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Nota salida en Pagina12 sobre los prejuicios que aun existen en los países centrales acerca de ciertas interpretaciones de la historia que nublan un real análisis de la actualidas

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  • 13/04/14 20:08Pgina/12 :: cash :: Anteojeras

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    Al leer el texto se observa que se trata deuna nueva reivindicacin de la Argentinacomo granero del mundo, observaPablo J. Mira.

    Domingo, 23 de marzo de 2014

    AnteojerasPor Pablo J. Mira *

    The Economist ha tenido la gentileza de ilustrar, en apenas cinco pginas,acerca de las causas y consecuencias de los avatares sufridos por laeconoma argentina en los ltimos cien aos. A su modo de ver, se tratade una tragedia porque sufrimos un siglo de declinacin. No perderemostiempo criticando la adjetivacin, ya que todos entendemos que se tratade una metfora, y reconoceremos que esa declinacin se mide enrelacin con los pases ms desarrollados. Pero este formato comparativoes engaoso. Con una vara similar, por ejemplo, se podra hablar delmedio siglo perdido de Estados Unidos, o de Europa, siempre y cuandose lo mida contra el fantstico desarrollo reciente de Japn, de Corea delSur o incluso de China.

    En todo caso, se puede preguntar por qu se usa esta metfora tandramtica en la portada de la revista de economa quiz ms influyentedel mundo. Al leer el texto se observa que se trata de una nuevareivindicacin de la Argentina como granero del mundo. Todo esteasunto del granero resulta extrao, porque nadie con criterio racional reclama que Estados Unidos, siendo uno de losmayores productores agrcolas del mundo, debiera haber evitado la industrializacin y haber fomentado su sectoragropecuario para tener mejores resultados como nacin. Pero, en el caso de Argentina, reclaman que vuelva a serinsumo del mundo, y en el camino se dedican a criticar su proceso de industrializacin.

    Epoca dorada

    El dato de que Argentina creci a una tasa anual de 6,0 por ciento entre 1870 y 1914 es discutible. La investigadoraVillarroya (2007) indica que el pas experiment un crecimiento anual promedio de 3,4 por ciento durante el perodo1875-1913, casi la mitad. De acuerdo con cifras de Corts Conde (1994), el PIB creci a una tasa de 5,5 por cientoentre 1875 y 1900 y del 4,4 por ciento entre 1900 y 1930. Si bien todos los datos existentes son imprecisos y tienenextrapolaciones dudosas, se podra reconocer que, en relacin con otros pases, las condiciones de vida enArgentina en 1914 eran favorables. Lo que omite la nota es decir para quin: la Argentina agroganadera tena unadistribucin del ingreso calamitosa. Una estimacin del investigador Williamson presente en un trabajo de Beccaria(2006) documenta una reduccin considerable en la relacin entre salario y renta de la tierra en Argentina entre 1885y 1929 de 4,1 a 0,6, que el autor asocia a un incremento sustantivo de la desigualdad. El autor muestra adems unratio salarios/PIB per cpita que entre 1870 y 1929 cae un 26 por ciento. Prados de la Escosura (2005, 2007)recalcula posibles coeficientes de Gini para la poca y obtiene 0,436 para 1890 y 0,618 en 1913 (una cifra ms altaes igual a ms desigualdad). Como comparacin, actualmente el Gini es de 0,429. Alvaredo (2007) concluye que laconcentracin del ingreso era ms alta durante la dcada del 30 y la primera mitad de la del 40 de lo que es hoy.

    Ms all de tratarse de estimaciones, la tendencia parece clara y no es descabellado concluir que buena parte de loque aconteci en el siglo siguiente fue una reaccin a las enormes injusticias y arbitrariedades del modeloagroexportador.

    Nuestra desgracia

    martinRectngulo

    martinTexto escrito a mquina- Cules son las "anteojeras que plantea la nota?- Qu relacin se pueden establecer con las "zonceras"?- Cul es la razn por la cual aun est vigente la discusin sobre el rol de la economa argentina?- Cul es la vigencia de la "zoncera" "divisin Internacional deltrabajo?

    martinTexto escrito a mquina

    martinTexto escrito a mquinaPREGUNTAS GUA PARA RELACIONAR CON JAURETCHE

    martinTexto escrito a mquina

  • 13/04/14 20:08Pgina/12 :: cash :: Anteojeras

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    Las causas que se esgrimen para explicar la decadencia argentina son bsicamente dos. Una tiene que ver con elcomercio: Argentina se cerr desde 1930 y Pern profundiz la autarqua. Sin sorpresas hasta aqu: The Economistculpa en esencia a nuestro insuficiente liberalismo. El liberalismo que reclaman incluye pedidos histricos, como lareduccin de aranceles a la importacin o la menor intervencin del Estado en la economa, pero modernamente laexigencia toma una forma muy concreta, puramente agropecuaria: deben bajarse las retenciones para estimular laproduccin. Sin embargo, la evidencia indica contundentemente que no hay relacin entre ambas, y con buenasrazones tericas. En presencia de retenciones, en los ltimos diez aos se han quebrado sistemticamente recordsde cosecha y, cuando esto no ocurri, fue exclusivamente por un clima adverso.

