angel la riesgosa navegación rama del escritor …...angel rama la riesgosa navegación del...

10
Angel Rama La riesgosa navegación del escritor exiliado Camilo L1ere. Colombia El exilio no es una invención reciente en la América Latina: toda su historia independiente de siglo y medio largo ha estado acompaí'íada por obligados desplazamientos del equipo político e intelectual de los diversos países, que encontró en estados vecinos y en' Europa, temporaria acogida mientras en sus patrias se hacía imposible 'su tarea. Las grandes figuras del siglo XIX ilustran esta tradición desde los orígenes: Sarmiento en Chile, Montalvo en Colom- bia o en Paris, Martí en Centroamérica o' Estados Unidos, Hostos en el Perú, son algunos ejemplos de una agobiadora práctica que movilizó a los escrito- res, máxime cuando ellos ostentaban conjuntamente, como también es tradición en la cultura latinoameri- cana, una decidida filiación política. La turbulenta historia política de América Latina y el constante enfrentamiento del equipo intelectual civilista con los poderes militares o caudillescos que tuvo sus primeras explosiones al día siguiente de la Independencia, se ha prolongado tercamente hasta nuestros días, complicándose con nuevas manifesta- ciones que pueden emparentársele, como son las migraciones económicas que se desarrollan activa- mente en este siglo y que sólo por esquematismos del razonamiento pedagógico pueden distinguirse nítidamente de los exilios políticos. Los millones de mexicanos que se han trasladado a California y Texas en Estados Unidos, los siIl)ilares paraguayos 1 que han hecho de Buenos Aires la ciudad paraguaya más importante, los dominicanos o colombianos que se han desplazado a Venezuela, como los muy recientes chilenos, argentinos, uruguayos que se han distribuído por América, Estados Unidos y Europa, repitiendo la idéntica situación de los centroamerica- nos (nicaragüenses, salvadoreí'íos, guatemaltecos) que' encontraron refugio en Costa Rica, en México o en Estados Unidos, son, un fenómeno migratorio de vastísimo alcance que no puede ponerse exclusiva- mente a la cuenta de razones econó,micas, sino que también tiene que ver con la opresión política y la rigidez de las estructuras sociales que cierran el horizonte de los hombres y lo impulsan a la emigra- ción. El pueblo de la diáspora El enorme movimiento migratorio europeo del siglo XIX y comienzos del XX pareció remansarse hacia 1930, aunque todavía le cabría el período del ascenso de los fascismos en Europa, las persecucio- nes judías y el desplazamiento de pueblos castigados por la guerra. Todo ello otorgó un signo específico a la vida de nuestra época que - Bertolt Brecht defmió con su frase sobre el cambio más pronto de país que de zapatos que singularizaba a los hombres europeos. Como en un régimen compensatorio, a partir de 1930 comienza a acentuarSe en América Latina el desplazamiento de poblaciones: por una parte la migración interna que va creando la acumu- lación urbana de un modo dislocado y cuya causa inmediata es el empobrecimiento de las áreas rurales al organizarse la nueva distribución internacional del trabajo regida por los imperios; por otra parte, y a veces como simple expresión del anterior proceso, crecen las migraciones de un país a otro, aumentan- do la población urbana a la cual aportan formas culturales peculiares. Diversos polos en América Latina han aglutinado estas migraciones: Buenos Aires, Sao Paulo, México y más recientemente Cara- cas, se han constituído en la expectativa de millones de hombres de diversas nacionalidades. Es un acon- tecimiento espedfico del siglo XX y de las últimas décadas, que arranca de la gran crisis económica de 1930 y en el cual, conviene insistir, las causas económicas están íntimamente entrelazadas con las políticas; tal como corresponde al funcionamiento de las sociedades. Por ello la distinción, algo jerár-, quica y aristocratizante, entre el exiliado y el emi- grante, merece algunos correctivos. Pero además, sólo viendo en su amplitud esta situación puede medirse la problemática de los intelectuales exiliados, ya que ellos no son indivi- dualidades aisladas, figuras superiores sobre las cua· les concentrar únicamente los focos, sino integrantes de un estrato social y educativo que se mueve junto a poblaciones enteras. Existe en América Latina, más en algunas zonas ' Angel Rama, además de su conpcida e importante labor como crítico, dirige y edita la colección Ayacucho, que recoge una serie de textos fundamentales de la cultura latinoamericana.

Upload: others

Post on 29-Dec-2019

7 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

  • AngelRama

    La riesgosa navegacióndel escritor exiliado

    Camilo L1ere.Colombia

    El exilio no es una invención reciente en la AméricaLatina: toda su historia independiente de siglo ymedio largo ha estado acompaí'íada por obligadosdesplazamientos del equipo político e intelectual delos diversos países, que encontró en estados vecinosy en' Europa, temporaria acogida mientras en suspatrias se hacía imposible 'su tarea. Las grandesfiguras del siglo XIX ilustran esta tradición desde losorígenes: Sarmiento en Chile, Montalvo en Colom-bia o en Paris, Martí en Centroamérica o' EstadosUnidos, Hostos en el Perú, son algunos ejemplos deuna agobiadora práctica que movilizó a los escrito-res, máxime cuando ellos ostentaban conjuntamente,como también es tradición en la cultura latinoameri-cana, una decidida filiación política.

