anarquía en la memoria histórica

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E l de Stuart Christie es un caso que pa- rece sellado por si- lencio administra- tivo. O más bien por el silencio tras una larga correspondencia que combina lo burocrático y lo deli- rante. El caso de este escocés que participó en una conspiración para matar a Franco ilumina vericuetos anárquicos por los que camina la ley de Memoria Histórica. Nacido en Glasgow, educa- do por su madre y su abuela, Christie ha escrito –su libro, ‘Franco me hizo terrorista’, lle- va en inglés el título ‘Mi abuela me hizo anarquista’– que aprendió los valores del socia- lismo libertario en un domicilio familiar en el que los vecinos se ayudaban y donde el rigor de- mocrático protestante de su abuela, Agnes, no incluía prejui- cios. Se casó con un católico. Ávido lector, Christie creció como un rebelde político en la ciudad posiblemente más iz- quierdista de Reino Unido. Se manifestó contra las armas nu- cleares, participó en debates y se decantó por el anarquismo, por la idea de una comunidad de iguales que no aspiran al poder, porque siempre corrompe. España era, en la frontera de la década de los cincuenta y sesenta del siglo pasado, el gran drama de la izquierda tras el fin de la guerra mundial, el país europeo en el que se mantenían en el Gobierno quienes apoyaron el fascismo de los años treinta. Christie marchó a Londres y a través de grupos li- bertarios británicos conoció a anarquistas españoles exiliados en la capital. Su disposición a participar en la resistencia antifranquista lo con- virtió en enviado ideal para una misión planeada por Defensa In- terior, un grupo dedicado a la ac- ción directa formado por la Con- federación Nacional del Trabajo y la Federación Ibérica de Juventu- des Libertarias. Aunque sus bom- bas no perseguían causar vícti- mas, querían matar a Franco. Un año antes de que Christie viajase de Londres a París para ponerse en contacto con la red que fraguaba la conspiración, el régimen español había ejecutado mediante garrote vil a dos ino- centes. Joaquín Delgado, de 29 años, hijo de exiliados españoles en Francia, y Francisco Granado, emigrante económico, pagaron con su vida por dos atentados contra la Dirección General de Seguridad y el sindicato vertical. Las bombas explotaron antes de lo previsto y causaron veinte heridos leves. Antonio Martín y Sergio Hernández se han inculpa- do ante los tribunales españoles en su intento, hasta ahora inútil, para que se revise el caso y se anu- len las sentencias contra Delgado y Granado. Los procesos judiciales solo han servido hasta ahora para que la viuda de Granado reciba la indemnización –6.000 euros– es- tipulada en la ley de Memoria His- tórica. Se la negaban porque su marido no pasó al menos tres años en la cárcel, como dice la norma, sino que fue ejecutado a los 17 días de su condena. En agosto de 1964, Stuart Christie entró en España con 18 años recién cumplidos y varios paquetes de explosivos que le ha- bían encomendado para su entre- ga a una persona con la que ten- dría cita en Madrid. Iba vestido para el invierno de Glasgow más que para el mes más caluroso del verano español y viajó en autoes- top en un camión de cuyo con- ductor ya sospechó como posible policía. La misión fue una chapuza. Christie fue detenido nada más llegar a la capital española. La red anarquista estaba infiltrada por la Policía. Fue juzgado, junto a su contacto en Madrid, por un consejo militar sumarísimo y condenado a veinte años de cár- cel. Salió a los tres. El Gobierno dijo que le aplicaba la medida de gracia por las peticiones de su madre. Había también una cam- paña internacional. Kafka en la oficina Christie vive ahora en una apaci- ble villa costera del sur de Ingla- terra, Hastings. Tras una larga biografía como activista del anar- quismo, concluía su autobiografía en 2004, expresando «un profun- do sentido de alivio y satisfacción por el hecho de que no tengo la sangre o la vida de nadie en mi conciencia, ni siquiera la de Fran- co». Es editor y mantiene sus amistades españolas de aquellos tiempos. Octavio Alberola, que fue el co- ordinador de Defensa Interior, y Antonio Martín, que colocó las bombas de 1963, forman parte del grupo que busca la revisión del proceso contra Delgado y Grana- do. Y Christie mantiene desde hace dos años correspondencia con las instituciones españolas para que le reconozcan como víc- tima del franquismo y sobre todo para airear el caso de los dos com- pañeros ejecutados. La correspondencia comenzó el 22 de junio de 2009. El anar- quista escocés envió a la directo- ra de la Oficina para las Víctimas de la Guerra Civil y de la Dicta- dura (OVGCD), Margarita Tem- prano, la solicitud de Declara- ción de Reparación y Reconoci- miento Personal que la ley de Memoria Histórica de 2007 ofre- ce a condenados por tribunales que, como el Consejo Militar que sentenció a Christie, la ley consi- dera ilegítimos. El solicitante envió la docu- mentación que avalaba su recla- mación y un mes después la OVGCD le notificó que estaba in- vestigando su caso. Un mes más tarde, la misma oficina de vícti- mas le escribió para decirle que su expediente ya estaba completo y que, antes del 10 de enero de 2010, cuando concluía el plazo fi- jado en la ley, se le notificaría la resolución. Anarquía en la Memoria Histórica La batalla de Stuart Christie, un escocés que vino a matar a Franco y pasó 3 años en la cárcel. Ahora quiere que España le reconozca como víctima y airear el caso de dos compañeros ejecutados. Pero sus papeles se perdieron, la Administración no contesta... :: IÑIGO GURRUCHAGA Octavio Alberola Excoordinador de Defensa Interior «No reclamamos responsabili- dades por la represión. Solo queremos que se sepa que existió y que no se olvide, por- que todos deberíamos querer que no se reproduzca. Los li- bertarios no luchamos por el poder, solo aspiramos a vivir libremente en una sociedad en la que todos y todas puedan convivir sin que nadie explote ni domine a nadie. De ahí que nuestras exigencias se limiten a la completa rehabilitación moral, política y judicial de las víctimas de la represión fran- quista». Antonio Martín Autor de los atentados de 1963 «Para mí lo que se hace para poner en el orden del día la Memoria Histórica es indis- pensable porque pienso que un país sin memoria puede muy bien repetir las mismas cosas y los mismos horrores. Nunca he olvidado a mis com- pañeros asesinados, tortura- dos y encarcelados y nada más que por solidaridad con ellos aún soy de nacionalidad espa- ñola. Sin ser de ninguna de las maneras nacionalista ni pa- triota, para mí es una manera de ser fiel a mis ideas y ser so- lidario con mis compañeros». REVISIÓN DEL CASO Stuart Christie. Su deten- ción en 1964 fue portada en los diarios españoles de la época, como esta de La Vanguardia. Portada del libro. Lunes 20.06.11 EL CORREO 68 V

