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AÑO 1962 Y ANTERIORES La primera parte del programa de graduación de Bachilleres de ese año, incluyó, la entrega, a manera de premio, de sendos estilógrafos, con los nombres grabados de los dos alumnos más antiguos del colegio; seguidamente el Cuarteto de Cámara invitado, interpretó en el recinto del Teatro Municipal (aún hoy sigue sin nombre especial), el Intermezzo de Luis A. Calvo, compositor excelso de nuestra escasa música clásica y calificado en tiempos actuales como el Mozart colombiano. El día anterior, uno de los compañeros, había terminado, después de dos meses de arduo trabajo, un telón, que además de representar la Iglesia del pueblo, tenia efectos decorativos y sirvió para realzar la ceremonia, en la que quince alumnos constituidos como la tercera promoción, fueron llamados al escenario, uno a uno, teniendo en cuenta la sumatoria y promedio de sus notas, en medio de sonoros aplausos de familiares y notables del municipio. Con estos y muchos más puntos del programa, se cerraban nuestros vínculos con el colegio y se señalaba el punto de partida hacia destinos un tanto inciertos. Al finalizar la Sesión Solemne, en las afueras del teatro, un profesor nos dijo: “Al menos ya saben por dónde nace el sol; hoy terminaron la elaboración de botes y remos, sueltan las amarras y comiencen a navegar; si son cuidadosos con las tormentas y las dificultades naturales, ninguno naufragará; que conozcan muchos mares y muchos puertos. Suerte muchachos!”. Atrás quedaban innumerables vivencias y recuerdos .El rector Chepe Martínez con su “varita aleccionadora”. Luego vendría Cornelio Roa quien nos observó y en verdad nos educó durante cinco años. De él recordamos su disciplina, temple,

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AÑO 1962 Y ANTERIORES

La primera parte del programa de graduación de Bachilleres de ese año, incluyó, la entrega, a manera de premio, de sendos estilógrafos, con los nombres grabados de los dos alumnos más antiguos del colegio; seguidamente el Cuarteto de Cámara invitado, interpretó en el recinto del Teatro Municipal (aún hoy sigue sin nombre especial), el Intermezzo de Luis A. Calvo, compositor excelso de nuestra escasa música clásica y calificado en tiempos actuales como el Mozart colombiano.

El día anterior, uno de los compañeros, había terminado, después de dos meses de arduo trabajo, un telón, que además de representar la Iglesia del pueblo, tenia efectos decorativos y sirvió para realzar la ceremonia, en la que quince alumnos constituidos como la tercera promoción, fueron llamados al escenario, uno a uno, teniendo en cuenta la sumatoria y promedio de sus notas, en medio de sonoros aplausos de familiares y notables del municipio.

Con estos y muchos más puntos del programa, se cerraban nuestros vínculos con el colegio y se señalaba el punto de partida hacia destinos un tanto inciertos. Al finalizar la Sesión Solemne, en las afueras del teatro, un profesor nos dijo: “Al menos ya saben por dónde nace el sol; hoy terminaron la elaboración de botes y remos, sueltan las amarras y comiencen a navegar; si son cuidadosos con las tormentas y las dificultades naturales, ninguno naufragará; que conozcan muchos mares y muchos puertos. Suerte muchachos!”.

Atrás quedaban innumerables vivencias y recuerdos .El rector Chepe Martínez con su “varita aleccionadora”. Luego vendría Cornelio Roa quien nos observó y en verdad nos educó durante cinco años. De él recordamos su disciplina, temple, entusiasmo y empeño por ubicar a sus alumnos y al plantel dentro de los mejores de Cundinamarca.

Los primeros días de clases, producían una visión surrealista. En el día inicial, los alumnos salían de sus casas, acompañados de sus familiares, llevando pesados pupitres; algunos lo hacían en carretillas, o sobre sus espaldas, según su capacidad física. Entre 7 y 8 de la mañana confluían en la esquina de la casa cural, unos cincuenta muebles de estos, los que en diferentes visos y posiciones semejaban una marcha o procesión hacia los altares de la formación y el conocimiento. Antes, desde el sábado y domingo, los alumnos internos ya se habían hecho presentes, trayendo desde la estación del tren, sus incómodos y agotadores fardos representados en colchones, baúles de retal de hojalata, talegos varios que incluían comestibles caseros y la señalada e infaltable colcha

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blanca de cuadros o “galletas”. Teníamos compañeros que venían de Bogotá, Santander, Boyacá, Tolima, Meta y otros pueblos cercanos (Valle de Tenza), dos costeños y un venezolano. En uno de esos años hubo festejos, con los que se les dio representación a las colonias.

