andres medina sistema de cargos

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  • 8/6/2019 Andres Medina Sistema de Cargos

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    ALTERIDADES, 1995

    5 (9): Pgs. 7 -23

    Los sistemas de cargos en la Cuenca de Mxico:una primera aproximacin a su trasfondo histrico

    ANDRS MEDINA*

    In t ro d u cc i n

    La et n ografa de Mxico tiene en el estu dio de los sis-t emas de cargos u na d e las m s su s tan ciosas vetasde investigacin, tanto por la riqueza y complejidad desu s d iversas expres iones y de e llo da cu enta u navasta bibl iografa como por los retos qu e plan teapar a la discu sin terica, tal como se ad vier te en laabu nda n t e p r oducc in ensay s t ica que aba r ca u na

    su gerente gam a de perspect ivas propu estas .G en e r a lm e n t e s e h a s u p u e s t o q u e e s t e t em a e s

    propio del t rabajo etnogrf ico en las comunidadesind ias de raz mesoam erican a; y, efect ivamen te, lasobras considerada s como cls icas proceden d e re-giones con u na densa trad icin que se m uestra en su srasgos sociales y cu ltu rales, as como en la p resenciaviva de las lengua s am erind ias, y sobre todo en u na

    histor ia qu e pu ede remonta rse a s iglos, s i no es quetam bin a m ilenios.

    Sin emba rgo, si cons ideram os la cuestin desde elcam po d e la r eligiosidad popu lar y de la poltica local,as como desd e el estu dio de los sistema s regiona les decarcter pluritnico, entonces nos encontraremos con

    que el panoram a se am pla considerablemen te, porqueenton ces lo qu e se configura r com o la p roblem ticaprincipal ser el conjun to de procesos generados p or

    la conjugacin y la confrontacin entre el Mxicoprofundo y la inercia irres istible de la globa lizacin enque se sita ese otro polo de tensiones que constituyeel Estad o, corazn de lo que tam bin Gu illerm o Bonfill lamara elMxico ima gina rio.

    As, el campo terico del sistema de cargos expresau na complejidad que h a sido reconocida en la m edidaen qu e la propia discus in ha ma du rado, e incluso haavanzado en respuesta a exigencias organizat ivasplantea das a los m ovimientos sociales indios en dife-rentes regiones intertnicas del pas. Todo esto se ad-vierte al exam ina r detallada men te el cu rso de la discu -

    sin terica y de las diferentes pr opuesta s s obre las ca-ractersticas fun dam enta les de los procesos imp licados.

    En este ensayo me propongo hacer un a breve dis-cus in a cerca d e las posiciones tericas qu e me p are-

    cen significativas par a la definicin d e m i propu esta,as imismo r emi t ir m is re flexiones a u na regin es -pecfica, la Cu enca de Mxico, espacio dond e se s itala ciuda d de Mxico, dond e podemos en contrar comu -n i dades con s i s t em as de ca r gos de un a i nespe r adacomplejidad, qu e contrastan marcadam ente con aqu e-

    llos de la etnografa clsica y que plan tean problema ssu gerentes p ara la teora, as como para el estu dio dela historia de la cultu ra en Mxico.

    1 . La d i s cu s i n t e r i ca

    En el extenso conjunto de t ra bajos h echos acerca delos s istema s d e cargos es p osible reconocer diferent es

    posiciones tericas, as como variad os nfasis tem -t icos que seguramente ref lejan par t icular idades re-g ionales . Hay desde luego u n h echo que acent a e linters en este tpico, la t ras cend encia terica y laimportan cia qu e para las propias comun idades indiastiene el sistema de cargos.

    La d ensidad terica h a s ido aludida cer teramentepor Manning Nash (1958) , quien ha equiparado la

    * Ins ti tuto de Investigaciones Antropolgicas, Universidad

    Naciona l Aut noma de Mxico.

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    imp ortan cia d el sistema de cargos para Mesoam ricacon la de los lin ajes african os y con las clases socia-les en las s ociedad es capitalista s. Hay desde luego unin ters pra gmt ico en el conocimient o de las es tru c-tu ras d e poder ind ias y cam pesina s, como el expre-

    sad o po r Richa r d N. Adam s en su s e s t u d i os sob r e

    Gua temala , hace cas i c incu enta a os , o por los es -tudiosos mexicanos, como Gonzalo Aguirre Beltrn,comprometidos con la poltica indigenista guber-namenta l .

    Tam bin las propias comu nidades indias ha n de-dicado u na atencin particular a s u s jerarquas poltico-religiosa s en el proceso de d efinir su s reivin dicacio-

    nes tnicas y culturales en el marco de los movimien-tos p olticos region ales, ta l com o es el caso de los pu e-blos zapotecos y mixes de la regin d el Istm o y del Vallede Oaxaca.

    Sin emba rgo, en e l nu t r ido pa isa je de au tores y

    teoras , es p osible reconocer dos p arad igmas paraacud ir a la s u gerente propu esta de T. S. Kuh n. Unoes e l qu e ll ama remos estructural-funcionalista , qu etiene como fu nd ador a S ol Tax, an troplogo de la Uni-

    versidad de Chicago, quien publicara su ensayo semi-na l en 1 937, a p ar t i r del cua l se desarrol l toda u nacaud a d e investigaciones qu e ha bran de consolidars een la propu esta de M. Nash (195 8) y Eric Wolf (198 1).

    El otro para digma es el mesoamericanista y tienecomo pun to de partida la respu esta de los an troplo-gos m exican os a la u bicacin de la sociedad a zteca enel esqu ema evolu cionista de L.H. Morgan, s egn lo

    cons igna en su ob r a c l s i ca La s ocied ad prim itiva.Como se r ecordar, la definicin del grado de d esarro-llo de los m exica fue m otivo de u na mu y interesa ntediscus in entre el propio Morgan y su discpu lo AdolphBan de lie r , y la cu es t i n h ab r a de cen t r a r s e en l apresen cia del Estad o, de lo que depen da situar a losaztecas en la b arb arie o en la civilizacin. Morgan con-sideraba qu e no h aba tal ins t i tucin entr e los azte-cas, sino ms bien u na confederacin de tribus, como

    la que l mismo haba estudiado entre los iroqueses;opinin qu e ha bra de prevalecer finalmen te.

    Los estudiosos mexicanos desarrollaran diversas

    in vestigacion es pa ra d emostr ar la existen cia del Esta -do en las s ocieda des d el Mxico an tigu o, particu lar-men te entre los aztecas. Desde los traba jos de Man u elM. Moreno y Alfonso Caso hasta las ms recientes dis-cus iones s obre el car cter del Esta do en las socieda -des m esoamericana s, se h a conformado u na tradicin

    que contin a imp ugna ndo la proposicin evolu cionistade L.H. Morgan (vase, por ejemplo, Boehm de Lamei-ras , 19 86; Oliv Negrete, 1985; Medina, 198 2).

    Cua nd o nos re fer imos a l para digma estructural-funcionalista reconocemos el enfoque p ropio de la an -

    tropologa s ocial, aten to a los sistem as de relacion essociales, econmicas o poltico-religiosas, en el que sebusca el reconocimiento de modelos generales, lalgica d e su organ izacin y su s p rocesos d e cam bio.Por otra p arte, el parad igma mesoamericanista a lude

    a u na perspect iva etn olgica, sen sible a los grand es

    procesos h istricos implicad os en la configura cin ydinmica de Mesoamrica como un rea cul tural ,par a lo cual acu dimos a las investigaciones de la lin-gstica h istrica, d e la arqu eologa, d e la an tropologafsica y de la etn ohistoria. En particular a su mimos lapropu esta mes oam erican st ica de Kirch hoff (196 6),cua nd o la postu la como bas e de las invest igaciones

    antropolgicas en Mxico (vase Medina, 1995).Retornan do a nu estra na rracin sobre el estatu to

    de la sociedad azteca en el discurso evolucionistamorgan ian o, nos en cont ram os con qu e la a r t i cula-cin de es ta d iscu sin con la etnografa, y m s esp e-

    cficamente con el tpico del sistema de cargos, habrade h acerla G. Aguirre Belt rn en el texto Forma s d egobierno ind gen a (1991a) que, en mi opinin, funda elparadigma mesoamericanista. Aqu se establecer a

    u n v ncu lo h i s tr ico d i rec to ent re e l mu nic ip io im-plan tado por las a utor idades espa olas en las comu -nidades indias y e l calpulli-barrio de las s oc iedadesmesoamer icanas . En su argumentac in para respa l-dar la importancia que otorga a esta u nidad s ocial, pa-rad jicam ente, Agu irre Belt rn regresar a a la posi-cin evolu cionista y ha bra d e sosten er la vigencia delcalpulli o clan geogrfico y la inexistencia del Estado.

    No obsta nt e, su p erspectiva h istrica qu e conside-ra tres gran des m omentos de la historia m exicana : elmes oam ericano o pr ehisp n ico, el colonial y el de laRevolucin Mexicana, le l levara a distinguir tresestru ctura s p olt icas, a par t i r precisam ente de ellos.Hay desde luego otros aspectos que complementan yenriquecen el para digma , y a los qu e me referir msadelante; por el mom ento retornar a l otro para digma .

    No me pa rece necesar io hacer u n recu ento de las

    nu merosas obras qu e se han h echo en e l ma rco de lpara digma estru ctura l-fu nciona lista, pu es existe un ama gnfica sntes is crtica h echa p or J ohn K. Chan ce y

    William B. Taylor (19 87 ), y es a p ar tir de ella qu e h ar a lgunos sealamientos que me parecen opor tunospa ra la definicin de m i propia propu esta .

    Para d escr ib i r el desa r ro l lo de la d i scu s in qu econformara el pa radigma estru ctura l-fu nciona lis ta ,Cha nce y Taylor acu den al recurso de d ist ingu ir va-

    rias generaciones de traba jos, defin idas por el problemaen el qu e centran su an lisis. La primera genera cincor r espond e a lo s t r aba j os que dan su s t an c ia a l apropuesta de Sol Tax con investigaciones intensivasen comu nidades especficas. En camb io, la segu nd a

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    genera cin discu te sobre el papel nivelad or, o redis-tributivo, de la riqueza que implica el financiamientode los rituales comunitarios, posicin defendida porWolf y por Nash ; en ta nt o qu e la posicin con trar ia(Harris, 1973) insistira en el papel de extractor de la

    riqueza de los mism os ritua les.