    La turbulenta historia política de América Latinay el constante enfrentamiento del equipo intelectualcivilista con los poderes militares o caudillescos quetuvo sus primeras explosiones al día siguiente de laIndependencia, se ha prolongado tercamente hastanuestros días, complicándose con nuevas manifesta-ciones que pueden emparentársele, como son lasmigraciones económicas que se desarrollan activa-mente en este siglo y que sólo por esquematismosdel razonamiento pedagógico pueden distinguirsenítidamente de los exilios políticos. Los millones demexicanos que se han trasladado a California yTexas en Estados Unidos, los siIl)ilares paraguayos

    1

    que han hecho de Buenos Aires la ciudad paraguayamás importante, los dominicanos o colombianos quese han desplazado a Venezuela, como los muyrecientes chilenos, argentinos, uruguayos que se handistribuído por América, Estados Unidos y Europa,repitiendo la idéntica situación de los centroamerica-nos (nicaragüenses, salvadoreí'íos, guatemaltecos) que'encontraron refugio en Costa Rica, en México o enEstados Unidos, son, un fenómeno migratorio devastísimo alcance que no puede ponerse exclusiva-mente a la cuenta de razones econó,micas, sino quetambién tiene que ver con la opresión política y larigidez de las estructuras sociales que cierran elhorizonte de los hombres y lo impulsan a la emigra-ción.

    El pueblo de la diáspora

    El enorme movimiento migratorio europeo del sigloXIX y comienzos del XX pareció remansarse hacia1930, aunque todavía le cabría el período delascenso de los fascismos en Europa, las persecucio-nes judías y el desplazamiento de pueblos castigadospor la guerra. Todo ello otorgó un signo específicoa la vida de nuestra época que - Bertolt Brechtdefmió con su frase sobre el cambio más pronto depaís que de zapatos que singularizaba a los hombreseuropeos. Como en un régimen compensatorio, apartir de 1930 comienza a acentuarSe en AméricaLatina el desplazamiento de poblaciones: por unaparte la migración interna que va creando la acumu-lación urbana de un modo dislocado y cuya causainmediata es el empobrecimiento de las áreas ruralesal organizarse la nueva distribución internacional deltrabajo regida por los imperios; por otra parte, y aveces como simple expresión del anterior proceso,crecen las migraciones de un país a otro, aumentan-do la población urbana a la cual aportan formasculturales peculiares. Diversos polos en AméricaLatina han aglutinado estas migraciones: BuenosAires, Sao Paulo, México y más recientemente Cara-cas, se han constituído en la expectativa de millonesde hombres de diversas nacionalidades. Es un acon-tecimiento espedfico del siglo XX y de las últimasdécadas, que arranca de la gran crisis económica de1930 y en el cual, conviene insistir, las causaseconómicas están íntimamente entrelazadas con laspolíticas; tal como corresponde al funcionamientode las sociedades. Por ello la distinción, algo jerár-,quica y aristocratizante, entre el exiliado y el emi-grante, merece algunos correctivos.

    Pero además, sólo viendo en su amplitud estasituación puede medirse la problemática de losintelectuales exiliados, ya que ellos no son indivi-dualidades aisladas, figuras superiores sobre las cua·les concentrar únicamente los focos, sino integrantesde un estrato social y educativo que se mueve juntoa poblaciones enteras.

    Existe en América Latina, más en algunas zonas '

    Angel Rama, además de su conpcida e importante labor comocrítico, dirige y edita la colección Ayacucho, que recoge unaserie de textos fundamentales de la cultura latinoamericana.

  • Lotlrdes GrobetMéxico

    que en otras, un verdadero pueblo' de la diáspora,compuesto de Jos .más diversos elementos, desde unamayoría de obreros, campesinos y trabajadores ma-nuales hasta equipos profesionales. Ellos se despla-zan preferentemente hacia países y ciudades dondeun mayor grado relativo de libertades públicas (loque no se traduce necesariamente por regímenesdemocráticos plenos) se acompaña con posibilidadesde trabajo, de educación y de ascenso social. Si estofue la norma de las migraciones europeas del sigloXIX hacia los países de la libertad representadosentonces por los de América, se ha constituído en lanorma de la vida latinoamericana interna en el sigloXX, aunque ya se la conoció en el siglo pasado.

    Los pescadores y trabajadores de Tampa, a loscuales va José Martí para obtener de ellos el apoyomaterial y personal indispensable para intentar laindependencia de Cuba, venciendo al régimen espa-ñol antes de que Estados Unidos se abalance sobre'la isla, son un primer ejemplo paradigmático de lavinculación del intelectual y el medio de los inmi-grantes para el cumplimiento de una tarea política,la cual se beneficia tanto de la pervivencia en tierrasextranjeras de una cultura nacional vivamente senti-da y querida como de la experiencia de un sistemade vida nuevo, con grados de mayor democratiza-ción y de mayores expectativas sociales. La con-fluencia de estas dos fuerzas, (la tradición cultural

    2

    cubana y la educación en formas de vida indepen-dientes, no coloniales) construye la base de desarrollopolítico a la que apela Martí, siendo ese el primer pac-to entre el intelectual y sus compatriotas, que prea-nuncia el más amplio y fundado con toda la sociedadcubana a través de la lucha de independencia.

    Estos pueblos de la diáspora son sometidos avertiginosos procesos de transculturación, a expe-riencias sociales violentas y a rudas mutaciones.Estos cambios, que han sido abundantemente descri-tos respecto a las migraciones internas que trasladanpoblaciones rurales a los barrios periféricos y misera-bles de las capitales latinoamericanas (las barriadasde üma y de México, los cerros de Caracas, lasfavelas de Rio de Janeiro, etc.) también se ejercensobre las migraciones externas, con el agregado delpasaje a culturas y sistemas de vida aún más remo-tos y distantes: son los jornaleros mexicanos que seinstalan en la periferia de Los Angeles, o los campe-sinos colombianos que ingresan a Maracaibo o Cara-cas, o los trabajadores paraguayos que se suman aBuenos Aires. Para medir esos cambios hay quecomenzar por reconocer que la pregonada unidad deAmérica Latina, que es un latiguillo retórico de losintelectuales desde los orígenes independientes, es-conde una multiplicidad de culturas tan variadacomo las europeas, no empece el manejo, sóloaparencial, de la misma lengua, en toda la zonahispanohablante. Si es evidente que el campesinomexicano que se incorpora a Los Angeles tendráque vérselas con un idioma distinto, con seviciasdiscriminatorias para su trabajo, con formas deconvivencia y estructuras legales radicalmente dife-rentes, esta situación no es demasiado diferente dela experiencia que han debido cumplir los campesi-nos colombianos o paraguayos, pertenecientes aáreas culturales tradicionalistas de fuerte impregna-ción indígena e hispánica, al trasladarse a ciudadesmodernizadas y aluvionales que remedan ya lasformas europeas (Buenos Aires), ya las norteameri-canas (Caracas). Viven y padecen transculturacionesviolentas, para las cuales sólo cuentan con el acervode sus propias culturas tradicionales, particularmentedébiles en sus nuevas condiciones de existencia, ycon las aportaciones de una educación frecuente-mente desbordada por los mensajes de los "massmedia".

