro divididos por una pequeña calle. Ahora una avenida ancha los dividirá contundentemente, a menos que rompan las normas de viabilidad ten-drán que hacer uso de un puente peatonal.

Lo que hay, entonces, es una cuantificación. La ciudad se estudia de manera vertical. La horizonta-lidad se olvida al dejar de lado las relaciones coti-dianas entre seres humanos. La ciencia se erige esta vez para abstraer el espacio: al hacer una avenida no importará qué suceda en la vida diaria de las per-sonas, simplemente se hará un plano y se trazará la avenida. Mientras haya rentabilidad, no importará lo que pueda afectar a las zonas residenciales. De esta manera, se refleja la dependencia de la planifi-cación urbana en relación con el capitalismo.

Aquella abstracción devendrá en un espacio creado. Ya no habrá, como sucedía en las socieda-des antiguas, un espacio en donde su organización “era una recreación simbólica de un supuesto orden cósmico. Poseía un propósito ideológico…”4; y, sin embargo,

… el espacio creado en las ciudades modernas posee un propósito ideológico equivalente. En parte refleja la ideología dominante de los grupos e instituciones que gobiernan la sociedad. En parte es un resultado de la dinámica de las fuerzas del mercado que pueden producir fácilmente consecuencias que nadie en par-ticular quiere5.

En suma, el uso de este espacio será un instru-mento para mantener las fuerzas del mercado. Un grupo dominante impondrá su ideología. Pero tam-bién valdría la pena preguntarse por qué no hay un rechazo en contra de este modo de pensar. ¿Acaso es tan obvio que todos deban estar de acuerdo? ¿No será que el aumento de tráfico en los últimos años es una señal de que la gente sigue optando por el uso de autos?

Al parecer, la tensión en la calle no se da me-diante el conflicto. Para decirlo de otro modo, el conductor defiende su espacio, el espacio privado, el espacio para su alienación. Pero el peatón, salvo en el momento que tenga un problema en la pista, no defenderá su espacio; por el contrario, preferirá como el conductor obtener su propio auto. Difícil-mente podremos localizarnos en el cerebro de cada habitante de esta ciudad; no obstante, el aumento de autos y la ausencia de protestas que apuesten por otras formas de transporte pueden resultar signifi-cativos.

La pistas como mecanismos de coerción

Lo mencionado hasta el momento tiene el pro-pósito de señalar que en Lima la sociedad de con-sumo, en tanto motor de la economía, influye en la configuración de la ciudad. De ello se deduce que el fin de cada habitante de la ciudad no será proponer una mejora en el transporte urbano, sino adquirir un auto para poder desplazarse. He ahí la

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idea más importante: la gestión municipal encar-gada del desplazamiento de autos en Lima no sola-mente favorece a aquellos que tienen los recursos para adquirir un auto, sino que impone una forma de comportarse.

En ese sentido, cuando se aumenta un carril en determinada calle, es cierto que se favorece al con-ductor frente al peatón, pero la tensión entre ellos será muy peculiar, pues el conflicto no consistirá en que ambos quieran defender su espacio (privado para el primero, público para el segundo); por el contrario, solo lo hará el conductor, mientras el pea-tón buscará ser un conductor más, adquirir un auto más. Por ende, no sorprende que haya un mayor uso de autos como sucede con la vía expresa Javier Pra-do: si un conductor observa un espacio que facilita el flujo de autos, entonces optará por utilizar aquel, pero no será el único y al final se generarán nuevos congestionamientos vehiculares.

Entonces, ahora las pistas pasan a ser mecanis-mos de control mental del ciudadano que deba tras-ladarse de un lugar a otro. Los puentes peatonales ubicados en la Avenida Brasil pueden resultar ilus-trativos. En principio, dos de ellos se encuentran en lugares donde la congestión vehicular es míni-ma como sucede en la zona de Magdalena. El otro puente es más significativo todavía, pues se ubica a las afueras de un hospital: el Hospital del Niño. Si bien, hay congestión vehicular, resulta difícil comprender por qué el peatón no tiene la prioridad. ¿Acaso una señora que llegue con su hijo enfermo debe subir y bajar una distancia considerable para poder ser atendida?

A ello, se agregan mecanismos de vigilancia. Los reportajes en donde se entrevistan a los transgreso-res de las vías no buscan una ciudad más ordenada; por el contrario, se quiere mantener una mentalidad a favor del transporte motorizado. Él propósito de estos programas no es más que generar culpabili-dad en las personas, una manera de castigarlos en términos de opinión pública y mostrarles su lado “irracional”. La incapacidad de la gestión munici-pal de controlar el caótico tránsito se soluciona des-truyendo el espacio público. Lima se somete a este discurso, y así la autopista es capaz de estructurar a sus habitantes: los conductores se sobrepondrán sobre los peatones. Asimismo no sorprendería que los peatones infrinjan las normas de tránsito, dado que hay una irrupción de su espacio.

De este modo, se erige un nuevo proyecto pa-nóptico, la modernidad emerge en Lima en su modo más perverso:

El esquema Panóptico… está destinado a difundir-se en el cuerpo social. La ciudad apestada ofrecía un modelo disciplinario excepcional: perfecto pero absolutamente violento… El Panóptico, por el con-trario, tiene un poder de amplificación… se trata de volver más fuertes las fuerzas sociales –aumentar la producción, desarrollar la economía, difundir la instrucción...6

Las palabras de Foucault resultan claves para entender la modernidad. Se contrapone dos épocas: el pre-moderno y el moderno. La ciudad apestada refiere al primero en donde la violencia o el castigo serán los mecanismos de dominio. En el moderno, aparece la prisión capaz de controlar las mentes: los prisioneros son excluidos de su libertad de ele-gir, pues se les impone un horario en cual tendrán momentos para dormir, alimentarse, trabajar, leer o asearse. La prisión será una forma de vigilar que reemplace la tortura pública. Así funciona la mo-dernidad, con sus sutilezas impone discursos a los individuos, se crea un aparato institucional para controlar la libertad de elección de los sujetos. La necesidad de adaptarse a la sociedad de consumo llega a ser aceptada por su fuerza para difundirse, pero esta no constituye más que una forma de vi-gilancia, una forma de castigar previamente. Ya no habrá un control sobre el cuerpo sino sobre el alma. En cambio, lo físico, lo violento serán desterrados, pero habrá otros modos de disciplinar a la socie-dad:

Dos imágenes, pues, de la disciplina. A un extremo, la disciplina bloqueo, la institución cerrada, estable-cida en los márgenes, y vuelta toda ella hacia fun-ciones negativas: detener el mal, romper las comuni-caciones, suspender el tiempo. Al otro extremo, con el panoptismo, tenemos la disciplina-mecanismo: un dispositivo funcional que debe mejorar el ejercicio del poder volviéndolo más rápido, más ligero, más eficaz, un diseño de las coerciones sutiles para una sociedad futura7

El poder se vuelve más sutil. Nadie golpeará a nadie para que adquiera un auto. Sin embargo, la sociedad del consumo y su consecuente publicidad también generan mecanismos de coerción. Esta perversión sugestiva se refuerza con una gestión municipal que destina el uso del espacio público al flujo indiscriminado de autos.

En ese sentido, las pistas y autopistas de Lima pueden facilitar la vida urbana, también se puede decir que se construyen para determinadas clases sociales. Sin embargo, lo más relevante es que mo-

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ANTHRopIARevista de Antropología y otras cosas

NoTAS

1 Berman, Marshall. “Todo lo sólido se desvanece en el aire: la experiencia de la modernidad”. Pág. 313.

2 Vega Centeno, Pablo. “El espacio público: la ciudad y la revaloración de la ciudad”. Pág. 4.

3 Lefebvre, Henri. “La revolución urbana”. Pág. 187.4 Harvey, David. “Urbanismo y desigualdad social”. Pág.

326.5 Ibíd.6 Foucault, Michel. “Vigilar y castigar: el nacimiento de la

prisión”. Pág. 211. Las cursivas son mías.7 Ibíd. Pág. 212. Nuevamente las cursivas son mías.8 Vega Centeno, Pablo. “El espacio público: la ciudad y la

revaloración de la ciudad”. Pág. 3.9 Berman, Marshall. “Todo lo sólido se desvanece en el

aire. La experiencia de la modernidad”. Pág. 1.

bIbLIoGRAFÍA

• Berman, Marshall. “Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad”. Siglo XXI. Ma-drid, 2006.

• Foucault, Michel. “Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión”. Siglo XXI. Buenos Aires, 2005.

• Harvey, David. “Urbanismo y desigualdad social”. Siglo XXI. Madrid, 2007.

• Lefebvre, Henri. “La revolución urbana”. Alianza Edito-rial. Madrid, 1972.

• Vega Centeno, Pablo. “El espacio público. La movilidad y la revaloración de la ciudad”. En: Cuadernos Arquitectura y Ciudad Nº 3. Departamento de Arquitectura – PUCP. Lima, 2006.

delan nuestros estilos de vida. Detrás de la autopis-ta, lo que hay son mecanismos de control para so-meternos a un discurso: la preponderancia del auto sobre el conductor. Ello es lo que trae la moderni-dad a Lima: se nos impone un modo de pensar a fa-vor de la enajenación del individuo. El resultado de ello será que Lima se convierta en una ciudad “en vías de desaparición a expensas de un crecimiento urbano fundado en lógicas privadas…”8.

Conclusiones

Momentos en los que escribo estas conclusio-nes, soy consciente de la gran falta de bibliografía y una interpretación no muy segura todavía de los au-tores citados. También debo admitir que en ningún momento estuve parado durante un buen tiempo en una de las vías mencionadas para analizar la situa-ción. Tampoco hice entrevista alguna o recogí datos específicos sobre la ciudad. Aun así, este ensayo puede ser útil en tanto sus ideas finales aporten un mínimo de novedad. Al final, este trabajo será una especie de bosquejo para trabajos posteriores que en los que me apoyaré o tal vez refutaré.

Volviendo a las conclusiones, no se ha pretendi-do negar que las pistas estén destinadas para cierto sector de la sociedad. Dicho de otro modo, Lima se construye para el espacio privado. La oposición en-tre espacio público y privado se da entre el peatón y aquel que se encuentre al interior de un vehículo. Tampoco se ha buscado oponerse a la idea de que el espacio destinado al flujo de vehículos esté subyu-gado al sistema económico. Por el contrario, aparte de las dos afirmaciones anteriores, las autopistas constituyen un mecanismo de coerción en la que se impone un discurso, un discurso que tiende a la enajenación de los individuos, que tiende a romper las conexiones sociales con los demás, que obliga a hacer uso del auto. Si bien, no todos simpatizan con el uso de autos, el aumento de tráfico en la ciudad es un dato importante, pues, tomando en cuenta que hay vías rápidas, demuestra el uso indiscriminado de este medio. A ello también se agrega un tema no tocado anteriormente, pero que vale la pena señalar, como el gran número de unidades de transporte ur-bano en la ciudad.

Lo dicho en el párrafo anterior es una manifesta-ción de que la modernidad actúa dentro de esta ciu-dad en sus más perversas formas. Ya más de uno ha-brá notado la deuda del título con Marshall Berman: “Ser modernos es encontrarnos en un entorno que nos promete aventuras, poder, alegría, crecimiento,

transformación de nosotros y del mundo y que, al mismo tiempo, amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos… Ser modernos es formar partes de un universo en el que, como dijo Marx, todo lo sólido se desvanece en el aire” 9. Así, dos autores relativamente opues-tos (Foucault y Berman) pueden ser utilizados en estas reflexiones finales. La modernidad del capi-talismo abre las expectativas de los seres humanos, pero a la vez queda limitados a ser llanamente acto-res económicos. Pero esta limitación se da porque la modernidad es un instrumento de poder, es capaz de la manera más sutil creando una arquitectura y sin necesidad de recurrir a la violencia.

Para finalizar, lo más lamentable es la ausencia del Estado para defender la situación del peatón o por lo menos convertirlo en un tema de agenda pública. También es lamentable la ausencia de una clase subalterna que busque alzarse para defender el espacio público, para defender su espacio.

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“Juntos pero no revueltos”1

“Dínora: Acá tienes que compartir todoBlanca: Encima a mi me dieron la pieza esa de cartón, así que no podía dormir, no podía hacer nada, escuchaba llantos, gritos. Dínora: Todo tiene un límite como se dice. Acá se comparte mucho, se comparte el baño, se comparte todo y eso, puedes estar juntos, pero no revueltos.” (Blanca y Dínora2. Chimbote. 03/05/07)

Relaciones sociales de vecinazgo en pensiones de barrio Alberdi

(Córdoba- Argentina)por: Marina Liberatori*

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Sumilla:

Este artículo propone comprender, a través de un estudio etnográfico, cómo se construyen las relaciones sociales entre personas, en su mayoría peruanos, que habitan en pensiones de barrio Alberdi de Córdoba - Argentina. De esta manera se intentarán exponer las formas de vivir que plantean estas viviendas, a partir de la distribución de los espacios que las caracterizan. Durante el trabajo de campo, se pudo observar que entre los vecinos se iban generando ciertos conflictos y tensiones, pero también relaciones de confianza y reciprocidad. También se observó cómo los espacios públicos y privados eran redefinidos de manera constante, así como las diferentes amistades y enemistades que se iban tejiendo entre las personas

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El presente artículo propone dar cuenta de la forma de vida en pensiones del barrio Alberdi, en la ciudad de Córdoba. La mayoría de las personas que reside en estas viviendas es de nacionalidad peruana. Aunque este no es un trabajo específico sobre migración, se realizará un breve repaso de la manera en que fue abordada, en tér-minos migratorios, la llegada de peruanos a Argentina. Se puede dar cuenta de varios momentos de migración peruana a este país. Siguiendo a Karsten Paerregaard (2005), el primer flujo se remonta a los años 30 y esta-ba constituido por personas del Partido Aprista Peruano que ingresaron al país por cuestiones de persecución política. Durante los años 50 y 60, el movimiento mi-gratorio se constituyó por personas de clase media y alta que venían atraídas por la posibilidad de acceder a estudios superiores en universidades nacionales como la de La Plata, Córdoba, Mendoza y Bahía Blanca.

Hacia los años 90, luego de la implementación de po-líticas neoliberales por el gobierno de Fujimori, la conse-cuente crisis política y económica se hizo notar en Perú. Esa fue una de las principales causas del movimiento masivo de migrantes que entraron a Argentina en busca de oportunidades laborales. Por otra parte, desde 1991, el país receptor se volvió atractivo para migrantes latinoame-ricanos, debido, entre otras cosas, a la política de paridad cambiaria entre el peso y el dólar, implementada durante el primer gobierno de Menem. Los peruanos que ingresa-ron por esos años al país eran, en general, provenientes de clases populares y una vez instalados en Argentina envia-ban dinero para la familia que quedaba en Perú.

La crisis que vivió Argentina hacia el 2001, junto a la devaluación de la moneda, hizo decrecer los movimien-

tos migratorios por lo que algunas personas regresaron a su país de origen. A partir de la posterior reactivación de Argentina, ingresaron (y lo siguen haciendo) nuevos grupos de migrantes. Entre estos grupos se encuentran los que vienen por razones de estudio y mayormente los que lo hacen para conseguir empleo y mejorar su calidad de vida.

Entre los antecedentes de estudios sobre migración peruana en Córdoba, sólo se han encontrado investiga-ciones de corte cuantitativo, que brindan datos acerca de cómo es su situación en la provincia. Ellos hacen refe-rencia especialmente a que esta población tiene, en su mayoría, las Necesidades Básicas Insatisfechas3 (NBI) (Sillau Pérez, 2003). La población de peruanos en Cór-doba no se concentra en un lugar específico como sucede con otros grupos sociales. Sin embargo, Alberdi es uno de los barrios con mayor cantidad de personas de esta nacionalidad. Actualmente el número aproximado de su-jetos de origen peruano viviendo en Córdoba asciende a 8000.

Este escrito se llevó a cabo a través de una etnografía, realizada durante los años 2007 y 2008, que brindó la posibilidad de un acercamiento profundo y microscópi-co (Geertz, 2001) hacia las personas que habitan en las pensiones. A partir de este modo de conocimiento antro-pológico, pudimos registrar e interpretar4 sus discursos, prácticas y maneras de concebir el mundo. Se trabajó en dos pensiones del barrio, donde por medio de charlas in-formales, entrevistas abiertas grabadas5, la observación participante de la investigadora y el uso de la fotografía, se pudieron registrar todos los datos que constituyen este trabajo.

Calle donde se ubican varias pensiones.

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Aunque esta investigación se centra en pensiones, donde la mayoría de los habitantes proviene de Perú, no podemos dejar de comprenderlos como parte integran-te de la sociedad Argentina y más específicamente de la sociedad cordobesa y de barrio Alberdi. Siguiendo a Bourdieu, ellos ocupan una posición6 determinada en el espacio social. Más aún, muchas personas de nacionali-dad peruana ocupan posiciones relativamente subalter-nas respecto de otros sujetos, puesto que se trata de un grupo al que podríamos denominar popular, con esca-sos recursos económicos. Sin dejar de tener en cuenta estas posiciones en el espacio social, esta investigación pretende separarse de aquellos estudios que conciben a la migración como estigmatizante y que sólo se refieren a los migrantes en términos de discriminación. Por el contrario, aunque sin restar importancia a estas proble-máticas, consideramos que estas personas poseen capi-tales y desarrollan ciertas estrategias que dan cuenta de su capacidad de agencia, para resignificar y construir la vida social en el barrio, en la ciudad y en el país.

Ahora presentaremos a barrio Alberdi, para que el lector se oriente espacialmente y sea más fácil compren-der la forma en que la gente vive y se relaciona en las pensiones. Desde los años 50 y 60, este barrio se ha ca-racterizado por la presencia de pensiones, como formas transitorias y más económicas de vivienda, en relación con el alquiler de casas y departamentos. La mayoría de estas pensiones alojaba a estudiantes que venían del inte-rior, de distintas provincias y también de países limítro-fes para estudiar, especialmente medicina.

Actualmente estas viviendas se encuentran habita-das, en su mayoría, por personas provenientes de Perú. En general las pensiones se caracterizan por ciertos es-pacios comunes que se comparten, tales como el baño, el patio, la puerta de entrada, los pasillos y, en algunos casos, la cocina. La habitación, por el contrario, es con-cebida por las personas como el espacio de lo privado, es decir como aquel lugar que no tiene que ser compartido con el resto de los vecinos, aunque veremos que esto no siempre es así.

Marina: ¿Y cómo ves vos la vida en las pensiones en general?

Dínora: A mi sinceramente no me gusta. (…). Por muy sana que sea, o sea, no es adecuado, porque es una sola habitación y en esa habitación tienes que cocinar, tienes que dormir, es todo, cocina, living, dormitorio, es todo una habitación. Y no es adecuado… porque al niño lo haces crecer con un espacio pequeño y todo lo vuelve en diminutivo, todo su mundo se vuelve pequeño para ellos. Un niño que crece en una habitación, en una pensión, no es recomendable, no es bueno…por-que ellos piensan que vivir en una pensión es normal, y yo pienso que es para un inicio nada más, si es que no hay dinero, pero después ya tienes que buscar algo para poderlos sacar de aquí. (…) (Dínora. Chimbote. 19/09/07)

Vivir en pensiones supone maneras particulares de construir la vida social. Observamos que para Dínora no es normal habitar en estos lugares. En general las per-

Foto de una de las pensiones vista desde afuera

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sonas conciben a estas viviendas como “de paso” hasta poder acceder a una casa estable. Sin embargo, la mayo-ría de ellos afirman haber vivido en pensiones, también llamadas casas alquiladas, en Perú.