    La tercera generacin est represen tada por la in-vestigacin d e Fran k Can cian (197 6) en la comu nidadtzotzil de Zina can tn , en el esta do de Chiapa s, en laque m ostrar a que el fu nciona miento del s is tema d ecargos, lejos d e n ivelar , legi t ima las d iferen cias so-cioeconm icas que s e genera n en la comu nidad . Fi-na lmen te, la cu arta genera cin en la que p or cierto

    apa rece Aguirre Beltrn , pero con u n traba jo posterioral que h emos ci tado, de 1967, formu la u na diver-sidad d e posiciones qu e configu ra la discu sin con-temporn ea. As, frente a la propu esta, defend ida porvarios au tores, que esta blece un vncu lo entre el sis-

    tema d e cargos actu al y las s ociedades m esoamerica-na s se encuen t ra o t ra que recha za ta l an t igedad ys i t a e l or igen en los fina les de l s iglo XIX. A es taposicin s e adh ieren Cha n ce y Taylor:

    Nuest ro argum ento cen t ra l es qu e , s i b ien la jerarqu a

    civil y las comisiones de las fiestas existan en comunida-

    des indgenas de las tierras altas en tiempos de la Colonia,

    la jerarqua cvico-religiosa fue bs icament e u n produ cto

    del periodo posterior a la Independencia en el siglo XIX

    (op. cit.: 2).

    Hay, s in emba rgo, otros as pectos plan teados qu eme pa rece ju sto men cionar. Por un a pa rte, el recupe-rar la propu esta de J . Greenb erg (1987) de no consi-derar las diferentes posiciones como exclu yentes, sinode otorgarles la calidad de fases de u n desar rollo quet iene qu e ver con la d in mica misma de las comu ni-dades estu diadas; y por la otra, el reconocer qu e existeu na variedad de situa ciones, tan to en el t iempo comoen el espa cio, que es n ecesario tomar en cuen ta pa ra

    la con stru ccin t erica. Es decir , ad vier ten sobre lacomplej idad del fenmeno y la necesidad de consi-derar la al momen to de las generalizaciones.

    Tam bin m e parece imp ortante, s in emb argo, se-a lar a quel las otras cu est iones con las qu e estoy endesacu erdo y que m e permiten avanzar en mis propiospu ntos de vista . En pr imer lugar , habra que s ealarel car cter extrema da men te frgil de defin ir el siste-m a de ca r gos a p a r t i r de l a p r om oc i n ind ivi dua l ,

    pu es, efectivam ente, es u n rasgo reciente relaciona dotan to con la existen cia del t raba jo asa lar iado en lascomu nidad es ind ias lo qu e se vincula con la polticaliberal de fines del siglo XIX, como con el proceso deinvas in , des pojo y comercializacin de las t ierra s

    de las comu nidad es indias lo que comienza a m e-diad os d el siglo XVIII con las r eform as borb nicas .Amb os asp ectos mina ran la b ase comu nitar ia delsu s tento d e los r i tua les y l as fies tas de los p u eblosindios.

    El sistema de cargos se inscribe fu nd am entalmen-

    te en la m atr iz comu nitar ia india, y s i bien es cier toque la estru ctura poltico-religiosa es impu esta por loscolonizadores espa oles, y vigilada mu y de cerca porel clero regular respons ab le y mediador en tre la po-blacin ind ia y las au tor idad es coloniales, la ba sedel modo de vida del campesino indio perma nece inal-terable. Es decir, el traba jo agrcola en torno a l ma z y

    cul t ivos que le acompa an conservara su s par t icu-laridades tcnicas e ideolgicas. Es to tendra u na im-portancia fu nda men tal para la reproduccin del cam-pesino indio y de su cul tura de raz mesoam ericana ,pues todo el conocimiento y la experiencia en torno a

    la a gr icul tura se ma nten dr a en e l marco de la cos-movisin, es decir, de aqu ellos sistema s d e represen -taciones que explican las relaciones b sicas, genera -les, entre los h ombres y de stos con la n atu raleza y el

    universo.El trab ajo agrcola rep rodu cira el car cter de las

    relaciones del homb re con la na tu raleza, sintetizad o ysimbolizado en el largo proceso histrico que implicael su rgimiento y desa rrollo de las sociedad es m esoa-merican as. En el proceso de trabajo se tran smiten losconocimientos y las creencias de los cam pesinos, seorgan izan las relaciones sociales que dan forma a la

    fam ilia y s e const i tuyen los s is temas de pa rentesco.Pero lo que tiene un a importa ncia todava mayor es elcar cter estrictamen te ritu alizado de todo el procesoagr cola (vas e Medin a , 1 990 ). Es to l levar a a u n asistema tizacin de la experiencia a pa rtir de un a ob-servacin cuida dosa de los fenm enos meteorolgi-cos y as tronm icos, conocimiento que sera desa rro-llad o por la clase dirigent e de las socieda des m esoa-mericana s y organ izado, para fines pr cticos, agrco-

    las , pol t icos y rel igiosos, en los diversos s is temascalendricos.

    Con este planteamiento trato de definir la dialcti-

    ca qu e ha bra de esta blecerse desde el principio dela colonizacin h ispa na , entre la comu nidad agra-ria de ra z mesoam erican a y las au toridad es polticasy re lig iosas novohispan as . Por u na par te en cont ra-remos la imposicin d e las ins t i tuciones coloniales ,orien tad a h acia la explotacin y el dom inio, y por la

    otra, la res is tencia y el desarr ollo de es trategias co-mu ni tar ias para m an tener la in tegr idad y la repro-du ccin del modo de vida y la cu ltu ra d e las comu ni-da des ind ias. Ahora bien, el proceso, visto en la pers-pectiva de largo plazo, estara marcado por pocas de

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    feroz explotacin y de un rgimen de acentuadaopresin; pero habra otras en que las crisis econmi-cas y polticas red u ciran la pres in s obre las com u -nidades y ha ran m s evidente el constan te proceso dereelabora cin d e las influen cias y las imposicion es

    coloniales.

    Es d ecir, se da u n a es pecie de meta bolizacin delas influencias externas, desde la matriz agraria de lacom u ni dad i nd i a y desde u na cosm ovis i n que r e -produce las ca tegor as fun dam enta les de l a cul turaind ia, ah ora en los espa cios qu e genera ba el rgimencolonial. En el largo lapso de tres siglos no slo de-sapareceran diversas sociedades indias, otras se

    t ran sformar an s in ren u nciar a su s v ie jas ident ida-des ind ias, y otras su rgiran como n ovedosos y origi-na les resu ltados d e los procesos desata dos por la co-lonizacin.

    Aqu vale la pen a d ist inguir ent re la persp ect iva

    in terior, correspon diente a la cosmovisin ind ia, y laexter ior , qu e t iene como r eferencia los intereses delsis tema colonial . La organizacin impuesta por losespa oles se preocup ara por nom brar e imp oner a-

    quellas autoridades indias que garantizaran el controleconm ico y poltico de las com u n idades ; el cargo m simp ortante en este sent ido era el de goberna dor . Enlos pr imeros t iempos este ca rgo recaa en miembrosde l a nob l eza i nd i a , a l o s cua le s , en l a Cu enca deMxico, se les da ba el ttu lo de tlatoani. Sin emba rgo,la importan cia exterior n o necesariamen te correspon-da a las caracter s t icas de la jerarqu a comun itar ia .

    Como lo ind ica la m ayor par te de la informa cin etn o-grfica, el ritual agrario involucra a sectores ampliosde la poblacin qu e van d esde el n cleo fam iliar, p a-sando por las diversas unidades sociales interme-dias, com o el pa raje, el ba rrio y la mitad , ha sta llegaral conjunto comunal. Todo ello implica una jerar-qua ritua l, respons able tan to del ritu al agrario queaba rca pr ct icamen te todo el a o como de las ce-remonias familiares del ciclo de vida reconocidas

    cu l tura lment e como sign ificat ivas. En tre u n ciclo yotro existe u na estrecha interrelacin, y am bos d efi-nen la m a t r i z sob r e la qu e s e r ep r odu ce la cosm o-

    visin.Con todo esto qu iero resa ltar lo qu e constitu ye lama tr iz agrar ia de la comu nidad ind ia, desde la cuals e e s t ab l ece u n con j un t o de r e lac i ones , de m uch atensin y contra dictorias la ma yor pa rte de las veces,con las instituciones coloniales, primero, y naciona-

    les , despu s.Desde el punto de vista de las cosmovisiones indias

    mesoam ericana s n o existe u na distincin entre lo po-lt ico y lo religioso, y aqu ellos p u est os r elacionad oscon e l poder es tn profu nda men te ent ra ma dos con

    los r i tua les re l ig iosos comu ni tar ios . Para l as au to-r idades coloniales la s i tuacin era est r ictamentepra gmtica, por lo que aqu ellos designad os eran res-pons ables b sicamen te del contr ol poltico y de ma n-tener las con diciones d e exaccin econm ica. Sin em-

    bargo, en trm inos ideolgicos ha ba u na fu er te dis-

    pos ic in ca tequ izante qu e cas t igaba du ram ente l asma nifesta ciones de la religiosidad india.

