andersen, hans christian - pegaojos

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  • 7/24/2019 Andersen, Hans Christian - Pegaojos

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    Hans Christian Andersen

    PPeeggaaoojjooss(Ole Lukie)

    En todo el mundo no hay quien sepa tantos cuentos como Pegaojos. Seor,

    los que sabe!

    Al anochecer, cuando los nios estn an sentados a la mesa o en su escabel,viene un duende llamado Pegaojos; sube la escalera quedito, quedito, pues vadescalzo, slo en calcetines; abre las puertas sin hacer ruido y, chitn!, vierteen los ojos de los pequeuelos leche dulce, con cuidado, con cuidado, perosiempre bastante para que no puedan tener los ojos abiertos y, por tanto,verlo. Se desliza por detrs, les sopla levemente en la nuca y los hace quedardormidos. Pero no les duele, pues Pegaojos es amigo de los nios; slo quiere

    que se estn quietecitos, y para ello lo mejor es aguardar a que estnacostados. Deben estarse quietos y callados, para que l pueda contarles suscuentos.

    Cuando ya los nios estn dormidos, Pegaojos se sienta en la cama. Va bienvestido; lleva un traje de seda, pero es imposible decir de qu color, puestiene destellos verdes, rojos y azules, segn como se vuelva. Y lleva dos

    paraguas, uno debajo de cada brazo.

    Uno de estos paraguas est bordado con bellas imgenes, y lo abre sobre losnios buenos; entonces ellos durante toda la noche suean los cuentos msdeliciosos; el otro no tiene estampas, y lo despliega sobre los nios traviesos,los cuales se duermen como marmotas y por la maana se despiertan sinhaber tenido ningn sueo.

    Ahora veremos cmo Pegaojos visit, todas las noches de una semana, a unmuchachito que se llamaba Federico, para contarle sus cuentos. Son siete,

    pues siete son los das de la semana.

  • 7/24/2019 Andersen, Hans Christian - Pegaojos

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    Pegaojos Hans Christian Andersen

    Lunes

    * Atiende dijo Pegaojos, cuando ya Federico estuvo acostado, verscmo arreglo todo esto.

    Y todas las flores de las macetas se convirtieron en altos rboles, queextendieron las largas ramas por debajo del techo y por las paredes, de modoque toda la habitacin pareca una maravillosa glorieta de follaje; las ramasestaban cuajadas de flores, y cada flor era ms bella que una rosa y exhalabaun aroma delicioso; y si te daba por comerla, saba ms dulce que mermelada.

    Haba frutas que relucan como oro, y no faltaban pasteles llenos de pasas.

    Un espectculo inolvidable! Pero al mismo tiempo salan unaslamentaciones terribles del cajn de la mesa, que guardaba los librosescolares de Federico.

    Qu pasa ah? inquiri Pegaojos, y, dirigindose a la mesa, abri elcajn. Algo se agitaba en la pizarra, rascando y chirriando: era una cifraequivocada que se haba deslizado en la operacin de aritmtica, y todoandaba revuelto, que no pareca sino que la pizarra iba a hacerse pedazos.

    El pizarrn todo era saltar y brincar atado a la cinta, como si fuese un perrillo

    ansioso de corregir la falta; mas no lo lograba. Pero lo peor era el cuadernode escritura. Qu de lamentos y quejas! Partan el alma. De arriba abajo, encada pgina, se sucedan las letras maysculas, cada una con una minsculaal lado; servan de modelo, y a continuacin venan unos garabatos que

    pretendan parecrseles y eran obra de Federico; estaban como cadas sobrelas lneas que deban servirles para tenerse en pie.

    Mirad, os tenis que poner as deca la muestra. Veis? As,inclinadas, con un trazo vigoroso.

    Ay! qu ms quisiramos nosotras! gimoteaban las letras deFederico. Pero no podemos; somos tan raquticas!

    Entonces os voy a dar un poco de aceite de hgado de bacalao dijoPegaojos.

    Oh, no! exclamaron las letras, y se enderezaron que era un primor.Pues ahora no hay cuento dijo el duende. Ejercicio es lo que conviene a

    esas mocosuelas. Un, dos, un, dos! . Y sigui ejercitando a las letras, hastaque estuvieron esbeltas y perfectas como la propia muestra. Mas por la

  • 7/24/2019 Andersen, Hans Christian - Pegaojos

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    Pegaojos Hans Christian Andersen

    maana, cuando Pegaojos se hubo marchado, Federico las mir y vio queseguan tan raquticas como la vspera.

    MartesNo bien estuvo Federico en la cama, Pegaojos, con su jeringa encarnada,roci los muebles de la habitacin, y enseguida se pusieron a charlar todos ala vez, cada uno hablando de s mismo. Slo callaba la escupidera, que, mudaen su rincn se indignaba al ver la vanidad de los otros, que no saban pensarni hablar ms que de sus propias personas, sin ninguna consideracin a ella,que se estaba tan modesta en su esquina, dejando que todo el mundo leescupiera.

    Encima de la cmoda colgaba un gran cuadro en un marco dorado;representaba un paisaje, y en l se vean viejos y corpulentos rboles, y floresentre la hierba, y un gran ro que flua por el bosque, pasando ante muchoscastillos para verterse, finalmente, en el mar encrespado.

    Pegaojos toc el cuadro con su jeringa mgica, y los pjaros empezaron acantar; las ramas, a moverse, y las nubes, a desfilar, segn poda verse por lassombras que proyectaban sobre el paisaje.

    Entonces Pegaojos levant a Federico hasta el nivel del marco y lo puso depie sobre el cuadro, entre la alta hierba; y el sol le llegaba por entre el ramajede los rboles. Ech a correr hacia el ro y subi a una barquita; estaba

    pintada de blanco y encarnado, la vela brillaba como plata, y seis cisnes,todos con coronas de oro en torno al cuello y una radiante estrella azul en lacabeza, arrastraban la embarcacin a lo largo de la verde selva; los rboleshablaban de bandidos y brujas, y las flores, de los lindos silfos enanos y de loque les haban contado las mariposas.

    Peces magnficos, de escamas de oro y plata, nadaban junto al bote, saltandode vez en cuando fuera del agua con un fuerte chapoteo, mientras innmerasaves rojas y azules, grandes y chicas, lo seguan volando en largas filas, y losmosquitos danzaban, y los abejorros no paraban de zumbar: Bum, bum!.Todos queran seguir a Federico, y todos tenan una historia que contarle.

    Vaya excursioncita! Tan pronto el bosque era espeso y oscuro, como se abraen un maravilloso jardn, baado de sol y cuajado de flores. Haba vastos

    palacios de cristal y mrmol con princesas en sus terrazas, y todas eran nias

    a quienes Federico conoca y con las cuales haba jugado. Todas le alargabanla mano y le ofrecan pastelillos de mazapn, mucho mejores que los que

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