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La batalla de Stuart Christie, un escocés que vino amatar a Franco y pasó 3 años en la cárcel. Ahora quiere que España le reconozca como víctima y airear el caso de dos compañeros ejecutados. Pero sus papeles se perdieron, la Administración no contesta...

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Page 1: Anarquía en la Memoria Histórica

E l de Stuart Christiees un caso que pa-rece sellado por si-lencio administra-tivo. O más bienpor el silencio tras

una larga correspondencia quecombina lo burocrático y lo deli-rante. El caso de este escocés queparticipó en una conspiraciónpara matar a Franco iluminavericuetos anárquicos por losque camina la ley de MemoriaHistórica.

Nacido en Glasgow, educa-do por su madre y su abuela,Christie ha escrito –su libro,‘Franco me hizo terrorista’, lle-va en inglés el título ‘Mi abuelame hizo anarquista’– queaprendió los valores del socia-lismo libertario en un domiciliofamiliar en el que los vecinos seayudaban y donde el rigor de-mocrático protestante de suabuela, Agnes, no incluía prejui-cios. Se casó con un católico.

Ávido lector, Christie creciócomo un rebelde político en laciudad posiblemente más iz-

quierdista de Reino Unido. Semanifestó contra las armas nu-cleares, participó en debates y sedecantó por el anarquismo, por laidea de una comunidad de igualesque no aspiran al poder, porquesiempre corrompe.