    Migraciones de intelectuales

    Trazar este somero panorama previo, puede convenirpara examinar otras situaciones que, aunque empie-zan a caer dentro de la denominación más prestigio-sa de exilio, no dejan de tener estrechas relacionescon las de los emigrantes. Junto con esas masas demayoritaria procedencia rural y de escaso niveleducativo, también se ha producido la migración deun importante contingente intelectual: profesionales,profesores, intelectuales, técnicos medios, han salido

  • Mario Garer. JoY. Cuba

    de sus países de origen respondiendo a la doble yconcomitante impulsión política y económica, tras-ladándose a centros de mayor aceptabilidad. Se tratadel famoso drenaje de cerebros que ha merecidoatención internacional y que es también un rasgopeculiar, con alcance universal, de las sociedades delsiglo XX. Este equipo, sin duda mejor dotadoeducativamente, con más desarrolladas capacidadesde adaptabilidad y con horizontes intelectuales másricos, habrá de vivir sin embargo procesos semejan-tes, los que por lo común no son percibidos aconsecuencia de esa falacia generada por la visiónexterna que amalgama al continente latinoamericanoen una ficticia unidad. No sólo conviene subrayarlas diferencias culturales flagrantes que distinguen alárea andina de América del Sur del área aluvionalrioplatense, o al área antillana de la que rige cultu-ralmente a la meseta mexicana, sino agregar que apesar de tantísimos discursos, acuerdos internaciona-les y ceremoniosos intercambios de embajadas cultu-rales, la incomunicación entre los países latinoameri-canos es mucho mayor que la existente entre loseuropeos. Para tomar dos ejemplos característicos:prácticamente no existe un puente cultural entreArgentina y México y los equipos intelectualesaltamente desarrollados de ambos países se hancaracterizado por un funcionamiento endógamomuy marcado, simultáneo a una orientación hacia el

    3

    exterior, referida a Europa (preferentemente Fran-cia) o más recientemente a Estados Unidos. Quizásalgunos ejemplos ilustren mejor lo dicho: escritorescomo Jorge Luis Borges o como Octavio Paz handesarrollado ricas carreras intelectuales que no hanimplicado el conocimiento del resto de AméricaLatina. Europa, Estados Unidos, la India, han sidopuntos en que hicieron importantes aprendizajesculturales, que se han traducido en obras considera-bles, pero dentro de América Latina su concentra-ción ha sido exclusivamente en sus propias naciona-lidades, más amorosamente urgadas en el caso deOctavio Paz que en el de Borges, pero siempre·separadamente de los demás países de la región. Unescritor como Julio Cortázar pasó de Buenos Aires aFrancia y solo accedió al conocimiento de otraszonas del continente a partir de su visita a la Cubarevolucionaria, la cual funcionó, en la década de lossesenta, como un curioso religador de la vida inte·lectual dispersa de la América hispanohablante. In-cluso es pintoresco registrar en las observaciones quemuchos escritores han hecho sobre la vida cubana,la atribución a la Revolución de rasgos que sonconstitutivos de la cubanidad o, más correctamente,de la antillanidad, pero que, al presentárseles porprimera vez dentro de los parámetros revoluciona-rios era normal que vieran como sus peculiaresmanifestaciones.

  • Lourcles GrobetMéxico

    El equipo intelectual centroamericano que desdehace décadas se ha trasladado a México, no hizoexperiencias transformadoras tan marcadas como lasque está actualmente haciendo el equipo intelectualargentino que se ha desplazado a áreas' con las queprácticamen!e no tenía contacto: la de la Américaindígena (México), la de América negra (Venezuela),para apuntar a los rasgos culturales que en esospaíses se han mezclado con los hispánicos, siendoajenos a la vida de Buenos Aires, una ciudad detrasplante europeo aun más puro que New York.

    La emigración de un equipo intelectual se paten-tizó en la década del t¡einta con el traslado masivode intelectuales alemanes, italianos, franceses y cen-troeuropeos, a los Estados Unidos, y el de españolesderrotados en la guerra civil, a Estados Unidos y aAmérica Latina. Una importante bibliografía haanalizado ese episodio, enriquecedor de la vidaamericana, estudiando sus diversas consecuencias,aunque ha estimado menos las modificaciones even-tuales producidas en el seno de las comunidades aque esos intelectuales se integraron, a veces enforma definitiva, otras hasta la restauración de lavida democrática y del progreso económico en suspatrias de origen. Tales migraciones de equiposintelectuales enteros y ya no de escritores aisladoscomo era la norma, se vieron en la América Latinaposterior a 1930. Buena parte, quizás la mayoritaria,

    4

    se desplazó a Estados Unidos y a Europa, sector queno es el objeto de estas páginas, pero otra tomó elcamino de países afmes: ya los de América Latina,ya España y Portugal.