Cuando estas personas migran hacia Argentina, lo hacen para mejorar sus condiciones de vida lo que se vuelve muy difícil al principio, porque deben solucionar el problema de la ilegalidad y conseguir una visa perma-nente previa a la ciudadanía, obtener trabajo y vivienda, etc. No obstante, muchos afirman que viven mejor aquí que en Perú y casi todos tienen la idea de ahorrar e inver-tir en un terreno para construir su propia casa.

Las pensiones disponen a la gente para encontrarse en algunos espacios como la cocina, el patio, el baño, los pasillos, etc. Estos espacios son percibidos, muchas veces, como conflictivos, por un lado porque “atentan” contra la intimidad de las personas, pero también por-que algunos tienen que compartir ciertos lugares con personas con las que no se tiene una relación de recí-proca confianza. Siguiendo a Julian A. Pitt Rivers, las relaciones de vecindad están basadas en la proximidad; esto supone un lazo social que proporciona las bases morales de las mismas. Es decir que los vecinos ten-drían derechos y obligaciones unos con otros: “Dejarse y prestarse cosas, pasarse brasas para el fuego, ayudar-se en situaciones de emergencia, ser discreto en todo aquello que puedan haber tenido la ocasión de descu-brir…” (Pitt Rivers, 1994: 161)

En su etnografía, Pitt Rivers describe y analiza un pueblo serrano en España y si bien encontramos algunas similitudes con nuestras pensiones, aquí la proximidad se convierte, muchas veces, en un generador de con-flictos. En algunos casos, además, contribuye a originar relaciones de confianza y reciprocidad, que pueden vol-verse también conflictivas. Como plantea Larissa Adler Lomnitz (2004) “(…) la confianza no se puede conservar fácilmente, se pierde y se gana, se da y se quita”. (Lom-nitz, 2004:122)

Es conveniente tener en cuenta el grado de proximi-dad al que nos estamos refiriendo. Habitar en estas pen-siones significa, casi siempre, compartir ciertos espa-cios que habitualmente son considerados, por nuestros entrevistados, como “privados”. Cabe aclarar que en una pensión no se puede elegir, la mayoría de las veces, con quién convivir y con quién no. Por consiguiente, tampoco es una elección con quien compartir los espa-cios comunes. Vemos entonces cómo los conceptos de “público” y “privado” se vuelven indispensables para comprender, en este caso, las relaciones de vecinazgo. Entendemos que la frontera entre lo público y lo priva-do es débil y en algunas ocasiones estos conceptos se entremezclan en la realidad, confundiéndose uno en el otro. “(…) não se pode falar de casa sem mencionar o seu espaço gêmeo, a rua. Mas é preciso notar também que a oposição casa/rua tem aspectos complexos. E uma oposição que nada tem de estática e de absoluta.” (Roberto DaMatta. 1997: 55)7 Aunque el autor, en su

obra “A casa & A Rua”, se refiere a los conceptos de calle y casa para analizar la sociedad brasilera, conside-ramos que nos ayudarán a comprender los sentidos de las especialidades en las pensiones. De esta manera po-dríamos establecer una relación entre los espacios pri-vados y las piezas de cada inquilino, ya que allí pueden vivir su privacidad. Sin embargo, existen situaciones en las que estas personas tampoco pueden elegir con quien compartir la pieza, puesto que deben vivir con otras fa-milias para solventar los gastos. Así el hacinamiento y la pobreza urbana se convierten en un inconveniente constante que intentan sortear las personas que viven en pensiones.

Vemos entonces cómo las relaciones sociales entre los vecinos se van definiendo y redefiniendo de mane-ra constante, los espacios públicos y privados adquieren nuevos sentidos y significaciones. De esta manera exis-te una interconexión profunda entre los espacios de las pensiones y las relaciones entre las personas; podría de-cirse que estas últimas se configuran en los espacios, ad-quiriendo características particulares. Lo que queremos señalar es que la continua porosidad y tensión entre los espacios públicos y privados, produce conflictos entre los habitantes de estas pensiones, pero también favorece las relaciones recíprocas entre ellos.

Según Pitt Rivers (op. cit), la relación de vecindad, así como la de parentesco, se rige por los valores de una comunidad particular, más que por voluntad de las per-sonas y se caracteriza, generalmente, por el intercambio de favores y la consiguiente “obligación” (Mauss, 1971) que conlleva el devolverlos. Algunas veces, la proximi-dad que proponen las pensiones contribuye a establecer simpatías, sobre todo si se tiene en cuenta que las per-sonas que viven allí han dejado atrás su país y compar-ten en Argentina una misma adscripción nacional, la de peruanos. Podría pensarse que es en estos casos donde compartir espacios se vuelve más fácil para estable-cer vínculos de amistad, ayudar a algún vecino a algún “compatriota” en problemas, etc.

Marina: ¿Y los peruanos8 cuándo están acá cómo es, se juntan?

Lisbeth: En Córdoba si, cuando hay una pollada. ¿Sabes lo que es una pollada?

M: No.L: Una pollada es hacer una fiesta cuando alguien

está enfermo, necesitan plata, entonces vende su tar-jeta, como decirte a seis pesos la tarjeta. Entonces tú vas y compras, es un cuarto de pollo, papas y ensalada. Viene condimentado el pollo: con ajo, pimienta, ají co-lorado, vinagre y un poco de cerveza. A la noche ante-rior se condimenta eso y se fríe y te lo venden frito. Eso es pollada. Y el que quiere colaborar colaboran con cerveza y se ponen a tomar, y es una fiesta entonces to-man, bailan... eso es pollada. Cuando hay una pollada dicen “hay una pollada, no se si tú puedes colaborar” Entonces van y colaboran así, hay personas compatrio-

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tas que han estado con cáncer, que han fallecido y para llevar el cuerpo y todo eso han hecho colaboración. Y uno va y la colaboración son polladas... (Lisbeth. Lima. 22/09/07).

Pero también hemos podido observar que, en va-rias oportunidades, la identificación nacional carece de importancia, ya que algunos sujetos se diferencian de otros por pertenecer, según sus propias percepciones, a distintas clases sociales o adscribir a la categoría de argentinos pese a haber nacido en Perú. Es así como, por ejemplo, había vecinos que afirmaban no ser como los otros porque ellos tenían mayor nivel de estudio, ganaban más dinero porque trabajaban más, en vez de quedarse bebiendo cerveza, etc. También pudimos dar cuenta de personas que decían no poder “ayudarnos en nuestro trabajo, porque hace tanto que viven en Córdo-ba que son más argentinos que peruanos”.

Existen otras situaciones, como dijimos anteriormen-te, en que la proximidad y el tener que encontrarse en los espacios comunes supone la presencia de conflictos y constantes roces por diferentes razones:

Marina: ¿Y qué problemas había?Lautaro: Y porque toman, o porque hacen bulla, o

porque no le pareció algo. Y bueno, tenemos así proble-mas domésticos como se dice.

M: ¿Y usted tuvo problemas domésticos?

L: Y a veces… tuve problemas con una persona que vivía acá al lado porque no respetaba nada, y bueno estaba faltando al respeto con la bulla, porque mis hijos se duermen temprano, eh, se van a la escuela temprano, entonces no respetaban los tiempos de las otras perso-nas, los tiempos míos. Y yo estaba trabajando, mis hijos iban a la escuela temprano, nos levantamos a las siete de la mañana y la música a todo lo que daba hasta las 12 de la mañana y entonces eso es una falta de respeto hacia los demás inquilinos. (…) (Lautaro. Lima. 19/09/07) Las faltas de respeto parecen ser una de las consecuencias de la proximidad que suponen las pensiones. La coexisten-cia de múltiples cotidianidades y formas de vivir genera ciertos conflictos entre los inquilinos. Vemos entonces cómo muchas veces no basta con el hecho de adscribir a una misma nacionalidad, para que exista confianza re-cíproca.

Muchas veces las pensiones se conciben como ese espacio colectivo, privativo de ser peruano, que se dife-rencia del “afuera” argentino. Pero otras, aparece como un espacio público de visitas y reuniones, donde hay que resguardar la privacidad. En este sentido Marcelo nos contaba que: “Como todos son peruanos, entrar a una pensión es como un pedacito de Perú y todo lo que está adentro es lo mismo como se vive allá, igualito, casi todo es igual, las comidas, los bailes, las broncas, las discusiones, es un pedacito de Perú.” (Marcelo. Trujillo. 7/11/07) Podríamos interpretar aquí que aden-

Calle Colón (Barrio Alberdi)

Foto: Marina Liberatori

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2 Todos los nombres de las personas fueron cambiados con la finalidad de proteger su privacidad e intimidad.

3 Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos de Argentina (INDEC), los hogares con Necesidades Básicas Insatisfechas son los hogares que presentan al menos uno de los siguientes indicadores de privación: hacinamiento, vivienda precaria, condiciones sanitarias, asistencia escolar baja, capacidad de subsistencia baja.

4 Lo que un antropólogo social realiza son “interpretaciones de interpretaciones”, es decir interpretaciones de segundo y tercer orden, ya que “sólo un “nativo” hace interpretaciones de primer orden: “se trata de su cultura” (Geertz, 2001: 28)

5 Cabe aclarar que las entrevistas se realizaron siempre bajo el consentimiento de las personas, quienes supieron desde un principio el propósito de esta investigación.

6 La “posición” es un concepto relacional que tomamos de Pierre Bourdieu para referirnos al modo en cómo se van posicionando los actores en el “espacio social”. Esta idea nos indica que las posiciones no son estáticas, sino que van variando en relación con el “volumen y estructura de capital” y las “trayectorias” sociales de cada uno de estos agentes (Bourdieu, 1991).

7 “No se puede hablar de casa sin mencionar a su espacio gemelo, la calle. Pero es preciso notar también que la oposición casa/calle tiene aspectos complejos. Es una oposición que nada tiene de estática, ni de absoluta”. (La traducción es mía)

8 Cabe aclarar que la categoría “peruanos” es aquí utilizada, porque casi todos nuestros entrevistados auto-adscriben a ella.

bIbLIoGRAFÍA

• Adler de Lomnitz, Larissa. Cómo sobreviven los mar-ginados. Siglo Veintiuno Editores SA, México.1975.

• bourdieu, pierre. El sentido práctico. Taurus, Madrid. 1991.

• DaMatta, Roberto. A CASA & A RUA. Espaço, cidadania, mulher e morte no Brasil. Rocco, Río de Janeiro. 1997.

• Geertz, Clifford. La interpretación de las culturas. Gedisa, Barcelona. 2001.

• Liberatori, Marina. Cuando pica la boca. Una etnografía sobre el chisme y las relaciones sociales en pensiones de barrio Alberdi (Córdoba). Inédita. Escuela de Ciencias de la Información. Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Córdoba. Córdoba-Argentina. 2008.

• Mauss, Marcel. Ensayo sobre los dones. Motivo y forma del cambio en las sociedades primitivas. EN Sociología y Antropología. Editorial Tecnos, Madrid. 1971.

• paerregaard, Karsten. El 5to suyo. IEP Ediciones, Perú. 2005.

• pitt Rivers, Julian A. Un pueblo de la Sierra Grazalema. Alianza Editorial, Madrid. 1994.

• Sillau pérez, Antonio. Inmigrantes peruanos en la ciudad de Córdoba. Hogares con necesidades básicas insatisfechas. El caso de barrio Alberdi. EN Revista de la Junta Nº 21, Junta Provincial de Historia de Córdoba, Córdoba. 1993.

tro de las pensiones la gente se siente segura, cómoda, se siente como en casa. Quizás porque al adscribir a la nacionalidad peruana encuentran dentro de las pensio-nes, como bien dijo Marcelo, un pedacito de Perú. Pero tampoco hay que perder de vista que las personas que habitan en las pensiones se reapropian y por lo tanto modifican también el espacio de afuera. Con esto que-remos decir que no sólo adentro de las pensiones, los que viven en ellas, tienen necesariamente que sentir-se cómo en casa, sino que pueden hacerlo también en otros ámbitos y lugares del barrio, que forman parte de sus cotidianidades. Es por esto mismo que, cómo ya he-mos visto, puede ser que suceda que aún encontrándose dentro de las pensiones, compartiendo actividades con sus compatriotas, puedan sentirse en un ámbito no tan familiar. No solamente influyen cuestiones de naciona-lidad para que los vecinos puedan sentirse cómodos, cómo parte de un “nosotros”; sino que también entran en juego identificaciones étnicas, de clase, de género, entre otras que no han sido abordadas en este artículo.

Conclusiones Para finalizar, podemos decir que las maneras de

vivir en las pensiones están determinadas por los es-pacios que se configuran en ellas y que disponen a las personas para construir lazos de amistad, que algunas veces pueden volverse conflictivos. Asimismo las re-laciones sociales que se tejen en estas viviendas se encuentran influenciadas por las posiciones y trayecto-rias de las personas, que a veces se identifican con un “nosotros” peruano y otras se diferencian por muchas razones, como por ejemplo la clase social. Entendemos que el conocimiento sobre aquel a quien consideramos un “otro” puede contribuir a ser concientes de los pre-juicios que tenemos como sujetos sociales y situados, para disponernos a la comprensión de aquellas “otras” prácticas y maneras de concebir y construir el mundo.

Por último, recapitulando y analizando lo dicho en el transcurso de estas páginas, nos aventuramos a pro-poner que es, ciertamente, a través de las relaciones de vecinazgo, que estos sujetos significan y resignifican el mundo social del que forman parte, a la vez que son constituidos por este. Así los vecinos van transforman-do sus relaciones y los espacios sociales, de la misma manera que estos espacios de relaciones Bourdieu (op. cit) los constituye, justamente, en actores sociales con capacidad de agencia.

NoTAS

* Licenciada en Comunicación Social, Universidad Nacional de Córdoba. Maestranda en Antropología, UNC. Integrante del Núcleo de Estudios sobre Violencia, Museo de Antropología UNC.

Correo electrónico: [email protected] Frase extraída del diario de campo año 2007.

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Ser hombre en tiempos de precariedad laboral:El caso de los profesionales que perdieron sus empleos a consecuencia de las reformas laborales de los años 90 en el perúpor: Elizabeth Vallejo Rivera*

Sumilla:

En 1991 se iniciaron cambios en la legislación que hicieron de Perú uno de los países que más ha flexibilizado su mercado laboral. La precariedad que caracterizaba tradicionalmente al empleo de sectores populares y al trabajo femenino, se agudizó y pasó ser una característica también del empleo de varones profesionales. Estos cuales se encontraron ante una situación para la cual no estaban preparados pues sus aspiraciones eran incorporarse a una organización, ascender y hacer carrera hasta jubilarse y obtener tranquilidad económica para ellos y sus familias. El paso de un modelo de estabilidad laboral a uno de inestabilidad, sumado a la crisis económica que empieza a agudizarse por esos años y el incremento del nivel educativo y participación laboral sostenida de las mujeres, produce cambios en los roles desempeñados en sus familias y en la percepción que este varón tenia sobre sí mismo, sobre su valoración del trabajo y sobre los roles asignados a cada sexo. Mi artículo se centrará principalmente en dos temas: a) los cambios en los tiempos y espacios de trabajo del varón y b) la paternidad; tal cual son experimentados por el grupo de varones entrevistados. Foto

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Ser hombre en tiempos de precariedad laboral:

En el contexto actual en el que predominan los empleos precarios, el tema de las identidades personales y profesionales, ambas relacionadas al trabajo, cobra un nuevo sentido y se ve afectado por los cambios de paradigma del empleo. Como mencionaba Giddens (1995), parte del proyecto del Yo en la modernidad ha sido el mantenimien-to de una crónica biográfica coherente. Pero, ¿qué pasa cuando esta coherencia no se puede mante-ner más? Si antes podía formarse una identidad de por vida, un yo estable y coherente como trabaja-dor, como padre, como pareja, como profesional de clase media, etc., podemos especular que en tiempos de precarización laboral y flexibilización podría estar gestándose un yo flexible, esta vez coherente con los múltiples cambios de actividad que deba realizar la persona a lo largo de su vida para mantenerse. El tema de la identidad en contextos de preca-riedad o incertidumbres generalizadas ha sido trata-do por autores como Zygmunt Bauman y Richard Sennett (2000), aunque no son los únicos. Ellos ha-blan de un nuevo momento en que la posibilidad de construir una identidad estable y para toda la vida, sobre la base del trabajo es (y será) casi inexistente para la inmensa mayoría de la gente. En el caso de la masculinidad, se hace evidente, como afirma Bauman en el prólogo al texto de Beck y Beck (2003) que hay un abismo cada vez mayor entre la individualidad como destino y la individua-lidad como capacidad práctica de afirmación per-sonal. La masculinidad, tradicionalmente definida sobre la base del trabajo asalariado, no encuentra vías de realización en un contexto que se caracte-riza por la precariedad laboral y el desempleo. El Estado, principal asegurador de la estabilidad labo-ral durante los años 70 y 80 en el Perú, se convirtió en el principal vulnerador de los derechos laborales durante los años 90, primero, a través de despidos masivos (muchos de los cuales años después se juzgarían como anticonstitucionales) y luego, a tra-vés de la extensión de horas de trabajo, uso de con-tratos temporales, hostigamiento laboral, todo ello, en concordancia con la precarización de las condi-ciones laborales lo cual en la vida cotidiana de las personas implicaba el riesgo constante de perder el empleo. Bauman en el texto citado, resalta que la princi-pal contradicción de la segunda modernidad es que los individuos tienen poca capacidad de controlar los marcos sociales que tornan factible la afirmación personal. La manera cómo uno vive se convierte en

palabras de los Beck, en una “solución biográfica a la contradicciones sistémicas”, es decir, una solu-ción individual. El surgimiento de los estudios de género se vin-cula también a esta ola de individualización. Así, Beck y Beck (2003) encuentran que, ante el decli-ve del concepto de clase, surgen nuevos conflictos, más vinculados a características innatas de los indi-viduos, como los relacionados a la discriminación: raza, etnicidad, edad, homosexualidad, incapacidad física y, por supuesto, el género. Como afirman dichos autores, en la primera modernidad, la familia ocupaba todo el campo de visión, mientras que en lo que llaman la segunda modernidad (la cual caracteriza nuestra tiempo), el hombre y la mujer son más visibles en sí mismos, cada cual vinculado a la familia mediante diferentes expectativas e intereses. Sin embargo, el mismo proceso que puso en evi-dencia las diferencias entre hombres y mujeres pone ahora también en cuestión a la propia categoría de género a sabiendas de que no es posible ya para los individuos encajar en las categorías que luego del proceso de industrialización se gestaron (la figura del varón proveedor principal y la mujer ama de casa y trabajadora remunerada eventual); a menos

Lewis Hine

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que estas categorías (roles masculino y femenino) se reelaboren una vez más. En el caso de nuestro país, esas contradiccio-nes entre las aspiraciones de roles tradicionales y un contexto económico que exigía su redefinición se sintieron de forma más evidente a partir de las reformas laborales de la década de los años 90 en las que Alberto Fujimori inició la aplicación del Consenso de Washington, según el cual el Estado debía ser neutral, privatizar sus empresas y algunos servicios sociales y debía redefinir su tamaño en función del principio de la austeridad y el equilibrio presupuestal (JIMÉNEZ: 2001, 145 - 169) Así, se inició un proceso de cambios en la legis-lación laboral que ha llevado a que el Perú sea uno de los países que más ha flexibilizado su mercado laboral en dicha década (SAAVEDRA y MARU-YAMA: 2000). Como parte de este proceso se fo-mentó la inversión extranjera y se puso en marcha la reducción del tamaño del sector público. Las refor-

mas ejecutadas en esa década incluyeron cambios en los costos de rotación laboral, lo que significó la modificación y posterior eliminación de la esta-bilidad laboral, la creación de un mayor número de causas de despido, la posibilidad de cese colectivo y una mayor libertad de contratos temporales (GA-RAVITO: 1999). Apenas comenzado el año 1991 y por Decreto Supremo, se “invitó” a los servidores del sector público a retirase “voluntariamente” en cuyo caso recibirían incentivos monetarios; o a quedarse, en cuyo caso podrían ser despedidos por ser exceden-tes y recibirían una indemnización (BÉJAR: 152). Los procesos se iniciaron en el sector público pero se extendieron también a las empresas privadas. Como afirman Figueroa y otros (1996) la crisis y el ajuste que ocurrieron en las dos últimas décadas en nuestro país estrecharon los canales de movilidad social e incrementaron la pobreza y la precariedad del empleo.