España era, en la frontera de ladécada de los cincuenta y sesenta

del siglo pasado, el gran drama dela izquierda tras el fin de la guerramundial, el país europeo en elque se mantenían en el Gobiernoquienes apoyaron el fascismo delos años treinta. Christie marchóa Londres y a través de grupos li-bertarios británicos conoció aanarquistas españoles exiliadosen la capital.

Su disposición a participar en laresistencia antifranquista lo con-virtió en enviado ideal para unamisión planeada por Defensa In-terior, un grupo dedicado a la ac-ción directa formado por la Con-federación Nacional del Trabajo yla Federación Ibérica de Juventu-des Libertarias. Aunque sus bom-bas no perseguían causar vícti-mas, querían matar a Franco.

Un año antes de que Christieviajase de Londres a París para

ponerse en contacto con la redque fraguaba la conspiración, elrégimen español había ejecutadomediante garrote vil a dos ino-centes. Joaquín Delgado, de 29años, hijo de exiliados españolesen Francia, y Francisco Granado,emigrante económico, pagaroncon su vida por dos atentadoscontra la Dirección General deSeguridad y el sindicato vertical.

Las bombas explotaron antesde lo previsto y causaron veinteheridos leves. Antonio Martín ySergio Hernández se han inculpa-do ante los tribunales españolesen su intento, hasta ahora inútil,para que se revise el caso y se anu-len las sentencias contra Delgadoy Granado. Los procesos judicialessolo han servido hasta ahora paraque la viuda de Granado reciba laindemnización –6.000 euros– es-tipulada en la ley de Memoria His-tórica. Se la negaban porque sumarido no pasó al menos tres añosen la cárcel, como dice la norma,sino que fue ejecutado a los 17días de su condena.

En agosto de 1964, StuartChristie entró en España con 18años recién cumplidos y variospaquetes de explosivos que le ha-bían encomendado para su entre-ga a una persona con la que ten-dría cita en Madrid. Iba vestidopara el invierno de Glasgow másque para el mes más caluroso delverano español y viajó en autoes-top en un camión de cuyo con-ductor ya sospechó como posiblepolicía.

La misión fue una chapuza.Christie fue detenido nada másllegar a la capital española. Lared anarquista estaba infiltradapor la Policía. Fue juzgado, juntoa su contacto en Madrid, por un

consejo militar sumarísimo ycondenado a veinte años de cár-cel. Salió a los tres. El Gobiernodijo que le aplicaba la medida degracia por las peticiones de sumadre. Había también una cam-paña internacional.

Kafka en la oficinaChristie vive ahora en una apaci-ble villa costera del sur de Ingla-terra, Hastings. Tras una largabiografía como activista del anar-quismo, concluía su autobiografíaen 2004, expresando «un profun-do sentido de alivio y satisfacciónpor el hecho de que no tengo lasangre o la vida de nadie en miconciencia, ni siquiera la de Fran-co». Es editor y mantiene susamistades españolas de aquellostiempos.

Octavio Alberola, que fue el co-ordinador de Defensa Interior, yAntonio Martín, que colocó lasbombas de 1963, forman parte delgrupo que busca la revisión delproceso contra Delgado y Grana-do. Y Christie mantiene desdehace dos años correspondenciacon las instituciones españolaspara que le reconozcan como víc-tima del franquismo y sobre todopara airear el caso de los dos com-pañeros ejecutados.

La correspondencia comenzóel 22 de junio de 2009. El anar-quista escocés envió a la directo-ra de la Oficina para las Víctimasde la Guerra Civil y de la Dicta-dura (OVGCD), Margarita Tem-prano, la solicitud de Declara-ción de Reparación y Reconoci-miento Personal que la ley deMemoria Histórica de 2007 ofre-ce a condenados por tribunalesque, como el Consejo Militar quesentenció a Christie, la ley consi-dera ilegítimos.