    Dentro de este grupo hay uno que hizo unaexperiencia inédita, cuyos resultados futuros pueden

    .ser de los más ricos. Se trata del grupo intelectual"brasileño que a la caída del régimen de JoaoGoulart a manos de los militares (1964) se distribu-yó entre los países hispanoamericanos, el cual estáahora en un proceso de reincorporación progresiva ala vida del Brasil. Fue una experiencia inédita, puesel Brasil vivió de espaldas a la América española yesta a su vez vivió entre la ignorancia o el temor deese país desconocido que parecía tan grande yamenazador en las cartas geográficas. A pesar depertenecer al común denominador América Latinahan sido muy escasas las comunicaciones culturaleso políticas entre Brasil y sus vecinos. Estos intelec-tuales descubrieron la existencia de Hispanoamérica,no sólo en sus singularidades políticas sino tambiénen sus modos culturales: Mario Pedroza en Chile,Ferreira Gullar en Buenos Aires, Darcy Ribeiro enMontevideo, Francisco Juliao en México, si por unlado se constituyeron en embajadores de una culturaignota ante los grupos políticamente afmes, por laotra hicieron experiencias de culturas desconocidas.Pienso que un libro imaginativo y talentoso como LasAméricas y la civilización de Darcy Ribeiro hubierasido imposible sin estos largos años de exilio que lepermitieron recorrer y vivir por años en diversospaíses y zonas del continente. Del mismo modo la ex-periencia en las artes plásticas de Pedroza, en la poe-sía de Ferreira Gullar, en las ciencias políticas deJuliao.

    Un conocimiento interno y unificado

    Esta situación apunta a esa primera comprobación,respecto al exilio intelectual, que se ha formuladode manera paradójica y burlona, poniendo a lacuenta de los dictadores la aceleración del intercam-bio y de la unidad latinoamericana tantas vecesrubricada en el papel y tan poco en la realidadmisma. El equipo intelectual de países altamentedesarrollados, como Argentina y Brasil, que debiósalir de sus países desde mediados de los sesenta, haestablecido contactos interzonales con otros paíseslatinoamericanos en un grado improbable de situa-ciones normales, lo que no conviene ver exclusiva-mente en el rubro de las informaciones sobre plura-les disciplinas, (de las políticas a las científicas) sinotambién como beneficiosos enfrentamientos de las di·versas culturas regionales a que pertenecen, las cua-les entraron en una confrontación de imprevisi-bles consecuencias, aunque sin duda beneficiosospara fundamentar mejor planes de unidad continen-tal. No sólo resultó intensificada la comunicaciónentre las élites intelectuales de diversas áreas, sino

  • Jorge Pablode AguínacoMéxico

    que comenzó a operar una VlSlOn estructural másrica mediante visiones y planes que aspiraron arepresentar la totalidad.

    Algunas de estas operaciones ya estaban en desa-rrollo, aunque amparadas en la perspectiva que seobtenía por parte de observadores colocados fuerade América Latina: en Estados Unidos o en Europa.Una de las características de los enfoques que tantoestudiosos extranjeros como latinoamericanos insta-lados en zonas extensas habían venido adelantando,consistía en la globalización y a veces homogeniza-ción del continente latinoamericano, en oposición ala tendencia interna a enfoques parciales, nacionaleso regionales, que si por un lado resultaban más ricosde conocimientos y de conocimientos internamentevalorados, por otro se perjudicaban de esta fragmen-tación que los llevaba a perder de vista las grandescoordenadas estructurantes, las fuerzas externas queactúan sobre el conjunto. Incluso la considerableaportación sobre los problemas de la -dependenciaque desarrollaron las ciencias humanas venezolanasen la década del sesenta, estuvo mayoritariamentereferida al ejemplo de Venezuela, sin ampliarsesuficientemente a la visión del conjunto de paísessobre los cuales, sin embargo, se formulaban endiferentes grados las mismas distorsiones de origenexterno.

    Esta tarea de globalización y de percepción del

    5

    conjunto, subrayando las circunstancias económicas,sociales y desde luego culturales, que encuadraban atoda América Latina, ha comenzado a ser patrimo-nio de la vida intelectual interna de la zona, en 10que puede registrarse uno de los efectos de estamovilidad del equipo intelectual. El desarrollo ace-lerado que tuvieron desde la segunda guerramundial los estudios sociológicos y económicos, laayuda que recibieron de la existencia de institutosinternacionales especializados, ya había contribuídoa que en esas disciplinas se avanzara mucho más. Enlas actividades de, los escritores y artistas, en cam-bio, no se había registrado un progreso semejante:libros como Las venas abiertas de América Latina deEduardo Galeano, señalan agudamente ese tránsitodel campo de las ciencias políticas y sociales al delas literarias, respondiendo a esta nueva convivenciageneralizada y un título como el de la novela deMarta Traba, defme esta ambición en la literatura:Homérica Latina. La presencia de diversas zonas delcontinente en las obras literarias comienza a sercorriente, (la reciente novela del argentino PedroOrgambide exiliado en México) ya no como visionesrestrictas sino como experiencias aproximables ycompatibles.

    No es una conjugación fácil. La palabra exiliotiene un matiz precario y temporero: parece aludir auna situación anormal, transitoria, algo así como unparéntesis que habrá de cerrarse con el puntualretorno a los orígenes. Esto la distingue de lapalabra emigración que traduce una resolución de-finitiva de alejamiento e integración a otra cultura.Pero como ya hemos visto, en la realidad ambassituaciones se confunden, del mismo modo que seentreveran las causas (económicas o políticas) queles dan nacimiento: del mismo modo que muchosexilios se transforman en migraciones, muchas mi-graciones se acortan por múltiples razones y devie-nen períodos de exilio en el extranjero. Sin contarque desde el clásico ejemplo de Dante, los exilios,aun los duros e ingratos, devienen una condiciónpermanente de la vida: son ellos los que proporcio-nan la textura de la existencia durante un largoperíodo de la vida adulta, con su peculiar desgarra-miento entre la nostalgia de la patria y la integra-ción, por precaria que parezca, a otras patrias, todoello actuando sobre un estado de transitoriedad y deinseguridad que resulta constitutivo psicológica-mente de esta circunstancia vital.