Año Legislación Laboral

1970 Estabilidad laboral absoluta otorgada después de 3 meses de periodo de prueba. El trabajador sólo podía ser despedido por faltas graves o despido colectivo.

1978 Ley 22126. Se extendió el periodo de prueba de 3 meses a tres años. Se redujo significativamente la estabilidad laboral. El empleador podía despedirlos sin costo alguno antes de cumplirse los 3 años de prueba.

1986 Ley 24514. Se redujo nuevamente el periodo de prueba a 3 meses. Una gran porción de trabajadores adquirió la estabilidad laboral absoluta.El monto de indemnización se incrementó de manera acelerada con la duración del empleo.Forma de las empresas de evadir esta “rigidez”: firma de cartas de renuncia voluntaria.

1991 Ley 728. Ley de Fomento del empleo. Flexibilización del mercado laboral. Reducción de los costos de despido y contratación.

1992 Ley 25593 Reducción de requisitos para la sindicalización lo cual permitió la creación de más de un sindicato por empresa

1993 Constitución 1993. Abolición de la estabilidad laboral. Se la remplazó por la protección contra el despido arbitrario.

1995 Cambio legislativo correspondiente a la abolición de la estabilidad laboral. En el empleo público hubo incentivos a la renuncia voluntaria

CAMbIoS EN LA LEGISLACIÓN LAboRAL pERUANA

Fuente: SAAVEDRA, Jaime y Eduardo MARUYAMA. Estabilidad laboral e indemnización: Efectos de los costos de despido sobre el funcionamiento del mercado laboral peruano. Lima: GRADE, 2000. 55 p. Documento de Trabajo 28 y elaboración propia.

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Diversas fuentes confirman que el grupo de va-rones mayores de 45 años (edad aproximada) fue el más afectado por el desempleo de larga duración, debido en parte a que otros grupos sociales (muje-resy jóvenes) lograban emplearse fácilmente bajo condiciones de subempleo. Garavito (1999) afirma que en el periodo luego de las reformas laborales (año 91) la tasa de desempleo femenino se redujo mientras que la de hombres aumentó ligeramente; asimismo la tasa de desempleo de jóvenes se redujo mientras que se elevó el de mayores de 45 años. Esto debido a que los/as más jóvenes resultaban “favorecidos” con contratos temporales, contratos por prácticas pre - profesionales, contratos por ca-pacitaciones, etc., pues éstos facilitan que se em-pleen aunque en condiciones precarias. En el caso de las mujeres, el hecho de que siguieran recibiendo menores remuneraciones comparadas con las de los varones facilitó su incursión en el mercado laboral, aunque se tratase de empleos precarios. Al final de la década, ambos, hombres y mujeres comparten la característica de un empleo precario y con pocas expectativas de mejora en el corto plazo. Sin em-bargo, en vista de las distintas expectativas deposi-tadas sobre cada uno (prevalencia de roles tradicio-nales diferenciados) los impactos de esta precari-zación en el caso de los varones ponen en cuestión directamente uno de los pilares fundamentales de su identidad: la capacidad de proveer. En este artí-culo me centraré únicamente en dos temas a partir de lo recogido en las entrevistas1: a) Los cambios en los espacios transitados por los hombres y b) La paternidad.

Cambios en el tiempo y espacio de trabajo

A partir de las entrevistas se ha encontrado que en la mayoría de los casos a la salida del empleo se si-gue una ruta de trabajos precarios y no el paro defi-nitivo. Sin embargo, este proceso no se da de forma inmediata, sino que existe un periodo de tiempo, en el que la persona se encuentra “desempleada”, es decir, buscando un empleo. Durante el periodo o los periodos en los que la persona se encuentra sin realizar ninguna actividad económica, el cambio de rutina puede ser chocante, sobre todo tomando en cuenta que antes se pasaba por lo menos ocho horas diarias fuera de casa. Así, uno de los entrevistados comenta:

Estuve dos semanas en mi casa, no sabía qué ha-cer (…) Bueno, yo estaba acostumbrado a un hora-

rio, ahora el horario me lo tenía que poner yo, pero la cuestión es saber qué haces con tu horario, ese es el problema, te vas a levantar temprano ¿para qué?, ¿para estar mirando el poste?, tienes que hacer algo. Ahora, vas a salir a tal hora ¿para qué?, todo tenía un por qué, tratar que el esfuerzo que hagas tenga una recompensa, porque estás, cualquier movimiento tiene que tener una consecuencia favorable para ti porque sí haces un esfuerzo y no tiene consecuencias, poco a poco te vas secando. (“Lobito”, Abogado, 42 años)

(Me sentí) Muy mal, muy mal, porque como bien lo ha dicho, ¿no? después de treinta años pues...uno se acostumbra a un estándar de vida que...adaptarse nuevamente a una nueva etapa es difícil ¿no?, aun-que trataba de distraer mi mente haciendo una u otra cosa en mi casa; aun así uno siente el cambio brusco, ¿no?” (Jorge, Ingeniero mecánico, 60 años)

Como afirma Barbieri (1996) en los estudios de género, ha prevalecido el análisis de las diferencias entre hombres y mujeres como una dicotomía: lo público y lo privado. Así, lo público era entendido como el lugar donde se desarrolla el trabajo remu-nerado, se generan los ingresos, se realiza la acción colectiva, la política, etc. Este ámbito se relaciona-ba estrechamente a lo masculino. Por otro lado, lo privado era lo doméstico, el lugar del trabajo no re-munerado, donde se daban las relaciones familiares y parentales, era el mundo de los afectos. Este lugar es el lugar de lo femenino y desde la perspectiva feminista se concebía como lugar de subordinación, pues se entendía que en él se negaban las potencia-lidades de las mujeres. Las asignaciones de género concernientes a lo público y lo privado, se relacionan en Occidente a procesos de la modernidad como la industriali-zación y urbanización. Así, la unidad doméstica y de trabajo se fue separando físicamente quedando

Jacques Lartigue

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especificado un lugar para la casa y otro para el tra-bajo. Autoras como Barbieri (1996), Fuller (2004) y Conway, Bourque y Scott (1997) han hecho men-ción al tema. Según Fuller, en el caso de Perú, ya desde los últimos tiempos de la colonia se empezó a desarrollar el proyecto moderno que separaba lo público de lo privado de forma que los valores do-mésticos y femeninos se identificaron con la vida familiar y la política y la razón se asociaban a la esfera pública. Sin embargo, con el tiempo se fue demostrando que la fluidez en las relaciones entre los ámbitos público y privado, sobre todo para el caso de las mujeres quienes, como afirma Barbieri (1996) pau-taban su vida cotidiana en torno a lo “exterior” (ho-rarios de entrada y salida de la escuela de sus hijos, horarios laborales de la pareja, etc.) Por otro lado, Fuller, ha destacado la dimensión doméstica de la masculinidad en vista de que los hombres son cria-dos en un hogar que es fundamentalmente de do-minio femenino y al hacerse adultos, deben formar un hogar y generar un salario para mantenerlo. Su salario, de este modo, se destina casi en su totalidad a la manutención del hogar y el uso que él puede hacer de él, se da sólo en función de las necesidades y gastos de su familia. En el caso del tema que trato en esta investi-gación, la fluidez entre los ámbitos doméstico y laboral, se “difumina” más en vista de que con la precariedad de las actividades. Si antes pasaban su día de trabajo en un solo lugar y rodeados por la misma gente ahora, por un lado, tienen más de

un “centro de trabajo”, en el sentido de que tienen que realizar más de una actividad para compensar sus ingresos con lo cual las horas de trabajo lejos de reducirse, podrían incluso incrementarse en al-gunos casos.En otros casos o en otros momentos de su vida laboral, realizan su trabajo en su casa (sobre todo aquellos que se desempeñan como consultores o brindando “asistencia técnica”), por lo que podría-mos decir que en esos momentos o en esos casos transforman el hogar en su nuevo espacio de traba-jo. Pero pasar más tiempo en el hogar no significa necesariamente pasar más tiempo con los hijos o realizando trabajos domésticos, al menos durante las épocas en las que se ha logrado emplear. El empleo proporciona acceso a contextos que con-trastan con el entorno doméstico, por ello, como afirma Giddens (1995), quienes están sin trabajo, frecuentemente encuentran en el aburrimiento un problema importante y desarrollan un sentimiento de apatía con respecto al tiempo y tratan de ocupar-se en cualquier otra cosa. En el caso de los entrevis-tados, como se puede ver, la mayoría no se resigna al paro definitivo sino que permanentemente están en actividad, ya sea buscando empleo o desempe-ñándose en uno, aunque sea precario:

- Lobito: Me voy a Lima, tengo mis horarios, me le-vanto a las ocho de la mañana, nueve estoy acá, de acá me voy a Lima, regreso, y así toda la tarde.

-E: ¿Digamos que trabaja a tiempo completo? - Sí, siempre he trabajado así. Si no tengo nada que

hacer busco algo que hacer, aparte mi vida partida-ria ¿no? Yo milito en Surco”, (“Lobito”, Abogado, 42 años)

Para manejar se empieza a las 11 de la mañana, regreso a mi casa a almorzar alrededor de las tres. Estoy una hora, luego continuo, hasta las ocho de la noche, en que vengo a cenar, me demorare una hora, y luego continuo a trabajar, a seguir haciendo taxi hasta las dos de la mañana o tres de la mañana que es la hora en que normalmente descanso, para conti-nuar hasta las siete de la mañana del siguiente, hasta las once que termine el turno, y partir de las once de la mañana, descanso un día de veinticuatro horas. Al día siguiente de nuevo, comienza el ciclo, salgo once de la mañana. (Eduardo, Economista, 55 años)

La variedad y la estructura temporal destacadas por Giddens (1995) como aspectos proporcionados por el empleo se relacionan entre si: el empleo pro-porciona acceso a contextos que contrastan con el entorno doméstico, como afirma el autor “En el en-torno del trabajo, aunque las tareas sean relativa-

Leo Matiz

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mente monótonas, los individuos pueden disfrutar al hacer algo diferente a las tareas de la casa; aun-que el ritmo del empleo haya podido ser opresivo, proporcionaba la sensación de que las actividades cotidianas van hacia alguna parte.” (GIDDENS: 2000, p. 14) El “aburrimiento” podría darse al principio de la pérdida de empleo o en el periodo o periodos en los que no encuentran trabajo pero no es la regla. Como estamos viendo, la mayoría no se resigna al paro definitivo sino que permanentemente están en actividad, ya sea buscando empleo o desempeñán-dose en uno, aunque sea precario:

Bueno, yo estaba acostumbrado a un horario, aho-ra el horario me lo tenía que poner yo, pero la cues-tión es saber qué haces con tu horario, ese es el problema, te vas a levantar temprano ¿para qué?, para estar mirando el poste, tienes que hacer algo. Ahora, vas a salir a tal hora ¿para qué?, todo tenía un por qué, tratar que el esfuerzo que hagas tenga una recompensa, porque estás, cualquier movimien-to tiene que tener una consecuencia favorable para ti porque sí haces un esfuerzo y no tiene consecuen-cias, poco a poco te vas secando. (“Lobito”, Aboga-do, 42 años)

Existen casos en los que se añora el trabajo esta-ble que se perdió, precisamente debido a la activi-dad constante que se realizaba en él y a la presencia de diferentes estímulos y retos, que tienen que re-solver cada día: “(Me agradaban) los retos conti-nuos y constantes, en la actividad pesquera existen cambios dinámicos muy rápidos, un día se presenta un problema, otro día se presenta otro, no es rutina-rio, es cambiante. Y eso creó en mi la necesidad de trabajar siempre en ese campo.” (Jorge, Ingeniero mecánico, 60 años) Además, ya no existe tiempo para establecer vínculos de amistad con los compañeros como sí se lograba hacer cuando se tenia un espacio físico para hacerlo (la oficina) y la posibilidad de verlos diariamente. Las nuevas formas de trabajo que van desarrollando, sólo les permiten tener vinculacio-nes puntuales y menos relaciones cara a cara, lo que reduce sus posibilidades de agrupación, creación de vínculos fuertes de amistad, etc. Al perder el trabajo estable rompieron no sólo vínculos de amistad, sino que se perdió un espacio importante para la genera-ción de grupos de amistad estables (los nuevos tra-bajos no posibilitan esto). Con relación a los aspec-tos de contacto social e identidad personal, Giddens (2000) hace notar que el entorno laboral suele pro-

porcionar amistades y oportunidades de participar en actividades compartidas con otros, por ello, al separar a una persona de este entorno, es probable que disminuya su circulo de posibles amigos y co-nocidos. Este tema del trabajo como enriquecedor del horizonte social es destacado también por Fuller (2001) cuando habla del trabajo como la posibilidad de generar un “espacio masculino”, pues es en el trabajo (centro laboral) donde el varón se relaciona con otros varones, uno de los entrevistado comenta: “No, ya deje de ir, y eso le pasaba a todos, en el trabajo se reúnen ¿no?, pero cuando se trata de que ya cada uno recibe sus recibos y se va, ya cada uno tiene que buscarse la suya y ya no hay tiempo para hacer relaciones públicas. En mi caso no, no volví a encontrarme con la gente, salvo por teléfono, que me llamaban ‘¿cómo estás?, ¿cómo te va?’, nada más”. (Pedro, Contador, 51 años)

Paternidad

Los estudios de paternidades en América Latina han destacado la ausencia física del padre a través de la evidencia de las altas tasas de jefatura de ho-gar femenina, sobre todo en los niveles socioeco-nómicos más bajos. En el caso peruano, además, resalta el elevado número de juicios de alimentos lo cual evidencia irresponsabilidad paterna. Todo ello formaría parte según Sara – Lafosse (1995), de la subcultura del machismo. Como sabemos, esta subcultura ha desvalorizado lo que podría llamarse la paternidad “social” que implica la crianza y par-ticipación en la vida de un hijo. Este fenómeno aunque masivo en Latinoaméri-ca, así como en nuestro país, no es generalizado a través de todos los sectores sociales. Como afirma Sara - Lafosse, en muchos sectores sociales no sólo es menos frecuente sino que es también abiertamen-te censurado. Así, existen otras formas de vivir la paternidad las cuales no han sido muy estudiadas en América Latina, habida cuenta de lo llamativo que resultaba el fenómeno del machismo y del abando-no del padre. Sin embargo, muchos padres en Latinoamérica desarrollan la paternidad social proveyendo a sus hijos de todo lo necesario, según sus posibilida-des y el grupo social al que pertenecen, es decir, vinculan sus significados sobre la paternidad a los del trabajo. Es decir, el esquema de padre vigente, pese cambios y expectativas de otros elementos como comunicación, afecto, etc., es el del padre proveedor.

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Es este mismo trabajo que permite proveer a los hijos de todo lo necesario, el que pone barreras, relacionadas sobre todo al tiempo, para el desarro-llo de una paternidad cercana y no basada sólo en la manutención de los hijos (Badinter: 1994) La división del trabajo creada durante el periodo de industrialización del que se ha hablado ya en este trabajo, creó también la figura del padre distante, al punto que, como comenta Badinter, los hijos ni siquiera saben en qué se ocupa éste. Liuba Kogan, para el caso de hombres de sectores altos de Lima, concluye para el grupo de sus entrevistados que la paternidad es poco importante en la construcción de la identidad masculina y que tiene relevancia sólo en tanto mecanismo para demostrar su hom-bría. En la práctica, los hombres a los que entre-vistó, representaban frente a sus hijos una figura distante y relativamente autoritaria. (Kogan: 142) Norma Fuller, es una de investigadoras que ha tratado el tema de la paternidad para el caso de los sectores medios y en los que no ha habido abando-no de hogar. Esta autora encuentra que el punto de vista de la paternidad social encuentra contradic-ciones con los otros ejes de la identidad masculina, particularmente con el trabajo. Ella encuentra que el trabajo es contradictorio a la paternidad porque, aunque es indispensable para la constitución de la identidad masculina, se opone con las demandas de la familia. En la actualidad como afirma Fuller (2004), aunque el modelo de padre responsable es altamente valorado y se asocia a la hombría, en la práctica no siempre es posible hacerlo efectivo, entre otras cosas, por las demandas laborales. Esta contradicción entre el trabajo y las deman-das como padre se puede dar de dos formas: Por la alta carga laboral del padre, con lo cual no puede dedicar el tiempo que ambos (padre e hijo (as) qui-sieran que él dedicara y de esta forma, convertirse en un modelo de padre cercano o inclusive afec-tuoso; o porque el empleo que la persona tiene, no permite generar ingresos suficientes para proveer a los hijos de lo que necesitan. El empleo precario (o la falta de él) implicará, en la concepción del padre, que no es más una figura a respetar (no posee un empleo “estable y prestigioso”), no es un modelo para su hijo. Su rol de padre: protector, proveedor y ejemplo y motor de la familia, puede extenderse más allá de sus hijos e incluir a la pareja y también a otros familiares. Por otro lado, la presencia y fluidez en las relaciones con otros parientes como padres, hermanos (as),y otros que pudieran ser cercanos

o estar presentes en el hogar media también la re-lación con el padre y pueden brindar apoyo en la crianza y manutención de los hijos. Como en el caso de Jorge, uno de los entrevistados, otros fami-liares podrían apoyar económicamente a la familia para que no se ponga en riesgo la continuidad en los estudios de los hijos o pueden brindarles aco-gida en su casa o permitirles construir su vivienda en propiedad de los padres de forma que se puede ahorrar en este concepto. En resumen, el padre no es la única figura presente, el único proveedor y por tanto, sus expectativas podrían centrarse más bien (y de hecho creo que lo hacen) en ser un mo-delo para sus hijos, en inculcar valores y formas de pensar como la importancia de la educación, el trabajo independiente y otros. Se debe tomar en cuenta además, la existencia de padres que no tienen relación de cercanía con sus hijos biológicos a causa de la separación con la pareja. Como se sabe, rige en nuestro país, al igual que en la mayoría de países del mundo, el modelo a través del cual, al separase una pareja, los hijos me-nores deben ir a vivir con la madre. Ese es el caso de “Lobito”, quien es divorciado y cuyos hijos (14 y 13 años) viven en EEUU con su madre. La importancia que mis entrevistados dan a la paternidad, se hace evidente pues muchos relacio-nan la palabra “éxito” al hecho de haberse desem-peñado bien en su rol de padres. En el caso Luís, contador de 51 años, esto está muy claro: “En mi caso como padre de familia, yo lo único que querría en este momento o siempre lo he pensado es un sue-ño realizado, haber cumplido un objetivo como pa-dre y sentirme satisfecho hasta cuando muera. […] En la vida real, como yo, como padre de familia, mi éxito seria pues haber logrado mis hijos, mis obje-tivos, mis sueños que haya tenido, ¿no? Haberme realizado y he cumplido con eso; para mi eso es un éxito”. Incluso se encuentran cosas positivas en el he-cho de haber perdido un empleo estable con un ho-rario fijo e inflexible que no permitía pasar mucho tiempo en familia: “Indudablemente, eso es positi-vo (pasar más tiempo con la familia), hay más co-munión más diálogo con los hijos, con la familia. El trabajo, si bien te deja remuneraciones para vivir, pero básicamente creo que lo más importante es la familia”. (Juan, Contador, 62 años) La importancia atribuida por estos hombres a la educación de sus hijos puede verse también como un mandato relacionado a la paternidad, un deber con el cual se debe cumplir si se quiere ser un buen

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padre: “Pero se ha sacrificado todo eso para que los hijos... triunfen, porque en realidad ¿como uno se proyecta?: es a través de los hijos; los hijos tienen las herramientas para poder triunfar. Es muy gratifi-cante que ellos puedan hacerlo, frente a lo que uno quizás no haya podido concluir” (Jorge, Ingeniero mecánico, 60 años) En la mayoría de los casos afirman que no hubo cambios (hasta el momento) en la educación de los hijos pues los padres, especialmente el padre, hizo toda clase de sacrificios económicos para que éstos puedan seguir estudiando. Creo que en el manda-to de la paternidad también existe el “sacrificio”, que se atribuye sobre todo a la maternidad, pero en el caso del varón este sacrificio se relaciona sobre todo a trabajo duro y esfuerzos económicos para que los hijos puedan llevar una vida adecuada.