El solicitante envió la docu-mentación que avalaba su recla-mación y un mes después laOVGCD le notificó que estaba in-vestigando su caso. Un mes mástarde, la misma oficina de vícti-mas le escribió para decirle que suexpediente ya estaba completo yque, antes del 10 de enero de2010, cuando concluía el plazo fi-jado en la ley, se le notificaría laresolución.

Anarquía en laMemoria HistóricaLa batalla de Stuart Christie, un escocés que vinoa matar a Franco y pasó 3 años en la cárcel. Ahora quiereque España le reconozca como víctima y airear el casode dos compañeros ejecutados. Pero sus papeles seperdieron, la Administración no contesta...

:: IÑIGO GURRUCHAGA

Octavio AlberolaExcoordinador de DefensaInterior

«No reclamamos responsabili-dades por la represión. Soloqueremos que se sepa queexistió y que no se olvide, por-que todos deberíamos quererque no se reproduzca. Los li-bertarios no luchamos por elpoder, solo aspiramos a vivirlibremente en una sociedaden la que todos y todas puedan

convivir sin que nadie exploteni domine a nadie. De ahí quenuestras exigencias se limitena la completa rehabilitaciónmoral, política y judicial de lasvíctimas de la represión fran-quista».

Antonio Martín Autor de losatentados de 1963

«Para mí lo que se hace paraponer en el orden del día laMemoria Histórica es indis-

pensable porque pienso queun país sin memoria puedemuy bien repetir las mismascosas y los mismos horrores.Nunca he olvidado a mis com-pañeros asesinados, tortura-dos y encarcelados y nada másque por solidaridad con ellosaún soy de nacionalidad espa-ñola. Sin ser de ninguna de lasmaneras nacionalista ni pa-triota, para mí es una manerade ser fiel a mis ideas y ser so-lidario con mis compañeros».

REVISIÓN DEL CASO

�Stuart Christie. Su deten-ción en 1964 fue portada en losdiarios españoles de la época,como esta de La Vanguardia.

Portadadel libro.

Lunes 20.06.11EL CORREO68 V

Page 2: Anarquía en la Memoria Histórica

Stuart Christie vivejubilado en el apacibleHastings, al sur deInglaterra. :: IONE SAIZAR

Stuart Christie no recibiónada. Pero, el 1 de julio de 2010,le llegó una carta del Ministeriode Interior donde se incluía otradel de Defensa, en la que éste co-munica a otro departamento dela administración lo siguiente:«En relación con el escrito de re-ferencia, examinados los instru-mentos de descripción de los fon-dos documentales y listados ono-másticos de las publicaciones ofi-ciales relacionados con el objetodel escrito, informo a Vd. que nohan aparecido datos del personaldel asunto».

Cartas a 3 ministrosDefensa no podía encontrar nin-gún papel de un tribunal militarcuya sentencia dio la vuelta almundo. Christie escribió al mi-nistro de Justicia, Francisco Caa-maño, y a la directora de laOVGCD para recordarles que nole habían enviado la resolución ynotificarles de la recepción de laextraña misiva de Interior-Defen-sa. Ninguno de los dos dignatariosrespondió a la carta.

Escribió al vicepresidente Al-fredo Pérez Rubalcaba en octubrede 2010. No recibió respuesta. Endiciembre, el Servicio de Comu-nicación Ciudadana del Ministe-rio de Justicia le notificó que esta-ba «trabajando en buscar todos losantecedentes documentales»para resolver el expediente. Enenero de 2011, escribió al ministrode Presidencia, Ramón Jáuregui,y, en febrero, el director adjuntode su Gabinete, Carlos García deAndoin, le confirmó que se estaba«recabando información».

El 22 de febrero, una carta dela Dirección de Instituciones Pe-nitenciarias llegó a Hastings in-formando a Christie de que sehabían encontrado los documen-tos de su caso, los mismos que élhabía enviado en 2009 para ava-lar su solicitud. Hasta hoy. Ha es-crito de nuevo al ministro Jáure-gui y al presidente del Gobierno,José Luis Rodríguez Zapatero, pi-diendo una explicación. Las ges-tiones de este periódico ante laAdministración para interesarsepor el caso no han recibido nin-guna respuesta.

69Lunes 20.06.11EL CORREO V