Buenos días familias.

Me gustaría compartir con ustedes dos historias preciosas para estos días: ANIGAMI y PRONTO SALDRÉ DE CASA.Espero que les guste y que las disfruten con sus hijos e hijas.

Mucho ánimo y fuerza que todo va salir bien.

Saludos,

Ornelia.

Un cuento de Paloma Morcuende Sánchez y Marta Múgica Carrasco

Para todos los niños y niñas que día a día nos enseñan a mirar el mundo a través de sus ojos.

Una mañana cualquiera, Mateo jugaba en su cuarto con su hermana pequeña Lía. Mateo quería mucho a su hermana, pero se enfadaba con ella porque rompía sus dibujos y sus construcciones. En el fondo, Mateo sabía que Lía solo quería jugar y llamar su atención.

Aquella mañana, mientras jugaban, el cielo empezó a ponerse muy oscuro. Tan oscuro que tuvieron que encender la luz para poder ver.

- Papá, ¿qué pasa? - Nada hijo, hay mucha niebla y hoy no vamos a poder

salir a jugar.

- Pues vaya rollo – protestó Mateo.

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A la hora de comer, las noticias del mediodía informaban de que la niebla iba a durar varios días y tenían que permanecer todos en casa, puesto que no se veía nada en las calles.

- ¿Qué tal si, ahora que vamos a estar más tiempo en casa, ordenas por fin tu habitación? Está hecha un desastre – dijo mamá.

- Mateo refunfuñó un buen rato, pero finalmente fue a ordenar su cuarto.

- Está bieeeeen… – dijo.

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Mientras ordenaba su armario, vio un pequeño papel arrugado que se asomaba entre sus pijamas. Mateo tuvo mucha curiosidad y se metió en el armario para coger el papel. Por fin lo alcanzó y lo abrió.

En el papel había escritas unas letras algo borrosas que parecían formar una palabra:

A-N-I-G-A-M-I (deletreó)

- ¿ANIGAMI? – se dijo Mateo–. ¿Eso qué significa?– pensó.

Mateo guardó el papel en su mesilla y no dijo nada a nadie. Siguió ordenando su habitación hasta que mamá y papá les llamaron para cenar.

Pasaron los días y la niebla no bajaba. Mateo estaba ya cansado de estar en casa y echaba de menos a sus amigos.

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Una noche, Mateo no podía dormir y no paraba de dar vueltas a la palabra que había encontrado en su armario. ANIGAMI, ANIGAMI, A-N-I-G-AAAA-M-I…

De pronto, un universo se abrió ante él. Voló y voló hasta llegar a un lugar que le resultaba familiar. Parecía su calle, pero la encontraba algo distinta. Era un lugar seguro en el que nadie podía hacer daño a nadie, en el que las personas sonreían y cuando lloraban siempre tenían un abrazo de alguien para poder consolarse. Brillaba el sol en todas las esquinas y no había nubes ni niebla.

Todos parecían muy felices. Eran libres.

Cuando Mateo despertó, se sentía muy confuso y no sabía si había sido un sueño. Notaba mariposas revoloteando en su estómago y estaba feliz.

Aunque estaba deseando contárselo a su hermana Lía, guardó silencio.

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Un día, mientras se duchaba, a Mateo se le metió jabón en los ojos. Le picaban muchísimo y no llegaba a coger la esponja para poder limpiarse. Entonces, pensó en ANIGAMI y, de repente…

¡Otra vez! ¡No podía ser! Empezó a volar y a volar.... hasta llegar de nuevo a un lugar distinto. Parecía su colegio.

Su profe Matilda estaba dando clase de matemáticas, ¡sus preferidas! Matilda siempre hacía los problemas de matemáticas muy divertidos, incluso practicaban con macarrones, harina y garbanzos. Oh, echaba tanto de menos el cole…

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De pronto, mamá entró al baño.

- ¡Pero Mateo! ¿Qué estabas haciendo? ¡Llevas una hora ahí metido!

- Perdona mamá, estaba en clase de matemáticas.

- Pues venga, termina y sal de la ducha, que hay que ir a comer. Recuerda que el viernes hay que llamar al abuelo que es su cumpleaños.

- Voy, mamá.

Mateo estaba alucinando, ¡no había sido un sueño! Mientras se lavaba los dientes, cerró los ojos, pensó en la palabra y…¡voilá!

Siempre que cerraba los ojos y pensaba en ANIGAMI podía volar donde quisiera.

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Mateo no pudo aguantar más y se lo contó a su hermana Lía. Lo malo es que Lía todavía no hablaba y no podía pronunciar la palabra mágica.

- No te preocupes Lía. Cierra los ojos muy fuerte y agárrate de mi mano. Te llevaré conmigo.

Los dos hermanos, unidos, volaron hacia un lugar lleno de fantasía. Se divertían tanto que volvían cada tarde.

¡Hasta podían elegir dónde ir! Fueron al parque de atracciones, al cine y a un restaurante a comer auténtica pasta italiana.

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A la hora de cenar, papá y mamá les notaban más inquietos que nunca.

- ¿Estáis bien, chicos? Os noto algo nerviosos– dijo papá. Mateo y Lía se miraron y se encogieron de hombros. - Está bien – dijo Mateo– Os contaremos nuestro secreto.