    El d iscu rso de l poder ent re l as comu nidades in-dias y el sistema colonial se daba en los trminos d elcatolicism o dom inan te. As , mientras el interm edia-r io indio cu mp la con u na fu n cin de m ediacin, lacomunidad expresaba su ident idad colect iva y le-

    gitimab a su posicin poltica por la existencia de u nsan to patrn, en torno al cual se organizaba el r itua lcomu n itar io . Es to h abr a de ll evar a u na polar iza-cin en tre, por u na pa rte, el ri tua l catlico colectivorealizado en las cabeceras de los pueblos, sede de los

    sistema s d e cargos, y el ri tua l agrario de raz mesoa-mericana, refugiado en las casas, los manantiales, lascuevas y los cerros, por la otra. Amb os ciclos r i tua -les, no obstan te, se entram aba n profu nd am ente en la

    vida cotidiana y festiva d e las comu nida des ind ias.El desa rrollo de ins tituciones p olticas complejas y

    representat ivas de las comu nidades h abra de ser u nfenmeno relativamente reciente, prcticamente co-rrespon diente a l periodo de la Revolu cin Mexican a, yms especficamente a consecuencia de la realizacinde la reforma agrar ia du ran te el per iodo cardenista,cua nd o se dar an las condiciones m ateriales y polti-

    cas para l a recons t i tuc in de numerosas comuni -dades indias .

    Es d ecir, lo que llam am os el sistem a d e cargos, lasins tituciones poltico-religiosas comu nitarias, se ins-cribe en la m atriz agraria d e la comu nidad, qu e poseesu propia jeraqua y sus ciclos ceremoniales respecti-vos. Reducir la discusin a la promocin individual oa la jerarqua cvico-religiosa como estructura aut-nom a, pierde de vista n o slo la ba se profu nd am ente

    agraria que la s u stenta , sino tam bin el complejo sis-tema de represen taciones qu e rige su vida, y con ellose pierde la rica y su gerente pers pectiva de la histo-

    ria a largo plazo.Este planteamiento no ignora, desde luego, lasnuevas s i tuaciones que enfrentan las poblacionesind ias: la redu ccin y d esap aricin del t raba jo agr-cola tr ad iciona l, de la m ilpa , y la organ izacin de ins -tituciones polticas y m ovim ientos d e reivindicacin

    tnica, los que desarrollan su discurs o a pa rtir de u nacosmovisin cons tru ida histr icam ente, en el cur sode milenios, y que m an tiene s u vigencia y su coheren -cia en la m ayor parte de las comu nidades indias con-temporneas .

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    2 . Co s mo v i s i n y geo g ra f a s ag rad a

    en la Cu en c a d e Mx ico

    Pocos lu gares del pas presen tan , como la Cuen ca deMxico, u na si tuacin tan su gerente pa ra el estu dio

    del largo proceso h istr ico que se remon ta milenios

    a t r s y llega ha s t a n u es t r os d a s . Los abu nd an t e stest imon ios arqu eolgicos dan fe de mu y tempran asma nifesta ciones de la civilizacin m esoam ericana . LaCuen ca ha b r a de s e r la s ede de gr an des s i s t em associopolticos qu e ejerceran u n a vast a influ encia enel espa cio mesoa mericano; sera, asimismo, el centrode un original y espectacular desarrollo cultural que

    sintet izara los logros y los a vances de las s ocieda desah formadas.

    La colonizacin espaola construira sobre lasru ina s de la an t igu a m etrpoli mexica la capi tal delnu evo virreinato; las an tigua s p iedras de los tem plos

    y palacios serviran par a la constr u ccin de los edifi-cios civiles y religiosos de los con qu istad ores, p ero latraza, el subsuelo y la articulacin al entorno social ynatu ra l man tendr an las p rofun das hu ellas d e la c i -

    vilizacin mes oam erican a.La ciu dad esp a ola era servida, ma nten ida, cruzada ,

    ocup ada y vivida cotidian am ente p or miles de ind iosque res id an en los a l rededores , en los nu merosospu eblos de la Cuen ca, llevan do su modo de vida m e-soam erican o, es decir, su tra bajo en las m ilpas ju ntocon las a ntigu as prcticas de r ecoleccin, ca za y pescaen el medio lacus tre y en las boscosas monta as que

    le c i rcundaban; cont inuaban tambin e l e laboradoritu al agrar io, claro qu e ah ora en forma s por dem sdiscretas . Esos r itu ales y ese t raba jo cont inu aba n yreprodu can , en las n u evas con diciones s ociales , lacompleja y a l t amen te es t ru c tura da cosm ovis in d elos pueblos mesoamericanos. Tal vez no ya la cienciaavanzada y los conocimientos profundamente es-pecializados, pero s los elementos fundamentalessobre los qu e ta l c ienc ia ha ba s ido con s t ru ida ; es

    decir, retenan la mat riz agraria b sica.A par t ir de entonces ha br a de da rse u na in tensa

    in ter re lac in ent re l a c iu dad espa ola y su entorno

    ind io; es m s, todo el desarrollo urb an o ha bra de h a-cerse por el desp ojo sistem tico de las t ierras com u -na les en u n largo proceso signa do por la violencia, elfrau de y la u su rpacin qu e llega pr cticamen te has tanuestros das , como lo test imonian elocuentementelos ha bi tantes d e los mu y ant igu os seoros de Izta-

    palapa, Culhu acn y Coyoacn.Los pueblos indios que sobreviven, no obstante,

    m an t ienen l a c lave pa r a r econoce r un a den sa cos -movisin qu e se encu entr a viva no slo en las p ropiasy viejas com u nida des a grar ias , s ino tam bin en los

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    En los cerros sa grados d e la Cu enca de Mxico seha can grandes rituales en dos m omentos claves pa rala a gricul tura , los que ma rcan el camb io entre la es-tacin llu viosa y la seca.

    E s to s r i t os p r eh isp n icos en cu en t r an su con t in u ac in

    hoy en da en la Fiesta de la Santa Cruz, celebrada el 3 de

    mayo en muchas regiones tradicionales de Mxico y

    Gua temala. Propongo la h iptesis de qu e esta fiesta es, al

    lado del much o m s conocido Da d e los Muertos, aquella

    ce lebrac in an ua l que ha conservado mayor n m ero de

    e lementos de la cosmovis in an t igua y de l ca lendar io

    prehispn ico (ibid.: 12).

    Referentes fun dam enta les en el cu l to a los cerrosson los grandes volcan es qu e dominan el paisaje dela Cu enca de Mxico, como el Popocatpet l y el Iztac-chu at l , as como tam bin otras prominencias como

    el Ajus co, la Sierra de Tlloc, el Teutli, el Cerro d e laEs t re lla ; y ot ras m s p equeas que des tacan por suposicin estratgica en el paisaje, como el Tepetzintli(ah ora conocido como Pen d e los Ba os ), el Zaca tpetl

    (junto al centro comercial Perisur) o el Cocotl (por elru mb o de Cha lco). La importa ncia h istrica de est ossi t ios se a dvier te por la p resencia de ru ina s a rqueo-lgicas t an to en la cima como en s itios aleda os. Enellos se h acan ritu ales de gran imp ortan cia pa ra lospu eblos de la Cu enca, como los cons agrados a los dio-ses de la llu via, qu e eran realizados p or los d irigentesde las principales ciudades.

    De acuerdo con los estu dios h echos por J . Broda,en el mesAtlcahualo del calend ario mexica, qu e corres-ponda aproximadamente al mes de febrero, en varioscerros se ha can peticiones de llu via, ofreciend o niosen sa crificio. En el norte, en el Pico Tres Pa dres de laSierra del Qua u ht petl, as como en el Yoaltcatl , uncerro s i tua do jun to al del Tepeyac. En el or iente deTenoch titln el ritu al se h aca en el Tepetzint li y en elPoyauhtln, as como en el resumidero del lago cono-

    cido como Pant i t ln . En el su reste el cerro mar cadopor el ritu al era el de Cocotl, ub icad o en las cercan asde Ch alco-Aten co; y en el pon iente el cerro corres-

    pondiente e ra e l Yiau hqu eme, en las proximidadesde Tacu baya (Broda, 19 91).

    Una fiesta del ciclo ritua l azteca qu e tiene u na par -

    ticular significacin en los estu dios d e Broda por m os-

    trar la estrecha relacin entr e cosm ovisin, as tronoma

    y paisaje es la celebrada en el cerro Zacatpetl en el mes

    Quecholli. En este cerro sagrado situado en u n entorno

    de tipo chichimeca, es d ecir a greste y rido, se ritu aliza-

    ba una cacera que remita al pasado recolector-cazadorde los pu eblos que dominaba n la Cu enca, as como sedramatizaban los orgenes csmicos de la guerra.

    En el ritual par ticipaban los tlatoan i de los esta dosde la Triple Alian za, as com o su s r espectivas n oble-zas; como parte del ceremonial se sacrificaba a muje-res que representaba n a diosas de la t ierra y a diosas-madres, como eran Coatlicue, Cihuacatl y Tonanzin.

    Y aqu J. Broda n os da su interpretacin se alando, en

    primer lugar la cercan a d e Cuicui lco, zona arqu eo-lgica, de u na an t igedad qu e data del ao 300 a .C.,compuesta de una pirmide redonda y de otras cons-t ru cciones dist r ibuidas en u n a mp lio espacio. Tan tolas cons tru cciones situa das en la cima del Zacatpetlcomo las d e Cuicui lco t ienen la mism a orientacin,ha c ia e l Popocatpet l, en u na lnea sea lada por l a

    sa lida del sol en el solsticio de invierno. Y si se s ita aCuicuilco y el Zacatpetl sobre el map a d e coordena-das disea do por Tichy, se encontrarn dos ejes qu ear t i culan cer ros y c iuda des . El e je nor te - su r t ienecomo r eferen te, en el norte, el Yoaltcatl y el cerro de

    Tepeyac; y en el sur al Aju sco, cruzan do por Tenoch-tit ln y el Zaca tpetl .

    Por otro lado el eje oriente-pon iente pa rte d el Po-pocat petl, cru za p or el cerro Teut li, por los petroglifos

    de Sa n ta Cru z Acalpixca, por Xochimilco, por Cu i-cuilco y termina en el Zacatpetl. La importancia de larelacin en tre los pu ntos qu e marca n los extremos deleje norte-su r se in dica por la identidad d e las d iosa ssacr i ficadas , u na de l as cu a les t i ene como lu gar decul to, has ta nu estros d as , el cerro del Tepeyac, To-nan zin en su advocacin guadalupan a .