Con el paso de los meses, los internos aceptamos con total estoicismo, el baño diario y de cuerpo entero con agua al clima. La jornada de clases, de 8 am a 5 pm y estudio obligatorio de 6 pm a 8 pm. En épocas de exámenes, de forma voluntaria y con especial entusiasmo, nos levantaremos a las 3 de la madrugada, con el fin de intercambiar dudas, conocimientos y afinar nuestros sentidos, para el encuentro con el profesor y el examen.

Las comidas del internado, estaban cinco puntos por debajo de lo básico .Sin embargo, fué suficiente para enfrentar las exigencias nutricionales de la práctica deportiva .Algunas veces, reforzábamos con Alimentol (harina de siete granos).Chocolate, ocasionalmente huevo, y delicioso pan todos los días. Nunca tomamos café ni comimos pollo; éste solo se preparaba en las casas, y particularmente para fechas especiales. Ah! el tamal chocontano, el de calabaza, era muy esperado los domingos y generaba curiosos intercambios durante la semana.

En las contiendas deportivas, teníamos reconocimiento departamental. El diario El Tiempo con “Corchuelo Corresponsal” y con buen despliegue de fotos y textos, registraba con orgullo y satisfacción nuestros numerosos y arrolladores triunfos. El colegio Nicolás Esguerra, dirigido en su actividad deportiva por Demetrio Roa, hermano del rector, siempre fue derrotado en el intercambio basquetero. La plazuela de ganado, un plano inclinado, lleno de pedruscos y boñiga, era un remedo de campo para la práctica de futbol.

En los descansos, se formaban algunos grupillos, donde se comentaban las rutinas, experiencias, ficciones, exageraciones y proezas, aceptadas con fingida credibilidad. El tema central, ineludible, apuntaba hacia las intenciones y suspiros por las niñas del colegio del Rosario, a quienes veíamos tangencialmente, pero a diario, en la Iglesia, al momento de la Comunión. Otros aspectos se referían a los triunfos del Santafé, exaltando a sus jugadores Panzzuto, Perazzo, Rezznik y Zipa González.

De otro lado, recuerdo las “marchas del ladrillo”, ideadas para la ampliación o construcción de salones o instalaciones necesarias .Los desfiles de antorchas sin que pueda precisar sus motivos o finalidades. La banda de guerra, sus curiosos atuendos y el deseo de algunos por ser el tambor mayor, por el prestigio que representaba. Merece mención especial, el conjunto del colegio, además único en la región y conformado por alumnos; lo hacían muy bien, el acordeón sonaba de

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maravilla y eran muy solicitados y apetecidos. Durante los retiros espirituales, que se alargaban por una semana, no se podía hablar con nadie, todo enmarcado por un mutismo total. En el día Universal del Ahorro, después de un desfile por el parque principal, se podía acudir ante el cajero de la Caja Agraria, quien con una llave maestra abría las alcancías metálicas que esta entidad facilitaba, o simplemente se reintegraba el valor total de las estampillas de diferente valor que durante los meses anteriores se habían adherido en un álbum.

La biblioteca del colegio tendría en total unos sesenta libros; doce correspondían a “Los Doce Césares“y otros doce, al “Tesoro de la Juventud”. Nuestros libros de estudio, en sus comienzos fueron de las colecciones FTD (España) y GM Bruño. Así mismo no se nos han olvidado el “Catecismo del Padre Astete”, “Cien Lecciones de Historia Sagrada” y el “Manual de Urbanidad “(1895 del venezolano Carreño). El enfoque académico, era definitivamente humanista, sin dejar de lado las matemáticas y ciencias naturales, veíamos Español, Inglés, Francés y Latín. Buenos Círculos Literarios, con permanentes concursos de ortografía, poesía y conocimiento de autores. También llega a mi memoria, el profesor Zambrano con sus declamaciones de las Rimas de G.A Bécquer; igualmente, nuestro periódico “El Clarín”, con su primer y único número (el anunciado reportaje a Graciela Sandoval, cuya foto aparecía en la portada, no apareció, por olvido de los tipógrafos de Charalá).