Otra vez más, le doy gracias a dios que mientras yo estuve allá en ENCI esteee... yo invertí todo mi di-nero que yo ganaba ahí [...] Eso me sirvió para que mis hijos terminaran, mi hijo ya está por terminar ingeniería de sistemas, ya esta para sacar el título. Mis otras hijas estudiaron en instituto superior, las dos ya terminaron lo que les falta es el titulo; o sea que sí terminaron. Mi última hija fue la que no gozo mucho de las comodidades en el sentido que había tenido para pagarle la pensión ¿no?, eso si salió de aquí de la oficina y a mi me costo un poquito de tra-bajo reunir ese dinero para pagar, pero sí terminaron (Pedro, Contador, 51 años).

A manera de reflexión y conclusión:

Vivimos un proceso en el que el Estado se re-tira paulatinamente dejando en manos privadas (empresas, trasnacionales e incluso, las propias familias e individuos) la responsabilidad por su mantenimiento cotidiano en casi todos los temas: empleo, salud, capacitación profesional, etc. Todo esto da paso a lo que los Beck (2003) llaman indi-vidualización, proceso a través del cual el indivi-duo, sin referentes claros ni instituciones media-doras, debe elaborar su proyecto de persona, debe “hacerse a sí mismo” y buscar a la vez sus propios recursos para ello. Si bien este modelo teórico nace y toma forma en países del mundo desarrollado, creo que es apli-cable en gran medida a los cambios ocurridos en América Latina de las últimas décadas, cambios impulsados principalmente por la flexibilización laboral de los años 90. Sin embargo, estos procesos de individualización se dan, aunque suene paradó-

jico y contradictorio, sin apartarse del marco de la familia, al menos para los entrevistados en esta in-vestigación. Esto se debe, como se ha mencionado en este documento, a que estos hombres no fueron forma-dos en ese proceso sino que se vieron arrastrados repentinamente por él. Si bien el sistema educativo y luego, el mundo laboral, alientan el desarrollado individual, en contextos tradicionales y en los que la familia tiene gran importancia, este desarrollo individual y los logros obtenidos por él, deben te-ner “retorno” en la familia. Esta preocupación por el bienestar familiar antes que personal, el malestar ante la imposibilidad de seguir dando sustento a la familia y las aspiraciones de los hijos, muestra a estos individuos como “acreedores” de una ideolo-gía más cercana al patriarcalismo que al machismo, aunque adaptada a las condiciones reales de hacerla efectiva. Así, si bien, durante el tiempo que podían mantener a sus familias, sus parejas no tuvieron que trabajar e inclusive, en algunos casos se les pidió expresamente que no lo hicieran, en momentos de crisis, estos varones afirman que no se opondrían a que sus parejas generaran ingresos, después de todo, estos ingresos son para la familia, fundamen-talmente, para los hijos. El mercado laboral, considerado por los Beck como motor de la individualización en Alemania

Dorothea Lange

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y los países desarrollados de Europa (exigencia de controlar el propio dinero, tiempo, espacio vital y cuerpo), es, en un contexto en el que superviven los proyectos familiares y no individuales, más bien un medio para el sostenimiento de la familia, aún a costa de la postergación de los propios deseos. Esto no implica que no se encuentre satisfacción en el trabajo realizado o que no se busca ascender en él, sin embargo, la importancia del trabajo se da sobre todo en la medida en que permite el sos-tenimiento de la familia y al perderlo se le hecha de menos en ese sentido. Los hijos son la razón de trabajar y de seguir buscando el sustento. La familia, incluida la pareja lo es también. En estos casos, tal cual suele decirse de la maternidad, se puede afirmar que la masculinidad para el grupo de entrevistados es un mandato de sacrificio perso-nal y un darse a la familia.

una clase media baja, el grupo más vulnerable a caer en pobreza. Algunos de ellos afirman que estudiaron esas carreras porque les permitía estudiar y trabajar a la vez.

bIbLIoGRAFÍA

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• Beck,Ulrich y Elizabeth Beck-Gernsheim. La individua-lización. El individualismo institucionalizado y sus con-secuencias socials y politicas. Barcelona, Ed. PAIDÓS, 2003

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• KOGAN COGAN, Liuba. Masculinidad - femineidad: estereotipos de género en sector socioeconómico alto de Lima. Lima. 1992. 392 p. Tesis (Lic.) Pontificia Uni-versidad Católica del Perú. Facultad de Ciencias Socia-les.

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• SAAVEDRA, Jaime y Eduardo MARUYAMA. Esta-bilidad laboral e indemnización: efectos de los costos de despido sobre el funcionamiento del mercado laboral peruano. Lima: GRADE, 2000. 55 p. (Documento de trabajo 28)

• SULLEROT, Evelyn. Historia y sociología del trabajo femenino. Barcelona: Península, 1970. pp.23-36 y 48-62.

• SENNETT, Richard. La corrosión del carácter. Las con-secuencias personales del trabajo en el nuevo capitalis-mo. Barcelona, Ed. Anagrama, 2000.

NoTAS

* Bachiller en Sociología y Egresada del Diploma de Estudios de Género.

1 Este artículo es el resumen de algunos de los capítulos de lo que será mi tesis de Licenciatura en Sociología. El análisis se ha realizado sobre la base de entrevistas hechas entre el año 2004 y 2006 a profesionales que se desempeñaron en el sector público (la mayoría de ellos) hasta los años 90, en que se vieron obligados a dejar sus empleos para acogerse a los incentivos que ofreció el gobierno fujimorista a los empleados que se consideraba “excedentes”. Fueron entrevistados en promedio diez años después de perder el empleo estable por lo que las entrevistas significaron un proceso de evocación del proceso para ellos, un “ir hacia atrás hasta llegar a hoy”.

Tienen entre 42 y 61 años, aunque el grueso de ellos bordea los 50 años, es decir, se trata de una generación formada claramente tanto en el paradigma del empleo de por vida y que fue testigo presencial del mayor acceso de la mujer a educación superior y empleo. Varios de ellos se conocen entre sí. Se trata de contadores, administradores, economistas, ingenieros, un abogado y un sicólogo. Estudiaron en universidades nacionales o privadas de bajo costo. Se podría decir que pertenecían a

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¿QUé ES LA ANEMIA?Hacia una necesaria construcción

social de la anemia como una enfermedad

por: pablo Alberto Molina palomino*

Sumilla:

El presente artículo muestra, valiéndose de cifras estadísticas generadas por distintos institutos del país como el INEN y el INASA, una visión panorámica del serio problema en materia de salud pública que representa la anemia ferropénica, especialmente en el grupo etario de niños menores de cincos años. Tomando esto como base emplea elementos teóricos formulados por la psicología aplicada, al campo de la salud y su dimensión social. Además, propone una explicación alternativa a la continuidad social de la anemia más allá de los esfuerzos realizados por el Estado. Se la sitúa dentro de una dinámica social generadora de un “rol del enfermo de anemia” en base a la articulación de representaciones sociales y creencias en torno a dicho mal en las que intervienen diferentes elementos como el discurso médico y la estructura social. El dilema aquí planteado es que dicho “rol del enfermo” de anemia aún debe ser articulado y consolidado para fortalecer la lucha contra esta.

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En 1996 la ENDES (Encuesta Demográfica y de Salud Familiar) registró los niveles de hemoglobina de 1046 niños menores de 5 años a nivel nacional, hallando un alarmante índice de prevalencia de anemia por deficiencia de hierro de casi 57%; se hallaba que 1 de cada 2 niños en todo el Perú sufría de este mal. Mediciones posteriores, empleando criterios de selección y tamaños de muestra distintos1 registraron fluctuaciones en el mismo indicador a lo largo de una década, lo que se resume en el cuadro.

humano. En el caso de mujeres gestantes, la anemia incrementa el riesgo de partos prematuros, retrasa el desarrollo del feto causando el nacimiento de niños con bajo peso e incrementa el riesgo de fallecimiento de la madre en sala de parto. La peligrosidad de la anemia, combinada con la magnitud de las cifras, nos da una escalofriante idea del alcance de este problema y al mismo tiempo nos obliga a reflexionar sobre ese consagrado precepto de la democracia, de la “igualdad de condiciones y oportunidades” y repensarlo en dimensiones como la salud pública y el desarrollo de los niños. Afortunadamente, del análisis del cuadro se desprende una alentadora disminución de 13.8% en el transcurso de una década desde el año de 1996 hasta el año 2007. Es en este punto que vamos a dirigir nuestra atención a las acciones que el Estado, en la forma de planes y programas de seguridad alimentaria, nutrición y alimentación, ha tomado para afectar positivamente en la disminución de estos índices. Solo por mencionar los planes de mayor envergadura a lo largo de los distintos gobiernos, tenemos:

• 1986 – Plan de Seguridad Alimentaria, bajo el 1º gobierno de Alan García.

• 1998 – Plan Nacional de Nutrición y Alimentación, bajo el 2º gobierno de Alberto Fujimori.

• 2002 – Plan Nacional de Acción por la Infancia y la Adolescencia 2002-2010 bajo el gobierno de Alejandro Toledo.

• 2007 – Estrategia Nacional CRECER bajo el actual 2º gobierno de Alan García.

Aunque es muy discutible o debatible el nivel de impacto que los distintos programas han podido tener sobre la disminución de los niveles porcentuales de anemia en el Perú, sí llegan a transmitirnos el mensaje de que el Estado conoce de esta problemática y toma algún tipo de acción con el fin de subsanarla. Sin embargo, los resultados obtenidos en el lapso de una década son verdaderamente, decepcionantes cuando son contrastados con las metas y expectativas de mejoría trazadas en cada uno de los mencionados planes2. Esto es señal evidente de que algo al interior de la planificación, elaborada y sustentada por la legitimidad jurídica del Estado, no está funcionando bien. El reducido apoyo alimentario debido a la enorme cantidad de beneficiarios, el mal diseño, la indeterminación, multiplicidad y superposición de objetivos, así como la mala asignación de recursos

Como muestra el cuadro, la anemia por deficiencia de hierro o “ferropénica” es el problema de salud más grave que afronta el Perú. En términos clínicos, este mal implica una disminución de los niveles de hemoglobina en la sangre que es causada principalmente por una dieta deficiente en hierro con el agravante de una situación de pobreza muy marcada que imposibilita a muchas familias ofrecer los alimentos más nutritivos a sus miembros. En etapas tempranas la anemia causa cansancio, sueño excesivo, falta de concentración y palidez. Sus efectos más severos son la disminución del rendimiento y la capacidad física e intelectual, así como la disminución de las defensas del organismo frente a los otros agentes dañinos del exterior. Estos dejan al organismo más vulnerable frente a otras enfermedades. Esto resulta mucho más preocupante en el caso de los niños por comprometer seriamente sus capacidades y su potencial de desarrollo

AnemiaNiños menores de 5 años

Prevalencia de anemia

FUENTES: ENDES 1996, ENDES 2000, MONIN 2004, ENDES 2005, ENDES 2007.

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están identificados como sus principales problemas internos3. La multiplicidad de agendas junto con una inexistente continuidad o coordinación diluye la efectividad y la magnitud de resultados que estos planes podrían obtener. Sin embargo, los mencionados problemas no constituyen la única traba en el desarrollo de una política de prevención favorable. Se trata de un enfoque eminentemente asistencialista que privilegia estrategias de alimentación complementaria (vasos de leche, comedores populares, desayunos escolares, etc.) y la vigilancia nutricional (en términos de control sólo de peso y talla), pero que escasea en educación nutricional, avocada a la concientización del problema y la generación de una vigilancia social que traspase los marcos de los programas prediseñados. Este enfoque expresa una seria falencia que revela la desatención de la dimensión social del problema de la anemia en poblaciones críticas como los niños menores de 5 años. Esta dimensión social hace que su prevalencia en distintos grupos etarios (no solamente niños menores de 5 años) sea perpetuada no solo por una mala disponibilidad y calidad alimentaria, sino también por una serie de hábitos y creencias erróneas que generan una situación que, en términos más teóricos, podría traducirse como la ausencia de representaciones sociales orientadas a la generación de roles de enfermos y de patrones de respuesta o alerta frente a los síntomas más tempranos de la anemia. Los aportes más tempranos de la psicología social en la explicación de las representaciones sociales resultan muy valiosos para dar inicio a este análisis. Nieto Munuera, al abordar la dimensión social de la salud, habló acerca de esta en términos de conjuntos de creencias fuertemente ancladas en un grupo matriz de individuos y de condiciones sociales, demográficas y culturales marcadas y comunes; pero al mismo tiempo como generadoras de tendencias y comportamientos en torno al objeto de la representación4. Su teorización es decisiva en cuanto que otorga protagonismo a las poblaciones dentro del plano de la salud, entendiéndola de esta forma como un proceso que traspasa las fronteras de la atención médica localizada. Por otro lado, Schufer de Paikin caracteriza el concepto de “rol del enfermo” como un marco dentro del cual se posiciona a determinados individuos catalogados como enfermos, ya sea por ellos mismos o por terceros, de modo que su diagnóstico médico pueda ser reconocido a nivel

biológico y fisiológico, siendo luego confirmado y aceptado a nivel social por medio de la modificación del carácter de las relaciones y vínculos dentro de una estructura social definida5. Paikin ha hecho referencia al rol del enfermo como una categoría construida y otorgada por esa matriz de individuos a la que hizo mención Munuera, pero que requiere de la certificación de un profesional médico para ser legitimada. Lo que ninguno de los autores está señalando es que en la dimensión social de la salud, intervienen dos grupos que manejan discursos diferentes sobre los objetos de representación. Así, si para Munuera es ese “grupo matriz de individuos” el que va a ser depositario de una serie de representaciones y creencias, para Paikin son los profesionales de la salud quienes van a determinar en buena medida quien esta enfermo y quien no lo esta partiendo del conjunto de conocimientos médicos que han recibido en sus estudios. De la negociación entre ambos discursos es que se construyen los roles, y sobre estos roles es que la población va a articular acciones para buscar sanar a sus “enfermos”. Así, el “rol del enfermo” se construye en un proceso constante de negociación. Pero, ¿cuál es el objeto de representación al que Munuera alude? ¿Qué se negocia? Lo que propongo

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aquí es indagar sobre las representaciones y creencias que se hace la gente sobre lo que una enfermedad representa y qué hacer frente a ellas, lo que podría sintetizarse en preguntas tan simples como “¿Qué es una enfermedad?” o “¿Estoy enfermo?”. La psicología aplicada al campo de la salud de los años 50 desarrolló el “modelo de creencias en salud” como una herramienta teórica metodológica que condensó tres percepciones importantes sobre la enfermedad: “ser consciente de la gravedad del problema de salud, de la amenaza que representa para uno mismo y ser capaz de sopesar la toma de acciones preventivas”6. El modelo apunta a que las representaciones de gravedad, riesgo/amenaza y la toma de acción en relación al resultado determinan la creación de comportamiento y reacciones. Es decir, aquello que no sea considerado como un problema de salud grave y con alto riesgo para su transmisión no será afrontado directamente por la población, se adentrará silenciosamente en ella. Curiosamente, la deficiencia de micronutrientes como el hierro (anemia ferropénica) es conocida como el “hambre oculta”. Giovanni Berlinguer, por otra parte, ha trabajado las múltiples acepciones de la enfermedad enmarcada en contextos sociales, políticos, económicos y hasta religiosos, demostrando que no es sólo un concepto, sino un fenómeno que se reconstruye y redefine constantemente a lo largo de la historia en la medida que las sociedades se van reproduciendo. Ejemplifica bien esto al señalar que:

“…todo se complica cuando hay que definir la enfermedad: cuál es la naturaleza del fenómeno que se quiere controlar… En los países subdesarrollados, hoy, enfermo quiere decir esencialmente desnutrido o afectado por morbos infecciosos… hoy cuando se habla de enfermos graves, se piensa más bien en los tumores, en las enfermedades mentales y en las cardiopatías”7

Víctor Vich, por su parte, se refiere a ella como la ruptura de la normalidad atemporal del funcionamiento del organismo, parafraseando la conceptualización de Foucault sobre la actividad del discurso médico en la construcción de la enfermedad como un relato que interrumpe o que desvía la narrativa lineal del organismo sano8. Munuera, nos presenta el modelo de la acción social desarrollado por Ewart y que hace hincapié en tres elementos claves para el desarrollo de propuestas de intervención y promoción de la salud: “los escenarios, las relaciones sociales y las

estructuras organizativas”. La acción directa siempre deberá estar situada en un marco de relaciones y un lugar concreto. El desarrollo previo de estos modelos y análisis nos demuestran que la “enfermedad” constituye un concepto social redefinido constantemente por la aparición de diversas circunstancias y contextos. Un concepto manejado a nivel de representaciones sociales, un conjunto de creencias generalizadas, por personas integrantes de una red o estructura social de relaciones y vínculos dentro de la cual se definen roles de enfermo usando dichas representaciones que se fundamentan en la gravedad, el riesgo de contagio, así como la toma de acciones. Sin embargo, en este punto de articulación de las representaciones sociales con la generación de un “rol de enfermo” es necesario añadir lo que el discurso médico tiene que decir sobre la anemia para, en consecuencia, acercar esta formulación teórica al caso específico de esta como problema de salud en el Perú y, finalmente, cuestionarnos si la anemia esta siendo observada en toda su gravedad y riesgo para cada uno de los peruanos y en qué medida la respuesta a esta pregunta se refleja en las cifras mostradas al inicio de este artículo. En otras palabras, preguntarnos si existe un “rol de enfermo de anemia” realmente definido y posicionado junto con todas las implicancias que, de acuerdo

Dorothea Lange

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pacientes y familiares, no se esta dando la carga de gravedad y riesgo a la anemia y, por tanto, decrecen las posibilidades de articular representaciones y patrones de comportamientos sociales destinados a su prevención y saneamiento.