    De aquellos clásicos ejemplos del ostracismo quedefmieron el comportamiento político de la antigüe-dad y de la Edad Media, mucho ha cambiadorespecto a las modernas formas del exilio y de lamigración. El vigor del arraigo local (a veces exclusi-vamente de la polis) que confiere un acento transidoa las meditaciones del exiliado antiguo, ha perdidoparte de su exclusivismo en una época poderosamen-te intercomunicada a nivel planetario donde la movi-lidad de los intelectuales es ya de norma y donde

  • los nutridos organismos internacionales han genera-do un nuevo tipo de clase intelectual que hadisuelto en ese internacionalismo sus raíces patrias.Esta situación contemporánea se robustece cuandomás que de exiliados estamos habJando de lo queJosé Gaos bautizó, para referirse a los españoles quea la derrota de la República emigraron a Hispano-américa, como "transterrados", es decir, intelectua-les que pasan de una a otra región del vastoconjunto de culturas procedentes de la misma osimilar fuente, que por lo tanto $iguen manejando lamisma lengua y poseen una historia parcialmentecomún. Las normales complicaciones de toda trans-ferencia parecen aquí atemperarse porque se tratadel pasaje a culturas de la misma familia cuyasnotorias diferencias no destruyen la constancia de laprocedencia común, al menos en parte importante.

    Tres públicos del exiliado

    No obstante estas correcciones entre las experienciasclásicas y las contemporáneas, no dejará de compro-barse en éstas el funcionamiento de escisiones juntocon nuevas proposiciones unificantes. El escritorexiliado funciona en relación a tres públicos poten-~ciales que por familiares que sean se encuentran endistintas circunstancias: el público mayoritario delpaís o cultura en el cual se encuentra instaladoprovisoriamente; el público también amplio de supaís de origen al que aspira a continuar hablando,no empece las trabas que imponen las dictaduraspara la circulación de su mensaje; el público de suscompatriotas que integran el pueblo de la diáspora,el cual no puede asimilarse simplemente al delpropio país de origen por las nuevas situaciones queestá viviendo. Es posible optar exclusivamente poruno de ellos pero lo propio de esta ubicación delescritor exiliado es el intento de conjugar los distin-tbs públicos, que se traduce por su intento dehablar al mismo tiempo a todos ellos, lo quefatalmente habrá de reflejarse en la composición desu obra y será facilitado o entorpecido por el géneroque practique. El lenguaje más abstracto y racionali-zado del ensayo permite una conjugación cómodade los varios públicos aunque reduciéndolos numéri-camente, mientras que la narrativa puede encontrarmayores trabas a consecuencia de los dialectos oinflexiones locales de la lengua. Pero es en losvalores culturales de sostén donde se marcan lasescisiones y los tropiezos: habida cuenta del altogrado de complicidad cultural y lingiiísticaen quese sitúa toda construcción literaria, la cual vivesobre una red de presupuestos que explican losmodos de su apropiación por el lector, al menos ensu primer período de existencia, la nueva situaciónpolivalente del escritor con respecto a sus públicostiende a propiciar nuevas soluciones para la cons-trucción literaria. Parece innecesario aclarar quehasta la más restricta y provinciana obra literaria es

    6

    posible de variadas formas de apropiación en otrasregiones o países: de otro modo no habría ningunacirculación hispánica de las obras literarias. Lo nue-vo es el desafío a su creación que establece lasituación del escritor exiliado, quien ya no estáhablando desde la convivencia con esa culturaen que nació y se formó, sino desde el centrode un haz de fuerzas que registran divergencias.Quizás las ausencias lo delaten mejor: un escri-tor de larga residencia en Cuba como Mario Be-nedetti, no ha escrito "cuentos cubanos" y por sulado Julio Cortázar ha unificado las narracionessituadas en ambientes dispares mediante un lenguajerioplatense que vale por la asunción universal de supropia lengua, tal como si a ella tradujera textosextraños. Es este un ejemplo fácilmente detectableporque tiene que ver con la utilización del "habla"o del "dialecto" regional en la literatura, peropodría examinarse el mismo problema en otro nivel,con respecto a la poesía, interrogándonos sobre losdesplazamientos semánticos que de una a otra árease producen en las palabras. En la medida en que dpoeta habla dentro del sistema semántico de su áre;"prescinde de estas ambivalencias y construye conprecisión de acuerdo a los valores que reconoce ysin preocuparse de si su mensaje tendrá diferentesrecepciones interpretativas en otros puntos del con-tinente. Pero cuando ha hecho suyo el problema yes consciente de la dispersión del significado, susituación se modifica y se complica. No se trata sólode la sustitución del "auto" por "carro", sino de lacarga emocional de las palabras que resulta subverti-da. Para el hombre común este problema se haceevidente cuando sufre los problemas de lo quepintorescamente Alfonso Reyes llamaba la "aduanalingüística" es decir, cuando ingresa a una zona enque las palabras prohibidas o las que acarrean laenergía del erotismo y son capaces de expresarlofulgurantemente, han sido alteradas o modificadas.Dado que la fuena de los significados no radicaexclusivamente en la palabra sino en su poder decomunicación referencial entre miembros de unadeterminada comunidad, el poeta (y aun el merohablante) tiene la sensación de enarbolar armas degoma como en una pesadilla c·' írica y le es difícilhacer suyas las armas vigorosas del medio, las proca-cidades por ejemplo, porque también les resultandébiles y sin fuerza.