    De modo que el diagnstico de The Economist es en realidad que la industrializacin y sus consecuencias fueronresponsables del siglo perdido. Una posicin que podra respetarse si no fuera porque la nota remarca que Australiase adelant a Argentina gracias a que expandi su base productiva y desarroll su industria.

    La comparacin con Australia es interesante y vlida. Como bien se indica, ese pas ocenico aventaj al nuestroentre 1929 y 1975 gracias a que su PIB per cpita creci 0,3 de punto porcentual por ao ms que el de Argentina.Pero curiosamente, The Economist detiene la comparacin justo cuando se inician las experiencias neoliberales quetanto aora. Entre 1975 y 2002 Australia aventaj en crecimiento per cpita a la Argentina en 3 puntos porcentuales,es decir, una diferencia diez veces mayor! Efectivamente, en ese perodo Australia creci a un promedio anual decasi 2,5 por ciento y Argentina en realidad redujo su PIB en 0,3 por ciento por ao.

    Semejante brecha parece ameritar la separacin del anlisis en dos procesos histricos para explicar mejor latragedia argentina. Por un lado tenemos el crecimiento en las etapas populistas (1945-1975 si incluimos lasdictaduras intervencionistas, y 2003-2013), y por el otro contamos con las dos experiencias neoliberales de 1976-1983 y 1990-2001. Las etapas populistas, tan criticadas por el semanario, mostraron un crecimiento anual promediode 4,5 por ciento, y las liberales de 2,2 por ciento. Semejante contundencia de los datos no parece disuadir a larevista, que como es su estilo avanza con ancdotas menores y citas poco iluminadas, entre las que contamos la deFernando de la Ra y la del presidente de la Sociedad Rural Argentina.

    La otra razn de nuestra tragedia parecen ser las mentadas instituciones. Aqu es donde el argumento se vuelveoscuro, ya que por instituciones se puede entender casi cualquier cosa. Por un lado, es evidente que lasinstituciones democrticas sufrieron en Argentina mucho ms que en pases comparables como Australia y Canad.Pero The Economist no encuentra el problema tanto en los regmenes de facto como en los democrticos, y no dudaa la hora de elegir entre dictaduras liberales y democracias populistas. Por eso el semanario se encuentra ms agusto cuando habla de las instituciones econmicas que defienden el statu quo: los derechos de propiedad, por losque en realidad entiende los derechos (inalienables, esenciales, prioritarios) del gran capital. Es en las dictadurasliberales donde estos derechos fueron sistemticamente defendidos.

    El pas de Messi

    Las presuntas elucidaciones histricas de The Economist sobre nuestro derrotero terminan como esperbamos:mostrando al gobierno actual como la imagen viva de los desaciertos del ltimo siglo. Se acusa de cortoplacismo aun gobierno que tuvo errores, pero que desenred la madeja de la deuda externa, recuper la evaporada inversinpblica e institucionaliz varias conquistas sociales. The Economist no reconoce estos avances porque las polticasinstitucionales de largo plazo que reclama son las que favorecen nicamente a un grupo, no al conjunto.

    Ya es hora de abandonar el clich de que The Economist es un semanario libertario en sentido amplio. Lo sercuando habla de su propio pas, o de la Europa continental, o de Estados Unidos. Pero cuando se trata de pases nodesarrollados, The Economist transmite, sea por ignorancia o mala fe, los reclamos de lo peor de la aristocraciaconservadora de esos pases.

    Finalmente, la portada mostrando a Messi pretende advertir que tenemos ms de lo que nos merecemos. Puede ser.Que pese a nuestros errores, estamos sobrerrepresentados en el mundo gracias a Messi, a Maradona y al Papa.Puede ser. Que Messi jams jug ni jugar en Argentina por nuestro fracaso. Puede ser. Pero las polticas liberalesde The Economist, de haber continuado, ni siquiera le hubiesen permitido a la mayora de los argentinos disfrutar dever al diez por televisin jugando para la Seleccin Argentina. Por suerte alguien se acord de nosotros y empezpor lo menos a cambiar algo.

    * Docente de la UBA.

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