Hicimos el tránsito de la pluma a estilógrafo y luego a esferógrafo; este fue inicialmente rechazado por los profesores, en razón a que no se lograban los trazos de “perfil, grueso y delgado”. Además, nos correspondió, la llegada de los radios transistor, algo totalmente novedoso y con los cuales la Vuelta a Colombia, logró sintonías nunca más superadas. La radionovela, el “Derecho a nacer” y “Bovea y sus vallenatos”( sin acordeones) complementaban la franja del dial.

Las actividades, en los alrededores del pueblo, incluían algunas caminatas: los baños termales del Boquerón, El alto del Ají, las Julias, Aguacaliente, Saucío y El Sisga. En el rio Tejar, en el sitio de “La Moya “(3 mts ancho x 2 de profundidad); los arriesgados, lograbamos flotar y avanzar con nadadito de conejo; los retos y la dicha superaban la intensidad del viento y el frio. También hacíamos balsas con maderos sostenidos con vejigas de ganado, previamente acondicionados para luego ser infladas. Igualmente pescábamos truchas, capitanes y cangrejos; pasatiempos, que más adelante lo extendimos al desaguadero del Sisga. Con nuestro recordado profesor de Biología Miguel Antonio Caro (también de Anatomía, Química y Dibujo, todo por gusto), salíamos a las veredas con el propósito de identificar y clasificar plantas para diferentes herbarios (pequeña expedición botánica).

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Gozamos siempre de muy buena salud, la intensa práctica deportiva no produjo lesiones o fracturas de consideración .En alguno de esos años, hizo presencia la denominada gripa asiática, así como un leve brote de paperas.

El Teatro Municipal, tenía gran actividad. Películas traídas por Nacho Martínez, se proyectaban el Miércoles en la noche, Sábado y Domingo en matinal, matineé y nocturna .Hemos recordado títulos:”Salario del miedo” “Nido de ratas “y mexicanas con Cantinflas, Clavillazo,”Raúl ratón Macías “, “la Cárcel de Cananea “etc. Eran frecuentes las presentaciones de magos a hipnotizadores como “Killer” y declamadores como Eudes Asprilla, y otros cuyos nombres no recuerdo pero si poesías como el “Seminarista de los ojos verdes” el “Duelo del mayoral” “Toito te lo consiento” Etc. En la presentación de una obra teatral, en uno de los descansos, apareció Jorge Cortés, haciendo la fonomímica de “Ay Chávela”, fué un éxito.

Las ferias y fiestas del pueblo, tenían connotaciones variopintas. Con la llegada de los gitanos a la plazuela, nos acercábamos en momentos en que levantaban sus carpas, tiempo que era aprovechado por las mujeres gitanas para ofrecer sus servicios como adivinas y agoreras .Cómo olvidar el cacho y otros juegos de azar. El restaurante Roxy se esmeraba en la preparación de exquisitas menudencias, calidad que era inversamente .proporcional a nuestros limitados bolsillos. Para mantener nuestro rendimiento académico solíamos acudir a este emblemático lugar, en el que haciendo alardes, pedíamos Pony Malta, con leche y dos huevos crudos; creyendo que, tan especial brevaje, nos proporcionarían óptimos resultados y que envidiaban, quienes no lo hacían. En las calles, bajo extensas carpas y un infernal ruido, se pregonaban las complacencias: hacían furor canciones rancheras de títulos como “La Cama de piedra”,” La Calandria”, “El Jinete “ , “ Me he de comer esa tuna”, “Juan charrasqueado”, “Arriero somos”, “El Puente roto”, “Ya vamos llegando a Pénjamo”,”Cuatro milpas”, “Grítenme piedras de campo”, para mencionar unas pocas.

Al dar por terminados, estos inconexos y apresurados relatos percibo que estos recuerdos huelen a orgullo, satisfacción y felicidad .Debo decirles que sí, que evidentemente fuimos felices! Gloria a nuestro querido Rufino Cuervo. Congratulaciones en sus noventa años!

HECTOR CEPEDA AREVALO