    Son problemas de orden lingüístico, sí, pero escon el idioma que trabaja un escritor, es ese sucampo de operaciones, donde resuelve los signifi-cados y compone los mensajes. Pero pueden exten-derse del campo lingüístico a otro más vasto quesólo puede denominarse cultural, pues cada una delas áreas de Hispanoamérica responde, como dijimos,a coordenadas culturales específicas, observando lasredes temáticas tradicionales de cada una de ellas, elbagaje informativo que en cada una de ellas confor-ma una tácita complicidad de la comunidad en

  • PIolo Gas..!"! Venezuela

    torno a su pasado y a sus formas de convivencia. losmodos de apropiación y valoración de las obras de ar-te, en defInitiva, el discurso coherente que va desa-rrollando la vida intelectual de un país o un áreacon su peculiar tendencia a constituirse en unsistema cerrado.

    Si' no son barreras insalvables, sí son vallas queentorpecen el esfuerzo de comunicación y que tien-den a rechazar al escritor exiliado hacia esa condi-ción de huésped temporario, a quien se le reconocecomo legítimo el derecho a continuar su vinculacióncon la comunidad de origen, más que con la adopta-da circunstancialmente. Se abre para el escritor eldiálogo con esos dos otros públicos: el de su patriay el del pueblo de la diáspora. Si el primero es unpúblico cautivo al que poco llegan sus palabras porla situación de encierro establecida por las dictadu-ras, el segundo en cambio es probablemente el másfértil y el más interesado en su mensaje. Vive lasmismas circunstancias del escritor: su traslación fue-ra de fronteras, su nostalgia de los orígenes y el

    . esfuerzo por mantener sus peculiares modos de vida,ahondando en las tradiciones culturales que brusca-mente han quedado como desenraizadas, su esperan-za de una transformación en la patria que permita larecomposición de la sociedad democrática, la preo-cupación educativa respecto a los descendientesque, como es normal, comienzan a desligarse delpasado y a integrarse en las condiciones de la nuevasociedad en que se hallan instalados.

    7

    Viejas y nuevas responsabilidades

    Respecto a estos dos públicos se actualizan respon-Sabilidades que desde siempre han estado a la cuentade los escritores en la América Latina. Dos al menosdominan: la de custodios y conservadores de unaherencia cultural y la de intérpretes de las solücio-nes políticas que mejor pueden acrecentarla.

    Uno de los efectos más perniciosos de las dicta-duras, en particular las de origen castrense, ha sidola negación del campo intelectual y su requisitoriacontra los llamados agentes intelectuales de la sub-versión. El equipo intelectual y los escritores asu ca-beza, han sido vistos, por los militares en el poder,como los responsables de la agitación social y delintento de modificar las estructuras políticas yeconómicas de los países. Aunque la inculpación seha generalizado a todo. el funcionamiento inteleé-tual, incluyendo a muchos que se hallaban bien lejosde tales propósitos, hay en ella un fondo de verdad:la vida intelectual democrática con su capacidad deanálisis y debate de los problemas de las sociedadeslatinoamericanas, fue uno de los orígenes del cues-tionamiento de las arcaicas estructuras de los paísesdel continente, reclamando una transformación mo-dernizadora y a veces revolucionaria que permitierasu progreso. En la Universidad, en las revistas inte-lectuales, en la participación de equipos educados enlos movimientos contestatarios y en los revoluciona-rios, vieron los militares un peligro que, por su

  • Sergio RivenMéxico

    misma procedencia social, consideraron hasta máspeligroso que el proveniente de las filas obreras. Deahí a una global e indiscriminada oposición a todaslas manifestaciones culturales, no había sino un pasoque zanjaron violentamente. El desmantelamiento delas Universidades, la destrucción de las editoriales, lapersecución a intelectuales, la prohibición de todaactividad que por neutra que fuera podía ser elorigen de una restauración de la vida cultural, hasido la norma en esos países, de Nicaragua a laArgentina. Los intelectuales que viven en esos paísesen un verdadero ex.il1o interno, fueron condenadosal silencio y se clausuraron las fronteras para larecepción de publicaciones que contribuyeran aldesarrollo del diálogo cultural, en particular tratán-dose de las que recogen las palabras de los escrito-res. El orden castrense resultó antitético a la cultu-ra, salvo aquella ornamental y retórica, carente de.vida, que se instauró como norma oficialista encolegios y academias. Toda la vida cultural y nosólo sus manifestaciones de punta destinadas a lasuperación de las condiciones sociales prevalecientesresultó ahogada y registró un notorio retroceso. Enél cabe no sólo esta oposición militar sino elempobrecimiento económico de los países que tornóprecarias sus posibilidades de información y trabajointelectual al ritmo de la época. Las estrechascondiciones de vida de los escritores del exilio

    8

    interno, la ausencia de libros y revistas, nacionales yextranjeros, que desarrollaran la investigación y sir·vieran al debate, la clausura de centros de estudio yla falta de comunicación, están entre las causas deesta parálisis cultural. Si a ello se agrega que losregímenes dictatoriales impusieron una rígida rees-tructuración de valores, de ~igno exactamente con-trario al que venía siendo libremente establecido por·los intelectuales, y, negando toda discusión sobreellos, los impusieron normativamente al país, secomprende que los escritores que fueron al exiliohayan sentido que ellos se transformaban en respon-sables de la custodia y desarrollo de una parteconsiderable de la mejor herencia cultural y que aellos competía difundirla y acrisolada.