“The Term ‘Iron Deficiency.’ as used in this article, refers to a state in wich body iron stores have been depleted. It implies neither the degree of depletion nor the presence of anemia. “Iron deficiency anemia” refers to a hematologic state resulting from ‘iron deficiency’ ”9

“La anemia es el problema nutricional de mayor prevalencia en el Perú. La anemia nutricional es un estado que se caracteriza por una concentración de hemoglobina en sangre anormalmente baja, constituye una consecuencia tardía debido a la carencia de uno o más nutrientes esenciales (principalmente hierro, la vitamina B12 y folato)… Hay evidencias de que la carencia de hierro es la causa más importante de anemia nutricional y ésta constituye el problema de micronutrientes de mayor prevalencia en el Perú.”10

La extrema precisión del lenguaje médico científico, que caracteriza la anemia como un “estado hematológico” o una “consecuencia tardía”, no toma en consideración la dimensión social de su existencia como enfermedad. La mirada médica invisibiliza la subjetividad del sujeto y solo examina su corporalidad, no se fija en la persona sino en el cuerpo de la persona como objeto de análisis médico.11

El concepto de anemia modelado por los médicos se halla desvinculado de la real dinámica social de

construcción de roles y representaciones, razón por la cual la población no presta la atención requerida a dicho problema en la medida en que el modelo de creencias en salud se ve perturbado por el “divorcio” entre la dimensión médica y la dimensión social, por un manejo de lenguajes técnicos y nociones de enfermedad que no transmiten claramente los elementos de riesgo y la magnitud del impacto de la anemia en la sociedad peruana. Una persona cualquiera no considera los tecnicismos y las precisiones de diagnósticos, solo requiere que el médico le diga qué está mal con ella, en una palabra, qué “enfermedad” tiene. Es un concepto social básico que, como ya hemos visto, delinea relaciones sociales diferenciadas enmarcadas en roles determinados. En el momento en que el médico no es capaz de emitir un juicio severo y certero sobre la naturaleza de la anemia (¿enfermedad o no?) rompe con la cadena de suministros para la formulación de creencias y representaciones, anulando la formulación de comportamientos destinados a la prevención de la anemia puesto que el sistema biomédico de salud que predomina en nuestro país coloca al médico y, más importante aún, “la opinión o indicación del médico” como un referente absoluto que afecta incluso hasta la marca de la pastilla o el jarabe que vayamos a comprar en la farmacia. Esto representa la necesidad de pasar de un enfoque correctivo en la medicina actual a un enfoque más orientado a la prevención. Nos debe llevar no solo a añadir programas de educación nutricional y de modificación de hábitos y patrones

a lo hasta aquí formulado, esto trae para la articulación de patrones de comportamiento y reacción por parte de la población para contrarrestar dicho mal. En lo que respecta al conocimiento médico y nutricional común o general, la anemia ferropénica es un estado severo de deficiencia de hierro en la sangre causado por una mala dieta, la presencia de parásitos o pérdida abundante de sangre. Es decir, no es considerada en sí como una enfermedad sino como una consecuencia severa de un cuadro de deficiencia de hierro. Un doctor o nutricionista comprende los riesgos de esta condición, pero, al no ser transmitido este conocimiento a los

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locales, sino a la concientización acerca de la gravedad del problema y del riesgo de sus efectos en la salud, incluso la creación de nuevos espacios de diálogo entre personal médico y pacientes fuera de los consultorios y hospitales. Para ello es necesario manejar cifras, hacerlas conocidas, darle una magnitud tal que en una pequeña localidad se pueda percibir que la gente esta informada de la gravedad de la situación y dar el empujón inicial al desarrollo de la dinámica de roles y representaciones.

Interacción entre conocimientos y representaciones de grupos en la construcción de la enfermedad y el rol del

enfermo en cuanto categorías y conceptos.

NoTAS

* Correos electrónicos: [email protected] / [email protected] / [email protected]

1 INEI-ENDES 2000; CENAN-MONIN 2003; CENAN-MONIN 2004; INEI-ENDES 2005; INEI-ENDES 2007

2 Como expectativas de disminuir los índices de anemia hasta en un 40% en plazos no mayores a 5 ó 10 años.

3 Alcazar (2007: 185-234) en “Investigación, políticas y desarrollo en el Perú”. GRADE: Lima: 2007

4 Nieto-Munuera (2004:67-68)5 Schufer de Paikin (1985:292)6 Nieto-Munuera (2004:63-64)7 Berlinguer (1994:17)8 Vich (2001:112)9 Pollitt (2004:120) 10 MONIN (2004:44)11 Vich (2001: 111)

bIbLIoGRAFÍA

• ALCÁZAR, Lorena. ¿Por qué no funcionan los programas alimentarios y nutricionales en el Perú? Riesgos y oportunidades para su reforma. En: Investigación, políticas y desarrollo en el Perú. GRADE: Lima, 2007.

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Es necesario que el médico y todo personal de salud deje de ser un agente corrector y pase a ser un promotor del compromiso de las distintas comunidades y grupos en la lucha contra la anemia. Además, éste esfuerzo debería expresarse en programas o planes enfocados únicamente en esta labor. Se debe tomar en cuenta la dinámica descrita, junto con todos sus elementos discursivos, como una mirada panorámica de los grandes cambios que una corrección en el enfoque de la medicina puede generar en la mejoría de graves situaciones para la salud de millones de peruanos, especialmente de niños menores de 5 años que deben poseer igualdad de posibilidades de desarrollo a escala nutricional.

Per

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Representaciones

sociales, creencias

Discursomédico

Grupossociales

Sujetos e individuos

Discursocientífico

ENFERMEDAD

Gravedad Riesgo decontagio

Posibilidadde acción

ROL DEL ENFERMO

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ANTHRopIARevista de Antropología y otras cosasEnsayo sobre los nuevos procesos de reconfiguración en la sociedad cusqueña

Sumilla:

Los procesos económicos, simbólicos y sociales desenvueltos en la última década en el Cusco han desembocado en la formación de un nuevo panorama de grupos sociales que disputan sus identidades y posiciones en el entramado de diferenciación y jerarquización local. Atendiendo sus propios procesos, estos grupos entran en contacto de forma borrosa para tratar de instalar alguna lógica de gobierno y de gestión de la población. Este ensayo pretende abordar cuáles son estos procesos, tratar de dibujar cuál puede ser el perfil de estas relaciones. Es producto, asimismo, de hasta tres trabajos elaborados para cursos de pregrado que siguieron una misma línea de investigación, desde distintos puntos de partida, y que se presenta ahora.

por: Rafael barrio de Mendoza zevallos

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Lo que argumento aquí es, de manera prelimi-nar, que se puede percibir un complejo de estrate-gias de los grupos de élite locales por retomar un posicionamiento con prerrogativas suficientes para hegemonizar un discurso y lidiar con actores sub-alternos. Estas estrategias se ven inspiradas por la sensación de que estas prerrogativas se están per-diendo por dos dinámicas: la descomposición de la élite y la complejización del panorama de actores subalternos, así como los discursos que estos últi-mos producen para contestar. Trato de explorar qué factores interactúan en cada una de estas dinámicas. Para esto, alterno entre algunas herramientas teóri-cas que iluminen la idea a fijar. Sin embargo, opto por las pistas y nociones que brinda Chatterjee para articular la línea de reflexión principal, sobre todo los conceptos de “sociedad política” y “sociedad ci-vil”. Es pertinente indicar aquí que, en todo caso, no es pretensión de este ensayo solventar sus afir-maciones con evidencia suficiente para proponer su validez, o situarlo en el balance y la valoración de su solidez probatoria. Es, antes que nada, un ejerci-

cio de reflexión que pretende teorizar procesos que creo presentes pero escurridizos en el horizonte de la sociedad cusqueña local1. Comienzo, entonces, describiendo la respuesta a la promulgación de la ley.

La respuesta

No es gratuito que las críticas a la ley se hayan originado en el Cusco. ¿De qué forma pensar la protesta social de Febrero? Dentro de la reflexión teórica que se aproxima a los movimientos socia-les, se pueden identificar dos vertientes que anali-zan dos facetas distintas de la realidad. La prime-ra, propuesta por Touraine (1982), sugiere que los “nuevos movimientos sociales” actúan dentro de una dinámica de negociación y lucha por la cons-trucción de sentidos y significados, los cuales se encuentran alentados por la formación en ciernes de nuevas identidades producidas por la comple-jización del desarrollo capitalista. Se habla, en-tonces, de cambios con cortes estructurales. Por

Introducción

En Febrero del año pasado una nueva serie de movilizaciones vol-vió a agitar el frente regional en el país. La promulgación de la ley de promoción de servicios turísticos en los bienes inmuebles integran-tes del patrimonio cultural de la nación motivó jornadas de protesta en el Cusco. La Asamblea regional, que aglutina a un grupo de sindica-tos de la ciudad, convocó, con un cierto consenso público, a marchas que tenían como objetivo formal la derogatoria de la mencionada ley. El debate mediático animó (o fusti-gó) un escenario que era prolijo en argumentaciones, opiniones y es-carnios entre representantes de los sectores políticos y empresariales centrales y los líderes de opinión locales. La intención de la ley era implementar una política de con-cesiones de los bienes patrimonia-les del Estado con la finalidad de que los emprendimientos privados pudieran instalar un cierto perfil de servicios y preservar el bien en cuestión.

Andrés Zevallos

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otro lado, el paradigma norteamericano de “mo-vilización de recursos” plantea una aproximación hacia la formación de un movimiento social que se organiza, se articula y moviliza recursos, con la finalidad de mantener en el tiempo las formas de protesta y lucha (Zald, 1992). El movimiento social se acaba cuando las condiciones que lo han propiciado han cambiado. Si bien no se puede ha-blar de un “movimiento social” en el caso de la protestas de Febrero, la lupa de ambos paradigmas pueden servir para analizar el episodio. Tomemos la primera perspectiva. Siendo el turismo la princi-pal actividad económica, la experiencia de las úl-timas décadas ha suscitado el afinamiento de una de las facetas del sentido común local con respecto a los significados de los bienes patrimoniales, el sistema económico y el “centralismo”. La relación trazada, al menos en el escenario de la disputa pú-blica, muestra una disposición de corte “estructu-ral”: la modalidad de una actividad económica que lleva un modo de producción especifico (el turis-mo trabaja con una especialización y estandariza-ción de los servicios y las mercancías, que, entre otras cosas, moldea y redefine los valores de uso), el centralismo (las formas de definición y cons-trucción del espacio territorial2), y, en alguna me-dida, la dirección y contenido de las narrativas que ubican los referentes de la comunidad nacional. Es por eso que, en un cierto nivel, los desencuentros entre ambos sectores sugerían diferencias alrede-dor de la magnitud de la participación de la gran inversión en la actividad turística y sus modalida-des; la identificación de intereses de la clase polí-tica central y los titulares de la mencionada gran inversión; el tipo de significados adheridos a los bienes patrimoniales y el rol que juegan dentro de la matriz de la narración que articula la comunidad nacional peruana y le da sentido. Por otro lado, la movilización de recursos, al me-nos en la protesta, sugiere y da pistas de las formas en las cuales los grupos que convocan a las marchas e implementan la defensa mediática de sus posicio-nes terminan construyendo un escenario e instancia que da paso al análisis de la “sociedad civil”, como se sugerirá en un momento posterior de la idea. Para hilvanar la siguiente sección del argumento, lo resaltante en esta primera parte es fijar y reflexio-nar acerca de esta faceta del sentido común que se accionó en la movilización de Febrero, y que tiene como veta una narrativa de diferenciación social; ideología sedimentada de jerarquización a partir de ciertos referentes.

La ideología de diferenciación, relatos anexos

Los intelectuales cusqueños, miembros de la éli-te regional, elaboraron una forma de discurso indi-genista que los situaba en el debate sobre los rasgos y la naturaleza de la nación peruana. Este discurso tenia implícita o explícitamente las modalidades y mecanismos de diferenciación social que distribuía un repertorio de características civilizatorias a tra-vés de la raza, la educación (de la Cadena, 2004) y la geografía (Salas, 2006; Cánepa 2007). En este sentido, Marisol de la Cadena (2004) logra captar los matices de esta ideología de diferenciación; la élite local en el Cusco logra hegemonizar el sentido común y plantear las coordenadas de identidad y diferenciación. Según la autora, las relaciones so-ciales que se plantean al interior de la sociedad cus-queña suponen la racialización de la cultura. Así, las categorías de clasificación e identificación es-tán alentadas por una adscripción de corredores de movilidad social básicamente teñidos por la educa-ción (y de forma específica, por un atributo más: la decencia). Se descarta los postulados biologicistas de la cultura e incluso se asume la participación en una serie de rasgos culturales “tradicionales”, pero desplegándose el concepto de “mestizaje” para implementar criterios de diferenciación social que definirían el significado que llenara el espacio se-mántico de la categoría “raza”. De esta forma, los mecanismos de diferenciación social y de estabili-zación de jerarquías sociales utilizan a la educación como vehículo del mestizaje, y, como resultado, de los criterios de delimitación de asimetrías. Es-tos mecanismos son hegemónicos en tanto tiñen las relaciones sociales en distintas escalas y dimensio-nes, y son utilizados en los discursos de los miem-bros de la sociedad cusqueña en la consolidación de un sentido común y la reflexión en torno a la composición de las jerarquías en la ciudad. Los re-ferentes de construcción de estas jerarquías tienen sujetos referenciales tanto en las múltiples escalas sociales de la sociedad local, y más importante aún, en los pobladores de las provincias altas y valles interandinos que se ubican en un nicho a los que se le adscriben rasgos para plantear a partir de estos la auto representación. Mediante este proyecto, la élite local buscó capturar las prerrogativas de configurar una memoria histórica, las vetas de identificación racial y cultural, el cariz del papel del Cusco en el escenario nacional, etc. Por otra parte, Salas (2006)3 ilustra muy bien cómo, a partir de la peregrinación del Qoyllur R’ity,

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la ideología de diferenciación social se despliega y se reproduce en los rituales andinos mediante la ex-posición y transformación de los criterios diferen-ciadores con respecto a los indígenas y sus danzas; en particular los Q’eros. Además, Salas argumenta que los dispositivos del sentido común hegemoni-zado construyen alrededor de los Q’eros en la pe-regrinación un cierto tipo de conocimiento que los subalterniza y, en un doble giro, los ubica de acuer-do a rasgos dicotómicos con distintas implicancias contextuales, como las etiquetas de “prístino”, “quechua”, “premoderno”, “tradicional”, “ignoran-te”, “pobre” e “irracional”. Propongo que, dentro de las vetas de construc-ción de su discurso, esta ideología está echando mano de un repertorio de referencias que tam-bién incluye conceptualizaciones sobre relaciones “estructurales”-como el centralismo o el sistema económico- sobre todo a partir de los procesos de transformación de la narración que en su argumento central cambiaron de categorías, producto del rele-vo de paradigmas, pasando de raza-cultura, a cla-se (campesinos) y a etnia. El ejercicio de ordenar y dar coherencia a las categorías utilizadas supo-ne la consideración y tratamiento de un panorama “estructural” general en el cual insertarse y tomar sentido. Es por eso que, como se ha tratado de suge-rir, la ideología de diferenciación que, hasta ahora, ha hegemonizado sentidos comunes, tiene relatos anexados sobre reflexiones de relaciones estructu-rales y narrativas de la comunidad nacional. ¿Son estos los relatos que se activan en episodios como el de Febrero? Y, por otro lado, ¿no son estas ideo-logías contestadas por actores subalternos?

boceto de subalternidades

La sociedad cusqueña está configurada y cons-truida en base a distintos procesos de subalterni-dades y derroteros de élites que son interpeladas y animadas por ideologías y mecanismos de dife-renciación y jerarquización en distintos niveles. La ideología, hasta ahora esbozada, no es rígida; está en constante negociación y reproducción por grupos subalternos (de la Cadena, 2004). Así lo muestran las mestizas insolentes que disputan y redefinen sus identidades, y los mismos Q’eros que, al igual que las mestizas insolentes en los mercados cusqueños, contestan y re - “versionan” los relatos que sobre ellos se construyen. Ambos grupos, desde sus ubi-caciones, negocian ideologías y, a la vez, identida-des, para después reproducir, esta vez con matices

distintos, otra narrativa social. Es difícil ubicar a cada grupo subalterno; sobre todo los derroteros de su historiografía y sus “orígenes”. Guha los define como “cualquiera que es subordinado en términos de clase, casta, edad, género y oficio y en cualquier otra manera”4, es decir, a partir de categorización y taxonomías estructurales. La regulación de las po-blaciones a través de la incorporación de las tecno-logías del poder (la conquista del sentido común, para este caso), desplegada en el saber construido sobre la raza y la cultura, propicia con su imple-mentación la complejización del panorama social de grupos subalternos generados a partir de aquí. Cada vez más los informales, los ambulantes, los cargadores5, los universitarios que migran de pro-vincia, las vendedoras, los taxistas, etc., empiezan a componer con gran volumen el mosaico social local. Estos grupos, como ya se sugiere, disputan y lidian sus representaciones e identidades en estos contextos. López Lenci (2007) ilustra el modo en que, des-de afuera, las representaciones sobre la monumen-talidad del Cusco (Machu Picchu) propiciaron una arena de disputa de negociaciones por la represen-tación o las versiones de ésta en múltiples niveles; desde el exterior, las élites intelectuales y grupos subalternos, sobre todo a través de la literatura, el teatro, la fotografía, las danzas y la movilización social, en el periodo comprendido entre 1900 y 1930. Hacia la década de 1990, Nieto y Fernández Baca (1997) recogen las reflexiones de personajes subalternos alrededor del desarrollo, el progreso, la política y el turismo. A partir de aquí se puede observar que cada grupo interpreta y reformula las ideologías de diferenciación y sus relatos anexos, así como los caminos del “progreso” y el “desa-rrollo” para reproducirlos con sus versiones. Es así que se empieza a esbozar un eje el cual estará más presente en las reflexiones de los cusqueños: el tu-rismo. Protzel (2006) nos muestra, para la siguiente década, que estos procesos van complejizando las formas de construcción de la identidad. Esta vez lo “auténtico”, como etiqueta de estandarización del servicio y las mercancías ofrecidas al turista, em-pieza a crear campos de reflexión más intrincados acerca de la identidad y la ideología. Dos impresiones se desprenden de aquí. Por un lado, es difícil esbozar un itinerario detallado de los grupos subalternos locales, pero, de la información disponible, se sugiere que estos están complejizan-do sus modalidades de negociación y es posible que estén retando las bases discursivas de la ideología.