    En el mes Huey tozoztli se efectuab a u n r i tual de

    peticin de llu vias en el cerro Tlloc y en el resu m i-dero de Pantitln . En las ceremonias correspond ientesse sa crificaba a n ios. J . Broda s ea la qu e en el casodel cerro Tlloc, en cu ya cima ha ba un a a mp lia cons -truccin, acudan tanto los tlatoani de los estados do-min an tes com o el de Xochimilco. En el temp lo qu e setena con la imagen de Tlloc, haba otras efigies me-nores qu e representab an a los cerros de los a lrededo-res, todos los cuales eran cuidadosa men te adornados

    y vestidos por el gobernante mexica, posteriormentelos otros t latoan i repetan la accin (Broda, 19 89).

    Este dato m e pa rece significativo por d os ra zones .

    Por un a p ar te , por l a eviden te par t i cipa c in d e lospu eb los de l su r de la Cu enca en e s t e r it u a l , com oXochimilco; y por la otra , debido a la imp ortan cia delculto a Tlloc y el sacrificio de nios. Existir algunarelacin con el culto contemporn eo a los n ios diosesque s e venera n en Xochimilco, el ms importan te ce-

    lebra do precisam ente en el mes de febrero?Para conclu i r perm taseme ha cer a lguna s obser -

    vaciones. No podemos ignorar este gran diseo sa gradoestab lecido desd e ha ce tres m ilenios en la cons idera-cin d e las fiesta s y ritua les a grcolas de la Cu enca de

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    Los s istem as de cargos en la Cuen ca de Mxico...

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    Un t r aba j o que cons t i t uye un pa r t eaguas en l a sinvestigaciones histricas sobre el Mxico antiguo ese l que edi ta ran Pedro Car rasco y Joha nn a Broda en1978; aqu J . Broda plante diversas cu est iones qu es i en t an la s bas es de u na lnea de r e flex in qu e e s

    ind ispen sab le para enten der la cu ltu ra y la h istoria de

    los pu eblos de la Cu enca de Mxico, y pa ra r econocerla com pl eja t r am a qu e lo s a r t i cu l a de u na m a ne r acambiante y desde procesos de largo alcance. Enefecto, desde los ensayos dedicados a la est ructuratributaria mexica y a las relaciones polticas rituali-zadas, as como en otros en los que se a na liza minu -ciosam ente el comp licado ritua l agrcola realizado por

    los m exica en diferentes lu gares d e la Cu enca (Bro-da, 197 1; 1978a ; 1978b y 1991 ) se comienza a d ibu jarla est recha relacin que existe entre el paisaje y lacosmovisin, lo qu e implicar a la integracin de lospu eblos en u na estru ctura polt ica y en sis tema s r i -

    tua les que cons t itu i rn u na to ta lidad con u na d in-mica h i s tr ica m ilena r ia . Para ap oyar l as con s ide-raciones relativas al ritu al de los p u eblos de la Cu encaen el siglo XVI apu nta remos b revemen te algu nos an -

    teceden tes, conten idos en tra ba jos de P. Kirchh off yde Pedro Carras co.

    P. Ki rchh off (19 63) apu nt a l a exi s tenc ia d e dosgrand es procesos h istricos relacionad os con las iden-tidades tn icas y su expresin p oltico-religiosa . Poru na par te, est la oposicin en tre toltecas y chichi-mecas, que se nos mu estra tambin como un tipo queKirchh off llama ra d e fu sin. Es decir, en la h isto-

    ria de diversos pu eblos de la Cuen ca encon tram os laconfrontacin entre recolectores-cazadores nmadasy cultivad ores civilizad os, lo que frecuen temen te re-su lta en u na poster ior fu sin.

    De los cu atro ca sos a los qu e se refiere Kirchh off,dos son pu eblos de la Cuen ca; el primer caso, los an -tiguos mexicanos, son producto de una fusin de los

    mexica recolectores-cazadores con los mexitin agri-cultores. El segun do caso es el de los ch ichimecas d e

    Xlot l, que s e fu sionaran con los an t igu os pu eblosde origen tolteca, los acolhu a. Es tos pr ocesos de fu -sin se produ jeron en la crisis qu e provocara la d esin-

    tegracin del imp erio tolteca. Sin emb argo, la fu sinde los pu eblos con ident idades contrapu estas n o ha-bra de implicar la prdida de la mem oria s obre talesdiferencias; al contrario, seran ritualizadas en diver-sas ceremonias, un a de las cu ales es estudiada por J .Broda (1991), la del mes Quecholli en el cerro Zacatpetl.

    Este contra ste constituira u n episodio imp ortante enla historia poltica de los esta dos d e la Cu enca .

    El otro tipo de relaciones intertn icas s e refiere a laorganizacin cu atripartita, m an ifiesta en los pu eblosque migran y se asientan jun tos, s iempre en n mero

    Mxico; tampoco podemos desdear la est recha in-terrelacin en tre todos los pu eblos y el paisaje comoreferente bs ico, qu e a rticula los ciclos cerem onialesa u na cadencia qu e viene de h ace mu cho. Fina lmente,no me parece que exista u na s eparacin rura l-urba na

    en las fiestas de las comu nidades d e la Cu enca, cierta-

    mente mu chas de ellas rodeadas y estranguladas p orla ciu dad m oderna, cua nd o no en fran co proceso deconn u rba cin. Es decir, la lgica de su fu ncionam ien -to se sit a en el conjun to y en u na jeraqu izacin qu erefleja la est ru ctu ra polt ica y la diversida d tn icavigente en el siglo XVI, la qu e h ab ra de con tinu ar enel periodo colonial, con los ca mb ios y reorgan izacin

    que implantar a la corona espa ola p ara los pu eblosde esta estra tgica regin.

    3 . Id en t i d ad t n i ca y o rgan i zac i n p o l t i ca

    Uno de los a spec tos fu nd am enta les de l a organ iza-cin s ocial de los pu eblos de la Cu enca que h a s ido es-casa men te explorado es el del pap el de las relaciones

    intertnicas en la constitucin de las diferentes uni-dad es polticas . La m ayor atencin h a sido otorgada alos a sp ectos esp ecficamen te socioeconm icos y a losde ca rcter poltico y religioso. Sin em ba rgo, la m an e-ra en qu e se conjugan simblicamen te y se su ceden enel t iemp o las ident idad es tn icas de los p u eblos de laCuenca , mu es t ra un a t ram a comple ja que recuperalas par ticu laridad es d el desarrollo histrico y la con -

    figuracin de la den sa cultura que s u byace a los pro-cesos que conducen ha s ta n ues t ros d as .

    El tema es ciertamen te atra ctivo y promete h allaz-gos importan tes, los cua les n os perm itirn reconocerlas h is tor ias llena s de dra ma tism o que protagoniza-rn los grand es esta dos y los diversos se oros queemergen en el fas tu oso escena rio de lagos, volcan es ybosques. Es te conjun to de pu eblos y paisaje entretejeu na cultura que constituir el tras fondo del que emer-

    ger, origina l y dens a, u na gran civilizacin.Mucha es la informacin reunida, y otra que perma-

    nece en n u merosos ar chivos na cionales y del extran-

    jero; pocos s on, s in emb argo, los esfuerzos interpreta -tivos que s e propongan imponer u n orden y nos dejenver las sorpresas que esperan al investigador curioso.Indu dablemente que u no de los au tores fun damen ta-les qu e aporta u n gran proyecto, ambicioso e incon-clu so, es Pau l Kirchh off; las diferen tes p istas dejada s

    en su extraordina ria obra ha n s ido seguidas por variosde su s discpu los; de ellos importa men cionar aqu lasaportaciones de Pedro Carrasco, que nos resul tantrascend entales y una referencia b sica pa ra cu alqu iertrab ajo descriptivo o int erpreta tivo sobre la Cu enca .

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    de cu atro. Tal es el caso de los m exica, cu yos cua tropueblos son los mexitin o mexica, los tlacochcalca, los

    huitznahua chalmeca y los cihua tecpaneca. Igualmen-te se componan de cuatro grupos los tolteca que salie-

    ron de Xalixco y se est ab lecen en Texcoco (op. cit.: 257).

    Evidentemente, esta composicin cuatr ipar t i ta

    remite a los cua tro ru mb os del cosmos; y no slo se ad-vierte en la organizacin estatal de diversos seoros,t am b in h ab r an de cons t i t u i r un p r inc i p io fun da -men tal en la organizacin econm ica, como es la re-lativa a l fu ncionam iento del sistema tributa rio, tan toen lo qu e se r efiere a la delimitacin d e las p rovinciascomo a l car c ter de los imp u es tos pa gados por los

    pueblos sometidos (Broda, 1978a).Los principios generales de la organizacin poltica

    bas ados en la identidad tnica apa recen ya en lo queconstituye el antecedente poltico inmediato de laTriple Alian za, el imp erio tepan eca; es decir, en la h e-

    gemona qu e ejercera Azcapotzalco sobr e los p u eblosde la Cuenca bajo el reinado de Tezozmoc. Anterior ala emergen cia de Azcapotzalco como la poten cia he-gemnica de la Cu enca s ub yace u na historia d e alian -

    zas y de gue r r a s en t r e va r i a s de l a s c iu dad es m simportantes de la regin, como Colhuacn, Tenayuca,Xaltocn y Coatlich n; su jetos, todos ellos, a u na his-toria tu rbu lenta de cinco siglos qu e es cortada por laconquista espaola.

    Las ciudades m s a nt igua s de la Cuenca se s i tua-ban en l a pa r t e su r y su r e s t e , de filia c i n co l hu a -tolteca. Entr e ellas estab a Coyoacn . En ca mb io, en el

    lado su roeste, as como en el oeste, haba ciuda des ypu eblos d e filiacin otomian a. Algun os era n de origenchichimeca , llegados con Xlotl, qu ien tu vo como p ri-mer as iento a Tenayuca; o t ra ant igu a c iudad o tom que dom ina ba el norte de la Cu enca a ntes de la llegadade los tepanecas era Xaltocn.

    Los tepanecas tenan a ntecedentes cu ltu rales qu elos relacionab an con los pu eblos otomian os; fu nd a-ran la ciu dad de Azcapotzalco, la cua l cons tituira el

    centro de u n gran imperio y tendra u na composicintnica integrada por cua tro pu eblos: colhu as , chichi-mecas, tepan ecas y mexicas.