Poneros todos en pie. - ¿Ahora? Pero si estamos cenando– dijo mamá. - Hacedme caso. Valdrá la pena– dijo Mateo mientras todos

se ponían de pie. - Ahora, agarraos las manos, cerrad bien fuerte los ojos y

decid en alto ANIGAMI. - ANI… ¿¿¿¡¡¡qué???!!! - ANIGAMI. Confiad en mí.

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Todos hicieron caso a Mateo y pronto estaba la familia entera volando hacia un nuevo lugar.

- Parece mágico– decía su mamá–. Aquí no hay rencor, ni envidia y los abrazos son algo natural. Las personas son amables, educadas y creen en sí mismas. Se cuidan los unos a los otros, se dan las gracias y piden perdón. Ojalá pudiésemos venir siempre aquí...

Mateo vio cómo su padre conducía feliz, mientras su madre daba un fuerte abrazo al abuelo.

- ¡El abuelo! Tengo que recordar que el viernes es su cumpleaños– pensó.

Después de una hora, todos regresaron a la cocina donde habían olvidado que estaban cenando.

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- ¡Qué maravilla! ¡Qué lugar tan bonito!– gritaban sus padres a la vez, besando a su hijo y dándole las gracias por el viaje–. Ahora entendemos todo.

Mateo estaba feliz por haber compartido el secreto con su familia y pensó en compartirlo con toda la gente que quería.

Uno a uno fue llamando a sus amigos y primos.

Los días se pasaban en casa más rápido que nunca y, entonces, llegó el viernes.

Sus padres llamaron al abuelo para felicitarle en su 80 cumpleaños. Después de que hablaran con él, le pasaron el teléfono a Mateo.

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- Hola abuelo, ¡feliz cumpleaños! - Hola nieto mío, ¡cuánto extrañaba escuchar tu voz! - Lo sé abuelo, prometo que a partir de ahora te llamaré

más a menudo.

- No importa hijo, sé cuánto me quieres y lo liado que has estado hasta ahora.

- ¿Yo? ¿Liado?, pero si no hay cole.

- Da igual, sé que has estado viajando mucho. Me alegro de que hayas encontrado el papelito que escondí en tu armario… cuídalo mucho.

- ¿Pape…? ¿¿Qué?? ¿¿Fuiste tú?? ¿Y qué significa, abuelo?

- Pon el papel del revés en la ventana y lo entenderás.

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Mateo algo nervioso puso el papel en la ventana. De repente, la nubes empezaron a desaparecer y un rayo de sol atravesó el cristal dando la vuelta a aquella palabra tan extraña, dejando leer con más claridad:

I - M - A - G - I - N - A.

Fin.

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AutorasPaloma Morcuende Sánchez / Marta Múgica Carrasco

Psicopedagoga y Psicóloga.Ámbito educativo y clínico.

Ilustraciones y maquetaciónMaría Donnay Rodríguez / Adriano Albarrán Morcuende

A todas y todos los que no habéis parado de trabajar ahí fuera durante nuestro confinamiento.

A mis hijas Frida y Olivia. A mi mujer, Isabel Castrejón.

José Fragoso

Pronto saldré de casa© del texto e ilustraciones: José Fragoso, 2020 www.fragosoart.com © de la edición: NubeOcho, 2020 www.nubeocho.comAsesorado por la doctora Castrejón del Hospital Gregorio Marañón de Madrid.

ISBN: 978-84-18133-49-7Publicación digital.Todos los derechos reservados.

No puedo salir de casa, porque fuera hay un virus que enferma a todo el que se le acerca.

Hace que estalle una batalla en tus pulmones y no te deja respirar.

Gente mayor o gente joven, al virus le da igual: ataca a todos.

¡Qué bien que tenemos un personal sanitario increíble luchando contra él! Neumólogos,

reumatólogos, alergólogos, enfermeros, celadores… ¡Todos se han unido para vencerlo!

También los científicos investigan día y noche para encontrar la medicina que nos cure y

la vacuna que nos proteja.

Hay otros que se quejan de todo mientras los demás trabajan muy duro.

Pero a estos, ni caso.

Y mientras tanto, ¿nosotros qué podemos hacer?

Pues… ¡un montón de cosas!

Lavarnos las manos muchas veces y durante un buen rato para no pasar el virus a nadie.

Mantener siempre dos metros de distancia con la gente y así el virus no llegará a infectar

a otras personas.

Ayudar a que nadie salga de casa si no es estrictamente necesario.

Podemos estar de buen humor y llamar a la gente que queremos.

Y no olvidemos las tareas: ¡aunque el colegio esté cerrado, el cerebro tiene que seguir creciendo!

Si hacemos todo esto, venceremos mucho antes al virus.

Y muy pronto…

¡Saldremos de casa por fin!

Este libro se ha hecho con mucho cariño para ser distribuido gratuitamente. Esto es una situación

excepcional, normalmente no se deben compartir libros ilustrados en formato digital.

¡El álbum ilustrado se disfruta mejor en papel! Por favor, compra en tu librería habitual.

Todo esto pasará pronto. ¡Ánimo!#prontosaldredecasa