    También así lo entendió el pueblo de la diáspora,esperando de los escritores un mensaje que recogierala tradición más rica y la actualizara en las nuevascircunstancias, lo que habría de traducirse en unaintensificación de la ideologización que es propia delos mensajes literarios. Más que simples creacionesartísticas, el escritor y ese medio afín sintieron lanecesidad de una producción que al tiempo derestaurar los valores creativos de la cultura origina-ria, destacaba sus problemas urgentes, sus reclama-ciones, sus protestas, sus venganzas. Esta tendenciaha sido acrecentada por una situación peculiar de lasletras: la de traducir en formas persuasivas y porende explicativas, las causas de las grandes agitacio-nes vividas por una comunidad, cuando ellas cesan,temporaria o definitivamente. Es"ese el momento enque irrumpe la literatura a modo de descarga y deintento de reflexión. Y esta irrupción no respondecaprichosa y oportunista a un proyecto del escritor,sino a un grande reclamo por parte del público,en este caso ese pueblo de la diáspora.

    América Latina ha visto una y otra vez estaseclosiones literarias, luego de grandes sacudimientosdel cuerpo social: es la llamada narrativa de laviolencia en Colombia al establecerse la rígida pazde Rojas Pinilla o es la literatura testimonial venezo-lana a partir de la pacificación, como antes fuela narrativa de la revolución al remansarse las aguas enMéxico y es ahora la acumulación de memoriasen la España posfranquista. Ese período en que laacción inmediata sólo dejaba sitio a la consigna oa la lucha, es seguido de otro en que la reflexión, laindagación de las causas, el balance, la reviviscenciade lo vivido y el testimonio del sufrimiento seintegran en una serie de productos. A través de ellosse establece la continuidad cultural y se actualizansus valores, referidos a una necesidad de descarga,de justificación, de enjuiciamiento. Es cierto que lasombra de Edmundo Dantes planea sobre estosproductos que a veces son simples gritos de rencor ydolor. Pero también es evidente que en ellos se abrela eventualidad del reencuentro consigo mismo delos miembros de una comunidad, al alcanzar unaexplicación de lo ocurrido. Para tomar uno solo de

  • :

    Sergio Riv..aMéxico

    esos ejemplos del cercano pasado, el de la narrativade la violencia en Colombia, la distancia entreViento seco de Daniel Caicedo, de 1953 y Elcoronel no tiene quien le .escriba de García Már-quez, de 1957, marca bien el pasaje del panfletovengativo que traza el ominoso catálogo de los horroresvividos al entendimiento profundo de las causasde esa conmoción que a la vez procura mantenerviva la esperanza superando las postraciones queconlleva la derrota.

    Es una literatura de derrotados. Pero ya algunavez se observó, revisando la historia literaria delmundo, que las derrotas la han dotado de obrastanto o más importantes que las victorias, quizásporque el esfuerzo que implican a sus autores esmás exigente y los arrastra a los límites tensos de laliteratura, poniéndolos en esa disyuntiva nuda dondeno se puede recurrir a cómodas explicaciones mecá-nicas sino que debe ahondarse en la totalidad de laexperiencia y en la multiplicidad de significados.Porque una literatura de derrotados no es forzosa-mente una renuncia al proyecto transformador, sinoun paréntesis interrogativo que pe~mite avizorar losconflictos en su mayor latitud. La perspectiva desdela cual el escritor puede trabajar, tiene ese mínimopúnto de reposo imprescindible para su tarea y lossucesos pasados pueden percibirse conjuntamentedetectando su coherencia, tanto vale decir, su signi-

    9

    ficación, operación previa al hallazgo de su posiblecontinuidad histórica. Este período es artísticamentemás profícuo que el representado por la literaturamilitante anterior. La simbólica definición de Saint-Exupéry: Los derrotados deben guardar silenciocomo las semillas, apunta a este período de laboreointerno, de sedimentación y de producción que sólomás tarde se hará visible en el árbol, en el libro.Nada puede hacer más daño a este fructífero perío-do que su sustitución por mecánicas divisas deagitación, repetitivas, ahora retóricamente, del pasa-do inmediato.- Conjuntamente, el escritor asume otra responsabi-lidad, la política. De acuerdo con un rasgo queAmérica Latina comparte con muchas regiones delTercer Mundo subdesarrollado, al escritor se lereclama una función pública de tipo político~ducativo y en ocasiones se le exige un comportamientoheroico, todo lo cual defme bien cuál es el públicoque lo atiende y sobre él presiona así como cuál esla estructura del equipo intelectual que han logradoproducir esos países. La tradicional sacralización delhombre capaz de escribir libros que acompai'ia laformación de sociedades mayoritariamente analfabe-tas, ha encontrado en esta imagen de conductorheroico y puro su forma moderna que los escritoreshan aceptado y robustecido con sus poderes especí-ficos en un modo que a veces raya con la meravanidad exhibicionista. El fracaso de tantos hombrespúblicos del continente: los prestigios de una acti-tud OPQsitGl"a que se reduce a la crítica de lasimperfecciones en un modo abstracto; el poder delos sectores educados procedentes de la baja claseascendente que por su manejo de las formas intelec-tuales adquieren una magnitud desproporcionadacon respecto a los sectores campesinos o proletariosque contribuyen mayoritariamente a la producción;la tradición del intelectual crítico que heredada deFrancia atraviesa toda la historia independiente deAmérica Latina; la potente e ingobernable necesidadde líderes de las comunidades del continente: sontodas esas algunas de las causas que han llevado adotar al escritor de una anexa y a veces indisociablecondición de político.

    Aunque Henríquez Ureña detectó hacia fmes d~lsiglo pasado el desglose de oficios que por una partedeparó la aparición de dirigientes políticos exclusi-vos y por otra comenzó a preparar la especializacióndel escritor en esta su función dominante, el sigloXX ha continuado, en unas zonas más que en otras,en unos estratos sociales más que en otros, asocian-do ambas funciones en una sola persona y viendo en.el escritor a un orientador político. Como la espe-cialización que llevó a la aparición de políticos nofue acompañada de notorios beneficios, como tam-bién reconoció el maestro de la crítica hispanoame-ricana, puede decirse que tampoco la conmixtióndel escritor y el político" ha sido siempre feliz.Parecería que tanto a unos como a otros les debe-

  • mas similares cuotas de equivocación y de acierto yaun podría agregarse que los escritores puestos apolíticos fueron muchas veces malos escritores ymalos políticos simultáneamente.