    El centro original de los tepa necas estu vo en el su roeste de

    la Cuenca desde Tlacopan a Coyoacn . Se expandi ms

    hacia el norte cua ndo los chichimecas de Xlotl trasladan

    su capital de Tenayocan a Tetzcoco. Los tepanecas funda-

    ron Toltitln y conquistaron el reino otom de Xaltocn.

    Hacia el sureste, en a lian za con los mexican os, se extendie-

    ron h acia la zona chinam pan eca y Tenochtitln se convirti

    en cabecera de l an t iguo domin io co lhua . Ms ta rde la

    conquista del Acolhuacn complet el control de la Cuenca,

    con la excepcin de parte de Chalco (Carrasco, 1978: 40).

    Hay un a s itua cin qu e mu estra la complejidad delas relaciones intertnicas tanto en el seno de las ciu-da des com o entre los distintos s eoros. As por ejem-plo, por un a pa rte pu eblos como los tepan ecas y me-xicas distribu an contingentes en diferentes seoros,

    como el Acolhu acn , en qu e apa recen como barrios o

    parc ia lidad es qu e re t ienen su ident idad cu ltu ra l . Yha y tambin u na organ izacin du al que n o slo se ex-presar a en dist intas y complementar ias ident ida-des tnicas, s ino inclus o en lina jes gobern an tes pa-ralelos, tal es el caso de Azcapotzalco Tepanecapan yAzcapotzalco Mexicap an ; o tamb in la situa cin qu epresen tab an Tlatelolco y Tenoch t i t ln . En la propia

    c iu dad d e Tlacopan ha ba un a m itad m exica y ot ratepaneca .

    Tanto en Azcapotzalco como en Tlacopan, haba dos

    lneas reales dist intas . Pero no queda claro si haba un a

    divisin geogrfica bien definida para cada cabecera o siha b a u n en t reveramien to de los te r r i to r ios y gen te de

    cad a u n a (op. cit.: 23).

    Coyoacn ser a u no de los grand es se oros de laCu enca , lo que s e reconocera con el t tu lo de Huey

    altpetl, con una composicin compleja basada en laconcepcin cua t r ipar t i t a ; era u na par te impor tantedel imp erio tepan eca, en la qu e gobern aba Maxtla, elhijo de Tezozmoc, el seor de Azcapotzalco. As,mientras Coyoacn comparta una fil iacin tepanecaen lo poltico, en lo cultura l se int egraba a los pu eblos

    y ciudades colhuas, como lo eran Culhuacn, Xochi-milco e Iztapa lapa .

    La gu erra d e los mexica contra los tepa n ecas a fi-n ales d el siglo XV significara el dom inio de la Cu en capor las ciu da des d e la Triple Alian za, entr e las cu alesTenoch titln sera la hegemnica.

    A la cada de Tenochtitln bajo el dominio de la co-rona espa ola y a l reorgan izars e polt i cam ente l asciud ades y pu eblos de la Cu enca, Coyoacn p asa ra a

    forma r pa r te del Marqu esa do del Val le, otorgad o alconquistador Hernn Corts .

    Coyoacn s e presenta, para este momento de reor-

    ganizacin, integrado en un a estru ctura du al, si bienun tanto as imt r ica por la d i s t in ta magni tud de s usd o s p a r t e s : u n a p e q u e a , Ta c u b a y a , q u e r e u n a at rece pu eblos , l lam ados tlaxilacalli, y u n a e n o r m e ,Coyoacn, qu e abarcab a a cerca de cien.

    Mientras Tacubaya tena un nico centro civil y eclesistico

    para s us t rece subu nidades , los tlaxilacalli de Coyoacn

    estaba n organ izados en cinco grupos d istintos: Coyoacn,

    San Ag u s t n d e l a s Cu ev as (Tla lp an ), San to Do m in g o

    Mixcoac, San J acinto Tenan titln (San Angel) y San Pedr o

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    Qu au hxima lpan ... A lo largo del periodo colonial, un tla-

    xilacalli en cada un o de los cuatro grupos qu e compa rta

    el nombre d el conjun to, adqu ir i todos o algunos de los

    a t r i b u t o s a so c iad o s co n e l s t a tu s d e cab ece r a (Hor n ,

    1992-93: 38).

    Aqu ha bra que des tacar , en pr imer lu gar , la es-t ructura prehispnica del seoro o al tpet l Coyoa-cn ; m ar can do l os cu a t r o r u m b os cosm olgicos , yocupan do la ca becera el que corresponde a l centro, elms importante. Aunque R. Horn seal que SanAgust n d e las Cu evas se h aba a gregado rec iente-men te, pues an tes formaba parte de Xochimilco.

    Ms a n, toda la poblacin de San Agustn de las Cu evas

    y sus s u je tos , o un impor tan t e segmen to de el la , pu do

    ha ber tenido u na fi liacin tn ica d ist inta a los indios te-

    pan ecas de Coyoacn . Recu rdese qu e dicho distr ito for-

    m ab a p a r t e d e l altpetl de Xochimilco an tes de su ad-quisicin por Coyoacn y por ende, tena como base una

    etnicidad xochimilca (ibid.: 43).

    De cualquier ma nera, este contraste constituye unelemen to organizativo de la diversidad tnica, pu es enel propio Coyoacn se consigna n asen tam ientos m e-xicas y otom es. La otom fu e u na poblacin su bor-dinada du ran te la conqu ista, diferenciada cul tura l ylingsticam ente de los pu eblos de ha bla nh ua tl quedom ina ba n el valle de Mxico (ibid.: 35).

    Es impor tante , en es te pun to , subrayar l as espe-

    cificidad es de las ident idades tnicas en la Cu enca ,particularmente la manera en que se definen a partirde una organizacin poltica, que lo es tambin socialy econmica. La unidad social bsica era el tlaxilacalli,en que se hablaba u na lengua , que poda ser nh ua t lu otom (has ta donde sa bemos, aun que es posible quehu biera otras lenguas , minoritarias, pu es las qu e do-minaban el panorama de la Cuen ca son las dos men-cionadas). Dos tlaxilacalli podan hablar l a misma

    lengua , pero asu man u na identidad tn ica diferente,expresa da en el dios-pa tron o y en el cul to pol t ico-religioso. Es decir, n o es la lengua el factor decisivo en

    estas identidades, pu es de hecho hab a diversos pu e-blos qu e se asu man tnicamente diferentes, aun quehablaran la m isma lengua .

    Sin emba rgo, el hech o fu nd am ental en la organ i-zacin pol t ica de las ciu da des y de los altpetl er aprec isam ente la d ivers idad tn ica , es t ru c tura da de

    acu erdo con las concepciones cosmolgicas, comp ar-t idas por todos los pu eblos m esoam er ican os . Ade-m s , la s i tuac in presenta u n ext raordinar io d ina-mism o; el mism o caso de los tepan ecas lo mu estra, yaque s i bien s u origen era otomian o, pues s us vncu los

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    histricos estn con la cu na de los pu eblos otomianos,el Valle de Toluca, el antiguo Matlazinco, habra deesta blecer relacion es p oltico-religiosa s y cu ltur alescon pueblos de origen chichimeca y tolteca, que afec-tar an su propia comp osicin, n o slo por la convi-

    ven cia, las m igraciones y diversos p rocesos de a cu l-

    tu racin, sino tam bin por los avatares poderosos delas guerras, que u nen y separan , fun den y desapare-cen poblaciones en teras p or razones m ili tares y es-tratgicas.

    Si en el mom ent o en qu e se realiz la reorganiza-cin poltica de los pueblos de la Cuenca, luego de laconquista, Tacu baya y Coyoacn s e presentaba n como

    u n altpetl du al, lo cual era frecuen te en otros conjun -tos polticos regiona les, tam bin en la estru ctu ra s o-cioeconmica y poltico-religiosa del propio Coyoacnencont ramos u na d i s t inc in d ua l basa da en la opo-sicin simblica arr iba/ aba jo. ste era u n p r incipio

    organ izat ivo imp ortan te para la al tern an cia en la a -su ncin d e cargos p olticos y en la d efin icin de res -ponsabilidades para el trabajo pblico.

    Las d esigna ciones de acohuic y tlalnahuac f u e r o n l a s

    bases organizativas de los trabajos pblicos. El vicario del

    mona sterio dominican o de Coyoacn ates tigu a nte el vi-

    sitad or oidor licenciado Gmez de Sa ntilln ... acerca d e la

    ma nera bajo la cu al se organizaba la gente d e Coyoacn

    par a los tra bajos en la obr a de la iglesia. l afirm que

    los tlaxilacalli de Coyoacn estaban divididos en dos

    par tes , la p r imera l lama da acouya (en la pa rte d el po-

    niente) y la s egund a llamad a tlalnahuac (en la pa rte d eloriente) (Horn, 1992-93: 45).

    Una mirada al mapa de la dis t r ibucin de lospu eblos de Coyoacn, de a cuerdo con su u bicacin to-pogrfica no indica que este tipologa pueda referirsea su pertenencia a la zona boscosa a lta o a la lacu strebaja. La propia Rebecca Horn atribuye la distincin au na an t ig edad en la cons t i tu c in de l a l t pe t l que

    perm itira diferenciar los p u eblos origina les, o nu clea-res, l lam ad os en tonces su periores, de los incorpo-ra dos pos teriorm en te, per ifricos o inferiores. Sin

    emba rgo, la clas ificacin de los p u eblos en esta s d oscategoras , que m s bien rem iten a la cosm ovisin,parece responder a u na distincin, y contraste, a pa r-t i r de un a l nea ima gina ria que pa r te de la cima delAjusco y se orienta hacia el cerro de Tepetzinco, pro-mon torio ubicado a l centro del lago de Texcoco, y que

    correspond e a u no de los ejes qu e componen el s is-tema d e coordenad as ba sa do en la fijacin de pu ntosen el pa isaje de los movimientos d el sol a lo lar go dela o, como lo su brayan F. Tichy y J. Broda, y que h a-bran de s er sea lados en diferentes r i tuales .