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Por otro lado, el turismo se constituye en una acti-vidad económica que, por su naturaleza, ha confi-gurado un nuevo panorama de registros simbólicos jerarquizados de los cuales apropiarse y dar cuenta, además de moldear dinámicas económicas en torno a la distribución y forma del desarrollo de la ac-tividad (la gran inversión, las reglas de acceso al patrimonio, etc.). Me gustaría seguir con la siguiente parte del ar-gumento presentando un hecho: el comercio ambu-latorio se instaló en Cusco producto de las ferias de comerciantes del altiplano que, poco a poco, fueron rodeando el Mercado de San Pedro y terminaron creando un “baratillo” a lo largo de la Avenida del Ejército. Con una infraestructura precaria, los co-merciantes se asociaron y lograron prevalecer en las negociaciones con las autoridades municipales acerca de la ubicación del centro comercial. Era no-torio que, a pesar de la informalidad, los márgenes de acuerdos mínimos acerca de las negociaciones rebasaban los límites de la legalidad. Sin embargo, esta asociación de comerciantes logró, tras bastantes años, la reubicación del complejo a un nuevo local al sur de la ciudad, ordenado e implementado con una infraestructura mínima. Este local fue construi-

do por la Municipalidad del Cusco, que dentro de sus logros pudo reubicar y dotar de un espacio urba-no a un complejo de negocios que operan en base al contrabando de mercancías desde las fronteras del sur. Este grupo subalterno planteó su posición y ne-gociación con un margen de maniobra que se des-lizaba por los acuerdos de una política práctica de gobierno. Pero, ¿qué modalidad de política es ésta? La desplegada en la “sociedad política” (Chatterjee, 2007). La sociedad política es el dominio de lucha y negociación de los grupos subalternos en la esfera pública, y es diferente a la sociedad civil burguesa por las modalidades de representación y disputa, y en las premisas sobre las cuales actúan los sujetos. En la sociedad civil la representación está mediada bajo ciertos grupos participantes que, con las premi-sas de igualdad, democracia y libertad, plantean sus negociaciones con el Estado. Es la sociedad civil el lugar en el cual las narrativas de nación encuentran sus depositarios, y las reglas del juego se enmarcan dentro de los “contratos” y valores previos que ani-man este tipo de comunidad nacional. El ejercicio de los derechos de la ciudadanía es su condición de membrecía. La sociedad política recoge el campo de nego-

Foto: Rafael Barrio de Mendoza Zevallos

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ciación asumido por los actores subalternos frente a las políticas gubernamentales que no los incluyen o que encuentran dificultades en conceptualizarlos y lidiar-negociar con ellos. Tratando de hilvanar este argumento, se sugiere aquí, a partir del ejemplo, que este es un episodio que puede ilustrar la forma en la cual las élites (un sector de ellas, la élite políti-ca) terminan propiciando este espacio, y revelando, a mi parecer, sus procesos internos o la mutación de sus estrategias de dominio.

La transición de las élites

Aquí presento otra de las dinámicas que cons-truyen el argumento central. Las élites cusqueñas están en transición. Antes de la reforma agraria del gobierno militar, el mosaico de la élite económica estaba enmarcado, a grandes rasgos, por terrate-nientes que tenían latifundios en el espacio regional inmediato y vivían en la antigua ciudad. La élite intelectual cumplía sus propios procesos al asumir y reinventar el relevo de paradigmas en torno a la raza, la cultura y la clase, y estabilizando sus espa-cios institucionales en la universidad y grupos de estudio. La élite política fue desenvolviéndose, a partir de una composición que, en muchos casos, ilustraba la porosidad de estos sectores dominantes, desplegando las políticas de intelectuales acerca de las industrias culturales y rituales públicos que pro-piciarían el campo de reflexión y asentamiento de la ideología regional (de la Cadena, 2004). Este fresco es provisto por un trabajo de importante valor etno-gráfico, sobre todo por sus descripciones y la ejem-plificación de las categorizaciones que emplean las élites al pensarse a sí mismas. Me refiero aquí a Ta-mayo y Zegarra (2008). Con el advenimiento de la reforma agraria las bases de las élites económicas se trastocan y decaen, replanteando así sus estrate-gias de reproducción. Algunos migrarán a Lima y educarán a sus hijos en nuevas carreras, que com-binen capital cultural y solvencia económica6. Es así que se termina cimentando un proceso que se venía dando desde inicios de la segunda mitad del siglo XX. Esta situación devino en la transición de la élite económica hacia una dispersión y la pérdida de solidaridades grupales, lo cual terminó difumi-nando la élite económica. La élite intelectual siguió reformulando sus proyectos en sus espacios insti-tucionales pero esta vez con mayor dificultad. La élite política, al entrar a la década de 1990, tuvo en Daniel Estrada un renovado cusqueñismo político7, con la implementación de un nuevo repertorio mo-

numental que ilustraría otra versión más de moder-nización de la ciudad. A partir de aquí, una nueva clase política encontró en los medios de comunica-ción locales una veta de personajes. Cada vez más los conductores de programas y locutores de radio incursionan en la política y logran establecer una continuidad de preferencia electoral. Por otra par-te, los sindicatos se ubican en las márgenes de la representación de grupos subalternos, y la partici-pación en la esfera pública bajo los consensos del juego político. Lo que me interesa destacar aquí son dos ideas. Primero, que el complejo de los grupos que componen las élites ha perdido ímpetu en los proyectos de normalización de la sociedad local. La élite económica está relegada a participar en ciertos nichos de mando medio de la actividad turística. Se trata de un sector disperso, cada vez más compuesto por migrantes (de Puno, y de Lima, aquellos debido al comercio y estos por la gran inversión en servi-cios turísticos) que incursionan en diferentes acti-vidades económicas o ejercen sus profesiones. De esta forma se recompone la élite económica local y, en cierta medida, se hace menos “local”. Y, por otra parte, existe una élite en proceso de transición, en donde el protagonismo lo tienen, como trato de ensayar, el sector político y los líderes sindicales e intelectuales. Este nuevo perfil se da, a mi parecer, por la vocación de comprender, negociar y renovar las ideologías de diferenciación y sus relatos anexos que vienen siendo reinventadas por los grupos sub-alternos mediante la convocatoria y manejo de la protesta social.

De vuelta a la movilización

Es así que volvemos al episodio inicial. La mo-vilización de Febrero de 2008 en protesta por la ley que facilitaba la concesión de bienes del patrimonio fue convocada por la Asamblea regional del Cus-co, la cual, representando a sindicatos, contó con la adhesión y la gestión de la clase política (también en la medida de aliviar sus agendas internas), y con la argumentación provista por los intelectuales en los medios de comunicación y plazas. La Cámara de Turismo tuvo un tímido apoyo y, al contrario, enfatizó las pérdidas que esta movilización supo-nía, en coherencia con el discurso desplegado des-de la capital. Durante las marchas se resaltó, por parte de los dirigentes, sus estrategias de acuerdo a su condición de ciudadanos. De hecho, la movi-lización apeló a la derogatoria de una ley dentro de los márgenes que la legalidad contempla para estas

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grupos, y, más aún, la proliferación de estos grupos. Esto no quiere decir que estas narrativas desafíen en lo esencial las ideologías y sus relatos anexos. En efecto, es posible que las reproduzcan, pero con la participación de estos grupos y sus versiones. Es por eso que el sentido común, que como se ha cons-tatado ha adquirido cierta hegemonía, se activa en este episodio para procurar una sola defensa.

principales ideas y conclusión

Lo que se ha tratado de ensayar tiene como sustrato la experiencia y la lectura de las investi-gaciones sobre el tema o temas afines. Argumen-to que, a partir de episodios de movilización, se pueden entender, a manera de hechos ricos en in-formación, los procesos de los grupos que com-ponen una sociedad regional. Considero que la configuración de grupos subalternos se ha comple-jizado debido al desenvolvimiento de marcos es-tructurales. Entonces, hay que vigilar e investigar qué tipo de identidades y representaciones están

brotando. Se puede hablar entonces de pautas de relacionamiento simbólico que negocian prerro-gativas y validaciones desde distintas posiciones de subalternidad. Ante este panorama, una élite en transición reformula un nuevo perfil al inte-rior para sostener sus prerrogativas en el ámbito local y nacional. Toma, al menos, dos estrategias de negociación–dominación: la administración de poblaciones subalternas, ilustrada por el episodio de los ambulantes y entablada para la relación con grupos informales, y, la movilización y articula-ción en la protesta ciudadana. Para esto, negocia en diferentes frentes y bajo diferentes lógicas; las de la sociedad civil y la sociedad política. Esto se da, al parecer, por la constatación de un complejo de subalternidades que se exacerba y que puede estar desplazando las vetas narrativas de la ideo-logía y sus relatos anexos. Sin embargo, lo pre-sentado hasta aquí propone pistas para pensar en un acercamiento más detallado hacia la sociedad cusqueña y sus nuevos procesos, y así, colaborar en dar cuenta de un Perú que cambia.

situaciones. La forma en la cual se articula la protesta pasa por los mecanismos de representación de la sociedad civil, y esta modalidad se activa cuando la negociación se da frente al Estado central. La forma en la cual los grupos di-rigentes reafirman su vocación de liderar y convocar se inscribe dentro de los mecanismos de la movilización de recursos y conse-cución de alianzas. Es el dominio de la esfera pública civil. Mientras tanto, la administración de la po-blación, al menos de una parte de ella, se da mediante los canales de la sociedad política, plagada de la complejización de las pugnas de los subalternos. Ahora bien, la vocación renovada del nuevo per-fil de la élite local para aglutinar y reasumir sus prerrogativas me-diante la movilización se ve moti-vada por dos facetas del panorama de actores subalternos. Estas son interdependientes en cierta medi-da: los discursos contestados por los grupos subalternos, la percep-ción de la complejización de las narrativas producidas por estos

Andrés Zevallos

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ANTHRopIA Revista de Antropología y otras cosas

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Descomposiciónde la elite

Complejización delpanorama de actores y discursos subalternos

Elites políticas,intelectuales y sindicales

Actores subalternos

Ideologíanegociada

Sociedad P

olítica

Sociedad C

ivil

NoTAS

1 Mis líneas de reflexión no surgen, no obstante, del aire o la imaginación. A la información secundaria y el apertrechamiento bibliográfico asiste la observación del episodio que abre el ensayo, durante los preparativos en el mes de Enero y todo el mes de Febrero, así como la atención del manejo mediático y entrevistas informales con manifestantes.

2 Para esto me valgo de de Lefebvre (2005), que con sus planteamientos ilustra la forma en la cual es el espacio es producido desde distintos niveles y dispositivos, como el espacio abstracto, el vivencial y el disputado o representado. Se puede sugerir que el centralismo es un tipo de relación que se sitúa en la intersección de las formas en las cuales el espacio es representado (y por tanto jerarquizado según su rol económico), vivido y la disposición física de sus regiones.

3 Para una reflexión comparada sobre este mismo tema ver Cánepa 2007.

4 Guha (1981) citado en Mallon (1994). Traducción propia.

5 Para ver más sobre la historia de este grupo ver Valderrama (1979).

6 Para el caso de Puno y Ayacucho ver Diez (2003).7 Curatola (1998) explora en una sección del artículo el

nuevo perfil del “incaicismo” político. Anota también, aportando al argumento de este ensayo, que los episodios masivos (fiestas, ceremonias, rituales) tienen grandes efectos cohesionadores en todos los actores de la sociedad local.

bIbLIoGRAFÍA

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“La actividad minera y sus disyuntivas

Hualgayoc: Entre la necesidad y la desconfianza”

por: Eduardo Romero Dianderas Alexandra Cussianovich zevallos

Sumilla:

El presente trabajo busca explorar la compleja relación existente entre la minería y el pueblo de Hualgayoc, la misma que es construida tanto desde una dimensión histórica como espacial, y define una peculiar forma de percibir y apreciar el entorno en su población. Haremos especial énfasis en las dinámicas locales acaecidas a raíz de la reactivación de la actividad minera por parte de la empresa Gold Fields.Perú S.A. (Gold Fields), hecho que marca el inicio de una nueva etapa enmarcada en la economía minera transnacional. Buscaremos señalar, además, ciertas líneas de reflexión que consideramos pertinentes para entender cómo esta relación impacta en la vida política de la ciudad y las percepciones que se generan sobre el medio natural y social. Particularmente, intentaremos comprender cómo, a pesar de que las percepciones críticas y negativas sobre los impactos de la minería están bastante extendidas en un amplio grupo de la población, este hecho no ha conducido a una acción colectiva efectiva frente al accionar de la industria minera en la zona.

Vista panorámica de pasivos mineros en los alrededores de Hualgayoc. Foto: Alexandra Cussianovich Zevallos

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Introducción

La ciudad de San Fernando de Hualgayoc está ubicada en la provincia de Hualgayoc, departamento de Cajamarca. Durante el periodo incaico y la colonia esta zona no tuvo una importancia económica estratégica, constituyéndose como un espacio más bien periférico y aislado de las principales rutas comerciales y centros poblados de la época1. Sin embargo, tras el descubrimiento de una veta de plata por parte de Rodrigo Torres de Ocaña en 1771 se funda como ciudad. El descubrimiento de mineral pronto provocó la rápida incursión de muchos nuevos mineros, de manera que la población se incrementó aceleradamente en muy pocos años. Es así que, desde su fundación, podemos apreciar cómo la minería se constituye en una suerte de principio generador de la vida social en la ciudad de Hualgayoc.

La presencia de la minería en la génesis histórica de la ciudad posee un claro correlato simbólico que, desarrollándose durante 240 años de actividad mi-nera y distintos periodos de contracción y expansión de la industria, ha venido recreándose hasta llegar al actual periodo de incursión de la llamada “nue-

va minería” en gran parte del espacio norteño del país. En este sentido, el objetivo del presente traba-jo es explorar la producción de discursos verbales y no verbales sobre la minería y su relación con la ciudad por parte de los pobladores de la ciudad de Hualgayoc. Buscamos, asimismo, destacar ciertas líneas de reflexión sobre el funcionamiento de estos discursos dentro de la vida política de la ciudad, es-pecialmente en relación con la nueva coyuntura de expansión de la industria minera y las estructuras de incentivos y oportunidades que genera.

Espacio simbolizado, memoria e instituciones como estabilizadores de verdad

La construcción de Hualgayoc como un pueblo minero es un proceso que involucra varios factores interrelacionados, algunos más evidentes que otros, pero que juntos configuran el territorio de forma tal que éste es “naturalizado” como un espacio minero. Por lo que pudimos observar, consideramos que la relación de la minería con la ciudad es presentada, tanto en los discursos verbales como no verbales, de una forma casi inevitable; asimismo, y sobre esto volveremos más adelante, esta relación se fun-

Foto: Alexandra Cussianovich Zevallos

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damenta en ciertos parámetros de certeza que brin-dan a la minería una presencia insoslayable en el orden social hualgayoquino.

Sin embargo, al ilustrar esta sensación de inevitabilidad no queremos alegar que la relación de Hualgayoc con la minería sea simple, sino todo lo contrario. Un ejemplo de esta complejidad es el hecho de que, a pesar de que doce de los catorce niños con los cuales trabajamos tenían parientes directos trabajando en la mina, sólo dos mencio-naron a la actividad minera como un oficio común en Hualgayoc. Asimismo, como podemos apreciar en el siguiente testimonio2, la relación no se es-tablece directamente mediante la enumeración de los aspectos positivos y negativos de la minería o por una justificación de sus ventajas sociales, es más bien la sensación de complementariedad ne-cesaria entre la minería y la ciudad la que guía la argumentación:

“Es que Hualgayoc toda la vida ha sido minero, to-dos estamos acostumbrados a la minería. Hualgayoc no ha sido comercial ni nada, por eso cuando no hay mine-ría los paisanos se van a buscar trabajo a otros lados.” (Liliana Villegas, encargada de la Defensoría de la Mujer del Frente de Defensa del Distrito de Hualgayoc)

La mayor parte de las personas que entrevista-mos se referían a la actividad minera como la única actividad económica “viable” en Hualgayoc. Sólo una persona hizo referencia a la posibilidad de re-enfocar los esfuerzos en actividades agropecuarias de exportación. La gran mayoría, por otro lado, se refirió a la actividad agropecuaria como una activi-dad del campo que un grueso de los habitantes de la ciudad no tenían ni la posibilidad ni el hábito de realizar:

“Hualgayoc es netamente minero. Es difícil que se pueda cambiar a otra actividad.” (Graciano Hua-mán, Presidente de la Asociación de Varones de Hualgayoc)

Asimismo, podemos percibir cómo este discur-so de complementariedad necesaria adquiere rápi-damente un tono trágico en el momento en que se plantea la posibilidad de que la actividad minera se aleje de la ciudad de Hualgayoc. Resulta sumamen-te interesante el uso del verbo condenar para expre-sar un futuro hipotético sin minería:

“Estaría mal, ya no habría apoyo, se convertiría en un distrito fantasma. Creo que con el tiempo va a ser

así, está condenado este pueblito a no desarrollarse sin la minería. No hay una política de desarrollo sos-tenible.” (Fernando Castro, profesor de primaria)

Para fines analíticos, hemos dividido la discu-sión en tres ejes: la simbolización del espacio pú-blico, la construcción de la memoria colectiva y la nueva estructura local de incentivos instaurada en Hualgayoc a partir del ingreso de Gold Fields a la zona.

Un espacio público simbolizado:Una de las formas más efectivas de reafirmar

identidades es sin duda la simbolización del entorno mediante la construcción de imágenes apologéticas. En el caso de Hualgayoc, encontramos que a través de una serie de monumentos y figuras erigidas en el espacio público, en los sitios de tránsito cotidiano de los pobladores, es posible también erigir verda-des, consolidar un cierto campo de posibilidades sociales y dejar fuera ciertas opciones o percepcio-nes que podrían contradecir dicho status quo.

En el caso de Hualgayoc esto se manifiesta de diversas maneras. Desde el momento en que uno entra a la ciudad a través de la carretera la entra-da del pueblo se encuentra adornada con un arco de bienvenida en cuya leyenda se lee “Hualgayoc: Histórico y Señorial Asiento Minero”. Podemos mencionar también la curiosa existencia de nume-rosas pequeñas estatuas que realizan una suerte de apología cotidiana a la actividad minera. En ellas se aprecian trabajadores mineros realizando diver-sos trabajos equipados de cascos, picos o vagones de carga. Nos parece importante resaltar que estas estatuas no se encuentran concentradas en un solo lugar, sino que más bien se distribuyen con cier-ta uniformidad a través del espacio de la ciudad. En este sentido, consideramos que este espacio simbolizado es tanto una manifestación como una reafirmación cotidiana del carácter minero de la ciudad.