    Distinta es la situación de aquellos escritores queno aspiraron a transfortnarse en políticos, sino queentendieron que su situación en el contexto de lasociedad les imponía una atención por la vida de sucomunidad y una participación (más educativa quede dirigente partidista) en sus vicisitudés. No aban-donaron su campo específico pero reconocieron queéste no es ajeno a la realidad social y que, dispo-niendo de un instrumento de eficaz comunicacióncon un sector más preparado de su sociedad, debíanutilizarlo para contribuir al esclarecimiento de él y asus tareas transformadoras del medio. En estos casosse alcanzó un equilibrio más redituable y se evitaronprevisibles errores. Más aún cuando el escritor pusoel acento, no en una actividad partidista concreta,sino en eso que se ha venido llamando desde ladécada antifacista rosada, "la defensa de la cultura".La fórmula ya no resulta feliz: tiene ese aire deconsigna esclerosada propia de ciertos organismospolíticos de la izquierda. Pero su contenido no haperdido actualidad. Un ejercitante de la produccióncultural, similar a los tantos hombres, cultos o no,que son sus abastecedores, pero que dispone deinstrumentos de mayor alcance y eficacia que ellos,es normal que se sienta directamente concernido porla situación precaria en que se encuentra la herenciacultural y desde ese campo específico considere quedebe construir'su obra. No implica atribuirse unpedestal ceremonial, sino reconocer la importanciade sus dones y el efecto que ellos pueden alcanzaren las sociedades concretas a las que pertenece, enlas circmlstancias concretas en que ellas se encuen-tran. Tanto vale decir: apelar a las responsabilidadesdel intelectual para con esos dones y al mismotiempo no pretender que se improvisen en camposque pueden serles próximos pero no necesariamentede su mejor competencia.

    Esta demanda política, cuando se coloca en lostérminos generales y más amplios, puede obteneruna respuesta igualmente amplia que traduzca losprincipios fundamentales del consenso político delmomento: es la reStauración de las formas de vidademocrática, la plena vigencia de la justicia, elrespeto de los derechos humanos, la reconstitucióndel funcionamiento de los partidos políticos y delos gremios, la tarea intelectual, educativa y creativalibre, todo lo cual para algunos países implicameramente el retorno al punto de partida aunqueno un progreso respecto a aquellas múltiples insufi-ciencias de las que partió la conciencia crítica queaspiró a superarlas en su momento y que resultóderrotada por las dictaduras de derecha, apoyadas odirectamente ejercidas por los militares.

    Pero existe un rasgo del comportamiento políticodel exilio que no puede pasarse por alto: su dificul-

    10

    tad para superar los compartimientos partidistas, aveces ácidamente sectarios, y encontrar ese espírituunitario cuya eficacia para la restauración democrá-tica es evidente. La vida política de los paíseslatinoamericanos no estaba simplemente dividida enlos buenos y malos de las películas, sino quecomportaba una pluralidad de fuerzas a veces violen-tamente encontradas dentro de líneas afines, lascuales lejos de apaciguarse no hacen sino acrecentar-se en el exilio. Este opera como una congelación deviejas divisiones y el vacío en que los gruposexiliados operan los conduce a cada vez más enrare-cidas ideologizaciones, a requisitorias que se mezclancon las inculpaciones por los acontecimientos pasa-dos, y a veces a divisiones más tajantes que lasconocidas previamente. Es frecuente que los grupospolíticos exiliados pierdan de vista que es el puebloque aún vive en sus patrias el que puede y debe,según sus vistas, orientar la recuperación democráti-ca y que nadie puede sustituirlo en ese papelprotagónico y heroico. Es él quien vive las nuevassituaciones, quien conoce las fuerzas actuantes yquien ha de procurar soluciones para las cualespueden prestar su ayuda los grupos exiliados perosin que ello implique pretender dirigirlo de acuerdoa soluciones que ya pertenecen al pasado y queprobablemente sean impracticables en la actualidad.El exilio político tiende a quedar congelado sobre lafecha en que se produjo, pero la historia continúa yla sociedad evoluciona fuera de esas posiciones. Sonsus aspiraciones generales, sus demandas básicas, lasque el exilio puede hacer suyas, pero no sus concre-tas operaciones que responderán a su visión de lasposibilidades y las conveniencias. El fracaso deaquellos partidos que desde el exterior pretendieronmanejar a sus afiliados, partiendo del corpus deprincipios pasados y congelados, se ha patentizadoen el caso de una larguísirna dictadura, la española,y su ejemplo puede ser útil para los grupos polític:osde exiliados latinoamericanos.

    De ahí que los escritores del exilio, en esafunción política anexa, se equivoquen claramentecuando actúan al servicio de una agrupación restrin-gida y de ese ideario al que se aferran comojustificación histórica, y en cambio acierten cuandose abren a la comunicación con el conjunto delpueblo de la diáspora, accediendo a él por el ladode la común herencia cultural y de sus reclamacio-nes democráticas esenciales. Para ello deben tener encuenta también las modificaciones que la experien-cia de vivir en tierras extranjeras acarrea al "sobera-no", esa percepción de elementos e informacionesnuevas con las cuales recomponen su situación y suproyecto de futuro. Y tener en cuenta también quese encuentran en un estado artificial y riesgosorespecto a la comunidad de origen: es ella la queestá padeciendo la parte más dura de la represión yestá forjando, con los recursos a mano, las vías quepermitan el cambio.