    Hasta a qu he inten tado mostrar a lgun os aspectosde la organizacin social de los pueblos de la Cuencade Mxico, en los qu e se a dvierte la conjun cin s obre-sa lient e de la identidad tnica y de la cosm ovisin, a scomo la continu idad de los a spectos b sicos de la es-

    tru ctu ra s ocial desde las cond iciones p revias a la co-

    lonizacin espa ola; y sigu ien do por los vericu etos yvicis i tud es d e los t r escient os a os de d ominio colo-nial , en el que s e for jar an los elementos const i tu t i -vos fu nda men tales d e la n acin m exicana .

    Hay varios hech os qu e definen las par ticu laridad esde los pr ocesos h istricos y culturales de la Cuen ca deMxico. En p r imer lu gar , el car cter profu nd am ente

    entra ma do de las r elaciones sociales y cu ltu rales, detal suerte que es decisivo considerar la totalidad paraenten der mu chos de los procesos que se da n a n ivelcom un it a r i o, de s eor o o de i m per i o. En s egun dolu gar, dicha tram a tiene en las d istinciones tnicas y

    en s u combinacin simblica u n a specto bs ico en lacons t i tuc in d e los d iversos s i s temas pol t icos qu eha n a par ecido a lo largo de su historia milena ria. Entercer lugar, habra de establecerse un a m uy estrecha

    relacin en tre la cosm ovisin y el pa isaje, dom inad opor la presencia de volcan es, cerros y lagu na s, de talsu erte que en el s is tema de coordena das establecidocon estos referent es geogrficos se tra zaran las ciu -dades y se levantaran templos, palacios y otras cons-t rucciones p blicas, entre los cu ales t ienen u na par-ticular significacin los marcadores astronmicos,por ub icarse tan to en las propias ciu dades como en el

    paisaje circu nd an te. As, el resu ltado es u na situa cinpor l a que l a cosm ov is i n t end r en e l pa i s a je unreferente fundamental y ser un elemento bsico parasu reproduccin, en tanto se cont inan los ciclosritua les, las mitologas y los ceremon iales fam iliaresrelaciona dos con el ciclo de vida .

    Fina lmen te, nos encontram os con el hech o de qu ela organizacin poltica establecida por los espaolesen el siglo XVI ha bra de rea lizarse con ba se en las u ni-

    da des polticas ya existen tes, es decir el complejo sis-tema d e seoros y ciuda des, la cu al man tendr a vivaslas dis t inciones tnicas y sociales de las ant iguas

    relaciones mesoam ericana s.

    El altpetl precortesian o... implicaba un a p oblacin y un

    ter r i to r io ba jo e l domin io de u n l ina je d in st ico . Cada

    altpetl estaba su bdividido en un idades menores llamadas

    calpulli o tlaxilacalli. Cada una de estas u nidades, aunque

    gobernada por sus propios oficiales locales, se mantena

    sometida a la au toridad de u na dinasta dirigente a la qu e

    se deban servicios y tributos . La organ izacin de las u nida-

    des a l interior del altpetl era m s bien celular qu e jerrqu ica,

    siendo cada subunidad equitativa... (Horn, 1992-93: 31).

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    Los s istem as de cargos en la Cuen ca de Mxico...

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    El tlaxilacalli o calpulli es la com u ni dad a g r a r iau nida p or un territorio, con u na varian te dialectal dela lengua ha blada regionalmen te, ar t iculada jerr-quicam ente por u n s istema de pa rentes co especfico,as como con su propia estructura poltico-religiosa y

    con su s istema ritua l en torno a u n conjun to de dioses

    qu e le otorgaba n s u identidad p oltica y tnica.Aqu ellos se oros qu e tenan tlatoani fu e r on r e -

    conocidos p or los espa oles como cabeceras, lo quesignificaba la organizacin de u na estru ctura polticaespa ola, la cual era ad apta da, refu ncionalizada, porla clas e dirigente, es decir, por la nob leza, par a con -t inu ar con s u s propios s is tema s de organizacin po-

    l t ica. La con dicin d e cabecera h ab ra de m an ifes-tarse por la existencia de u na crcel y de un mercadolocal , pero sobre todo p or u n a iglesia o cap i lla y u ngobierno municipal.

    En u na ins peccin realizada en 155 3 en Coyoacn,

    un o de los ms impor tan tes seor os de la Cu enca ,pu es controlaba pr cticam ente los lados su r y ponien-te, el goberna dor, tlatoani, se pres ent con los sigu ien-tes fu n ciona rios m iembros d el cabildo: dos a lcaldes,

    ocho regidores, dos m ayordomos, dos conta dores, dosescriban os, ocho algu aciles y u n alcaide de crcel. El

    tlatoani de Tacubaya, en su condicin de gobernador,se presentar a , en la misma ceremonia , acompa a-do por otros m iembros d e su gobierno entre qu ienesesta ban u n a lcalde, dos regidores y s iete alguaci les(Horn, 199 2-93: 34). Lo que h ay que dest acar a qu ,entre otras cosas, es n o slo el hech o de que el n me-

    ro de los funcionarios expresara la organizacin pol-tica compleja d el seoro, sino ta mb in las respon sa-bilidad es qu e correspond an a ca da cargo, se referi-rn los ma yordomos a l cuidad o de la iglesia y de sussa ntos ? Eviden temen te la etn ograf a p u ede ofrecer-nos p i s tas m uy su gerentes .

    En tan to qu e du ran te el siglo XVI la organ izacinpolt ica p rehisp nica m an tend ra su vigencia en lost r m inos gene r a le s qu e ga r an t i zaban su r ep r odu c -

    cin, en los aos sigu ientes h abra de da rse u n movi-miento de fragmen tacin por el qu e an tiguos tlaxilaca-

    llise convertan en cab eceras y adqu iran u na condicin

    de cierta a u tonom a en lo poltico.

    Cuan do un pu eb lo su jeto adquir a a t r ibu tos a soc iados

    or ig ina lmente a su cabecera , a saber , u n gobernador y

    un concejo mu nicipal o u na iglesia indepen diente, y reci-

    ba l mism o el rango de cabecera , el nu evo modelo de

    cabecera-sujetos designado poda ser percibido por los

    indios ben eficiados como un a verdadera , o al menos le-

    gt ima, concrecin d e u n altpetl, den ominn dolo as ,

    por ende . . . E l llegar a ser u n cen t ro par roqu ia l au tno-

    mo y el tener u na represen tacin especfica en el concejo

    de Coyoacn, consti tuyeron expresiones de identidad e

    integridad de entidades de origen prehispnico pero ya

    en el m bito de la p osconquista (Horn, 1992-93: 41 -42).

    Si bien es cier to que la ten dencia en la organ iza-

    cin p oltica fue h acia la const itu cin d e pu eblos in-

    diferen ciados, ello n o romp i con las afiliaciones cu l-tu rales y polticas d e car cter histrico, como lo h a-bran de mos trar r i tua les rel igiosos tan to de or igencristian o-colonial como a grario-mes oam erican o.

    Bajo es tas c ircun stan cias , los c inco agrupa mien tos de

    tlaxilacalli en Coyoacn n o estu vieron inmu nes a la ten-

    d en c ia sep a r a t i s t a en t r e su s p r o p ia s s u b u n id ad es . Ya

    pa ra med iados del siglo XVII, en ciertos tlaxilacalli existan

    ind icadores de una m ovi lidad hac ia e l s ta tus indepen-

    d ien te . San Andrs Toto l tepec y Ajusco , por e jemplo ,

    fueron conferidos d e u na representa cin esp ecfica en las

    elecciones municipales de San Agustn de las Cuevas, conun alcalde cada un o (Horn, 1992-93: 43) .

    En nu estros das , la presen cia de los an t iguos al-tpetl y tlaxilacalli es reconocible en la delimitacin dealgu na s delegaciones que componen el Distrito Fede-ral, particu larm ente las del su r y su reste, tales comoIztapalapa , Tlh u ac, Coyoacn , Tlalpan , Xoch imilco,Milpa Alta y Cua jima lpa; as como otra s colonias qu ere t ienen su an t igua ident idad y se presentan comoislotes que resis ten la man cha u rban a.

    4 . E l d es a r ro l lo u rb an o

    y l a s c o m u n i d a d e s i n d i a s

    Si en a lgu n a r egin r esu lta i lu sorio y trivial cons ide-rar a is ladamente a cada u no de los poblados que lacom ponen , p a r a conoce r su h i s t or ia y su s ca r a c t e-rsticas cu ltu rales, esa es pr ecisam ente la Cuenca d eMxico, esp acio geogrfico de ra sgos ecolgicos b ien

    defin idos , cuya ocupa cin hu ma na es m u y ant igu ay con u n a imp ortan cia es tra tgica, en lo poltico y loeconmico, desde h ace varios milenios.

    Tan to su m u y ant igua ocupacin como su centra-lidad en los diferentes s istemas sociales que s e su ce-den , ha b r an de cond ensa r s e en un a r ica h i s t o r ia ,plena d e acontecimientos dra m ticos y de cristaliza-ciones expresadas en estructuras polticas de crecien-te complejidad, as como en una intensa interrelacin

    con su entorn o natu ral, al grado de cons tituirlo en lama triz para la repr oduccin de u na cosmovisin forja-da en los siglos (vas e Esp inosa, 1 995 ).