La memoria colectiva:Los años ochenta son recordados como una

época de apogeo minero. Aproximadamente una decena de empresas pequeñas, entre las cuales resaltan Carolina, Qullquirumi, Banco Minero y Los Mantos, funcionaban en la zona de forma que los hombres hualgayoquinos podían emplearse como obreros para trabajar dentro de los socavones. A pesar de que la mayoría no contaba con programas sociales estructurados,

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algunas personas señalaron que estas minas tenían pequeñas muestras de apoyo a la población, como dar kerosene a las esposas de los trabajadores. En cuanto a las posibilidades laborales, todos los entrevistados señalaron que en esta época era más fácil conseguir trabajo en el sector minero, aunque bajo condiciones muy inferiores a las actuales. El trabajo de socavón, a pesar de ser bastante más peligroso, se recuerda como menos contaminante para el ambiente y la ciudad.

Una década después, alrededor de 1991, una pronunciada baja en el precio de los metales y la acumulación de impuestos adeudados motivó el cierre masivo de las empresas mineras. El cierre de las empresas trajo consigo un tiempo sin mi-nería que es descrito repetidas veces como un pe-riodo en el que Hualgayoc se volvió un “pueblo fantasma” y casi perdió su propia naturaleza y ra-zón de ser. Los testimonios retratan este tiempo como un periodo muerto, de emigración genera-lizada hacia Cajamarca o la costa, calles vacías e inmuebles abandonados, cerrados con cadenas y candados. Este periodo es recordado por los in-formantes como un paréntesis histórico, un tiempo muerto en que la ciudad fue abandonada tanto por la minería como, consecuentemente, por la vida social que se cimentaba en ella. La existencia de este periodo reafirma una visión a futuro que no puede excluir a la minería de un proyecto soste-nible de ciudad. Es a este respecto que podemos afirmar que la actividad minera brinda certezas a la población hualgayoquina, en tanto tiene que ver con la naturaleza misma de la existencia de Hual-gayoc como ciudad.

“Cuando no había minería la gente se fue con cance-laciones, las calles estaban tristes y abandonadas.” (Josefina Muñoz, 49 años, profesora)

“Hualgayoc sin actividad minera prácticamente es un pueblo fantasma porque nos quedamos sólo los que tenemos trabajo en otra cosa distinta de la mine-ría, como lo que pasó en los años noventa, por ejem-plo”. (Oscar Díaz, 55 años, director).

A partir del año 2004, la empresa minera trans-nacional Gold Fields llega a la zona para llevar a cabo el proyecto “Cerro Corona” a un kilómetro y medio de Hualgayoc, abriéndose así un nuevo pe-riodo caracterizado por una mayor inserción en la economía minera transnacional. Esta “nueva mine-ría” es percibida como más moderna y tecnificada, resaltándose principalmente el uso de maquinarías

y el trabajo a tajo abierto. Sin embargo, lejos de ser una señal de una modernidad absolutamente posi-tiva, podemos encontrar aspectos perjudiciales. La tecnificación de la minería, ha traído como conse-cuencia el poco empleo disponible para personal no calificado, condición en la cual se encuentran casi todos los trabajadores de Hualgayoc. Por otro lado, el uso del tajo abierto en vez del socavón ha sido percibido como más perjudicial para el medio ambiente. Es importante mencionar estos aspectos para resaltar que la tecnificación de la minería y el arribo de empresas transnacionales no es percibida simplemente como un progreso, sino que comple-jiza una relación de por sí problemática que oscila entre la necesidad y la desconfianza. Esto queda claro sobre todo al analizar los testimonios de los niños más pequeños, cuyas formulaciones muchas veces ayudan a clarificar ciertas percepciones que se encuentran oscurecidas por el recato o la suspi-cacia entre los adultos.

“La mina contrata gente para que al pozo de donde viene el agua le tire arena para que venga el agua contaminada.” (Mariela, 10 años)

“A veces algunos ingenieros son malos y les dicen “los gringos” y hablan con el muqui y el muqui les desaparece porque los ingenieros regalan a las per-sonas al muqui.” (Tatiana, 10 años)3

De esta manera, en los testimonios podemos identificar tres momentos históricos: la década de los ochentas, asociada al apogeo minero; el período de Hualgayoc transformado en un “pueblo fantas-ma”, una década más tarde, cuando las empresas dejan de operar en la zona; y el momento actual asociado con la minería transnacional a partir de la llegada de Gold Fields, la cual ha generado nuevos espacios de incertidumbre en tanto las oportunida-des laborales y la estructura de incentivos que gene-ra son diferentes a las anteriores.

Nueva estructura local de incentivos: vida institu-cional y necesidades sociales

Después de una década sin minería, Hualgayoc se reconstituyó como pueblo minero a partir de la llegada de Gold Fields. Este hecho trajo consigo el repoblamiento de Hualgayoc pues la entrada de la minera generó un gran crecimiento demográfico, donde tanto hualgayoquinos como foráneos llega-ban en busca de trabajo. Inevitablemente y apelan-do a su memoria reciente, la población asociaba la llegada de la minería con la oferta de puestos de tra-

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bajo y la mejora de su calidad de vida, pues la oferta laboral que genera la mina se presenta como una de las pocas opciones reales que tiene la gente para su reproducción económica. El inicio de las activi-dades de Gold Fields en Hualgayoc efectivamente propició una oferta de puestos de trabajo y reactivó la economía del lugar. En esta línea, encontramos un doble efecto en la dinámica económica de Hual-gayoc a partir de la entrada de la empresa. Por un lado, destacan las oportunidades de trabajo directas generadas por la empresa y, por otro, aquellas opor-tunidades de trabajo que se derivan indirectamen-te de su presencia en la zona. Cabe mencionar que cada una de estas dinámicas responde a una lógica particular y genera impactos sociales diferenciados en Hualgayoc.

Respecto a las oportunidades de empleo directo, vemos que éstas se derivan de la necesidad de la empresa de contratar mano de obra no calificada, especialmente para los períodos de exploración y construcción, en que requerían un gran contingente de obreros. Para que la población local pueda ac-ceder a los puestos de trabajo rotativos ofrecidos por la empresa, ésta les exigía estar organizados en

asociaciones que funcionen como “services” y les permita tercerizar la mano de obra. Este hecho tra-jo consigo un fuerte divisionismo en la población pues si bien la empresa generaba una oferta laboral atractiva, solo algunos tenían acceso a ésta, ya que al estar mediadas por las asociaciones las oportu-nidades de trabajo no eran para todos por igual. En este sentido, cabe mencionar que los dirigentes de las asociaciones, encargados de la administración de la fuerza de trabajo, han sido calificados de “ar-golleros”, corruptos y nepotistas por varios de los entrevistados debido a que según sostienen exclu-yen a un porcentaje considerable de la población de las oportunidades laborales ofrecidas por Gold Fields. De esta manera, vemos que la situación de Hualgayoc coincide con lo que sostienen Bebbing-ton e Hinojosa respecto a que el ambiente en las zonas de explotación minera se ha vuelto más mo-vido, más inseguro y mucho más teñido de chismes de corrupción en comparación a cuando la empresa no estaba (Bebbington e Hinojosa, 2007:298). Asi-mismo, respecto a la oferta de empleo generada por la empresa, es importante sostener que si bien al inicio hubo una gran demanda de trabajadores no

Monumento de trabajador minero ubicado junto a las escaleras de acceso al pueblo.

Foto: Alexandra Cussianovich Zevallos

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calificados, hace unos meses, al iniciar la etapa de explotación, la oferta de puestos de trabajo se vio dramáticamente disminuida debido a que la empre-sa requería personal especializado y tecnificado, ge-nerando un impacto social y económico muy fuerte en Hualgayoc.

Por otro lado, en cuanto a la dinámica laboral indirecta, notamos que a partir de la llegada de la empresa la demanda de diversos productos y servi-cios generó el surgimiento de empresas y negocios implementados por la población. Así, vemos que se abrieron muchos restaurantes, hoteles, bodegas, bazares, locutorios y cabinas de internet, destina-dos a satisfacer las necesidades surgidas a raíz del repoblamiento de Hualgayoc y de la presencia de personas que desempeñaban labores, directa o in-directamente, relacionadas con la empresa minera. Por otro lado, notamos que Gold Fields ha mante-nido una política de incentivos a la generación de pequeñas empresas y micro negocios que satisfa-gan su demanda de diversos productos y servicios. En este sentido, vemos que algunos pobladores han creado empresas destinadas a proveer ciertos servicios a Gold Fields, como transporte ligero y maquinaria pesada. Otros por su parte, han for-mado asociaciones de comerciantes y vendedores desempeñando un papel de proveedores de Gold Fields. Estas asociaciones están conformadas por varias personas que se organizan en turnos rotati-vos semanales de manera que todos sus miembros puedan beneficiarse vendiendo sus productos a la empresa. Si bien algunas personas se han benefi-ciado por el hecho de actuar como proveedores de Gold Fields, muchos de los pobladores que no par-ticipan de esta dinámica perciben que estas organi-zaciones son excluyentes y dejan sin posibilidades a otras familias.

A pesar de las implicancias negativas que se han derivado de la generación de oportunidades econó-micas en Hualgayoc, todos los entrevistados han coincidido en identificar como necesaria la presen-cia de Gold Fields en la zona debido a que “por lo menos un buen sector de la población se beneficia con los puestos de trabajo” (Roberto Fuentes, 52 años, profesor). En este sentido, también es impor-tante mencionar que ha habido un cambio notable relacionado con el acceso de mujeres a puestos de trabajo pues antiguamente no habían oportunidades laborales para ellas y en la actualidad están des-empeñando diversas funciones en el rubro minero, como cocineras, ayudantes, encargadas de limpie-za, lavanderas, etc.

Minería, medio ambiente y acción colectiva

En relación con los aspectos ambientales, el reclamo más importante que identificamos en Hualgayoc está referido al agua y tiene que ver tanto con el acceso a ésta, cuanto con su calidad. Para entender la magnitud y dimensiones de este tema, es necesario destacar dos cuestiones importantes. En primer lugar, que este distrito no cuenta con un sistema de agua potable. El agua que abastece a las familias hualgayoquinas proviene directamente de puquios y manantiales ubicados en los alrededores del pueblo, para cuyos fines se ha instalado un sistema de tuberías que transporta el agua hasta las viviendas. A este respecto, muchos afirman que si bien en época de lluvias es común que el agua tenga un color amarillento, desde la incursión de Gold Fields en la zona el agua que llega a sus hogares tiene esta característica incluso en épocas secas en que no llueve. Además, el acceso al agua se encuentra cada vez más limitado, habiendo flujo solo unas horas al día y llegando a estar restringido en algunas ocasiones por varios días seguidos.4

Al preguntarles por las desventajas asociadas a la actividad minera en Hualgayoc, todos los entre-vistados coincidieron en identificar la contamina-ción ambiental como una de las más importantes, haciendo referencia principalmente al tema del agua y en menor medida a la contaminación de aire y suelo. Sin embargo, mientras algunos afirmaban con seguridad que Gold Fields estaba contaminan-do sus recursos, otros manifestaban esto de manera más intuitiva y a modo de sospecha, como se puede apreciar en el siguiente testimonio:

“Acá hay contaminación de los ríos, sobre todo el río Tingo-Maygasbamba que va hasta Bambamarca. Esa agua es contaminada no sólo por Gold Fields sino también por otras empresas que están desde an-tes ahí. Estimo que también hay una contaminación fuerte al aire y me imagino que el suelo donde ope-ran también, pero más que nada es el agua.” (Rober-to Fuentes, 52 años, profesor)

A este respecto, cabe destacar lo sostenido por Diez 5: “Una de las más importantes características de las percepciones populares sobre la contamna-ción es su multidimensionalidad. Las referencias a la contaminación sobre la actividad minera suelen ser totalizantes y categóricas y podrían resumirse en una sola frase: “la minería contamina todo”. Ya sea mediante la sospecha de acuerdos secretos en-tre la Municipalidad y Gold Fields o por el uso de

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indicadores biológicos como desaparición de cier-tas especies animales, fiebres y enfermedades, to-dos los testimonios atribuyen a Gold Fields cierta responsabilidad sobre la contaminación ambiental. Sin embargo, son pocos los que pudieron darnos información concreta que fundamentara sus apre-ciaciones, y muchos otros apelaron a cuestiones dudosamente vinculadas a la minería. Al margen de los matices expresados en las declaraciones y de si realmente se tienen argumentos “científica-mente válidos” o no, el hecho de que la población perciba que está siendo contaminada evidencia la sensación que tienen de ser violentados o perju-dicados por la empresa. En vista de que entre la población y Gold Fields existe una relación asi-métrica de poder, consideramos que el apelar a la contaminación del agua constituye un recurso es-tratégico a través del cual la población hace frente a la empresa y legitima ciertas exigencias.

Siguiendo a Crozier y Friedberg, entendemos el poder como una relación de intercambio de posibilidades de acción, en la que los términos

del intercambio son más favorables para una de las partes. La parte más poderosa sería aquella que tenga un mayor margen de libertad para definir sus posibilidades de acción, de manera que quien detente un mayor poder tendrá, asimismo, un mayor manejo y control sobre las zonas de incertidumbre (Crozier y Friedberg, 1990). En esta línea, podemos sostener que la relación mantenida entre la población y Gold Fields se basa en un intercambio desigual por las formas de gobernanza establecidas. La empresa, al contar con una licencia para operar en la zona, tiene amplias posibilidades de acción respecto al entorno, detentando la facultad de decidir qué uso le da a la tierra y al agua como elementos primarios de sus actividades. Asimismo, los niveles de tránsito de información entre la empresa y la población son bastante pobres y no existe un canal de comunicación establecido para el diálogo, lo que genera una incertidumbre generalizada respecto a los potenciales daños ambientales. Al ser la empresa la que establece y determina su propio accionar en relación con los

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recursos de Hualgayoc y dado que la población tiene poca injerencia y control sobre éste, Gold Fields estaría creando una amplia zona de incertidumbre respecto a los factores ambientales que podrían constituir una amenaza para la población y, con esto, erigiéndose como poderoso frente a la población hualgayoquina. Así, consideramos que en respuesta a esta situación, los hualgayoquinos recurren a los discursos de contaminación para hacer frente al poder de la empresa. Debemos aclarar que con esta afirmación no pretendemos negar las posibilidades de agencia política de la población sino, más bien, intentar comprender o esbozar una explicación ante la inexistencia de movilizaciones o de un movimiento ambientalista organizado en la zona, punto que desarrollaremos a continuación.

Entre el discurso y la acción colectiva

Como hemos visto líneas arriba, Hualgayoc es un distrito que históricamente se ha conformado y definido como minero. En éste, al igual que en otros espacios que han sido definidos de esta manera, tales como La Oroya o Cerro de Pasco, podemos encontrar la misma lógica de “canje” de contaminación por empleo o “desarrollo”, donde debido a las grandes necesidades de la población y a la manera en que se han definido la institucionalidad local, el territorio y los principios de gobernanza de éste, se sostiene la idea de “me contaminan pero me dan trabajo”. En este sentido, consideramos que la relación entre Hualgayoc y la minería es compleja, en tanto no involucra un asentimiento absoluto a la presencia minera por parte de la población, ni tampoco un rechazo tajante expresado en una firme acción colectiva. Más bien, la presencia de la minería es asumida como un costo necesario para la sostenibilidad de Hualgayoc como proyecto de ciudad que, sin embargo, no esconde el hecho de que esté teñido de desconfianza y suspicacia.

Tal como sostienen Madrid y otros, desde la perspectiva de la población, la minería contiene una doble valoración: positiva como actividad económica y negativa como actividad degradante de la vida. Sin embargo, las valoraciones negativas por el impacto ambiental de esta actividad adquieren menor importancia en relación a la valoracion de la minería como fuente de ingreso monetario. Lo que se expresaría en la ausencia de reclamos formales y acciones confrontacionales a pesar del incremento

de la contaminación, así como en el “intercambio” de recursos naturales comunitarios (agua y tierra) a cambio de puestos de trabajo.

Esto puede ser mejor entendido analizando la forma que adquieren los discursos sobre el impacto de Gold Fields en el medio ambiente. Ya hemos notado que las impresiones sobre el impacto ambiental negativo de Gold Fields resultan bastante extendidas. Sin embargo, este hecho no ha conducido a una acción política mayor. Consideramos en este sentido que la percepción crítica de la población sobre el impacto ambiental de la minería no genera la expansión de la agencia política, sino más bien un posicionamiento frente a la minería. En este caso, entendemos por posicionamiento la generación de una narrativa crítica que permite a los pobladores lidiar con una experiencia social insatisfactoria sin por ello predisponerse necesariamente a cambiarla. De esta manera, y a riesgo de parecer redundantes, este posicionamiento llevaría a la población a tomar una postura respecto a la presencia de Gold Fields y los potenciales daños ambientales, sin que ello derive necesariamente en una acción orientada a revertir estos daños.

Para entender esta situación, es necesario to-mar en cuenta que la minería se define como la razón de ser de Hualgayoc. Debido a que esta acti-vidad constituye una de las principales estrategias de vida de la zona y articula dimensiones sociales, económicas, culturales, políticas e instituciona-les, consideramos que para la población resulta-ría contraproducente, en un sentido pragmático, el surgimiento de un movimiento cuya narrativa de desarrollo excluya explícitamente a la minería, sobretodo si tomamos en cuenta que en la memo-ria reciente se conserva la imagen de Hualgayoc como “pueblo fantasma” durante los años sin acti-vidad minera. Tal como sostiene Bebbington: “…lo cotidiano se caracteriza mucho más por las ru-tinas de la subsistencia que las de la resistencia y, en la medida en que los territorios son socialmente construidos, gran parte de esta construcción pasa por las estrategias de vida de la población” (Beb-bington, 2007: 36). Asimismo, vemos que el he-cho de que actualmente haya actividad minera en la zona otorga una certeza a la población y, contra-riamente, un Hualgayoc sin minería es percibido como un escenario de máxima inseguridad nacido del desorden que se genera a consecuencia de la perturbación de un orden naturalizado.

En resumen, podríamos afirmar que en Hualga-

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NoTAS

1 Ver: Contreras, Carlos (1995)2 En éste y todos los testimonios sucesivos, los nombres

de los informantes han sido cambiados para mantener su privacidad.

3 También conocido como Chinchilico o Anchancho, el Muqui es un ser mítico asociado a la minería en los An-des peruanos. Popularmente se cree que este duende es el espíritu cuidador de las minas donde habita y es con-cebido como una criatura antojadiza; así, tanto los mo-mentos venturosos cuando las desgracias son atribuidos a este ser por los mineros.

4 Durante nuestro trabajo de campo pudimos constatar este hecho, el abastecimiento de agua era por horas e incluso hubo un corte del servicio que duró dos días seguidos.