    El conjun to de las poblaciones d e la Cuen ca de M-xico hab ra de configura r u na cerrada red de relaciones

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    hist ricas , cuyos cen tros p oltico-religiosos ca m bia-ran a lo largo del tiempo, no as su base social, com-pu es t a po r la s n um er osas com u ni dades ded icadas

    tan to a la agricultura , como a la caza, la pes ca y la reco-leccin, y en cu ya cons ecucin cons tru iran u na rica

    experiencia y vastos sab eres organ izados en u na cos-

    movisin.Uno de los ras gos llama tivos de los pu eblos y los

    estados d e la Cu enca es el de su diversidad tnica ylin gstica a lo lar go de su desa rrollo histrico; por lomen os desde sus r emotos or genes mesoam erican oshas ta prc t icamente nues t ros d as . Esa d ivers idadha bra de const i tuir un elemento fu nd am enta l de la

    organ izacin social de los diferentes estad os form adosen Mesoamrica, y hab ra de cont inu arse, con igu alvitalida d a lo largo del periodo colonial, como u n hech o

    ju rdico reconocido en cu an to se refiere a los dos gran -des con glomera dos: la Rep blica d e los ind ios y la

    Repblica de los es pa oles .El l iberalismo del Mxico independiente negara,

    en lo jurdico y en lo poltico, la diversida d tn ica, au ncua ndo la realidad misma se encargara de m ostrar-

    lo en los h echos cotidianos , como sera eviden te en lasa ngrienta y trgica historia del siglo diecinu eve m e-xican o, el de las guerras de castas, los dos imperios,las dos invas iones ext ranjeras y l as dos la rgas d ic-tad u ras (la de Sa n ta An na y la d e Porfirio Daz).

    Ya a lu dimos an tes a la am plia diversidad tn ica ylingstica prevaleciente en las sociedades mesoa-mericanas previas a la conquista y colonizacin euro-

    peas ; un a s i t ua c in qu e po r c ie r t o ha s i do e scasa -men te investigada y de la qu e diferentes a u tores ha nhecho sealamientos significativos, como Paul Kirch-hoff y Pedro Carra sco, entre otros.

    El sistem a s ocial imp u esto por los esp a oles reor-ganizara las relaciones sociales existentes, reconocien-do un a pa rte de los sistemas vigentes, como lo apu n-tam os en la s eccin a nt erior, lo que s e advertira en lacont inu idad de los se oros ma yores que h abran d e

    sobrevivir a la violencia de la conquista militar. Aunquela divisin principal, que se reflejara t ajan temen te enla s ociedad colonial, era la qu e sepa rab a a los indios

    de los espa oles, u nos s i tuad os como infer iores, losprimeros, y otros como su periores, los segun dos. Estadiferenciacin cruzara la sociedad colonial en trmi-nos abiertamen te racistas y calara profu nda mente ensu evolu cin p osterior.

    Esta distincin colonial incidira definitivamente

    en la p lan ificacin u rban a. La traza d e lo qu e sera lacapital del virreinato separara claramente a losmiembros de las dos rep blicas: dentro de la ciu dad ,con sus accesos controlados, viviran exclusivamen-te los hispa nos y las llam ada s cas tas , es decir los pr o-

    du c t os de l a m ezc la r a c ia l que no s e r an u n g r u posignificativo sino h as ta fines d el periodo colonial. Enel resto de la is la y en t odo el entorn o de la Cuen caestaran los pu eblos indios; si acaso en las ca becerasde lo s s eor os m a yor es s e a s en t a r an a l gun as au -

    toridades eclesist icas y polticas , as como algun os

    encomenderos, tal sera el caso de Coyoacn, Tlalpany Xoch imilco, por ejemplo.

    La capital virreina l, Mexico-Tenoch titln , s ede d ela p oblacin espa ola, estar a rodead a p or la p obla-cin india organizada en d os pa rcial idad es qu e con-t inu aba n la organ izacin m esoamericana de los doses tados m exicas : San J ua n Tenocht it ln y Sant iago

    Tlatelolco, cuyos miembros ocupa ban las t ierras al -rededor de la tra za espa ola y otras p oblaciones r ibe-reas del lago.

    As, se esta bleci u n a s egregacin res idencial apli-cada du ran te todo e l vir re ina to , y mient ras en gran

    pa rte del territorio se llevaba a ca bo u na m ovilizacinma siva de poblacin pa ra concent rar la en pobladoscompactos y ejercer de esta m an era u n m ayor controlsobre la misma la llamada poltica de reduccin, que

    tendra consecuencias demogrficas catastrficas,en la Cu enca d icha p ol t ica t en dr a e fec tos m s l i-mitados, dada la elevada dens idad d e sus poblados,as como la decisin d e ma n tener el sistema poltico yeconmico mesoam erican o, dirigido por su nobleza, lacu al se s omet era a l gobiern o civil y religioso d e loscolonizad ores esp a oles.

    Es to cons t itu ye u n m u y imp or tante asp ec to que

    nos va a perm itir observar m s de cerca los complejosy diversos p rocesos de cam bio que vivan las pobla-ciones as entad as en la Cuen ca, pero sobre todo nosabr ir la posibilidad d e reconocer aqu ellos otros p ro-cesos que expresan u na cont inu idad qu e se remontasiglos at rs ; todo, claro est , en la medida del potencialan altico de nu estros m todos y teoras .

    E l hecho e s que a l fun da r s e la c iu dad e spa o lasobre la ant igua ciudad india y al mantenerse la

    compleja red de relaciones econmicas y polticasestablecidas entre la poblacin de la Cuenca, secontinu aran las ba ses y los pr incipios organ izativos

    tan to del tra ba jo agrcola, como de las relacion es depa ren tesco y de la organ izacin p oltica a n ivel de lacomun idad y de l seor o, todo lo cua l sos t iene u nacosmovisin am par ada en el r itu al agrar io y en elciclo de vida cot idian o qu e encon tra r a los cam i-nos m s d i ve r sos pa r a con t i nu a r se y r ep r odu c ir s e

    an te la fu erza repres iva de la a ccin pr osel it is ta d elos fra iles y de la Iglesia en gener al.

    Los pu eblos indios, adem s d e dedicarse a las a c-tividades agrcolas en torno a los cu ltivos tra diciona -les mesoamerican os, ser an u na fuente fu nda men tal

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    de ma no de obra y de provisin de produ ctos alimen -ticios, as como otros b ienes in corporados a l tribu to.Esto ha bra de reflejars e cada vez m s acentu ada men -te en las ocupa ciones de a quel las poblac iones m scercanas a la traza u rban a espa ola, de tal su erte que

    pa r a 1810 ,

    oficios como la a lba ilera, zapa tera, ca rpint era, tejido,

    botonera, etc., son caractersticos de los barrios ms cn-

    tricos; al desvan ecerse los lmites de la ciu dad empiezan

    a aparecer los zacateros, hortelanos (chinamperos, en mu-

    chos cas os), tiradores de patos, pat eros, pescadores y sa-

    lineros y sa litreros (como se llamab a a los qu e ha can te-

    quesquite), y otros oficios que predominaban en los pue-

    blos forn eos de u na y otra pa rcialidad (Lira, 198 3: 40).

    Los pu eblos de m s al su r, de la pa rte lacu stre, quese dedicaban a l cu l t ivo de las chinamp as , y por su -

    pu esto tambin los qu e vivan en el somontan o, man -tendr an su modo de v ida y ser an una fuente deaprovis iona miento de verdu ras y de gran os par a l ac iudad.

    Las ch inam pas de pu eb los compren didos en Ix taca lco ,

    Mexica lcingo , San ta Ana Zacat lam anco , San J ua n ico o

    San Ju an Nex t ip ac co m o se l e l l am a t am b in , l a

    Magdalena Mixiuca y otros pu eblos ch inam peros del sur ,

    su jetos a la parcialidad de San J ua n fueron celosamente

    conservados como patrimonio familiar... Las tierras de los

    fondos del lago salobre, au n cu an do estaban en lugares

    arren dados, fu eron objeto de repetidos pleitos, pu es de laindu str ia de la sa l y el teques quite vivan m uch as fami-

    lias de la Magdalena Salinas y sus barrios. Los zacatales

    y lugares de caza y captu ra de pa tos y de pesca, fueron

    tam bin objeto de reclam aciones cons tan tes (ibid.: 47).

    Lo cier to es qu e la ciud ad espa ola crecer a len-tam ente a costa de las t ierras d e los pu eblos ind ios,proceso que contin a h asta n u estros das. Dura nte la

    ma yor par te d el per iodo colonial se esta blecer a u ncontrol en las constru cciones n u evas, de tal man eraque s e ma ntu viera la tra za reticular d el plano origina l.

    El p lano de la c iudad , pues , debe considerarse es t t ico

    ha sta los p rimeros a os del siglo XVIII, centu ria en cuyo

    curs o comen z a m an ifesta rse el crecimiento y la u rba-

    nizacin de reas intermedias entre el casco de la ciudad

    y la m argen occiden tal del lago...(En ciclopedia de Mxico,

    1985: 52).

    Para e l ao de 1794 se rea l izar a u n in ten to porcontrolar el crecimiento de la ciuda d, qu e fu e ab an -don ad o par a iniciar lent a y significativam ent e, el cre-

    cimiento an rqu ico. Para el Segu nd o Imp erio se traza-r a un a am plia avenida qu e rompera la disposicinreticular de la ciuda d. En efecto, lo que s era el Paseode la Reforma, qu e u na a l Bosque de Chap u ltepec cone l cen t r o de la c iu dad , s e conve r t ir a en u na be ll a

    ca lzad a s obre l a que Por fi r io Daz ma n da r a cons-

    tru ir los monu men tos de Coln, Cua u htm oc y la In-dependencia, adems de las estatu as de los h roes delas entidades federativas a lo largo de las am plias ban -quetas .

    La ciu da d d e Mxico, erigida en cap ital federa l pordecreto del 18 de n oviemb re de 1824 , camb iar a sur gim en m u n i c ipa l y s e gobe r na r a po r u n r egen t e

    nom brad o directam ente por el presidente a ra z de lareforma constitu ciona l del artculo 73, del 28 d e agos-t o d e 1 9 2 8 ; y d e a c u e r d o c o n l a Ley Orgnica de l

    Gobierno de l Distrito Fede ral del 31 de diciemb re de1941 , la ciuda d de Mxico ser a u na de las doce de-

    legaciones de qu e se compon dra el Distr ito Federa l.Era reconocible toda va, por ese enton ces, el an tigu on cleo urban o que se cont ras ta ba con las poblac io-nes indias y colonias que comen zaban a a parecer por

    diferentes rumbos en terrenos de antiguas haciendaso de llan os gan ados a los pan tan os, ahora desecados.

    Ya p ara el a o de 197 0, en la Ley Orgnica del 29de diciembre, apareceran como sinnimos la ciu-da d de Mxico y el Distrito Federa l, cu an do la m an -cha urba na hab a t rascendido es ta de l imi tacin a d-ministrativa y alcanzad o a varios m u nicipios d el Esta -do de Mxico, de tal man era qu e el rea Urba n a de la

    Ciudad de Mxico (AUCM) se constitua en un espaciopa r t i cu la r qu e c r ec a r p idam en t e y a r r a saba a supa so los an tigu os pu eblos, as fixiand o a la m ayora ydetenindose frent e a aqu ellos qu e defiend en s u in-tegridad, como lo muestran actua lmen te los que com-ponan los a nt iguos se oros d e Xochimilco, Tlalpan ,Tlh u ac y Milpa Alta, a hora t ran sf igura dos en dele-gaciones del Distrito Federal, y su jetos a es a a rcaicainerc ia u rban a qu e se an idar a en la ve tus ta c iu dad

    colonial y arras ar a prct icamen te con u na pobla-cin qu e, toda va a principios del siglo XX, reten a aflor de piel los viejos m odos de vida y con cepciones

    del mundo profundamente mesoamericanas.El crecim ien to de la ciud ad de Mxico en es te siglo,que es cu an do a lcan za d imen s iones d e gran met r-poli, presenta tres etapa s de a cuerdo con Luis Unikel(197 4). La p rimera corresp ond e al proceso qu e llegaha sta 1930, a la qu e podemos caracter izar como cir-

    cunscribindose a los l mites administ rat ivos de laciu da d d e Mxico.

    En efecto, en 1 930 el 98% de la poblacin d el AUCM re-

    sida den tro de los lmites d e la ciuda d de Mxico. El 2%

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    And rs Medina

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    restante habitaba en las delegaciones de Coyoacn y Az-

    capotzalco, contiguas a la capital (Unikel, 1974: 187).

    (La segun da etap a aba rca de 1930 a 1 950) Este periodo

    destac, en primer lugar , porque tan to la ciudad de M-

    xico como el Distrito Federal y el AUCM alcanzaron tasas

    promedio sup eriores a las de la etapa ant erior. Este hecho

    fu e n o to r io d u r a n te e l d ecen io 1 9 4 0 - 1 9 5 0 , en q u e l a s

    tas as de crecimiento fenm eno fueron s lo un reflejo del

    ace lerado proceso de u rb an izac in de l pa s . . . Dura n te

    esta s egun da etap a, y en especial de 1940 a 1950, se inici

    en form a definitiva la des concent racin de poblacin del

    centro hacia la periferia de la ciudad, bsicamente hacia

    el sur y sud este del Distr ito Federal (ibid.: 187).

    La te rcera e tapa , de 19 50 a 1970, cor responde aun a rp ida expan sin sobre los pu eblos de la Cu enca.L. Unikel estima qu e en es te movimiento se a nexara

    a loca l idades menores de 15 ,000 ha bitan tes , cons i-de radas n o u r banas , que hab r an de sum ar en t o ta l254 m il pe rsonas , qu e b i en podem os s up one r e r anmiembros de las viejas comun idades agrar ias .

    Esta tercera etapa s e compon e de dos partes, en laprimera (195 0-196 0), la expan sin ind u strial corres-pond e a Nau calpan, Ecatepec y Tla lnepant la , mu -nicipios del Estad o de Mxico. En la segu nd a (196 0-1970 ), se presen ta u n acen tu ado crecimiento demo-grfico con tas as ma yores qu e las del Distrito Federal.Nau calpan, Tlalnepan t la, Ecatepec y Chimalhu acntu vieron en es te l apso un a tas a de crec imiento de-

    mogr fico de 18 .6 por ciento a n u al. Por otro lado, losmu nicipios de Tultit ln, Coacalco, Cu au titln , Hu ix-qui lucan, La Paz, Chimalhuacn y Nezahualcyot lpa rte ya de la Zona Metropolitana de la Ciu da d deMxico, mostrar an una tasa anual de 19.7 porcient o, con lo cua l se advierte qu e el proceso de m e-tropolizacin h a alcan zado a los m u nicipios conu rba-dos d el Estad o de Mxico(Unikel, op. cit.: 189-192) .

    Este extraordina rio fenm eno de t ra ns forma cin

    de la c iu dad de Mxico en u na met rpol i de esca lamu nd ial, alcan zara en la dcada de los a os ochen taun a ma gnitud qu e la s i ta entre las m s grandes del

    m u ndo , t iene un a con t r apa r t e que e scasam en t e hasido invest igada y que alud e a u n s u strato h istr icoen que descan sa su cultura, su identidad y los impu l-sos profun dos que s e expresan elocuen temente tantoen su dinm ica poltica como en su pluralidad tnicay lingstica.

    Es te su s t ra to lo componen los an t iguos pu ebloscampes inos que cont in an ma nteniendo y enr iqu e-c iendo has t a n ues t r os d a s un pa t r im on i o cu l t u r a lque los vincu la con los an tiguos s eoros de la Cu en-ca, los cua les, en su s cara ctersticas cu ltur ales sus

    manifestaciones religiosas y sociales mantienen,con ropa jes qu e conjugan lo modern o exterior con loespecfico propio, un a cosm ovisin en la qu e se con -t ienen tanto una r ica histor ia, apenas invest igadadesd e la per sp ectiva local, como sa beres y creencias

    de un m u y denso contenido.

    5 . A man e ra d e r e f lex i n fi n a l

    El proceso de d i scus in acerca de l a t ra scenden ciaterica del s is tema de cargos ha m ostrado, ms quena da, la extrema complejidad del fenmen o estu dia-

    do. Lo que en un principio se describe como u na par-t icular idad de la est ructu ra social de las comu nida-des indias , pron to most ra r a no slo su s comple ji-dades especf icas, s ino tambin aquel las de ordeneconm ico, al rem itir a la n ivelacin, es d ecir a la

    redistribu cin. Lo qu e a s u vez sera criticad o a pa rtirde la demostracin de u na clara tenden cia a la dife-ren ciacin s ocial y a la m onop olizacin de los pu es-tos dirigentes por las familias ricas.

    stas son las l neas de reflexin trabajadas desdela persp ect iva de la an tropologa s ocial ; h ab ra qu eind icar la poca atencin que s e ha dado a la temticadel poder. Lo que h a s ido trab ajado principalmente enel caso de las comu nidades cam pesina s, no lo ha sidoen relacin con los s is tema s de cargos de las comu -nidades indias.

    Sin em bar go, la persp ect iva etnolgica qu e esta-

    blece u n ma rco tempora l de largo aliento y nos r emiteal concepto de Mesoamrica como espacio fundamen-tal en trm inos cultu rales e histricos, otorga distin-tos nfasis a las mismas temticas e introduce otrosproblema s. Tal vez un o de los d e ma yor relevan cia, porsu actu al idad , adem s de las dificul tades tericas alas qu e con voca, sea el de la etn icidad, cu estin qu eap ela claram ente a la historia. Es decir, no podemosplantea r la discu sin s obre la identidad tn ica de los

    pueblos indios si no es en una perspectiva histrica;adem s, es a lgo que tiene qu e ha cerse en el largo ca-mino por el que se configura la na cin m exican a.

    El pun to de par t ida pa ra reconocer el proceso deformacin na c ional t iene como an tecedente fu nd a-men ta l la h is tor ia m esoamer ican a , premisa qu e re-conoce ha s ta l a mism a h i s tor ia of ic ia l , la d e l com-ponente m esoamericano de la cu ltura na cional ; peros i hay una regin en que se expresa de u na man era

    ext remada men te r ica y su gerente l a cont inu idad delos p rocesos h istricos y la p resen cia viva de la mu yan tigua tra dicin m esoamericana sta es precisam en-te la Cuenca de Mxico, espacio geogrfico e histricoen que se dio el desarrollo urbano que conducira a la

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    Los s istem as de cargos en la Cuen ca de Mxico...

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    configurac in d e la c iudad m s grand e de l mu nd o.Cmo expresa es ta c iud ad s u dens o componentemesoamericano? Qu aspectos d e su s p rocesos cul-tura les lo mu es t ran?

    Estas cuest iones son accesibles especf icamente

    por la etnografa, y un o de los cam pos qu e nos con -

    du cen a la ba se de los pr ocesos histricos relaciona -dos con la diversidad tnica y la rep rodu ccin d e lamisma en el ma rco de los nu evos procesos urba nos esel de la organizacin poltico-religiosa de los antiguospu eblos m esoam erican os, ah ora convertidos en colo-nias, barrios, delegaciones y comunidades campesinas.

    La clave est no slo en el reconocimiento d e la vi-

    gencia de es tru ctu ras poltico-religiosas qu e expresanun a a nt igua raz mesoam ericana , s ino sobre todo enel proceso de reprodu ccin de u na cosmovisin queman t ienen las premisas cul tura les e h i s tr icas enque ba san su ident idad. Es to s lo puede a dver t ir se

    cua nd o se considera el conju nto de la Cu enca, pu ese lla cons t i tuye u na u nidad h i s tr ica y cul tu ra l . O,como lo dejan ver los ciclos cerem oniales y los ritu a-les en qu e se intercam bian y visitan sa ntos en las p e-

    regrinaciones, un espacio sagrado en el que el paisajese entra ma profu nd am ente con la cosmovisin.

    Para abr ir el cam ino a u na reflexin qu e reconozcalos procesos h istricos de ma yor profun didad, por losqu e se estab lece y define la cu l tura d e la ciuda d deMxico, tenem os que pa rtir del compon ente qu e apor-tan los an tiguos pu eblos de raz mes oamericana y delas d iversas forma s en qu e se man ifiesta en nu estros

    das . La e tn ograf a n os ofrece un a p erspec t iva qu eperm ite definir cues tiones mu y sugerentes y articulalos d i spersos da tos de l a a rqueologa , l a e tn ohis to-ria, la ling stica y la historia n acional, de tal ma neraque podemos comenzar a reconocer no slo la conti-nu idad de procesos mu y antigu os, sino la vigencia deun a cosmovisin en m uch os elementos de la cul turade los ha bi tan tes de esta ciuda d capi tal.

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