5 Diez, Alejandro (2008). “Minería y desarrollo local en Cajamarca. El caso de Hualgayoc.” En prensa.

bIbLIoGRAFÍA

• BEBBINGTON, ANTHONY (editor). Minería, movi-mientos sociales y respuestas campesinas. Una ecología política de las transformaciones territoriales. CEPES, Lima: 2007.

- Bebbington, Anthony. “Elementos para una ecología política”, pp. 23-46.

- Bebbington, Anthony y Leonith Hinojosa Valencia. “Conclusiones: minería, neoliberalización y reterritoria-lización”, pp. 281-313.

• CONTRERAS, CARLOS. Los mineros y el Rey: los An-des del norte, Hualgayoc 1770-1825. Lima, IEP: 1995.

• CROZIER, MICHEL y ERHARD FRIEDBERG. El ac-tor y el sistema. México, Alianza Editorial Mexicana: 1990.

• DIEZ, ALEJANDRO. Minería y desarrollo local en Ca-jamarca: el caso de Hualgayoc. Documento en prensa.

• MADRID, EMILIO y otros. Minería y comunidades campesinas en los Andes. ¿Coexistencia o conflicto? La Paz: Fundación PIEB, 2002.

yoc existen dos formas de incertidumbre que re-sultan complementarias. Por un lado, existe incer-tidumbre desde el punto de vista de la población con respecto a las formas de gobernanza, pues es la empresa quien posee mayores posibilidades de acción en cuanto al acceso y uso de recursos. En otro sentido, encontramos otro nivel de incerti-dumbre desde el punto de vista de la persona en re-lación con la vida institucional local. El constante recelo respecto de las autoridades municipales y la denuncia de “argollas” relacionadas con el acceso a oportunidades de trabajo en la empresa serían un ejemplo de ello. Asimismo, podríamos sugerir que estos hechos estarían contribuyendo a la frag-mentación del espacio público e impidiendo una discusión mayor sobre la minería en Hualgayoc. Sin embargo, y a pesar de los factores antes men-cionados, consideramos que existe un nivel de cer-tidumbre mayor, que supera a los dos anteriores, y es aquél que otorga una certeza a Hualgayoc como ciudad a partir de su relación con la minería. Fi-nalmente, podemos señalar que el posicionamien-to al que hemos hecho referencia es una manera de resolver esta aparente contradicción.

Consideramos importante destacar, siguiendo nuevamente a Madrid, que la valoración de la mi-nería tiene un carácter fluctuante que está en rela-ción con el grado de articulacion de la economía local con las actividades mineras. Así, vemos que en aquellos espacios fuertemente vinculados a la minería se subvaloran los impactos medioambien-tales negativos y se pondera el rol económico de esta actividad. Mientras en aquéllos donde la prin-cipal actividad productiva es la agropecuaria, como es el caso de Tambogrande, existe un mayor énfasis en la identificación de impactos y en la predisposi-ción a encarar acciones orientadas a la reparación y/o mitigación de los daños. Así, en la medida en que la vida cotidiana de la población hualgayoquina se estructura a partir de la minería y esta actividad se constituye como una de las principales fuentes de reproducción la población, vemos que ésta hace frente a las condiciones de incertidumbre a partir de los discursos de contaminación, donde expresan sus temores, sus inseguridades y también sus esperan-

zas de una convivencia armónica con la actividad minera:

“Que venga la mina pero con una condición: que dé trabajo a los de acá y no a los de otros lugares y que no nos contamine.” (Dalila, 10 años)

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Al otro lado del mercado Apuntes sobre la

pirateríapor: Jaris Mujica*

Sumilla:

El presente ensayo se trata de una reflexión acerca de la piratería y las percepciones sociales acerca de ella. El autor trabaja alrededor de la idea promovida por las propagandas: “la piratería es un robo” y demuestra como esta idea contrasta con la de los usuarios de productos piratas. Además, encuentra razones sociales y económicas para desautorizar el popular discurso antipiratería.

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Ahora todo tiene precio: todo se compra, todo se vende. La lógica mercantil ha desbordado en poco tiempo incluso las dinámicas de consumo, tanto por la casi infinita oferta de nuevos bienes, objetos o servicios, como por la dificultad de acceder a mu-chos de ellos: todo se exhibe, pero, al mismo tiem-po, mucho se muestra inasequible. En nuestro país este fenómeno ha caminado a la par con el desarrollo de otras dinámicas para pro-ducir bienes o para consumirlos, las que juegan con el mercado, con sus reglas y sus límites: la piratería se ha convertido en un fenómeno que convive con la lógica mercantil y que desde su interior parece sembrar un germen difícil de controlar. Las desco-munales pérdidas denunciadas por las grandes com-pañías discográficas, de software y de otra cantidad diversa de productos se han visto burladas por el aumento incesante del consumo de piratería que reta al aparato mercantil desde su propio seno. Lo pirata se mueve junto al mercado, sigue sus reglas de oferta y demanda, se dirige por lo general al consumo masivo y sofistica rápidamente sus pro-ductos. Ahora, lo pirata se mueve también por otros espacios y expande su oferta incluyendo bienes me-nos comunes. Su mercado se desarrolla junto a los requerimientos de los consumidores. La piratería llega a especializarse y a establecer círculos de ven-ta e intercambio de productos variados, incluyendo “bienes refinados”: películas “no comerciales”, li-bros “académicos” y música “sofisticada”. Por otro lado, la piratería se diferencia de los productos falsificados. Si bien semánticamente el primero deviene del segundo término, en los imagi-narios cotidianos, ambos se diferencian y marcan el límite de los productos que ofertan. Lo pirata debe ser reconocido como tal: lo pirata es pirata, se con-sume porque es pirata. Lo falso, en cambio, busca engañar, se mimetiza a lo “original”, copia su forma y se ofrece como si fuera el producto verdadero. Los medicamentos, artículos de tocador o de limpieza, maquillaje, comida, bebidas o golosinas no reciben la categoría de pirata: son productos falsificados, in-cluso reciben la amplia y difusa categoría de bam-ba. En cambio, otro tipo de productos (diferenciados no por ser un producto determinado sino por el tipo de producción, intención del productor y apariencia del producto) como los CD o DVD, juegos de video o software, reciben la categoría de pirata, pues los consumidores son concientes de que no se trata de lo “original” y los productores no pretenden hacer una imitación fiel y exacta del producto inicial: son reconocibles y consumidos como piratas1.

De este modo la idea de que el consumo de pi-ratería implica una estafa o un engaño para el con-sumidor no es tan cierta, pues queda claro que en esta lógica el consumidor es consciente del objeto que adquiere. Se sabe que se trata de un producto pirata y se tiende a argumentar que es el bajo costo de éste lo que motiva a comprarlo: lo pirata es ba-rato o, al menos, es siempre considerablemente más barato que el producto “original”. Lo pirata mueve entonces características propias en el difuso terreno del consumo y, en este panorama, parece construir un vínculo con el público que lo consume, que se aproxima y se apropia de él. De este modo, las campañas antipiratería se han topado constantemente con prácticas más complejas que los argumentos que exhiben y con respuestas de los actores y consumidores mucho más elaboradas que las suyas. Suele indicarse que la piratería qui-ta trabajo a las personas, sin embargo es posible sugerir otras cosas. Si bien no disponemos de ci-fras, se puede indicar que en realidad la industria pirata da trabajo a miles de personas, productores, vendedores, distribuidores, etcétera, y al mismo

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trabajo a los de abajo, a la gente del pueblo” (Juan, vendedor de películas piratas en la Galería Polvos Azules). Se trata no solo de un tipo de consumo, sino también de una manera de plantear la pertenen-cia y las demandas al sistema. Suele argumentarse, además, que lo pirata es de mala calidad y que no cumple con estándares mí-nimos de producción. Ante esto hay que decir dos cosas: por un lado, que si bien hay una gran canti-dad de productos pirata que no se presentan en su estética externa como un producto “original”, sus contenidos son difícilmente diferenciables de estos (al menos para el consumidor no especializado). Los consumidores sentencian: “no me importa que tenga una bonita caja sino que suene [que se vea o que se lea]”. Además, hay que recordar que lo pirata no es estático, se sofistica, “evoluciona”, po-demos encontrar gran variedad de productos piratas y de diferentes calidades: en el caso de las películas es posible encontrar desde copias en VCD grabadas directamente del cine, hasta DVD copiados con una resolución muy similar al original y con todas las ventajas que ofrece éste. En suma, no es que sean de menor calidad, hay de muchas calidades, solo hay que escoger y decidir cuánto se gastará. Otro argumento generalizado es que los produc-tos piratas, como el material fonográfico o visual, destruyen los equipos de sonido, reproductores de DVD o lectores de CD. El argumento es rápidamen-te contrapuesto por los usuarios: por un lado “si es que en efecto malograran los equipos el costo de arreglo es menor o igual de lo que cuesta un solo CD o DVD original”2. Por otro lado, la existencia de estos productos ha abierto el mercado a equipos que se adecuen o que “resistan” estos, desplazando

así a marcas conocidas por su calidad, pero que “no están preparadas para resistir lo pirata”. Compa-ñías como Sony, Panasonic o Phillips, consideradas como “grandes marcas”, son también vistas como débiles ante productos pirata, por lo que se prefiere optar por marcas como Miray, Recco o Hi Fi, cono-cidas por ser resistentes y “aguantadoras”. Se trata de indicar que la lógica pirata implica además cier-tos instrumentos adecuados para su uso, lo pirata no se limita a los márgenes del mercado, sino que origina un tipo de movimiento y de producción di-ferente dentro del mercado. La pregunta recurrente ante el vendedor de estos equipos es: ¿lee pirate-ría? Incluso se utiliza esta idea (que determinado producto este preparado para resistir los productos pirata) como un punto fundamental del discurso de venta. Por otro lado, las últimas campañas antipiratería llevan como argumento asertivo central: “La pira-tería es un robo”. Sin embargo, están olvidado que para los actores la compra de productos piratas es justamente eso, una compra: se da dinero a cambio de un producto. En la práctica y en los imaginarios esto no es un robo, es una adquisición común y co-tidiana. En segundo lugar, el contra-argumento de las personas sentencia el asunto: “la piratería no es un robo, un robo es lo que cuesta un producto original”. Así, el precio se convierte en el argumento fun-damental para consumir productos piratas. Además que se trata la mayor parte de las veces de bienes de pequeña escala (pero que sumados constituyen un volumen descomunal de intercambios). Sin embar-go, tras esta lógica de consumo no se mueve solo una dinámica económica de costo y beneficio, sino también un asunto cultural: muchos consumidores indican que tratan de “no consumir piratería de productos peruanos, pero sí de los extranjeros”. Lo que se sugiere, además, es que hay un intento de combatir al mercado, de “sacarle la vuelta” desde su propio núcleo. Así, los actores tienen una posibilidad de relacionarse de modo distinto con el mercado y de abrir sus puertas en una contradic-ción evidente: consumen lo que se les oferta, pero no necesariamente de la misma manera en que el mercado lo oferta. De este modo la producción y consumo de pi-ratería no es una excepción a la regla o un hecho marginal en la dinámica de intercambios cotidiana, sino parte fundamental de la lógica de consumo de muchos peruanos. La piratería, como las lógicas in-formales que la movilizan, no está al margen del

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tiempo crea la po-sibilidad de que un grupo de la po-blación acceda a ciertos productos que serían difíci-les de conseguir por otros medios. La gente es con-ciente y expresa rápidamente esta cuestión: “sí, qui-ta trabajo a los empresarios, los que tienen mucha plata, los explo-tadores, pero da

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sistema, sino que es parte de este. Ser pirata o con-sumir piratería no hace que los actores salgan del mercado o del sistema, sino que les permite pene-trar en él de otra manera. Tan es así que incluso los mismos protagonis-tas de la piratería empiezan a entender esta lógica y usarla a su favor. Dos ejemplos interesantes: por un lado, algunos cantantes se han dado cuenta de la im-posibilidad de frenar la venta pirata de sus discos, sin embargo, han optado por utilizar este espacio como un vehículo de propaganda gratuita, concentrán-dose en las ganancias que producen sus conciertos (la piratería es utilizada desde la estrategia del mer-cado formal como una estrategia de distribución, sin impuestos y una forma de publicidad gratuita). Por otro lado, hay cantantes conocidos por piratearse a si mismos; al mismo tiempo de la producción de sus discos “originales” sacan a la venta discos piratas en el mercado informal utilizando esta lógica a su propio favor y penetrando los dos lados del merca-do. Se trata de otro modo de entrar a un sistema que es más complejo de lo que se determina desde una legalidad exterior, se trata de penetrar esta lógica utilizando su supuesta antítesis práctica. Finalmente, lo que hay en la lógica de consumo y producción de lo pirata es que el valor que se ge-nera en un objeto, derivado no de su valor de uso, sino de los costes sociales (impuestos, salarios, gas-tos operativos) o de los valores agregados (bienes de lujo, prestigiosos o que otorgan estatus), regresa casi al costo mismo de producción: el costo del ma-terial y un pequeño agregado que se convierte en la ganancia del pirata. La cuestión está en que a través de este sistema se produce no solo un movimiento de las lógicas económicas, sino también un modo distinto de acercarse al mercado, de concebirlo y hacerle frente. La piratería se convierte en un me-

canismo práctico para pertenecer y estar al margen al mismo tiempo, para seguir la lógica de consumo desde las tangentes. Pero esto no significa que la pi-ratería sea una reivindicación o un enfrentamiento al mercado del capitalismo tardío. Lo pirata, no lo olvidemos, es parte de la lógica del mercado, sigue sus reglas, sigue sus medios, comercia con sus ob-jetos. El valor del producto, del objeto que se vende en el mercado formal reside en un terreno fantasma. No se sabe a ciencia cierta dónde está su costo efec-tivo, sino en la bruma del fetiche que lo soporta. Su “valor” parece haberse suspendido para asignarle un “precio” inventado por el mercado. Parece pa-radójico, pues en una época en la que todo tiene precio, las cosas parecen estar perdiendo su valor.

Leo Matiz

* Jaris Mujica (Lima, 1981). Es doctorando en Ciencia Política en la Universidad Católica. Es Master en Ciencia Política y Licenciado en Antropología por la misma Universidad. Ganador de más de una veintena de premios y becas de investigación, recientemente el Patrocinio Internacional AWID, la Beca del IFEA y la Beca Iberoamericana de Investigación del Colegio Mexiquense. Autor de “El mercado negro” (2008), “Economía política del cuerpo” (2007) y editor de “Después de Michel Foucault” (2006), su trabajo se concentra en temas de antropología política, poder,

crimen y transgresión. Es profesor de la PUCP y ha sido profesor invitado en la UNMSM y en la UARM.

1 El trabajo de campo que dio origen a este artículo se realizó en el primer semestre del año 2007, en diversos establecimientos de venta de piratería fonográfica de Lima. Durante ese periodo se realizaron diversas entrevistas, grupos focales y listados de asociación libre con sujetos que consumen piratería.

2 La reparación o compra de un lector de CD o DVD es de alrededor de $30, mientras que un solo disco original puede llegar a costar esa suma.

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En este número nos hemos dedicado a reflexionar sobre un Perú que cambia. La entrada urbana sue-le ser la más recurrente en este tipo de temáticas y, esta vez, estuvo presente también en Anthropía. Ian Chang en su artículo “Lima desvanecida” pre-senta la problemática de la apropiación de las vías urbanas públicas por los vehículos privados y las repercusiones que ello tiene para los peatones. Otra forma de abordar el tema de la ciudad sigue el aná-lisis de las relaciones sociales que se construyen de acuerdo a un tipo de distribución espacial de los habitantes. Así, Marina Liberatori nos presenta una etnografía sobre las relaciones de vecinazgo en un barrio habitado mayormente por peruanos en Cór-doba. La autora analiza el tipo de relaciones que se dan debido a las condiciones de vida específicas de la zona como el hacinamiento y la falta de privaci-dad. Este tema se enlaza con el artículo de Elizabeth Vallejo que analiza las consecuencias sociales del desempleo en varones de clase media baja. Por otro lado, Pablo Molina otorga una mirada antropológica a la construcción de la anemia como una enfermedad en términos sociales. Existe un dis-curso y una forma de tratar la anemia que es expre-sión de un orden social específico. Rafael Barrio de Mendoza aborda también esta noción aunque desde un ángulo muy diferente. Su artículo trata sobre la configuración de las élites cusqueñas y su relación

con un discurso acerca del patrimonio cultural que se expresó notoriamente en las protestas generalizadas a partir de un proyecto de ley que tocaba directamente el tema. Otro artículo que gira alrededor del discurso es el de Eduardo Romero y Alexandra Cussianovich que analiza, a partir de un trabajo de campo llevado a cabo por los autores, el impacto de la minería no solo en la economía sino en la vida social y el imaginario de los habitantes de Hualgayoc, Cajamarca. Por últi-mo, Jaris Mujica nos acerca “al otro lado del merca-do” con su reflexión sobre la piratería, sus lógicas de funcionamiento, y el discurso que la circunda. En líneas generales, los artículos del presen-te número abordan una amplia gama de temáticas vinculadas entre sí por la búsqueda de entender la vida social del país y su dinámica. Por ello, en el siguiente número de Anthropía queremos continuar con esta lógica de trabajo. Así, la siguiente entrega girará en torno a América Latina: balance y pers-pectivas. Estamos planteando este tema pues, en el transcurso de las siguientes décadas, los países de América Latina se acercarán a cumplir doscientos años de vida independiente. Esto constituye una oportunidad para pensar, por un lado, de manera histórica sobre la trayectoria de estos últimos dos siglos, y por el otro, sobre los retos y la coyuntura actual de nuestros países. Quedan invitados a man-dar sus trabajos al respecto.

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Convocatoria:

Se invita a la comunidad de estudiantes a participar con artículos, ensayos o reseñas en el próximo número de la revista Anthropía, revista de los estudiantes de la especialidad de Antropología de la Pontificia Universidad Católica del Perú. El tema del octavo número será “América Latina: balance y perspectivas”.

ANTHRopÍARevista de antropología y otras cosas

Criterios de presentación:

• Los artículos deberán ser inéditos y sus autores estudiantes de cualquier espe-cialidad. Deberán presentar los trabajos adjuntando sus nombres y apellidos, co-rreos electrónicos y código universita-rio.

No se publicarán artículos bajo ningún pseudónimo.

• Los trabajos deberán ocupar alrededor de siete páginas a espacio y medio, letra once en Times New Roman y ser presen-tados en Microsoft Word. Los márgenes y bordes serán los estándar de Word.

• Las notas deberán ubicarse a pie de pá-gina en letra Times New Roman, tamaño nueve a espacio simple.

• Cada artículo deberá venir acompañado de una sumilla de no más de quince lí-neas donde se indique el tema central a desarrollarse.

• La bibliografía deberá consignarse en or-den alfabético al final del texto bajo el si-guiente orden: Apelido, Nombre. Título del libro. Editorial, Ciudad, Año.

• Los trabajos pasaran por el comité edi-torial de la revista y posteriormente por el consejo editorial, conformado por di-ferentes profesores de la universidad.

• La última fecha para la recepción de artí-culos con el tema señalado será el 15 de Marzo del 2010 al correo:

[email protected]

Se les comunica que también se estarán recibiendo artículos que correspondan a otros temas, a fin de que participen en siguientes ediciones.